jueves, 31 de octubre de 2024

Domingo de la semana 31 de tiempo ordinario; ciclo B: el amor a Dios y a los demás, es el mandamiento más importante, lo esencial de la vida

Domingo de la semana 31 de tiempo ordinario; ciclo B: el amor a Dios y a los demás, es el mandamiento más importante, lo esencial de la vida

A. Lecturas:

   1. Deuteronomio (6,2-6): En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: «Teme al Señor, tu Dios, guardando todos sus mandatos y preceptos que te manda, tú, tus hijos y tus nietos, mientras viváis; así prolongarás tu vida. Escúchalo, Israel, y ponlo por obra, para que te vaya bien y crezcas en número. Ya te dijo el Señor, Dios de tus padres: «Es una tierra que mana leche y miel.» Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria.»

   2. Salmo 17: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. 

Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos.

Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador. Tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu Ungido. 

   3. Hebreos (7,23-28): Ha habido multitud de sacerdotes del antiguo testamento, porque la muerte les impedía permanecer; como éste, en cambio, permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día «como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo,» porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. En efecto, la Ley hace a los hombres sumos sacerdotes llenos de debilidades. En cambio, las palabras del juramento, posterior a la Ley, consagran al Hijo, perfecto para siempre.

   4. Marcos 12,28-34: «Se acercó uno de los escribas, que había oído la discusión y al ver lo bien que les había respondido, le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel, el Señor Dios nuestro es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos». Y le dijo el escriba: «¡Bien Maestro!, con verdad has dicho que Dios es uno solo y no hay otro fuera de El; y amarle con todo el corazón y con toda la inteligencia y con toda la fuerza, y amar al prójimo como a si mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Viendo Jesús que le había respondido con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y ninguno se atrevía ya a hacerle preguntas» .

 B. Comentario:

1. «Escucha, Israel». Es aquí, en la primera lectura, donde el gran mandamiento se expresa por primera vez y en toda su perfección. Está introducido con la afirmación: «El Señor nuestro Dios es solamente uno». No hay más dioses, «nuestro Dios» es el único Dios. El politeísmo divide el corazón del hombre y su culto; el único Dios exige la totalidad indivisa del corazón humano con todas sus fuerzas. Por eso entre el amor que Dios exige y el corazón humano no hay ningún dualismo: no es como si el corazón estuviera dentro y el mandamiento viniera de fuera o de arriba, sino que, por el contrario, el mandamiento debe quedar escrito en el corazón del hombre: «Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria»; con otras palabras: el amor a Dios exige desde dentro todo el corazón y todas sus fuerzas.

2. «Jesús tiene el sacerdocio que no pasa». La segunda lectura subraya una vez más de la manera más clara el carácter existencial del sacerdocio de Jesús, que ya no necesita ofrecer sacrificios de animales en el templo -algo que los sacerdotes anteriores debían hacer cada día por sus propios pecados y por los del pueblo-, sino que se ofrece a sí mismo como víctima sin mancha en una autoinmolaci6n necesaria para nuestra verdadera expiación. Y como «Jesús permanece para siempre», su ofrenda sacerdotal en la cruz no es un hecho del pasado; Jesús «tiene el sacerdocio que no pasa», su sacrificio es siempre y en todo momento algo actual «porque vive siempre para interceder en nuestro favor». Por eso su Eucaristía, a partir de esta su existencia eterna, puede hacer presente aquí y ahora su sacrificio único en virtud de su «sacerdocio que no pasa» (Hans Urs von Balhtasar). Pues "como siempre permanece, posee eternamente el sacerdocio"; por cuya razón sólo Cristo es verdadero sacerdote; los demás, ministros o servidores suyos (1 Co. IV). 

 "De aquí es que puede perpetuamente salvar a los que por medio suyo se presentan a Dios". El sacerdocio de Cristo es eterno; no así el levítico. Luego Cristo "puede perpetuamente salvar"; cosa que no pudiera hacer, si no tuviera un poder divino (Is. 45). El modo está en "presentarse"; modo que describe por a excelencia del poder, de la naturaleza y de la piedad. Del poder, porque "se presenta por Sí mismo": está demostrando el poder que tiene (Is. 63). Luego se acerca en cuanto hombre, mas por Sí mismo en cuanto Dios. La excelencia de su naturaleza la demuestra diciendo: "siempre vivo"; pues de otra suerte su sacerdocio tuviera fin (Ap. 1).La excelencia de su piedad, al decir: "para interceder por nosotros"; que, aunque tan encumbrado y con poder tan grande, es junto con eso de entrañas piadosas, porque intercede en favor nuestro.

—"A la verdad, tal como Este nos convenía que fue se nuestro pontífice..." De la excelencia de Cristo toma pie para demostrar la excelencia de su sacerdocio (Santo Tomás). "El cual no tiene necesidad, como los demás sacerdotes, de ofrecer cada día sacrificios, primeramente por sus pecados y después por los del pueblo".

3. Entre centenares de mandamientos "graves" (o de peso) y "leves", los rabinos investigaran cuál de todos estos mandamientos era realmente importante, cuál era el primero y principal y como el resumen de todos. Vemos un letrado que busca lo mejor, en esta versión del Evangelio quiere preguntar sinceramente a Jesús por el primer mandamiento de la Ley y Jesús respondió citando las palabras de ésta: «Escucha Israel: el Señor es nuestro Dios, uno sólo es el Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas». Este hombre pertenece a los quiere descubrir, al contrario de los que ponen el acento en un cúmulo asfixiante de normas, las cosas que verdaderamente cuentan para Dios, el alma de todos los mandamientos. Jesús añadió de inmediato que hay un segundo mandamiento semejante a éste, y es: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». 

Hay cosas en la vida que son importantes, pero no urgentes (en el sentido de que si no las haces, aparentemente no pasa nada); y hay cosas que son urgentes pero no importantes. Nuestro riesgo es sacrificar sistemáticamente las cosas importantes para correr detrás de las urgentes, frecuentemente del todo secundarias. ¿Cómo prevenirnos de este peligro? Una historia nos ayuda. Un día, un experto sobre la planificación del tiempo dio una conferencia. Puso un gran vaso de cristal vacío, y lo llenó de grandes piedras. Y preguntó a los alumnos: «¿Os parece que el vaso está lleno?», y todos respondieron: «¡Sí!». Sacó una caja de gravilla que se colaron entre las piedras. «¿Está lleno esta vez el vaso?». Los alumnos ya no sabían qué decir. Sacó esta vez arena que rellenó todos los espacios que había entre las piedras y la gravilla. «¿Está lleno ahora el vaso?». Ya dudaban más, y el experto tomó la jarra que estaba en la mesa y echó agua en el vaso hasta el borde.  Preguntó: «¿Que nos muestra ese experimento?». Uno respondió: «Demuestra que por más llena que esté la agenda, siempre caben más cosas». «No -respondió el profesor-; lo que el experimento demuestra es que si no se introducen primero las piedras grandes en el vaso, ya no cabrán después». «¿Cuáles son las piedras grandes, las prioridades, en vuestra vida? ¿La salud? ¿La familia? ¿Los amigos? ¿Defender una causa? ¿Llevar a cabo algo que os importa mucho? Lo importante es meter estas piedras grandes en primer lugar en vuestra agenda. Si se da prioridad a miles de otras cosas pequeñas (la gravilla, la arena), se llenará la vida de nimiedades y nunca se hallará tiempo para dedicarse a lo verdaderamente importante. Así que no olvidéis plantearos frecuentemente la pregunta: "¿Cuáles son las piedras grandes en mi vida?" y situarlas en el primer lugar de vuestra agenda».

Los dos mandamientos mayores: amar a Dios y amar al prójimo, son las principales "piedras" a meter primero en nuestra vida, así todo encontrará su lugar.

Ya Oseas dijo: «Quiero misericordia y no sacrificios» (Os 6,6; Mt 12,7). Pero es quizá aquí donde se manifiesta la enorme distancia que existe entre la comprensión judía y la comprensión cristiana (segunda lectura): si los sacrificios de la Antigua Alianza se tornan caducos con Cristo, es porque su cumplimiento del amor a Dios y al prójimo en su muerte en la cruz y en la Eucaristía hace coincidir pura y simplemente amor vivido y sacrificio cultual, y porque gracias a esta suprema entrega de amor, el amor de Jesús al Padre y a nosotros los hombres alcanza una intensidad que era inconcebible en la Antigua Alianza. Pero esto no invalida el «primer mandamiento» que Israel supo formular de modo tan admirable; la diferencia está solamente en que antes de Jesús nadie pudo llegar «hasta el extremo» (Jn 13,1), como llegó Jesús, en el amor a Dios y al prójimo.

Jesús responde citando al pie de la letra el pasaje del Dt 6, 4s (primera lectura), pero añade inmediatamente el mandamiento del amor al prójimo, que en el Antiguo Testamento se halla en otro contexto (Lv 19,18). Para Jesús ambos mandamientos son como uno solo: "No hay mandamiento mayor que éstos". Y es que no se puede amar a Dios sin amar al prójimo (cfr. 1 Jn 4,20). En este mandamiento del amor se funda la única piedad verdadera.

Se atribuye al rabino Hillel esta sentencia: "No hagas al otro lo que no deseas para ti. Esto es toda la Ley. El resto es interpretación". Con todo, no estaba claro en las escuelas rabínicas quién debía ser tratado como prójimo (cfr. Lc 10,29-37) y, en general, creían que el prójimo era solamente el paisano, pero no el extranjero. Por otra parte, la conexión entre los deberes religiosos para con Dios y las obligaciones morales para con el prójimo se entendía a veces de un modo muy extrínseco: la "justicia" consistía sobre todo en el cumplimiento de las prescripciones cultuales y el amor al prójimo quedaba reducido a la limosna, en caso de conflicto prevalecía el culto a la atención de las necesidades del prójimo (en la parábola del buen samaritano los sacerdotes y levitas pasan de largo porque temían contraer una impureza ritual, tocando al que pensaban cadáver, que les inhabilitaría para dar culto a Dios).

Jesús, nos dices que el verdadero culto no puede separarse ya de la atención a las necesidades ajenas. Además enseñas que el prójimo es cualquier necesitado que encontremos en nuestro camino. En esta misma línea, Santiago afirmará rotundamente que "la religión pura e intachable a los ojos de Dios" es cuidar del prójimo en sus necesidades (Sant 1,27). Jesús, gracias por especificar muy bien cómo debo amar a Dios: «con todo mi corazón y con toda mi alma y con toda mi mente y con todas mis fuerzas.» Esto no le quita amor a las demás personas, porque el amor a Dios no es excluyente, sino más bien al contrario: amplía la capacidad de amar. Cuanto más amo a Dios, más puedo amar a los demás y también a las cosas del mundo, que son buenas y han sido creadas por El.

En la última cena, nos propones una formulación nueva del mandamiento nuevo: amar a los demás no ya como a uno mismo, sino como Tú –como Jesús- los amas: «Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor entre vosotros» (Juan 13,34-35).

Llucià Pou Sabaté

Noviembre 2, Conmemoración de todos los fieles difuntos: la comunión con los difuntos está basada en la esperanza en Jesús que nos lleva más allá de la muerte, hasta la vida de amor del Cielo

Noviembre 2, Conmemoración de todos los fieles difuntos: la comunión con los difuntos está basada en la esperanza en Jesús que nos lleva más allá de la muerte, hasta la vida de amor del Cielo

 

"En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él, apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: "venid, benditos de mi padre; tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me disteis de comer, sediento y me disteis de beber, era forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, encarcelado y fuisteis a verme". Los justos le contestarán entonces: "Señor ¿Cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?". Y el rey les dirá: "Yo os aseguro que, cuando lo hicisteis con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicisteis" Entonces dirá también a los de la izquierda: "Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles, porque estuve hambriento y no me disteis de comer, sediento y no me disteis de beber, era forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y encarcelado y no me visitasteis". Entonces ellos le responderán: "Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento o sediento, enfermo o encarcelado y no te asistimos?" Y él les replicará: "Yo os aseguro que, cuando no lo hicisteis con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicisteis conmigo". Entonces, irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna" (Mateo 25,31-46).

 

1. Las lecturas de hoy se escogen libremente, de entre las del formulario de difuntos. Por ellos ofrecemos hoy la misa. ¿Qué pasa con los que mueren? Se ha rezado siempre por ellos en la Iglesia, y se ha formulado la explicación del purgatorio, que no es una cárcel en el más allá, sino el Señor Jesús, en el momento de la muerte, cuando hay el juicio, sale al encuentro del hombre. Con ese abrazo de amor, se le quema al hombre toda la «paja y heno» de su vida y que sólo permanece lo que únicamente puede tener consistencia. Se transforma en aquello que está llamado a ser. Al decir "sí" se hace capaz de acoger la misericordia de Dios. Como el egoísmo le podría impedir decir un "sí" total, debe ser transformado con ese fuego que le transforma con su llama en aquella figura sin mancha que puede convertirse en el recipiente de la eterna alegría. Como todos estamos unidos, podemos rezar por los que han muerto, por ejemplo si uno que muere ha hecho daño a otro, cuando este le perdona ya queda libre de esa pena y puede volar al cielo, y así pasa con todo: estamos en comunicación, y podemos ayudarnos unos a otros, los vivos y los difuntos (Joseph Ratzinger).

Vemos respuesta en la liturgia, en su misteriosa sobriedad: "En Cristo Señor nuestro, brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección: y así aunque la certeza del morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo". También el Catecismo de la Iglesia Católica nos habla de la comunión con los difuntos: ""La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el Cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció por ellos oraciones pues es una idea santa y provechosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados' (2 M 12, 45)" (LG 50). Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor" (n. 958).

La esperanza nos permite vivir sin miedo a la vida y sin miedo a la muerte: La muerte, "salario" del pecado original, es algo tan olvidado y de otra parte algo tan normal: todos hemos de morir. La muerte, para los hijos de Dios, es vida: "no tenemos aquí ciudad permanente, vamos en busca de la que está por venir" (Hebreos 13,14): la que el Señor nos tiene preparada desde siempre: el cristiano que se une a Él en su propia muerte, ésta ya se convierte en entrada a la vida eterna.

