jueves, 20 de febrero de 2014

Jueves de la semana 6 de tiempo ordinario (par): Jesús anuncia su Pascua por vez primera, y  tiene que regañar a Pedro porque no entiende la pasión en la cruz

«Salió Jesús con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo y en el camino preguntaba a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos le respondieron: Unos que Juan el Bautista, otros que Elías y otros que uno de los profetas. Entonces él les pregunta: Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro, le dice: Tú eres el Cristo. Y les ordenó que no hablasen a nadie sobre esto.
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía pa­decer mucho, ser rechazado por los ancianos, por los prínci­pes de los sacerdotes y por los escribas y ser muerto, y resuci­tar después de tres días. Hablaba de esto abiertamente. Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, increpó a Pedro y le dijo: ¡Apárta­te de mí, Satanás!, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres» (Marcos 8,27-33).
1. Jesús es el «Mesías que va a entregar su vida por los demás». Mañana nos dirá que acogerle a él es acogerle con su cruz, con su misterio pascual de muerte y resurrección. “Iba Jesús con sus discípulos a las aldeas de Cesarea de Filipo”... Marchan hacia países paganos, lejos de las muchedumbres de Galilea. Jesús sabe lo que quiere hacer: someter a prueba la Fe de sus discípulos.
-“Caminando les hizo esta pregunta "¿Quién dicen las gentes que soy yo?””. «Y vosotros, quién decís que soy yo?». Es la pregunta de la fe, de la implicación personal. La respuesta sólo la encontramos en la experiencia del silencio y de la oración. Es el camino de fe que recorre Pedro, y el que hemos de hacer también nosotros.
-“Pedro, tomando la palabra, responde "¡Tú eres el Mesías!"” -Cristo, en griego-. Así, el grupo de los Doce va mucho más allá de las respuestas corrientes de las gentes. Se trata pues del reconocimiento de la identidad profunda de Jesús: Jesús no es solamente "uno de los profetas", por los cuales Dios conducía la historia a su término... El es el término, el fin mismo, "aquel que los profetas anunciaban", el Mesías, el Ungido, el "Xristos".
-“Y les encargó muy seriamente que no hablaran a nadie de El”. Es el "secreto mesiánico", evitar su divulgación prematura.
Hace falta que pase por la muerte y la resurrección para que su identidad sea manifestada: -“Y por primera vez comenzó a enseñarles cómo era preciso que el Hijo del hombre padeciese mucho y que fuese rechazado por los ancianos y los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y que fuese muerto y resucitase después de tres días. Jesús decía todo esto claramente”. Con este anuncio termina la primera parte del relato de Marcos y comienza lo que llaman una sección nueva. Hasta la "pasión" de Jesús, tendremos tres relatos parecidos y los tres añaden cada vez el anuncio de la "muerte y resurrección"… forman un crescendo: en el último, Jesús dará todos los detalles.... esto sucederá "en Jerusalén", será "entregado a los paganos", "le escupirán" y "le flagelarán"...
-“Pedro, tomándole aparte, se puso a reprenderle. Pero Jesús, volviéndose reprendió severamente a Pedro: "Quítate allá Satanás, porque tus pensamientos no son los pensamientos de Dios, sino los de los hombres”. Hasta los discípulos esperan es un mesías humano, en el éxito, un mesías político, un liberador de aquí abajo. Y Jesús una vez más experimenta esta sugestión como una tentación satánica. Y yo, ¿qué es lo que espero de Dios, de la Iglesia? (Noel Quesson).
2. –“Hermanos, no entre la acepción de personas en la fe que tenéis en nuestro Señor Jesucristo glorificado”. Hoy también se pide a la Iglesia que no se inmiscuya en los asuntos humanos, que no hable de las «desigualdades sociales». Santiago contesta: «sois precisamente vosotros los que inmiscuís en la fe la acepción de personas».
-“Supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre bien vestido y con un anillo de oro y, a la vez, otro, pobre y mal vestido. Os dirigís al que va bien vestido y le decís: «Siéntate aquí, instálate bien.» Y decís al pobre: «Quédate ahí de pie» o bien «siéntate en el suelo.» ¿No será esto hacer distinciones entre vosotros?” Cuando uno reprocha a la Iglesia entrar en tales consideraciones, es porque se siente aludido. Esas «desigualdades» a las que no se quiere renunciar, nos favorecen. Eso es juzgar con criterios malos o falsos. "Criterios falsos..." Referencias ridículas, superficiales.
-“¿Acaso no ha escogido Dios a los pobres según el mundo?” Desconfiemos de nuestras preferencias, no son las de Dios. Dios prefiere a los pobres. Dios elige estar de su parte. Es una cuestión grave que se plantea siempre a la Iglesia. Es una cuestión grave que se nos plantea a cada uno.
-“Dios los ha hecho ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a los que le aman. La única «riqueza», la única «superioridad» verdadera es la fe”. Los más desheredados, los más humildes, cuando tienen esa riqueza son tan dignos de consideración como los que tenemos por afortunados. ¡Verdaderamente es así!
-“En cambio vosotros despreciáis al pobre”. ¿No son acaso los ricos los que os oprimen? Santiago no se anda con rodeos. Y no hay que renunciar a esos temas por el hecho de ser a menudo explotados por cualquier otra causa que la de los pobres.
-“Si cumplís plenamente la Ley: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo, obráis bien. Pero si hacéis diferencias entre las personas, cometéis pecado.»” Señor, repítenos, incansablemente, que debemos amar, y que el amor empieza por la justicia, y tiende a la igualdad. Sostiene a todos los que son víctimas en nuestra sociedad de hoy... ayuda a los que luchan por su dignidad y por su medio de sustento... haznos artífices de la justicia social... ayúdanos a comprometernos en el servicio de los más desheredados... (Noel Quesson).
3. Dios ha elegido a los pobres de espíritu, y no a los ricos, para cumplir sus planes. El salmo ha sido elegido para hacer eco a este aspecto de la lectura. A los que escucha el Señor es a los afligidos y a los humildes: «Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha... que los humildes lo escuchen y se alegren».
En nuestra vida tenemos muchas ocasiones de caer en la trampa de la acepción de personas, o sea, de mostrar preferencias por unos en razón de su simpatía, sus cualidades o sus riquezas. Y, consecuentemente, menospreciar a los demás. Nos va bien la lección de Santiago (J. Aldazábal). No es de extrañar que el Vaticano II, en el documento de liturgia, tuviera que mandar que «en la liturgia no se hará acepción de personas o de condición social, ni en las ceremonias ni en el ornato exterior» (SC 32).
Antes de ir a comulgar, el darnos la mano como gesto de paz con los que tenemos al lado, conocidos o no, de la misma edad y condición social o no, es un ejercicio de universalidad y de fraternidad que nos puede ir corrigiendo precisamente de esta tentación de la acepción de personas que critica Santiago. El signo de la paz en la misa nos puede servir para recordar esa doctrina.

Llucià Pou Sabaté

martes, 18 de febrero de 2014

Miércoles de la semana 6 de tiempo ordinario: Jesús hace milagros contando con nuestra fe

«Llegan a Betsaida y le traen un ciego suplicándole que lo toque. Tomando de la mano al ciego lo sacó fuera de la aldea, y poniendo saliva en sus ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿Ves algo? Y alzando la mirada dijo: Veo a los hombres como árboles que andan. Después puso otra vez las manos sobre sus ojos y comenzó a ver y quedó curado de manera que veía con claridad todas las cosas. Y lo envió a su casa diciendo: No entres ni siquiera en la aldea» (Marcos 8, 22-26).
1.  -“Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida. Le llevaron un ciego. Tomando al ciego de la mano, lo sacó fuera de la aldea”... Esos detalles concretos nos dan a entender que fue una escena real, aunque quizá se redacte de un modo que sirva también para mostrar la ceguera de los fariseos, y su falta de fe. Se dice también que ese esconder el prodigio puede ser por el "secreto mesiánico"... Cristo no será realmente comprensible sino después de la cruz, y la resurrección.
-“Y poniéndole saliva sobre los ojos le impuso las manos”. Son los mismos gestos que, en tiempo de san Pedro se hacían sobre los catecúmenos, para conducirlos de la incredulidad a la iluminación de la fe. Teológicamente hay que relacionar este milagro con el de la curación del "sordomudo", explicado después de la primera multiplicación de los panes y el explicado después de la segunda multiplicación.
El "bautismo" parece aquí representado: los gestos de los dos milagros son gestos "litúrgicos"... y por esos gestos de Cristo, todo el ser del hombre queda sano. Los tres "sentidos" importantes para la comunicación del hombre con el mundo y con sus hermanos son rehabilitados y renovados: el sentido del oído, el sentido de la palabra, el sentido de la vista ¡He aquí lo que la fe hace en nosotros hoy! El bautismo nos abre a un universo nuevo, solamente transformado desde el interior: oír a Dios que nos habla a través de los acontecimientos y a través de la palabra de nuestros hermanos, ver a Dios que obra en el núcleo de nuestras vidas y de la vida del mundo, y llegar a ser capaz de poder hablar de todo ello... Hago oración partiendo de esta gracia de mi bautismo...
-“El hombre empezaba a ver... Seguidamente Jesús le impuso las manos sobre los ojos por segunda vez y el hombre empezó a ver mejor: recobró la vista, y vio claramente todos los objetos...” Marcos insiste, evidentemente, sobre esta curación en dos tiempos, que se va haciendo progresivamente. He aquí, de nuevo, uno de esos detalles que no se inventan -que tendería a probar que ¡Jesús carecía de poder!- Marcos, a través de este detalle histórico ve la lentitud del caminar hacia la fe plena: hoy también avanzamos muy lentamente por ese camino... y nos quedamos medio ciegos por mucho tiempo. ¡Abre nuestros ojos, Señor! (Noel Quesson).
Jesús, el milagro de hoy es extraño. En vez de curar de modo instantáneo, curas «en dos tiempos», quizá por la imperfecta fe de aquel hombre. Hay en ello «Dios se deja ver de los que son capaces de verle, porque tienen abiertos los ojos de la mente. Porque todos tienen ojos, pero algunos los tienen bañados en tinieblas y no pueden ver la luz del sol. Y no porque los ciegos no la vean deja por eso de brillar la Iuz solar, sino que ha de atribuirse esta oscuridad a su defecto de visión. Así, tú tienes los ojos entenebrecidos por tus pecados y malas acciones» (San Teófilo de Anrtioquía).
«¿Ves algo?» le preguntas al ciego. Jesús, desde el Sagrario, escondido pero pendiente de mí, me dices una y otra vez: ¿no me ves?, ¿es que no ves que te necesito?
Sí, veo, pero... sólo a medias. Y respondes: sé más generoso, entrega eso que te guardas para ti y que te empaña la vista.
Jesús, necesito luchar con constancia, comenzar y recomenzar. Pero, a veces, yo solo no puedo, o no sé cómo hacerlo. Te necesito, y también abrirme a las personas de mi confianza, pues sé que muchas veces en ese abrirme me das la gracia que necesito para ver con claridad mi camino cristiano: “Y comenzó a ver y quedó curado de manera que veía con claridad todas las cosas”.
Usa Jesús gestos, acompañando el prodigio que viene con la fe. Se produce el milagro, testimonio de la venida del Mesías.
Hay quien dice que muchos "prodigios" fueran efecto de unas fuerzas naturales todavía no conocidas por la razón humana. Y la no proviene de los milagros, sino que la presupone. Lo que está claro es que Dios puede hacer milagros… si no, no sería Dios.
La escena tiene también un significado simbólico: muchos ciegos espirituales no ven lo esencial: el rostro de Cristo, presente en la vida del mundo. Es un gran don ver con la luz de la fe, mantener la mirada limpia para el bien, para encontrar a Dios en medio de los propios quehaceres, para ver a los hombres como hijos de Dios, para penetrar en lo que verdaderamente vale la pena, para contemplar junto a Dios la belleza divina que dejó como un rastro en las obras de la creación. Además es necesario tener la mirada limpia para que el corazón pueda amar, para mantenerlo joven. Mirada limpia no sólo en lo que se refiere directamente a la lujuria, sino en otros campos que también caen en la “concupiscencia de los ojos”: afán de poseer ropas, objetos, comidas o bebidas. No se trata de “no ver”, sino de “no mirar” lo que no se debe mirar, de vivir sin rarezas el necesario recogimiento para tener siempre presente el rostro de Cristo (F. Fernández Carvajal).
Para mirar bien nuestro corazón debe despegarse de la codicia y otros modos de egoísmo, y poder gozar de esa luz, como decía san Agustín: «Una vez sanados los ojos, ¿qué podemos tener de más valor, hermanos? Gozan los que ven esta luz que ha sido hecha, la que refulge desde el cielo o la que procede de una antorcha. ¡Y cuán desgraciados se sienten los que no pueden verla!».
2. –“Tenedlo presente, hermanos queridos, que cada uno sea pronto para escuchar y tardo para hablar”. Quien no sabe poner freno a su lengua, él mismo se engaña y su religión no sirve de nada. Por eso no seamos ligeros para emitir juicios. A nosotros sólo nos corresponde amar; dejemos el juicio a Dios. No juzguemos y no seremos juzgados; no condenemos y no seremos condenados. Y cuando alguien nos insulte, no devolvamos mal por mal, sino que sepamos perdonar de corazón conforme al ejemplo que Dios nos da, pues Él hace salir el sol sobre buenos y malos y manda su lluvia sobre justos y pecadores.
Nos pides, Señor, una cierta disponibilidad activa, una atención alertada, siempre pronta a la escucha del «otro». Santiago nos presenta aquí un ideal de hombre muy simpático, decididamente vuelto hacia los otros. Una cierta reserva, signo de interioridad, manifestación también de nuestro respeto de la personalidad de los demás. Dejarles el mayor espacio posible. No aplastarlos.
-“Tardo para la ira, porque la ira del hombre no realiza la justicia de Dios”. La dulzura, signo de Dios. Dios es paciente, dulce, benigno, discreto. La ira, la violencia, el exceso... ¡nada de esto es Dios!
-“Recibid humildemente la Palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvaros”. La Palabra no es sólo una doctrina, una enseñanza, es una cierta Presencia de Dios para los que de veras la escuchan. ¡Acoger la Palabra! Dios no se impone, tampoco aquí. Habla, a menudo, susurra tan bajito que creemos que se calla. Sólo oyen los que buscan a Dios, los sencillos, los humildes. La arrogancia del orgulloso tiene el temible poder de cerrar el corazón y los oídos. Quien no se pone a la escucha de Dios, modesta y humildemente, no le oirá jamás.
La Palabra es una simiente, Jesús había dicho esto también. Escuchar a Dios es hacer germinar la vida... es introducir en nosotros una vitalidad nueva, divina.
-“Poned «por obra» la palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos”. En efecto, si alguno se contenta con oír la Palabra sin ponerla «por obra», ése se parece al que contempla su imagen en un espejo, se mira, pero en yéndose se olvida de como es.
La fe no puede ser tan solo una adhesión abstracta e intelectual a unas doctrinas. Es necesario que cambie las relaciones sociales, que transforme las relaciones entre ricos y pobres.
-“La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: ayudar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado en medio del mundo”. He ahí una «práctica religiosa» al alcance de todo el mundo y que ni siquiera requiere desplazarse a la iglesia... sino que se realiza «en medio del mundo». No es de hoy el insistir de la Iglesia sobre este aspecto primario de la práctica religiosa: cumplir con su deber, amar... La «vida» tiene prelación sobre el «culto» (Noel Quesson).
3. El salmo recoge este pensamiento de cuál es la religión verdadera: «¿quién puede habitar en tu monte santo, Señor?». Y hace una enumeración de cosas muy elementales pero profundas: practicar la justicia, no calumniar, no hacer mal a nadie, no prestar con usura no aceptar sobornos: «El que así obra nunca fallará».
Pero Dios tiene paciencia, no nos coacciona. Cristo tuvo paciencia con todos. Al ciego le impuso las manos dos veces antes de que viera bien. También los apóstoles al principio veían entre penumbras. Sólo más tarde llegaron a la plenitud de la visión. ¿Tenemos paciencia nosotros con aquellos a los que queremos ayudar a ver?
Llucià Pou Sabaté


lunes, 17 de febrero de 2014

Martes de la semana 6 de tiempo ordinario

El pecado es la mala levadura de la que nos previene Jesús, que cuando le dejamos actuar genera la muerte
“En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les recomendó: -«Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.» Ellos comentaban: -«Lo dice porque no tenemos pan.» Dándose cuenta, les dijo Jesús: -«¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís? A ver, ¿cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil? ¿Os acordáis?» Ellos contestaron: -«Doce.» -« ¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil?» Le respondieron: -«Siete.» Él les dijo: -«¿Y no acabáis de entender?»(Marcos 8,14-21).
1. Vemos hoy la soledad de Jesús, ya rechazado por los fariseos, rodeado de incredulidad… -“Los discípulos al embarcar se olvidaron de tomar consigo panes, y no tenían en la barca sino un pan. Jesús les daba esta consigna: "¡Mirad de guardaros del fermento de los fariseos y del fermento de Herodes!" Pero ellos iban discurriendo entre sí porque no habían llevado panes”. El "fermento" de los fariseos es considerado como fuente de impureza y de corrupción. Lo que ahora llamamos "fariseísmo" es lo que Jesús critica. En la literatura judea-helenista la metáfora de la levadura se aplicaba frecuentemente no a cualquier "corrupción" moral, sino muy concretamente al orgullo, a la soberbia, a la hipocresía. En el pasaje paralelo Lucas añade expresamente: "Guardaos de la levadura (esto es, de la hipocresía) de los fariseos" (Lc 12,1). En nuestra vida personal, podemos tener a veces una actitud interior de envidia, de rencor, de egoísmo, que puede estropear toda nuestra conducta: ¿cuál es esa levadura mala que hay dentro de nosotros y que inficiona todo lo que miramos, decimos y hacemos? Al contrario, cuando dentro hay fe y amor, todo queda transformado por esa levadura interior buena. Los actos visibles tienen una raíz en nuestra mentalidad y en nuestro corazón: tendríamos que conocernos en profundidad y atacar a la raíz.
San Pablo lo aplicará también a la comunidad: «¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Purificaos de la levadura vieja, para ser masa nueva, pues sois ázimos».
-“Por qué discutís por no tener pan? Todavía no comprendéis? ¿Sois obtusos de entendimiento? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? Ellos son también "ciegos" y no entienden en absoluto a Jesús! Esta ininteligencia, esa incredulidad, debe interpelarnos hoy también a nosotros. ¿No estamos a veces muy orgullosos de nuestra Fe, muy seguros de nosotros mismos? Y sin embargo ¿no somos también a menudo ininteligentes e incrédulos? Señor, ven en ayuda de nuestra falta de Fe. Haznos humildes. Guarda nuestras mentes y nuestros corazones abiertos, alertados, siempre atentos, disponibles para nuevos progresos. Purifícanos, Señor, del "fermento" de la suficiencia, sánanos de nuestras certidumbres orgullosas. Mantén en nosotros, Señor, un espíritu de búsqueda (Noel Quesson).
Nos gustaría decirle que le entendemos y que no tenemos el entendimiento ofuscado, pero no nos atrevemos. Sí que osamos, como el ciego, hacerle esta súplica: «Señor, que vea» (Lc 18,41), para tener fe, y para ver, y como el salmista dice: «Inclina mi corazón a tus dictámenes, y no a ganancia injusta» (Sal 119,36) para tener buena disposición, escuchar y acoger la Palabra de Dios y hacerla fructificar.
Será bueno también, hoy y siempre, hacer caso a Jesús que nos alerta: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos» (Mc 8,15), alejados de la verdad, “maniáticos cumplidores”, que no son adoradores en Espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23), y «de la levadura de Herodes», orgulloso, despótico, sensual, que sólo quiere ver y oír a Jesús para complacerse.
Y, ¿cómo preservarnos de esta “levadura”? Pues haciendo una lectura continua, inteligente y devota de la Palabra de Dios y, por eso mismo, “sabia”, fruto de ser «piadosos como niños: pero no ignorantes, porque cada uno ha de esforzarse, en la medida de sus posibilidades, en el estudio serio, científico de la fe (...). Piedad de niños, pues, y doctrina segura de teólogos» (San Josemaría).
Así, iluminados y fortalecidos por el Espíritu Santo, alertados y conducidos por los buenos Pastores, estimulados por los cristianos y cristianas fieles, creeremos lo que hemos de creer, haremos lo que hemos de hacer. Ahora bien, hay que “querer” ver: «Y el Verbo se hizo carne» (Jn 1,14), visible, palpable; hay que “querer” escuchar: María fue el “cebo” para que Jesús dijera: «Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan» (Lc 11,28; Lluís Roqué Roqué).
2. “Dichoso el hombre que soporta la prueba, porque, una vez aquilatado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que lo aman”. Superada la prueba, se recibirá la «corona de la vida» que ha prometido el Señor a los que le aman. La tentación, el mal, la prueba... Hoy más que nunca es ésta una de las objeciones más corrientes contra Dios: «Si Dios es bueno, como decís, ¿por qué?...» Santiago contesta. El mal, lo que daña es pasajero. Es una «prueba», en el sentido moderno de la palabra, cuando se «pone a prueba una máquina, o cualquier elemento técnico» para asegurarse de su «valor», calidad y buen estado. Lo mismo ocurre con el hombre que, destinado al gozo y a la felicidad, pero habiendo de pasar por la prueba... recibirá la «corona de la vida», una vez reconocido su «valor». Si cree en ello, ya desde ahora el hombre puede hallar gozo en sus pruebas, sabiendo lo que «Dios ha prometido»: se trata aquí de la virtud de la esperanza. Una «corona de la vida» (1 Cor 9,25; Ap 2,10): símbolo de alegría, de felicidad, de victoria... recompensa mesiánica, prometida para los últimos tiempos.
Un cristiano, ante las tentaciones que le salen al paso, no tiene que echar la culpa a Dios ni a ningún factor de fuera. Nos vienen de nosotros mismos: “Cuando alguien se ve tentado, no diga que Dios lo tienta; Dios no conoce la tentación al mal y él no tienta a nadie. A cada uno le viene la tentación cuando su propio deseo lo arrastra y seduce; el deseo concibe y da a luz el pecado, y el pecado, cuando se comete, engendra muerte”. Es un análisis psicológico y religioso de nuestra debilidad humana. De Dios sólo nos vienen dones y fuerza. El sólo sabe ayudar y nos ha destinado a ser «primicia de sus criaturas». Nada malo es directa ni inmediatamente querido por Dios. Dios «no nos afrenta», sólo esparce bondades. Y Santiago continúa argumentando: Dios es santo, inaccesible al mal, no puede querer el mal ni puede proponerlo al hombre. Luego, ¿de dónde viene la tentación? Viene de la naturaleza de las cosas: de la creación, que forzosamente es imperfecta porque no es Dios... y del deseo del hombre, imperfecto también. Si se insiste en el primer párrafo -Dios se sirve de las pruebas para probar nuestro valer y para conducirnos a la corona de la vida-... si se insiste en el segundo -Dios no nos prueba directamente-... se puede decir «Dios me ha enviado esta prueba», o bien «no es Dios quien me ha enviado esta prueba.» Todo depende de las perspectivas que tomemos… pero el mal seguirá siendo un misterio. Mejor pensar que Dios es bueno, que de ahí sacará un bien…
-“Mis queridos hermanos, no os engañéis. Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los astros, en el cual no hay fases ni periodos de sombra. Por propia iniciativa, con la palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de sus criaturas”. Dios es todo bondad, todo amor, todo luz! En El no hay tiniebla alguna. ¡Sólo puede «querer» el bien! Con su Palabra de verdad, quiso darnos la vida (Noel Quesson).
3. Dios no tienta a nadie. Ni inclina a nadie al mal, aunque popularmente digamos que Dios nos envía tales o cuales pruebas y tentaciones. Somos nosotros mismos los que nos tentamos, porque somos débiles, porque no nos sabemos defender de las astucias del mal y hacemos caso de nuestras apetencias: el orgullo, la avaricia, la sensualidad. Tenemos siempre delante la tremenda posibilidad de hacer el bien o el mal, de seguir un camino u otro. A veces con las ideas claras de a dónde tendríamos que ir, pero con pocas fuerzas, y la tentación constante de hacer lo más fácil. De Dios sé que podemos estar seguros de que lo suyo es ayudar: «cuando me parece que voy a tropezar, tu misericordia. Señor, me sostiene; cuando se multiplican mis preocupaciones, tus consuelos son mi delicia», como dice el salmo de hoy. Él nos va educando -también a través de nuestras caídas- a lo largo de toda nuestra vida. El que supera la prueba «recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman».
Cuántas veces le pedimos a Dios: «no nos dejes caer en tentación», «líbranos del mal». Esta fuerza de Dios es la que hará posible que se cumpla su plan sobre nosotros: «que seamos como la primicia de sus criaturas». Pedimos a nuestra madre santa María que no sólo nos salvemos nosotros, sino que ayudemos a otros a seguir el camino que Dios quiere.
Llucià Pou Sabaté
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domingo, 16 de febrero de 2014

Lunes de la semana 6ª: la sabiduría de Dios está en Jesús, no hay que pedir otro signo sino Él, y seguirle como camino

Entonces llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Jesús, suspirando profundamente, dijo: "¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo". Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla” (Marcos 8,11-13).
1. Se diría que los fariseos, cuantos más milagros hace Jesús, menos aceptan creer:
-“Los fariseos se pusieron a discutir con Jesús... para probarle”... Se han bloqueado a priori. No vienen para aclarar las cosas, para discutir noblemente... sino para "tender un lazo", para "tentar". La palabra griega usada por Marcos es la misma de la tentación en el desierto: "fue tentado por Satanás" (Mc 1, 13). Quizá alguna vez podemos probar eso que Jesús ha tenido que pasar: estar rodeados de gentes que quieren perdernos, que buscan hacernos dar un paso en falso, que espían nuestros errores o imperfecciones naturales para ponerlos en evidencia. Jesús ha tenido que estar a menudo en estado de alerta, de combate, de debate interior.
-“Le pedían una "señal del cielo."” Es la misma tentación grave del desierto: "haz que estas piedras se conviertan en panes... échate abajo desde lo alto del Templo..." La misma tentación renace en la conciencia de Jesús: "¡Muestra quién eres! ¡Haz milagros! ¡Pon en obra tu poder divino! ¡Fuerza a las gentes a creer en ti!" Esta tentación, toda proporción guardada, acerca Jesús a nosotros: gracias, Señor, de haber conocido esto. "El, que siendo de condición divina no conservó codiciosamente el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo y haciéndose semejante a los hombres..." (Fil 2,5). En todo semejante menos en el pecado; también tuvo tentaciones. Y es también la misma tentación en la agonía de Getsemaní: "que se aleje de mí este cáliz"... es la tentación de rechazar la vía de la cruz como medio de Salvación, es la tentación de salvar el mundo por medios más fáciles y menos costosos: "Vamos, danos una señal del cielo". Cada vez que quisiéramos en nuestras vidas suprimir las dificultades, nos encontramos con esta misma tentación.
-“Jesús suspiró profundamente y dijo”... "suspiró" también en la curación del "sordo tartamudo" (Mc 7,34). Hay que procurar imaginar este "gemido", esta queja velada de que no entienden aún…
-“¿Por qué pide señales esta generación?” Jesús acaba de hacer unos "signos", acaba de alimentar a multitudes con 7 panes ¡y con los restos se llenaron 7 canastas! Confesemos que un tal endurecimiento del corazón, una ceguera semejante es descorazonante. "Esta generación", esta expresión, en la boca de Jesús es un término de condenación, que hace alusión a la "generación del desierto" que contestó a Dios, que puso a Dios a prueba reclamando siempre nuevas muestras de poder divino. Hace referencia pues a la incredulidad de aquellos: "cuarenta años me asqueó aquella generación... cuando me tentaron vuestros padres, a pesar de haber visto mis obras..." (Sal 95,9-10).
-"En verdad os digo que no se le dará ninguna otra señal a esta generación. Y dejándolos, se embarcó de nuevo hacia la otra ribera del lago”. Gesto de decepción. Vayamos más lejos. Jesús sufre. Tiene delante de Él unos corazones cerrados. Ni siquiera se puede discutir. Por lo tanto huyamos. Pasemos a la otra ribera (Noel Quesson).
Muchas veces pedimos señales del cielo, como probando a Dios, queriendo que atienda ese deseo de saber que podemos hacer algo grande, como decía el escritor: "Señor, en aquella rama hay un cuervo. Sé que tu majestad no puede rebajarse hasta mí. Pero necesito una señal. Ordena a ese cuervo que emprenda el vuelo. Así sabré que no estoy solo en el mundo. Y observé al pájaro. Pero siguió inmóvil. Me incline de nuevo sobre la roca. Señor, tienes razón. Tu majestad no puede ponerse a mis órdenes. Si el cuervo hubiera emprendido el vuelo, yo me sentiría triste aún, porque este signo lo habría recibido de alguien igual a mí mismo; sería el reflejo de mis deseos. Y de nuevo me habría encontrado en mi propia soledad. En aquel preciso instante, mi desolación se convirtió en una inesperada alegría" (A. de Saint-Exupery). Ante una cosa que ha ido bien por ejemplo en el tema económico, una persona esperanzada ve la mano de Dios, otra codiciosa quiere más de lo que ha recibido y no está nunca contenta. Querían los fariseos un mesías triunfalista, una victoria, algo extraordinario…
San Agustín se pregunta: “¿Por qué pide esta generación una señal?” y dice: “Aquí vemos dos cosas: por una parte las obras divinas y por otra, un hombre. Si las obras divinas no pueden ser realizadas sino por Dios, ¡presta atención y mira si acaso Dios se esconde en este hombre! Sí, ¡estate atento a lo que ves y cree lo que no ves! Aquel que te ha llamado a creer no te ha abandonado a tu suerte; incluso si te pide creer lo que no ves, no te ha dejado sin ver algo que te ayuda a creer lo que no ves. ¿La misma creación ¿es un signo débil, una manifestación débil de creador? Además, aquí lo tienes haciendo milagros. No podías ver a Dios, pero podías ver al hombre, pues Dios se hizo hombre para que sea una sola cosa aquello que tú ves y que tú crees”.
2. “Santiago, servidor de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus de la Dispersión”. Empezamos hoy la lectura de la Carta de Santiago que nos acompañará durante dos semanas. El autor conoce muy bien la espiritualidad judía y cita mucho el Antiguo Testamento y escribe a los cristianos convertidos del judaísmo y que ahora están esparcidos: «las doce tribus dispersas». Más que una carta es una exhortación homilética sobre el estilo de vida que deberían llevar los seguidores de Jesús. Sus consignas son muy concretas, sacuden el excesivo conformismo y son de evidente actualidad para nuestras comunidades de hoy como iremos viendo: la fortaleza ante las pruebas, la relatividad de las riquezas, la no acepción de personas. Comenzamos con una serie de consejos prácticos: saber aprovechar las pruebas de la vida, que nos van haciendo madurar en la fe; dirigir con confianza y perseverancia nuestra oración a Dios; no estar orgullosos precisamente de las riquezas, si las tenemos, porque son flor de un día.
Hermanos, alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase de pruebas, sabiendo que la fe, al ser probada, produce la paciencia. Y la paciencia debe ir acompañada de obras perfectas, a fin de que vosotros lleguéis a la perfección y a la madurez, sin que os falte nada”. Nos conviene escuchar estos consejos de sabiduría cristiana. Las pruebas de la vida las deberíamos aceptar con elegancia espiritual, porque nos ayudan a purificarnos, a crecer en fe y a dar temple a nuestro seguimiento de Cristo. No se trata de que vayamos buscando sufrimientos, ni de que adoptemos una postura pasiva y resignada, sino de que ejercitemos nuestro aguante cuando vienen, sin exagerar posturas trágicas y depresivas. Desde luego, es difícil lo que pide Santiago: ¿quién llega a alegrarse de las pruebas de la vida?
Si a alguno de vosotros le falta sabiduría, que la pida a Dios, y la recibirá, porque él la da a todos generosamente, sin exigir nada en cambio”. Una de las cosas que más podemos pedir a Dios en nuestra oración es la verdadera sabiduría: «En caso de que alguno de vosotros se vea falto de acierto, que se lo pida a Dios». Cuántas veces en nuestra vida debemos tomar decisiones, personales y comunitarias, y experimentamos la dificultad de un buen discernimiento. Santiago nos invita, en estos casos y cuando nos vienen las pruebas, a orar con fe, sin titubear. Recordamos la escena de Pedro que se lanzó al agua para acercarse a Jesús, pero dudó y se empezó a hundir: le salió espontánea una oración breve y humilde: «Señor, sálvame»: “Pero que pida con fe, sin vacilar, porque el que vacila se parece a las olas del mar levantadas y agitadas por el viento. El que es así no espere recibir nada del Señor, ya que es un hombre interiormente dividido e inconstante en su manera de proceder”.
Esta verdadera sabiduría la aplica la carta a un tema que se repetirá después: los ricos no tienen por qué estar demasiado orgullosos, porque no hay cosa más efímera que la riqueza: “Que el hermano de condición humilde se gloríe cuando es exaltado, y el rico se alegre cuando es humillado, porque pasará como una flor del campo: apenas sale el sol y calienta con fuerza, la hierba se seca, su flor se marchita y desaparece su hermosura. Lo mismo sucederá con el rico en sus empresas”. Santiago no duda en decir que el de condición humilde tiene una «alta dignidad», mientras que la del rico es una «pobre condición», al contrario de lo que este mundo insiste en decirnos; nos hace bien relativizar las cosas exteriores y llamativas.
3. “Antes de ser afligido, estaba descarriado; pero ahora cumplo tu palabra. Tú eres bueno y haces el bien: enséñame tus mandamientos”. Muchas veces es necesario pasar por el crisol de la prueba para reconocer el amor que Dios nos tiene. Dios siempre vela por nosotros como un Padre lleno de amor y de ternura. Él jamás da ni dará marcha atrás en el amor que nos tiene, pues lo que Dios da lo da de una vez y para siempre. Por eso sigue: “Me hizo bien sufrir la humillación, porque así aprendí tus preceptos”.
Si nosotros hemos vivido como ovejas descarriadas y sólo mediante la prueba nos acordamos del Señor, hemos de ver que incluso esos momentos difíciles Dios los permite para que reflexionemos y volvamos a Él, como el hijo pródigo decide volver cuando se encuentra en una gran penuria, después de haberlo poseído todo. En los momentos de prueba no nos desesperemos, ni le reclamemos a Dios; escuchemos más bien sus palabras con la confianza de que no nos abandonará a nuestra suerte; Él escucha nuestra voz y sale a nuestro encuentro para perdonarnos. Ojalá y en adelante caminemos en su presencia como hijos fieles a su amor y no como hijos rebeldes. Le decimos en nuestra oración, que ponemos bajo la intercesión de la Santísima Virgen: “Para mí vale más la ley de tus labios que todo el oro y la plata. Yo sé que tus juicios son justos, Señor, y que me has humillado con razón. Que tu misericordia me consuele, de acuerdo con la promesa que me hiciste”.

Llucià Pou Sabaté

sábado, 15 de febrero de 2014

Domingo de la semana 6 de tiempo ordinario; ciclo A

Ante nosotros tenemos el bien y el mal, y Jesús nos enseña a escoger lo bueno, no por cumplir, sino por amor

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los Cielos. Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado.
Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.
Sabéis que se mandó a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al Señor». Pues yo os digo que no juréis en absoluto. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno” (Mateo 5,17-37).

1. Jesús, nos dices sobre la ley o los profetas: “no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley”. Llevas al cumplimiento la Ley de la Antigua Alianza. No nos quieres esclavos de la letra, sino que miras las intenciones del corazón. Las angustias y el miedo pueden venir de no saber superar el legalismo y en cambio la paz viene de ser radicalmente cristianos, y vivir lo que rezamos: “Tú, en la etapa final de la historia, has enviado a tu Hijo, como huésped y peregrino en medio de nosotros, para redimirnos del pecado y de la muerte, y has derramado el Espíritu, para hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo, que tiene como meta, tu reino, como estado, la libertad de tus hijos, como ley, el precepto del amor” (Prefacio común VII).
“El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los Cielos. Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los Cielos. Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos”. Como continuación de los dos domingos anteriores (donde Jesús nos habla de los bienaventurados, de ser sal de la tierra y luz del mundo) hoy nos habla de la Ley y los Profetas en relación con la ley del amor. Imagino el cielo como una cascada de gloria, de amor, que cada uno cabe según sus capacidades, según el que quepa en su corazón. Por eso los que aman poco pueden recibir poco, porque todos recibirán una gracia plena… según su capacidad.
 “Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado”. Pone unas antítesis, y concluye: “se os ha dicho… yo os digo”. Es el eco de aquella voz del Sinaí, cuando dijo Yavhé: “yo soy el que soy” pero también dice la forma verbal que está en presente y futuro: “el que vendré”. Y el “yo” de Jesús es aquel que se anunciaba, del Emanuel, “Dios con nosotros”.
“Y si uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama «renegado», merece la condena del fuego”. No se mata sólo con las armas, también con las peleas, con los insultos, con los pleitos injustos. Hay palabras y actuaciones que matan. La reconciliación debe ser algo previo a todo tipo de cumplimiento religioso: “por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”. Esto no quiere decir que tengamos que salir de la fila de comunión hasta hacer las paces, pero sí que en el corazón le pidamos ya a Jesús que nos dé su gracia para hacer las paces en la primera ocasión. “Con el que te pone pleito procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto”.
“Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior”. Tener un corazón limpio y desinteresado es la meta que nos propone el Señor. Corazón, que mira bien, pero sin traumas debido a miopes interpretaciones.
“Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el Abismo. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al Abismo”.No habla Jesús de mutilarnos, sino de crecer a un nivel superior de amor, que lleva a pensar en los demás.
“Está mandado: «El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio.» Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer -excepto en caso de prostitución- la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.Lógicamente no iba Jesús contra la carta de repudio como forma de dejar libre a la mujer (con dignidad y aceptación social, superando la tradición de que una mujer abandonada no era nadie), sino que llevas a plenitud el respeto y reconocimiento de la mujer.
“Sabéis que se mandó a los antiguos: «no jurarás en falso» y «cumplirás tus votos al Señor». Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno”. Qué bonita, la confianza en la palabra.
Jesús conoce como Dios el sentido de los mandamientos, y el modo de cumplirlos de modo amoroso, haciendo la voluntad divina. Así no será nunca un manda-miento (hacer algo con mentira, en contra de lo que queremos) sino el mejor modo de realización personal; y no será nunca cumpli-miento (cumplir mintiendo) sino expresión de nuestra verdad más íntima.
El sentido de las antítesis tiene ante todo este significado: "Dios ha dicho por medio de Moisés..., pero por medio de mí dice...". Con esto se señala expresamente el lugar que ocupa Jesús en relación a la Palabra de Dios; y en lugar de los "antiguos", que no son los intérpretes farisaicos, sino aquel anuncio divino en el desierto.

2. “Si quieres, guardarás sus mandatos, porque es prudencia cumplir su voluntad; ante ti están puestos fuego y agua, echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja”. Ante nosotros está escoger libremente (aunque al mismo tiempo hacemos el mal por ignorancia, y corresponde a Dios juzgar el grado de malicia en todo esto). Lo que está claro es que escoger el bien nos hace buenos, y así nos realizamos. E. Fromm nos recuerda que el hombre es el único ser de la creación que puede decir "si" al bien, a la vida y, en consecuencia, llevar una auténtica existencia humana: pero es también el único ser que puede decir "no" al bien y degradarse como los animales salvajes. A través de su libertad el hombre puede realizarse o degradarse. A veces podrá escoger entre dos bienes, pero otras veces deberá elegir entre el bien, que es vida, y el mal que es muerte. Y esta libertad no está exenta de responsabilidad.
El salmo nos presenta la ley como camino de la vida: Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad del Señor; dichoso el que guardando sus preceptos  lo busca de todo corazón”. San Agustín sitúa aquí el cumplimiento de ese deseo de felicidad que todos llevamos dentro: caminar en la voluntad del Señor.
 “Tú promulgas tus decretos para que se observen exactamente; ¡ojalá esté firme mi camino  para cumplir tus consignas! Haz bien a tu siervo: viviré y cumpliré tus palabras; ábreme los ojos y contemplaré  las maravillas de tu voluntad”. Es una respuesta íntima, donde nuestra soledad se siente acompañada por Dios. Quizá a veces podemos sentir, con San Ambrosio: «Nunca estoy tan acompañado como cuando estoy solo»" (Directorio vida sacerdotes). En realidad, el salmista muestra la vida de Jesús, que de modo auténtico cumple la voluntad del Padre; con él podemos decir: “Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón”.
Quizá a veces no vemos la ley como algo interno, como amor, energia esencial, Ley esencial. Teilhard de Chardin afirma: "El Amor es la más universal, la más formidable y la más misteriosa de todas las energías cósmicas... Cuanto más escudriño la pregunta fundamental sobre el porvenir de la tierra, más me doy cuenta que el principio generador de su unificación no hay que buscarlo solamente en la contemplación de una sola verdad, ni en el solo deseo provocado por una cosa, sino en la atracción común ejercida por un Alguien... ¡Amaos los unos a los otros! Esta palabra, pronunciada hace ya dos mil años, se descubre como la Ley estructural y esencial de lo que llamamos "progreso" y "evolución". Esta Ley del Amor entra en el dominio científico de las energías cósmicas y de las leyes necesarias".

3. «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman Los gnósticos se envanecían en una sabiduría de "perfectos". La verdadera sabiduría no es de este mundo y Dios la concede a los que, purificados en el bautismo e iluminados por el Espíritu Santo, participan de la vida divina. Ciertas religiones son el intento humano de alcanzar a Dios donde él está, pero la fe cristiana es la respuesta del hombre que Dios provoca con su don viniendo él mismo donde nosotros estamos. Toda mística que pretenda sacar al hombre del mundo donde el Hijo de Dios se ha hecho carne, no es una mística cristiana. “Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; y el Espíritu todo lo penetra, hasta la profundidad de Dios”, concluye el Apóstol.
Llucià Pou Sabaté
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viernes, 14 de febrero de 2014

Sábado de la semana 5ª. Hoy, como ayer, los hombres construyen ídolos y acaban esclavos de diosecillos. Jesús nos eleva hacia Dios, y nos da alimento: multiplica los panes y atiende nuestras necesidades espirituales y corporales, cuando nos confiamos a Él

Uno de aquellos días, como había mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima de esta gente; llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y, si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino. Además, algunos han venido desde lejos.» Le replicaron sus discípulos: « ¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para que se queden satisfechos?» Él les preguntó: «¿Cuántos panes tenéis?» Ellos contestaron: «Siete.» Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente. Tenían también unos cuantos peces; Jesús los bendijo, y mandó que los sirvieran también. La gente comió hasta quedar satisfecha, y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; eran unos cuatro mil. Jesús los despidió, luego se embarcó con sus discipulos y se fue a la región de Dalmanuta” (Marcos 8,1-10).
1. –“Por aquellos días, hallándose rodeado de una gran muchedumbre que no tenía qué comer, llamó a los discípulos”... La escena que se contará es una "segunda multiplicación de los panes". Pero aquí todos los detalles son empleados por Marcos para mostrarnos que la "mesa de Jesús" está abierta a todos, incluidos los paganos. Si la primera fue en territorio judío para judíos, ahora estamos en pleno territorio de la Decápolis. En la primera se nos dice que Jesús "bendijo" los panes, término familiar a los judíos ("eu-logein" en griego), aquí Jesús "da gracias", término familiar a los paganos ("eu-caristein" en griego).
El evangelio de ayer era un anuncio del bautismo. El de hoy nos orienta hacia la Eucaristía. Jesús está siempre presente, con los mismos gestos.
-“Quedan "doce cestas"” palabra usada sobre todo por los judíos ("Doce" es la cifra de las "doce tribus de Israel"... -La primera comunidad "judeo-cristiana" estaba organizada alrededor de los "doce", como los "doce patriarcas" del primer pueblo de Israel.) / Quedan "siete canastas", palabra usada sobre todo por los griegos (Siete" es la cifra de los "siete  diáconos" que organizaron la primera comunidad helenística -suceso extremadamente importante para introducir a los paganos en la Iglesia y darles la impresión de estar a la misma mesa: Hch 6.)
-“Dando gracias, los partió”... Es una comida "de acción de gracias" -eucaristía en griego- La alusión es muy clara. Esta relación no puede pasar desapercibida a un lector cristiano: allí también, los primeros oyentes de Marcos se reconocían... el rito esencial de su comunidad era la "cena del Señor". ¿Qué es la misa para mí, hoy? (Noel Quesson).
Jesús, compadecido de la muchedumbre que le sigue para escuchar su palabra sin acordarse ni de comer, provee con un milagro para que coman todos. Con siete panes y unos peces da de comer a cuatro mil personas y sobran siete cestos de fragmentos.
Había mucha gente, se nos dice en otro sitio que la gente buscaba a Jesús con la intención de hacerlo rey (Jn 6,15). Jesús no quiere un liderazgo, por desgracia había mucho farsante entonces, como Flavio Josefo, por ejemplo, escribe: "Había individuos falaces e impostores que bajo la apariencia de una inspiración divina promovían revueltas y agitaciones, inducían a la gente a realizar actos de fanatismo religioso y la llevaban al desierto, como si Dios tuviera que mostrarles allí los signos de su inminente libertad" (De bello judaico 2, 259). Bajo esta luz adquiere especial importancia la indicación de que Jesús "obligó" a los discípulos a alejarse y de que él, después de haber despedido a la gente, se retiró a rezar a la montaña (6, 46). Jesús no quiere fomentar las esperanzas de la gente (que expresan la misma tentación con que se enfrentó en el desierto), sino que se aleja de ellas, encontrando en la oración la claridad de su camino mesiánico hacia la cruz y el ánimo para recorrerlo (Bruno Maggioni).
"Me da lástima de esta gente", dice Jesús. Hermanos, nuestro Dios es un Dios compasivo. ¡No nos engañemos! El amor que se hace piedad y compasión tiene una fuerza que no es la de nuestras compasiones humanas, ni tampoco la de esas compasiones impotentes que suscitan el sarcasmo de nuestros contemporáneos. El amor no se define por la lástima, sino por la admiración. Cuando Dios dice: "me da lástima", no hay en él ninguna condescendencia, ninguna afectación intolerable, sino, más bien, esta revelación inaudita: Dios es un enamorado. "¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré" (Is 49,15). Dios está apasionado, Dios está loco. Como un enamorado, porque ama, lo deja todo: su tranquilidad, su reputación, su renombre.
¿Qué puede ver de bueno en nosotros? ¿Cómo puede hacer de nuestra tierra agotada, ingrata, pervertida o sublevada el objeto de semejante amor? ¿Qué pudo obligar al Hijo a tomar la cruz? "Me da lástima esta gente". Y Dios rompe su propio cuerpo, para saciar con él a esta tierra que ni siquiera conoce el hambre que padece.
Dios se tiende sobre el leño del Gólgota, para así levantar a una humanidad que aún no ha llegado a ver agotado su deseo. "Me da lástima de esta gente". Sólo Dios puede decir con verdad estas palabras, porque sólo él admira suficientemente a nuestra tierra.
Sólo él puede conocer lo que esa frase significa, porque sólo él conoce al hombre tal y como lo soñaba él al atardecer del día sexto. Sólo Dios puede repetirla sin condescendencia, porque sólo él puede hacer lo necesario para que se convierta en realidad aquel sueño olvidado. "Me da lástima de esta gente". Sólo Dios tiene derecho a pronunciar estas palabras, por haber pagado un alto precio para que la lástima se trocara en purificación. "Tomad y comed: esto es mi cuerpo entregado por vosotros y por todos los hombres" (Dios cada día, Sal terrae).
-“Recogieron siete canastas de los mendrugos sobrantes”. En las dos multiplicaciones de panes hay abundancia, y de sobra.
2. El pecado de idolatría de Jeroboán es por motivos políticos. También hoy vemos que el poder político tiene la tentación de servirse de la religión para sus fines. Jeroboán construye en los antiguos santuarios de Betel y Dan dos becerros de oro. Establece fiestas y sacrificios. Y pone sacerdotes tomados del pueblo, sin que pertenecieran a la tribu de Leví. Nosotros podemos tener ídolos, dioses falsos a los que dedicar parte del corazón y de la fe. Estamos avisados de que el pecado nos lleva a la destrucción: «Este proceder llevó al pecado a la dinastía de Jeroboán y motivó su destrucción y exterminio de la tierra». Vemos esa tendencia a desviarnos del recto camino: «Hemos pecado con nuestros padres... nuestros padres se hicieron un becerro, adoraron un ídolo de fundición, cambiaron su Gloria por la imagen de un toro que come hierba, se olvidaron de Dios su salvador»...
3. “Hemos pecado con nuestros padres, hemos cometido maldades e iniquidades. Nuestros padres en Egipto no comprendieron tus maravillas”. A lo largo de la historia, las infidelidades han sido múltiples: “En Horeb se hicieron un becerro, adoraron un ídolo de fundición; cambiaron su gloria por la imagen de un toro que come hierba”. También en nuestro tiempo hay paganismo, como entonces: “Se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho prodigios en Egipto, maravillas en el país de Cam, portentos junto al mar Rojo”.
Señor, te doy gracias, pues eres misericordioso con tu pueblo… «Cuando por desobediencia perdió tu amistad, no le abandonaste al poder de la muerte» (plegaria eucarística IV). Pedimos a la intercesión de santa María estar centrados en la Eucaristía, que hoy vemos como la abundancia de bien, la multiplicación que Cristo nos regala a nosotros: su cercanía y su presencia, su Palabra, su mismo Cuerpo y Sangre como alimento. ¿Qué alimento mejor podemos pensar como premio por seguir a Cristo Jesús? Esa comida eucarística es la que luego nos tiene que impulsar a repartir también nosotros a los demás lo que tenemos: nuestros dones humanos y cristianos, para que todos puedan alimentarse y no queden desmayados por los caminos tan inhóspitos y desesperanzados de este mundo (J. Aldazábal).

Llucià Pou Sabaté


jueves, 13 de febrero de 2014

Viernes de la semana 5ª: Se independizó Israel de la casa de David, por no escuchar a Dios y perderse en idolatrías. Jesús, que hace oír a los sordos y hablar a los mudos, nos trae el amor del Padre y su misericordia

En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. El, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.» Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos» (Marcos 7,31-37).

1. Jesús está en tierra extranjera, y –“le presentan a un sordomudo”. El texto griego pone la palabra "tartamudo": un sordo que hablaba con dificultad. En toda la Biblia esta palabra se encuentra sólo dos veces; aquí y en Is 35,6, donde precisamente citan las gentes del pueblo: “Es admirable todo lo que hace, los sordos oyen y hablan bien los tartamudos”. Marcos subraya pues que Jesús cumple la gran esperanza prometida por Isaías. Es como una nueva creación, un hombre nuevo, ¡con oídos bien abiertos para oír y con la lengua bien suelta para hablar! La salvación que Dios había prometido por los profetas es como un perfeccionamiento del hombre, una mejora de sus facultades: por la fe la humanidad adquiere como unos "sentidos" nuevos, más afinados.
-“Y tomándole aparte de la muchedumbre”... después del milagro les recomendó que no lo dijesen a nadie... hay una consigna de silencio, para evitar que la muchedumbre saque enseguida la conclusión: es el Mesías. Pues este título es demasiado ambiguo. Debe ser purificado, desmitologizado por la muerte en la cruz. Escogerá la expresión “hijo del Hombre”, a la que irá cargando de contenido mesiánico…
-“Le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua”. Todos los sacramentos, son también gestos sensibles, humanos, corporales. Inmensa dignidad del cuerpo, instrumento de comunicación, de expresión. La gracia más divina, más espiritual, pasa por esos humildes y modestos "signos": al sordo-tartamudo no le estorbaron nuestras teorías desencarnadas... y pudo experimentar, como extremadamente reveladores de la ternura de Jesús, estos gestos de contacto tan sencillos y naturales.
-“Y mirando al cielo, suspiró y dijo: "¡Efeta!"... "Abrete"”. Mirar al cielo: otro gesto, de la omnipotencia divina, que hará el milagro. Gesto familiar en Jesús, observado ya en la multiplicación de los panes (Mc 6, 41). Luego Jesús "¡suspira!" ¡Un gemido de Jesús! ¿Participación en el sufrimiento del enfermo? quizá... Pero sobre todo ¡una profunda llamada a Dios! Jesús reza y en su oración participa su cuerpo, su respiración.
-“Y se abrieron sus oídos. Se le soltó la lengua. Y hablaba correctamente”. Los primeros lectores de Marcos han asistido a "bautizos", en los que el rito del "Efeta" se practicaba concretamente. Yo, por mi bautismo, ¿tengo los oídos abiertos o tapados?... la lengua ¿muda o suelta? ¿Me "comunico" correctamente con Dios y con mis hermanos? (Noel Quesson).
Jesús curó al enfermo con unos gestos característicos, imponiéndole las manos, tocándole con sus dedos y poniéndole un poco de saliva. Y con una palabra que pronunció mirando al cielo: «effetá», «ábrete». Jesús está mostrando que ha llegado el tiempo mesiánico de la salvación y de la victoria contra todo mal.
El Resucitado sigue curando hoy a la humanidad a través de su Iglesia. Los gestos sacramentales -imposición de manos, contacto con la mano, unción con óleo y crisma- son el signo eficaz de cómo sigue actuando Jesús. «Una celebración sacramental está tejida de signos y de símbolos». Son gestos que están tomados de la cultura humana y de ellos se sirve Dios para transmitir su salvación: son «signos de la alianza, símbolos de las grandes acciones de Dios en favor de su pueblo», sobre todo desde que «han sido asumidos por Cristo, que realizaba sus curaciones y subrayaba su predicación por medio de signos materiales o gestos simbólicos» (Catecismo 1145-1152).
Así, dice el Cardenal Newman, «cuando asistís al Santo Sacrificio del Altar y os arrodilláis en la elevación, y cada vez que hacéis un acto de fe en Dios, meditando cuidadosamente todo lo que el Evangelio nos dice que Él ha hecho por nosotros, recordad que Dios es omnipotente, y ello os ayudará y os animará a hacerlo. Decid: yo creo esto y aquello, porque Dios es omnipotente. No adoro una criatura. No soy siervo de un Dios de poder restringido. Puesto que Dios puede «hacer» todas las cosas, yo puedo «creer» todas las cosas. Nada es demasiado difícil para que Él lo haga, y nada es demasiado difícil para que yo lo crea».
El episodio de hoy nos recuerda de modo especial el Bautismo, porque uno de los signos complementarios con que se expresa el efecto espiritual de este sacramento es precisamente el rito del «effetá», en el que el ministro toca con el dedo los oídos y la boca del bautizado y dice: «El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre».
Un cristiano ha de tener abiertos los oídos para escuchar y los labios para hablar. Para escuchar tanto a Dios como a los demás, sin hacerse el sordo ni a la Palabra salvadora ni a la comunicación con el prójimo. Para hablar tanto a Dios como a los demás, sin callar en la oración ni en el diálogo con los hermanos ni en el testimonio de nuestra fe.
Pensemos un momento si también nosotros somos sordos cuando deberíamos oír. Y mudos cuando tendríamos que dirigir nuestra palabra, a Dios o al prójimo. Pidamos a Cristo Jesús que una vez más haga con nosotros el milagro del sordomudo (J. Aldazábal).
Hoy, Jesús, haces volver la escucha y el habla a un sordo, y provocas que la gente admirada te alabe como el profeta Isaías: «Todo lo ha hecho bien». «Las obras de Dios son perfectas» (Dt 32,4). Y Moisés manifiesta al Pueblo de Israel: «No ofrezcáis nada defectuoso, pues no os sería aceptado» (Lev 22,20). Pide la ayuda maternal de la Virgen María. Ella, como Jesús, también lo hizo todo bien.
San Josemaría nos ofrece el secreto para conseguirlo: «Haz lo que debas y está en lo que haces». Si hacemos por amor el pequeño deber de cada instante, si tocamos esa música interior que da sentido a todo, la canción que descubrimos que está en nuestro interior… nos realizamos como personas, somos felices pues se podrá decir en verdad lo que dijeron de Jesús: ¡Qué bien lo hace todo!, haciendo el bien a todos.
2. David y Salomón consiguieron un reino a costa de grandes sacrificios, y todo eso no duró mucho: muy pronto diez de las tribus del Norte se separan y se van con Jeroboán, uno de los arquitectos más brillantes del Templo, a quien Salomón había nombrado ministro. Es bien expresivo el gesto simbólico del profeta Ajías con el manto rasgado en doce trozos. Probablemente los motivos concretos de la desgraciada separación entre Israel (Norte) y Judá (Sur) fueron de índole política y económica, junto con la falta de habilidad en el trato con las tribus del Norte, que en el fondo seguían fieles a la memoria de Saúl y se sentían marginadas en relación con las de Judá. Pero en este libro de los Reyes todo se interpreta como castigo por el mal que había llegado a hacer al final Salomón.
3. “No tendrás un dios extraño, no adorarás un dios extranjero; yo soy el Señor, Dios tuyo, que te saqué del país de Egipto”. El salmo nos pide fidelidad a Dios, aunque muchas veces Israel no ha correspondido: “Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: los entregué a su corazón obstinado, para que anduviesen según sus antojos”. Aunque haya traiciones por nuestra parte, la última palabra en el contraste entre Dios y el pueblo pecador nunca es el juicio y el castigo, sino el amor y el perdón. Dios no quiere juzgar y condenar, sino salvar y librar a la humanidad del mal.
“¡Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino!: en un momento humillaría a sus enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios”. Pronto o tarde pagamos siempre las consecuencias de nuestros fallos y de nuestro pecado. Salomón había faltado gravemente nada menos que al primer mandamiento, adorando a dioses extraños. Pero Dios siempre está dispuesto a perdonarnos. Él nos ama, y nos sigue contemplando amorosamente cuando nos alejamos de su presencia, sin embargo jamás nos retira su amor.
Llucià Pou Sabaté


martes, 11 de febrero de 2014

Miércoles de la semana 5 de tiempo ordinario

La maldad sale del corazón, y nada de lo de fuera hace daño… cuidemos nuestro mundo interior

«Llamando de nuevo a la muchedumbre, les decía: Escuchadme todos y entended: nada hay fuera del hombre que, al entrar en él, pueda hacerlo impuro; las cosas que salen del hombre, ésas son las que hacen impuro al hombre.
Y cuando entró en casa, alejado ya de la muchedumbre, sus discípulos le preguntaban el sentido de la parábola. Y les dice: ¿así que también vosotros sois incapaces de entender? ¿No sabéis que todo lo que entra en el hombre no puede hacerlo impuro, porque no entra en su corazón sino en su vientre, y va a la cloaca? De este modo declaraba puros todos los alimentos. Pues decía: Lo que sale del hombre, eso hace impuro al hombre. Porque del interior del corazón de los hombres proceden los malos pensamientos, fornicaciones, hurtos, homicidios, adulterios, codicias, maldades, fraude, deshonestidad, envidia, blasfemia, soberbia, insensatez. Todas estas cosas malas proceden del interior y hacen impuro al hombre» (Marcos 7,14-23).

1. Nada de fuera hace daño al hombre, no hay nada “que entrando en él pueda mancharle. Lo que sale del corazón... esto es lo que mancha al hombre. El que tenga oídos para oír, que oiga”. Los discípulos le preguntaron en privado por el significado de la parábola. Y me planteo: ¿me pregunto sobre el "sentido" de sus palabras?
-“¿Tan faltos estáis de inteligencia?” La falta de inteligencia de los discípulos hace sufrir a Jesús, pues incluso entre sus mejores amigos es incomprendido; Jesús, por la profundidad misma de su personalidad misteriosa, estaba solo. Paso unos instantes contemplando este sufrimiento del corazón de Jesús.
-“¿No comprendéis que...?” Y Jesús, pacientemente, reemprende en la intimidad con sus discípulos, la explicación de lo que ya ha tratado de hacer comprender a la muchedumbre y a los fariseos. Tenían el problema de la carne de los animales llamados “impuros”.
-“Así Jesús declaraba puros todos los alimentos”. Cuando se sabe la importancia que para cada nación, o para cada provincia tienen las costumbres culinarias... se adivina que Jesús tenía sobre ello una visión amplia, universal, liberadora. La fe y la verdadera religión hacia Dios no están ligadas a estas costumbres. Como nos recuerda el último Concilio: "Los misioneros deben familiarizarse con las tradiciones nacionales y religiosas de los pueblos a evangelizar..., descubrir con alegría y respeto las simientes que el Verbo depositó y están escondidas en las diversas culturas..." Descubrir los valores de culturas que no son las nuestras. Al declarar que todos los alimentos son puros, Jesús contravenía gravemente una tradición de su pueblo... pero lo hacía para abrir la Iglesia a todos los que no tenían esas tradiciones judías. Jesús pensaba en los paganos.
-“De dentro del corazón del hombre proceden los pensamientos perversos: las fornicaciones, los hurtos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las maldades, el fraude, la impureza, la envidia, la blasfemia, el orgullo. Todas estas maldades proceden del interior del hombre y lo manchan”. Jesús pensaba también en los judíos y en todos los hombres. Todos tenemos necesidad de re-descubrir lo esencial desde el interior. Y es la simple conciencia universal, la moral más natural, lo que Jesús revalora.
Ninguna costumbre nacional, ninguna tradición de los antiguos, de los antepasados, puede ir en contra de esas leyes esenciales que todo hombre recto reconoce en el fondo de su conciencia.
Lo que realmente me daña son los «malos pensamientos, fornicaciones, codicias, deshonestidad, envidia, soberbia, insensatez, etc.» ¿Cómo cuido el corazón? ¿De qué lo tengo lleno? ¿Cuáles son mis intereses más profundos? Jesús, debo cuidar más mis afectos, para que sean limpios, puros, generosos. Quiero querer a los demás como los quieres Tú, y para eso he de luchar un poco: no consentir malos pensamientos; no ponerme en ocasión; saber perdonar los errores de los demás, también las injusticias; saber escuchar y comprender, no queriendo imponer siempre mi punto de vista; buscar la paz y no el odio; cortar los deseos de tener por tener; alegrarme si los demás son mejores que yo; etc. (P. Cardona): “sólo quien sabe conservar el corazón «intacto» sustrayéndole a las sugestiones de los entusiasmos pasajeros y dispersos, puede expresar en su vida una auténtica capacidad de donación (Juan Pablo II).
«Si tu ojo derecho te escandalizare... ¡arráncatelo y tíralo lejos! ¡Pobre corazón, que es el que te escandaliza! Apriétalo, estrújalo entre tus manos: no le des consuelos.  Y, lleno de una noble compasión, cuando los pida, dile despacio, como en confidencia: «Corazón, ¡corazón en la Cruz!, ¡corazón en la Cruz!» (J. Escrivá, Camino 163). Jesús, si quiero estar cerca tuyo debo tener el corazón pegado a Ti, en la Cruz. Esto es lo que se llama mortificación interior: sujetar la imaginación, la memoria, el deseo de quedar bien por encima de todo. Y poner mi corazón en el suelo para que los demás pisen blando: fomentar esos deseos de servir a los demás sin pensar en mí.
Y dice san Gregorio de Nisa: “Oh Dios crea en mí un corazón puro” (Sal 50,12). Si tú purifica tu corazón de toda escoria por el esfuerzo de una vida perfecta, la belleza divina volverá a brillar en ti. Es lo que pasa con un trozo de metal cuando la lima lo limpia de toda herrumbre. Antes estaba ennegrecido y ahora es radiante y brilla a la luz del sol. Asimismo, el hombre interior, lo que el Señor llama “el corazón”, recobrará la bondad a semejanza de su modelo, una vez quitadas las manchas de herrumbre que alteraban y afeaban su belleza (cf Gn 1,27) Porque lo que se asemeja a la bondad, necesariamente se vuelve bueno.
El que tiene un corazón puro es feliz (Mt 5,8) porque recobra su pureza que le hace descubrir su origen a través de esta imagen. Aquel que ve el sol en un espejo no necesita fijar la mirada en el cielo para ver al sol; lo ve en el reflejo del espejo tal cual está en el cielo. Así vosotros que sois demasiado frágiles para captar la luz, si os volvéis hacia la gracia de la imagen que tenéis esculpida en vuestro interior desde el principio, encontraréis en vosotros mismos lo que buscáis. En efecto, la pureza, la paz del alma, la distancia de todo mal, es la divinidad. Si posees todo esto posees ciertamente a Dios. Si tu corazón se aparta de toda maldad, libre de toda pasión, limpia de toda mancha, eres feliz porque tu mirada es transparente” (Homilía 6 sobre las Bienaventuranzas; PG 44,1269-1272).

2. La reina de Sabá oyó hablar de la fama de Salomón, y fue verle con un séquito imponente, con perfumes, oro y piedras preciosas. “Cuando se presentó ante Salomón, le expuso todo lo que tenía pensado decirle. Salomón respondió a todas sus preguntas: no hubo para el rey ninguna cuestión tan oscura que no se la pudiera explicar”. Cuando la reina de Sabá vio toda su sabiduría, riqueza y organización, se quedó sin aliento y “dijo al rey: "¡Realmente era verdad lo que había oído decir en mi país acerca de ti y de tu sabiduría! Yo no lo quería creer, sin venir antes a verlo con mis propios ojos. Pero ahora compruebo que no me habían contado ni siquiera la mitad: tu sabiduría y tus riquezas superan la fama que llegó a mis oídos. ¡Felices tus mujeres, felices también estos servidores tuyos, que están constantemente delante de ti, escuchando tu sabiduría! ¡Y bendito sea el Señor, tu Dios, que te ha mostrado su favor poniéndote sobre el trono de Israel! Sí, por su amor eterno a Israel, el Señor te estableció como rey para que ejercieras el derecho y la justicia". Y la reina le hizo muchos regalos a Salomón.

3. Encomienda tu suerte al Señor, confía en él, y él hará su obra; hará brillar tu justicia como el sol y tu derecho, como la luz del mediodía”. El salmo se recrea en la sabiduría de Salomón y su origen divino: «la boca del justo expresa sabiduría y su lengua dice lo que es recto: la ley de Dios está en su corazón y sus pasos no vacilan. La salvación de los justos viene del Señor, él es su refugio en el momento del peligro; el Señor los ayuda y los libera, los salva porque confiaron en él”. 
Llucià Pou Sabaté
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