jueves, 19 de julio de 2012


Viernes de la semana 15 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Jesús, Señor del sábado, quiere nuestro bien
“Un sábado de aquéllos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron: -«Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado.» Les replicó: -«¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la Ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendierais lo que significa "quiero misericordia y no sacrificio", no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado»” (Mateo 12.1-8).
1. El diálogo entre Cristo y el fariseo, en torno a la observancia del sábado, es importante. A partir de pequeños acontecimientos de la vida corriente, vas formando a tus apóstoles, Jesús: -“Por aquel entonces, un sábado, iba Jesús por los sembrados; los discípulos sintieron hambre y empezaron a arrancar espigas y a comer”. Comer algo que se toma con la mano, está permitido entre los judíos.
Los apóstoles han violado una de las reglas de la Mischna sobre el Sabbath sobre las actividades prohibidas en ese día. Tú, Jesús, les haces ver que la ley que prohíbe arrancar las espigas en sábado no es más que un documento de comentaristas de la ley; por el contrario, la misma ley autoriza claramente a comer el pan sagrado cuando se tiene hambre (1 Sam 21,2-7).
-“Tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado”. Lo primero que indicas, Señor, es que David viola un día una disposición litúrgica porque tenía hambre. Y lo apruebas, mostrando que conservar la vida tiene, para Dios, más importancia que las leyes cultuales.
También dices que los sacerdotes encargados del servicio del Templo, hacen toda clase de trabajos corporales el día del sábado, para preparar los sacrificios o limpiar los utensilios del culto.
Y con el Profeta Oseas, que hemos leído estos días, recuerdas que Dios nos dice: "Quiero amor y no sacrificios" (Os 9,13), mostrando la verdadera jerarquía de valores: ¡lo que Dios quiere es nuestro corazón! «Prefiero las virtudes a las austeridades, dice con otras palabras Yavé al pueblo escogido, que se engaña con ciertas formalidades externas.
-Por eso, hemos de cultivar la penitencia y la mortificación, como muestras verdaderas de amor a Dios y al prójimo» (J. Escrivá, Surco 992). Podemos concretar algunos sacrificios en el trabajo cuidando las cosas pequeñas, en la cordialidad en el trato o en la comida, etc.
Pero vas más lejos, afirmando que tú eres "Señor del sábado" y "más importante que el templo". Tienes plenos poderes. Eres "Hijo del hombre" y el "Señor del sábado", Dios legislador que nos muestra la auténtica Ley, el Mesías esperado que modificase la legislación (Maertens-Frisque).
-“Hay aquí alguien que es mayor que el templo”. En el Templo no habita Dios, pero en ti, Jesús, Dios se hace carne. No derogas la Ley del Sábado, sino que la interpretas desde el interior, y le insuflas un soplo nuevo (Noel Quesson). El día de la creación, con la nueva creación que es tu Resurrección, Jesús, pasará a ser el día del Señor –“diez dominus”, domingo- aunque en algunas lenguas sigue llamándose el “día del Sol”, pues tú eres la luz que nos iluminas. Así, el "primer día de la semana", el domingo, pasa a ser el día de la Eucaristía.
El sábado, que estaba pensado para liberar al hombre, lo convertían algunos maestros en una imposición agobiante. Lo mismo podría pasar con nuestra interpretación del descanso dominical, por ejemplo, que ahora el Código de Derecho Canónico interpreta bastante más ampliamente que antes: «se abstendrán de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor o disfrutar del debido descanso («relaxationem») de la mente y del cuerpo» (CIC 1247).
Jesús, nos enseñas a ser humanos y comprensivos, y nos das tu consigna: no es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre. Pones ahí el acento de que el bien del hombre es el camino de la Ley, y en el fondo, “el pecado ofende a Dios lo que perjudica al hombre” (Santo Tomás de Aquino); si algo es bueno para el hombre, no es pecado pues la Ley va dirigida a nuestro bien. Esto significa que las leyes han de estar puestas para bien de las personas, y no poner en nombre de Dios cosas que perjudican la persona. Serán en todo caso apreciaciones humanas, que han de ir dirigidas a ese fin y si no se pueden cambiar.
Todo rito, como la asistencia a la santa Misa, debe ir acompañados por la unión interior contigo, Jesús: «El sacrificio exterior para ser auténtico, debe ser expresión del sacrificio espiritual. “Mi sacrificio es un espíritu contrito...”. Los profetas de la Antigua Alianza denunciaron con frecuencia los sacrificios hechos sin participación interior o sin relación con el amor al prójimo. Jesús recuerda las palabras del profeta Oseas: “Misericordia quiero, que no sacrificio”. El único sacrificio perfecto es el que ofreció Cristo en la cruz en ofrenda total al amor del Padre y por nuestra salvación. Uniéndonos a su sacrificio, podemos hacer de nuestra vida un sacrificio para Dios» (CEC 2100).
2. Isaías (38) anuncia la muerte del rey Ezequías, quien reza: «¡Ah, Señor! Dígnate recordar que yo he andado en tu presencia con fidelidad de corazón. He hecho lo que es recto a tus ojos
Entonces “la palabra del Señor le fue dirigida a Isaías diciendo: Ve y di a Ezequías, he oído tu plegaria y he visto tus lágrimas. Mira, añadiré quince años a tu vida”. Es grande el poder de la oración. Señor, concédenos confiar en la fuerza de la oración. Señor, concédenos seguir confiando aun cuando no haya indicios de curación.
-Ezequías preguntó: «¿Cuál será la señal de que podré volver a subir al templo del Señor?»
-Isaías contestó: «Esta será para ti la señal de que el Señor cumplirá su promesa; voy a hacer retroceder diez grados la sombra que había descendido sobre el cuadrante solar...» Y desanduvo el sol los diez grados que había descendido. Son los signos que leemos, pero seguro que más allá de la historia, ¿no nos sugiere Dios con ello toda la importancia que tenemos que dar a los «años que nos quedan de vida»? Hay un desprecio de las realidades de la tierra y de la vida que no es cristiano. El anuncio de la resurrección y de la vida eterna no es una huida hacia lo irreal: lo temporal cuenta para Dios. Haz, Señor que sepamos aprovechar bien cada una de nuestras jornadas (Noel Quesson).
3. El salmo 38, que cantamos como responsorial, se suele identificar como esta oración de Ezequías: «yo pensé: en medio de mis días tengo que marchar hacia las puertas del abismo, me privan del resto de mis años». Y consigue de Dios la curación: «me has curado, me has hecho revivir».
Como le dice el profeta, Dios «atrasa el reloj diez grados»: le concede unos años más de vida. Ezequías es también el que consiguió hacer retroceder al general Senaquerib y sus ejércitos, cuando quería apoderarse de Palestina como paso hacia Egipto.
Nuestra oración es siempre escuchada, como la de Ezequías. No sabemos en qué dirección, pero siempre es eficaz, si nos pone en sintonía con el Dios que quiere la salvación de todos. Como a él, también a nosotros nos dice: «He escuchado tu oración, he visto tus lágrimas... Os libraré... os protegeré».
Ojalá podamos experimentar como el salmista: «los que Dios protege, viven, y entre ellos vivirá mi espíritu; me has curado, me has hecho revivir».
Y entonces, nada nos hace perder la paz: «Conviene no forjarnos ilusiones. La paz de nuestro espíritu no depende del buen carácter y benevolencia de los demás. Ese carácter bueno y esa benignidad de nuestros prójimos no están sometidos en modo alguno a nuestro poder y a nuestro arbitrio. Esto sería absurdo. La tranquilidad de nuestro corazón depende de nosotros mismos. El evitar los efectos ridículos de la ira debe estar en nosotros y no supeditarlo a la manera de ser de los demás. El poder superar la cólera no ha de depender de la perfección ajena, sino de nuestra virtud». (Casiano).
Llucià Pou Sabaté



Jueves de la semana 15 de tiempo ordinario

Hemos de confiar en Jesús que nos libera de toda pena, pues unidos a él todo tiene sentido de salvación

“En aquel tiempo, exclamó Jesús: -«Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mateo 11,28-30).

1. Es muy breve el evangelio de hoy, pero rico en contenido y consolador. Los doctores de la ley solían cargar fardos pesados en los hombros de los creyentes. Tú, Jesús, el Maestro verdadero, no. Nos aseguras que tu «carga es ligera», y que en ti «encontraremos descanso».

Tu estilo de vida, Jesús, es exigente. Incluye renuncias y nos pides cargar con la cruz. Pero, a la vez, nos prometes tu ayuda. Cargamos con la cruz, si, pero en tu compañía, y nos dices: «Yo os aliviaré». Como el Cireneo te ayudó a llevar la cruz camino del Calvario, tú nos ayudas a nosotros a superar nuestras luchas y dificultades. Cuando nos sentimos «cansados y agobiados», iré a ti, Señor, que conoces muy bien nuestro camino (J. Aldazábal).

-“Venid a mi todos los que estáis rendidos y agobiados”. Tu corazón está abierto, Señor, a los pequeños o humildes, los pobres, los que sufren, los hambrientos, los enfermos o desgraciados... todos los que están rendidos y agobiados. En primer lugar quiero contemplar ese sentimiento de tu corazón.

-“Y Yo os aliviaré”. Descanso en ti, Señor, en ti confío. Recuerdo un sacerdote mayor, que estaba en un hospital en coma, y al hablarle repetía: “in manus tuas, Domine, commendo spiritum meum” (en tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu). Luego al reponerse no recordaba esa oración suya, que me edificó.

-“Cargad con mi yugo, sed mis discípulos: aprended de mí, que soy sencillo y humilde, y encontraréis vuestro respiro”. Tu "yugo", Jesús es soportable. No es una carga que aplaste y lastime. Te doy gracias, Señor, porque a lo largo de la vida veo que hay una mano invisible que me guía, especialmente en las dificultades, como se suele decir: “cuando más negra es la noche, amanece Dios”.

Te reconozco, Señor, que me llevas en el camino de la vida, y veo que es verdad lo que dices: “-Sí, mi yugo es llevadero y mi carga ligera”. Sin embargo, a veces, lo encuentro pesado y lo soporto mal. Pero, Señor quiero hacerte caso y abandonarme a ti. Es muy cierto que si uno se abandona verdaderamente a Dios, queda realmente reconfortado, colmado de serenidad y de alegría. Nuestra Fe, nuestras vocaciones, nuestras obligaciones religiosas... no deberían ser nunca "cargas" para nosotros. El amor no puede ser más que liberador y radiante. Por esta alegría se reconocen los verdaderos discípulos de Jesús (Noel Quesson).

La carga es liviana… Escuchando este Evangelio, pienso en los judíos muertos en las cámaras de gas durante la segunda guerra mundial, en los millones de esclavos a quienes no se les ha permitido ser libres, en tantos obreros de la industria moderna que son explotados injustamente, en los indígenas maltratados y marginados en sus propios países, en las gentes que llenan tantos campos de refugiados a lo largo y ancho del mundo, en los que sufren y mueren en soledad en los hospitales, en los niños y niñas que son explotados sexualmente, en los drogadictos que han encontrado su infierno particular huyendo posiblemente de otros infiernos. Todos estos y muchos más, tienen el derecho de sentir estas palabras de Jesús como dirigidas a ellos. Ellos son los últimos de nuestro mundo. Ellos son aquellos a los que ha tocado la peor parte en la herencia. Ellos realmente merecen encontrar consuelo y descanso en el Reino de Dios. Ellos tienen que ser los primeros en entrar en la casa del Padre. ¿Qué podría hacer para que estas palabras llegasen a sus destinatarios? (Servicio Biblico Latinoamericano).

Ayer estaba en la calle con dos hombres de ideología más bien anticatólica, que me pararon para hablar de temas sociales en relación con la Iglesia, y mientras una gitana se me acercó –como suelen hacer al ver un sacerdote- para pedir dinero, para dar de comer a sus niños. Le contesté que no daba dinero, pero que si querían los que me acompañaban mientras hablábamos íbamos a una tienda y allí le compraba comida. Así lo hicimos, yendo a un supermercado, y ella se fue feliz con su comida. Luego, me dijo uno de los contertulios: “nosotros hablamos mucho pero no hacemos estas cosas”, les contesté que podíamos imaginarnos ser la persona necesitada, y así estar en la piel de esa mujer, y si fuéramos ella, nos gustaría que nos ayudaran, y que a nosotros no nos costaba casi esfuerzo ayudar un poco, y que a ella le suponía mucho bien… estuvimos de acuerdo en tantas cosas de labor social que hace la Iglesia.

Otro día me decía otra persona, en un autobús, que le daba mucha paz dar dinero a caritas porque el 100% de lo que daba iba a ayudar a la gente, que no se quedaba un tanto por ciento alto en gastos de organización, como pasa en muchas otras instituciones…

También el otro día vimos un video de “la Iglesia y el sida” y nos quedamos impresionados. Y ante la crítica que hacen de por qué no participa la Iglesia más en prevención, contestaba un cardenal: al ver a los enfermos los curamos, es como si viéramos un herido de tráfico en carretera, no nos paramos a leerle el código de circulación, lo queremos curar en primer lugar… Señor, providencia de los pueblos y luz de las naciones, haznos comprender a todos que la vida es un don tuyo y que, aún en medio de las adversidades, eres Tú quien nos diriges atentamente con mociones, impulsos sobre nuestra conciencia, abierta a tu inspiración y gracia. Amén.

El Evangelio donde el Hijo nos da a conocer las maravillas del Eterno Padre, es un mensaje de amor, y no un simple código penal. El que lo conozca lo amará, es decir, no lo mirará ya como una obligación sino como un tesoro, y entonces sí que le será suave el yugo de Cristo, así como el avaro se sacrifica gustosamente por su oro, o como la esposa lo deja todo por seguir a aquel que ama. Todo precepto es ligero para el que ama, dice S. Agustín; amando, nada cuesta el trabajo: “Ubi amatur, non laboratur”.

2. Isaías (26) nos habla del alma que busca a Dios: -“La senda del justo es recta. Tú allanas el sendero del justo”. Señor, haz que camine rectamente por tu senda. Haz que avance...

-“Tu nombre y tu recuerdo son el «anhelo de nuestra alma». Te deseo durante la noche”. Desde la mañana te busca mi espíritu.

Oración de deseo, de esperanza. Día y noche, sin cesar. Lo que el profeta desea es al mismo Dios: su Nombre, su Recuerdo.

-“Señor, concédenos la paz, porque tú actúas con nosotros según nuestras obras. Señor, en el desamparo de tu castigo te buscamos; tu castigo es la angustia y la opresión”. Es la oración de un hombre «en el desamparo» que ora en nombre de un pueblo que sufre colectivamente: las derrotas eran entonces interpretadas como un «castigo» de los pecados cometidos.

-“Como la mujer encinta, próxima al parto, sufre y se queja en su trance, así estamos nosotros delante de Ti, Señor. Hemos concebido, tenemos trabajos, pero hemos dado a luz el viento, no hemos traído salvación a la tierra, no han nacido hombres al mundo”… Sin el auxilio de la gracia de Dios, nuestras vidas nada son, sino vacío.

“-Tus muertos resucitarán, los cadáveres revivirán. Despertaos y cantad, habitantes del polvo, porque rocío luminoso es tu rocío, y del país de los muertos la vida renacerá”. Es la fe, la esperanza en lo profundo del más radical fracaso. La resurrección. El sufrimiento resulta fecundo, el esfuerzo humano no es nunca "la nada"... cuando se los considera a ese nivel, el más profundo. Señor, danos la esperanza. Señor, da esa esperanza a los que se encuentran más hundidos por la prueba (Noel Quesson).

Queremos rezar con estas palabras del alma que se confía en Dios: «Mi alma te ansía de noche / y mi espíritu te busca dentro de mí / porque tus juicios son luz de la tierra / y aprenden justicia los habitantes del orbe».

3. Con nuestras solas fuerzas, sólo damos a luz viento. Vamos escarmentando sólo a base de golpes: «en el peligro acudíamos a ti, cuando apretaba la fuerza de tu escarmiento». Orientemos nuestra esperanza según las palabras de Isaías: «mi espíritu madruga por ti... tú nos darás la paz... todas nuestras empresas nos las realizas tú». Entonces sí, «vivirán tus muertos, despertarán jubilosos los que habitan en el polvo».

El salmo sigue con esta oración: «Tú permaneces para siempre... levántate y ten misericordia de Sión... Que el Señor desde el cielo se ha fijado en la tierra, para escuchar los gemidos de los cautivos y librar a los condenados a muerte».

Llucià Pou Sabaté

&

miércoles, 18 de julio de 2012

Miercoles semana 15 tiempo ordinario

El encuentro con el Señor se realiza en la sencillez, vuelca su misericordia y ternura en el alma que abre su miseria a la grandeza de Dios; en cambio caen los orgullosos

“En aquel tiempo, exclamó Jesús: -«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mateo 11,25-27).

1. Te veo rezar, Jesús, y quiero aprender de ti: “-Padre, Señor del cielo y de la tierra...” Es el único pasaje del evangelio donde usas estas palabras solemnes, pues sueles hablar del Padre con términos de intimidad y familiaridad. Lo dices en continuidad con toda la Escritura: No hay otro Dios más que El. Y es quien dirige todo ese gran universo con sus millones de seres desde los átomos hasta las estrellas. Todo cuanto existe le está sometido. Es el "Señor del cielo y tierra". Te adoro, Padre, cada fiesta en la Misa: "Gloria a Dios en las alturas..."

–“Bendito seas”... Rezas, Señor, dirigiéndote al Padre en acción de gracias, alabanza, un "te lo agradezco". Veo tu corazón lleno de agradecimiento hacia el Padre. "¡Bendito seas, Padre!". Contigo, Jesús, yo repito esa sencilla y breve oración.

-“Porque lo que has escondido a los sabios y entendidos, lo has revelado a la gente sencilla”. ¡Este es el objeto de su agradecimiento! Porque Dios se "esconde" a los orgullosos... y se "revela" a los humildes. El gran Dios del Universo es desconocido de los que se creen ser más inteligentes y más sabios que los demás. Es a los pobres a quienes se da a conocer. Es entre los sencillos que naciste, Jesús; y los que escogiste como apóstoles eran también sencillos. ¿Tienes preferencia por los que no son nada en el mundo, los que son insignificantes a los ojos de los hombres?... los sencillos ¡éstos son valiosos a los ojos de Dios! Señor, ayúdame a ser "uno de esos pequeños a quien Tú te revelas.

Las personas sencillas, las de corazón humilde, son las que saben entender los signos de la cercanía de Dios. Lo afirma Jesús, por una parte, dolorido, y por otra, lleno de alegría. Cuántas veces aparece en la Biblia esta convicción. A Dios no lo descubren los sabios y los poderosos, porque están demasiado llenos de sí mismos. Sino los débiles, los que tienen un corazón sin demasiadas complicaciones. Entre «estas cosas» que no entienden los sabios está, sobre todo, quién es Jesús y quién es el Padre. Pero la presencia de Jesús en nuestra historia sólo la alcanzan a conocer los sencillos, aquellos a los que Dios se lo revela.

Los «sabios y entendidos», las autoridades civiles y religiosas, no te recibieron, Señor, en su “ignorancia”. Los letrados y los fariseos buscan mil excusas para no creer. La pregunta vale para nosotros: ¿somos humildes, sencillos, conscientes de que necesitamos la salvación de Dios?, ¿o, más bien, retorcidos y pagados de nosotros mismos, «sabios y entendidos», que no necesitamos preguntar porque lo sabemos todo, que no necesitamos pedir, porque lo tenemos todo? Cuántas veces la gente sencilla ha llegado a comprender con serenidad gozosa los planes de Dios y los aceptan en su vida, mientras que nosotros podemos perdernos en teologías y razonamientos. La oración de los sencillos es más entrañable y, seguramente, llega más al corazón de Dios que nuestros discursos eruditos de especialistas. Nos convendría a todos tener unos ojos de niño, un corazón más humilde, unos caminos menos retorcidos, en nuestro trato con las personas y, sobre todo, con Dios. Y saberles agradecer, a Dios y los demás, tantos dones como nos hacen. Siguiendo el estilo de Jesús y el de María, su Madre, que alabó a Dios porque había puesto los ojos en la humildad de su sierva (J. Aldazábal).

-“Sí, Padre, bendito seas por haberte parecido eso bien”. Me gustaría oírte decir "¡Padre!", Jesús, para aprender de ti que Dios es ante todo "la bondad". Dios es bueno, ¿Dudo, quizá alguna vez, de la bondad de Dios? Ayúdame, Señor, a rezar, como tú, esta oración de alabanza: "Gracias, oh Padre, por esto... por aquello..."

-“Mi Padre me lo ha confiado todo. Al Hijo lo conoce sólo el Padre, y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiere revelar”. Sí, lo sabemos: Dios es difícil de alcanzar. Nadie lo ha visto nunca, excepto tú, Jesús: "conoces a Dios"... ¡y lo das a conocer a los que aceptan seguirte y ser de tu escuela! Jesús, ayúdame, todos y cada día de mi vida, a conocer mejor al Padre. ¡Que tu evangelio sea mi meditación cotidiana! Que trate de penetrar mejor en tu misterio... hasta el día que, por fin, te veré cara a cara (Noel Quesson).

Los pobres en el espíritu y humildes de corazón son los queridos por Dios: «De la misma manera que los padres y las madres ven con gran gusto a sus hijos, también el Padre del universo recibe gustosamente a los que se acogen a él. Cuando los ha regenerado por su Espíritu y adoptado como hijos, aprecia su dulzura, los ama, la ayuda, combate por ellos y por eso, los llama sus «hijos pequeños» (San Clemente de Alejandría).

2. Isaías (10,5-7.13-16) proclama la “Palabra de Dios” que se muestra como Señor de la historia: “¡Ay del asirio! instrumento de mi ira, vara que mi furor maneja”.

Puede haber victorias coyunturales en el mar de la historia, pero también hay una providencia que guía los acontecimientos, que pone unos límites al mal: “-Dijo: «Con el poder de mi mano lo hice y con mi habilidad, porque soy inteligente. He borrado las fronteras de los pueblos, he saqueado sus tesoros, he abatido a los poderosos.

Como se toma un pájaro en su nido, mi mano ha robado la riqueza de los pueblos. Como se recogen huevos abandonados, he recogido yo toda la tierra. Y no hubo quien aleteara, ni abriera el pico, ni piara.» No conocemos estos planes pues Dios los combina con una real libertad humana…

-“Soy Yo quien lo ha enviado contra una nación perversa... Pero él no lo entiende así, no es éste el juicio de su corazón: lo único que quiere es destruir. ¿Acaso se jacta el hacha frente al que la tiene asida? ¿Y la sierra frente al que la maneja? Como si la vara quisiera dirigir al que la levanta, la varilla o batuta, mover el brazo que la agita”.

Una «lectura» simplemente humana de la historia es pobre, y una «lectura en la fe» nos da más perspectivas, las sobrenaturales. Desde luego, no quedamos dispensados de hacer primero el análisis humano de las situaciones. Es, incluso, necesario. Es el primer tiempo de una re-visión de vida. Pero hay que tratar de ir más lejos... hay que hacer una re-visión con esta visión de la fe, ¡hasta reconocer la acción de Dios en las acciones de la historia! (Noel Quesson).

Recuerdo dos profesores que fueron a dar clase a un colegio: uno lo pasó muy mal por la poca educación de los alumnos y mal ambiente de los colegas. El otro se lo pasaba muy bien porque empatizaba con todos, y lo escogieron los otros profesores como jefe de estudios. Cuentan de dos vendedores de zapatos que se encuentran en un pueblo de África. Uno es optimista y el otro es pesimista. El pesimista dice: -“Aquí no hay nada que hacer. Todo el mundo va descalzo”. El optimista dice: -“Aquí hay un negocio seguro, nadie tiene zapatos”. Un cristiano tiene que se realista, objetivo. Pero ser objetivo es contar, no sólo con mis posibilidades, sino con las posibilidades de Dios. Y las posibilidades de Dios son infinitas. El realismo para el cristiano es que ante la marcha de nuestro mundo, ante el panorama que vemos a nuestro alrededor, piensa: “-Esto está más o menos mal. Pero con Dios todo es posible. Aquí hay mucho que hacer. No hay nada imposible para Dios”.

3. A lo largo de la historia, vemos cómo van cayendo los poderosos, y los que se creían omnipotentes son aniquilados. Es, una vez más, lo que dijo la Virgen en el Magníficat: «derriba del trono a los poderosos y a los ricos los despide vacíos».

Vivimos en unos tiempos en que se suceden los cambios políticos y se derrumban ideologías e imperios que parecían indestructibles. Siguen teniendo vigencia las exclamaciones del salmista: «trituran a tu pueblo, oprimen a tu heredad, y comentan: Dios no lo ve... Enteraos, los más necios del pueblo, ignorantes, ¿cuándo discurriréis?».

Es evidente también cómo Dios saca bien del mal y, a través de las vicisitudes de la historia, purifica a su pueblo y le ayuda a recapacitar y a madurar. A Atila le llamaron «el azote de Dios», como Asiria lo había sido en la época que estamos leyendo. Pero el emperador Ciro será instrumento de Dios para la vuelta del “resto de Israel”, será llamado Cristo. La fidelidad a Dios es una salvaguarda de los valores que están en la base de todo progreso (J. Aldazábal).

Es la misión de los sencillos llenos de fe, que abren al mundo el Evangelio: "aquí tienen todos a Cristo, sumo y perfecto ejemplar de justicia, caridad y misericordia, y están abiertas para el género humano, herido y tembloroso, las fuentes de aquella divina gracia, postergada la cual y dejada a un lado, ni los pueblos ni sus gobernantes pueden iniciar ni consolidar la tranquilidad social y la concordia" (Pío XII, Divino Afflante Spiritu).

Llucià Pou Sabaté

lunes, 16 de julio de 2012


Martes de la semana 15 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Dios nos pide fidelidad, escucha la voz del pobre y del oprimido y en cambio deja hundir al orgulloso para que venza su ignorancia y se salve
“En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde habla hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido: -«¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrian convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti» (Mateo 10,20-24).
1. Te vemos, Jesús, proclamar tu Reino, nos dices que hay que saber tomar partido "por" o "contra". –“Se puso entonces a recriminar a las ciudades, donde había hecho casi todos sus milagros, por no haberse convertido”. Nos dices que la vida humana no es un "juego", es algo muy serio; donde tiene lugar un juicio: nuestras vidas cotidianas son: -o una correspondencia a Dios... -o un rechazo de Dios... En todo momento nuestros actos son una elección "por o contra" Dios. Nos haces pensar en la voluntad de Dios sobre nosotros, en correspondencia a la gracia. Señor, ¿qué esperas HOY de mí?
-"¡Ay de ti, Corozain, ay de ti Betsaida". Este “contrapunto” a las "bienaventuranzas" nos ayuda a reflexionar, Jesús, en contraposición al "Bendita tú eres, María..." "Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios..." "Bienaventurados los pobres de corazón, los humildes, los mansos, los limpios de corazón..." Las ciudades a orillas del lago de Tiberiades, las que más ocasiones tuvieron de oír a Jesús y de ver sus milagros tenían que haber respondido mejor a las gracias que Jesús les ofrecía. Y ello hubiera sido su felicidad. Pero, por el contrario, se hundieron con el rechazo y la desgracia. "Malditos los que no escuchan la Palabra de Dios..." "Maldito eres tú, si no sabes estar atento a los acontecimientos en los que Dios te da un signo y quiere hablarte..." ¿Soy yo quizá uno de esos "privilegiados", que han tenido la suerte de oír muchas veces a Jesús? ¿Acepto seriamente esta responsabilidad? ¿Qué gracias particulares he recibido?, ¿qué buenas ocasiones se me han presentado? ¿A qué me compromete todo ello?
-“Porque si Tiro, Sidón, Sodoma y Gomorra... hubieran recibido los mismos beneficios que tú... hace tiempo, que se habrían arrepentido... El día del juicio habrá menos rigor para ellas que para ti”... Las ciudades judías de la orilla del lago -Corozain, Betsaida- son comparadas a las ciudades paganas del norte y del sur -Tiro, Sidón, Sodoma, Gomorra-. Esas ciudades, en tiempo de Jesús, eran el símbolo del desenfreno, del orgullo. Ahora bien, Jesús anuncia que su castigo será menos riguroso que el de las ciudades que han recibido el evangelio. Sí, porque, como entre nosotros, en la inmoralidad y el mal que pueden hacer los que no conocen a Jesús, hay mucha ignorancia (Noel Quesson).
Los talentos que tenemos son recibidos, son, a la vez, don y compromiso. Cuanto más ha recibido uno, más tiene que dar. Nosotros somos verdaderamente ricos en gracias de Dios, por la formación, la fe, los sacramentos, la comunidad cristiana.¿De veras nos hemos «convertido» a Jesús, o sea, nos hemos vuelto totalmente a él, y hemos organizado nuestra vida según su proyecto de vida? ¿O, tal vez, otras muchas personas, si hubieran sido tan privilegiadas en gracias como nosotros, le hubieran respondido mejor? (J. Aldazábal).
2. Isaías (7,1-9) nos cuenta: -“En tiempo de Ajaz, rey de Judá. El rey de Siria, Rasón, de acuerdo con el rey de Samaria, subió a Jerusalén para asaltarla. Cuando en el palacio del rey se supo que el ejército sirio acampaba con Efraím, se estremeció el corazón del rey y el de su pueblo, como se estremecen los árboles por el viento”. ¡Es la guerra! En el año 735 a. C. Jerusalén está cercada por los ejércitos que acampan a pocos kilómetros antes de dar el asalto definitivo. El enloquecimiento es general. El mismo Ajaz en un alocado gesto de desesperación ha ofrecido en holocausto su propio hijo al abominable dios Moloch (II Reyes,16-3).
-“El Señor dijo a Isaías: "Ve al encuentro de Ajaz, al final del acueducto de la alberca superior, por la calzada del campo del Batanero..."” El profeta tiene una misión, anunciar: -“Ten calma, no temas ni desmaye tu corazón por ese par de tizones humeantes, el rey de Siria y el de Samaria”. Ante el peligro de caída de una civilización, la fe lleva a tener una visión sobrenatural. ¿Sé yo escuchar a Dios que también me habla a mí; a través de todo lo que sucede, especialmente a través de las situaciones colectivas que afectan a un gran número de personas? Este es un punto de examen de hoy: procurar escuchar lo que Dios dice en pleno centro de los acontecimientos.
-“Ve a encontrar a Ajaz con tu hijo «Sear yasub» -que significa: «Un resto volverá»”. Ese hijito con el que Isaías va a encontrar al rey, que acaba de matar al suyo, lleva un nombre de esperanza. ¡No! el futuro de la nación no es un callejón sin salida, pues si la población de Jerusalén fuere deportada, «un pequeño resto regresará». El “resto de Israel” será profético de la Iglesia, en una historia no exenta de enemigos.
La fe desnuda nos lleva no al éxito mundano, sino a la esperanza en un Dios que sigue presente en el seno mismo de los fracasos. Un pequeño resto regresará. Ese tema del «pequeño resto» pasará a ser un verdadero leit motiv de la Biblia: es la lucecita invencible que subsiste en los días tenebrosos, y la clave es la fe: -“Si no creéis firmemente en Mí, no subsistiréis”.
3. El salmo insiste en esta confianza, basada en el amor que Dios tiene a Jerusalén: «Dios ha fundado su ciudad para siempre, su monte santo, una altura hermosa, alegría de toda la tierra... Los reyes se aliaron para atacarla juntos, pero huyeron despavoridos».
Por esta vez, Dios ahorra a su pueblo la catástrofe nacional que ya se ve en el horizonte. Nos irían mucho mejor las cosas, tanto en la Iglesia como en la sociedad, y en cada familia y comunidad, si fuéramos más fieles a Dios y sus caminos.
No es que cada desgracia sea castigo del pecado, o cada éxito, premio a la virtud. Pero nosotros mismos nos vamos construyendo un futuro bueno o malo según qué caminos seguimos. El que siembra vientos recoge tempestades. El mal que hacemos tiene siempre consecuencias. ¿Cómo podrá ser estable un edificio -nuestra vida- si lo construimos basándonos en el interés o la falsedad?
La fidelidad a Dios será el centro de nuestras miras, que abarcan también los medios humanos para hacer las cosas con la inteligencia, pues parte de la providencia divina es nuestra capacidad de provisión.
Llucià Pou Sabaté
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Lunes de la semana 15 de tiempo ordinario

Jesús nos enseña a dar la vida por él y los demás, pues la vida cuando se da, se encuentra

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: -«No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mi; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mi no es digno de mi; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mi. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mi la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.» Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades” (Mateo 10,34-11,1).

1. Termina hoy el «discurso de la misión» de Mateo. Jesús, escucho las grandes paradojas:

-“No penséis que he venido a traer paz a la tierra... he venido a traer espada... Porque he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre”... Jesús, estás afirmando es que seguirle a él comporta una cierta violencia: espadas, división en la familia, opciones radicales, renuncia a cosas que apreciamos, para conseguir otras que valen más. No es que quieras dividir: pero a los creyentes, la fe les va a acarrear, con frecuencia, incomprensión y contrastes con otros miembros de la familia o del grupo de amigos. Hay muchas personas que aceptan renuncias por amor, o por interés (comerciantes, deportistas), o por una noble generosidad altruista (en ayuda del Tercer Mundo). Los cristianos, además, lo hacen por la opción que han hecho de seguir el estilo evangélico de Jesús. Ya se lo había anunciado el anciano Simeón a María, la madre de Jesús: su hijo sería bandera discutida y signo de contradicción. Y lo dijo también el mismo Jesús: el Reino de Dios padece violencia y sólo los «violentos» lo consiguen. La fe, si es coherente, no nos deja «en paz», aunque nos da una paz que el mundo no puede dar. Nos pone ante opciones decisivas en nuestra vida. Ser cristianos -seguidores de Jesús- no es fácil y supone saber renunciar a las tentaciones fáciles en el tener, o en el poder, o en el placer.

-“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí”. Atender y amar a nuestros padres es muy importante, y tiene que traducirse en actos concretos de ayuda mutua y de justicia (Mc 7,11). El hijo egoísta está desnaturalizado, y quien se despega demasiado de los padres luego eso paga factura, pues va contra la naturaleza, y también nos impediría amar sinceramente a los nuestros o a aquellos con los que convivimos. Pero si hay que escoger, seguir a Jesús es más importante, y te pido hoy, Jesús, que estés por encima de todos los lazos terrestres, aun los más sagrados, como los de la familia; hay que amarte más a ti que a mis padres: «amar a Dios sobre todas las cosas» (J. Aldazábal).

-“El que conserve su vida, la perderá. Y el que pierda su vida "por mí... la conservará”. Otra vez ponemos en segundo lugar lo más importante: la "vida" es el mayor bien. Jesús afirma aquí una de las leyes fundamentales de la existencia: no hay que estar pendiente de la propia vida, no tratar de poseerla para sí en una especie de ansia egoísta... Hay que salir de sí mismo, ir más allá, superarse. Pero es cuando nos “damos” que nos “encontramos”, en el olvido de sí mismo es donde se halla la verdadera "vida", la verdadera felicidad, el verdadero crecimiento y plenitud. La Palabra de Jesús no tiene pues ningún aspecto negativo, ni triste ni punible: es una palabra de luz y de alegría. "Dando" su propia vida, como Jesús, uno "encuentra la vida" y esta vida, que se encuentra de nuevo es mucho más valiosa que la simple vida terrestre: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10,10).

Cada misa es el memorial y la renovación del don que Jesús hizo de Sí mismo antes de pedirnos que esta actitud sea también la nuestra: "He aquí mi vida entregada por vosotros, he aquí mi cuerpo y mi sangre entregados por vosotros...". ¿Cómo voy, desde HOY, a entregar mi vida?

-“El que recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado. Y cualquiera que le dé a beber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de esos humildes... no perderá su recompensa”. ¡La acogida! ¡Ser acogedor! Es la forma sonriente del amor. Es el don más sencillo y el que con más frecuencia se puede practicar siempre, incluso cuando se es muy pobre y no se tiene otra cosa que dar. A lo menos, siempre se puede hacer esto: cuidar que sean siempre acogedores y amables nuestro trato y nuestras relaciones humanas. Jesús ha evocado tres clases de miembros de la comunidad: los profetas -los que tienen una responsabilidad en la comunidad-; luego los justos -los que no tienen más que su vida justa y honrada a ofrecer como modelo-..., en fin, los pequeños -los que no tienen ninguna responsabilidad en la comunidad. Es la cima y la conclusión de todo ese discurso apostólico de Jesús (Noel Quesson).

2. Isaías (1,11-17) increpa: “-¿A mí qué, vuestros innumerables sacrificios? dice el Señor. Harto estoy de vuestros holocaustos... La sangre de los toros me repugna... Novilunio, Sábado, asamblea, no soporto ya vuestras fiestas... Vuestros novilunios y vuestras peregrinaciones las aborrece mi alma”... Dios prefiere un corazón puro, a las «prácticas religiosas» que no son sinceras, vacías. Los gestos exteriores han de reflejar una verdad interior para que sean válidas.

-“Cuando venís a presentaros «ante Mi» ¿quién os ha ordenado pisotear mis atrios? No sigáis trayendo oblaciones vanas”. Ir a misa nos ayuda a ser mejores, pero no es un fin, el fin es amar. Por tanto, no es cristiano el que va a misa, sino el que ama, y para esto va a misa: «Si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que uno de tus hermanos tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí y ve primero a reconciliarte con él.» (Mateo 5,24). Y Jesús citó a Isaías: “Este pueblo me honra con sus labios mientras que su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto" (Isaías 29,13; Mateo 15,8).

-“Y al extender vosotros vuestras manos, me tapo los ojos. Aunque multipliquéis las plegarias. Yo no oigo”. Por desgracia hay gente que "en su propia casa" tienen confort y belleza, en que gastan mucho dinero... y que ¡se escandalizan ante los gastos hechos "para la casa de Dios" y por la belleza del culto! Y que se olvidan de la situación miserable en que viven los demás.

Por eso, la prueba de la religión buena es el amor a los pobres: -“Purificaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista. Desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien. Buscad la justicia, dad sus derechos al oprimido y al huérfano, defended a la viuda”. El huérfano, la viuda... símbolos de los "económicamente débiles". El verdadero culto que Dios espera es éste: nuestra vida cotidiana al servicio de los demás, especialmente de los más débiles (Noel Quesson).

3. No se critica hoy una liturgia con ritos, sino falsa, y por tanto la auténtica es la que va acompañada de la caridad, la misericordia, la justicia: que seamos defensores de los oprimidos y abogados de los débiles. A los que «vamos a misa», ¿se nos podría acusar de que, luego, somos los que peor tratamos a los demás en casa o en el trabajo? Sería engañoso buscar una garantía de la salvación en los ritos, sin esto. El salmo nos dice dónde está la clave: «al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios». Los cristianos tenemos muy marcado ese camino por Jesús, en su evangelio, en sus bienaventuranzas: es un camino de caridad y de paz y de misericordia. Si no es así, van para nosotros las duras palabras de Dios: ante vuestros ritos «cierro los ojos», ante vuestras oraciones «no os escucharé» (J. Aldazábal). Que la Santísima Virgen nos ayude a rezar y amar como ella.

Llucià Pou Sabaté



Nuestra Señora del Carmen


Patrona de los marineros
Memoria de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, monte en el que Elías consiguió que el pueblo de Israel volviese a dar culto al Dios vivo y en el que, más tarde, algunos, buscando la soledad, se retiraron para hacer vida eremítica, dando origen con el correr del tiempo a una orden religiosa de vida contemplativa, que tiene como patrona y protectora a la Madre de Dios.

Desde los antiguos ermitaños que se establecieron en el Monte Carmelo, Los Carmelitas han sido conocidos por su profunda devoción a la Santísima Virgen. Ellos interpretaron la nube de la visión de Elías (1 Reyes 18, 44) como un símbolo de la Virgen María Inmaculada. Ya en el siglo XIII, cinco siglos antes de la proclamación del dogma, el misal Carmelita contenía una Misa para la Inmaculada Concepción.

En las palabras de Benedicto XVI, 15,VII,06:
"El Carmelo, alto promontorio que se yergue en la costa oriental del Mar Mediterráneo, a la altura de Galilea, tiene en sus faldas numerosas grutas naturales, predilectas de los eremitas. El más célebre de estos hombres de Dios fue el gran profeta Elías, quien en el siglo IX antes de Cristo defendió valientemente de la contaminación de los cultos idolátricos la pureza de la fe en el Dios único y verdadero. Inspirándose en la figura de Elías, surgió al Orden contemplativa de los «Carmelitas», familia religiosa que cuenta entre sus miembros con grandes santos, como Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Teresa del Niño Jesús y Teresa Benedicta de la Cruz (en el siglo, Edith Stein). Los Carmelitas han difundido en el pueblo cristiano la devoción a la Santísima Virgen del Monte Carmelo, señalándola como modelo de oración, de contemplación y de dedicación a Dios. María, en efecto, antes y de modo insuperable, creyó y experimentó que Jesús, Verbo encarnado, es el culmen, la cumbre del encuentro del hombre con Dios. Acogiendo plenamente la Palabra, «llegó felizmente a la santa montaña» (Oración de la colecta de la Memoria), y vive para siempre, en alma y cuerpo, con el Señor. A la Reina del Monte Carmelo deseo hoy confiar todas las comunidades de vida contemplativa esparcidas por el mundo, de manera especial las de la Orden Carmelitana, entre las que recuerdo el monasterio de Quart, no muy lejano de aquí [Valle de Aosta]. Que María ayude a cada cristiano a encontrar a Dios en el silencio de la oración.

La estrella del Mar y los Carmelitas

Los marineros, antes de la edad de la electrónica, dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo.

Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.

Los Carmelitas y la devoción a la Virgen del Carmen se difunden por el mundo

La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir a la que desde tiempos remotos se venera en el Carmelo. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Incluso se le llamó: "Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella, a Cristo.

La devoción a la Virgen del Carmen se propagó particularmente en los lugares donde los carmelitas se establecieron.

España
Entre los lugares en que se venera en España la Virgen de España como patrona está Beniaján, Murcia. Vea ahí mas imágenes.

América
Es patrona de Chile; en el Ecuador es reina de la región de Cuenca y del Azuay, recibiendo la coronación pontificia el 16 de Julio del 2002. En la iglesia del monasterio de la Asunción en Cuenca se venera hace más de 300 años. Es además venerada por muchos en todo el continente.

Los carmelitas tienen, entre otros, el mérito de haber llevado esta advocación mariana a todos los estratos del pueblo cristiano.

En el siglo XII algunos eremitas se retiraron al Monte Carmelo, con San Simón Stock.

La Virgen Santísima prometió a este santo un auxilio especial en la hora de la muerte a los miembros de la orden carmelitana y a cuantos participaran de su patrocinio llevando su santo escapulario.

Los Carmelitas han sido conocidos por su profunda devoción a la Santísima Virgen. Ellos interpretaron la nube de la visión de Elías (1 Reyes 18, 44) como un símbolo de la Virgen María Inmaculada. Ya en el siglo XIII, cinco siglos antes de la proclamación del dogma, el misal Carmelita contenía una Misa para la Inmaculada Concepción.

La estrella del Mar y los Carmelitas.

Los marineros, antes de la edad de la electrónica, dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo.

Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.

Los Carmelitas y la Virgen del Carmen se difunden por Europa.

La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir a la que desde tiempos remotos allí se venera. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Incluso se le llamó: "Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella, a Cristo.


¿Qué es el Escapulario carmelita?

Los seres humanos nos comunicamos por símbolos. Así como tenemos banderas, escudos y también uniformes que nos identifican. Las comunidades religiosas llevan su hábito como signo de su consagración a Dios.

Los laicos no pueden llevar hábito, pero los que desean asociarse a los religiosos en su búsqueda de la santidad pueden usar el escapulario. La Virgen dio a los Carmelitas el escapulario como un hábito miniatura que todos los devotos pueden llevar para significar su consagración a ella. Consiste en un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela color café, una sobre el pecho y la otra sobre la espalda. Se usa bajo la ropa. Junto con el rosario y la medalla milagrosa, el escapulario es uno de los mas importantes sacramentales marianos.

Dice San Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: "Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios."


El escapulario es un sacramental.

Un sacramental es un objeto religioso que la Iglesia haya aprobado como signo que nos ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción. Los sacramentales deben mover nuestros corazones a renunciar a todo pecado, incluso al venial.

El escapulario, al ser un sacramental, no nos comunica gracias como hacen los sacramentos. Las gracias nos vienen por nuestra respuesta de amor a Dios y de verdadera contrición del pecado, lo cual el sacramental debe motivar.


¿Cómo surgió el escapulario?

La palabra escapulario viene del Latín "scapulae" que significa "hombros". Originalmente era un vestido superpuesto que cae de los hombros y lo llevaban los monjes durante su trabajo. Con el tiempo se le dio el sentido de ser la cruz de cada día que, como discípulos de Cristo llevamos sobre nuestros hombros. Para los Carmelitas particularmente, pasó a expresar la dedicación especial a la Virgen Santísima y el deseo de imitar su vida de entrega a Cristo y a los demás.


La Virgen María entrega el escapulario el 16 de julio de 1251.

En el año 1246 nombraron a San Simón Stock general de la Orden Carmelita. Este comprendió que, sin una intervención de la Virgen, a la orden le quedaba poco tiempo. Simón recurrió a María poniendo la orden bajo su amparo, ya que ellos le pertenecían. En su oración la llamó "La flor del Carmelo" y la "Estrella del Mar" y le suplicó la protección para toda la comunidad.

En respuesta a esta ferviente oración, el 16 de julio de 1251 se le aparece la Virgen a San Simón Stock y le da el escapulario para la orden con la siguiente promesa:

"Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno"

Aunque el escapulario fue dado a los Carmelitas, muchos laicos con el tiempo fueron sintiendo el llamado de vivir una vida mas comprometida con la espiritualidad carmelita y así se comenzó la cofradía del escapulario, donde se agregaban muchos laicos por medio de la devoción a la Virgen y al uso del escapulario. La Iglesia ha extendido el privilegio del escapulario a los laicos.


Explicación de la Promesa:

Muchos Papas, santos como San Alfonso Ligorio, San Juan Bosco, San Claudio de la Colombiere, y San Pedro Poveda, tenían una especial devoción a la Virgen del Carmen y llevaban el escapulario. Santos y teólogos católicos han explicado que, según esta promesa, quien tenga la devoción al escapulario y lo use, recibirá de María Santísima a la hora de la muerte, la gracia de la perseverancia en el estado de gracia (sin pecado mortal) o la gracia de la contrición (arrepentimiento). Por parte del devoto, el escapulario es una señal de su compromiso a vivir la vida cristiana siguiendo el ejemplo perfecto de la Virgen Santísima.


El escapulario tiene 3 significados:


El amor y la protección maternal de María: El signo es una tela o manto pequeño. Vemos como María cuando nace Jesús lo envuelve en un manto. La Madre siempre trata de cobijar a sus hijos.

Envolver en su manto es una señal muy maternal de protección y cuidado. Señal de que nos envuelve en su amor maternal. Nos hace suyos. Nos cubre de la ignominia de nuestra desnudes espiritual.

Vemos en la Biblia:

-Dios cubrió con un manto a Adán y Eva después de que pecaron. (manto - signo de perdón)

-Jonás le dio su manto a David: símbolo de amistad -Elías dio su manto a Eliseo y lo llenó de su espíritu en su partida.

-S. Pablo: revístanse de Cristo: vestirnos con el manto de sus virtudes.


Pertenencia a María: Llevamos una marca que nos distingue como sus hijos escogidos. El escapulario se convierte en el símbolo de nuestra consagración a María.

Consagración: ´pertenecer a María´ es reconocer su misión maternal sobre nosotros y entregarnos a ella para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su corazón. Así podremos ser usados por Ella para la extensión del Reino de su Hijo.

-En 1950 Papa Pío XII escribió acerca del escapulario: "que el escapulario sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos". Quien usa el escapulario debe ser consciente de su consagración a Dios y a la Virgen y ser consecuente en sus pensamientos, palabras y obras. Dice Jesús: "Cargad con mi yugo y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera". (Mt 11:29). El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar, pero que María nos ayuda a llevar. El escapulario es un signo de nuestra identidad como cristianos, vinculados íntimamente a la Virgen María con el propósito de vivir plenamente nuestro bautismo. Representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María en el espíritu de los religiosos pero adaptado a la propia vocación, lo que exige que seamos pobres, castos y obedientes por amor.

Al usar el escapulario constantemente estamos haciendo silenciosa petición de asistencia a la Madre, y ella nos enseña e intercede para conseguirnos las gracias para vivir como ella, abiertos de corazón al Señor, escuchando su Palabra, orando, descubriendo a Dios en la vida diaria y cercanos a las necesidades de nuestros hermanos, y nos está recordando que nuestra meta es el cielo y que todo lo de este mundo pasa. En la tentación, tomamos el escapulario en nuestras manos e invocamos la asistencia de la Madre. Kilian Lynch, antiguo general de la Orden dice: "No lleguemos a la conclusión de que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos...Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la omnipotencia suplicante de la Madre de la Misericordia."

El suave yugo de Cristo: "Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mi, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana". (Mt 11:29-30)

-El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar pero que María nos ayuda a llevar.

Quién lleva el escapulario debe identificarse como católico sin temor a los rechazos y dificultades que ese yugo le traiga.

Se debe vivir lo que significa

El escapulario es un signo de nuestra identidad como católicos, vinculados de íntimamente a la Virgen María con el propósito de vivir plenamente según nuestro bautismo. Representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María en el espíritu de los religiosos pero adaptado a la propia vocación. Esto requiere que seamos pobres (un estilo de vida sencillo sin apegos materiales), castos y obedientes por amor a Dios.

En momentos de tentación, tomamos el escapulario en nuestras manos e invocamos la asistencia de la Madre, resueltos a ser fieles al Señor.

Ella nos dirige hacia el Sagrado Corazón de su Hijo Divino y el demonio es forzado a retroceder vencido.

Imposición del Escapulario:

El primer escapulario debe ser bendecido por un sacerdote e impuesto por él mientras dice:

"Recibe este escapulario bendito y pide a la Virgen Santísima que por sus méritos, lo lleves sin ninguna mancha de pecado y que te proteja de todo mal y te lleve a la vida eterna"


¿Puede darse el escapulario a quien no es católico?

Sí. El escapulario es signo de la Maternidad Espiritual de María y debemos recordar que ella es madre de todos. Muchos milagros de conversión se han realizado en favor de buenos no-católicos que se han decidido a practicar la devoción al escapulario.


Conversiones.

Un anciano fue llevado al Hospital de San Simón Stock en la ciudad de Nueva York, inconsciente y moribundo. La enfermera al ver al paciente con el Escapulario Carmelita llamó a un sacerdote. Mientras rezada las oraciones por el moribundo, éste recobró el conocimiento y dijo: "Padre, yo no soy católico". "¿Entonces, ¿por qué está usando el Escapulario Carmelita?", preguntó el sacerdote. "He prometido a mis amigos usarlo", explicó el paciente. "Además rezo un Ave María diariamente." "Usted se está muriendo" replicó el sacerdote. "¿Quiere hacerse católico?" ´Toda mi vida lo he deseado", contestó el moribundo. Fue bautizado, recibió la Unción de los Enfermos antes de fallecer en paz.


Alerta contra abusos:

El escapulario NO salva por sí solo como si fuera algo mágico o de buena suerte, ni es una excusa para evadir las exigencias de la vida cristiana. Mons. Kilian Lynch, antiguo general de la Orden Carmelita nos dice: "No lleguemos a la conclusión que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos... Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la ´omnipotencia suplicante´ de la madre de la misericordia."

Los Papas y Santos han muchas veces alertado acerca de no abusar de la promesa de nuestra madre como si nos pudiéramos salvar llevando el escapulario sin conversión. El Papa Pío XI nos advierte: "aunque es cierto que la Virgen María ama de manera especial a quienes son devotos de ella, aquellos que desean tenerla como auxilio a la hora de la muerte, deben en vida ganarse dicho privilegio con una vida de rechazo al pecado y viviendo para darle honor."

Vivir en pecado y usar el escapulario como ancla de salvación es cometer pecado de presunción ya que la fe y la fidelidad a los mandamientos es necesaria para todos los que buscan el amor y la protección de Nuestra Señora.

San Claude de la Colombiere advierte: "Tu preguntas: ¿y si yo quisiera morir con mis pecados?, yo te respondo, entonces morirás en pecado, pero no morirás con tu escapulario."


Oración a la Virgen del Carmen

Súplica para tiempos difíciles

"Tengo mil dificultades:
ayúdame.
De los enemigos del alma:
sálvame.
En mis desaciertos:
ilumíname.
En mis dudas y penas:
confórtame.
En mis enfermedades:
fortaléceme.
Cuando me desprecien:
anímame.
En las tentaciones:
defiéndeme.
En horas difíciles:
consuélame.
Con tu corazón maternal:
ámame.
Con tu inmenso poder:
protégeme.
Y en tus brazos al expirar:
recíbeme.
Virgen del Carmen, ruega por nosotros.
Amén."

«Aún estaba él hablando a las multitudes, cuando su madre y sus hermanos se hallaban fuera intentando hablar con él. Alguien le dijo entonces: Mira que tu madre y tus hermanos están fuera intentando hablarte. Pero él respondió al que le hablaba: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Pues todo el que haga la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.» (Mateo 12, 46-50)

1º. Jesús, tu madre la Virgen y tus parientes -«hermanos» en arameo es un término amplio que sirve para designar a los parientes en general- quieren hablar contigo.

Y parece que no les hagas caso.

¿Cómo se compagina este comportamiento con lo que enseñas en el cuarto mandamiento: «amarás a tu padre y a tu madre?»

Aprovechas esta situación para explicarme otra verdad importante: «todo el que haga la voluntad de mi Padre que está en los Cielos» se une a Mí con unos lazos que son más fuertes aún que los de la sangre.

Son los lazos de la gracia, que me proporcionan un parentesco sobrenatural: el de ser hijo de Dios y hermano tuyo, Jesús.

«Hacerse discípulo de Jesús es aceptar la invitación a pertenecer a la familia de Dios, a vivir en conformidad con su manera de vivir: «El que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre» (CEC.-2233)

Jesús, Tú amas a tu madre como el mejor de los hijos, pero aún la amas más porque es la «llena de gracia» (Lucas 1,28).

Por eso, en el fondo, lo que estás haciendo es elogiar a María.

Ella es la criatura más querida por Dios no sólo por ser tu madre, sino porque ha sabido hacer en cada momento «la voluntad de mi Padre que está en los Cielos,» empezando por aceptar generosamente la vocación que le encomendaste, haciéndose «la esclava del Señor»

2º. «La Virgen Santa Maria, Maestra de entrega sin limites. -¿Te acuerdas?: con alabanza dirigida a Ella, afirma Jesucristo: «¡el que cumple la Voluntad de mi Padre, ése -ésa- es mi madre!...».

Pídele a esta Madre buena que en tu alma cobre fuerza -fuerza de amor y de liberación- su respuesta de generosidad ejemplar: «ecce ancilla Dominí!» -he aquí la esclava del Señor (Surco.-33).

Jesús, Tú eres el mejor ejemplo de obediencia a la voluntad de Dios.

En el huerto de los olivos, ante el sufrimiento que se te avecinaba, vuelves a decir que sí a ese plan divino: «Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22,42).

Ayúdame a ser generoso, a no buscarme a mí mismo.

Que la intención de todo lo que haga durante el día sea cumplir tu voluntad, darte alegrías, servirte a Ti, y -por Ti- servir a los demás.

Jesús, la persona que ha sabido imitarte mejor es la Virgen María.

Sin buscar el espectáculo, en las tareas normales de una madre de familia, en las alegrías y dificultades de la vida diaria, María ha sabido hacerse «la esclava del Señor», ha buscado siempre y en todo hacer tu voluntad: «hágase en mí según tu palabra»

Si entre dos personas, la unión de voluntades -el amor- une más que la unión de la sangre, cuánto más cuando la relación es entre una persona y Dios: entre Tú y yo.

Por eso, aunque por el Bautismo soy hijo de Dios, sólo estaré unido verdaderamente a Ti si me esfuerzo por hacer tu voluntad.

Madre, tú que has sabido corresponder con generosidad ejemplar a lo que te pedía Dios en cada momento, ayúdame a poner siempre por delante la voluntad de Dios.

No dejes que mi pereza, mi comodidad, mi orgullo, mi sensualidad, mi vanidad y los demás defectos que me tientan continuamente, puedan conmigo y me esclavicen.

Que me dé cuenta de que la mejor manera de ejercer mi libertad -que es un don de Dios- es obedecer la voluntad divina, no dejarme esclavizar por mis pasiones o defectos.

Y sobre todo, que me dé cuenta de que sólo haciendo su voluntad podré estar unido a El y amarle.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

1º. El culto y la devoción a la Virgen del Carmen se remonta a los orígenes de la Orden carmelitana, cuya tradición más antigua la relaciona con aquella «pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que subía desde el mar» (1 Reyes 18, 44) y que se divisaba desde la cumbre del Monte Carmelo, mientras el profeta Elías suplicaba al Señor que pusiese fin a una larga sequía. La nube cubrió rápidamente el cielo y trajo lluvia abundante a la tierra sedienta durante tanto tiempo.

En esta nube cargada de bienes se ha visto una figura de la Virgen María, quien, dando el Salvador al mundo, fue portadora del agua vivificante de la que estaba sedienta toda la humanidad.

Ella nos trae continuamente bienes incontables.

El 16 de julio de 1251 se apareció la Virgen Santísima a San Simón Stock, General de la Orden de los Carmelitas, y prometió unas gracias y bendiciones especiales para aquellos que llevaran el escapulario.

La Iglesia la ha aprobado repetidamente con numerosos privilegios espirituales.

Durante siglos, los cristianos se han acogido a esa protección de nuestra Señora.

«Lleva sobre tu pecho el santo escapulario del Carmen. -Pocas devociones -hay muchas y muy buenas devociones marianas- tienen tanto arraigo entre los fieles, y tantas bendiciones de los Pontífices. -Además, ¡es tan maternal ese privilegio sabatino!» (Camino, n. 500).

La Virgen prometió, a quienes viviesen y muriesen con el escapulario o la medalla bendecida con el Sagrado Corazón y la Virgen del Carmen, que hace sus veces la gracia para obtener la perseverancia final (INOCENCIO IV, Bula Ex parte dilectorum, 13-I-1252); es decir, una ayuda particular para que, quienes no estén en gracia, se arrepientan en los últimos momentos de su vida.

A esta promesa hay que añadir el llamado privilegio sabatino, que consiste en la liberación del Purgatorio al sábado siguiente a la muerte (JUAN XXII, Bula Sacratissimo uti culmine, 3-III- 1322), y otras muchas gracias e indulgencias.

Verdaderamente, «María, con su amor materno, se cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y se hallan en peligros y en ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada...» (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 62).

No dejemos de acudir, cada día, muchas veces, a Ella, para que nos ayude y proteja.

El mismo escapulario nos puede recordar frecuentemente que pertenecemos a Nuestra Madre del Cielo y que Ella nos pertenece, pues somos sus hijos, que tanto le hemos costado.

2º. Expresamos en esta devoción una especial dedicación a Nuestra Señora de nosotros mismos y de todo lo nuestro, pues en la aparición de la Santísima Virgen entregando el escapulario a San Simón Stock, se manifiesta la Madre de Dios como Señora de la gracia; y también como Madre amantísima, que protege a sus hijos en la vida y en la muerte.

El pueblo cristiano ha venerado a la Virgen del Carmen particularmente por medio del santo escapulario como a la Madre de Dios y nuestra, que se nos presenta con estas credenciales: "En la vida, protejo; en la muerte, ayudo; y, después de la muerte, salvo".

Ella es vida, dulzura, y esperanza nuestra, como le hemos repetido tantas veces en el rezo de la Salve.

Ella nos toma de la mano y, todos los días de nuestra vida aquí en la tierra, nos lleva por un camino seguro, nos ayuda a superar dificultades y tentaciones: jamás nos abandona, «porque es su costumbre favorecer a los que de Ella se quieren amparar» (SANTA TERESA, Fundaciones, 23, 4).

Un día nos llegará la hora de nuestro encuentro definitivo con el Señor.

Entonces necesitaremos más que nunca su protección y ayuda.

La devoción a la Virgen del Carmen y a su santo escapulario es prenda de esperanza en el Cielo, pues la Virgen Santísima prolonga su maternal protección más allá de la muerte.

Esta prerrogativa nos llena de consuelo. «María nos guía hacia ese futuro eterno; nos lo hace ansiar y descubrir; nos da su esperanza, su certeza, su deseo. Animados por tan esplendorosa realidad, con alegría indecible, nuestra humilde y fatigosa peregrinación terrena, iluminada por María, se transforma en camino seguro -iter para tutum- hacia el Paraíso» (PABLO VI, Homilía 15-VIII-1966).

Allí, con la gracia divina, la veremos a Ella.

Cuando en 1605 fue elegido Papa León XI, y mientras le revestían con los hábitos papales, le quisieron quitar un gran escapulario del Carmen que llevaba entre la ropa. Entonces, el Papa dijo a quienes le ayudaban a revestirse: «Dejadme a María, para que María no me deje».

Tampoco nosotros queremos dejarla, pues es mucho lo que la necesitamos.

Por eso, como una muestra, llevamos siempre su escapulario.

Y le decimos ahora que cuando llegue ese momento último nos abandonaremos en sus brazos.

¡Tantas veces le hemos pedido que ruegue por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte, que Ella no se olvidará!

En su visita a Santiago de Compostela, el Papa Juan Pablo II deseaba a todos: «Que la Virgen del Carmen... os acompañe siempre. Sea Ella la Estrella que os guíe, la que nunca desaparezca de vuestro horizonte. La que os conduzca a Dios, al puerto seguro» (JUAN PABLO II, Alocución 9-XI-1982).

De su mano llegaremos a presencia de su Hijo.

Y si nos quedara algo por purificar, Ella adelantará el momento en que limpios del todo podamos ver a Dios.

Antiguamente se representaba a la Virgen del Carmen con un grupo a sus pies formado por almas en llamas en el Purgatorio, para señalar su especial intercesión en este lugar de purificación. «La Virgen es buena para aquellos que están en el Purgatorio, porque por Ella obtienen alivio», predicaba con frecuencia San Vicente Ferrer.

Su amor nos ayudará a purificarnos en esta vida para estar con su Hijo inmediatamente después de la muerte.

3º. El escapulario es también imagen del vestido de bodas, la gracia divina, que ha de vestir siempre el alma.

El Papa Juan Pablo II, hablando a jóvenes en una parroquia romana dedicada a la Virgen del Carmen, recordaba en confidencia el especial socorro y amparo que recibió de su devoción a la Virgen del Carmen. «Debo deciros que en mi edad juvenil, cuando era como vosotros, Ella me ayudó. No podría decir en qué medida, pero creo que en una medida inmensa. Me ayudó a encontrar la gracia propia de mi edad, de mi vocación». Y añadía: «Yo debo mucho, en mis años jóvenes, a éste, su escapulario carmelitano. Que la madre sea siempre solícita, se preocupe de los vestidos de sus hijos, de que vayan bien vestidos, es algo hermoso». Pero cuando estos vestidos se rompen, «la madre trata de reparar los vestidos de sus hijos». «La Virgen del Carmen, Madre del santo escapulario, nos habla de este cuidado materno, de esta preocupación suya para vestirnos. Vestirnos en sentido espiritual. Vestirnos con la gracia de Dios, y ayudarnos a mantener siempre blanco este vestido».

El Papa hacía mención del vestido blanco que llevaban los catecúmenos de los primeros siglos, símbolo de la gracia santificante que iban a recibir con el Bautismo.

Y después de exhortar a conservar siempre limpia el alma, concluía: «Sed también vosotros solícitos colaborando con la Madre buena, que se preocupa de vuestros vestidos, y especialmente del vestido de la gracia, que santifica el alma de sus hijos e hijas» (JUAN PABLO II, Alocución 15-I-1989).

Ese vestido con el que un día nos presentaremos al banquete de bodas.

El escapulario del Carmen puede ser una ayuda grande para querer más a Nuestra Madre del Cielo, un especial recordatorio de que le estamos dedicados y de que en un momento de apuro, en medio de una tentación, contamos con su ayuda.

El tenerla tan cerca nos permitirá ser fuertes.

Con palabras del Gradual para la fiesta de hoy, pedimos a Nuestra Señora: «Acuérdate, Virgen Madre de Dios, cuando estés en la presencia del Señor, de decirle cosas buenas de nosotros»; también en esos días en que no hayamos sido tan fieles como Dios espera de sus hijos.

sábado, 14 de julio de 2012

Domingo de la semana 15 de tiempo ordinario; ciclo B

Somos hijos de Dios, con la misión de ser apóstoles de su reino de paz.

«Y llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles potestad sobre los espíritus inmundos. Y les mandó que no llevasen nada para el camino, ni pan, ni alforja, ni dinero en la bolsa, sino solamente un bastón; y que fueran calzados con sandalias y no llevaran dos túnicas. Y les decía: Si entráis en una casa, permaneced allí hasta que salgáis de aquel lugar. Y si en algún sitio no os reciben ni os escuchan, al salir de allí sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos. Y habiendo marchado, predicaron que hicieran penitencia; y expulsaban muchos demonios y ungían con óleo a muchos enfermos y los curaban.» (Marcos 6, 7-13)

1. El Evangelio nos cuenta cómo “llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos… ellos salieron a predicar la conversióny curaban a los enfermos. Hay tantos enfermos… A veces hay gente que dejar de tratar a Jesús, personas que no quieren sentirse hijos de Dios, que se van lejos… nosotros les decimos que somos libres de irnos lejos de Él si queremos, pero cuando Jesús nos dice: “¿vosotros también queréis iros?” le respondemos: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna". Porque la vida no tiene gracia sin ti, Señor: tú eres ya el cielo, el amor para siempre, mi Dios, y sin un “para siempre” el amor no existe, y con tu amor la gente que amamos son para siempre… además, estar sin ti es un infierno insoportable, y estar contigo es un dulce paraíso, hasta los momentos duros tienen un sentido, podemos ofrecerlos como sacrificio, unir aquello que nos cuesta a la tu cruz para salvar almas. Ésta es nuestra misión, Señor, ayudarte en este Reino de Dios que quieres que extendamos con tu Palabra, el Evangelio, a todos los que lo deseen.

Esto se vive de un modo especial en la Eucaristía: ¡Qué momento más bueno, el momento de la comunión, cuando estamos con Jesús, para pedirle por todo el mundo, especialmente los más necesitados!, y cuando oigamos el saludo final de la Misa cuando el sacerdote dice: "Podéis ir en paz", Jesús nos invita a llevar la paz a los demás, llevamos a Jesús con nosotros. Podemos ver a Jesús en un enfermo, en los demás, y pensamos que dar un vaso de agua fresca a quien lo necesite es también ayudar a Jesús que está en aquel hermano. Ir en paz es hacer las paces enseguida cuando nos enfadamos, es comprender y perdonar, la condición que pone Dios para podernos enterar de que Él nos perdona.

También nos hablas, Jesús, de desprendimiento, que “es señorío; no clamorosa y llamativa pobretería, careta de la pereza y del abandono. Debes ir vestido de acuerdo con el tono de tu condición, de tu ambiente, de tu familia, de tu trabajo..., como tus compañeros, pero por Dios, con el afán de dar una imagen auténtica y atractiva de la verdadera vida cristiana. Con naturalidad, sin extravagancias: os aseguro que es mejor que pequéis por carta de más que por carta de ni en os. Tú, ¿cómo imaginas el porte de Nuestro Señor?, ¿no has pensado con qué dignidad llevaría aquella túnica inconsútil, que probablemente habrían tejido las manos de Santa María? (...) Tú y yo nos esforzaremos en estar despegados de los bienes y de las comodidades de la tierra, pero sin salidas de tono ni hacer cosas raras.

”Para mí, una manifestación de que nos sentimos señores del mundo, administradores fieles de Dios, es cuidar lo que usamos, con interés en que se conserve, en que dure, en que luzca, en que sirva el mayor tiempo posible para su finalidad, de manera que no se eche a perder” (J. Escrivá, Amigos de Dios 122).

También Juan Pablo II nos animaba: «el espíritu de penitencia y su práctica nos conducen a desprendernos sinceramente de todo lo que poseemos de superfluo, y a veces incluso de lo necesario, que nos impide «ser» verdaderamente lo que Dios quiere que seamos» (20-II-1980).

2. Amós fue muy atacado, pero respondió que hacía las cosas no por gusto sino por ser instrumento de Dios: “No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo de Israel”. El profeta molestaba demasiado a la gente: a la casa real, a los funcionarios políticos, a los comerciantes sin moral… pero no puede dejar de hacer lo que Dios le pide, como dice San Pablo: «¡Ay de mí si no evangelizara!» Primero está Dios, aunque lo pasemos mal, aunque no esté de moda ser cristiano. En un grupo de amigos una chica se reía de Jesús, y un chico le explicó a su manera que había venido a salvarnos, y sufrido por nosotros, muerto y resucitado: le dijo: “imagínate que te estás ahogando y te desmayas y voy y te salvo pero luego tú me desprecias y –dirigiéndose a otro del grupo- te vas con éste…” Ella se emocionó por la fuerza con que lo contaba el amigo y contestó casi llorando: “es que a mí no me han enseñado nunca estas cosas”. Vamos a hacer propósitos de ayudar a la gente a conocer a Jesús, a sentirse hijos queridos de Dios, a no estar nunca solos.

El Salmo dice: “muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación… Voy a escuchar lo que dice el Señor”: pues vamos a hacer oración, a escuchar lo que nos dice: También te pido, Jesús, sinceridad, contar lo que me preocupa. Si el agua no corre, se hace charca y se llena de bichos. No quiero encerrarme con mis problemas, te los quiero contar, y si no me quedo tranquilo los contaré a la persona que me merezca confianza porque, junto a la oración, necesitamos un desagüe como los aparatos de lavar platos, para quitar el agua sucia: charlar de las cosas, confesar, y se pasan los problemas… no quiero hacer como el avestruz, que cuando tiene miedo de alguien esconde la cabeza y la hunde en la arena, pensando que si no ve el peligro ya no hay problema, porque aunque no vea el león, el león se lo come igual… Como un niño que, cuando ha roto algo, cierra los ojos y piensa que si cierra los ojos aquello ya desaparece… no se van las cosas dejando de mirar, ni aquello que da miedo... sino cuando nos acercamos a Dios: “«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos. La salvación está ya cerca de sus fieles y la gloria habitará en nuestra tierra. La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo. El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante Él, la salvación seguirá sus pasos”. Es un salmo de salvación: "gracias, Señor, Tú has hecho esto conmigo... Tú me has concedido esto o aquello... Tú me has perdonado...".

3. San Pablo a los Efesios bendice a Dios que “nos eligió en la Persona de Cristo -antes de crear el mundo- para que fuésemos santos e inmaculados ante Él por el amor. Él nos ha destinado en la Persona de Cristo -por pura iniciativa suya- a ser sus hijos” y nos quiere con locura y nos perdona y nos da el cielo y todo su amor, y este plan tan estupendo nos lo encontramos en la Misa. La Eucaristía es el sacramento del amor, allí Jesús nos enseña a querer, nos ofrece ser siempre amigos: "Yo estaré con vosotros cada día hasta el fin de los siglos". Y también está allí para consolarnos cuando estemos tristes y tengamos ganas de ir a la habitación, enfadados y sin ganas de ver a nadie: "venid a mí todos los que estéis cansados o agobiados, y yo os aliviaré". Podemos pedir a Jesús que nos ayude a recibirle como lo hizo la Virgen María, como dice la comunión espiritual: “yo quisiera recibirte, Señor, con la pureza, humildad y devoción con que te recibió tu Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos”. También en la acción de gracias después de comulgar -tiempo de recogimiento, los momentos más íntimos- en el que agradecemos a Dios que haya venido a nosotros, podemos estar con Jesús a solas, con calma, a gusto.

Llucià Pou Sabaté

viernes, 13 de julio de 2012


Sábado de la semana 14 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Jesús nos llama a cada uno en el camino de la vida, y nos habla de no tener miedo, pues la providencia de Dios saca bien de todo lo que nos pasa a lo largo del camino de la vida
 “No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo. Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su amo. Si al dueño de la casa le han llamado Beelzebul, ¡cuánto más a sus domésticos!«No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados. «Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna.¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos. «Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mateo 10,24–33).
1. Jesús, eres el Maestro resucitado, que sigues enseñando a tus discípulos por medio del Espíritu. Continúas enviando a tus discípulos para ser misioneros abiertos a todas las gentes, y a todas sus culturas. Los sigues formando en la escucha atenta de tu Palabra en la Biblia y en la vida.
Nos pides, Señor, ser semejantes a ti, imitarte, adoptar tus pensamientos, tus maneras de ver y de amar. Todo el esfuerzo de nuestra vida es reconocerte.
-“Y si al Cabeza de familia lo han llamado "Belcebú" ¡cuánto más a la gente de su casa!” Se te acusa, Jesús, de ser un poseso. Siendo criticados y acusados nos parecemos a ti, Señor, el "cabeza de familia": tu casa, familia, es la Iglesia, nosotros somos "la gente de tu casa". Tú habitas con nosotros. Que seas Tú verdaderamente el "cabeza de familia", el que guía, el que decide, con quien agrada encontrarse, a quien se pide consejo, con quien se confía.
-“No les temáis... No tengáis miedo de los que matan el cuerpo”... No temáis: vosotros valéis más que todos los gorriones juntos. Por tres veces, Jesús, nos repites que no tengamos miedo. Para ti, Dios está presente en los menores acontecimientos de nuestras vidas: no cae un pájaro del nido sin que Dios no lo disponga... No crece una hierba, no madura un fruto, ni un solo animalillo sufre sin que Dios no lo sepa: Dios lo sabe todo, se interesa por todas sus criaturas... Dios ama a todas sus criaturas. Con más razón se interesa por sus criaturas preferidas, los hombres, sus hijos muy amados. "Los cabellos de vuestra cabeza están contados... ¡Vosotros valéis más que todos los pájaros del mundo! ¡No tengáis miedo!" ¿Tengo hacia el Padre esa confianza absoluta, inaudita que Jesús me sugiere?
-“Lo que os digo "en secreto"... "en la oscuridad"... "al oído"... Dadlo a conocer en torno vuestro, a plena luz, ¡proclamadlo!” Esas imágenes evocan la idea de confidencia: Jesús, tú no gritas al hablar... no te impones, nos hablas bajito, a media voz, junto al oído, si sabemos escucharle atentamente... es como un secreto confiado.
Haz, Señor, que oiga tu dulce y discreta voz, en la oración. Que sepa dedicar un tiempo a rezar cada día. Y luego ayúdame a repetir, a proclamar a todos tu Palabra.
-“Todo el que se pronuncie por mí ante los hombres, Yo me pronunciaré por él ante mi Padre del cielo”. Jesús, quieres ser nuestro "mediador": te pido que seas mi defensa (Noel Quesson)
«No tengáis miedo». Es la frase que más se repite en el pasaje de hoy. «No tengáis miedo de soñar», decía Benedicto XVI en el encuentro con los jóvenes en Loreto: «hoy por desgracia, con frecuencia, una existencia llena y feliz es vista por muchos jóvenes como un sueño difícil y, en ocasiones, casi irrealizable».
Quizá el materialismo ahoga la espiritualidad, y –seguía diciendo- «muchos de vuestros coetáneos ven el futuro con miedo y se plantean muchos interrogantes”. Se preguntan «cómo integrarse en una sociedad caracterizada por muchas y graves injusticias y sufrimientos. ¿Cómo reaccionar ante el egoísmo y la violencia que, en ocasiones, parecen prevalecer? ¿Cómo dar un sentido a la vida?»
La respuesta es Cristo: «¡No tengáis miedo, Cristo puede llenar las aspiraciones más íntimas de vuestro corazón!:… cada uno de vosotros, si está unido a Cristo, puede hacer grandes cosas».
«Por este motivo, queridos amigos, no debéis tener miedo de soñar, con los ojos abiertos, en grandes proyectos de bien, y no tenéis que dejaros desalentar por las dificultades». Como hemos de tener un espíritu joven, nos van muy bien estas palabras.
No es el éxito inmediato delante de los hombres lo que cuenta. Sino el éxito de nuestra misión a los ojos de Dios, que ve, no sólo las apariencias, sino lo interior y el esfuerzo que hemos hecho. Si nos sentimos hijos de ese Padre, y hermanos y testigos de Jesús, nada ni nadie podrá contra nosotros, ni siquiera las persecuciones y la muerte. El ejemplo lo tenemos en ti, Jesús, objeto de contradicciones y muerte de cruz. Pero no cediste, amaste la verdad aunque incomodara a los poderosos. Y salvaste a la humanidad y fuiste elevado a la gloria de la resurrección.
Las pruebas y las dificultades de la vida -las personales, de nuestro ambiente o del mundo- no nos deben asustar; y sigamos anunciando a plena luz, a los cercanos y a los lejanos, la buena noticia de la salvación que Dios nos ofrece (J. Aldazábal)
¿Recordáis que el Papa Juan Pablo II comenzó su pontificado gritando con fuerza ese "No tengáis miedo" de Jesús? Son palabras importantes: porque hay mucho miedo: nos asusta todo lo que no controlamos, y el futuro y la muerte… y la posibilidad de no salvarnos, pero nos dice san Juan que “El amor perfecto echa fuera el temor”, que “el que tiene miedo no es aún perfecto en el amor”: y nos han infundido mucho miedo, se ha entendido mal el temor de Dios, que está usado en la Biblia como sinónimo de reverenciarlo y no prescindir de El; de tomarlo en cuenta para confiar y esperar en Él; de no olvidarse de que Él es la suprema Realidad. Se ha tomado como una opresión a la conciencia para estar sin paz pensando que estamos en pecado, cuando Jesús nos dice: "Soy Yo, no temáis... ¿por qué teméis?... no se turbe vuestro corazón; la paz sea con vosotros; os doy la paz mía".
«No debes desconfiar de Dios ni desesperar de su misericordia; no quiero que dudes ni que desesperes de poder ser mejor: porque, aunque el demonio te haya podido precipitar desde las alturas de la virtud a los abismos del mal, ¿cuánto mejor podrá Dios volverte a la cumbre del bien, y no solamente reintegrarte al estado que tenias antes de la caída, sino también hacerte más feliz de lo que parecías antes?» (Rabano Mauro).
2. Durante seis días, a partir de hoy, vamos a oír al profeta Isaías, que ya conocemos de Adviento donde anuncia los tiempos mesiánicos. Contemporáneo de Oseas, que acabamos de leer, profetiza en el reino del Sur, en Jerusalén.
Isaías era un joven de unos veinticuatro años, de una familia noble de Jerusalén, cuando fue llamado por Dios para ser su portavoz en medio del pueblo «el año de la muerte del rey Ozías», o sea, el 740 antes de Cristo.
La visión o experiencia mística del joven es una escena solemne, una teofanía, en la que se destaca la grandeza y la santidad de Dios, rodeado de ángeles, con una escenificación idealizada de la liturgia del cielo. Los ángeles cantan «Santo, santo, santo el Señor de los ejércitos».
A la llamada de Dios, Isaías responde prontamente, después de haber sido purificado por uno de los serafines: «Aquí estoy, mándame».
Es Dios quien lleva siempre la iniciativa. Es su santidad y su grandeza y su amor al pueblo quien pone en marcha la dinámica de una vocación, cada uno la suya en el camino de la vida.
3. El salmo pone de relieve, no tanto el mérito de la respuesta del joven Isaías, sino la grandeza de Dios: «el Señor reina, vestido de majestad... tus mandatos son fieles y seguros, la santidad es el adorno de tu casa». Es lo que hacemos también nosotros, cuando en la Eucaristía aclamamos a Dios, dentro de la plegaria eucarística, con el «Santo, santo, santo...» que Isaías oyó cantar a los ángeles en la presencia de Dios.
Ahora bien, porque es el Dios todo santo y todopoderoso, es también el Dios cercano. Quiere comunicar su vida a todos y para ello se sirve de colaboradores. Ojalá encuentre en nosotros, cada uno en su vocación específica, una disponibilidad generosa como en Isaías: «aquí estoy, mándame».
Le pedimos a nuestra Madre Santa María que nos acoja, que perdamos todo miedo: «A la hora del desprecio de la Cruz, la Virgen está allá, cerca de su Hijo, decidida a correr su misma suerte.  Perdamos el miedo a conducirnos como cristianos responsables, cuando no resulta cómodo en el ambiente donde nos desenvolvemos: Ella nos ayudará» (san J. Escrivá,Surco 977).
“Madre, tú no tuviste miedo de estar al pie de la Cruz, aunque a tu alrededor; todo el mundo se burlaba y se sentía con el derecho de maltratar a tu Hijo y a sus seguidores. Sólo Juan, porque era el discípulo «amado» de Jesús, y porque era valiente, es capaz de acompañarte entre la multitud hostil.
”Madre, tú eres la criatura que, por tu íntima unión con Dios, has confesado a Jesús con mayor fidelidad. Por ello, en ti se cumple de manera especial la promesa de tu Hijo: «A todo el que me confiese delante de los hombres, también yo le confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos.»
”Tan es verdad esto, que se te llama con razón la «omnipotencia suplicante»: eres omnipotente, no por tu propio poder, sino porque Dios te concede todo lo que le pides, por la intercesión de tu Hijo Jesucristo.
”Pero, además de ser la omnipotencia suplicante, eres... mi Madre.
”Y una buena Madre como tú, siempre busca lo mejor para sus hijos.
”Por eso estoy tan seguro cuando pido cosas a Dios por tu intercesión.
”Tú siempre me acogerás como hijo tuyo si me comporto como Jesús, si no tengo miedo a conducirme como cristiano responsable en toda circunstancia, incluso cuando no resulte cómodo confesar el nombre de tu Hijo” (Pablo Cardona).
Llucià Pou Sabaté