domingo, 3 de diciembre de 2023

Adviento, primera semana, lunes: El Señor llama a nuestra puerta. El milagro del centurión proclama la universalidad de la salvación: "Vendrán muchos de oriente y occidente al reino de los cielos".

Adviento, primera semana, lunes: El Señor llama a nuestra puerta. El milagro del centurión proclama la universalidad de la salvación: "Vendrán muchos de oriente y occidente al reino de los cielos".

A. Lecturas:

1. Isaías (2,1-5): Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén. En los días futuros estará firme el monte de la casa del Señor, en la cumbre de las montañas, más elevado que las colinas.

   Hacia él confluirán todas las naciones, caminarán pueblos numerosos y dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob.

   Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, la palabra del Señor de Jerusalén».

   Juzgará entre las naciones, será árbitro de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.

   Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor.

 

   2. Salmo 121,1-2.4-5.6-7.8-9: ¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.

   Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor.

   Según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David.

   Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios».

   Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo». Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.

   3. Mateo 8,5-11: "En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: "Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho." Jesús le contestó: "Voy yo a curarlo." Pero el centurión le replicó: "Señor, no soy quien para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace." Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: "Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos".

 

B. Comentario:

   1.   El adviento es preparación a la venida de Jesús "que viene", pues "aguardamos la manifestación de Nuestro Señor Jesucristo" (1Cor 1,7). Y aplicamos imágenes: "El rocío de los cielos / sobre el mundo va a caer: el Mesías prometido, / hecho niño va a nacer" (Liturgia de las Horas, Laudes Adviento). Y rezamos: "concédenos; Señor Dios nuestro, permanecer alertas a la venida de tu Hijo, para que, cuando llegue y llame a la puerta, nos encuentre velando en oración y cantando su alabanza" (Liturgia Horas, oración del lunes de la I Semana de Adviento). Es un buen tiempo para recomenzar, desear que Jesús nazca en nosotros, para que viva en nosotros, participar de esa gran luz -Verdad y Vida- y que sepamos llevarla a los demás, llevar a Jesús a los demás.

   El tiempo de Adviento nos ayuda a preparar la venida de Jesús: ¡el Señor está cerca! Es un tiempo fuerte de la liturgia, que nos mueve a la preparación. Podemos pensar como su Madre santa María se preparaba al llevarlo en su seno; podemos rezarle: ¡ven, Señor Jesús! Que si en Belén no te dieron posada, en mi corazón estaré encantado de prepararte la mejor cuna para que nazcas.

   Esas oraciones cortas, que llamamos jaculatorias (como saetas que se lanzan, veloces y cortas) pertenecen a la mejor tradición espiritual de todos los tiempos. Tiene un ritmo de respiración, que da equilibrio a todo nuestro ser, pero no se limita como los mantras orientales a recitar palabras que den paz, sino que nos conectan con Dios, con María, con los demás santos.

   El Señor llama a nuestra puerta, y rezamos con la oración colecta: "Concédenos, Señor, Dios nuestro, anhelar de tal manera la llegada de tu Hijo Jesucristo, que cuando llame a nuestras puertas, nos encuentre velando en oración y cantando sus alabanzas".

   "¡El Señor está cerca!" Es el grito de la liturgia durante este tiempo. Un famoso cuadro en la catedral de San Pablo, en Londres, que se paseó por medio mundo, muestra Jesús llamando a nuestra puerta. Cuando fue presentado por el pintor, un asistente le hizo ver que quizá se había olvidado la manecilla de la puerta, por que Jesús pudiera entrar. Pero el autor aprovechó para explicarle que esa puerta, la de nuestro corazón, no tiene picaporte por fuera, sólo se puede abrir por dentro. ¿Nos preparamos para abrirle la puerta de nuestro corazón, de modo que pueda entrar? Aquel que así lo haga –dice la primera lectura, de Isaías- "será llamado santo, así como todo el que está escrito en la vida en Jerusalén": esta venida está relacionada con la final, venida de Jesús al término del mundo como Juez supremo de vivos y muertos. Y esta preparación –sigue Isaías- "ocurrirá cuando limpiare el Señor las manchas de las hijas de Sión y lavare la sangre de Jerusalén con espíritu de justicia y con espíritu de ardor".

   Durante estas dos primeras semanas de Adviento, leeremos las «profecías de Isaias», uno de los grandes testigos de la espera mesiánica, del s.VIII a.C. Habitaba Jerusalén, la capital del país. Ha visto derrumbarse el Reino del Norte, Samaria, bajo los golpes de los Asirios, y siente venir la misma amenaza para el Reino del Sur. Es pues en el contexto histórico de una catástrofe inminente cuando el profeta anuncia la esperanza de un Mesías que aportará la paz. Sus pasajes serán anuncios de esperanza, de salvación, de futuro más optimista para el resto de Israel, para los demás pueblos, e incluso para todo el cosmos. Anuncia la luz y la salvación para todos los pueblos. Jerusalén será como el faro que ilumina a todos los pueblos. Un faro situado en una montaña alta, para que todos lo vean desde lejos. Dios quiere enseñar desde aquí sus caminos, y los pueblos se sentirán contentos y estarán dispuestos a seguir los caminos de Dios, la palabra salvadora que brotará de Jerusalén. Tanto judíos como paganos «caminarán a la luz del Señor» y formarán un solo pueblo. Otro rasgo positivo: habrá paz cuando suceda esto. De las espadas se forjarán arados; de las lanzas, podaderas. Son comparaciones que entiende bien el hombre del campo. Y nadie levantará la espada contra nadie. No habrá guerra. Y esto lo entendemos todos, con cierta envidia, porque tenemos experiencia de espadas levantadas, más o menos lejos de nosotros, en guerras fratricidas.

   2. Como canta el salmo, nuestra respuesta ha de ser alegre, decidida: "iremos con alegría a la casa del Señor", deseando ese día de la salvación, deseando que Jesús venga: "Ven para librarnos, Señor Dios nuestro; muéstranos tu rostro, y seremos salvos" (Aleluya).

   «Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor». Los peregrinos que se acercaban a Jerusalén lo cantaban. Podemos añadir: ¡qué alegría, al ir a la celebración litúrgica!, con más pleno sentido que los que iban al Templo "a celebrar el nombre del Señor", y con más pleno sentido podemos gozar de "Shalom", la "paz", de la ciudad santa: Jerushalajim, interpretada como "ciudad de la paz". Shalom alude a la paz mesiánica, que entraña alegría, prosperidad, bien, abundancia: "te deseo todo bien" (como el saludo franciscano: "¡Paz y bien!"). Ciudad de paz. A eso está llamada a ser la Iglesia de Cristo.

   3. Jesús, has venido a colmar y purificar espera de tantas personas deseosas de la salvación, de la felicidad, del Reino. Muchos, conscientes, y otros ni saber siquiera que existes, ignorando lo que tú puedes darles. Te vemos hoy en Cafarnaum, cuando un centurión del ejército romano salió a tu encuentro y le suplicó... Los romanos –ejército de ocupación- eran mal vistos en Palestina. Eran paganos y opresores. Se les volvía la cara a su paso. Va hacia ti, Señor, y le atiendes, como a todos: -"Señor, mi criado está postrado en mi casa, paralítico, y padece muchísimo". Sabe amar a su sirviente, o hijo.

   Esta es la salvación que proclama el Evangelio, con la fe del Centurión que ruega por su siervo enfermo. "Y le dijo Jesús: 'yo iré y lo sanaré'. Y respondiendo el centurión, dijo: 'Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero mándalo con tu palabra y será sano mi siervo'…" Jesús se emociona con esas palabras: "se maravilló y dijo a los que le seguían: 'verdaderamente os digo que no he hallado fe tan grande en Israel'"… Cuando en cada Misa recordemos esas palabras antes de comulgar, podemos renovar nuestra fe, y pedir al Señor la curación de nuestra alma, que venga y nos transforme. En ese pasaje, además, podemos responder a la pregunta que el Papa hace en su Encíclica: "¿Es individualista la esperanza cristiana?" Muchos piensan en "salvarse", como recuerda H. de Lubac: «¿He encontrado la alegría? No... He encontrado mi alegría. Y esto es algo terriblemente diverso... La alegría de Jesús puede ser personal. Puede pertenecer a una sola persona, y ésta se salva. Está en paz..., ahora y por siempre, pero ella sola. Esta soledad de la alegría no la perturba. Al contrario: ¡Ella es precisamente la elegida! En su bienaventuranza atraviesa felizmente las batallas con una rosa en la mano». Pero esto no es así, sigue diciendo de Lubac, siguiendo la teología de los Padres: "la salvación ha sido considerada siempre como una realidad comunitaria", como vemos en el Centurión, que se ocupa de su siervo, como vemos en la lectura de Isaias que habla de una «ciudad» (Sión, Jerusalén) "y, por tanto, de una salvación comunitaria". El pecado aparece "como la destrucción de la unidad del género humano, como ruptura y división. Babel, el lugar de la confusión de las lenguas y de la separación, se muestra como expresión de lo que es el pecado en su raíz". Hoy también aparecen esas nuevas Babeles, multitudes incomunicadas, una agresividad en el ambiente… Entonces, ¿es algo a la ver personal y comunitario, y en qué consiste?

   Jesús se complace de esta fe: -"Ni aun en Israel he hallado fe tan grande... Yo os declaro que vendrán muchos gentiles del oriente y del occidente y estarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos". Jesús, has pensado en todos los que "vendrán", en todos los que están aún a la espera. Para ti no hay privilegio de raza ni de cultura. Todos los hombres, de todas partes, están invitados y están en marcha. ¿Tengo un corazón "universal" como Jesús? ¿Un corazón "misionero"? (Noel Quesson).

   Esto significa prepararnos para tener un corazón lleno de amor; en la Carta a Proba, san Agustín "intenta explicar un poco esta desconocida realidad conocida que vamos buscando". Buscamos «vida bienaventurada [feliz]». como expresa tan bien el Salmo 144 [143],15: «Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor». Y dice Agustín: «Para que podamos formar parte de este pueblo y llegar [...] a vivir con Dios eternamente, ''el precepto tiene por objeto el amor, que brota de un corazón limpio, de una buena conciencia y de una fe sincera'' (1 Tm 1,5)». La mirada limpia del corazón nos lleva a pensar en los demás, salir de uno mismo con el don de sí, expresión de esa esperanza cierta, esa es la llave que abre la puerta a Jesús Salvador.

 

Llucià Pou Sabaté

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