Sábado de la semana 2 de Adviento
El examen de conciencia
“Bajando Jesús del monte con ellos, sus discípulos le preguntaron: «¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?». Respondió Él: «Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo. Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos». Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista” (Mateo 17,10-13).
I. En el Evangelio de la Misa San Mateo habla de las palabras que el Señor dirige a los fariseos por su hipocresía. En sus vidas podemos ver, por una parte, una minuciosidad agobiante; por otra, una gran laxitud en las cosas verdaderamente importantes: abandonan las cosas más esenciales de la Ley, la justicia, la misericordia y la buena fe (23, 23-24). No supieron entender lo que el Señor esperaba de ellos. También nosotros en estos días de Adviento, podemos mejorar el examen de conciencia, para no detenernos en cosas accidentales y dejar escapar las importantes. Un examen –breve, pero profundo-, es como un ojo capaz de ver los íntimos recovecos de nuestro corazón, sus desviaciones y apegamientos. Ahí descubriremos el origen oculto de nuestras faltas evidentes de caridad o de trabajo, de nuestra tristeza o malhumor, o de la falta de piedad, y sabremos ponerle remedio.
II. El examen diario de conciencia es un repaso a fondo de lo que hemos escrito en la página de cada día irrepetible y es ocasión de encuentro con Dios. Una página de horror puede convertirse en algo bueno por la contrición y el propósito para comenzar la nueva página en blanco que nos presentará nuestro Ángel Custodio de parte de Dios. “Y estas páginas blancas que empezamos a garabatear cada día, a mí me gusta encabezarlas con una sola palabra: ¡Serviam!, ¡serviré!, que es un deseo y una esperanza.... Y digo al Señor que vuelvo a empezar, Nunc coepi!, que vuelvo a empezar con la voluntad recta de servicio y de dedicarle mi vida, momento por momento, minuto por minuto.” (S. CANALS, Ascética meditada)
III. La finalidad del examen de conciencia es conocernos mejor a nosotros mismos, para que podamos se más dóciles a las continuas gracias que derrama en nosotros el Espíritu Santo y nos asemejemos cada vez más a Cristo. Quizá una de las primeras preguntas que pueden darnos abundante luz es : ¿Dónde está mi corazón? ¿En Cristo? Unas veces descubriremos que es el ansia de aplauso, o el resentimiento, o la antipatía, o tal vez la sensualidad, o la rutina y la disipación. Podemos preguntarnos si hemos cumplido la voluntad de Dios o la nuestra y descender a detalles concretos en nuestro trato con Él y con los demás. Terminaremos con un acto de contrición, porque si no hay dolor, es inútil el examen. Haremos un pequeño propósito, y daremos gracias al Señor por todas las cosas buenas con las que hemos cerrado la jornada. Si acudimos a la Virgen, Ella y nuestro Ángel nos ayudarán a hacer el examen por amor y con dolor.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario