jueves, 28 de marzo de 2024

TRIDUO PASCUAL. Introducción

TRIDUO PASCUAL. Introducción

   Entramos en los tres días de preparación a la Pascua, a la fiesta más importante del año (aunque Navidad es más popular, e igualmente importante pues sin la Pascua de venir Jesús al mundo no habría la Pascua de resucitar).

   El jueves se bendicen los sagrados óleos para el bautismo, para la unción de los enfermos, y el crisma. Luego, por la tarde, después de la misa «in cena Domini», habrá tiempo para la adoración, como para responder a la invitación que Jesús dirigió a sus discípulos en la dramática noche de su agonía: «Quedaos aquí y velad conmigo» (Mateo 26,38).

   El Viernes santo es un día de profunda emoción, en el que la Iglesia nos hace volver a escuchar el relato de la pasión de Cristo. La «adoración» de la cruz será el centro de la acción litúrgica que se celebrará ese día, mientras la comunidad eclesial ora intensamente por las necesidades de los creyentes y del mundo entero.

   A continuación viene una fase de profundo silencio. Todo callará hasta la noche del Sábado santo. En el centro de las tinieblas irrumpirán la alegría y la luz con los sugestivos ritos de la Vigilia pascual y el canto gozoso del «Aleluya». Será el encuentro, en la fe, con Cristo resucitado, y la alegría pascual se prolongará a lo largo de los cincuenta días que seguirán.

   La penitencia cuaresmal es el tiempo favorable para acoger la misericordia divina. El examen de conciencia nos ayuda, para espejearnos en la imagen de Jesús: ¿he puesto a Dios como el centro de mi vida, sin que dominen en mi la preocupación económica, salud, prestigio o imagen social? ¿Pongo los medios para ir creciendo en el amor? ¿Cómo participo en la eucaristía? ¿Y cómo voy en el servicio: en mi familia y amigos, en el trabajo y participación ciudadana, en la Comunidad? ¿Y el uso de mi dinero, deberes de justicia? ¿Y la calidad de mis relaciones humanas: amabilidad, simpatía, hacer la vida agradable a los demás? ¿Soy rencoroso, o sé hacer las paces y reconciliarme con los demás? Perdonándonos unos a otros, nos abrimos al perdón de nuestros pecados y podemos rezar: Padre nuestro...

 

 

martes, 26 de marzo de 2024

Semana Santa, miércoles: poner nuestro corazón en los sentimientos de Jesús, para que estemos con Él y no le traicionemos.

Semana Santa, miércoles: poner nuestro corazón en los sentimientos de Jesús, para que estemos con Él y no le traicionemos.

 

A. Lecturas:

   1. Isaías 50,4-9: El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí! Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar? Todos ellos se gastarán como un vestido, se los comerá la polilla.

   2. Salmo 69,8-10.21-22.31.33-34: Por ti he soportado afrentas y la vergüenza cubrió mi rostro; / me convertí en un extraño para mis hermanos, fui un extranjero para los hijos de mi madre: / porque el celo de tu Casa me devora, y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian. / La vergüenza me destroza el corazón, y no tengo remedio. Espero compasión y no la encuentro, en vano busco un consuelo: / pusieron veneno en mi comida, y cuando tuve sed me dieron vinagre. / Así alabaré con cantos el nombre de Dios, y proclamaré su grandeza dando gracias; / que lo vean los humildes y se alegren, que vivan los que buscan al Señor: / porque el Señor escucha a los pobres y no desprecia a sus cautivos.

   3. "En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?». Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle.

   El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?». Él les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: 'El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos'». Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.

   Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará». Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?». Él respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!». Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?». Dícele: «Sí, tú lo has dicho»" (Mateo 26,14-25).

 

B. Comentario:

   1. Isaías habla de Jesús y de en medio de sus sufrimientos piensa en los demás; y busca hacer siempre lo que el Padre quiere. Este tercer canto del Siervo (el cuarto y último, más largo y dramático, lo escuchamos el Viernes Santo) sigue la descripción poética de la misión del Siervo, pero con una carga cada vez más fuerte de oposición y contradicciones. La misión que le encomienda Dios es dramática, y está lleno el hijo de confianza en la ayuda de Dios. Estos días veremos que la «humillación» va unida a la «exaltación». Jesús sabía que su muerte sería una victoria, y por eso dirá san Pablo que «al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el Cielo, en la tierra, en el abismo; porque el Señor se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de Cruz; por eso Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre» (Filipenses 2,10.8.11). Y rezamos hoy en la Colecta: «Oh Dios, que para librarnos del poder del enemigo quisiste que tu Hijo muriese en la Cruz; concédenos alcanzar la gracia de la Resurrección». Es el motivo de su muerte, nuestra liberación, como insiste la Antífona  para la comunión: «El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20,28).

   2. El Salmo sigue con esta misión de amor de Jesús al Padre: "por Ti he soportado afrentas… me convertí en un extraño para mis hermanos, fui un extranjero para los hijos de mi madre: porque el celo de tu Casa me devora, y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian… Así alabaré con cantos el nombre de Dios, y proclamaré su grandeza dando gracias". Insiste tanto en el dolor como en la confianza. Es el intenso sufrimiento de un justo perseguido a causa de su celo por Dios. Nosotros sabemos que ese justo es precisamente Jesucristo y, en su debida proporción, también la Iglesia. Tendremos que sufrir injurias y vergüenzas, y ser considerados como personas extrañas. Esto jamás debe desanimarnos en el testimonio de fe que hemos de dar, pues en el anuncio del Evangelio debemos recordar aquellas palabras de Jesús: "En el mundo tendrán tribulaciones; pero ¡ánimo! yo he vencido al mundo".

   En la historia de la humanidad no ha sucedido nada más grande, de mayor valor. Nos disponemos a vivir con devoción, con amor, los días más importantes para nuestra fe y seguir a Cristo, salvador del hombre. La Semana santa nos lleva a meditar en el sentido de la cruz, en la que alcanza su culmen la revelación del amor misericordioso de Dios… Nos ha salvado su infinita misericordia. Para sacarnos del pecado y del miedo, de la tristeza y la oscuridad. ¿Cómo no darle gracias? La historia está iluminada y dirigida por la fiesta del perdón: Dios, rico en misericordia, ha derramado sobre todo ser humano su infinita bondad por medio del sacrificio de Cristo. ¿Cómo manifestar de modo adecuado nuestro agradecimiento? Nos reconocemos pecadores y confesamos nuestra ingratitud, nuestra infidelidad y nuestra indiferencia ante su amor. Necesitamos su perdón, que nos purifique y sostenga en el esfuerzo de conversión interior y de constante renovación del espíritu. «Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito; limpia mi pecado» (Salmo 50,3-4). Estas palabras, que nos han acompañado durante la cuaresma, ahora las ponemos ante Cristo que está para ser crucificado. ¿Cómo no arrepentirnos de nuestros pecados y convertirnos al amor?, ¿cómo no reparar concretamente los males causados a los demás y restituir los bienes conseguidos de modo ilícito? El perdón exige gestos concretos: el arrepentimiento sólo es verdadero y eficaz cuando se traduce en obras concretas de conversión y justa reparación.

   3. Judas Iscariote entrega a Jesús. Siempre me ha dado pena que dos días seguidos de Semana Santa se dedique la lectura del Evangelio a esta traición, para mi gusto otros pasajes son mejores para vivir esos días centrales de nuestra fe. Cuando Jesús quiere celebrar la Pascua de despedida de los suyos, como signo entrañable de amistad y comunión, uno de ellos ya ha concertado la traición y las treinta monedas (el precio de un esclavo, según Exodo 21,32). Pedimos hoy en la liturgia: «por tu fidelidad, ayúdame, Señor». Mañana con la misa crismal comienza el triduo pascual. Quiero contemplarte, Jesús, mirar tu entrega y seguirte, sin traiciones, y verte en la santa cena, donde se acrisolan los afectos con el dolor.

   "El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?». Él les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: 'El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos'». Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua". "El que todo lo sabe dijo a los apóstoles: Id a casa de tal persona. Dichoso el que por la fe puede recibir al Señor, preparando su corazón a modo de cenáculo y disponiendo con devoción la cena... Estando, oh Señor, a la mesa con tus discípulos, expresaste místicamente tu santa muerte, por la cual los que veneramos tus sagrados padecimientos somos liberados de la corrupción. El que escribió en el Sinaí las tablas de la ley comió la pascua antigua, la de la sombra y figuras, y se hizo a Sí mismo Pascua y mística hostia viviente..." (San Andrés de Creta). Y ahí, en ese ambiente de intimidad y entrega, sufre Jesús la traición. A lo largo del tiempo, la historia de Judas se repite. Es el misterioso y desconcertante proceder de la condición humana.

   "Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará»". ¿Acaso soy yo, Señor, el que te entrega? ¿Lo amamos o vivimos traicionándolo y sólo queriendo aprovecharnos de Él, conforme a nuestros intereses, muchas veces por desgracia, mezquinos? No importa si en el examen vemos pecado, lo importante es abrirnos a la gracia del Señor, celebrar la Pascua (paso de la oscuridad a la luz, de la muerte a la vida). Hay muchas maneras de dirigirse a Dios. Una de ellas es, por supuesto, desde el sentimiento. Sin embargo, los sentimientos son un instrumento de doble filo. Por un lado, muestran algo realmente humano de la persona que los emplea. Pero, por otro lado, existe el peligro de que nos esclavicen, es decir, tienen una facilidad para el bien cuando están a favor, y falta de discernimiento y enfermedad para la voluntad, cuando se absolutiza un aspecto de la realidad, con su complicidad: "¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?" El ejemplo de Judas, es el de estar arrebatado por sentimientos de envidia y avaricia. Es capaz de entregar a Aquel que sólo le ha demostrado amor y compasión, simplemente porque se ha dejado dominar por un aspecto: la codicia. ¡Qué importante, adquirir una auténtica educación del corazón, participar de los sentimientos de Jesús para que los nuestros sean de amor! "¿Dónde podrá encontrarse ni siquiera el símbolo de un amor semejante? Así amó Dios al mundo que le dio a su Hijo Unigénito. Me amó a mí, también a mí, y se entregó a la muerte por mí. Un aspecto fundamental de la vida espiritual es tomar en serio esta realidad; Dios y yo; no la turba... yo. Dios me ama a mí, muere por mí, viene a mí... Un hombre, yo, soy el centro del amor divino. Lo que hace por mí, lo hace con infinito amor personal. Si en una familia la madre ama a cada uno de sus hijos como si fuese el único, y aunque sean diez los hermanos si uno enferma la madre enferma porque es su hijo; en forma mucho más perfecta todavía Dios me ama a mí, y todo lo que hace lo hace por mí... Si yo llegara a tomar en serio esta realidad. ¡Jesús muere por mí! ¡Qué arranques de amor sacaría de mi pobre alma, el comprender algo siquiera de lo que Cristo ha hecho por mí! ¡Mi vida sería entonces entera para Él! Si Él dio su vida por mí, dé yo mi vida por Él... y dándola como Él" (San Alberto Hurtado).

   En algunos lugares de América, las imágenes de Cristo crucificado muestran una llaga profunda en la mejilla izquierda del Señor, esa llaga representa el beso de Judas. Si nos sentimos débiles ante alguna tentación, ¡corramos a protegernos en manos de María, para no caer en la traición! ¡Vamos al Sacramento de la Penitencia! Allí nos espera el Señor, como el padre de la parábola del hijo pródigo, para darnos un abrazo y ofrecernos su amistad. Continuamente sale a nuestro encuentro, aunque hayamos caído bajo, muy bajo. ¡Siempre es tiempo de volver a Dios! No reaccionemos con desánimo, ni con pesimismo. No pensemos: ¿qué voy a hacer yo, si soy un cúmulo de miserias? ¡Más grande es la misericordia de Dios! ¿Qué voy a hacer yo, si caigo una vez y otra por mi debilidad? ¡Mayor es el poder de Dios, para levantarnos de nuestras caídas!

   Grandes fueron los pecados de Judas y de Pedro. Los dos traicionaron al Maestro: uno entregándole en manos de los perseguidores, otro renegando de Él por tres veces. Y, sin embargo, ¡qué distinta reacción tuvo cada uno! Para los dos guardaba el Señor torrentes de misericordia. Pedro se arrepintió, lloró su pecado, pidió perdón, y fue confirmado por Cristo en la fe y en el amor; con el tiempo, llegaría a dar su vida por Nuestro Señor. Judas, en cambio, no confió en la misericordia de Cristo. Hasta el último momento tuvo abiertas las puertas del perdón de Dios, pero no quiso entrar por ellas mediante la penitencia.

    En su primera encíclica, Juan Pablo II habla del derecho de Cristo a encontrarse con cada uno de nosotros en aquel momento-clave de la vida del alma, que es el momento de la conversión y del perdón. ¡No privemos a Jesús de ese derecho! ¡No quitemos a Dios Padre la alegría de darnos el abrazo de bienvenida! ¡No contristemos al Espíritu Santo, que desea devolver a las almas la vida sobrenatural! Pidamos a Santa María, Esperanza de los cristianos, que no permita que nos desanimemos ante nuestras equivocaciones y pecados, quizá repetidos.

Llucià Pou Sabaté

Semana santa, martes: Jesús sufre traición y penas de todo tipo, pero sabe que es necesario pasar por ahí, para salvarnos

Semana santa, martes: Jesús sufre traición y penas de todo tipo, pero sabe que es necesario pasar por ahí, para salvarnos

 

A. Lecturas:

   1. Isaías 49,1-6: ¡Escúchenme, costas lejanas, presten atención, pueblos remotos! / El Señor me llamó desde el seno materno, / desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. / 2 Él hizo de mi boca una espada afilada, / me ocultó a la sombra de su mano; / hizo de mí una flecha punzante, / me escondió en su aljaba. / 3 Él me dijo: "Tú eres mi Servidor, Israel, / por ti yo me glorificaré". / 4 Pero yo dije: "En vano me fatigué, / para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza". / Sin embargo, mi derecho está junto al Señor / y mi retribución, junto a mi Dios. / 5 Y ahora, ha hablado el Señor, / el que me formó desde el seno materno / para que yo sea su Servidor, / para hacer que Jacob vuelva a él / y se le reúna Israel. / Yo soy valioso a los ojos del Señor / y mi Dios ha sido mi fortaleza. / 6 Él dice: "Es demasiado poco que seas mi Servidor / para restaurar a las tribus de Jacob / y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; / yo te destino a ser la luz de las naciones, / para que llegue mi salvación / hasta los confines de la tierra".

   2. Salmo 70: A ti, Señor, me acojo: / no quede yo derrotado para siempre; / tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, / inclina a mí tu oído, y sálvame. // Se tú mi roca de refugio, / el alcázar donde me salve, / porque mi peña y mi alcázar eres tú. / Dios mío, líbrame de la mano perversa (…) / porque tú, Dios mío, / fuiste mi esperanza y mi confianza, / Señor, desde mi juventud. // En el vientre materno ya me apoyaba en ti, / en el seno tú me sostenías, / siempre he confiado en ti (…) / Llena estaba mi boca de tu alabanza / y de tu gloria, todo el día. // (…) Dios mío, me instruiste desde mi juventud, / y hasta hoy relato tus maravillas.

   3. Juan 13,21-33.36-38: "En aquel tiempo, estando Jesús sentado a la mesa con sus discípulos, se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará». Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando». Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?». Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, lo toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche.

   Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto. Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros». Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde». Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces»".

 

B. Comentario:

   1. Isaías nos cuenta su vocación, como Dios desde siempre nos ha pensado y amado: "El Señor me llamó desde el seno materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre… el que me formó desde el seno materno para que yo sea su Servidor... Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. Él dice: …yo te destino a ser la luz de las naciones,  para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra". Gratuidad total de la llamada y del amor de Dios. ¡Dios es el primero en amar! «En esto consiste su amor: no hemos amado nosotros a Dios, es Él quien nos ha amado» (Juan 4,7).

   Será como una espada, porque tendrá una palabra eficaz («mi boca, una espada afilada»), y será como una flecha que el arquero guarda en su aljaba para lanzarla en el momento oportuno. En este segundo canto de Isaías aparece ya la oposición, el Siervo no tendrá éxitos fáciles y más bien sufrirá momentos de desánimo: «yo pensaba: en vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas». Le salvará la confianza en Dios: «mi salario lo tenía mi Dios». La queja del Siervo («en vano me he cansado») se repite en sus labios: «¿no habéis podido velar una hora conmigo?... Padre, ¿por qué me has abandonado?». En verdad «era de noche». A pesar de que Él es la Luz. Nuestra atención se centra estos días en este Jesús traicionado, pero fiel. Abandonado por todos, pero que no pierde su confianza en el Padre: «ahora es glorificado el Hijo del Hombre... pronto lo glorificará Dios». A la vez que admiramos su camino fiel hacia la cruz, podemos reflexionar sobre el nuestro: ¿no tendríamos que ser cada uno de nosotros, seguidores del Siervo con mayúsculas, unos siervos con minúsculas que colaboran con Él en la evangelización e iluminación de nuestra sociedad?, ¿somos fieles como Él? Tal vez tenemos momentos de crisis, en que sentimos la fatiga del camino y podemos llegar a dudar de si vale o no la pena seguir con la misión y el testimonio que estamos llamados a dar en este mundo. Muchas veces estas crisis se deben a que queremos éxitos a corto plazo, y hemos aceptado la misión sin asumir del todo lo de «cargar con la cruz y seguir al maestro». Cuando esto sucede, ¿resolvemos nuestros momentos malos con la oración y la confianza en Dios?

   2. Confianza que subraya muy bien el salmo: «a ti, Señor, me acojo, no quede yo derrotado para siempre... sé tú mi roca de refugio... porque tú fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud». Jesús es el verdadero Siervo, luz para las naciones, el que con su muerte va a reunir a los dispersos, el que va a restaurar y salvar a todos: "Inclina a mí tu oído, y sálvame. Se tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve… tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías,  siempre he confiado en ti". Preciosa perspectiva de toda nuestra vida desde el seno materno.

   3. En el Evangelio vemos que Jesús, "estando Jesús sentado a la mesa con sus discípulos, se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará»". Imagino que sufres, Señor, por inminencia de la traición de los tuyos. El diablo, como un perro, ronda ladrando para atacarnos… y de hecho pecamos con frecuencia. En la Colecta pedimos: «Dios Todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la Pasión del Señor que alcancemos tu perdón», perdón más fuerte que nuestras flaquezas: «Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros» (Rom 8,32, diremos antes de la comunión). Y en la Postcomunión volvemos a pedir: «Señor, Tú que nos has alimentado con el cuerpo y la sangre de tu Hijo, concédenos que este mismo sacramento, que sostiene nuestra vida temporal, nos lleve a participar de la vida eterna». A esto viene Jesús estos días, como recuerda San Andrés de Creta hablando de Cristo como luz: «La Encarnación de Cristo es como el sol que penetra e ilumina las almas, las cuales ya no permanecen a oscuras por causa de las tempestades de este mundo, que las envanecen y aturden, o por efecto de la abundancia de las riquezas y de las dotes y cualidades que las ofuscan y pervierten. La gloriosa Luz de Cristo es Luz que de verdad ilumina. Y es un misterio que junto a Cristo, que es la verdad, "Luz de las naciones", pueda haber gente con oscuridad…

   "Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche". Es el momento dramático que tendrá el momento máximo el Viernes Santo, y que empieza hoy. Siempre es de noche cuando uno se aleja del que es «Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero». El pecador es el que vuelve la espalda al Señor para ser egoísta. San Agustín describe el pecado como «un amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios». Una traición, un no querer depender de Dios, "no tener necesidad del amor eterno, sino que deseamos dominar nuestra vida por nosotros mismos» (Benedicto XVI). Se puede entender que Jesús, aquella noche, se haya sentido «turbado en su interior» (Juan 13,21). "Afortunadamente, el pecado no es la última palabra. Ésta es la misericordia de Dios. Pero ella supone un "cambio" por nuestra parte. Una inversión de la situación que consiste en despegarse de las criaturas para vincularse a Dios y reencontrar así la auténtica libertad. Sin embargo, no esperemos a estar asqueados de las falsas libertades que hemos tomado, para cambiar a Dios". Según denunció Bourdaloue, «querríamos convertirnos cuando estuviésemos cansados del mundo o, mejor dicho, cuando el mundo se hubiera cansado de nosotros». Seamos más listos. Decidámonos ahora. La Semana Santa es la mejor ocasión. En la Cruz, Cristo abre sus brazos a todos. Nadie está excluido. Todo ladrón arrepentido tiene su lugar en el paraíso. Eso sí, a condición de cambiar de vida y de reparar, como el del Evangelio: «Nosotros, en verdad, recibimos lo debido por lo que hemos hecho; pero éste no hizo mal alguno» (Lc 23,41, Jean Gottigny).

      Hoy nos da pena que el Evangelio de la Misa termine con el anuncio de que los Apóstoles dejarían solo a Cristo durante la Pasión. Jesús, me gusta verte glorificado, cuando contemplo la traición de hoy, que por treinta monedas de plata, "el excremento del diablo" —como califica Papini al dinero— deslumbrado por no sé qué cosas te traicionó. Había una niña que veía la Pasión, en una representación teatral, y al ver la desesperación de Judas se le oyó decir a la pobre: "¡mamá, ¿por qué no va a la Virgen?" Y es verdad, podía haber ido a buscar el consuelo, el perdón…

   Jesús, con Juan recostado en su pecho… Sí, Tú, Señor, has aceptado estos gestos sencillos. No te has avergonzado de haber necesitado este afecto... de poder hablar con verdaderos amigos... Pedro le dice que pregunte al Maestro…: Pedro toma la iniciativa - prioridad oficial-, pero es Juan el que hace el encargo delicado. Cada uno tiene su sitio particular. Todos no pueden hacer todo. Ayúdame, Señor, a cumplir bien mi cometido, y en mi sitio. Durante estos días santos, quisiera, a mi manera, vivir contigo, Señor. Ofrecerte mi amistad. Procuraré pensar mucho más en Ti en el curso de estos días venideros… Tu soledad ¡oh Jesús! es total. Has ido hasta el límite de la condición humana. El hombre que más solo se encuentre a la hora de la muerte, puede reconocerse en Ti (Noel Quesson).

Llucià Pou Sabaté

domingo, 24 de marzo de 2024

Domingo de Ramos, ciclo B. Gracias, Jesús, por el amor que nos tienes, causa de tu entrega hasta la muerte. Ayúdame a vivir esta semana siguiendo tus pasos, ese amor que te llevó a tanto…

Domingo de Ramos, ciclo B. Gracias, Jesús, por el amor que nos tienes, causa de tu entrega hasta la muerte. Ayúdame a vivir esta semana siguiendo tus pasos, ese amor que te llevó a tanto…

 

A. Lecturas:

   1. Isaías 50,4-7: Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

   2. Salmo 21,8-9.17-18a.19-20.23-24: Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre, si tanto lo quiere.»

   Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos.

   Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.

   Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo; linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel.

   3. Filipenses 2,6-11: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

   4. Marcos 14,1-15,47: "Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los letrados y el sanedrín en pleno, prepararon la sentencia; y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó: ¿Eres tú el rey de los judíos? Él respondió: -Tú lo dices. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo: -¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado.

   Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó: -¿Queréis que os suelte al rey de los judíos? Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: -¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos? Ellos gritaron de nuevo: -Crucifícalo. Pilato les dijo: -Pues ¿qué mal ha hecho? Ellos gritaron más fuerte: -Crucifícalo. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

   Los soldados se lo llevaron al interior del palacio -al pretorio- y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo: -¡Salve, rey de los judíos! Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante Él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz.

   Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «La Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero Él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDÍOS. Crucificaron con Él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice:- «Lo consideraron como un malhechor.» Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: -¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz. Los sumos sacerdotes se burlaban también de Él diciendo: -A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos. También los que estaban crucificados con Él lo insultaban. Al llegar el mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: -Eloí, Eloí, lamá sabaktaní. (Que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?) Algunos de los presentes, al oírlo, decían: -Mira, está llamando a Elías. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo: -Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo. Y Jesús, dando un fuerte grito expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: -Realmente este hombre era Hijo de Dios".

 

B. Comentario:

   S. Bernardo nos recuerda que "no sin motivo la Iglesia, que tiene el espíritu de aquel Señor que es su esposo y su Dios, presenta hoy unidas de modo nuevo y maravilloso la pasión y la procesión; siendo así que la procesión lleva consigo el aplauso; la pasión, el llanto. En la procesión está representada la gloria de la patria soberana, y en la pasión el camino para llegar a ella. Si en la procesión te vino al pensamiento aquella gloria que esperamos y aquel gozo, grande sobremanera, que tendremos al ser arrebatados en las nubes para encontrar a Cristo en los cielos; si con todo tu deseo aspiras a ver aquel día, en que será recibido Jesucristo Nuestro Señor en la Jerusalén celestial, llevando el triunfo de la victoria,... aprende en la pasión el camino por donde debes ir. La tribulación presente es el camino de la vida, el camino de la gloria, el camino de la ciudad que merece habitarse, el camino del reino" (In dom. palmorum, I,2).

   1. El Siervo de Yahvé permanece firme en el sufrimiento, en la ignominia, en el aparente fracaso. Atento discípulo de la Palabra de Dios, profeta y maestro de sabiduría con el pueblo, con su suerte prefigura la de Cristo, el humilde que no opuso resistencia a la voluntad del Padre ni se sustrajo a la maldad de los hombres, seguro de que el designio de Dios es don de salvación que se ofrece a todos: "El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he echado atrás".

   Jesús no se echa atrás a la hora de beber su cáliz: "Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos".

   2. La angustiosa protesta del inicio del salmo -que el viernes santo Jesús recitará en la cruz- es de un hombre angustiado: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" El salmo es siempre actual, como es actual el sufrimiento de los hombres, como es actual el grito de quien está roto de cuerpo y espíritu. El enfermo moribundo, el que sufre por tantos motivos… es siempre el que recita con Jesús este salmo. Se puede decir —según la estupenda expresión de Paul Claudel— que realmente Cristo ha cargado sobre si la paga de nuestras miserias...

   Sigue con las afrenta que recibe el crucificado: "Al verme se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que le ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere.»"

   También se ve el dolor de Jesús: "Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores: me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos".

   Ese dolor se abre al amor del Padre: "Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica. Pero Tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme".

   Por fin, la salvación y la nueva asamblea de la Iglesia: "Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo, linaje de Jacob, glorificadlo, temedlo, linaje de Israel". Se abre con un grito al triunfo. Ha llegado la liberación  esperada. Esta última parte contiene los elementos esenciales de nuestra liturgia,  especialmente de la eucaristía. Un banquete en el que participan todos sin distinciones y  donde existe una única mesa para todos los hermanos. Es memorial, es decir, conmemoración de los acontecimientos que tienen como  protagonista al Señor, que toma partido por la gente humillada, indefensa, pisoteada. Que  interviene para salvar y liberar. Es acción de gracias, que es mucho más que un simple agradecer. Es el tomar  conciencia de la gracia en acción aquí y ahora (Alessandro Pronzato).

   3. La carta a los Filipenses nos transmite lo que sería entonces un himno litúrgico, que habla de cómo Jesús se abaja, y cómo sube por esa humildad: "Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos". Gracias, Jesús, por aceptar hacerte hombre como nosotros, tomar contigo todos nuestros bienes y males, hacer tuyos nuestros pecados, tú, el inocente que se sacrifica por mí.

   "Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz".

   Me gusta, Jesús, tenerte en el cielo, a ti que eres Dios y hombre, que nos conduce suavemente hacia la salvación. Quiero adorarte y seguirte, con las palabras de este himno: "Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble -en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo-, y toda lengua proclame: « ¡Jesucristo es Señor!», para gloria de Dios Padre".

   3. Aunque Jesús no era ni blasfemo ni agitador político, murió condenado por el Sanedrín judío, por ambas causas. La institución religiosa y el poder político van de la mano para tal injusticia. Jesús no se defiende. Calla ante Pilato. La causa de la muerte está escrita en lo alto de la cruz: "Jesús Nazareno, Rey de los judíos".

   La flagelación es una práctica cruel. Muchos mueren en esa tortura. Luego viene la coronación de espinas y las burlas, y el camino de la Cruz (via crucis). Luego, eso que la gente llama "casualidades" y que son planes de Dios: un hombre que venía del campo, un campesino que se llamaba Simón, ayuda a Jesús a llevar la Cruz. Este era padre de Alejandro y Rufo, serían conocidos por los primeros cristianos.

   Jesús sufre en la cruz. La mezcla de vino con mirra se daba a los ajusticiados, y era una especie de analgésico. Jesús, que estaba dispuesto a beber hasta la última gota del cáliz que el Padre le había preparado, no quiere disminuir en nada su conciencia en aquella hora suprema. Por eso rechaza el vino mezclado con mirra.

   Cuando levantaron a Jesús, clavaron en la cabecera de la cruz el letrero de la acusación, que hasta ese momento había llevado colgado al cuello. Entonces empezaron a desfilar sus enemigos en son de triunfo y, meneando la cabeza, unos le recordaban su amenaza al templo y otros lo denunciaban como falso Mesías. Se repite, pues, la doble acusación: de blasfemo y de sedicioso político.

   Los profetas ven en el oscurecimiento del sol una señal que acompaña siempre al juicio de Dios. Según esto se trataría aquí de la manifestación de la ira de Dios contra la ciudad y el pueblo que asesina al Mesías que le ha sido enviado.

   "Dios mío, por qué me has abandonado". Con estas palabras comienza el salmo 22, que tiene un sentido mesiánico, pasa de la soledad a la visión de la salvación, como pasarían esas profecías en la mente de Jesús, al ver que se estaban cumpliendo en él. Las palabras finales de Jesús: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46; cfr. Sal 31, 6) abren el mundo a la salvación de la Nueva Alianza. Lo antiguo desaparece: el velo del templo se rasga. Se acabó el viejo culto y los privilegios de los sacerdotes; ahora todos tienen acceso a la presencia de Dios en Jesucristo.

   El capitán de los soldados, que ha visto morir a Jesús dirá: "Realmente este hombre era Hijo de Dios". Es hombre y Dios, y hoy como también leeremos el viernes, lo vemos en su entrega total a beber su cáliz. «¡Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz!». Ve el sufrimiento que está a punto de caer sobre Él, físicos y morales, pues toma nuestras miserias y se hace «el pecado del mundo».

   Pascal dijo: «Cristo está en agonía, en el huerto de los olivos, hasta el fin del mundo. No hay que dejarle solo en todo este tiempo». Agoniza allí donde haya un ser humano que lucha con la tristeza, el pavor, la angustia, como vemos en los niños agredidos desde el vientre de sus madres y luego en todo tipo de barbaridades que personas depravadas hacen con ellos, y tantos hombres y mujeres inocentes que sufren injusticias... podemos unirnos a su sufrimiento y hacer el proceso interior de su alma: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Y es que no entendemos el mal, podemos sentirnos desolados en una noche oscura, y a partir de esa entrega confiada en Dios, podemos ir sintiendo la acción salvadora a través de esa cruz: «Jesús está en la cruz hasta el fin del mundo» en los inocentes que sufren, los enfermos graves, injusticias con los pobres... En un campo de concentración nazi se colgó a un hombre. Alguien, señalando a la víctima, preguntó a un creyente que tenía al lado: «¿Dónde está ahora tu Dios?». «¿No lo ves? -le respondió-. Está ahí, en la horca». Igual que el Cireneo podemos ayudar a Jesús a llevar la cruz (R. Cantalamessa).

   San Andrés de Creta nos anima a salir al encuentro de Cristo que, libremente y por amor, se encamina hacia la cruz:  "Corramos, pues, con el que se dirige con presteza a la pasión, e imitemos a los que salían a su encuentro. No para alfombrarle el camino con ramos de olivo, tapices, mantos y ramas de palmera, sino para poner bajo sus pies nuestras propias personas, con un espíritu humillado al máximo, con una mente y un propósito sinceros, para que podamos así recibir a la Palabra que viene a nosotros y dar cabida a Dios, a quien nadie puede contener… Así, pues, en vez de unas túnicas o unos ramos inanimados, en vez de unas ramas de arbustos, que pronto pierden su verdor y que por poco tiempo recrean la mirada, pongámonos nosotros mismos bajo los pies de Cristo, revestidos de su gracia, mejor aún, de toda su persona, porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo; extendámonos tendidos a sus pies, a manera de túnicas. Nosotros, que antes éramos como escarlata por la inmundicia de nuestros pecados, pero que después nos hemos vuelto blancos como la nieve con el baño saludable del bautismo, ofrezcamos al vencedor de la muerte no ya ramas de palmera, sino el botín de su victoria, que somos nosotros mismos.

   Aclamémoslo también nosotros, como hacían los niños, agitando los ramos espirituales del alma y diciéndole un día y otro: Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel".

   Podemos ir estos días de la mano de María, pues como decía san Bernardo, "si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas… mira a la estrella, llama a María... En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María... Siguiéndola, no te desviarás; rogándole, no desesperarás; pensando en ella, no te perderás. Si ella te tiene de la mano no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás si es tu guía; llegarás felizmente al puerto si ella te es propicia", con ella llegaremos a la Resurrección de Jesús, y al cielo.

   Llucià Pou Sabaté

Domingo de Ramos, ciclo B: entra Jesús triunfalmente en Jerusalén, donde será sacrificado Jesús como sacrificio para la nueva alianza. Hoy leemos la Pasión para entrar en esta semana Santa y seguir los pasos del Señor

Domingo de Ramos, ciclo B: entra Jesús triunfalmente en Jerusalén, donde será sacrificado Jesús como sacrificio para la nueva alianza. Hoy leemos la Pasión para entrar en esta semana Santa y seguir los pasos del Señor

 

Lectura Marcos 11,1-10: "Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al Monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles: -Id a la aldea de enfrente, y en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto. Fueron y encontraron el borrico en la calle atado a una puerta; y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron: -¿Por qué tenéis que desatar el borrico? Ellos le contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron. Llevaron el borrico, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás, gritaban: -Viva, bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. ¡Viva el Altísimo!"

 

Comentario: Comienza la Semana Santa con la procesión, recordando que Jesús entró con un borrico a Jerusalén. Comienza hoy la «semana mayor» o «semana grande», la semana Santa, que tiene dos partes: el final de la Cuaresma (del Domingo de Ramos al Miércoles Santo) y el Triduo Pascual (Jueves, Viernes y Sábado-Domingo). Días de gran intensidad litúrgica en los que queremos acompañar a Jesús.

   A nivel popular, tenemos procesiones y pasos, visitas a los «monumentos», hora santa, sermón de las siete palabras, viacrucis, representaciones teatrales y actos de hermandades… con los que la devoción popular salió de los templos a las plazas, calles y campos enarbolando símbolos más accesibles, como han sido y siguen siendo los «pasos» de las procesiones.

   "El Señor necesita el asno", cumplimiento del viejo texto de Zacarías: "Aclama, Jerusalén; mira a tu rey que está llegando: justo, victorioso, humilde, cabalgando…" Así, indica S. Agustín que aquel asno somos nosotros: "No te avergüences de ser jumento para el Señor. Llevarás a Cristo, no errarás la marcha por el camino: sobre ti va sentado el Camino. ¿Os acordáis de aquel asno presentado al Señor? Nadie sienta vergüenza: aquel asno somos nosotros. Vaya sentado sobre nosotros el Señor y llámenos para llevarle a donde Él quiera. Somos su jumento y vamos a Jerusalén. Siendo Él quien va sentado, no nos sentimos oprimidos, sino elevados. Teniéndole a Él por guía, no erramos: vamos a Él por Él; no perecemos".

   Aquí Jesús está instaurando el nuevo templo que es su cuerpo que va a ofrecer esta semana para edificarlo, y la gente aclama a Jesús a su paso, proclamando proféticamente al Mesías que había de liberar al pueblo; el "Bendito el que viene en el nombre del Señor..." es un grito propio de una entronización del rey davídico, y el "reino que viene", pues Jesús es salvador y mensajero del Padre. Entra montado en un borrico, que significa que viene con la paz de su corazón, como veremos luego en el lavatorio de los pies del Jueves Santo.

   La liturgia de la Semana Santa comienza con esta bendición de las palmas y una procesión, con una solemne proclamación de la narración de la Pasión en la misa.

   En los primeros siglos, en Jerusalén se comenzó a venerar los lugares donde había sucedido algún acontecimiento en la vida de Jesús. "Por eso el domingo anterior al Viernes Santo todo el pueblo se reunía en el Monte de los Olivos junto con el obispo y desde allí se dirigían a la ciudad con ramos en las manos y gritando Viva, como habían hecho los contemporáneos de Jesús", escribe la monja Egeria, peregrina española del s. IV que en su diario nos cuenta como se celebraba el Domingo de Ramos y nos detalla que el obispo de Jerusalén, representando a Cristo, se montaba en un burro y que la gente llevaba a sus recién nacidos y a los niños a la procesión. En Roma para el siglo IV se le llamaba a este día "Domingo de la Pasión" haciendo ver que la cruz es el camino de la resurrección, y seguimos aún esta tradición (una de tantas para celebrar ese día en la cristiandad). En Francia y en España en el siglo VII se habla ya de la bendición de ramos y de la procesión, que se ve incorporando al rito. Desde Trento se unificó el rito en la iglesia latina: procesión de Ramos y celebración de la pasión.

   El Papa Juan Pablo II ha querido que fuera también el día de la Jornada Mundial de la Juventud: invitar a los jóvenes a dejar entrar a Cristo en su vida y llevar su testimonio.

Llucià Pou Sabaté

Sábado de la 5ª semana de Cuaresma: Jesús nos trae la nueva Alianza en su Sangre redentora, la liberación que nos hace hijos de Dios

Sábado de la 5ª semana de Cuaresma: Jesús nos trae la nueva Alianza en su Sangre redentora, la liberación que nos hace hijos de Dios

A. Lecturas:

   1. Ezequiel 37,21-28: Entonces les dirás: Así habla el Señor: Yo voy a tomar a los israelitas de entre las naciones adonde habían ido; los reuniré de todas partes y los llevaré a su propio suelo. Haré de ellos una sola nación en la tierra, en las montañas de Israel, y todos tendrán un solo rey: ya no formarán dos naciones ni estarán más divididos en dos reinos. Ya no volverán a contaminarse con sus ídolos, con sus abominaciones y con todas sus rebeldías. Los salvaré de sus pecados de apostasía y los purificaré: ellos serán mi Pueblo y yo seré su Dios. Mi servidor David reinará sobre ellos y todos ellos tendrán un solo pastor. Observarán mis leyes, cumplirán mis preceptos y los pondrán en práctica. Habitarán en la tierra que di a mi servidor Jacob, donde habitaron sus padres. Allí habitarán para siempre, ellos, sus hijos y sus nietos; y mi servidor David será su príncipe eternamente. Estableceré para ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna. Los instalaré, los multiplicaré y pondré mi Santuario en medio de ellos para siempre. Mi morada estará junto a ellos: yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Y cuando mi Santuario esté en medio de ellos para siempre, las naciones sabrán que yo soy el Señor, el que santifico a Israel.

   2. Jeremías 31,10-13: ¡Escuchen, naciones, la palabra del Señor, anúncienla en las costas más lejanas! Digan: "El que dispersó a Israel lo reunirá, y lo cuidará como un pastor a su rebaño".

   Porque el Señor ha rescatado a Jacob, lo redimió de una mano más fuerte que él.

   Llegarán gritando de alegría a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor, hacia el trigo, el vino nuevo y el aceite, hacia las crías de ovejas y de vacas. Sus almas serán como un jardín bien regado y no volverán a desfallecer.

   Entonces la joven danzará alegremente, los jóvenes y los viejos se regocijarán; yo cambiaré su duelo en alegría, los alegraré y los consolaré de su aflicción.

   3. Juan 11,45-57: "Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: "¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación". Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: "Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?". No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos. A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús. Por eso Él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos. Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: "¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?". Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde Él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo".

 

B. Comentario:

   1. Ezequiel anuncia la vuelta de Israel del exilio, a los momentos de gloria con el Mesías. Es Alianza divina con los patriarcas, Moisés, David... que veremos en el evangelio de hoy, con Jesús que da su vida «para reunir en la unidad a los hijos de Dios dispersos». Amar y ser amados. Nos gusta más la paz que la discordia. Dios se presenta como «el que procura la unión». «Voy a congregarlos...» Él mismo es, en sí mismo, un misterio de unidad: Tres constituidos en uno. Dios hizo la humanidad, cada hombre, a su imagen. Necesitamos sentirnos solidarios unos con otros, ayudarnos mutuamente, dialogar: sin racismos, separatismos, conflictos, silencios que hacen daño… Perdón, Señor.

   -"No volverán a formar dos naciones, ni volverán a estar divididos en dos reinos". Estaban reñidos el Reino de Judá al sur y el Reino de Israel, al norte. Pero tal situación es símbolo de todas las rupturas entre hermanos, entre esposos, entre naciones, entre grupos sociales, entre Iglesias. Hijos del mismo Padre, amados del mismo Dios. Toda ruptura entre hermanos comienza por desgarrar el corazón de Dios. Toda división entre hombres, hechos para entenderse, comienza por ser contraria al proyecto de Dios. Y, para la Iglesia, es un escándalo: "¡que todos sean uno para que el mundo crea!", «os doy un mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros.» «Felices los constructores de paz, serán llamados hijos de Dios.» ¿Qué llamada es oída más intensamente por mí a través de esas Palabras de Dios? ¿En qué punto de la humanidad he de ser «constructor de unidad», lazo de unión, elemento de diálogo?

   -"Yo seré su Dios... y ellos serán mi pueblo... Y las naciones sabrán que yo soy el Señor, el que santifica a Israel". La reputación de Dios está comprometida con el testimonio de unidad que da, o que no da, una «comunidad cristiana». La desunión de los cristianos, el rechazo del diálogo y de la búsqueda en común... impiden reconocer a Dios. Las «naciones no sabrán que Él es el Señor» si no se hace ese esfuerzo de unidad (Noel Quesson).

   Como la Pascua, son palabras que pasan por la muerte, para dar vida. Dios nos tiene destinados a la vida y a la fiesta. Los que no sólo oímos a Ezequiel o Jeremías, sino que conocemos ya a Cristo Jesús, tenemos todavía más razones para mirar con optimismo esta primavera de la Pascua que Dios nos concede. Porque es más importante lo que Él quiere hacer que lo que nosotros hayamos podido realizar a lo largo de la Cuaresma. La Pascua de Jesús tiene una finalidad: Dios quiere, también este año, restañar nuestras heridas, desterrar nuestras tristezas y depresiones, perdonar nuestras faltas, corregir nuestras divisiones. ¿Estamos dispuestos a una Pascua así? En nuestra vida personal y en la comunitaria, ¿nos damos cuenta de que es Dios quien quiere «celebrar» una Pascua plena en nosotros, poniendo en marcha de nuevo su energía salvadora, por la que resucitó a Jesús del sepulcro y nos quiere resucitar a nosotros? ¿Se notará que le hemos dejado restañar heridas y unificar a los separados y perdonar a los arrepentidos y llenar de vida lo que estaba árido y raquítico? (J. Aldazábal).

   Pedimos al Señor su gracia especialmente estos días: «Tú concedes a tu pueblo, en los días de Cuaresma, gracias más abundantes» (oración): "Estoy decidido a que no pase este tiempo de Cuaresma como pasa el agua sobre las piedras, sin dejar rastro. Me dejaré empapar, transformar; me convertiré, me dirigiré de nuevo al Señor, queriéndole como Él desea ser querido […]. El cristianismo no es camino cómodo: no basta estar en la Iglesia y dejar que pasen los años" (San Josemaría). «Humildemente te pedimos, Señor, que así como nos alimentas con el cuerpo y la sangre de tu Hijo, nos des también parte en su naturaleza divina»… (Postcomunión).

   Cuaresma que ahora nos pone delante de estas preguntas fundamentales: ¿avanzo en mi fidelidad a Cristo?, ¿en deseos de santidad?, ¿en generosidad apostólica en mi vida diaria, en mi trabajo ordinario entre mis compañeros de profesión? Procuremos aguzar el ingenio –el amor es agudo- para descubrir que nuestro Padre del Cielo –que tiene como propio perdonar y tener misericordia- está siempre esperándonos pues desea perdonar cualquier ofensa para ofrecernos su casa, está feliz cuando el hijo vuelve de nuevo a Él, se siente realizado cuando el hijo se arrepiente y pide perdón. Nuestro Señor es tan Padre, que previene nuestros deseos de ser perdonados, y se adelanta, abriéndonos los brazos con su gracia. San León Magno nos anima a descubrir nuestro mejor yo en ese amor que Dios nos ha puesto, esas semillas divinas, así decía: "Que cada uno de los fieles se examine, pues, a sí mismo, esforzándose en discernir sus más íntimos afectos".

   Y de ahí saldrán propósitos de más sacrificio pues el amor se muestra ahí, en cosas pequeñas, y ahí también se estropea, con la rutina y dejadez… "Hemos de convencernos de que el mayor enemigo de la roca no es el pico o el hacha, ni el golpe de cualquier otro instrumento, por contundente que sea: es esa agua menuda, que se mete gota a gota, entre las grietas de la peña, hasta arruinar su estructura. El peligro más fuerte para el cristiano es desperdiciar la pelea en esas escaramuzas sobrenaturales, que calan poco a poco en el alma, hasta volverla blanda, quebradiza e indiferente, insensible a las voces de Dios" (san Josemaría).

   3. «Jesús iba a morir por la nación, y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos». Hoy, de camino hacia Jerusalén, Jesús se sabe perseguido, vigilado, sentenciado, porque se ha revelado como Hijo de Dios y ha dado "el anuncio del Reino" pero no han creído y Caifás ha dicho «os conviene que muera uno sólo por el pueblo y no perezca toda la nación». Se prepara para «reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos». Nguyen van Thuan decía: "Mira la cruz y encontrarás la solución a todos los problemas que te preocupan".

   Nos encontramos a las puertas de la Semana Santa. Como se suele decir, el tiempo ha pasado "volando". Hemos hecho el camino de 40 días: "Caminarán según mis mandatos y cumplirán mis preceptos, poniéndolos por obra". Sin embargo, si hemos de ser sinceros, y a la vista de las antífonas de las misas de todos estos días de Cuaresma, en donde se nos ha invitado a la conversión, a la penitencia, a la penitencia… y a más penitencia, nos hemos de preguntar: ¿en qué ha consistido esa reparación, sacrificio o desagravio diario? Yo siempre tengo la impresión que tenía que haber hecho más. Menos mal que hay una cosa llamada "tiempo" que con la experiencia de lo vivido puedo seguir mejorando: mientras hay vida hay esperanza… siempre suelo decir: "esto no ha salido… todavía".

   Jesús "se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos". Se reúne con sus íntimos en vísperas de lo que ha de acontecer. La oración, es la antesala de la penitencia, y ésta la mesa del sacrificio. Pero Jesús, además de acompañarse de sus discípulos, cuenta contigo y conmigo, y en ese altar de la Eucaristía se encuentra toda la humanidad, esperando, una vez más, la pequeña penitencia que hoy hayamos podido realizar. Sólo así, ganaremos almas para Dios (Archidiócesis Madrid).

   "El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre", "tiene ya la vida eterna": Señor, no quiero más egoísmo, reticencias, cálculo; hazme como tú, entregado a mi vocación a la que Dios me llama, a la Verdad, quiero oír que me dices: "Yo soy el Hijo de Dios", y que me devuelves la pregunta: ¿Y tú quién pretendes ser? ¿Quién pretendes ser, que no aceptas plenamente mi amor en tu corazón? ¿Quién pretendes ser, que calculas una y otra vez la entrega de tu corazón a tu vocación cristiana en tu familia, en la sociedad?

 

Llucià Pou Sabaté

jueves, 21 de marzo de 2024

Cuaresma 5, viernes: Jesús, hijo de Dios, es el inocente que por el sufrimiento nos abre las puertas para entrar a la familia de Dios

Cuaresma 5, viernes: Jesús, hijo de Dios, es el inocente que por el sufrimiento nos abre las puertas para entrar a la familia de Dios

 

A. Lecturas:

   1. Jeremías (20,10-13): Oía la acusación de la gente: «"Pavor-en-torno", delatadlo, vamos a delatarlo». Mis amigos acechaban mi traspié: «A ver si, engañado, lo sometemos y podemos vengarnos de él». Pero el Señor es mi fuerte defensor: me persiguen, pero tropiezan impotentes. Acabarán avergonzados de su fracaso, con sonrojo eterno que no se olvidará.

   Señor del universo, que examinas al honrado y sondeas las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos, pues te he encomendado mi causa! Cantad al Señor, alabad al Señor, que libera la vida del pobre de las manos de gente perversa.

   2. Salmo 17,2-3a.3bc-4.5-6.7:  Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos.

   Me cercaban olas mortales, torrentes destructores me aterraban, me envolvían las redes del abismo, me alcanzaban los lazos de la muerte.

   En el peligro invoqué al Señor, grité a mi Dios: desde su templo él escuchó mi voz, y mi grito llegó a sus oídos.

   3. Juan 10,31-42: "En aquel tiempo, los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. Jesús les dijo: «Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?». Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios». Jesús les respondió: «¿No está escrito en vuestra Ley: 'Yo he dicho: dioses sois'? Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios —y no puede fallar la Escritura— Aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: 'Yo soy Hijo de Dios'? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre». Querían de nuevo prenderle, pero se les escapó de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado antes bautizando, y se quedó allí. Muchos fueron donde Él y decían: «Juan no realizó ninguna señal, pero todo lo que dijo Juan de éste, era verdad». Y muchos allí creyeron en Él".

 

B. Comentario:

   Así, casi sin darnos cuenta, mañana acaba la cuaresma, pues pasado ya es Domingo de Ramos. Todo llega. Desanimarse es una tontería. Escucha el consejo que da el barrendero a Momo: "Cuando barro, las cosas son así: a veces tienes ante ti una calle larguísima. Te parece tan terriblemente larga que crees que nunca podrás acabar. Y entonces te empiezas a dar prisa. Cada vez que levantas la vista, ves que la calle no se hace más corta. Y te esfuerzas más todavía, al final estás sin aliento. Y la calle sigue estando por delante... Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez ¿entiendes? Sólo hay que pensar en el paso siguiente.... entonces es divertido... de repente uno se da cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle." Ser santo, amar mucho a Dios... cualquier meta puede alcanzarse casi siempre, si hay paciencia. Consiste en dar un paso cada día; por eso, no te desanimes nunca: haz bien hoy las pequeñas cosas de¡ día. ¡Qué no me desanime, Señor, que es una tontería! Poco a poco, con pequeños pocos, conseguiré hacer realidad las cosas grandes que quiero - y Tú también quieres - en mi vida (José Pedro Manglano).

   1. Jeremías, que al pobre lo llevaban por el camino de la amargura: "Yo oía a mis adversarios que decían contra mí: «¿Cuándo, por fin, lo denunciarán?» Ahora me observan los que antes me saludaban, esperando que yo tropiece para desquitarse de mí.  Pero Yahvé está conmigo, Él, mi poderoso defensor; los que me persiguen no me vencerán. Caerán ellos y tendrán la vergüenza de su fracaso, y su humillación no se olvidará jamás. Yahvé, Señor, tus ojos están pendientes del hombre justo. Tú conoces las conciencias y los corazones, haz que vea cuando te desquites de ellos, porque a Ti he confiado mi defensa. ¡Canten y alaben a Yahvé, que salvó al desamparado de las manos de los malvados!  El cuchicheo de la gente que decía: ... delatadlo, vamos a delatarlo". Jeremías sufre por la verdad. En todo hombre que sufre, en todo "hombre de dolor", se ve reflejada la imagen de Jesús, el Justo, que se une a nuestro sufrimiento para que podamos llevarlo con provecho para nuestra salvación: ayúdanos, Señor, a ver tu faz... y a la vez creeremos «que sufren contigo»... y «que resucitarán también contigo» (Rm 6-8). Y todo hombre que sufre me ayuda a ver el rostro de Jesús. Momentos de "terror" del profeta.

   2. El hombre acorralado: "A ti he confiado mi causa", se abandona en Dios, como hará Jesús: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu...». Decimos en la Entrada: «Piedad, Señor, que estoy en peligro; líbrame de los enemigos que me persiguen. Señor, que no me avergüence de haberte invocado». A todo hombre le llega el encontrarse, algún día, en esa situación extrema. Pecados personales y de los otros (es la libertad…), límites humanos o leyes de la naturaleza (catástrofes, enfermedades...). ¿El mal nos viene como castigo por los pecados? La muerte de Jesús, el «inocente», viene a decir claramente que no. Jeremías es modelo de una vida marcada por la incomprensión y dureza de su propio pueblo, soledad dolorosa en su ministerio profético, de "amar a Dios sobre todas las cosas". Su voz sigue proclamando fuerte el amor a Dios y su alianza.

    "En el peligro invoqué al Señor y me escuchó. Yo te amo, Señor, Tú eres mi fortaleza, Dios míos, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte… En el peligro invoqué al Señor, grité a mi Dios; desde su templo Él escuchó mi voz y mi grito llegó a sus oídos": En el salmo meditamos el dolor y las afrentas en las persecuciones. Es como la oración de Cristo en su Pasión. Fue perseguido, pero también triunfó. El cristiano puede recitar este salmo en sus tribulaciones y dolores, y también en la pena de la esclavitud del pecado.

   3. Este viernes hay un recuerdo especial para la Virgen de los Dolores, que acompañó a Jesús en la Pasión. De su mano queremos entrar en estos días de preparación última a la Semana Santa.  El Viernes de pasión, antiguamente memoria de la Virgen de los dolores, es como el pórtico para comenzar a meternos en las escenas del Evangelio que narran la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, y preguntarnos cómo vamos a vivir estos próximos días de una manera especial. Será ésta una Semana Santa eucarística, de acción de gracias por la Redención, especialmente el Triduo pascual, con jueves santo, el día que Jesús se nos da todo Él en este Sacramento, el viernes cuando se entrega a la pasión y muerte por amor, y el Domingo de Resurrección, el día que Jesús ha hecho nuevas todas las cosas. Y como siempre, lo mejor para acompañar de cerca al Señor, para contemplarle y demostrarle un amor con propósitos de conversión, es hacerlo con la Virgen de los Dolores.

   Para hacer una buena fotografía se requiere un encuadre adecuado, enfocar bien el campo visual, un punto de vista adecuado. Pues para vivir la Semana Santa el mejor ángulo de encuadre es el corazón de la Santísima Virgen, meternos en su corazón y desde allí acompañar a Jesús. 

   Ella nos dice que hagamos lo que su Hijo nos diga. Es bueno que pensemos qué es lo que Jesús nos dice con su Pasión, y al contemplar lo mucho que Jesús nos quiere hasta morir crucificado por nuestra salvación, nos vendrá a la cabeza, como decía san Josemaría Escrivá: Jesús ha hecho esto por mí... yo, ¿qué hago por Jesús? Y de ahí salen propósitos de correspondencia: puesto que la causa de la muerte de Jesús son mis pecados, voy a vivir en gracia de Dios acudiendo al sacramento de la confesión. Voy a acompañar a Jesús de la mejor manera: que Él esté conmigo, y huyendo de las ocasiones de pecado, acudiendo a la Virgen en las tentaciones, reaccionando con prontitud como han hecho los santos: "¡Aparta Señor de mí lo que me aparte de Ti!"

   Hemos de mirar a Cristo para aprender de Él a tratar al Padre, meternos entre los apóstoles en esas escenas, y orar con Él lleva necesariamente a asumir como propia la Voluntad del Padre... los planes divinos, dejarle habitar en mi inteligencia y en mi corazón. "Contemplar" así es desligarnos de nuestra miseria y volar alto, en esas alturas del amor de Dios. La oración es necesaria para no caer en la tentación, para no abandonar a Jesús en las horas duras: "abandonándole huyeron todos" (Mc 14, 50), en una desbandada que dura siglos... Hoy Jesús sigue teniendo pocos amigos: para no fallarle, para que Jesús no se quede más solo, para acompañarle... hay que estar con Él cada día, incorporar a nuestro plan de vida estar unos minutos con quien sabemos nos quiere tanto: la lectura del Evangelio, la oración para meter la cabeza y el corazón en cada una de las escenas de la Pasión del Señor, si puede ser meditación, que lleve a la contemplación que es cerrar los ojos y representar a Cristo en el momento a considerar según lo que nos presenta la liturgia cada uno de estos días: hecho un guiñapo en la flagelación, caído en el suelo por el camino de la Vía dolorosa, con la cruz a plomo... "Contemplar" ha de ser dejarse mirar por Él, y mirarle nosotros con petición de perdón... esta actitud ha hecho muchos santos y es el mejor sistema para crecer en amor a Cristo, a través de su Humanidad Santísima. Va muy bien beber en la sabiduría de las imágenes del crucificado, como el pequeño crucifijo que podemos llevar encima, y al que acudir a escondernos en sus heridas; o admirar el padecimiento de Jesús cuando vamos a dejar un trabajo por cansancio, cuando somos perezosos; ver su humillación cuando nos sentimos vanidosos; ver su generosidad cuando nos vence el egoísmo,  ver su entrega cuando luchamos poco.

   Nos acercamos a Jesús con los protagonistas de la Pasión, por ejemplo Verónica, esa mujer atrevida, que se abre paso para dar la cara por Jesús; limpia su rostro y queda grabada su faz en el velo, como queda impresa la imagen de Cristo en nuestra alma. Por eso, de ahí nacen deseos de no empañar esa imagen con cosas malas, queremos limpiar el rostro de Jesús... Son los actos de amor y de desagravio, jaculatorias y petición de perdón ante nuestros retrasos e indelicadezas, desganas y falta de sensibilidad. Son también nuestras contrariedades, enfermedades, unidas a la cruz de Jesús; y las correcciones que nos hacen, agradecer esa ayuda. Y siempre con María, ir de su mano, a donde Ella nos lleve.

   "Jesús se paseaba en el Templo... De nuevo los judíos trajeron piedras para apedrearle". Así nos muestras, Jesús, que tu pasión comenzó mucho antes del viernes. Las últimas semanas de tu vida terrena las viviste rodeado de enemigos despiadados. Sabes lo que es el sufrimiento moral: el miedo, la aprehensión, el ansia, la inseguridad... ser incomprendido, mal juzgado... vivir en medio de gentes que deforman nuestras intenciones profundas... no llegar a hacerse comprender. Todo esto que es lote doloroso de tantos seres humanos, lo has experimentado, Señor Jesús. ¿Cuáles eran entonces tus reacciones interiores? Ayúdame, Señor, a contemplar lo que pasa en ti mientras Tú vives los últimos días de tu vida. Pero no estás solo: "El Padre está en mi y Yo en el Padre"... Incluso en medio de las tormentas, seguramente estabas en posesión de una paz constante. Incluso en la angustia podías apoyarte en el Padre. Te sabías amado, acompañado, cuidado (Noel Quesson). "El Padre está en mí". Comunión. Unidad profunda. Los Padres de la Iglesia se atreverán a decir: "Dios se hizo hombre, para que el hombre llegara a ser Dios". Colocándonos espiritualmente ante el Cristo crucificado, Salvador, Buen Pastor, Amigo que da la vida por sus amigos, meditemos sobre ese momento de gracia, perdón y salvación, hablándole desde nuestra más profunda intimidad: Pastor, que con tus silbos amorosos me despertaste del profundo sueño; dame poder vivir contigo estos días de tu Pasión.

   Jesús sufrió viendo que se acercaba el momento de su ofrecimiento… Pero lo que más te debía doler era la incomprensión de aquellos hombres: les habías demostrado con obras que eras el Hijo de Dios, y te iban a pagar con la cruz. ¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados. Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina cobija a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste (Mt 23,37). Jesús, quiero acompañarte estos días teniendo tus mismos sentimientos. Aquello del Apóstol: «tened en vuestros corazones los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo en el suyo», exige a todos los cristianos que reproduzcan en sí, en cuanto al hombre es posible, aquel sentimiento que tenía el divino Redentor cuando se ofrecía en sacrificio. Exige, además, que de alguna manera adopten la condición de víctima, negándose a sí mismos según los preceptos del Evangelio, entregándose voluntaria y gustosamente a la penitencia, detestando y confesando cada uno sus propios pecados. Si unimos nuestras pequeñeces -las insignificantes y las grandes contradicciones- a los grandes sufrimientos del Señor, Víctima -¡la única Víctima es Él!-, aumentará su valor, se harán un tesoro y, entonces, tomaremos a gusto, con garbo, la Cruz de Cristo. -Y no habrá así pena que no se venza con rapidez; y no habrá nada ni nadie que nos quite la paz y la alegría (Forja, 785).

   Jesús, que cuando sufra por algún motivo, físico o moral, me acuerde de lo mucho que has sufrido por mí, y me dé cuenta de que también así, sufriendo, me estoy pareciendo y uniendo a Ti. Son esas caricias de Dios, que me trata como a su Hijo, y que me permite aportar mi pequeño grano de arena a la Redención.  Cada día puedo ofrecer esas contradicciones en la Misa, junto al Pan y el Vino, de manera que se unan al sacrificio de la Cruz (Pablo Cardona).

Se alza la Cruz del Señor con toda su fuerza como estandarte verdadero, como única razón indiscutible: «¡Oh admirable virtud de la santa cruz! ¡Oh inefable gloria del Padre! En ella podemos considerar el tribunal del Señor, el juicio del mundo y el poder del crucificado. ¡Oh, sí, Señor: atrajiste a ti todas las cosas cuando, teniendo extendidas todo el día tus manos hacia el pueblo incrédulo y rebelde (cf. Is 65,2), el universo entero comprendió que debía rendir homenaje a tu majestad!» (San León Magno).

   Llucià Pou Sabaté