martes, 19 de agosto de 2014

Martes de la semana 20 de tiempo ordinario

Martes de la semana 20 de tiempo ordinario; año par

La llamada de Dios da fuerza para ser instrumentos suyos para grandes empresas, y Él es buen pagador para los que tienen esa libertad interior de seguirle
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.» Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: -«Entonces, ¿quién puede salvarse?» Jesús se les quedó mirando y les dijo: -«Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo.» Entonces le dijo Pedro: -«Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar? » Jesús les dijo: -«Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mi deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros»” (Mateo 19,23-30).
1Jesús, nos hablas del uso de riquezas. –“Luego que se marchó el joven, Jesús dijo a sus discípulos: "Os aseguro que con dificultad entrará un rico en el Reino de Dios."” Jesús está apenado. Propuso a un joven que lo siguiera, pero ¡este prefirió su "bolsa"! ¿Cómo podemos sentir tales preferencias? Entre Tú, Señor, y el "dinero"... ¿Cómo es posible preferir el dinero?
"Más fácil es que entre un camello por el ojo de una aguja, que no que entre un rico en el Reino de Dios." Lo del camello se ve que era un proverbio popular para indicar algo imposible. También se llamaba aguja a la puerta pequeña de la ciudad, abierta todo el día, donde pasaban las personas pero no los camellos, para los que había que abrir las puertas grandes. Las riquezas son buenas en sí, a no ser que se hayan acumulado injustamente. Las «posesiones» son para que las poseamos a fin de bien, no para que nos posean y nos quiten la capacidad del cielo: No se puede servir a Dios y a Mammón, al dinero, como nos dijo Jesús en el sermón de la montaña (Mt 6,24). Este aviso nos debe hacer pensar. Vale la pena estar libres de apegamientos, confiando en Dios, que nos ganará en generosidad (J. Aldazábal).
-“Al oír aquello, los discípulos se quedaron enormemente desorientados y decían: "¿quién puede salvarse?" Jesús se los quedo mirando y les dijo: "Humanamente eso es imposible, pero para Dios todo es posible"”. ¿Me salvaré? Es la pregunta de las cosas importantes... Ayúdame, Señor, a meterme en tu corazón y tu salvación.
-“Intervino entonces Pedro: "Nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido ¿qué nos va a tocar?” Nos gusta la seguridad, sobre todo la felicidad. Jesús, respondes a los apóstoles:
-“Vosotros, los que me habéis seguidocuando llegue el mundo nuevoos sentaréis con el Hijo del hombre... Recibiréis el céntuplo de lo que habéis dejado... Y heredaréis vida eterna...” El porvenir que prometes a los tuyos, a los que te han seguido, venciendo todos los obstáculos... es un porvenir alegre, es una abundancia de vida, una plenitud, es una expansión, un crecimiento divino. Gracias, Señor. Condúceme hacia ese día (Noel Quesson).
Nos dices también, Señor, que todo aquel que practique la renuncia de todo para seguir a Jesús obtiene la vida eterna. En los pasajes paralelos vemos que Jesús asegura a sus seguidores una bendición de Dios "en este mundo" (cf Mc 10,30) y relaciona el "céntuplo" con la vida eterna.
Los apóstoles se sentarán sobre los doce tronos que se alzarán a la entrada del Reino y llevarán a cabo, con el Mesías, el juicio que permitirá o prohibirá el acceso a él (cf Is 3,14; Maertens-Frisque).
Concede, Señor, a todos los apóstoles que no piensen ante todo en las cosas que hay que hacer, ni en las empresas apostólicas que conviene activar... sino en ti, y en seguirte.
2. Ezequiel (28,1-10) nos cuenta: -“La palabra del Señor me fue dirigida: «Hijo de hombre, dirás al príncipe de Tiro...»”
Tiro es una ciudad de la costa mediterránea, que con Sidón y Biblos fue uno de los grandes puertos fenicios de donde éstos partieron para conquistar la cuenca del Mediterráneo. Al dirigirse al «príncipe de Tiro» la Palabra de Dios, se nos abre ya la mentalidad universal del mensaje de salvación.
En el evangelio, Tiro es también el símbolo de la ciudad pagana. Jesús, nos cuentas tu milagro en favor de una mujer siro-fenicia (Marcos 7,24). Esta «ciudad que no ha oído el anuncio del evangelio», nos dices, es también amada por Dios: "habrá menos rigor para Tiro y para Sidón que para ti, Cafarnaúm" (Lc 10,13-15). Quiero rezarte hoy, Señor, por tantas personas, tantos pueblos que no te conocen, para que entren en este conocimiento de la salvación, para que sean más felices…
Tiro era una isla, próxima a la costa. Su posición estratégica, «en medio del mar» le confería una situación de fuerza por lo que pensaba que era invencible hasta el día que Alejandro Magno mandó construir un dique que la unió al continente. El profeta se alza contra la pretensión orgullosa de esta ciudad. Nos parece oír, por adelantado, las invectivas de Jesús contra todas las ciudades -todos los poderes, y todos los hombres...- que se pasan de listos ante Dios: «Tú, Cafarnaúm, ¿crees que llegarás hasta el cielo? Serás precipitada a los infiernos.» (Mt 11,23).
Quiero sentir esas palabras, Señor, como una advertencia, para que sea humilde.
-“Con tu sabiduría y tu inteligencia has adquirido una fortuna, has amontonado oro y plata en tus tesoros. Por tu habilidad en el comercio has multiplicado tu fortuna y por tu fortuna se ha engreído tu corazón...” Quiero vivir la pobreza, Señor, como nos dices hoy, como nos dices tantas veces: «No amontonéis tesoros en la tierra» (Mateo 7,19). No quiero hacer como aquel inconsciente: «Recogeré mi cosecha en mis graneros» -"¡Insensato!, esta misma noche te reclamarán el alma" (Lucas 12,16-21). Palabras siempre actuales (Noel Quesson). Al rey de Tiro le reprocha Ezequiel: «te hiciste una fortuna, acumulaste oro y plata en sus tesoros»; pero ¿de qué le va a servir?
Vemos que muchos personajes de la historia se quedan engreídos, llenos de poder, de riqueza o de sabiduría; a uno le parece que no necesita ya de nada, que nada le falta y entonces la tentación de prescindir no sólo de los demás hombres, sino incluso de Dios (J. Pedrós).
3. Son lecciones que nunca acabamos de aprender, por más que la historia sea maestra de la vida. El salmo nos dice que la última palabra la tiene siempre Dios: «yo doy la muerte y la vida... el día de su perdición se acerca y su suerte se apresura, porque el Señor defenderá a su pueblo y tendrá compasión de sus siervos». El Señor «enaltece a los humildes», como dijo la Virgen. Y Jesús lo reafirmó en el evangelio: «porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla, será ensalzado» (Lc 14,11; 18,14).
Llucià Pou Sabaté


San Juan Eudes, presbítero

En la segunda mitad del siglo XVI, vivía en Ri, Normandía (Francia), un granjero llamado Isaac Eudes, casado con Marta Corbin. Como no tuviesen hijos al cabo de dos años de matrimonio, ambos esposos fueron en peregrinación a un santuario de Nuestra Señora. Nueve meses después tuvieron un hijo, al que siguieron otros cinco. El mayor recibió el nombre de Juan y, desde niño, dio muestras de gran inclinación al amor de Dios. Se cuenta que, cuando tenía nueve años, un compañero de juegos le abofeteó; en vez de responder en la misma forma, Juan siguió el consejo evangélico y le presentó la otra mejilla.
A los catorce años, Juan ingresó en el colegio de los jesuitas de Caén. Sus padres deseaban que se casara y siguiera trabajando la granja de la familia. Pero Juan, que había hecho voto de virginidad, recibió las órdenes menores en 1621 y estudió la teología en Caén con la intención de consagrarse a los ministerios parroquiales. Sin embargo, poco después determinó ingresar en la congregación del oratorio, que había sido fundada en 1611 por el futuro cardenal Pedro de Bérulle. Tras de recabar con gran dificultad el permiso paterno, fue recibido en París por el superior general en 1623. Juan había sido hasta entonces un joven ejemplar: su conducta en la congregación no lo fue menos, de suerte que el P. Bérulle le dio permiso de predicar, aunque sólo había recibido las órdenes menores. Al cabo de un año en París, Juan fue enviado a Aubervilliers a estudiar bajo la dirección del P. Carlos de Condren, el cual, según la expresión de Santa Juana Francisca de Chantal, "estaba hecho para educar ángeles". El fin de la congregación del oratorio consistía en promover la perfección sacerdotal y Juan Eudes tuvo la suerte de ser introducido en ella por dos hombres de la talla de Condren y Bérulle.
Al servicio de los enfermos
Dos años más tarde, se desató en Normandía una violenta epidemia de peste, y Juan se ofreció para asistir a sus compatriotas. Bérulle le envió al obispo de Séez con una carta de presentación, en la que decía: "La caridad exige que emplee sus grandes dones al servicio de la provincia en la que recibió la vida, la gracia y las órdenes sagradas, y que su diócesis sea la primera en gozar de los frutos que se pueden esperar de su habilidad, bondad, prudencia, energía y vida". El P. Eudes pasó dos meses en la asistencia a los enfermos en lo espiritual y en lo material. Después fue enviado al oratorio de Caén, donde permaneció hasta que una nueva epidemia se desató en esa ciudad, en 1631. Para evitar el peligro de contagiar a sus hermanos, Juan se apartó de ellos y vivió en el campo, donde recibía la comida del convento.
Predicador ungido
Pasó los diez años siguientes en la prédica de misiones al pueblo, preparándose así para la tarea a la que Dios le tenía destinado. En aquella época empezaron a organizarse las misiones populares en su forma actual. San Juan Eudes se distinguió entre todos los misioneros. En cuanto acababa de predicar, se sentaba a oír confesiones, ya que, según él, "el predicador agita las ramas, pero el confesor es el que caza los pájaros". Mons. Le Camus, amigo de San Francisco de Sales, dijo refiriéndose al P. Eudes: "Yo he oído a los mejores predicadores de Italia y Francia y os aseguro que ninguno de ellos mueve tanto a las gentes como este buen padre". San Juan Eudes predicó en su vida unas ciento diez misiones.
Confesor: Las gentes decían de él: "En la predicación es un león, y en la confesión un cordero".
Las mujeres atrapadas en mala vida
Una de las experiencias que adquirió durante sus años de misionero, fue que las mujeres de mala vida que intentaban convertirse, se encontraban en una situación particularmente difícil. Durante algún tiempo, trató de resolver la dificultad alojándolas provisionalmente en las casas de las familias piadosas, pero cayó en la cuenta de que el remedio no era del todo adecuado. Magdalena Lamy, una mujer de humilde origen, que había dado albergue a varias convertidas, dijo un día al santo: "Ahora os vais tranquilamente a una iglesia a rezar con devoción ante las imágenes y con ello creéis cumplir con vuestro deber. No os engañéis, vuestro deber es alojar decentemente a estas pobres mujeres que se pierden porque nadie les tiende la mano".
Estas palabras produjeron profunda impresión en San Juan Eudes, quien alquiló en 1671, una casa para las mujeres arrepentidas; en la que podían albergarse en tanto que encontraban un empleo decente. Viendo que la obra necesitaba la atención de religiosas, el santo la ofreció a las visitandinas, quienes se apresuraron a aceptarla.
Formación del clero
San Juan Eudes se dio cuenta de que para que el pueblo sea ferviente y llevarlo a la santidad era necesario proveerlo de muy buenos y santos sacerdotes y que para formarlos se necesitaban seminarios donde los jóvenes recibieran muy esmerada preparación. Por eso se propuso fundar seminarios en los cuales los futuros sacerdotes fueran esmeradamente preparados para su sagrado ministerio.

Después de mucho orar, reflexionar y consultar, San Juan Eudes abandonó la congregación del oratorio en 1643. La experiencia le enseñó que el clero necesitaba reformarse antes que los fieles y que la congregación sólo podría conseguir su fin mediante la fundación de seminarios. El P. Condren, que había sido nombrado superior general, estaba de acuerdo con el santo; pero su su-
cesor, el P. Bourgoing, se negó a aprobar el proyecto de la fundación de un seminario en Caén.
Entonces el P. Eudes decidió formar una asociación de sacerdotes diocesanos, cuyo fin principal sería la creación de seminarios con miras a la formación de un clero parroquial celoso. La nueva asociación quedó fundada el día de la Anunciación de 1643, en Caén, con el nombre de "Congregación de Jesús y María". Sus miembros, como los del oratorio, eran sacerdotes diocesanos y no estaban obligados por ningún voto. San Juan Eudes y sus cinco primeros
compañeros se consagraron a "la Santísima Trinidad, que es el primer principio y el último fin de la santidad del sacerdocio". El distintivo de la congregación era el Corazón de Jesús, en el que estaba incluido místicamente el de María; como símbolo del amor eterno de Jesús por los hombres.
La congregación encontró gran oposición, sobre todo por parte de los jansenistas y de los padres del oratorio. En 1646, el P. Eudes envió a Roma al P. Manoury para que recabase la aprobación pontificia para la congregación, pero la oposición era tan fuerte, que la empresa fracasó.
En 1650, el obispo de Coutances pidió a San Juan que fundase un seminario en dicha ciudad. El año siguiente, M. Oliver, que consideraba al santo como "la maravilla de su época", Ie invitó a predicar una misión de diez semanas en la iglesia de, San Sulpicio de París. Mientras se hallaba en esa misión, el P. Eudes recibió la noticia de que el obispo de Bayeux acababa de aprobar la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio, formada por las religiosas que atendían a las mujeres arrepentidas de Caén. En 1653, San Juan fundó en Lisieux un seminario, al que siguió otro en Rouen en 1659. ¡En seguida, el santo se dirigió a Roma a tratar de conseguir la aprobación pontificia para su congregación; pero los santos no siempre tienen éxito, y San Juan Eudes fracasó en Roma.
Un año después, una bula de Alejandro VII aprobó la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio. Ese fue el coronamiento de la obra que el P. Eudes y Magdalena Larny habían emprendido treinta años antes en favor de las pecadoras arrepentidas. San Juan siguió predicando misiones con gran éxito; en 1666, fundó un seminario en Evreux y, en 1670, otro en Rennes.
Al afro siguiente, publicó un libro titulado "La Devoción al Adorable Corazón de Jesús". Ya antes, el santo había instituido en su congregación una fiesta del Santísimo Corazón de María. En su libro incluyó el propio de una misa y un oficio del Sagrado Corazón de Jesús. El 31 de agosto de 1670, se celebró por primera vez dicha fiesta en la capilla del seminario de Rennes y pronto se extendió a otras diócesis. Así pues, aunque San Juan Eudes no haya sido el primer apóstol de la devoción al Sagrado Corazón en su forma actual, fue sin embargo él "quien introdujo el culto del Sagrado Corazón de Jesús y del Santo Corazón de María"', como lo dijo León XIII en 1903. El decreto de beatificación añadía: "El fue el primero que, por divina inspiración les tributó un culto litúrgico."
Clemente X publicó seis breves por los que concedía indulgencias a las cofradías de los Sagrados Corazones de Jesús y María, instituidas en los seminarios de San Juan Eudes.
Durante los últimos años de su vida, el santo escribió su tratado sobre "el Admirable Corazón de la Santísima Madre de Dios"; trabajó en la obra mucho tiempo y la terminó un mes antes de morir. Su última misión fue la que predicó en Sain-Lö, en 1675, en plena plaza pública, con un frío glacial. La misión duró nueve semanas. El esfuerzo enorme acabó con su salud y a partir de entonces se retiró prácticamente de la vida activa.
Su muerte ocurrió el 19 de agosto de 1680.
Fue canonizado en 1925 y su fiesta fue incluida en el calendario de la Iglesia de occidente en 1928.

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