domingo, 17 de marzo de 2024

Cuaresma 5, lunes: encuentro de la miseria humana con la misericordia divina

Cuaresma 5, lunes: encuentro de la miseria humana con la misericordia divina

 

A. Lecturas:

1. Daniel 13,1-9.15-17.19-30.33-62: En aquellos días, vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín, casado con Susana, hija de Jelcías, mujer muy bella y temerosa del Señor. Sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés. Joaquín era muy rico y tenía un jardín junto a su casa; y como era el más respetado de todos, los judíos solían reunirse allí.

   Aquel año fueron designados jueces dos ancianos del pueblo, de esos que el Señor denuncia diciendo:
«En Babilonia la maldad ha brotado de los viejos jueces, que pasan por guías del pueblo». Solían ir a casa de Joaquín, y los que tenían pleitos que resolver acudían a ellos.

   A mediodía, cuando la gente se marchaba, Susana salía a pasear por el jardín de su marido. Los dos ancianos la veían a diario, cuando salía a pasear, y sintieron deseos de ella.

   Pervirtieron sus pensamientos y desviaron los ojos para no mirar al cielo, ni acordarse de sus justas leyes. Sucedió que, mientras aguardaban ellos el día conveniente, salió ella como los tres días anteriores sola con dos criadas, y tuvo ganas de bañarse en el jardín, porque hacía mucho calor. No había allí nadie, excepto los dos ancianos escondidos y acechándola. Susana dijo a las criadas: «Traedme el perfume y las cremas y cerrad la puerta del jardín mientras me baño».

   Apenas salieron las criadas, se levantaron los dos ancianos, corrieron hacia ella y le dijeron:
«Las puertas del jardín están cerradas, nadie nos ve, y nosotros sentimos deseos de ti; así que consiente y acuéstate con nosotros. Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que un joven estaba contigo y que por eso habías despachado a las criadas».

   Susana lanzó un gemido y dijo: «No tengo salida: si hago eso, mereceré la muerte; si no lo hago, no escaparé de vuestras manos. Pero prefiero no hacerlo y caer en vuestras manos antes que pecar delante del Señor». Susana se puso a gritar, y los dos ancianos, por su parte, se pusieron también a gritar contra ella.

 Uno de ellos fue corriendo y abrió la puerta del jardín. Al oír los gritos en el jardín, la servidumbre vino corriendo por la puerta lateral a ver qué le había pasado. Cuando los ancianos contaron su historia, los criados quedaron abochornados, porque Susana nunca había dado que hablar.

   Al día siguiente, cuando la gente vino a casa de Joaquín, su marido, vinieron también los dos ancianos con el propósito criminal de hacer morir a Susana. En presencia del pueblo ordenaron:
«Id a buscar a Susana, hija de Jelcías, mujer de Joaquín». Fueron a buscarla, y vino ella con sus padres, hijos y parientes.

   Toda su familia y cuantos la veían lloraban. Entonces los dos ancianos se levantaron en medio de la asamblea y pusieron las manos sobre la cabeza de Susana. Ella, llorando, levantó la vista al cielo, porque su corazón confiaba en el Señor.

   Los ancianos declararon: «Mientras paseábamos nosotros solos por el jardín, salió esta con dos criadas, cerró la puerta del jardín y despidió a las criadas. Entonces se le acercó un joven que estaba escondido y se acostó con ella. Nosotros estábamos en un rincón del jardín y, al ver aquella maldad, corrimos hacia ellos. Los vimos abrazados, pero no pudimos sujetar al joven, porque era más fuerte que nosotros, y, abriendo la puerta, salió corriendo.

   En cambio, a esta le echamos mano y le preguntamos quién era el joven, pero no quiso decírnoslo. Damos testimonio de ello».

   Como eran ancianos del pueblo y jueces, la asamblea los creyó y la condenó a muerte.
Susana dijo gritando: «Dios eterno, que ves lo escondido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí».

   Y el Señor escuchó su voz. Mientras la llevaban para ejecutarla, Dios suscitó el espíritu santo en un muchacho llamado Daniel; y este dio una gran voz: «Yo soy inocente de la sangre de esta». Toda la gente se volvió a mirarlo, y le preguntaron: «Qué es lo que estás diciendo?». Él, plantado en medio de ellos, les contestó: «Pero ¿estáis locos, hijos de Israel? ¿Conque, sin discutir la causa ni conocer la verdad condenáis a una hija de Israel? Volved al tribunal, porque esos han dado falso testimonio contra ella».

La gente volvió a toda prisa, y los ancianos le dijeron: «Ven, siéntate con nosotros e infórmanos, porque Dios mismo te ha dado la ancianidad». Daniel les dijo: «Separadlos lejos uno del otro, que los voy a interrogar». Cuando estuvieron separados el uno del otro, él llamó a uno de ellos y le dijo:
«¡Envejecido en días y en crímenes! Ahora vuelven tus pecados pasados, cuando dabas sentencias injustas condenando inocentes y absolviendo culpables, contra el mandato del Señor: "No matarás al inocente ni al justo". Ahora, puesto que tú la viste, dime debajo de qué árbol los viste abrazados».
Él contestó: «Debajo de una acacia». Respondió Daniel: «Tu calumnia se vuelve contra ti. Un ángel de Dios ha recibido ya la sentencia divina y te va a partir por medio».

   Lo apartó, mandó traer al otro y le dijo: «Hijo de Canaán, y no de Judá! La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros; pero una mujer judía no ha tolerado vuestra maldad. Ahora dime: ¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?». Él contestó: «Debajo de una encina». Replicó Daniel: «Tu calumnia también se vuelve contra ti. el ángel de Dios aguarda con la espada para dividirte por medio. Y así acabará con vosotros».
   Entonces toda la asamblea se puso a gritar bendiciendo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos ancianos, a quienes Daniel había dejado convictos de falso testimonio por su propia confesión, e hicieron con ellos lo mismo que ellos habían tramado contra el prójimo. Les aplicaron la ley de Moisés y los ajusticiaron. Aquel día se salvó una vida inocente.

   2. Salmo 22: El Señor es mi Pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.

   Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.

   Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.

   Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

   3. Jn 8,1-11 (años A,B): En aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.

   Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?». Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.

   Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».

 

   1. Susana, mujer muy bella y temerosa de Dios; es tentada por unos corruptos, que quieren abusar de ella; ella grita sabiendo que la juzgarán con engaño. Cuando la condenan a morir. "Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón tenía puesta su confianza en Dios". Dios suscitó el santo espíritu de un jovencito llamado Daniel, que desveló el engaño.

   Susana refleja la naturaleza de la Iglesia: su hermosura, su inocencia, y en el jardín: la desposada, esposa feliz y honrada por su esposo, rico y poderoso, paseándose gozosa por el parque de su marido: es Susana en el paraíso. "La Iglesia comenzó a vivir en el jardín al punto que Jesús hubo padecido en el huerto" (san Ambrosio). ¡Cristo en Cruz y la Iglesia en el jardín! Jesús rezó en un huerto y cerca de un huerto murió y lo prometió al ladrón: "Hoy vas a estar conmigo en el Paraíso" (Lc 23,43). Ese huerto primero de gozo (Gn 2,8) quedó cerrado por la espada de fuego (Gn 3,23-24). El hombre tuvo entonces que cultivar el desierto de este mundo, con el sudor de su frente; pero la tierra maldita es el campo en el que Caín dio muerte a su hermano Abel, campo que luego se compró con el precio de la sangre que cobró Judas. Pero el grano de trigo que cae en la tierra y muere da mucho fruto. Hay un tesoro escondido, Cristo muere y resucita, y con Él el desierto se ha tornado jardín. Susana se pasea en pleno mediodía de la redención, Cristo es la luz esplendorosa y sol verdadero. En el jardín fluye el agua del manantial abierto por la cruz. Dos doncellas, la Fe y la Caridad (Cassel), preparan el baño de la salud, el "aceite de la alegría" celeste, la vida divina que se derramó en el jardín al romperse el frasco con la muerte de Jesús.

   "Es, en verdad, un jardín cerrado, un bosque sagrado que oculta los misterios de Cristo. La Iglesia dice, como la esposa del Cantar de los Cantares: "Voy a bajar al jardín" (Ct 6,10). Y viene, y baja a "la fuente del huerto, fuente de agua viva" (Ct 4,15), al agua de la pasión de Cristo, al manantial de su sangre. Allí se lava en la corriente de su amor, se sumerge en su muerte y vuelve a salir limpia y resplandeciente de inmaculada belleza: Susana, el lirio que brilla con la pureza de Cristo. Entonces, habiendo subido del baño de la muerte de Cristo, se unge con el "aceite esparcido" (Ct 1,02), la "fuerza del cielo" (Lc 24, 40), la vida divina del Amado. Y exclama: "Venga mi amado al jardín" (Ct 5,1)".

   El buen olor del Amado perfuma el jardín: "Estoy en mi jardín, hermana mía, esposa mía" (Ct 5, 1). La Iglesia está ardiente de amor, y le pide: "Grábame como un sello en tu corazón" (Ct 8, 6).

   El maligno puede penetrar en el jardín (en el paraíso, la serpiente; en Susana, los libertinos; en el huerto de los olivos, al traidor). La Iglesia también ha de sufrir tentaciones, como Jesús. La Iglesia es siempre joven, el pecado bajo la capa de engaño está próximo a la muerte y envejecido. Busca ávidamente apoderarse de la vida, pero su poder no puede nada contra la oración confiada de la Iglesia (Emiliana Löhr).

   2. Podemos decir con Susana, con Jesús, con todos los que son acusados injustamente, con todos los que sufren, con los que se fían de Dios, el salmo de hoy que es un canto a la esperanza, describe la fe y presencia de Dios en nuestro camino de la vida, en las cuatro estrofas que señalan cuando todo va bien la primera, cuando la cosa va mal la segunda, luego cuando reposamos en la Eucaristía y finalmente la eternidad de amor del cielo: "El Señor es mi Pastor, nada me falta"…    La vida es como una excursión, en la que Jesús nos acompaña, aunque no lo vemos de compañero de viaje, es el amigo invisible. "Aunque camine por cañadas oscuras,  nada temo, porque Tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan". La oscuridad del jardín o tentaciones no le quita la paz, ni el futuro pues Jesús, auténtico filósofo, nos lleva más allá de la muerte, es el buen pastor que nos guía hasta el paraíso, el jardín de la nueva aurora donde no hay ya noche (Emiliana Löhr).

 "Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa". Es la Misa: allí estamos todos unidos, con nuestro Amigo Jesús.

   "Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término": nos prepara un cielo muy grande.

   3. Acaba de celebrarse la fiesta de los Tabernáculos. Alrededor del Maestro la bulla de siempre, unos porque le quieren, otros porque no, otros que miran... traen una mujer, la que querían matar ayer, por pecadora. Con delicadeza, no levantas tu mirada hacia ella, porque sabes su vergüenza... Bajas los ojos al suelo. Tú, Señor, eres el único que no la juzgas. Te compadeces de ella. Tú miras el corazón de esta mujer, mucho más que "la ley".

   Ellos insisten. Son ellos los que insisten. Querían que Tú la condenaras, Jesús. No, Tú los remites a su propia conciencia: y te ves obligado a decirles: -"El que de vosotros esté sin pecado... arrójele la piedra el primero".. Jesús entonces les invita a examinar su corazón, y a lanzar la primera piedra quien se vea libre de pecado. Algo sorprendente, todos se van… 

   Miremos pues dentro de vosotros. Cuando me siento tentado de juzgar duramente, es también conveniente que busque en mí, para ver si yo mismo estoy "sin pecado". ¿Hay quizás en mí pecados equivalentes o peores... o por lo menos, raíces de esas mismas tendencias que condeno en los demás? Mis propias debilidades deberían hacerme indulgente para con las debilidades de los demás.

   -"Jesús quedó solo con la mujer. Se incorporó y le dijo: "Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?" Dijo ella "Nadie, Señor". Jesús dijo: "Ni yo te condeno tampoco..."". Este es un diálogo todo belleza y todo delicadeza.

   Esta semana se llama de Pasión, hasta el Domingo de Ramos, es una llamada a ver cómo vamos en el camino de estos 40 días, y qué más podemos hacer. Vemos hoy que en Jesús la conversión va unida a la comprensión, supone la valentía de profundizar dentro de la propia alma, entrar al propio corazón.

   El sentirse perdonado va muy ligado a la correspondencia de amor. Quien se sabe amado y perdonado, devuelve amor por Amor: «Preguntaron al Amigo cuál era la fuente del amor. Respondió que aquella donde el Amado nos ha lavado nuestras culpas» (Ramon Llull). "Por esto, el sentido de la conversión y de la penitencia propias de la Cuaresma es ponernos cara a cara ante Dios, mirar a los ojos del Señor en la Cruz, acudir a manifestarle personalmente nuestros pecados en el sacramento de la Penitencia. Y como a la mujer del Evangelio, Jesús nos dirá: «Tampoco yo te condeno... En adelante no peques más» (Jn 8,11). Dios perdona, y esto conlleva por nuestra parte una exigencia, un compromiso: ¡No peques más! (Jordi Pascual).

   Jesús es el nuevo Daniel (ese nombre significa «el Señor, mi juez»), instrumento de la misericordia de Dios incluso para los pecadores. Con viveza narra Juan el ambiente: acusadores, gente curiosa, la mujer avergonzada, y Cristo que resuelve con elegancia la situación. El examen de hoy puede también abarcar cómo tratamos a los demás en nuestros juicios: ¿les juzgamos precipitadamente?, ¿escuchamos a las personas antes de acusarles de algo?, ¿nos dejamos llevar de las apariencias? Si antes de juzgar a nadie nos juzgáramos a nosotros mismos («el que esté libre de pecado tire la primera piedra») seguramente seríamos un poco más benévolos en nuestros juicios internos y en nuestras actitudes exteriores para con los demás. ¿Sabemos tener para con los que han fallado la misma delicadeza de trato de Jesús para con la mujer pecadora, o estamos retratados más bien en los intransigentes judíos que arrojaron a la mujer a los pies de Jesús para condenarla?

   Llucià Pou Sabaté

sábado, 16 de marzo de 2024

Cuaresma 4, sábado: Jesús, el justo que sufre injustamente, y así nos salva

Cuaresma 4, sábado: Jesús, el justo que sufre injustamente, y así nos salva

A. Lecturas:

   1. Jeremías 11,18-20: El Señor de los ejércitos me lo ha hecho saber y yo lo sé. Entonces tú me has hecho ver sus acciones. Y yo era como un manso cordero, llevado al matadero, sin saber que ellos urdían contra mí sus maquinaciones: "¡Destruyamos el árbol mientras tiene savia, arranquémoslo de la tierra de los vivientes, y que nadie se acuerde más de su nombre!". Señor de los ejércitos, que juzgas con justicia, que sondeas las entrañas y los corazones, ¡que yo vea tu venganza contra ellos, porque a ti he confiado mi causa!

   2. Salmo 7,2-3.9-12: Señor, Dios mío, en Ti me refugio: sálvame de todos los que me persiguen; / líbrame, para que nadie pueda atraparme como un león, que destroza sin remedio. / El Señor es el Juez de las naciones: júzgame, Señor, conforme a mi justicia y de acuerdo con mi integridad. / ¡Que se acabe la maldad de los impíos! Tú que sondeas las mentes y los corazones, Tú que eres un Dios justo, apoya al inocente. / Mi escudo es el Dios Altísimo, que salva a los rectos de corazón. / Dios es un Juez justo y puede irritarse en cualquier momento.

   3. Juan 7,40-53: "Algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban: "Este es verdaderamente el Profeta". Otros decían: "Este es el Mesías". Pero otros preguntaban: "¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?". Y por causa de Él, se produjo una división entre la gente. Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre Él. Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: "¿Por qué no lo trajeron?". Ellos respondieron: "Nadie habló jamás como este hombre". Los fariseos respondieron: "¿También ustedes se dejaron engañar? ¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en Él? En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita". Nicodemo, uno de ellos, que había ido antes a ver a Jesús, les dijo: "¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?". Le respondieron: "¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta". Y cada uno regresó a su casa".

 

B. Comentario:

   1. "Como un manso cordero, llevado al matadero…". De Jesús es de quien habla que, como un cordero, morirá para quitar el pecado del mundo. Es como un corderito inocente, pequeña víctima que no merece ser sacrificada. La liturgia del cordero pascual, que tomaban los israelitas en recuerdo de la salida de la esclavitud de Egipto, representa a Jesús, cuyo sacrificio es útil al pueblo entero.

    Todo hombre que sufre es una imagen de Cristo sufriente. Todo sufrimiento, sobre todo si es llevado conscientemente y ofrecido, colabora en la redención y contribuye a salvar el mundo en unión con Jesús. "Te ofrezco, Señor, en este día, mis propios sufrimientos... Te ofrezco también todo el peso de todos los sufrimientos de todos los hombres en el mundo. Ayúdales a descubrir, en lo posible, que su sufrimiento no está "perdido", sino que puede adquirir una misteriosa significación. Y que todo «viernes santo» conduce a la aurora de Pascua" (Noel Quesson). Un sacrificio agradable a Dios es el de la pureza de corazón. "Por defender su pureza, San Francisco de Asís se revolcó en la nieve, San Benito se arrojó a un zarzal , San Bernardo se zambulló en un estanque helado... Tú, ¿Qué has hecho?", escribía san Josemaría. Así huyeron de las ocasiones, y cortaron las tentaciones los santos. Tú, como ellos, tienes tentaciones. Madre mía, que como ellos sea fuerte para no ponerme en ocasión de pecado (no ver la tele solo, por ejemplo) y para cortar desde el principio las tentaciones. Cuando las tenga, rezará un bendita sea tu pureza, y, así contigo, seré más fuerte (José Pedro Manglano).

   Comenta Benedicto XVI, en su Misa de inauguración de pontificado, que "era costumbre en el antiguo Oriente que los reyes se llamaran a sí mismos pastores de su pueblo. Era una imagen de su poder, una imagen cínica: para ellos, los pueblos eran como ovejas de las que el pastor podía disponer a su agrado. Por el contrario, el pastor de todos los hombres, el Dios vivo, se ha hecho Él mismo cordero, se ha puesto de la parte de los corderos, de los que son pisoteados y sacrificados. Precisamente así se revela Él como el verdadero pastor: "Yo soy el buen pastor [...]. Yo doy mi vida por las ovejas", dice Jesús de sí mismo (Jn 10,14s.). No es el poder lo que redime, sino el amor. Éste es el distintivo de Dios: Él mismo es amor. ¡Cuántas veces desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que actuara duramente, derrotara el mal y creara un mundo mejor", como quieren hacer los abusones, los prepotentes. "Nosotros sufrimos por la paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesitamos su paciencia. Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores. El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres", que además juzgan... ¡Qué error compararse con los demás!

   Sigue el Papa: "Una de las características fundamentales del pastor debe ser amar a los hombres que le han sido confiados, tal como ama Cristo, a cuyo servicio está. "Apacienta mis ovejas", dice Cristo a Pedro, y también a mí, en este momento. Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la Palabra de Dios; el alimento de su presencia, que Él nos da en el Santísimo Sacramento. Queridos amigos, en este momento sólo puedo decir: rogad por mí, para que aprenda a amar cada vez más al Señor. Rogad por mí, para que aprenda a querer cada vez más a su rebaño, a vosotros, a la Santa Iglesia, a cada uno de vosotros, tanto personal como comunitariamente. Rogad por mí, para que, por miedo, no huya ante los lobos. Roguemos unos por otros para que sea el Señor quien nos lleve y nosotros aprendamos a llevarnos unos a otros".

   La confianza y la imagen emocionante del cordero manso, llevado al matadero que ha inspirado el canto del Siervo de Dios en Isaías (53,6-7) y le ha hecho símbolo de la Pasión del Cordero de Dios (Mt 26,63; Jn 1,29; Hch 8,32) es cantado por San Juan Crisóstomo: «La sangre derramada por Cristo reproduce en nosotros la imagen del rey: no permite que se malogre la nobleza del alma; riega el alma con profusión, y le inspira el amor a la virtud. Esta sangre hace huir a los demonios, atrae a los ángeles...; esta sangre ha lavado a todo el mundo y ha facilitado el camino del cielo». Y San León Magno: «Efectivamente, la encarnación del Verbo, lo mismo que la muerte y resurrección de Cristo, ha venido a ser la salvación de todos los fieles, y la sangre del único justo nos ha dado, a nosotros que la creemos derramada para la  reconciliación del mundo, lo que concedió a nuestros padres, que igualmente creyeron que sería derramada».

   2. "Dios mío, en Ti me refugio", pedimos con el salmista. Dios es quien nos hizo y sabe cómo llevarnos de la mano: "Tú que sondeas las mentes y los corazones… apoya al inocente. Mi escudo es el Dios Altísimo, que salva a los rectos de corazón". Estamos en buenas manos…

   3. Jesús, ahora en cuanto a su origen, provoca discusiones y postura diversas. Se ignora lo más profundo de su personalidad: su origen divino. Jesús es presentado hoy como el nuevo Jeremías. También él es perseguido, condenado a muerte por los que se escandalizan de su mensaje. Será también «como cordero manso llevado al matadero». Confía en Dios: si Jeremías pide «Señor, a ti me acojo», Jesús en la cruz grita: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Pero Jesús muestra una entereza y un estilo diferente. Jeremías pedía a Dios que le vengara de sus enemigos. Jesús muere pidiendo a Dios que perdone a sus verdugos (J. Aldazábal). «Que tu amor y tu misericordia dirijan nuestros corazones, Señor» (oración).

   También el cristiano está llamado a encarnar esos sentimientos redentores de Jesús: "Se necesitan –dice Juan Pablo II- heraldos del Evangelio expertos en humanidad, que conozcan a fondo el corazón del hombre de hoy, participen de sus gozos y esperanzas, de sus angustias y tristezas, y al mismo tiempo sean contemplativos, enamorados de Dios. Para esto se necesitan nuevos santos. Los grandes evangelizadores de Europa han sido los santos. Debemos suplicar al Señor que aumente el espíritu de santidad de la Iglesia y nos mande nuevos santos para evangelizar el mundo de hoy."

   Ayer vimos alguna característica del cuerpo de Cristo. Pero ¿cómo es su alma? Conoció en su espíritu los pensamientos secretos de los hombres, gimió en su espíritu. La sensibilidad de su alma es de gran riqueza: momentos alegres o tristes, dulces o amargos, pero sucediese lo que sucediese, en el fondo de su alma reinaban siempre serenidad y alegría. Siempre en paz que se comunicaba a los demás. Nunca manifiesta duda. Nunca pierde la calma, ni cuando los endemoniados interrumpían sus discursos, ni cuando sus adversarios lo insultaban ni cuando intentaban poner sobre Él sus manos.

   Su mente es apabullante. Su lucidez, única. Su predicación, diáfana, directa: sus parábolas, perlas de la literatura. Sus imágenes, vivas: el soplo misterioso del viento, la fuente de agua viva, el labrador que guía el arado…

   Su fisonomía moral está dicha en dos palabras: será santo (Lc 1,35). Brillan en Él todas las virtudes: la paciencia, la caridad, la obediencia, la humildad, la fortaleza, la templanza, la justicia. Su espíritu de abnegación y sacrificio da luz a todas las virtudes: castidad, pobreza, obediencia. Inocente sin pecado, con autoridad en su enseñanza: Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios en verdad sin hacer acepción de personas (Mt 22,16).

   Tenía amistad, se volcaba con los niños. Amó a los suyos hasta el extremo de dar la vida por ellos (Jn 13,1ss), cumpliendo aquello de: Nadie tiene mayor amor que quien da su vida por sus amigos (Jn 15,13). Ningún hombre obró como Él, ningún hombre habló como Él, ningún hombre amó como Él, ningún hombre sufrió como Él (Miguel Ángel Fuentes). Es como si Jesús nos dijera: "en vosotros mismos es donde me veréis, como ve un hombre su propio rostro en un espejo" (San Cipriano). «Siempre despiertos —como afirmaba Pascal— apoyándole en su agonía, hasta el final de los tiempos».

Llucià Pou Sabaté

jueves, 14 de marzo de 2024

Cuaresma 4, viernes: Jesús va a Jerusalén y le matarán, cuando llegue su hora; es signo de contradicción, y también los cristianos sufrirán por la verdad. Buscamos el rostro de Jesús.

Cuaresma 4, viernes: Jesús va a Jerusalén y le matarán, cuando llegue su hora; es signo de contradicción, y también los cristianos sufrirán por la verdad. Buscamos el rostro de Jesús.

A. Lecturas:

   1. Sabiduría 2,1a.12-22: Se decían los impíos, razonando equivocadamente: «Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso: se opone a nuestro modo de actuar, nos reprocha las faltas contra la ley y nos reprende contra la educación recibida; presume de conocer a Dios y se llama a sí mismo hijo de Dios.
   Es un reproche contra nuestros criterios, su sola presencia nos resulta insoportable. Lleva una vida distinta de todos los demás y va por caminos diferentes. Nos considera moneda falsa
y nos esquiva como a impuros. Proclama dichoso el destino de los justos, y presume de tener por padre a Dios.

   Veamos si es verdad Jo que dice, comprobando cómo es su muerte. Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará y lo librará de las manos de sus enemigos. Lo someteremos a ultrajes y torturas, para conocer su temple y comprobar su resistencia. Lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues, según dice, Dios lo salvará».
   Así discurren, pero se equivocan, pues los ciega su maldad. Desconocen los misterios de Dios, no esperan el premio de la santidad, ni creen en la recompensa de una vida intachable.
   2. Salmo 33,17-18.19-20,21.23: El Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria. Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias.

   El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos. Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor.

   Él cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará. El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él.

   3. Juan 7,1-2.10.25-30: "Después de esto, Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también Él subió, pero en secreto, sin hacerse ver. Algunos de Jerusalén decían: "¿No es este aquel a quien querían matar? ¡Y miren cómo habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es". Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: "¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de Él y es Él el que me envió". Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre Él, porque todavía no había llegado su hora".

 

B. Comentario:

    1. Los que quieren ser santos resultan incómodos en medio de una sociedad no creyente, y por tanto hay que eliminarlos. «Nos resulta incómodo, se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados... es un reproche para nuestras ideas... lleva una vida distinta de los demás». La decisión es: «lo condenaremos a muerte ignominiosa». Así matarán al profeta Jeremías, pero todo ello es imagen profética de Jesús. Las fuerzas del mal, encarnadas en los impíos, quieren ahogar la fuerza de Dios que se manifiesta en la vida de los justos; es lo que les pasaba cuando se escribió ese libro, que los judíos fieles de Alejandría son perseguidos y despreciados por los judíos renegados y por los paganos, pero tiene un sentido profético y es que todo esto habla de Cristo: se anuncia su pasión.

   El Mesías rodeado de odio..., acorralado. Dirán: "Si eres hijo de Dios... baja de la cruz". «¡Deja! Veamos si Elías viene a salvarle.» No puedo meditar sobre esto quedándome «ajeno». Hemos de implicarnos en hacer ese camino de cuaresma, como recordaba san Agustín: "Si dices "ya basta", estás perdido. Aumenta siempre, progresa siempre, avanza siempre, no te pares en el camino, no vuelvas atrás, no te desvíes..." aunque nos digan lo que van contra el justo: "porque nos molesta y se opone a nuestra manera de obrar; nos echa en cara las transgresiones a la Ley y nos reprocha las faltas contra la enseñanza recibida. Él se gloría de poseer el conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor. Es un vivo reproche contra nuestra manera de pensar y su sola presencia nos resulta insoportable, porque lleva una vida distinta de los demás y va por caminos muy diferentes. Nos considera como algo viciado y se aparta de nuestros caminos como de las inmundicias. Él proclama dichosa la suerte final de los justos y se jacta de tener por padre a Dios".

   2. Dios, como repite el salmo, «está cerca de los atribulados... el Señor se enfrenta con los malhechores... aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor». Nos mueve a confiar en Dios. Confiar en Él aun en los momentos más difíciles: "Cuando ellos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos. El justo padece muchos males, pero el Señor lo libra de ellos. Él cuida todos sus huesos, no se quebrará ni uno solo". Cuando Jesús sufra la Cruz, se cumplirá este salmo: no se romperán sus huesos como a los ladrones, sino que una lanza traspasará su pecho, cuando su alma ya estaba salvando los que le esperaban en el limbo de los justos.

  3. En la fiesta de las Tiendas o Tabernáculos, la fiesta del final de la cosecha, muy concurrida en Jerusalén, que duraba ocho días, vemos a Jesús que sufre. Se presenta como igual a Dios. A su alrededor, sólo se habla de matarle. Y Tú, Señor, sólo hablas de este amor que te colma. Francisco de Asís se paseaba por las calles quejumbroso: "el amor no es amado... el amor no es amado... el amor no es amado..." Ayúdanos, Señor, a vivir como Tú, en la intimidad del Padre. Da a todos los que sufren esa paz que era la tuya. Otorga a todos los que sienten la soledad, la gracia de ser reconfortados por la presencia del Padre.

-"Buscaban, pues, prenderle..., pero nadie le ponía las manos, porque aún no había llegado su hora". El complot se va estrechando. La Pasión se acerca. ¡Es "tu hora"! Sin ningún miedo, ciertamente. Todo sucederá según los insondables designios del Padre, a la hora por Él fijada desde toda la eternidad. Tener plena y total confianza en Dios. Ponerse en sus manos, es el secreto de la paz (Noel Quesson).

¿Cómo era el rostro de Jesús? Fra Angélico decía: "quien quiera pintar a Cristo sólo tiene un procedimiento: vivir con Cristo". Es lo que hizo S. Juan, de cuyo ambiente nacen estas palabras que leemos en su Evangelio. Hay muchas leyendas, desde san Lucas pintor, la Verónica, y otras por el estilo, que nos hablan de la santa Faz, cuya reliquia más importante es la de Turín. Pero también es cierto que "Cristo graba su rostro en el alma de aquellos que le buscan y le aman" (Fray Justo Pérez de Urbel). San Policarpo, uno de los primeros Padres, discípulo de san Juan, ya nos dice: "la imagen carnal de Jesús nos es desconocida". Y san Agustín, en el siglo IV: "ignoramos por completo cómo era su rostro". Se puede decir que los iconos bizantinos, de gran belleza en mostrar un hombre de armonía y equilibrio perfectos, de paz y bondad, es imagen que coincide con la sábana santa de Turín (una persona alta, de 1.75-1.80 metros, unos 75-80 kilos, etc.). La reciente película de "El hombre que hacía milagros", de plastilina, lograba caracterizar a Jesús muy bien, pues cuando le ponemos un rostro no nos resulta cómodo. Nos es velado el rostro de Jesús, y la búsqueda no puede cesar, pues no tenemos retrato de la figura más influyente es Jesús de Nazaret. Juan Pablo II nos invitaba a fijar la mirada en el rostro de Cristo crucificado y hacer de su Evangelio la regla cotidiana de vida. Hay una cierta "experiencia de Dios", un "laboratorio" en el que descubrimos, aun dentro del ambiente secularizado que nos rodea, el rostro de Jesús. Sólo podemos saber cómo era Jesucristo por lo que nos dicen los Evangelios. Para muchos los libros santos son en esto muy parcos. Por el contrario, hay en ellos mucho más sobre la realidad humana de Nuestro Salvador de cuanto parece a primera vista. Y cuanto nos dicen los Sacros Biógrafos nos trazan una figura que para unos causa sorpresa, para otros fascinación y para todos admiración y, en cierto sentido, desconcierto.

   Por los relatos evangélicos podemos vislumbrar que Jesús tenía una constitución física singularmente perfecta. La incesante actividad durante su vida pública, sus incontables privaciones, su predicación de todos los días, los períodos enteros que pasaba sin reposo, etc., exigían un gasto considerable de fuerzas físicas y, por lo tanto, un cuerpo sano y robusto. Nunca dan a entender, ni siquiera permiten sospechar, sus evangelistas que padeciera enfermedad alguna. Sin embargo, sí afirman que conoció el hambre, la sed, la necesidad del sueño, la fatiga tras el largo caminar, estuvo sujeto a la muerte y su vista anticipada le causó viva repugnancia.

   En noticias incidentales, los evangelistas nos recuerdan algunas de sus actitudes y gestos. Nos dicen que a veces hablaba a las muchedumbres de pie, otras sentado y a veces –cuando comía– se reclinaba en un diván, según costumbre de entonces. Solía rezar de rodillas o postrado totalmente en tierra. Los gestos más frecuentemente descritos por los evangelistas son los de sus manos, que parten los panes para distribuirlos, que toman el cáliz consagrado y lo pasan a sus discípulos, que abrazan y bendicen a los pequeñuelos, que toca a los enfermos (incluso a los leprosos) para curarlos, que alza a los muertos, que azota a los vendedores del Templo y vuelca las mesas de los cambistas de monedas, que lava los pies de los apóstoles A veces nos hablan de los movimientos de todo su cuerpo, como cuando se inclina a levantar a Pedro que se hunde en las aguas, cuando se agacha a escribir con su dedo en el suelo frente a los acusadores de la mujer adúltera, cuando vuelve la espalda a alguno de sus interlocutores para demostrar su descontento. El más conmovedor de todos es el que hace en la cruz, cuando, inclinando su cabeza expiró.

   Los evangelistas también nos han guardado algunos gestos de los ojos de Jesús que exteriorizaban sus sentimientos íntimos. A Pedro, cuando lo vio por vez primera, lo miró de hito en hito, es decir, fijó su vista en él como para leer hasta el fondo de su alma; más profundamente lo miró la noche de un jueves para mover su corazón después de sus negaciones. Con particular ternura miró al joven rico. A veces gustaba mirar a sus seguidores con la mirada que usan los grandes oradores al comenzar a predicar, como abarcando todo el auditorio. En sus ojos no sólo brillaba la dulzura, sino también en oportunidades podía verse el resplandor de una santa cólera. Con ellos lloró sobre Jerusalén y también miró con tristeza por última vez los atrios del Templo antes de partir para su muerte.

   ¿Cómo era su voz? Siervo de Dios, no grita, sino que era firme y severa su voz cuando tenía que dirigir un reproche o dar una orden cuyo cumplimiento exigía con especial empeño. Terrible para pronunciar un anatema; alegre o triste o tierna según las muchas circunstancias de su vida.

   Su aspecto y apariencia externa no lo conocemos, pero podemos pensar acertadamente que tendría el "tipo" de su pueblo. Santo Tomás comentando el Salmo 44 dice simplemente: "tuvo en sumo grado aquella belleza que correspondía a su estado, la reverencia y la gracia del aspecto; de tal modo que lo divino irradiaba de su rostro". Unamuno lo describe cifrándolo en dos versos: "Tu cuerpo de hombre con blancura de hostia / para los hombres es el evangelio" (Miguel Ángel Fuentes).

miércoles, 13 de marzo de 2024

Cuaresma 4, jueves: mirar a Cristo es encontrarse a Dios Padre, conocerle, sentir su amor y su perdón

Cuaresma 4, jueves: mirar a Cristo es encontrarse a Dios Padre, conocerle, sentir su amor y su perdón

 

A. Lecturas

   1. Isaías 49,8-15: Esto dice el Señor: «En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado; te he defendido y constituido alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir heredades desoladas, para decir a los cautivos: "Salid", a los que están en tinieblas: "Venid a la luz". Aun por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas; no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el bochorno ni el sol; porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua.

   Convertiré mis montes en caminos,y mis senderos se nivelarán. Miradlos venir de lejos; miradlos, del Norte y del Poniente, y los otros de la tierra de Sin. Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados». Sion decía: «Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado». ¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré.

   2. Salmo 144,8-9.13cd-14.17-18: El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas.

   El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan.

   El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones. Cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.

   3. Juan 5,31-47: "«Si yo diera testimonio de mí mismo,  mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No  es que yo busque testimonio de un hombre,  sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz.

   Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz,  ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado.

   Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés,  en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?»"

 

B. Comentario:

   1. "En aquellos días dijo el Señor a Moisés: Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo... Se han desviado del camino que yo les había señalado, y se han hecho un toro de metal, y se postran ante él, y le ofrecen sacrificios... Veo que es un pueblo de dura cerviz..." Qué tontería, adorar ídolos, cosas que no son Dios… como se adora el dinero y la fama, el éxito y el poder… "Jesús, está claro que no puedo amarte si primero no creo. La fe es muy importante, porque es el paso previo a la caridad, al amor. Por eso, he de fomentarla y cuidarla; no puedo jugar con la fe, ponerla en peligro. En otros tiempos se incitaba a los cristianos a renegar de Cristo; en nuestra época se enseña a los mismos a negar a Cristo. Entonces se impelía, ahora se enseña; entonces se usaba de la violencia, ahora de insidias; entonces se oía rugir al enemigo, ahora, presentándose con mansedumbre insinuante y rondando, difícilmente se le advierte" (San Agustín). En "El Señor de los Anillos" un protagonista, Gollum, tiene en su poder "el anillo" que da poderes, pero quien se lo pone corre un gran peligro, pues queda por él dominado. No es fácil sustraerse a esos poderes y a ese dominio, pues la codicia lleva a ponerse el anillo, hay una especial atracción en ello. Es entonces cuando el hombre, imagen de Dios, que es libre, se rebaja hasta convertirse en esclavo de los demás.

   Moisés en solidaridad con sus hermanos, rezando por los pecadores, es imagen de Jesús, que intercede por todos los pecadores... Cuaresma es un tiempo en el que la plegaria de los fieles tiene una oración específica por los pecadores, pues nosotros también nos identificamos con Jesús en este punto. En la Postcomunión pedimos: «Que esta comunión, Señor, nos purifique de todas nuestras culpas, para que se gocen en la plenitud de tu auxilio quienes están agobiados por el peso de su conciencia». ¿Cómo va el espíritu de reparación? ¿Desagravio a Dios por los que veo que se portan mal? ¿Intento ayudar a los demás, a salir de las esclavitudes en las que se encuentran? "Te ruego, Señor, en nombre de todos los hombres pecadores. Yo soy uno de ellos, me conozco. Sé también muy bien que muchos están como pegados, ligados a sus hábitos de injusticia, de egoísmo, de impureza, de orgullo, de desprecio, de violencia... ¡nuestros ídolos! y Tú, Señor, quieres liberarnos de todo esto, darnos la auténtica libertad: ¡de tal manera quieres el bien de la humanidad! Sé que Tú perdonas. Que esperas nuestras intercesiones, nuestras plegarias. Ten piedad de nosotros" (Noel Quesson).

   El diálogo entre Yahvé y Moisés es entrañable. Después del pecado del pueblo, que se ha hecho un becerro de oro y le adora como si fuera su dios (pecado que describe muy bien el salmo de hoy), Yahvé habla a Moisés, que intercede ante Dios en defensa de su pueblo. Es una llamada a hacer oración, a que nosotros también hablemos con Dios, como Moisés, que es imagen de Jesús, el único que conoce al Padre, que habla cara a cara con Él.

   2.   Dios nos ama como a la niña de sus ojos, una manera de decir que como se ama a él mismo. Y Jesús viene a darnos este mensaje de amor. "El Padre que me ha enviado es el que da testimonio de mí". En el desierto, los hombres se habían unido a dioses conformes a sus deseos. También en el desierto, Moisés erigió otra señal, un bastón coronado por una serpiente de bronce. Señal desconcertante e irrisoria. Sin embargo, dice la Escritura que los que la miraban eran salvados. Dios, por su parte, ha erigido en el universo la única señal en la que se reconoce: una cruz plantada en el corazón del mundo. Los que la miran quedan salvados (Sal Terrae).

   Te pedimos, Señor, que tu Palabra habite más en nosotros; "hacer habitar la Palabra" en nosotros al fijar la mente, la imaginación en una escena evangélica... Repetir, interiorizar una frase, dejar que fluya nuestra vida al compás de esos sentimientos, para iluminar esos hechos con el amor de Dios, considerar que Dios es amor y sacaremos bien de aquellas circunstancias de nuestra vida, nos ayudará a amar más. "Te lo ruego, Señor. Ayúdame a amarte. Haz que yo sea "amor" de pies a cabeza, para que pueda revelar algo de ti". Ante tanto ídolo, "uno se queda dando vueltas, siempre en lo humano, no hay modo de salir del cielo desesperante "producción-consumo"... producir para destruir... Haría falta que el hombre levantase un poco la cabeza y valorase en sí mismo sus aspiraciones al infinito, al absoluto... Encontrar a Dios. Escuchar a Dios. Contemplar a Dios" (Noel Quesson), buscar su rostro, como decimos en la antífona de entrada: «Que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro» (Sal 104,3-4). Como pedimos en la Colecta: «Padre lleno de amor, te pedimos que, purificados por la penitencia y por la práctica de las buenas obras, nos mantengamos fieles a tus mandamientos, para llegar bien dispuestos a las fiestas de Pascua». San Gregorio Magno ensalza la misericordia divina: «¡Qué grande es la misericordia de nuestro Creador! No somos ni siquiera siervos dignos, pero Él nos llama amigos. ¡Qué grande es la dignidad del hombre que es amigo de Dios!» (Homilía 27 sobre los Evangelios). «La suprema misericordia no nos abandona, ni siquiera cuando la abandonamos» (Homilía 36 sobre los Evangelios).

   3. Jesús sigue hablando de su unión con el Padre. ¿Cómo va nuestra presencia de Dios? La madre que tiene el pequeño en la cuna, trabaja arreglando las cosas de la casa; plancha, limpia..., pero siempre está pendiente del hijo. Esta madre tiene presencia del hijo, no lo pierde de vista. Lo mismo que esa madre podemos hacer nosotros con el Señor. Mientras estudiamos, mientras hacemos deporte, cuando estamos en clase, cuando vamos por la calle, a la hora de comer, al meternos en la cama, y en todas las circunstancias en que nos podamos encontrar, son situaciones en las que si nos empeñamos podemos hablar con el Señor, decirle una jaculatoria, pedirle ayuda, etc...

   Podemos repetir durante el día unas palabras que hagan de oración corta (jaculatoria, como flecha encendida) para dirigir al Señor, como: ¡Jesús te amo!, ¡Señor, perdóname porque soy un pecador! Al ver un crucifijo, visitar sagrarios cuando pasas cerca de una iglesia, al hacer un sacrificio, cuando te vienen a la cabeza excusas para no mortificarte, cuando ves que actúas con la ley del gusto. Puedes hacer un poco de examen para ver cómo vas en eso. Señor, yo quiero acordarme y decirte muchas jaculatorias durante el día; recuérdamelo Tú. Y tú, ángel de mi guarda (José Pedro Manglano).

   Jesús, nos dices que Juan Bautista "era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz". Juan hablaba de ti, era testimonio que te señalaba como Cordero de Dios. "Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí". Jesús, estás para cumplir la Pasión, la gran obra, después de tantos milagros y obras buenas, ahora harás tu sacrificio por nosotros y por nuestra salvación. Serás el nuevo Moisés, que se sacrifica hasta el final por la humanidad, por nosotros pecadores.

   Hoy vemos que aceptarte a ti, Jesús, es tener parte en tu vida, para sentir como Tú la urgencia de la evangelización de nuestros hermanos de todo el mundo: "Padre, he venido a este mundo para glorificar tu nombre. He llevado a término tu obra; glorifícame". Hemos visto estos días cómo Tú eres la Luz que ilumina, da vida, refleja un Dios que es amor, que resucita y salva. En la cruz, como Enviado serás objeto de burla. Pues he aquí "la obra" que autentifica tu misión: una vida entregada hasta el final. La cruz derriba los pedestales de los falsos dioses. Los dioses de los justos, de los ricos, de los satisfechos; los dioses cuyas gracias se compran y cuyos favores hay que ganarse...; esos dioses sólo sirven para ser derribados, pues no son más que becerros de oro de pacotilla, imágenes deformadas de quienes las han fabricado. Dios tendrá para siempre el rostro de un crucificado, expulsado fuera de las murallas de la ciudad, ridiculizado, injustamente condenado.

Llucià Pou Sabaté

lunes, 11 de marzo de 2024

Cuaresma 4, martes: Jesús es el agua que da vida; Él cura nuestra parálisis, y nos hace sentirnos responsables de la curación de los demás.

Cuaresma 4, martes: Jesús es el agua que da vida; Él cura nuestra parálisis, y nos hace sentirnos responsables de la curación de los demás.

 

A. Lecturas:

   1. Ezequiel (47,1-9.12): En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo del Señor. De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este —el templo miraba al este—. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar. Me hizo salir por el pórtico septentrional y me llevó por fuera hasta el pórtico exterior que mira al este. El agua corría por el lado derecho.
   El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia el este, midió quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta las rodillas. Midió todavía otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta la cintura. Midió otros quinientos metros: era ya un torrente que no se podía vadear, sino cruzar a nado.
   Entonces me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre?»,
   Después me condujo por la ribera del torrente.
   Al volver vi en ambas riberas del torrente una gran arboleda. Me dijo: «Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el mar de la Sal, Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el torrente.En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».
   2. Salmo 45,2-3.5-6.8-9: Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro. Por eso no tememos aunque tiemble la tierra, y los montes se desplomen en el mar.  

   Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada. Teniendo a Dios en medio, no vacila; Dios la socorre al despuntar la aurora.

   El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob. Venid a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra.

   3. Juan 5,1-16: "Después de esto, se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betesda, que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua. Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?". El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes". Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y camina". En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: "Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla". El les respondió: "El que me curó me dijo: 'Toma tu camilla y camina'". Ellos le preguntaron: "¿Quién es ese hombre que te dijo: 'Toma tu camilla y camina?'". Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí. Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: "Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía". El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado".

 

B. Comentario:

   1. El profeta Ezequiel utiliza la imagen del torrente, símbolo de la vida que Dios da, corriente de agua milagrosa que mana del lado derecho del templo (el lugar de la presencia de Dios y el centro del culto que le es agradable), y todo lo inunda con su salud y fecundidad: "vi que el agua fluía por el costado derecho". Dios ha hecho que brotase del costado de su Amado sangre y agua, río de vida que purifica todo cuanto penetra. Los santos Padres ven ahí las aguas bautismales, las que brotan del costado abierto de Jesús en la Cruz: "esto significa que nosotros bajamos al agua repletos de pecados e impureza y subimos cargados de frutos en nuestro corazón, llevando en nuestro espíritu el temor y la esperanza de Jesús" (Epístola de Bernabé). En san Juan este agua es el Espíritu que mana de Cristo glorificado, que mana del costado derecho de su cuerpo en la cruz.

   Después de ver el río de agua, lo va midiendo y se va cubriendo de agua: "…Luego midió otros quinientos metros, y ya era un torrente que no pude atravesar, porque el agua había crecido: era un agua donde había que nadar, un torrente intransitable". El agua que da fertilidad a las aguas muertas simboliza Jesús y su Espíritu. El río recuerda el paraíso, recuerdo de añoranza, el paraíso inicial de la humanidad, regado por los cuatro brazos de agua, y, por otra, al futuro mesiánico, que será como un nuevo paraíso: «Quien tenga sed, que se acerque a mí y beba. Quien crea en mí, ríos de agua viva brotarán de su entraña» (Jn 7,37-38). En Él se ha cumplido esta profecía de Ezequiel; de Él nos viene la gran efusión del Espíritu que simbolizaba el agua. Únicamente de Él nos puede venir la fecundidad, la vida (J. Pedrós).

   La abundancia es imagen del cielo: la cosecha significa que Dios reparte sus bienes… como un río que va creciendo, gracias que cada día irrumpen en abundancia sobre la humanidad... sobre mí... Sin cesar, Dios vierte la abundancia de su vida en mí. ¿Qué atención presto? ¿Cómo respondo a ese don?

   -"¿Has visto, hijo de hombre? Mira, a la orilla del torrente, a ambos lados, había gran cantidad de árboles... toda clase de árboles frutales, cuyo follaje no se marchitará. Todos los meses producirán frutos nuevos". Visión maravillosa: ¡haz que vea, Señor! Que vea el comenzar de nuevo del paraíso terrestre: ese desierto de Judá que al sur de Jerusalén se cubre «de árboles de la vida», que dan «doce» cosechas... ¡no habrá hambre!... Es un sueño que deseo se haga realidad, en los que sufren, en los que no tienen agua, ni frutos, en los que pasan toda su vida en la miseria. Realiza, Señor, tu promesa.

   "-Esta agua desemboca en el «Mar Muerto» cuyas aguas quedan saneadas... así como las tierras en las que penetra, y la vida aparece por dondequiera que pase el torrente". Un «agua nueva» que tiene como un poder de resurrección: suscita seres vivos. Es un agua que da vida. Su signo actual es el bautismo, que da a nuestros corazones vida (Noel Quesson).

   2. "El Señor es nuestro refugio y fortaleza, una ayuda siempre pronta en los peligros. Por eso no tememos…" lo que dice el salmo se refiere a nuestra pequeña historia. El agua salvadora de Dios es su palabra, su gracia, sus sacramentos, su Eucaristía, la ayuda de los hermanos, la oración.

   3. El agua es signo del cielo alegrando la ciudad de Dios, y es tema del Evangelio del paralítico de la piscina de Betesda. "Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?". Jesús pasó: "¿Quieres quedar sano?". Él trae la libertad: como dice hoy el profeta, la tierra es recreada; los árboles, cuyas hojas no conocen ya los efectos del hielo, dan nuevos frutos cada mes. Cuando Dios da el agua viva, el viejo mundo desaparece.... Nuestra vida reverdece cuando el Espíritu nos inunda. Hemos sido bautizados en la muerte y resurrección de Jesús y pertenecemos a una tierra liberada. Nos ha hecho atravesar el mar y nos ha sumergido en el río de la vida. Pertenecemos al mundo nuevo. En la noche de Pascua, Cristo enterrará nuestras obras estériles, y oiremos el grito de la victoria (Sal Terrae).

   "El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes"". Lleva 38 años de enfermedad, y nada… Jesús, te veo como nuevo Moisés, el hijo de Dios, el Dios que había de venir...  que haces nuevas las cosas, el agua será para curar, para el milagro, como el agua de Caná y la del pozo de Jacob; así como aquella agua de la piscina no podía curar al enfermo, la ley de Moisés no podía dar vida al pecador: sólo podía acusar. San Agustín propone un significado místico al numero: cuarenta es el número de los días de Cuaresma que nos traen la salud, cincuenta es el número de días ya de salud, que siguen a Pascua, hasta Pentecostés, la paga de los trabajadores en la viña, es la posesión de Dios. El pueblo está enfermo desde hace 38 años, le quedan dos cosas que le sanarán, dos mandamientos que la ley de Moisés le había ya escrito en el corazón, y cuyo alcance profundo consiguen con Cristo: "Amarás al Señor, tu Dios y al prójimo como a ti mismo".

   El amor de Dios, hecho visible en la persona de Cristo, ha de apoderarse del corazón del hombre, enfermo por el pecado, a fin de inflamarlo y llevarlo por los caminos de la penitencia: "¡Levántate, toma tu camilla y anda!". Es decir: recorre el camino de la vida tomando en lo de cada día su cruz, que te lleva que lleva a Dios. Entonces serás curado, y sano tendrás ya la vida eterna en tu interior. El primer paso para salir de tu enfermedad es acoger tu verdadero ser, que te muestra el nuevo Adán, que toma la "mochila" de nuestros pecados y la carga él. Remueve las aguas de nuestro corazón, nos da su gracia en su humanidad como sacramento de salvación, y nos da esa luz para iluminar y curar otros corazones.

