jueves, 9 de junio de 2016

Viernes semana X de tiempo ordinario; año par

Viernes de la semana 10 de tiempo ordinario; año par

Jesús nos ayuda a vivir el amor y educar los deseos: en la oración encontramos el camino
“«Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna. «También se dijo: El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio. Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio” (Mateo 5,27–32).
1. “Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.” Jesús, nos dices que la castidad no es sólo evitar la traición en los actos, sino también en los deseos. Lo que cuenta para ti no es quedar bien ante los hombres, lo exterior, sino el fondo de los corazones. Lo que mancha al hombre no es su cuerpo, sino su mente, su deseo, su intención. Introduces un nuevo valor: el respeto profundo de sí mismo, el respeto del otro sexo, la nobleza del amor... En aquel entonces, en Israel, el divorcio era legal; pero tú Jesús nos haces ver que la moral conyugal, la moral sexual, no es ante todo una lista material de actos permitidos y de actos prohibidos... es una actitud interior, mucho más exigente que pide una continua superación. Hay una ley natural impresa en el alma, Señor, y pienso que el deseo sexual lo has puesto para proteger el bien de la familia, de modo parecido que el de comer lo has puesto para bien de la vida propia. Te pedimos que sea en función de ese bien que ordenemos nuestros apetitos: ven a ayudarnos. Sin ti no podemos seguir tu evangelio.
-“Si tu ojo te pone en peligro, sácatelo y échalo fuera”... Son palabras de una dureza tremenda. El cuerpo humano no es malo. El recelo hacia él no es una actitud cristiana -si bien en la historia muchos se expresaron así-; pero es evidente que el cuerpo puede arrastrar al pecado... lo primero que hemos de entenderte, Jesús, es en que no hay que mutilarse, pues usas un sentido simbólico aquí, tus palabras de aquí no pueden entenderte sino en el contexto de tu Evangelio, que nos habla del cuerpo como parte de nuestra vida y hay que respetar la vida. ¿Cómo entenderlo? Por una lucha en evitar el mal, por tanto el "quítatelo" se refiere a evitar la ocasión, con fuerza, energía.
-“Se os ha dicho: "El que repudia a su mujer, que le dé acta de divorcio". Pues yo os digo: ‘Todo el que repudia a su mujer, fuera del caso de unión ilegal, la lleva al adulterio, y el que se case con la repudiada, comete adulterio’”. Has cambiado aquí, Jesús, la Ley de Moisés, llevando todo a sus orígenes. La Ley imperfecta de la Antigua Alianza es pues reemplazada por una Ley nueva. Pero lo haces, Señor, volviendo todo a una intención original de Dios, expresada en el relato de la creación (Gn 1,26); como dirás en otro pasaje: "en el principio no fue así" (Mt 19,1-9). Nos parece que aquí hablas de que no hay ningún motivo de repudio. La excepción señalada, "la unión ilegítima", sería el caso de los que no están casados. Es una llamada profética en favor de la indisolubilidad del matrimonio. Te pedimos, Señor, que veamos todos que esta exigencia "salva el amor" de todo lo que, tan fácilmente, lo destruiría. Hay que leer este pasaje con su complemento: la actitud tan comprensiva de Jesús para con la mujer adúltera (Jn 8,1-11), para ver que no estamos en una religión del miedo sino del amor y del perdón. Que no se juzga aquí las personas sino que se interpreta la ley. Y bien podemos preguntarnos: ¿somos nosotros, cada uno de nosotros, tan buenos como lo fue Jesús con las pobres libertades humanas desfallecientes? (Noel Quesson).
Las antítesis entre lo que se decía en el Antiguo Testamento y lo que tú nos propones, Jesús, te llevan hoy a tratar la fidelidad conyugal, como ayer lo hacías sobre la caridad fraterna. Pones tu autoridad: «Pero yo os digo». Tus palabras son un canto a la libertad, para salir del yugo de la esclavitud de tanta ley. Vas al fondo de la cuestión. Libertad es ir a la verdad, al bien del amor. Dejarse guiar por el espíritu de Dios. Es la forma de liberarse de la Ley que oprime, para vivir la Ley del amor. Eres más exigente. Buscas profundidad, invitas a ir a la raíz de las cosas. La fuente de todo está en el corazón, en el pensamiento. Hablas con la autoridad de Dios, por encima de la de Moisés, por eso tu Torá es la auténtica Ley. Aquí nos dices  hoy: no más divorcios.
Juan Pablo II, en su teología del cuerpo, habló de este pasaje y de su significado: cuando el hombre «mira con concupiscencia» define sus intenciones, la mujer se convierte en objeto; se trata de un acto «puramente interior», escondido en el corazón. La mujer, que “existe perennemente «para el hombre» esperando que también él, por el mismo motivo, exista «para ella» queda privada del significado de su atracción en cuanto persona, la cual, aun siendo propia del «eterno femenino», se convierte, al mismo tiempo, para el hombre solamente en objeto”: se pasa del respeto a considerarla objeto, y de ahí las palabras duras de Jesús: «Ya adulteró con ella en su corazón».
La mujer, “sujeto de llamada y atracción personal o sujeto de «comunión»”, es vista como objeto, pero todavía no estamos en el ámbito de la voluntad; si arrastrara a la voluntad a su estrecho horizonte, si se diera el caso, “sólo entonces se puede decir que el «deseo» se ha enseñoreado también del «corazon»”, que es el pecado del que habla Jesús. Si se da esa «constricción», hay “pérdida de la «libertad del don», connatural a la conciencia profunda del significado esponsalicio del cuerpo”.
Jesús, nos hablas “del modo de existir del hombre y de la mujer como personas, o sea, de ese existir en un recíproco «para», el cual (…) puede y debe servir para la construcción de la unidad de «comunión» en sus relaciones recíprocas. En efecto, éste es el significado fundamental propio de la perenne y recíproca atracción de la masculinidad y de la feminidad, contenida en la realidad misma de la constitución del hombre como persona, cuerpo y sexo al mismo tiempo”.
Además, nos ayudas a ver el plan de Dios en el amor fiel en la vida matrimonial. La dignidad de la mujer estaba perjudicada con las separaciones sin causa, la ley permitía al marido repudiar a su mujer por cualquier causa, y ella quedaba solo con una carta de libertad. Una fidelidad así exige, a veces, renuncias, porque puede haber motivos de separación. Entiendo, Jesús, que prescindir de una parte (los ejemplos del ojo o de la mano), si son ocasión de escándalo, es como una amputación, para salvar el todo, el matrimonio, aun perdiendo algo. Extirpar defectos, cosas que hacen daño... Prescindir de cosas personales (con la aparente pérdida de libertad) cuando esto va en bien común de la familia. Aguantar, no precipitarse… tener paciencia. Aunque a veces puede ser buena una separación, pero también ha de verse como una amputación de una parte, para salvar el “todo” que peligra (paz familiar, formas de violencia)…
Además, muchas veces el problema está en el “yo”: Cuando nos examinamos, deberíamos ante todo analizar más que unos hechos externos aislados, nuestras actitudes internas, que son la raíz de lo que hacemos y decimos. Si dentro de nosotros están arraigados el orgullo, o la pereza, o la codicia, o el rencor, poco haremos para su corrección si no atacamos esa raíz. Si nuestro ojo está viciado, todo lo verá mal. Si lo curamos todo lo verá sano. Las palabras agrias o los gestos inconvenientes nacen de dentro, y es dentro donde tenemos que poner el remedio, arrancando el rencor o la ambición o el orgullo.
Jesús, nos invitas a tomar en serio el matrimonio. La fidelidad matrimonial –como toda fidelidad- costará, y te pido que nos ayudes a entender que hay que saber pagar algo, renunciar a algo, para seguirte en tu camino. Saber prescindir de lo que nos estorba en nuestros deseos, gustos y ocasiones de tentación. Nos dices que, para conseguir un tesoro escondido, hay que estar dispuestos a vender lo demás (J. Aldazábal).
De ahí la virtud de la castidad: “La virtud de la castidad, por tanto, entraña la integridad de la persona y la integridad del don” (Catecismo n.2337).
En la vida hay dos palabras importantes: amor y muerte. Eros y thanatos van unidos. Cuando se pierde la admiración por el otro, malo… comienza la muerte. Y nada consecuente ni oportuno puede decirse sobre la muerte sin asumir primero, quizá por mano del dolor, la seriedad de su paso y su veredicto. Jesús, nos muestras hoy que tomar "en serio" al corazón humano; tomas "en serio" al amor. Cuando decimos "te amo" es de alguna manera sagrado; de ahí la seriedad con que todos hemos de defender el amor (Fray Nelson).
2. Elías sale en busca de Yavhé, hacia Horeb y la montaña del Sinaí. Se agazapó en la concavidad de la roca, en donde el mismo Moisés se había refugiado para asistir a la teofanía, y también él recibió el beneficio de una aparición divina. Esta experiencia le lleva a la comprensión de que Dios no se encuentra en los fenómenos naturales: huracán, temblor de tierra y rayo, en donde los paganos le situaban preferentemente (1R 19,9-16). Dios tampoco está en el fuego, en donde se lo imaginaba la tradición yavhista del Sur. Elías aprende a desacralizar la naturaleza y ver que Dios está por encima de ella. Elías percibe, al fin, el paso de una brisa ligera que protege el incógnito y el silencio de Dios. Dios guarda silencio y solo el creyente puede oírle. Lo mismo sucede con el creyente. Junto con el mundo ateo en el que vive, reconoce el silencio de Dios y, sin embargo, le oye, se cubre el rostro, como Elías, y sale de su refugio para cumplir su misión (Maertens-Frisque).
¿Tengo yo una «cueva» un lugar de «retiro», un sitio, un momento en el que más particularmente puedo ponerme a la escucha de tu presencia? ¿Transformo con demasiada frecuencia esta meditación en una simple lectura, en una serie de ideas intelectuales? Cuando su única finalidad es la de suscitar el encuentro, el diálogo, contigo, Señor. -«Sal y ponte en el monte, ante el Señor, que El pasará». El paso de Dios. El encuentro con Dios. Es el punto más importante de la oración: ¡mantenerse delante de Alguien! Esto es lo que cuenta ante todo. Incluso si no digo nada. Si no tengo ninguna hermosa idea. “Brisa ligera…” Efectivamente nuestro Dios es un Dios discreto un Dios "escondido". No se impondrá a nosotros como una tempestad que nos aplasta. No se dará a oír más que a los oídos atentos. Dios es esa "brisa" casi imperceptible ese "viento" ligero que apenas se nota. Hay que acallar en nosotros todos los ruidos para percibir, para oír su dulce voz. Concédenos Señor estar atentos a tu presencia discreta y humilde. Y de la oración, el propósito: -«Siento un celo ardiente por Ti, Señor, porque los hijos de Israel han abandonado tu alianza...» y Dios que le habla: -«Vuelve a Damasco, consagrarás a un rey de Siria, y en Israel...» (Noel Quesson).
3. Jesús, veo que el modo de vivir los deseos tienen su camino en el trato contigo, en la oración. Acabo pidiéndote con el Salmo (26):“Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme. Oigo en mi corazón: ‘buscad mi rostro’. / Tu rostro buscaré, señor, no me escondas tu rostro… Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor”.
Llucià Pou Sabaté

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