martes, 23 de abril de 2019

Miércoles de Pascua, ciclo C

Miércoles de Pascua; ciclo C

Dejarse ayudar
“Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran.Él les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?». Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?». Él les dijo: «¿Qué cosas?». Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería Él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que Él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a Él no le vieron». Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?». Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre Él en todas las Escrituras.Al acercarse al pueblo a donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado». Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando.Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero Él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!». Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan” (Lucas 24,13-35).
I. Dos discípulos se dirigen a su aldea, Emaús, perdida la virtud de la esperanza porque Cristo, en quien habían puesto todo el sentido de su vida, ha muerto. El Señor, como si también Él fuese de camino, les da alcance y se une a ellos sin ser reconocido (Lucas 24, 13-35). Hablan de lo ocurrido en Jerusalén la tarde del viernes, la muerte de Jesús de Nazaret en quien habían depositado su confianza. Hablan de Jesús como de una realidad pasada: Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso... “Fijáos en este contraste. Ellos dicen: “¡Que fue!”... ¡Y lo tienen a su lado, está caminando con ellos, está en su compañía indagando la razón, las raíces íntimas de su tristeza! Jesús les interpreta aquellos acontecimientos a la luz de las Escrituras. Con paciencia, les devuelve la fe y la esperanza. Y aquellos dos recuperan también la alegría y el amor. Es posible que nosotros también nos encontremos alguna vez con desaliento. En esas ocasiones, si nos dejamos ayudar, Jesús no permitirá que nos alejemos de Él: ¡Abramos el alma con sinceridad en la dirección espiritual! ¡Dejémonos ayudar!
II. La esperanza es la virtud del caminante que, como nosotros, todavía no ha llegado a la meta, pero sabe que siempre tendrá los medios para ser fiel al Señor y perseverar en la propia vocación recibida, en el cumplimiento de los propios deberes. El Señor nos habla con frecuencia de fidelidad en el Evangelio. Entre los obstáculos que se oponen a la perseverancia fiel está, en primer lugar, la soberbia, que oscurece el fundamento mismo de la fidelidad y debilita la voluntad para luchar contra las dificultades y tentaciones. La fidelidad hasta el final de la vida exige la fidelidad en lo pequeño de cada jornada, y saber recomenzar de nuevo cuando por fragilidad hubo algún descamino. El llamamiento de Cristo exige una respuesta firme y continuada y, a la vez, penetrar más profundamente en el sentido de la Cruz y en la grandeza y en las exigencias del propio camino.
III. Esta virtud de la fidelidad debe informar todas las manifestaciones de la vida del cristiano: relaciones con Dios, con la Iglesia, con el prójimo, en el trabajo, en sus deberes de estado y consigo mismo. De la fidelidad al Señor se deduce y a lo que se reduce, la fidelidad a todos sus compromisos verdaderos. Dios está dispuesto a darnos las gracias necesarias, como aquellos dos de Emaús, para salir adelante en todo momento, si hay sinceridad de vida y deseos de lucha. Y nosotros le decimos como ellos: ¡Quédate con nosotros, porque se hace de noche!
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
San Fidel de Sigmaringa, presbítero y mártir

Nacido en 1577, en Sigmaringen, Prusia, pueblo del cual su padre Johannes Rey fue burgomaestre; falleció en Sevis, el 24 de Abril de 1622. Por el lado paterno, sus antepasados eran de origen flamenco. Realizó sus estudios en la Universidad de Freiburg en Breisgau, y en1604 se convirtió en tutor de Wilhelm von Stotzingen, con quién viajo por Francia e Italia. En el proceso de canonización de Fidel, Wilhelm von Stotzingen proveyó de testigos de las severas mortificaciones que su tutor practicaba durante estos viajes.
En 1611 regresó a Freiburg para realizar su doctorado en leyes canónicas y civiles, y de inmediato inició la práctica como abogado. Pero era tal la corrupción en las cortes que lo hizo que lo hizo abandonar dicha profesión e ingresar a la Iglesia. Fue ordenado sacerdote al año siguiente, e inmediatamente después fue admitido en la Orden de los Frailes Menores de la Reforma Capuchina en Freiburg, adoptando el nombre de Fidel. Ha dejado un recuerdo interesante de su noviciado y de su desarrollo espiritual de la época en un libro de ejercicios espirituales que escribió él mismo. Dicha obra fue reeditada por el Padre Michael Hetzenauer, O.F.M. Cap., y publicada de nuevo en 1893 en Stuttgart bajo el título: "S. Fidelis a Sigmaringen exercitia seraphicae devotionis". De su noviciado se le envió a Constancia para terminar sus estudios de teología a cargo del Padre Juan Bautista, un fraile Polaco de gran reputación en la enseñanza y en la santidad. Al concluir los estudios teológicos, Fidel fue designado primer guardián de la comunidad en Rheinfelden, y después en Freiburg y Feldkirch. Como predicador, su celo ardiente le otorgó una gran reputación.
Desde el inicio de su carrera apostólica, fue incansable en sus esfuerzos de convertir a los herejes y no se restringió en sus esfuerzos desde el púlpito, sino también mediante la pluma. Escribió muchos panfletos en contra del Calvinismo y el Zwinglianismo aunque nunca autografió dichos escritos con su nombre. Desafortunadamente estas publicaciones desaparecieron hace mucho tiempo. Fidel seguía siendo guardián de la comunidad de Feldkirch cuando en 1621 fue designado para llevar a cabo una misión en el país de los Grisones con el propósito de devolver a este distrito a la Fe Católica. Sus habitantes, casi todos se habían convertido al Calvinismo, debido en parte a la ignorancia de los sacerdotes y su falta de celo apostólico. En 1614 El Obispo de Coire había solicitado a los Capuchinos que realizaran misiones entre los herejes de su diócesis, pero no fue sino hasta 1621 que el prefecto de la orden pudo enviar a los frailes. En ese año el Padre Ignacio de Sergamo fue comisionado, junto con otros frailes, a ponerse a disposición de este Obispo para el trabajo misionero, y una comisión similar fue asignada a Fidel quién, sin embargo, aun permanecía como guardián de Feldkirche. Antes de partir a dicha misión,  fue designado, por la autoridad del nuncio papal a reformar el monasterio Benedictino en Pfafers.
Inició sus nuevas tareas con el verdadero espíritu apostólico. Desde que ingresó a la orden había orado constantemente, según una confesión a un compañero fraile, se le concedieran dos favores: uno, nunca caer en pecado mortal; el otro, morir por la Fe. Con este Espíritu, se puso en camino, listo para entregar su vida predicando la Fe. Llevó consigo su crucifijo, la Biblia, un Breviario, y el libro con la regla se su orden; respecto a lo demás, se fue en completa pobreza, confiando a la Divina Providencia su sustento diario. Arribó a Mayenfeld a tiempo para el Adviento e inmediatamente inició predicando y catequizando; con frecuencia predicando en diferentes lugares en el mismo día. Su llegada levantó una fuerte oposición y frecuentemente fue amenazado e insultado. No solo predicó en las iglesias Católicas y en las calles públicas, sino ocasionalmente en los lugares de reunión de los herejes. En zizers uno de los principales centros de su actividad, sostuvo conferencias con los magistrados y los principales dirigentes del pueblo, a menudo hasta altas horas de la noche. Esto resultó en la conversión de Rudolph de Salis, el hombre más influyente del pueblo, cuya retractación pública fue seguida por muchas conversiones.
Durante el invierno, Fidel trabajó infatigablemente y con tal éxito que los predicadores herejes se alarmaron seriamente y se dieron a la tarea de calumniarlo entre la gente diciendo que su misión era más política que religiosa y que venía a preparar el camino para la subyugación del país por los Austríacos. Durante la cuaresma de 1622 predicó con fervor especial. En la Pascua regresó a Feldkirch para asistir a un capítulo de la orden y atender algunos asuntos de su comunidad. Para esta época la Congregación de la Propaganda ya se había establecido en Roma, y Fidel fue constituido formalmente por la Congregación, superior de la misión de los Grisones. Tuvo, sin embargo, el presentimiento que sus colaboradores serían martirizados en un tiempo muy corto. Predicando un sermón de despedida en Feldkirch, dijo mucho. Al regresar al país de los Grisones se encontró por doquier con la consigna: "¡Muerte a los Capuchinos!" El 24 de abril, estando en Grusch, se confesó y después celebró la Misa y predicó. Luego se encaminó a Sevis. Por el camino sus acompañantes percibieron que se veía particularmente animado. Una vez en Sevis entró a la iglesia y comenzó a predicar, pero fue interrumpido por un súbito tumulto tanto dentro como fuera de la iglesia.
Varios soldados Austríacos que cuidaban las puertas de la iglesia fueron asesinados y Fidel mismo fue golpeado. Un Calvinista presente ofreció llevarlo a un lugar seguro. Fidel le agradeció a aquel hombre, pero le dijo que su vida estaba en manos de Dios. Fuera de la iglesia fue rodeado por una multitud guiada por los predicadores que le ofrecieron salvar su vida si a cambio cometía apostasía. Fidel respondió: "Vine a extirpar la herejía, no a abrazarla", después de lo cual fue derribado a golpes. Fue el primer mártir de la Congregación de la Propaganda. Su cuerpo fue llevado después a Feldkirch y enterrado en la iglesia de su orden, excepto su cabeza y el brazo izquierdo, que fueron colocados en la catedral de Coire. Fue beatificado en 1729, y canonizado en 1745. A San Fidel se le representa en los iconos artísticos con un crucifijo y una herida en su cabeza; su emblema es un mazo. Su festividad de celebra el 24 de abril.
PADRE CUTHBERT
Transcrito por Joseph P. Thomas
Traducido por Félix Carrera Franco

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