sábado, 10 de mayo de 2014

Domingo de la semana 4 de Pascua; ciclo A

Abrir nuestra puerta a Jesús, buen pastor, que nos da la felicidad, vivir la sublime alegría de sentirnos hijos de Dios, amar a los demás en la esperanza del cielo
“En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: -“Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.Jesús, les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: -“Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Juan 10,1-10).
1. El domingo 4º de Pascua es del Buen Pastor, se lee Juan 10 dividido, según los ciclos. Este año, la primera parte: la referida a Cristo como puerta: "Tenemos entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús; contamos con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea de su carne" (Hb 10.19). Es, pues, la misma humanidad pascual de Cristo la que se ha convertido en puerta de acceso al "santuario", a los bienes de la salvación, a "los pastos", a "la vida abundante". La salvación, ofrecida para todos, viene por esta Humanidad de Jesús y sus frutos de la aplicación de la redención, que se vive en estos sacramentos. Jesús camina delante y conoce a sus ovejas: -“Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas”. El aprisco guardaba de noche el rebaño de varios pastores, y uno de ellos hacía de guardia; cuando el buen pastor se acercaba, lo reconocía el pastor que guardaba los rebaños, y las ovejas. Jesús se hace Cordero de Dios entregado para la salvación de todos, es el hilo de la liturgia de hoy, concentrada en la Colecta: «Dios Todopoderoso y eterno, que has dado a tu Iglesia el gozo inmenso de la resurrección de Jesucristo; concédenos también la alegría eterna del Reino de tus elegidos, para que así el débil rebaño de tu Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor»… Acudimos para ello a lo alto, pues «la misericordia del Señor llena la tierra, la palabra del Señor hizo el Cielo. Aleluya» (Sal 32,5-6; ant. entrada).
Jesús nos invita a ser buenos pastores de los demás. S. Agustín hablaba de cómo hay que tener un amor que lleve a buscar incluso al que no quiere ser buscado: “Tú quieres errar, tú quieres perderte; pero no quiero yo. En última instancia no quiere aquel que me atemoriza. Si yo lo quisiera, mira lo que me dice, mira cómo me increpa: No recondujisteis a la que estaba descarriada ni buscasteis a la que se había perdido”, no es fácil “conquistar” un alma que no quiere y que da miedo de que no nos escuche, en un análisis psicológico entra al fondo del alma como el buen pastor: “Llamaré a la oveja descarriada, buscaré a la perdida. Quieras o no, lo haré. Y aunque al buscarla me desgarren las zarzas de los bosques, pasaré por todos los lugares, por angostos que sean; derribaré todas las vallas; en la medida en que me dé fuerzas el Señor que me atemoriza, recorreré todo. Llamaré a la descarriada, buscaré a la perdida. Si no quieres tener que soportarme, no te extravíes, no te pierdas”. Recuerdo una película-serie, “La mejor juventud” en la que cae por el suelo el concepto de libertad de “dejar hacer” sin más, de la revolución cultural de 1968. La libertad es espléndida, pero si lleva a un dejar a los demás que se hagan daño grave, se ve cómo esconde falta de amor, cuando con un poco más de cuidado se evitan las cosas malas. Además se nota cuando nos preocupamos de los demás, cuando ofrecemos nuestro mejor yo: “A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”. Caminar con Jesús… no hay otro camino que Cristo para llegar a Dios. Su humanidad es la puerta del templo. Cristo-Puerta. La puerta es una imagen entrañable y familiar; es una invitación a la relación y al encuentro; es signo de apertura. Cristo es, en primer lugar, puerta de Dios, porque nos facilita el acceso al Padre. «Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y cuán grande nos le mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene; que amor saca amor» (Santa Teresa).
“La Eucaristía de hoy está empapada de la presencia de Jesús bajo la imagen del Buen Pastor. En otras páginas del cuarto evangelio, san Juan nos presenta a Jesús -generalmente utilizando sus mismas palabras- bajo imágenes muy ricas y sugerentes: cordero inmolado que quita el pecado del mundo; camino, verdad y vida; luz que ilumina a los que están en las tinieblas; fuente de agua viva para todos los que tienen sed; pan bajado del cielo para dar vida a la humanidad... Hoy nos lo presenta bajo la figura del buen Pastor y de puerta del aprisco. Todas estas imágenes tienen su razón de ser y su explicación en esas últimas palabras del evangelio de hoy: "yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante".
El Pastor es Cristo y trasmite su encargo a la Iglesia su Cuerpo por el que vive su misma vida sobrenatural (la gracia) y nos alimenta en los mismos pastos (palabra de Dios y sacramentos). Estas figuras del evangelio de hoy (puerta y pastor) expresan la función salvadora y mediadora de Jesús y también su estilo de servidor sacrificado que da la vida por sus ovejas. Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Tm 2. 5); sólo a través de él la vida y la luz llegan a los hombres, y los hombres llegan a la salvación y al Padre. Jesús no admite ninguna concurrencia en esta función; todas las demás mediaciones -incluso la singular de María- son derivadas y analógicas” (Josep Maria Guix).
San Gregorio de Nisa dice al Buen Pastor: «¿Dónde pastoreas, Pastor Bueno, Tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey? Muéstrame el lugar de tu reposo, guíame hasta el pasto nutritivo, llámame por mi nombre, para que yo escuche tu voz y tu voz me dé la vida eterna».
La Iglesia ora este domingo por las vocaciones a los distintos ministerios y servicios, dentro del Pueblo de Dios. Necesitamos imperante- mente pastores al estilo del Buen Pastor. Hacen falta personas generosas, dispuestas a ofrecerse a Dios y a la Iglesia, para ser signo de la presencia y el amor del Buen Pastor, mensajeros de su Palabra, testigos de su amor, encarnación de su acogida y entrega (Jn 4,35). La figura del Buen Pastor es una imagen que penetró hondamente en los corazones de los cristianos de Roma. En las catacumbas de Domitila, que se remontan al siglo I, aparecen pinturas del Buen Pastor. Es una significación clásica. Homero llamó a uno de sus héroes Agamenón, "Pastor de pueblos". Y su casi contemporáneo Isaías escribe en el Libro de la Consolación: "Ahí está vuestro Dios. Como Pastor pastorea su rebaño, recoge en sus brazos a los corderillos, en el seno los lleva y trata con cuidado a las paridas". Y Luis de Góngora escribe: “Oveja perdida, ven / sobre mis hombros; que hoy / no sólo tu Pastor soy / sino tu pasto también. // Por descubrirte mejor / cuando balabas perdida, / dejé en un árbol la vida, / donde me subió tu amor; / si prenda quieres mayor, / mis obras hoy te la den. // Oveja perdida, ven / sobre mis hombros; que hoy / no sólo tu Pastor soy / sino tu pasto también. // Pasto al fin yo tuyo hecho, / ¿cuál dará mayor asombro, / el traerte yo en el hombro / o traerme tú en el pecho? / Prendas son de amor estrecho / que aun los más ciegos las ven. // Oveja perdida, ven / sobre mis hombros; que hoy / no sólo tu Pastor soy / sino tu pasto también” (Luís de Góngora). Jesús nos explica bien que él es pastor y pasto, camino y meta, y alimento para que caminemos: -“Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”.
2. Pedro proclama la verdad de Jesús abiertamente: -“Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor Dios nuestro, aunque estén lejos”. El bautismo supone una vida nueva, espiritual, como señala san San Basilio: «De la misma manera que los cuerpos transparentes y nítidos, al recibir los rayos de luz se vuelven resplandecientes e irradian brillo, las almas que son llevadas e ilustradas por el Espíritu Santo se vuelven también espirituales y llevan a los demás la luz de la gracia. Del Espíritu Santo proviene el conocimiento de las cosas futuras, el entendimiento de los misterios, la comprensión de las verdades ocultas, la distribución de los dones, la ciudadanía celeste, la conversación con los ángeles. De Él la alegría que nunca termina, la perseverancia en Dios, la semejanza con Dios y, lo más sublime que puede ser pensado, el hacerse Dios».
Con el Salmo vemos la esperanza cristiana, siglos antes de ser anunciada por Jesús, aquí ya proclamada en profecía. La primera estrofa nos lleva de buena mano a un lugar delicioso: “El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo; por el honor de su nombre”. Cuando las cosas están fáciles, nos sentimos en esas praderas con el Señor.
Cuando viene el dolor, aparece en la segunda estrofa la confianza: “aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo tu vara y tu cayado me sosiegan”. Jesús –recordaba Benedicto XVI- es el filósofo: “Él nos dice quién es en realidad el hombre y qué debe hacer para ser verdaderamente hombre. Él nos indica el camino y este camino es la verdad. Él mismo es ambas cosas, y por eso es también la vida que todos anhelamos. Él indica también el camino más allá de la muerte; sólo quien es capaz de hacer todo esto es un verdadero maestro de vida. Lo mismo puede verse en la imagen del pastor... el pastor expresaba generalmente el sueño de una vida serena y sencilla, de la cual tenía nostalgia la gente inmersa en la confusión de la ciudad. Pero ahora la imagen era contemplada en un nuevo escenario que le daba un contenido más profundo: «El Señor es mi pastor, nada me falta... Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo...» El verdadero pastor es Aquel que conoce también el camino que pasa por el valle de la muerte; aquel que incluso por el camino de la última soledad, en el que nadie me puede acompañar, va conmigo guiándome para atravesarlo: Él mismo ha recorrido este camino, ha bajado al reino de la muerte, la ha vencido, y ha vuelto para acompañarnos ahora y darnos la certeza de que, con Él, se encuentra siempre un paso abierto. Saber que existe Aquel que me acompaña incluso en la muerte y que con su «vara y su cayado me sosiega», de modo que «nada temo», era la nueva «esperanza» que brotaba en la vida de los creyentes”.
3. Jesús acepta la cruz pacientemente, su dolor estará fortalecido con la esperanza que no defrauda; fue llevado a la muerte como oveja al matadero; por cuyas heridas hemos sido curados, vive, y ahora es el pastor y guardián de nuestras vidas. El sufrimiento del cristiano, asociado al sufrimiento de Cristo, tiene un sentido redentor. La paciencia cristiana es la única manera de resistir a la injusticia sin desesperaciones. Pedro da hoy consejos a los esclavos de su tiempo: "Respetad al rey, pero temiendo a Dios". Jesús es la puerta, pero tenemos libertad, no estamos en una “religión de esclavos” sino de libertad.
Llucià Pou Sabaté
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