martes, 7 de octubre de 2025

Miércoles de la 27ª semana (impar). Jesús nos invita a un trato filial con Dios Padre, con la oración del Padrenuestro.

Miércoles de la 27ª semana (impar). Jesús nos invita a un trato filial con Dios Padre, con la oración del Padrenuestro.

 

A. Lecturas

1. Jonás (4,1-11):

Jonás sintió un disgusto enorme y estaba irritado. Oró al Señor en estos términos: «Señor, ¿no es esto lo que me temía yo en mi tierra? Por eso me adelanté a huir a Tarsis, porque sé que eres compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, que te arrepientes de las amenazas. Ahora, Señor, quítame la vida; más vale morir que vivir.»
Respondióle el Señor: «¿Y tienes tú derecho a irritarte?»
Jonás había salido de la ciudad, y estaba sentado al oriente. Allí se había hecho una choza y se sentaba a la sombra, esperando el destino de la ciudad. Entonces hizo crecer el Señor un ricino, alzándose por encima de Jonás para darle sombra y resguardarle del ardor del sol. Jonás se alegró mucho de aquel ricino. Pero el Señor envió un gusano, cuando el sol salía al día siguiente, el cual dañó al ricino, que se secó. Y, cuando el sol apretaba, envió el Señor un viento solano bochornoso; el sol hería la cabeza de Jonás, haciéndole desfallecer.
Deseó Jonás morir, y dijo: «Más me vale morir que vivir.»
Respondió el Señor a Jonás: «¿Crees que tienes derecho a irritarte por el ricino?»
Contestó él: «Con razón siento un disgusto mortal.»
Respondióle el Señor: «Tú te lamentas por el ricino, que no cultivaste con tu trabajo, y que brota una noche y perece la otra. Y yo, ¿no voy a sentir la suerte de Nínive, la gran ciudad, que habitan más de ciento veinte mil hombres, que no distinguen la derecha de la izquierda, y gran cantidad de ganado?»

2. Salmo 85,3-4.5-6.9-10

R/. Tú, Señor, eres lento a la cólera, rico en piedad

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti. 
R/.

Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica. 
R/.

Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.» 
R/.

 

3. Lucas 11,1-4: "Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: -«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.» Él les dijo: -«Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación"».

 

B. Comentario:

1.  Jonás protesta porque Dios no castiga: -"Bien sabía yo que Tú eres un Dios clemente y misericordioso, tardo a la ira y rico en amor, que renuncia al castigo". Jesús "bajó del cielo por nosotros, los hombres y por nuestra salvación": ¡es la prueba más brillante y definitiva de ello! ¿Soy yo, a tu imagen, «clemente y misericordioso, tardo en la ira y rico en amor, renunciando a dañar y disgustar a nadie»?

Al profeta le cuesta entender… El camino que nos lleva a la perfección puede causarnos demasiados problemas; pues, por desgracia, a veces no entendemos sino a base de grandes golpes que nos sientan a reflexionar sobre lo que en realidad es Dios y lo que nos imaginamos, equivocadamente de Él. A veces no quisiéramos dejar actuar a Dios; más aún: quisiéramos un dios a la medida de nuestros intereses, de nuestros pensamientos, de nuestros egoísmos religiosos para manipularlo a nuestro antojo.

2. "Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti". Recuerda, Señor, el amor y la misericordia que manifestaste a nuestros antiguos padres: "Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica".

En el Yôm Kippur o día de la expiación se lee este salmo entre los judíos. "Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre: «Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios»", que cita el Apocalipsis añadiendo: "porque tus juicios se hicieron manifiestos" (Ap 15,4). San Agustín comenta: "Todos los pueblos en el único Señor son un solo pueblo y forman una unidad. Del mismo modo que existen la Iglesia y las Iglesias, y las Iglesias son la Iglesia, así ese "pueblo" es lo mismo que los pueblos. Antes eran pueblos varios, gentes numerosas; ahora forman un solo pueblo. ¿Por qué un solo pueblo? Porque hay una sola fe, una sola esperanza, una sola caridad, una sola espera. En definitiva, ¿por qué no debería haber un solo pueblo, si es una sola la patria? La patria es el cielo; la patria es Jerusalén. Y este pueblo se extiende de oriente a occidente, desde el norte hasta el sur, en las cuatro partes del mundo".

3. Jesús, ayer nos hablabas de la escucha de la palabra de Dios, hoy y mañana continuas con esta enseñanza, hablándonos de la importancia de la oración. El Padrenuestro del evangelio de Lucas es menos desarrollado que el de Mateo: contiene dos peticiones referentes a Dios: "santificado sea tu nombre, venga tu reino" (Mateo añade "hágase tu voluntad") y tres para nosotros: "danos el pan", "perdona nuestros pecados" y "no nos dejes caer en la tentación" (Mateo añade "mas líbranos del mal"). Los especialistas dicen que es más fácil pensar que Mateo haya añadido matices que no que Lucas los haya suprimido, y por tanto la versión de Lucas podría considerarse más cercana a lo que dijo Jesús. Todavía hay otra versión del primer siglo, la de la Didaché, que añade una doxología final: "tuyo es el reino ", que nosotros también decimos en la Misa como conclusión del Padrenuestro. El Espíritu Santo ha ayudado a concretar la forma en que la rezamos en la Iglesia. También desde 1988 se ha unificado para los veintitantos países de habla hispana.

Ver a Jesús rezar les lleva a los apóstoles a preguntarle por la oración. Jesús, nos das esta plegaria que hace viva la consideración de nuestra filiación divina. Fomenta nuestro deseo de glorificar al Padre y que se apresure la venida de su Reino. El centro de nuestra vida se va haciendo más Dios. Pedimos también por nosotros: que nos dé el pan de nuestra subsistencia, nos perdone las culpas y nos dé fuerza para no caer en la tentación. Es nuestra oración de hijos. Lucas trae como invocación inicial una sola palabra: "Padre", que la comunidad primera conservó cariñosamente, recordando que Jesús llamaba a Dios "Abbá, Papá". Mateo añade lo de "nuestro, que estás en los cielos".

Son muy ricos los comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica a las peticiones del Padrenuestro, en sus números 2759-2865, en los que presenta esta oración como "corazón de las sagradas Escrituras", "la oración del Señor y oración de la Iglesia" y "resumen de todo el evangelio" (J. Aldazábal).

"La expresión tradicional "Oración dominical" [es decir, "oración del Señor"] significa que la oración al Padre nos la enseñó y nos la dio el Señor Jesús. Esta oración que nos viene de Jesús es verdaderamente única: ella es "del Señor".  Por una parte, en efecto, por las palabras de esta oración el Hijo único nos da las palabras que el Padre le ha dado (cf Jn 17,7): él es el Maestro de nuestra oración. Por otra parte, como Verbo encarnado, conoce en su corazón de hombre las necesidades de sus hermanos y hermanas los hombres, y nos las revela: es el Modelo de nuestra oración" (2765).

La infancia espiritual lleva a las almas a sentir el consuelo de abandonarse totalmente en este Padre bueno que es Dios: «Yo soy esa hija, objeto del amor previsor de un Padre que no ha enviado a su Verbo a rescatar a los justos sino a los pecadores. Él quiere que yo le ame porque me ha perdonado, no mucho, sino todo. No ha esperado a que yo le ame mucho, como Santa María Magdalena, sino que ha querido que yo sepa hasta qué punto Él me ha amado a mí, con un amor de admirable prevención, para que ahora yo le ame a Él ¡con locura...!» (Sta. Teresa de Lisieux).

«Si recorres todas las plegarias de la Santa Escritura, creo que no encontrarás nada que no se encuentre y contenga en esta oración dominical. Por eso, hay libertad de decir estas cosas en la oración con unas u otras palabras, pero no debe haber libertad para decir cosas distintas. (...) Aquí tienes la explicación, a mi juicio, no sólo de las cualidades que debe tener tu oración, sino también de lo que debes pedir en ella, todo lo cual no soy yo quien te lo ha enseñado, sino aquel que se dignó ser maestro de todos» (S. Agustín).

-"Un día estaba Jesús orando"... continuando con la necesidad de rezar que veíamos ayer, "cuando hubo terminado, uno de sus discípulos le pidió: "Señor, enséñanos una oración, como Juan Bautista enseñó a sus discípulos"".

"-El les dijo: "Cuando recéis decid: Padre nuestro... Abba". Inaugura una forma de orar inaudita. La oración judía oficial se realizaba en el templo, el lugar por excelencia; Jesús convierte el sitio donde se encuentra en «lugar» adecuado para la oración («mientras él se encontraba orando en cierto lugar»). Por primera vez hay quien se dirige a Dios con confianza filial: «Abba» (en arameo, «Padre»). Jesús introduce un cambio profundo en la relación del hombre con Dios. Todas las religiones, incluyendo la religión judía (Antiguo Testamento), rezan a un Dios lejano, al que tratan de aplacar. Jesús sustituye la verticalidad por la horizontalidad: ¡Dios es Padre! Esta invocación nos introduce en el ámbito familiar de Dios y nos conduce al sentido más profundo de nuestra comunicación con El (Josep Rius-Camps).

¡Padre!, santificado sea tu nombre. ¡Padre!, haznos más hermanos, más caritativos. ¡Padre!, sé misericordioso con nosotros.

«Me has escrito: 'Orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?'. —¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: ¡tratarse!'» (San Josemaría).

Los cristianos ortodoxos de rito griego y ruso, en la liturgia eucarística llamada de San Juan Crisóstomo (que siguen aún) se preparan así: «Y haznos dignos, oh Señor, para que con confianza y sin presunción osemos invocarte como Padre, Dios del Cielo, y decir: Padre nuestro...». En la Misa romana tenemos, de modo análogo y más resumido: «nos atrevemos a decir (audemus dicere): Padre nuestro...» (J. Jeremias). Osadía santa es llamar a Dios «Padre», novedad que rompe la tradición, el sentimiento de temor reverencial que tuvo Moisés al oír: No te acerques aquí. Quita las sandalias de tus pies (Ex 3, 5).

«La expresión Dios Padre no había sido revelada jamás a nadie. Cuando Moisés preguntó a Dios quién era Él, oyó otro nombre. A nosotros este nombre nos ha sido revelado en el Hijo, porque este nombre implica el nuevo nombre del Padre» (Tertuliano). Sólo Jesús, después de llevar a cabo la purificación de los pecados (Hebr 1, 3), puede ponernos en presencia del Padre: Henos aquí, a mí y a los hijos que Dios me dio (Hebr 2, 13).

«Tú, hombre, no te atrevías a levantar tu cara hacia el cielo, tú bajabas los ojos hacia la tierra, y de repente has recibido la gracia de Cristo: todos tus pecados te han sido perdonados. De siervo malo, te has convertido en buen hijo... Eleva, pues, los ojos hacia el Padre que te ha rescatado por medio de su Hijo y di: Padre nuestro... Pero no reclames ningún privilegio. No es Padre, de manera especial, más que de Cristo, mientras que a nosotros nos ha creado. Di entonces también por medio de la gracia: Padre nuestro, para merecer ser hijo suyo» (S. Ambrosio). Esta conciencia de la presencia del Padre -adquirida por el rezo del Padre nuestro, que no es otra cosa que la consideración de la filiación divina- es vital en el hijo de Dios:

«La conciencia que tenemos de nuestra condición de esclavos nos haría meternos bajo tierra, nuestra condición terrena se desharía en polvo, si la autoridad de nuestro mismo Padre y el Espíritu de su Hijo, no nos empujasen a proferir este grito: Abbá, Padre (Rm 8, 15)... ¿Cuándo la debilidad de un mortal se atrevería a llamar a Dios Padre suyo, sino solamente cuando lo íntimo del hombre está animado por el Poder de lo alto?» (S. Pedro Crisólogo).

Eficaz oración, que ha sido la base de toda catequesis cristiana: en la exposición de esta oración donde han desarrollado los Padres las implicaciones del cristiano como hijo de Dios. San Cipriano ve esta oración como el compendio de toda oración, y del entero Evangelio, como también es llamada por Tertuliano breviarium totius evangelii.

Dios es Padre; es el mensaje central del Nuevo Testamento: Jesús insiste continuamente en esta verdad (nos lo recuerda más de 170 veces en los Evangelios, en palabras salidas de sus labios). Considera S. Pedro Crisólogo que el sentimiento propio de un hijo de Dios es hablar con su Padre; Él mismo pone en nuestros labios la plegaria: «Viene como padre, porque el hombre no es capaz de aguantar la presencia de Dios, ni el siervo la del Señor. Y como permanece fiel a las palabras que pronunciara: abre tu boca, y Yo te la llenaré (Ps 80, 11), por eso, fieles, no dejéis de abrir vuestra boca para que él mismo pueda llenarla de esta plegaria: Padre nuestro, que estás en los cielos. El es quien nos enseña a rezar así; él mismo nos anima y nos lo ordena. Hermanos míos, vayamos en seguimiento de la gracia que nos llama, de la caridad que nos atrae, de la bondad que nos invita, ¡pues tenemos por Padre a Dios! Confiésele nuestra alma, que nuestra boca le anuncie, todo en nosotros respire la gracia y no el temor, ya que, siendo nuestro juez, se ha hecho nuestro padre y quiere ser amado, no temido».

Tratar a Dios con confianza de hijos lleva a fomentar en el alma los sentimientos de hijo, vivir como hijos. «Es necesario acordarnos, cuando llamemos a Dios 'Padre nuestro', de que debemos comportarnos como hijos de Dios» (S. Cipriano). «Es necesario contemplar continuamente la belleza del Padre e impregnar de ella nuestra alma» (S. Gregorio de Nisa). San Cipriano señala que lo propio del hijo de Dios es desear tener contento a su Padre: «Hemos de recordar y saber, queridos hermanos, que si llamamos a Dios Padre, hemos de vivir también como sus hijos para que, así como nosotros nos alegramos de tenerlo por Padre, así también Él se complazca de tenernos por hijos. Vivamos como templos de Dios (cf. 1 Cor 5, 16)...». De Orígenes es el comentario más antiguo del Padrenuestro que conocemos, y refiriéndose a la novedad de vida que la filiación divina conlleva, afirma: «Nuestra vida entera debería decir: "Padre nuestro, que estás en los cielos", porque nuestra conducta debería ser celestial y no mundana».

 

Llucià Pou Sabaté

 

viernes, 3 de octubre de 2025

Domingo XXVII (C): la fe es la luz que nos hace ver las cosas auténticamente, nos da fuerza para responder a la palabra de Dios que nos guía hacia el bien, y nos hace mover montañas

Domingo XXVII (C): la fe es la luz que nos hace ver las cosas auténticamente, nos da fuerza para responder a la palabra de Dios que nos guía hacia el bien, y nos hace mover montañas

A. Lectura

1. Habacuc (1,2-3;2,2-4):

¿Hasta cuándo, Señor,
pediré auxilio sin que me oigas,
te gritaré: ¡Violencia!,
sin que me salves?
¿Por qué me haces ver crímenes
y contemplar opresiones?
¿Por qué pones ante mí
destrucción y violencia,
y surgen disputas
y se alzan contiendas?
Me respondió el Señor:
Escribe la visión y grábala
en tablillas, que se lea de corrido;
pues la visión tiene un plazo,
pero llegará a su término sin defraudar.
Si se atrasa, espera en ella,
pues llegará y no tardará.
Mira, el altanero no triunfará;
pero el justo por su fe vivirá.

2. Salmo 94,1-2.6-7.8-9

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».

V/. Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.

V/. Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R/.

V/. Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron,
aunque habían visto mis obras». R/.

3. II Timoteo (1,6-8.13-14):

Querido hermano:
Te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos, pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza. Así pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios.
Ten por modelo las palabras sanas que has oído de mí en la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús. Vela por el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.

4. Lucas 17,5-10: "En aquel tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor: -Auméntanos la fe.

El Señor contestó: -Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa?» ¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú?» ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer».

B. Comentario:

1. "¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré «Violencia», sin que me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas?" Es una queja en medio de la catástrofe, y tantas veces nos preguntamos también nosotros: "¿por qué esto...?, ¿hasta cuándo me pasará esto otro...? La respuesta de estos interrogantes no nos viene más que por la fe y el amor que dan sentido al dolor. En Habacuc este interrogante tiene fuerza de tragedia, porque para él no existía aún la Cruz ni la resurrección.

El injusto agresor es como un cazador o pescador, que va tras sus presas: "con ellos cogió rica presa y comida abundante". Sigue haciendo de su poder un dios y el verdadero Dios, "¿sigue contemplando en silencio a los bandidos, cuando el malvado devora al inocente?" La respuesta llegó: paciencia pues todo "ha de llegar sin retrasarse, pero, si tarda, espera". Y mientras "el injusto se hincha", la hinchazón no es sino viento y vacío. En cambio, "el justo vivirá por la fe", salvará su vida por la confianza en Dios, con su fiel perseverancia.

2. "Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, vitoreándolo al son de instrumentos. Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía". Este pastor es Jesús: "Yo soy el buen pastor"... (Juan 10).

"Ojalá escuchéis hoy su voz"… La voz de Dios está en nuestro corazón. Ahí también el buen pastor nos silva para guiarnos… "En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo pero a la cual debe obedecer y, cuya voz, lo llama siempre que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal; cuando es necesario le dice claramente a los sentidos del alma: haz esto, evita aquello. En realidad el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón…" (Concilio Vaticano II).

"No endurezcáis el corazón". Señor, líbrame de toda sordera, de toda malicia, de todo mal. Un día estaba yo sentado cerca del Himalaya, a la orilla de un río. Saqué del agua una piedra hermosa, dura, redonda, y la rompí. Su interior estaba completamente seco. Esta piedra hacía tiempo que estaba en el agua, pero el agua no había penetrado en ella. Lo mismo ocurre con los hombres de Europa. Hace tiempo que fluye en torno suyo el cristianismo, y éste no ha penetrado y no vive dentro de ellos. La falta no está en el cristianismo, sino en los corazones cristianos (Sadhu Sundar Singh).

