Sábado después del Sagrado Corazón: Corazón Inmaculado de María, reflejo del amor divino: Un corazón que guarda, ama y espera
A. Lecturas:
1. Isaías (61,9-11):
La estirpe de mi pueblo será célebre entre las naciones, y sus vástagos entre los pueblos. Los que los vean reconocerán que son la estirpe que bendijo el Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido con un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos.
2. Salmo 2,1-8
Mi corazón se regocija por el señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
Se rompen los arcos de tus valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda baldía.
El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.
Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria.
3. Lucas (2,41-51):
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.»
Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón.
B. Comentario:
1. "Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios..."
Este texto profético canta la alegría de un alma revestida por Dios. Es una expresión de júbilo espiritual, de alguien que se sabe transformado por el amor y la elección divina. Este pasaje puede leerse como un retrato anticipado del alma de María: vestida con un traje de gala, coronada como novia por la gracia de Dios, fecunda en justicia y belleza interior. La imagen de un jardín que brota es especialmente evocadora para hablar del Corazón Inmaculado de María, en quien brotó el Verbo hecho carne y cuya vida fue terreno fértil de fe, esperanza y caridad.
María es, en sí misma, esa estirpe bendecida que el Señor ha glorificado entre los pueblos. En su corazón, el gozo del Señor no es un simple sentimiento, sino una configuración total de su ser a la voluntad divina.
2. "Mi corazón se regocija por el Señor, mi salvador..."
Este cántico de Ana resuena con fuerza en labios marianos. De hecho, inspira directamente el Magníficat de María (Lc 1,46-55). Es el canto de una mujer que ha visto la acción salvífica de Dios en su pequeñez. El paralelismo entre Ana y María es evidente: ambas experimentan la acción de un Dios que exalta a los humildes, levanta a los pobres, y da vida en medio de la esterilidad.
El Corazón de María se regocija por un Salvador que derriba los tronos y enaltece a los humildes. Su inmaculado corazón es, por tanto, lugar donde se encarna la teología de la gratuidad: todo don viene de lo alto, y todo lo pequeño es exaltado si está en manos de Dios. Como Ana, María sabe reírse de sus enemigos, no por venganza, sino por la alegría profunda que da saberse salvada y amada.
3. "Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón."
Hoy celebramos la memoria del Corazón Inmaculado de María. Un corazón sin mancha, lleno de Dios, abierto totalmente a obedecerle y escucharle. El corazón, en el lenguaje de la Biblia, se refiere a lo más profundo de la persona, de donde emanan todos sus pensamientos, palabras y obras. ¿Qué emana del corazón de María? Fe, obediencia, ternura, disponibilidad, espíritu de servicio, fortaleza, humildad, sencillez, agradecimiento, y toda una estela inacabable de virtudes.
¿Por qué? La respuesta la encontramos en las palabras de Jesús: «Donde está tu tesoro allí estará tu corazón» (Mt 6, 21). El tesoro de María es su Hijo, y en él tiene puesto todo su corazón; los pensamientos, palabras y obras de María tienen como origen y como fin contemplar i agradar al Señor.
El Evangelio de hoy nos da una buena muestra de ello. Después de narrarnos la escena del niño Jesús perdido y hallado en el templo, nos dice que «su madre guardaba todas estas cosas en su corazón» (Lc 2, 51). San Gregorio de Nisa comenta: «Dios se deja contemplar por los que tienen el corazón purificado». ¿Qué guarda María en su corazón? Des de la Encarnación hasta la Ascensión de Jesús al cielo, pasando por las horas amargas del Calvario, son tantos y tantos recuerdos meditados y profundizados: la alegría de la visita del ángel Gabriel manifestándole el designio de dios para Ella, el primer beso y el primer abrazo a Jesús recién nacido, los primeros pasos de su Hijo en la tierra, ver cómo iba creciendo en sabiduría y en gracia, su "complicidad" en las bodas de Caná, las enseñanzas de Jesús en su predicación, el dolor salvador de la Cruz, la esperanza en el triunfo de la Resurrección...
Pidámosle a Dios tener el gozo de amarle cada día de un modo más perfecto, con todo el corazón, como buenos hijos de la Virgen (Jordi Pascual).
Este evangelio nos lleva directamente al núcleo de la memoria litúrgica que celebramos: el Corazón Inmaculado de María. En este pasaje, María aparece desconcertada, angustiada incluso, como toda madre cuando un hijo se le "pierde". Sin embargo, lo más admirable es que, aunque no comprende, conserva en el corazón. Su fe no se basa en la claridad, sino en la fidelidad.
Este conservar y meditar nos revela su corazón como lugar de memoria y discernimiento espiritual, un santuario donde se guarda lo humano y lo divino, lo comprensible y lo misterioso. María no impone respuestas, sino que guarda, rumia, espera, ama. Su corazón no es pasivo, sino activo en el silencio, en la escucha, en la obediencia.
La expresión de Lucas es profundamente teológica: María vive en actitud contemplativa. Cada gesto de su hijo es para ella materia de oración. Y así, su corazón se convierte en modelo para el nuestro: limpio, abierto, fiel, disponible. Un corazón que nos enseña a guardar incluso lo que no entendemos.
Las tres lecturas juntas forman una sinfonía espiritual que nos introduce en el misterio del Corazón de María. Desde la alegría profética de Isaías, pasando por el cántico esperanzado de Ana y culminando en la contemplación silenciosa de María, se dibuja una pedagogía del corazón: un corazón agradecido, humilde, receptivo, fecundo.
María es la mujer nueva, en cuyo corazón se cumple la promesa antigua: el amor de Dios no solo se anuncia, se encarna. Y en ella vemos cómo nuestras emociones, dudas, alegrías y sufrimientos pueden transformarse en oración y ofrecimiento.
Que en la escuela de su Corazón Inmaculado, aprendamos a mirar el mundo con ternura, a vivir con valentía y a guardar en lo profundo aquello que aún no entendemos, esperando en Dios.
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