El Evangelio del juicio es poco de cumplir preceptos, y mucho de amar a los demás: "cuanto hacíais con ellos… conmigo lo hacíais".

 

2. Dice la Sabiduría que para los santos las pruebas se vuelven justicia, pues de este modo "Dios los  probó como oro en crisol, y los recibió como sacrificio de holocausto". Lo que los hombres juzgaron la verdad, no lo fue. El  descalabro pasó a ser camino de gloria, de enaltecimiento de los justos sobre razas y pueblos, para juzgarlos y dominarlos, sin otro rey que el  Señor.

Hay una comunicación entre los de aquí y los que han cruzado el río de la vida, y podemos ayudarles con nuestros esfuerzos y sacrificios (el sentido profundo de los sufragios por los difuntos) y ellos nos animan como espectadores que están viendo nuestro partido, pues estamos corriendo en el campo y ellos desde la grada: "¡venga, ánimo... mete este gol!" En estos días que se preparan dulces tan buenos siguiendo las tradiciones populares, pienso que con aquella sonrisa o detalle de servicio vamos amasando, con buenos ingredientes, esos dulces que se amasan con amor.

El salmo enuncia esta búsqueda de Dios, al que vemos también en el dolor. «Una cosa pido al Señor, y eso buscaré: habitar en la casa del Señor por todos los días  de mi vida». Es necesario entender estas palabras en su verdadera profundidad, es decir, en su  sentido figurado: vivir en el «templo» de su intimidad, cultivar su amistad, acoger  profundamente su presencia; «gozar de la dulzura del Señor», esto es, experimentar  vivamente la ternura de mi Dios, su predilección, su amor, que se me da sin motivos ni  merecimientos, cultivar interminablemente, «por todos los días de mi vida», la relación  personal y liberadora con el Señor, mi Dios.

«Oigo en mi corazón: buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu  rostro», vamos por esta vida detrás de tus pistas, Jesús: «tu rostro buscaré, Señor»; por eso te pido, Señor: «no me escondas tu  Rostro»; «no rechaces a tu siervo»; «no me abandones»; «no me dejes»; y todo esto con la esperanza de que «aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me acogerá». Es un canto a la esperanza: «Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida». País de la vida es esta  vida, oportunidad que Dios nos da para ser felices y hacer felices. Gozar de la dicha del  Señor es, simplemente, vivir, ni más ni menos. Mucha gente no vive, agoniza. Anegados entre temores y ansiedades no viven, su existencia es una  angustia; dicen que la meticulosidad va unida a la "reacción catastrófica", pues ante el miedo a catástrofes, como defensa se defienden con un control del presente, en las rutinas pequeñas del hoy. Pero la esperanza nos dice que podemos respirar en paz sin ansiedades, sentirnos libres, gozosos,  felices. Esto es vivir. Y tanta hermosura como contiene este salmo no podía acabar sino con un grito largo de  coraje y esperanza: «Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor».

El hombre tiene que habérselas con la vida y sus peligros; necesita refugios donde  acogerse. Ha aprendido a no confiar en los poderosos de la tierra, «los señores de la  tierra»; y sabe por experiencia que sólo salvan el poder y el cariño de Dios. Este poder y  amor suscitan la confianza del hombre, y en esta confianza se basa su seguridad. Y esta  seguridad se transforma en el gozo de vivir, vivir plenamente, Shalom (Larrañaga).

Este es el deseo de mi vida que recoge y resume todos mis deseos: ver tu rostro. Palabras atrevidas que yo no habría pretendido pronunciar si no me las hubieras dado tú mismo. En otros tiempos, nadie podía ver tu rostro y permanecer con vida. Ahora te quitas el velo y descubres tu presencia. Y una vez que sé eso, ¿qué otra cosa puedo hacer el resto de mis días, sino buscar ese rostro y desear esa presencia? Ese es ya mi único deseo, el blanco de todas mis acciones, el objeto de mis plegarias y esfuerzos y el mismo sentido de mi vida. «Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo. Tu rostro buscaré, Señor; no me escondas tu rostro». He estudiado tu palabra y conozco tu revelación. Sé lo que sabios teólogos dicen de ti, lo que los santos han enseñado y tus amigos han contado acerca de sus tratos contigo. He leído muchos libros y he tomado parte en muchas discusiones sobre ti y quién eres y qué haces y por qué y cuándo y cómo. Sé muchas cosas de ti, e incluso llegué a creer que bastaba con lo que sabía, y que eso era todo lo que yo podía dar de mí en la oscuridad de esta existencia transitoria. Pero ahora sé que puedo aspirar a mucho más, porque tú me lo dices y me llamas y me invitas. Y yo lo quiero con toda mi alma. Quiero ver tu rostro. Tengo ciencia, pero quiero experiencia; conozco tu palabra, pero ahora quiero ver tu rostro. Hasta ahora tenía sobre ti referencias de segunda mano; ahora aspiro al contacto directo. Es tu rostro lo que busco, Señor. Ninguna otra cosa podrá ya satisfacerme. Tú sabes la hora y el camino. Tienes el poder y tienes los medios. Tú eres el Dueño del corazón humano y puedes entrar en él cuando te plazca. Ahí tienes mi invitación y mi ruego. A mi me toca ahora esperar con paciencia, deseo y amor. Así lo hago de todo corazón. «Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo... y espera en el Señor».

"Busca su rostro. Sí, tu rostro, Señor, es lo que busco." (Sal 26,7-8): "Soy desvergonzado y temerario, oh tú, mi socorro y mi apoyo de siempre, tú que no me abandonas jamás. Mira, es el amor de tu amor el que me hace buscar tu rostro" (Sal 26,8) Tú me ves y yo no puedo verte. Pero tú me has dado el deseo de verte y ver todo lo que te complace en mí. Tú perdonas al instante a este ciego que corre hacia ti. Tú le das la mano en cuanto tropieza. En el fondo de mi alma resuena la voz de tu presencia y responde a mi deseo. El alma protesta y echa fuera todo lo que hay en mí y mis ojos interiores son deslumbrados por el fulgor de tu verdad. Me recuerda que el hombre no te puede ver y quedar con vida (Ex 33,20). Hundido en el pecado hasta el día de hoy, no he logrado morir a mí mismo para vivir únicamente para ti (2Cor 5, 15). No obstante, por tu palabra y por tu gracia, me quedo atento, aguardando sobre la roca de la fe, en el lugar que está junto a ti (Ex 33, 21). Apoyado en esta fe, espero paciente, según mis posibilidades y abrazo tu derecha que me sostiene y me guarda (Sab 5,16). Alguna vez, cuando contemplo y miro -por la espalda (Ex 33,23)- a aquel que me ve, a Cristo tu Hijo, en su humildad como hombre, me paro a contemplar... Lo poco que he podido sentir y percibir de él atiza la llama de mi deseo interior. Con paciencia espero que tú retires tu mano (cf Ex 33,22) y que derrames en mí tu gracia iluminadora para que según la respuesta de tu verdad, muerto a mí mismo y vivo para ti, comience a contemplar tu rostro descubierto" (Guillén de Saint-Tierry).

3. La vida plena responde a las aspiraciones más profundas del  corazón humano (¡cuántas cosas hacemos para alargar la vida, para  luchar contra la enfermedad y la muerte!). Pero la experiencia  constante es que, más pronto o más tarde, todos morimos, porque  somos hijos de esta tierra, perecederos ("por Adán murieron todos").  Jesús, también. "Mirad que amor nos ha tenido el Padre para  llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!" El camino del Hijo es el  camino de los hijos; avanzamos hacia el triunfo de Jesús; cuando  celebramos su victoria anunciamos la nuestra. Nuestra vida no se  agota en lo que vemos y tocamos, en lo que podemos darnos unos a  otros: como Jesús, hemos nacido de Dios y a Dios retornamos, nuestro  aliento está en manos del Padre. Tal es la promesa hecha a "los  cristianos", a los que viven como él vivió. La muerte no es para el cristiano la nada y la destrucción: si rompe  unos lazos, quedan otros, y tanto si vivimos como si morimos estamos  siempre en las mismas manos: las del Padre. "Aquellos que nos han dejado no están ausentes, sino invisibles. Tienen sus ojos llenos de gloria, fijos en los nuestros, llenos de lágrimas" (San Agustín).

Dedicar un día del año litúrgico a la oración de todos los difuntos apareció como costumbre de algunas ordenes monásticas bien pronto, aunque es en el siglo IX cuando aparece en algunas parroquias. Con el tiempo se fue extendiendo a la Iglesia universal. En el año 1915, en consideración a los muertos de la primera guerra mundial, el Papa Benedicto XV concedió que los sacerdotes pudieran celebrar este día tres misas y así poder atender la demanda de sufragio. La reciente reforma conciliar, en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, dispuso que "la liturgia de los difuntos debe expresar más claramente el carácter pascual de la muerte cristiana" (n. 81). De ahí las novedades en lecturas, oraciones y color de ornamento que hemos visto en las exequias. A este respecto hay que notar la supresión del famoso canto "Dies irae" que no está en consonancia con esta nueva perspectiva. La lectura de San Pablo explica bien el carácter "pascual" de la muerte cristiana. El Apóstol comienza afirmando: "Porque si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya". Se trata de un "paso" que comienza en "morir" a todo lo que nos separa del Padre, tanto el pecado como nuestra propia vida terrena, pues, al final, tienen que ser destruidos para llegar a un "resucitar" que nos haga posible el encuentro definitivo y plenificante con Dios Padre y participar de su gloria. Esta visión de la vida y de la muerte es la que engendra la actitud de serenidad y esperanza ante la muerte que presiden las lecturas y las oraciones de la liturgia de hoy (Antonio Luis Martínez).

Llucià Pou Sabaté 

1 de Noviembre, Solemnidad de Todos los Santos. Todos estamos llamados a ser santos, a vivir como hijos de Dios, por el amor.

1 de Noviembre, Solemnidad de Todos los Santos. Todos estamos llamados a ser santos, a vivir como hijos de Dios, por el amor.

A. Lecturas:

   1. Apocalipsis 7,2-4,9-14: Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello de Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: No dañéis a la tierra ni al mar, ni a los árboles hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios.

   Oí también el número de los marcados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel. Después vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!

   Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes, cayeron rostro a tierra ante el trono, y rindieron homenaje a Dios, diciendo: Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios , por los siglos de los siglos. Amén.

   Y uno de los ancianos me dijo: Esos que están vestidos con vestiduras blancas quiénes son y de dónde han venido? Yo le respondí: Señor mío, tú lo sabrás. Él me respondió: Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero.

   2. Salmo 23,1-2, 3-4ab,5-6: Del Señor es la tierra y cuanto la llena / el orbe y todos sus habitantes: / Él la fundó sobre los mares, / Él la afianzó sobre los ríos.

   ¿Quién puede subir al monte del Señor? / ¿Quién puede estar en el recinto sacro? / El hombre de manos inocentes / y puro corazón. / Ése recibirá la bendición del Señor, / le hará justicia el Dios de salvación

   3. I Juan 3, 1-3: Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a Él. Queridos: ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en Él, se hace puro como puro es Él.

   4. Mateo 5,1-12: "En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos; y Él se pudo a hablar enseñándolos: Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la Tierra. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo".

B. Comentario:

   1. El Apocalipsis habla de unos ángeles que señalan "en la frente a los siervos de nuestro Dios", es la llamada de los escogidos, y luego están todos los que se salvarán que se presentan ante Jesús, que se presentan ante Dios "de todas las tribus de Israel. Después vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero! Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes, cayeron rostro a tierra ante el trono, y rindieron homenaje a Dios, diciendo: Amén". Los de vestiduras blancas son los mártires, "los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero".   Es una fiesta de alegría y se nos habla del cielo, la Jerusalén celestial. Muchos que hemos conocido y han muerto y están en el cielo celebran hoy su fiesta, hombres y mujeres como nosotros, que nos dicen que han recorrido esta tierra como nosotros. Es como una carrera de relevos, como una procesión inmensa, y la cabeza, que es Jesús y los santos, ya ha "entrado", mientras nosotros vamos caminando y otros empiezan a salir o esperan su turno.

   2. El Salmo habla del "monte del Señor", el templo de Jerusalén: "¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?". Es preciso tener "manos inocentes y corazón puro". Hacer las cosas bien y con buena intención. Y luego "no mentir", los ídolos son falsos dioses, es decir, "mentira". Y "no jurar contra el prójimo en falso", no engañar. Es Jesús el que con su vida hace todas las pruebas para poder entrar: «¿Quién  es este Rey de la gloria?» Es el Señor, héroe valeroso, héroe de la guerra que además nos dice que "a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados".

   3. Somos hijos de Dios, pero aún no somos lo que seremos en el cielo… San Juan nos habla del cielo y de la esperanza de ser santos, buenos hijos de Dios; por el amor. ¿Quién podrá decir lo que habrá en el cielo? Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni se le ocurre al corazón del hombre, es algo tan grande que nada tiene comparación con la gloria que se revelará en el cielo a los santos. Gustavo Adolfo Bécquer va rezándole a todos los que están ya allí para que intercedan ante Jesús por nosotros, comienza por los profetas y después sigue… "Almas cándidas, Santos Inocentes, / que aumentáis de los ángeles el coro, / al que llamó a los niños a su lado / rogadle por nosotros.

   Apóstoles que echasteis en el mundo / de la Iglesia el cimiento poderoso, / al que es de la verdad depositario / rogadle por nosotros.

   Mártires que ganasteis vuestra palma / en la arena del circo, en sangre rojo, / al que os dio fortaleza en los combates / rogadle por nosotros.

   Vírgenes semejantes a azucenas, / que el verano vistió de nieve y oro, / al que es fuente de vida y hermosura / rogadle por nosotros.

   Monjes que de la vida en el combate / pedisteis paz al claustro silencioso, / al que es iris de calma en las tormentas / rogadle por nosotros.

   Doctores cuyas plumas nos legaron / de virtud y saber rico tesoro, / al que es caudal de ciencia inextinguible / rogadle por nosotros.

