martes, 3 de diciembre de 2024

Tiempoordinario, I semana, miércoles: Jesús sigue curando a muchos, y multiplica lospanes… lo que le ofrecemos, nos lo multiplica con su generosidad

Tiempo ordinario, I semana, miércoles: Jesús sigue curando a muchos, y multiplica los panes… lo que le ofrecemos, nos lo multiplica con su generosidad

 

A. Lecturas:

   1. Isaías 25,6-10a. Aquel día, el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país. -Lo ha dicho el Señor-. Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte.»

   2. Salmo 22,1-3a.3b-4.5.6. El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.

   Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.

   Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.

   Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

   3.   Mateo 15,29-37: «Después que Jesús partió de allí, vino junto al mar de Galilea, subió a la montaña y se sentó. Acudió a él una gran multitud llevando consigo cojos, ciegos, lisiados, mudos y otros muchos enfermos, y los pusieron a sus pies y los curó; de tal modo que se maravillaba la multitud viendo hablar a los mudos y quedar sanos los lisiados, andar a los cojos y ver a los ciegos, por lo que glorificaban al Dios de Israel.

   Jesús llamó a sus discípulos y dijo: Siento profunda compasión por la muchedumbre, porque hace ya tres días que permanecen junto a mi y no tienen qué comer; no quiero despedirlos en ayunas no sea que desfallezcan en el camino. Pero le decían los discípulos: ¿De dónde vamos a sacar; estando en el desierto, tantos panes para alimentar a tan gran multitud? Jesús les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos le respondieron: Siete y unos pocos pececillos. Entonces ordenó a la multitud que se acomodase en el suelo. Tomó los siete panes y los peces y, después de dar gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la multitud. Y comieron todos y quedaron satisfechos. De los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas".

 

B. Comentario:

   1. Isaías nos dice que el Señor, Dios del universo, preparará, sobre su montaña, un banquete de manjares muy condimentados y de vinos embriagadores, un banquete de platos suculentos y de vinos depurados... En aquellos pueblos orientales el banquete forma parte del ritual de entronización de los reyes. La fastuosidad de ellos eran el signo del poder de un rey, y el modo de celebrar una victoria. También nosotros festejamos nuestras alegrías en familia con una comida más exquisita. Para anunciar los tiempos mesiánicos, Dios anuncia que será el anfitrión de su propia mesa. Jesús hizo de la comida el signo de su gracia.

   ¿Me doy cuenta de que en la eucaristía Dios me recibe en su propia mesa? ¿Es una comida gozosa, una fiesta? ¿Tengo algo a conmemorar o a celebrar cuando voy a misa? ¿Valoro la acción de gracias?

   -"Para todos los pueblos... sobre toda la faz de la tierra..." Ese universalismo, es sorprendente para aquella época. Un Mesías no reservado exclusivamente al pueblo de Israel, que salva a toda la humanidad.

   -"Apartará de los rostros el velo que cubría todos los pueblos y el sudario que envolvía las naciones". Destruirá la muerte para siempre. Dios celebra una victoria al invitarnos a ese festín de victoria sobre la «muerte». La muerte, la gran obsesión de la humanidad, el gran fracaso, el gran absurdo, es el enemigo, símbolo de la fragilidad y del sufrimiento. Es también la gran objeción que hacen los hombres a Dios: si Dios existe, ¿por qué hay ese mal? Debemos escuchar la pregunta y también la respuesta de Dios. Hay que darle tiempo, saber esperar su respuesta: «El Señor quitará el sudario que envolvía los pueblos». ¡Tal es su promesa, su palabra de honor! «El Señor destruirá la muerte para siempre.» Tal es la buena nueva de Jesucristo. Comenzada en Jesucristo y celebrada en cada misa. Cada eucaristía, ¿es para mí una comida de victoria sobre la muerte? Proclamamos tu muerte, Señor, celebramos tu resurrección.

   -"El Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros". ¡Lo ha prometido! Dios... enjugará... las lágrimas... de los rostros de todos los hombres! ¡Señor, cuán reconfortante será ese día! Lo espero en la Fe y, en la espera de ese día procuraré consolar algunas lágrimas del rostro de mis hermanos.

   -"Se dirá aquel día: ¡Ahí tenéis a nuestro Dios, en El esperábamos y nos ha salvado... exultemos, alegrémonos, porque nos ha salvado!" La muerte no es el final del hombre, no es su fin. El fin es la exultación, la alegría, la salvación. Esto es lo que Dios quiere, lo que Dios nos ha preparado (Noel Quesson).

   2. El salmo prolonga la perspectiva con la imagen del Pastor divino que nos hace participar de su mesa: nos lleva a pastos verdes, repara nuestras fuerzas, nos conduce a beber en fuentes tranquilas, nos ofrece su protección contra los peligros del camino. "Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida». Nos ha ungido con su Espíritu Santo y por la Eucaristía nos da su comida de Vida para ir con él a su Casa por años sin término.

   3. –"Muchas gentes fueron a Jesús llevando consigo cojos, ciegos, baldados, mudos y otros muchos enfermos". He ahí la pobre humanidad que corre tras de Ti, Señor. Jesús, tu atención va en primer lugar hacia éstos: los que sufren, por los pobres, por los enfermos. En este tiempo de Adviento, propio para reflexionar sobre la espera de Dios que se encuentra en el corazón de los hombres, es muy provechoso contemplar esta escena: "Jesús rodeado... Jesús acaparado... Jesús buscado"... por los baldados, los achacosos.

   -"Y los pusieron a sus pies y El los curó". Es el signo de la venida del Mesías: el mal retrocede, la desgracia es vencida. ¿Es éste también el signo que yo mismo doy siempre que puedo? ¿Procuro también que el mal retroceda? Y mi simpatía, ¿va siempre hacia los desheredados? Mi plegaria y mi acción ¿caminan en este sentido?

   -"Entonces la multitud estaba asombrada... y glorificaron a Dios". La venida del Señor es una fiesta para los que sufren. Cuando Dios pasa deja una estela de alegría. ¿Me sucede lo mismo cuando trato de revelar a Dios? Sé muy bien, Señor, que las miserias materiales no suelen ser aliviadas hoy; quedan muchos baldados, ciegos, achacosos...

   Es una de las graves cuestiones de nuestra fe. Quiero creer, sin embargo, que Tu proyecto es suprimir todo mal. Quiero participar en él... con la esperanza de que por fin el mal desaparecerá. Y aun cuando desgraciadamente, las miserias físicas no puedan ser siempre suprimidas, creo que es posible a veces transfigurarlas un poco.

   Señor, da ese valor y esa transfiguración a todos los angustiados. Jesús, te veo hacer milagros. Nos traes el Reino de Dios, con tus curaciones (físicas y espirituales, van unidas muchas veces) y quieres traernos el reino de los cielos, anticipo del cielo. Además de las profecías, hiciste numerosos milagros:

   a. Milagros sobre los espíritus: tanto los ángeles como los demonios se sometían públicamente a Cristo, como algunos endemoniados

   b. Milagros cósmicos, sobre la naturaleza: conversión del agua en vino, pescas milagrosas, apaciguamiento de la tempestad, multiplicación de los panes, caminar sobre las aguas, pez con moneda en el interior, la higuera maldita que inmediatamente se seca… tiene pleno poder sobre toda la creación. También veremos la estrella que guía a los Magos hasta Belén, las tinieblas que rodearon el Calvario durante la crucifixión, el terremoto que acompaña la Resurrección de Cristo.

   c. Milagros sobre personas. Muchos son de orden moral, como perdonar los pecados, y otros son físicos, como resurrecciones, curaciones y milagros "de majestad" (se someten a su autoridad los mercaderes del templo, o cuando quieren despeñarlo en Nazaret, o la transfiguración o la caída de los enemigos en Getsemaní).

   Sólo Dios puede hacer milagros, y tú, Jesús, los hacías con tu propio poder, salía de ti un poder que sanaba a todos (Lc 6,19). Con esto se muestra, dice San Cirilo, que "no obrara con poder prestado". El dedo de Dios está aquí (Ex 8,14).

   Señor, te vuelcas con nosotros: "Siento profunda compasión por la muchedumbre". Contemplo este sentimiento tan humano en tu corazón de hombre y en tu corazón de Dios. Hoy todavía Jesús nos repite que se apiada y sufre con los que sufren.

   -"No tienen qué comer, y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino... ¿Cuántos panes tenéis?..." El Señor nos invita a prestar atención al grave problema del hambre. Los que hoy tienen hambre. Todas las hambres: el hambre material, el hambre espiritual. Por eso quieres, sobre lo que tenemos, hacer tu obra. Y les preguntas a todos aquellos, ambientos: "¿Cuántos panes tenéis?"

   -"Siete panes y algunos pececillos..." Es de este "poco" que va a salir todo. Siete panes no es mucho para una muchedumbre. Es en el reparto fraterno que se encuentra la solución del hambre y en el amor siempre atento a los demás. Jesús multiplica. Pero ello ha tenido un primer punto de partida humano, modesto y pequeño. A pesar de ver cuán insuficientes son mis pobres esfuerzos, ¿no debo, sin embargo, hacer ese esfuerzo? Señor, he aquí mis siete panes, ¡multiplícalos! (Noel Quesson).

   Jesús, si con mis siete panes -mis pocas virtudes, mi torpe inteligencia, mi débil voluntad- Tú quieres ayudar a los demás, tómalos. Es lo que tengo: tuyos son.

    "¿Qué es lo que queréis o buscáis cuando venís a la Iglesia? Ciertamente, la misericordia. Practicad, pues, la misericordia terrena y recibiréis la misericordia celestial. El pobre te pide a ti, y tú le pides a Dios; aquel un bocado, tú la vida eterna. Da al indigente y merecerás recibir de Cristo, ya que Él ha dicho: «Dad y se os dará». No comprendo cómo te atreves a esperar recibir si tú te niegas a dar. Por esto, cuando vengáis a la iglesia, dad a los pobres la limosna que podáis, según vuestras posibilidades" (San Cesareo de Arles).

   La vida es como un eco, se me vuelve (aumentado) aquello que doy… Puedo ir a visitar a un pariente enfermo, o a alguna persona que está sola. Ayúdame Jesús a tener un corazón grande como el tuyo, capaz de compadecerme de las necesidades materiales o morales de los demás.

Llucià Pou Sabaté

lunes, 2 de diciembre de 2024

Martes de la 1ª semana de Adviento: Isaías anuncia que vendrá Jesús a traernos la paz: “Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis…”

Martes de la 1ª semana de Adviento: Isaías anuncia que vendrá Jesús a traernos la paz: "Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis…"

  1. Lecturas:

   1. Lectura del libro de Isaías (11,1-10): AQUEL día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor. No juzgará por apariencias ni sentenciará de oídas; juzgará a los pobres con justicia, sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra; pero golpeará al violento con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios hará morir al malvado. La justicia será ceñidor de su cintura, y la lealtad, cinturón de sus caderas. Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito, el ternero y el león pacerán juntos: un muchacho será su pastor. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león como el buey, comerá paja. El niño de pecho retozará junto al escondrijo de la serpiente, y el recién destetado extiende la mano hacia la madriguera del áspid. Nadie causará daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país del conocimiento del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé será elevada como enseña de los pueblos: se volverán hacia ella las naciones y será gloriosa su morada.

   2. Salmo 71,1-2.7-8.12-13.17: Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud.

   En sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.

     Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres.

   Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol; él sea la bendición de todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

   3. Lucas 10,21-24: "En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: - «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.» Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: -«¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron»".

B. Comentario:

   1. Isaias, el profeta de la esperanza, anuncia que, a pesar de que el pueblo de Israel parece un tronco seco y sin futuro (en tiempos del rey Acaz), Dios le va a infundir vida y de él va a brotar un retoño que traerá a todos la salvación. Jesé era el padre del rey David. Por tanto el «tronco de Jesé» hace referencia a la familia y descendencia de David, que será la que va a alegrarse de este nuevo brote, empezando por las esperanzas puestas en el rey Ezequías. La «raíz de Jesé» se erguirá como enseña y bandera para todos los pueblos. Esta página del profeta fue siempre interpretada, por los mismos judíos -y mucho más por nosotros, que la escuchamos dos mil años después de la venida de Cristo Jesús- como un anuncio de los planes salvadores de Dios para los tiempos mesiánicos. El cuadro no puede ser más optimista. El Espíritu de Dios reposará sobre el Mesías y 1e llenará de sus dones. Por eso será siempre justo su juicio, y trabajará en favor de la justicia, y doblegará a los violentos. En su tiempo reinará la paz. Las comparaciones, tomadas del mundo de los animales, son poéticas y expresivas. Los que parecen más irreconciliables, estarán en paz: el lobo y el cordero. Son motivos muy válidos para mirar al futuro con ánimos y con esperanza.

   En un mundo convulsionado como el nuestro, la gran esperanza está en la salvación y la paz que Jesús viene a traernos, garantizada por la justicia con los pobres y por la experiencia de Dios.

   2. El Salmo 71 expresa hoy en la liturgia que el Rey que esperamos hará justicia a los pobres y librará al que no tiene protector: «Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente. Regirá a su pueblo con justicia y a los humildes con rectitud. En sus días florecerá la justicia y la paz, dominará de mar a mar; del gran río al confín de la tierra… Librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector, se apiadará del pobre y del indigente y salvará la vida de los pobres». En esta línea hoy pedimos: «Perdona los pecados de tu pueblo y danos la salvación».

 

   3. -"Jesús manifestó un extraordinario gozo al impulso del Espíritu Santo y dijo:... Esto sucedió en presencia de sus discípulos que regresaban de una misión apostólica y querían hablarle sobre el trabajo que habían hecho". Trato de imaginarte, Jesús, "en un gozo exultante", dichoso, radiante. Todo ello aparece en tu rostro, en tus gestos, en el tono de tu voz. Proviene del interior, es profundo... procede del Espíritu Santo que habita en ti. Ese Espíritu que nos ha sido dado también a nosotros, que tú nos ha dado.

   Jesús, me gusta verte exultar dando gracias al Padre por los sencillos y los humildes que confían plenamente en Dios. Ayúdame a ser de los tuyos, y no de los sabios y prudentes que no aceptan tu palabra porque se consideran autosuficientes. Esta predilección del Padre por los pobres y los pequeños es una constante en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Que no sea yo de los que creen saberlo todo, tenerlo todo y disponer de todo. En ti, Señor, se cumplieron nuestras esperanzas. No me gusta alguna película que han hecho sobre ti, donde se te ve demasiado serio. Me gusta verte con buen humor como este Evangelio, lleno de esta alegría y de esta sabiduría del Espíritu. El canto del Magníficat, muestra esta predilección divina por tu madre María, a quien ha mirado Dios con predilección porque es humilde y la sierva del Señor, del mismo modo que llenará de sus bienes a los pobres, y a los ricos los despedirá vacíos.

   La alegría profunda de la Navidad la vivirán los humildes, los que saben apreciar el amor que Dios nos tiene, manifestado en los pequeños, los que salen en el Portal de Belén: pastores, una familia pobre, el buey y la mula que ha pintado la tradición… En este Adviento quisiera vivir esta alegría, Señor, aunque ya sé que al mismo tiempo que la traes con tu venida, se puede decir que «todavía no» está del todo. Por eso, en cada Eucaristía te tenemos, y también lanzamos una mirada hacia el futuro: «mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo». El «ven, Señor Jesús» lo cantamos muchas veces después del relato de la institución eucarística. Como dijo Pablo, «cada vez que comáis y bebáis, proclamáis la muerte del Señor hasta que venga». La esperanza nos hace mirar lejos. No sólo a la Navidad cercana, sino a la venida gloriosa y definitiva del Señor, cuando su Reino haya madurado en todo su programa (J. Aldazábal).

   -"Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra". En la traducción no se ven otros matices, pues dices también: "yo te bendigo, Padre"... Ha sutilizado una formula de "bendición" familiar a los judíos. A lo largo de la jornada se invitaba a los judíos piadosos a dar gracias a Dios por todo diciéndole: "Bendito eres Tú por... Bendito Tú eres por..." Tú rezabas a menudo esta plegaria. Hablas a su Padre. Le das gracias. Es el sentimiento dominante de tu alma. Danos, Señor, el sentido de la acción de gracias, de la alegría de decir "gracias Señor por... y gracias de nuevo por..." "Yo te bendigo, Señor". He visto gente muy buena, que ante lo bueno decía "gracias a Dios", y ante lo que claramente se ve como malo, también rezan: "bendito sea Dios".

   -"Lo que has encubierto a los sabios y prudentes, lo has revelado a los pequeñuelos". Dios trabaja en el corazón de cada hombre, incluso en el de los paganos. He de aprender a contemplar este trabajo de Dios: a descubrir lo que está haciendo, actualmente, en los que me rodean, y en mí... para corresponder, para facilitarle, para cooperar. Cada vez que una persona se supera, hace el bien, sigue la llamada de su conciencia... debemos pensar que Dios está allí. Ayudar a esta persona a dar "este paso" adelante es trabajar con Dios, acompañarle.

   -"Los sabios, los prudentes... los pequeñuelos"... Ahí hay una clara oposición. Jesús, te pones de parte de los pequeños, de los pobres, de los ignorantes... frente al desprecio de los doctores de la ley. Conocer a Dios no es primordialmente una operación intelectual, reservada a una elite: los "pequeños" pueden descubrir cosas sobre Dios que los sabios no alcanzan a comprender.

   -"Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiere revelarlo". Es la vida de relación divina, de amor y de conocimiento recíproco.

   -"Todo me ha sido confiado por mi Padre..." Esto evoca la transparencia de dos personas que no se ocultan nada la una a la otra: es el "modelo" de todas nuestras relaciones humanas, y de nuestras relaciones con Dios. ¿Qué llamada hay aquí, para mí, para mis equipos de trabajo o de apostolado? (Noel Quesson).

   A veces parece que ser cristiano sea apartarse del mundo, y "en la conciencia común, los monasterios aparecían como lugares para huir del mundo («contemptus mundi») y eludir así la responsabilidad con respecto al mundo buscando la salvación privada" (Benedicto XVI). Pero no son eso, pues la solución no puede ser despreciar ese mundo, el jardín que Dios nos ha regalado, es de mala educación rechazar un regalo de amor. Y mucho menos podemos dejar de prestar atención a nuestros hermanos los hombres, a la Iglesia, que es Cuerpo de Cristo. Por eso sigue diciendo el Papa: "Bernardo de Claraval, que con su Orden reformada llevó una multitud de jóvenes a los monasterios, tenía una visión muy diferente sobre esto. Para él, los monjes tienen una tarea con respecto a toda la Iglesia y, por consiguiente, también respecto al mundo". Jesús nos muestra la alegría que surge de la vida: "se regocijó Jesús en el Espíritu Santo y dijo: 'yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra", y después de este éxtasis ante la creación nos indica el modo de vivir esa alegría: "porque escondiste estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los pequeñitos": nos muestra una sabiduría que va más allá de la materia, y en Cristo entendemos toda la creación: "bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis"…

   Tenemos, ante tantos que "quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron", una responsabilidad para con la Iglesia, con la humanidad, con toda la creación; como explica el Pseudo-Rufino: «El género humano subsiste gracias a unos pocos; si ellos desaparecieran, el mundo perecería». Y sigue el Papa: "Los contemplativos –contemplantes– han de convertirse en trabajadores agrícolas –laborantes–", en este campo que es el mundo y que espera brazos para la siembra y para el crecimiento de la cosecha y su recolección. La nobleza del trabajo no reside en restablecer el Paraíso aquí en la tierra, "pero sostiene que, como lugar de labranza práctica y espiritual, debe preparar el nuevo Paraíso. Una parcela de bosque silvestre se hace fértil precisamente cuando se talan los árboles de la soberbia, se extirpa lo que crece en el alma de modo silvestre y así se prepara el terreno en el que puede crecer pan para el cuerpo y para el alma". Es el apostolado, ayudar a muchos a que vean, y ese es el gran bien que podemos hacer a las almas en nuestro tiempo: "¿Acaso no hemos tenido la oportunidad de comprobar de nuevo, precisamente en el momento de la historia actual, que allí donde las almas se hacen salvajes no se puede lograr ninguna estructuración positiva del mundo?". Así, los cristianos son "luz del mundo", para que muchos vean.

   Para el niño pequeño, sus padres lo son todo: todo lo saben, todo lo pueden, todo lo arreglan. Si hay algún problema, no hay más que decírselo a papá o a mamá. Si se desea alguna cosa, hay que pedírsela a papá o a mamá. Y cómo piden los niños: una y otra vez, sin cansarse, sin analizar las dificultades que supone conseguir lo que quieren. Veo que tienen dos características muy propias de la infancia: fe inconmovible en sus padres, y perseverancia en la petición. Hacerse niños: renunciar a la soberbia, a la autosuficiencia, reconocer que nosotros solos nada podemos, porque necesitamos de la gracia, del poder de nuestro Padre Dios para aprender a caminar y para perseverar en el camino. Ser pequeños exige abandonarse como se abandonan los niños, creer como creen los niños, pedir como piden los niños.

   Jesús, me pides que me haga pequeño en mi vida espiritual. Y ser pequeños exige abandonarse como se abandonan los niños, creer como creen los niños, pedir como piden los niños. Ayúdame a tener esa fe rendida en Ti: que te pida todo lo que me preocupa, todo lo que me gustaría que ocurriera, pero sabiendo que Tú sabes más. Si no me concedes algo es porque no me conviene, aunque a mí me parezca algo necesario. Tú eres mi Padre, me quieres y me cuidas. En Ti me abandono, en Ti pongo mi esperanza (San Josemaría Escrivá de Balaguer; Pablo Cardona).

 

Llucià Pou Sabaté

 

Adviento, primera semana, lunes: El Señor llama a nuestra puerta. El milagro del centurión proclama la universalidad de la salvación: "Vendrán muchos de oriente y occidente al reino de los cielos".

Adviento, primera semana, lunes: El Señor llama a nuestra puerta. El milagro del centurión proclama la universalidad de la salvación: "Vendrán muchos de oriente y occidente al reino de los cielos".

A. Lecturas:  

1. Isaías (2,1-5): VISIÓN de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén. En los días futuros estará firme el monte de la casa del Señor, en la cumbre de las montañas, más elevado que las colinas. Hacia él confluirán todas las naciones, caminarán pueblos numerosos y dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, la palabra del Señor de Jerusalén». Juzgará entre las naciones, será árbitro de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor.

   2. Isaías. AQUEL día, el vástago del Señor será el esplendor y la gloria, y el fruto del país será orgullo y ornamento para los redimidos de Israel. A los que queden en Sion y al resto de Jerusalén los llamarán santos: todos los que en Jerusalén están inscritos para la vida. Cuando el Señor haya lavado la impureza de las hijas de Sion y purificado la sangre derramada en Jerusalén, con viento justiciero, con un soplo ardiente, creará el Señor sobre toda la extensión del monte Sion y sobre su asamblea una nube de día, un humo y un resplandor de fuego llameante de noche. Y por encimo, la gloria será un baldaquino y una tienda, sombra en la canícula, refugio y abrigo de la tempestad y de la lluvia.

   3. Mateo 8,5-11: "En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: "Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho." Jesús le contestó: "Voy yo a curarlo." Pero el centurión le replicó: "Señor, no soy quien para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace." Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: "Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos".

 

B. Comentario:

   1. Durante las dos primeras semanas de Adviento, la Iglesia nos propondrá la meditación de las «profecías de Isaias», uno de los grandes testigos de la espera mesiánica, s.VIII a.C. Habitaba Jerusalén, la capital del país. Ha visto derrumbarse el Reino del Norte, Samaria, bajo los golpes de los Asirios, y siente venir la misma amenaza para el Reino del Sur. Es pues en el contexto histórico de una catástrofe inminente cuando el profeta anuncia la esperanza de un Mesías que aportará la paz. Sus pasajes serán anuncios de esperanza, de salvación, de futuro más optimista para el resto de Israel, para los demás pueblos, e incluso para todo el cosmos.

    "¡El Señor está cerca!" Es el grito que la liturgia hace resonar en nuestros oídos a lo largo de estas semanas preparándonos para la venida del Señor. Pues "Adviento" es preparación para "la venida": Jesús quiere llegarse a nuestra alma –como nació en Belén- por la gracia, el día de Navidad. Hay un famoso cuadro en la catedral de San Pablo, en Londres, que se paseó por medio mundo, muestra Jesús llamando a nuestra puerta. Cuando fue presentado por el pintor, un asistente le hizo ver que quizá se había olvidado la manecilla de la puerta, por que Jesús pudiera entrar. Pero el autor aprovechó para explicarle que esa puerta, la de nuestro corazón, no tiene picaporte por fuera, sólo se puede abrir por dentro. Por eso, mientras hacemos memoria de nuestra salvación y agradecemos la próxima venida del Hijo de Dios a la tierra, nos preparamos para abrirle la puerta de nuestro corazón, de modo que pueda entrar, aquel que así lo haga –dice la primera lectura, de Isaías- "será llamado santo, así como todo el que está escrito en la vida en Jerusalén": esta venida está relacionada con la final, venida de Jesús al término del mundo como Juez supremo de vivos y muertos. Y esta preparación –sigue Isaías- "ocurrirá cuando limpiare el Señor las manchas de las hijas de Sión y lavare la sangre de Jerusalén con espíritu de justicia y con espíritu de ardor".

   Anuncia Isaías la luz y la salvación para todos los pueblos. Jerusalén será como el faro que ilumina a todos los pueblos. Un faro situado en una montaña alta, para que todos lo vean desde lejos. Dios quiere enseñar desde aquí sus caminos, y los pueblos se sentirán contentos y estarán dispuestos a seguir los caminos de Dios, la palabra salvadora que brotará de Jerusalén. Tanto judíos como paganos «caminarán a la luz del Señor» y formarán un solo pueblo. Otro rasgo positivo: habrá paz cuando suceda esto. De las espadas se forjarán arados; de las lanzas, podaderas. Son comparaciones que entiende bien el hombre del campo. Y nadie levantará la espada contra nadie. No habrá guerra. Y esto lo entendemos todos, con cierta envidia, porque tenemos experiencia de espadas levantadas, más o menos lejos de nosotros, en guerras fratricidas.  

   (En la lectura alternativa de Isaías 4, que se puede leer en el ciclo A, también se proclama un mensaje que abre el corazón a la confianza. El plan de Dios, a pesar de la triste historia de su pueblo, que será desterrado por su propia culpa, es rescatar un «vástago», aludiendo inmediatamente al nacimiento del rey Ezequías, pero con una clara perspectiva mesiánica, y formar un «resto» de personas creyentes: purificarlas de sus faltas, limpiar las manchas de sangre, protegerlas de día como una nube refrescante, y de noche guiarlas como una columna de fuego, como en el desierto al pueblo que huía de Egipto. Qué hermosa imagen: Dios «refugio en el aguacero y cobijo en el chubasco» para todos).

   -"A los «restantes» de Sión, a los «supervivientes» de Jerusalén, se les llamará santos". Son los que guardan fidelidad…

   -"Entonces vivirán... Cuando el Señor haya lavado la inmundicia de las hijas de Sión y, con viento justiciero... haya purificado Jerusalén de la sangre por ella derramada". El Señor es quien salva... no es el hombre quien «se» salva... (Noel Quesson).

   2. Como canta el salmo, nuestra respuesta ha de ser alegre, decidida: "iremos con alegría a la casa del Señor", deseando ese día de la salvación, deseando que Jesús venga: "Ven para librarnos, Señor Dios nuestro; muéstranos tu rostro, y seremos salvos" (Aleluya).

   «Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor». Los peregrinos que se acercaban a Jerusalén lo cantaban. Podemos añadir: ¡qué alegría, al ir a la celebración litúrgica!, con más pleno sentido que los que iban al Templo "a celebrar el nombre del Señor", y con más pleno sentido podemos gozar de "Shalom", la "paz", de la ciudad santa: Jerushalajim, interpretada como "ciudad de la paz". Shalom alude a la paz mesiánica, que entraña alegría, prosperidad, bien, abundancia: "te deseo todo bien" (como el saludo franciscano: "¡Paz y bien!"). Ciudad de paz. A eso está llamada a ser la Iglesia de Cristo.

   3. Jesús, has venido a colmar y purificar espera de tantas personas deseosas de la salvación, de la felicidad, del Reino. Muchos, conscientes, y otros ni saber siquiera que existes, ignorando lo que tú puedes darles. Te vemos hoy en Cafarnaum, cuando un centurión del ejército romano salió a tu encuentro y le suplicó... Los romanos –ejército de ocupación- eran mal vistos en Palestina. Eran paganos y opresores. Se les volvía la cara a su paso. Va hacia ti, Señor, y le atiendes, como a todos: -"Señor, mi criado está postrado en mi casa, paralítico, y padece muchísimo". Sabe amar a su sirviente, o hijo.

   Esta es la salvación que proclama el Evangelio, con la fe del Centurión que ruega por su siervo enfermo. "Y le dijo Jesús: 'yo iré y lo sanaré'. Y respondiendo el centurión, dijo: 'Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero mándalo con tu palabra y será sano mi siervo'…" Jesús se emociona con esas palabras: "se maravilló y dijo a los que le seguían: 'verdaderamente os digo que no he hallado fe tan grande en Israel'"… Cuando en cada Misa recordemos esas palabras antes de comulgar, podemos renovar nuestra fe, y pedir al Señor la curación de nuestra alma, que venga y nos transforme. En ese pasaje, además, podemos responder a la pregunta que el Papa hace en su Encíclica: "¿Es individualista la esperanza cristiana?" Muchos piensan en "salvarse", como recuerda H. de Lubac: «¿He encontrado la alegría? No... He encontrado mi alegría. Y esto es algo terriblemente diverso... La alegría de Jesús puede ser personal. Puede pertenecer a una sola persona, y ésta se salva. Está en paz..., ahora y por siempre, pero ella sola. Esta soledad de la alegría no la perturba. Al contrario: ¡Ella es precisamente la elegida! En su bienaventuranza atraviesa felizmente las batallas con una rosa en la mano». Pero esto no es así, sigue diciendo de Lubac, siguiendo la teología de los Padres: "la salvación ha sido considerada siempre como una realidad comunitaria", como vemos en el Centurión, que se ocupa de su siervo, como vemos en la lectura de Isaias que habla de una «ciudad» (Sión, Jerusalén) "y, por tanto, de una salvación comunitaria". El pecado aparece "como la destrucción de la unidad del género humano, como ruptura y división. Babel, el lugar de la confusión de las lenguas y de la separación, se muestra como expresión de lo que es el pecado en su raíz". Hoy también aparecen esas nuevas Babeles, multitudes incomunicadas, una agresividad en el ambiente… Entonces, ¿es algo a la ver personal y comunitario, y en qué consiste?

   Vamos a repetir esta oración tan bonita: -"Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero mándalo con tu palabra y quedará curado mi criado"... En la oración colecta pedimos: "Concédenos, Señor, Dios nuestro, anhelar de tal manera la llegada de tu Hijo Jesucristo, que cuando llame a nuestras puertas, nos encuentre velando en oración y cantando sus alabanzas"…

   Jesús se complace de esta fe: -"Ni aun en Israel he hallado fe tan grande... Yo os declaro que vendrán muchos gentiles del oriente y del occidente y estarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos". Jesús, has pensado en todos los que "vendrán", en todos los que están aún a la espera. Para ti no hay privilegio de raza ni de cultura. Todos los hombres, de todas partes, están invitados y están en marcha. ¿Tengo un corazón "universal" como Jesús? ¿Un corazón "misionero"? (Noel Quesson).

   Hoy también, muchas personas, aunque nos parezcan alejadas, muestran como el centurión buenos sentimientos. Tienen buen corazón. ¿Sucederá también este año que esas personas tal vez respondan mejor a la salvación de Jesús que nosotros?, ¿estarán más dispuestas a pedirle la salvación, porque sienten su necesidad, mientras que nosotros no la sentimos con la misma urgencia?, ¿tendrá que decir otra vez Jesús que ha encontrado más fe en esas personas de peor fama pero mejores sentimientos que entre los cristianos «buenos»? ¿Vendrán de Oriente y Occidente -o sea, de ámbitos que nosotros no esperaríamos, porque estamos un poco encerrados en nuestros círculos oficialmente buenos- personas que celebrarán mejor la Navidad que nosotros? ¿O nos creemos ya santos, merecedores de los dones de Dios?

   Si en nuestra vida decidimos bajar la espada y no atacar a nadie, estamos dando testimonio de que los tiempos mesiánicos ya han llegado. Bienaventurados los que obran la paz. Los que trabajan para que haya más justicia en este mundo y se vayan corrigiendo las graves situaciones de injusticia, son los que mejor celebrarán el Adviento. No es que Jesús vaya a hacer milagros, sino que seremos nosotros, sus seguidores, los que trabajemos por llevar a cabo su programa de justicia y de paz.

   Cuando seamos hoy invitados a la comunión, podemos decir con la misma humilde confianza del centurión que no somos dignos de que Cristo Jesús venga a nuestra casa, y le pediremos que él mismo nos prepare para que su Cuerpo y su Sangre sean en verdad alimento de vida eterna para nosotros, y una Navidad anticipada (J. Aldazábal).

   Hoy vemos a Jesús admirado. Quiero aprender de ti, Señor, a admirarme por las virtudes de los que me rodean, admirar las cosas buenas de los demás, disfrutar con ellas. Me admira gente sencilla sufrir en silencio dolores que no sé cómo se pueden soportar sin lamentarse. Admiro un niño que con fe rezaba a su padre que había muerto, alabando a Dios a pesar de que él no entendía por qué se había ido su padre cuando más lo necesitaba.

   "Yo iré y lo curaré". Jesús, ¡ven a curar mi falta de fe!, ¡cura el corazón de tantas personas, tantas heridas! Es la oración el gran medio para abrir la puerta de mi alma a tu gracia, Señor, como hizo tu madre la Virgen María.

   «Mirad al Señor que viene» (Antífona de entrada). Pedimos al Señor permanecer alertas a la venida de su Hijo, para que, cuando llegue y llame a la puerta, nos encuentre velando y cantando sus alabanzas.

Llucià Pou Sabaté

domingo, 1 de diciembre de 2024

Primer Domingo de Adviento, C. Esperanza por la venida de Jesús anunciada por los profetas: “Se acerca vuestra liberación”; en espera de la segunda venida.

Primer Domingo de Adviento, C.

Esperanza por la venida de Jesús anunciada por los profetas: "Se acerca vuestra liberación"; en espera de la segunda venida.

 

A. Lecturas

   1. Jeremías 33,14-16. «Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella hora, suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en la tierra. En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán así: "Señor-nuestra-justicia".»

   2. Salmo 24,4bc-5ab.8-9.10 y 14.  Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.

   El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes.

   Las sendas del Señor son misericordia y lealtad para los que guardan su alianza y sus mandatos. El Señor se confía con sus fieles y les da a conocer su alianza.

   3. I Tesalonicenses 3, 12-4,2. Hermanos: Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos. Y que así os fortalezca internamente, para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre. En fin, hermanos, por Cristo Jesús os rogamos y exhortamos: Habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios; pues proceded así y seguid adelante. Ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.

   4. Lucas 21,25-28.34-36: "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación. Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».

 

B. Comentario:

    "Adviento de un Dios que nos busca  / y sale siempre a nuestro encuentro; / que sigue creyendo en los hombres / a pesar de nuestros olvidos y rechazos; / que hace nacer nuevas esperanzas / de nuestras cenizas y desilusiones; / que siempre empuja a los hombres / a crear justicia y derecho en la tierra…

   Hay una brújula y una estela / que lleva a puertos de esperanza / a pesar de nuestras quiebras y naufragios. / «Se acerca vuestra liberación»: / no buscada con espadas y corazas, / sino con una cruz salvadora / que hermana a hombres de toda raza.

   Adviento que nos dice quedamente: / «Levantaos, alzad la cabeza», / Dios sigue creyendo en el hombre; / el hombre puede navegar hacia Dios. / Timonel: endereza tu rumbo. / Alza la cabeza... / Alza el corazón... (Javier Gafo).

 

   1. "Llegarán días... en que cambiaré la suerte de mi pueblo, Israel, y Judá, ...y los volveré a llevar a la tierra que di en posesión a sus padres". Palabras del llamado "Libro de la Consolación", que habla de la salvación del pueblo: el yugo opresor es roto, la herida enconada es curada... aquí vemos la fe en la promesa anunciada sobre el "vástago de David", que arranca de la profecía de Natán (2 Sam 7) y cuyo sentido se aclara a partir de Isaias (4,2).

   Se abre el Adviento con el anuncio profético del Mesías. Será un vástago de David. El tronco de Jesé no puede secarse. Establecerá en la tierra la justicia y el derecho. El Mesías-Dios-justicia vino, se quedó con nosotros... pero aún tiene que venir. Está, pero no del todo. Actúa, pero se vale de nosotros. No reparte frutos, sino semillas. Crece a la manera del fermento, pero deja crecer también a la cizaña. Por todo ello conviene celebrar el Adviento ("Caritas"). Se dará el nombre de "Señor-nuestra-justicia" a toda Jerusalén y aun a toda Judá: el rey y el reino davídico, el Mesías y el reinado de Dios. No puede haber un Mesías sin un pueblo mesiánico ("Eucaristía 1982").

    2. "Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador", rezamos con el salmo:  "A ti, Señor, levanto mi alma". Dios es el que indica el camino justo a seguir: "Hace caminar a los humildes con rectitud, / enseña su camino a los humildes. / Las sendas del Señor son misericordia y lealtad, / para los que guardan su alianza y sus mandatos" (v. 9-10). Incluso quien se ha equivocado no es abandonado a sí mismo: "El Señor es bueno y es recto, / y enseña el camino a los pecadores". Hay una confianza y respeto con Dios, que traducimos por temor y amistad: "El Señor se confía con sus fieles / y les da a conocer su alianza" (v. 14). Jesús nos explica muy bien qué es esa amistad, y la confianza que podemos tener en que nos librará de todo mal: "No te acuerdes de los pecados / ni de las maldades de mi juventud" (v. 7). No sólo le decimos qué tiene que "olvidar", sino también qué debe recordar: "Recuerda, Señor, que tu ternura / y tu misericordia son eternas". Es un canto a la divina misericordia…un pedirle al Señor: "¡no me falles, me fío de ti!"

   3. El cristiano vive esperando y con la mirada fija en el futuro, no sólo en el pasado: "Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos". Los tesalonicenses fueron evangelizados personalmente por Pablo, y ahora les anima a ser fieles a las instrucciones recibidas y a amar sin medida, porque nunca se ama con medio corazón. Hay que amar con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todas las fuerzas. Hay que amar a los de casa, pero también a los de fuera. El amor no es algo que se tiene, sino algo que se vive, algo que se es (Caritas). Por eso el Apóstol nos pide hoy fortaleza, "para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre". La Virgen nos ayudará a vivir en ese amor.

   4. "Tened cuidado, estad siempre despiertos". La liturgia nos dice también: "manteneos en pie". El texto original subraya: "Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y poder así manteneros en pie ante el Hijo del Hombre". La caída de Jerusalén aquí relatada entre velos como una etapa en la historia del reino de Yahvé en el mundo.

   Lucas anuncia la "venida del Hijo del hombre entre nubes", el misterioso personaje anunciado por Daniel y a quien se confiará el juicio de las naciones. Lucas, con imágenes tomadas de la literatura profética y apocalíptica, en un lenguaje gráfico y metafórico, nos transmite un futuro mejor. Sobre el origen y el final del mundo la Biblia no hace ninguna descripción científica sino que manifiesta lo que es importante para la salvación del hombre.

   Adviento significa, por tanto, iluminar los "últimos acontecimientos" en nuestra historia de hoy, en espera de Belén. Oración y actitud de espera confiada (esperanza) preparan al discípulo para recibir "de pie" al Señor.

   Esperar cielo y luchar confiadamente en lo de cada día es el mensaje de hoy: "Viene el Señor nuestro Jesucristo desde el cielo; viene en gloria al fin de este mundo, el último día; este mundo tendrá un fin, y el mundo creado será renovado" (S. Cirilo de Jerusalén).

   San Agustín comenta la venida que el Señor realiza cada día en su Iglesia: "Y entonces verán al Hijo del hombre que viene sobre una nube en gran poder y majestad (Lc 21,27). Veo que eso puede entenderse en dos sentidos. Puede venir en la Iglesia cual sobre una nube, como no cesa de venir ahora, según lo dicho: ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder viniendo sobre las nubes del cielo (Mt 26,64). Pero entonces vendrá con gran poder y majestad, porque aparecerá más en los santos su poder y majestad divina, porque les aumentó la fortaleza para que no sucumbieran en la persecución. Puede entenderse también que viene en su cuerpo, el que está sentado a la derecha del Padre, en el que murió, resucitó y ascendió al cielo, según está escrito en los Hechos de los Apóstoles: Dicho esto, una nube lo recibió y lo ocultó de sus ojos. Y allí mismo los ángeles dijeron: Así volverá, como le habéis visto ir al cielo (Hch 1,9.11). Por eso tenemos motivos para creer que vendrá no sólo en su cuerpo, sino también sobre una nube; vendrá como fue, y al irse una nube lo recibió.

   «Ven, Señor, y no tardes», decimos expectantes. Preparemos el camino para el Señor que llegará pronto; y si advertimos que nuestra visión está nublada y no vemos con claridad esa luz que procede de Belén, de Jesús, es el momento de apartar los obstáculos que nos impiden acogerle con una mirada limpia.

 

Lunes de la 1ª semana de Adviento. San Andrés, Apóstol. La fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo

Lunes de la 1ª semana de Adviento. San Andrés, Apóstol. La fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo

 

A. Lecturas:

   1. Romanos 10,9-18. Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Dice la Escritura: «Nadie que cree en él quedará defraudado.» Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.» Ahora bien, ¿cómo van a invocarlo, si no creen en él?; ¿cómo van a creer, si no oyen hablar de él?; y ¿cómo van a oír sin alguien que proclame?; y ¿cómo van a proclamar si no los envían? Lo dice la Escritura: « ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio!» Pero no todos han prestado oído al Evangelio; como dice Isaías: «Señor, ¿quién ha dado fe a nuestro mensaje?» Así, pues, la fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo. Pero yo pregunto: «¿Es que no lo han oído?» Todo lo contrario: «A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los limites del orbe su lenguaje.»

   2. Salmo 18,2-3.4-5. El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra.

   Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.

   3. Mateo 4,18-22. En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: -«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

 

Comentario:

   1. « Dichoso tú, querido apóstol Andrés, que tuviste  la suerte de ser el primero de los apóstoles en encontrar  a Jesús. Pídele a Él que nosotros le seamos totalmente  fieles en todo, hasta la muerte», canta la Iglesia. 

   Un escrito que data del siglo III, el "Fragmento de Muratori" dice: "Al apóstol San Juan le aconsejaban que escribiera el Cuarto Evangelio. Él dudaba, pero le consultó al apóstol San Andrés, el cual le dijo: 'Debe escribirlo. Y que los hermanos revisen lo que escriba'".

   2. Somos obra de las manos de Dios. Hechos a su imagen y semejanza, y elevados a la dignidad de hijos suyos, hemos de ser una manifestación de su presencia salvadora en el mundo. Hay muchos signos de amor y de misericordia en el mundo entero. Procuremos vivir con la máxima fidelidad la fe que hemos depositado en Cristo Jesús.

   3.   San Andrés (cuyo nombre significa "varonil") nació en Betsaida, población de Galilea, situada a orillas del lago Genesaret. Era hijo del pescador Jonás y hermano de Simón Pedro. La familia tenía una casa en Cafarnaum, y en ella se hospedaba Jesús cuando predicaba en esta ciudad.

   Andrés tiene el honor de haber sido el primer discípulo que tuvo Jesús, junto con San Juan el evangelista. Los dos eran discípulos de Juan Bautista, y este al ver pasar a Jesús (cuando volvía el desierto después de su ayuno y sus tentaciones) exclamó: "He ahí el cordero de Dios". Andrés se emocionó al oír semejante elogio y se fue detrás de Jesús (junto con Juan Evangelista), Jesús se volvió y les dijo: "¿Qué buscáis?". Ellos le dijeron: "Señor: ¿dónde vives?". Jesús les respondió: "Venid y veréis ". Y se fueron y pasaron con Él aquella tarde. Nuca jamás podría olvidar después Andrés el momento y la hora y el sitio donde estaban cuando Jesús les invitó. Esa llamada cambió su vida para siempre. Juan el bautista les había indicado: «He ahí el Cordero de Dios para que le siguieran. «¡Quién pudiera decirnos lo que en aquellas horas aprendió el discípulo!» (S. Agustín). Andrés quiere comunicar su experiencia. Se encuentra con su hermano Simón y lo conduce a Jesús que le cambia el nombre por Pedro. Lo mismo hizo Juan con Santiago y Natanael con Felipe. La experiencia les había tatuado para siempre. Era una experiencia contagiosa. Andrés y Simón volvieron a sus redes. Un día Jesús se acercó a la orilla del lago y les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Sera una segunda llamada. Y al instante lo dejaron todo y le siguieron. Era la vocación definitiva. Luego siguieron tres años de intensa e íntima convivencia con el Maestro.

   Cuando las multitudes siguen a Jesús y el Maestro quiere saciar su hambre, Andrés le presenta a un muchacho que tiene unos panes y unos peces. Y junto con Felipe lleva ante Jesús a unos griegos que querían verle.

   Cuando los apóstoles se dispersan por el mundo para predicar el Evangelio, Andrés recorrió el Asia Menor, el Peloponeso, Tracia, Escitia, y hasta el Mar Negro y el Cáucaso. En Patras, ciudad de Acaya, se presenta ante el prefecto. Andrés es un apasionado de la cruz. La cruz es su bandera, su espada y su armadura. «Si tú, Egeas, le dice, conocieras el misterio de la cruz, seguramente creerías en él y le adorarías». Estas palabras provocaron la cólera del prefecto. Andrés fue condenado a muerte en una cruz en forma de aspa. Lleno de júbilo por morir como su Maestro, al ver la cruz prorrumpió en aquellas palabras que le aplicaba la liturgia: «¡Oh cruz amable, oh cruz ardientemente deseada y al fin tan dichosamente hallada! ¡Oh cruz, que serviste de lecho a mi Señor y Maestro, recíbeme en tus brazos, y llévame de en medio de los hombres, para que por ti me reciba quien me redimió por ti y su amor me posea eternamente».

   Así murió Andrés «el primogénito de los Apóstoles», como le llama Bossuet. La tradición coloca su martirio en el 30 de noviembre del año 63, bajo el imperio cruel de Nerón.

   Aquel primer encuentro con Jesús fue tan importante para Andrés y Juan, que se acuerdan hasta de la hora: "era más o menos las 4 de la tarde" (Jn 1,39). Andrés, según el significado de su nombre, es "el varón", el nuevo "adán", que representa la vocación de la humanidad a ser discípula de Jesús, y puede recordarnos nuestra vocación de apóstoles, los orígenes apostólicos de las primeras comunidades y el testimonio y martirio que la mayoría de los primeros discípulos sufrieron por el Reino.

   Es maravilloso leer que ellos lo dejaron todo y le siguieron "al instante", palabras que se repiten en ambos casos. A Jesús no se le ha de decir: "después", "más adelante", "ahora tengo demasiado trabajo"... También a cada uno de nosotros —a todos los cristianos— Jesús nos pide cada día que pongamos a su servicio todo lo que somos y tenemos —esto significa dejarlo todo, no tener nada como propio— para que, viviendo con Él las tareas de nuestro trabajo profesional y de nuestra familia, seamos "pescadores de hombres". ¿Qué quiere decir "pescadores de hombres"? Una bonita respuesta puede ser un comentario de san Juan Crisóstomo. Este Padre y Doctor de la Iglesia dice que Andrés no sabía explicarle bien a su hermano Pedro quién era Jesús y, por esto, «lo llevó a la misma fuente de la luz», que es Jesucristo. "Pescar hombres" quiere decir ayudar a quienes nos rodean en la familia y en el trabajo a que encuentren a Cristo que es la única luz para nuestro camino (Lluís Clavell).  

   Hoy comienza la piadosa costumbre de la Novena a la Inmaculada, que nos habla de prepararnos con ella para ir a su Hijo: Acercarse a la virgen, y por ella a Jesús. Hacer las cosas con la intención unida a ella, el trabajo y el descanso, de día y de noche, meternos en su corazón ofreciéndole un detalle de amor diario, eso es un buen modo de vivir el Adviento.

 

Sábado de la 34ª semana de Tiempo Ordinario (par). El Señor nos pide vigilancia: “Estad siempre despiertos, para escapar de todo lo que está por venir”. Ya a las puertas del Adviento, clamamos: “¡ven, Señor Jesús!”

Sábado de la 34ª semana de Tiempo Ordinario (par).

El Señor nos pide vigilancia: "Estad siempre despiertos, para escapar de todo lo que está por venir". Ya a las puertas del Adviento, clamamos: "¡ven, Señor Jesús!"

 

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre»" (Lucas 21,34-36).

 

   1. Estamos ya en el último día del año litúrgico, con la última página de la Biblia, de la revelación que Dios quiere hacernos: es la repetición de la primera página, es el nuevo comienzo del «Génesis», el paraíso encontrado de nuevo, el proyecto de Dios realizado al fin, la «vida que discurre como un río»... «el árbol de vida que da sus frutos»... la luz sin ocaso... Adán y Eva, tal como Dios los había querido desde el principio... ¡el éxito de la creación!

   -"El ángel me mostró el «río de agua de vida», límpida como el cristal, que brotaba del trono de Dios". Símbolo claro: ¡«el agua»!, ¡«un río de agua límpida» que da la vida! He ahí lo que proviene de Dios... el gran río de la vida... evoco los millones de billones de billones de seres vivientes que vienen de Dios.

   Y el «agua» del bautismo es el signo de Dios, el signo de la «vida de Dios» dada a los hombres. Bautizar a un niño es introducirlo en este gran río vivificante, es meter en su ser, el Ser mismo de Dios. Es vincular, por medio de un nuevo cordón umbilical, ese hatillo de vida humana a la misma sangre y vida de Dios... para que ¡la vida divina quede allí «injertada»! una vida eterna.

   -"En cada margen del río hay «árboles de vida» que fructifican doce veces, una vez cada mes". Todas las bellezas naturales son utilizadas como bellas imágenes para tratar de revelarnos el cielo. Primero el «río de vida», ahora, el «árbol de vida». Recordamos árboles llenos de frutos, según donde hemos vivido: cerezas, manzanas, naranjas, racimos de uvas...

   Las lecturas de este último día del año litúrgico nos señalan el fin de nuestro caminar aquí en la tierra: la Casa del Padre, nuestra morada definitiva. El Apocalipsis nos enseña, mediante símbolos, la realidad de la vida eterna, donde se verá cumplido el anhelo del hombre: la visión de Dios y la felicidad sin término y sin fin: El nombre de Dios sobre la frente de los elegidos expresa su pertenencia al Señor (SAGRADA BIBLIA, EUNSA ). La muerte de los hijos de Dios será sólo  el paso previo, la condición indispensable, para reunirse con su Padre Dios y permanecer con Él por toda la eternidad. Muchos no sienten la nostalgia del Cielo porque se encuentran aquí satisfechos de su prosperidad y confort material y se sienten como si estuvieran en casa propia y definitiva, olvidando que no tenemos aquí morada permanente (Hebreos 13, 14) y que nuestro corazón está hecho para los bienes eternos.

   Es el nuevo comienzo del paraíso terrenal, con el árbol de la vida... Jesús, nuevo Adán, nos conduce a él, vuelve a introducirnos en el jardín maravilloso.

   -"No habrá más maldición... El trono de Dios y el Cordero estará en la ciudad... Los siervos de Dios le adorarán, verán su rostro y llevarán su nombre en la frente..." He ahí otras imágenes menos materiales que se añaden a las precedentes. Todo esto supera todo comentario. ¡"Estar cara a cara" con Dios! ¡Ver a Dios!

   -"Ya no habrá noche, porque el Señor Dios derramará sobre ellos su luz". Una imagen de alegría.

   -"Estas palabras son ciertas y verdaderas... Es el Señor quien inspira a sus profetas y ha enviado a su ángel para manifestar a sus siervos lo que ha de suceder pronto. Mira, ¡vengo pronto! Dichoso el que guarda las palabras proféticas de este libro". Quiero ver a Dios. ¡Oh! Ven, Señor Jesús (Noel Quesson).

   2. El Cordero ante el trono de Dios, ya vencedor, un río de agua viva que brota del trono (el Espíritu Santo), el árbol de la vida que da doce cosechas al año y cuyas hojas son medicinales. Allí no hay noche ni oscuridad, todo es luz, y los salvados por Cristo gozarán de alegría perpetua, y le prestarán servicio, "y lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente".

   Los últimos versículos de este libro del Apocalipsis, que no están en la lectura de hoy, pero sí se han puesto en el salmo, dicen: "El Espíritu y la Novia (el Espíritu presente en la Iglesia, la esposa de Cristo) dicen: ¡Ven! Y el que oiga, diga: ¡ven! Y el que tenga sed, que se acerque, y el que quiera, reciba gratis agua de vida... Y el que da testimonio de todo esto (Cristo Jesús) dice: sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús. Que la gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén". Con estas palabras ya tenemos la puerta abierta para celebrar, desde mañana, con igual mirada profética, el Adviento. Nuestra oración y nuestro canto, hoy, es "Maranatha. Ven, Señor Jesús". Con una perspectiva llena de futuro: "Y lo verán cara a cara".

   3. Jesús, acabas de anunciar la «venida del Hijo del hombre» sobre las nubes del cielo... Acabas de decir que el «Reino de Dios está cerca», y añades hoy:

   -"Andaos con cuidado que no se os embote la mente ni el corazón..." Nos hablas de esperanza y de confianza, y ahora de vigilancia.

   -"Que no os entorpezcan la comida, ni la bebida, ni los agobios de la vida". Sabemos que un excesivo apego a los placeres, ¡entorpece la mente y el corazón! Cuando buscamos disfrutar con exceso de esta vida, nos olvidamos de «aquel día».

   -"Y venga aquel día de improviso sobre nosotros como un lazo. Porque caerá sobre todos los que habitan la faz de la tierra". El «día» del juicio viene de improviso. Cada segundo mueren algunos... sobre toda la tierra mueren tantos... No sé cuantos segundos me quedan. El juicio que cayó sobre Jerusalén debe servirnos de advertencia. Es el símbolo del juicio que caerá sobre la tierra entera.

   -"Velad pues, y orad... en todo momento". Sí, Jesús, Tú aconsejabas a tus amigos que no cesasen jamás de «orar». Y san Pablo lo repetía a sus fieles (2 Ts 1,11; Flp 1,4; Rm 1,10; Col 1,3; Filemón, 4). «Pedimos continuamente... En la oración que sin cesar le dirigimos... Continuamente te menciono en mis oraciones...» Hay que repetirse a sí mismo esos consejos apremiantes de Jesús: esperanza... confianza... certeza... vigilancia... sobriedad... disponibilidad... oración... puesto que nadie sabe la hora.

   -"Para tener fuerza para escapar de todo lo que va a venir..." Esta es la señal de que «aquel día» hay que unir la confianza, el gozo, la esperanza... con trabajo, pues no hay una seguridad engañosa. Hay que estar alerta, un peligro amenaza, hay que estar a punto de escapar.

   -"Y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre". Señor, te veo «sentado a la diestra de Dios», como Hijo del Hombre que tendrás la última palabra. Te pido ayuda para velar y orar... para estar ante ti con la confianza en tu misericordia. ¡Ven, Señor! (Noel Quesson).

   Enseña el Catecismo: "Siguiendo a los profetas, y a Juan Bautista, Jesús anunció en su predicación el Juicio del último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta de cada uno y el secreto de los corazones. Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios. La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino. Jesús dirá en el último día: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mime lo hicisteis"»" (678).

   Te digo ahora con la misa: "anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven, Señor Jesús". Te pedimos que, «ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro salvador Jesucristo» (Rito de la Comunión).

   Hoy se acaba el ciclo litúrgico.  Mañana empieza un año nuevo en la Iglesia, con el primer domingo de adviento. Santa María, la Reina de la paz, estará muy presente en este tiempo, antes del nacimiento del Hijo de Dios. La oración de María se nos revela en la aurora de la plenitud de los tiempos: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».  Fiat, ésta es la oración cristiana: ser todo de Él, ya que El es todo nuestro [CEE 2617]. Madre, que nunca pierda la paz y la alegría propias del que se sabe hijo de Dios y de tan buena madre.

 

Llucià Pou Sabaté

Viernes de la 34ª semana de Tiempo Ordinario (par). Jesús, Rey, anuncia su venida al final de los tiempos: “Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios”.

Viernes de la 34ª semana de Tiempo Ordinario (par).

Jesús, Rey, anuncia su venida al final de los tiempos: "Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios".

 

A. Lecturas:

   1. Apocalipsis (20,1-4.11-15): Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo con la llave del abismo y una cadena grande en la mano. Sujetó al dragón, la antigua serpiente, o sea, el Diablo o Satanás, y lo encadenó por mil años; lo arrojó al abismo, echó la llave y puso un sello encima, para que no extravíe a las naciones antes que se cumplan los mil años. Después tiene que ser desatado por un poco de tiempo. Vi unos tronos y se sentaron sobre ellos, y se les dio el poder de juzgar; vi también las almas de los decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían recibido su marca en la frente ni en la mano. Estos volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años.

   Vi un trono blanco y grande, y al que estaba sentado en él. De su presencia huyeron cielo y tierra, y no dejaron rastro. Vi a los muertos, pequeños y grandes, de pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el de la vida. Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en los libros. El mar devolvió a sus muertos, Muerte y Abismo devolvieron a sus muertos, y todos fueron juzgados según sus obras. Después, Muerte y Abismo fueron arrojados al lago de fuego —el lago de fuego es la muerte segunda—. Y si alguien no estaba escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.

   Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.

   2. Salmo 83: Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.

   Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor del universo, Rey mío y Dios mío.

   Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Dichoso el que encuentra en ti su fuerza. Caminan de baluarte en baluarte.

   3. Lucas 21,29-33: "En aquel tiempo, expuso Jesús una parábola a sus discípulos: -«Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que el verano está cerca. Pues, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. Os aseguro que antes que pase esta generación todo eso se cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán»".

 

B. Comentario:

   1. –"El juicio de Dios... El dragón, la serpiente antigua, el diablo arrojado al abismo".  El juicio empieza así: por el aniquilamiento del Mal. 

   -"Después vi un gran trono blanco". Juan describe la Audiencia: la sede, el juez, los documentos, los acusados. Ese cuadro es solemne. La vida humana no es un juego, no es un simulacro, Dios nos ha hecho "responsables". ¡Nos considera como tales! Es cosa seria. El mismo tendrá cuenta de ello, respetará nuestras decisiones. 

   -"Los muertos fueron juzgados conforme a sus obras y según lo escrito en los libros". Todo lo que se «hace» diariamente se escribe en «libros». El símbolo es claro. La salvación o la condenación no son una fantasía injusta de Dios: en este momento, HOY, estamos construyendo el Juicio... porque nuestra vida, nuestros gestos, nuestras palabras de HOY, nuestros compromisos y nuestros rechazos de HOY se están inscribiendo en los libros de Dios. Por qué querer ocultarte, Señor que ¡todo esto me espanta! Conozco bien la pobreza y los pecados de mi vida. Ante tu santa mirada es más patente mi pecado. Pero creo también que, en tu gran Libro, se inscribe también mi arrepentimiento, y la demanda humilde de perdón que HOY te hago. Ten piedad, Señor. 

   -"Vi entonces un cielo nuevo y una tierra nueva". Evoco, para mí, la idea de "novedad", de nuevo: un vestido nuevo, una casa nueva, un nuevo niño, una flor nueva, un nuevo amor, un disco nuevo, un cuaderno nuevo... un objeto nuevo que he estado esperando mucho tiempo y que ¡está ahí!  Dios prepara un cielo nuevo, una tierra nueva, una creación nueva. Para Dios la creación no está en el pasado, está al final del esfuerzo, al final de la historia, al final del mundo: la humanidad camina hacia su novedad, hacia su juventud. Gracias. 

   -"Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén..."  Todo es nuevo, también el mundo y la ciudad santa.

   -"Que bajaba del cielo, de junto a Dios". La ciudad nueva, el nuevo estilo de relación entre los hombres, es un don que «viene de lo alto». 

   -"Engalanada, como una novia..." Una bella imagen de la nueva humanidad, una novia para Dios. ¡Una novia! Símbolo de belleza, de juventud, de amor, de frescor, de felicidad...  "Ataviada"...  se engalana... se cuida. 

   -"Para su esposo..." Porque ama... porque es amada... Así ve Dios a la humanidad en su estado final. La humanidad desposada con Dios, unida a Dios, introducida por Dios en su propia familia, en su intimidad, ¡introducida por Dios en su propia felicidad! (Noel Quesson).

   Satanás es vencido. Tiene 1000 años con cierto poder sobre la tierra, pero luego ya está excluido de todo poder, totalmente vencido.

   El juicio divino está siempre ordenado a la salvación, pero que los hombres en cierta manera ya lo llevan a cabo a través de su actitud respecto a Cristo (confesar a Cristo es la piedra de toque de toda opción humana). Es decir, en el destino juegan dos fuerzas: la elección de Dios -«todo el que no estaba escrito en el registro de los vivos...»- y la libertad humana "según sus obras". Finalmente, la muerte es arrojada, impotente, al infierno. Su desaparición es el signo más fehaciente de que este mundo ha pasado. Su destino es idéntico al de Satanás y al de los condenados: los cielos nuevos y la tierra nueva rezuman por todas partes la presencia del Dios de la vida (A. Puig). 

   2. Cristo vence en nuestra lucha contra el mal. Te pedimos, Señor, que se cumpla en nosotros la visión optimista del salmo: "ésta es la morada de Dios con los hombres... mi alma se consume y anhela los atrios del Señor... dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre". 

   3. –"Cuando empiece a suceder esto poneos derechos y alzad la cabeza"...  La Iglesia anda «encorvada» bajo el peso de las pruebas y de las persecuciones, Jesús le pide de enderezarse, de alzar la cabeza. Lo que, para mucha gente, aparece como una destrucción y un juicio terribles, para los creyentes, por el contrario, debe aparecer como el comienzo de la salvación... 

    -"Porque vuestra redención está cerca." "Redención", término muy usado en san Pablo, pero sólo aquí en los Evangelios: «liberación». "¡Vuestra liberación está cerca!" Señor, ayúdame a considerar todo acontecimiento de la historia, como una etapa que me acerca a la «liberación».

   -"Y les puso una comparación: Fijaos en la higuera o en cualquier otro árbol: Cuando echan brotes, os basta verlos, para saber que el verano ya está cerca". Un árbol en primavera. Brotes tiernos... Para ti, Jesús, la cercanía del «fin» es un acercarse a la primavera… el reino de Dios está cerca. Un aforismo medieval dice: "Rey que no tiene amigo es como un mendigo". La vida no está hecha para solitarios. El cielo nuevo es para ser compartido. La tierra nueva es para ser labrada juntando las manos en la tarea de desbrozar la mala hierba. A esto también se puede referir lo de la higuera…

   -«Los hombres se morirán de miedo en el temor de las desgracias que sobrevendrán en el mundo».  «Vosotros, ¡enderezaos! ¡El Reino de Dios está cerca!» En Palestina es rápido el paso del invierno al verano: ¡toda la naturaleza florece de una vez!  Así la muerte... y el paso a la Vida. Se une el final de salvación con el final del viejo templo: "De lo que estáis contemplando, días vendrán en los que no quedará piedra sobre piedra". 

   -"Maestro, ¿cuándo sucederá?- Cuando esto suceda, enderezaos": La primera actitud ante los anuncios escatológicos, es... ¡la esperanza! 

   -"El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán"...  La segunda actitud, es... ¡la confianza! La certeza de que Dios no puede fracasar, que las palabras divinas son sólidas, no son frágiles, ni caducas. ¿Damos los cristianos testimonio de esa seguridad tranquila de la que Jesús daba prueba, pocos días antes de su muerte? ¡Señor, danos una fe más sólida! (Noel Quesson).

   Cayó Jerusalén. Luego Roma. Otros muchos imperios e ideologías. Y cada momento es tiempo de gracia, "kairós", tiempo de encuentro con el Dios que nos salva. Los brotes y luego hojas y flores y frutos, van sucediéndose en la historia que Cristo inició. El Concilio Vaticano II retomó con fuerza el tema de los "signos de los tiempos": "es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempos. Es necesario comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones" (GS 4). Más que escudriñar fechas de cumplimientos de profecías de fin de los tiempos, es la cercanía o lejanía del Reino lo que nosotros podemos y debemos discernir de entre los signos de los tiempos (Josep Rius-Camps).

 

Llucià Pou Sabaté