lunes, 1 de julio de 2024

Martes de la semana 13 de tiempo ordinario: Dios parece que calla ante males del mundo, pero nos damos cuenta que acude a nuestra ayuda cuando le invocamos con fe

Martes de la semana 13 de tiempo ordinario: Dios parece que calla ante males del mundo, pero nos damos cuenta que acude a nuestra ayuda cuando le invocamos con fe

A. Lecturas:

   1. Amós (3,1-8;4,11-12): Escuchad esta palabra que dice el Señor, hijos de Israel, a todas las familias que saqué de Egipto: «A vosotros solos os escogí, entre todas las familias de la tierra; por eso os tomaré cuentas por vuestros pecados. ¿Caminan juntos dos que no se conocen? ¿Ruge el león en la espesura sin tener presa? ¿Alza su voz el cachorro en la guarida sin haber cazado? ¿Cae el pájaro por tierra si no hay una trampa? ¿Salta la trampa del suelo sin haber atrapado? ¿Suena la trompeta en la ciudad sin que el pueblo se alarme? ¿Sucede una desgracia en la ciudad que no la mande el Señor? Que no hará cosa el Señor sin revelar su plan a sus siervos, los profetas. Ruge el león, ¿quién no teme? Habla el Señor, ¿quién no profetiza? Os envié una catástrofe como la de Sodoma y Gomorra, y fuisteis como tizón salvado del incendio, pero no os convertisteis a mí –oráculo del Señor–. Por eso, así te voy a tratar, Israel, y, porque así te voy a tratar, prepárate a encararte con tu Dios.»

   2. Salmo 5,5-8: Tú no eres un Dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped, ni el arrogante se mantiene en tu presencia.

   Detestas a los malhechores, destruyes a los mentirosos; al hombre sanguinario y traicionero lo aborrece el Señor.

   Pero yo, por tu gran bondad, entraré en tu casa, me postraré ante tu templo santo con toda reverencia.

   3. Mateo 8, 23-27: «Subiendo después a una barca, le siguieron sus discípulos. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y se acercaron y le despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos que perecemos! Jesús les respondió: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, increpó a los vientos y al mar y se produjo una gran bonanza. Los hombres se admiraron y dijeron: ¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?».

B.

   1. El profeta Amós se encara valientemente con los dirigentes del pueblo israelita: «os tomaré cuentas por vuestros pecados... Prepárate a encararte con tu Dios». Dios les exige más que a los demás pueblos, porque también ha multiplicado con ellos, más que con ningún otro pueblo, sus signos de predilección (J. Aldazábal). Amós afirma con un vigor no superado, la igualdad de todas las razas y de todas las naciones ante la justicia y la misericordia de Dios. Amós invita a profundizar la idea de Alianza: maestro de todos los pueblos, fiador de todas las conciencias humanas. Llevo a la oración mi responsabilidad particular, pues según los dones de Dios se me pedirá cuenta.

   -"Ha hablado el Señor: ¿quién podría rehusar ser su profeta?" Cuando Dios habla, ¿quién podría resistirle? Señor, danos esa fe de que eres Tú quien nos llama en nuestras vidas. Que tenga visión sobrenatural, y no caiga en engaños del azar, de las influencias psicológicas, de los condicionamientos... haz que sintamos, Señor, todo lo que hay de trascendente en ciertas llamadas que oímos, en unos compromisos que nos solicitan. Efectivamente, nada menos que el Señor Dios es quien nos habla en esos instantes: ¿quién podría rehusar su llamada?

   -"¿Ruge el león en la selva, sin que haya presa para él? ¿Cae el pájaro en el lazo sin que haya un cebo que le atraiga? ¿Suena el cuerno en una ciudad sin que se alarme el pueblo? ¿Llega el infortunio a una ciudad sin que el Señor sea el autor? El león ha rugido, ¿quién puede no espantarse? Dios ha hablado, ¿quién podría rehusar ser su profeta?" Imágenes vivas, experiencia de un hombre que ha hallado a Dios. No dice qué pasó, pero sí que fue como un rugido de león, como un cuerno que suena, como una trampa que se dispara. En cuanto a mí, ¿cuál es mi vocación? ¿Qué "rugido" de Dios he percibido? ¿Qué hay de irresistible en mi vida? ¿A qué tiendo a resistirme?

   -"¡Prepárate Israel a encontrar a tu Dios!" «¡Prepárate... a encontrarte con tu Dios!» Dios no habita en lo alto, allá lejos. Se le encuentra en cada llamada de nuestra conciencia, en el hondón mismo de nuestras vidas. Cada instante nos trae una voluntad, un querer del Señor. ¡Prepárate a encontrarte con tu Dios! En la vida corriente se puede esquivar ese "encuentro", o bien no darse cuenta. ¡Cuán hábiles somos a cerrar los ojos y los oídos! (Noel Quesson).

   2. Como dice el salmo, dirigiéndose a Dios, «tú no eres un Dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped: al hombre sanguinario y traicionero lo aborrece el Señor». Nos llegan muchas voces falsas, pero tú, Señor, nos vas guiando con tus sacramentos, con los pastores de la Iglesia nos vas diciendo: «Escuchad esta palabra que dice el Señor, hijos de Israel».

   No quiero sentirme salvado por mis fuerzas, sino por tu misericordia, Señor, con humildad (J. Aldazábal): «pero yo, por tu gran bondad, entraré en tu casa, me postraré ante tu templo santo con toda reverencia».

   3. –"Subió Jesús a la barca y sus discípulos lo siguieron". La palabra "seguir" tiene un sentido de entrar en la barca contigo, Jesús, meterse en esa aventura divina, con plena conciencia de los riesgos y renuncias a los que hay que atenerse. Eres tú, Señor, que nos dices: "Seguidme".

   -"De pronto se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas". A veces la cruz aparece en forma de enfermedad, o de contradicciones, fracasos o penas de todo tipo. Y da miedo. En griego dice: "He aquí que sobrevino un gran seísmo", un temporal violento que hace temblar la tierra y que en suelo firme ya resulta horroroso, pero en una frágil barquilla lo es mucho más. El Lago de Galilea tiene fama de violentas tempestades, causadas por vientos que encajonados entre las montañas soplan muy fuertes sobre el agua.

   -"Y Jesús dormía". Hay sin duda un simbolismo que quieres subrayar, Señor: en la historia del mundo, de mi vida, a veces parece que Dios calla: ¡Dios duerme!... y nos preguntamos: ¿por qué no te manifiestas, Señor, para calmar las "tempestades", en las que tu Iglesia, que el mundo, parecen próximos a naufragar? ¿Por qué, Señor no intervienes en mi vida para salvarme de tal o cual cosa?

   -"Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole: "Sálvanos, Señor, que nos hundimos"". Una oración que es nuestra muchas veces: "Señor, ¡sálvame!"

   -"Jesús les dijo: "¿Por qué tenéis miedo? ¡Que poca fe!"" Es la respuesta del Señor, el núcleo de este relato: la fe nos salva. Jesús, nos das confianza: "No tengáis miedo". La fe nos quita el miedo: todo irá bien. Lo mejor está siempre por llegar. De ese mal Dios sacará algo bueno, si no –como buen Padre- no hubiera permitido que pasara aquello. En la más negra noche, amanece Dios. Dios aprieta pero no ahoga. Cuando me sienta desolado, Señor, que me arrastre la fe en ti, que me sienta seguro en tus brazos, que me sepa abandonar de verdad.

   -"Entonces Jesús se puso en pie, increpó a los vientos y al lago y sobrevino una gran calma. Aquellos hombres se preguntaban admirados: "¿Quién será éste que hasta el viento y el mar le obedecen?"" Señor, en tus manos está la vida y la muerte, tienes el poder creador de Dios. Todo le obedece: las enfermedades, los demonios, los elementos. No me preocuparé de nada de lo qué pasa en el mar de la vida y sus tempestades: me ocuparé de todas esas cosas, pero sabiendo que tú estás en la barca, en mi vida... en la barca de la Iglesia... que contigo estoy seguro. ¡Señor, suprime todo temor y todo miedo en mí! (Noel Quesson).

   Y ahora, cuando la tempestad está calmada, me admiro de tu poder como los apóstoles, que «se admiraron y dijeron: ¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?»

   Eres hombre y Dios, Jesús. Y al calmar el viento y el mar, muestras el poder de tu divinidad de modo que la gente se pregunta: «¿quién es éste?» Yo te confieso como el Hijo de Dios que se ha hecho hombre para que los hombres podamos ser hijos de Dios (Pablo Cardona).

   Confieso que «la nave es la Iglesia, en la que Jesucristo atraviesa con los suyos el mar de esta vida, calmando las aguas de las persecuciones» (Santo Tomás).

   Te pido, señor, fe para creer que tú viajas en mi barca... en la barca de la Iglesia... ver que la tempestad son los acontecimientos históricos que ponen en peligro el mundo, la iglesia, mi vida… llegar a descubrir y admirar tu presencia honda, secreta y misteriosa en mi vida. Te pido fe viva, para que mi vida esté metida en este ambiente sobrenatural que es lo más natural del diario vivir del cristiano. La visión sobrenatural no es una imaginación, sino la gran verdad de la vida humana. Quien no tenga ojos de fe, no descubrirá nunca las bellezas de la vida.

Llucià Pou Sabaté

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