martes, 2 de febrero de 2016

Miércoles de la semana 4 de Tiempo Ordinario; año par

Miércoles de la semana 4 de tiempo ordinario; año par

Jesús experimenta en su vida el ser rechazado, y en ese aparente fracaso nos salva. Así también en nuestra vida, las dificultades tienen un valor pedagógico
Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente” (Marcos 6,1-6).
1. –“Jesús volvió a "su patria", siguiéndole los discípulos. Llegado el sábado se puso a enseñar en la sinagoga”. He aquí pues a Jesús de nuevo en Nazaret. La costumbre quería que se invitase a un hombre a leer y comentar la Escritura. El jefe de la sinagoga confía este papel a Jesús. Marcos no nos dice de qué habló Jesús, pero señala el asombro y la incredulidad de los oyentes.
-“El numeroso auditorio se maravillaba diciendo: "¿De dónde le vienen a este tales cosas, y qué sabiduría es ésta que le ha sido dada, y cómo se hacen por su mano tales milagros? ¿No es acaso el carpintero? ¿El hijo de María y el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?" Y se escandalizaban de Él”. Marcos da la lista de los primos y primas de Jesús, pues en Israel, como en otros pueblos que he visto de África, a esos parientes también se les llama “hermanos”. Jesús vuelve a encontrarse pues en su medio ambiente y en su familia. Pero ya tiene una nueva familia: sus discípulos, los que escuchan la Palabra de Dios, los que tienen fe en El.
-“Jesús les decía "Ningún profeta es tenido en poco, sino en su patria y entre sus parientes y en su familia." Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de que a algunos enfermos les impuso las manos y los curó”. Esta imposibilidad de hacer milagros, no viene de que no tenga ya poder para ello... sino que se relaciona con la falta de Fe. El milagro supone la Fe, necesaria para comprenderlo, para recibirlo.
-“Y se admiraba de la "incredulidad" de aquellas gentes”. Marcos en tres capítulos nos mostrará cómo reaccionan ante la persona de Jesús sus propios discípulos, después de haber visto la reacción de fariseos y pueblo. Tenemos a veces la impresión de que la incredulidad es un fenómeno moderno; o de que proviene de faltas de la Iglesia –marketing inadecuado, pecados de los cristianos, transmisión obsoleta del mensaje…- pero vemos a Jesús que también fracasa, no creen en él. Jesús ha tenido incrédulos en su propia familia. Esto puede ser un consuelo para padres que tienen dificultades con la fe de sus hijos.
Tu "admiración", tu extrañeza, Señor, me hacen bien: me manifiestan al menos que tú estás seguro, Señor, de lo que enseñas, de lo que Tú eres... (Noel Quesson). Te pido, Señor, esa fuerza de la fe.
Vemos hecho realidad lo de que «vino a los suyos y los suyos no le recibieron», o como lo expresa Jesús: «nadie es profeta en su tierra». El anciano Simeón lo había dicho a sus padres: que Jesús iba a ser piedra de escándalo y señal de contradicción.
Nosotros somos ahora «los de su casa», los más cercanos al Señor, los que celebramos incluso diariamente su Eucaristía y escuchamos su Palabra. Hay un tipo de rutina enemiga del amor, que nos impide reconocer la voz de Dios en los mil pequeños signos cotidianos de nuestro encuentro con los demás, del trabajo o contacto con la naturaleza, y podemos, ante un santo que nos habla, volver a decir: «¿pero no es éste el carpintero?», o las otras reacciones de falta de fe: «no está en sus cabales», «está en connivencia con el diablo», «es un fanático». Hoy me preguntaba un chico en elcolegio: “¿hay milagros recientes por aquí?”, como si fuera la esencia de la vida cristiana, cuando la Eucaristía es el mayor milagro escondido, pues podemos participar de la vida de Cristo en la comunión (J. Aldazábal).
