lunes, 15 de octubre de 2012


Martes la 28ª semana de Tiempo Ordinario. Por Cristo hemos recibido el don de la fe, y una misión, para hacer que los gentiles respondan a la fe, para ello no nos esclavicemos a las normas, sino que vivamos el espíritu del amor.

“En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: -«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás»” (Lucas 11,29-32).  

1. Vemos el diálogo de Jesús con los fariseos:
-“Un fariseo invitó a Jesús a comer a su casa. Jesús entró y se puso a la mesa”. Jesús era "invitado" a menudo y aceptaba, pero mantenía su libertad ante esa gente, que cuida lo de fuera -limpiarse las manos, purificar los vasos por fuera- y descuidan lo interior.
-“El fariseo se extrañó al ver que no se lavaba antes de comer”. Esa ablución ritual tenía mucha importancia para los doctores de la Ley, para ser considerado como persona verdaderamente piadosa. Ahora bien, Jesús la omite, y sus discípulos le siguen. Les dirá algo duro:
-“Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis repletos de robos y maldades”. Los detalles exteriores, que pueden ser legítimos, sin embargo no son tan importantes como las actitudes interiores. Nosotros no nos escandalizamos ahora si alguien no se lava las manos. Pero puede haber "escándalos farisaicos" equivalentes, si nos contentamos con limpiar lo de fuera, mientras que lo de dentro lo tenemos impresentable, si ponemos demasiado énfasis en detalles insignificantes y casi hacemos depender de ellos la justicia o la salvación de alguien. ¿Qué es lo que nos preocupa: el ser o el parecer?, ¿cumplir los ritos externos o la conversión y la pureza del corazón? Nuestra religión es "religión del deber" o "religión de la fe y del amor"? (J. Aldazábal).
Este pasaje es uno de los más duros del Evangelio: Jesús desenmascara el mayor vicio con el que se enfrenta, la hipocresía revestida de legalismo (Biblia de Navarra). Recuerdo en literatura La dama de blanco como el paradigma de la persona que tiene que sufrir esos que, so capa de bien, cumpliendo la mera letra de los preceptos, no cumplen su espíritu: no se abren al amor de Dios y del prójimo, y bajo la apariencia de honorabilidad, apartan a los hombres del verdadero fervor, haciendo intolerable la virtud. Pienso también en otras novelas que retratan situaciones parecidas: Retrato de una dama, El idiota, La edad de la inocencia, La letra escarlata, La regenta, Laura a la ciutat dels sants… A la actitud de los fariseos que ponen su empeño, su religiosidad en el cumplimiento de ritos, de normas exteriores, opone Jesús la actitud del discípulo, que se esfuerza por la pureza interior, que pone lo esencial en el corazón. El corazón, lo profundo del hombre, su interior, es lo que importa mantener limpio. Porque aquello que brota del corazón -la injusticia, la rapacidad, la avaricia- es lo que mancha al hombre. La actitud farisea, en realidad, no conoce a Dios aun cuando le tenga constantemente en los labios. Jesús, veo que no te sometías a todas las costumbres sociales o religiosas de la época. Vas directamente a lo esencial. Hablas del "corazón", "centro profundo del hombre": más allá de los impulsos superficiales y ocasionales hay en nosotros una especie de opción decisiva que constituye verdaderamente nuestra personalidad y que las ciencias humanas llaman hoy "el proyecto fundamental del hombre"... un poco como en la expresión corriente "lo que me embarga el corazón". Esto es lo que cuenta para Dios. ¿Cuál es mi opción, mi proyecto fundamental?, ¿qué es lo que quiero más hondamente?
-“¡Insensatos! El que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior?” Dios es también, y ante todo, el que ha hecho el corazón humano, la conciencia. ¿Qué pasa en este "interior" mío profundo?
-“Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros.” ¡La pureza interior es el resultado del amor a los demás! ¡El amor fraterno y la limosna hacen puro nuestro corazón! El proyecto fundamental del hombre es amar: "daos como limosnas...", y todo será puro para vosotros (Noel Quesson).
Lo de "dar limosna" es uno de los temas preferidos de Lucas, pero no se sabe a qué se puede referir lo de "dar limosna de lo de dentro": ¿darse a sí mismo, su tiempo, su interés?, ¿dar desde dentro, con el corazón, y no sólo con apariencia exterior?

2. Sigue S. Pablo: “-No os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud: si os dejáis circuncidar, Cristo no os aprovechará nada”. Siempre el mismo argumento: poner su esperanza de salvación en prácticas religiosas o morales es tener la pretensión de «alcanzar la justificación por sí mismo» es dejar por inútil todo lo que Cristo ha venido a hacer.
Más importante que nuestro esfuerzo por la observancia de los mandamientos, está en dejarse amar por Dios, el amor gratuito y salvador de Dios, y dejarse guiar por él... A santa Teresa de Lisieux le gustaba decir que «llegaría ante Dios con las manos vacías».
-“Vosotros, que buscáis en la ley el medio de alcanzar la justificación habéis "roto" con Cristo, os habéis apartado de la gracia”. En efecto, lo esencial es no «romper» con Cristo. Lo esencial es estar agregado a Cristo, creer que todo viene de El. Señor, yo no confío en mis propias fuerzas, no me fío de mí, sé que soy débil... Pero creo en tu amor, confío en Ti, sé que Tú me amas.
A partir de esta convicción, ciertamente, se encuentra una correspondencia, en la obligación, en la práctica cristiana, en la obediencia a su voluntad: pero ¡todo resulta cambiado! Cuando se ama a alguien, cuando se le tiene confianza... se hacen por él una serie de cosas. Pero es mucho más fácil. Ya no se tiene la impresión de hacerlo por obligación. Se hace voluntariamente y gustosamente, por amor. Señor, líbranos de todo miedo.
Señor, ayúdame a seguirte por amor y no por temor. Yo quisiera, durante toda mi vida, darte siempre gusto.
Palabra clave de todo esto es lo que llama s. Pablo «don gratuito y gozoso». Es casi la misma palabra que significa «gracia» y gozo o «alegría». La gracia es la acción de Dios en nosotros... es la presencia activa de lo que es «más que nosotros»... es un dinamismo divino que actúa en el núcleo de nuestra vida... Dios nos precede siempre. Está "ahí", incluso cuando no prestamos atención a ello. Señor, hazme atento a tu presencia, a tu gracia de cada minuto.
Señor, sé que Tú también actúas en todo aquel con quien trato, o de quien tengo responsabilidad. Tu gracia activa trabaja en el corazón de todo aquel a quien hablo, con quien trabajo... Ayúdame, Señor, a adivinar lo que estás tratando de hacer en el corazón de los demás, para colaborar yo también en ella, si puedo.
-“A nosotros nos mueve el Espíritu a aguardar por la fe, los bienes esperados por la justicia. En efecto, en Cristo, ni la circuncisión, ni la incircuncisión tienen valor: lo que cuenta es la fe que actúa por la caridad”. No son nuestros méritos, sino el puro amor al cual nos adherimos por la fe, la esperanza y la caridad, lo que salva. «Abandonarse» es mucho más exigente: nos liberamos de una ley, cuando la cumplimos exactamente... pero nunca nos liberamos de amar. Nunca amamos suficientemente (Noel Quesson).

3. El salmo respira una actitud así: "cumpliré sin cesar tu voluntad, por siempre jamás, andaré por un camino ancho buscando tus decretos: serán mi delicia tus mandatos, que tanto amo".

Llucià Pou Sabaté

15 de octubre, Santa Teresa de Jesús. La llena el Señor de sabiduría en la ciencia del amor de la Humanidad Santísima del Señor, y ella corresponde con amor y dedicación de servicio a Dios y a los demás

“En aquel tiempo, exclamó Jesús: -«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mateo 11,25-30).  

1. En tiempo recios, ¡cómo agradecemos que alguien nos ayude a distinguir el día de la noche, la verdad de la mentira, el bien del mal! Hace años, el cardenal Martini dijo que los peores tiempos de la Iglesia no han sido aquellos en los que se han cometido muchos pecados, sino aquellos en los que se ha perdido el don del discernimiento, los tiempos en los que todo ha dado igual. La liturgia nos regala hoy la fiesta de Teresa de Jesús, una mujer "sabia" en tiempos no menos recios que los nuestros, una mujer que supo discernir. Ella no fue alumna de la Universidad de Salamanca o de la de Alcalá, pero se doctoró en la universidad de la oración y de la vida. La Iglesia la considera "doctora de la fe". Naturalmente, este doctorado no tiene nada que ver con un título académico. Es un don del Padre. Jesús lo dice en el evangelio de hoy: "Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla". Teresa, que no fue una mujer de temperamento débil o apocado, sí fue una creyente inundada por la sencillez que viene del Espíritu.
La sabiduría está en la búsqueda de la verdad, decía Juan Pablo II, “no es casual que, en el momento en que el autor sagrado quiere describir al hombre sabio, lo presente como el que ama y busca la verdad… la fe agudiza la mirada interior abriendo la mente para que descubra, en el sucederse de los acontecimientos, la presencia operante de la Providencia”. Se personifica luego con la madre y esposa, como cultivó santa Teresa esta ciencia del amor divino, hacia Jesús, Sabiduría encarnada,
"Señor Dios nuestro, que has suscitado a Santa Teresa para mostrar a tu Iglesia el camino de la perfección, concédenos vivir de su doctrina y enciende en nuestros corazones el deseo de la verdadera santidad" ¿Qué podemos aprender hoy de su experiencia espiritual para iluminar nuestra vida? Tres lecciones se me ocurren: 1) Sin amistad con Dios no hay transformación posible (ni personal ni social). La oración es la más profunda, arriesgada y necesaria aventura que puede emprender el ser humano; 2) Toda religiosidad naufraga cuando no es curada por la humanidad de Cristo. 3) La humildad, la audacia y la fortaleza son virtudes esenciales para afrontar las dificultades (gonzalo@claret.org).
Ella nos cuenta en el libro de su vida su amor a Dios, su adolescencia tibia, la ayuda que recibió de alguno y del libro “El tercer Abecedario” de Francisco de Osuna, su ingreso –que le costó superar muchas dificultades- en el Carmelo… y luego más dolores, de difamaciones, de decir que tenía el demonio, de quitarle los libros que tanto le gustaban, pero con la paz de escuchar en su oración al Señor: “No temas, hija, que desde hoy te daré libro Vivo”. En las Moradas cuenta como le fue llevando Dios hacia la cumbre más elevada y luminosa de la cristificación.
La oración mental es criticada en su época, y ella tiene que ser pilla para no ser condenada por promoverla. Es importantísima, pero va de la mano del amor, que lo es todo: «Que para esto es la oración, para que nazcan siempre obras, obras, obras», que en el pensamiento de la maestra equivalen a virtudes. “No pongáis vuestro fundamento sólo en rezar y contemplar; porque si no procuráis virtudes y no hay ejercicio de ellas, siempre os quedaréis enanas”. Es decir, sin oración no hay cristianos. Y sin cristianos no puede haber "nueva evangelización”, al menos en profundidad. Por eso Juan Pablo II, promotor de la misma, ha dicho que «el mensaje de santa Teresa conserva hoy toda su verdad y fuerza» y pide «que el pueblo cristiano se ponga a la escucha del mensaje teresiano» (Jesús Martí Ballester).
“Vuestra soy, para vos nací / ¿Que mandáis hacer de mí? / ...Vuestra soy, pues me criasteis, / Vuestra, pues me redimisteis, / Vuestra, pues que me sufristeis, / Vuestra, pues que me llamasteis, / Vuestra, porque me esperasteis, / Vuestra, pues no me perdí. / ¿Qué mandáis hacer de mí?”... (Santa Teresa). Fundó 15 nuevos monasterios diseminados por España. Escribió con mano de artista sus andanzas de fundadora, sus experiencias místicas, y bellísimas poesías. Fue gran maestra de espíritus y tuvo bien merecido el título de Doctora de la Iglesia con que ha sido honrada.
Los Ayes teresianos desde el destierro de este mundo con ansias de ir a Dios: ¡Cuán triste es, Dios mío, / la vida sin ti! // Ansiosa de verte / Deseo morir. // Carrera larga es la de este suelo, / Morada penosa, muy duro destierro. / ¡Oh dueño adorado!, sácame de aquí. //  Ansiosa de verte / Deseo morir. //  El amor mundano apega a esta vida. / El amor divino por  la otra suspira. / Sin ti, Dios eterno, ¿quién puede vivir? // Ansiosa de verte / Deseo morir.
El Evangelio nos recomienda la sencillez de niños, a fin de ponernos en manos del Padre: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños». Santa Teresa tuvo la certeza y la sencillez del niño, de saber que Dios, nuestro Padre, no nos abandona nunca. Por el contrario, somos nosotros quienes nos tenemos que abandonar en las manos de Dios. El Evangelio de hoy nos invita a ello: confiar en Aquel que nos acompaña siempre. Tener confianza y ser humildes no está de moda, pero ciertamente es el único camino para llegar a Dios. Lo afirma expresamente santa Teresa: «He visto claramente que, si queremos que la majestad soberana nos revele grandes secretos, hemos de entrar por esta puerta [la contemplación de Jesús]. No quiera nadie ningún otro camino (...). Este camino se ha de recorrer con libertad, abandonándonos en las manos de Dios».
“Sólo Dios basta”. Es un buen resumen de sus aspiraciones, de su vida. Armoniza la experiencia de gozo del amor de Dios con el sufrimiento de esta vida de una manera admirable.
“¡Oh hermosura que excedéis / a todas las hermosuras! / Sin herir, dolor hacéis, / y sin dolor deshacéis / el amor de las criaturas! / ¡Oh nudo que así juntáis / dos cosas tan desiguales, / no sé por qué os desatáis, / pues atado fuerza dais / a tener por bien los males!” Teresa de Jesús es una excelente guía para ir hacia Él, cansados y agobiados, confiados en que nos aliviará. Ir hacia Él y cargar con su yugo llevadero y aprender su mansedumbre y humildad de corazón. ¿Hay mejor modo de encontrar descanso? ¿Hay mejor senda para hallar la sabiduría?
“Nada te turbe, / nada te espante; / todo se pasa. / La paciencia / todo lo alcanza. / Dios no se muda. / Quien a Dios tiene / nada le falta. / Sólo Dios basta” (luisangelcmf@yahoo.es).
3. Santa Teresa y Nuestra Señora. Este día 15 podríamos ver muchos aspectos en relación con la fiesta de Santa Teresa de Jesús, y sin duda uno de ellos, en este mes del Rosario, nos habla de ir a Jesús por María. Revisando algunos documentos carmelitanos, se puede ver que entre sus primeros recuerdos de la infancia ya habla del amor a la Virgen: habla del cuidado que su madre tenía de hacerlos rezar y ayudarles a que fueran devotos de Ella y de algunos santos, que la comenzó a despertar a los seis o siete años; es conmovedora su oración cuando pierde su madre, a la edad de 13 años: afligida fue a una imagen de nuestra Señora y le suplicó con muchas lágrimas que ella fuera su madre; y desde entonces tiene conciencia de una protección especial de María, que la ha vuelto a ella cuantas veces tenía necesidad. Su devoción mariana crece día a día: acude a ella en las penas, la recuerda en sus fiestas, cultiva la devoción al Rosario... es una progresiva contemplación y experiencia de los momentos más importantes de la vida de la Virgen, según las palabras del Evangelio, que van haciendo mella en su alma, va acogiendo su corazón de Fundadora aquellos misterios: así, el canto del Magnificat estará en sus labios constantemente; como también contempla el misterio de la Encarnación pensando en la presencia del Señor dentro de nosotros a imagen de la Virgen que lleva dentro de sí al Salvador; y penetra en el corazón de María al pie de la cruz, porque ha entrado místicamente en el dolor de la Virgen, cuando ella también ha probado la desolación y la noche oscura del espíritu. Sus profundas experiencias místicas le llevan a revivir los misterios de la vida de María. También es muy interesante ver como desde la primera fundación la devoción mariana va siempre acompañada a la de San José, que en sus experiencias místicas lo ve al lado de la Virgen, quien le dice que pusiese al primer convento el nombre de san José, que ellos dos serían los protectores.
María es vista por Teresa como la primera cristiana, la discípula del Señor, la seguidora de Cristo hasta el pie de la Cruz. En ella se han mirado siempre como al espejo las carmelitas, y Teresa de una manera particular ve en Nuestra Señora la esposa ideal del Cantar de los cantares, la mujer perfecta, totalmente poseída por Dios, enamorada de Él, que nunca ha puesto resistencia a las mociones del Espíritu Santo; modelo de una adhesión total a la Humanidad de Cristo. Ella es modelo de sentimientos de pureza de corazón, de pensamiento y de intención; de pobreza y humildad; de admiración que llega al estupor ante las maravillas de Dios: para Teresa es ejemplo y modelo de todas las virtudes, y la Madre que nos enseña que la cruz es camino por la gloria.
Esta filiación a santa María queda expresada en muchos detalles hasta el punto que decir Carmelo es decir María, el Carmelo es todo de María. Ella es Señora, Patrona, Madre de la Orden y de cada uno de sus miembros. Todo es mariano en los Carmelos de Santa Teresa: el hábito, la Regla, las casas. Ya la primera casa la confía a Ella en el gobierno, y la llama "mi Priora”. Su devoción al Santo Escapulario queda expresada en lo que dice a propósito de la muerte de un carmelita: porque ha vivido su estado de vida religiosa, le han aprovechado las Bulas de la Orden para no entrar en el Purgatorio. Y desde que recibió una especie de investidura mariana para ser Fundadora, procuraba vivir y hacer vivir “la Regla de nuestra Señora del Carmen”, que tanta gloria da al Señor y a la gloriosa Virgen María, llevando su hábito. Veía a la Virgen como la gran intercesora, que con manto blanco acogía a todas y distribuía las gracias, como la de ir superando diversas dificultades que encontraban las fundaciones, y por ella se van poblando “los ‘palomarcitos' de la Virgen nuestra Señora ..."
Sobre este fundamento del amor filial a la Virgen, se edifica la fraternidad carmelitana, ese amor del espíritu de familia. Ocupando lugar tan destacado en el Carmelo, las imágenes de la Virgen -"dulce Madre"- presiden también sus iglesias, y así Santa Teresa continúa propagando la devoción mariana a través de sus hijos.
Llucià Pou Sabaté

viernes, 12 de octubre de 2012


Sábado la 27ª semana de Tiempo Ordinario. La Virgen María, modelo perfecto de bienaventurada porque pone en práctica lo que el Señor le pide

“En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: -«Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.» Pero él repuso: -«Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen»” (Lucas 11,27-28).  

1. Jesús, hoy te echan un piropo a tu madre, y tú lo aceptas con gusto, llevándolo a un motivo más alto.
-“Mientras Jesús decía estas cosas, una mujer de entre la gente le dijo gritando”... Se realza a una mujer. Esta humilde mujer anónima, proclamará su admiración por Jesús:
-"¡Dichosa la madre que te llevó en su seno y que de su leche te alimentó!" (literalmente: "¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que chupaste!"). Vas a decir a todos que la Virgen es grande sobre todo por ser humilde, es la que creyó en la Palabra que Dios le había dirigido a través del ángel, la que dice: "hágase en mí según tu Palabra".
-“Entonces repuso Jesús: "Más dichosos son aún los que oyen la palabra de Dios y la cumplen"”. Jesús, lo habías ya dicho (Lc 8,21) en otra circunstancia. Repetimos las ideas que llevamos más adentro en el corazón. En contraste -"Mas dichosos aún"...- con la maternidad carnal de su madre, que es grande y realmente gloriosa, Jesús exalta la grandeza de la fe. Notemos una vez más que Jesús no opone "contemplación" y "acción"; la verdadera bienaventuranza comporta los dos aspectos, inseparables el uno del otro: - contemplar, escuchar, orar... - actuar, poner en práctica la Palabra, comprometerse... En Zürich vi esta frase en una iglesia protestante, como indicando el camino para la perfección; pero ellos no ven que está dicha precisamente para María en primer lugar: "dichosa por haber creído" (Lc 1,45), le dirá Isabel, y por haber "guardando en su corazón" los acontecimientos concernientes a Jesús (Lc 2,19)
-"Dichosos los que..." Cincuenta veces sale esta expresión en el conjunto del Nuevo Testamento... veinticinco veces de los labios mismos de Jesús en el evangelio. Se ve que te gusta, Jesús: que quieres indicarnos ahí el camino. Vemos ahí una nueva bienaventuranza: Dichosos los pobres, los mansos, los afligidos, los puros, los que construyen la paz, los perseguidos por la justicia... Dichoso, ese servidor que su amo, a su regreso, encontrará vigilante... Dichosos los que escuchan la palabra de Dios... Dichosa la que ha creído -María- el cumplimiento de las palabras que le fueron dichas... Dichoso aquel para el cual Jesús no es ocasión de escándalo. Dichosos los ojos que ven lo que vosotros véis... Dichoso tú, si aquel a quien has prestado dinero no puede devolvértelo... Dichoso aquel que cenará en el Reino de Dios... Dichosos vosotros cuyos nombres están inscritos en el cielo... Dichosos sois vosotros si sabéis ser servidores los unos de los otros, hasta lavaros los pies... Dichosos los que creerán sin haber visto… (Noel Quesson).
Podemos aprender de María la gran lección que nos repite Jesús: Madre mía, Santa María, que sepamos escuchar la Palabra y la cumplamos.
Escribo esto en el Año de la fe (2012-1013) a los 50 años del Concilio Vaticano II, precisamente cuando la Iglesia, en la reforma postconciliar, ha redescubierto el valor de la Palabra de Dios (J. Aldazábal).
La salvación no proviene de pertenecer a determinados grupos ni a exclusivismos,  sino de una actitud de amor ante el prójimo y ante Dios. Ni la sangre ni la carne ya son la norma de Jesús. Él rompe con la tradición judía y amplía el horizonte del Reino a toda persona que quiera recibir a Dios como el único soberano de su vida, en la escucha de la Palabra de Dios y el ponerla en práctica.
"Si María no hubiera escuchado y observado la Palabra de Dios, su maternidad corporal no la habría hecho bienaventurada" (S. Crisóstomo). En otro sitio (Mc 3,34) cuando le hablan de su madre y hermanos, dice ante los que le rodean: "He aquí mi madre y mis hermanos”. Es la familia de la fe, la Iglesia. María es la bendita, más porque creía en Cristo que por haberlo dado a luz (S. Agustín).

2. La presencia de Cristo hace que caduque la Ley en ese sentido transitoria:
-“Hermanos, antes de que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la «vigilancia» y el «dominio» de la ley, en espera de la fe que debía manifestarse. De manera que la ley ha sido nuestro «pedagogo» hasta Cristo, para ser justificados en virtud de la fe”. El "pedagogo" era el esclavo encargado de la educación de los hijos de las familias pudientes, y San Pablo nos dice que esto hace la Antigua Ley con nosotros: nos da pistas para ver el pecado, pero no la salvación.
-“Pero, una vez llegada la fe, ya no estamos bajo el «celador» o pedagogo, en griego. Porque, en Jesucristo sois todos hijos de Dios, por la fe”. A partir del día de Jesucristo (la salvación) por la fe podemos ser "hijos de Dios". Gracias, Señor, porque nos abres un camino de libertad (Noel Quesson).
-“En efecto, todos los bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo”. A los Romanos Pablo les dirá que el bautismo nos hace participar de la muerte y resurrección de Cristo. Meternos en su vestido, en su visibilidad, es como hacían los antiguos para el teatro tomar la máscara y las pieles del animal que representaban. También tiene esta palabra una idea de “sumergirse” como en un líquido, así hemos de meternos en Cristo, hasta perdernos en él, para verdaderamente encontrarnos.
-“Ya no hay ni «judío» ni «gentil» ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ¡porque todos no sois más que uno en Cristo Jesús!” Es la nueva situación de libertad y de filiación. Señor, ayúdame a sentirme hijo en la casa de Dios, y no prisionero de obligaciones. Que me dirija a Dios como Padre y no sólo como Creador o como Juez. Que cumpla en la familia, en la Iglesia, en el trabajo… por amor, no por interés o miedo al castigo. Que viva la fe y eduque a los hijos o a los jóvenes con la oración, la participación en la Eucaristía dominical motivados más por el amor, que por mera tradición, por miedo, por interés comercial con Dios.
Si la fe la sentimos como una losa, si todavía somos "esclavos" o nos sentimos "prisioneros" o necesitamos del "pedagogo" de la disciplina exterior como los niños romanos, no hemos llegado a la madurez.
3. Te canto, Señor, con el salmista: Cantadle al son de instrumentos, / hablad de sus maravillas; / gloriaos de su nombre santo, / que se alegren los que buscan al Señor”. A ti recurro, Señor, a su poder: “buscad continuamente su rostro. / Recordad las maravillas que hizo, / sus prodigios, las sentencias de su boca”. Te doy gracias por elegirme en tu amor: “El Señor es nuestro Dios, / él gobierna toda la tierra”.
Llucià Pou Sabaté

Domingo 28 (B): Jesús es la Sabiduría, saber auténtico, superior a todas las riquezas: es tener un buen corazón, capaz de amar a Dios y a los demás, que nos hace felices

“En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó:  -Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le contestó: -¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre. Él replicó: -Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño. Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: -Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme. A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: -¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios! Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: -Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios. Ellos se espantaron y comentaban: -Entonces, ¿quién puede salvarse? Jesús se les quedó mirando y les dijo: -Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo. Pedro se puso a decirle: -Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús dijo: -Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más -casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones- y en la edad futura, vida eterna” (Marcos 10,17-30).

1. El Evangelio nos habla de que para ser felices hay que cumplir las normas, pero mucho más importante es ser bueno, ser como Jesús, hacer las cosas por amor, seguirle en el camino de la vida. Y a cada uno pide algo, pero siempre que no seamos egoístas, que no adoremos el dinero. El joven plantea la cuestión de la salvación, la única cuestión importante: “¿qué hay que hacer para salvarse?” Recuerdo un joven que me preguntaba: “¿me salvaré?”, lo hacía con prisa, como el de hoy: “cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.»
Jesús, le recuerdas seis mandatos, que se refieren a cuidar por los demás, llevando así la cuestión de la salvación al amor, pues parece que pregunta para oír una opinión de escuela, e ir formando su opinión. Jesús, le recuerdas que solo Dios es bueno, la existencia de la Verdad, Dios. El joven cree que obedece a toda la ley: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.»
Es entonces cuando tú, Jesús, añades: "Sígueme". Te le quedas mirando con cariño, Jesús, y le dices: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.»
El voto de pobreza en algún momento de la historia se creyó que situaba a los religiosos en "estado de perfección", pero hemos visto que no existe tal estado, sino la perfección en el propio estado. Porque la perfección cristiana no es un estado, sino una meta y una vocación y, si se quiere, un camino que han de seguir todos los discípulos de Jesús. Seguir a Jesús no es propiamente "imitarle" en un sentido externo, sino hacer lo que nos pide a cada uno, como lo haría Jesús, esto es, viviendo para los demás.
A todos nos pide el Señor: "Sígueme". Creer y salvarse es, a fin de cuentas, unirse a la persona de Jesús, cada uno según su camino. Y no hay un tren solo, que si se pierde ya estamos perdidos, porque este que hoy pregunta a Jesús vemos que se va triste, pero luego puede volver, y el Señor le acoge. Es como si hubiera un tren cada día, Jesús vuelve por nosotros y nos abre nuevos caminos según como estemos en nuestro caminar por la tierra… Él no deja de llamarnos para emprender el camino de la santidad siguiendo sus pasos. Ahora, también Jesús vive y llama. Es el mismo que recorría los caminos de Palestina. No dejemos pasar las oportunidades que nos brinda.
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.» Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Señor, también nosotros queremos preguntar: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?» Quiero que me expliques tus palabras: "Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo". Quiero entender, Señor, a Dios como «lo bueno de la vida», como mi riqueza esencial. Quiero sustituir el «dime cuánto tienes y te diré quién eres» por el buscar contigo el Reino de  Dios, reino de justicia, de amor y de paz; reino de libertad, en el que la persona humana  vale por sí misma y no por lo que tiene. También quisiera descubrir este fundamento de la doctrina social  de la Iglesia, la justa distribución de los bienes,  considerados como un bien común antes que privado (Santos Benetti).
“Dios lo puede todo...” Esta es la clave. Tanto puede ser que Jesús se refiera a dar el salto a la puerta del cielo, que sólo Dios puede achucharnos (¿os imagináis un camello pasando por el ojo de una aguja?), como que la puerta de las ciudades era doble, la grande para caravanas y camellos y que había que avisar al encargado para abrirla, y la pequeña para personas, que estaba abierta durante el día, llamada “aguja”.
Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.» Otro Evangelista añade la pregunta: ¿Qué será de nosotros? Jesús dijo: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones-, y en la edad futura, vida eterna.» Jesús hace una familia, la Iglesia, y piden a algunos que le sigan como sacerdotes, otros buscando la santidad en medio del mundo siendo laicos, célibes o casados… este mes preparamos el DOMUND, el domingo de las misiones, y este año coincide con el Sínodo sobre la nueva evangelización, en este año de la fe (2012-2013). Para que el Evangelio llegue a todo el mundo, el primer medio que tenemos es la oración, para que todos tengamos más fe.
«Sígueme. Camina sobre mis pasos. ¡Ven a mi lado! ¡Permanece en mi amor!» (Juan Pablo II). Es la invitación que quizá nosotros hemos recibido... ¡y le hemos seguido! «Al hombre le es necesaria esta mirada amorosa; le es necesario saberse amado, saberse amado eternamente y haber sido elegido desde la eternidad. Al mismo tiempo, este amor eterno de elección divina acompaña al hombre durante su vida como la mirada de amor de Cristo. Y acaso con mayor fuerza en el momento de la prueba, de la humillación, de la persecución, de la derrota (...); entonces la conciencia de que el Padre nos ha amado siempre en su Hijo, de que Cristo ama a cada uno y siempre, se convierte en un sólido punto de apoyo para toda nuestra existencia humana. Cuando todo hace dudar de sí mismo y del sentido de la propia existencia, entonces esta mirada de Cristo, esto es, la conciencia del amor que en Él se ha mostrado más fuerte que todo mal y que toda destrucción, dicha conciencia nos permite sobrevivir» (id).
Cada uno recibe una llamada particular del Maestro, y en la respuesta a esta invitación se contienen toda la paz y la felicidad verdaderas. La auténtica sabiduría consiste en decir sí a cada una de las invitaciones que Cristo, Sabiduría infinita, nos hace a lo largo de la vida, pues Él sigue recorriendo nuestras calles y plazas. Cristo vive y llama. «Un día –no quiero generalizar, abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana –que es la razón más sobrenatural–, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que solo desaparece cuando te apartas de Él» (san Josemaría). Es la alegría de la entrega, ¡tan opuesta a la tristeza que anegó el alma del joven rico, que no quiso corresponder a la llamada del Maestro!
2. El libro de la sabiduría nos habla de esta ciencia divina, que hemos de estimar más que cualquier otro bien: “Supliqué y se me concedió un espíritu de sabiduría. La preferí a los cetros y a los tronos, y en su comparación tuve en nada la riqueza…: la preferí a la salud y a la belleza, me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso... Con ella me llegaron todos los bienes”. La sabiduría se hizo hombre… en Jesús: “Gracias, Maestro, por haber venido, por estar en medio de nosotros, hombre entre los hombres, el Hombre entre los hombres, como uno más... Gracias por haber venido y porque yo puedo mirarte y alimentar mi vida en ti” (J. Lecrecq). Ser sabios, Señor, es encontrarte a Ti, y seguirte. Sólo acierta en la vida quien te sigue. ¡Qué bonito tener ganas de ser sabio, de verdad, para salvar a los hombres, para salvar al mundo! Salomón se equivocó al final, pidió luz pero saber sólo no basta, hay que pedir un buen corazón, porque si no el dinero y las cosas pueden ocultar a Dios, es poner a dios en la riqueza, por eso al final de esta vida el que se salva sabe y el que no, no sabe nada, como le preguntan a Jesús en el Evangelio.
En el Salmo rezamos: “Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando? Ten compasión de tus siervos. Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Danos alegría, por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas. Que tus siervos vean tu acción, y sus hijos tu gloria. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos”. Todo pasa, menos el amor de Cristo. Somos tan importantes que podemos ser el que "habla a Dios", que lo trata de "tú"... ésta es la gran "sabiduría", la fuerza sobrenatural que nos lleva a "contar bien nuestros días, para ocuparlos bien" para que todo tenga fruto...
¿Y qué pasa con nuestros pecados? Pues que nos llevan a estar ocupados, pero no preocupados, que Dios no lo quiere, pues es una sabiduría de paz, no de inquietud, lo que quita la paz no es de Dios, nos han explicado mal las cosas…, o lo hemos entendido mal. Jesús dice: "Yo vine no para los justos, sino para los pecadores". Es normal que fallemos, le pedimos perdón a Dios y a los demás, y volvemos a luchar con alegría… Para salir del pecado, como para cualquier obra buena, no lo podemos hacer sólo con nuestras fuerzas: Dios y yo... La gracia y mi esfuerzo, Jesús y yo.
A veces somos como las olas, la vida es un perpetuo movimiento como las entrañas del mar, no sabemos qué nos pasa pero el humor cambia, y esos vaivenes por sentir el tiempo, un partido de fútbol perdido o que no nos pasan el balón, que nos desprecia un amigo o que otro no nos comprende, que nuestros padres tienen un problema… que me cuesta estudiar… y me siento solo, la sabiduría es saberme mirado por el Señor, que está conmigo, como una constelación sosegada sobre las olas. Él estaba ahí, durante aquel problema, y de aquello sacará una cosa buena… por caminos que solo él conoce. Es él el que nos anima en el fondo de nuestros pensamientos como testigo, el que nos habla en el fondo de nuestros sueños como confidente; el que nos hace entender desde el fondo de los recuerdos, ya casi olvidados… es el encanto de un antiquísimo compañero con quien compartimos los peligros y las alegrías, para vivir sin miedo, como decía la canción de Rosana: “Sin miedo sientes que la suerte está contigo, jugando con los duendes abrigándote el camino, haciendo a cada paso lo mejor de lo vivido… mejor vivir sin miedo.” Es levantarse por la mañana y abrir los ojos a este mundo mágico que no se ve, del amor y la amistad, y ver esas tres gaviotas que vuelan en el cielo y que en su dibujo forman los ojos y la sonrisa de Dios. “Sin miedo, lo malo se nos va volviendo bueno, las calles se confunden con el cielo. Y nos hacemos aves, sobrevolando el suelo, así… Sin miedo, si quieres las estrellas vuelco el cielo. No hay sueños imposibles ni tan lejos. Si somos como niños… Sin miedo a la locura, sin miedo a sonreír… Sin miedo, las olas se acarician con el fuego, si alzamos bien las yemas de los dedos, podemos de puntillas tocar el universo, sí… Sin miedo, las manos se nos llenan de deseos… Que no son imposibles ni están lejos. Si somos como niños. Sin miedo a la locura, sin miedo a sonreír”.
3. La carta a los Hebreos nos cuenta que la palabra de Dios es penetrante y llega a lo más profundo del hombre, ante Él "todo está descubierto", pero no como un ojo vigilante para espiarnos, como el “Gran Hermano”, sino como la madre que nos cuida para darnos lo mejor. Es una cámara que se nos mete dentro para ayudarnos, “viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón. No hay criatura que escape a su mirada. Todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas”. Deja desnuda nuestra alma y todos los secretos de nuestra vida. Debo ponerme cada día frente a la Palabra de Dios como frente al espejo de la verdad, para crecer por dentro como hijo de Dios. Éste sí que es el Espejo mágico pero de los buenos, el examen de conciencia.
Llucià Pou Sabaté

jueves, 11 de octubre de 2012


12 de octubre. Nuestra Señora del Pilar. María, por la que nos llegan las gracias del cielo, es pilar seguro que nos protege de todo mal, guía materna que nos lleva hacia el cielo

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: -«Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.» Pero él repuso: -«Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen»” (Lucas 11,27-28).  

1. La advocación de la "Virgen del Pilar", de tan profunda raigambre hispánica, se funda en una antigua leyenda: el apóstol Santiago el Mayor, gran evangelizador de España, en una de sus andanzas se apoyó, extenuado, sobre una columna, y sintió que la Madre de Jesús lo animaba a completar la misión recibida de su Hijo. En el lugar se construyó más tarde una capilla, y después la gran Basílica del Pilar de Zaragoza. A esta advocación se encomendaban los soldados españoles que combatían por expulsar a los moros, y se dice que Cristóbal Colón encomendó a la Virgen del Pilar su trascendental aventura marítima. El papa Clemente XII fijó para el emblemático 12 de octubre la festividad de la Virgen del Pilar. Esta celebración nos exhorta a continuar la labor misionera de Santiago, que propuso el Evangelio desde el diálogo y la organización de las comunidades cristianas, y no mediante la espada y el aniquilamiento de las culturas autóctonas. La liturgia dedica a María de Nazaret un bello himno con motivo de esta invocación: "Esa columna, sobre la que posa, leve, sus plantas tu pequeña imagen, sube hasta el cielo: puente, escala, guía de peregrinos. Cantan tus glorias las generaciones, todos te llaman bienaventurada; la roca firme, junto al Ebro enhiesta, gastan a besos. Abre tus brazos virginales, madre, vuelve tus ojos misericordiosos, tiende tu manto, que nos acogemos bajo tu amparo" (jesusjorgetorres@yahoo.es). 
Hace unos días celebramos Nuestra Señora del Rosario y hoy la Virgen del Pilar nos recuerda que el pilar de nuestra fe, la roca angular, es Cristo Jesús.
1. Una mujer lanza un “piropo” a Jesús: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!». A ti, Jesús, te gusta que digan eso de tu madre, pero prefieres añadir algo más allá de la maternidad biológica: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan». Es la bienaventuranza de la Palabra, el piropo que recibe la Virgen por parte de su Hijo. Porque Ella fue la primera que escuchó y aceptó la Palabra de Dios en el anuncio del Ángel con su “fiat” incondicional. Su «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38) fue un asentimiento de fe que abrió todo un mundo de salvación. Como dice san Ireneo, «obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano». Esta bienaventuranza de la Palabra nos recuerda también aquel otro pasaje evangélico, en el que Jesús llama familiar suyo a todo el que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen» (Lc 8,21). María es Madre de la Iglesia. María es Madre de todos los que sinceramente aceptan la Palabra de Dios e intentan cumplirla alegremente como hijos suyos. La altura que la Virgen alcanza en la fe, mediante la escucha y la práctica de la Palabra de Dios, la convierte en un claro ejemplo de fe para el discípulo de Cristo. La figura de María nos enseña que creer en la Palabra de Dios (escucharla y practicarla) supone un cambio radical en nuestra vida diaria (Pablo Casas Alhama).
La razón profunda de la excelencia de la Madre de Dios es esa fe encarnada por la escucha y la generosidad en vivir la Palabra. Siendo María toda la hermosura y plenitud física que puede ser pensada en una mujer, sin embargo, si es en verdad la bendita entre todas mujeres, según proclama de ella Isabel, su prima, se debe a que es la llena de Gracia, en palabras de Gabriel.
Su exquisita sensibilidad sobrenatural, siendo la llena de Gracia, le hace captar ante todo lo que Dios espera en cada instante: en aquello que le afecta personalmente de modo directo, y en las otras situaciones del mundo de las que tiene noticia. María es la que escucha a Dios por antonomasia. La que descubre el querer divino –siempre amoroso por lo demás– para cada instante: nada la distrae de Dios y así puede agradarle en todo, mientras nos esforzamos, con renovado tesón, en el trabajo fue implantado el Reinado de Dios en el mundo.
Es para nosotros modelo de vida cristiana. Amar a nuestro Padre Dios consiste, desde luego, en escoger aquello que nos "pide", aunque tal vez nos pueda costar, no sea lo más fácil o lo que más apetece. Si en María nada distrae de Dios su entendimiento; si, persuadida de su pequeñez y de la grandeza de su Creador, únicamente piensa en Él, y en el mundo que debe manifestar su gloria, de modo particular en la vida de los hombres; de modo semejante sucede con su voluntad. La Madre de Dios es, asimismo, la que guarda por antonomasia la divina palabra, la Voluntad de Dios. He aquí la esclava del Señor, declaró ante el arcángel, manifestando así lo que sería el programa de su completa existencia. La vida de María se consuma, pues, plenamente en la condición que su divino Hijo exige a los Bienaventurados, que escuchan la palabra de Dios y la guardan.
Sigamos el consejo de san Josemaría: invoca a la Santísima Virgen; no dejes de pedirle que se muestre siempre madre tuya: "monstra te esse Matrem!", y que te alcance, con la gracia de su Hijo, claridad de buena doctrina en la inteligencia, y amor y pureza en el corazón, con el fin de que sepas ir a Dios y llevarle muchas almas (Fluvium).
Esa columna sobre la que posa leve / sus plantas tu pequeña imagen, / sube hasta el cielo: es puente, / escala, guía de peregrinos.
Abre tus brazos virginales, Madre, / vuelve tus ojos misericordiosos, / tiende tu mano, que nos acogemos bajo tu amparo (de un himno de Laudes). Así hacía oración Juan Pablo II: «Doy fervientes gracias a Dios por la presencia singular de María en esta tierra española donde tantos frutos ha producido. Y quiero encomendarte, Virgen santísima del Pilar, España entera, todos y cada uno de sus hijos y pueblos, la Iglesia en España, así como también los hijos de todas las naciones hispánicas. ¡Dios te salve, María, Madre de Cristo y de la Iglesia! ¡Dios te salve, vida, dulzura y esperanza nuestra! A tus cuidados confío [...] las necesidades de todas las familias de España, las alegrías de los niños, la ilusión de los jóvenes, los desvelos de los adultos, el dolor de los enfermos y el sereno atardecer de los ancianos. Te encomiendo la fidelidad y abnegación de los ministros de tu Hijo, la esperanza de quienes se preparan para ese ministerio, la gozosa entrega de las vírgenes del claustro, la oración y solicitud de los religiosos y religiosas, la vida y el empeño de cuantos trabajan por el reino de Cristo en estas tierras. En tus manos pongo la fatiga y el sudor de quienes trabajan con las suyas; la noble dedicación de los que transmiten su saber y el esfuerzo de los que aprenden; la hermosa vocación de quienes con su conciencia y servicio alivian el dolor ajeno; la tarea de quienes con su inteligencia buscan la verdad. En tu corazón dejo los anhelos de quienes, mediante los quehaceres económicos procuran honradamente la prosperidad de sus hermanos; de quienes, al servicio de la verdad, informan y forman rectamente la opinión pública; de cuantos, en la política, en la milicia, en las labores sindicales o en el servicio del orden ciudadano prestan su colaboración honesta en favor de una justa, pacífica y segura convivencia. Virgen Santa del Pilar: aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad. Socorre a los que padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo. Fortalece a los débiles en la fe. Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios. Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres. Y asiste maternalmente, oh María, a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad. Así sea.»
2. 1 Crónicas 15, recuerda a la Virgen simbolizada por el arca de la alianza, presencia de Dios en medio de su pueblo, a través de María, lo cual es gozo para la Iglesia. La Antífona de entrada piensa en la Virgen como "la columna que guiaba y sostenía día y noche al pueblo en el desierto", y diremos en el aleluya: "afianzó mis pies sobre la roca y me puso en la boca un cántico nuevo". Domina pues en la liturgia la idea de la presencia de María en la Iglesia y de la firmeza que su intercesión y su devoción procura al pueblo de Dios.
Algunos documentos dicen que Santiago, "pasando por Asturias, llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, Celtiberia, la la Cesaraugusta romana, hoy Zaragoza, en la ribera del Ebro. Allí predicó Santiago y, entre los muchos convertidos eligió a ocho hombres".
En la noche del 2 de enero del año 40, estando Santiago con sus discípulos junto al río Ebro, "oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol". La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, pidió al Apóstol que le construyese allí una iglesia, en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que "permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio".
Desapareció la Virgen y quedó allí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron a edificar una ermita en aquel sitio. Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresar a Judea. Fue la primera iglesia dedicada a la Virgen Santísima. Que esta tradición es antigua lo muestra el sarcófago de Santa Engracia, que se conserva en Zaragoza desde el siglo IV, representa, en un bajorrelieve, el descenso de la Virgen aparececiéndose al Apóstol Santiago.
La fiesta del descubrimiento de América por parte de España y Occidente fue también el día doce de octubre. De ahí la unión cultural que esta fecha quiere significar para muchos. El Papa Juan Pablo II en 1984, al hacer escala en su viaje a Santo Domingo para iniciar la conmemoración del descubrimiento de América, la invocó como "patrona de la hispanidad". También hay quien llama ese día el día de la Raza. Aumentó la devoción a la Virgen del Pilar el prodigio ocurrido en la guerra civil de 1936-1939, cuando las tres bombas que cayeron sobre el templo no estallaron. Es un buen día para invocar su intercesión para las instituciones civiles, y la paz social.
Juan Pablo II diría en 1992: "Los marinos intrépidos de Palos, de Huelva, de Moguer, de Lepe, que en el nombre de Dios y de Santa María partieron del puerto de Palos, fueron protagonistas de aquella gran epopeya que llegaría a cambiar la configuración del mundo conocido y que, a la vez, abrió espacios insospechados a la expansión del mensaje cristiano".
Escribió Garcilaso de la Vega, historiador natural de Cuzco, Perú, que "ofrecía su historia para que se den gracias a Nuestro Señor Jesucristo y a la Virgen María, su Madre, por cuyos méritos e intercesión se dignó Dios sacar del abismo de la idolatría a tantas y tan grandes naciones y reducirlas al gremio de su Iglesia Católica Romana, la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que los crió".
3. La segunda lectura (He 1,12) nos habla también de la presencia de la Virgen en la Iglesia y de las alabanzas que el pueblo le tributa. El prefacio celebra las maravillas que Dios ha realizado en María, "esperanza de los fieles y gozo de todo nuestro pueblo". En la oración colecta se pide por intercesión de la Virgen "fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor", y en la oración de las ofrendas, se muestra el deseo de "permanecer firmes en la fe". En el salmo cantamos que "el Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado".
Reunámonos hoy en oración comunitaria y eucarística, como los Apóstoles con María en el Cenáculo, para dar gracias porque nos ha dado a su Madre, "que nos protege en su tienda el día del peligro, y nos alza sobre la roca" (Salmo 26). y aclamemos a María, intacta en su virginidad, gloriosa en su descendencia y triunfante en su asunción. Que ella sea nuestro gozo y la causa de nuestra alegría.
Llucià Pou Sabaté

miércoles, 10 de octubre de 2012


Jueves la 27ª semana de Tiempo Ordinario. Jesús nos enseña el poder de la oración. San Pablo nos muestra la libertad en el Señor

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos: -«Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle." Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos." Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿0 si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿0 si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»” (Lucas 11,5-13).

1. Jesús, sigues hoy con tu enseñanza sobre la oración: anteayer la escucha de la palabra, ayer el Padrenuestro, y hoy nos propones Jesús dos detalles de la vida familiar: el del amigo impertinente y el del padre que escucha las peticiones de su hijo.
-“Si uno de vosotros tiene un amigo”... es bonito ver como aprecia Jesús la amistad, los valores humanos…
-...“que llega a mitad de la noche para pedirle: "Préstame tres panes"”. La inoportunidad del amigo que llega a casa cuando no se espera… y le dice:
-...“un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle", y si, desde dentro, el otro le responde: "¡Déjame en paz! la puerta está cerrada; los niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme a darte el pan"”. Escena viva. Imagino la casa de una sola pieza, todos duermen ahí. Levantarse supone molestias para todos ¡y es complicado!
-“Yo os digo: que acabará por levantarse y darle lo que necesita, si no por ser amigos, al menos para librarse de su importunidad”. Jesús, otro día nos dirás de un juez al que hacen lo mismo (Lc 18,4-5). Del ejemplo no tomamos que Dios se canse de nosotros, más bien Jesús nos invita a perseverar en nuestra oración, a dirigir confiadamente nuestras súplicas al Padre. Y nos asegura que nuestra oración será siempre eficaz, será siempre escuchada: "si vosotros sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial...?" La eficacia consiste en que Dios siempre escucha. Que no se hace el sordo ante nuestra oración. Porque todo lo bueno que podamos pedir ya lo está pensando antes él, que quiere nuestro bien más que nosotros mismos.
¿Y qué pasa cuando parece que Dios no nos escucha, en el silencio de Dios? como cuando Jesús pidió que "pasara de él este cáliz", o sea, ser liberado de la muerte. Dice la Carta a los Hebreos (Hb 5,7) que "fue escuchado", pero fue liberado de la muerte a través de ella, después de experimentarla, no antes. Y así se convirtió en causa de salvación para toda la humanidad. No sabemos cómo cumplirá Dios nuestras peticiones. Lo que sí sabemos -nos lo asegura Jesús- es que nos escucha como un Padre a sus hijos.
Podríamos leer hoy unas páginas del Catecismo que nos pueden ayudar a entender en qué consiste la eficacia de nuestra oración. Son las que dedica al "combate de la oración", describiendo las objeciones a la oración en el mundo de hoy, por ejemplo las "quejas por la oración no.escuchada", a la vez que invita a orar con confianza y perseverancia (números 2725-2745; J. Aldazábal).
"Si pues vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas... ¡cuanto más vuestro Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden!” ¡El Espíritu Santo! “Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto: “Por la comunión con él, el Espíritu Santo nos hace espirituales, nos restablece en el Paraíso, nos lleva al Reino de los cielos y a la adopción filial, nos da la confianza de llamar a Dios Padre y de participar en la gracia de Cristo, de ser llamado hijo de la luz y de tener parte en la gloria eterna” (San Basilio).
En los dos, nos asegura que Dios atenderá nuestra oración. Si lo hace el amigo, al menos por la insistencia del que le pide ayuda, y si lo hace el padre con su hijo, ¡cuánto más no hará Dios con los que le piden algo! En otro sitio nos dices que nos darás cosas buenas, aquí nos aseguras tu Espíritu, nada más y nada menos.
-“Pedid y se os dará. Buscad y encontraréis. Llamad y se os abrirá”. Jesús afirma solemnemente que ¡Dios atiende la oración! Lo repite incansablemente y de diferentes modos.
-“El que pide recibe. El que busca encuentra. Al que llama le abren”. Hay que ir a Dios como pobre en la necesidad. La plegaria es ante todo una confesión de la propia indigencia: Señor, yo a eso no alcanzo... Señor, ando buscando... Señor, no comprendo... Señor, te necesito...
-“¿Qué padre, si su hijo le pide pescado, le ofrecerá una culebra? y si le pide un huevo ¿le dará un alacrán? Pues si vosotros, malos como sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos”... Sería impensable que una madre no reaccionara así. Siguiendo la invitación de Jesús, voy a contemplar detenidamente el amor del corazón de las madres y de los padres de la tierra: tantas "cosas buenas" son "dadas" cada día, por millones de padres y madres, bajo el cielo de todo el orbe de la tierra. ¡Nos da, nada menos que su propio Espíritu! El que pide, recibe. Pedid y recibiréis (Noel Quesson).
«Cuando nuestra oración no es escuchada es porque pedimos aut mali, aut male, aut mala. «Mali», porque somos malos y no estamos bien dispuestos para la petición. «Male», porque pedimos mal, con poca fe o sin perseverancia, o con poca humildad. «Mala», porque pedimos cosas malas, o van a resulta, por alguna razón, no convenientes para nosotros» (San Agustín).
«Dios no nos abandona nunca. No es cristiano pensar en la amistad divina exclusivamente como un recurso extremo. ¿Nos puede parecer normal ignorar o despreciar a las personas que amamos? Evidentemente, no. A los que amamos van constantemente las palabras, los deseos, los pensamientos: hay como una continua presencia. Pues así con Dios.
”Con esa búsqueda del Señor, toda nuestra jornada se convierte en una sola íntima y confiada conversación (…) oración constante, de la mañana a la noche y de la noche a la mañana. Cuando todo sale con facilidad: ¡gracias, Dios mío! Cuando llega un momento difícil: ¡Señor, no me abandones! Y ese Dios, manso y humilde de corazón, no olvidará nuestros ruegos, ni permanecerá indiferente porque El ha afirmado: Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá.
”Procuremos, por tanto, no perder jamás el punto de mira sobrenatural, viendo detrás de cada acontecimiento a Dios: ante lo agradable y lo desagradable, ante el consuelo... y ante el desconsuelo por la muerte de un ser querido. Primero de todo la charla con tu Padre Dios, buscando al Señor en el centro de nuestra alma. No es cosa que pueda considerarse como pequeñez, de poca monta: es manifestación clara de vida interior constante, de auténtico diálogo de amor» (J. Escrivá, Amigos de Dios 247).

2. Pablo nos muestra la libertad que supera particularismos:
-“Gálatas insensatos, ¿quién os fascinó a vosotros, a cuyos ojos fue presentado Jesucristo crucificado?” Parece que algunos gálatas rehusaron comer con los cristianos venidos del paganismo. La circuncisión era una costumbre, algo cultural, una señal perteneciente a un grupo, a una raza, a una tradición, pero no es esto lo que cuenta. Para salvarse ¡hay que mirar a Jesucristo "crucificado"! Señor, concédenos esta gracia... la de contemplar en profundidad tu Cruz... y de penetrar el misterio que en ella se revela... Señor, danos una libertad total respecto a todas las costumbres, incluso las más venerables para que sepamos valorar lo «esencial» de la Fe, aceptando de todo corazón que otros cristianos tengan otras costumbres y otros gustos distintos a los nuestros.
-“Os hago una sola pregunta: «Vosotros habéis recibido el Espíritu Santo: ¿Ha sido porque habéis practicado las obras de la Ley, o bien porque habéis escuchado la llamada de la Fe?»” Pablo se plantea: «¿es la Ley o es la Fe?» Decimos que es un dilema radical: «o bien esto... o bien aquello...» y dirá más tarde: «Nosotros, los judíos, hemos sido objeto de una elección particular de Dios. Pero no es un privilegio. Para nosotros, como para los gentiles, el único medio de llegar a ser «justos» y de librarnos de nuevos pecados, es la fe en Cristo, y no la observancia de la Ley de Moisés.» Nuestro cristianismo, no lo diremos nunca bastante, no es una moral, ni una ideología... es una persona, es «alguien». El rigor de las fórmulas y de las definiciones doctrinales es necesario... el esforzarse para una vida moral y responsable según la propia conciencia es necesario... Pero lo esencial es la «llamada de la Fe»: una llamada... un caminar hacia Cristo... la respuesta a esta llamada personal... el encuentro de Aquel que nos llama...
-“El que os otorga el «don» del Espíritu, no obra así porque habéis practicado las «obras de la Ley», sino porque habéis escuchado «la llamada de la Fe»”. Dios no salva al hombre en razón del mérito -porque ¡no tenga nada que reprocharse!-... sino por puro amor, por «donación». Hay que aceptar ser amado: Gracias, Señor (Noel Quesson).

3. Te doy gracias, Señor, con el responsorio, por librarnos de tantas ataduras, al darnos tu ley de libertad: “Nos ha suscitado una fuerza de salvación / en la casa de David, su siervo, / según lo había predicho desde antiguo / por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos / y de la mano de todos los que nos odian; / realizando la misericordia / que tuvo con nuestros padres, / recordando su santa alianza.
Y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán. / Para concedernos que, libres de temor, / arrancados de la mano de los enemigos, / le sirvamos con santidad y justicia, / en su presencia, todos nuestros días.”
Llucià Pou Sabaté 

martes, 9 de octubre de 2012


Miércoles de la 27ª semana. Jesús nos invita a un trato filial con Dios Padre, con la oración del Padrenuestro.

“Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: -«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.» Él les dijo: -«Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación"»” (Lucas 11,1-4).
1. Jesús, ayer nos hablabas de la escucha de la palabra de Dios, hoy y mañana continuas con esta enseñanza, hablándonos de la importancia de la oración. El Padrenuestro del evangelio de Lucas es menos desarrollado que el de Mateo: contiene dos peticiones referentes a Dios: "santificado sea tu nombre, venga tu reino" (Mateo añade "hágase tu voluntad") y tres para nosotros: "danos el pan", "perdona nuestros pecados" y "no nos dejes caer en la tentación" (Mateo añade "mas líbranos del mal"). Los especialistas dicen que es más fácil pensar que Mateo haya añadido matices que no que Lucas los haya suprimido, y por tanto la versión de Lucas podría considerarse más cercana a lo que dijo Jesús. Todavía hay otra versión del primer siglo, la de la Didaché, que añade una doxología final: "tuyo es el reino ", que nosotros también decimos en la Misa como conclusión del Padrenuestro. El Espíritu Santo ha ayudado a concretar la forma en que la rezamos en la Iglesia. También desde 1988 se ha unificado para los veintitantos países de habla hispana.
Ver a Jesús rezar les lleva a los apóstoles a preguntarle por la oración. Jesús, nos das esta plegaria que hace viva la consideración de nuestra filiación divina. Fomenta nuestro deseo de glorificar al Padre y que se apresure la venida de su Reino. El centro de nuestra vida se va haciendo más Dios. Pedimos también por nosotros: que nos dé el pan de nuestra subsistencia, nos perdone las culpas y nos dé fuerza para no caer en la tentación. Es nuestra oración de hijos. Lucas trae como invocación inicial una sola palabra: "Padre", que la comunidad primera conservó cariñosamente, recordando que Jesús llamaba a Dios "Abbá, Papá". Mateo añade lo de "nuestro, que estás en los cielos".
Son muy ricos los comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica a las peticiones del Padrenuestro, en sus números 2759-2865, en los que presenta esta oración como "corazón de las sagradas Escrituras", "la oración del Señor y oración de la Iglesia" y "resumen de todo el evangelio" (J. Aldazábal).
“La expresión tradicional "Oración dominical" [es decir, "oración del Señor"] significa que la oración al Padre nos la enseñó y nos la dio el Señor Jesús. Esta oración que nos viene de Jesús es verdaderamente única: ella es "del Señor".  Por una parte, en efecto, por las palabras de esta oración el Hijo único nos da las palabras que el Padre le ha dado (cf Jn 17,7): él es el Maestro de nuestra oración. Por otra parte, como Verbo encarnado, conoce en su corazón de hombre las necesidades de sus hermanos y hermanas los hombres, y nos las revela: es el Modelo de nuestra oración” (2765).
La infancia espiritual lleva a las almas a sentir el consuelo de abandonarse totalmente en este Padre bueno que es Dios: «Yo soy esa hija, objeto del amor previsor de un Padre que no ha enviado a su Verbo a rescatar a los justos sino a los pecadores. Él quiere que yo le ame porque me ha perdonado, no mucho, sino todo. No ha esperado a que yo le ame mucho, como Santa María Magdalena, sino que ha querido que yo sepa hasta qué punto Él me ha amado a mí, con un amor de admirable prevención, para que ahora yo le ame a Él ¡con locura...!» (Sta. Teresa de Lisieux).
«Si recorres todas las plegarias de la Santa Escritura, creo que no encontrarás nada que no se encuentre y contenga en esta oración dominical. Por eso, hay libertad de decir estas cosas en la oración con unas u otras palabras, pero no debe haber libertad para decir cosas distintas. (...) Aquí tienes la explicación, a mi juicio, no sólo de las cualidades que debe tener tu oración, sino también de lo que debes pedir en ella, todo lo cual no soy yo quien te lo ha enseñado, sino aquel que se dignó ser maestro de todos» (S. Agustín).
-“Un día estaba Jesús orando”... continuando con la necesidad de rezar que veíamos ayer, “cuando hubo terminado, uno de sus discípulos le pidió: "Señor, enséñanos una oración, como Juan Bautista enseñó a sus discípulos"”.
-El les dijo: "Cuando recéis decid: Padre nuestro... Abba”. Inaugura una forma de orar inaudita. La oración judía oficial se realizaba en el templo, el lugar por excelencia; Jesús convierte el sitio donde se encuentra en «lugar» adecuado para la oración («mientras él se encontraba orando en cierto lugar»). Por primera vez hay quien se dirige a Dios con confianza filial: «Abba» (en arameo, «Padre»). Jesús introduce un cambio profundo en la relación del hombre con Dios. Todas las religiones, incluyendo la religión judía (Antiguo Testamento), rezan a un Dios lejano, al que tratan de aplacar. Jesús sustituye la verticalidad por la horizontalidad: ¡Dios es Padre! Esta invocación nos introduce en el ámbito familiar de Dios y nos conduce al sentido más profundo de nuestra comunicación con El (Josep Rius-Camps).
¡Padre!, santificado sea tu nombre. ¡Padre!, haznos más hermanos, más caritativos. ¡Padre!, sé misericordioso con nosotros.
«Me has escrito: ‘Orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?’. —¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: ¡tratarse!’» (San Josemaría).
Los cristianos ortodoxos de rito griego y ruso, en la liturgia eucarística llamada de San Juan Crisóstomo (que siguen aún) se preparan así: «Y haznos dignos, oh Señor, para que con confianza y sin presunción osemos invocarte como Padre, Dios del Cielo, y decir: Padre nuestro...». En la Misa romana tenemos, de modo análogo y más resumido: «nos atrevemos a decir (audemus dicere): Padre nuestro...» (J. Jeremias). Osadía santa es llamar a Dios «Padre», novedad que rompe la tradición, el sentimiento de temor reverencial que tuvo Moisés al oír: No te acerques aquí. Quita las sandalias de tus pies (Ex 3, 5).
«La expresión Dios Padre no había sido revelada jamás a nadie. Cuando Moisés preguntó a Dios quién era Él, oyó otro nombre. A nosotros este nombre nos ha sido revelado en el Hijo, porque este nombre implica el nuevo nombre del Padre» (Tertuliano). Sólo Jesús, después de llevar a cabo la purificación de los pecados (Hebr 1, 3), puede ponernos en presencia del Padre: Henos aquí, a mí y a los hijos que Dios me dio (Hebr 2, 13).
«Tú, hombre, no te atrevías a levantar tu cara hacia el cielo, tú bajabas los ojos hacia la tierra, y de repente has recibido la gracia de Cristo: todos tus pecados te han sido perdonados. De siervo malo, te has convertido en buen hijo... Eleva, pues, los ojos hacia el Padre que te ha rescatado por medio de su Hijo y di: Padre nuestro... Pero no reclames ningún privilegio. No es Padre, de manera especial, más que de Cristo, mientras que a nosotros nos ha creado. Di entonces también por medio de la gracia: Padre nuestro, para merecer ser hijo suyo» (S. Ambrosio). Esta conciencia de la presencia del Padre -adquirida por el rezo del Padre nuestro, que no es otra cosa que la consideración de la filiación divina- es vital en el hijo de Dios:
«La conciencia que tenemos de nuestra condición de esclavos nos haría meternos bajo tierra, nuestra condición terrena se desharía en polvo, si la autoridad de nuestro mismo Padre y el Espíritu de su Hijo, no nos empujasen a proferir este grito: Abbá, Padre (Rm 8, 15)... ¿Cuándo la debilidad de un mortal se atrevería a llamar a Dios Padre suyo, sino solamente cuando lo íntimo del hombre está animado por el Poder de lo alto?» (S. Pedro Crisólogo).
Eficaz oración, que ha sido la base de toda catequesis cristiana: en la exposición de esta oración donde han desarrollado los Padres las implicaciones del cristiano como hijo de Dios. San Cipriano ve esta oración como el compendio de toda oración, y del entero Evangelio, como también es llamada por Tertuliano breviarium totius evangelii.
Dios es Padre; es el mensaje central del Nuevo Testamento: Jesús insiste continuamente en esta verdad (nos lo recuerda más de 170 veces en los Evangelios, en palabras salidas de sus labios). Considera S. Pedro Crisólogo que el sentimiento propio de un hijo de Dios es hablar con su Padre; Él mismo pone en nuestros labios la plegaria: «Viene como padre, porque el hombre no es capaz de aguantar la presencia de Dios, ni el siervo la del Señor. Y como permanece fiel a las palabras que pronunciara: abre tu boca, y Yo te la llenaré (Ps 80, 11), por eso, fieles, no dejéis de abrir vuestra boca para que él mismo pueda llenarla de esta plegaria: Padre nuestro, que estás en los cielos. El es quien nos enseña a rezar así; él mismo nos anima y nos lo ordena. Hermanos míos, vayamos en seguimiento de la gracia que nos llama, de la caridad que nos atrae, de la bondad que nos invita, ¡pues tenemos por Padre a Dios! Confiésele nuestra alma, que nuestra boca le anuncie, todo en nosotros respire la gracia y no el temor, ya que, siendo nuestro juez, se ha hecho nuestro padre y quiere ser amado, no temido».
Tratar a Dios con confianza de hijos lleva a fomentar en el alma los sentimientos de hijo, vivir como hijos. «Es necesario acordarnos, cuando llamemos a Dios 'Padre nuestro', de que debemos comportarnos como hijos de Dios» (S. Cipriano). «Es necesario contemplar continuamente la belleza del Padre e impregnar de ella nuestra alma» (S. Gregorio de Nisa). San Cipriano señala que lo propio del hijo de Dios es desear tener contento a su Padre: «Hemos de recordar y saber, queridos hermanos, que si llamamos a Dios Padre, hemos de vivir también como sus hijos para que, así como nosotros nos alegramos de tenerlo por Padre, así también Él se complazca de tenernos por hijos. Vivamos como templos de Dios (cf. 1 Cor 5, 16)...». De Orígenes es el comentario más antiguo del Padrenuestro que conocemos, y refiriéndose a la novedad de vida que la filiación divina conlleva, afirma: «Nuestra vida entera debería decir: "Padre nuestro, que estás en los cielos", porque nuestra conducta debería ser celestial y no mundana».
2.  Nos dice hoy Pablo: “-Luego, al cabo de catorce años subí nuevamente a Jerusalén... Les expuse el evangelio que proclamo entre los gentiles... para saber si corría o si había corrido en vano... Las autoridades constataron que yo había recibido la misión de evangelizar a los incircuncisos, como Pedro la de los judíos circuncisos”. Quiere ser verificado en la doctrina, por la Iglesia, la Tradición.
-“Reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Pedro y Juan que eran considerados como «columnas de la Iglesia» nos tendieron la mano, en señal de comunión a mí y a Bernabé”. Busca la comunión.
-Pero cuando vino Pedro a Antioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque se encastilló en su error... Por temor a los cristianos de origen judío... Dije a Pedro en presencia de todos...” Critica con libertad a Pedro, que a pesar de la decisión del Concilio, tiene «miedo»... teme «lo que dirán». Pablo reacciona vivamente (Noel Quesson).
3. Queremos rezar con el salmista por la nueva evangelización: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio… Alabad al Señor, todas las naciones, / aclamadlo, todos los pueblos. Firme es su misericordia con nosotros, / su fidelidad dura por siempre”.
Llucià Pou Sabaté