Jueves de la semana 30 de tiempo ordinario; año impar
La vida del cristiano es una lucha, para la que el Señor nos prepara para la victoria, con su fuerza
«En aquel momento se acercaron algunos fariseos diciéndole: «Sal y aléjate de aquí, porque Herodes te quiere matar». Y les dijo: «Id a decir a ese zorro: he aquí que expulso demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día acabo. Pera es necesario que yo siga mi camino hoy y mañana y al día siguiente, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados; ¡cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste! He aquí que vuestra casa se os va quedar desierta. Os aseguro que no me veréis hasta que llegue el día en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor» (Lucas 13,31-35).
1. –“Algunos fariseos se acercaron a Jesús para decirle: "Vete, márchate de aquí, que Herodes quiere matarte"”. Lucas presenta a fariseos que ayudan a Jesús para que salve su vida. Por tanto, no hay que pensar que todos los fariseos iban contra Jesús. Los poderosos de este mundo lo consideran un hombre peligroso al que hay que suprimir. Herodes sería capaz... ya había hecho decapitar a Juan Bautista, unos meses antes solamente. Quiero compartir contigo, Señor, esa angustia de tu muerte que se avecina.
-“Jesús les contestó: "Id a decir a ese zorro..."” Jesús, te veo con imperio, sin preocuparte de lo que será de ti, pues sabes que estás en buenas manos, y que tu misión está por encima de todo. El "zorro" es un animal miedoso que sólo caza de noche y huye a su madriguera al menor peligro... así defines, Señor, a ese gobernante.
-"Mira, hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; y al tercer día acabo". La expresión "el tercer día" es usual en lengua aramea para significar "en plazo breve". "Acabo"... estoy llegando al final, o bien "he logrado mi objetivo..." Jesús sube a Jerusalén. Sube hacia su muerte, va hacia un cumplimiento. No morirá el día que Herodes decida, sino ¡el día que está previsto.
-“Pero hoy, mañana, y el día siguiente es preciso que prosiga mi camino, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén”. Palabras misteriosas, anunciadas por tantos profetas, como el profeta Oseas: "Dentro de dos días, el Señor nos dará la vida y al tercer día, nos levantará y en su presencia, viviremos" (Oseas 6,2). Jesús, caminando hacia Jerusalén, caminando hacia su muerte, pone en manos de Dios el cuidado de prolongar su misión.
Jesús morirá por amor nuestro: «porque vine a servir y no a ser servido. Yo soy amigo, y miembro y cabeza, y hermano y hermana y madre: todo lo soy, y sólo quiero contigo intimidad. Yo, pobre por ti, mendigo por ti, crucificado por ti, sepultado por ti; en el cielo, por ti ante Dios Padre; y en la tierra soy legado suyo ante ti. Todo lo eres para Mí, hermano y coheredero, amigo y miembro. ¿Qué más quieres?» (San Juan Crisóstomo).
-¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!... Jerusalén, ciudad de la "proximidad de Dios..." ciudad del rechazo a Dios... el punto culminante será ahora... ¡los hombres van a juzgar a Dios!
-“¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca a sus pollitos bajo las alas... pero no habéis querido!” Imagen de ternura. Imagen maternal. El pájaro que protege a sus polluelos. La oferta de la salvación, de la protección, de la ternura de Dios... ha sido rehusada. "¡No habéis querido!"
-“Pero Yo os digo: "No me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: Bendito el que viene en nombre del Señor"”. Jesús sabe que hay un más allá después de su muerte... Día vendrá en el que se le saludará exclamando: "Bendito el que viene" (Noel Quesson). Jesús, quisiera tener una entrega decidida como la tuya, llena de misericordia y de amor (J. Aldazábal).
2. –“Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?” No estamos seguros de nosotros. Seguimos sin fiarnos de nuestros propios límites, desgraciadamente continuamos pecando... Pero ¡estamos seguros de Dios ¡Estamos seguros del amor de Jesús!
-“El que no perdonó ni a su propio Hijo... Antes bien lo entregó por todos nosotros... ¿cómo no nos dará con El todas las cosas?” Quiero tratar de contemplar detenidamente ese «don del Hijo». Dios, ¡que ha dado su Hijo por nosotros! Que es lo más querido. Alusión al sacrificio que Abraham había aceptado también (Génesis 22,16). Dios no entrega a su hijo a la muerte, lo ama y el Hijo ama a su Padre y ambos están de acuerdo en el Espíritu y el Hijo «se entrega". Esto es mi Cuerpo entregado por vosotros. Y el Padre acepta ese don total, que la malignidad de los hombres se ingenió en hacer cruel. El Padre también se entrega… ¿De qué obstáculo no podrá triunfar tal amor?
