Jueves de la semana 27 de tiempo ordinario; año par
El nombre de Dios y su reino
“En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos: -«Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle." Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos." Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿0 si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿0 si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»” (Lucas 11,5-13).
I. En la primera petición de las siete del Padrenuestro, Santificado sea tu nombre, “pedimos que Dios sea conocido, amado, honrado y servido de todo el mundo y de nosotros en particular” (CATECISMO MAYOR, 290) Por muy urgentes que sean nuestras necesidades, lo primero que debemos pedir es la gloria de Dios. “Ocúpate de Mí –decía Jesús a Santa Catalina de Siena-, y Yo me ocuparé de ti”. El Señor no nos dejará solos. En la Sagrada Escritura el nombre equivale a la persona misma, es su identidad más profunda. En determinados ambientes, parece que los hombres no quieren nombrar a Dios: lo llaman “la sabia naturaleza” o “destino”. Nosotros, con naturalidad, debemos honrar a nuestro Padre y mantendremos los modos cristianos de hablar. Si amamos a Dios amaremos su santo nombre.
II. Venga a nosotros tu Reino, pedimos a continuación en el Padrenuestro. Esta expresión tiene un triple significado: el Reino de Dios en nosotros, que es la gracia; el Reino de Dios en la tierra, que es la Iglesia; y el Reino de Dios en el Cielo, o eterna bienaventuranza. Es un reinado, el de Jesús en el alma, que avanza o retrocede según correspondamos o rechacemos las continuas gracias y ayudas que recibimos, y se percibe en el alma a través de los afectos y mociones del Espíritu Santo. Ahora pedimos que seamos todo de Dios, que nos ayude a luchar eficazmente para que, por fin, desaparezcan esos obstáculos que cada uno de nosotros pone a la acción de la gracia divina.
III. Cuando rezamos venga a nosotros tu Reino, también pedimos, con relación a la Iglesia, que se dilate y se propague por todo el mundo para la salvación de los hombres. Rogamos entonces por el apostolado que se realiza en toda la tierra, y nos sentimos comprometidos a poner los medios a nuestro alcance para la extensión del reino de Dios. Y “Jesucristo recuerda a todos: et ego, si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad meipsum (Juan 12, 32), si vosotros me colocáis en la cumbre de todas las actividades de la tierra, cumpliendo el deber de cada momento, siendo mi testimonio en lo que parece grande y en lo que parece pequeño, todo lo atraeré hacia Mí. ¡Mi reino entre vosotros será una realidad!” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa). Comencemos, como siempre, por lo pequeño, por lo que está a nuestro alcance en la convivencia normal de todos los días.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
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