La “normalidad” de Jesús, de la Virgen, en sus trabajos, confunde a los paisanos, que lo ven, que la ven, como uno más, como una más… esta vida de Jesús en Nazaret nos ayuda a aprender de él, de cómo haría su trabajo en Nazaret: con perfección humana, acabándolo en sus detalles, con competencia profesional. Es conocido como el artesano. Señor, te pido que me ayudes a trabajar a conciencia, haciendo rendir el tiempo; sin dejarme dominar por la pereza; mantener la ilusión por mejorar cada día en competencia profesional; cuidar los detalles; abrazar con amor la Cruz, la fatiga de cada día. El trabajo, cualquier trabajo noble hecho a conciencia, nos hace partícipes de la Creación y corredentores con Cristo. Los años de Nazaret son el libro abierto donde aprendemos a santificar lo de cada día, donde podemos ejercitar las virtudes sobrenaturales y las humanas (Pablo VI, Discurso a la Asociación de Juristas católicos).
Hemos estado unos años analizando “los signos de los tiempos”, pero ese análisis nos ha entretenido, casi ha llevado a algunos a la parálisis. Sin embargo, el análisis es un paso del diagnóstico, para poner remedio a las cosas. Así como un enfermo no se contempla a ver si se muere del mal… “Si el orgullo nos ha hecho salir, que la humildad nos haga entrar... Como el médico, después de haber establecido un diagnóstico, trata el mal en su causa, tú, cura la raíz del mal, cura el orgullo; entonces ya no habrá mal alguno en ti. Para curar tu orgullo, el Hijo de Dios se ha abajado, se ha hecho humilde. ¿Por qué enorgullecerte? Para ti, Dios se ha hecho humilde. Tal vez te avergonzarías imitando la humildad de un hombre; imita por lo menos la humildad de Dios. El Hijo de Dios se humilló haciéndose hombre. Se te pide que seas humilde, no que te hagas animal. Dios se ha hecho hombre. Tú, hombre, conoce que eres hombre. Toda tu humildad consiste en conocer quién eres.
”Escucha a Dios que te enseña la humildad: “Yo he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado” (Jn 6,38) He venido, humilde, a enseñar la humildad, como maestro de humildad. Aquel que viene a mí se hace uno conmigo; se hace humilde. El que se adhiere a mí será humilde. No hará su voluntad sino la de Dios. Y no será echado fuera (Jn 6,37) como cuando era orgulloso” (San Agustín).
El remedio de los remedios es la piedad. Y me atrevo a decir que el perdón, ese volver a nuestro Padre Dios, que siempre nos acoge, siempre nos espera. El perdón lo resuelve todo.
2. David manda un censo y ve que “en Israel había 800.000 hombres aptos para el servicio militar, y en Judá 500.000”. Se interpreta como pecado de orgullo, no se apoya ya en Dios... Señor, también nosotros sentimos a menudo esa necesidad de seguridad. Quisiéramos poder contar con nuestros medios humanos. Es muy natural. Y sin embargo sabemos muy bien que Jesús nos ha lanzado a una aventura. «El que salve su vida, la perderá, y el que pierda su vida, la ganará.» «El hijo del hombre no tiene donde reposar su cabeza.» «Si alguien quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo.» Todas esas fórmulas son invitaciones a cortar las amarras y partir con una total confianza... ¡sin cálculo alguno!, ¡sin hacer el censo! Quiero ser aventurero de tus planes, Señor, no estar atado a mis seguridades…
David rezo: -«He cometido un gran pecado.» Efectivamente: "hizo cuentas", «calculó». “Dígnate ahora, Señor, borrar la falta de tu servidor, porque me he comportado como un necio". Una vez más la grandeza de David se manifiesta en el hecho de saber reconocer sus faltas. Pecador, pero fiel, que viene de “fides”, tener fe, confiar en Dios. Concédenos, Señor, esa delicadeza de conciencia para que sepamos confesar enseguida nuestros errores. ¿Qué aspecto de la virtud de la penitencia es más habitual en mi vida: la virtud de la veracidad... de la transparencia ante Dios?
-“El profeta Gad propuso entonces a David, en expiación, que eligiera entre tres castigos”. No entendemos eso, porque era hace muchos años, con una mentalidad bastante primitiva. Entre varias desgracias, escoge David: "Estoy en grande angustia. Pero caigamos a manos del Señor, mejor que a manos de los hombres, porque es grande la misericordia del Señor".