3. Pablo anima a Timoteo para que luche fielmente por el evangelio. "Aviva el fuego de la gracia de Dios que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio". El elegido debe acordarse del Espíritu que le ha sido, conferido con la imposición de manos. Debe «avivar» en sí el fuego que quizá sólo arde tímidamente, porque es un «Espíritu de energía, amor y buen juicio»: en tres palabras explica la fuerza se encuentra precisamente en el amor, fuerza para luchar contra los poderes antidivinos; esta fuerza del amor es el arma del cristiano. Esto se inculca una vez más: hay que trabajar por el Evangelio según las fuerzas que nos ha conferido el Espíritu, hay que «permanecer» en el «amor» que se nos ha dado, y todo ello conforme al ejemplo de los santos, que incluso en prisión tuvieron fuerza para sufrir por el Evangelio; éste precisamente puede ser el «buen combate» (2 Tm 4,7), el más fecundo, porque se libra junto con el Cordero (von Balthasar): "No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé".

4. "Auméntanos la fe" (Lc 17,5)

Los apóstoles pidieron a Jesús: «Auméntanos la fe». También nosotros podemos hacer nuestra esta súplica, sobre todo cuando caminamos cansados, con dudas o heridas. El himno del Año de la Fe (2013) expresa bien este deseo:

"Caminamos llenos de esperanza, pero a tientas en la noche.
Vienes tú en el Adviento de la historia, eres tú el Hijo del Altísimo.
Credo, Domine, credo! Adauge nobis fidem!"

Cada estrofa nos recuerda que en los distintos momentos de la vida —en la pobreza, el dolor, el cansancio o la alegría—, Jesús es nuestra luz, nuestro pan, nuestra meta. Con María, con los pobres, con la Iglesia, caminamos en esperanza pidiendo: "Auméntanos la fe".

La fe y el amor: ver con el corazón

Antoine de Saint-Exupéry decía: «Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos».
San Pablo añade: «Con el corazón se cree» (Rm 10,10).

El Papa Francisco enseña que la fe transforma a la persona porque se abre al amor. La fe no es solo creer ideas, sino amar y dejarse amar por Dios. El amor ilumina, da sentido y fuerza, nos permite ver la realidad con ojos nuevos. Cuando creemos y amamos, comprendemos desde dentro, con una certeza que nace de la experiencia viva del amor de Dios.

Hoy, a menudo se entiende el amor como un sentimiento pasajero. Pero el amor verdadero es un compromiso, una apertura al otro, una unión que construye un "nosotros". Es un camino hacia la verdad, y solo cuando se une a ella, el amor dura y se vuelve pleno.

Amor y verdad se necesitan mutuamente.
Sin amor, la verdad es fría.
Sin verdad, el amor se vuelve frágil.

El amor auténtico ilumina la inteligencia y enciende el corazón, permitiéndonos ver y conocer de un modo nuevo. Como decía san Gregorio Magno, el amor mismo es un conocimiento. Por eso, razón creyente y amor son como "dos ojos de una misma mirada", que juntos contemplan a Dios.

También "tocar" forma parte de la fe: Jesús tocaba a los enfermos, y hoy nos toca en los sacramentos. San Agustín lo resume así: «Tocar con el corazón, esto es creer».

La fe como confianza y servicio

Jesús responde:

«Si tuvierais fe como un granito de mostaza…»

La fe auténtica no se mide por su tamaño, sino por su confianza. Es fiarse totalmente de Dios, ver con sus ojos, aprender a pensar, sentir y actuar como Él.

Y a continuación, el Evangelio nos invita a servir sin esperar recompensas:

"Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que debíamos hacer."

No seguimos a Cristo por el premio, sino por amor. Como dice el antiguo poema:

"No me mueve, mi Dios, para quererte,
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido…
Muéveme tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara."

El amor es ya el mayor premio. Servir a Dios no le añade nada a Él, pero nos transforma a nosotros, nos llena de vida y alegría. Quien vive desde el amor no busca recompensas, sino comunión con el Amado.

María, modelo de fe

La Virgen María es el ejemplo más puro de fe. Creyó en la Palabra de Dios sin vacilar, incluso al pie de la cruz. Su fe fue obediencia y servicio, hasta hacerse "la esclava del Señor".

Ella nos enseña a acoger la voluntad de Dios con confianza, a caminar en esperanza, y a servir por amor, sabiendo que la fe auténtica siempre se expresa en gestos de entrega y fidelidad.

Llucià Pou Sabaté

San Francisco de Asís, religioso: reconstruir la Iglesia desde la pobreza y la alegría. 4 de octubre

San Francisco de Asís, religioso: reconstruir la Iglesia desde la pobreza y la alegría

4 de octubre

A.    Lecturas:

 

1.     Nehemías (2,1-8):

Era el mes de Nisán del año veinte del rey Artajerjes. Tenía el vino delante, y yo tomé la copa y se la serví. En su presencia no debía tener cara triste.
El rey me preguntó: «¿Qué te pasa, que tienes mala cara? Tú no estás enfermo, sino triste.»
Me llevé un susto, pero contesté al rey: «Viva su majestad eternamente. ¿Cómo no he de estar triste cuando la ciudad donde se hallan enterrados mis padres está en ruinas, y sus puertas consumidas por el fuego?»
El rey me dijo: «¿Qué es lo que pretendes?»
Me encomendé al Dios del cielo y respondí: «Si a su majestad le parece bien, y si está satisfecho de su siervo, déjeme ir a Judá a reconstruir la ciudad donde están enterrados mis padres.»
El rey y la reina, que estaba sentada a su lado, me preguntaron: «¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo volverás?»
Al rey le pareció bien la fecha que le indiqué y me dejó ir.
Pero añadí: «Si a su majestad le parece bien, que me den cartas para los gobernadores de Transeufratina, a fin de que me faciliten el viaje hasta Judá. Y una carta dirigida a Asaf, superintendente de los bosques reales para que me suministren tablones para las puertas de la ciudadela de templo, para el muro de la ciudad y para la casa donde me instalaré.»
Gracias a Dios, el rey me lo concedió todo.

2.    Salmo 136,1-2.3.4-5.6

R/. Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti

Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras. 
R/.

Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión.» 
R/.

¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha. 
R/.

Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías. 
R/.

 

Lucas (9,57-62):

En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»
A otro le dijo: «Sígueme.»
Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»
Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.»
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»

B.      Comentario:

Cada 4 de octubre la Iglesia celebra la memoria de San Francisco de Asís (1182-1226), uno de los santos más universales, amado incluso más allá del ámbito cristiano por su radical sencillez, su amor a la creación y su testimonio de alegría en la pobreza. Su espiritualidad, hecha de despojo y libertad interior, sigue interpelando hoy a un mundo saturado de posesiones y carente de sentido.

Francisco rezaba así ante el crucifijo:

"Oh alto y glorioso Dios,
ilumina las tinieblas
de mi corazón.

Dame una fe recta,
una esperanza cierta,
una caridad perfecta
y una humildad profunda.

Dame, Señor,
juicio y discernimiento
para cumplir tu verdadera
y santa voluntad.

Amén."

Por su belleza en el original, la pongo en italiano:

«O alto e glorioso Dio,
illumina le tenebre del cuore mio.
Dammi una fede retta,
speranza certa,
carità perfetta
e umiltà profonda.
Dammi, Signore,
senno e discernimento
per compiere la tua vera e santa volontà. Amen.»

Es una oración breve y directa, pero contiene todo un programa de vida: fe, esperanza, caridad, humildad, discernimiento. Pide a Dios luz para el corazón, porque solo desde dentro se puede responder a la llamada del Señor.

"Repara mi Iglesia"

Cuando Francisco escuchó ante el Cristo de San Damián la voz que le decía: "Francisco, repara mi Iglesia", al principio lo entendió de modo literal: comenzó a reconstruir piedras, reparar muros, devolver dignidad a templos en ruinas. Pero pronto comprendió que la llamada iba más allá: debía contribuir a la renovación espiritual de la Iglesia entera. Esa doble dimensión –lo concreto y lo simbólico– define también nuestra misión: cuidar los signos visibles de la fe, pero sobre todo revitalizar el alma de la comunidad cristiana.

Las lecturas del día: reconstrucción y desapego

La liturgia de la Palabra ilumina la figura de San Francisco desde distintos ángulos. En la primera lectura (Nehemías 2,1-8) escuchamos la súplica del profeta que pide permiso al rey Artajerjes para regresar a Jerusalén y reconstruir la ciudad destruida. Es el eco bíblico de la misión franciscana: levantar lo que se ha derrumbado, reparar lo que parecía perdido, recuperar la esperanza en medio de las ruinas.

El salmo (136) pone voz al dolor del exilio: "Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar". El pueblo llora porque se siente lejos de su tierra y de su Dios. Francisco, que conoció el vacío de una vida frívola en su juventud, entendió bien esa nostalgia de lo esencial. Su conversión fue un volver a casa, un volver a Dios.

El evangelio (Lc 9,57-62) muestra la radicalidad del seguimiento de Cristo: no hay tiempo para despedidas, no hay seguridad material, solo la libertad de quien confía plenamente en Dios. Jesús exige desapego; Francisco lo vivió literalmente, despojándose incluso de sus vestidos ante su padre y ante el obispo, para declararse pobre y libre en manos del Señor.

La santa pobreza: Francisco y el papa Francisco

Desde tradiciones y épocas distintas, santos como Francisco de Asís y el papa Francisco han coincidido en la convicción de que sin pobreza no hay verdadera libertad. Francisco la llamaba "señora pobreza", enamorado de ella como de una dama que lo libraba de las cadenas del tener. En clave distinta, en medio del mundo, pero con la misma raíz evangélica, podemos nosotros vivirla: desprendernos de lo superfluo, no apegarnos a los objetos, vivir como administradores y no como dueños de las cosas.

Ambos comprendieron que el apego impide ver a Dios. Como decía un antiguo relato: una moneda puesta sobre la palabra "Dios" la oculta a la vista; solo quitando la moneda se recupera la visión de lo esencial.

La "perfecta alegría", enseñaba Francisco, no está en los logros ni en los éxitos, sino en aceptar con paciencia y amor las humillaciones y las pruebas. Ahí se mide la verdadera libertad del corazón.

Conclusión: reconstruir desde dentro

Celebrar a San Francisco de Asís no es un ejercicio de nostalgia, sino una llamada actual. En un mundo dividido, lleno de ruinas morales y espirituales, necesitamos franciscanos que vuelvan a escuchar: "Repara mi Iglesia". Reconstruir exige comenzar por el corazón: vivir con humildad, desprenderse de lo superfluo, abrirse a la alegría de la pobreza que libera.

Como Francisco, podemos orar hoy: "Señor, ilumina las tinieblas de mi corazón, dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta". Solo desde ahí podremos, cada uno en nuestro lugar, contribuir a la verdadera renovación de la Iglesia y del mundo.

 

jueves, 2 de octubre de 2025

Viernes 26º (impar). La penitencia transforma nuestro corazón, como el dolor, y nos hace agradables a Dios y dignos del perdón y de su amor, corredentores con Jesús

Viernes 26º (impar). La penitencia transforma nuestro corazón, como el dolor, y nos hace agradables a Dios y dignos del perdón y de su amor, corredentores con Jesús

 

A. Lecturas

1. Baruc (1,15-22):

Confesamos que el Señor, nuestro Dios, es justo, y a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a los judíos y vecinos de Jerusalén, a nuestros reyes y gobernantes, a nuestros sacerdotes y profetas y a nuestros padres; porque pecamos contra el Señor no haciéndole caso, desobedecimos al Señor, nuestro Dios, no siguiendo los mandatos que el Señor nos había dado. Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres de Egipto hasta hoy, no hemos hecho caso al Señor, nuestro Dios, hemos rehusado obedecerle. Por eso, nos persiguen ahora las desgracias y la maldición con que el Señor conminó a Moisés, su siervo, cuando sacó a nuestros padres de Egipto para darnos una tierra que mana leche y miel. No obedecimos al Señor, nuestro Dios, que nos hablaba por medio de sus enviados, los profetas; todos seguimos nuestros malos deseos, sirviendo a dioses ajenos y haciendo lo que el Señor, nuestro Dios, reprueba.

2. Salmo 78,1-2.3-5.8.9

R/. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre

Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra. 
R/.

Derramaron su sangre como agua
en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre enojado?
¿Arderá como fuego tu cólera? 
R/.

No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. 
R/.

Socórrenos, Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. 
R/.

 

3. Lucas 10,13-16: "En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».

 

B. Comentario:

1. Hoy y mañana leemos una selección del libro de Baruc (es probablemente el secretario y hombre de confianza del profeta Jeremías), también de la época del destierro de Babilonia y la vuelta a Sión.

-"Al Señor, nuestro Dios, pertenece la justicia, a nosotros, en cambio, la confusión del rostro, como es patente en el día de hoy". La humildad no tiene HOY buena prensa. El mundo se burla de los humildes. Esta postura o estado se considera una dimisión. Y sin embargo, más allá de posibles desviaciones contra las que tenemos que luchar para no contribuir a que esta virtud resulte odiosa a nuestros contemporáneos, la humildad es un valor esencial, de verdad, algo atractivo asociado a la sencillez, lo contrario de la ampulosidad y la suficiencia. Desde el punto de vista religioso, la humildad es el reconocimiento de nuestra verdadera situación delante de Dios.

-"Sí, hemos pecado contra el Señor, le hemos desobedecido". En efecto, nuestra "condición humana" no es solamente frágil, limitada, efímera... es pecadora. Es preciso, es verdad, cerrar los ojos para no verlo. Basta mirar lúcidamente el fondo de nuestro interior para descubrir allí tendencias malas. El solo hecho de «reconocer» este pecado en nosotros es ya liberador: afirmamos por ende cuál es la dirección esencial de nuestra vida. Cuando reconozco que te he desobedecido, Señor, afirmo al mismo tiempo que eres Tú el verdadero sentido de mi vida.

La oración de Baruc sigue siendo actual. Solemos excusarnos echando las culpas a los demás o a las instituciones o al mundo que nos rodea. Pero entonar el "mea culpa" de cuando en cuando, con golpes en el pecho bien dados -en el nuestro, no en el de los demás-, nos ayuda a progresar en nuestra vida de fe. Lo hacemos normalmente al empezar la Eucaristía, con el acto penitencial. Lo hacemos, sobre todo, cuando celebramos el sacramento de la Reconciliación. Eso nos ayuda a reflexionar sobre si estamos "siguiendo nuestros malos deseos sirviendo a dioses ajenos". Y nos invita a corregir la dirección de nuestra vida para no llegar hasta la ruina total.

-"En nuestra ligereza, no hemos escuchado la voz del Señor. Cada uno de nosotros, según el capricho de su perverso corazón, hemos ido a servir a dioses extraños, a hacer lo malo a los ojos del Señor, nuestro Dios". Nuestra libertad profunda no se ejerce de veras más que en los límites de nuestra conciencia real. Nuestra responsabilidad recae en lo que «sabemos». Y Jesús pudo decir de sus verdugos: «perdónalos, Padre, que no saben lo que hacen». Efectivamente, nuestra ligereza y nuestra inconsciencia nos inducen a satisfacer «nuestros propios caprichos» en lugar de cumplir «la Voluntad de Dios» porque Dios sólo quiere nuestro bien más profundo.

-"Por esto, como sucede en este día, se nos han pegado los males". El pensamiento judío, como también el pensamiento popular de muchos pueblos, piensa que hay una relación entre el pecado y la desgracia. Es la tesis de la «retribución»: ¡cosecha lo que ha sembrado! Cristo ha superado netamente ese punto de vista demasiado estrecho, -defendiendo de toda acusación al ciego de nacimiento- (Juan 9,3).

Sigue siendo verdad que la felicidad consiste en seguir a Dios. Y todo aquello que nos desvía de su voluntad, nos aleja también de nuestro bien más profundo (Noel Quesson).

2. El salmista comienza con un lamento por las desgracias (pérdida del Templo, deportación) que causaron los gentiles, y pide la liberación… Hagamos nuestro el salmo y sus sentimientos: "¿hasta cuándo, Señor?, ¿vas a estar siempre enojado? Que tu compasión nos alcance pronto. Socórrenos, Dios, Salvador nuestro, líbranos y perdona nuestros pecados". Es una buena manera de afirmar que no estamos conformes ni con nuestra vida ni con la situación de la sociedad, si la vemos decadente, y que estamos dispuestos a luchar por su mejora.

Dios, por medio de Jesús, su Hijo, ha descubierto su brazo a la vista de nuestros enemigos y nos ha liberado de ellos. Dios escucha el clamor de sus pobres y está pronto a sus plegarias para librarlos de la muerte. Aún en medio de nuestras más grandes miserias, aún cuando hayamos vivido demasiado lejos del Señor, volvamos a Él nuestra mirada y nuestro corazón, pues el Señor es rico en misericordia y su bondad nunca se acaba. Retornemos a Él dispuestos a dejar que nos purifique de nuestras maldades y nos revista de su propio Hijo, de tal forma que no sólo participemos de sus bienes, sino que, bien calzados nuestros pies, vayamos a anunciar el Evangelio de la paz y de la misericordia que el Señor nos ha manifestado, y del cual quiere que participen los hombres de todos los lugares y tiempos.

3. Ayer, al final del "envío en misión", Jesús daba una última consigna: "Cuando no seáis recibidos, salid a las plazas y decid: -"Hasta el polvo de este pueblo que se nos ha pegado a los pies nos lo limpiamos, ¡para vosotros! De todos modos sabed: que ya llega el reino de Dios". En Galilea ha habido contrariedades, quedan recuerdos amargos. De paso por Samaria no les han querido hospedar. En Jerusalén habrá cosas aún peores. Hoy día también vemos dificultades. Tantas veces oímos: "yo creo en Cristo, pero en la Iglesia, no". Sería bueno que la Iglesia fuera siempre santa, perfecta, y no débil y pecadora como es (como somos). Pero ha sido así como Jesús ha querido ser ayudado, no por ángeles, sino por hombres imperfectos. Jesús, nos hablas de que en el mundo hay trigo y cizaña hasta el final, pero también nos aseguras que el juicio, a su tiempo, dará la razón y la quitará (J. Aldazábal).

-""Yo os digo: El día del Juicio le será más llevadero a Sodoma que a ese pueblo"". Y estallan las maldiciones de los labios de Jesús: -""¡Ay de ti Corazoín, ay de ti Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que habrían hecho penitencia cubiertas de sayal y sentadas en ceniza". Las ciudades de Corazoín, Betsaida y Cafarnaun, al nordeste del Lago de Tiberíades, delimitan el triángulo, el "sector" en el que más trabajó Jesús. Esas ciudades recibieron mucho... Serían ricas de grandes riquezas espirituales si hubiesen querido escuchar. Si se las compara a las ciudades paganas de Sodoma, Tiro y Sidón, éstas son unas "pobres" ciudades que no han tenido la suerte de oír el evangelio: pues bien, una vez más, Jesús se queda con éstas, prefiere las pobres. Esas amenazas hay que escucharlas en nuestros días. Las "riquezas espirituales", de ningún modo constituyen una seguridad: cuanto más abundantes son las gracias recibidas, tanto más hay que hacerlas fructificar.

-"Por eso, en el Juicio, habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras." Es difícil ver el juicio de Dios, y muchas veces lo suplantamos con falsas seguridades…

-"Y tú Cafarnaún, ¿piensas encumbrarte hasta el cielo? No, te hundirás en el abismo". Cafarnaún es donde Simón Pedro tenía su casa y su oficio. Es la ciudad más nombrada en el evangelio -dieciséis veces-. Jesús hizo en ella numerosos milagros… pero no aceptaron la Palabra…

-"Quien os escucha a vosotros, me escucha a mí; quien os rechaza a vosotros, me rechaza a mí". Esas palabras nos hacen ver que la tarea apostólica o misionera es una participación a la misión misma de Jesús. Dios necesita de los hombres. Hay hombres por los cuales habla Dios... ¿Con qué amor, con qué atención estoy delante de los "enviados" de Dios? Y en principio, acepto yo que Dios me envíe otros hombres, hermanos débiles como yo, pero con el peso de esta responsabilidad? (Noel Quesson).

Hay un sentimiento de tristeza en el corazón del Señor, al ver que esos sitios queridos piensan que se encumbran, cuando en realidad se hunden. Pienso que nos puede pasar en el "Estado de bienestar" que provoca crisis económicas, por culpa de una suma de egoísmos de las personas que llevan los centros neurálgicos de la banca, bolsa, comercio… parece que prosperan esas culturas, cuando en realidad se están hundiendo.

«Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha» (Lc 10,16). Estas palabras con la que concluye el Evangelio son una llamada a la conversión y traen esperanza. Si escuchamos la voz de Jesús aún estamos a tiempo. La conversión consiste en que el amor supere progresivamente al egoísmo en nuestra vida, lo cual es un trabajo siempre inacabado  (Jordi Sotorra i Garriga). San Máximo nos dirá: «No hay nada más agradable y amado por Dios como el hecho de que los hombres se conviertan a Él con sincero arrepentimiento».

El Catecismo nos explica esta penitencia que reclama el Señor: "La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron "animi cruciatus" (aflicción del espíritu), "compunctio cordis" (arrepentimiento del corazón) (1431)".

Pidamos a la Virgen por este mundo nuestro que continúa dominado por tantos egoísmos y tantos males provocados, incluso, por personas que se confiesan cristianas. Que no nos quedemos con la profesión de fe hecha con los labios, por mera costumbre o tradición familiar, mientras nuestro corazón está lejos del Señor. Que sepamos sustentar en la oración y la caridad nuestra vida de seguidores de Jesús, y la alegría desbordante se comunicará en esa misión apostólica a nuestro alrededor.

 

Llucià Pou Sabaté

Jueves de la 26 semana (impar). El cristiano ha de llevar la paz y alegría a los demás, ser portador de Cristo. La fe nos ayuda a vencer las dificultades

Jueves de la 26 semana (impar). El cristiano ha de llevar la paz y alegría a los demás, ser portador de Cristo. La fe nos ayuda a vencer las dificultades

 

A. Lecturas

1. Nehemías (8,1-4a.5-6.7b-12):

En aquellos días, todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que se abre ante la Puerta del Agua y pidió a Esdras, el escriba, que trajera el libro de la Ley de Moisés, que Dios había dado a Israel. El sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea, compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era el día primero del mes séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie en el púlpito de madera que había hecho para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo –pues se hallaba en un puesto elevado– y, cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie.
Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: -«Amén, amén.»
Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra. Los levitas explicaron la Ley al pueblo, que se mantenía en sus puestos. Leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura.
Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al pueblo entero: «Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis.»
Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley.
Y añadieron: «Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza.»
Los levitas acallaban al pueblo, diciendo: «Silencio, que es un día santo; no estéis tristes.»
El pueblo se fue, comió, bebió, envió porciones y organizó una gran fiesta, porque había comprendido lo que le habían explicado.

2. Salmo 18,8.9.10.11

R/. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. 
R/.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. 
R/.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. 
R/.

Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. 
R/.

 

3. Lucas 10,1-12: "En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: "La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios". Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios." Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo".

 

B. Comentario:

 

1. -"Se pidió al escriba Esdras que trajera el libro de la Ley... En presencia de la asamblea, compuesta de hombres, de mujeres y de todos los niños con uso de razón. Esdras, vuelto hacia la plaza, hizo la lectura... Estaba de pie sobre un estrado de madera. Todo el pueblo le veía porque dominaba la asamblea". Se realza pues la importancia del Libro, así como la del lector. No se trata de un libro ordinario, ni de una lectura banal: se trata de una Palabra de Dios que se va a proclamar, con solemnidad. Danos, Señor, da a todos los hombres el respeto de tu Palabra.

La solemne renovación de la Alianza es una página espléndida, llena de sentido para el futuro: - se reúne la gran asamblea, ya no se centra la atención en el Templo, pues están lejos y se reúnen en casas, tiene lugar la costumbre de la sinagoga y su institución; - todos escuchan con atención el libro de la Alianza, que proclama el sacerdote Esdras; - se dividen en grupos y los levitas van explicando a todos el sentido de lo que acaban de leer; - la gente se llena de alegría y llora de emoción al escuchar esta Palabra; - y lo celebran después con comida y bebida y una gran fiesta.

-"Y todo el pueblo, alzando las manos, respondió: "¡Amén! ¡Amén!" Luego se inclinaron y se postraron ante el Señor, rostro en tierra". Cuando Dios habla, hay que responder. Y la respuesta normal es un asentimiento, un «sí». El «Amén» que hemos conservado del hebreo tiene ese significado. Amén = «es verdad»... «es seguro»... Es el resumen mismo de la Fe, que es la respuesta del hombre a la revelación que Dios nos propone. Notemos que la asamblea no se contenta entonces con un mero asentimiento de los labios: todo el cuerpo participa de ese «sí» que proviene del fondo del ser. Se alzan las manos, luego todos se prosternan hasta el suelo. Espectáculo que sorprende; cuyo sentido se ha perdido en nuestras iglesias occidentales llenas de sillas y de bancos. Los jóvenes HOY encuentran de nuevo esta expresión en la liturgia. Los pueblos africanos y asiáticos pueden enseñarnos algo, respecto a esto. ¡La asamblea de miles de musulmanes haciendo la gran postración es digna de ser contemplada!

-"Esdras leyó en el libro de la Ley de Dios, aclarando e interpretando el sentido para que los asistentes comprendieran la lectura". La Palabra es una semilla que tiene que producir fruto en nosotros. En la solemnidad de aquella ocasión, o la constancia de la Eucaristía celebrada cada domingo -o cada día- y con la pedagogía de una oportuna homilía: la Palabra de Dios va iluminando nuestro camino y dándonos fuerza para ir mejorando nuestra vida. Ojalá también ahora el pueblo cristiano pueda sentir una profunda alegría "porque han comprendido lo que les han enseñado".

Ese día está consagrado al Señor, vuestro Dios; no estéis tristes ni lloréis Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. En efecto, la Palabra de Dios nos interpela. Nos revela nuestros pecados. Escuchar a Dios es oír unas exigencias infinitas que nos hacen sentir tanto más nuestras pobrezas.

Id y comed manjares suculentos, bebed bebidas aromatizadas y mandad una ración a quien no tiene nada preparado, Porque este día está consagrado a nuestro Dios: ¡la alegría del Señor es vuestra muralla y fortaleza!» Domina ciertamente la alegría. ¡Una atmósfera de fiesta! La «alegría de Dios» ¿es de veras mi fortaleza? (Noel Quesson).

La proclamación de la Ley aparece ligada a la fiesta de las Tiendas, 7 días en los que Esdras sigue leyendo la Ley como prescribe Dt 31,9-13 para cuando la fiesta cae en año sabático. Ahí se ve el origen de la "gran sinagoga", un órgano oficial para discernir los libros sagrados que tendrán los siglos siguientes. Esa lectura sagrada será la función principal de las reuniones religiosas (Biblia de Navarra).

2. "La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante". El salmo proclama que la alegría nos viene de Dios: "los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón... y dan luz a los ojos". Por medio de su Palabra, el Señor ha iluminado el camino del creyente. Por eso hemos de conocerla y meditarla para convertirnos en sabios y llegar a vivir con rectitud del corazón.

"La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y eternamente justos". El Señor nos ha indicado que quien quebrante uno de estos mandamientos, el más mínimo, y enseñe eso a los demás, será el más pequeño en el Reino de los cielos: son "más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila".

3. Hoy expandes la misión, Jesús, con el envío de 72 discípulos para que vayan de dos en dos a prepararle el camino: -"Entre sus discípulos, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir El". Es un envío similar al de los Doce…

-"La mies es abundante y los braceros pocos; por eso rogad al dueño de la mies que mande obreros a su mies". Les dices, Señor, que lo primero es la fuerza de la oración, que pidan a Dios que envíe obreros a recoger la cosecha, porque hay mucha labor y pocos brazos. Me gusta ver que sabes de pesca, de labores de campo… que te interesa la vida, entras en los detalles de las personas, de la cultura… Todo cristiano se debe sentir misionero, con una entrega generosa a la misión que nos encomiendas, Señor. Y lo primero es la oración. Juan Pablo II comentaba que la actividad misionera esta aun en sus comienzos. Se ha llevado la fe a toda Europa, Asia, América, África, Oceanía… pero hay mucho por hacer: "Hoy se pide a todos los cristianos, a las Iglesias particulares y a la Iglesia universal la misma valentía que movió a los misioneros del pasado y la misma disponibilidad para escuchar la voz del Espíritu".

-"Id, mirad que os envío como corderos entre lobos". Jesús, pasas a hablar de cómo han de comportarse los "enviados de Dios", los misioneros: la no-violencia, pues, en primer lugar son hombres "indefensos", "corderos" entre lobos.

-"No llevéis bolsa, ni alforja ni sandalias; y no os paréis a saludar a nadie por el camino". La pobreza. No confiemos mucho en los medios humanos sino en la gracia de Dios: "tanta ha de ser la confianza que ha de tener en Dios el predicador, que, aunque no se provea de las cosas necesarias para la vida, debe estar persuadido de que no le han de faltar, no sea que mientras se ocupa de proveerse de las cosas temporales, deje de procurar a los demás las eternas" (S. Gregorio Magno). La preocupación por las seguridades terrestres puede quitarnos la paz. La libertad del apóstol, no estar atado a muchos negocios mundanos, le da alas para su misión. Jesús, tú siempre tienes tiempo para atender a todos; ¿qué quieres decir con lo de no pararse a saludar? Supongo que no nos perdamos por caminos laterales, porque es urgente la tarea principal.

-"Cuando entréis en una casa, lo primero, saludad: "Paz a esta casa". Si hay allí "gente de paz", la "paz que les deseáis", se posará sobre ellos; si no, volverá a vosotros". La paz es otra de tus consignas, Señor, la alegría. La nuestra ha de ser una comunicación de paz y de alegría. Hay que volver a leer y a meditar de nuevo esas fórmulas admirables y, a su luz, revisar nuestra vida.

-"Curad a los enfermos que haya en la casa o en la ciudad donde estéis y decid a los habitantes: "Ya os llega el reino de Dios"". Hacer el bien, apartar el mal. Aliviar... y sobre todo anunciar el Reino, todo esto es la materia de nuestra palabra. Sobre todo ¡el Reino de Dios! ¡Que Dios reine! (Noel Quesson). Y Jesús se dirige a nosotros, a las personas de todos los tiempos…

 

Llucià Pou Sabaté