   -"En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar". Era un sábado, y los judíos comenzaron a molestarle porque "No te está permitido llevar tu camilla". Él les habla de que quien le curó se lo dijo, pero Jesús lo encontró en el templo y le dijo: "Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía". Entonces "el hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado". Quien no quiere creer, todo lo ve mal. Ven mal nuestra bondad, y ponen la excusa de que el sábado es el «Israel eterno» donde vive la presencia de Yavhé. Vemos que en la antigua alianza hay muchos elementos del contexto histórico, que se supera con la evolución humana. Por eso Jesús nos dice que Él mismo la nueva Torá y el Templo ahora será su persona. Queda sustituido el sábado por el domingo, día de la Resurrección, con una función social con descanso de ciertas actividades. Y nosotros hemos de ir descubriendo qué diría Jesús hoy, para actualizar ese contexto de entonces y llevar su mensaje a nuestros días.

   Llucià Pou Sabaté

Cuaresma 4, lunes: las lágrimas se volverán alegría, porque el Señor si tenemos fe hace maravillas, con su Palabra hace nuevas todas las cosas

Cuaresma 4, lunes: las lágrimas se volverán alegría, porque el Señor si tenemos fe hace maravillas, con su Palabra hace nuevas todas las cosas

 

A. Lecturas:

   1. Isaías (65,17-21): ESTO dice el Señor: «Mirad: voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra: de las cosas pasadas ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento.

   Regocijaos, alegraos por siempre por lo que voy a crear: yo creo a Jerusalén "alegría", y a su pueblo, "júbilo".

   Me alegraré por Jerusalén y me regocijaré con mi pueblo, ya no se oirá en ella ni llanto ni gemido; ya no habrá allí niño que dure pocos días, ni adulto que no colme sus años, pues será joven quien muera a los cien años, y quien no los alcance se tendrá por maldito.

   Construirán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán los frutos».

   2. Salmo 29,2.4.5-6.11-12a.13b: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

   Tañed para el Señor, fieles suyos, celebrad el recuerdo de su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo.

   Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

   3. Juan 4,43-54: "Transcurridos los dos días, Jesús partió hacia Galilea. Él mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo. Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta. Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía a su hijo enfermo en Cafarnaúm. Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo. Jesús le dijo: "Si no veis signos y prodigios, no creéis". El funcionario le respondió: "Señor, baja antes que mi hijo se muera". "Vuelve a tu casa, tu hijo vive", le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía. El les preguntó a qué hora se había sentido mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre", le respondieron. El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: "Tu hijo vive". Y entonces creyó él y toda su familia. Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea".

 

B. Comentario:

     1. Dice Dios en el libro de Isaías: "Sí, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva". En la película "La Pasión" Jesús tiene un encuentro con su Madre en el camino de la cruz, y la consuela diciéndole que en ese momento, con su sufrimiento, hace nuevas todas las cosas. "Se alegrarán para siempre por lo que yo voy a crear: porque voy a crear a Jerusalén para la alegría y a su pueblo para el gozo". Jesús ha comenzado ya una nueva creación, los «cielos nuevos y la tierra nueva»; tal comienzo no se detendrá. La historia humana sigue dominada, en gran parte, por el pecado, la corrupción y la muerte; pero algo va cambiando.

   Y Dios dice que se alegra "a causa de mi pueblo, y nunca más se escucharán en ella ni llantos ni alaridos. Ya no habrá allí niños que vivan pocos días ni ancianos que no completen sus años, porque el más joven morirá a los cien años y al que no llegue a esa edad se lo tendrá por maldito. Edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán sus frutos." Durante un tiempo se pensaba que la vida exitosa era la recompensa, pero sobre todo con la muerte y resurrección de Jesús, lo anunciado aquí es realidad, será en una Vida que va mucho más allá de esta existencia terrenal, como una vuelta al paraíso inicial: Dios quiere que el hombre y la sociedad vuelvan al estado primero de felicidad, equilibrio y armonía. El amor es la ley de esos «cielos nuevos y la tierra nueva» consisten en una nueva relación con Dios y en una nueva justicia con los hombres. Esta existencia ha sido diseñada por el mismo Jesús. Quien sigue sus pasos es una nueva criatura: «El que está en Cristo es una nueva criatura; lo viejo ha pasado; mirad, existe algo nuevo» (2Cor 5,17). Significa el fin de la dependencia de poderes mágicos. Quizá los hyppies buscaban eso, pero la cosa no funciona en nuestra sociedad, el estado primero de felicidad, equilibrio y armonía es más un paraíso interior, que nos lleva al cielo que anhelamos, y en la medida que podamos sembrar ese amor "porque el Reino de Dios está en medio de vosotros". Dolor y alegría, penitencia y expansión, esperanza y resurrección...: «Si tenemos fija la mirada en las cosas de la eternidad, y estamos persuadidos de que todo lo de este mundo pasa y termina, viviremos siempre contentos y permaneceremos inquebrantables en nuestro entusiasmo hasta el fin. Ni nos abatirá el infortunio, ni nos llenará de soberbia la prosperidad, porque consideraremos ambas cosas como caducas y transitorias» (Casiano).

   «Entonces será la alegría plena y perfecta, entonces el gozo completo, cuando ya no tendremos por alimento la leche de la esperanza, sino el manjar sólido de la posesión. Con todo, también ahora, antes de que nosotros lleguemos  a esta posesión, podemos alegrarnos ya con el Señor. Pues no es poca la alegría de la esperanza que ha de convertirse luego en posesión» (san Agustín).

2. Rezamos en el salmo: "Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste… Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. De este modo, al descenso «a la fosa» se le opone la salida «del abismo»; a su «cólera» que «dura un instante» le sustituye «su bondad de por vida»; al «lloro» del atardecer le sigue el «júbilo» de la mañana; al «luto» le sigue la «danza», al «sayal» luctuoso el «vestido de fiesta».

"Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre… si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría".  Es un canto a alegría de la liberación. Ciertamente, el peligro que ha quedado atrás es grave y todavía provoca escalofríos; el recuerdo del sufrimiento pasado es todavía claro y vivo; hace muy poco tiempo que se ha enjugado el llanto de los ojos. Pero ya ha salido la aurora del nuevo día; a la muerte le ha seguido la perspectiva de la vida que continúa".

"Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor". Tú convertiste mi lamento en júbilo, me quitaste el luto y me vestiste de fiesta, para que mi corazón te cante sin cesar. ¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente!" La aspiración a la victoria se ha mantenido siempre a pesar de todo y se convirtió al final en una esperanza de resurrección. Es la satisfacción de que esta aspiración poderosa ha sido plenamente asegurada con la resurrección de Cristo, por la que nunca daremos suficientemente gracias a Dios". A través de la revelación (libro de Daniel y Macabeos, Job y sapienciales, de forma más directa) se va preparando la esperanza cristiana y de redención.

  3. Las lecturas hasta ahora seguía unas líneas-fuerza, con los tres evangelistas sinópticos y pasajes del Antiguo Testamento correspondientes a unos temas. Ahora comenzamos hasta Pentecostés la lectura semicontinuada de San Juan. Nuestro camino de conversión hace ahora el camino de Jesús, con la creciente oposición de sus adversarios, que acabarán llevándole a la cruz.

   En el evangelio de hoy, Jesús cura a un niño que estaba a punto de morir. Un funcionario le pidió: "Señor, baja antes que mi hijo se muera". "Vuelve a tu casa, tu hijo vive", le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora se había sentido mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre", le respondieron. El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: "Tu hijo vive". Y entonces creyó él y toda su familia. Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea. Lo mejor están siempre por llegar, el porvenir de la humanidad es "el gozo y la alegría". Tú lo has dicho. Enfermedades, pruebas, pecados... todo esto se acabará un día. El porvenir no está cerrado. ¡La creación de Dios triunfará! ¡Y que yo, contigo, trabaje en ella! Pero, da también, Señor, a todos los afligidos, ese consuelo. Que todos los que sufren sean reconfortados por la esperanza cierta de esa promesa de felicidad. Hiciste al hombre para la felicidad: ¡creo en la resurrección de la carne y en la vida perdurable! (Noel Quesson).

   "En este momento de mi propia vida, ¿qué "signos y prodigios" estoy tentado, humanamente, de pedir a Dios? Y es muy natural; y quizás hay que pedirlos... Pero, pensando siempre en la invitación de Jesús, que quiere purificar nuestra Fe.

   -Vete, tu hijo vive. Creyó el hombre en la palabra que le dijo Jesús y se fue... San Juan subraya que el hombre creyó en la palabra, sin poderla verificar... Se fue. No tenía ninguna prueba. Tenía solamente "la Palabra" de Jesús. Ante todas tus promesas, Señor, nos encontramos en la misma situación. Ante tu promesa esencial: la vida eterna, la redención total y definitiva, la victoria del amor, la supresión de todo llanto y de todo sufrimiento, la resurrección, la vida dichosa junto a Dios en la claridad... ante toda esta promesa ¡hay que creer en tu palabra! En la Fe, en el salto de la Fe, en la confianza ilimitada de la Fe. "A quién iremos, Señor, Tú tienes palabras de vida eterna".

   -"Reflexionó el padre, que le dejó la calentura a la hora misma que Jesús le dijo: "Tu hijo está bueno"; y así creyó él y toda su familia. Este fue el segundo milagro". Este hijo curado entre tantos otros que no lo serán... hay tan pocos milagros... éste no es sino el segundo- atestigua que el Reino de Dios ha empezado. Dios, creador de los cielos nuevos, una tierra nueva y una humanidad nueva, una vida sin muerte, está actuando. Desde ahora, Señor, quiero creer. Fuerte en esta Fe, ¿cómo puedo cooperar a esta obra de Dios? ¿Cuál será mi forma de luchar contra el mal... y para la vida?" (Noel Quesson).

   Signo mesiánico. Beneficio anunciado por Dios para «el final de los tiempos». Victoria de Dios sobre el mal. Realización de la profecía de Isaías. Otra cosa muy bonita es que  Jesús no se excusó porque no estaba en Cafarnaúm, sino que obró el milagro. También nosotros podemos ayudar a distancia, como Jesús, con nuestra generosidad; al Tercer Mundo colaborando económicamente con nuestros misioneros o con entidades católicas que están allí trabajando; con los necesitados de nuestro pueblo o ciudad con instituciones como Cáritas. El Señor puede hacer milagros, también con nuestra ayuda: «Quien tiene caridad en su corazón, siempre encuentra alguna cosa para dar»" (san Agustín). Es preciso compatibilizar nuestra misión concreta, lo que nos toca, con la misión solidaria, ser parte de ese "todo" que somos "todos".

   Es preciso compatibilizar nuestra misión concreta, lo que nos toca, con la misión solidaria, ser parte de ese "todo" que somos "todos", preocuparnos por ayudar a los que están lejos y tienen necesidad. Y pedir con la fe de este hombre, como la Madre Teresa de Calcuta contaba que se abandonaba en la providencia divina y encontraba visados en lugares comunistas como en 1980 en Berlín Oriental, gracias a la Virgen.

 

Llucià Pou Sabaté

«Jesús partió de Samaría para Galilea»

Hoy volvemos a encontrar a Jesús en Caná de Galilea, donde había realizado el conocido milagro de la conversión del agua en vino. Ahora, en esta ocasión, hace un nuevo milagro: la curación del hijo de un funcionario real. Aunque el primero fue espectacular, éste es —sin duda— más valioso, porque no es algo material lo que se soluciona con el milagro, sino que se trata de la vida de una persona.

Lo que llama la atención de este nuevo milagro es que Jesús actúa a distancia, no acude a Cafarnaúm para curar directamente al enfermo, sino que sin moverse de Caná hace posible el restablecimiento: «Le dice el funcionario: 'Señor, baja antes que se muera mi hijo'. Jesús le dice: 'Vete, que tu hijo vive'» (Jn 4,49.50). Esto nos recuerda a todos nosotros que podemos hacer mucho bien a distancia, es decir, sin tener que hacernos presentes en el lugar donde se nos solicita nuestra generosidad.

Así, por ejemplo, ayudamos al Tercer Mundo colaborando económicamente con nuestros misioneros o con entidades católicas que están allí trabajando. Ayudamos a los pobres de barrios marginales de las grandes ciudades con nuestras aportaciones a instituciones como Cáritas, sin que debamos pisar sus calles. O, incluso, podemos dar una alegría a mucha gente que está muy distante de nosotros con una llamada de teléfono, una carta o un correo electrónico.

Muchas veces nos excusamos de hacer el bien porque no tenemos posibilidades de hacernos físicamente presentes en los lugares en los que hay necesidades urgentes. Jesús no se excusó porque no estaba en Cafarnaúm, sino que obró el milagro.

 La distancia no es ningún problema a la hora de ser generoso, porque la generosidad sale del corazón y traspasa todas las fronteras. Como diría san Agustín: «Quien tiene caridad en su corazón, siempre encuentra alguna cosa para dar».

 

Día 27º. LUNES CUARTO (15 de Marzo): las lágrimas se volverán alegría, porque el Señor con nuestra fe hace maravillas, hace nuevas todas las cosas

 

Dice Dios en el libro de Isaías: "Sí, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No quedará el recuerdo del pasado ni se lo traerá a la memoria, sino que se regocijarán y se alegrarán para siempre por lo que yo voy a crear: porque voy a crear a Jerusalén para la alegría y a su pueblo para el gozo. Jerusalén será mi alegría, yo estaré gozoso a causa de mi pueblo, y nunca más se escucharán en ella ni llantos ni alaridos. Ya no habrá allí niños que vivan pocos días ni ancianos que no completen sus años, porque el más joven morirá a los cien años y al que no llegue a esa edad se lo tendrá por maldito. Edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán sus frutos": en la película "La Pasión" Jesús consuela a la Virgen diciéndole que en ese momento, con su sufrimiento, hace nuevas todas las cosas. Con la muerte y resurrección de Jesús ha comenzado ya la nueva creación, los «cielos nuevos y la tierra nueva»; tal comienzo no se detendrá. La historia humana sigue dominada, en gran parte, por el pecado, la corrupción y la muerte; pero algo va cambiando. La convivencia del lobo y del cordero significa que el odio y la hostilidad deben dar paso al amor; la injusticia, al derecho. De hecho, los «cielos nuevos y la tierra nueva» consisten en una nueva relación con Dios y en una nueva justicia con los hombres. Esta existencia ha sido diseñada por el mismo Jesús. Quien sigue sus pasos es una nueva criatura: «El que está en Cristo es una nueva criatura; lo viejo ha pasado; mirad, existe algo nuevo» (2Cor 5,17). Significa el fin de la dependencia de poderes mágicos. Dios es autor de esta creación, y Jesús Señor de la historia. El profeta anuncia como una vuelta al paraíso inicial: ya nos gustaría, pero no podemos ser hyppies, la cosa no funciona, el estado primero de felicidad, equilibrio y armonía es más un paraíso interior, que nos lleva al cielo que anhelamos, y en la medida que podamos sembrar ese amor "porque el Reino de Dios está en medio de vosotros".

Rezamos en el salmo: "Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste…Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro.  

Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre… si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría".  

En el evangelio de hoy, Jesús cura a un niño que estaba a punto de morir. Un funcionario le pidió: "Señor, baja antes que mi hijo se muera". "Vuelve a tu casa, tu hijo vive", le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía. El les preguntó a qué hora se había sentido mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre", le respondieron. El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: "Tu hijo vive". Y entonces creyó él y toda su familia. Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

Signo mesiánico. Beneficio anunciado por Dios para «el final de los tiempos». Victoria de Dios sobre el mal. Realización de la profecía de Isaías. Otra cosa muy bonita es que  Jesús no se excusó porque no estaba en Cafarnaúm, sino que obró el milagro. La distancia no es ningún problema a la hora de ser generoso, porque la generosidad sale del corazón y traspasa todas las fronteras. Como diría san Agustín: «Quien tiene caridad en su corazón, siempre encuentra alguna cosa para dar»" (Octavio Sánchez). Es preciso compatibilizar nuestra misión concreta, lo que nos toca, con la misión solidaria, ser parte de ese "todo" que somos "todos", preocuparnos por ayudar a los que están lejos y tienen necesidad. Y pedir con la fe de este hombre, como recoge Josepedro Manglano esas palabras de la Madre Teresa de Calcuta, que no aceptaba un "no": "En septiembre de 1980 estuve en el Berlín Oriental, donde íbamos a abrir nuestra primera casa en un país bajo gobierno comunista. Llegué de Berlín Occidental con una hermana que debía quedarse allí para iniciar la labor. Habíamos solicitado el correspondiente visado, pero como no nos lo habían concedido todavía, le dijeron que sólo podría permanecer en el Berlín Oriental durante 24 horas; son muy estrictos en eso... Así pues, nos pusimos a rezar "Acordaos" a la Virgen, y al cabo de un rato, sonó el teléfono; no había nada que hacer: la hermana tendría que volverse conmigo... Pero como nunca aceptamos un "no" por respuesta, seguimos rezando y, al octavo "Acordaos", volvió a sonar el teléfono, lo cogí y una voz dijo: "Enhorabuena. Le han concedido el visado. Puede quedarse..." Le habían concedido un visado de seis meses, lo mismo que a otras hermanas. Al día siguiente, regresé a Berlín Occidental, dándole gracias a la Virgen". Madre mía, auméntame la fe y que me dé cuenta de que las cosas que son para bien de Dios o de los demás, el "no" quiere decir "sigue rezando". Tú siempre nos escuchas.