domingo, 30 de julio de 2017

Domingo semana 17 de tiempo ordinario; ciclo A

Domingo de la semana 17 de tiempo ordinario; ciclo A


Meditaciones de la semana
en Word y en PDB

«El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo que, al encontrarlo un hombre, lo oculta y, gozoso del hallazgo, va y vende todo cuanto tiene y compra aquel campo.
Asimismo el Reino de los Cielos es semejante a un comerciante que busca perlas finas y, cuando encuentra una perla de gran valor va y vende todo cuanto tiene y la compra. Asimismo el Reino de los Cielos es semejante a una red barredera que, echada en el mar, recoge toda clase de cosas. Y cuando está llena la arrastran a la orilla y sentándose echan lo bueno en cestos, mientras lo malo lo tiran fuera. Así será al fin del mundo: Saldrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos y los arrojarán al horno del fuego. Allí será el llanto y rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todas estas cosas? Le respondieron: Sí. El les dijo: Por eso, todo escriba instruido acerca del Reino de los Cielos es semejante a un padre de familia, que saca de sus tesoro cosas nuevas y cosas antiguas.» (Mateo13, 44-52)

1º. Jesús, hoy me vuelves a hablar del Reino de los Cielos, de esa vida nueva –divina-  que has venido a darme muriendo en la cruz.

El Reino de los Cielos es la vida de la gracia, la vida de hijos de Dios, la vida sobrenatural que puedo vivir ya en la tierra uniéndome a Ti a través de los sacramentos, de la oración y de las buenas obras.

El Reino de los Cielos es esa identificación contigo en la tierra -luchando por ser cada día más santo- y, sobre todo, es esa unión contigo en el cielo para siempre.

Sin embargo, no todo el mundo encuentra este Reino.

Algunos lo encuentran sin proponérselo: porque han nacido en una familia cristiana, porque han conocido a alguien que les ha hablado de Ti, etc....

Se parecen al que encuentra el tesoro en el campo por casualidad, sin buscarlo.

Al descubrirlo, «lo oculta y, gozoso del hallazgo, va y vende todo cuanto tiene y compra aquel campo».

Jesús, a veces no valoro suficientemente este tesoro, quizá porque lo encontré sin esfuerzo.

Y no lo guardo, de modo que los ladrones no me lo quiten; ni tampoco soy capaz de darlo todo dejando esas cosas que me atan a la tierra  para poseerlo de verdad.

Otros encuentran el tesoro de la fe tras muchos años de búsqueda esforzada.

Se parecen al comerciante que iba en busca de «la perla de gran valor.»

Tal vez éstos son más conscientes de lo que han encontrado, y se deciden con más prontitud a vender todo cuanto tienen  planes, ilusiones, familia, capacidades profesionales para conseguir el Reino de los Cielos y ayudar a que también otros lo encuentren.

2º. «Escribías: «simile est regnum caelorum  -el Reino de los Cielos es semejante a un tesoro... Este pasaje del Santo Evangelio ha caído en mi alma echando raíces. Lo había leído tantas veces, sin coger su entraña, su sabor divino».

¡Todo..., todo se ha de vender por el hombre discreto, para conseguir el tesoro, la margarita preciosa de la Gloria» (Forja 993).

Jesús, ... ¿todo?

¿Qué significa venderlo todo?

¿Es que me he de retirar al desierto, sin nada, para alcanzar el Reino de los Cielos, para ser santo?

No necesariamente.

Tú mismo rezas al Padre: «No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del Maligno» (Juan 17,15).

No quieres que me aparte del mundo, ni de las cosas del mundo.

Lo que quieres es que mi corazón no se llene de deseos mundanos, sino que te ponga en primer lugar en mi escala de valores: «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con tuda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y primer mandamiento» (Mateo 22,37-38).

Jesús, para amarte así, he de estar desprendido de todo lo que pueda interponerse entre Tú y yo.

«Todos los cristianos han de intentar orientar rectamente sus deseos para  que el uso de las cosas de este mundo y el apego a las riquezas no les impidan, en contra del espíritu de pobreza evangélica, buscar el amor perfecto». (CEC.-2545).

Una cosa es que me gusten los coches, por ejemplo, y que me compre uno porque lo necesito -incluso uno de buena calidad, de modo que circule con seguridad y confort-; pero otra cosa es no vivir más que para el coche, o comprarme uno porque es la última moda, o para mostrar mi nivel económico o social.

Jesús, esta misma pobreza exterior -que no significa ir sucios, sino tener sólo lo necesario- debe ir acompañada por una pobreza interior, de la mente: la humildad.

Parte de lo que he de dejar para poder seguirte es la soberbia, ese querer tener siempre la razón y la verdad.

Para seguirte, he de aprender a obedecer las indicaciones generales que reciba del Magisterio de la Iglesia, y los consejos particulares de la dirección espiritual.

Esta meditación está tomada de: "Una cita con Dios" de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

San Pedro Crisólogo, obispo y doctor de la Iglesia


SAN PEDRO nació en Imola, en la Emilia oriental. Estudió las ciencias sagradas, y recibió el diaconado de manos de Cornelio, obispo de Imola, de quien habla con la mayor veneración y gratitud.  Cornelio formó a Pedro en la virtud desde sus primeros años y le hizo comprender que en el dominio de las pasiones y de sí mismo residía la verdadera grandeza y que era éste el único medio de alcanzar el espíritu de Cristo.

Elegido Obispo de Ravena - 433 AD.
Según la leyenda, San Pedro Crisólog fue elevado a la dignidad episcopal de la manera siguiente: Juan, el arzobispo de Ravena, murió hacia el año 433. El clero y el pueblo de la ciudad eligieron a su sucesor y pidieron a Cornelio de Imola que encabezase la embajada que iba a Roma a pedir al Papa San Sixto III que confirmase la elección. Cornelio llevó consigo a su diácono Pedro. Según se cuenta, el Papa había tenido la noche anterior una visión de San Pedro y San Apolinar (primer obispo de Ravena, que había muerto por la fe), quienes le ordenaron que no confirmase la elección. Así pues, Sixto III propuso para el cargo a San Pedro Crisólogo, siguiendo las instrucciones del cielo. Los embajadores acabaron por doblegarse. El nuevo obispo recibió la consagración y se trasladó a Ravena, donde el pueblo le recibió con cierta frialdad.  Es muy poco probable que San Pedro haya sido elegido en esta forma ya que el emperador Valentiniano III y su madre, Gala Placidia, residían entonces en Ravena y San Pedro gozaba de su estima y confianza, así como de las del sucesor de Sixto III, San León Magno.

Cuando San Pedro llegó a Ravena, aún había muchos paganos en su diócesis y abundaban los abusos entre los fieles. El celo infatigable del santo consiguió extirpar el paganismo y corregir los abusos. Se distinguió por la inmensa caridad e incansable vigilancia con que atendió a su grey, exponiéndoles con suma claridad doctrinal la palabra de Dios. Escuchaba con igual condescendencia y caridad tanto a los humildes como a los poderosos.

En la ciudad de Clasis, que era entonces el puerto de Ravena, San Pedro construyó un bautisterio y una iglesia dedicada a San Andrés. 

Sermones
En el siglo IX, se escribió una biografía de San Pedro que da muy pocos datos sobre él. Alban Butler llenó esa laguna con citas de los sermones del santo. Se conservan 176 homilías de estilo popular y muy expresivas. Son todas muy cortas, pues temía fatigar a sus oyentes. Explican el Evangelio, el Credo, el Padre Nuestro y citas de santos para imitación y exaltación de las virtudes del verdadero cristiano.  En una homilía define al avaro como "esclavo del dinero",  mientras que para el misericordioso el dinero es "siervo".

Sus sermones, al lector moderno, no le parecerán modelos de elocuencia. Pero la vehemencia y la emoción con que predicaba a veces le impedía seguir hablando. Aunque el estilo oratorio de San Pedro no sea perfecto si es, según Butler "exacto, sencillo y natural". Una vez mas se demuestra que la capacidad persuasiva de los santos no depende de elocuencia natural sino en la fuerza del Espíritu Santo que toca, por medio de ellos, a los corazones. 

San Pablo: "Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso. Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios." (I Corintios 2:3-5)

San Pedro predicó en favor de la comunión frecuente y exhortó a los cristianos a convertir la Eucaristía en su alimento cotidiano. Sus sermones le valieron el apelativo "crisólogo" (hombres de palabras de oro") y  movieron a Benedicto XIII a declarar al santo doctor de la Iglesia, en 1729.  

Sumisión a la fe 
Eutiques, archimandrita de un monasterio de Constantinopla escribió una circular a los prelados más influyentes, entre ellos a San Pedro Crisólogo.  Les hacía una apología sobre la doctrina monofisita (una sola naturaleza en Cristo) en la víspera del Concilio de Calcedonia.  Pedro le contestó que había leído su carta con la pena más profunda, porque así como la pacífica unión de la Iglesia alegra a los cielos, así las divisiones los entristecen. Y añade que, por inexplicable que sea el misterio de la Encarnación, nos ha sido revelado por Dios y debemos creerlo con sencillez.  Exhorta a Eutiques a dirigirse al Papa León, puesto que "en el interés de la paz y de la fe no podemos discutir sobre cuestiones relativas a la fe sin el consentimiento del obispo de Roma". Eutiques fue condenado por San Flavio el año 448.

Final de su vida
Ese mismo año, San Pedro Crisólogo recibió con grandes honores en Ravena a San Germán de Auxerre; el 31 de julio, ofició en los funerales del santo francés, y conservó como reliquias su capucha y su camisa de pelo. San Pedro Crisólogo no sobrevivió largo tiempo a San Germán. Habiendo tenido una revelación sobre su muerte próxima, volvió a su ciudad natal de Imola, donde regaló a la Iglesia de San Casiano varios cálices preciosos.  Después de aconsejar que se procediese con diligencia a elegir a su sucesor, murió en Imola, el 31 de julio del 451 (otras fuentes: el 3 de diciembre del 450), y fue sepultado en la iglesia de San Casiano.

San Pedro Crisólogo, ruega por nosotros para que, como tú, amemos la verdad y la demos a conocer.

Bibliografía
Butler; Vida de los Santos
Sálesman, Sálesman; Vidas de los Santos # 3 -
Sgarbossa, Mario - Luigi Giovannini; Un santo para cada día

No hay comentarios: