Lunes de la semana 23 de tiempo ordinario; año impar
Jesús cura en sábado, no se para en menudencias sino que va al fondo de la ley: el amor
"Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenla parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: -«Levántate y ponte ahí en medio.» Él se levantó y se quedó en pie. Jesús les dijo: -«Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?» Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: -«Extiende el brazo.» Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús" (Lucas 6,6-11).
1. Siguen incordiándote con el sábado, Jesús: hoy con una curación hecha en la sinagoga en ese día.
-"Otro sábado Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar"... no sé si ibas cada sábado a la reunión de plegaria, Jesús, pero sí muchas veces, quizá cuando veías que buenamente podías, ibas. Ayúdame, Señor, en mis "fidelidades" necesarias... en las regularidades que he decidido... somos un espíritu encarnado, y con los hábitos, nuestras experiencias humanas –como la oración- nos vamos configurando, repitiendo como un gota a gota incansablemente renovado, y así vamos construyendo nuestra vida.
-"Había allí un hombre que tenía el brazo derecho atrofiado..." Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado y encontrar de qué acusarlo. Señor, tú conoces sus pensamientos... eres un "conocedor del corazón humano", es un don divino, que también das a otros, de leer en los corazones... y adivinar, por señales casi imperceptibles, ciertas realidades escondidas. Humanamente eso viene de una "atención al otro", de una capacidad de "ponerse en lugar de los otros".
Te das cuenta del dolor de aquel hombre. El enfermo con el brazo paralizado no te dice nada, pero se debía leer en su cara la súplica.
-"Dijo al hombre del brazo atrofiado: "Levántate y ponte ahí en medio de todos."" Señor, danos esa delicada atención de simpatía por los que sufren. Haznos "descubrir" las penas ocultas, las necesidades de los demás.
-""Os pregunto: ¿Qué es lo que está permitido en sábado, hacer el bien o hacer el mal; salvar una vida o acabar con ella?" El "honor de Dios" estaba resguardado con el sábado. Sabemos que murieron muchos judíos cuando los atacaban en sábado, en alguna guerra, porque no querían luchar ese día, preferían morir. El descanso obligatorio del sábado tenía unos excesos, que llamamos fanatismo. Tú criticas, Señor, la mera observancia legalista, vas hasta el fondo de la razón que explica el sábado; entiendes que la Gloria de Dios es exaltada en primer lugar por el "bien" que se hace a los desgraciados, por la "vida salvada" a alguien. Liberar a un pobre enfermo de su mal, es, para ti, un modo más verdadero de santificar el "día del Señor", que dejar a un hombre en el sufrimiento, por el pretendido honor de Dios. Ayúdanos, Señor, a superar las sumisiones y las obediencias formales a normas: haz que comprendamos el fondo de las normas, y sobre todo entendamos desde el interior lo que Dios nos pide cuando nos pide algo... haz que captemos que Dios no es ante todo un amo que desea doblegar a las personas, sino un Padre que ha dado unas leyes para el bien de sus hijos, un Salvador que desea "hacer el bien... salvar vidas".
-"Entonces, echando una mirada a todos, le dijo al hombre: "Extiende tu mano". Lo hizo y su mano quedó normal." Una vez más, haces el "bien" sin preocuparte de las críticas.
-"Ellos, furiosos, discutían qué podrían hacer con Jesús." ¡Se sospecha de El que prefiere el hombre a la Gloria de Dios! ¡Se estancan en las reglas formales del sábado que prohibían cualquier trabajo (Noel Quesson).
Las actitudes farisaicas chocan contigo, Jesús. No es fácil soportar en la tierra a Aquel que declara el fin de la falsedad, de la opresión, de la religión fácil y cómoda. Todo el problema de las tinieblas es lograr hacer desaparecer la luz: "Ellos (los fariseos)... deliberaban entre sí, qué harían a Jesús". El "pecado" de Jesús fue hacer el bien y poner en carne viva el problema de una religión oprimida y seca, para la cual hacer el bien era lo más pecaminoso.
El día dedicado al culto de Dios es día de la alegría, del descanso laboral, de la oración, de la vida de familia, del agradecimiento por la obra de la creación. Parece como si ese día acumularas tus gestos curativos y salvadores, Señor.
Ellos viven con su preocupación casuística, tú vives, Señor, en libertad, nos enseñas actitudes más profundas, el espíritu más que la letra. Las normas están muy bien, y son necesarias, pero sin llegar a un legalismo formalista. No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre (cf Mc 2,27), nos dirás. Entiendo que la norma está al servicio del bien de la persona, del bien común… Hay cosas llenas de espíritu, como el domingo con la celebración de la Eucaristía, el rezo de la Liturgia de las Horas... Necesitan unas normas, pero a veces se han seguido las normas de una manera tan estricta y minuciosa que quizá se ahogaba la alegría de la celebración. Es compatible el rigor de la liturgia con esponjar el ánimo y alegrarse con Dios y dedicarle una alabanza sentida y celebrar su comida pascual en el día consagrado a él, es decir que haya interioridad y no se limite a crear un clima de mero cumplimiento exterior. Se nota claramente que tú, Jesús, das prioridad a la persona que a la norma.
Curar en "shabat"… vivir la caridad… Los cristianos debemos rezar y celebrar la Eucaristía en el día del Señor. Y a la vez, precisamente ese día, nos deberíamos mostrar fraternos y sanantes, con detalles de caridad y buen corazón con las personas cercanas que, aunque no nos lo pidan, ya sabemos que necesitan nuestro interés y nuestro cariño (J. Aldazábal).
¿"Hacer bien" o "hacer mal"? La omisión del bien es un mal. ¿Quién querrá decir que la ley del sábado prohíba que se haga el bien y exija que se haga el mal? El sábado es para los judíos, no sólo día de reposo, sino también día destinado a hacer bien y día de alegría. Jesús, vuelves a restablecer el verdadero sentido del sábado. Ha de ser un día en el que se disfrute y se proporcione alegría a los demás. Se realiza el sentido del sábado haciendo bien a personas que sufren, usando misericordia. "Misericordia quiero y no sacrificios" (Os 6.6).
El descanso de Dios no consiste en no hacer nada, sino en vivir la obra, en gozar de ella. "Dios se gozó en su obra" (Sal 104,31).
La mano volvió a quedar sana. La restauración del universo forma parte del cuadro de los tiempos mesiánicos. Lo que ahora comienza será llevado a la perfección. "El cielo debe retener (a Jesús) hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas desde antiguo" (Hch 3,21). Mediante la curación muestra Jesús que le está permitido restaurar el sentido del sábado según la mente de Dios, ya que él mismo aporta la restauración de todas las cosas. El sábado es figura del gran reposo sabático de Dios (Hb 4,8ss), que se iniciará cuando sean restauradas todas las cosas y todo haya alcanzado su acabada perfección (El NT y su mensaje, Herder).
El joven rabí Jesús va desmantelando las insistencias esclerotizadas de la religión: reglas de la pureza en las comidas (Lc 5,29-32), de ayuno (Lc 5,33-38) y de reposo sabatino (Lc 6,1-11). Lucas evoca el conocimiento que Jesús posee del corazón humano (v 8; cf Jn 1,48; 2,24-25; 4, 17-19; 6, 61-71, etc.). Así Cristo tiene no solamente un conocimiento más profundo que los otros rabinos de la ley que enseña, sino que conoce mejor a los hombres. Ahí reside el secreto de la autoridad con la que enseña y que le coloca por encima de todos los demás (cf. Lc 4, 32): habla desde Dios y desde el corazón del hombre.
2. Dos cosas fundamentales hace Pablo en su ministerio: evangelizar y sufrir. La principal es, naturalmente, la evangelización. Dios le ha nombrado ministro y anunciador del "misterio que ha tenido escondido desde siglos y que ahora ha revelado a su pueblo". Este misterio es la salvación en Cristo, o, como él dice: "que Cristo es para vosotros la esperanza de la gloria". O bien: "este misterio es Cristo, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y el conocer". Para cumplir este ministerio, Pablo está dispuesto a soportarlo todo. Habla del "empeñado combate" que libra en las varias comunidades: "amonestamos a todos, enseñamos a todos, para que todos lleguen a la madurez en su vida cristiana: ésta es mi tarea, en la que lucho denodadamente". En esta lucha, Pablo ha asumido también el sufrimiento: "me alegro de sufrir por vosotros". La razón profunda de esta disponibilidad es: "así completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia".
Si nosotros tuviéramos ese "motor" de la fe en Cristo, también estaríamos dispuestos a cualquier cosa para poderlo anunciar, que es a lo que hemos sido llamados todos los cristianos: padres, amigos, educadores, sacerdotes, religiosos. Si no evangelizamos -por pereza o por frialdad o por miedo- tal vez muchas personas se quedarán sin enterarse de ese plan salvador que Dios quiere dar a conocer a todos. La condición es que nosotros mismos estemos convencidos, que Cristo sea "para nosotros la esperanza de la gloria" y la razón de ser de todo. Entonces seremos tan valientes y generosos como Pablo. Él escribe esta carta desde la cárcel, donde está detenido por predicar a Cristo. Pero no le pueden hacer callar. Mirándonos en el espejo de Pablo, ya sabemos que seguramente nos tocará sufrir. Pero, como él, hemos de alegrarnos de poder sufrir, porque así nos incorporamos al dolor del mismo Cristo, en su misterio pascual, y contribuimos a la salvación de los demás. Cuando celebramos la Eucaristía, memorial del sacrificio de Cristo, podemos aportar al altar, incluidos simbólicamente en el pan y el vino que aportamos, "los gozos y las fatigas de cada día", como nos invita a veces el sacerdote antes de la oración sobre las ofrendas. Unimos a la ofrenda definitiva de Cristo lo que hayamos tenido que sufrir para ser fieles testigos suyos en el mundo, contentos de incorporar nuestra pequeña cruz a la de Cristo. Es valiente la afirmación de Pablo: "completo en mi carne los dolores de Cristo". ¿Qué le falta a la pasión de Cristo? Que sea también nuestra. Así hay un intercambio misterioso: el dolor de Cristo se hace nuestro y el nuestro se une al suyo. Y así podemos colaborar con él en la llegada del Reino a este mundo. B. Pascal interpretó bien este mismo pensamiento: «Jesús estará en agonía hasta el fin del mundo.» Cual sería la transfiguración de mi sufrimiento, si yo supiese ver en él: una participación a la Pasión. No sufrir solo, sino «con Jesús». No considerar la prueba como algo meramente negativa, sino como una realidad positiva... Señor te ofrezco tal prueba... y tal otra...
3. Es el salmo un programa de vida: "Sólo en Dios descansa mi alma, porque de él viene mi salvación; sólo él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré". Dentro de nosotros podemos alimentar un lobo bueno y dejar que pase hambre otro malo, para que el que esté fuerte domine.
"De Dios viene mi salvación y mi gloria, él es mi roca firme; Dios es mi refugio", él es quien quita lo malo, como comenta este salmo 61 san Ambrosio: "Nuestro Señor Jesucristo, al tomar la carne del hombre para purificarla en su persona, ¿qué otra cosa hubiera podido hacer inmediatamente sino borrar el influjo maléfico del antiguo pecado? Por la desobediencia, es decir, violando los mandamientos divinos, se había infiltrado el pecado. Por eso, ante todo tuvo que restablecer la obediencia, para apagar el foco del pecado... Él personalmente tomó sobre sí la obediencia, para transmitírnosla a nosotros"".
Llucià Pou Sabaté
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