sábado, 28 de diciembre de 2024

Fiesta de la Sagrada Familia. Dios inaugura en Jesús una familia, hecha del Espíritu: la Sagrada Familia es la cuna de la Iglesia, y a esta familia pertenecemos

Fiesta de la Sagrada Familia. Dios inaugura en Jesús una familia, hecha del Espíritu: la Sagrada Familia es la cuna de la Iglesia, y a esta familia pertenecemos

 

A. Lecturas

   1. Eclesiástico 3,2-6.12-14: Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha. Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados.

 

   2. Salmo 127:  Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien.

   Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa.

   Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida.

 

   3. Colosenses 3,12-21: Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y celebrad la Acción de Gracias: la palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.

 

   4. Lucas 2,41-52: "Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: - «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.» Él les contestó: - « ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres".

 

Comentario: Es una fiesta (domingo dentro de la octava de navidad) relativamente joven (celebración opcional en 1893, muy popular en el siglo XIX, sobre todo en Canadá. El papa León XIII lo promovió muchísimo). Hoy tiene un papel especial, en tiempos de crisis para la familia. Dios se hizo hombre, trabajador, carpintero e hijo de carpintero, nazareno, cuyos padres eran conocidos en aquel lugar. Le reconocemos como verdadero hombre, pero no perdemos de vista jamás su naturaleza divina. Adoramos al hijo del Dios vivo que se hizo Hijo en una familia humana.

   Navidad es un tiempo hogareño, familiar. Y esto tiene una importancia religiosa y psicológica: necesitamos volver a los orígenes, a las raíces, a la familia de cuando en cuando. En el plano espiritual hacemos esto en nuestras celebraciones litúrgicas, renovando nuestros "orígenes sagrados" cuando celebramos el nacimiento de nuestro Señor. La cueva, el pesebre..., allí comenzó todo. Pero el hogar fue el entorno en el que aprendimos la fe por primera vez. Para los judíos de otros tiempos era una obligación sagrada la de volver al hogar y a la familia. Toda la noción del Año Jubilar da testimonio de esto: "Cada uno de vosotros recobrará su propiedad, cada uno de vosotros se reintegrará a su clan" (Lev 25,10). De esta manera, la navidad es una especie de celebración de familia en el plano humano y en el espiritual.

    1. La familia como baluarte de valores y fe: Desde los tiempos bíblicos, la familia ha sido el núcleo donde se transmiten los valores fundamentales de la humanidad. En el libro del Eclesiástico, la familia se presenta como el espacio donde se cultivan virtudes como la obediencia, el respeto y el cuidado de los mayores. Estas virtudes no solo refuerzan los lazos humanos, sino que se vinculan profundamente con el amor a Dios, pues los padres reflejan Su paternidad divina. Este respeto mutuo, que es esencial para la convivencia, expía los pecados y atrae bendiciones.

En el mundo actual, que avanza en conocimientos pero a menudo carece de sabiduría práctica, es necesario recuperar esta tradición de respeto y cuidado por los mayores. Honrar a los padres y escuchar la experiencia de los ancianos no es solo un acto de humanidad, sino un reflejo del temor a Dios, entendido como reverencia hacia el Creador. De este modo, la familia se convierte en una escuela de amor, donde aprendemos a valorar la gratuidad de la vida y la importancia de cuidar y ser cuidados.

   2. La felicidad en el hogar según el Salmo 127: ofrece una imagen encantadora de la familia como espacio de felicidad sencilla y profunda. Allí se practica la piedad, el trabajo y el amor conyugal, combinando lo espiritual con lo cotidiano. Este salmo nos invita a redescubrir que Dios nos hizo para ser felices, no solo en la eternidad, sino también en la vida presente, a través de las relaciones y el trabajo compartido en familia.

Sin embargo, esta felicidad no debe entenderse de manera superficial o materialista, como si fuera una ecuación entre virtud y éxito. La vida humana, como nos recuerda la experiencia, incluye sufrimiento, dificultades y contradicciones. Pero incluso en medio de estas pruebas, el justo encuentra una paz interior y una alegría que trasciende las circunstancias. Jesús, en las Bienaventuranzas, reafirma esta verdad al proclamar "felices" a quienes viven según la voluntad de Dios. De este modo, la familia se convierte en un reflejo de la comunidad divina, donde la felicidad y la gratitud se expresan en los pequeños gestos cotidianos de amor y generosidad.

   3. La familia como comunidad en Cristo: San Pablo, en su carta a los Colosenses, nos invita a vivir como comunidad unida por el amor de Cristo. La familia, como pequeña iglesia doméstica, está llamada a reflejar esta unión. Virtudes como la misericordia, la humildad, la bondad y el perdón son los pilares de una convivencia auténtica, tanto en la comunidad como en el hogar. El amor, según Pablo, es el vínculo que da coherencia y perfección a todas las virtudes.

En una sociedad cambiante, es necesario adaptar la forma en que entendemos las relaciones familiares, pero sin perder el núcleo esencial de la enseñanza cristiana. El amor realista, que se traduce en respeto, ánimo, comprensión y colaboración, es la clave para construir familias fuertes y comunidades espirituales vibrantes. Además, este amor no puede limitarse al ámbito privado; debe extenderse hacia los demás, reflejando la apertura y la solidaridad propias de la vida en Cristo.

   4. Jesús, signo de contradicción y modelo de familia: El evangelio de Lucas nos muestra a Jesús como un niño indefenso, presentado en el templo por sus padres según la Ley. Este gesto de humildad resalta la humanidad de Jesús, que creció en una familia sencilla, aprendiendo las costumbres y enfrentando los desafíos de su tiempo. La profecía de Simeón lo presenta como un "signo de contradicción", llamado a provocar decisiones radicales en los corazones humanos.

La Sagrada Familia, con su humildad y su amor, nos ofrece un modelo para nuestras propias familias. María y José no solo cuidaron de Jesús, sino que lo respetaron como persona, permitiéndole crecer y cumplir su misión divina. Este respeto y libertad son esenciales en las relaciones familiares, donde el amor debe promover el crecimiento y la madurez de cada miembro.

María, como madre, también es un ejemplo de fe y perseverancia. Su corazón fue atravesado por la espada de la Palabra de Dios, que escudriñó sus pensamientos y le permitió comprender el misterio de la misión de su Hijo. En nuestra propia vida familiar, somos llamados a acoger esta misma Palabra, dejándonos guiar por su luz incluso en medio de las pruebas y los sufrimientos.

La familia es un laboratorio de humanidad, donde aprendemos a amar y ser amados. Es el espacio donde se forjan las primeras relaciones y se cultivan los valores fundamentales que nos acompañarán toda la vida. Como lugar de comunión y entrega, la familia nos prepara para vivir en comunidad y nos acerca al misterio del amor divino.

Que nuestras familias sean, como la Sagrada Familia, escuelas de sabiduría, amor y libertad. Que aprendamos a valorar el silencio, el diálogo y la oración como herramientas para fortalecer nuestros lazos y abrirnos a los demás. Y que, en medio de las pequeñas tareas cotidianas, descubramos el rostro de Dios, que se hace presente en el amor y la entrega de cada miembro de la familia.

 

 

 

Navidad, 28 de Diciembre: Los Santos Inocentes, mártires que profesan su fe con su silencio

Navidad, 28 de Diciembre: Los Santos Inocentes, mártires que profesan su fe con su silencio

 

A. Lecturas

  1. I Juan (1,5–2,2): Os anunciamos el mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados. Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra. Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

   2. Salmo 123,2-3.4-5.7b-8: Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros. 

   Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes. 

   La trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. 

   3. Mateo 2,13-18: "Después que los magos se retiraron, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al Niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al Niño para matarle». Él se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».

   Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen».

 

B. Comentario:

   1. Nos dice san Juan: -"El anuncio que le oímos a Jesús es éste: Dios es luz... No hay tiniebla alguna en El..." Sin luz, los ojos resultan inútiles. No sirven para nada. «Dios es luz» El pone de manifiesto todo lo restante. Sin El todo sería tiniebla... inexistente.

