domingo, 1 de diciembre de 2024

Sábado de la 34ª semana de Tiempo Ordinario (par). El Señor nos pide vigilancia: “Estad siempre despiertos, para escapar de todo lo que está por venir”. Ya a las puertas del Adviento, clamamos: “¡ven, Señor Jesús!”

Sábado de la 34ª semana de Tiempo Ordinario (par).

El Señor nos pide vigilancia: "Estad siempre despiertos, para escapar de todo lo que está por venir". Ya a las puertas del Adviento, clamamos: "¡ven, Señor Jesús!"

 

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre»" (Lucas 21,34-36).

 

   1. Estamos ya en el último día del año litúrgico, con la última página de la Biblia, de la revelación que Dios quiere hacernos: es la repetición de la primera página, es el nuevo comienzo del «Génesis», el paraíso encontrado de nuevo, el proyecto de Dios realizado al fin, la «vida que discurre como un río»... «el árbol de vida que da sus frutos»... la luz sin ocaso... Adán y Eva, tal como Dios los había querido desde el principio... ¡el éxito de la creación!

   -"El ángel me mostró el «río de agua de vida», límpida como el cristal, que brotaba del trono de Dios". Símbolo claro: ¡«el agua»!, ¡«un río de agua límpida» que da la vida! He ahí lo que proviene de Dios... el gran río de la vida... evoco los millones de billones de billones de seres vivientes que vienen de Dios.

   Y el «agua» del bautismo es el signo de Dios, el signo de la «vida de Dios» dada a los hombres. Bautizar a un niño es introducirlo en este gran río vivificante, es meter en su ser, el Ser mismo de Dios. Es vincular, por medio de un nuevo cordón umbilical, ese hatillo de vida humana a la misma sangre y vida de Dios... para que ¡la vida divina quede allí «injertada»! una vida eterna.

   -"En cada margen del río hay «árboles de vida» que fructifican doce veces, una vez cada mes". Todas las bellezas naturales son utilizadas como bellas imágenes para tratar de revelarnos el cielo. Primero el «río de vida», ahora, el «árbol de vida». Recordamos árboles llenos de frutos, según donde hemos vivido: cerezas, manzanas, naranjas, racimos de uvas...

   Las lecturas de este último día del año litúrgico nos señalan el fin de nuestro caminar aquí en la tierra: la Casa del Padre, nuestra morada definitiva. El Apocalipsis nos enseña, mediante símbolos, la realidad de la vida eterna, donde se verá cumplido el anhelo del hombre: la visión de Dios y la felicidad sin término y sin fin: El nombre de Dios sobre la frente de los elegidos expresa su pertenencia al Señor (SAGRADA BIBLIA, EUNSA ). La muerte de los hijos de Dios será sólo  el paso previo, la condición indispensable, para reunirse con su Padre Dios y permanecer con Él por toda la eternidad. Muchos no sienten la nostalgia del Cielo porque se encuentran aquí satisfechos de su prosperidad y confort material y se sienten como si estuvieran en casa propia y definitiva, olvidando que no tenemos aquí morada permanente (Hebreos 13, 14) y que nuestro corazón está hecho para los bienes eternos.

   Es el nuevo comienzo del paraíso terrenal, con el árbol de la vida... Jesús, nuevo Adán, nos conduce a él, vuelve a introducirnos en el jardín maravilloso.

   -"No habrá más maldición... El trono de Dios y el Cordero estará en la ciudad... Los siervos de Dios le adorarán, verán su rostro y llevarán su nombre en la frente..." He ahí otras imágenes menos materiales que se añaden a las precedentes. Todo esto supera todo comentario. ¡"Estar cara a cara" con Dios! ¡Ver a Dios!

   -"Ya no habrá noche, porque el Señor Dios derramará sobre ellos su luz". Una imagen de alegría.

   -"Estas palabras son ciertas y verdaderas... Es el Señor quien inspira a sus profetas y ha enviado a su ángel para manifestar a sus siervos lo que ha de suceder pronto. Mira, ¡vengo pronto! Dichoso el que guarda las palabras proféticas de este libro". Quiero ver a Dios. ¡Oh! Ven, Señor Jesús (Noel Quesson).

   2. El Cordero ante el trono de Dios, ya vencedor, un río de agua viva que brota del trono (el Espíritu Santo), el árbol de la vida que da doce cosechas al año y cuyas hojas son medicinales. Allí no hay noche ni oscuridad, todo es luz, y los salvados por Cristo gozarán de alegría perpetua, y le prestarán servicio, "y lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente".

   Los últimos versículos de este libro del Apocalipsis, que no están en la lectura de hoy, pero sí se han puesto en el salmo, dicen: "El Espíritu y la Novia (el Espíritu presente en la Iglesia, la esposa de Cristo) dicen: ¡Ven! Y el que oiga, diga: ¡ven! Y el que tenga sed, que se acerque, y el que quiera, reciba gratis agua de vida... Y el que da testimonio de todo esto (Cristo Jesús) dice: sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús. Que la gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén". Con estas palabras ya tenemos la puerta abierta para celebrar, desde mañana, con igual mirada profética, el Adviento. Nuestra oración y nuestro canto, hoy, es "Maranatha. Ven, Señor Jesús". Con una perspectiva llena de futuro: "Y lo verán cara a cara".

   3. Jesús, acabas de anunciar la «venida del Hijo del hombre» sobre las nubes del cielo... Acabas de decir que el «Reino de Dios está cerca», y añades hoy:

   -"Andaos con cuidado que no se os embote la mente ni el corazón..." Nos hablas de esperanza y de confianza, y ahora de vigilancia.

   -"Que no os entorpezcan la comida, ni la bebida, ni los agobios de la vida". Sabemos que un excesivo apego a los placeres, ¡entorpece la mente y el corazón! Cuando buscamos disfrutar con exceso de esta vida, nos olvidamos de «aquel día».

   -"Y venga aquel día de improviso sobre nosotros como un lazo. Porque caerá sobre todos los que habitan la faz de la tierra". El «día» del juicio viene de improviso. Cada segundo mueren algunos... sobre toda la tierra mueren tantos... No sé cuantos segundos me quedan. El juicio que cayó sobre Jerusalén debe servirnos de advertencia. Es el símbolo del juicio que caerá sobre la tierra entera.

   -"Velad pues, y orad... en todo momento". Sí, Jesús, Tú aconsejabas a tus amigos que no cesasen jamás de «orar». Y san Pablo lo repetía a sus fieles (2 Ts 1,11; Flp 1,4; Rm 1,10; Col 1,3; Filemón, 4). «Pedimos continuamente... En la oración que sin cesar le dirigimos... Continuamente te menciono en mis oraciones...» Hay que repetirse a sí mismo esos consejos apremiantes de Jesús: esperanza... confianza... certeza... vigilancia... sobriedad... disponibilidad... oración... puesto que nadie sabe la hora.

   -"Para tener fuerza para escapar de todo lo que va a venir..." Esta es la señal de que «aquel día» hay que unir la confianza, el gozo, la esperanza... con trabajo, pues no hay una seguridad engañosa. Hay que estar alerta, un peligro amenaza, hay que estar a punto de escapar.

   -"Y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre". Señor, te veo «sentado a la diestra de Dios», como Hijo del Hombre que tendrás la última palabra. Te pido ayuda para velar y orar... para estar ante ti con la confianza en tu misericordia. ¡Ven, Señor! (Noel Quesson).

   Enseña el Catecismo: "Siguiendo a los profetas, y a Juan Bautista, Jesús anunció en su predicación el Juicio del último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta de cada uno y el secreto de los corazones. Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios. La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino. Jesús dirá en el último día: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mime lo hicisteis"»" (678).

   Te digo ahora con la misa: "anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven, Señor Jesús". Te pedimos que, «ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro salvador Jesucristo» (Rito de la Comunión).

   Hoy se acaba el ciclo litúrgico.  Mañana empieza un año nuevo en la Iglesia, con el primer domingo de adviento. Santa María, la Reina de la paz, estará muy presente en este tiempo, antes del nacimiento del Hijo de Dios. La oración de María se nos revela en la aurora de la plenitud de los tiempos: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».  Fiat, ésta es la oración cristiana: ser todo de Él, ya que El es todo nuestro [CEE 2617]. Madre, que nunca pierda la paz y la alegría propias del que se sabe hijo de Dios y de tan buena madre.

 

Llucià Pou Sabaté

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