sábado, 4 de noviembre de 2023

Domingo de la semana 31 de tiempo ordinario; ciclo A. Jesús nos anima a ser sencillos y no falsos, y no seguir a personas sino a Dios.

Domingo de la semana 31 de tiempo ordinario; ciclo A. Jesús nos anima a ser sencillos y no falsos, y no seguir a personas sino a Dios. 

A. Lecturas:

1. Malaquías 1,14–2,2b.8-10: «Yo soy el Gran Rey, y mi nombre es respetado en las naciones –dice el Señor de los ejércitos–. Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes. Si no obedecéis y no os proponéis dar gloria a mi nombre –dice el Señor de los ejércitos–, os enviaré mi maldición. Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley, habéis invalidado mi alianza con Leví –dice el Señor de los ejércitos–. Pues yo os haré despreciables y viles ante el pueblo, por no haber guardado mis caminos, y porque os fijáis en las personas al aplicar la ley. ¿No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó el mismo Señor? ¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo, profanando la alianza de nuestros padres?»

 

2. Salmo 130,1.2.3: Señor, mi corazón no es ambicioso, / ni mis ojos altaneros; / no pretendo grandezas / que superan mi capacidad.

   Sino que acallo y modero mis deseos, / como un niño en brazos de su madre.

   Espere Israel en el Señor ahora y por siempre.

 

3. 1 Tesalonicenses 29,7b-9.13: Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor. Recordad si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.

 

4. Mateo 23,1-12: «Entonces Jesús habló a las multitudes y a sus discípulos diciéndoles: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Haced y cumplid todo cuanto os digan; pero no hagáis según sus obras, pues dicen pero no hacen. Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen sobre los hombros de los demás, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; ensanchan sus filacterias y alargan sus franjas. Apetecen los primeros puestos en los banquetes, los primeros asientos en las sinagogas y los saludos en las plazas, y que la gente les llame Rabí. Vosotros, al contrario, no os hagáis llamar Rabí, porque sólo tino es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. A nadie llaméis padre vuestro sobre la tierra, porque sólo uno es vuestro padre, el celestial. Tampoco os hagáis llamar doctores, porque vuestro Doctor es uno sólo: Cristo. El mayor entre vosotros sea vuestro servidor. El que se ensalce a sí mismo será humillado, y el que se humille a sí mismo será ensalzado.»

  «Entonces Jesús habló a las multitudes y a sus discípulos diciéndoles: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Haced y cumplid todo cuanto os digan; pero no hagáis según sus obras, pues dicen pero no hacen. Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen sobre los hombros de los demás, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; ensanchan sus filacterias y alargan sus franjas. Apetecen los primeros puestos en los banquetes, los primeros asientos en las sinagogas y los saludos en las plazas, y que la gente les llame Rabí. Vosotros, al contrario, no os hagáis llamar Rabí, porque sólo tino es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. A nadie llaméis padre vuestro sobre la tierra, porque sólo uno es vuestro padre, el celestial. Tampoco os hagáis llamar doctores, porque vuestro Doctor es uno sólo: Cristo. El mayor entre vosotros sea vuestro servidor. El que se ensalce a sí mismo será humillado, y el que se humille a sí mismo será ensalzado.» (Mateo 23,1-12)

 

B. Comentario:

1. Los reproches de Dios de la primera lectura tiene como fundamento que «todos tenemos el mismo Padre», y por lo tanto todos somos hermanos. Y como esto no se tiene en cuenta, se reprocha cuando no queremos dar gloria a Dios, cuando en lugar de dar ejemplo hacemos tropezar a los demás en la ley, y cuando hay preferencias por algunos en lugar de querer a todos como hermanos.

La misma gloria de Dios es nuestra salvación: pues Él «encuentra su gloria en que el hombre viva» (san Ireneo).

2. Qué alegría, la confianza de sentirse como en los brazos de nuestra madre, así es la fe llena de ternura, pues estamos seguros en las manos de esa madre que es Dios.

3. "Uno solo es vuestro Maestro..." Jesús, Maestro mío, te pido aprender tus lecciones de Vida. Aprender que la vida es aprender a amar, caminar contigo que eres el Camino, saber que tú eres la verdad y por eso la vida. Señor, ayúdame a que la lectura de la Biblia, lectio divina, haciendo oración, me haga ver lo que nos dice san Pablo: "Uno solo es Vuestro Padre…" que nos quiere más que las madres a sus hijos. Que hemos de ampliar el contexto, lo que vemos, para ver más y mejor. Así veremos que todo en la vida es para nuestro bien. El P. Jakob Gapp decía poco antes de morir guillotinado: "No os entristezcáis por mí. Todo pasa; sólo el cielo queda… he llegado a considerar este día como el más bello de mi vida".

Ayúdame a vivir lo que sigue diciéndonos: "Todos vosotros sois hermanos" en la familia de los hijos de Dios. Hoy vinieron a la escuela unos presos, a contar su experiencia para ayudar a los jóvenes a no caer en la droga, decían, que sólo tiene dos finales: "la muerte o la cárcel". Decían otros, que habían traficado ilegalmente, también palabras vivas y sentidas: "ahí no está la felicidad", ni en nada material… Me di cuenta que ellos crecían al ayudar a los jóvenes, y los alumnos crecían al aprender de los presos. Era como darle sentido a lo que había pasado, aprovecharlo para ese crecimiento que es la vida, cuando ayudamos a los demás.

El verdadero sacerdote, como Pablo, trata a la comunidad que le ha sido confiada con tanto cariño y delicadeza como una madre cuida al hijo de sus entrañas, y hace participar a los hermanos en su vida, como hizo Cristo. Busca que la palabra de Dios «permanezca operante en vosotros los creyentes». Será criticado por eso (von Balthasar): «Nos difaman y respondemos con buenos modos; se diría que somos basura del mundo, desecho de la humanidad». Que la Virgen nos ayude a vivir la caridad hasta el martirio.

 4.  Jesús, denuncias la hipocresía de estos "maestros" que "dicen pero no hacen", que exigen mucho y ellos hacen poco. Que no son como el "yugo suave del Evangelio", sino muy exigentes sometiendo las conciencias de los demás.

 "Ensanchan sus filacterias y alargan sus franjas". Acostumbraban a llevar sobre la frente y en el brazo izquierdo unos pergaminos enrollados y guardados en unas bolsas de cuero sujeto por medio de unas cintas y en los que estaban escritas palabras del Éxodo (13,1-10/11-16) y del Deuteronomio (6.4-9; 11.13-12). Colgaban del borde de su manto unas orlas que debían recordarles todos los preceptos de la Ley (cf. Nm 13.39).

Les gusta que les llamen Rabí, "es decir, 'maestro mío'; un título que llegó a conferirse solemnemente. También se hacían llamar 'padre' y 'preceptores' –dice san Agustín-.

"En la cátedra de Moisés, de la que es sucesora la cátedra de Cristo, se sientan también malos; y, sin embargo, enseñando el bien, no perjudican a los oyentes. ¿Por qué abandonaste la cátedra por la presencia de los malos? Vuelve a la paz, regresa a la concordia, que no te molesta. Si enseño el bien y obro el bien, imítame; si por el contrario, no cumplo lo que enseño, tienes el consejo del Señor: haz lo que enseño, mas no lo que yo hago; en todo caso, nunca abandones la cátedra católica" (Comentario al salmo 36,3,20).

El mayor entre vosotros sea considerado como servidor de todos, y el menor como el primero. El modelo auténtico es Jesús: manso y humilde de corazón. Nuestra actitud tiene que ser la fraternidad, el servicio y la sencillez, postura bien distinta a la de los fariseos de todos los tiempos y lugares. Esta es la actitud cristiana que brota de la enseñanza y vida de Jesús.

El espíritu farisaico es la perversión de las relaciones que unen al hombre con Dios y con los demás seres humanos: legalismo, que es el conocimiento de todas las leyes, menos la del amor; reducir la ley a prácticas religiosas y normas externas, en lugar de interiorizarla; sólo tiene las apariencias de la fidelidad a la ley, al reducirla a medir, a pesar observancias exteriores. El comportamiento externo tiene para él la preferencia sobre la actitud interior. La más pequeña infracción legal es espiada, denunciada, condenada sin piedad, mientras se aceptan tranquilamente las más atroces deformaciones interiores.

El exhibicionismo es otro rasgo del espíritu farisaico. El fariseo es un actor que recita el papel de sus buenas obras (Lc 18,11- 12). Tiene necesidad de muchos preceptos para evadirse de lo fundamental: el amor desinteresado al prójimo. Ha inventado la casuística porque, con un poco de paciencia, ayuda siempre a encontrar la escapatoria para eludir el espíritu de la ley. Se considera superior a los demás, lo que le lleva a convertirse en "casta". Está seguro de poseer toda la verdad, y así no puede avanzar y se ve obligado a defender un orden inmutable: todo bien claro, bien definido, organizado... de una vez para siempre, y en todos los campos.

El espíritu farisaico - la hipocresía- es la disociación culpable entre el decir y el hacer. El gran desafío para el hombre es vivir en la verdad, en su verdad, reconocerla, no esconderla ni ante sí mismo ni ante los demás. Saberse mirar al espejo exige mucha valentía. Jesús nos habla de no manipular la religión, de no utilizarla para esconder nuestra verdad y para escalar posiciones de prestigio social.

"El mayor entre vosotros sea vuestro servidor. El que se ensalce a sí mismo será humillado, y el que se humille a sí mismo será ensalzado.» (Mateo

 

Llucià Pou Sabaté

 

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