jueves, 11 de abril de 2019

Viernes semana 5 de Cuaresma


Viernes de la semana 5 de Cuaresma

La oración de Getsemaní
En aquel tiempo, los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. Jesús les dijo: «Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?». Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios». Jesús les respondió: «¿No está escrito en vuestra Ley: ‘Yo he dicho: dioses sois’? Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios —y no puede fallar la Escritura— Aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: ‘Yo soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre». Querían de nuevo prenderle, pero se les escapó de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado antes bautizando, y se quedó allí. Muchos fueron donde Él y decían: «Juan no realizó ninguna señal, pero todo lo que dijo Juan de éste, era verdad». Y muchos allí creyeron en Él” (Juan 10,31-42).
I. Después de la Última Cena, Jesús siente una inmensa necesidad de orar. En el Huerto de los Olivos cae abatido: se postró rostro en tierra (Mateo 26, 39), precisa San Mateo. Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no sea yo como quiero, sino como quieres Tú. Jesús está sufriendo una tristeza capaz de causar la muerte. Él, que es la misma inocencia, carga con todos los pecados de todos los hombres, y se prestó a pagar personalmente todas nuestras deudas. ¡Cuánto hemos de agradecer al Señor su sacrificio voluntario para librarnos del pecado y de la muerte eterna! En nuestra vida puede haber momentos de profundo dolor, en que cueste aceptar la Voluntad de Dios, con tentaciones de desaliento. La imagen de Jesús en el Huerto de los Olivos nos enseña a abrazar la Voluntad de Dios, sin poner límite alguno ni condiciones, e identificarnos con el querer de Dios por medio de una oración perseverante.
II. Hemos de rezar siempre, pero hay momentos en que esa oración se ha de intensificar. Abandonarla sería como dejar abandonado a Cristo y quedar nosotros a merced del enemigo. Nuestra meditación diaria, si es verdadera oración, nos mantendrá vigilantes ante el enemigo que no duerme. Y nos hará fuertes para sobrellevar y vencer tentaciones y dificultades. Si la descuidáramos perderíamos la alegría y nos veríamos sin fuerzas para acompañar a Jesús.
III. Los santos han sacado mucho provecho para su alma de este pasaje de la vida del Señor. Santo Tomás Moro nos muestra cómo la oración del Señor en Getsemaní ha fortalecido a muchos cristianos ante grandes dificultades y tribulaciones. También él fue fortalecido con la contemplación de estas escenas, mientras esperaba el martirio por ser fiel a su fe. Y puede ayudarnos a nosotros a ser fuertes en las dificultades, grandes o pequeñas, de nuestra vida ordinaria. El primer misterio doloroso del Santo Rosario puede ser tema de nuestra oración cuando nos cueste descubrir la Voluntad de Dios en los acontecimientos que quizá no entendemos. Podemos entonces rezar con frecuencia a modo de jaculatoria: Quiero lo que quieres, quiero porque quieres, quiero como lo quieres, quiero hasta que quieras (MISAL ROMANO, Acción de gracias después de la Misa, oración universal de Clemente XI).

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

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