David se muestra con buen corazón: -“Yo fui quien pequé... Pero éstos ¿qué mal han hecho?” Implora al Señor para que el castigo recaiga sobre él y quede salvo el pueblo. Es un misterio la causa de los males, y ahora sabemos que cuando a alguien le vienen desgracias no es por causa de pecado. De todas formas, hay un misterio en la solidaridad, todos estamos interconexionados, de tal modo que la falta de uno es causa de la desgracia de todos... Gracias a Dios, también en positivo: la oración o la obediencia de uno repercute en bien de todos. Veo así a Jesús, ¡Cordero de Dios, que cargó sobre él el pecado del mundo! Mis pecados... ¿Tengo tendencia a "salir adelante" evitando las solidaridades que me llevarían demasiado lejos? o bien, con Cristo, ¿acepto toda mi parte de solidaridad? ¿Me aparto, quizá, de los males que afligen a mis hermanos, buscando, ante todo, mi seguridad? o bien, ¿acepto compartir los riesgos?
-“David compró la era de Arauná el jebuseo y levantó allí un altar para el sacrificio”. Así termina el Libro de Samuel y la historia de David. Dios ha perdonado. David es agradecido. Compra el terreno donde se levantará pronto el Templo de Jerusalén: una era para la trilla del trigo... (Noel Quesson). La moraleja que saco también de todo esto es que nosotros también podemos ver de qué recursos humanos disponemos; pero la Evangelización no depende de esos recursos ni planes, que habrá que hacer, sino de Dios en quien hemos de tener puesta la confianza, y dejarnos guiar por Él. No son nuestros los éxitos ni los fracasos, simplemente hemos de dejar actuar a Dios.
3. ¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez!” Esta bienaventuranza va seguida de la conversión del pecador, que ya no puede resistir; ha decidido confesar su culpa con una declaración valiente, que parece anticipar la del hijo pródigo de la parábola de Jesús: “Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: "Confesaré mis faltas al Señor". ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado! Por eso, que todos tus fieles te supliquen en el momento de la angustia; y cuando irrumpan las aguas caudalosas no llegarán hasta ellos”.  "Dios es misericordioso y no escatima su perdón. (...) El cúmulo de tus pecados no superará la grandeza de la misericordia de Dios; la gravedad de tus heridas no superará la habilidad del supremo Médico, con tal de que te abandones a él con confianza. Manifiesta al Médico tu enfermedad, y háblale con las palabras que dijo David: "Reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado". Así obtendrás que se hagan realidad estas otras palabras: "Tú has perdonado la maldad de mi corazón"" (S. Cirilo de Jerusalén, Le catechesi, Roma 1993, pp. 52-53).
Llucià Pou Sabaté
San Blas, obispo y mártir. San Oscar, obispo

SAN BLAS, OBISPO Y MÁRTIR
San Blas fue médico y obispo de Sebaste, Armenia. Hizo vida eremítica en una cueva del Monte Argeus.
San Blas era conocido por su don de curación milagrosa. Salvó la vida de un niño que se ahogaba al trabársele en la garganta una espina de pescado. Este es el origen de la costumbre de bendecir las gargantas el día de su fiesta.
Según una leyenda, se le acercaban también animales enfermos para que les curase, pero no le molestaban en su tiempo de oración.
Cuando la persecución de Agrícola, gobernador de Cappadocia, contra los cristianos llegó a Sebaste, sus cazadores fueron a buscar animales para los juegos de la arena en el bosque de Argeus y encontraron muchos de ellos esperando fuera de la cueva de San Blas. Allí  encontraron a San Blas en oración y lo arrestaron. Agrícola trató sin éxito de hacerle apostatar. En la prisión, San Blas sanó a algunos prisioneros. Finalmente fue echado a un lago. San Blas, parado en la superficie, invitaba a sus perseguidores a caminar sobre las aguas y así demostrar el poder de sus dioses. Pero se ahogaron. Cuando volvió a tierra fue torturado y decapitado. C. 316.