   -"Si caminamos en las tinieblas, nuestra conducta no es sincera". El tema de la luz en san Juan está ligado al de la verdad. Dios es «verdadero». Dios es transparencia, Dios es sinceridad, Dios es luz. En El no hay ningún desfase entre "lo que dice o muestra"... y «lo que verdaderamente es». Vivir «según la verdad», es «vivir según Dios». Es en primer lugar una exigencia de lucidez, de santidad, de verdad.

   -"Cuando nos movemos en la luz somos solidarios unos de otros". El amor fraterno. ¡Vivir «en la luz» es vivir en «comunión con los demás», en el servicio a los demás, en la apertura unos de otros! -"Y la sangre de Jesús nos limpia de todo pecado... Si decimos no tener pecado, la verdad no está en nosotros... Si reconocemos abiertamente nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, perdona nuestros pecados y nos purifica de toda injusticia". Pecar... es caminar en las tinieblas. Hay en nosotros algo tenebroso, una parte de nosotros mismos que deseamos esconder. Esa parte egoísta, esas motivaciones interesadas, inconfesables, esas debilidades de nuestra voluntad... esos rechazos a compartir, a la comunicación, al amor. ¡Hay que hacer luz sobre todo ello! Basta con «reconocer que somos pecadores» para que todo eso sea salvado. Si uno de nosotros comete pecado, tenemos un defensor ante el Padre: Jesús, el justo. El es la víctima que expía nuestros pecados.¡Gracias! (Noel Quesson).

   2. "Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros". Dios está siempre de nuestra parte.

   "Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes.

   La trampa se rompió, y escapamos. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra". Dios velará siempre por nosotros y nos librará de la mano de nuestros enemigos. Esa confianza nos da vida…

   3. Volvemos hoy a los "evangelios de la infancia", al episodio de la huida a Egipto donde vemos a Cristo en la situación de Moisés. Cristo es el "nuevo Moisés". El faraón había mandado matar a todas los recién nacidos. Un relato judío habla de que el faraón había conocido que un niño de los judíos sería rey y él, lleno de miedo, quiso matar a los recién nacidos. Moisés se había librado de la matanza –según esa tradición, porque Dios se le había aparecido en sueños y le había avisado- huyendo al extranjero. Moisés había sido llamado para que regresase a su país con las mismas palabras que el ángel utiliza para el retorno de la sagrada familia. Son procedimientos literarios que relaciona la fe del cumplimiento de las palabras en la Palabra encarnada, con la historia así explicada e interpretada.

   El texto del evangelio de san Mateo relata la matanza de los niños inocentes de Belén por obra del rey Herodes el Grande, despechado porque los magos no le avisaron del lugar en el que lo encontraron. Tal es el fundamento histórico de este relato que muchos toman por legendario que nos centra a Jesús como nuevo Moisés, definitivo, ya desde su nacimiento, que ha venido para dar al pueblo de Dios la nueva ley y ser el mediador de una mejor alianza.

   El parecido entre las palabras antiguas y lo que se cumple con la Palabra encarnada, no quita historicidad. Pues Jesús es el que vuelve de Egipto a la tierra prometida, pero no para apartarse de Dios como el antiguo Israel, sino para cumplir en todo la voluntad del Padre.

   -"El ángel dijo a José: "Levántate, huye a Egipto..." José se levantó de noche y partió"... Dios puede actuar con José sin la menor dificultad... Hay personas así, cuyo corazón está completamente lleno de Dios. ¡José tenía ese temple! Un hombre vigilante, atento siempre a la menor indicación que le sugiera cuál es la voluntad de Dios. -"Tomó al niño y a su madre"… el niño es el centro de todo, después viene su madre... Será Jesús mismo a los doce años quien nombrará al padre, cuando lo encuentran en el Templo, en Jerusalén. ¡Sí, hay una majestad extraordinaria que emana de los relatos de esta infancia!

   -"Herodes se irritó sobremanera, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en toda su comarca". Este crimen tan horrible, como el que anteriormente había decidido el Faraón de Egipto, no impedirá que Dios cumpla con su obra.

   -"Entonces se cumplió lo que el Señor había dicho por el profeta Jeremías: "En Ramá se oyeron voces, muchos lloros y alaridos... Es Raquel que llora a sus hijos, sin querer consolarse porque ya no existen." Una vez más el evangelista encuentra la clave del suceso en la Escritura. Ha pasado tiempo desde la muerte del profeta, pero los lamentos y los llantos de las madres continúan. Y Dios sigue también siendo sensible a este dolor. Así lo creemos. Hoy rezaré por todas las madres que lloran y sufren (Noel Quesson).

   La Navidad se tiñe de rojo, pero ese llanto de Raquel reclama un consuelo, que en Jesús vemos realidad en la resurrección del Señor. El camino del seguimiento de Jesús está lleno de dificultades. Al testimonio de Esteban y de Juan el apóstol, se añade hoy el de los niños inocentes de Belén. En el Oriente a esta fiesta la llaman «de los niños ejecutados».

   Los niños de Belén, sin saberlo ellos, y sin ninguna culpa, son mártires. Dan testimonio «no de palabra sino con su muerte». El mal existe, y el desamor de los hombres ocasiona a lo largo de la historia escenas como ésta y peores. De nuevo la Navidad se vincula con la Pascua. En el Nacimiento ya está incluida la entrega de la Cruz. Y en la Pascua sigue estando presente el misterio de la Encarnación: la carne que Jesús tuvo de la Virgen María es la que se entrega por la salvación del mundo. José y María empiezan a experimentar que los planes de Dios exigen una disponibilidad nada cómoda. La huida y el destierro no son precisamente un adorno poético en la historia de la Navidad. El sacrificio de estos niños inocentes y las lágrimas de sus madres se convierten en símbolo de tantas personas que han sido injustamente tratadas por la maldad humana y han sufrido y siguen sufriendo sin ninguna culpa. Desde el acontecimiento de la Pascua de Cristo, todo dolor es participación en el suyo, y también en el destino salvador de su muerte, la muerte del Inocente por excelencia.

   ¿Aceptamos el esfuerzo y la contradicción en el seguimiento de Cristo?; ¿sabemos apreciar la lección de reciedumbre que nos dan tantos cristianos que siguen fieles a Dios en medio de un mundo que no les ayuda nada? También nosotros, como los niños de Belén, debemos dar testimonio de Dios con las obras y la vida, más que con palabras bonitas. Cristo Jesús nos libera de todo mal, es el éxodo a la tierra prometida, «el que quita el pecado del mundo» (J. Aldazábal).

   Hoy, en tantos sitios hay niños abandonados, inocentes abandonados por sus madres a las horas de nacer porque ellas no pueden hacerse cargo de sus vidas, mueren en las favelas, en las villas, en los campos, en los cordones industriales, en las ciudades. Muchos gobiernos no atienden a las regiones más alejadas de sus capitales porque no son significativas para sus votos, y así desamparan a miles de familias que quedan a merced de enfermedades, de epidemias y de la incomunicación hacia cualquier puesto sanitario. Mueren miles de niños víctimas de la violencia familiar, de la prostitución infantil y de la delincuencia juvenil. Los escuadrones de la muerte los matan en las calles para que no crezcan y no molesten a la "gente buena, de buen nivel". Mueren en las calles, su único hogar, llenos de drogas caseras y con esperanza de haber sido amados por alguien. Mueren en las cárceles y hogares de reformatorios. Mueren con hambre, frío, desnudos, sucios, y analfabetos. Si nos repugna y nos escandaliza la actitud de Herodes, ¿qué pensar de nuestro tiempo, de los actuales "reyes", que aniquilan a nuestros niños, los inocentes de nuestros Pueblos?

   No hay explicación fácil para el sufrimiento, y mucho menos para el de los inocentes. El sufrimiento escandaliza con frecuencia y se levanta ante muchos como un inmenso muro que les impide ver a Dios y su amor infinito por los hombres. ¿Porqué no evita Dios todopoderoso tanto dolor aparentemente inútil? El dolor es un misterio y, sin embargo, el cristiano con fe sabe descubrir en la oscuridad del sufrimiento, propio o ajeno, la mano amorosa y providente de su Padre Dios que sabe más y ve más lejos, y entiende de alguna manera las palabras de San Pablo: para los que aman a Dios, todas las cosas son para bien (Rom 8,28), también aquellas que nos resultan dolorosamente inexplicables o incomprensibles.

   La Cruz, el dolor y el sufrimiento, fue el medio que utilizó el Señor para redimirnos. Desde entonces el dolor tiene un nuevo sentido, sólo comprensible junto a Él. El Señor no modificó las leyes de la creación: quiso ser un hombre como nosotros. Pudiendo suprimir el sufrimiento, no se lo evitó a sí mismo. Él quiso pasar hambre, y compartió nuestras fatigas y penas. Su alma experimentó todas la amarguras: la indiferencia, la ingratitud, la traición, la calumnia, la infamante muerte de cruz, y cargó con los pecados de la humanidad. Los Apóstoles serían enviados al mundo entero para dar a conocer los beneficios de la Cruz. El Señor quiere que luchemos contra la enfermedad, pero también quiere que demos un sentido redentor y de purificación personal a nuestros sufrimientos. No les santifica el dolor a aquellos que sufren a causa de su orgullo herido, de la envidia y de los celos porque esta cruz no es la de Jesús, sino nuestra, y es pesada y estéril. El dolor –pequeño o grande-, aceptado y ofrecido al Señor, produce paz y serenidad; cuando no se acepta, el alma queda desentonada y rebelde, y se manifiesta en forma de tristeza y mal humor.

   La esperanza del Cielo es una fuente inagotable de paciencia y energía para el momento del sufrimiento fuerte. Nuestro Padre Dios está siempre muy cerca de sus hijos, los hombres, pero especialmente cuando sufren. La fraternidad entre los hombres nos mueve a ejercer unos con otros este misterio de consolación y ayuda. Pidamos hoy a la Virgen y a los Santos Inocentes que nos ayuden a amar la mortificación y el sacrificio voluntario, a ofrecer el dolor y a compadecernos de quienes sufren (Francisco Fernández Carvajal).

   Hoy es un día para rezar por tantos inocentes, abortados en el lugar donde más seguro tendría que estar un hijo, en el vientre de su madre. Ante tanto mal, nos dice la Biblia que "todo es para bien, para los que aman a Dios", pero podemos tener la duda al pensar "¿amo a Dios, para que sea todo para bien?" Nos consuela el sentido más literal, y que nos da más paz, y es éste: "todo es para bien, para los que Dios ama", o mejor todavía "para los que Dios concede su beneplácito, los predestinados"... es decir que como somos todos objeto de su amor, esto nos consuela, basta dejarse llevar por esa corriente de amor. Dios tiene su imaginación para sacar de lo malo bueno, y es que el amor es imaginativo, nos los dice Juan Pablo II: «En efecto, son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan a la sensibilidad cristiana. Es la hora de una nueva imaginación de la caridad, que se despliegue no sólo en la eficacia de las ayudas prestadas, sino también en la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con el que sufre». Esta imaginación la tiene María, que va con alegría a servir a quien intuye que necesita su ayuda, su prima Isabel. Ella nos llevará a adivinar las necesidades de los demás.

Llucià Pou Sabaté

Navidad: 27 de Diciembre: San Juan, apóstol y evangelista. La verdad no la consigue la razón sola, sino aquella inteligencia amorosa que libremente acoge la Verdad de Jesús

Navidad: 27 de Diciembre: San Juan, apóstol y evangelista. La verdad no la consigue la razón sola, sino aquella inteligencia amorosa que libremente acoge la Verdad de Jesús

 

"El primer día de la semana, María Magdalena fue corriendo a Simón Pedro y a donde estaba el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó" (Juan 20,2-8).

1. Mientras contemplamos al Niño de Belén, somos invitados a vivir esta misma fe plena que vivió el apóstol Juan.

-"El día de Pascua, por la mañana, María Magdalena echó a correr en busca de Simón Pedro y el otro discípulo, aquel que Jesús amaba..." Juan se caracteriza a sí mismo como: "el discípulo amado". ¡Qué audacia! Probablemente esto se traslucía, hasta llegar a provocar algún sentimiento de envidia, en el grupo de los doce Pedro se extrañaba de esta preferencia de Jesús respecto a Juan. Los designios de Dios son misteriosos e incomprensibles: cada uno de los hombres recibe una vocación única...

Pedro ha recibido la vocación del "Primado" en el colegio de los Doce. Juan ha recibido la vocación de ser "aquel que Jesús amaba ¿No encontraríamos en estos dos papeles, dos aspectos siempre necesarios en la Iglesia?: -funciones de responsabilidad en las estructuras de Iglesia... -funciones de animación interior en la Iglesia. ¡Señor! que todos sepamos aceptar los "papeles" que Tú quieras asignarnos. Ayúdanos a no hacer comparaciones y a saber valorar toda vocación. La más "vistosa", la más "escondida"... ambas son necesarias.

-"Pedro y Juan corrían juntos hacia el sepulcro. Juan corrió más aprisa y llegó primero, pero no entró. Llegó tras el Simón Pedro y entró en el sepulcro". Hay ciertamente en estos detalles una intención del evangelista. Quiere poner a Pedro en primer término. Evidentemente, Juan quiere respetar el papel de Simón Pedro, aquel que Jesús le ha conferido. "Tú eres Pedro y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia." Juan se esfuma. En la Iglesia no se escogen los papeles. Se reciben de Dios. Hay aquí un acto de fe. ¿Considero así los ministerios en la Iglesia?

-"Y fue entonces cuando entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vio y creyó". ¿Qué es lo que vio? ¿Qué signo lo llevó a creer? "Vio el sudario allí y el lienzo que había cubierto la cabeza no estaba junto al sudario sino plegado aparte en su lugar." ¡Pobres signos! Signos humildes y modestos. Como en Navidad, que más que un "signo" el ángel les dice un "no signo": ver un niño en pañales, en un pesebre. Los pobres del Señor son ya los protagonistas del Reino, Jesús el primero.

Al ver la piedra del sepulcro corrida, pensó sin duda en la posibilidad de un robo. Pero viendo los lienzos mortuorios bien plegados y colocados en su sitio, empezó a "creer" en la resurrección. ¡Cuán bueno es para nosotros leer estos humildes detalles que los testigos directos nos dan! En nuestras vidas, también para nosotros existen "signos" que Dios nos presenta. Ayúdanos, Señor, a interpretarlos. ¿Cuáles son los humildes signos que Dios presenta actualmente en mi vida, a fin de que crezca mi fe? (Noel Quesson).

 

2. Juan es testigo de lo que Jesús vivió e hizo, y nos invita a reconocer en Jesús la Palabra del Padre. Y escribe su evangelio "para que creamos y tengamos vida". Vale la pena que valoremos la presencia de Jesús entre nosotros, a través de la Escritura. Y también todas las demás presencias. Y que así tengamos alegría. En sus escritos, nos habla del amor-comunión de Dios con nosotros, y del amor que hemos de tener a los hermanos: Juan hablará así de "nacer con Dios" (2,29; 4,7), de "permanecer en la luz", y esa luz es Dios (2,8-11); de "permanecer en Dios" (3,5-6; 4,16), de "comulgar con Dios" (1,5-7), de "conocer a Dios" (4,7-8). Dios es justicia, amor, luz, etc., y el que actúa según la justicia, el que ama, quien camina en la luz, penetra en una determinada relación existencial con Dios a la que Juan designa aquí con el nombre de comunión. La epístola precisará más adelante en qué consiste esa comunión: una presencia de Dios en el hombre y una presencia del hombre en Dios, por comunicación de vida, esa comunión realizada plenamente en Cristo, pero que está ya en marcha en cada cristiano. Esta comunión es también una alianza mediante la cual Dios concede al hombre un corazón nuevo para conocerle.

El conocimiento de Dios es el tema con que comienza la carta, y no es algo intelectual; es una cierta experiencia, al observar sus maravillas y sus intervenciones en el mundo. Nos lo dice él mismo: "él ha oído, él ha visto, él ha contemplado, él ha tocado" a Dios en Cristo. Así nos habla de dar "testimonio", de "anuncio", de "alegría".

"Lo que existe desde el principio. Lo que hemos oído. Lo que hemos visto con nuestros propios ojos. Lo que palparon nuestras manos: El verbo eterno de Dios -la Palabra de Vida- pues la vida se hizo visible". La Encarnación no es un sueño, sino que nació y vivió entre nosotros Jesús de Nazaret. "Esta vida eterna que estaba junto al Padre -esta Palabra de vida- mediante la cual Dios se expresa a sí mismo, de una manera absoluta, perfecta, se manifestó, se hizo visible. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis unidos con nosotros". Es una invitación a una «vida» de amor, en familia. Haz, Señor, que tu Iglesia sea una familia, que nos sintamos "en casa".

 

3. La tierra se alegra porque ha visto al Salvador. Juan lo ha visto, y está centrado en Jesús. Le preguntaron a Chiara Lubich: ¿Qué es para ti Jesucristo? Ella, sin dudarlo un instante, respondió con la decisión con que se dice algo obvio: "¡Es todo!" Ser todo engloba la razón, amor y libertad, sentimiento y cuerpo; ser cristiano es seguir a Jesús; Él es su principio y su meta, su espíritu y su impulso vital, el ideal de su vida, la salvación. Lo testimonia con su vida san Juan, al que hoy celebramos, y que recogió palabras de fuego que Jesús decía y que calaban hondo en su corazón: "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. Si me habéis conocido, conoceréis también a mi Padre. (...) El que me ha visto a mí ha visto a mi Padre" (Jn 14,6-11).

Jesús, con su palabra, nos reveló al Padre como Amor, y el amor lleva al sacrificio y a la obediencia: "si me amáis, cumplid los mandamientos" como expresión de un amor vivido en libertad, pero hemos hecho de la norma, la ley, un juicio sobre la vida eterna: decimos que quien cumple la ley se salva y la vida cristiana es hacer la voluntad de Dios, cumplir con la ley. Queremos vivir con esfuerzo y lucha las virtudes, forjar la voluntad, el carácter, pero a veces puede hacerse de modo poco humano (como aquella expresión de "la letra con la sangre entra", o las formas de evangelización que obligaban, etc.). Quizá falta entonces en el fondo del alma de quien vive así el sentido de plenitud, hay un vacío en el alma. Nietzsche habló de eso cuando –en la visión protestante- decía que era una "religión de esclavos". En realidad, cuando no hay Dios, cuando se aparta Cristo, es cuando aparecen las esclavitudes, pero también hay que hacer examen y ver si en algún caso nos dejamos llevar por ese sometimiento a las leyes sin espíritu. Es difícil juzgar, cuando estamos dentro de una cultura racionalista, como el que está dentro del agua es difícil que no se moje. Pero en el caso de las ideas podemos crear oasis en los que se piense en libertad, donde se palpe esa vida en plenitud, y la Iglesia de Cristo ha de ser un oasis, donde la razón esté completada con la compasión, como decía San Francisco de Asís: mejorar, sí, pero hacer todo con dulzura. Por tanto, razón y orden, sí, porque sin una línea conductora la vida es un caos, sin un camino es difícil avanzar, sin un guión la película de la vida acaba en algo surrealista, que al final cansa y no lleva a la verdad, como algunas películas de Woody Allen, que muestran con sarcasmo los defectos del pensamiento moderno, pero no aportan intentos de solución.

Pero el otro extremo es un cumplimiento sin vida, una obligación fría, un aburrimiento de la vida... Conocemos ciertas pruebas como son la sequedad del alma, la noche oscura… Otras veces son motivos psicológicos, como el cansancio, la causa de esa falta de interés por vivir..., o, en el caso de falta de sensibilidad para las cosas de Dios, conocemos también los síntomas de la tibieza. Pero puede haber una sequedad debida a un cumplimiento de la ley sin responder a un espíritu interior (San Agustín habló muy bien sobre "el espíritu y la ley"). Quizá se habla mucho de lucha ascética y se descuida que lo más importante en la vida no es la razón sino el corazón, sentirse amado, amar. De hecho, la ley nueva del Evangelio es principalmente la presencia del Amor del Espíritu Santo en el alma, y secundariamente los mandamientos, como bien recordaba Santo Tomás de Aquino. Cumplir la ley es importante pero sólo se tiene una vida llena cuando hay libertad, cuando la verdad, amor y libertad van unidas de la mano en un mismo acto, que más importante que hacer las cosas bien es hacerlas porque uno quiere, y como un acto amoroso. De la misma forma, no es un amor verdadero si no es libre, o no es libertad lo que no responde a la verdad o como fruto del amor... Por eso, el voluntarismo puede dejar a las personas vacías, como secas y mustias, como obligadas a "portarse bien", a "hacer lo correcto", a "cumplir las obligaciones", por dejar de lado la educación del corazón, de los sentimientos. Hay diferencias de caracteres, y es fácil que los más metódicos y racionales tengan tranquilidad y paz al cumplir un camino compuesto de normas severas, una rutina por la que caminar con tranquilidad. Pero otros temperamentos pueden amargarse y faltarles aire con una vida entendida como obligación, y donde impera la razón dejando de lado otros aspectos como el amor, el sentimiento, ese disfrutar de la vida, el sentido de plenitud que engloba tantas cosas como la estética, el arte… Sin embargo, esos temperamentos pueden priorizar la espontaneidad y no se dan cuenta de que incumplir las leyes, como llegar tarde a los sitios, es una falta de caridad con los demás... por eso, a veces abandonamos unos aspectos de la verdad, y priorizamos otros. Como se ha hablado mucho de la ley y el orden, pienso que es muy interesante lo que recientemente ha puesto de relieve el Papa en su carta sobre el amor: necesitamos sentirnos queridos, "Dios es amor".

La perseverancia está basada en ese amor, pero para perseverar hay que tener paciencia para abandonarse en Dios, sin querer ser perfeccionistas: por encima de "hacer" las cosas bien hay que dejarse querer por Dios. Si no, uno se hunde al ver que somos pecadores. Y es que excepto Jesús y la Virgen, todos tenemos defectos en los que luchar, y eso nos lleva a dejarnos querer por Dios como él nos quiere, y ser comprensivos con los demás. En nuestra sociedad se apartan los que incumplen ciertas leyes (los delictivos), pero en el Evangelio, las cosas no son así: Jesús no se arrepiente de su ascendencia, y hemos visto en su genealogía muchos pecadores. Como tampoco tiene reparo de rodearse de publicanos y pecadores, de perdonar por encima de la normativa como con el buen ladrón al que le promete un paraíso inmediato sin purgatorio…

Son muy importantes las leyes, pues preservan la sociedad, ayudan al bien común, y a la santidad en el caso de las leyes de la Iglesia; pero han de surgir de la vida, del Evangelio, de Jesús. No pueden ir en contra de la caridad, de la comprensión, de la ternura que muestra el Señor.

El corazón ardiente, lleno de celo, rebosante de amor de Juan, es lo que le lleva a "correr" y a "avanzarse", en una clara invitación a que nosotros vivamos igualmente nuestra fe con este deseo tan ardiente de encontrar al Resucitado". En este Evangelio vemos también lo que hoy es nuestro comentario: la fe busca la verdad, pero esta se encuentra no en la razón que muestra un sepulcro vacío. La verdad está en el amor, que descubre la resurrección, que es la auténtica verdad. Es el amor lo que en la segunda pesca milagrosa hará ver a Juan, y reconocer a Jesús resucitado en aquel hombre que les habla desde la orilla, y decirle a Pedro: "es el Señor", y cuando Pedro –la fe- lo escucha, se lanza al agua en pos de Jesús. La verdad, compuesta de una inteligencia amorosa (más intuitiva que racional, aunque la razón deberá ayudar, que para esto está) lleva a la máxima expresión de la libertad, que es la entrega incondicional, ese "ver" y "creer" lleva a "lanzarse" al agua, al compromiso de vida.

Llucià Pou Sabaté

miércoles, 25 de diciembre de 2024

Navidad, 26 de Diciembre: San Esteban, protomártir, nuestro modelo para vivir mirando a Cristo, según las bienaventuranzas.

Navidad, 26 de Diciembre: San Esteban, protomártir, nuestro modelo para vivir mirando a Cristo, según las bienaventuranzas.

 

A. Lecturas

   1. Hechos 6,8-10;7,54-60: En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba. Oyendo estas palabras, se recomían por dentro y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo: «Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios.»

   Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos, dejando sus capas a los pies de un joven llamado Saulo, se pusieron también a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.»
Luego, cayendo de rodillas, lanzó un grito: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.»
Y, con estas palabras, expiró.

   2. Salmo 30,3cd-4.6 y Sab 16bc-17: Sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame. 

   A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás. Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. Te has fijado en mi aflicción. Líbrame de los enemigos que me persiguen; haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia. 

   3. Mateo 10,17-22: "En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará»".

 

B. Comentario:

   1. Esteban es aquel que los adversarios «no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba», como hemos leído en la primera lectura. Mártir significa "testimonio". ¿Cómo hemos de ser testimonios de Jesús? Mirando al cielo, como el joven que hoy celebramos: «mirando al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios». Con fe, mirando Jesús, sin miedo de nada pues somos hijos de Dios. Los salmos ya nos dicen: «Dichoso el hombre que confía en el Señor...». Son palabras de promesa que sirven al mismo tiempo como discernimiento de espíritus y que se convierten así en palabras orientadoras (Ratzinger).

   Ha venido Jesús para vivir las bienaventuranzas, para los pobres, los hambrientos, los que lloran, los que son odiados y perseguidos (cf. Lc 6, 20ss). Han de ser entendidas como calificaciones prácticas, pero también teológicas, de los discípulos, de aquellos que siguen a Jesús y se han convertido en su familia. Son los amigos de Jesús. Promesa al mirarlas con la luz que viene del Padre. Son una paradoja: "se invierten los criterios del mundo apenas se ven las cosas en la perspectiva correcta, esto es, desde la escala de valores de Dios, que es distinta de la del mundo. Precisamente los que según los criterios del mundo son considerados pobres y perdidos son los realmente felices, los bendecidos, y pueden alegrarse y regocijarse, no obstante todos sus sufrimientos. Las Bienaventuranzas son promesas en las que resplandece la nueva imagen del mundo y del hombre que Jesús inaugura, y en las que «se invierten los valores»" (Ratzinger). Con Jesús, todo está bien.

   San Pablo explica que en su vida ha encontrado estas dificultades (2 Co 6, 8-10; 4, 8-10). Él es «el último», como un condenado a muerte y convertido en espectáculo para el mundo, sin patria, insultado, denostado (cf. 1 Co 4, 9-13). Nos habla de esa relación entre cruz y resurrección: estamos expuestos a la muerte «para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (2 Co 4,11). En la cruz podemos sentir la «felicidad», la auténtica «bienaventuranza», y al mismo tiempo vemos lo mísero que era lo que, según los criterios habituales, se considera satisfacción y felicidad.

   Es algo que se proclama en la vida, en el sufrimiento y en la misteriosa alegría del discípulo que sigue plenamente al Señor, que se puede gustar y vivir: "Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí" (Ga 2,20). Son las bienaventuranzas un retrato del corazón de Jesús.

   Esteban era diácono, es decir, encargado del servicio de comedor durante los ágapes o comidas fraternas. Estaba al servicio de los más pobres. "Esteban lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios".

   Deberíamos pedir esa "mirada interior" que nos hace ver lo invisible. De esa visión Esteban sacó su fuerza y nadie pudo doblegarle.

   Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo.

   "Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre, hablará por vosotros".

   Serán llevados a los tribunales y juzgados en cuanto mensajeros y anunciadores de la Palabra Dei. La Palabra de Dios es llevada al tribunal de los hombres y como es Dios -su Palabra- el encartado en el pleito, él se defendería, dará a los discípulos la palabra oportuna para su defensa.

   Saulo cambiará pronto su nombre por el de Pablo. S. Pablo conservó toda su vida un recuerdo vivo de las persecuciones en las que había participado. Aquel día estaba allí. Miraba cómo mataban a un hombre a pedradas. Estaba de acuerdo con esa tortura: guardaba los vestidos de los verdugos que se habían puesto más cómodo para su tarea. Desde aquel día, Saulo debió de hacerse una pregunta: "¿De dónde le viene ese valor y entereza? Hoy, todavía, la mayoría de las conversiones, vienen de un testimonio... de alguien cuyo modo de vivir suscita una pregunta.

   -Pío XII: "Que tu conducta y tu palabra puedan significar un llamamiento de Dios a la mente y al corazón de los que de El están alejados".

   "Señor, no les tengas en cuenta esta pecado". Esta es la novedad del Evangelio, capaz de suscitar una pregunta, pues hace al hombre capaz de orar y amar a quien los destruye.

   -«Señor Jesús, recibe mi espíritu... Señor, no les tengáis en cuenta ese pecado.» La más pura joya del evangelio: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, rogad por los que os persiguen.» La víctima que "ama" a los que la dañan. Jesús fue el primero en hacerlo. Es la actitud evangélica por excelencia, el amor universal, sin condición y sin frontera... La novedad del evangelio, capaz de suscitar una pregunta al hombre. ¿A quién debo perdonar? ¿A quién he de ofrecer ese amor que va más allá de las concesiones humanas? No pasar ligeramente sobre esas dos preguntas, propias para ese tiempo de Navidad (Noel Quesson).

   Celebramos el martirio de Esteban. Pero para la Iglesia el día de la muerte de un santo es el «dies natalis», el día de su verdadero nacimiento. No andamos lejos de la fiesta de ayer. Ahora se trata del nacimiento de Esteban a su vida gloriosa, ya en comunión perfecta con Cristo Jesús.

   Esteban es el primero que ha dado testimonio hasta la muerte. A lo largo de la historia, cuántos cristianos han seguido a Cristo en medio de la persecución y las dificultades. Su respuesta ante las dificultades ha sido perseverar dando testimonio de Jesús y de su evangelio hasta la muerte. Que es el testimonio más creíble.

   Hay martirios breves e intensos, como el de Esteban. Hay martirios largos: el testimonio y las dificultades de cada día, a lo largo de años. Tal vez éste es el nuestro. Y hoy se nos invita a no cansarnos de este amor y de esta fidelidad. ¿Damos nosotros, en nuestra vida, un testimonio así de creíble para los que nos rodean?, ¿o nos echamos atrás por cualquier esfuerzo que nos suponga la fe en Cristo? Cuando surgen estas dificultades en nuestro camino de seguimiento de Cristo, ¿hacemos nuestras las palabras de confianza del salmo: «A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu», que Esteban hizo propias: «Señor Jesús, recibe mi espíritu»? ¿Sabemos hacer nuestras sus últimas palabras de perdón? El ejemplo de Esteban que, a imitación del mismo Cristo, muere perdonando, es una lección para nosotros. La oración del día reza: «concédenos la gracia de imitar a tu mártir san Esteban, que oró por los verdugos que le daban tormento, para que nosotros aprendamos a amar a nuestros enemigos» (J. Aldazábal). Decía el Padre De Lubac: "Si la vida del cristiano transcurre sin persecución, es porque en ella no está presente la vida de su Maestro; el cristiano siempre será un hombre contestado". Santa Edith Stein hablaba de que "la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la han podido apagar": "El Niño del pesebre extiende sus bracitos, y su sonrisa parece decir ya lo que más tarde pronunciarán los labio del hombre: "Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré." (Mt 11,28)... ¡Sígueme! así dicen las manos del Niño, como más tarde lo harán los labios del hombre. Así hablaron al discípulo que el Señor amaba y que ahora también pertenece al séquito del pesebre. Y San Juan, el joven con un limpio corazón de niño, lo siguió sin preguntar a dónde o para qué. Abandonó la barca de su padre y siguió al Señor por todos sus caminos hasta la cima del Gólgota.

   "¡Sígueme!- esto sintió también el joven Esteban. Siguió al Señor en la lucha contra el poder de las tinieblas, contra la ceguera de la obstinada incredulidad, dio testimonio de El con su palabra y con su sangre, lo siguió también en su espíritu, espíritu de Amor que lucha contra el pecado, pero que ama al pecador y que, incluso estando muriendo, intercede ante Dios por sus asesinos.

   "Son figuras luminosas que se arrodillan en torno al pesebre: los tiernos niños inocentes, los confiados pastores, los humildes reyes, Esteban, el discípulo entusiasta, y Juan, el discípulo predilecto. Todos ellos siguieron la llamada del Señor. Frente a ellos se alza la noche de la incomprensible dureza y de la ceguera: los escribas, que podían señalar el momento y el lugar donde el Salvador del mundo habría de nacer, pero que fueron incapaces de deducir de ahí el "Venid a Belén"; el rey Herodes que quiso quitar la vida al Señor de la Vida. Ante el Niño en el pesebre se dividen los espíritus. El es el Rey de los Reyes y Señor sobre la vida y la muerte. El pronuncia su ¡sígueme!, y el que no está con El está contra El. El nos habla también a nosotros y nos coloca frente a la decisión entre la luz y las tinieblas" (El misterio de Navidad, Obras completas IV, 232).

   2. Puestos en manos de Dios sabemos que Él vela por nosotros como lo hace un Padre amoroso sobre sus hijos: "Sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame".

   Y con Esteban decimos: "A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás. Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. Te has fijado en mi aflicción.

   Líbrame de los enemigos que me persiguen; haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia". Haznos partícipes de tu vida eterna, donde ya no habrá ni llanto, ni luto, ni dolor, sino gozo y paz en el Señor.

   3. Tres festividades de santos siguen inmediatamente a la de Navidad: San Esteban, San Juan, los santos Inocentes. La fiesta de Navidad es todo dulzura, pero está el hecho de que un rústico pesebre fue la cuna de Jesús. La cruz se perfila ya. San Esteban fue el primer mártir. El primero en seguir verdaderamente a su maestro llevando la cruz, como otro Cristo.

   -Jesús decía a sus discípulos: "No os fiéis de estos hombres. Pues os delatarán a los tribunales y os azotarán... y por mi causa seréis conducidos ante los gobernadores y los reyes..." Cuando Mateo escribe esto, la persecución es el lote cotidiano de los cristianos, en la Iglesia primitiva. Jesús había anunciado las dificultades de la misión que confiaba a sus discípulos: todo hombre que proclama el Reino de Dios debe estar dispuesto a afrontar la oposición, la contestación. ¡Qué misterio, Señor! ¿Por qué el mundo rehúsa a Dios? ¿Por qué el mundo rehúsa a los que hablan de ti? ¿Por qué los hombres persiguen a los que no desean otra cosa sino comunicarles una buena noticia? El discípulo de Jesús, el misionero sólo tiene por misión hacer el bien y decir cosas buenas. Y sin embargo, suscita la oposición. El caso es que Dios aparece siempre, desde el exterior, como un intruso: como alguien que viene para ocupar todo el espacio, como un inoportuno. El egoísmo del hombre, su deseo de independencia son la causa del rechazo. Se rechaza al amor. Es el rechazo a dejarse tomar por Dios. Rechazo a someterse a Dios. Cuando Dios verdaderamente "reina" se acaban las pretensiones orgullosas del hombre. Ayúdame, Señor, a someterme totalmente a ti. Ayúdame a soportar las dificultades y las oposiciones. Ayúdame a interpretarlas a la luz de tu presencia.

   -"No os atormentéis pensando lo que vais a decir... Puesto que no seréis vosotros quienes hablaréis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros". Jesús nos pide pues que renunciemos a las preocupaciones. "No os atormentéis". Tú, Señor, no quieres que tengamos miedo. Ello sería signo de que aún contamos demasiado con nuestras propias fuerzas, con nuestros recursos humanos. Se trata por lo contrario, de abrirnos a la acción de Dios: "el Espíritu hablará por vosotros". "No seréis vosotros los que hablaréis". ¡Señor! Quisiera, siguiendo tu invitación, dejarme desposeer totalmente por ti!

   -"El que se mantendrá firme hasta el fin, será salvado". ¡Es esto justamente lo mas difícil! Uno aguanta un momento, pero, a la larga, la cosa falla. ¡Oh, Señor, puesto que Tú me lo pides..., ayúdame también a "aguantar firme"! Que tu Espíritu venga realmente a mi espíritu (Noel Quesson).

Llucià Pou Sabaté

martes, 24 de diciembre de 2024

Navidad, 25 de diciembre, Misa del día: hemos de hacernos sencillos para acoger a Jesús y ser hijos de Dios, entrar en el Portal es hacerse humilde

Navidad, 25 de diciembre, Misa del día: hemos de hacernos sencillos para acoger a Jesús y ser hijos de Dios, entrar en el Portal es hacerse humilde

 

A. Lecturas

   1. Isaías (52,7-10): ¡QUÉ hermosos son sobre los montes

los pies del mensajero que proclama la paz,

que anuncia la buena noticia,

que pregona la justicia,

que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!».

Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro,

porque ven cara a cara al Señor,

que vuelve a Sión.

Romped a cantar a coro,

ruinas de Jerusalén,

porque el Señor ha consolado a su pueblo,

ha rescatado a Jerusalén.

Ha descubierto el Señor su santo brazo

a los ojos de todas las naciones,

y verán los confines de la tierra

la salvación de nuestro Dios.

   2. Salmo 97,1.2-3ab.3cd-4.5-6: Cantad al Señor un cántico nuevo,

porque ha hecho maravillas.

Su diestra le ha dado la victoria,

su santo brazo.

 

El Señor da a conocer su salvación,

revela a las naciones su justicia.

Se acordó de su misericordia y su fidelidad

en favor de la casa de Israel.

 

Los confines de la tierra han contemplado

la salvación de nuestro Dios.

Aclama al Señor, tierra entera;

gritad, vitoread, tocad.

 

Tañed la cítara para el Señor,

suenen los instrumentos:

con clarines y al son de trompetas,

aclamad al Rey y Señor.

   3. Hebreos (1,1-6): EN muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas.

   En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos.

   Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado.

   Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy»; y en otro lugar: «Yo seré para él un padre, y el será para mi un hijo»?

   Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios».

   4. Juan 1,1-18: "En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.

   La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al inundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

   Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad".

 

B. Comentario:

   1. Isaías nos habla de un pueblo que sufre y será liberado, pero en el fondo nos dice cómo será hermoso Jesús: "¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es Rey»!

   Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión.

   Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén: el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios".

   2. El Salmo proclama: "cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo; el Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.

   Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad.

   Tocad la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas aclamad al Rey y Señor". Es la alegría por la Resurrección del Señor, el Reino de Dios,  que comienza en la humildad más grande: "No rechaza el pesebre, ni dormir sobre unas pajas; tan solo se conforma con un poco de leche, el mismo que, en su providencia, impide que los pájaros sientan hambre." Venidos desde los confines de la tierra, los Magos conocieron al Niño Dios. Ellos son los primeros, de entre todas las naciones, a quienes se les revela la misericordia divina: la primera epifanía del Unigénito a los gentiles, que nace de una madre Virgen para salvar al mundo. El Amor-fidelidad de Dios llena la tierra.

   Se decía que el 25 de diciembre era una fiesta mágica, del sol, y que se había hecho coincidir con la Navidad, pero ahora –explica Ratzinger- se está descubriendo que coincide con la fiesta del Templo que cantan este Salmo, y aunque la Navidad se celebró en un segundo momento, pues primero se centró todo en la Pascua de resurrección, ya san Hipólito de Roma en su comentario al libro de Daniel, escrito aproximadamente en el año 204 habla de que Jesús nació este día del sol, que en aquel tiempo la fiesta de la consagración del templo, instituida por Judas Macabeo en el año 164 a. C. Así, la fecha del nacimiento de Jesús significaría al mismo tiempo que, con él, que amaneció como la luz de Dios en la noche invernal, aconteció verdaderamente una consagración del templo: él es el nuevo Templo, y el nuevo Sol.

   Luego, san Francisco de Asís en su Misa de por la noche adornó la fiesta con el Belén, en nochebuena de 1223 en el bosque de Greccio, donde puso también el buey y el asno que conocen a su Señor: Francisco había dicho: «Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno» (la mula). En Isaías 1,3 dice: «Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo; Israel no conoce, mi pueblo no entiende». Ante Dios, todos los hombres, judíos y paganos, eran como bueyes y asnos, sin razón ni entendimiento. Pero el Niño del pesebre les abrió los ojos de modo que, ahora, entienden la voz del dueño, la voz de su Señor. En las figuras medievales de la Navidad llama siempre la atención que las dos bestias tienen rostros casi humanos al encontrarse e inclinarse con reconocimiento y veneración ante el misterio del Niño. Era lógico, pues ambos animales fueron considerados como representantes nuestros… ¿Quién lo reconoció y quién no?¿lo reconocemos realmente? Y seguía Ratzinger: El buey y el asno conocen, pero «Israel no conoce, mi pueblo no entiende». "El que no lo reconoció fue Herodes, que no entendió nada cuando le contaron acerca del niño, sino que se encegueció aún más por sus ansias de poder y el correspondiente delirio de persecución (Mt 2,3). La que no lo reconoció fue «toda Jerusalén con él». Los que no lo reconocieron fueron los hombres vestidos con refinamiento (Mt 11,8), la gente fina. Los que no entendieron fueron los eruditos, los conocedores de la Biblia, los especialistas en exégesis de la Escritura, que sabían exactamente cuál era el versículo que correspondía, pero, a pesar de ello, no comprendieron nada (Mt 2,6).

   Los que sí lo reconocieron —a diferencia de toda esa gente de renombre- fueron «el buey y el asno»: los pastores, los magos, María y José. ¿Es que acaso podía ser de otro modo? En el establo donde está el Niño Jesús no vive la gente fina: allí viven, justamente, el buey y el asno.

   Pero ¿y nosotros? ¿Estamos tan lejos del establo porque somos demasiado finos y sesudos para estar en él? ¿No nos enredamos también nosotros… al punto de quedarnos ciegos para el mismo Niño y no captar nada de él? ¿No estamos también nosotros demasiado en «Jerusalén», en el palacio, afincados en nosotros mismos, en nuestra arrogancia, en nuestra manía persecutoria, como para poder escuchar por la noche la voz de los ángeles, acudir al pesebre y adorar?

   Así pues, esta noche los rostros del buey y del asno nos miran con ojos interrogativos: mi pueblo no entiende; ¿entiendes tú la voz de tu Señor? Al colocar en el pesebre estas figuras tan familiares deberíamos pedir a Dios que le regale a nuestro corazón la sencillez que descubre en el niño al Señor, como en su día Francisco en Greccio. Entonces podría sucedemos también a nosotros lo que Celano, siguiendo muy de cerca las palabras de san Lucas sobre los pastores de la primera Nochebuena (Lc 2,20), narra acerca de los que participaron en la Nochebuena de Greccio: «todos retornaron a sus casas colmados de alegría»".

   «Cántico nuevo es el Hijo de Dios que fue crucificado -algo que nunca antes se había escuchado-. A una nueva realidad le debe corresponder un cántico nuevo. "Cantad al Señor un cántico nuevo». Quien sufrió la pasión en realidad es un hombre; pero vosotros cantáis al Señor. Sufrió la pasión como hombre, pero redimió como Dios". Es lo que dice Orígenes, que continúa: "¿qué es lo que hizo de nuevo para merecer un cántico nuevo? ¿Queréis saber lo que hizo de nuevo? Dios murió como hombre para que los hombres tuvieran la vida; el Hijo de Dios fue crucificado para elevarnos hasta el cielo»".

   3. Hebreos nos cuenta que "en distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los Profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. El es reflejo de su gloria, impronta de su ser. El sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de Su Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado»? O: ¿«Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo»? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios»". La palabra hecha carne se convierte en voz que suplica al Padre, en boca de nuestra naturaleza, para gritar a Dios la necesidad que el hombre tiene de salvación Jesús, la suprema y definitiva Palabra que Dios pronuncia, su "plan" para salvarnos, viene hoy al mundo, es nuestro hermano.

   4. El Evangelio de Juan nos dice: "en el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios".

   Es un himno solemne que se va elevando en círculos y va bajando, del cielo a la tierra, del principio del mundo hasta el día a día y el final de los tiempos. Luz-tinieblas; Dios-mundo; fe-incredulidad. Juan Bautista-nosotros. -Dios no es un ser lejano. Es un Dios que habla, y su Palabra es entrañablemente cercana. Se ha hecho un niño y ha nacido en Belén. Antes, durante siglos, había hablado por medio de profetas y había enviado Ángeles como mensajeros. Pero ahora nos ha hablado de otra manera: nos ha enviado a su Hijo.

   "La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió". Navidad es algo más que un estado de ánimo de fiesta. En este día, en esta santa  noche, se trata del Niño, del único Niño. Del Hijo de Dios que se hizo hombre, de su  nacimiento. Todo lo demás o vive de ello o bien muere y se convierte en ilusión. Navidad  quiere decir: Él ha llegado, ha hecho clara la noche. Ha hecho de la noche de nuestra  oscuridad, de nuestra ignorancia, de la noche de nuestra angustia y desesperación una  noche de Dios, una santa noche.

   "La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al inundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios".

   Eso quiere decir Navidad. El momento en que esto  sucedió, realmente y por todos los tiempos, debe seguir siendo realidad, a través de esta  fiesta, en nuestro corazón y en nuestro espíritu. "Aunque Cristo nazca mil veces en Belén,  mientras no nazca en tu corazón, estarás perdido para el más allá: habrás nacido en vano" (Angelus Silesius). "Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad".

 

Llucià Pou Sabaté

Adviento, 24 de Diciembre, Misa de la mañana: el Canto de Zacarías, anuncio de Jesús que viene a salvarnos

Adviento, 24 de Diciembre, Misa de la mañana: el Canto de Zacarías, anuncio de Jesús que viene a salvarnos

 

A. Lecturas

   1. II Samuel (7,1-5.8b-12.14a.16): CUANDO el rey David se asentó en su casa y el Señor le hubo dado reposo de todos sus enemigos de alrededor, dijo al profeta Natán:
   «Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de Dios habita en una tienda».
   Natán dijo al rey: «Ve y haz lo que desea tu corazón, pues el Señor está contigo».
   Aquella noche vino esta palabra del Señor a Natán:
   «Ve y habla a mi siervo David: «Así dice el Señor: ¿Tú me va a construir una casa para morada mía?
   Yo te tomé del pastizal, de andar tras el rebaño, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. He estado a tu lado por donde quiera que has ido, he suprimido a todos tus enemigos ante ti y te he hecho tan famoso como los grandes de la tierra.   

   Dispondré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que resida en él sin que lo inquieten, ni le hagan más daño los malvados, como antaño, cuando nombraba jueces sobre mi pueblo Israel. A ti te he dado reposo de todos tus enemigos. Pues bien, el Señor te anuncia que te va a edificar una casa.
   En efecto, cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo suscitaré descendencia tuya después de ti. Al que salga de tus entrañas le afirmaré su reino. Yo seré para él un padre, y él será para mi un hijo.
   Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes ante mi; tu trono durará para siempre»».

   2. Salmo 88: Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno»,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.

   «Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades».

   «Él me invocará: "Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora";
Le mantendré eternamente mi favor,
y mí alianza con él será estable».

   3. Lc 1,67-79: En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».

B. Comentario:

    1. –"Cuando el rey David se estableció en su casa, en Jerusalén, el Señor le concedió días de paz". Después de un largo periodo de guerrillas contra los filisteos, David se encontraba, por fin, en paz. Se había hecho construir un palacio real, sobre la colina de Sión, en Jerusalén, su nueva capital; pero se sentía algo avergonzado porque Dios no tenía todavía una Casa. El arca de la Alianza continuaba estando en Silo. Tuvo pues intención de construir un Templo para Dios.

    -"Mira, ¡yo habito en una casa de cedro, mientras que el arca de Dios habita en una tienda!" Pero el profeta Natán fue a ver al rey y le hizo esta sorprendente promesa:

   -"¿Eres tú quien vas a edificarme una casa para que la habite? Yo te he tomado del pastizal, de detrás del rebaño, para que seas caudillo de mi pueblo". David, un muchacho, pastor de un rebaño cuando Dios lo escogió, no era descendiente de familia real. Todo ello fue una elección gratuita de Dios.

   -"Voy a hacerte un nombre grande como el de los más grandes de la tierra. El Señor te anuncia que te edificará una casa. Tu reino y tu casa permanecerán para siempre ante mí, tu trono estará firme eternamente". David quería ofrecer una "casa" a Dios. ¡Y es Dios el que le promete darle una! La casa de David, es en primer lugar Salomón, su primer hijo -que construirá el Templo-... y es sobre todo Jesús, el Mesías. Es pues Dios el que conserva la iniciativa. ¡Hay que permanecer humilde delante de Dios... incluso cuando se es el rey David! No somos nosotros quienes damos a Dios, ¡Dios es el que nos da! Jesús a su vez, rechazará el Templo. ¡Destruid ese Templo y dentro de tres días lo reconstruiré! El Cuerpo de Cristo pasa a ser el único templo, el único lugar de culto a Dios. La verdadera «casa de Dios» es Jesús, Presencia de Dios (Noel Quesson).

   2. El salmo nos hace cantar nuestro agradecimiento a la fidelidad de Dios: «cantaré eternamente las misericordias del Señor». Y recuerda expresamente: «sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: te fundaré un linaje perpetuo. Le mantendré eternamente mi favor y mi alianza con él será estable». Pedimos hoy: "Señor, acuérdate, acuérdate de David, acúerdate de tu promesa, acuérdate (…) Tú le dijiste: el fruto de tu seno, / asentaré en el trono que te he preparado".

   Te pido que nos muestres tu misericordia, Señor, según tus palabras: "Bendeciré a los justos en su júbilo, a los pobres, hartaré de pan".

   Que sepa, Señor, llevar tu misericordia a los demás: "Secaré las lágrimas de todos los que lloran, todos mis amigos darán gritos de júbilo".

   Lléname, Señor, de esperanza en tu venida como Salvador: "David, te lo prometo, glorificaré tu raza, el Mesías será luz de las naciones... entre vosotros".

   3. «Harán que os visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas», proclama Zacarías en el "Benedictus", el canto que recitamos cada día en la liturgia de las horas. Es un cántico de acción de gracias por las misericordias que Dios ha derramado sobre la tierra, con motivo del nacimiento de su hijo Juan. Como dice el comentario a la Biblia de Navarra, se divide en dos partes: en la primera, da gracias a Dios, y en la segunda sus ojos miran hacia el futuro. Todo él rezuma alegría y esperanza al reconocer la acción salvadora de Dios con Israel, que culmina en la venida del mismo Dios encarnado, preparada por el hijo de Zacarías.

   «Bendito sea el Señor, Dios de Israel...» (Lc 1,68). Como muy bien se ha dicho, Zacarías está hablando proféticamente de lo que va a empezar a suceder a partir de esta noche, la Nochebuena: Dios va a visitarme y a redimirme; Dios va a nacer, va a vivir como uno más entre los hombres, va a predicar y a hacer milagros, y morirá en una cruz para salvarme. "Cumpliendo tu promesa hecha a Abrahán, te haces hombre, descendiente de David, para concedernos que, libres de las manos de los enemigos, te sirvamos sin temor, con santidad y justicia en tu presencia todos los días de nuestra vida", que es como decirle a Jesús: "has bajado para que pueda yo subir, y me pides que te sirva sin temor y que busque la santidad y la justicia, viviendo en presencia de Dios cada día".

   Sigue diciendo el texto: "El Sol naciente ha venido a visitarnos desde lo alto, para iluminar a los que yacen en tinieblas, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz". Jesús es el Sol naciente, que ha venido a visitarnos, que esta noche nacerá, en el día que ya comienza a alargarse la noche, por eso es el día del Sol naciente. Él, la luz del mundo, con su luz de sus ojos nos da la luz a los nuestros para que podamos ver. Leía una oración que le hablaba así en su oración: "Jesús, yo quiero también nacer de nuevo... Sé que no es sencillo; sé que a veces me canso porque parece que no avanzo nada. Pero también sé que al nacer, me has dado la mayor prueba de que no me abandonas. Y si Tú has hecho esto por mí, ¿qué no voy a hacer yo por Ti?" Al contemplar la fiesta más entrañable, cuando Dios ha querido vivir con los hombres, sentimos dentro nacer la alegría y esperanza.

   Jesús se nos aparece ahí como el "Señor", y "Salvador". También el Ángel esta Nochebuena llamará a Jesús con estos dos títulos en su anuncio a los pastores. Vamos a prepararnos con deseos de corresponder al amor de Dios encarnado.

   Ayer el cántico del Magnificat, en boca de María, resumía la historia de salvación conducida por Dios. Hoy es el cántico del Benedictus, que probablemente era también de la comunidad, pero que Lucas pone en labios de Zacarías, el que nos ayuda a comprender el sentido que tiene la venida del Mesías. Los nombres de la familia del Precursor son todo un programa: Isabel significa «Dios juró», Zacarías, «Dios se ha acordado», y Juan, «Dios hace misericordia». En el Benedictus cantamos que todo lo anunciado por los profetas se ha cumplido «en la casa de David, su siervo», con la llegada de Jesús. Que Dios, acordándose de sus promesas y su alianza, «ha visitado y redimido a su pueblo», nos libera de nuestros enemigos y de todo temor, y que por su entrañable misericordia «nos visitará el sol que nace de lo alto».

   Beda el Venerable comentaba: "El Señor (...) nos ha visitado como un médico a los enfermos, porque para sanar la arraigada enfermedad de nuestra soberbia, nos ha dado el nuevo ejemplo de su humildad; ha redimido a su pueblo, porque nos ha liberado al precio de su sangre a nosotros, que nos habíamos convertido en siervos del pecado y en esclavos del antiguo enemigo. (...) Cristo nos ha encontrado mientras yacíamos "en tinieblas y sombras de muerte", es decir, oprimidos por la larga ceguera del pecado y de la ignorancia (...)

   Nos ha traído la verdadera luz de su conocimiento y, habiendo disipado las tinieblas del error, nos ha mostrado el camino seguro hacia la patria celestial. Ha dirigido los pasos de nuestras obras para hacernos caminar por la senda de la verdad, que nos ha mostrado, y para hacernos entrar en la morada de la paz eterna, que nos ha prometido" (…). Dado  que  poseemos estos dones de la bondad eterna, amadísimos hermanos, (...) bendigamos también nosotros al Señor en todo tiempo, porque "ha visitado y redimido a su pueblo". Que en nuestros labios esté siempre su alabanza, conservemos su recuerdo y, por nuestra parte, proclamemos la virtud de aquel que "nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable" (1 P 2, 9). Pidamos continuamente su ayuda, para que conserve en nosotros la luz del conocimiento que nos ha traído, y nos guíe hasta el día de la perfección".

Llucià Pou Sabaté