lunes, 26 de noviembre de 2012



Martes de la 34ª semana de Tiempo Ordinario (par). Dios suscitará un reino que nunca será destruido, sino que acabará con todos los demás reinos. No quedará piedra sobre piedra de lo viejo.

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: -«Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.» Ellos le preguntaron: -«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?» Él contestó: -«Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien "el momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.» Luego les dijo: -«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo»” (Lucas 21,5-11).

1. –“Algunos discípulos de Jesús comentaban la belleza del Templo por la calidad de la piedra y de las donaciones de los fieles”. En tiempos de Jesús, el Templo estaba recién edificado; incluso no terminado del todo. Se comenzó su construcción diecinueve años antes de Jesucristo: era considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo. Sus mármoles, su oro, sus tapices, sus artesonados esculpidos, eran la admiración de los peregrinos. Se decía: "¡Quien no ha visto el santuario, ése no ha visto una ciudad verdaderamente hermosa!"  
Jesús les dijo: "Eso que contempláis llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra. Todo será destruido". Símbolo de la fragilidad, de la caducidad de las más hermosas obras humanas. Los más bellos edificios del hombre se construyen sobre las ruinas de otros edificios destruidos. En ese mismo lugar ya había estado en otro tiempo otra maravilla: el Templo construido por Salomón, hacia el año 1.000 antes de Jesucristo, y destruido por Nabuconosor en 586... El Templo contemporáneo de Jesús, el Segundo Templo del que hablan aún los judíos, contraído por Herodes, será destruido unos años más tarde por Tito, en 70 d. de J.C..., para ser reemplazado en 687 por la Mezquita de Omar, que continúa en el mismo sitio. Existe en la actualidad, junto al Muro de las Lamentaciones (resto del Segundo Templo),  una exposición de lo que los judíos quieren que sea el Tercer Templo, incluso exhiben ya las vestiduras de los sacerdotes. Pero para ello tendrían que echar a los musulmanes de la Explanada de las Mezquitas, y saben muy bien que ello desencadenaría la peor guerra de que podamos imaginar…
Jesús hace una predicción de desgracia, en el más tradicional estilo de los profetas. Medito sobre la gran fragilidad de todas las cosas... sobre «mi» fragilidad... sobre la brevedad de la belleza, de la vida... Hay que saber mirar de frente esa realidad, siguiendo la invitación de Jesús: «todo será destruido».
-“Los discípulos le preguntaron: Maestro, ¿cuando va a ocurrir esto y cuál será la señal de que va a suceder?” Los discípulos nos representan muy bien, junto a Jesús. Ellos le proponen la pregunta que nos hacemos hoy. Querríamos también saber el día y la señal... Creemos que sería más conveniente saber la «fecha»... Jesús respondió: "Cuidado con dejarse extraviar... porque muchos dirán-: «Ha llegado el momento» No los sigáis... No tengáis pánico..." Todas las doctrinas de tipo "adventistas" fundadas sobre una susodicha profecía precisa del retorno de Cristo, quedan destruidas por esa palabra de Jesús. Hay que vivir, día tras día, sin saber la fecha... sin dejarse seducir por los falsos mesías, sin dejarse amedrentar por los hechos aterradores de la historia (Noel Quesson).
Jesús, nos hablas de los acontecimientos futuros y del fin del mundo. No sé qué es de ahora y qué del final de los tiempos. Nos dices que "cuidado con que nadie os engañe: el final no vendrá en seguida". Esta semana, y durante el Adviento, escuchamos repetidamente la invitación a mantenernos vigilantes. Que es la verdadera sabiduría. Cada día es volver a empezar la historia. Cada día es tiempo de salvación, si estamos atentos a la cercanía y a la venida de Dios a nuestras vidas (J. Aldazábal).
En la imitación de Cristo (1,15,2) se lee: "Mucho hace quien mucho ama". El amor es el mejor de los maestros. Tanto haremos cuanto en verdad amemos aquello-Aquel por quien nos afanamos. Los últimos días del año litúrgico ponen al descubierto la verdad de nuestro amor. Si es verdad que el amor es el mejor de los maestros, las palabras de Jesús del evangelio de hoy las podemos meditar en esta clave: Lo importante no es la decoración externa sino la calidez de nuestro amor, esa Verdad sostén de nuestra alma y de nuestras convicciones que sobrevive a los cambios de decorado. "Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida… Mirad no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: "Yo soy" y "el tiempo está cerca". No les sigáis… Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo". ¿Hay mejor señal en el cielo que las provocadas por el amor?
La presencia de Dios sólo puede ser ligada a una vida que está dispuesta a aceptar su Palabra y a obrar en consecuencia. La destrucción de las falsas seguridades –el Templo- no debe llevarnos a un alarmismo nacido de un miedo que ve en todos los acontecimientos que nos rodean la intervención de Dios al final de los tiempos. Es necesario que sepamos interpretar los acontecimientos de la historia en su justa dimensión y no tomar a cada uno de ellos como un anuncio infalible del fin del mundo (Josep Rius-Camps).

2. –“Yo, Juan tuve todavía una visión: había una nube blanca, y sobre la nube sentado uno como Hijo de hombre”. Este símbolo viene de Daniel, 7-13. También es una alusión directa a las palabras de Jesús: «os lo declaro: desde ahora, veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Padre y venir sobre las nubes del cielo» (Mateo 26,64). Quiero contemplarte, Jesús, de ese modo «para siempre».
La «nube» me recuerda la columna de nube del desierto, y en la Transfiguración, una nube luminosa envolvía a Jesús. El color «blanco» es el símbolo de la victoria. La posición «sentado» es símbolo de solidez, de poder. Llevaba en la cabeza una corona de oro y en la mano una hoz afilada. Es «rey» y «segador» a la vez.
-“Arrima tu hoz y siega, porque ha llegado la hora de segar, la mies de la tierra está madura”. Me recuerda aquel: «Dejad que el trigo y la cizaña crezcan juntos hasta la siega... la siega es el fin del mundo...» (Mateo 13,30;39). «Cuando el fruto lo admite, se le mete la hoz porque la siega está a punto» (Marcos 4,2-9). La mies está madurando, Señor: «envía obreros a tu mies».
-“Otro ángel, el que cuidaba del fuego... gritó al ángel que tenía otra hoz: arrima tu hoz y vendimia los racimos de la viña... Y vendimió la viña de la tierra y lo echó todo en el gran lagar del furor de Dios”. «Fuego», «lagar», vendimia, para el fuego eterno la gloria y alegría. El «furor de Dios» lo vemos en Isaías 63,1 (Noel Quesson).

3. Jesús, Juez de la historia, con la corona de Rey ceñida sobre la cabeza. Con una hoz afilada para la siega. Y otra hoz afilada para la vendimia. Ha llegado el momento del juicio de Dios, la hora de la verdad. Ahora se verá quién vence y quién es derrotado (J. Aldazábal). El salmo lo había anunciado: "delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra, regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad".

Llucià Pou Sabaté

sábado, 24 de noviembre de 2012


Domingo 34, último del Año litúrgico: Jesucristo, Rey del universo.
“En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: - «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le contestó: - «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí? » Pilato replicó: -«¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?» Jesús le contestó: - «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.» Pilato le dijo: - «Conque, ¿tú eres rey?» Jesús le contestó: - «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz» (Juan 18,33b-37). 

1. El Evangelio nos cuenta que Pilato preguntó a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». Pilato le dijo: «Con que, ¿tú eres rey?» Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz». Jesús es Rey, pero no quiere ser dominante sino servidor, quiere ser rey de mi corazón, para hacerme feliz, quiere que llevemos amor a los demás, para hacer feliz a todos. Hoy pedimos que Cristo sea rey del universo no solo cuando venga a juzgar la historia y el mundo, a todos, sino que muchos lo acepten ya, que no haya guerras, que nos ayudemos todos, que no haya hambre, que no haya peleas, que haya enseguida hacer las paces, que todos nos sintamos hermanos, hijos de Dios, servidores de este Rey que es nuestro hermano.
2. El profeta Daniel nos habla de que vendrá “en las nubes del cielo como un hijo del hombre”, es decir que es Dios y hombre, Jesús: “le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su domino es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin”.
En el Salmo vemos al Señor como Rey, vestido de majestad, con poder. Pero nos gusta verlo como buen pastor que nos cuida: “el Señor es mi pastor, nada me falta”. Recuerdo que un sacerdote que se preparaba para morir, me pidió que le leyera este salmo: “en verdes praderas me hace reposar; hacia aguas tranquilas me guía…”, era un buen excursionista, y pensaba en las veces que subiendo por los prados iba cantando el salmo, y ahora subía al cielo entonándolo también... “reconforta mi alma, me conduce por sendas rectas…” sin miedo, pues con Él vamos seguros: “aunque camine por valles oscuros, no temo ningún mal, porque Tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan”. Y claro, él que había celebrado como sacerdote la Misa cada día se imaginaba estar con Jesús: “preparas una mesa para mí…” y después de haber sido ungido con el bautismo y el sacramento del orden, ahora era ungido con la unción de los enfermos: “unges con óleo mi cabeza”, pero –sigue diciendo el salmo- ya iba a pasar de la mesa de la Misa terrena a la del cielo: “mi copa rebosa”, para tener con Dios un sitio: “tu bondad y misericordia me acompañan todos los días de mi vida” –una vida que ya no se acaba nunca- “y habitaré en la Casa del Señor por años sin fin”.
3. San Juan nos habla de que Jesús nos ha hecho libres de todos los pecados y así como él resucitó de entre los muertos: el primero de todos, también nos resucitará a nosotros, nos ha convertido en su reino. “Él viene en las nubes”, para reinar sobre todos, y al final no habrá nada malo, todo será bueno. Nos dice que hemos de ser “sacerdotes” por el bautismo, decía san Josemaría que hemos de tener alma sacerdotal, pues en la Misa ofrecemos nuestra vida con Jesús a Dios. Un día hablaba con dos personas sobre decoración y al fijarse en una lámpara con pantalla de pergamino con letras de canciones, dijo: “¡qué cosa más bonita!: pone Jesús, música maravillosa para el oído que te escucha, miel dulcísima, para los labios que te nombran, delicia para el corazón que te ama!". Se fijaba en las cosas y todo le ayudaba a rezar. Alma sacerdotal significa tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús, que nos ayude a hacer las paces enseguida, a sonreír y luchar otra vez para mejorar en aquello que no ha salido bien, sin rabietas ni orgullo. Hacer las cosas con Jesús, dejando que reine en nuestro corazón. Cuando le preguntaban a san Josemaría qué oratorio le gustaba… a veces decía: “¡la calle!… me gustan los oratorios, para rezar, pero me gusta más la calle… ahí donde estudiamos y hacemos los deberes sin retrasos y con atención, ahí está Jesús en los juegos sin trampas y sin enfados si perdemos, esto es saber ofrecer todo. Pero para funcionar bien necesitamos rezar cada día, pues así será Jesús nuestro Rey, si le tratamos, nos podrá orientar.

Llucià Pou Sabaté

Sábado de la 33ª semana de Tiempo Ordinario. Jesús Rey de la historia nos abre la fe a la vida eterna, a un Dios que “no es Dios de muertos, sino de vivos”.

“En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: -«Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.» Jesús les contestó: -«En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.» Intervinieron unos escribas: -«Bien dicho, Maestro.» Y no se atrevían a hacerle más preguntas” (Lucas 20,27-40).

1. –“Unos saduceos, -los que negaban la resurrección- se acercaron a Jesús”. Los saduceos formaban una especie de movimiento o asociación, de la que formaban parte las familias de la nobleza sacerdotal. Desde el punto de vista teológico eran conservadores... rechazaban toda evolución del judaísmo. Por ejemplo permanecían anclados en las viejas concepciones de los patriarcas que no creían en la resurrección... y no admitían algunos libros recientes de la Biblia que hablan de ella, como el libro de Daniel. De los libros del Antiguo Testamento sólo aceptaban los libros del Pentateuco (la Torá), y no las tradiciones de los rabinos. Tampoco creían en la existencia de los ángeles y los demonios. Al contrario de los fariseos, que sí creían en todo esto y se oponían a la ocupación romana.
-"Maestro, Moisés nos dio esta Ley: Si un hombre tiene un hermano casado que muere dejando mujer pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano... Resultó que eran siete hermanos... Pues bien, a la resurrección esa mujer ¿de quién será la esposa...?" Para atacar la creencia en la resurrección, los Saduceos tratan de ridiculizarla ¡aportando una cuestión doctrinal que las Escuelas discutían! Quieren demostrar con ello que la resurrección no tiene ningún sentido. Análogamente nosotros nos entretenemos también a veces en cuestiones insignificantes o insólitas que no tienen salida.
Es una "trampa saducea" la que te preparan, Jesús: una pregunta no hecha con sincera voluntad de saber, sino para tender una "emboscada" para que tú quedes mal, respondas lo que respondas. A los saduceos no les interesa en absoluto que se hable de una retribución en la otra vida, puesto que ya se la han asegurado en la presente. Es la casuística típica de una religión de muertos. En Mt 22,29 tú Jesús pones el dedo en la llaga cuando dices de ellos: "Están en un error por no entender las Escrituras y el Poder de Dios".
-“Jesús responde: En esta vida los hombres y las mujeres se casan; en cambio los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección, no se casarán porque ya no pueden morir: Son como ángeles y son hijos de Dios siendo hijos de la resurrección”. Los judíos del tiempo de Jesús -los Fariseos en particular en oposición a los Saduceos- se representaban la vida de los resucitados como simple continuación de su vida terrestre. Jesús, por una fórmula, de otra parte, bastante enigmática, habla de que hay un cambio radical entre «este mundo» y «el mundo futuro»... «serán como ángeles» quiere decir que dejarán de tener vigencia las limitaciones inherentes a la creación presente. Por ejemplo, suelen preguntar los matrimonios que se quieren: “¿Será que sólo estaremos juntos hasta que la muerte nos separe”? y hay que decirles: “no os preocupéis, que en el cielo los amores continúan por toda la eternidad, estaréis siempre unidos, también en el cielo, como marido y mujer”. Pero algún matrimonio, que lo pasa muy mal en su cruz, preguntan: “¿esta cruz que llevo en el matrimonio, será por toda la eternidad, o sólo hasta que la muerte nos separe?” “-no te preocupes, hay que contestarles, será sólo hasta que la muerte os separe, pues ninguna pena de este mundo pasa al otro, allí solo quedan los amores auténticos, sólo éstos perduran”. No se trata, por tanto, de un estado parecido a seres extraterrestres o galácticos, sino a una condición nueva, la del Espíritu, imposible de enmarcar dentro de las coordenadas de espacio y de tiempo: «por haber nacido de la resurrección, serán hijos de Dios».
-“En cuanto a decir que los muertos deben resucitar, lo indicó el mismo Moisés... cuando llama al Señor: el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob». No es un Dios de muertos sino de vivos, porque para El todos viven”. Para contestar a los Saduceos, Jesús se vale de uno de los libros de la Biblia más antiguos, cuya autenticidad reconocían (Éxodo 3, 6).
Si Abraham, Isaac y Jacob estuviesen muertos definitivamente, esas palabras serían irrisorias. Hay algo precioso en esa frase de Jesús: «Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque todos tienen la vida por El». Nuestros difuntos son «vivientes», viven «por Dios». Gracias, Dios mío, por haber inventado la maravilla de la «vida».
La fe en la resurrección se abrió paso en medio de los mártires en tiempos de los Macabeos. Es interesante observar que esta revelación divina ha sido reservada a través de los hombres y mujeres que perdían la vida por el compromiso de Dios y de su fe, que en su intuición abrían la doctrina… Nuestra fe se expresa en lo que rezamos, y estos días vemos en los mártires (los Macabeos, la profecía de Daniel, el Apocalipsis), lo que Jesús luego enseña, también con su vida y su doctrina: la resurrección de la carne.
Una gran prueba de la resurrección, de la vida eterna, es ver cómo gente da la vida, consciente de que hay algo más importante que la vida, ver que creen, esta esperanza viva es fuente viva de esperanza para todos, de la participación de los bienes de Dios al final de los tiempos.
-“Intervinieron algunos escribas: «Bien dicho, Maestro». Porque no se atrevían a hacerle más preguntas. Los doctores de la ley te llaman Maestor, Señor. Quisiera conocer bien tu pensamiento, Jesús, pues tú eres el gran doctor. Quiero creerte, Señor (Noel Quesson).
Los pobres saduceos solo sabían pensar en quien se quedaba el dinero y con el problema de la mujer que le preguntan. Jesús, tú les dices que la vida eterna es algo abierto al futuro y no sólo atado al presente. Va más allá de tener posesiones. Por eso el vínculo de amor no será ya de posesión (“¿de quién será mujer?”, le preguntan) sino una vida nueva transformada por Dios. No se trata de una prolongación de esta vida. No una prórroga para remediar entuertos. La resurrección abre las puertas de una vida distinta. De una plenitud difícil de comprender, pero que intuimos.
En esta vida a veces podemos sentir que "no hay salida", que la paz es muy difícil. Que hay mucha violencia y agresividad en las personas. Que no hay justicia. Que es difícil influir en hacer un mundo mejor, que es fácil desanimarse ante tanta corrupción política y de tantos sitios, y problemas como el hambre, que se mira con hipocresía.
Señor, tú nos haces ver que "sí hay salida". Tu Iglesia es un lugar de vivos. Al final, la última palabra es del Dios de la vida. Y su palabra siempre es palabra de vida. Sí hay salida (Luis Ángel de las Heras).
Hoy, en ciertos sectores se ha ido abriendo camino la idea budista de la rencarnación, según como nos portáramos aquí se llegaría a vivir una nueva existencia más noble o más humilde, así repetidamente hasta lograr la purificación plena. Es señal de que no aceptamos a una muerte irrevocable, pero "la revelación cristiana excluye la rencarnación, y habla de un cumplimiento que la persona está llamada a realizarse en el curso de una única existencia sobre la tierra" (Juan Pablo II).
Jesús nos ha enseñado a ver a Dios como un "Dios de vivos". Él quiere que disfrutemos del don de la vida. Ya en el siglo II, San Ireneo afirmaba que "la gloria de Dios es que el ser humano viva". Sobre cada ser humano que viene a este mundo, Dios pronuncia una palabra de amor irrevocable: "Yo quiero que tú vivas". La vida eterna es la culminación de este proyecto de Dios que ya disfrutamos en el presente. Por eso, todas las formas de muerte (la violencia, la tortura, la persecución, el hambre) son desfiguraciones de la voluntad de Dios.
Al final, no reviviremos; seremos resucitados, elevados y quedaremos libres del sufrimiento, del llanto, del dolor, de la muerte, y de todo lo que nos angustiaba aquí en la tierra.
2. –“Mis dos testigos... La Bestia que surja del Abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará”. “Testigo” en griego se escribe "martyr" de donde procede nuestra palabra "mártir". Son los que han tenido una experiencia, como en un juicio, el que dice "toda la verdad y sólo la verdad", y que es fiel: no inventa nada. Los que me miran vivir, al verme, ¿tienen ante sus ojos a un testigo fiel de Jesucristo? A través de mi modo de vivir, ¿se trasluce algo del rostro de Jesús?
Pero mártir también es quien en la persecución da el testimonio radical: prefiere la muerte antes que hacer traición a la verdad. La época de san Juan, entre Nerón y Domiciano, era una época de persecuciones. Todo cristiano, al pedir el bautismo, sabía que podía llegar a tener que testimoniar con su sangre la elección de Cristo, que hacía al entrar en la Iglesia.
"La Bestia que surge del Abismo" es el Mal, personificado en Satán: ¡que lucha contra Dios! El Imperio Romano se oponía a la Iglesia, y luego vinieron otros sistemas políticos y culturales... el drama durará hasta el fin del mundo.
-“Sus cadáveres yacerán en la plaza de la Gran Ciudad... Y los habitantes de la tierra se alegran y se regocijan felicitándose...” La opinión pública con frecuencia va contra la exigencia del cristiano. Porque va contra corriente, entonces al no querer dar culto a los dioses oficiales, en particular a los emperadores, ¡eran acusados de ateos!
-“Pero, pasados los tres días y medio, un soplo de vida, procedente de Dios, los penetró y se pusieron de pie, y un gran espanto se apoderó de todos los que lo contemplaban”. Resucitan contigo, Jesús, los que son tuyos. En el gran sufrimiento, en los días de "noche oscura" vamos a pensar esto. Señor, ayúdanos a creer. Que el misterio de Pascua esté constantemente presente a nuestra mente, para darnos la certeza de la victoria final de Dios.
-“Y subieron al cielo en la nube”. Resurrección, y ascensión. Señor Jesús, ayúdanos a vivir de tu vida (Noel Quesson).

3. A veces parece que prevalece el mal, pero es por poco tiempo. Van pasando los enemigos de Cristo y él sigue. Nosotros, en nuestra vida personal, experimentamos esa misma historia dinámica, hecha de cruz y de vida, de fracasos y éxitos. A veces nos puede el mal. Pero el triunfador, Jesús, nos tiende su mano para volvernos a llenar de su fuerza vital con su Palabra, sus Sacramentos, su Iglesia, su Gracia, su Espíritu. Para que nunca demos por pérdida la guerra, sino que sigamos luchando para vencer al mal en nosotros y en torno nuestro.
La mejor fuerza y las mejores armas las tenemos en la Eucaristía que recibimos, en la que comulgamos con "el que quita el pecado del mundo". Ahí está "el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo".

Llucià Pou Sabaté

jueves, 22 de noviembre de 2012


Viernes de la 33ª semana de Tiempo Ordinario (par). Jesús nos muestra que hay que tratar santamente las cosas santas, y podemos escucharlo en nuestro interior, al meditar las Escrituras Santas.

“En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: -«Escrito está: "Mi casa es casa de oración"; pero vosotros la habéis convertido en una "cueva de bandidos."» Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios” (Lucas 19,45-48).

1. Jesús, te veo lleno de santa ira purificando el templo, cuando entras “te enojas al ver el mercado que se había organizado con los animales que debían sacrificarse según la ley.
”Lo que debía ser un lugar de encuentro con Dios, se ha convertido en un negocio económico.
”La misma caridad perfecta que ayer te hacía llorar sobre la cuidad de Jerusalén, te mueve hoy a enfadarte santamente con aquellos mercaderes” (Pablo Cardona): «derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas».
Me gustaría ver, Jesús, los rasgos de tu faz, escuchar el tono de tu voz, porque te imagino con autoridad, y al mismo tiempo con amor hacia estos “sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo” que querían matarte. Eres valiente, Señor, y tu conciencia y tu libertad están por encima de la opinión de los demás.
«Escrito está: "Mi casa es casa de oración"; pero vosotros la habéis convertido en una "cueva de bandidos." Aquí nos das dos citas, una de Jeremías y otra de Isaías.
“Detente a considerar la ira santa del Maestro, cuando ve que, en el Templo de Jerusalén, maltratan las cosas de su Padre.
”¡Qué lección, para que nunca te quedes indiferente, ni seas cobarde, cuando no tratan respetuosamente lo que es de Dios!” (J. Escrivá, Forja 546).
Como buenos hijos de la Iglesia, tenemos la obligación de corregir a los que no tratan santamente las cosas santas, con paciencia, pero también con entereza, especialmente en lo que se refiera al Santo Sacrifico de la Misa. Cuando vea que no se celebra con dignidad, tengo que intervenir, normalmente será informar al obispo, que es quien tiene la responsabilidad en la diócesis, para mejorar la situación.
“Tampoco me puedo callar ante el abuso de los recursos naturales, pues toda la creación te pertenece.
Es una actitud cristiana -de buen hijo de Dios- defender la naturaleza, sabiendo que la has creado para el uso -pero no el abuso- del hombre.
De manera especial, he de defender los derechos de la persona, elemento central de la creación” (Pablo Cardona), pues la creación entera es como un templo donde está Dios, y la primera ecología es la humana, el respeto a la persona y sobre todo el derecho a la vida desde la concepción y hasta la muerte.
Gracias, Señor, por mostrarme la importancia de tratar santamente las cosas santas. El alma en gracia es templo del Espíritu Santo, casa especial de Dios; y no puedo convertirla en «cueva de ladrones.» Te pido, Santo Espíritu, la finura de conciencia para cuidar este tesoro que llevo en vaso de barro que es mi persona.
Jesús, al verte en el Templo pienso que tú eres el Templo, en tu persona. Y tu Iglesia es Sacramento de tu Cuerpo por la que nos dices “yo estaré con vosotros cada día, hasta el fin del mundo”, y nos conduces hasta la Jerusalén celestial donde tú eres el Cordero Inmaculado en el culto perfecto a Dios Padre. Para esto, hemos de cultivar la Tradición que nos has dejado, Jesús, tu memorial, la Eucaristía, y la oración, y el cuidado en el culto, y los templos y el decoro en la liturgia.
«La iglesia, casa de Dios, es el lugar propio de la oración litúrgica de la comunidad parroquial. Es también el lugar privilegiado para la adoración de la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento. La elección de un lugar favorable no es indiferente para la verdad de la oración» (Catecismo 2691).
El sagrario ha de ser un reclamo, como un imán para recogernos en oración y tratar bien a Dios en ti, Jesús Rey. Ahí estás ofrecido místicamente, en recuerdo de tu ofrecimiento en la Cruz, con los brazos extendidos: nos esperas en gesto sacerdotal, acogiendo la salvación de todos, cargando con los pecados....
Estos días nos preparamos para tu fiesta de Cristo, Rey del universo; y para esto queremos que seas Rey de nuestras almas: primero tienes que reinar en nuestras almas. Es suficiente con nuestra lucha: mientras haya lucha, por amor, Dios está contento. El hombre no deja de ser grande ni en su debilidad, cuando se abre a Dios, a este reinado de Cristo, y entonces es un reinado suave, es un reino de hijos libres, donde dejamos que reine por atracción: nos dijiste que cuando fuera ensalzado sobre la tierra, atraerías a sí todas las cosas. Y lo haces en la fuerza de la Eucaristía, en la Iglesia que es tu Cuerpo, y en tu Cuerpo que es la Eucaristía que está en los sagrarios que acogen nuestra oración confiada. Vamos a consagrarnos a Ti en estos días, ya que tú te has consagrado a nosotros: Dios Hijo, te encarnas para redimirnos, para ser nuestro Sacerdote (mediador).
Vamos a poner nuestra esperanza en Cristo Rey. Vamos a refugiarnos en las llagas del Señor para encontrar fortaleza para la lucha.
Con el paso de los años a veces las ilusiones de esta vida van perdiendo peso relativo: son ilusiones finitas, mientras que nuestros deseos son ilimitados (ilimitadas ansias de felicidad): puede venirnos la angustia: es el momento de agarrarnos al consuelo que nos dan las llagas de Cristo: estas heridas son una realidad sufrida por cada uno de nosotros. Nos llevan a una realidad más alta, no reinados efímeros sino su Reino, por el que vale la pena vivir, y dar la vida, pues es Vida.

2. "Ve a coger el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y la tierra." El libro que en la visión le es entregado a Juan contiene las profecías del Antiguo Testamento y recibe como misión el revelar su sentido a la luz del Nuevo. Esta segunda parte del Apocalipsis puede ser considerada como la explicación del contenido profético de este libro.
Me acerqué al ángel y le dije: "Dame el librito." Él me contestó: "Cógelo y cómetelo; al paladar será dulce como la miel, pero en el estómago sentirás ardor." 
Y así lo hizo Juan, y así lo sintió en su interior como se le dijo.
Dios único es el guía de la Historia. No la marca con la fatalidad que vemos en el pensamiento griego, sino con el amor fruto del encuentro de dos libertades: la de Dios y la del hombre, y si bien hay leyes de la naturaleza y desgracias en medio de la historia, Jesucristo pronunció el "sí" de la alianza sobre el mal y sobre la muerte. Dios sacará un bien de todas las cosas, aunque en el momento histórico nos toque sufrir. Juan se encuentra lleno de amargura después de haber tragado el libro, pero el sabor es por fin un sabor de dulzura y de paz. Las Escrituras meditadas en nuestro interior, la Palabra viva en la oración (Lectio divina) nos da consuelo, porque nos confiamos a la presencia de Dios en los acontecimientos que viven los hombres.
Vemos en el texto de hoy referencias que explican el libro que hay que comer (Ezequiel 2,8; Jeremías 1,10). Se trata de «alimentarse de la palabra y del pensamiento que contiene». Juan se nutre de pasajes del Antiguo Testamento, para ver a Jesús en mi tiempo, en este momento… ¿Procuro hacerlo también yo?
Saborear la Palabra de Dios, gustarla, da dulzura a nuestro paladar, aunque a veces cueste, haya cosas amargas en el sentido que nos revela también nuestros pecados, nuestras insuficiencias, que sacude nuestras tibiezas y nuestras cobardías. Pero, por una parte, la verdad está aquí, como decía s. Pedro: "¿A quien iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna".
-“Entonces se me dijo: "Tienes que profetizar todavía contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes"”. Como Jesús en la escena del templo, como nosotros en la sociedad en que hemos de participar, puede costarnos «profetizar» la verdad (Noel Quesson).
Se acerca el toque de la séptima trompeta, ya que «se ha terminado el tiempo» (v 6). El término del tiempo actual, del mundo presente, supone el comienzo del tiempo definitivo, de la nueva dimensión expresada por la fórmula «un cielo nuevo y una tierra nueva» (21,1). El misterio de Dios, es decir, la obra final de salvación, que la voluntad divina ha decidido realizar sobre la historia. Sin embargo, el cómo de este designio es todavía secreto y por eso el vidente no puede hacer públicas las palabras del Señor. Pero una cosa es cierta: estamos a las puertas de la consumación del reino de Dios (¡el grano de mostaza es ya un árbol frondoso en que habitan los pájaros!).
«El que vive por los siglos de los siglos» viene para reinar eternamente. El fin de la historia es el cumplimiento definitivo del evangelio.
Te pedimos, Señor, que la asimilación de la palabra sea siempre un acto previo a la predicación, a la actuación. Que ella me penetre hasta lo más profundo y me convierta en un servidor de tu mensaje (A. Puig), como decía el profeta: "Mira, yo pongo mis palabras en tu boca, hoy te establezco sobre pueblos y reyes, para arrancar y arrasar, destruir y demoler, edificar y plantar" (Jr 1,10).

3. Te rezo, Señor, con el salmo, que de alguna manera resume todo lo dicho; te pido meditarlo en mi corazón, sentir dulzura en el paladar, en mi oración de cada día: “Mi alegría es el camino de tus preceptos, / más que todas las riquezas.
Tus preceptos son mi delicia, / tus decretos son mis consejeros.
Más estimo yo los preceptos de tu boca / que miles de monedas de oro y plata.
¡Qué dulce al paladar tu promesa: / más que miel en la boca!
Tus preceptos son mi herencia perpetua, / la alegría de mi corazón.
Abro la boca y respiro, / ansiando tus mandamientos”.

Llucià Pou Sabaté

miércoles, 21 de noviembre de 2012



Jueves de la 33ª semana de Tiempo Ordinario (par). Jesús siente la infidelidad de Jerusalén: “¡Si comprendieras lo que conduce a la paz!”

“En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: -« ¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida»” (Lucas 19,41-44).  

1. –“Jesús se acercaba a Jerusalén, y al verla”... El viaje hacia Jerusalén se está acabando, desde Jericó Jesús ha andado veinte kilómetros de cuesta. Llegado a Betania, desde esas alturas  se domina el espléndido paisaje de Jerusalén. La magnífica ciudad está allí extendida a nuestros pies... las casas apiñadas unas contra otras sobre el rocoso espolón que limitan el valle de Cedrón y la Geena... las sólidas murallas que protegen la ciudad... El Templo del Dios viviente, en el centro de Jerusalén, resplandeciente con sus columnas de mármol, y el techo de oro fino. Era en ese lugar de su camino donde los peregrinos llenos de entusiasmo entonaban el Salmo 121: «Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor, Ya están pisando nuestros pies, tus umbrales, Jerusalén: Jerusalén, ciudad bien construida, maravilla de unidad... Haya «paz» en tus muros y en tus palacios, días espléndidos. Por amor de mis hermanos y amigos, diré: «¡La paz contigo!». Por amor de la casa del Señor, nuestro Dios, yo os auguro la felicidad» . Esto es lo que Jesús oye cantar a su alrededor.
-“Jesús lloró”... Tienes sentimientos, Señor, y no quieres ocultarlos. Esas lágrimas manifiestan tu no poder hacer nada ante la libertad, Jesús. Trataste de «convertir» Jerusalén, pero esa ciudad, en conjunto, te resistió, y te rechaza: dentro de unos días serás juzgado, condenado, y ejecutado...
Dios prefiere "llorar de impotencia en Jesús antes que privar al hombre de su libertad" (Stöger). Este llanto es todavía llamamiento a su paz mesiánica, y te vemos, Jesús, cómo amas a tu pueblo, y cómo tus sentimientos de pena prorrumpen en llanto. Aún hoy este pueblo busca su conversión, quizá sin saberlo, y san Pablo dirá que será un signo del fin de los tiempos, esa conversión.
La misma conversión que buscamos todos, la que S. Ambrosio explicaba así a las vírgenes: “La que de esta manera busca a Cristo y lo encuentra puede decir: Lo abracé, y ya no lo soltaré, hasta meterlo en la casa de mi madre, en la alcoba de la que me llevó en sus entrañas. ¿Cuál es la casa de tu madre y su alcoba, sino lo más íntimo y secreto de tu ser?
”Guarda esta casa, limpia sus aposentos más retirados, para que, estando la casa inmaculada, la casa espiritual fundada sobre la piedra angula, se vaya edificando el sacerdocio espiritual, y el Espíritu Santo habite en ella.
”La que así busque a Cristo, la que así ruega a Cristo no se verá abandonada por Él; más aún, será visitada por Él con frecuencia, pues está con nosotros hasta el fin del mundo”.
-“¡Si también tú, en ese día, comprendieras lo que te traería la «paz»!” Era el deseo del Salmo. Era el nombre mismo de Jerusalén: «Ciudad de la Paz». Jesús sabe que el aporta la expansión, la alegría, la paz a los hombres. Pero se toma en serio la libertad del hombre y respeta sus opciones: más que manifestar su poder, llora y se contenta con gemir... «Si comprendieras...»
-“Pero, por desgracia, tus ojos no lo ven”. La incredulidad de Jerusalén, es símbolo de todas las otras incredulidades... La incredulidad de aquel tiempo, símbolo de la incredulidad de todos los tiempos... Jerusalén está ciega: no ha «visto» los signos de Dios, no ha sabido reconocer la hora excepcional que se le ofrecía en Jesucristo. Jerusalén crucificará, dentro de unos días, a aquél que le aportaba la paz. “No reconociste el tiempo de la visita de Dios”. ¡Admirable fórmula de ternura! Era el tiempo de la «cita» de amor entre Dios y la humanidad. Esa visita única, memorable, se desarrollaba en esa ciudad única en toda la superficie de la tierra. «Y Jerusalén, ¡tú no compareciste a la cita!» Pero ¿estoy yo, a punto hoy para las «visitas» de Dios? De cuántas de ellas estoy ausente también por distracción, por culpa, por ceguera espiritual!... por estar muy ocupado en muchas otras cosas.
-“Días vendrán sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos, y no dejarán en ti piedra sobre piedra”. Cuando Lucas escribía eso, ya había sucedido la predicción del Señor: en el 70, los ejércitos de Tito habían arrasado prácticamente la ciudad... esa hermosa ciudad que Jesús contemplaba aquel día con los ojos llenos de lágrimas... (Noel Quesson).

2. Sigue el Apocalipsis: “-Vi en la mano derecha «del que» está sentado en el trono, un libro escrito por el anverso y el reverso, y «sellado» con siete sellos...” Es lo de Ezequiel 2, 9-lO: «lo tiene en su mano derecha», él es el dueño, lo tiene «en sus manos»... «un libro sellado», sólo El conoce el secreto de la historia...
El libro de la historia del mundo, el libro de la creación, de la redención, el libro del tiempo... ¡está en la mano de Dios! Veo la historia y su evolución, los cambios culturales, disciplinares… somos historia, hacemos historia… hemos de tener paciencia en ver esos cambios…
-“«¿Quién es digno de abrir el libro y de soltar los sellos?» Nadie era capaz de ello ni en el cielo ni en la tierra. Y yo lloraba mucho porque no se había encontrado a nadie digno de abrir el libro ni de leerlo”. Juan se lamenta y llora mucho, en nombre de la Iglesia perseguida de su tiempo, que se pregunta por el significado de los acontecimientos que está sufriendo.
También nosotros nos sentimos a veces trastornados: ¿quien podría decirnos el sentido de lo que estamos viviendo?, ¿qué significa tal acontecimiento, la muerte de un inocente, de una madre de familia con hijos pequeños?, ¿a donde nos llevará todo esto?, ¿cuál es el porvenir de mis hijos, de mi oficio, de la Iglesia?
-“Uno de los ancianos me dijo: «No llores. El león de la tribu de Judá ha triunfado, el retoño de David podrá abrir el libro de los siete sellos...»
«De pie, delante del trono había un Cordero, como degollado: el cordero recibió el libro...»
Dos imágenes superpuestas: «el león es el símbolo del Mesías» (Génesis 49,9-12), «el cordero» es también símbolo del Mesías, según todo el Nuevo Testamento. En efecto, Cristo, que fue inmolado y que venció, es el único ser capaz de decirnos el significado de lo que vivimos. La historia de la humanidad tiene su única y definitiva significación en Cristo Jesús: él es en verdad la clave de la historia del mundo. Sin El, el mundo no tiene sentido. Sin él, la creación entera es como un libro «escrito en el anverso y reverso» pero indescifrable, ilegible, incomprensible. Señor, cuando no entienda nada de lo que sucede en el mundo, de lo que suceda en mi vida… hazme confiar en ti, en tu lógica, en que tú das sentido a todo…
-«Tú eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado: y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación... » La humanidad no camina hacia el anonadamiento, la muerte, las catástrofes, sino hacia la «salvación», el «rescate», la «vida para Dios, junto a Dios» de hombres venidos de todos los horizontes, razas y culturas. El Cordero derramó su sangre por la humanidad. No hay un más grande amor. De todo lo malo sacas bueno. De tu muerte, nuestra salvación…
-“Y de esos hombres de toda raza... has hecho de ellos, para nuestro Dios, un Reino de Sacerdotes que reinarán sobre la tierra”. ¡He ahí la llamada misteriosa, que une esta lectura a tus lágrimas sobre la infidelidad de Jerusalén! Tu invitación sigue viva más allá de toda infidelidad nuestra… Se hacen «reyes», «sacerdotes» que alaben a Dios y «ofrezcan, en todo lugar, una ofrenda a Dios», su vida ofrecida, entregada a Dios. Y todo esto tiene su origen en tu sacrificio, Jesús, y se proyecta en la historia, en mi vida... (Noel Quesson).

3. El salmo es de victoria: "cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles", con un estribillo tomado del himno del Apocalipsis: "nos hiciste para nuestro Dios reyes y sacerdotes".
Señor, tú eres el Cristo, centro de toda la liturgia en el cielo y la tierra. El Sacerdote y el Maestro y la Palabra y el Cantor y el Orante y el Templo. Rezamos contigo en nuestras súplicas, que concluimos con: "por Cristo Nuestro Señor". Contigo somos mediadores y sacerdotes: "has hecho de ellos una dinastía sacerdotal". Hoy me fijaré con más amor al cantar en la misa el Santo, y el "Cordero de Dios". Para ver en la misa el "banquete de bodas del Cordero", sentirlo cuando se nos diga: "Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo".
El "Cristo total" está aquí presente en la misa, todos los unidos a ti Señor, y ya ahora "participamos ya de la liturgia del cielo, allí donde la celebración es enteramente comunión y fiesta" (Catecismo).

Llucià Pou Sabaté

Miércoles de la 33ª semana (par). Jesús nos habla de hacer rendir los dones para la vida eterna

 “En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro. Dijo, pues: -«Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: "Negociad mientras vuelvo." Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras él una embajada para informar: "No queremos que él sea nuestro rey." Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo: "Señor, tu onza ha producido diez." Él le contestó: "Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades." El segundo llegó y dijo: "Tu onza, señor, ha producido cinco." A ése le dijo también: "Pues toma tú el mando de cinco ciudades." El otro llegó y dijo: "Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo, porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras." Él le contestó: "Por tu boca te condeno, empleado holgazán. ¿Conque sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses." Entonces dijo a los presentes: "Quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez." Le replicaron: "Señor, si ya tiene diez onzas." "Os digo: 'Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.' Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia."» Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén” (Lucas 19,11-28).

1. Cuando la gente escuchaba las palabras de Jesús -anunciando que la salvación había venido para Zaqueo-, añadió una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén, lo que hacía creer que el reino de Dios iba a apuntar de un momento a otro. Pascua está cerca. Multitud de peregrinos suben para celebrarla. Es el aniversario de la Liberación de Egipto. Todo el mundo se imagina que ha llegado para Jesús la hora del triunfo, y que el Reino de Dios «aparecerá de modo visible»... y ensalzarán al «Hijo de David» en la entrada a Jerusalén. Muchos como los discípulos de Emaús esperaban “que era aquél que había de liberar Israel» (Lc 24,21). Y los Doce le preguntarán luego: “¿Es ahora que vas a restablecer la realeza en Israel?” (Hch 1,6):
-“Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, encargándoles: «Negociad, mientras vuelvo...»” Jesús, nos hablas de un tiempo, durante el cual nos confías unas responsabilidades. No hay que «soñar», hay que «negociar»...
Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron detrás de él una delegación que dijese: ¡No queremos a éste por Rey!” Los contemporáneos de Jesús hubieran querido un Reino esplendoroso, vencedor. Jesús les da a entender que antes de su inauguración, habrá una revuelta contra ese «rey»: «¡fuera ese!, ¡suéltanos a Barrabás!» (Lc 23,18). El rechazo de Dios es un fenómeno histórico inquietante. Jesús lo anunció. Es un fenómeno actual, un hecho de todos los tiempos. Por otra parte, Jesús tenía en cuenta un acontecimiento histórico reciente: Arquelao, de quien precisamente dependía la ciudad de Jericó, había ido a Roma para pedir el título de Rey al Emperador Augusto... una delegación judía de cincuenta notables intrigó para que no le fuera concedido tal título... todos entenderían lo que contaba…
-“Cuando volvió mandó llamar a los empleados para enterarse de lo que había ganado cada uno con lo que había recibido”... La «parábola de los talentos» relatada por san Mateo tiene un contexto escatológico equivalente. El tiempo que precede al «Reino de Dios aparente» es un tiempo en el que Dios reina ya, pero no de modo visible. Es el tiempo de la persecución. Es el tiempo de la fidelidad en la prueba. El tiempo de la perseverancia. Es el tiempo del trabajo para Dios: de «negociar, de hacer fructificar lo que se nos ha confiado» Es el tiempo de ser fiel en «las cosas pequeñas» (Lc 16,10) en la espera de recibir mayores responsabilidades: los empleados, que negociaron bien una moneda de plata, obtuvieron el gobierno de una ciudad. Es el tiempo de la Iglesia. Es el hoy (Noel Quesson).
A la vuelta del rey, pide cuentas y uno le da más rendimiento a lo administrado, otro menos… no es decisivo si con las diez monedas uno ha conseguido otras diez, o sólo cinco. Lo que no hay que hacer es "guardarlas en un pañuelo", dejándolas improductivas, como hace uno de ellos. Algunos hombres de Arquelao protegieron sus propiedades mientras estaba fuera, por que se mezclan la ida a ser coronado rey con la administración de las monedas (mina es una unidad contable = 570 gramos de plata = 100 dracmas).
Jesús, tú superas la visión mesiánica de reinados de este mundo, sitúas tu reino a otro nivel, enseñas que vendrás como Rey, que reinará y juzgará. Además, nos dices que no hemos de preocuparnos por los enemigos del Reino, sino hacer fructificar la herencia que nos has encomendado. Si sabemos apreciar los tesoros que nos ha encomendado (vida, fe, gracia…) pondremos empeño en hacerlos fructificar: “Que tu vida no sea una vida estéril. -Sé útil. -Deja poso. -Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor.
Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. -Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón” (S. Josemaría Escrivá).
¿Qué estamos haciendo de nuestros dones personales, y de la fe, del Bautismo, de la Palabra, de la Eucaristía?, ¿qué fruto estamos sacando, en honor de Dios y bien de la comunidad, de esa moneda de oro que es nuestra vida, la humana y la cristiana? Ojalá al final todos oigamos las palabras de un Juez sonriente: "muy bien, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor" (J. Aldazábal).
A quien tiene la alegría del Evangelio, a quien tiene la perla preciosa, el tesoro, se le concederá el discernimiento de todos los otros valores, de los valores de las otras religiones, de los valores humanos existentes fuera del cristianismo; se le dará la capacidad de dialogar sin timidez, sin tristeza, sin reticencias, incluso con alegría, precisamente porque conocerá el valor de todas las demás cosas. Al que tiene la alegría del Evangelio se le dará la intuición del sentido de la verdad que puede haber en otras religiones. Por el contrario, al que no tenga se le quitará aun lo poco que tenga. Al que posee poca alegría del Evangelio se le irá de las manos la capacidad de diálogo y se obstinará en la defensa a ultranza de lo poco que posee, se cerrará dentro de sí mismo, entrará en liza con los demás por temor a perder lo poco que tiene. Este es nuestro drama, el drama de nuestra sociedad. La poca alegría del Evangelio es causa de mezquindad y de tristeza en todos los terrenos de la vida eclesiástica y social, produce corazones encogidos y es causa de absurdas discusiones sobre auténticas nimiedades (Carlo M. Martini).
Tenemos que ser creativos hasta que el Señor vuelva. Él nos concede sus dones para seguir construyendo su proyecto del Reino. Hace de nosotros pequeños creadores. Puede que la cultura actual sea una fábrica de pasividad, pero los hombres y las mujeres seguimos siendo genéticamente creativos. Si no lo fuéramos moriríamos. Forma parte del equipaje con que venimos al mundo para enfrentarnos a este mundo complejo. La memoria, el bagaje cultural, las tradiciones, los valores... las raíces, todo eso es fuente de la creatividad.
2. El Apocalipsis no es catastrofista, sino «mensaje de esperanza». Pero este libro fue escrito en pleno período de persecución, entre Nerón y Domiciano, en un contexto de crisis violenta para la Iglesia. El mensaje apocalíptico es pues un "dopping" -estimulante-: «cristianos, que estáis debatiéndoos en las peores dificultades, ¡mantened la confianza en la omnipotencia de Dios! que ha prometido ¡salvar de todo mal a su pueblo!»
-“Tuve esta visión: una puerta estaba abierta en el cielo... oí una voz: «Te voy a enseñar lo que va a suceder»”. Muchas catedrales, en particular las de Vézelay, Chartres, Angers, y otras muchas... recogen esa imagen.
Esas pruebas de hoy serán sólo temporales: los perseguidores no vencerán siempre. Dios tendrá la última palabra. Todas las imágenes aquí acumuladas quieren hacernos captar visualmente, la grandeza y la omnipotencia de Dios, dueño de todo.
-“Un trono erigido en el cielo... Y «Uno» sentado en el trono... de aspecto semejante al jaspe y a la cornalina... Un arco iris semejante a la esmeralda, alrededor del trono... y sentados en círculo en sendos tronos, veinticuatro ancianos con vestiduras blancas... Del trono salían relámpagos y fragor y truenos. Siete lámparas de fuego ardían ante el trono.
Delante del trono, como un mar de cristal. En medio del trono y en torno a él cuatro vivientes...: el primero como un león, el segundo como un novillo, el tercero, con rostro humano, el cuarto como un águila en pleno vuelo...”
¡Todo es luz, deslumbramiento! Belleza. ¡Trascendencia! ¡Magnificencia! ¿Cómo temer, cuando nuestro Dios es un Dios tal? Aunque hoy seamos menos sensibles a ese cúmulo de imágenes, hay que reconocer que artísticamente son sorprendentes y evocadoras. Conviene, empero, no engañarse tomándolas en sentido material: Dios es «Espíritu»... no necesita de trono y no hay localización en El...
El mismo san Juan no se engaña: no olvida decirnos que sus visiones son aproximativas... «los vivientes están a la vez en medio y alrededor del trono»... «algo así como con rostro humano»...
-“Y no cesan de decir: «Santo, santo, santo es el Señor, soberano de todo.»” Aquí por lo menos, reconocemos la cita de Isaías, que nuestras misas cantan al fin de cada prefacio. Es toda una liturgia que se despliega en torno a Dios. ¿Somos sensibles al hecho que ya aquí en la tierra, en nuestras eucaristías, tomamos parte en esta inmensa alabanza?: el cielo ya ha comenzado.. . La Iglesia de HOY es una puerta abierta al cielo. Procuraré cantar el «sanctus...» con más Fe.
-"El era, es, y viene". Es la repetición de la definición que Dios dio de Sí mismo a Moisés: Soy el que soy... Yavé... El Ser por excelencia, que da el ser y la existencia a todas las criaturas. En efecto, la revelación de Dios es "mensaje de esperanza" (Noel Quesson).
3. Triunfo, cantos jubilosos, liturgia festiva de los salvados… un mensaje de esperanza para los que vamos cuesta arriba. El salmo nos habla también de ese optimismo: "alabad al Señor en su templo, alabadlo por sus obras magnificas, alabadlo tocando trompetas... todo ser que alienta alabe al Señor".
Llucià Pou Sabaté

lunes, 19 de noviembre de 2012


Martes de la 33ª semana (par): Jesús salva a un pecador publicano: “El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.”

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: -«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: -«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.» Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: -«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.» Jesús le contestó: -«Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido»” (Lucas 19,1-10).

1. Lucas es el único evangelista que nos cuenta la famosa escena de la conversión de Zaqueo. Estamos en Jericó, primer bastión de la tierra prometida, símbolo de las luchas de Israel. El evangelista de la misericordia y del perdón nos habla hoy de ese publicano -recaudador de impuestos, y además para la potencia ocupante, los romanos-, despreciado y con negocios un tanto dudosos. Dirigía el grupo de cobradores de impuestos de la comarca.
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Zaqueo, jefe de publicanos y rico, como no podía ver a Jesús entre la gente por ser bajo, se subió a una higuera, para verlo. Las búsquedas de Zaqueo lo conducen a Jesús, superando todos los obstáculos que se le presentan en su camino. Soluciona su falta de estatura encaramándose a un sicomoro.
“Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: -«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Él bajó en seguida y lo recibió muy contento”. Zaqueo tendrá una conversión radical, consecuente, llevada hasta sus consecuencias materiales y sociales. Jesús busca a todos y que a todos les predica una Noticia. La conversión será paulatina: comienza con el deseo de conocer a Jesús de cerca; luego Jesús le habla, y él lo acoge en su casa.
Jesús, Tú que conoces el interior de las almas no te haces esperar; y una vez más, pagas con creces insospechadas la generosidad del corazón humano: él buscaba verte, y Tú vas a hospedarte en su casa. Zaqueo bajó rápido y lo recibió con gozo. No puede ser de otra manera. Si acudimos continuamente a ponernos en la presencia del Señor, se acrecentará nuestra confianza, al comprobar que su Amor y su llamada permanecen actuales: Dios no se cansa de amarnos. La esperanza nos demuestra que, sin Él, no logramos realizar ni el más pequeño deber; y con él, con su gracia, cicatrizarán nuestras heridas; nos revestiremos con su fortaleza para resistir los ataques del enemigo, y mejoraremos. En resumen: la conciencia de que estamos hechos de barro de botijo nos ha de servir, sobre todo, para afirmar nuestra esperanza en Cristo Jesús (Josemaría Escrivá, Amigos de Dios).
“Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: -«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»” Jesús, tu presencia remueve a Zaqueo y le lleva a la conversión.
“Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: -«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»” Es el momento de la decisión, de la luz, de la esperanza, la conversión.
Jesús le contestó: -«Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido»” Hoy ha llegado la salvación a esta casa. Todo empezó por aquel deseo de conocerte que le llevó a poner los medios que hiciera falta para verte pasar. Señor, yo también necesito que vengas a mi casa: a mi vida, a mi alma. Tengo tantas heridas que necesitan cicatrizar, tantas flaquezas que necesitan de tu fortaleza divina, tantos egoísmos que me impiden ser feliz. A veces pienso que no puedo... lléname de esperanza: “¡No desesperéis nunca! Os lo diré en todos mis discursos, en todas mis conversaciones; y si me hacéis caso, sanaréis. Nuestra salvación tiene dos enemigos mortales: la presunción cuando las cosas van bien y la desesperación después de la caída; este segundo es con mucho el más terrible” (San Juan Crisóstomo).
Jesús, que la conciencia de mi poquedad y mi fragilidad no me lleve a la desconfianza ni a la desesperación. La conciencia de que estamos hechos de barro de botijo nos ha de servir, sobre todo, para afirmar nuestra esperanza en Cristo Jesús. Y si alguna vez me rompo en mil pedazos, que siempre sepa volver a Ti, especialmente a través del Sacramento de la Penitencia, dándome cuenta de que el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido (Pablo Cardona).
Jesús, provocas el encuentro… el resultado es la alegría, la salvación. “Elige a un jefe de publicanos, ¿quién deseperará de sí mismo cuando éste alcanza la gracia?” (S. Ambrosio). En Zaqueo vemos la búsqueda de Dios, sin miedo… “convéncete de que el ridículo no existe para quien hace lo mejor” (S. Josemaría Escrivá, Camino 392).
Al final, su correspondencia a la gracia, propósitos de devolver… “Que aprendan los ricos que no consiste el mal en tener riquezas, sino en no usar bien de ellas; porque así como las riquezas son un impedimento para los malos, son también un medio de virtud para los buenos” (S. Ambrosio). Jesús llamó a la puerta de Zaqueo y él oyó-subió-abrió, con el esfuerzo que supone querer oír, alzarse y abrir. Jesús entró y comieron juntos. Y la salvación iluminó la casa de un pecador que deseaba oír-ver, quería levantarse y anhelaba abrir la puerta. La salvación entró en casa de alguien que, sabiéndose necesitado de ella, aguzó el oído (Luis Ángel de las Heras).
También de este pasaje aprendo a tener confianza a todos, como hacías tú, Jesús. Deberíamos hacer fácil la rehabilitación de las personas que han tenido momentos malos en su vida, sabiendo descubrir que, por debajo de una posible mala fama, tienen muchas veces valores interesantes. Pueden ser "pequeños de estatura", como Zaqueo, pero en su interior -¡quién lo diría!- hay el deseo de "ver a Jesús", y pueden llegar a ser auténticos "hijos de Abrahán". ¿Nos alegramos del acercamiento de los alejados?, ¿tenemos corazón de buen pastor, que celebra la vuelta de la oveja o del hijo pródigo?, ¿o nos encastillamos en la justicia, como el hermano mayor o como los fariseos, intransigentes ante las faltas de los demás? Si Jesús, nuestro Maestro, vino "a buscar y a salvar lo que estaba perdido", ¿quiénes somos nosotros para desesperar de nadie? "Hoy voy a comer en tu casa". "Hoy ha sido la salvación de esta casa". Cada vez que celebramos la Eucaristía, que es algo más que recibir la visita del Señor, debería notarse que ha entrado la alegría en nuestra vida y que cambia nuestra actitud con los demás (J. Aldazábal).

2. Hoy leemos las cartas que fueron dirigidas a Sardes y a Laodicea. El tono aparece pesimista. Hay desconcierto quizá porque la caída de Jerusalén no supuso como pensaban el fin del mundo. Pero se va viendo que no se puede interpretar así la historia, sino que la visión de Dios es distinta de la del teatro del mundo…y nuestra esperanza se basa en Dios y no en signos de la historia.
-“Tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Despierta... Si no estás en vela, vendré como un ladrón sin que sepas la hora, te sorprenderé”. Los cristianos del siglo I, como nosotros, se veían tentados por la falta de vitalidad y de dinamismo... la muerte, el sueño, la tibieza espiritual. Juan repite los acentos de Jesús: «Velad... despertaos... vengo... os sorprenderé como un ladrón que viene de improviso».
El tema de la «venida» de Jesús es esencial. Este tema importante ocupa ahora un lugar destacado en las nuevas aclamaciones eucarísticas: «esperamos tu venida gloriosa, esperamos tu retorno... Ven, Señor, Jesús...» Inmediatamente después de la consagración, en cada misa, reafirmamos esta fe, que estaba ya presente en el credo, aunque poco valorada: «Volverá glorioso a juzgar a vivos y muertos
-“No eres ni frío ni caliente... Puesto que eres tibio, te vomitaré de mi boca”. Ningún texto condena con tal fuerza la «mediocridad espiritual»… ¿no es quizá la tibieza, la mediocridad lo que caracteriza muchos de mis días? Señor Jesús, enviado por el Padre para sanar y salvar, ¡ten piedad de mí!
“Escucha mi consejo... Cúrate... A los que amo los reprendo y corrijo. ¡Vamos, sé pues ferviente y arrepiéntete!” Es exactamente el mismo Jesús del evangelio, que curaba a los enfermos y devolvía la vista a los ciegos. «A los que amo». ¡Qué ternura en estas palabras! «¡Vamos, anímate!» Escucho estas palabras de aliento que Jesús me dirige. También en este momento me repites las mismas palabras: «¡vamos, ánimo, arrepiéntete!»
-“Mira que estoy a la puerta y llamo...” Una hermosa imagen de la Biblia, es un símbolo, muy comprensible, para todos los tiempos. Dios es «el que espera a nuestra puerta y solicita entrar en nosotros». Humildad de Dios. Discreción de Dios. Proximidad escondida. «El Señor ha llamado a tu ventana, amigo, amigo, amigo... Pero tú dormías.» (Padre Duval)
-“Si alguien oye mi voz y abre la puerta...” Inmenso y misterioso respeto a la libertad de cada uno. Dios no fuerza la puerta. Incluso la «fe», a pesar de la gracia que solicita a todo hombre, sigue siendo un acto libre. Cuando pienso, Señor, como te hemos obligado, a «¡esperarte fuera!» Y, aun más, sin cansarte, continúas llamando discretamente... para que te abramos. Quiero meditar detenidamente esta imagen. Concédeme, Señor, una mayor atención a tu Presencia. Ayúdame a interpretar los signos de tu «venida» cotidiana. Pues, en realidad, es así como «Tú vienes» cada día.
-“Entraré en su casa y cenaré con él y El conmigo”. La cena, intimidad, felicidad. La «comunidad cristiana» de Laodicea, a la que escribía san Juan, no podía dejar de aplicar todas esas imágenes a la eucaristía, sacramento de la presencia de Jesús, anuncio del «festín mesiánico» del fin de los tiempos. Cenar con un amigo, un invitado. Tal es el ofrecimiento de Dios… dulzura y esperanza: tal es una de las imágenes del «fin de los tiempos». ¡Gracias, Señor! (Noel Quesson).

3. En el momento de participar en la Eucaristía, reconozcamos la voz de Jesús: "estoy a la puerta llamando; si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos". Si lo hacemos así, nos incorporará al cortejo de los que participan de su victoria: "a los vencedores los sentaré en mi trono, junto a mí". Es lo que cantamos en el salmo: “El que procede honradamente / y practica la justicia, / el que tiene intenciones leales / y no calumnia con su lengua”. Te pido, Señor, un corazón bueno, que sepa amar: “El que no hace mal a su prójimo / ni difama al vecino, / el que considera despreciable al impío / y honra a los que temen al Señor”. Quien no    hace daño y obra la verdad, “el que así obra nunca fallará”.
Llucià Pou Sabaté

sábado, 17 de noviembre de 2012


Domingo de la semana 33 de tiempo ordinario; ciclo B

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
San Miguel salva a Israel, y anuncia que Jesús con su sacrificio nos salvará de una vez para siempre, y nos reunirá.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre»” (Marcos 13,24-32).  
1. En el Evangelio, Jesús habla del fin del mundo: “el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte”; y para cuando se acabe todo hay que tener la maleta hecha, estar preparados, haber dado fruto: “Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que Él está cerca, a la puerta”. Y como no sabemos cuándo será el examen de la vida, hemos de llevar las asignaturas al día, sobre todo la del amor. Ya no habrá más cosas desagradables, será todo precioso entonces, como una fiesta continua con los mejores deportes, las mejores músicas y canciones y bailes, los mejores amigos y por supuesto nuestra familia, todas las diversiones y paisajes con montañas y valles, ríos y mares, islas y playas, aves y peces y nuestros animales preferidos, y los salvajes,  que podremos jugar con ellos, todo lleno de olores y colores y sabores y con las mejores comidas y pasteles y helados, etc. Y allá se podrá practicar desde el esquí al submarinismo, básquet y fútbol con los mejores jugadores de la historia, pero lo mejor será estar con el Señor, y con la Virgen y los santos junto al Padre en el Espíritu Santo. ¡Vale la pena luchar por ello, ánimo!
2. El libro de Daniel dice que Miguel arcángel salvará al pueblo de Israel y “todos los inscritos en el libro… despertarán: unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad”. O sea que irán al cielo, nos habla de la resurrección de los muertos. Hace poco he leído el chiste de uno que llama preguntando por alguien: “¿está fulanito?” y responden al otro lado: “-no, pero vendrá”. Insiste: –“¿Cuándo? ¿Tardará mucho en ir?” –“no sé, pero vendrá”, le dicen. Y algo curioso, quiere aclarar cómo sabe que irá si no lo conoce: “-oiga, ¿cómo está usted tan seguro?, ¿con quién hablo?” Y le responden: –“Con el cementerio…”
En la Misa de hoy nos dice Jesús: “yo tengo pensamientos de paz y no de aflicción”, de manera que si alguna cosa nos quita la paz, no es de Dios, hemos de quitarla de la cabeza como si fuera una idea del demonio, porque Jesús es Príncipe de la Paz, y hemos de pensar las cosas –también las decisiones difíciles-  de manera que nos den paz, pensamientos de paz, de resurrección… de cielo, que vale la pena. En la práctica, eso se hace pensando de manera positiva y constructiva, sin olvidar que lo mejor está por venir, sin dejarse ganar la batalla de la esperanza, que tanto fastidia al demonio, y por eso nos quiere hacer perder la paz… Daniel, en tiempos difíciles, les anima a sus compañeros con esa esperanza, la gloria especial que Dios les tiene reservada, para que les anime ante la persecución que sufren.
Con el Salmo pido a Dios: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti”, con la esperanza de que el Señor es mi seguridad, “mi heredad” y mi suerte, yo “tengo siempre presente al Señor, con Él… no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas”, porque nos guía hasta el cielo: “Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua” a tu lado. No nos da una herencia de unos millones, Dios mismo y su Reino es nuestra herencia, la lotería que nos toca: ¡estamos de suerte, porque nos ama tanto, más que todas las madres y las abuelas del mundo juntas! Y ya es decir, eh?  Por eso queremos llevar el amor de Dios en nuestro corazón, seguir las pistas que nos da y decirle a Jesús que sea nuestro "camino": "Me enseñarás el camino de la vida" que lleva al "gozo pleno en la presencia" divina, a "la alegría perpetua" junto al Señor hasta más allá de la muerte, en la vida eterna, para siempre… "mi fiesta".
Mientras, vamos a seguir su mandato: "Tomad y bebed". Sí, nuestra suerte es maravillosa, nuestra parte la más bella... y sin cesar nos reunimos para dar "gracias". Esto es la Eucaristía. Tenemos ya la presencia de Dios, la prenda de felicidad... ¿Escuchamos a Jesús que pronuncia estas palabras ardientes? Nos preguntamos a veces lo que Jesús podría decir durante las largas noches que pasaba en oración y ¿hacemos oración? "Permaneced en mí, como yo permanezco en vosotros". "Estoy a la puerta y llamo... si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo". No es por mera casualidad que Jesús tomara como signo de su presencia ¡"una comida", a la cual nos invita!... La certeza de que Dios está con nosotros, Emmanuel. Podemos mantener con Él una conversación continua, día y noche: meditación-conversación-oración... nos prepara para el cielo. Señor, que te busque, que Tú seas mi único amor absoluto: los demás, contigo (porque quien busca el amor total en otros, se defrauda en los amigos, en los esposos, porque hay algo que sólo Dios da…).
3. La carta a los Hebreos nos dice que “Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio… Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a lo que van siendo consagrados”, y en la Misa se ofrece para nuestra salvación. Así como el Sacerdote entraba en el templo, Cristo ha entrado en un santuario eterno que es el cielo, su ascensión hasta el Padre y el sacrificio de Cristo abre a todos los hombres el acceso a los bienes espirituales, al cielo, en tanto que los sacrificios antiguos sólo eran símbolos: el sacrificio de Cristo es causa de una salvación eterna. Todo por su obediencia amorosa, que es aceptación y exaltación de la condición humana. Así, donde había el pecado, ahora hay más amor. El Señor nos introduce en la religión interior, fundada en la confianza de hijos y confianza, y no en el temor. No debemos, pues, preocuparnos de nuestros fallos y defectos, pues no importan, lo que importa es la victoria de Cristo sobre el pecado y nuestra buena voluntad en luchar, para que la victoria sea en todas sus consecuencias. Por ejemplo, no se trata tanto de hacer sacrificios para alcanzar el perdón, sino de perdonar para poder participar de la gracia del sacrificio de Cristo: “misericordia quiero, y no sacrificio”. Así también nosotros entramos en el templo, nuestra entrada ante Dios consiste en la «sinceridad y plenitud de fe..., la confesión de la esperanza..., la caridad y las buenas obras». Creyendo, esperando y amando: «Tenemos libertad para entrar en el santuario llevando la sangre de Cristo... Acerquémonos... por la fe, la esperanza y la caridad». Esto es lo que hemos de ofrecer. Esto es lo que hizo Cristo.
Llucià Pou Sabaté


viernes, 16 de noviembre de 2012


Sábado de la 32ª semana (par). Dios hará justicia a sus elegidos que le piden, y nos pide que cooperemos en la propagación de la verdad.

“En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: -«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad habla una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, corno esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara. "» Y el Señor añadió: -«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»” (Lucas 18,1-8).  

1. Lucas nos muestra muchas veces a Jesús orando y nos transmite su enseñanza sobre cómo debemos orar. Hoy, con la parábola de la viuda insistente.
-“Entonces les propuso esta parábola, para explicar a sus discípulos que tenían que orar siempre y no desanimarse”. Jesús quiere que despertemos de nuestras torpezas y de nuestras indiferencias, pero no quiere angustiarnos. Por eso, la contemplación del juicio en estos últimos días del año litúrgico, ha de hacerse con mucha paz. A las preguntas: ¿perseveraré hasta el fin? ¿Sería yo capaz de abandonar a Dios? ¿Podría mi fe desmoronarse por la duda o la desgracia?, el Señor nos habla de oración, que es una medicina anti-angustia:
-“Érase una vez un juez que no temía a Dios y se burlaba de los hombres. En la misma ciudad había una viuda que iba a decirle: «Hazme justicia»”. Las viudas eran generalmente objeto de explotación y marginación, junto con los huérfanos, los extranjeros y los enfermos. Podían buscar un defensor de sus derechos, que era llamado «Goel» y representaba el camino hacia una vida digna. Jesús toma este ejemplo y lo aplica a la oración. En la oración nos sentimos como la viuda: carentes de toda protección y a merced de la voluntad de Dios. Sin embargo, Dios no es un juez sordo o injusto. Dios se nos muestra como un Padre misericordioso, resuelto a escuchar a sus hijos. Fe y constancia, confianza y tenacidad, son las dos llaves que nos abren la posibilidad de un diálogo sincero con Dios y con los hermanos. Dios escucha el clamor de los marginados, de los oprimidos, de los justos. Si nosotros clamamos en estas condiciones hemos de tener la certeza de ser escuchados (servicio bíblico latinoamericano).
El juez por bastante tiempo no quiso atenderla, pero después pensó: "Yo no temo a Dios, ni respeto a los hombres; pero esa viuda me está amargando la vida: Le voy a hacer justicia para que no venga sin parar a importunarme..."” ¡Fijaos en lo que dice ese juez injusto! Pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que están clamando a El día y noche? Hemos de hacer como la viuda, seguros de que, si perseveramos, conseguiremos lo que pedimos, pues Jesús dijo esta parábola "para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse". Dios siempre escucha nuestra oración. Él quiere nuestro bien y nuestra salvación más que nosotros mismos. Nuestra oración es una respuesta, no es la primera palabra. Nuestra oración se encuentra con la voluntad de Dios, que deseaba lo mejor para nosotros. El Catecismo lo expresa con el ejemplo del encuentro de Jesús con la mujer samaritana, junto a la boca del pozo. "Nosotros vamos a buscar nuestra agua", pero resulta que ya estaba allí Jesús: "Cristo va al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús tiene sed, su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de él" (1560).
Esto se llama una parábola «a contraste» en la que la lección a sacar de ella es lo «contrario» del ejemplo expuesto. El juez es «sin Dios» y «sin misericordia» y acaba haciendo justicia... ¡Con cuánta mayor razón, Dios que es padre y ama a los hombres, hará justicia a los que ama y la hará prontamente! La lección esencial de la parábola no es la perseverancia en la oración, sino más bien en la certidumbre de ser atendida: si un hombre impío y sin escrúpulos acaba atendiendo a una pobretona, ¡cuánto más sensible será Dios a los clamores de los que, en su pobreza, se dirigen a El! Sus elegidos claman a El noche y día... Hay que rogar siempre, sin desanimarse... Vuelvo a escuchar esas palabras. Si nos pides esto, Señor Jesús, es porque Tú mismo lo has hecho también: orabas sin cesar noche y día. No nos pides nada imposible ¿Cómo trataré hoy de hacer algo mejor una plegaria continua? No, forzosamente, recitando fórmulas de plegarias... sino por una unión constante contigo.
-“Pero, cuando vuelva el Hijo del hombre, ¿encontrará Fe en la tierra?” Señor, confío en ti, y te pido que no te abandone jamás. ¿Qué voy a hacer HOY para alimentar mi fe? (Noel Quesson; J. Aldazábal).
Orar más y mejor es un deseo que a menudo se encadena con el deseo de hacer un poco de ejercicio físico, vigilar la dieta o comunicarnos con los amigos que hace años que no vemos. A veces tenemos la impresión de estar siempre empezando y de estar siempre interrumpiendo.
Cuando nos indignamos por la injusticia de los  hombres, y no podemos hacer nada, descubrimos a fondo la importancia de la oración. Nos podemos desanimar si no recibimos rápido lo que pedimos, y por eso, Jesús, nos cuentas la parábola que nos muestra la fuente de toda justicia y que conviene orar siempre, sin desfallecer jamás. Así la lucha por la justicia va unida a la confianza en Dios, íntimamente comprometido con los valores de la justicia (Josep Rius-Camps).

2. Después de la segunda carta de Juan, y antes de pasar al libro del Apocalipsis, leemos hoy algo de la tercera carta de Juan, dirigida a Gayo, un hombre bueno que atendía a los misioneros itinerantes que pasaban por su comunidad y les proveía de lo necesario, "cooperando así en la propagación de la verdad". En esta nueva evangelización a la que estamos convocados, todos tenemos unas cualidades, dones divinos, para ser protagonistas. En la Iglesia primitiva, había un intenso ir y venir de una comunidad a otra. Viajeros, misioneros, gentes de otra ciudad. Con dimensión local del lugar donde uno está y su cultura, etc., y dimensión universal en la comunión con el Cuerpo de Cristo y todos sus miembros.
En nuestras parroquias, en nuestros grupos ¿sabemos acoger al forastero? ¿Lo hacemos en nuestras familias? Vayamos más lejos. ¿Sabemos acoger «lo que nos diferencia», es decir, lo que en el otro no se asemeja a lo nuestro? Su temperamento, opuesto al nuestro, sus gustos, que encontramos extraños o raros, su manera de hablar o de actuar que nos molesta... etc.
-“Esos forasteros han dado testimonio de tu amor, ante la Iglesia”. La acogida, la hospitalidad han sido tan sinceras que han llenado el corazón de los beneficiarios, que lo comentan en las nuevas comunidades donde se insertan. Conviene a veces escuchar "lo que se dice de nosotros": ¿somos reputados como acogedores... o como gente "difícil de conectar"?
-“Harás bien de proveerlos para el viaje, de manera digna de Dios; pues por su Nombre salieron, sin recibir nada de los paganos...” Juan anima a cuidar de los "misioneros"… ¿Aporto también mi ayuda a los "misioneros" ¿Participo en la propagación del Evangelio y de la Fe?
En general ¿cuál es mi participación en la vida material de la Iglesia, para que pueda "seguir su obra"? Las colectas del domingo forman parte de la misa: ¿es sólo una costumbre? o ¿un gesto consciente? ¿quésentido damos a ese gesto? Varias veces durante el año hay colectas extraordinarias, cuyos fondos van destinados a obras de interés mundial. ¿No es ésta una manera de continuar lo que hacían ya nuestros hermanos los primeros cristianos?
Debemos acoger a tales hombres para ser colaboradores de la verdad.
Este es uno de los sentidos que podríamos dar a las colectas: "colaborar con la verdad"... ayudar a los que hacen progresar la "buena nueva"... (Noel Quesson).

3. Te pido hoy, Señor, por tantas personas anónimas que "cooperan en la propagación de la verdad", palabras que quiso poner Benedicto XVI como lema de su episcopado, de su vida: cooperar en la verdad. Y reciben la bienaventuranza del salmo: "dichoso el que se apiada y presta ... su caridad es constante, sin falta".
Llucià Pou Sabaté