lunes, 12 de septiembre de 2011

MARTES DE LA SEMANA 24ª DEL TIEMPO ORDINARIO: Cualidades del que se dedica a los demás en la Iglesia: irreprochable, sensato, equilibrado, bien educad

MARTES DE LA SEMANA 24ª DEL TIEMPO ORDINARIO: Cualidades del que se dedica a los demás en la Iglesia: irreprochable, sensato, equilibrado, bien educado, comprensivo, no agresivo ni interesado: así, "Dios ha visitado a su pueblo", todo irá bien.

1. Primera carta de san Pablo a Timoteo 3, 1-11: “Querido hermanos: Está muy bien dicho que quien aspira a ser obispo no es poco lo que desea, porque un obispo tiene que ser irreprochable, fiel a su mujer, sensato, equilibrado, bien educado, hospitalario, hábil para enseñar, no dado al vino ni amigo de reyertas, comprensivo, no agresivo ni interesado. Tiene que gobernar bien su propia casa y hacerse obedecer de sus hijos con dignidad. Uno que no sabe gobernar su casa, ¿cómo va a cuidar de una asamblea de Dios? Que no sea recién convertido, por si eso se le sube a la cabeza y lo condenan como al diablo...
También los diáconos tienen que ser respetables, hombres de palabra, no aficionados a beber mucho ni a negocios sucios, fieles a la fe revelada...”

2. Salmo 28:2,7-9: 2 Oye la voz de mis plegarias, cuando grito hacia ti, cuando elevo mis manos, oh Yahveh, al santuario de tu santidad. 7 Yahveh mi fuerza, escudo mío, en él confió mi corazón y he recibido ayuda: mi carne de nuevo ha florecido, le doy gracias de todo corazón. 8 Yahveh, fuerza de su pueblo, fortaleza de salvación para su ungido. 9 Salva a tu pueblo, bendice a tu heredad, pastoréalos y llévalos por siempre.

3. Evangelio según san Lucas 7, 11-17: “Iba Jesús camino de una ciudad, Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando estaban cerca de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda... Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: mujer, no llores; y se acercó al ataúd. Lo tocó y dijo: ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate... Y se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: un gran profeta ha surgido entre nosotros; Dios ha visitado a su pueblo...”


1.- 1Tm 3, 1-13. –Es cierta esta afirmación: “si alguno aspira a ser responsable de una comunidad de Iglesia, desea una noble función”. La palabra traducida aquí por «responsable de una comunidad de Iglesia», es el término griego «epíscope» del que deriva el de obispo. Propiamente hablando no se trata del cargo episcopal tal como existe HOY, sino, más bien, de las funciones de presidencia de una comunidad local. En todo caso está claro que las comunidades están organizadas según una cierta jerarquía: ningún grupo humano es estable sin un mínimo de estructuras. Y san Pablo dice que es una noble función animar a una comunidad cristiana. Ocasión ésta para rogar por las vocaciones para que sean muchos los hombres que acepten y «deseen» esa función.
-“Un responsable de una comunidad ha de ser irreprochable, casado una sola vez, hombre comedido, sensato, reflexivo, hospitalario”... Son cualidades simplemente humanas, bastante comunes. No es necesario estar extraordinariamente dotado. Lo que cuenta, ante todo, es ser equilibrado, ponderado, hombre de buen sentido y capaz de relacionarse. Su principal cualidad es haber sido escogido… por Dios, por los demás… Puedo orar por los responsables de las comunidades que conozco.
-“Capaz de enseñar”... Además de ser animador de la liturgia -pasaje que sigue inmediatamente después de las prescripciones sobre la oración-, la función esencial parece ser, en efecto, la enseñanza de la doctrina.
-“Ni bebedor, ni violento, sino sereno, pacífico, desinteresado”. Otra vez esas virtudes sencillas que hacen agradables las relaciones. De ningún modo se pone el acento sobre la autoridad, el poder... sino sobre la bondad y la paciencia. Todo un ideal humano, valedero para todos los que tienen responsabilidades familiares, profesionales, cívicas.
-“Un hombre que gobierne bien su propia casa, que sepa mantener a sus hijos obedientes y respetuosos. Porque un hombre que no sabe gobernar a los suyos, ¿cómo podría encargarse de una Iglesia de Dios?” Se pone de manifiesto que la controversia actual sobre la cuestión de ordenar sacerdotes a hombres casados, no existía entonces. Y aún san Pablo desea que un «responsable de comunidad de Iglesia» tenga experiencia probada de saber animar y conducir a su propia familia.
-“No debe ser un neo-converso... no fuera a hincharse de orgullo...” En efecto, unas ciertas garantías de estabilidad son necesarias... Y además no hay que perder la cabeza creyendo que «se ha llegado»: nada de considerarse entre los notables.
-“Es necesario también que tenga buena fama entre los de fuera para que no caiga en descrédito y en las trampas del diablo.” La comunidad cristiana no es un club cerrado ni un ghetto. Vive a la luz del día. Se la juzga desde el exterior. Son ya numerosos los fenómenos de opinión pública. ¿Qué aspecto presentamos?
-“También los diáconos deben ser dignos de respeto.” Para esta otra responsabilidad las mismas cualidades son, más o menos, necesarias.
-“Lo mismo decimos respecto a las mujeres...” Parece también que algunas mujeres se ocupaban de ciertos ministerios. Toda una reflexión y búsqueda se está haciendo en la Iglesia de HOY sobre ese tema (Noel Quesson).
El término "mevaquer" (=inspector), título oficial en Qumrán entre los dirigentes de la comunidad esenia, nos da pistas para relacionar todo esto. La mayoría de las cualidades exigidas a estos dirigentes no hace sino explicitar lo que Pablo nos quiere decir. El, educado en la escuela del fariseísmo, ciertamente podría firmarlas todas: «Esta es la regla del inspector... debe instruir a la gente sobre las obras de Dios y enseñarles sus gestas... debe tener misericordia para con ellos como un padre se compadece de sus hijos. y reunirá todas las ovejas descarriadas como un pastor hace con su rebaño. Desatará todas las cadenas que las oprimen para que en su comunidad no exista ningún oprimido ni ningún hombre abrumado» (Documento de Damasco XIII, 7-10).
Sobrio, prudente, honrado... San Pablo no dedica ¡ni una sola palabra sobre sus dotes de organizador que tanto nos gustan!
Luego, el “diácono”: recuerda la imagen del Siervo de dolores en la última cena, lavando los pies a los apóstoles: un servicio hasta la muerte (Jn 13,1). Este es el sentido de la palabra «diácono», que ha de impregnar todos los ministerios de la comunidad cristiana (E. Cortés).
Las virtudes humanas son la base también para la vida cristiana, y fundamentales para el ministerio de gobierno. Esto no se aplica sólo a los obispos o a los ministros ordenados o a los superiores y superioras de comunidades religiosas. Todos, de alguna manera, tenemos misiones que cumplir que suponen una cierta responsabilidad en algún aspecto de la vida comunitaria. Todos, por tanto, podemos examinarnos de esa lista, de esas "asignaturas" que deberíamos aprobar en nuestro quehacer comunitario. La madurez personal y el equilibrio, el buen corazón, la fidelidad a los nuestros, el control de nosotros mismos, la honradez y la ejemplaridad... Haremos bien en repasar el programa y respondernos nosotros mismos con sinceridad. En esta autoevaluación conviene que seamos exigentes, pensando que la comunidad o la familia también nos están evaluando continuamente, y sobre todo Dios, que espera de nosotros más de lo que estamos dando (J. Aldazábal).

3.- Lc 7, 11-17. San Lucas es el único de los cuatro evangelistas que nos relata esa resurrección.
Esta vez el gesto milagroso de Jesús es para la viuda de Naín. Un episodio que sólo Lucas nos cuenta y que presenta un paralelo sorprendente con el episodio en que Elías resucita al hijo de la viuda de Sarepta (1 R 17). Cuántas veces se ve en el evangelio que Jesús se compadece de los que sufren y les alivia con sus palabras, sus gestos y sus milagros! Hoy atiende a esta pobre mujer, que, además de haber quedado viuda y desamparada, ha perdido a su único hijo. La reacción de la gente ante el prodigio es la justa: "un gran profeta ha surgido entre nosotros: Dios ha visitado a su pueblo".
El Resucitado sigue todavía hoy aliviando a los que sufren y resucitando a los muertos. Lo hace a través de su comunidad, la Iglesia, de un modo especial por medio de su Palabra poderosa y de sus sacramentos de gracia. Dios nos tiene destinados a la vida. Cristo Jesús, nos quiere comunicar continuamente esta vida suya. El sacramento de la Reconciliación, ¿no es la aplicación actual de las palabras de Jesús, "joven, a ti te lo digo, levántate"? La Unción de los enfermos, ¿no es Cristo Jesús que se acerca al que sufre, por medio de su comunidad, y le da el alivio y la fuerza de su Espíritu? La Eucaristía, en la que recibimos su Cuerpo y Sangre, ¿no es garantía de resurrección, como él nos prometió: "el que me coma vivirá por mí, como yo vivo por el Padre"? La escena de hoy nos interpela también en el sentido de que debemos actuar con los demás como lo hizo Cristo. Cuando nos encontramos con personas que sufren -porque están solitarias, enfermas o de alguna manera muertas, y no han tenido suerte en la vida- ¿cuál es nuestra reacción? ¿la de los que pasaron de largo ante el que había sido víctima de los bandidos, o la del samaritano que le atendió? Aquella fue una parábola que contó Jesús. Lo de hoy no es una parábola: es su actitud ante un hecho concreto. Si actuamos como Jesús ante el dolor ajeno, aliviando y repartiendo esperanza, por ejemplo a los jóvenes ("joven, levántate"), también podrá oírse la misma reacción que entonces: "en verdad, Dios ha visitado a su pueblo". La caridad nos hace ser signos visibles de Cristo porque es el mejor lenguaje del evangelio, el lenguaje que todos entienden (J. Aldazábal).
-“Jesús se dirigía a una ciudad llamada Naím. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda.” Un gentío considerable acompañaba a esa mujer. Su marido... su hijo... habían tenido pues una muerte prematura. En aquel tiempo, la condición de las mujeres era especialmente dura si no tenían ni marido ni hijo varón para protegerlas jurídicamente. El gran número de personas, que se habían desplazado para acompañar a la pobre mujer, expresa la piedad y compasión de la muchedumbre.
-“Al verla el Señor, sintió lástima de ella y le dijo: "¡No llores!"” Ese titulo solemne -"El Señor~- es otorgado más de veinte veces a Jesús por Lucas, mientras que Mateo (21, 3) y Marcos (11, 3) lo utilizan una sola vez cada uno. Sí, Señor, eres el más grande de todos los profetas. Tienes una personalidad misteriosa. Por eso te llamamos "El Señor". Creemos que Tú eres Hijo de Dios, igual al Padre. Sin embargo, eres también el más sencillo y el más normal de los hombres: delante de un gran sufrimiento, te emocionas, te compadeces. En esos momentos quiero contemplar la emoción que embarga tu corazón; y quiero escuchar las palabras que dices a esa madre: "¡No llores!" Delante de todos los muertos de la tierra tienes siempre los mismos sentimientos; y tu intención es siempre la misma: quieres resucitarles a todos... quieres suprimir todas las lágrimas (Apocalipsis 21, 4) porque tu opción es la vida, porque eres el Dios de los vivos y no el de los muertos. Yo avanzo, lo sé, hacia mi propia muerte. Pero creo en tu promesa: creo que mi muerte no será el último acto, sino el penúltimo. Antes de acusar a Dios, como se oye tan a menudo -"¡Si existiera Dios, no tendríamos todas esas desgracias!"- se debería comenzar por no parar la historia humana con ese penúltimo acto. El proyecto final de Dios, es la "vida eterna". Pero hay que creer en ella.
-“Jesús dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!" Entonces el muerto se incorporó, se sentó y se puso a hablar.” Es muy importante caer en la cuenta de que ese tipo de resurrección, por muy notable que sea como signo, no nos muestra más que una pequeña parte de las posibilidades de Jesús y de su mensaje real sobre la Resurrección: ciertamente aquí Jesús reanima a un muchacho, pero no es más que una recuperación temporal de la vida, -¡ese muchacho volverá a morir cuando sea!- Jesús, por su propia Resurrección nos revelará otro tipo de vida resucitada: una vida nunca más sometida a la muerte, un modo de vida completamente nuevo que sobrepasa todos los marcos humanos. Todos mis amigos, mis parientes, que he contemplado en su lecho de muerte, cerrados los labios, inmóvil el pecho... todos revivirán a esa vida definitiva "Creo en la resurrección de la carne y en la vida perdurable".
-“Y Jesús se lo entregó a su madre.” ¿Pensaba quizá en la suya? Lucas no pierde ocasión de valorizar a "la mujer" tan fácilmente repudiada en el mundo antiguo.
-“Todos quedaron sobrecogidos y daban gloria a Dios... La noticia del hecho se divulgó por todo el país judío y la comarca circundante.” ¡La sorpresa... pero también la alabanza! ¿Vivo yo en acción de gracias? La eucaristía es una acción de gracias por la vida resucitada de Cristo. Jesús celebró la Cena, la víspera de su muerte, "dando gracias". La palabra concerniente a Jesús sobrepasa ya los límites de Palestina (Noel Quesson).
Nos encontramos ante temas preferidos de Lucas: la compasión o misericordia de Jesús ante la marginación total. Jesús, portador de la vida, tiene un contacto con la muerte (tocó la camilla donde llevaban al joven muerto) y hace posible una resurrección. Es el poder máximo de la vida sobre la muerte: por eso actualiza dichos antiguos (Dt 32,39; Tob 13,2; Sab 16,13); y, a la luz de la Pascua, prefigura, anticipa, su resurrección. Este pasaje, tan divino y humano, nos pone en contacto con la más auténtica misión de Jesús y su Iglesia: vino a compartir nuestras alegrías y tristezas, nuestras angustias y esperanzas. El dolor se expresa en los millones de crucificados de nuestra historia. Nuestra misión, en continuidad con la de Jesús, es la de comunicar vida, no la de permanecer indiferentes (Josep Rius-Camps). Él, con entrañas de misericordia y compasión, se coloca al lado de la viuda pobre, hambrienta, enferma, marginada por la ausencia del hijo, y le devuelve el tesoro perdido... ¿Poseemos también nosotros entrañas de misericordia? ¡Gracias, Señor, porque eres Amor, Corazón, Vid, Luz, Sabiduría, Salvación...! ¡Eres Dios, Hijo de Dios, y en tus ojos hay lágrimas de ternura!
Al igual que Cristo, pasemos siempre haciendo el bien a todos. Estemos del lado de Cristo como fieles discípulos suyos; caminemos con Él. Sepamos que, estando el Señor con nosotros, debemos convertirnos en portadores de su amor que salva, que devuelve la vida, que levanta a los abatidos y a los de corazón apocado. Quien dice creer en Cristo y actúa como portador de signos de muerte, como alguien que destruye la paz y la alegría de los demás, como quien desestabiliza naciones u hogares, no puede considerarse portador del Evangelio; pues aun cuando pronuncie discursos muy bellos sobre Cristo, su vida, sus actitudes, sus obras estarán indicando que más que llevar un espíritu vivificado por Cristo, carga un espíritu dañado, muerto a causa del pecado que le ha dominado. Dejemos que el Señor nos perdone, nos devuelva a la vida, infunda en nosotros su Espíritu; que su Palabra nos santifique y nos haga portadores de su amor, de su verdad, de su paz, de su bondad y de su misericordia para todos los pueblos. Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, la gracia de dejarnos amar por Dios, para que nos transforme en signos creíbles de su vida ante nuestros hermanos; y así, guiados por su Espíritu, colaboremos para que todos se encuentren con el Señor de la Vida y se dejen transformar por Él. Amén (www.homiliacatolica.com).

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