   Soldados del Ejército de Cristo, / Santas y Santos todos, / rogadle que perdone nuestras culpas / a Aquel que vive y reina entre nosotros".

   4. El Evangelio es de las Bienaventuranzas que son un canto a las personas que sufren por Jesús: pobreza, no violencia, llanto, ansia de justicia, ayuda a los demás, limpieza de mirada, búsqueda de la paz y, por último, persecución por causa de la justicia de seguir a Jesús. Son dichosas ante un futuro de esperanza, vencieron el egoísmo, perdonaron siempre. Santos son los que aman, son justos, luchan por ser sinceros, buscan la paz, la misericordia. Son abiertos, se dan con la confianza de un niño. Se saben hijos de Dios. Es una aventura, para cambiar el mundo y ayudar a los demás a tener una vida feliz aquí y llegar al cielo: que no se dejen llevar por la avaricia, que seamos todos mansos y busquemos hacer a los demás lo que queremos que hagan con nosotros, nos consolemos, les llevemos a Jesús en los Sacramentos: "Yo soy -dijo Jesús- el pan que ha bajado del cielo", el pan que quita el hambre para siempre. Los limpios de corazón verán a Dios: preparemos el corazón para llegar a ver, iluminados por la fe y por el amor, un corazón que sepa amar. Hay quien piensa que el cielo es para los campeones que superan marcas de atletas. No: cuando ayudamos a los demás, lo hacemos con Jesús, ésta es la clave…

   Cuenta una historia de un samurai que tuvo una visión. Vio el infierno con demonios hambrientos y enflaquecidos que parecían esqueletos. Estaban sentados delante de un enorme plato con un sabroso arroz. En sus manos tenían unos largos palillos de unos dos metros de longitud. Cada demonio intentaba coger la mayor cantidad posible de arroz. Sin embargo cada uno obstaculizaba al otro con sus largos bastones, que además no podían alcanzar a ponérselo en la boca, y ninguno llegaba a comer nada. El samurai espantado apartó su mirada de aquella visión... Más tarde llegó al cielo. Allí vio a la gente feliz, en una estancia preciosa y todos en una mesa con comida muy rica, con el mismo gran plato con el arroz sabroso y los mismos largos palillos. Pero los elegidos respiraban literalmente salud. Los enormes palillos no les causaban ninguna dificultad. Es verdad que ninguno podía alimentarse con su instrumento. Pero cada uno tomaba del plato y se lo ponía en la boca al que tenía al lado… Buscamos la felicidad, pero no tenemos un instrumento para dárnosla a nosotros mismos, cuando hacemos el bien a los demás nos transformamos en buenos, y entonces, "de rebote", como las canastas, viene la felicidad. Tenemos unos palillos de dos metros para ser felices: darnos a los demás.

Llucià Pou Sabaté

Sábado de la semana XXX (par). La humildad va unida al servicio, y así estamos con el Señor, ya sin buscar gloria humana

Sábado de la semana XXX (par). La humildad va unida al servicio, y así estamos con el Señor, ya sin buscar gloria humana

«Y sucedió que al entrar él un sábado a comer en casa de uno de los principales fariseos, ellos le estaban observando. Proponía a los invitados una parábola al notar cómo iban eligiendo los primeros puestos diciéndoles: «Cuando seas invitado por alguien a una boda, no te sientes en el primer puesto, no sea que otro más distinguido que tú haya sido invitado por él, y al llegar el que os invitó a ti y al otro, te diga: "Cede el sitio a éste"; y entonces empieces a buscar lleno de vergüenza, el último lugar: Al contrario, cuando seas invitado, ve a sentarte en el último lugar, para que cuando llegue el que te invitó te diga: "Amigo, sube más arriba". Entonces quedarás muy honrado ante todos los comensales. Porque todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado» (Lucas14,1.7-11).

   1. Sigue S. Pablo: "Hermanos: Cristo es anunciado; esto me alegra y seguirá alegrándome. No seré confundido en modo alguno, antes bien estoy completamente seguro, hoy como siempre que Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte". Pablo estaba en la cárcel. Perseguido por el odio de los judaizantes, fue arrestado y conducido a Roma, es un cautivo vigilado. Siguió difundiendo el Evangelio. Algunos años más tarde habrá cristianos en el Pretorio -la Guardia nacional-, y en el palacio del Emperador. También en nuestras vidas hay circunstancias que sentimos como "contrarias", Dios puede aprovecharlas a pesar de todo. Me detengo a considerar en la vida de hoy lo que podría ser obstáculo, contrariedad en mi vida, en la vida del mundo y de la Iglesia. ¡Señor, haz que todo termine bien!

   -"En efecto, para mí, vivir es Cristo". Pablo es un apasionado de Cristo. Todo lo que abarca esta palabra «vivir»... es Cristo para Pablo... Cuando puede morir de un momento a otro Pablo exulta en el gozo: su gozo y su alegría es vivir en una comunión profunda y continua con Jesús. Su alegría no proviene de una situación confortable ni de razones humanas. ¿En cuanto a mí?... ¿De dónde proceden mis alegrías? ¿Cuál es la fuente de mi alegría?

   Y morir, una ganancia... De una parte deseo partir y «estar en Cristo», lo cual es ciertamente lo mejor. Es así como Pablo considera la muerte: un momento de felicidad y de alegría... el encuentro definitivo con Jesús, el cara a cara con aquél a quien ha entregado su vida... la entrada en el gozo de Cristo. Para Pablo, la muerte no rompe la comunión que tiene aquí abajo con Jesús: la camaradería divina continúa y se acentúa. A ese nivel de fe, vivir o morir es indiferente... ¡Pablo es total y radicalmente libre! Danos, Señor, esas íntimas certidumbres.

   -"Pero si viviendo en este mundo, alcanzo a hacer un trabajo útil, no sé qué escoger. Me siento apremiado por ambas partes... Para vosotros, quedarme en este mundo es más necesario..." Si ir a ver a Cristo sería preferible para él. Pero, pensando en sus fieles queridos escoge quedarse trabajando, sirviendo a sus hermanos.

   -"Permaneceré con todos vosotros para progreso y gozo de vuestra fe". Progresar. Tener la alegría de la fe. Señor, da a todos los cristianos ese dinamismo. Concede a tu Iglesia ese dinamismo de progreso y de alegría (Noel Quesson).

   2. "Como busca la cierva / corrientes de agua, / así mi alma te busca / a ti, Dios mío", te digo con el salmista. Porque quiero también yo centrarme en ti, Señor: "Tiene sed de Dios, / del Dios vivo: / ¿cuándo entraré a ver / el rostro de Dios?" y quiero trabajar en tu Evangelio como el Apóstol: "Recuerdo cómo marchaba a la cabeza del grupo / hacia la casa de Dios, / entre cantos de júbilo y alabanza, / en el bullicio de la fiesta". 3. –"Durante la comida en casa de uno de los jefes de los fariseos, Jesús, notando que los invitados elegían los primeros puestos..." El mundo judío -por ejemplo, las "reglas de la Comunidad de Qumram- tenía gran preocupación por seguir el orden jerárquico. En un banquete, antes de sentarse, cada invitado elegía "su" puesto según su rango, según la idea que él tenía de su propia dignidad, en comparación a los demás invitados. Y esto estaba codificado por las escuelas de Doctores de la Ley. Se aconsejaba un poco de prudencia elemental, por ejemplo: "Sitúate dos o tres puestos más allá del que te convendría". Hoy tenemos muchos signos distintivos que permiten realzar la posición social de cada uno: marcas en el vestir... o de automovil...

   -"Jesús les propuso esta parábola: "Cuando alguien te convide a una boda no ocupes el puesto principal..." Jesús, no entras aquí en los problemas de las conveniencias mundanas, no es tu objeto...  te interesa decirnos lo que otras veces: ¡sed humildes!, ¡disponeos a ser el servidor de los demás!, ¡ocupad el último puesto!, ¡los pequeños son los más grandes! Si no os hacéis pequeños, ¡no entraréis en el Reino de Dios! No, nadie puede revindicar la entrada a las Bodas eternas como algo que le es debido, en virtud de su propia justicia.

   -"Al revés, cuando te conviden, vete derecho al último puesto". Durante la última Cena, sabemos que hubo una discusión entre los Doce sobre sus jerarquías y sus prelaciones. "Llegaron a querellarse sobre quién parecía ser el mayor. Jesús les dijo: Los reyes de las naciones gobiernan como señores... Pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros, ocupe el puesto del más joven, y el que manda, el puesto del que sirve... Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve" (Lucas 22,24-27). En las primeras comunidades había estas discriminaciones en las asambleas litúrgicas, como cuenta Santiago: "Si en vuestra reunión entra un personaje con sortijas de oro, magníficamente vestido y entra también un pobretón con traje mugriento; si atendéis al primero en detrimento del pobre, ¿no hacéis una discriminación?" Hoy, hay muchas maneras de creerse superior, de excluir a un tal o a un cual, de hacer discriminaciones.

   Señor, haznos acogedores los unos hacia los otros. Que todos los participantes a nuestras asambleas dominicales se sientan cómodos. Que las celebraciones eucarísticas no pasen a ser pequeños clubs cerrados en los que "las personas, allí reunidas, se sientan bien", porque se ha comenzado por excluir a "los que no piensan como nosotros".

   -"El que se encumbre, lo abajarán, y al que se abaja lo encumbrarán". Es la condena de cualquier suficiencia. Dios cerrará su Reino, a los que están persuadidos de su propia justicia. Ser humilde. Hacerse pequeño. Juzgarse indigno... No juzgar indignos a los demás.

   La parábola del fariseo y el publicano se terminará con la misma fórmula (Lucas 18,14): "Todo el que se encumbra lo abajarán, y al que se abaja, lo encumbrarán." Señor, ayúdame; quiero combatir todas mis formas de orgullo. Quiero conocer mis miserias, para que no me estime superior a los demás. Ayúdame a encontrarme feliz en el "último puesto". Como Tú, Señor: "Jesús, de tal manera tomó para sí el último puesto, que nadie se lo ha podido quitar" (Noel Quesson).

   "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mt 11,29): Jesús, nos enseñas que la humildad va unida al servicio, y quiero aprender de ti, de Belén, de tu vida en Nazaret, de tu entrega en la Cruz y en la Eucaristía.

   "Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da su gracia" (1 Pedro 5,5); dame, Señor, la humildad, para estar abierto a ti, pues nos dices: "Sin mí, nada podéis hacer " (Jn 15,5). Quiero pedirte ser humilde, Señor, por la intercesión de tu Madre María Santísima, meditar tu ejemplo, rectificar cuando la soberbia aprieta, ser sincero en la dirección espiritual, utilizar las experiencias negativas para sacar más fuerza y humildad de ellas, y que todo me sirva para hacer las cosas como tú las harías, para darme a los demás que es lo que me enriquece  y lo que tú dijiste de ti mismo, que "no he venido a dejarme servir sino a servir" (Mt 20,28). La santísima Virgen es modelo de humildad y por eso es llena de gracia.

Llucià Pou Sabaté

Viernes de la 30ª semana (par). Jesús nos enseña a “quemarnos” por caridad, pues Él lo ha dado todo por nosotros: no poner la reputación o las reglas por encima del amor

Viernes de la 30ª semana (par). Jesús nos enseña a "quemarnos" por caridad, pues Él lo ha dado todo por nosotros: no poner la reputación o las reglas por encima del amor

 

"Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Se encontró delante un hombre enfermo de hidropesía y, dirigiéndose a los maestros de la Ley y fariseos, preguntó: -«¿Es lícito curar los sábados, o no?» Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo: -«Si a uno de vosotros se le cae al pozo el hijo o el buey, ¿no lo saca en seguida, aunque sea sábado?» Y se quedaron sin respuesta" (Lucas 14,1-6).

 

   1. Comenzamos hoy la lectura de los Filipenses, la más personal de las cartas de san Pablo a la primera comunidad de lo que hoy llamamos Europa, en tono confidencial.

   -"Nosotros, Pablo y Timoteo, servidores de Cristo Jesús..." Aquí, Pablo, no se da el título habitual de «apóstol», sino el de «servidor», -esclavo de Cristo en griego-: adivinamos en esta palabra todo lo que comporta de abnegación total, de pertenencia absoluta, de servicio concreto, de vida entregada hasta el fin.

   -"Doy gracias a Dios cada vez que pienso en vosotros y, cada vez que ruego por vosotros, es siempre con alegría". El tono de toda la Epístola es: la acción de gracias... la alegría... ¿Suelo orar de este modo por los que amo, por los que están a mi cargo o bajo mi responsabilidad, por los conocidos?

   "A causa de la colaboración que habéis prestado al Evangelio, desde el primer día... Y convencido de que quien inició en vosotros «su obra» la irá consumando hasta el final de la misma..." Intima colaboración de la libertad y de la gracia, Dios y nosotros. Ni Dios sin nosotros. Ni nosotros sin Dios. También hoy está Dios trabajando en nuestro mundo, en mi vida. ¿Trato habitualmente de meditar lo que Dios "está haciendo" en este momento... para incorporarme a El y para colaborar con El? ¿Estoy persuadido, como Pablo de que Dios conducirá su obra «hasta el final»? Optimismo fundamental. Alegre certeza.

   -"Yo os llevo en mi corazón, partícipes como sois de mi gracia, tanto en mi cautividad como en la defensa y consolidación del Evangelio, pues testigo me es Dios de cuánto os quiero «en la ternura del corazón de Cristo Jesús»". Tiene la impresión de ser suplantado desde el interior: no es él, el pobre Pablo quien ama... «es la ternura del corazón de Cristo» la que habita en él y la que ama a los hombres a través de él. Pablo puede morir de un momento a otro. Está prisionero y no sabe como acabará su proceso. Sin embargo exulta de gozo y de ternura. Ayúdanos, Pablo, a no apesadumbrarnos por nuestras propias miserias, cuando nos angustiemos por falta de perspectiva, por ver solo el problema, el túnel sin salida...

   -"En mi oración pido que vuestro amor siga creciendo cada vez más en conocimiento perfecto y discernimiento con que podáis aquilatar lo más importante". Es el amor lo que hace progresar el «conocimiento». Pide a Dios que aquellos a quienes ama "progresen por el amor, en el discernimiento de lo que es más importante..."

   -"A fin, dice, que caminen sin tropiezos hacia el día de Cristo y que tengan en plenitud la santidad obtenida gracias a Jesucristo para gloria y alabanza de Dios" (Noel Quesson).

   2. Te pedimos con el salmo: "Recuerda, Señor, que tu ternura / y tu misericordia son eternas; / acuérdate de mí con misericordia, / por tu bondad, Señor". Sé que para acoger tu amor mi corazón tiene que estar abierto, por eso te pido: "Ensancha mi corazón oprimido / y sácame de mis tribulaciones. / Mira mis trabajos y mis penas / y perdona todos mis pecados". Sé que guardarás mi vida, y me librarás de todo mal. "La inocencia y la rectitud me protegerán, / porque espero en ti."

   3. –"Un sábado, Jesús fue a comer a casa de uno de los jefes fariseos, y ellos lo estaban observando". Jesús, no rehúsas las invitaciones de tus adversarios habituales. Porque ha venido a salvar a todos los hombres. La casa de ese jefe de los fariseos es muy significada por un gran respeto y devoción a la Ley: en ella, las tradiciones morales y culturales son respetadas de modo muy estricto. Es un sábado, un día sagrado para el anfitrión de Jesús.

   -"Un hidrópico se encontraba en frente de Jesús". Para los fariseos toda enfermedad era el castigo de un vicio no declarado. Según ellos, ese pobre hombre (que rondaba por ahí) debió haber llevado una vida inmoral y por esto Dios le habría castigado.

   -"Jesús tomó la palabra y preguntó a los Doctores de la Ley y a los fariseos: "¿Es lícito curar en sábado, o no?" Ellos se callaron." Porque piensan: ¡Qué extraña pregunta! ¿A qué viene ese innovador? Hace ya tiempo que las "Escuelas" han saldado definitivamente todos esos casos. Si Jesús hubiera ido a las Escuelas, sabría que: - Cuando la vida de una persona corre peligro, está permitido socorrerlo... - Cuando el peligro no es mortal agudo, hay que esperar que termine el día sábado para prestarle alguna ayuda. ¿No es esto lógico? ¿Por qué no contentarse con la "tradición de los antiguos"? ¿Por qué suscitar nuevas cuestiones? Los fariseos callan. No quieren discutir. Ellos poseen la verdad. No es cuestión de modificar en nada sus costumbres. Jesús no puede hablar ni actuar en nombre de Dios, puesto que no se conforma a "su" enseñanza... a la enseñanza tradicional.

   El lunes pasado leíamos una que hizo Jesús con la mujer encorvada. Hoy es con un hombre aquejado del mal de la hidropesía, la acumulación de líquido en su cuerpo. Pero no importa tanto el hecho milagroso, que se cuenta con pocos detalles. Lo fundamental es el diálogo de Jesús con sus adversarios sobre el sentido del sábado: una vez más da a entender que la mejor manera de honrar este día santo es practicar la caridad con los necesitados. Y les echa en cara que por interés personal -por ejemplo para ayudar a un animal de su propiedad- sí suelen encontrar motivos para interpretar más benignamente la ley del descanso. Por tanto no pueden acusarle a él si ayuda a un enfermo.

   -"Jesús tomó al enfermo de la mano, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo: "Si a uno de vosotros se le cae al pozo su hijo o su buey ¿no lo saca en seguida aunque sea sábado?"" Si un animal cae en una cisterna los legistas permitían que se le alimentara para que no muriera antes del día siguiente... y de otra parte, estaba permitido echarle unas mantas y almohadas para facilitarle salir por sus propios medios; pero ¡sin "trabajar" uno mismo en sábado! Esos ejemplos nos muestran la gran liberación aportada por Jesús. Una nueva manera de concebir el "descanso" del sábado, del domingo. Más allá de todos los juridicismos. El sábado es el día de la benevolencia divina, el día de la redención, de la liberación, de la misericordia de Dios para con los pobres, los desgraciados, los pecadores. El día por excelencia para hacer el bien, curar, salvar. El día en el que hay que dejarse curar por Jesús. Señor, ayúdanos a ser fieles, incluso en las cosas pequeñas, pero sin ningún formalismo, sin meticulosidad. Señor, ayúdanos a permanecer abiertos, a no estar demasiado seguros de nuestras opiniones, a no quedarnos inmovilizados en nuestras opciones precedentes. El mundo de hoy nos presenta muchas cuestiones nuevas: ¿sabremos abordarlas con la misma profundidad con que las juzga Jesús? (Noel Quesson).

   Uno de los 39 trabajos que se prohibían en sábado era el de curar. Pero una reglamentación, por religiosa que pretenda ser, que impida ayudar al que está en necesidad, no puede venir de Dios. Será, como en el caso de aquí, una interpretación exagerada, obra de escuelas rigoristas. ¿Qué excusas ponemos nosotros para no salir de nuestro horario, en ayuda del hermano, y tranquilizar así nuestra conciencia?, ¿el rezo?, ¿el trabajo?, ¿el derecho al descanso? Sí, el domingo es día de culto a Dios, de agradecimiento por sus grandes dones de la creación y de la resurrección de Jesús. Todo lo que hagamos para mejorar la calidad de nuestra Eucaristía dominical y para dar a esa jornada un contenido de oración y de descanso pascual, será poco. Pero hay otros aspectos del domingo que también pertenecen a su celebración en honor del Resucitado: es un día de alegría, todo él -sus veinticuatro horas- vivido pascualmente, sabiendo encontrarnos a nosotros mismos y nuestra paz y armonía interior y exterior, un día de contacto con la naturaleza, por poco que podamos. Y también un día de apertura a los demás: vida de familia y de comunidad -que nos resulta menos posible los días entre semana- y un día de "saber descansar juntos", cultivando valores humanos importantes. Un día de caridad, en que se nos ocurran detalles pequeños de humanidad con los demás: ¿a qué enfermo de hidropesía ayudamos a sanar en domingo?, ¿no hay personas a nuestro lado con depresiones o agobiadas por miedos o complejos, a las que podemos echar una mano y alegrar el ánimo? Jesús iba a la sinagoga, los sábados. Y parece como que además prefiriera ese día precisamente para ayudar a las personas curándolas de sus males. Sus seguidores podríamos conjugar también las dos cosas (J. Aldazábal).

 

Llucià Pou Sabaté

Jueves de la semana 30 de tiempo ordinario: la vida del cristiano es una lucha, para la que el Señor nos prepara para la victoria, con su fuerza

Jueves de la semana 30 de tiempo ordinario: la vida del cristiano es una lucha, para la que el Señor nos prepara para la victoria, con su fuerza

A. Lecturas:

   1. Efesios (6,10-20): Buscad vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder. Poneos las armas que Dios os da, para poder resistir a las estratagemas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso, sino contra los principados, autoridades y poderes que dominan este mundo de tinieblas, contra las fuerzas sobrehumanas y supremas del mal. Por eso, tomad las armas de Dios, para poder resistir en el día fatal y, después de actuar a fondo, mantener las posiciones. Estad firmes, repito: abrochaos el cinturón de la verdad, por coraza poneos la justicia; bien calzados para estar dispuestos a anunciar el Evangelio de la paz. Y, por supuesto, tened embrazado el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del malo. Tomad por casco la salvación y por espada la del Espíritu, es decir, la palabra de Dios, insistiendo y pidiendo en la oración. Orad en toda ocasión con la ayuda del Espíritu. Tened vigilias en que oréis con constancia por todos los santos. Pedid también por mí, para que Dios abra mi boca y me conceda palabras que anuncien sin temor el misterio contenido en el Evangelio, del que soy embajador en cadenas. Pedid que tenga valor para hablar de él como debo.

   2. Salmo 143,1.2.9-10: Bendito el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea.

   Mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio, que me somete los pueblos. 

   Dios mío, te cantaré un cántico nuevo, tocaré para ti el arpa de diez cuerdas: para ti que das la victoria a los reyes, y salvas a David, tu siervo.

   3.  Lucas 13,31-35: «En aquel momento se acercaron algunos fariseos diciéndole: «Sal y aléjate de aquí, porque Herodes te quiere matar». Y les dijo: «Id a decir a ese zorro: he aquí que expulso demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día acabo. Pera es necesario que yo siga mi camino hoy y mañana y al día siguiente, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados; ¡cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste! He aquí que vuestra casa se os va quedar desierta. Os aseguro que no me veréis hasta que llegue el día en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor».

 

B. Comentario:

   1. Al final de la Carta a los efesios que hemos leído estas semanas, Pablo exhorta a los cristianos «al combate espiritual», y a «la oración»: -"Hermanos, sacad vuestra energía «del Señor», la encontraréis en la fuerza de su poder". Esta expresión, "del Señor", "en el Señor", es muy usada por Pablo. Vivo «en Cristo» como en un «medio divino», decía el Padre Teilhard de Chardin: aquí Pablo nos recomienda extraer energía, fuerza y vigor «de Cristo»..., por lo contrario tan a menudo ¡busco mi fortaleza «en mí mismo»! ¡Señor, en mi debilidad, dame tu fuerza!

   -"Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra los hombres, sino contra las Fuerzas invisibles y el Poder de las tinieblas que dominan el mundo, los espíritus del Mal que están sobre nosotros". La vida no es un pasatiempo, es un combate, una lucha. No se trata aquí de análisis políticos, sino algo interior, un combate «contra fuerzas espirituales invisibles».  Para esto, se nos sugiere:

   -"El cinturón de la Verdad... La coraza de la Justicia..." Las sandalias del Celo por el Evangelio de la paz... El escudo de la Fe... El yelmo de la salvación... La espada del Espíritu... o sea la Palabra de Dios. Esta libertad la tiene Pablo, que mientras escribe esto, está encarcelado. Un soldado romano monta la guardia a su puerta. Lejos de lamentarse de su suerte, Pablo se distrae describiendo la armadura de los soldados de Cristo. Danos, Señor, esta fuerza...

   Para describir la vida cristiana en forma breve, clara y atractiva, Pablo imagina al cristiano como un guerrero bien armado, listo para resistir al enemigo y atacarle a la vez. La armadura de Dios de la que tiene que revestirse el cristiano está constituida por la verdad y la justicia -cinturón y coraza- que obran en su vida. -"Que en toda circunstancia, el Espíritu os mueva a orar y a suplicar. Permaneced despiertos a fin de perseverar en la oración". La «oración» es fuente de energía, como fuerza para el combate, como «doping» que da nuevo empuje. Hay que mantenerse en pie, permanecer despierto. La oración es el secreto de la fuerza de los hombres (Noel Quesson).

   2. por eso, aunque el mal actúa con fuerza y echa mano de estratagemas, con la ayuda de Dios podemos seguir lo que nos dice el salmista: "buscad vuestra fuerza en el Señor, poneos las armas que Dios os da". El salmo sigue siendo estimulante: "Bendito el Señor, mi roca, que adiestra mis manos para el combate... mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo".

   3. –"Algunos fariseos se acercaron a Jesús para decirle: "Vete, márchate de aquí, que Herodes quiere matarte"". Lucas presenta a fariseos que ayudan a Jesús para que salve su vida. Por tanto, no hay que pensar que todos los fariseos iban contra Jesús. Los poderosos de este mundo lo consideran un hombre peligroso al que hay que suprimir. Herodes sería capaz... ya había hecho decapitar a Juan Bautista, unos meses antes solamente. Quiero compartir contigo, Señor, esa angustia de tu muerte que se avecina.

   -"Jesús les contestó: "Id a decir a ese zorro..."" Jesús, te veo con imperio, sin preocuparte de lo que será de ti, pues sabes que estás en buenas manos, y que tu misión está por encima de todo. El "zorro" es un animal miedoso que sólo caza de noche y huye a su madriguera al menor peligro... así defines, Señor, a ese gobernante.

   -"Mira, hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; y al tercer día acabo". La expresión "el tercer día" es usual en lengua aramea para significar "en plazo breve". "Acabo"... estoy llegando al final, o bien "he logrado mi objetivo..." Jesús sube a Jerusalén. Sube hacia su muerte, va hacia un cumplimiento. No morirá el día que Herodes decida, sino ¡el día que está previsto.

   -"Pero hoy, mañana, y el día siguiente es preciso que prosiga mi camino, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén". Palabras misteriosas, anunciadas por tantos profetas, como el profeta Oseas: "Dentro de dos días, el Señor nos dará la vida y al tercer día, nos levantará y en su presencia, viviremos" (Oseas 6,2). Jesús, caminando hacia Jerusalén, caminando hacia su muerte, pone en manos de Dios el cuidado de prolongar su misión.

   Jesús morirá por amor nuestro: «porque vine a servir y no a ser servido. Yo soy amigo, y miembro y cabeza, y hermano y hermana y madre: todo lo soy, y sólo quiero contigo intimidad. Yo, pobre por ti, mendigo por ti, crucificado por ti, sepultado por ti; en el cielo, por ti ante Dios Padre; y en la tierra soy legado suyo ante ti. Todo lo eres para Mí, hermano y coheredero, amigo y miembro. ¿Qué más quieres?» (San Juan Crisóstomo).

   -¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!... Jerusalén, ciudad de la "proximidad de Dios..." ciudad del rechazo a Dios... el punto culminante será ahora... ¡los hombres van a juzgar a Dios!

   -"¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca a sus pollitos bajo las alas... pero no habéis querido!" Imagen de ternura. Imagen maternal. El pájaro que protege a sus polluelos. La oferta de la salvación, de la protección, de la ternura de Dios... ha sido rehusada. "¡No habéis querido!"

   -"Pero Yo os digo: "No me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: Bendito el que viene en nombre del Señor"". Jesús sabe que hay un más allá después de su muerte... Día vendrá en el que se le saludará exclamando: "Bendito el que viene" (Noel Quesson).

   Jesús, quisiera tener una entrega decidida como la tuya, llena de misericordia y de amor (J. Aldazábal).

Llucià Pou Sabaté