Domingo de la semana 1 de Cuaresma; ciclo B
Homilía I: homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de AlvaHomilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de AlvaHomilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
(Gen 9,8-15) "Yo hago un pacto con vosotros y con vuestros descendientes"(1 Pe 3,18-22) "Como poseía el Espíritu fue devuelto a la vida"
(Mc 1,12-15) "Está cerca el reino de Dios"
Homilía en la parroquia romana de S. Andrés “delle Fratre” (28-II-1982)
--- Cristo salva con su Pasión y Resurrección--- El ayuno
--- Humildad y contrición
--- Cristo salva con su Pasión y Resurrección
Las Palabras del Evangelista Marcos aluden al ayuno de Jesús de Nazaret durante cuarenta días, que cada año se refleja en la liturgia de la Cuaresma: “El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían” (Mc 1,12).
Después, tras el encarcelamiento de Juan Bautista, Jesús fue a Galilea y comenzó a enseñar. Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en la Buena noticia” (Mc 1,15).
El ayuno de cuarenta días de Jesús de Nazaret fue una introducción al anuncio del Evangelio del reino de Dios. Este ayuno ha marcado el camino de la fe en las almas de los hombres, sin el que el Evangelio del reino queda cual grano arrojado en tierra estéril.
Este comienzo del Evangelio del reino, que llega a la Iglesia a través del ayuno de cuarenta días, la liturgia de hoy lo compara al arco iris que fue signo de alianza de Dios con los descendientes de Noé después del diluvio.
Con el Arca de Noé se compara también en la primera Carta de San Pedro Apóstol la Iglesia, en la que Cristo actúa incesantemente la obra de la redención, tras haber obtenido la victoria sobre la muerte y el pecado.
Pero el Arca de Noé fue un espacio cerrado. La obra de Cristo es ilimitada en el espacio y tiempo. La Iglesia está al servicio de esta obra como signo e instrumento.
Cristo, muerto una vez para siempre por los pecados, Justo por los injustos, para volvernos a llevar a Dios.
Cristo, sentado a la diestra de Dios porque subió a los cielos donde le están sometidos los Ángeles, Potestades y Dominaciones.
Este Cristo, en el Espíritu Santo, “fue a proclamar su mensaje a los espíritus encarcelados que en un tiempo habían sido rebeldes” (1 Pe 3,19), igual que en los días de Noé.
El mismo Cristo en el bautismo nos salva, es decir, nos redime, “no limpiando una suciedad corporal, sino impetrando de Dios una conciencia pura” (cf. 1 Pe 3,21): nos salva y redime gracias a su resurrección.
--- El ayuno
De este modo, pues, la liturgia de este domingo inaugura el ayuno de la Cuaresma, basándose primero en el ejemplo de Cristo y luego en el poder redentor de Cristo que actúa en su Iglesia y en todo lo creado; en su poder redentor y santificador.
La Cuaresma es el camino que se abre ante nosotros.
Y por esto la Iglesia ora así hoy: “Señor enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas. Haz que camine en la verdad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador; en ti he esperado siempre” (Sal 25, 4-5).
La Cuaresma es la vía de la verdad, es el tiempo de despertar de las conciencias.
El hombre debe encontrarse en toda su verdad ante Dios. Asimismo debe releer la verdad en las enseñanzas divinas, de los mandatos divinos, de la voluntad divina; debe confrontar con estos la propia conciencia.
Por aquí pasa el camino de la salvación. Es el camino de la esperanza.
Y la Iglesia sigue orando de este modo: “Acuérdate, Señor, que tu ternura y tu fidelidad son eternas. Acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor” (Sal 25,6-7). La Cuaresma es la vía de la verdad, el tiempo del despertar de las conciencias.
Pero sobre todo es el camino del amor y de la misericordia. Sólo mediante el amor, la verdad despierta al hombre a la vida. Sólo el amor, que es misericordia, enciende la esperanza.
El ayuno de la Cuaresma es un gran grito de Amor. Grito penetrante. Grito definitivo. Es el gran tiempo de la misericordia.
Y por ello la Iglesia sigue pidiendo en la liturgia de hoy: “El Señor es bueno, es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes” (Sal 25,8-9).
--- Humildad y contrición
La Iglesia pide humildad para el corazón humano. Ora para que a través de la humildad el hombre se encuentre en la verdad, para que se encuentre en la verdad interior, y así llegue a encontrarse con el amor que es más fuerte que el pecado y la muerte, más fuerte que todos los males; para que se deje guiar por la Palabra divina. “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4).
Debemos repetir las palabras de San Pedro, Obispo de la Iglesia de Roma: “Cristo murió por los pecados de una vez para siempre, el inocente por los culpables para conducirnos a Dios” (1 Pe 3,18)
DP-74 1982
Con la ceremonia de la imposición de la Ceniza, el Miércoles pasado, comenzaba la Cuaresma, tiempo de preparación para la gran Solemnidad de la Pascua del Señor, su paso de la muerte a la vida, anticipo del que esperamos dar también nosotros. Un tiempo litúrgico fuerte que recuerda los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Dios por el desierto hacia la Tierra Prometida; los cuarenta días de Moisés y Elías previos al encuentro con Dios; los de Jonás para alcanzar la penitencia y el perdón; y, sobre todo, los de Jesús antes del comienzo de su ministerio público. Un tiempo, pues, de profunda renovación interior.
La Iglesia hace un llamamiento apremiante a cada uno de nosotros para que, así como Jesús se entregó por espacio de cuarenta días a un ayuno riguroso y rechazó las tentaciones del enemigo, de igual modo nosotros ayunemos de toda palabra u obra que no sea grata a Dios, preparándonos con sinceridad de corazón a las celebraciones pascuales, preludio de la Pascua eterna que disfrutaremos un día.
En nuestra vida cristiana no debe extrañarnos la tendencia a la comodidad egoísta. El Señor permite la tentación porque, al superarla con la ayuda de su gracia, ella hace a la persona más madura, más comprensiva, más realista, encaminándola así hacia la eternidad. “Dichoso el varón que soporta la tentación porque, probado, recibirá la corona de la vida que el Señor prometió a los que le aman” (Sant. 1, 12).
Cuaresma. Una oportunidad de oro para practicar por amor a Dios la oración, el ayuno y la limosna. Oración para conocer y amar cada día más a Jesucristo. Ayuno, no tanto del alimento cuanto de todo aquello que sabemos que desagrada a Dios. Limosna que, por ser un ejercicio de la virtud de la caridad, permite que nos acerquemos a la cumbre del vivir cristiano, porque la plenitud de la Ley de Dios es el amor.
Cuaresma. Una invitación a una profunda conversión que se traduzca en una piedad más sincera y constante, no abandonando la meditación de la Palabra de Dios, la Sta Misa y la Comunión con Él por motivos banales. Conversión que se refleje en un trabajo hecho de la mejor manera que sepamos y podamos, con ilusión por la obra bien hecha. Conversión que nos lleve a afrontar con ánimo deportivo las contrariedades y roces propios de toda convivencia, no volcando en los demás el vinagre del mal humor, del resentimiento. Conversión que lleve a una guarda decidida de los sentidos para proteger al corazón de la basura moral que, a veces, impregna el ambienta que nos rodea. En pocas palabras: en un empeño sostenido por apartar de nosotros pautas de comportamiento que desdicen de la conducta de un buen cristiano.
Decidámonos a acompañar estos días a Jesús contemplando su entereza al acercarse el momento de su Pasión y Muerte, valiéndonos de ese piadoso y estimulante ejercicio del Via Crucis, de la consideración de los Misterios de Dolor del Sto Rosario, o de la lectura atenta de esas horas de dolor que nos ofrecen los Evangelistas.
"Tentado para parecerse a nosotros; vencedor para que nos parezcamos a Él"
Gn 9,8-15: "El pacto de Dios con Noé salvado del diluvio"
Sal 24,4bc-5ab.6-7bc.8-9: "Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad, para los que guardan tu alianza"
1P 3,18-22: "Actualmente os salva el bautismo"
Mc 1,12-15: "Se dejaba tentar por Satanás, y los ángeles le servían"
Las palabras de Dios a la salida de Noé del Arca muestran que, mientras para los paganos la tormenta y la lluvia son señales de una ira imparable, aquí es Dios quien toma la iniciativa y ofrece su pacto (Alianza) figurada en el Arco Iris. El Señor no destruirá nada, ni hombres ni ser viviente alguno.
Para san Pedro, Noé es anuncio profético de Cristo: salvado de las aguas, es Cabeza de una humanidad que se libra del Diluvio. También hay cierta referencia a la Pascua (Muerte/Resurrección): las aguas ahogan y destruyen, pero también son causa de la vida.
El episodio del desierto de san Marcos, nos trae a la memoria el Éxodo y la experiencia del Pueblo de Dios en él. Pero lo fundamental es la llamada a la conversión. El "se ha cumplido el plazo" se plantea como llamamiento. Dios sabe aguardar, espera pacientemente la respuesta del hombre. Que Dios espere es señal de que quiere hacer al hombre la posibilidad de su conversión.
La tentación de sentirse instalado, acomodado, definitivamente situado, nos asalta a cualquiera en cualquier momento. Difícilmente cabe que así se sienta la posibilidad de cambiar. Que el Evangelio invite a confrontar la vida del creyente es exponente de cambio y conversión.
— El Reino de Dios está cerca:
"Después que Juan fue preso, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva» (Mc 1,15). «Cristo, por tanto, para hacer la voluntad del Padre inauguró en la tierra el Reino de los cielos» (LG 3). Pues bien, la voluntad del Padre es «elevar a los hombres a la participación de la vida divina» (LG 2). Lo hace reuniendo a los hombres en torno a su Hijo Jesucristo. Esta reunión es la Iglesia, que es sobre la tierra «el germen y el comienzo de este Reino» (LG 5)" (541).
— Las tentaciones de Jesús:
"Los Evangelios hablan de un tiempo de soledad de Jesús en el desierto... Al final de este tiempo, Satanás le tienta tres veces tratando de poner a prueba su actitud filial hacia Dios. Jesús rechaza estos ataques que recapitulan las tentaciones de Adán en el Paraíso y las de Israel en el desierto, y el diablo se aleja de Él «hasta el tiempo determinado» (Lc 4,13)" (538).
— " «No entrar en la tentación» implica una decisión del corazón: «Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón... Nadie puede servir a dos señores» (Mt 6, 21-24). «Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu» (Ga 5, 25). El Padre nos da la fuerza para este «dejarnos conducir» por el Espíritu Santo" (2848).
— "Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres... En algo la tentación es buena. Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación lo manifiesta para enseñarnos a conocernos, y así, descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos a dar gracias por los bienes que la tentación nos ha manifestado" (Orígenes, or. 29) (2847).
La conversión no nos libra de la tentación, pero al que vuelve su corazón a Dios, Dios le regala la victoria de Jesucristo.
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