martes, 15 de octubre de 2024

Miércoles de la 28 semana: con Jesús nos sentimos libres, y no queremos la mentira de los hipócritas

Miércoles de la 28 semana: con Jesús nos sentimos libres, y no queremos la mentira de los hipócritas

A. Lecturas:

   1 Gálatas  5:18-25. 18  Pero, si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la ley.  19  Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje,  20  idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones,  21  envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.  22  En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad,  23 mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley.  24  Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias.  25  Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu. 

   2. Salmo 1:1-4,6: ¡Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los pecadores se detiene, ni en el banco de los burlones se sienta,  2  mas se complace en la ley de Yahveh, su ley susurra día y noche!  3  Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su tiempo el fruto, y jamás se amustia su follaje; todo lo que hace sale bien.  4  ¡No así los impíos, no así! Que ellos son como paja que se lleva el viento.  6  Porque Yahveh conoce el camino de los justos, pero el camino de los impíos se pierde. 

   3. Lucas  11: 42–46: 42  Pero, ¡ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello.  43  ¡Ay de vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en las sinagogas y que se os salude en las plazas!  44  ¡Ay de vosotros, pues sois como los sepulcros que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!»  45  Uno de los legistas le respondió: «¡Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a nosotros!»  46  Pero él dijo: «¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos! 

 

B. Comentario:

   1. Terminamos hoy nuestra lectura de la carta a los Gálatas. Y lo hacemos con una doble lista: las "obras de la carne" y los "frutos del Espíritu". Parecería que, con tanto hablar de "libertad" y de relativizar "las obras de la ley", Pablo estuviera invitando a una espiritualidad más permisiva. Pero no. La fe en Cristo, y la apertura a su gracia, son muy exigentes. Cuando él habla de "la carne", se refiere a nuestras solas fuerzas, a la mentalidad meramente humana, que nos lleva a esa lista impresionante de tendencias pecaminosas en el terreno de la impureza y de la idolatría, la falta de control de nosotros mismos y los fallos en la relación con los demás. Lo contrario son los "frutos del Espíritu", que son los que deberían trasparentarse en nuestra conducta, con dominio de sí, paz y alegría, y sobre todo entrega amable a los demás.

b) Tenemos un buen examen delante. Un espejo donde mirarnos hoy con sinceridad. Cada uno sabrá si en verdad "los que son de Cristo Jesús han crucificado su carne con sus pasiones y sus deseos" (es buena imagen la de "crucificar" lo que es anticristiano). Tal vez no tengamos que acusarnos de borracheras, orgías, libertinaje o idolatría. Pero sí puede ser que sigamos a "la carne", a los criterios humanos, cuando caemos en envidias, rencores y contiendas. Si nos dejamos llevar por los celos y las enemistades, no estamos viviendo según Cristo, sino según la carne. Al contrario: como cristianos que vamos madurando en nuestra vida de fe, debemos "marchar tras el Espíritu", porque "vivimos por el Espíritu", ya desde el Bautismo, y se tienen que ver en nuestra vida sus "frutos", desde "el dominio de sí" hasta la "alegría y la paz" y "la comprensión, servicialidad y bondad" con los demás. ¿En qué se conoce que caminamos según el Espíritu?: en que vivimos con alegría, con amabilidad, con dominio de sí...

Aunque Cristo haya liberado al hombre del peso de la Ley, ¿no es libre el hombre para hacer lo que la Ley prohíbe? Esta cuestión se suscitará con frecuencia, y Pablo responde pidiendo que no se confunda libertad con libertinaje. En efecto, una mala comprensión de la noción de libertad podría conducir a otra esclavitud: la de la carne.

 

 

   ¿Qué son las "obras de la carne"? Aquí, las cosas malas. ¿Y los "frutos del Espíritu"? Está claro, escuchar al Espíritu de Dios, hacer las cosas buenas, y esto nos hace libres. La "carne" es luchar yo sólo, y me vuelvo egoísta, me falta de control de mí mismo y fallo en la relación con los demás. Los "frutos del Espíritu", es dar lo mejor de mí, paz y alegría, y sobre todo entrega amable a los demás. Tenemos un buen examen delante. Un espejo donde mirarnos hoy con sinceridad, ver si caemos en envidias, rencores y peleas. Si nos dejamos llevar por los celos y las enemistades, no estamos viviendo según Cristo, sino según la carne. Al contrario: como cristianos que vamos madurando en nuestra vida de fe, debemos "marchar tras el Espíritu", porque "vivimos por el Espíritu", ya desde el Bautismo, y se tienen que ver en nuestra vida sus "frutos", desde "el dominio de sí" hasta la "alegría y la paz" y "la comprensión, el servicio y bondad" con los demás. ¿En qué se conoce que caminamos según el Espíritu?: en que vivimos con alegría, con amabilidad, con dominio de sí...

   «Señor, concédeme el amor, haz que brote en mí el amor... «Señor, concédeme la alegría, haz que surja en mí la alegría... ser amable y comprensivo… que me deje conducir por el Espíritu». Señor Jesús, concédeme la gracia de imitarte (Noel Quesson).

   2. El salmo 1, que suena repetidamente en nuestra misa, nos sigue invitando, desde hace siglos, a elegir los caminos de Dios, y no los del mundo: "dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, sino que su gozo es la ley del Señor y medita su ley día y noche". No es, ciertamente, el apego a la ley que Pablo criticaba, como contabilidad de méritos, sino la ley que cumplimos movidos por la fe y el amor, movidos por el Espíritu de Cristo. ¡Qué importante, acertar el camino en la vida! Es lo que pedimos al Señor…

   3. Jesús echa en cara a fariseos y escribas el pecado de fijarse en tonterías y descuidar lo esencial que es la ley del amor, lo hace para moverlos a conversión. El pecado de los fariseos está en poner empeño escrupuloso en las normas insignificantes mientras desprecian lo esencial; en querer aparecer como irreprochables para ser honrados y estimados como piadosos. El discípulo de Jesús, en cambio, debe valorar las cosas según su importancia. No debe despreciar lo pequeño por ser pequeño, pero debe centrar su esfuerzo en lo fundamental: la justicia, el amor a Dios, el amor al hermano.

   Jesús amaba a los fariseos... Jesús podía pensar que un día curarían de la hipocresía de algunos... Jesús, invitado por uno de ellos, se mantiene en su actitud y repite a "este hombre" en su propia mesa lo que sin duda había proclamado otras veces en público.

   Señor, otórganos el amor a todos los hombres. Señor, te damos gracias porque nos amas tal como somos... incluso con esa parte de fariseísmo que hay en nosotros... ¡en mi!

   -Entonces un Doctor de la Ley intervino y le dijo: "Maestro, diciendo eso, nos ofendes también a nosotros". Pero Jesús replicó: "¡Ay de vosotros también, doctores de la Ley, que abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros ni las rozáis con el dedo!"

   ¿Hay quizá ciertas cargas que yo coloco sobre los hombros de los demás? Una vez más Jesús defiende a los pequeños, a los pobres, a los que no pueden cumplir toda la "Ley", de los doctores de la Ley, de los que son expertos en la materia y que lo saben todo. ¿Soy misericordioso con los pecadores? ¿con tantos hombres que no saben bien las exigencias de Dios? (Noel Quesson).

   Tomar la ley, el canon, la norma como excusa para encubrir las propias deficiencias fue lo que llevó a fariseos y escribas a convertirse en verdugos del pueblo. Ellos tenían que hacer esto para acomodar la Escritura a sus intereses. Y esta manera de proceder condujo el pueblo a la ruina.

 

Llucià Pou Sabaté. 

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