-“¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¡Pues es Dios quien justifica! ¿Quién condenará? Puesto que Jesucristo murió...” Más aún, resucitó... Está a la diestra del Padre... Intercede por nosotros... No somos dignos, Señor. Somos muy ingratos contigo. Quisiera amarte más. Quiero contemplar la intercesión que en este instante estás llevando a cabo por mí en el cielo... por nosotros los hombres, ¡por todos! En este mismo instante, Tú, Señor, estás intercediendo por los pecadores, por aquellos que, como yo, cometen el mal. Estás intercediendo por todos los que me están dañando, por todos los que yo no amaría o que detestaría.
-“¿Quién podrá separarme del amor de Cristo?” A veces, Señor, llego a preguntarme si te amo de veras... Lo cierto, es que yo quisiera amarte, sinceramente. Pero, ¡mis actos cotidianos contradicen tan a menudo este deseo y esta buena voluntad! Esa frase de san Pablo me invita HOY a no pensar ya en el "amor que debería yo tener por Ti"... para pensar, en cambio, en el «amor que Tú tienes por mí». Incluso si llego a abandonarte alguna vez, Señor, sé que Tú no me abandonas nunca. ¿«Quién podrá separarme del amor de Cristo»?
-“Nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Jesús”. Ni la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el peligro, ni... Es una especie de letanía triunfal en la que san Pablo pone a continuación todos los obstáculos que ha ido encontrando personalmente: nada, nada, nada, puede separarnos de Ti. Guardo unos momentos de silencio para reflexionar en lo que podría yo añadir a esa lista: ¿cuáles son mis pruebas y dificultades desde hace unas semanas, HOY mismo? Trato de repetir a mi vez la certeza: ni... ni... ¡ni... podrán jamás separarme de tu amor, Señor!
San Agustín señala que "la felicidad es la alegría de la verdad" (Confesiones X, 23), en donde identifica la verdad con Dios mismo; y ningún obstáculo puede separarnos del amor de Dios: durante la Misa, antes de la Comunión, el celebrante pronuncia en voz baja esta humilde oración, que todos los fieles pueden repetir: "Haz que nunca me separe de ti". Y al revés, que el trabajo nos una al Señor. Y dice de Santo Tomás su biógrafo, Guillermo de Tocco: "Siempre que quería estudiar, entablar un debate, enseñar, escribir o dictar, se retiraba a orar en secreto y rezaba derramando lágrimas para obtener la inteligencia de los divinos misterios" (Vita S. Thomae Aquinatis auctore Guillelmo de Tocco, 30). Lo mismo han hecho muchos otros santos. Benedicto XVI pone como modelo de teólogo a De Hans Urs von Balthasar, que solía hablar de una "teología orante" o "de rodillas": "El ejemplo que Von Balthasar nos ha dejado es (...) el de un verdadero teólogo, que en la contemplación había descubierto la acción coherente con vistas al testimonio cristiano en el mundo".
-“Saldremos vencedores, gracias a Aquel que nos amó”. Qué hermosa definición de Jesús: «aquel que nos amó"... Trato de dar a estas palabras un contenido concreto: Tú piensas en mí, Señor... Quieres mi felicidad... Me tiendes la mano cuando caigo... Me comprendes... Das tu vida por mí... Me perdonas... Me amas... (Noel Quesson).
3. “¡Y tú, Señor Yahveh, actúa por mí en gracia de tu nombre, porque tu amor es bueno, líbrame!, porque soy pobre y desdichado, y tengo dentro herido el corazón; ¡ayúdame, Yahveh, Dios mío, sálvame por tu amor!” Quien se ve perseguido y condenado injustamente, fácilmente reacciona con violencia; la justicia no siempre es posible aquí, pero se realizará más tarde, y mientras podemos unirnos a la oración de Jesús: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Entonces seremos un signo divino en medio del mundo: “¡Sepan ellos que tu mano es ésta, que tú, Yahveh, lo has hecho! ¡Copiosas gracias a Yahveh en mi boca, entre la multitud le alabaré: porque él se pone a la diestra del pobre para salvar su alma de sus jueces!”
Llucià Pou Sabaté
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