viernes, 4 de octubre de 2024

Sábado de la semana 26ª del tiempo ordinario. En medio de las penas el Señor enciende la esperanza de la salvación. En el nombre de Jesús nos Dios nos concede todo

Sábado de la semana 26ª del tiempo ordinario. En medio de las penas el Señor enciende la esperanza de la salvación. En el nombre de Jesús nos Dios nos concede todo

 

A. Lecturas:

   1. Job 42,1-3.5-6.12-16: Job respondió al Señor: «Reconozco que lo puedes todo, y ningún plan es irrealizable para ti, yo, el que te empaño tus designios con palabras sin sentido; hablé de grandezas que no entendía, de maravillas que superan mi comprensión. Te conocía sólo de oídas, ahora te han visto mis ojos; por eso, me retracto y me arrepiento, echándome polvo y ceniza».

   El Señor bendijo a Job al final de su vida más aún que al principio; sus posesiones fueron catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil borricas. Tuvo siete hijos y tres hijas: la primera se llamaba Paloma, la segunda Acacia, la tercera Azabache. No había en todo el país mujeres más bellas que las hijas de Job. Su padre les repartió heredades como a sus hermanos. Después Job vivió cuarenta años, y conoció a sus hijos y a sus nietos y a sus biznietos. Y Job murió anciano y satisfecho.

   2. Salmo 118: Enséñame a gustar y a comprender, porque me fío de tus mandatos.

   Me estuvo bien el sufrir, así aprendí tus mandamientos.

   Reconozco, Señor, que tus mandamientos son justos, que con razón me hiciste sufrir.

   Por tu mandamiento subsisten hasta hoy, porque todo está a tu servicio.

   Yo soy tu siervo: dame inteligencia, y conoceré tus preceptos.

   La explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes.

   3. Lucas 10,17-24: "En aquel tiempo, regresaron alegres los setenta y dos, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos».

   En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».

 

B. Comentario:

   1. "-Job dio esta respuesta a las palabras del Señor: «Sé que eres todopoderoso...»" La oración es hablar con Dios, y nos viene bien pues nos aumenta la fe, el amor y la esperanza. A veces pensamos que no sabemos hacer oración, pero no hay una regla fija, sino el modelo de Jesús, la oración del Padrenuestro. Luego, los modos de pensar, meditar, afectos… es algo muy «personal», muy subjetivo... porque ciertamente soy «yo» quien ha de creer y ha de orar, es una experiencia personal en la que nadie puede ocupar mi lugar... y mi relación con Dios está marcada por lo que soy, mi estado, mi talante, mi temperamento, mis responsabilidades. Job respondía a Dios a partir de su experiencia de sufrimiento. ¿Y yo?: ¿respondo a Dios con toda mi vida?

   Al mismo tiempo, la oración es algo objetivo... porque es a Dios, el Todopoderoso a quien se contesta. «Yo sé que Tú eres Todopoderoso». Es de tal manera exterior a Job que se enfrentó, y el sufrimiento sirvió de revelador: «el sufrimiento es siempre algo otro que no se esperaba... y mata algo en nosotros para reemplazarlo por algo que no es nuestro... así el sufrimiento es en nosotros como una siembra, puede ser el camino del amor efectivo porque nos desprende de nosotros para darnos al prójimo y para solicitar de nosotros que nos demos al prójimo...» (M. Blondel).

   "-Sé que ningún proyecto es irrealizable para Ti. Era yo que, con razones sin sentido, embrollaba tus pensamientos. Te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos". Con ello Job reconoce que el sufrimiento le ha puesto entre la espada y la pared y que ha sido para él un "revelador"... esto lo ha obligado, por así decir, a plantearse unas cuestiones y a llegar a un encuentro vital con Dios: «¡ahora te he visto!». Es también así para muchos. La prosperidad y la dicha son ámbitos válidos para encontrar a Dios; pero, a menudo desgraciadamente ¡la felicidad llega a bastarse a sí misma! Felices los pobres. Felices los afligidos. Felices los perseguidos... porque se abren a otra dimensión de la existencia. ¡Para ellos es el Reino de los cielos!

   "-Entonces el Señor bendijo a Job... y le colmó de bienes". El drama termina bien, color de rosa, podríamos decir. En parte, es una lástima. Porque sabemos que el problema propuesto no se resuelve aquí abajo. ¡Hay tantos enfermos incurables! ¡Y tanto duelo irremediable! ¡Y tantos fracasos, aparentemente, definitivos! Cristo vendrá a compartir nuestro sufrimiento -sin suprimirlo- tomándolo sobre El y transformándolo desde el interior (Noel Quesson).

   Dios le bendice con bienes incluso superiores a los que tenía al principio. Por cierto, las tres hijas de ahora tienen iguales derechos que los siete hijos, cosa no muy frecuente en su tiempo.

   El problema del mal no ha recibido, en el libro de Job, una respuesta filosóficamente convincente, pero le ha ayudado a crecer. La vida nos ayuda a madurar. Y una de las cosas que más influyen en nuestro fortalecimiento de carácter y en aquilatar nuestra fidelidad, son las pruebas, los momentos de dolor. No sabemos lo que es tener fe hasta que algo nos la pone a prueba. Igual que pasa con la amistad o el amor o la fidelidad (J. Aldalzábal).

   2. En la cruz también se manifiesta la salvación, incluso de modo especial, por eso le pedimos al Señor en el salmo: "Enséñame a gustar y a comprender, / porque me fío de tus mandatos. Me estuvo bien el sufrir, / así aprendí tus mandamientos".

   Nos vienen ganas de juzgar sobre los acontecimientos, pero la fe nos lleva a confiar que Dios sabe más, y que de ahí sacará algo bueno, que a nosotros ahora no nos es dado conocer: "Reconozco, Señor, que tus mandamientos son justos, / que con razón me hiciste sufrir. Por tu mandamiento subsisten hasta hoy, / porque todo está a tu servicio.

   Yo soy tu siervo: dame inteligencia, / y conoceré tus preceptos. La explicación de tus palabras ilumina, / da inteligencia a los ignorantes".

   3. Los setenta y dos discípulos volvieron muy alegres de la "misión". La maldición de las ciudades hostiles no debe hacernos olvidar este otro aspecto: junto al fracaso, también muchos se abren al reino de Dios: se les escuchó y su trabajo apostólico dio mucho fruto. ¡Y regresaron muy alegres!

   -"Y contaron: "Señor, hasta los demonios se nos someten por tu nombre"". Les impresiona sobre todo esto… y cuentan a Jesús sus correrías apostólicas: ¿lo hago yo también, "contar" a Jesús mis empresas apostólicas?

   -"Jesús les dijo: "Yo veía a Satanás que caía del cielo como un rayo..."" Mientras trabajaban en los pueblos y aldeas, Jesús estaba en oración, y "veía"... el amor intuye lo invisible, lo que está a distancia, pues el amor hace estar en el otro, la persona amiga, que se ama. Pero además, cuando se trata de Dios, que conoce lo más íntimo de mí mismo… Contemplaba su victoria espiritual. ¿Estoy yo también convencido de que Jesús "ve" lo que estoy tratando de hacer? ¿Y de que Él trabaja conmigo?

   -"Os he dado poder sobre toda fuerza enemiga, y nada podrá haceros daño". Escucho y me repito estas palabras.

   -"Sin embargo, no os regocijéis porque se os someten los espíritus; más bien regocijaos porque vuestros nombres están escritos en el cielo". Somos como instrumentos en manos del artista, como una flauta que se deja sonar por el gran músico, y así quiero estar, Señor, en tus manos como un instrumento que se deja hacer. Sentir también tus palabras: "Vuestros nombres están escritos en el cielo".

   -"Entonces se llenó de gozo en el Espíritu Santo". Trato de contemplar detenidamente ese estremecimiento, esa alegría expresada, esa felicidad que se traduce corporalmente... y que florecerá también en oración.

   -"Se llenó de gozo en el Espíritu Santo y dijo: "Bendito seas Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque si has ocultado esas cosas a los sabios y entendidos se las has revelado a la gente sencilla, a los pequeñuelos..."" Qué pena dan esos cristianos tristes, o esa película de Passolini sobre "El Evangelio de San Mateo", donde se ve uno que interpreta a Jesús muy serio… Me alegra verte feliz, Señor, y dar de tu alegría a los demás. La alegría de Jesús se transforma en "Acción de gracias" al Padre. Su júbilo pasa a ser "eucaristía". El trabajo misionero de sus amigos fue también una participación a la obra del Padre. Y, ¿de qué se alegra Jesús? De que los "pequeños" los pobres entienden los misterios de Dios, en tanto que los doctores de la Ley, los intelectuales de la época, los que figuraban... ellos, se cierran a la revelación. Esta experiencia de la misteriosa predilección de Dios era muy corriente en la Iglesia primitiva.

   -"Sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien. Mi Padre me lo ha enseñado todo; quien es el Hijo lo sabe sólo el Padre; quien es el Padre, lo sabe sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar... ¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros véis!" Dichosos los que aceptan dejarse introducir en ese misterio de las relaciones de amor entre el Padre y el Hijo... relaciones absolutamente perfectas, símbolos y modelos de todos nuestros propios amores (Noel Quesson).

   Este "himno de júbilo" del Señor al ver cómo los humildes entienden y aceptan la palabra de Dios nos recuerda las palabras de Teresita de Jesús: "los niños no reflexionan sobre el alcance de sus padres. Sin embargo, sus padres cuando ocupan un trono y poseen inmensas riquezas, no vacilan en satisfacer los deseos de sus pequeñuelos (…). No son las riquezas ni la gloria (ni siquiera la gloria del cielo) lo que reclama el corazón del niñito (…). Lo que pide es el amor… No puede hacer más que una cosa: ¡amarte, oh Jesús!"

   Dar gracias a Dios nos da un buen corazón, nos hace mejores… Escribe san Agustín: «¿Podemos llevar algo mejor en el corazón, pronunciarlo con la boca, escribirlo con la pluma, que estas palabras: 'Gracias a Dios'? No hay nada que pueda decirse con mayor brevedad, ni oír con mayor alegría, ni sentirse con mayor elevación, ni hacer con mayor utilidad». Así debemos actuar siempre con Dios y con el prójimo, incluso por los dones que desconocemos. Gratitud para con los padres, los amigos, los maestros, los compañeros. Para con todos los que nos ayuden, nos estimulen, nos sirvan. Gratitud también, como es lógico, con nuestra Madre, la Iglesia.

   La gratitud no es una virtud muy "usada" o habitual, y, en cambio, es una de las que se experimentan con mayor agrado. Debemos reconocer que, a veces, tampoco es fácil vivirla. Santa Teresa afirmaba: «Tengo una condición tan agradecida que me sobornarían con una sardina». Los santos han obrado siempre así. Y lo han realizado de tres modos diversos, como señalaba santo Tomás de Aquino: primero, con el reconocimiento interior de los beneficios recibidos; segundo, alabando externamente a Dios con la palabra; y, tercero, procurando recompensar al bienhechor con obras, según las propias posibilidades (Josep Vall i Mundó).

 

Llucià Pou Sabaté

No hay comentarios: