sábado, 8 de septiembre de 2018

Domingo semana 23 de tiempo ordinario; año par

Domingo de la semana 23 de tiempo ordinario; ciclo B

Oir a Dios y hablar de Él
«De nuevo, saliendo de la región de Tiro, vino a través de Sidón hacia el mar de Galilea, cruzando el territorio de la Decápolis. Le traen un sordo y mudo, y le ruegan que le imponga su mano. Y apartándolo de la muchedumbre, metió los dedos en sus orejas, y con saliva tocó su lengua; y mirando al cielo, dio un suspiro, y le dice: Eftétha, que significa: ábrete. Al instante se le abrieron los oídos, quedó suelta la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Y les ordenó que no lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba, tanto más lo proclamaban; y estaban tan maravillados que decían: Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos.» (Marcos 7; 31-37)
I. La liturgia de la Misa es una llamada a la esperanza, a confiar plenamente en el Señor. El Evangelio (Marcos 7, 31-37) narra la curación de un sordomudo. En este pasaje podemos ver una imagen de la actuación del Señor en las almas: libra al hombre del pecado, abre su oído para escuchar la Palabra de Dios y suelta su lengua para alabar y proclamar las maravillas divinas. En el Bautismo, el Espíritu Santo nos dejó libre el oído para escuchar la palabra de Dios, y nos dejó expedita la lengua para anunciarla por todas partes: Y esta acción se prolonga a lo largo de nuestra vida. Nosotros escucharemos la palabra de Dios y la transmitiremos si tenemos el oído atento a las continuas mociones del Espíritu Santo y si tenemos la lengua bien dispuesta para hablar de Dios sin respetos humanos.
II. Muchos tienen los oídos cerrados a la Palabra de Dios, y muchos también quienes se van endureciendo más y más ante las innumerables llamadas de la gracia. Nuestro apostolado paciente y tenaz, lleno de comprensión, hará que muchas personas escuchen la voz de Dios. Los cristianos no podemos permanecer mudos cuando debemos hablar de Dios y de su mensaje ante las muchas oportunidades que el Señor nos pone para que mostremos a todos el camino de la santidad en medio del mundo. Los demás lo esperan, y les defraudamos si permanecemos callados. Muchos son los motivos para hablar de la belleza de la fe, de la alegría incomparable de tener a Cristo, especialmente ahora ante la avalancha de ideas y de errores doctrinales y morales ante los cuales muchos se sienten indefensos. ¿Acaso vamos a permanecer impasibles? La misión que recibimos en el Bautismo hemos de ponerla en práctica durante toda la vida, en toda circunstancia.
III. También la lengua se ha de soltar para hablar con claridad del estado del alma en la dirección espiritual, siendo muy sinceros, exponiendo con sencillez lo que nos pasa, los deseos de santidad y las tentaciones del enemigo, las pequeñas victorias y los desánimos, si los hubiera. El oído ha de estar libre para escuchar atentamente las muchas enseñanzas y sugerencias que nos quiera hacer llegar el Maestro a través de la dirección espiritual (R. GARRIGOU LAGRANGE, Las tres edades de la vida interior) Con sinceridad y docilidad, la batalla está siempre ganada. La Virgen siempre tuvo el oído atento para escuchar la voluntad de Dios. Pidámosle que nos enseñe a oír atentamente lo que nos dice de parte de Dios, y a ponerlo en práctica.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
San Pedro Claver, presbítero

Pedro Claver y Juana Corberó, campesinos catalanes, tuvieron seis hijos, pero solo sobrevivieron Juan, el mayor, y los dos mas pequeños, Pedro e Isabel. El padre apenas podía firmar su nombre, pero era un hombre trabajador y buen cristiano. La infancia de Pedro quedó oculta para la historia como la de tantos santos, incluso la de Nuestro Señor. Trabajaba en el campo con su familia.
Pedro se graduó de la Universidad de Barcelona. A los 19 años decide ser Jesuita e ingresa en Tarragona. Mientras estudiaba filosofía en Mallorca en 1605 se encuentra con San Alonso Rodriguez, portero del colegio. Fue providencial. San Alonso recibió por inspiración de Dios conocimiento de la futura misión del joven Pedro y desde entonces no paró de animarlo a ir a evangelizar lo territorios españoles en América.
Pedro creyó en esta inspiración y con gran fe y el beneplácito de sus superiores se embarcó hacia la Nueva Granada en 1610. Debía estudiar su teología en Santa Fe de Bogotá. Allí estuvo dos años, uno en Tunja y luego es enviado a Cartagena, en lo que hoy es la costa de Colombia. En Cartagena es ordenado sacerdote el 20 de Marzo de 1616.
Al llegar a América, Pedro encontró la terrible injusticia de la esclavitud institucionalizada que había comenzado ya desde el segundo viaje de Colón el 12 de Enero de 1510, cuando el rey mandó a emplear negros como esclavos. Se trata de una tragedia que envolvió a unos 14 millones de infelices seres humanos. Un millón de ellos pasaron por Cartagena. Los esclavos venían en su mayoría de Guinea, del Congo y de Angola. Los jefes de algunas tribus de esas tierras vendían a sus súbditos y sus prisioneros. En América los usaban en todo tipo de trabajo forzado: agricultura, minas, construcción.
Cartagena por ser lugar estratégico en la ruta de las flotas españolas se convirtió en el principal centro del comercio de esclavos en el Nuevo Mundo. Mil esclavos desembarcaban cada mes. Aunque se murieran la mitad en la trayectoria marítima, el negocio dejaba grandes ganancias. Por eso, las repetidas censuras del papa no lograron parar este vergonzoso mercado humano.
Pedro no podía cambiar el sistema. Pero si había mucho que se podía hacer con la gracia de Dios. Pero hacía falta tener mucha fe y mucho amor. Pedro supo dar la talla. En la escuela del gran misionero, el padre Alfonso Sandoval, Pedro escribió: "Ego Petrus Claver, etiopum semper servus" (yo Pedro Claver, de los negros esclavo para siempre". Así fue. San Pedro no se limitó a quejarse de las injusticias o a lamentarse de los tiempos en que vivía. Supo ser santo en aquella situación y dejarse usar por Jesucristo plenamente para su obra de misericordia. En Cartagena durante cuarenta años de intensa labor misionera se convirtió en apóstol de los esclavos negros. Entre tantos cristianos acomodados a los tiempos, el supo ser luz y sal, supo hacer constar para la historia lo que es posible para Dios en un alma que tiene fe.
A pesar de su timidez la cual tubo que vencer, se convirtió en un organizador ingenioso y valiente. Cada mes cuando se anunciaba la llegada del barco esclavista, el padre Claver salía a visitarlos llevándoles comida. Los negros se encontraban abarrotados en la parte inferior del barco en condiciones inhumanas. Llegaban en muy malas condiciones, víctimas de la brutalidad del trato, la mala alimentación, del sufrimiento y del miedo. Claver atendía a cada uno y los cuidaba con exquisita amabilidad. Así les hacia ver que el era su defensor y padre.
Los esclavos hablaban diferentes dialectos y era difícil comunicarse con ellos. Para hacer frente a esta dificultad, el padre Claver organizó un grupo de intérpretes de varias nacionalidades, los instruyó haciéndolos catequistas.
Mientras los esclavos estaban retenidos en Cartagena en espera de ser comprados y llevados a diversos lugares, el padre Claver los instruía y los bautizaba. Los reunía, se preocupaba por sus necesidades y los defendía de sus opresores. Esta labor de amor le causó grandes pruebas. Los esclavistas no eran sus únicos enemigos. El santo fue acusado de ser indiscreto por su celo por los esclavos y de haber profanado los Sacramentos al dárselos a criaturas que a penas tienen alma. Las mujeres de sociedad de Cartagena rehusaban entrar en las iglesias donde el padre Claver reunía a sus negros. Sus superiores con frecuencia se dejaron llevar por las presiones que exigían se corrigiesen los excesos del padre Claver. Este sin embargo pudo continuar su obra entre muchas humillaciones y obstáculos. Hacia además penitencias rigurosas. Carecía de la comprensión y el apoyo de los hombres pero tenia una fuerza dada por Dios.
Muchos, aun entre los que se sentían molestos con la caridad del padre Claver, sabían que hacia la obra de Dios siendo un gran profeta del amor evangélico que no tiene fronteras ni color. Era conocido en toda Nueva Granada por sus milagros. Llegó a catequizar y bautizar a mas de 300,000 negros.
En la mañana del 9 de Septiembre de 1654, después de haber contemplado a Jesús y a la Santísima Virgen, con gran paz se fue al cielo.
Beatificado el 16 de Julio de 1850 por Pío IX.
Canonizado el 15 de Enero de 1888 por León XIII junto con Alfonso Rodriguez.
El 7 de Julio de 1896 fue proclamado patrón especial de todas las misiones católicas entre los negros.
El papa Juan Pablo II rezó ante los restos mortales de San Pedro Claver en la Iglesia de los Jesuitas en Cartagena el 6 de Julio de 1986.
Su fiesta se celebra el 9 de Septiembre.

viernes, 7 de septiembre de 2018

Sábado semana 22 de tiempo ordinario año par

Sábado de la semana 22 de tiempo ordinario; año par

La fe de santa María
“Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano. Unos fariseos les preguntaron: -«¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?» Jesús les replicó: -«¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros.» Y añadió: -«El Hijo del hombre es señor del sábado» (Lucas 6,1-5).
I. Hoy, sábado, es un día apropiado para que meditemos la vida de fe de la Virgen y le pidamos su ayuda para crecer más y más en esta virtud teologal. Desde los primeros siglos, este día ha estado dedicado a honrarla. Santo Tomás señala que dedicamos el sábado a nuestra Madre porque “conservó en ese día la fe en el misterio de Cristo mientras Él estaba muerto” (Sobre los mandamientos, en Escritos de Catequesis) Muchos cristianos procuran esmerarse este día en honrar a la Reina del Cielo: Escogen una jaculatoria para repetírsela muchas veces en el día, hacen una visita a alguna persona enferma, o sola, o necesitada, ofrecen una mortificación que marca ese día mariano, acuden a rezar alguna ermita o iglesia dedicada a la Virgen, ponen más atención en las oraciones que le dirigen: Santo Rosario, Angelus, Regina Coeli, la Salve... Consideremos hoy cómo vivimos el sábado habitualmente y si tenemos detalles de cariño hacia la Virgen.
II. El momento culminante de la fe de María es la Anunciación: tiene realidad lo que tantas veces había meditado en la intimidad de su corazón; “pero además es el punto de partida, de donde inicia todo su “camino hacia Dios”, todo su camino de fe” (JUAN PABLO II, Redemptoris Mater). De inmediato prestó su asentimiento pleno, abandonada en el Señor: fiat mihi secundum verbum tuum, hágase en mí según tu palabra. Ésta es la primera consecuencia de la fe de Santa María en su vida: una plena obediencia a los planes de Dios. Cuando miramos a nuestra Madre del Cielo vemos nosotros si la fe nos mueve a llevar a cabo la voluntad de Dios sin poner límites: a querer lo que Él quiere, cuando quiere y del modo que quiera. Examinemos cómo aceptamos las contrariedades que se oponen a los propios planes y si nos santifican, o por el contrario, nos alejan del Señor.
III. A la Virgen no le fueron ahorradas pruebas y dificultades, pero su fe saldría victoriosa y fortalecida, convirtiéndose en modelo para todos nosotros. En el Nacimiento de su Hijo contempla las grandezas de Dios en la tierra; en los años de Nazaret brilla en silencio la fe de la Virgen, mientras su fe se encendía con el trato íntimo con Jesús; la fe de Santa María alcanzó su punto culminante junto a la Cruz de Jesús. Sin palabras, con su sola presencia en el Calvario por designio divino (CONCILIO VATICANO II, Lumen gentium), manifiesta que la luz de la fe alumbra con esplendor incomparable en su corazón. Toda la vida de María fue una obediencia a la fe. Pidámosle a nuestra Madre que sepamos enfocar y dirigir todos los acontecimientos con una fe serena e inconmovible.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
La Natividad de la Santísima Virgen María

Desde muy antiguo se tienen noticias de esta fiesta de la Virgen, primero en Oriente y luego en la Iglesia universal. Esta festividad, en la que se conmemora el nacimiento de la que habría de ser la Madre de Dios, y también Madre nuestra, está llena de alegría. Su llegada al mundo es el anuncio de la Redención ya próxima. Muchos pueblos y ciudades, bajo diversas advocaciones, celebran hoy a su Patrona.
“El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: -«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.» Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa "Díos-con-nosotros"” (Mateo 1,1-16.18-23).
I. Celebremos con alegría el Nacimiento de María, la Virgen: de Ella salió el Sol de justicia, Cristo, nuestro Dios.
La invitación a la alegría de los textos litúrgicos es constante desde los antiquísimos comienzos de esta fiesta. Es lógico que así sea: si se alegran la familia y los amigos y vecinos cuando nace una criatura, y si se celebran los cumpleaños con júbilo, ¿cómo no nos íbamos a llenar de alegría en la conmemoración del nacimiento de nuestra Madre? Este acontecimiento feliz nos señala que el Mesías está ya próximo: María es la Estrella de la mañana que, en la aurora que precede a la salida del sol, anuncia la llegada del Salvador, el Sol de justicia en la historia del género humano. «Convenía señala un antiguo escritor sagrado que esta fulgurante y sorprendente venida de Dios a los hombres fuera precedida de algún hecho que nos preparara para recibir con gozo el gran don de la salvación. Y éste es el significado de la fiesta que hoy celebramos, ya que el Nacimiento de la Madre de Dios es el exordio de todo este cúmulo de bienes (...). Que toda la creación, pues, rebose de contento y contribuya a su modo a la alegría propia de este día. Cielo y tierra se aúnen en esta celebración y que la festeje con gozo todo lo que hay en el mundo y por encima del mundo».
La Liturgia de la Misa de hoy aplica a la Virgen recién nacida el pasaje de la Carta a los Romanos en el que San Pablo describe la misericordia divina que elige a los hombres para un destino eterno: María, desde la eternidad, es predestinada por la Trinidad Beatísima para ser la Madre de su Hijo. Para este fin fue adornada de todas las gracias: «El alma de María fue la más bella que Dios crió, de tal manera que, después de la encarnación del Verbo, ésta fue la obra mayor y más digna que el Omnipotente llevó a cabo en este mundo». La gracia de María en el momento de su concepción sobrepasó las gracias de todos los santos y ángeles juntos, pues Dios da a cada uno la gracia que corresponde a su misión en el mundo. La inmensa gracia de María fue suficiente y proporcionada a la singular dignidad a la que Dios la había llamado desde la eternidad. Fue tan grande María en santidad y belleza expone San Bernardo, que no convenía que Dios tuviese otra Madre, ni convenía tampoco que María tuviese otro Hijo que Dios. Y San Buenaventura afirma que Dios puede hacer un mundo mayor, pero no puede hacer una madre más perfecta que la Madre de Dios.
Recordemos hoy también nosotros que hemos recibido de Dios una llamada a la santidad, a cumplir una misión concreta en el mundo. Además de la alegría que nos produce siempre el contemplar la plenitud de gracia y la belleza de Nuestra Señora, también debemos pensar que Dios nos da a cada uno las gracias necesarias y suficientes, sin que falte una, para llevar a cabo nuestra vocación específica en medio del mundo. También hoy podemos considerar que es lógico que deseemos festejar el aniversario del propio nacimiento nuestro cumpleaños porque Dios quiso expresamente que naciéramos, y porque nos llamó a un destino eterno de felicidad y de amor.
II. Que se alegre tu Iglesia, Señor (...), y se goce en el nacimiento de la Virgen María, que fue para el mundo esperanza y aurora de salvación.
¿Cuántos años cumple hoy Nuestra Madre?... Para Ella el tiempo ya no pasa, porque ha alcanzado la plenitud de la edad, esa juventud eterna y plena que nace de la participación en la juventud de Dios que, según nos dice San Agustín, «es más joven que todos», precisamente por ser eterno e inmutable. Quizá hemos podido ver de cerca la alegría y la juventud interior de alguna persona santa, y contemplar cómo de un cuerpo que llevaba el peso de los años surgía una juventud del corazón con una energía y una vida incontenible. Esta juventud interior es más honda cuanto mayor es la unión con Dios. María, por ser la criatura que más íntimamente ha estado unida a Él, es ciertamente la más joven de todas las criaturas. Juventud y madurez se confunden en Ella, y también en nosotros cuando vamos derechamente ad Deum, qui laetificat iuventutem meam, hacia Dios que nos rejuvenece cada día por dentro y, con su gracia, nos inunda de alegría.
Desde su adolescencia, la Virgen gozó de una madurez interior plena y proporcionada a su edad. Ahora, en el Cielo, con la plenitud de la gracia la inicial y la que alcanzó con sus méritos uniéndose a la Obra de su Hijo nos contempla y presta oído a nuestras alabanzas y a nuestras peticiones. Hoy escucha nuestro canto de acción de gracias a Dios por haberla creado, y nos mira y nos comprende porque Ella después de Dios es quien más sabe de nuestra vida, de nuestras fatigas, de nuestros empeños.
Todos los padres piensan cuando nace un hijo que es incomparable. También debieron de pensarlo San Joaquín y Santa Ana cuando nació María, y ciertamente no se equivocaban. Todas las generaciones la llaman bienaventurada... «No podían sospechar aquel día, Joaquín y Ana, lo que había de ser aquel fruto de su limpio amor. Nunca se sabe. ¿Quién puede decir lo que será una criatura recién nacida? Nunca se sabe...». Cada una es un misterio de Dios que viene al mundo con un específico quehacer del Creador.
La fiesta de hoy nos lleva a mirar con hondo respeto la concepción y el nacimiento de todo ser humano, a quien Dios le ha dado el cuerpo a través de los padres y le ha infundido un alma inmortal e irrepetible, creada directamente por Él en el momento de la concepción. «La gran alegría que como fieles experimentamos por el nacimiento de la Madre de Dios (...) comporta a la vez, para todos nosotros, una gran exigencia: debemos sentirnos felices por principio cuando en el seno de una madre se forma un niño y cuando ve la luz del mundo. Incluso cuando el recién nacido exige dificultades, renuncias, limitaciones, gravámenes, deberá ser siempre acogido y sentirse protegido por el amor de sus padres». Todo ser humano concebido está llamado a ser hijo de Dios, a darle gloria y a un destino eterno y feliz.
Dios Padre, al contemplar a María recién nacida, se alegró con una alegría infinita al ver a una criatura humana sin el pecado de origen, llena de gracia, purísima, destinada a ser la Madre de su Hijo para siempre. Aunque Dios concedió a Joaquín y a Ana una alegría muy particular, como participación de la gracia derramada sobre su Hija, ¿qué hubieran sentido si, al menos de lejos, hubieran vislumbrado el destino de aquella criatura, que vino al mundo como las demás? En otro orden, tampoco nosotros podemos sospechar la eficacia inconmensurable de nuestro paso por la tierra si somos fieles a las gracias recibidas para llevar a cabo nuestra propia vocación, otorgada por Dios desde la eternidad.
III. Ningún acontecimiento acompañó el Nacimiento de María, y nada nos dicen de él los Evangelios. Nació, quizá, en una ciudad de Galilea, probablemente en el mismo Nazareth, y aquel día nada se reveló a los hombres. El mundo seguía dándole importancia a otros acontecimientos que luego serían completamente borrados de la faz de la tierra sin dejar la menor huella. Con frecuencia, lo importante para Dios pasa oculto a los ojos de los hombres que buscan algo extraordinario para sobrellevar su existencia. Sólo en el Cielo hubo fiesta, y fiesta grande.
Después, durante muchos años, la Virgen pasa inadvertida. Todo Israel esperaba a esa doncella anunciada en la Escritura y no sabe que ya vive entre los hombres. Externamente, apenas se diferencia de los demás. Tenía voluntad, quería, amaba con una intensidad difícil de comprender para nosotros, con un amor que en todo se ajustaba al amor de Dios. Tenía entendimiento, al servicio de los misterios que poco a poco iba descubriendo, comprendía la perfecta relación que había entre ellos, las profecías que hablaban del Redentor...; y entendimiento para aprender cómo se hilaba o se cocinaba... Y tenía memoria -guardaba las cosas en su corazón y pasaba de unos recuerdos a otros, se valía de referencias concretas. Poseía Nuestra Señora una viva imaginación que le hizo tener una vida llena de iniciativas y de sencillo ingenio en el modo de servir a los demás, de hacerles más llevadera la existencia, a veces penosa por la enfermedad o por la desgracia... Dios la contemplaba lleno de amor en los menudos quehaceres de cada día y se gozaba con un inmenso gozo en estas tareas sin apenas relieve.
Al contemplar su vida normal, nos enseña a nosotros a obrar de tal modo que sepamos hacer lo de todos los días de cara a Dios: a servir a los demás sin ruido, sin hacer valer constantemente los propios derechos o los privilegios que nosotros mismos nos hemos otorgado, a terminar bien el trabajo que tenemos entre manos... Si imitamos a Nuestra Madre, aprenderemos a valorar lo pequeño de los días iguales, a darle sentido sobrenatural a nuestros actos, que quizá nadie ve: limpiar unos muebles, corregir unos datos en el ordenador, arreglar la cama de un enfermo, buscar las referencias precisas para explicar la lección que estamos preparando... Estas pequeñas cosas, hechas con amor, atraen la misericordia divina y aumentan de continuo la gracia santificante en el alma. María es el ejemplo acabado de esta entrega diaria, «que consiste en hacer de la propia vida una ofrenda al Señor».
Bajo diversas advocaciones, muchos pueblos y ciudades celebran hoy sus fiestas, con intuición acertada, pues «si Salomón enseña San Pedro Damián, con motivo de la dedicación del templo material, celebró con todo el pueblo de Israel solemnemente un sacrificio tan copioso y magnífico, ¿cuál y cuánta no será la alegría del pueblo cristiano al celebrar el nacimiento de la Virgen María, en cuyo seno, como en un templo sacratísimo, descendió Dios en persona para recibir de ella la naturaleza humana y se dignó vivir visiblemente entre los hombres?». No dejemos de festejar hoy a Nuestra Señora con esas delicadezas propias de los buenos hijos.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

Viernes semana 22 de tiempo ordinario; año par


Viernes de la semana 22 de tiempo ordinario; año par

Los amigos del esposo
“En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: -«Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber.» Jesús les contestó: -«¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán.»Y añadió esta parábola: -«Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: "Está bueno el añejo."»” (Lucas 5,33-39).
I. Entre los hebreos existía la costumbre de que el nuevo esposo iba acompañado por otros jóvenes de su edad, sus íntimos, como una escolta de honor. Se llamaban los amigos del esposo (1 Marcos 9, 39), y su misión era honrar al que iba a contraer nupcias, alegrarse con sus alegrías, participar de modo especial en los festejos de la boda. Jesús llama amigos íntimos –los amigos del esposo- a quienes le siguen, a nosotros; hemos sido invitados a participar entrañablemente del banquete nupcial figura del Reino de los Cielos. El Señor quiso ser ejemplo de amistad verdadera y estuvo abierto a todos con ternura y afecto. Jesús nos llama amigos. Y nos enseña a acoger a todos, y a ampliar y desarrollar nuestra capacidad de amistad. Y sólo lo aprenderemos si lo tratamos en la intimidad de la oración, en nuestra amistad con Él.
II. Jesús tuvo amigos de todas las clases sociales y en todas las profesiones: eran de edad y de condición bien diversa. Jesús amaba a sus amigos. Cuando llegó a Betania, Lázaro había muerto, y ante la sorpresa de todos, Jesús comenzó a llorar. Decían entonces los judíos: Mirad cómo le amaba (Juan 11, 36). Jesús llora lágrimas de hombre; no permanece impasible ante el dolor de quienes ama, de sus amigos. Nosotros no tenemos nada más valioso que la amistad con Jesucristo, y de Él aprendemos a tener muchos amigos, aprovechando las relaciones de vecindad, de trabajo, de estudio. El cristiano está siempre abierto a los demás. El afán apostólico, para llevar a nuestros amigos al Amigo, y las virtudes humanas de la convivencia nos ayudarán a encontrar puntos de unión y entendimiento con los demás y sabremos prescindir de lo que desune.
III. Un amigo fiel es poderoso protector; el que lo encuentra halla un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel: su precio es incalculable. (Eclo 6, 14-17) Cuando encontramos un amigo debemos cultivar su amistad por encima del tiempo, de las distancias, de todo aquello que tienda a separar. La amistad requiere que cuidemos al amigo, de nuestra corrección si lo necesita, de ayudarle en la adversidad, de rezar por él. Si miramos a Cristo aprenderemos a ser buenos amigos: Él dio su vida por cada uno de nosotros. No dejemos de dar a nuestros amigos lo mejor que tenemos: el amor a Jesús.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Jueves semana 22 de tiempo ordinario; año par


Jueves de la semana 22 de tiempo ordinario; año par

El poder de la obediencia
“En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: -«Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.» Simón contestó: -«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a lo socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: -«Apártate de mi, Señor, que soy un pecador.» Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: -«No temas; desde ahora serás pescador de hombres.» Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron” (Lucas 5,1-11).
I. Pedro, a la orilla del lago de Genesaret, había terminado de lavar sus redes después de haber bregado toda la noche sin pescar nada. Jesús le dice : Guía mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca (Lucas 5, 1-11). Todo invita a la excusa: el cansancio, la frustración de no haber pescado nada, las redes lavadas para la noche siguiente, la inoportunidad de la hora...... Pero la mirada de Jesús, Su palabra, llevaron a Pedro a embarcarse de nuevo. También nosotros, cuando nos parece que todo ha fracasado y encontramos motivos para abandonar todo, debemos oír la voz de Jesús que nos dice: Guía mar adentro, vuelve a empezar... en mi Nombre. El Señor siempre nos acompaña en nuestra barca, nosotros solamente necesitamos docilidad y poner en práctica los consejos que hemos recibido en la Confesión, en la dirección espiritual.
II. Pedro se adentró en el lago con Jesús en su barca y pronto se dio cuenta de que las redes se llenaban de peces; tantos, que parecía que se iban a romper. Este pasaje del Evangelio tiene muchas enseñanzas: por la noche, en ausencia de Cristo, la labor había sido estéril: lo mismo sucede con las labores apostólicas que no cuentan con el Señor. Pedro, con su gran experiencia como pescador, con humildad, se fía de la palabra de Jesús que no tenía experiencia en su oficio. La necesidad de la obediencia para quien quiere ser discípulo de Cristo –por encima de toda razón de conveniencia, de eficacia- está en que forma parte del misterio de la Redención, pues Cristo mismo “reveló su misterio y realizó la redención con su obediencia” (CONCILIO VATICANO II, Lumen gentium). La obediencia nos lleva a querer identificar en todo nuestra voluntad con la voluntad de Dios que se manifiesta a través de los padres, de los superiores y de nuestros deberes. El Señor espera de nosotros una obediencia delicada y alegre. Si permanecemos con Cristo, Él llena siempre nuestras redes.
III. Pedro quedó admirado, miró a Jesús, y se arrojó a sus pies diciendo: Apártate de mí que soy un hombre pecador. Pedro comprendió su pequeñez. Entonces Jesús le dice: No temas: desde ahora serán hombres los que habrás de pescar. Jesús comenzó pidiéndole su barca y se quedó con su vida. Pedro comenzó obedeciendo en lo pequeño y el Señor le manifestó los grandiosos planes que para él, pobre pescador de Galilea, tenía desde la eternidad: la roca, el cimiento inconmovible de la Iglesia. Nuestra Madre, Stella maris, Estrella del mar, nos enseñará a ser generosos con el Señor cuando nos pida prestada nuestra pobre barca.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

martes, 4 de septiembre de 2018

Miércoles semana 22 de tiempo ordinario;año par


Miércoles de la semana 22 de tiempo ordinario; año par

Les imponía las manos
“En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: -«Tú eres el Hijo de Dios.» Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con Él e intentaban retenerlo para que no se les fuese. Pero Él les dijo: -«También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.» Y predicaba en las sinagogas de Judea” (Lucas 4,38-44).
I. San Lucas nos relata en el Evangelio de la Misa (1) un detalle singular acerca de la ocasión cuando trajeron a Jesús muchos enfermos para que los curase: singulis manus imponens, les imponía las manos. Se fija en cada uno de los enfermos, le dedica su atención plena, porque toda persona es única para Él, lo trata con la dignidad incomparable que merece siempre la persona humana. San Lucas nos muestra la infatigable actividad de Cristo; nos enseña el camino que debemos seguir nosotros con quienes están alejados de la fe. Nuestro camino es servir a todos como Cristo lo hizo, con el mismo aprecio, con el mismo respeto, a cada uno individualmente, teniendo en cuenta sus circunstancias particulares, su modo de ser, el estado en que se encuentra, sin aplicar a todos la misma receta.
II. Necesitamos paciencia y constancia para recorrer el camino que nos lleva a Cristo y llevar hasta Él a nuestros amigos, a nuestros compañeros, a nuestros hijos y hermanos: a todos los espera el Señor. En algunos de ellos encontraremos resistencias o pasividad. Esto nos llevará a rezar más, a ofrecer mortificaciones, horas de trabajo o de estudio por ellos. La fe nos llevará a comprenderlos y a tenerles paciencia, recordando la que Dios ha tenido con nosotros, y las incontables veces que nosotros lo hemos hecho esperar. Con prudencia sobrenatural unida a una gran caridad y comprensión, insistiremos a nuestros amigos para llevarlos a Cristo. ¡Tú sabes, Señor, que sólo buscamos lo mejor para ellos! Lo mejor eres Tú mismo, que te das a quien quiere acogerte.

III. Son muchos los que no conocen a Cristo. El Señor pone en nuestro corazón la urgencia de combatir tanta ignorancia, difundiendo por todas partes la buena doctrina, con iniciativas y maneras diversas. Todo cristiano debe participar en la tarea de formación cristiana. Sólo si miramos a Cristo venceremos la pereza y comodidad para salir de nuestra torre de marfil que cada uno tiende a construirse a su alrededor, y haremos que muchos ciegos vean a Cristo, muchos sordos le oigan, y muchos paralíticos caminen a su lado. Nos ayudará a hacer apostolado la consideración de que el bien y el mal tiene efecto multiplicador. Quienes sintieron que Cristo les imponía sus manos divinas experimentaron que su vida ya no podía ser como antes: Ellos mismos se convirtieron en apóstoles. Acudamos a María, Reina de los Apóstoles, para que encienda nuestro corazón en amor a su Hijo y deseos de llevar a muchos junto a Él.

lunes, 3 de septiembre de 2018

Martes semana 22 de tiempo ordinario; año par

Martes de la semana 22 de tiempo ordinario; año par

Enseñaba con autoridad
“En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Se quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenla un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces: -«¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.» Jesús le intimó: -«¡Cierra la boca y sal!» El demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle daño. Todos comentaban estupefactos: -«¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.» Noticias de él iban llegando a todos los lugares de la comarca” (Lucas 4,31-37).
I. San Marcos señala en su Evangelio que las gentes estaban admiradas de Jesús y su doctrina, pues les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas (1, 22) A través de su Santísima Humanidad hablaba la Segunda Persona de la Trinidad, y el pueblo que lo escuchaba percibió con claridad la seguridad y fuerza con que el Señor declaraba su doctrina. Habla en nombre propio: Yo os digo... Jesús nos sigue hablando uno a uno, personalmente, en la intimidad de la oración, al leer cada día el Evangelio... Hemos de aprender a escucharle también entre los mil sucesos del día, y en lo que nosotros llamamos fracaso o dolor. “...en ese texto encontrarás la Vida de Jesús; pero además, debes encontrar tu propia vida. Toma el Evangelio a diario, y léelo y vívelo como norma concreta. –Así han procedido los santos” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Forja)
II. Las palabras de Jesús están llenas de vida, penetran hasta el fondo del alma, y cuando nosotros se la abrimos, también nos transforman. En el Santo Evangelio encontramos cada día a Cristo mismo que nos habla, nos enseña y nos consuela. En su lectura –unos pocos minutos cada día- aprendemos a conocerle cada vez mejor, a imitar su vida, a amarle. El Espíritu Santo –autor principal de la Escritura Santa- nos ayudará, si acudimos a Él en petición de ayuda, a ser un personaje más de la escena que leemos, a sacar una enseñanza, quizá pequeña pero concreta para ese día.
III. El Señor nos habla de muchas maneras cuando leemos el Evangelio: nos da ejemplo con su vida para que le imitemos en la nuestra; nos enseña el modo de comportarnos con nuestros hermanos, y su predilección por los pequeños y pobres; nos recuerda que somos hijos de Dios y que nada debe quitarnos la paz; nos enseña a perdonar y que seamos misericordiosos con los defectos ajenos, pues Él lo fue en grado sumo; nos alienta a preparar con esmero la Confesión frecuente, donde nos espera el Padre del Cielo para darnos un abrazo; nos impulsa a santificar el trabajo, haciéndolo con perfección humana, como Él lo hizo en Nazaret. Por todo esto, es recomendable que lo leamos a primera hora del día para tenerlo presente en nuestra jornada. Todos los días, mientras leemos el Evangelio, Jesús pasa junto a nosotros. No dejemos de verlo y oírlo, como aquellos discípulos que se encontraron con Él en el camino de Emaús. “Quédate con nosotros, porque ha oscurecido... ¡Qué pena si tú y yo no supiéramos “detener” a Jesús que pasa! ¡Qué dolor, si no le pedimos que se quede! (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Surco)

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

Lunes semana 22 de tiempo ordinario; año par


Lunes de la semana 22 de tiempo ordinario; año par

Obras de misericordia
“En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: -«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: -«¿No es éste el hijo de José?» Y Jesús les dijo: -«Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo Y'; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.» Y añadió: -«Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel habla muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos habla en Israel en tiempos de] profeta Elíseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.» Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba” (Lucas 4,16-30).
I. El amor de Cristo se expresa particularmente en el encuentro con el sufrimiento, en todo aquello en que se manifiesta la fragilidad humana, tanto física como moral. De esta manera revela la actitud continua de Dios Padre hacia nosotros, que es amor (1 Juan 4, 16) y rico en misericordia (Efesios 2, 4) La misericordia es el núcleo fundamental de su predicación y la razón principal de sus milagros. También la Iglesia “abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, en los pobres y en los que sufren reconoce la imagen de su Fundador, pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo” (CONCILIO VATICANO II, Lumen gentium) ¿Y qué otra cosa haremos nosotros si queremos imitar al Maestro y ser buenos hijos de la Iglesia? Cada día se nos presentan incontables ocasiones de poner en práctica la enseñanza de Jesús ante el dolor y la necesidad, con un corazón lleno de misericordia.
II. Si la mayor desgracia, el peor de los desastres, es alejarse de Dios, nuestra mayor obra de misericordia será en muchas ocasiones acercar a los sacramentos, fuentes de Vida, y especialmente a la Confesión, a nuestros familiares y amigos. Toda miseria moral, cualquiera que sea, reclama nuestra compasión, y la verdadera compasión comienza por la situación espiritual del alma de los que nos rodean, que hemos de procurar remediar con la ayuda de la gracia. Ahora que el número de analfabetas ha decrecido en tantos países, ha aumentado la ignorancia religiosa con el total desconocimiento de las más elementales nociones de la Fe y la Moral y de los rudimentos mínimos de la piedad. Por esta razón, la catequesis ha pasado a ser una obra de misericordia de primera importancia (J. ORLANDIS, Bienaventuranzas)
III. Imitar a Jesús misericordioso nos llevará a dar consuelo y compañía a quienes se encuentran solos, a los enfermos, a los ancianos, a quienes sufren una pobreza vergonzante o descarada. Haremos nuestro su dolor y les ayudaremos a santificarlo mientras que procuramos remediar ese estado en el modo que nos sea posible. La misericordia nos lleva a perdonar con prontitud y de corazón, aunque quien ofende no manifieste arrepentimiento por su falta o rechace la reconciliación. El cristiano no guarda rencores en su alma, no se siente enemigo de nadie, ni juzga severamente a nadie. Si somos misericordiosos, obtendremos del Señor la misericordia que tanto necesitamos, particularmente para esas flaquezas, errores y fragilidades que Él bien conoce. María, Madre de la misericordia, nos dará un corazón capaz de compadecerse de quienes sufren a nuestro lado.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
San Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia

San Gregorio Magno es el cuarto y último de los originales Doctores de la Iglesia Latina. Defendió la supremacía del Papa y trabajó por la reforma del clero y la vida monástica.
Combatió la herejía nestoriana. Hizo contribuciones claves a la cristología.
Nació en Roma alrededor del año 540, hijo de Gordianus, un senador influente que llegó a renunciar al mundo y ser uno de los siete diáconos de Roma.
Después de que Gregorio adquiriese una buena educación, el Emperador Justino lo nombró, en 574, magistrado principal de Roma. Tenía solo 34 años.
Después de la muerte de su padre edificó siete monasterios, el último de los cuales fue en su propia casa en Roma, que se llamó Monasterio Benedictino de San Andrés. El mismo tomó al hábito monástico en el 575, a la edad de 35 años. Fue ordenado diácono y nombrado legado pontificio en Constantinopla.
Después de la muerte de Pelagio, San Gregorio fue escogido unánimemente Papa por los sacerdotes y el pueblo, el día 3 de septiembre del año 590. Ejerció su cargo como verdadero pastor, en su modo de gobernar, en su ayuda a los pobres, en la propagación y consolidación de la fe. Mantenía contacto con todas las iglesias y a pesar de sus sufrimientos y labores, compuso grandes obras. Entre ellas hay magnificas contribuciones a la Liturgia de la Misa y el Oficio.
Tiene escritas muchas obras sobre teología moral y dogmática. 
Su extraordinario trabajo le valió el nombre de "El Grande".  Su celo era extender la fe por todo el mundo.
Murió el 12 de Marzo del 604.
Es patrón de maestros.
Nacido en Roma hacia el 540, de familia noble y cristiana, vive la desolación de la Urbe, caído el Imperio occidental, y el inicio de una época ascendente. En 590 es elegido Papa, mereciendo por su ingente labor que se le considere gran figura entre las de todos los tiempos, y que se le haya otorgado el título de Doctor y Padre de la Iglesia latina. Su muerte acaeció el 12 de marzo del 604.
«Importa que el pastor sea puro en sus pensamientos, intachable en sus obras, discreto en el silencio, provechoso en las palabras, compasivo con todos, más que todos levantado en la contemplación, compañero de los buenos por la humildad y firme en velar por la justicia contra los vicios de los delincuentes. Que la ocupación de las cosas exteriores no le disminuya el cuidado de las interiores y el cuidado de las interiores no le impida el proveer a las exteriores», escribe San Gregorio Magno en su «Regla Pastoral», y éste fue el programa de su actuación. Genio práctico en la acción, fue ante todo el buen pastor cuya solicitud se extiende a toda su grey. No es tan sólo Roma la que merece sus cuidados, sino todas las Iglesias España, Galia, Inglaterra, Armenia, el Oriente, toda Italia, especialmente las diez provincias dependientes de la metrópoli romana. Fue incansable restaurador de la disciplina católica. En su tiempo se convirtió Inglaterra y los visigodos abjuraron el arrianismo.
Él renovó el culto y la liturgia y reorganizó la caridad en la Iglesia. Sus obras teológicas y la autoridad de las mismas fueron indiscutidas hasta la llegada del protestantismo. Dio al pontificado un gran prestigio. Su voz era buscada y escuchada en toda la cristiandad. Su obra fue curar, socorrer, ayudar, enseñar, cicatrizar las llagas sangrantes de una sociedad en ruinas. No tuvo que luchar con desviaciones dogmáticas, sino con la desesperación de los pueblos vencidos y la soberbia de los vencedores.
La obra realizada por San Gregorio Magno fue inmensa; y no obstante, en su gran humildad, había procurado por todos los medios no aceptar el mando supremo de la Iglesia. Pero una vez elegido Papa por el clero, el senado y el pueblo fiel reunidos, y bien vista su elección por el emperador, su alma entregóse a aquella tarea para la que toda su vida anterior había sido una providencial preparación. En efecto, Gregorio nace en el seno de una familia profundamente cristiana. No es él el único de los Anicios que ha merecido el honor de los altares; también sus padres y sus dos tías, Társila y Emiliana, figuran en el catálogo de los santos. Y en este ambiente de religiosidad va su espíritu desarrollándose, mientras Roma llega a lo más bajo de la curva de su caída.
Cuando el poder imperial, en manos de Constantinopla, es definitivamente restablecido en Roma, Gregorio comienza su formación cultural. No sobresale en la literatura, pero sí en los estudios jurídicos, donde encuentra una magnífica preparación para sus futuras e insoñadas actividades. Terminada ya su carrera de Derecho, acepta del emperador Justino II el cargo de prefecto de Roma, que trae consigo todas las funciones administrativas y judiciales.
Pero su corazón aspiraba a cosas más altas, y tras una desgarradora lucha interior —que él mismo describe en una carta a su amigo íntimo San Leandro de Sevilla—, Roma contempla un día cómo su prefecto cambia sus ricas vestiduras por los austeros hábitos de los campesinos que San Benito había adoptado para sus monjes. Su mismo palacio del monte Celio fue transformado en monasterio. Gregorio es feliz en la paz del claustro, aunque pronto será arrancado de ella por el mismo Sumo Pontífice, que le envía como Nuncio a Constantinopla. De aquí en adelante añorará siempre aquellos cuatro años de vida monacal.
Unos ocho años más tarde, hacia el 586, regresa a Roma cuando las aguas del Tíber se desbordan y siembran la desolación. Personas ahogadas, palacios destruidos, hambre y, finalmente, la peste, son el balance de aquella tragedia. Una de las víctimas de la peste es el Papa Pelagio II. Y es entonces cuando Gregorio es elegido para sucederle, quedando así apartado definitivamente de la soledad que en el monasterio buscara.
Ya no vivirá más la paz de la vida monacal, pero sí que la espiritualidad de aquellos hombres entregados a la oración le quedará presente en lo que le queda de vida. Uno de los puntos que más llaman la atención en su fecundo Pontificado, es su celo por el perfeccionamiento de la liturgia, alcanzando gran importancia su impulso en la organización definitiva del canto litúrgico, que se conoce bajo el nombre de «canto gregoriano», aun cuando no sea él su autor. Es el pastor auténtico, que quiere lo mejor para sus ovejas que viven en la unidad del mismo Amor. No ahorrará para ello trabajos ni sacrificios. Su voz se levanta potente y su pluma escribe sin descanso; el que no había sobresalido en sus estudios literarios nos legará un tesoro inagotable en sus escritos, de estilo sencillo y cordial. Y no se contenta con las ovejas que ya están en el verdadero redil; su corazón ardiente se lanza a la conquista de Inglaterra, ganándola para el catolicismo. Para todos es el padre amante, cuyas preocupaciones son las de sus hijos. Su honor es el de la Iglesia universal y su grandeza el ser y llamarse «Siervo de los siervos de Dios», título que pasará a ser desde entonces patrimonio de todos los Papas.

domingo, 2 de septiembre de 2018

Domingo semana 22 de tiempo ordinario; ciclo B

Domingo de la semana 22 de tiempo ordinario; ciclo B

La verdadera pureza
“En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.) Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?» Él les contestó: - «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos." Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.» Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro»”(Marcos 7, 1-8.14-15. 21-23).     
I. La verdadera pureza ha de comenzar por el corazón porque de ahí provienen las acciones. Si el corazón está manchado, el hombre entero queda manchado. La impureza no sólo se refiere al desorden de la sensualidad, aunque este desorden –es decir, la lujuria- deje una huella profunda, sino también al deseo inmoderado de bienes materiales, a la actitud que lleva a ver a los demás con malos ojos, con torcida intención, a la envidia, al rencor, a la inclinación egocéntrica de pensar en uno mismo con olvido de los demás, a la abulia interior, causa de ensueños y fantasías que impiden la presencia de Dios y un trabajo intenso. La verdadera pureza de corazón es la que nos permite ver a Dios en medio de nuestra tarea. Él quiere reinar en nuestros afectos, acompañarnos en nuestra actividad, darle un nuevo sentido a todo lo que hacemos.
II. La pureza del alma –castidad y rectitud interior en los afectos y sentimientos- tiene que ser plenamente amada y buscada con alegría y con empeño, apoyándonos siempre en la gracia de Dios. Esa limpieza interior, condición de todo amor, se va logrando mediante una lucha alegre y constante, prolongada a lo largo de la vida, que se mantiene vigilante con el examen de conciencia diario para no pactar con actitudes y pensamientos que nos alejan de Dios y de los demás; es también el fruto de un gran amor a la Confesión frecuente bien hecha, donde lavamos el corazón y el Señor nos llena de su gracia. Es nuestra tarea, con la ayuda de la gracia, mostrar, con una vida limpia y con la palabra, que la castidad es virtud esencial para todos –hombres, mujeres, jóvenes y adultos-, y que cada uno ha de vivirla de acuerdo con las exigencias del estado al que le llamó el Señor.
III. Esta exigencia de amor ha de llevarnos con fortaleza y el indispensable sentido común, a actuar con sensatez, a evitar las ocasiones de peligro para la salud del alma y para la integridad de la vida espiritual. La castidad ha sido desde siempre una gloria de la Iglesia y una de las manifestaciones más claras de su santidad. Nosotros, cada uno en su estado, pedimos hoy al Señor que nos conceda un corazón bueno y limpio, capaz de comprender a todas las criaturas y de acercarlas a Dios. Y junto a la petición, un deseo eficaz de luchar para que el corazón nunca quede manchado. Nuestra Madre, nos enseñará a ser fuertes si en algún momento fuera más costoso mantener el corazón limpio y lleno de amor a su Hijo.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

viernes, 31 de agosto de 2018

Sabado semana 21 de tiempo ordinario; año par

Sábado de la semana 21 de tiempo ordinario; año par

Los pecados de omisión
«Es también como un hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus servidores y les entregó sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno sólo: a cada uno según su capacidad y se marchó. El que había recibido cinco talentos fue inmediatamente y se puso a negociar con ellos y llegó a ganar otros cinco. Del mismo modo, el que había recibido dos ganó otros dos. Pero el que había recibido uno, fue, cavó en la tierra y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo, regresó el amo de dichos servidores e hizo cuentas con ellos. Llegado el que había recibido los cinco talentos, presento otros cinco diciendo: Señor cinco talentos me entregaste, he aquí otros cinco que he ganado. Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor. Llegado también el que había recibido los dos talentos, dijo: Señor dos talentos me entregaste, he aquí otros dos que he ganado. Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor. Llegado por fin el que había recibido un talento, dijo: Señor sé que eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por eso tuve miedo, fui y escondí tu talento en tierra: aquí tienes lo tuyo. Le respondió su amo, diciendo: Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido; por eso mismo debías haber dado tu dinero a los banqueros, y así al venir yo, hubiera recibido lo mío junto con los intereses. Por tanto, quitadle el talento y dádselo al que tiene los diez. Porque a todo el que tenga se le dará y abundará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. En cuanto al siervo inútil arrojadlo a las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el rechinar de dientes.» (Mateo 25, 14-30)
I. De Dios hemos recibido la vida y los dones que la acompañan a modo de herencia, para hacerla rendir. Y de esa herencia se nos pedirá cuenta al final de nuestros días. Somos administradores de unos bienes, algunos de los cuáles sólo los poseeremos durante este corto tiempo de vida. Después nos dirá el Señor: Dame cuenta de tu administración... No somos dueños; sólo somos administradores de unos dones divinos. Dos maneras hay de entender la vida: sentirse administrador y hacer rendir lo recibido de cara a Dios, o vivir como si fuéramos dueños, en beneficio de la propia comodidad, del egoísmo, del capricho. Hoy en nuestra oración, podemos preguntarnos cuál es nuestra actitud ante los bienes, ante el uso del tiempo que también es un don y del que también tendremos qué dar cuenta.
II. El Señor espera ver bien administrada su hacienda; y espera un rendimiento acorde con lo recibido. Lo mucho de aquí, de nuestra vida en la tierra, es poca cosa en relación con el premio del Cielo. El mejor negocio que podemos hacer es ganar la vida eterna. No podemos enterrar nuestro talento en la tierra (Mateo 25, 14-30) sin negociar con él. No podemos llenar nuestra vida con omisiones, con oportunidades no aprovechadas, con bienes materiales y tiempo malgastados. No podemos presentarnos ante el Señor con las manos vacías. Enterrar el talento que Dios nos ha confiado es tener la capacidad de amar y no haber amado, sin hacer felices a quienes están junto a nosotros, y dejarlos en la tristeza; tener bienes y no hacer el bien con ellos; poder llevar a otros a Dios y no hacerlo. No basta, no es suficiente, con “no hacer el mal”, es necesario “negociar el talento”, hacer positivamente el bien. Pidamos al Señor que nos ayude a dar frutos de santidad, de amor y de sacrificio.
III. Poner en juego los talentos recibidos abarca todas las manifestaciones de la vida personal y social, y desarrollar la propia personalidad, todas nuestras posibilidades. Dios espera de nosotros una conducta reciamente cristiana en la vida pública: el ejercicio responsable del voto, la actuación, según la propia capacidad, en los colegios profesionales, en las asociaciones de padres en los colegios de los hijos, en los sindicatos, en la propia empresa de acuerdo a las leyes laborales del país, y poniendo los medios para mejorar una legislación claramente injusta en materias fundamentales como la vida, la educación y la familia. La Confesión frecuente nos ayudará a evitar las omisiones que empobrecen la vida de un cristiano y llenar la vida de frutos para Dios.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

Viernes semana 21 de tiempo ordinario; año par

Viernes de la semana 21 de tiempo ordinario; año par

El aceite de la caridad
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: -«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo! Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas." Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco." Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora»” (Mateo 25,1-13).
I. En el Evangelio de la Misa de hoy, el Señor nos insiste acerca de la vigilancia que hemos de tener sobre nosotros mismos y sobre los demás, y se centra en la actitud que se ha de tener a la llegada del Señor. Él viene a nosotros, y debemos aguardarle con espíritu vigilante, despierto el amor, pues –dice San Gregorio Magno—“dormir es morir” (Homilías sobre los Evangelios) No basta haber iniciado el camino que nos lleva a Cristo: es preciso mantenernos en él con un alerta continuo, porque la tendencia del hombre, es la de suavizar la entrega que lleva consigo la vocación cristiana. Es necesario estar atentos porque puede ser muy fuerte la presión del ambiente que tiene como norma de vida la búsqueda insaciable de la comodidad. La virtud teologal de la caridad debe alumbrar siempre nuestros actos, en toda circunstancia, en todo momento. El aceite que mantiene encendida la caridad es la oración cuidada y llena de amor: la intimidad con Jesús.
II. El Señor nos pide perseverancia en el amor, que irá creciendo siempre, sintiendo en cada época y situación la alegría de servir a Cristo: sin desánimos, perseverantes en el esfuerzo diario, para que el Amor nos encuentre preparados cuando venga. Cuando el cristiano pierde esa actitud atenta, cuando cede al pecado venial y deja que se enfríe el trato de amistad con Cristo, cuando va dejando a un lado el espíritu de mortificación, se queda a oscuras; sin luz para sí mismo y para los demás que tenían derecho al influjo de su buen ejemplo. No está el amor a Dios en haber comenzado –incluso con mucho ímpetu-, sino en perseverar, en recomenzar una y otra vez.
III. De esta actitud vigilante que el Señor desea que mantengamos en el corazón han de beneficiarse quienes están más cerca. Frater qui adiuvatur a fratre, quasi civitas firma (LITURGIA DE LAS HORAS) el hermano ayudado por su hermano es tan fuerte como una ciudad amurallada, que el enemigo no puede asaltar. Es necesario que seamos lámparas encendidas, que alumbren el camino de muchos. Debemos amparar y proteger a esas personas con las que el Señor ha querido que tengamos unos vínculos más estrechos y un trato particular, ayudándolos con la oración, con la corrección fraterna, con un consejo oportuno, con una palabra de aliento... Hasta con el saludo podemos hacerles bien, pues “el saludo es cierta especie de oración” (SANTO TOMÁS, Catena aurea). Si somos fieles, el Señor nos introducirá en el banquete de bodas en el Amor sin medida y sin fin.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

lunes, 20 de agosto de 2018

Lunes semana 20 de tiempo ordinario; año par


Lunes de la semana 20 de tiempo ordinario; año par

Alegría y generosidad
En esto se le acercó uno y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?» Él le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.» «¿Cuáles?» - le dice él. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?» Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme.» Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes” (Mateo 19,16-22).
I. Los planes de Dios no coinciden generalmente con los nuestros, con los que proyectamos en la imaginación, con aquellos que fabrica la vanidad o el egoísmo. Los planes divinos, formados desde la eternidad para nosotros, son los más bellos que nunca pudimos imaginar, aunque algunas veces nos desconcierten. Jesús nos invita a dejar libre el corazón para llenarlo todo de Dios, y nuestra alegría es fruto de la generosidad, de responder a las sucesivas llamadas que a cada uno en su estado dirige Cristo que pasa. La vida se llena de gozo y de paz en esa disponibilidad absoluta ante la voluntad de Dios que se manifiesta en momentos bien precisos de nuestra existencia; quizá ahora mismo. Una vez que alguien ha sentido posarse sobre él la mirada del Señor, ya nunca la olvida, ya no es posible vivir como antes: a Jesús se le sigue o se le pierde.
II. Nosotros nos entristecemos cuando nos negamos a entregar nuestra libertad a Dios, como en la parábola del joven rico del Evangelio de hoy (Mateo, 19, 16-22) Libertad que, si no nos sirve para llegar a la meta, a Cristo que pasa por nuestra vida, de poco habrá de servirnos. La tristeza nace en el corazón como una planta dañina cuando nos alejamos de Cristo, cuando le negamos aquello que de una vez, o poco a poco, nos va pidiendo, cuando nos falta generosidad. Puede haber enfermedad, puede haber cansancio, pero la tristeza del corazón es distinta; en su origen encontramos siempre la soberbia y el egoísmo. “Hay que saber entregarse, arder delante de Dios como esa luz que se pone sobre el candelero, para iluminar a los hombres que andan en tinieblas; como esas lamparillas que se quedan junto al altar, y se consumen alumbrando hasta gastarse” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Forja)
III. La tristeza hace mucho daño al alma, un alma triste está a merced de muchas tentaciones. ¡Cuántos pecados han tenido su origen en la tristeza! ¡Cuántos ideales ha roto! “Luz, para que investigues en los motivos de tu tristeza” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino) Siempre podemos crecer en alegría, si estamos buscando seriamente al Señor en lo que cada día nos sucede, en la oración, en el empeño por mantener la presencia de Dios. Examinemos nuestra generosidad con los demás, y nos preguntamos: ¿me preocupo excesivamente de mí mismo, de mis cosas, de mi salud, de mi futuro, de mis pequeñeces? Muchas personas pueden encontrar a Dios a través de nuestra alegría. Santa María, Causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
San Bernardo, abad y doctor de la Iglesia

San Bernardo, abad es, cronológicamente, el último de los Padres de la Iglesia, pero uno de los que mas impacto ha tenido. Nace en Borgoña, Francia (cerca de Suiza) en el año 1090.  Con sus siete hermanos recibió una excelente formación en la religión, el latín y la literatura.
Personalidad de Bernardo
Bernardo tenía un extraordinario carisma de atraer a todos para Cristo.  Amable, simpático, Inteligente, bondadoso y alegre. Todo esto y vigor juvenil le causaba un reto en las tentaciones contra la castidad y santidad. Por eso durante algún tiempo se enfrió en su fervor y empezó a inclinarse hacia lo mundano. Pero las amistades mundanas, por más atractivas y brillantes que fueran, lo dejaban vacío y lleno de hastío. Después de cada fiesta se sentía más desilusionado del mundo y de sus placeres.
A grandes males grades remedios.
Como sus pasiones sexuales lo atacaban violentamente, una noche se revolcó sobre el hielo hasta sufrir profundamente el frío. Sabía que a la carne le gusta el placer y comprendió que si la castigaba así, no vendrían tan fácilmente las tentaciones. Aquel tremendo remedio le trajo liberación y paz.  S
Una visión cambia su rumbo:
Una noche de Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas en el templo se quedó dormido y le pareció ver al Niño Jesús en Belén en brazos de María, y que la Santa Madre le ofrecía a su Hijo para que lo amara y lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este día ya no pensó sino en consagrarse a la religión y al apostolado. Un hombre que arrastra con todo lo que encuentra, Bernardo se fue al convento de monjes benedictinos llamado Cister, y pidió ser admitido. El superior, San Esteban, lo aceptó con gran alegría pues, en aquel convento, hacía 15 años que no llegaban religiosos nuevos.
La familia que se fue con Cristo.
Bernardo volvió a su familia a contar la noticia y todos se opusieron. Los amigos le decían que esto era desperdiciar una gran personalidad para ir a sepultarse vivo en un convento. La familia no aceptaba de ninguna manera. Pero Bernardo les habló tan maravillosamente de las ventajas y cualidades que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al convento a sus cuatro hermanos mayores, a su tío y  31 compañeros. Dicen que cuando llamaron a Nirvardo el hermano menor para anunciarle que se iban de religiosos, el muchacho les respondió: "¡Ajá! ¿Conque ustedes se van a ganarse el cielo, y a mí me dejan aquí en la tierra? Esto no lo puedo aceptar". Y un tiempo después, también él se fue de religioso. 
Antes de entrar al monasterio, Bernardo llevó a su finca a todos los que deseaban entrar al convento para  prepararlos por varias semanas, entrenándolos acerca del modo como debían comportarse para ser unos fervorosos religiosos. En el año 1112, a la edad de 22 años, entra en el monasterio de Cister.  Mas tarde, habiendo muerto su madre, entra en el monasterio su padre. Su hermana y el cuñado, de mutuo acuerdo decidieron también entrar en la vida religiosa.  Vemos en la historia la gran influencia de las relaciones tanto para bien como para mal.
En la historia de la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de un poder de atracción tan grande para llevar gentes a la vida religiosa, como el que recibió Bernardo. Las muchachas tenían terror de que su novio hablara con el santo. En las universidades, en los pueblos, en los campos, los jóvenes al oírle hablar de las excelencias y ventajas de la vida en un convento, se iban en numerosos grupos a que él los instruyera y los formara como religiosos. Durante su vida fundó más de 300 conventos para hombres, e hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos. Lo llamaban "el cazador de almas y vocaciones". Con su apostolado consiguió que 900 monjes hicieran profesión religiosa.
Fundador de Claraval. En el convento del Cister demostró tales cualidades de líder y de santo, que a los 25 años (con sólo tres de religioso) fue enviado como superior a fundar un nuevo convento. Escogió un sitio apartado en el bosque donde sus monjes tuvieran que derramar el sudor de su frente para poder cosechar algo, y le puso el nombre de Claraval, que significa valle claro, ya que allí el sol ilumina fuerte todo el día. Supo infundir del tal manera fervor y entusiasmo a sus religiosos de Claraval, que habiendo comenzado con sólo 20 compañeros a los pocos años tenía 130 religiosos; de este convento de Claraval salieron monjes a fundar otros 63 conventos.
La Predicación de santo.
Lo llamaban "El Doctor boca de miel" (doctor melífluo). Su inmenso amor a Dios y a la Virgen Santísima y su deseo de salvar almas lo llevaban a estudiar por horas y horas cada sermón que iba a pronunciar, y luego como sus palabras iban precedidas de mucha oración y de grandes penitencias, el efecto era fulminante en los oyentes. Escuchar a San Bernardo era ya sentir un impulso fortísimo a volverse mejor.
Su amor a la Virgen Santísima.
Los que quieren progresar en su amor a la Madre de Dios, necesariamente tienen que leer los escritos de San Bernardo por la claridad y el amor con que habla de ella. Él fue quien compuso aquellas últimas palabras de la Salve: "Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María". Y repetía la bella oración que dice: "Acuérdate oh Madre Santa, que jamás se oyó decir, que alguno a Ti haya acudido, sin tu auxilio recibir". El pueblo vibraba de emoción cuando le oía clamar desde el púlpito con su voz sonora e impresionante.
Si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella, invoca a María. Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María. Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios. Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial.
Sus bellísimos sermones son leídos hoy, después de varios siglos, con verdadera satisfacción y gran provecho.
Viajero incansable
El más profundo deseo de San Bernardo era permanecer en su convento dedicado a la oración y a la meditación. Pero el Sumo Pontífice, los obispos, los pueblos y los gobernantes le pedían continuamente que fuera a ayudarles, y él estaba siempre pronto a prestar su ayuda donde quiera que pudiera ser útil. Con una salud sumamente débil (porque los primeros años de religioso se dedicó a hacer demasiadas penitencias y se le dañó la digestión) recorrió toda Europa poniendo la paz donde había guerras, deteniendo las herejías, corrigiendo errores, animando desanimados y hasta reuniendo ejércitos para defender la santa religión católica. Era el árbitro aceptado por todos. Exclamaba: A veces no me dejan tiempo durante el día ni siquiera para dedicarme a meditar. Pero estas gentes están tan necesitadas y sienten tanta paz cuando se les habla, que es necesario atenderlas (ya en las noches pasaría luego sus horas dedicado a la oración y a la meditación).
De carbonero a Pontífice
Un hombre muy bien preparado le pidió que lo recibiera en su monasterio de Claraval. Para probar su virtud lo dedicó las primeras semanas a transportar carbón, lo cual hizo de muy buena voluntad. Llegó a ser un excelente monje, y más tarde fue nombrado Sumo Pontífice: Honorio III. El santo le escribió un famoso libro llamado "De consideratione", en el cual propone una serie de consejos importantísimos para que los que están en puestos elevados no vayan a cometer el gravísimo error de dedicarse solamente a actividades exteriores descuidando la oración y la meditación. Y llegó a decirle:
"Malditas serán dichas ocupaciones, si no dejan dedicar el debido tiempo
a la oración y a la meditación".
Despedida gozosa. Después de haber llegado a ser el hombre más famoso de Europa en su tiempo y de haber conseguido varios milagros (como por Ej., Hacer hablar a un mudo, el cual confesó muchos pecados que tenía sin perdonar) y después de haber llenado varios países de monasterios con religiosos fervorosos, ante la petición de sus discípulos para que pidiera a Dios la gracia de seguir viviendo otros años más, exclamaba:
"Mi gran deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que a Él mejor le parezca". Y a Dios le pareció que ya había sufrido y trabajado bastante y que se merecía el descanso eterno y el premio preparado para los discípulos fieles, y se lo llevó a sus eternidad feliz el 20 de agosto del año 1153. Tenía 63 años. El sumo pontífice lo declaró Doctor de la Iglesia.
San Bernardo: gran predicador, enamorado de Cristo y de la Madre Santísima: pídele al buen Dios que nos conceda a nosotros un amor a Dios y al prójimo, semejante al que te concedió a ti. Quiera Dios que así sea.
Nota interesante: San Bernardo escribió la vida de San Malaquías quién murió en sus brazos camino a Roma.

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DE LA CASA DE LA DIVINA SABIDURIA,
LA VIRGEN MARÍA
1. ... Como hay varias sabidurías, debemos buscar qué sabiduría edificó para sí la casa. Hay una sabiduría de la carne, que es enemiga de Dios, y una sabiduría de este mundo, que es insensatez ante Dios. Estas dos, según el apóstol Santiago, son terrenas, animales y diabólicas. Según estas sabidurías, se llaman sabios los que hacen el mal y no saben hacer el bien , los cuales se pierden y se condenan en su misma sabiduría, como está escrito: Cogeré a los sabios en su astucia; Perderé la sabiduría de los sabios y reprobaré la prudencia de los prudente. Y, ciertamente, me parece que a tales sabios se adapta digna y competentemente el dicho de Salomón: Vi una malicia debajo del sol: el hombre que se cree ante sí ser sabio. Ninguna de estas sabidurías, ya sea la de la carne, ya la del mundo, edifica, más bien destruyen cualquiera casa en que habiten. Pero hay otra sabiduría que viene de arriba; la cual primero es pudorosa, después pacífica. Es Cristo, Virtud y Sabiduría de Dios, de quien dice el Apóstol: Al cual nos ha dado Dios como sabiduría y justicia, santificación y redención.
2. Así, pues, esta sabiduría, que era de Dios, vino a nosotros del seno del Padre y edificó para sí una casa, es a saber, a María virgen, su madre, en la que talló siete columnas. ¿Qué significa tallar en ella siete columnas sino hacer de ella una digna morada con la fe y las buenas obras? Ciertamente, el número ternario pertenece a la fe en la santa Trinidad, y el cuaternario, a las cuatro principales virtudes. Que estuvo la Santísima Trinidad en María (me refiero a la presencia de la majestad), en la que sólo el Hijo estaba por la asunción de la humanidad, lo atestigua el mensajero celestial, quien, abriendo los misterios ocultos, dice: "Dios, te salve, llena de gracia, el Señor es contigo"; y en seguida: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra". He ahí que tienes al Señor, que tienes la virtud del Altísimo, que tienes al Espíritu Santo, que tienes al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Ni puede estar el Padre sin el Hijo o el Hijo sin el Padre o sin los dos el que procede de ambos, el Espíritu Santo, según lo dice el mismo Hijo: "Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí". Y otra vez: "El Padre, que permanece en mí, ése hace los milagros" . Es claro, pues, que en el corazón de la Virgen estuvo la fe en la Santísima Trinidad.
3. Que poseyó las cuatro principales virtudes como cuatro columnas, debemos investigarlo. Primero veamos si tuvo la fortaleza. ¿Cómo pudo estar lejos esta virtud de aquella que, relegadas las pompas seculares y despreciados los deleites de la carne, se propuso vivir sólo para Dios virginalmente? Si no me engaño, ésta es la virgen de la que se lee en Salomón: ¿Quién encontrará a la mujer fuerte? Ciertamente, su precio es de los últimos confines. La cual fue tan valerosa, que aplastó la cabeza de aquella serpiente a la que dijo el Señor: "Pondré enemistad entre ti y la mujer, tu descendencia y su descendencia; ella aplastará tu cabeza"  Que fue templada, prudente y justa, lo comprobamos con luz más clara en la alocución del ángel y en la respuesta de ella. Habiendo saludado tan honrosamente el ángel diciéndole: "Dios te salve, llena de gracia", no se ensoberbeció por ser bendita con un singular privilegio de la gracia, sino que calló y pensó dentro de sí qué sería este insólito saludo. ¿Qué otra cosa brilla en esto sino la templanza? Mas cuando el mismo ángel la ilustraba sobre los misterios celestiales, preguntó diligentemente cómo concebiría y daría a luz la que no conocía varón; y en esto, sin duda ninguna, fue prudente. Da una señal de justicia cuando se confiesa esclava del Señor. Que la confesión es de los justos, lo atestigua el que dice: Con todo eso, los Justos confesarán tu nombre y los rectos habitarán en tu presencia. Y en otra parte se dice de los mismos: Y diréis en la confesión: Todas las obras del Señor son muy buenas .
4. Fue, pues, la bienaventurada Virgen María fuerte en el propósito, templada en el silencio, prudente en la interrogación, justa en la confesión. Por tanto, con estas cuatro columnas y las tres predichas de la fe construyó en ella la Sabiduría celestial una casa para sí. La cual Sabiduría de tal modo llenó la mente, que de su Plenitud se fecundó la carne, y con ella cubrió la Virgen, mediante una gracia singular, a la misma sabiduría, que antes había concebido en la mente pura. También nosotros, si queremos ser hechos casa de esta sabiduría, debemos tallar en nosotros las mismas siete columnas, esto es, nos debemos preparar para ella con la fe y las costumbres. Por lo que se refiere a las costumbres, pienso que basta la justicia, mas rodeada de las demás virtudes. Así, pues, para que el error no engañe a la ignorancia, haya una previa prudencia; haya también templanza y fortaleza para que no caiga ladeándose a la derecha o a la izquierda.
NO ERES MAS SANTO PORQUE NO ERES MAS DEVOTO DE MARÍA.(San Bernardo)