sábado, 27 de noviembre de 2010

Esperanza y vida, mundo y eternidad


Desde El Fedón, diálogo de Platón, se ha hablado mucho sobre la inmortalidad del alma. Dice el cantante José Luis Perales: “hay momentos en esta vida, tan felices, que pienso que el cielo lo tengo aquí -¿Y son frecuentes esos momentos? -Son intensos, maravillosos, pero no demasiado frecuentes. Por eso pienso que hay una vida después de ésta. No es lógico que vengamos a este mundo a pasar un minuto de felicidad por mil de infelicidad. En lo más profundo de mi ser hay el convencimiento de que hay otro mundo que no es así. No nos conformamos con que un día salga el sol y esté todo precioso, sino que queremos que sea siempre”. Recuerdo haber leído de un famoso general que en su epitafio mandó poner, entre otras cosas, los días que fue feliz, que eran bien pocos, y añadía, “y no todos seguidos”… una mujer al que se le murió el marido de accidente, a quien quería mucho, puso en un libro que le dedicó: “con él fui feliz los 30 años que pasé a su lado… todos seguidos”. Pero, aún así, sabiendo que la felicidad depende del amor, en esta vida no lo tenemos todo. Podemos estar contentos, pero no satisfechos por completo, si no en la esperanza de un mundo mejor. Porque llevamos dentro una sed de eternidades, de infinitud...
Hay una cierta intuición en el hombre, en la que se atisba todo esto y algunos autores paganos hablan de hombres que tienen deseo de ser dioses o hijos de dioses. Y el sentimiento de “endiosarse” lleva a la osadía de las cosas grandes. Constituye un endiosamiento: “Si hemos sido hechos hijos de Dios, hemos sido hechos dioses” (S. Agustín).
Esta intuición genera esperanza, que no es olvidar nuestra vida y el mundo. El marxismo clásico consideró a la religión como el opio del pueblo, pues la religión, mientras orienta la esperanza del hombre hacia una vida futura ilusoria, lo estaría apartando de la construcción de la ciudad terrestre. Pero hemos visto durante los desastres del siglo XX que en realidad son los sistemas sin Dios los que aniquilan al hombre, o los egoísmos individualistas que tenemos aún hoy: comamos y bebamos, que mañana moriremos es algo nefasto, pues el hombre sólo se realiza con la apertura hacia los demás. Pero tampoco está bien olvidarnos del mundo y pensar sólo en el cielo. Está claro que muchos cristianos han abandonado el mundo de aquí, pensando mucho en el mundo futuro, abandonando las obligaciones sociales… La noción de liberación “integral” propuesta por el magisterio de la Iglesia conserva, a la vez, el equilibrio y las riquezas de los diversos elementos del mensaje evangélico. Amor al mundo. A lo largo de la historia hemos visto concepciones de la vida muy pegadas a gozar de la tierra, y otras que desprecian esta realidad y buscan el cielo. Joan Maragall en su cántico espiritual se refería a un mundo al que amaba, y le costaba imaginar algo más grande: “si el mundo es ya tan hermoso, Señor, … / ¿qué más nos podéis dar en otra vida? /… querría / detener muchos momentos de cada día / para hacerlos eternos dentro de mi corazón”; en el centenario de este gran poeta, recordemos cómo su fe le llevaba no sólo a pensar en un más allá, sino a ver a Dios en nuestra realidad, por eso acababa su plegaria diciendo: “¡Déjame creer, pues, que estás aquí!”
            Llucià Pou Sabaté

lunes, 22 de noviembre de 2010

Sobre el Opus Dei, una perspectiva sociológica, por John Allen

Hace unos meses en España se pasó en la televisión la película “Camino”, con críticas al Opus Dei, a partir de la historia de una niña que murió, Alexia. Ahora se acaba de rodar la “verdadera historia de Alexia”, que saldrá en pantalla en unos meses, ya se pueden ver los resúmenes de la película. Hace pocos años fue más famosa la película que siguió al libro “El Código da Vinci” donde se tocaba también el tema de los “secretos” del Opus Dei. También está para salir al cine un film donde sale muy bien la figura de san Josemaría Escrivá. Por eso me animo a mandar ahora una reseña del libro que escribió poco después el más importante vaticanista, al menos en ambiente anglosajón, y aquí seguido pongo una entrevista breve, donde plantea desde fuera su visión “sociológica” de esta obra de Dios. Lógicamente no comparto todo lo que dice, pues Allen no comparte todo el magisterio del Papa, pero sí que es una visión periodística de un vaticanista, de entre lo que hay lo mejor que he visto, y por eso prefiero respetar su visión sin manipularla, en todo caso en la reseña ya comento alguna cosa.


Tras entrevistarse con unos 300 miembros del Opus, John L. Allen me los define como personas inteligentes, preparadas, competentes y equilibradas…, pero cuya organización debería ser más transparente y más autocrítica. Lo expone en ´Opus Dei´ (Planeta), libro respetuoso con el Opus: le absuelve de casi todos los pecados… menos del de una cierta arrogancia y autosuficiencia. El libro está sazonadísimo de datos: el Opus tiene 85.000 miembros (el 40% está en España y la mitad son mujeres), de los que el 78% son supernumerarios (personas laicas que, casadas o no, siguen las directrices del Opus y colaboran en sus actividades), el 20% son numerarios y el 2% son sacerdotes… Me informa de que un tercio de las redacciones de los diarios españoles se ha formado en centros del Opus.

JOHN L. ALLEN, PERIODISTA VATICANISTA: HA INVESTIGADO AL OPUS DEI

“‘El código Da Vinci’ beneficiará al Opus”

Tengo 41 años. Nací en pleno Kansas y, desde hace seis años, vivo en Roma. Soy corresponsal de la CNN y del semanario norteamericano National Catholic Reporter en el Vaticano. Estoy casado con Shanon y no tenemos hijos. Soy católico, como el 25% de los estadounidenses.


¿Ideología? Soy un periodista anglosajón, yo no juego a partidismos

VÍCTOR-M. AMELA - 03/06/2006

- ¿Qué es el Opus Dei?

- Una asociación católica que existía desde antes de El código Da Vinci, ja, ja…

- No sé si al Opus Dei le hará tanta gracia el asunto…

- Me consta que ahora en el Opus Dei empiezan a ver en la novela de Brown -y en la película- una oportunidad de la que obtener un provecho.

- ¿Cómo?

- Yo ya me he topado con una persona - un estadounidense- que se enteró de la existencia del Opus Dei gracias a El código Da Vinci, que le despertó curiosidad, le interesó, se acercó… ¡y hoy es ya miembro del Opus!

- Interesante.

- ¡La visibilidad pública mundial que al Opus le ha regalado El código Da Vinci equivale a una campaña publicitaria de miles de millones de dólares…!

- A costa de retratarlos como criminales…

- Al negarse a atender los ruegos del Opus Dei de no ser retratado así en la película, Hollywood aparece ahora como abusador y el Opus como víctima: le atraerá simpatías.

- El Opus debería contratarle como asesor.

- Ja, ja…, yo anuncié al Opus mi intención de escribir un libro, por lo que solicitaba que me abriesen todas sus puertas sin restricciones.

¡Y aceptaron! Ése es el buen camino…

- A cambio, les saca una foto favorecedora.

- No.

- ¿No?

- Ha salido un retrato en claroscuro: he recogido todas las luces y todas las sombras.

- Resúmame las luces.

- El Opus Dei es una idea luminosa: que el trabajo de cada día sea camino de santidad, que los laicos sean los protagonistas.

- ¿Es la propuesta de Escrivá, el fundador?

- Sí, y dijo recibirla de Dios: santificar el mundo llevando el cristianismo a la vida cotidiana, sacándolo de las iglesias…

- ¿Y dónde empiezan las sombras?

- En su funcionamiento como estructura, con una cierta autosuficiencia y cerrazón: su autoexigencia nos los aleja… ¡El Opus Dei es la cerveza negra Guinness Extra Fuerte de la Iglesia católica!: exige un paladar preparado. Si no lo tienes, sientes rechazo.

- ¿Ha probado usted esa cerveza?

- Viví durante cinco días en una celda del colegio mayor Pedralbes de Barcelona, como un miembro numerario del Opus.

- ¿Qué es un numerario?

- La persona que tiene al Opus como su familia más inmediata: viven en centros del Opus, son célibes y la mayoría son profesionales competentes que entregan al Opus la porción de sus ingresos que no necesitan para sus gastos de manutención.

- ¿Y qué tal le fue la experiencia?

- Yo no sirvo. Admiro a quien es capaz de llevar esa vida, demasiado estricta y estructurada para un individualista como yo. Una vida en la que el grupo ocupa mucho…

- Se ha acusado al Opus Dei de secta…

- ¿Acusaríamos de secta a un partido político? El Opus Dei sí es una estructura fuerte, con expectativa alta de obediencia, pero yo no he visto ningún lavado de cerebro.

- Se ha dicho que confinaban a sus disidentes en sus psiquiátricos…

- ¡Hasta se habló de un “gulag del Opus” en el cuarto piso de su clínica de Navarra! La visité: había 25 pacientes felizmente tratados, y ninguno era del Opus.

- O sea, que si soy un numerario del Opus y decido dejarlo, ¿no me hostigarán?

- Persuadidos de ser obra divina, intentarán convencerte para que sigas, por tu bien. Pero no te secuestrarán. ¡Hay cientos de exnumerarios, y que no critican al Opus! Aunque hay muchos otros que sí lo hacen…

- ¿Con qué acusaciones?

- Son personas que no encajaron, porque ser numerario plantea desafíos, es duro. Y lanzan acusaciones de obediencia ciega, rigidez, ansias de poder, mortificaciones…

- ¿Sí? ¿Es verdad que se flagelan?

- Yo llevé dos horas al día un cilicio en el muslo, como hacen los numerarios: cómodo no es…, pero no duele. A mí me resulta más dura una hora de gimnasio, ja, ja…

- ¿Qué sentido tiene ese cilicio?

- Recordarte el sufrimiento de Jesús, del mundo. Y una vez por semana, el miembro numerario se latiga en la espalda durante el tiempo que dura un padrenuestro.

- Se acusa al Opus de ultraconservador.

- Abomina del aborto, la eutanasia, la contracepción y la homosexualidad.

- Se le acusa de perseguir poder…

- Se cultiva un anhelo de excelencia en el trabajo, lo que ha llevado a algunos miembros a puestos relevantes. Pero no he visto un plan de dominio político o económico.

- ¿Tienen mucho dinero?

- Manejan unos 3.000 millones de dólares en el mundo. Bah, no es tanto…

- ¿Y no dominan el Vaticano?

- De los 4.500 obispos de la Iglesia católica, sólo 39 son del Opus.

De 193 cardenales, dos son del Opus. Y de los 2.550 miembros de lacuria vaticana, sólo 20 son del Opus.

- ¡Pero quizá muy influyentes!

- Juan Pablo II tuvo mucho aprecio al Opus, es cierto, por ofrecer a obreros y trabajadores una alternativa a ser comunista. Antes de entrar en el cónclave que le haría Papa, ¿qué fue lo último que hizo Wojtyla?: ¡rezar ante la tumba de Escrivá…!

- Y Benedicto XVI ¿cómo ve al Opus Dei?

- Como una congregación más.

- ¿Qué presencia tiene en Estados Unidos?

- Allí cuenta con sólo 3.000 miembros.
- ¿Qué consejos daría usted al Opus?

- Que escuchase las críticas: que fuese más transparente y se explicase más, que se abriese y colaborase con otras congregaciones



John L. Allen, “Opus Dei. Una visión objetiva de la realidad y los mitos de la fuerza más polémica dentro de la Iglesia Católica”

Ed. Planeta, Barcelona 2006, 492 páginas, 22,50 euros.

John L. Allen, vaticanista de la revista «National Catholic Reporter» -su columna semanal está considerada como la mejor fuente de información en inglés sobre el Vaticano-, autor de diversos libros, ha dedicado un año a entrevistar a personas que conocen el Opus Dei –tanto los opositores como los que pertenecen a la Prelatura-, en Italia, España, Kenia, Estados Unidos, Perú y otros países, sobre diversos temas polémicos: separación entre hombres y mujeres, uso del cilicio, finanzas de la organización. El autor señala en una entrevista que quiere ser objetivo pues la discusión en los medios de comunicación no lo ha sido: “La idea es separar los hechos de la ficción, ofreciendo las herramientas para que tenga lugar una discusión racional, que se base en los hechos y en la realidad, y no en los mitos o los estereotipos. No era mi intención «convertir» a los lectores a cualquier posición particular sobre el Opus Dei, y mi experiencia es que la mayoría de las personas que han leído el libro siguen sin haber cambiado sus impresiones fundamentales, pero quizá se sienten un poco más informadas” sobre una institución que actualmente tiene más de 85 mil miembros y 164 mil «cooperadores».


Allen afirma que la vocación a la Obra es para pocos, la compara con la cerveza negra Guinness Extra Fuerte, y ve que a lo largo de la historia la corriente dominante ha cambiado, y así en la década de 1940 fue tan innovadora su doctrina que fueron acusados de herejía, y su manera de elegir por votación al Prelado “es lo más parecido a la elección democràtica de un obispo que existe en la Iglesia actual”, además de que “fue la primera institución de la Iglesia católica en solicitar, y recibir en 1950, permiso del Vaticano para reclutar a los no católicos e incluso no cristianos entre sus cooperadores” (pp. 12-13). Con la ambición de “atravesar siglos de historia de la Iglesia para revitalizar el planteamiento de los primeros cristianos”, ahora sufre una crítica de que son conservadores.


En la primera parte trata de “cuestiones esenciales”, sigue una segunda parte titulada “el Opus Dei desde dentro” con aspectos centrales del espíritu (santificación del trabajo, contemplación en medio del mundo –con autenticidad, tan importante en países nórdicos donde el puritanismo lleva a algunos a una ética sólo en la vida social pero no en la personal, o en países africanos donde al revés, ahí el peligro es la corrupción-, libertad –señala cómo hay mucha diversidad de pensamiento: p. 141-, filiación divina –y su compañera la alegría, y es fundamento de un equilibrio basado en una sana autoestima desde donde se pueden proyectar metas de mejora: p. 156-), para pasar ya a “algunos interrogantes sobre el Opus Dei” (secretismo, mortificación, las mujeres, dinero, el Opus Dei en la Iglesia y su relación con la política, la obediencia, la captación). Por fin, una “recapitulación” con la visión del autor sobre “el futuro del Opus Dei”. Las partes 1 y 2 son introductorias, y están muy tratadas en otros libros, aquí tiene el aliciente de reportaje periodístico de quien que se adentra –sobre todo en la tercer parte- con los ojos abiertos en la vida de la gente de la Obra, y según Marc Carroggio, responsable de la Oficina de prensa de la institución en Roma, en ese recorrido ha ido prosperando pues «ha comprendido bien la naturaleza del Opus Dei», cuyos miembros sólo desean «seguir un ideal espiritual que nos entusiasma» y más allá del mito, pues se trata de “gente de carne y hueso, con errores y aciertos”, y por eso se muestra “satisfecho, y no me refiero tanto al resultado como al método”.


Sin duda, la riqueza de datos hacen interesante este libro: su caràcter por tanto es informativo y no formativo: recoge informaciones y opiniones diversas; trata de ordenar el material y ponerlo en su contexto, de manera que se pueda captar el por qué de las cosas. Por ejemplo ante los ataques de integrista para Escrivà, muestra las alabanzas del Cardenal Martini, o la carta que el famoso Óscar Romero de El Salvador escribió al Papa pidiendo la beatificación del fundador del Opus Dei, y expresó “la gratitud profunda a los sacerdotes del Opus Dei a quienes he confiado con mucha satisfacción la dirección espiritual de mi vida y de otros sacerdotes”, y también son muy gráficas las alabanzas del famoso psiquiatra Víctor Frankl a san Josemaría sobre su serenidad, riqueza de ideas, “filing” con quien hablaba… (p. 72); también pesa la opinión de Juan Pablo II: Escrivà “se ha anticipado a la teología del laicado que caracerizó después a la Iglesia del Concilio y del postconcilio” (p. 82). Después de la canonización, aún se podría dar otro paso sobre la oportunidad de ser proclamado Doctor de la Iglesia (comenta Ocáriz, p. 87).


Allen explica en la tercera parte del libro las controversias, oye todas las campanas con respeto, cualidades apreciables en algo que podría ser simplemente un “collage” sociológico, y observa que en el Opus Dei hay cambios (“las críticas han ayudado al Opus Dei más de lo que nadie imagina”: p. 165). En primer lugar, trata del secretismo: se señala ya en un informe secreto de la Falange espanyola de 1942, y acusación al Vaticano por parte del Superior general de los jesuitas (p. 169); en los años 1986 y siguentes en algunos Parlamentos europeos (Italia, Suiza) se vuelve a hablar de secretismo; y tambien de “Estatutos secretos” (ahora, publicados en latín pero sin versión oficial en otras lenguas); y el debate aún es actual (aunque en las democracias –amparándose en los derechos humanos- no se suele poder exigir a las organizaciones que hagan públicas las listas de sus miembros), en temas como comunicar a los padres la vocación de los hijos, anunciar de forma más clara la relación que hay entre las obras corporativas que llevan nombres civiles con el Opus Dei; esta transparencia en la comunicación institucional “llevada a cabo de forma profesional demanda atención no sólo en el contenido, sino también en la actitud: apertura, accesibilidad y sinceridad” (p. 200).


En el capítulo “mortificación” se ve cómo “en el mundo anglosajón, el Opus Dei se ha convertido en un pararrayos para las guerras más amplias en el seno de la Iglesia” (p. 203), y el tema del dolor autoinfligido es muy socorrido para atacar (aunque Pablo VI, Hans Urs von Balthasar, Teresa de Calcuta, el Padre Pío, los conventos de religiosas, etc. participan de esas mortificaciones corporales) y “la realidad es que la pràctica de la mortificación corporal en la Iglesia católica está más extendida de lo que creen muchos observadores” (p. 213), pero a muchos sorprende “la manera que tiene el Opus Dei de rechazar adaptar su programa espiritual para satisfacer los cambios de gustos de una era” (p. 205).



En el apartado “mujeres” se habla del trabajo de las Numerarias auxiliares (como la Virgen y una madre, cuidar de los demás), de la separación entre apostolado de hombres y el de las mujeres -como en la mayoría de instituciones eclesiales-, la promoción de la mujer (en África, “todo el buen trabajo hecho por la Iglesia católica con el sida ha quedado eclipsado por el debate del preservativo”…: p. 251).



En el apartado “dinero”, algunos datos que aporta el autor: Los activos totales del Opus Dei –es decir, el valor físico de todos los recursos registrados como «obras corporativas» del Opus Dei– rondan en torno a los 2.800 millones de dólares estadounidenses (para comparar: la archidiócesis de Chicago declaró 2.500 millones de dólares, los Caballeros de Colón gestionan un programa de seguros que por sí solo está valorado en 6 mil millones de dólares): “el debate sobre ‘la riqueza del Opus Dei’ es un indicador de las luchas más profundas dentro del catolicismo” (p. 255). Queriendo la excelencia, se cuidan las cosas y eso parece lujo. También se sugiere publciar el balance de las obras apostólicas relacionadas con la Obra.



Al hablar del Opus Dei en la Iglesia, se refiere a la consulta a los obispos de todos los lugares del mundo donde trabajaba en sus apostolados, para la aprobación de la Prelatura: “sería difícil citar otra decisión en los últimos tiempos para la que el Vaticano solicitara la opinión de dos mil obispos de todo el mundo” (p. 320). “En cuanto al poder, el Opus Dei no tiene más que unos 40 de los más de 4.500 obispos católicos del mundo, incluyendo dos cardenales, y unos 20 de los 2.500 empleados en la Curia romana, con un solo jefe de dicasterio vaticano”. Al hablar de la polémica de la beatificación de Escrivà, al recoger los testimonios no deja de haber frases hirientes, incluso insultantes, que pueden molestar a quien conoce desde dentro la verdad de que los trabajos se hicieron bien, y si salió rápido fue por dedicar atención y aparte del trabajo bien hecho la voluntad de Juan Pablo II marcó un ritmo rápido. También se trata de la relación de los fieles de la Obra con las parroquias: “las comuniades de las parroquias a menudo creen que los del Opus Dei tanto los sacerdotes como el laicado, son una bocanada de aire fresco” (p. 329), “estos sacerdotes siempre tienen tiempo para las personas” (p. 331).


Junto a los mitos del dinero, el del poder político: después de analizar algunos datos históricos, concluye: “sólo puede concluirse que Escrivá era sincero al decir que la Obra no se convertiría en una fuerza política partidista” (p. 349). En cuanto al tema de ser “conservadores”, no lo son según los principios del conservadurismo, pero visto que hoy se llama así a los que no aceptan el aborto, matrimonio homosexual y la investigación con células madre, esto influye en las opciones políticas libres de cada uno (como en USA apoyar a Bush). “Si estas cuestiones culturales pudieran ser eliminadas de algún modo del orden del día, el pluralismo entre católicos y el pluralismo entre los miembros del Opus Dei sería más claro” (p. 353).


En el tema de “obediencia” se muestran ejemplos de pluralismo, ante la acusación de “control de la mente” se muestran experiencias y declaraciones de obispos que están muy contentos de tener al Opus Dei en sus diócesis (p. 375), y en cuanto a ciertas ayudas para las exigencias de la vida espiritual, no han de verse como control sino parte de la formación y se muestras casos en los que ha faltado equilibrio y algunas personas no han resistido el ritmo de vida por considerarlo demasiado rígido, controlado, duro (pp. 376-394). “Sin embargo, hay pocas pruebas de que los reacios se vean sometidos a este régimen mediante el control de mente. La mayor parte de los miembros que encuentran la estructura excesiva, sencillamente se marchan” (p. 455). En cuanto a los que abandaron la institución, hay que decir: 1) “lo que alguien siente como un ambiente sofocante y rígido, otros lo perciben como ordenado y liberado”, 2) “dependerá de la personalidad de un director o de un sacerdote en concreto”, 3) “con el paso del tiempo se han producido una serie de cambios y el Opus Dei ha aprendido”, 4) muchos de los que se han ido estuvieron poco tiempo, fue en el momento de exigencia inicial que vieron que no era lo suyo (pp. 398-399). Para los que se sintieron heridos van esas palabras del Prelado, Mons. Echevarría: “si hemos hecho daño a alguien, si hemos fallado a alguien, le pedimos perdón”. El camino para sanar esas heridas es buscar la reconciliación. ¿De dónde salen acusaciones y especulaciones salvajes que no corresponden a la realidad de los hechos? La opinión de Allen es ésta: 1) el desarrollo de la Obra en una España franquista, que condicionó su imagen; 2) la controversia con los jesuitas, que están extendidos y han hecho la vida imposible al desarrollo del Opus Dei por todos lados; 3) después del Concilio Vaticano II, el Opus Dei se posicionó con el conservadurismo en una época de nuevas experiencias; 4) Juan Pablo II apoyó al Opus Dei, generando envidia y oposición en algunos sectores. “Siempre que una nueva forma de vida progrese en la Iglesia, luchará por su aceptación. Es común pensar que los jesuitas, antes que el Opus Dei, y los franciscanos y dominicos antes que los jesuitas, eran también el objetivo de las acusaciones más extravagantes” (p. 457) y los fundadores han respondido con una unión más estrecha al Papa. En concreto, el espíritu de la Obra tiene dificultades culturales de apertura del mundo actual: “la idea es que todas las circunstancias cotidianas de la vida ya son oración, ya son formas de vida espiritual y formas de evangelización de la Iglesia, es decir, historias embriagadoras, y se necesitará un tiempo para absorberla. En muchos sentidos, los propios miembros del Opus Dei todavía tratan de digerirlo” (p. 458).


En el capítulo “captación” se muestra el apoyo de Juan Pablo II en el fomentar vocaciones (p. 423), y que “la percepción negativa del Opus Dei en este sentido no es tanto por las captaciones en sí sino porque utiliza váis turbias y de manipulación” (p. 425), es decir presión sobre aquel que puede ingresar, pero se muestran también muchas voces de obispos y otros pastores que no tienen esa visión (pp. 430 y ss.). “Las vocaciones surgen de la amistad y de las relaciones familiares, nunca de las ‘llamadas frías’” (p. 431). En las entrevistas a jóvenes que están en contacto con apostolados de la Obra, percibe mucha alegría y agradecimiento, pero en algún caso también esa “presión” (pp. 432-437), “aunque hubo episodios de presión excesiva sobre los aspirantes jóvenes, parecen más característicos del pasado que del presente y no han sido tan fuertes como para disuadir a muchas personas a negarse” (p. 455): “no es la màquina voraz de captación que presenta el mito, teniendo en cuenta el incremento poco significativo de nuevos miembros a un promedio de 650 incorporaciones al año en todo el mundo en el último cuadrienio” (p. 454). La experiencias de los que se marcharon –los miembros críticos son generalmente del pasado, la década de 1960 o 1980- “sugieren la necesidad de un mayor cuidado en el criterio vocacional, sobre todo en los más jóvenes” (p. 455).


En la recapitulación, se habla del futuro. Según Allen, la ortodoxia y unión a Roma es una opción entre otras, y por eso señala que “el paso intelectual decisivo es preguntarse si las enseñanzas que los oficiales de la Iglesia definen como autoritarias pueden estar equivocadas. Si un católico contesta afirmativamente a esta pregunta, probablemente no se sienta muy cómodo en el Opus Dei, donde hay un énfasis resuelto por pensar con la Iglesia”. El autor sugiere unas “reformas” dentro del Opus Dei: más transparencia, para que sea “una casa de cristal” y para ello sugiere publicar el estado financiero completo de todas las actividades (“estos informes podrían ser decisivos para concluir que una obra corporativa no la ‘posee’ el Opus Dei, sino que el laicado constituye una junta directiva que la administra independientemente”); “identificar claramente las instalaciones vinculadas al Opus Dei… debería aparecer un cartel en el que se leyera: CENTRO DEL OPUS DEI” y explicarlo en folletos, ya en las primeras visitas a una actividad; “al menos en el mundo anglosajón, el Opus Dei podría plantearse desarrollar unos programas por escrito sobre los puntos neurálgicos de su vida y apostolado… un folleto sobre la amistad en el Opus Dei… ya que podría explciar a grandes rasgospor qué los miembros del Opus Dei a menudo invitan a amigos y compañeros a las actividades y acentuar que nadie peca o muestra un mal espíritu cristiano por negarse a ir”; “asimismo un folleto que llevara por título La vocación de numerario podría resumir con detalle cuáles son las expectativas y obligaciones de un socio numerario y cómo es la vida dentro de un centro del Opus Dei”; aunque perjudique el ambiente familiar, “a veces un poco de estructura es el precio que ha de pagarse por realizar el trabajo de familia. En este caso, el coste de la comprensión del Opus Dei debe ser sopesado con el enorme bien público que se lograría tranquilizando las inquietudes de muchos”; que se conozca la vinculación a la Obra de personas con vida pública relevante; “los miembros del Opus Dei, y, sobre todo, los miembros supernumerarios… deberían ofrecerse para hablar sobre la organización en encuentros parroquiales, escuelas católicas y universidades y, en cualquier otro lugar donde se les pudiera plantear preguntas y dejar las cosas claras” como ya han aparecido webs informativas en este sentido; y “el Opus Dei debe encontrar formas creativas de tender la mano a ex miembros que pasaron por experiencias difíciles” (pp. 459-465). Para acabar el libro, subraya dos aspectos en este sentido: colaboración sobre todo institucional –también personal- del Opus Dei, con otras instituciones de la Iglesia; y “autocrítica institucional”, pues “el momento más frustrante” de Allen era cuando abordaba este tema y se le respondía sólo en términos de conversión personal y autoperfeccionamiento (“mirando en el corazón para ver las malas hierbas que hay que arrancar”: p. 470): “el reto a veces puede ser conseguir que dejen de hablar de los errores que el Opus Dei ha cometido y lograr que comenten lo que necesita cambiar, y señala la ya recordada comunicación pobre que alimenta la impresión de secretismo, impetuosidad de juventud con un celo que parecía arrogancia, un énfasis en lo propio sin integrarlo adecuadamente dentro del conjunto de la Iglesia, una cierta rigidez y dogmatismo en la aplicación de ciertos ideales, estar a la defensiva en los cambios, en la época post-conciliar, insistencia en el cumplimiento que puede llevar al formalismo (“una ética del deber antes que del amor”), una pasión tan fuerte por la excelencia que puede ser demasiado humana (pp. 469-473). Aunque entiende Allen que cuando uno está enamorado de una persona no ve en ella defectos o al menos no quiere hablar de ellos en público, pero piensa –y es la última frase del libro- que ayudaría más a todos si los fieles del Opus Dei “mostraran un poco más que son vulnerables, tienen defectos y necesitan ayuda, no sólo de forma individual sino también como ‘la Obra’. Como san Pablo escribió… ‘me complazco en mis flaquezas pues, caundo soy débil, entonces es cuando soy más fuerte’” (p. 473).


El autor reconoce que su libro no agrada a todos los de la Obra, pues mientras que unos piensan que es equilibrado, “Otros, sin embargo, no están contentos con lo que ven, por considerar que me centro excesivamente en las controversias que circundan al Opus Dei. Sienten al Opus Dei como su familia, y siempre es doloroso oír acusaciones contra seres queridos, aun cuando se les dé el trato más equilibrado del mundo”. También esto se observan con las voces críticas: “Algunos sienten que el libro dio la voz justa a sus preocupaciones, mientras que otros, convencidos de que el Opus Dei es peligroso, sienten que no he ido lo suficientemente lejos a la hora de presentar sus errores”. Efectivamente, no hay un equilibrio pues estamos ante un reportaje periodístico, hecho en un tiempo concreto, que responde a lo que hoy está presente en la opinión pública -hace unos años podían ser otras cosas, o dentro de pocos años- y es una lástima que no traspúe la índole espiritual, pues al comparar los mitos con la realidad”, no sirve para conocer de cerca el Opus Dei, la experiencia espiritual tan rica de las personas que entrevista harían interesante que hubiera una segunda parte, donde salieran a luz la conciencia de su vocación, cómo buscan seguir a Jesucristo en la vida ordinaria, y esa entrega a tantas personas en apostolados, actividades caritativas, sociales… todo ello queda esquemático, al buscar aspectos organizativos, cuestiones de imagen.



Llucià Pou Sabate

jueves, 28 de octubre de 2010

Emagister.com

Queridos amigos: cuando entré hace meses en la comunidad
http://www.emagister.com/ pensé que era un sitio educativo, por eso os invité
a participar. Ahora tengo que decir que no me gusta, y por eso me
salgo. Aquí expongo algunas razones... Saludos!
Llucià

Después de un tiempo, he quitado este post. Cuando sufrí acoso por parte de algunos, pienso que por las reformas que allí se hicieron debido a nuestras sugerencias, y que a algunos que creían perder poder no les gustó, Joaquim Falgueras y Erasmo López se portaron bien, con ejemplaridad. Por eso retiro las críticas del debate público, porque están ya planteadas, y yo me retiro de esta polémica. Espero que con las medidas que se tomen se resuelvan los conflictos de acoso que había. Además, al que no le guste un sitio que se vaya. Dejo aquí solo los comentarios, porque no son míos.

miércoles, 27 de octubre de 2010

sábado, 16 de octubre de 2010

Domingo XVIII, año C: la fe y la obediencia nos llevan a confiar en las manos de Dios, que ofrece a todos la salvación

Domingo XVIII, año C: la fe y la obediencia nos llevan a confiar en
las manos de Dios, que ofrece a todos la salvación

1. Segundo libro de los Reyes (5,14-17).
El general sirio ha venido por la palabra de una esclava judía, para
curarse. El profeta le ha dicho que se lave en el río, y él dudó
porque los ríos de su país son mucho mejores, pero al final obedece el
consejo sencillo que le proponen: En aquellos días, Naamán el sirio
bajó y se bañó siete veces en el Jordán, como se lo había mandado
Eliseo, el hombre de Dios, y su carne quedó limpia de la lepra, como
la de un niño. Volvió con su comitiva al hombre de Dios y se le
presentó diciendo:
-Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de
Israel. Y tú acepta un presente de tu servidor.
Contestó Eliseo: -Juro por Dios, a quien sirvo, que no aceptaré nada.
Y aunque le insistía, lo rehusó. Naamán dijo: -Entonces, que entreguen
a tu servidor una carga de tierra, que pueda llevar un par de mulas;
porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios
de comunión a otro dios que no sea el Señor.
Ellos pensaban que los dioses tenían un territorio, por eso se lleva
tierra… pero aquí vemos que la salvación es para todos. Lo entienden
de momento a medias… sólo un poco. También es una lección de
gratuidad. Eliseo no acepta ningún presente y no pide nada. Con Dios
tampoco hemos de pagarle ni demostrarle nada, Él nos quiere y basta…
Lo de lavarse está claro que es una profecía de lo que es el bautismo.
Este general, después de haber llegado a la cúspide de  su carrera, de
repente frente al abismo: tiene lepra. Está condenado en vida a muerte
en un  doble sentido: tendrá que contemplar en su cuerpo, todavía
vivo, su propia corrupción, y  experimentar en vida el destino de la
muerte. Y porque así ocurría, porque el leproso se  hallaba ya en las
garras de la muerte, era arrojado de la sociedad y «dejado en la
intemperie»: él no tenía ya -por supuesto, en Israel, pero tampoco en
otras religiones-  ningún acceso al santuario; era excomulgado de la
comunidad, la cual quedaría  contaminada con el hálito de la muerte.
En ese aislamiento, queda abandonado totalmente  al poder de la
muerte, cuya esencia es soledad, ruina y destrucción de la comunión
con  otros.
En este momento cruel y terrible de su derrumbamiento en la nada,
Naamán se agarra a  un clavo ardiendo y se aferra al más mínimo rumor
de posible salvación. En este caso, lo  escucha de una criada: en
Israel hay un hombre que puede curar. Pero cuando iba a  realizar lo
que se le pedía, todo está a punto de fracasar. En efecto, su orgullo
se resiste a  someterse a un baño en el Jordán; pero un criado suyo le
debe recordar que él no se halla  en situación en la que pueda
vanagloriarse de su posición o del papel que desempeña;  enfrentado
con la muerte, no es más que ese hombre y debe intentar lo último. De
ese modo  queda bien claro que no es el Jordán el que cura, sino la
obediencia, el renunciar al propio  papel y a su arrogancia o a la
hipocresía, el descender y el presentarse desnudo ante el  Dios vivo.
La obediencia es el baño que purifica y salva.
Nosotros también tenemos nuestra lepra, lo que nos cuesta: hemos de
tener la disposición a  aceptar lo pequeño, lo ordinario; en la
disposición al baño de la obediencia y dejarnos ayudar…
Como Naamán, muchos querrían imponer sus condiciones a Dios, para
tomarlo en serio y creer. Pero es Dios quien tiene la palabra. Y Dios
no convoca oposiciones, ni valora el curriculum, ni acepta enchufes.
Dios sale al encuentro de todos los que le buscan con sincero corazón,
y se les muestra en los acontecimientos más insospechados de la vida.
Moisés lo descubrió en una zarza que ardía sin consumirse. Lo
importante es saber ver, saber mirar con ojos nuevos, tener el corazón
limpio para poder ver a Dios (Joseph Ratzinger / Eucaristía 1989).

2. Salmo (97,1.2-3ab.3cd-4) R/. El Señor revela a las naciones su justicia.
Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria, / su santo brazo; / el Señor da a
conocer su victoria, / revela a las naciones su justicia: / se acordó
de su misericordia y su fidelidad / en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado / la victoria de nuestro
Dios. / Aclama al Señor, tierra entera, / gritad, vitoread, tocad.

Es un canto que proclama la victoria de Jesús que nos salva. Un
cántico nuevo al Niño de Belén, en quien se manifiesta el amor de Dios
Padre en favor de la Iglesia, el nuevo Israel. La alabanza a Cristo,
aprendida en la escuela de este salmo, es el fruto de la alegría que
suscita su Nacimiento en un corazón admirado y agradecido de sentirse
salvado por su Señor, que aparece en la verdad de nuestra misma carne.
En un famoso himno navideño de Sedulio (+450), el 'A solis ortus
cárdine', se recogen estas palabras: "No rechaza el pesebre, ni dormir
sobre unas pajas; tan solo se conforma con un poco de leche, el mismo
que, en su providencia, impide que los pájaros sientan hambre."
Es un "salmo del reino": en la fiesta de las Tiendas (que recordaban
los 40 años del Éxodo de Israel, de peregrinación por el desierto),
Jerusalén, en una gran fiesta popular que se notaba no solamente en el
Templo, lugar de culto, sino en toda la ciudad, ya que se construían
"tiendas" con ramajes por todas partes... Jerusalén festejaba a "su
rey". Y la originalidad admirable de este pueblo, es que este "rey" no
era un hombre (ya que la dinastía Davídica había desaparecido hacía
largo tiempo), sino Dios en persona. Este salmo es una invitación a la
fiesta que culminaba en una enorme "ovación" real: "¡Dios reina!",
"¡aclamad a vuestro rey, el Señor!" Imaginemos este "Terouah", palabra
intraducible, que significa: "grito"... "ovación"... "aclamación".
Porque "Él ha hecho maravillas"... "Ha salvado con su mano derecha"...
"Ha hecho conocer y revelado su justicia"... "Se acordó de su
Hessed"... (Amor-fidelidad que llega a lo más profundo del ser); "El
vino-el viene"... Y para terminar, un verbo en tiempo, "no acabado",
que se traduce en futuro a falta de un tiempo mejor (ya que esta
última acción de Dios está solamente sin terminar aunque comenzada):
"El regirá el orbe con Justicia y los pueblos con rectitud"...

3. Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 2,8-13.

Querido hermano: Haz memoria de Jesucristo el Señor, resucitado de
entre los muertos, nacido del linaje de David. Este ha sido mi
Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor.

Pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso lo aguanto todo
por los elegidos, para que ellos también alcancen su salvación,
lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna:

Es doctrina segura: Si morimos con él, viviremos con él. Si
perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará.
Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí
mismo.

       Pablo está preso, pero libre por dentro: a la Palabra de Dios no se
la puede encadenar y Pablo ha recibido la misión de anunciarla. Por
eso, lo aguanta todo en favor de los que Dios ha elegido, para que
ellos alcancen también la salvación, lograda por Jesucristo, con la
gloria eterna.

4. Evangelio según San Lucas 17,11-19.
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez
leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:

-Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.
Al verlos, les dijo:
-Id a presentaros a los sacerdotes.

Y mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que
estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó
por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.

Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo:

-¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No
ha vuelto más que este extranjero para dar gloria Dios?

Y le dijo: -Levántate, vete: tu fe te ha salvado.

Sólo el samaritano vuelve para alabar a Dios y reconocer en Jesús al
Rey-Mesías. La postración delante de Jesús no es una adoración, sino
el reconocimiento de esta realeza mesiánica. Los otros nueve no
vuelven. Parece como si vieran natural que en ellos, hijos de Abrahán,
se cumplieran las promesas mesiánicas. Pero, al decir Jesús al
samaritano, al extranjero, "tu fe te ha salvado", nos enseña que el
verdadero Israel se asienta en la fe agradecida (Eucaristía 1989).
Jesús vive y nos espera en el Sagrario, y queremos visitarle,
tratarle, que sea nuestro mejor Amigo, para confiarle nuestras
preocupaciones y fallos, enfermedades y lepras, y su manto, vestiduara
mágica, nos hace invencibles... (Ricardo Martínez Carazo). Llucià Pou
Sabaté, 10.10.10, con notas tomadas de Mercaba.org.

--
Llucià Pou Sabaté:
http://alhambra1492.blogspot.com/

jueves, 14 de octubre de 2010

Jueves de la 28º semana: somos hijos de Dios, en Jesús, que nos da la libertad de no estar en manos de los que nos quieren esclavizar

Jueves de la 28º semana: somos hijos de Dios, en Jesús, que nos da la
libertad de no estar en manos de los que nos quieren esclavizar

1. Efesios 1:1-10 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de
Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús. Gracia a vosotros y paz
de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Bendito sea
el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con
toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por
cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser
santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de
antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según
el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su
gracia con la que nos agració en el Amado. En él tenemos por medio de
su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de
su gracia que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e
inteligencia, dándonos a conocer el Misterio de su voluntad según el
benévolo designio que en él se propuso de antemano, para realizarlo
en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por
Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra.
El comienzo de la carta es un himno entusiasta al plan salvador de
Dios: una gran bendición a Dios, porque él nos ha bendecido antes con
toda clase de bendiciones, en Cristo Jesús. Todo es iniciativa de
Dios, que nos ha predestinado desde la eternidad a ser sus hijos, a
ser salvados por Cristo. Todo sucede siempre "en la persona de
Cristo", o sea, porque estamos unidos a su Hijo Jesús, en quien Dios
piensa "recapitular todas las cosas del cielo y de la tierra".
Jesús nos ha perdonado, nos ha hecho por tanto también hijos en su
familia, y nos destina a la salvación plena, ¿no es para alegrarnos?
,¿no tendría que cambiar la cara con que vivimos cada jornada? Porque
si somos hijos de Dios, dice S. Pablo, tendríamos que vivir con
libertad y alegría. Libertad de no tener miedo, porque estamos en el
mundo como en la casa del Padre, y no hemos de tener miedo de nadie. Y
con alegría, porque pase lo que pase será lo mejor; aunque pase algo
malo, no dejaría Dios que pasara si no fuera porque de eso Dios sacará
algo bueno: todo será para bien, para los que Dios ama, para los que
ha predestinado. Claro que esto nos compromete, porque él espera una
respuesta: "nos eligió en la persona de Cristo para que fuésemos
santos e irreprochables ante él por el amor".
"Bendito sea Dios…" El clima del alma de Pablo es la alegría y la
acción de gracias. Cada eucaristía es una «acción de gracias» por
todos los beneficios de Dios. Cuando oigo misa ¿procuro captar y
aprovechar todas las razones que podría yo tener para decir: «Bendito
sea Dios»? Es bueno también decirlo, ahora, en este momento de mi
oración.
-Dios nos ha colmado... nos ha elegido, nos ha destinado de antemano a
ser hijos suyos adoptivos por Jesucristo... Nos ha colmado de
sabiduría y de inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su
voluntad... lo que de antemano se propuso... Toda la iniciativa parte
de Dios. Y nosotros hemos sido «colmados». Estas palabras ardientes y
sencillas manifiestan una aventura: la aventura de las relaciones
entre Dios y los hombres. El hombre no es un huérfano... no es un
producto del azar... es amado de antemano.
-Según el beneplácito de su voluntad para alabanza de la maravilla del
don gratuito que nos ha hecho en su Hijo muy amado. «Beneplácito... de
Dios para mí y para todos los hombres. «Maravilla... de Dios para mí y
para todos los hombres. «Don gratuito... de Dios para mí y para todos
los hombres. El gran don es Cristo. La gran maravilla es Cristo.
-El nos obtiene por su sangre la redención, el perdón de nuestras
faltas. Esta es la prueba de la gratuidad. Éramos culpables, somos,
todavía culpables y Dios nos ama, nos salva y nos perdona... y El pone
el precio, el precio de su sangre. En lugar de estar dando vueltas a
mis pecados con amargura y despecho de amor propio... ¿por qué, Señor,
no considerarlos como Tú haces, como aquello que ha suscitado tu amor
y tu perdón? La «gracia» de Dios es inagotable. Ciertos días sentimos
más la necesidad de afirmarnos a tales certezas... los días en que
tenemos la impresión de continuar siendo pecadores, incapaces de salir
del pecado, de estar clavados a nuestros hábitos. La gracia es
«inagotable».
-Dios proyectaba hacer que todo tenga a Cristo por cabeza: lo celeste
y lo terrestre. He ahí el «proyecto» de Dios, antes secreto y ahora
«revelado»: recapitular todas las cosas en Cristo... Ahora que conozco
el designio de Dios, ¿cómo colaboro a él? ¿Soy un artífice de unidad?
¿Considero que es una oportunidad para la humanidad dividida? (Noel
Quesson).

2. Salmo 98:1-6: Salmo. Cantad a Yahveh un canto nuevo, porque ha
hecho maravillas; victoria le ha dado su diestra y su brazo santo.
Yahveh ha dado a conocer su salvación, a los ojos de las naciones ha
revelado su justicia; se ha acordado de su amor y su lealtad para con
la casa de Israel. Todos los confines de la tierra han visto la
salvación de nuestro Dios. ¡Aclamad a Yahveh, toda la tierra,
estallad, gritad de gozo y salmodiad! Salmodiad para Yahveh con la
cítara, con la cítara y al son de la salmodia; con las trompetas y al
son del cuerno aclamad ante la faz del rey Yahveh. Cantamos a Dios
que nos da sus dones, su misericordia y su fidelidad son para siempre…
3. Lucas 11:47-54 «¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de
los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y
estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los
mataron y vosotros edificáis. «Por eso dijo la Sabiduría de Dios: Les
enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán,
para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los
profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de
Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el
Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación.
«¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la
ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo
habéis impedido.» Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y
fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas,
buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca.
-Cuando Jesús salió de allí -según san Lucas, todo eso se dijo en casa
de un doctor de la Ley- los escribas y los fariseos comenzaron a
acosarlo implacablemente sobre muchas cuestiones, estando al acecho
para atraparlo con sus propias palabras. Sí, Jesús ha sido rechazado,
rehusado. ¿Cómo es posible, Señor? El más grande entre los profetas.
Aquel que llevo a la perfección la enseñanza religiosa. El mundo, en
todo tiempo, rehúsa la revelación de Dios. "Yo" soy de los que rehúsan
la revelación de Dios ¡Señor. ten piedad del mundo! ¡Ten piedad de
todos aquellos que rehúsan, ten piedad de mí! (Noel Quesson).
Es valiente Jesús, no tiene miedo de que lo critiquen, de que lo
maten, no tiene miedo de mezclarse con las cosas humanas, de meterse a
hacer justicia, de desenmascarar las actitudes de las clases
dirigentes de su época. Hay mucho miedo hoy día, se prefiere la
seguridad… y es que sólo quien no tiene miedo es libre, quien no se
deja intimidar por las amenazas porque no tiene nada que perder,
porque sabe que perder las cosas de este mundo es cartón repintado,
cosas como de teatro, bambalinas de poca cosa, y en cambio vale mucho
más la dignidad de la libertad interior… hemos de vivir como nos dice
Jesús, sin miedo. Y comunicar a los demás esperanza y alegría, y
quitar esas angustias y miedos que vemos alrededor (Llucià Pou
Sabaté).

miércoles, 13 de octubre de 2010

Lunes de la 28º semana: Jesús nos habla de una pasión por la libertad, que nos viene de sentirnos hijos de Dios.

Lunes de la 28º semana: Jesús nos habla de una pasión por la libertad,
que nos viene de sentirnos hijos de Dios.

Gálatas (4:22-24,26-27,31;5:1). Pues dice la Escritura que Abraham
tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre. Pero el de la
esclava nació según la naturaleza; el de la libre, en virtud de la
Promesa. Hay en ello una alegoría: estas mujeres representan dos
alianzas; la primera, la del monte Sinaí, madre de los esclavos, es
Agar, Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre,
pues dice la Escritura: Regocíjate estéril, la que no das hijos; rompe
en gritos de júbilo, la que no conoces los dolores de parto, que más
son los hijos de la abandonada que los de la casada. Así que,
hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre. Para ser
libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis
oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud.

Igual que en nuestro tiempo se pelean islamistas y de otras
religiones, en tiempos de San Pablo los judíos se peleaban contra
cristianos. El nuevo mandamiento del amor es de libertad, ya no hacen
falta tantos mandatos de esclavitud de la Antigua Alianza como tenían
los judíos, que se perdían en reglas. Somos "hijos de la libre".
Cristo nos ha "liberado para la libertad". ¿Es verdad eso para cada
uno de nosotros? Jesús habla de libertad, no aguanta la imposición, de
las autoridades. Ser libres significa que vivimos nuestra fe cristiana
con coherencia, con fidelidad, pero no movidos por el interés o el
miedo, sino por el amor y la convicción, y lo hacemos con ánimo
esponjado, libres tanto de las modas permisivas del mundo como de los
voluntarismos exagerados de algunas espiritualidades, que se refugian
en un cumplimiento meticuloso que impide respirar.
Pablo les habla con el ejemplo de Abraham que tuvo dos hijos, uno de
su sirvienta, Agar... otro de la mujer libre, Sara... las dos mujeres
representan las dos alianzas. A los judaizantes que están llenos de
normas que les atan, les dice que no tenemos más cuerda que la del
amor. Que no nos ganamos la salvación por nuestros méritos sino que es
un don gratuito, un regalo sobrenatural. Así como Sara no podía tener
hijos, Dios es el amo de lo imposible. Nada es imposible a Dios. El
ángel lo repetirá a la Virgen María, el día de su anunciación, y le
dirá que también Isabel, ya mayor, podrá tener a san Juan. Este es un
bello símbolo de la gracia, de la gentileza del don gratuito de Dios:
una esterilidad vencida, una tristeza vencida... Dios da la fecundidad
y la alegría a la que ya no podía esperar, humanamente, nada más.
¡Señor, cólmanos de tu gracia! ¡Señor, haznos disponibles y abiertos a
las gracias que quieras otorgarnos!
También nosotros podemos sentirnos esclavos, pero con Jesús seremos
siempre libres. ¿De qué libertad habla san Pablo? De romper cadenas y
ser por dentro libres. En una pared de un puesto de guardia de mi
cuartel, cuando hice el servicio militar, alguien que se sentía allí
obligado escribió en la pared su "reivindicación" que me gustó: "no
morirá jamás / quien de esclavo se libera / rompiendo para ser libre /
con su vida / cadenas".
No estar encadenado a nada, no tener miedo de nada, la ley ya no es
nada de fuera sino lo de dentro: «¡ama, y haz lo que quieras!» será la
traducción de san Agustín… ¿Soy yo libre, interiormente? ¿Es mi
religión "opresora", onerosa, una carga que hay que arrastrar? ¿O
bien, es una «liberación» una alegría, una espontaneidad? (Noel
Quesson).

2. Salmo (113:1-7) ¡Aleluya! ¡Alabad, servidores de Yahveh, alabad el
nombre de Yahveh! ¡Bendito sea el nombre de Yahveh, desde ahora y por
siempre! ¡De la salida del sol hasta su ocaso, sea loado el nombre de
Yahveh! ¡Excelso sobre todas las naciones Yahveh, por encima de los
cielos su gloria! ¿Quién como Yahveh, nuestro Dios, que se sienta en
las alturas, y se abaja para ver los cielos y la tierra? El levanta
del polvo al desvalido, del estiércol hace subir al pobre.
Es un canto de alabanza a Dios, que nos hace más contentos, pues
cuando nos ponemos a proclamar cosas buenas por la "ley de atracción"
estas vienen como un imán…

3. Lucas (11:29-32). La gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se
puso a decirles: "esta generación es una generación perversa. Pide un
signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás"… A Jesús no
le gustaba que le pidieran "signos" y milagros. Quería que le creyeran
a él por su palabra, como enviado de Dios, no por las cosas
maravillosas que pudiera hacer. Aunque también las hiciera. Jonás era
una historia de uno que quiso huir y se pasó tres días en el vientre
de un monstruo marino. "Como Jonás fue un signo para los habitantes de
Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación", o sea
que Jesús estará tres día sen el vientre de la tierra para que creamos
en su resurrección. Y luego añade también el ejemplo de la reina de
Sabá, que vino de Etiopía para ver las maravillas del reino de
Salomón. Mientras que a Jesús, "uno que es más que Jonás", y que,
además, ha hecho signos sorprendentes que ya debieran bastar para
reconocerle como el Mesías de Dios, no le acaban de creer. Y lo mismo
la reina de Sabá, que vino desde lejos a escuchar la sabiduría de
Salomón, y Jesús "es más que Salomón": pero Jesús "vino a su casa y
los suyos no le recibieron' (Jn 1,11).
Muchas veces buscamos lo extraordinario, el lugar donde se espera
encontrar la presencia divina es en las apariciones, en lo mágico. El
hombre se dirige allí donde pueden encontrarse soluciones mágicas a
sus problemas, fuera del curso normal de los acontecimientos. Esta
forma de búsqueda de señales de la presencia de Dios nos ofusca y
llega a hacernos cerrar los ojos ante la verdadera señal que El nos
ofrece que, la mayoría de las veces, se presenta bajo las humildes
apariencias de los hechos cotidianos de nuestra vida. La Palabra de
Dios en ellos toma la forma de una invitación a la conversión que
muchas veces es rechazada porque no nos saca de lo cotidiano sino que
pide una respuesta que no nos aleja de ese ámbito. Por eso, en la vida
se nos coloca frecuentemente ante la necesidad de tomar una decisión
entre la Persona y la vida de Jesús, por un lado, y nuestro gusto por
lo maravilloso, por otro. De esa decisión depende que nos situemos en
medio de la generación malvada condenada por Jesús o entre los que
aceptan la presencia de Dios como los ninivitas que supieron escuchar
la predicación de Jonás y como la Reina del Sur que supo buscar la
Sabiduría en Salomón. La conversión no es otra cosa que reconocer las
señales de vida ofrecidas por Dios, asumir su visión y la defensa que
Dios hace de Ella. Aceptar la presencia de Dios en Jesús y en los
hermanos y confiar en la capacidad de transformación que Dios ha
ligado a su Palabra son el único camino válido para el Encuentro
auténtico con Dios (Josep Rius-Camps). Llucià Pou Sabaté

lunes, 11 de octubre de 2010

Domingo XVIII, año C: la fe y obediencia llevan al abandono confiado en las manos de Dios, que ofrece a todos la salvación

Domingo XVIII, año C: la fe y obediencia llevan al abandono confiado
en las manos de Dios, que ofrece a todos la salvación

Lectura del segundo libro de los Reyes 5,14-17.
En aquellos días, Naamán el sirio bajó y se bañó siete veces en el
Jordán, como se lo había mandado Eliseo, el hombre de Dios, y su carne
quedó limpia de la lepra, como la de un niño. Volvió con su comitiva
al hombre de Dios y se le presentó diciendo:
-Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de
Israel. Y tú acepta un presente de tu servidor.
Contestó Eliseo: -Juro por Dios, a quien sirvo, que no aceptaré nada.
Y aunque le insistía, lo rehusó. Naamán dijo: -Entonces, que entreguen
a tu servidor una carga de tierra, que pueda llevar un par de mulas;
porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios
de comunión a otro dios que no sea el Señor.


Salmo 97,1.2-3ab.3cd-4 R/. El Señor revela a las naciones su justicia.
Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria, / su santo brazo; / el Señor da a
conocer su victoria, / revela a las naciones su justicia: / se acordó
de su misericordia y su fidelidad / en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado / la victoria de nuestro
Dios. / Aclama al Señor, tierra entera, / gritad, vitoread, tocad.

Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 2,8-13.

Querido hermano: Haz memoria de Jesucristo el Señor, resucitado de
entre los muertos, nacido del linaje de David. Este ha sido mi
Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor.

Pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso lo aguanto todo
por los elegidos, para que ellos también alcancen su salvación,
lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna:

Es doctrina segura: Si morimos con él, viviremos con él. Si
perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará.
Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí
mismo.

Evangelio según San Lucas 17,11-19.

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez
leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:

-Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.

Al verlos, les dijo:

-Id a presentaros a los sacerdotes.

Y mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que
estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó
por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.

Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo:

-¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No
ha vuelto más que este extranjero para dar gloria Dios?

Y le dijo: -Levántate, vete: tu fe te ha salvado.


COMENTARIO: 1. 2 R 5,14-17. Naamán, el pagano, ha sido curado en el
Jordán de una enfermedad que las aguas de su país no podían curar. Las
ideas naturalistas de la época vinculan la eficacia de las aguas a las
divinidades que las hacen brotar. Para ellos, los dioses ejercen su
imperio sobre zonas bien delimitadas. Abandonar un país equivale a
abandonar al Dios que le domina. Por eso Naamán significa su
conversión a Yahvé llevando consigo un poco de la tierra de Israel (v.
17), justo los suficiente para colocarse de pie sobre ella y ofrecer
un culto a ese mismo Yahvé. Es una llamada a la universalidad.
Pero la lección más importante del episodio de Naamán es, sin duda,
una lección de gratuidad. Naamán es sirio, y las relaciones de su país
con Israel son tan tensas como lo son hoy. Ha sido atacado por la
lepra y ni los médicos ni los magos de su país pueden hacer nada. Y he
aquí que una pobre esclava le sugiere que se ponga en manos de un
profeta hebreo. Atender las sugerencias de una sierva y aceptar el
ponerse en manos de un enemigo: ¡no está mal! Se pagará lo que sea
necesario y se hará lo que haya que hacer. Pero he aquí que Eliseo no
acepta ningún presente y no pide ninguna prestación de su cliente; le
invita a zambullirse unas cuantas veces en el agua del Jordán.
La verdadera religión no es difícil: basta con habituarse a recibir.
Lo más duro es querer conquistarla a base de acciones heroicas o
laboriosas o a costa de sacrificios considerables.
Dios no acepta ser pagado: se le recibe (Maertens-Frisque).
Dirá Jesús un día (Lc 4,27) que "muchos leprosos había en Israel en
tiempos del profeta Eliseo y, sin embargo, ninguno de ellos fue curado
más que Naamán, el Sirio", un extranjero, un pagano. De hecho, he ahí
a ese arameo enemigo, curado de pronto; y helo ahí, además -tan viva
es su docilidad espiritual-, dispuesto a reconocer al Dios de Israel
como Dios de toda la tierra. Según la costumbre antigua (1 S 9,7-10,
etc.), quiere dar pruebas de su agradecimiento al profeta, su
bienhechor, haciéndole un don. La ofrenda es rechazada
categóricamente: ¿no tendría como resultado hacer creer que le es
posible al hombre devolver a Dios los bienes de Él recibidos? La
insistencia de Naamán se orienta entonces al derecho de ofrecer
sacrificios a Yahvé, el generoso Dios-dador de la salud encontrada.
¿Qué más sorprendente para la conciencia israelita que el que un
pagano quiera ofrecer sacrificios a Yahvé? Pero es un hecho: este
pagano no sólo sabe reconocer, como el Samaritano del evangelio, el
origen divino del beneficio recibido, sino que se compromete a
transformar su vida y se hace adorador fiel de Aquél que ahora sabe es
el verdadero Dios. Ocurre así que los que se saben y se tienen por
miembros del pueblo privilegiado reciben lecciones de docilidad en la
fe y de generosidad en el servicio de Dios; y las reciben de quienes
menos podía esperarse. Le corresponde, pues, a ese pueblo, aceptarlas
dócilmente y tender siempre a ser humildemente digno de su vocación
(Louis Monloubou).
Apenas vio la iglesia tan claramente representado y prefigurado lo que
es el bautismo, en un texto del antiguo testamento, como en el relato
de la curación de Naamán el sirio. Pero ¿de qué se trata aquí? El
rico Naamán se halla, después de haber llegado a la cúspide de su
carrera, de repente frente al abismo: tiene lepra. Está condenado en
vida a muerte en un doble sentido: tendrá que contemplar en su
cuerpo, todavía vivo, su propia corrupción, y experimentar en vida el
destino de la muerte. Y porque así ocurría, porque el leproso se
hallaba ya en las garras de la muerte, era arrojado de la sociedad y
«dejado en la intemperie»: él no tenía ya -por supuesto, en Israel,
pero tampoco en otras religiones- ningún acceso al santuario; era
excomulgado de la comunidad, la cual quedaría contaminada con el
hálito de la muerte. En ese aislamiento, queda abandonado totalmente
al poder de la muerte, cuya esencia es soledad, ruina y destrucción de
la comunión con otros.
En este momento cruel y terrible de su derrumbamiento en la nada,
Naamán se agarra a un clavo ardiendo y se aferra al más mínimo rumor
de posible salvación. En este caso, lo escucha de una criada: en
Israel hay un hombre que puede curar. Pero cuando iba a realizar lo
que se le pedía, todo está a punto de fracasar. En efecto, su orgullo
se resiste a someterse a un baño en el Jordán; pero un criado suyo le
debe recordar que él no se halla en situación en la que pueda
vanagloriarse de su posición o del papel que desempeña; enfrentado
con la muerte, no es más que ese hombre y debe intentar lo último. De
ese modo queda bien claro que no es el Jordán el que cura, sino la
obediencia, el renunciar al propio papel y a su arrogancia o a la
hipocresía, el descender y el presentarse desnudo ante el Dios vivo.
La obediencia es el baño que purifica y salva.
La semejanza con nuestra situación es evidente. La situación del
leproso, el enfrentarse con la plena incomunicación, con el estar
vivo en medio de la muerte, proporciona la disposición para seguir en
pos del último rumor y agarrarse a un clavo ardiendo para buscar la
salvación. Se está preparado para lo mayor, lo más importante, pero lo
pequeño, lo ordinario, la iglesia, esto es demasiado antiguo,
demasiado simple. Esto no puede ser causa de salvación o de salud.
Pero precisamente aquí tiene lugar la decisión: en la disposición a
aceptar lo pequeño, lo ordinario; en la disposición al baño de la
obediencia
Después de la salvación, surge de nuevo una crisis, que es la que
aporta la curación definitiva. Naamán pretende dar gracias y lo desea
hacer en el sentido de su posición: mediante dinero. Pero debe
aprender que aquí se le pide no la situación, sino él mismo; no el
dinero, sino la conversión como retorno permanente al Dios de Israel.
El tomar algo de tierra nos puede parecer algo pagano, pero expresa
algo muy profundo: este único Dios no es una construcción filosófica:
se transmite de un modo terreno. El único Dios es para él, lo mismo
que para nosotros, el Dios de Israel. Solamente cuando él siente a
Dios desde allí donde se le ha mostrado se convierte de una manera
real y concreta. Esto vale también hoy: únicamente en la vinculación
con la tierra santa de la iglesia veneramos nosotros verdaderamente
al único Dios, que, en Jesucristo, tomó nuestra tierra para llevarla a
su eternidad, y así venció a la muerte (Joseph Ratzinger).
Como Naamán, muchos querrían imponer sus condiciones a Dios, para
tomarlo en serio y creer. Pero es Dios quien tiene la palabra. Y Dios
no convoca oposiciones, ni valora el curriculum, ni acepta enchufes.
Dios sale al encuentro de todos los que le buscan con sincero corazón,
y se les muestra en los acontecimientos más insospechados de la vida.
Moisés lo descubrió en una zarza que ardía sin consumirse. Lo
importante es saber ver, saber mirar con ojos nuevos, tener el corazón
limpio para poder ver a Dios (Eucaristía 1989).

2. Salmo 97: es un canto que proclama la resurrección de Jesús. Y esas
maravillas de las que habla el salmo -comenta Jerónimo- responden a
aquellas otras del Antiguo Testamento. De un modo semejante a como
Eliseo (4 Reg 4: 34 ss) se contrajo al postrarse sobre el cadáver del
hijo de la viuda -ojos sobre ojos, manos sobre manos, ...- para
resucitarle, así también el Señor ha asumido la forma de hombre y se
ha contraído para constituirnos en hijos de la Resurrección.
Tanto la Liturgia como la tradición cristiana, nos invitan a alabar
con un cántico nuevo (v. 1) al Niño de Belén, en quien se manifiesta
el amor de Dios Padre en favor de la Iglesia, el nuevo Israel. La
alabanza a Cristo, aprendida en la escuela de este salmo, es el fruto
de la alegría que suscita su Nacimiento en un corazón admirado y
agradecido de sentirse salvado por su Señor, que aparece en la verdad
de nuestra misma carne. En un famoso himno navideño de Sedulio (+450),
el 'A solis ortus cárdine', se recogen estas palabras: "No rechaza el
pesebre, ni dormir sobre unas pajas; tan solo se conforma con un poco
de leche, el mismo que, en su providencia, impide que los pájaros
sientan hambre."
Venidos desde los confines de la tierra, los Magos conocieron al Niño
Dios. Ellos son los primeros, de entre todas las naciones, a quienes
se les revela la misericordia divina: la primera epifanía del
Unigénito a los gentiles, que nace de una madre Virgen para salvar al
mundo. Una colecta de la liturgia de Adviento sirve para convertir en
oración estos sentimientos: "Suban, Señor, a tu presencia nuestras
súplicas y colma en tus siervos los deseos de llegar a conocer en
plenitud el misterio admirable de la Encarnación de tu Hijo. Que vive
y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los
siglos de los siglos. Amén."
Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de
lsrael (v. 3). Este versículo, que podría haber inspirado -quizá- el
Magníficat, nos sugiere meditar en los sentimientos de María en la
Resurrección de su Hijo: "Fuerte en la fe, contempló de antemano el
día de la luz y de la vida, en el que, desvanecida la noche de la
muerte, el mundo entero saltaría de gozo y la Iglesia naciente, al ver
de nuevo a su Señor inmortal, se alegraría entusiasmada" (F. AROCENA).
Este es un "salmo del reino": una vez al año, en la fiesta de las
Tiendas (que recordaban los 40 años del Éxodo de Israel, de
peregrinación por el desierto), Jerusalén, en una gran fiesta popular
que se notaba no solamente en el Templo, lugar de culto, sino en toda
la ciudad, ya que se construían "tiendas" con ramajes por todas
partes... Jerusalén festejaba a "su rey". Y la originalidad admirable
de este pueblo, es que este "rey" no era un hombre (ya que la dinastía
Davídica había desaparecido hacía largo tiempo), sino Dios en persona.
Este salmo es una invitación a la fiesta que culminaba en una enorme
"ovación" real: "¡Dios reina!", "¡aclamad a vuestro rey, el Señor!"
Imaginemos este "Terouah", palabra intraducible, que significa:
"grito"... "ovación"... "aclamación".
Originalmente, grito de guerra del tiempo en que Yahveh, al frente de
los ejércitos de Israel, los conducía a la victoria... Ahora, regocijo
general, gritos de alegría, mientras resonaban las trompetas, los
roncos sonidos de los cuernos, y los aplausos de la muchedumbre
exaltada.
¿Por qué tanta alegría? Seis verbos lo indican: ¡seis "acciones" de
Dios! Cinco de ellas están en "pasado" (o más exactamente en
"acabado": porque el hebreo no tiene sino dos tiempos de conjugación
para los verbos, "el acabado", y el "no acabado"). "El ha hecho
maravillas"... "Ha salvado con su mano derecha"... "Ha hecho conocer y
revelado su justicia"... "Se acordó de su Hessed"... (Amor-fidelidad
que llega a lo más profundo del ser); "El vino-el viene"... Y para
terminar, un verbo en tiempo, "no acabado", que se traduce en futuro a
falta de un tiempo mejor (ya que esta última acción de Dios está
solamente sin terminar aunque comenzada): "El regirá el orbe con
Justicia y los pueblos con rectitud"...
Observemos la audaz "universalidad" de este pensamiento de Israel. La
salvación (justicia-fidelidad-amor) de que ha sido objeto la Casa de
Israel... está, efectivamente destinada a "todas las naciones": ¡El
Dios que aclama como su único Rey, será un día el rey que gobernará la
humanidad entera. Entonces será poca la potencia de nuestros gritos!
¡Será poca toda la naturaleza, el mar, los ríos, las montañas, para
"cantar su alegría y aplaudir"!
Habiendo leído el salmo en su sentido "literal", tal como Israel lo
leía, es necesario en un segundo tiempo, leerlo a la luz del
"acontecimiento Jesucristo"... Decirlo en nombre de Jesucristo y con
sus sentimientos, y la oración que encontraba en él para luego
aplicarlos a su misión en los designios del Padre.
¡La revelación del amor-fiel de Dios! La Encarnación del Verbo es el
acontecimiento histórico que hace visible, que "levanta el velo"
(significado de la palabra revelar) del amor que Dios tiene a Israel,
y que extiende a todos los pueblos, en Jesús.
¡La "Nueva Alianza", la "Nueva Liberación"! Hay que cantar un "canto
nuevo, porque Dios renueva su Alianza: la celebración de la "venida"
de Dios es un "signo", un "sacramento" que realiza lo que significa.
Cuando se aclama a Dios como Rey, no se le confiere la realeza (El lo
es desde siempre), sin embargo se "actualiza" esta "realeza" se "urge
la venida del reino escatológico". "¡La salvación que tú preparaste
ante todos los pueblos!" Así se expresa Simeón en su canto de alabanza
(Lucas 2,30) "Atraeré hacia mí a todos los hombres" (Grita Jesús en
proximidad de la Pascua). (Juan 12,32). "¡Jesús había de morir por el
pueblo de Israel, y no solamente por él, sino para reunir en uno todos
los hijos de Dios que están dispersos!" En expresión de San Juan
(11,52). Y esta visión universal, realizada en Cristo, era anunciada
en la esperanza de todo un pueblo, que se atrevía a convidar a "toda
la tierra", "todas las naciones", "todos los habitantes del mundo" a
su propio "Terouah". ¡Una fiesta mundial! ¡Vamos hacia una fiesta en
que todos los hombres estarán felices y cantarán todos juntos, el
mismo día, el mismo Dios, el mismo amor que los habrá salvado
¡Salvado!
Me imagino a Jesús recitando este salmo... Lo recito con El...
¡Vamos, no lo dudemos. Dejémonos "invitar" a la fiesta! ¡Vamos!
Saquemos todos los instrumentos, trompetas, bocinas, guitarras,
panderetas, flautas... Y nuestras voces y aplausos. ¿Hay personas que
se escandalizan por la "alegría" y el "ruido" que hacen los muchachos
de hoy en sus fiestas? Hay un tiempo para la oración silenciosa. Sí.
Hay un tiempo para la meditación y la oración íntima. ¡Sí. Pero hay
también un tiempo para la oración de aclamación!
Escuchemos a Paul Claudel, que vive a su manera este salmo: "¿Qué
canto, oh Dios mío, podemos inventar al compás de nuestro asombro? El
ha roto todos los velos. Se ha mostrado. Se ha manifestado tal como es
a todo el mundo. La misma caridad, la misma verdad, todo semejante, a
lo que quiso con Israel, ¡helo aquí, doquier, brillando a los ojos de
todo el mundo! ¡Tierra, estremécete! ¡Que oiga en tus profundidades el
grito de todo un pueblo que canta y que llora y que patalea!
¡Adelante, todos los instrumentos! ¡Adelante la cítara y el salmo!
¡Adelante, la trompeta en pleno día con sonido claro, y esta trompeta,
la otra, muy bajo, como un hormigueo de trompetas que yo creía
escuchar durante la noche! ¡Adelante el mar, para sumirme! ¡Adelante,
la redondez de la tierra como un canasto que se sacude! ¡Ríos,
aplaudid, y que se alisten las montañas, porque ha llegado el momento
en que Dios va a "juzgar" a la tierra! ¡Ha llegado el día del rayo del
sol, y de la radiante nivelación de la justicia!".
¡La "justicia"! ¡Un mundo gobernado "según Dios"! ¡Está por venir! ¡Un
mundo gobernado según el amor! Está por venir, Dios viene. El Reino de
Dios ha comenzado... (Noel Quesson).
Entre los documentos del Qumran han aparecido una serie bellísima de
himnos de alabanza, en la misma línea, algunos de los cuales nada
tendrían que envidiar a los mismos salmos por su profundidad y su
belleza, por la expresión de su alabanza sentida y feliz. En el Nuevo
Testamento, Cristo mismo alaba al Padre en diferentes ocasiones y se
admira de sus obras; su infancia viene acompañada de grandes cánticos,
como el de María (Magníficat), el de Zacarías (Benedictus), y el mismo
himno de los ángeles en su nacimiento de Belén: "Gloria a Dios en las
alturas...". San Pablo y el Apocalipsis nos muestran abundante
literatura hímnica, y todo ello nos hace ver la Biblia jalonada de una
atmósfera de alabanza y de júbilo: el hombre mantiene esta relación
gozosa con Dios, consciente de su grandeza y de su bondad,
respondiendo con sus cantos de gratitud y admiración.
Y esta corriente de exultación gozosa ha continuado en la vida de la
Iglesia con el ejemplo de los santos y la proliferación inacabable de
expresiones de alabanza: recordemos el "Te Deum", el "Cántico de las
creaturas" de san Francisco de Asís. Y sobre todo, la Liturgia de la
Iglesia, con su variadísima gama de alabanzas, desde la Plegaria
Eucarística hasta la Liturgia de las Horas y tantas y tantas prácticas
de piedad cristianas que siguen el mismo camino de alabanza y gratitud
a Dios.
De una manera privilegiada los salmos nos dan esta enseñanza, y un
determinado grupo entre ellos, los himnos o cánticos a Yahvé (además
de otros grupos), muestran especialmente esta realidad, que no es sino
la necesidad del alma agradecida y admirada ante su Dios. Muestran una
experiencia profunda de Dios, de un Dios sentido en el fondo del alma:
su ayuda se ha dejado ver en cada paso, se ha recibido toda su
solicitud y su providencia, se ha sentido siempre su presencia.
Así, pues, los himnos a Yahvé cantan la grandeza, la actuación, el
reino de Dios. Son salmos universalistas que, partiendo de la
experiencia histórica de Israel, extienden su campo de alabanza a
todos los pueblos y naciones, invitando incluso a los seres celestes
(ángeles) y a la naturaleza toda (tierra y mar, árboles y ríos) a
sumarse a esta alabanza grandiosa al Dios del universo, de la historia
y de la salvación, cuyo juicio dará la recompensa a sus elegidos y
permitirá un nuevo orden de cosas. Su victoriosa actuación le hace
superior a todos los dioses y fuerzas del universo y le da dominio
sobre todas las naciones. "Cantad al Señor un cántico nuevo"… (J. M.
Vernet).
Hablaba Juan Pablo II de "Un coro colosal, por tanto, que tiene un
único objetivo: exaltar al Señor, rey y juez justo. El final del
Salmo, como se decía, presenta de hecho a Dios «que llega para regir
(juzgar) la tierra... con justicia y los pueblos con rectitud»
(versículo 9). Esta es nuestra gran esperanza y nuestra invocación:
«¡Venga tu reino!», un reino de paz, de justicia y de serenidad, que
restablezca la armonía originaria de la creación.
En este Salmo, el apóstol Pablo reconoció con profunda alegría una
profecía de la obra del misterio de Cristo. Pablo se sirvió del
versículo 2 para expresar el tema de su gran carta a los Romanos: en
el Evangelio «la justicia de Dios se ha revelado» (Cf. Romanos 1, 17),
«se ha manifestado» (Cf. Romanos 3, 21). La interpretación de Pablo
confiere al Salmo una mayor plenitud de sentido. Leído en la
perspectiva del Antiguo Testamento, el Salmo proclama que Dios salva a
su pueblo y que todas las naciones, al verlo, quedan admiradas. Sin
embargo, en la perspectiva cristiana, Dios realiza la salvación en
Cristo, hijo de Israel; todas las naciones lo ven y son invitadas a
aprovecharse de esta salvación, dado que el Evangelio «es potencia de
Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y
también del griego», es decir el pagano (Romanos 1,16). Ahora «los
confines de la tierra» no sólo «han contemplado la victoria de nuestro
Dios» (Salmo 97, 3), sino que la han recibido.
En esta perspectiva, Orígenes, escritor cristiano del siglo III, en un
texto citado después por san Jerónimo, interpreta el «cántico nuevo»
del Salmo como una celebración anticipada dela novedad cristiana del
Redentor crucificado. Escuchemos entonces su comentario que mezcla el
canto del salmista con el anuncio evangélico. «Cántico nuevo es el
Hijo de Dios que fue crucificado -algo que nunca antes se había
escuchado-. A una nueva realidad le debe corresponder un cántico
nuevo. "Cantad al Señor un cántico nuevo». Quien sufrió la pasión en
realidad es un hombre; pero vosotros cantáis al Señor. Sufrió la
pasión como hombre, pero redimió como Dios". Orígenes continúa: Cristo
"hizo milagros en medio de los judíos: curó a paralíticos, purificó a
leprosos, resucitó muertos. Pero también lo hicieron otros profetas.
Multiplicó los panes en gran número y dio de comer a un innumerable
pueblo. Pero también lo hizo Eliseo. Entonces, ¿qué es lo que hizo de
nuevo para merecer un cántico nuevo? ¿Queréis saber lo que hizo de
nuevo? Dios murió como hombre para que los hombres tuvieran la vida;
el Hijo de Dios fue crucificado para elevarnos hasta el cielo»".

3. 2 Tm 2,8-13: los consejos de Pablo son: hay que partir del único
inicio posible en una comunidad cristiana: la persona de Cristo: ser
cristiano es fundamentalmente creer en Jesús, aquel hombre histórico y
determinado, conocido por todos, pero que sigue estando
misteriosamente presente en la comunidad después de su resurrección,
de una manera siempre viva y renovada (Edic. Marova).
Pablo está preso, pero libre por dentro: -Muertos con él, viviremos
con él (2 Tm 2, 8-13).
Timoteo ha sido invitado a recordar y avivar en sí mismo la gracia que
recibió por la imposición de las manos; es un carisma de fortaleza
para anunciar el evangelio y predicar la sana doctrina. Pablo se
encuentra encadenado como un malhechor, pero a la Palabra de Dios no
se la puede encadenar y Pablo ha recibido la misión de anunciarla. Por
eso, lo aguanta todo en favor de los que Dios ha elegido, para que
ellos alcancen también la salvación, lograda por Jesucristo, con la
gloria eterna.
La exhortación termina con un himno pascual que quizá fue un canto
litúrgico utilizado en el momento de la iniciación cristiana: Es
doctrina segura: "Si morimos con él, viviremos con él. Si
perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará.
Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí
mismo". La fidelidad de Dios es para siempre, por encima de toda
lógica… es la lógica del amor, que parece locura… (Adrien Nocent).Las
penalidades van unidas a las bienaventuranzas… Nuestra lógica (bien
por bien, mal por mal, ojo por ojo...) se estrella ante la fuerza
irresistible de un Dios que siempre nos perdona, a pesar de nuestras
repetidas infidelidades (E. Cortés).

4. Lc 17,11-19. La fe de la que habla Jesús es descubrir a Dios
presente y activo siempre en nuestra vida. Y responder con fe, con
sintonía, comulgando del todo con él. Esto es lo que significa la
expresión bíblica "dar gloria a Dios". Es decir que Dios está en y con
nosotros, no con un poder arbitrario e imprevisible, sino con amor y
comunión. De esta fe surge una actitud de alabanza, de acción de
gracias, de no querer reconocer -como Naamán- ningún otro Dios (ningún
otro ídolo, ningún otro absoluto). Actitud totalmente opuesta a la de
quien cree en un Dios fuera de nuestra vida, que interviene sólo en
circunstancias excepcionales: esto supone que habitualmente -para lo
de cada día- se cree en otros "dioses" (como los judíos contra quienes
lucharon los profetas: un Dios en el cielo para las grandes ocasiones,
pequeños dioses en la tierra para los problemas de cada día).
Podríamos preguntarnos si actualmente bastantes bautizados no piensan
semejantemente (un Dios para el nacimiento, matrimonio, muerte...,
quizá incluso para la misa de cada domingo..., pero otros "dioses" más
manejables, a quienes no es preciso dar gloria con toda la vida, para
el pan de cada día (J. Gomis).
Jesús manda a los leprosos que se pongan en camino para ser
reconocidos por los sacerdotes. Antes de curarlos, los somete a prueba
y les exige un acto de fe.
Sólo el samaritano vuelve para alabar a Dios y reconocer en Jesús al
Rey-Mesías. La postración delante de Jesús no es una adoración, sino
el reconocimiento de esta realeza mesiánica.
Los otros nueve no vuelven. Parece como si vieran natural que en
ellos, hijos de Abrahán, se cumplieran las promesas mesiánicas.
Pero, al decir Jesús al samaritano, al extranjero, "tu fe te ha
salvado", nos enseña que el verdadero Israel se asienta en la fe
agradecida (Eucaristía 1989).
Este relato de la curación de los diez leprosos está en conformidad
con la legislación contra la lepra fijada por Lv 13. 45-46 y 14. 2-7.
Cuando los leprosos son enviados por Cristo a que se presenten a los
sacerdotes, aquél se somete a las exigencias de la ley. Nueve de ellos
se presentan efectivamente a los sacerdotes. Pero el décimo, que es
samaritano, no está obligado a someterse al examen por parte del
sacerdocio judío y, por consiguiente, puede volver a expresar su
agradecimiento a Cristo.
Este relato constituye, pues, una nueva pieza que añadir al acerbo
integrador de la polémica de los primeros cristianos contra los
judíos. La ley obstaculiza la libertad de expresión de los
sentimientos; el pagano está más cerca de la verdadera religión porque
es libre frente a la ley y más sensible a la única liberación
efectiva, la que proporciona la cruz (Ga 2, 19-20; 5. 11-16; 2 Co 5.
15-18), la de la gracia gratuita (Rm 5. 12-17; 6. 14-15). A la
gratuidad del gesto de Dios responde con frecuencia la acción de
gracias espontánea del hombre liberado.
Una relación así no podía establecerse dentro del marco de la ley en
la que todo está en la línea del "dar al que da"; se sitúa, por el
contrario, en la línea de la fe: "Vete, tu fe te ha salvado".
La lepra aparece frecuentemente en la Biblia como símbolo del pecado.
El milagro de Cristo supera, pues, el significado de una simple
curación para configurar la obra de la salvación que saca al hombre de
su pecado.
Hay todavía cristianos que se parecen a esos nueve leprosos judíos:
practican mucho, pero no saben contemplar; comulgan con frecuencia,
pero no saben dar gracias. Su ética carece de horizonte, replegada
sobre sí mismo; la minucia y el escrúpulo invaden su vida moral. Su
Dios lleva una contabilidad... Al mismo tiempo, se sienten incapaces
de abrirse realmente a la iniciativa del Otro, a la gratuidad.
Los sacerdotes judíos encerraban a los leprosos curados en el Templo.
De igual modo, hay sacerdotes en la Iglesia que han educado a los
laicos en esa minucia legal y en esa entrega de cuentas que son tan
contrarias a la verdadera acción de gracias y a la comunión personal
entre Dios y el hombre. Y sucede hoy que esos fieles experimentan un
despego cada vez más profundo respecto a los sacramentos...
(Maertens-Frisque).
S. Agustín comenta: Lc 17,11-19: Te amaré, Señor, y te daré gracias:
"¿Qué daré en retorno al Señor por poder recordar mi memoria todas
estas cosas sin que tiemble ya mi alma por ellas? Te amaré, Señor, y
te daré gracias y confesaré tu nombre por haberme perdonado tan
grandes y tan nefandas acciones mías. A tu gracia y misericordia debo
el que hayas deshecho mis pecados como hielo y no haya caído en otros
muchos. ¿Qué pecado realmente no pude cometer yo que amé gratuitamente
el crimen?
Confieso que todos me han sido ya perdonados, así los cometidos
voluntariamente como los que dejé de cometer por tu favor. ¿Quién hay
entre los hombres que, conociendo su flaqueza, atribuya a sus fuerzas
su castidad y su inocencia, para por ello amarte menos, cual si
hubiera necesitado menos de tu misericordia, por la que perdonas los
pecados a los que se convierten a ti? Que aquel, pues, que, llamado
por ti siguió tu voz y evitó todas estas cosas que lee de mi, y yo
recuerdo y confieso, no se ría de mí por haber sido curado, estando
enfermo, por el mismo médico que le preservó a él de caer en la
enfermedad; o más bien, de que no enfermara tanto. Antes, sí, debe
amarte tanto y aún más que yo; porque el mismo que me sanó a mi de
tantas y tan graves enfermedades, ése le libró a él de caer en ellas".
«¿Dónde están los otros nueve?». Diez leprosos son curados por el
Señor en el evangelio mientras van de camino a presentarse a los
sacerdotes por orden de Jesús. Los sacerdotes tenían la obligación de
declarar impuros a los leprosos (Lv 13,11-12), pero también la de
constatar su eventual curación y anular el veredicto de impureza
(ibid. 16). Está claro que es únicamente Jesús el que opera el
milagro, que se produce mientras los leprosos van a presentarse a los
sacerdotes. Pero para los judíos enfermos el rito litúrgico prescrito
en la ley es tan decisivo que atribuyen toda la gracia de la curación
a la ceremonia prescrita. Exactamente igual que algunos cristianos,
que consideran que «practicar» es el auténtico centro de la religión y
olvidan completamente la gracia recibida de Dios, que es el punto de
partida y la meta de la «marcha de la Iglesia». El fin desaparece en
el medio, que a menudo apenas tiene ya algo que ver con lo
genuinamente cristiano y que es pura costumbre, mera tradición
rutinaria. Tendrá que ser un «extranjero» (un samaritano), es decir,
alguien no familiarizado con la tradición, el que perciba la gracia
como tal mientras va de camino hacia la «autoridad sanitaria» y
vuelva a dar las gracias al lugar adecuado.
«Acepta un presente de tu servidor». En el paralelo
veterotestamentario de la primera lectura se describe anteriormente
(cfr. versículos 1-13) el enfado de Naamán el sirio, que se niega a
obedecer la orden de Eliseo de bañarse siete veces en el Jordán para
curarse de la lepra. ¿Es que no hay ríos suficientes en nuestra
tierra? Sus siervos tienen que aconsejarle que obedezca al profeta. El
sirio obedece finalmente y queda curado: no propiamente por su fe,
sino en virtud de su obediencia. El agraciado se llena entonces de
admiración y rebosa gratitud por todas partes. Quiere mostrarse
agradecido con regalos, pero el profeta no acepta nada, está
simplemente de «servicio». Entonces se produce la segunda curación del
sirio, ésta totalmente interior: se llena nuevamente de admiración,
pero esta vez no por el poder que el profeta tiene de hacer milagros,
sino por la fuerza del propio Dios. En lo sucesivo quiere adorar
exclusivamente a este Dios, sobre la misma tierra del país que
pertenece a este Dios y que se lleva consigo. Se precisa una
distancia con respecto a los hábitos religiosos para experimentar lo
que es un milagro y demostrar la gratitud que se debe a Dios por él.
Jesús lo había dicho ya claramente en su discurso programático de
Nazaret (Lc 4,25-27).
«Mi evangelio, por el que sufro». La segunda lectura muestra que el
verdadero cristianismo, tras su degeneración espiritualmente
mortífera en mera tradición, tiene la forma vivificante del martirio,
que es una confesión de fe (no necesariamente cruenta) mediante el
sufrimiento. Aquí se sufre «por los elegidos», para que éstos, a
pesar de su indolencia, «alcancen su salvación» en Cristo y la
«gloria eterna». No podemos contentarnos simplemente con el último
versículo de este pequeño himno que cierra la lectura: «Si somos
infieles, él permanece fiel» -esta idea, justa por lo demás, puede
convertirse en una cómoda poltrona-, sino que hay que tomar
igualmente en serio el versículo anterior: «Si lo negamos, también él
nos negará». Si tratamos a Dios como si fuera una especie de autómata
religioso, El se encargará de demostrarnos que no es eso, sino que es
el Dios libre, vivo, y también la Palabra eterna, que se manifiesta
libremente y no está encadenada, cuando nosotros, por el contrario,
«llevamos cadenas como malhechores». Sólo «si morimos con él,
viviremos con él» (Hans Urs von Balthasar).