San Blas, obispo y mártir, fue tan celebre en todo el mundo cristiano por el don de los milagros con que lo honró Dios, nació en Sebaste, cuidad de Armenia. La pureza de sus costumbres, la dulzura de su naturaleza, su humildad y prudencia, y sobre todo, su eminente misericordia, criaron en él la estimación de todo lo bueno.
Los primeros años de su vida se desempeñó en el estudio de la filosofía, y un tiempo hizo grandes progresos. Los bellos descubrimientos que hizo en el estudio de la naturaleza excitaron su inclinación a la medicina, la cual practicó con perfección. Esta profesión le dio motivo para conocer más de cerca las enfermedades y la miseria de esta vida, y en esta ocasión, de hacer más serias reflexiones sobre su caducidad, como también sobre el mérito y la solidez de los bienes eternos.
Penetrado de estos grandes sentimientos, decidió prevenir los remordimientos que se experimentan a la hora de la muerte, evitándolos con la santidad de una vida verdaderamente cristiana. Pensaba retirarse al desierto, pero cuando falleció el obispo de Sebaste, lo eligieron en su reemplazo con los aplausos de toda la ciudad.
El nuevo cargo sólo sirvió para que resalte con nueva luz su virtud, y lo obligo a iniciar una vida más santa. Cuanto más se despreocupaba en la salvación de sus ovejas, más aumentaba esa despreocupación por su propia vida. Se dedicó, entonces a instruir el pueblo más con sus ejemplos que con su palabra.
Era tan grande la predisposición que tenía al retiro, y tan ardiente el deseo de perfeccionarse cada día más y más, que tuvo la necesidad de esconderse en una gruta, situada en la punta de una montaña, llamada el monte Argeo, poco distante de la ciudad.
A pocos días de estar allí, Dios manifestó la eminente santidad de su fiel siervo con varios milagros. No solamente venían de todas partes hombres para que los cure de las dolencias de su alma y cuerpo, sino que hasta los mismos animales salvajes salían de sus cuevas y venían a manadas a que el santo obispo les dé su bendición, y que los sane de los males que sufrían. Si sucedía que lo encontraban en oración cuando llegaban, esperaban mansamente en la puerta de la gruta sin interrumpirlo, pero no se retiraban hasta lograr que el Santo los bendiga.
Hacía el año 315 vino a Sebaste Agricolao — gobernador de Capadocia y de la menor Armenia — por el mandado del emperador Licinio, con el orden de exterminar a todos los cristianos. En cumplimento de su misión, luego de entrar a la ciudad, ordenó que fuesen echados a las fieras todos los cristianos que se encuentren en prisiones. Para que se realice esta sentencia, salieron a los bosques cercanos en caza de leones y tigres. Los enviados del gobernador entraron por el monte Argeo, y se encontraron con la cueva, en la cual estaba retirado San Blas. La entrada a la cueva estaba rodeada de muchos animales salvajes y viendo al Santo que estaba rezando en medio de ellos con la mayor tranquilidad se asombraron. Fascinados del suceso tan extraordinario, comunicaron al Gobernador lo que acababan de ver, y él sorprendido de esta noticia, ordenó a los soldados que traigan a su presencia al santo Obispo. Ni bien lo intimaron de esta orden, nuestro Santo, bañado de una dulcísima alegría les dijo: "Vamos, hijos míos, vamos a derramar nuestra sangre por mi Señor Jesucristo! Hace mucho tiempo que suspiro por el martirio, y esta noche me ha dado el Señor para entender que se dignaba de aceptar mi sacrificio.
Luego que se extendió la noticia que a nuestro Santo lo llevaban a la ciudad de Sebaste, los caminos se llenaron de gente — concurriendo hasta los mismos paganos — que deseaba recibir su bendición y alivio de sus males. Una pobre mujer desesperada y afligida, pasó como pudo por medio de la muchedumbre, y llena de confianza se arrojo a los pies del Santo, presentándole a un hijo suyo que estaba sufriendo por una espina que le había atravesado la garganta y que lo ahogaba sin remedio humano. Compadecido el piadoso Obispo del triste estado de su hijo y del dolor de la madre, levanto los ojos y las manos al cielo, y empezó a rezar fervorosamente: "Señor mío, Padre de las Misericordias, y Dios de todo consuelo, dígnate de oír la humilde petición de tu siervo, y concédele a este niño la salud para que conozca todo el mundo que sólo Tu eres el Señor de los vivos y de los muertos. Pues Tu eres el Dueño soberano de todos, misericordiosamente liberal, y Te suplico humildemente, que todos los que recurren a mí para conseguir de Tu la curación de semejantes dolencias por la intercesión de Tu siervo, y demuestren su confianza, serán benignamente oídos y favorablemente atendidos." Apenas terminó el Santo su oración, cuando el muchacho arrojó la espina de su garganta y quedo totalmente sano. Esta es la principal veneración que tiene San Blas, por la ayuda con todos los males de la garganta, y los milagros que aparecen cada día demuestran la eficacia de su poderosa protección.
Cuando ellos llegaron a la ciudad, San Blas fue presentado al Gobernador, quien le ordenó que allí mismo, sin ninguna replica y demora, sacrificase a los dioses inmortales. ¡Oh Dios!, — exclamó el Santo — ¿Para qué des ese nombre a los demonios, que sólo tienen el poder para hacernos mal? No hay más dioses que un sólo Dios Inmortal, Todopoderoso y Eterno, y Ese es el Dios que yo adoro!"
Irritado con esta respuesta Agricolao, al instante ordenó a que le peguen con tanta crueldad y por tan largo tiempo, que no se creía que pudiese sobrevivir. Pero San Blas demostró alegría en su semblante y tenía una fuerza sobrenatural que lo sostenía. Después lo llevaron a la cárcel, en la cual obró tantos milagros, que cuando entró enfurecido el Gobernador, ordenó que le despedazasen el cuerpo con uñas de acero, herida tras herida. Corrían arroyos de sangre por todas partes. Siete devotas mujeres, que se preocuparon de recogerla cuidadosamente, encontraron luego el premio de su devoción. Cuando fueron traídas ante el Gobernador, acompañadas de dos pequeños niños, las mandó a que sacrificasen a los dioses bajo pena de su vida. Ellas pidieron que les entreguen los ídolos, y cuando todos creían que iban a sacrificar, vieron que con tan valioso denuedo los arrojaron en una laguna. Por esa demostración ganaron la corona del martirio, cuando allí mismo fueron degolladas junto con los dos niños.
Siguió fuerte San Blas, entonces avergonzado el Gobernador de verse siempre vencido, mandó que lo ahoguen en la misma laguna donde habían sido arrojados los ídolos. Protegiéndose el Santo Mártir con la señal de la cruz, comenzó a caminar sobre las aguas sin hundirse, como si fuera por tierra firme. Llegó a la mitad de la laguna y se sentó serenamente, demostrando a los infieles que sus dioses no tenían ningún poder. Hubo algunos tan necios o corajudos, que quisieron hacer la prueba por su cuenta, pero todos se ahogaron. En ese momento escuchó San Blas una voz que lo llamaba a salir de la laguna para recibir el martirio. Al salir, el gobernador de inmediato le mandó a cortar la cabeza en el año 316.
SAN OSCAR, OBISPO
San Óscar, obispo (también llamado Ascario, Anscario, Ansgar o Anskar) (Amiens, Austrasia; 8 de septiembre de 801 – Brema, Sajonia; 3 de febrero de 865), misionero europeo, el primer arzobispo de Hamburgo y santo patrono de Escandinavia, siendo su día festivo el 3 de febrero. Su biografía fue escrita por san Remberto de Bremen en la Vita Ansgarii.
Fue mandado por Ludovico Pío a ayudar al rey Harald Klak a cristianizar Dinamarca y con el rey Björn på Håga para convertir al cristianismo a Suecia. Óscar inició una misión religiosa en todos los países eslavos y escandinavos, siendo designado arzobispo de Hamburgo en el año 832.
Sin embargo los normandos restituyeron el paganismo en Suecia y Dinamarca en el 845 y Óscar hubo de repetir todo su trabajo. Después frustró otra rebelión pagana y fue reconocido como un santo después de su muerte.

No hay comentarios: