jueves, 22 de agosto de 2024

Sábado de la 20ª semana de Tiempo Ordinario. El Señor nos pide sencillez para acoger su salvación

Sábado de la 20ª semana de Tiempo Ordinario. El Señor nos pide sencillez para acoger su salvación

 

A. Lecturas:

   1. Ezequiel 43, 1-7ª: El ángel me condujo al pórtico oriental. Vi la Gloria del Dios de Israel que venía de Oriente, con un estruendo de aguas caudalosas. La tierra se iluminó con su Gloria. Esta visión fue como la visión que había contemplado cuando vino a destruir la ciudad, y como la visión que había contemplado a orillas del río Quebar. Caí rostro en tierra. La Gloria del Señor entró en el templo por la puerta oriental. Entonces me arrebató el espíritu y me llevó al atrio interior. La Gloria del Señor llenaba el templo. Entonces oí a uno que me hablaba desde el templo, mientras aquel hombre seguía de pie a mi lado, y me decía: «Hijo de hombre, este es el sitio de mi trono, el sitio donde apoyo mis pies, y donde voy a residir para siempre en medio de los hijos de Israel».

   2. Salmo 84, 9abc y 10.11-12.13-14: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos». La salvación está cerca de los que le temen, y la gloria habitará en nuestra tierra.

   La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo.

   El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos.

   3. Mateo 23,1-12: "En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: -«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».  

 

B. Comentario:

   1. Ezequiel acaba su libro con una visión sobre el Israel del mañana: traza las líneas de un Templo imaginario y perfecto, da los nuevos ritos del culto venidero, entrevé el papel futuro de los sacerdotes del retorno del exilio.

   "-El enviado del Señor me condujo hacia el pórtico del nuevo templo, el pórtico que mira a oriente..." Por una de sus puertas entra el «sol naciente». Como las iglesias, con la ventana del ábside a oriente, por donde entra la luz del sol de la mañana para indicar en la misa que Jesús ha resucitado, y celebramos su Pascua.

   -"Y he ahí que la gloria de Dios llegaba de la parte de oriente, con un ruido como el de muchas aguas, y la tierra resplandecía de su gloria". Todo muestra la gloria de Dios, y estamos llamados a proclamarla con nuestras vidas.

   -"Entonces caí rostro en tierra". Concédenos, Señor, saber adoptar ante Ti las actitudes más convenientes para captar la Presencia. Ayúdanos a entrar en comunicación con lo invisible con todo nuestro ser, alma y cuerpo.

   -"La Gloria del Señor llegó al Templo por el pórtico que mira a oriente. El Espíritu me levantó y me introdujo en el atrio interior: he ahí que la Gloria del Señor llenaba el Templo!

   Y oí una voz que venía del Templo: «Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar donde se posan mis pies. Aquí habitaré, en medio de los hijos de Israel para siempre»." Hay altos lugares, privilegiados para la presencia divina. Señor, te pido entrar en tu lugar santo, tenerte ya en mi corazón (Noel Quesson).

   2. Cantamos con el Salmo 84: "la salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra". Habla de ti, Jesús, este salmo, de tu Encarnación.

   Contigo, Señor, con tu venida, "la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo"

   Quiero estar contigo, Jesús, te pido con confianza lo que nos prometes: "El Señor nos dará su lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos".

   3. Ayer los fariseos le preguntaban a Jesús, seguramente con no muy buena intención, cuál era el mandamiento principal. Hoy escuchan un ataque muy serio de Jesús sobre su conducta: «haced lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen».

   Los fariseos, personas deseosas de cumplir la ley, muestran en su conducta actitudes que Jesús desenmascara, probablemente refiriéndose no a todos los fariseos sino a los hipócritas. Su lista empieza hoy y sigue durante tres días de la semana próxima:

   - se presentan delante de Dios como los justos y cumplidores;

   - se creen superiores a los demás;

   - dan importancia a la apariencia, a la opinión que otros puedan tener de ellos, y no a lo interior;

   - les gustan los primeros lugares en todo;

   - y que les llamen «maestro», «padre» y «jefe»;

   - quedan bloqueados por detalles insignificantes y descuidan valores fundamentales en la vida;

   - son hipócritas: aparentan una cosa y son otra;

   - no cumplen lo que enseñan: -"Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas".

   -"Haced pues y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque "ellos dicen" y "no hacen"". Así comienzas hoy, Jesús, para enseñarnos algo totalmente diferente. Quiere que seamos árboles que no sólo presenten una apariencia hermosa, sino que demos frutos. Que no sólo «digamos», sino que «cumplamos la voluntad de Dios». Exactamente como él, que predicaba lo que ya cumplía. Así empieza el Libro de los Hechos: «El primer libro (el del evangelio) lo escribí sobre todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio» (Hch 1,l). Hizo y enseñó. ¿Se podría decir lo mismo de nosotros, sobre todo si somos personas que enseñan a los demás y tratan de educarles o animarles en la fe cristiana? ¿Mereceríamos alguna de las acusaciones que Jesús dirige a los fariseos? Jesús, te refieres especialmente a los que tienen encargos de gobierno, los que tienen alguna autoridad… les pides que no se hagan llamar «maestros, padres, jefes»: que entiendan esa autoridad como servicio («el primero entre vosotros será vuestro servidor»), que no se dejen llevar del orgullo («el que se enaltece será humillado»). El mejor ejemplo nos lo diste tú mismo, Jesús, cuando, en la cena de despedida, te despojaste de tu manto, te ceñiste la toalla y empezaste a lavar los pies a tus discípulos: «si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros» (Jn 13,14). Tendremos que corregir lo que tengamos de fariseos en nuestras actitudes para con Dios y para con el prójimo (J. Aldazábal).

   La sencillez es la perfección, y hay que evitar toda manipulación mitificando a los gobernantes: "-Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbi"... -Maestro- Ni llaméis a nadie "Padre"... Ni tampoco os dejéis llamar "Doctores"".... No es más el que se levanta engreído, que la persona sencilla que ama. Al contrario. La abuela ancianita que ha vivido toda su vida desvelándose por los demás y rezando sencillamente sus oraciones, sabe y tiene mejor conocimiento de Dios, que todos los doctores en teología, si ellos no hacen lo mismo.

   -"Vosotros sois todos hermanos y tenéis un solo Padre, el del cielo, y un solo Doctor, Cristo"... Sí, los mismos apóstoles no hacen más que transmitir "lo que han recibido".

   -"El mayor entre vosotros sea vuestro servidor. El que se humille, será ensalzado. El que se ensalza, será humillado". ¿Cuándo haremos por fin caso de esas consignas repetidas de humildad y de servicio? Examinar detenidamente en mí todos mis instintos de superioridad... todos mis fariseísmos (Noel Quesson).

   Y es el amor el que transforma a la persona, como dice san Juan de la Cruz: «Cuanto un alma más ama, tanto es más perfecta en aquello que ama; de aquí es que esta alma que ya está perfecta, toda ella es amor y todas sus acciones son amor».

Llucià Pou Sabaté

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