martes, 9 de febrero de 2016

Miércoles de Ceniza

Miércoles de Ceniza

Inauguramos un tiempo de entrenamiento para vencer contra las fuerzas del mal: con la capa de la caridad, la espada del sacrificio y la coraza de la oración
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».«Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará»  (Mt 6,1-6.16-18).
1. ¿Qué es la cuaresmaCuarenta días… ¿de qué? De Jesús en el desierto preparándose para su vida de predicar el Evangelio. “Ahora es tiempo favorable” para convertirnos, “ahora es día de salvación”. Jesús dijo que no hagamos las cosas “para ser vistos”, y nos habla de hacer limosna, rezar y ayunar. Jesús, enséñame esta ciencia de ayudar a los demás, de rezar y hacer sacrificios, sobre todo sacrificios que hagan felices a los demás: como sonreír, hacer las paces, pedir perdón… Mientras el mundo anda de Carnaval, con máscaras, la Iglesia nos anima a quitarnos la máscara del pecado y pedir perdón, y libres de toda culpa alabar a Dios con el corazón sincero.
Cuentan de un niño que se peleaba con una niña en una escuela de enseñanza infantil, y cuando la maestra le regañó se puso a llorar; entonces, ella le dijo: “no te preocupes, que no has sido tú sino el demonio quien te ha hecho hacer esto” y el niño, serio, contestó: “tirarle de la trenza quizá sí que ha sido el demonio pero escupirle a la cara ha sido idea mía”… reconocía sus faltas, era sincero.
La oración, sacrificio y limosna son las armas para vencer todas las fuerzas del mal, del demonio, como veremos el domingo con las tentaciones de Jesús que resumen todos los males. Con estas armas venceremos la batalla y cumpliremos la misión, como la Comunidad del Señor de los Anillos, aunque haya malicia en el mundo que quiera romper el mundo como en Avatar. Así pedimos a Dios "iniciar un camino de auténtica conversión para afrontar victoriosamente, con las armas de la penitencia, el combate contra el espíritu del mal".
Recibir la ceniza en nuestra cabeza, con la señal de la cruz, es quedar marcados, el otro día algún niño llevaba a bolígrafo marcas en la frente… no es un juego ni algo mágico, sino un signo religioso, de algo muy grande, de que Dios en nuestro interior nos ha dado el Espíritu Santo, y nos ha marcado como suyos, y escrito nuestros nombres en el libro de la Vida. Pero hemos de luchar con alegría para prepararnos para la Olimpiada en estos 40 días, para la Pascua. Por eso se nos dice: "Convertíos y creed el Evangelio" o también: "Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás". Este día, los mayores de 14 años debemos hacer abstinencia de carne, como los demás viernes de cuaresma. Los que tenemos entre 18 y 59 años, ayuno. Es un día de penitencia, para que ayudemos a los demás (obras de misericordia) y para ello nos privemos de lo nuestro (por ejemplo dejando los juguetes o las cosas personales a los hermanos, sin tanto miedo a que nos las rompan). Como enseña San Josemaría Escrivá: “La penitencia está en saber compaginar tus obligaciones con Dios, con los demás y contigo mismo..., es tratar siempre con la máxima caridad a los otros, empezando por los tuyos. Es atender con la mayor delicadeza a los que sufran, a los enfermos, a los que padecen. Es contestar con paciencia a los cargantes e inoportunos... La penitencia consiste en soportar con buen humor las mil pequeñas contrariedades de la jornada; en no abandonar la ocupación, aunque de momento se te haya pasado la ilusión con que la comenzaste; en comer con agradecimiento lo que te sirven, sin importunar con caprichos. Penitencia para los padres y, en general para los que tienen una misión de gobierno o educativa, es corregir cuando hay que hacerlo, de acuerdo con la naturaleza del error y con las condiciones del que necesita esa ayuda, por encima de subjetivismos necios y sentimentales.”
Hemos de hacer “ayuno” sobre todo “del yo”. Si te fijas, los hombres estamos continuamente con el Yo en la boca: que si me han dicho, si siempre tengo que hacerlo yo, si me tienen manía, si era mío o para mí, que si yo he metido el gol, si yo le dije y entonces .... si me apetece a mí, qué pensarán de mí, ... y mil frases más que conjugan con distintos verbos el Yo, a Mí, Mío. Y hoy, miércoles de ceniza, la Iglesia nos recuerda: polvo eres y en polvo te convertirás. ¿Sabes qué quiere decir eso? Dios creó el cuerpo de Adán de la tierra, y nuestro cuerpo volverá a ser tierra con la muerte. Y nuestra alma volverá a Dios. La ceniza nos hace pensar en todo esto, y quitar las malas hierbas del egoísmo… la Virgen, la muy humilde, nos ayudará a concretar esas armas para la lucha.
2. El profeta Joel - después del exilio seguramente- cree llegado el momento de insistir en su llamamiento a la penitencia y a la conversión del corazón a través "del ayuno, llanto y luto". Lo que hay que rasgar son "los corazones y las vestiduras", por este orden. Nada nuevo añadirá el Nuevo Testamento a esta concepción de la penitencia. Jesús se hará eco de Joel cuando diga a sus discípulos: "Cuando ayunéis..."
El castigo de la plaga de langostas puede convertirse así en una bendición, palabra que incluye todo lo que el hombre puede desear, especialmente la vida y la abundancia de bienes: no faltará la lluvia en la siembra ni en primavera, época en que grana el trigo, «porque os dará la lluvia tardía con regularidad» testimonio de la fidelidad de Dios.
Cuando tuvimos la imposición de ceniza en el cole, los más pequeños querían que les “echara” agua bendita a ellos también. Eso dice el salmo: “limpia mi pecado. Rocíame con el hisopo y quedaré limpio; lávame y quedaré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría… Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa». Hazme sentirme limpio. Hazme sentirme perdonado, aceptado, querido. Si mi pecado ha sido contra ti, mi reconciliación ha de venir de ti. Dame tu paz, tu pureza y tu firmeza. Dame tu Espíritu, que vea ante el espejo de la verdad. Mata, Dios mío, el gusano de mal que hay en mí; / haz de mí mariposa de tu agrado, / y que pueda volar con libertad / en nuevo paraíso. / Transforma, oh Dios, la fiera que hay en mí; / conviérteme en la persona que Tú sueñas: / sensible, generosa, solidaria, / lléna mi corazón de santo Espíritu... / y te cantaré mi amor (Caritas).
3. "Cristo murió por todos". La muerte de Cristo tenga ese carácter vicario y supletorio, y nos atrae a la salvación "aquel que por ellos murió y resucitó". Vencedor pionero de la muerte, pues "si Cristo no hubiera resucitado, nuestra fe estaría vacía" (1 Cor 15,14), nos invita a vivir lo nuevo: "Si alguno está en Cristo, nueva criatura es". Es la novedad de la vida en Cristo: "Para el que está en Cristo aparece una creación nueva; se destruyen las cosas viejas, todas las cosas se renuevan".
Para ello, se nos invita a hacer el itinerario de la reconciliación, con Cristo, "que no conociendo pecado, Dios lo hizo pecado para que en él llegáramos nosotros a ser justicia de Dios".
Llucià Pou Sabaté
Santa Escolástica, virgen

Nació en el año 480, en Nursia, Italia. Su madre murió de parto. Es hermana gemela de San Benito. Ambos se entregaron a Dios desde muy jóvenes y alcanzaron la santidad en la vida religiosa.
Después que su hermano se fuera a Montecasino a establecer el famoso monasterio, ella se estableció a unas cinco millas de distancia, en Plombariola, donde fundó un monasterio y la orden de las monjas benedictinas la cual gobernó siguiendo la regla de su hermano.
San Benito y Sta. Escolástica regularmente se reunían para orar juntos y compartir sobre la vida espiritual. En una ocasión se hizo tarde y San Benito quería irse. Vea lo que ocurrió:
Pudo más porque amó más
De los libros de los Diálogos de san Gregorio Magno, papa (Libro 2,33:PL 66, 194-196)
Escolástica, hermana de Benito, dedicada desde su infancia al Señor todopoderoso, solía visitar a su hermano una vez al año. El varón de Dios se encontraba con ella fuera de las puertas del convento, en las posesiones del monasterio. Cierto día vino Escolástica, como de costumbre, y su venerable hermano bajó a verla con algunos discípulos, y pasaron el día entero entonando las alabanzas de Dios y entretenidos en santas conversaciones. Al anochecer, cenaron juntos.
Con el interés de la conversación se hizo tarde y entonces aquella santa mujer le dijo: «Te ruego que no me dejes esta noche y que sigamos hablando de las delicias del cielo hasta mañana».
A lo que respondió Benito: «¿Qué es lo que dices, hermana? No me está permitido permanecer fuera del convento». Pero aquella santa, al oír la negativa de su hermano, cruzando sus manos, las puso sobre la mesa y, apoyando en ellas la cabeza, oró al Dios todopoderoso.
Al levantar la cabeza, comenzó a relampaguear, tronar y diluviar de tal modo, que ni Benito ni los hermanos que le acompañaban pudieron salir de aquel lugar.
Comenzó entonces el varón de Dios a lamentarse y entristecerse, diciendo: «Que Dios te perdone, hermana. ¿Qué es lo que acabas hacer?».
Respondió ella: «Te lo pedí, y no quisiste escucharme; rogué a mi Dios, escuchó. Ahora sal, si puedes, despídeme y vuelve al monasterio».
Benito, que no había querido quedarse voluntariamente, no tuvo, al fin, más remedio que quedarse allí. Así pudieron pasar toda la noche en vela, en santas conversaciones sobre la vida espiritual, quedando cada uno gozoso de las palabras que escuchaba a su hermano.
No es de extrañar que al fin la mujer fuera más poderosa que el varón, ya que, como dice Juan: Dios es amor, y, por esto, pudo más porque amó más.
A los tres días, Benito, mirando al cielo, vio cómo el alma de su hermana salía de su cuerpo en figura de paloma y penetraba en el cielo. Él, congratulándose de su gran gloria, dio gracias al Dios todopoderoso con himnos y cánticos, y envió a unos hermanos a que trajeran su cuerpo al monasterio y lo depositaran en el sepulcro que había preparado para sí.
Así ocurrió que estas dos almas, siempre unidas en Dios, no vieron tampoco sus cuerpos separados ni siquiera en la sepultura.
Murió hacia el año 547. San Benito murió poco después.

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