martes, 17 de septiembre de 2024

Martes de la semana 24 de tiempo ordinario (par): somos cuerpo de Cristo, y él nos cuida y nos salva

Martes de la semana 24 de tiempo ordinario (par): somos cuerpo de Cristo, y él nos cuida y nos salva

A. Lecturas:

   1. I Corintios (12,12-14.27-31a): Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. El cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo. Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro. Y Dios os ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas, el don de interpretarlas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan? Ambicionad los carismas mejores.

   2. Salmo 99: Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores.

   Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.

   Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre.

   «El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.»

   3.   Lucas 7,11-17: «Sucedió, después, que marchó a una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Al acercarse a la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar un difunto, hijo único de su madre, que era viuda, y la acompañaba una gran muchedumbre de la ciudad. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: «No llores». Se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron; y dijo: «Muchacho, a ti te digo, levántate». Y el que estaba muerto se incorporó y comenzó a hablar; y se lo entregó a su madre. Y se llenaron todos de temor y glorificaban a Dios diciendo: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros, y Dios ha visitado a su pueblo». Esta fama acerca de él se divulgó por toda Judea y por todas las regiones vecinas.»

 

B. Comentario:

   1. Vamos viendo la división de los cristianos de Corinto… como los de nuestra época. Pablo desarrolla el tema del «Cuerpo de Cristo».

   -"Nuestro cuerpo forma un todo aunque tiene muchos miembros y todos los miembros, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo. Así también Cristo". A partir de la Eucaristía, vemos esta comunión en la Iglesia, pues aquí "Cristo" tiene este sentido de "Cristo total", la cabeza y su cuerpo que es la Iglesia: todos los que, por la Fe están unidos a El.

   En esta imagen del «cuerpo» se insiste sobre la unidad: Cristo es un «unificador», conduce a la unidad, nos hace llegar a ser «un solo cuerpo», el suyo.

   Gracias, Señor, por este misterio: los cristianos somos un solo Cuerpo contigo. Ayúdame a verlo así en aquellos de los que me aparto, a los que critico, a los que acuso, a los que hago sufrir... ¡son miembros de Cristo! Hago sufrir a un miembro de Cristo, al mismo Cristo.

   -"Todos, judíos o gentiles, esclavos o libres, hemos sido bautizados en el único Espíritu para formar un solo cuerpo". Esto es revolucionario. Sabemos que en aquel tiempo había mucho racismo, y que los esclavos eran como una cosa a disposición del amo, sin dignidad. Como tampoco la tenían los extranjeros y había muy poca consideración hacia las mujeres…

   Jesús, me gustaría ser como tú, como tantos hombres que han sido "destructores de fronteras" indignas, como la Madre Teresa de Calcuta o Martín Luter King y tantos otros, que antepongan la "fuerza de amar" a todo lo demás.

   -"Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo... Sois miembros de este cuerpo". Quisiera admirarme ante esta verdad: ¡soy el «cuerpo de Cristo»! Quisiera entender que dependo de ti, Señor, que me das vida, un influjo vital como en un organismo humano hay un influjo vital del cerebro que anima los miembros. Quisiera que este pensamiento dirigiera mi vida.

   ¿Qué suelo hacer regularmente para unirme vitalmente a Cristo: oración meditada de la Palabra de Jesús, sacramentos de la conversión y de la comunión?

   Quisiera que esta verdad, «ser cuerpo de Cristo», se viera en mi modo de actuar, Jesús: quisiera ser tu «rostro» ante el mundo en que vivo, tus «manos» en el trabajo, tu «corazón» en el amor. Que tú pudieras actuar en mi conducta, en el servicio a los demás, en la compasión de mi corazón.

   -"Cada uno por su parte... Apóstoles, profetas, maestros, médicos..." Después de hablarnos de unidad, me gustaría entender que no se opone a una riqueza, la «diversidad». Todos tenemos unos dones para enriquecer a los demás, con el servicio. La Iglesia, cuerpo de Cristo, es un organismo complejo, con ministerios funcionales. Ayúdanos, Señor, a encontrar nuestro lugar propio y a respetar el lugar y la misión de los que no son parecidos a mí (Noel Quesson).

   2. Quiero darte gracias, Señor, con el Salmista: "Aclama al Señor, tierra entera, / servid al Señor con alegría, / entrad en su presencia con vítores". Darte gracias, y alabarte por el amor que nos tienes: "El Señor es bueno, / su misericordia es eterna, / su fidelidad por todas las edades."

   3. San Lucas es el único de los cuatro evangelistas que nos relata esa resurrección: -"Jesús se dirigía a una ciudad llamada Naím. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda." Un gentío considerable acompañaba a esa mujer.

   Su marido muerto... su hijo... habían tenido pues una muerte prematura. Con lo cual, había quedado esa mujer totalmente desprotegida, en una condición muy dura, por la falta de atención que había para ellas en aquellos tiempos.

   Muchas personas la acompañaban, con ese sentimiento de compasión.

   -"Al verla el Señor, sintió lástima de ella y le dijo: "¡No llores!"" Quisiera profundizar en ese titulo que suele usar Lucas para hablar de ti, Jesús. Eres "el Señor". Más grande de todos los profetas. Tienes una personalidad misteriosa. Creemos que Tú eres Hijo de Dios, igual al Padre. Eres también el más sencillo y el más normal de los hombres: delante de un gran sufrimiento, te emocionas, te compadeces. En esos momentos quiero contemplar la emoción que embarga tu corazón; y quiero escuchar las palabras que dices a esa madre: "¡No llores!" Delante de todos los muertos de la tierra tienes siempre los mismos sentimientos; y tu intención es siempre la misma: quieres resucitarles a todos... quieres suprimir todas las lágrimas (Apocalipsis 21, 4) porque tu opción es la vida, porque eres el Dios de los vivos y no el de los muertos.

   Todos avanzamos hacia nuestra propia muerte. Pero afianzados en tu promesa, la muerte no será el último acto, sino una transformación para una vida plena.

   -"Jesús dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!" Entonces el muerto se incorporó, se sentó y se puso a hablar". Le devuelves la vida, Señor, para alegría de su madre. Un día, volverá a morir. Pero es también este milagro profecía de la vida que no muere más, de la plenitud de tu amor. Quiero proclamar con fe viva: "Creo en la resurrección de la carne y en la vida perdurable".

   -"Y Jesús se lo entregó a su madre". ¿Pensabas quizá en tu madre, Señor? Qué bonito es ver cómo valoras a "la mujer", tan fácilmente repudiada en el mundo antiguo. Qué bonito es ver cómo compartes nuestros dolores, para darle un contenido: «El sufrimiento es también una realidad misteriosa y desconcertante. Pues bien, nosotros, cristianos, mirando a Jesús crucificado encontramos la fuerza para aceptar este misterio. El cristiano sabe que, después del pecado original, la historia humana es siempre un riesgo; pero sabe también que Dios mismo ha querido entrar en nuestro dolor; experimentar nuestra angustia, pasar por la agonía del espíritu y del desgarramiento del cuerpo. La fe en Cristo no suprime el sufrimiento, pero lo ilumina, lo eleva, lo purifica, lo sublima, lo vuelve válido para la eternidad» (Juan Pablo II).

   -"Todos quedaron sobrecogidos y daban gloria a Dios... La noticia del hecho se divulgó por todo el país judío y la comarca circundante". ¡La sorpresa... pero también la alabanza! ¿Vivo yo en acción de gracias? La eucaristía es una acción de gracias por la vida resucitada de Cristo. Jesús celebró la Cena, la víspera de su muerte, "dando gracias" (Noel Quesson).

Llucià Pou Sabaté

No hay comentarios: