martes, 19 de marzo de 2024

Cuaresma 5, martes: Dios se revela en Jesús, que en la Cruz nos salva, hemos de mirarle y creer en Él para recibir la Vida plena

Cuaresma 5, martes: Dios se revela en Jesús, que en la Cruz nos salva, hemos de mirarle y creer en Él para recibir la Vida plena

A. Lecturas:

   1. Números 21,4-9: Los israelitas partieron del monte Hor por el camino del Mar Rojo, para bordear el territorio de Edóm. Pero en el camino, el pueblo perdió la paciencia y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: "¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida miserable!". Entonces el Señor envió contra el pueblo unas serpientes abrasadoras, que mordieron a la gente, y así murieron muchos israelitas. El pueblo acudió a Moisés y le dijo: "Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti. Intercede delante del Señor, para que aleje de nosotros esas serpientes". Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor le dijo: "Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un asta. Y todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará curado". Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta. Y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba hacia la serpiente de bronce y quedaba curado.

   2. Salmo 102,2-3.16-21: Señor, escucha mi oración y llegue a ti mi clamor; / no me ocultes tu rostro en el momento del peligro; inclina hacia mí tu oído, respóndeme pronto, cuando te invoco. / Las naciones temerán tu Nombre, Señor, y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria: / cuando el Señor reedifique a Sión y aparezca glorioso en medio de ella; / cuando acepte la oración del desvalido y no desprecie su plegaria. / Quede esto escrito para el tiempo futuro y un pueblo renovado alabe al Señor: / porque él se inclinó desde su alto Santuario y miró a la tierra desde el cielo, / para escuchar el lamento de los cautivos y librar a los condenados a muerte. Los hijos de tus servidores tendrán una morada y su descendencia estará segura ante ti.

   3. Juan 8,21-30: "«Jesús les dijo de nuevo: Yo me voy y me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado; a donde yo voy vosotros no podéis venir Los judíos decían: ¿Es que se va a matar y por eso dice: A donde yo voy vosotros no podéis venir? Y les decía: Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo. Os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados. Entonces le decían: ¿Tú quién eres? Jesús les respondió: Ante todo, lo que os estoy diciendo. Tengo muchas cosas que hablar y juzgar de vosotros, pero el que me ha enviado es veraz, y yo, lo que he oído, eso hablo al mundo. Ellos no entendieron que les hablaba del Padre. Díjoles, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mi mismo, sino que como el Padre me enseñó así hablo. Y el que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo porque yo hago siempre lo que le agrada. Al decir estas cosas, muchos creyeron en él»".

 

B. Comentario:

   1. Por el camino del Mar Rojo, el pueblo perdió la paciencia y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: "¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida miserable!". Entonces vino una plaga de serpientes venenosas, que mordieron a la gente, y así murieron muchos israelitas. El pueblo acudió a Moisés y le dijo: "Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti. Intercede delante del Señor, para que aleje de nosotros esas serpientes". Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor le dijo: "Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un asta. Y todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará curado". Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta. Y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba hacia la serpiente de bronce y quedaba curado.

   El pueblo de Israel realiza la experiencia de la dificultad de vivir la fe, de confiar en la promesa de Dios. Su rebelión le muestra cómo fuera de Dios no hay salvación (Misa dominical). En el evangelio de hoy, Jesús dice que «debe ser levantado del suelo» y que será entonces un signo de salvación... La cruz. La serpiente de bronce era un anuncio de ese signo de salvación. A lo largo de toda la Biblia, el desierto es el lugar de la tentación y de las pruebas. La gran prueba es la de dudar de Dios mismo. Ese estado de duda en nuestras relaciones con Dios suele aparecer cuando nos sentimos excesivamente aplastados por el peso de nuestras preocupaciones. Y esto sucede, en verdad, también a los cristianos más generosos y a los apóstoles más ardientes. Con mayor razón esto puede explicar en parte el ateísmo y la incredulidad: ¡con el desánimo a cuestas, se acusa a Dios! Como Moisés, rezamos por nuestros contemporáneos que prescinden de Dios: ¡Ten piedad, Señor! ¡Alivia la carga que pesa sobre ellos!

   Llegan las "serpientes venenosas". La serpiente ha sido siempre símbolo de espanto. Animal sinuoso y deslizante, difícil de atrapar, que ataca siempre por sorpresa y cuya mordedura es venenosa: el veneno que inyecta en la sangre no guarda proporción con su herida aparentemente benigna. Se está tentado de atribuirlo a una potencia maléfica, casi mágica. Fue serpiente la que tentó a Eva, y hay mujeres que tienen sus pesadillas con imágenes de serpientes (supongo que a causa de haberlas visto por el campo). Los antiguos interpretaban como un castigo del cielo las desgracias naturales que les sobrevenían, y de ahí que vean el mal en la serpiente: -"Hemos pecado contra el Señor y contra ti. Intercede ante el Señor para que aparte de nosotros las serpientes". También nosotros queremos ser conscientes de nuestros pecados, ver claro; pero que la evidencia de nuestra culpa no nos deje sucumbir en el desaliento (Noel Quesson). En el Evangelio vemos que aquella figura era estandarte a imagen de Cristo en la Cruz: Él sí que nos cura y nos salva, cuando volvemos la mirada hacia Él, sobre todo cuando es elevado a la cruz en su Pascua. Jesús, el Salvador.

   2. "Señor, escucha mi oración y llegue a Ti mi clamor; no me ocultes tu rostro en el momento del peligro; inclina hacia mí tu oído, respóndeme pronto, cuando te invoco", reza un pobre gravemente enfermo, pero que no ha perdido la confianza de ser salvado de su enfermedad, pues conoce las frecuentes visitas de Dios a su pueblo. Por profundo que sea nuestro abatimiento, alcemos nuestros ojos a Dios, como Israel los levantó al signo que le presentaba Moisés y contemplemos a Jesucristo, nuestra salvación, en la Cruz. El Señor nos librará, aunque por nuestros pecados nos sintamos condenados a muerte: «Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta Ti, no me  escondas tu rostro el día de la desgracia. Inclina tu oído hacia mí, cuando te invoco, escúchame en seguida...». Es un clamor hacia la ternura de Dios, para que se haga presente en sus cuidados, y nos prepara "una morada… segura", que nos hace tocar con los dedos cuando nos elevamos de puntillas y alargamos las manos con la esperanza.

   3. Jesús sube a Jerusalén para la fiesta de las Tiendas y vemos las controversias con los judíos de Jerusalén que culminarán en el intento de apedrear a Jesús. La fiesta de las Chozas era para los judíos la fiesta por excelencia de la esperanza mesiánica. En ella la autoproclamación de Yahvé tenía una fuerza y centralidad sin igual, y la celebración venía a subrayar esta presencia poderosa de Yahvé en el templo con el majestuoso «Yo soy» de la liturgia. Jesús, en medio de este contexto, se autoproclama «Yo soy», pero ellos no ven... La revelación no puede ser más clara. Y en estas palabras majestuosas, que quieren responder a la pregunta explícita: «¿Tú quién eres?», se da precisamente la razón fundamental del escándalo y del rechazo judío: lo quieren apedrear (Oriol Tuñi). El fragmento de hoy acaba diciendo: «muchos del pueblo creyeron en Él»: Dios está aquí, en mi historia. Jesús es "el sitio" de la presencia divina, el lugar en que el hombre puede encontrar a Dios en el mundo. Esta revelación se hará plena con el Espíritu Santo, fruto de la Cruz: "Cuando levantéis al Hijo del hombre sabréis que Yo soy". Una exaltación por su abajamiento, como veremos próximamente (según Fil 2). Con esta conexión establecida entre la cruz y la afirmación "Yo soy" queda definitivamente claro dónde hay que buscar y encontrar el lugar de la presencia salvadora de Dios: en Cristo crucificado.

   "Cuando levantéis al Hijo del hombre sabréis que Yo soy y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado": la cruz es el lugar en que se ha revelado al mundo de manera más plena y más aplastante el amor entrañable de Dios (cf Jn 3,14-16). "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre... Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 19, 37): "Y se cumplió la Escritura: 'Mirarán al que traspasaron'": para ser salvado hay que "mirar" -con el corazón- a Cristo levantado en la cruz.

   Jesús mediante su muerte en la cruz proclama su obediencia a la voluntad del Padre. Y esa palabra tan fácil de decir "nada hago por mi cuenta" define exactamente la conducta de Jesús y en su muerte se confirma y se realiza de una manera perfecta, es la máxima realización de la voluntad divina, una oración existencial: "El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada". Jesús está máximamente acompañado, el Padre "no me ha dejado solo", es decir, que la soledad de las palabras de Jesús en la cruz (Mt 27, 46) "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" según los sinópticos, queda completado, para cortar los errores de interpretación, por esa verdad que explica S. Juan: el Padre no ha abandonado a su Hijo ni siquiera al ser izado en la cruz y la razón está en que "yo hago siempre lo que le agrada", es decir, cumplo siempre su voluntad. San Germán de Constantinopla contempla así esta obediencia de Cristo: «A raíz de que Cristo se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte y muerte de Cruz (cf. Flp 2,8), la Cruz viene a ser el leño de obediencia, ilumina la mente, fortalece el corazón y nos hace participar del fruto de la vida perdurable. El fruto de la obediencia hace desaparecer el fruto de la desobediencia. El fruto pecaminoso ocasionaba estar alejado de Dios, permanecer  lejos del árbol de la vida y hallarse sometido a la sentencia condenatoria que dice: "volverá a la tierra de donde fuiste formado" (Gén 3,19). El fruto de la obediencia, en cambio, proporciona familiaridad con Dios, dando cumplimiento a estas palabras de Cristo: Cuando yo sea levantado en alto atraeré a todos a Mí (Jn 12,32). Esta promesa es verdad muy apetecible».

   Jesús, me enseñas a estar pendiente del amor a Dios, amor a los demás. Así no me sentiré nunca solo, sino en tu compañía, y te pedimos hoy: «perdona nuestras faltas y guía Tú mismo nuestro corazón vacilante» (ofrendas). San León Magno dice: «¡Oh  admirable poder de la Cruz!... En ella se encuentra el tribunal del Señor, el juicio del mundo, el poder del Crucificado. Atrajiste a todos hacia Ti, Señor, a fin de que el culto de todas las naciones del orbe celebrara mediante un sacramento pleno y manifiesto, lo que realizaban en el templo de Judea como sombra y figura... Porque tu Cruz es fuente de toda bendición, el origen de toda gracia; por ella, los creyentes reciben de la debilidad, la fuerza; del oprobio, la gloria; y de la muerte, la vida».

   El paraíso tenía en el centro el árbol de la vida, y el nuevo paraíso que nos muestra ese "Dios presencia" es a través de la cruz, árbol de la vida por la que entramos en la Vida plena: «La Cruz no encierra en sí mezcla del bien y del mal como el árbol del Edén, sino que toda ella es hermosa y agradable, tanto para la vista cuanto para el gusto. Se trata, en efecto, del leño que engendra la vida, no la muerte; que da luz, no tinieblas; que introduce en el Edén, no que hace salir de él...» (San Teodoro Estudita).

   Sus brazos abiertos, extendidos entre el cielo y la tierra, trazan el signo indeleble de su amistad con nosotros los hombres. Al verle así, alzado ante nuestra mirada pecadora, sabremos que Él es (cf. Jn 8,28), y entonces, como aquellos judíos que le escuchaban, también nosotros creeremos en Él. "Sólo la amistad de quien está familiarizado con la Cruz puede proporcionarnos la connaturalidad para adentrarnos en el Corazón del Redentor... Que nuestra mirada a la Cruz, mirada sosegada y contemplativa, sea una pregunta al Crucificado, en que sin ruido de palabras le digamos: «¿Quién eres tú?» (Jn 8,25). Él nos contestará que es «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6), la Vid a la que sin estar unidos nosotros, pobres sarmientos, no podemos dar fruto, porque sólo Él tiene palabras de vida eterna. Y así, si no creemos que Él es, moriremos por nuestros pecados. Viviremos, sin embargo, y viviremos ya en esta tierra vida de cielo si aprendemos de Él la gozosa certidumbre de que el Padre está con nosotros, no nos deja solos. Así imitaremos al Hijo en hacer siempre lo que al Padre le agrada" (Josep Maria Manresa).

Llucià Pou Sabaté

Marzo, 19, Solemnidad de San José: Patriarca de la Iglesia, el pueblo de la Alianza que Dios prometió desde el principio

Marzo, 19, Solemnidad de San José: Patriarca de la Iglesia, el pueblo de la Alianza que Dios prometió desde el principio

 

A. Lecturas:

   1. Samuel 7,4-5a. 12-14a. 16: En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor: -"Ve y dile a mi siervo David: Cuando hayas llegado al término de tu vida y descanses con tus padres estableceré después de ti a un descendiente tuyo, un hijo de tus entrañas; y consolidaré su reino. Él edificará un templo en mi honor y yo consolidaré su trono real para siempre. Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre.

   2. Salmo 18, 2-3. 4-5. 27 y 29: Cantaré eternamente las misericordias del Señor, / anunciaré tu fidelidad por todas las edades. / Porque dijo: «Tu misericordia es un edificio eterno, / más que el cielo has afianzado tu fidelidad.» // Sellé una alianza con mi elegido,  / jurando a David mi siervo: / «Te fundaré un linaje perpetuo, / edificaré tu trono para todas las edades.» // Él me invocará: «Tú eres mi padre, / mi Dios, mi Roca salvadora.» / Le mantendré eternamente mi favor / y mi alianza con él será estable.

   3. Romanos 4,13.16-18.22: Hermanos: No fue la observancia de la ley, sino la fe, la que obtuvo para Abraham y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia: así la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abraham, que es padre de todos nosotros. Así lo dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos.» Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia a lo que no existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia.» Por lo cual le fue computado como justicia.

   4. Mateo 1,16.18-21.24a: "Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: La madre de Jesús estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero apenas había tomado esta resolución se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: -"José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados". Cuando José se despertó hizo lo que le había mandado el ángel del Señor".

 

B. Comentario:

   1. Jesús tiene unos antepasados, para cumplir aquello: el Señor Dios le dará el trono de David, su padre. Dios prometió a Abraham una tierra, una descendencia y un vínculo. Como tierra, el mundo. «Recibir el mundo en herencia», dirá el salmo. La fe da la posesión del mundo. La descendencia, no es por la circuncisión, sino por la fe, por la que se pasa a ser heredero. Por esto es un don gratuito. Y la promesa permanece válida. "Te hice padre de muchos pueblos". Abraham es nuestro padre ante Dios «en quien creyó»; "padre" de todos los hombres. Por su fe, verdaderamente, "dio la vida". Hoy leemos la profecía sobre David, que se cumple en Jesús: "consolidaré su trono real para siempre. Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre".

   2. El salmo de hoy es un poema-himno real, que canta a Yahveh, Rey auténtico: "Cantaré eternamente las misericordias del Señor…» El amor y la fidelidad son tus cualidades divinas, Señor de la historia, dueño del corazón humano.  "Sellé una alianza con mi elegido… «Te fundaré un linaje perpetuo» Tú eres nuestro Dios, y nosotros somos tu pueblo. Te agradezco que me levantes de mi nada para hacerme hijo tuyo: "Él me invocará: «Tú eres mi padre… Le mantendré eternamente mi favor / y mi alianza con él será estable".

   3. Es con José con quien se hacen realidad las profecías de Abraham y los antiguos. El nuevo pacto que establece Dios con él abarca tres aspectos en su alianza: una tierra, una descendencia, un vínculo.

   Ya no es por la "observancia de la ley, sino la fe, la que obtuvo para Abraham y su descendencia la promesa de heredar el mundo": por tanto, será José quien da origen como nuevo Abraham a esta tierra nueva que es sentirse en casa pues Dios ha venido.

   "Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia: así la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abraham, que es padre de todos nosotros. Así lo dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos»". La descendencia –espiritual, por la fe- es la nueva familia de Jesús que la Sagrada Familia inaugura, ahí comienza la familia de Jesús, que no es por la sangre como dice hoy s. Pablo sino por la fe, la Iglesia.

    "Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia a lo que no existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia.» Por lo cual le fue computado como justicia". El vínculo que une esta familia, es ser hijos de Dios y la ley del amor que une –como participación del amor divino- a todos los miembros de ella. Es el vínculo de la fe, que en el Patriarca fue grande, en la escucha a la palabra divina, lleno de esperanza por encima de toda experiencia humana. Por eso dio ese crecimiento interior, esa santidad que le hace grande, anuncio de José, hombre de fe, padre de Jesús.

   3. "Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo". Es el final de la genealogía de Jesús, con José, nuevo Patriarca de la Iglesia, de la nueva descendencia, del pueblo que comienza en su núcleo vital de la Sagrada Familia, que como el antiguo de Egipto, "proveerá", cuidará de la casa.

   Dice san Bernardo: "¿Por qué quiso José despedir a María? Escuchad acerca de este punto, no mi propio pensamiento, sino el de lo Padres; si quiso despedir a María fue en medio del mismo sentimiento que hacía decir a san Pedro, cuando apartaba al Señor lejos de sí: Apártate de mí, que soy pecador (Lc 5, 8); y al centurión, cuando disuadía al Salvador de ir a su casa: Señor, no soy digno de que entres en mi casa (Mt 8, 8). También dentro de este pensamiento es como José, considerándose indigno y pecador, se decía a sí mismo que no debía vivir por más tiempo en la familiaridad de una mujer tan perfecta y tan santa, cuya admirable grandeza la sobrepasaba de tal modo y le inspiraba temor. El veía con una especie de estupor, por indicios ciertos, que ella estaba embarazada de la presencia de su Dios, y, como él no podía penetrar este misterio, concibió el proyecto de despedirla. La grandeza del poder de Jesús inspiraba una especie de pavor a Pedro, lo mismo que el pensamiento de su presencia majestuosa desconcertaba al centurión. Del mismo modo José, no siendo más que un simple mortal, se sentía igualmente desconcertado por la novedad de tan gran maravilla y por la profundidad de un misterio semejante; he ahí por qué pensó en dejar secretamente a María. ¿Habéis de extrañaros, cuando es sabido que Isabel no pudo soportar la presencia de la Virgen sin una especie de temor mezclado de respeto? (Lc 1, 43). En efecto, ¿de dónde a mí, exclamó, la dicha de que la madre de mi Señor venga a mí?" La cita es larga, pero me gusta más esa explicación que otras muchas que nos cuentan.

   Otra explicación, esta vez de San Jerónimo: "José, conociendo la castidad de María y extrañado por lo acaecido, oculta con su silencio aquello cuyo misterio ignora". Por tanto, José se habría encontrado ante un dilema: por un lado, la indiscutible inocencia de María, y, por otro, un hecho que parecía desmentirla; José busca entonces un comportamiento que deje a salvo ambas exigencias.                                                 

   "Pero apenas había tomado esta resolución se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: -"José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados". Aquí se llama Jesús, "Salvador", y en el anuncio de María Emmanuel, "Dios-con-nosotros". Así acaba el Evangelio: "Yo-estaré-con-vosotros"... en la Iglesia, por la fuerza del Espíritu.

   "Cuando José se despertó hizo lo que le había mandado el ángel del Señor". José, hombre cabal, es obediente a Dios sin rechistar. Toda la vida. Hasta en sueños estaba pendiente de la palabra de Dios. Por voluntad de Dios, que él interpretó en la orden del emperador, se desplazó con su esposa a Belén. Por obediencia a Dios, y para evitar la persecución de Herodes, llevó a María y a Jesús hasta las tierras de Egipto. Por obediencia a Dios, muerto el perseguidor, regresó del exilio con Jesús y María. Por obediencia a Dios, para evitar los antojos del tirano Arquelao, regresó con su familia a Nazaret. Siempre obediente, siempre pendiente de la palabra de Dios, siempre en silencio, como cuando Jesús se quedó en el templo. Y en silencio se fue, sin que nos quede constancia en los evangelios del día y de la fecha. Pero este silencio de José resuena hoy por toda la tierra y se escucha en todo el mundo. En san José, la palabra de Dios, obedecida y realizada, resuena con su original pureza, sin el más leve añadido, en el silencio profundo de la más plena responsabilidad. Porque creyó contra toda esperanza, contra todo lo humanamente razonable, creyó y confió en Dios, como Abrahán#. Podemos rezarle: "Oh custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia, Cristo Jesús, y la Virgen de las vírgenes, María; por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre castísimamente con corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén".

   Decía S. Josemaría: "Yo me lo imagino joven, fuerte, quizá con algunos años más que Nuestra Señora, pero en la plenitud de la edad y de la energía humana. / José se abandonó sin reservas en las manos de Dios, pero nunca rehusó reflexionar sobre los acontecimientos, y así pudo alcanzar del Señor ese grado de inteligencia de las obras de Dios, que es la verdadera sabiduría". De este modo, aprendió poco a poco que los designios sobrenaturales tienen una coherencia divina, que está a veces en contradicción con los planes humanos. José es un ejemplo de cómo hemos de santificar el trabajo, y de un aspecto importante: el espíritu de servicio, el deseo de trabajar para contribuir al bien de los demás hombres. El trabajo de José no fue una labor que mirase hacia la autoafirmación, aunque la dedicación a una vida operativa haya forjado en él una personalidad madura, bien dibujada. El Patriarca trabajaba con la conciencia de cumplir la voluntad de Dios, pensando en el bien de los suyos, Jesús y María, y teniendo presente el bien de todos los habitantes de la pequeña Nazaret. Para San José, la vida de Jesús fue un continuo descubrimiento de la propia vocación. José se sorprende, José se admira. Dios le va revelando sus designios y él se esfuerza por entenderlos… como ningún hombre antes o después de él, ha aprendido de Jesús a estar atento para reconocer las maravillas de Dios, a tener el alma y el corazón abiertos…, en lo humano, ha enseñado muchas cosas al Hijo de Dios… Jesús debía parecerse a José: en el modo de trabajar, en rasgos de su carácter, en la manera de hablar. En el realismo de Jesús, en su espíritu de observación, en su modo de sentarse a la mesa y de partir el pan, en su gusto por exponer la doctrina de una manera concreta, tomando ejemplo de las cosas de la vida ordinaria, se refleja lo que ha sido la infancia y la juventud de Jesús y, por tanto, su trato con José… José ha sido, en lo humano, maestro de Jesús; le ha tratado diariamente, con cariño delicado, y ha cuidado de Él con abnegación alegre. ¿No será ésta una buena razón para que consideremos a este varón justo, a este Santo Patriarca en quien culmina la fe de la Antigua Alianza, como Maestro de vida interior? La vida interior no es otra cosa que el trato asiduo e íntimo con Cristo, para identificarnos con Él. Y José sabrá decirnos muchas cosas sobre Jesús.

Llucià Pou Sabaté

 

 

 

 

 



 

domingo, 17 de marzo de 2024

Cuaresma 5, lunes: encuentro de la miseria humana con la misericordia divina

Cuaresma 5, lunes: encuentro de la miseria humana con la misericordia divina

 

A. Lecturas:

1. Daniel 13,1-9.15-17.19-30.33-62: En aquellos días, vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín, casado con Susana, hija de Jelcías, mujer muy bella y temerosa del Señor. Sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés. Joaquín era muy rico y tenía un jardín junto a su casa; y como era el más respetado de todos, los judíos solían reunirse allí.

   Aquel año fueron designados jueces dos ancianos del pueblo, de esos que el Señor denuncia diciendo:
«En Babilonia la maldad ha brotado de los viejos jueces, que pasan por guías del pueblo». Solían ir a casa de Joaquín, y los que tenían pleitos que resolver acudían a ellos.

   A mediodía, cuando la gente se marchaba, Susana salía a pasear por el jardín de su marido. Los dos ancianos la veían a diario, cuando salía a pasear, y sintieron deseos de ella.

   Pervirtieron sus pensamientos y desviaron los ojos para no mirar al cielo, ni acordarse de sus justas leyes. Sucedió que, mientras aguardaban ellos el día conveniente, salió ella como los tres días anteriores sola con dos criadas, y tuvo ganas de bañarse en el jardín, porque hacía mucho calor. No había allí nadie, excepto los dos ancianos escondidos y acechándola. Susana dijo a las criadas: «Traedme el perfume y las cremas y cerrad la puerta del jardín mientras me baño».

   Apenas salieron las criadas, se levantaron los dos ancianos, corrieron hacia ella y le dijeron:
«Las puertas del jardín están cerradas, nadie nos ve, y nosotros sentimos deseos de ti; así que consiente y acuéstate con nosotros. Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que un joven estaba contigo y que por eso habías despachado a las criadas».

   Susana lanzó un gemido y dijo: «No tengo salida: si hago eso, mereceré la muerte; si no lo hago, no escaparé de vuestras manos. Pero prefiero no hacerlo y caer en vuestras manos antes que pecar delante del Señor». Susana se puso a gritar, y los dos ancianos, por su parte, se pusieron también a gritar contra ella.

 Uno de ellos fue corriendo y abrió la puerta del jardín. Al oír los gritos en el jardín, la servidumbre vino corriendo por la puerta lateral a ver qué le había pasado. Cuando los ancianos contaron su historia, los criados quedaron abochornados, porque Susana nunca había dado que hablar.

   Al día siguiente, cuando la gente vino a casa de Joaquín, su marido, vinieron también los dos ancianos con el propósito criminal de hacer morir a Susana. En presencia del pueblo ordenaron:
«Id a buscar a Susana, hija de Jelcías, mujer de Joaquín». Fueron a buscarla, y vino ella con sus padres, hijos y parientes.

   Toda su familia y cuantos la veían lloraban. Entonces los dos ancianos se levantaron en medio de la asamblea y pusieron las manos sobre la cabeza de Susana. Ella, llorando, levantó la vista al cielo, porque su corazón confiaba en el Señor.

   Los ancianos declararon: «Mientras paseábamos nosotros solos por el jardín, salió esta con dos criadas, cerró la puerta del jardín y despidió a las criadas. Entonces se le acercó un joven que estaba escondido y se acostó con ella. Nosotros estábamos en un rincón del jardín y, al ver aquella maldad, corrimos hacia ellos. Los vimos abrazados, pero no pudimos sujetar al joven, porque era más fuerte que nosotros, y, abriendo la puerta, salió corriendo.

   En cambio, a esta le echamos mano y le preguntamos quién era el joven, pero no quiso decírnoslo. Damos testimonio de ello».

   Como eran ancianos del pueblo y jueces, la asamblea los creyó y la condenó a muerte.
Susana dijo gritando: «Dios eterno, que ves lo escondido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí».

   Y el Señor escuchó su voz. Mientras la llevaban para ejecutarla, Dios suscitó el espíritu santo en un muchacho llamado Daniel; y este dio una gran voz: «Yo soy inocente de la sangre de esta». Toda la gente se volvió a mirarlo, y le preguntaron: «Qué es lo que estás diciendo?». Él, plantado en medio de ellos, les contestó: «Pero ¿estáis locos, hijos de Israel? ¿Conque, sin discutir la causa ni conocer la verdad condenáis a una hija de Israel? Volved al tribunal, porque esos han dado falso testimonio contra ella».

La gente volvió a toda prisa, y los ancianos le dijeron: «Ven, siéntate con nosotros e infórmanos, porque Dios mismo te ha dado la ancianidad». Daniel les dijo: «Separadlos lejos uno del otro, que los voy a interrogar». Cuando estuvieron separados el uno del otro, él llamó a uno de ellos y le dijo:
«¡Envejecido en días y en crímenes! Ahora vuelven tus pecados pasados, cuando dabas sentencias injustas condenando inocentes y absolviendo culpables, contra el mandato del Señor: "No matarás al inocente ni al justo". Ahora, puesto que tú la viste, dime debajo de qué árbol los viste abrazados».
Él contestó: «Debajo de una acacia». Respondió Daniel: «Tu calumnia se vuelve contra ti. Un ángel de Dios ha recibido ya la sentencia divina y te va a partir por medio».

   Lo apartó, mandó traer al otro y le dijo: «Hijo de Canaán, y no de Judá! La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros; pero una mujer judía no ha tolerado vuestra maldad. Ahora dime: ¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?». Él contestó: «Debajo de una encina». Replicó Daniel: «Tu calumnia también se vuelve contra ti. el ángel de Dios aguarda con la espada para dividirte por medio. Y así acabará con vosotros».
   Entonces toda la asamblea se puso a gritar bendiciendo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos ancianos, a quienes Daniel había dejado convictos de falso testimonio por su propia confesión, e hicieron con ellos lo mismo que ellos habían tramado contra el prójimo. Les aplicaron la ley de Moisés y los ajusticiaron. Aquel día se salvó una vida inocente.

   2. Salmo 22: El Señor es mi Pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.

   Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.

   Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.

   Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

   3. Jn 8,1-11 (años A,B): En aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.

   Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?». Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.

   Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».

 

   1. Susana, mujer muy bella y temerosa de Dios; es tentada por unos corruptos, que quieren abusar de ella; ella grita sabiendo que la juzgarán con engaño. Cuando la condenan a morir. "Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón tenía puesta su confianza en Dios". Dios suscitó el santo espíritu de un jovencito llamado Daniel, que desveló el engaño.

   Susana refleja la naturaleza de la Iglesia: su hermosura, su inocencia, y en el jardín: la desposada, esposa feliz y honrada por su esposo, rico y poderoso, paseándose gozosa por el parque de su marido: es Susana en el paraíso. "La Iglesia comenzó a vivir en el jardín al punto que Jesús hubo padecido en el huerto" (san Ambrosio). ¡Cristo en Cruz y la Iglesia en el jardín! Jesús rezó en un huerto y cerca de un huerto murió y lo prometió al ladrón: "Hoy vas a estar conmigo en el Paraíso" (Lc 23,43). Ese huerto primero de gozo (Gn 2,8) quedó cerrado por la espada de fuego (Gn 3,23-24). El hombre tuvo entonces que cultivar el desierto de este mundo, con el sudor de su frente; pero la tierra maldita es el campo en el que Caín dio muerte a su hermano Abel, campo que luego se compró con el precio de la sangre que cobró Judas. Pero el grano de trigo que cae en la tierra y muere da mucho fruto. Hay un tesoro escondido, Cristo muere y resucita, y con Él el desierto se ha tornado jardín. Susana se pasea en pleno mediodía de la redención, Cristo es la luz esplendorosa y sol verdadero. En el jardín fluye el agua del manantial abierto por la cruz. Dos doncellas, la Fe y la Caridad (Cassel), preparan el baño de la salud, el "aceite de la alegría" celeste, la vida divina que se derramó en el jardín al romperse el frasco con la muerte de Jesús.

   "Es, en verdad, un jardín cerrado, un bosque sagrado que oculta los misterios de Cristo. La Iglesia dice, como la esposa del Cantar de los Cantares: "Voy a bajar al jardín" (Ct 6,10). Y viene, y baja a "la fuente del huerto, fuente de agua viva" (Ct 4,15), al agua de la pasión de Cristo, al manantial de su sangre. Allí se lava en la corriente de su amor, se sumerge en su muerte y vuelve a salir limpia y resplandeciente de inmaculada belleza: Susana, el lirio que brilla con la pureza de Cristo. Entonces, habiendo subido del baño de la muerte de Cristo, se unge con el "aceite esparcido" (Ct 1,02), la "fuerza del cielo" (Lc 24, 40), la vida divina del Amado. Y exclama: "Venga mi amado al jardín" (Ct 5,1)".

   El buen olor del Amado perfuma el jardín: "Estoy en mi jardín, hermana mía, esposa mía" (Ct 5, 1). La Iglesia está ardiente de amor, y le pide: "Grábame como un sello en tu corazón" (Ct 8, 6).

   El maligno puede penetrar en el jardín (en el paraíso, la serpiente; en Susana, los libertinos; en el huerto de los olivos, al traidor). La Iglesia también ha de sufrir tentaciones, como Jesús. La Iglesia es siempre joven, el pecado bajo la capa de engaño está próximo a la muerte y envejecido. Busca ávidamente apoderarse de la vida, pero su poder no puede nada contra la oración confiada de la Iglesia (Emiliana Löhr).

   2. Podemos decir con Susana, con Jesús, con todos los que son acusados injustamente, con todos los que sufren, con los que se fían de Dios, el salmo de hoy que es un canto a la esperanza, describe la fe y presencia de Dios en nuestro camino de la vida, en las cuatro estrofas que señalan cuando todo va bien la primera, cuando la cosa va mal la segunda, luego cuando reposamos en la Eucaristía y finalmente la eternidad de amor del cielo: "El Señor es mi Pastor, nada me falta"…    La vida es como una excursión, en la que Jesús nos acompaña, aunque no lo vemos de compañero de viaje, es el amigo invisible. "Aunque camine por cañadas oscuras,  nada temo, porque Tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan". La oscuridad del jardín o tentaciones no le quita la paz, ni el futuro pues Jesús, auténtico filósofo, nos lleva más allá de la muerte, es el buen pastor que nos guía hasta el paraíso, el jardín de la nueva aurora donde no hay ya noche (Emiliana Löhr).

 "Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa". Es la Misa: allí estamos todos unidos, con nuestro Amigo Jesús.

   "Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término": nos prepara un cielo muy grande.

   3. Acaba de celebrarse la fiesta de los Tabernáculos. Alrededor del Maestro la bulla de siempre, unos porque le quieren, otros porque no, otros que miran... traen una mujer, la que querían matar ayer, por pecadora. Con delicadeza, no levantas tu mirada hacia ella, porque sabes su vergüenza... Bajas los ojos al suelo. Tú, Señor, eres el único que no la juzgas. Te compadeces de ella. Tú miras el corazón de esta mujer, mucho más que "la ley".

   Ellos insisten. Son ellos los que insisten. Querían que Tú la condenaras, Jesús. No, Tú los remites a su propia conciencia: y te ves obligado a decirles: -"El que de vosotros esté sin pecado... arrójele la piedra el primero".. Jesús entonces les invita a examinar su corazón, y a lanzar la primera piedra quien se vea libre de pecado. Algo sorprendente, todos se van… 

   Miremos pues dentro de vosotros. Cuando me siento tentado de juzgar duramente, es también conveniente que busque en mí, para ver si yo mismo estoy "sin pecado". ¿Hay quizás en mí pecados equivalentes o peores... o por lo menos, raíces de esas mismas tendencias que condeno en los demás? Mis propias debilidades deberían hacerme indulgente para con las debilidades de los demás.

   -"Jesús quedó solo con la mujer. Se incorporó y le dijo: "Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?" Dijo ella "Nadie, Señor". Jesús dijo: "Ni yo te condeno tampoco..."". Este es un diálogo todo belleza y todo delicadeza.

   Esta semana se llama de Pasión, hasta el Domingo de Ramos, es una llamada a ver cómo vamos en el camino de estos 40 días, y qué más podemos hacer. Vemos hoy que en Jesús la conversión va unida a la comprensión, supone la valentía de profundizar dentro de la propia alma, entrar al propio corazón.

   El sentirse perdonado va muy ligado a la correspondencia de amor. Quien se sabe amado y perdonado, devuelve amor por Amor: «Preguntaron al Amigo cuál era la fuente del amor. Respondió que aquella donde el Amado nos ha lavado nuestras culpas» (Ramon Llull). "Por esto, el sentido de la conversión y de la penitencia propias de la Cuaresma es ponernos cara a cara ante Dios, mirar a los ojos del Señor en la Cruz, acudir a manifestarle personalmente nuestros pecados en el sacramento de la Penitencia. Y como a la mujer del Evangelio, Jesús nos dirá: «Tampoco yo te condeno... En adelante no peques más» (Jn 8,11). Dios perdona, y esto conlleva por nuestra parte una exigencia, un compromiso: ¡No peques más! (Jordi Pascual).

   Jesús es el nuevo Daniel (ese nombre significa «el Señor, mi juez»), instrumento de la misericordia de Dios incluso para los pecadores. Con viveza narra Juan el ambiente: acusadores, gente curiosa, la mujer avergonzada, y Cristo que resuelve con elegancia la situación. El examen de hoy puede también abarcar cómo tratamos a los demás en nuestros juicios: ¿les juzgamos precipitadamente?, ¿escuchamos a las personas antes de acusarles de algo?, ¿nos dejamos llevar de las apariencias? Si antes de juzgar a nadie nos juzgáramos a nosotros mismos («el que esté libre de pecado tire la primera piedra») seguramente seríamos un poco más benévolos en nuestros juicios internos y en nuestras actitudes exteriores para con los demás. ¿Sabemos tener para con los que han fallado la misma delicadeza de trato de Jesús para con la mujer pecadora, o estamos retratados más bien en los intransigentes judíos que arrojaron a la mujer a los pies de Jesús para condenarla?

   Llucià Pou Sabaté

sábado, 16 de marzo de 2024

Cuaresma 4, sábado: Jesús, el justo que sufre injustamente, y así nos salva

Cuaresma 4, sábado: Jesús, el justo que sufre injustamente, y así nos salva

A. Lecturas:

   1. Jeremías 11,18-20: El Señor de los ejércitos me lo ha hecho saber y yo lo sé. Entonces tú me has hecho ver sus acciones. Y yo era como un manso cordero, llevado al matadero, sin saber que ellos urdían contra mí sus maquinaciones: "¡Destruyamos el árbol mientras tiene savia, arranquémoslo de la tierra de los vivientes, y que nadie se acuerde más de su nombre!". Señor de los ejércitos, que juzgas con justicia, que sondeas las entrañas y los corazones, ¡que yo vea tu venganza contra ellos, porque a ti he confiado mi causa!

   2. Salmo 7,2-3.9-12: Señor, Dios mío, en Ti me refugio: sálvame de todos los que me persiguen; / líbrame, para que nadie pueda atraparme como un león, que destroza sin remedio. / El Señor es el Juez de las naciones: júzgame, Señor, conforme a mi justicia y de acuerdo con mi integridad. / ¡Que se acabe la maldad de los impíos! Tú que sondeas las mentes y los corazones, Tú que eres un Dios justo, apoya al inocente. / Mi escudo es el Dios Altísimo, que salva a los rectos de corazón. / Dios es un Juez justo y puede irritarse en cualquier momento.

   3. Juan 7,40-53: "Algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban: "Este es verdaderamente el Profeta". Otros decían: "Este es el Mesías". Pero otros preguntaban: "¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?". Y por causa de Él, se produjo una división entre la gente. Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre Él. Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: "¿Por qué no lo trajeron?". Ellos respondieron: "Nadie habló jamás como este hombre". Los fariseos respondieron: "¿También ustedes se dejaron engañar? ¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en Él? En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita". Nicodemo, uno de ellos, que había ido antes a ver a Jesús, les dijo: "¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?". Le respondieron: "¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta". Y cada uno regresó a su casa".

 

B. Comentario:

   1. "Como un manso cordero, llevado al matadero…". De Jesús es de quien habla que, como un cordero, morirá para quitar el pecado del mundo. Es como un corderito inocente, pequeña víctima que no merece ser sacrificada. La liturgia del cordero pascual, que tomaban los israelitas en recuerdo de la salida de la esclavitud de Egipto, representa a Jesús, cuyo sacrificio es útil al pueblo entero.

    Todo hombre que sufre es una imagen de Cristo sufriente. Todo sufrimiento, sobre todo si es llevado conscientemente y ofrecido, colabora en la redención y contribuye a salvar el mundo en unión con Jesús. "Te ofrezco, Señor, en este día, mis propios sufrimientos... Te ofrezco también todo el peso de todos los sufrimientos de todos los hombres en el mundo. Ayúdales a descubrir, en lo posible, que su sufrimiento no está "perdido", sino que puede adquirir una misteriosa significación. Y que todo «viernes santo» conduce a la aurora de Pascua" (Noel Quesson). Un sacrificio agradable a Dios es el de la pureza de corazón. "Por defender su pureza, San Francisco de Asís se revolcó en la nieve, San Benito se arrojó a un zarzal , San Bernardo se zambulló en un estanque helado... Tú, ¿Qué has hecho?", escribía san Josemaría. Así huyeron de las ocasiones, y cortaron las tentaciones los santos. Tú, como ellos, tienes tentaciones. Madre mía, que como ellos sea fuerte para no ponerme en ocasión de pecado (no ver la tele solo, por ejemplo) y para cortar desde el principio las tentaciones. Cuando las tenga, rezará un bendita sea tu pureza, y, así contigo, seré más fuerte (José Pedro Manglano).

   Comenta Benedicto XVI, en su Misa de inauguración de pontificado, que "era costumbre en el antiguo Oriente que los reyes se llamaran a sí mismos pastores de su pueblo. Era una imagen de su poder, una imagen cínica: para ellos, los pueblos eran como ovejas de las que el pastor podía disponer a su agrado. Por el contrario, el pastor de todos los hombres, el Dios vivo, se ha hecho Él mismo cordero, se ha puesto de la parte de los corderos, de los que son pisoteados y sacrificados. Precisamente así se revela Él como el verdadero pastor: "Yo soy el buen pastor [...]. Yo doy mi vida por las ovejas", dice Jesús de sí mismo (Jn 10,14s.). No es el poder lo que redime, sino el amor. Éste es el distintivo de Dios: Él mismo es amor. ¡Cuántas veces desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que actuara duramente, derrotara el mal y creara un mundo mejor", como quieren hacer los abusones, los prepotentes. "Nosotros sufrimos por la paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesitamos su paciencia. Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores. El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres", que además juzgan... ¡Qué error compararse con los demás!

   Sigue el Papa: "Una de las características fundamentales del pastor debe ser amar a los hombres que le han sido confiados, tal como ama Cristo, a cuyo servicio está. "Apacienta mis ovejas", dice Cristo a Pedro, y también a mí, en este momento. Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la Palabra de Dios; el alimento de su presencia, que Él nos da en el Santísimo Sacramento. Queridos amigos, en este momento sólo puedo decir: rogad por mí, para que aprenda a amar cada vez más al Señor. Rogad por mí, para que aprenda a querer cada vez más a su rebaño, a vosotros, a la Santa Iglesia, a cada uno de vosotros, tanto personal como comunitariamente. Rogad por mí, para que, por miedo, no huya ante los lobos. Roguemos unos por otros para que sea el Señor quien nos lleve y nosotros aprendamos a llevarnos unos a otros".

   La confianza y la imagen emocionante del cordero manso, llevado al matadero que ha inspirado el canto del Siervo de Dios en Isaías (53,6-7) y le ha hecho símbolo de la Pasión del Cordero de Dios (Mt 26,63; Jn 1,29; Hch 8,32) es cantado por San Juan Crisóstomo: «La sangre derramada por Cristo reproduce en nosotros la imagen del rey: no permite que se malogre la nobleza del alma; riega el alma con profusión, y le inspira el amor a la virtud. Esta sangre hace huir a los demonios, atrae a los ángeles...; esta sangre ha lavado a todo el mundo y ha facilitado el camino del cielo». Y San León Magno: «Efectivamente, la encarnación del Verbo, lo mismo que la muerte y resurrección de Cristo, ha venido a ser la salvación de todos los fieles, y la sangre del único justo nos ha dado, a nosotros que la creemos derramada para la  reconciliación del mundo, lo que concedió a nuestros padres, que igualmente creyeron que sería derramada».

   2. "Dios mío, en Ti me refugio", pedimos con el salmista. Dios es quien nos hizo y sabe cómo llevarnos de la mano: "Tú que sondeas las mentes y los corazones… apoya al inocente. Mi escudo es el Dios Altísimo, que salva a los rectos de corazón". Estamos en buenas manos…

   3. Jesús, ahora en cuanto a su origen, provoca discusiones y postura diversas. Se ignora lo más profundo de su personalidad: su origen divino. Jesús es presentado hoy como el nuevo Jeremías. También él es perseguido, condenado a muerte por los que se escandalizan de su mensaje. Será también «como cordero manso llevado al matadero». Confía en Dios: si Jeremías pide «Señor, a ti me acojo», Jesús en la cruz grita: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Pero Jesús muestra una entereza y un estilo diferente. Jeremías pedía a Dios que le vengara de sus enemigos. Jesús muere pidiendo a Dios que perdone a sus verdugos (J. Aldazábal). «Que tu amor y tu misericordia dirijan nuestros corazones, Señor» (oración).

   También el cristiano está llamado a encarnar esos sentimientos redentores de Jesús: "Se necesitan –dice Juan Pablo II- heraldos del Evangelio expertos en humanidad, que conozcan a fondo el corazón del hombre de hoy, participen de sus gozos y esperanzas, de sus angustias y tristezas, y al mismo tiempo sean contemplativos, enamorados de Dios. Para esto se necesitan nuevos santos. Los grandes evangelizadores de Europa han sido los santos. Debemos suplicar al Señor que aumente el espíritu de santidad de la Iglesia y nos mande nuevos santos para evangelizar el mundo de hoy."

   Ayer vimos alguna característica del cuerpo de Cristo. Pero ¿cómo es su alma? Conoció en su espíritu los pensamientos secretos de los hombres, gimió en su espíritu. La sensibilidad de su alma es de gran riqueza: momentos alegres o tristes, dulces o amargos, pero sucediese lo que sucediese, en el fondo de su alma reinaban siempre serenidad y alegría. Siempre en paz que se comunicaba a los demás. Nunca manifiesta duda. Nunca pierde la calma, ni cuando los endemoniados interrumpían sus discursos, ni cuando sus adversarios lo insultaban ni cuando intentaban poner sobre Él sus manos.

   Su mente es apabullante. Su lucidez, única. Su predicación, diáfana, directa: sus parábolas, perlas de la literatura. Sus imágenes, vivas: el soplo misterioso del viento, la fuente de agua viva, el labrador que guía el arado…

   Su fisonomía moral está dicha en dos palabras: será santo (Lc 1,35). Brillan en Él todas las virtudes: la paciencia, la caridad, la obediencia, la humildad, la fortaleza, la templanza, la justicia. Su espíritu de abnegación y sacrificio da luz a todas las virtudes: castidad, pobreza, obediencia. Inocente sin pecado, con autoridad en su enseñanza: Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios en verdad sin hacer acepción de personas (Mt 22,16).

   Tenía amistad, se volcaba con los niños. Amó a los suyos hasta el extremo de dar la vida por ellos (Jn 13,1ss), cumpliendo aquello de: Nadie tiene mayor amor que quien da su vida por sus amigos (Jn 15,13). Ningún hombre obró como Él, ningún hombre habló como Él, ningún hombre amó como Él, ningún hombre sufrió como Él (Miguel Ángel Fuentes). Es como si Jesús nos dijera: "en vosotros mismos es donde me veréis, como ve un hombre su propio rostro en un espejo" (San Cipriano). «Siempre despiertos —como afirmaba Pascal— apoyándole en su agonía, hasta el final de los tiempos».

Llucià Pou Sabaté

jueves, 14 de marzo de 2024

Cuaresma 4, viernes: Jesús va a Jerusalén y le matarán, cuando llegue su hora; es signo de contradicción, y también los cristianos sufrirán por la verdad. Buscamos el rostro de Jesús.

Cuaresma 4, viernes: Jesús va a Jerusalén y le matarán, cuando llegue su hora; es signo de contradicción, y también los cristianos sufrirán por la verdad. Buscamos el rostro de Jesús.

A. Lecturas:

   1. Sabiduría 2,1a.12-22: Se decían los impíos, razonando equivocadamente: «Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso: se opone a nuestro modo de actuar, nos reprocha las faltas contra la ley y nos reprende contra la educación recibida; presume de conocer a Dios y se llama a sí mismo hijo de Dios.
   Es un reproche contra nuestros criterios, su sola presencia nos resulta insoportable. Lleva una vida distinta de todos los demás y va por caminos diferentes. Nos considera moneda falsa
y nos esquiva como a impuros. Proclama dichoso el destino de los justos, y presume de tener por padre a Dios.

   Veamos si es verdad Jo que dice, comprobando cómo es su muerte. Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará y lo librará de las manos de sus enemigos. Lo someteremos a ultrajes y torturas, para conocer su temple y comprobar su resistencia. Lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues, según dice, Dios lo salvará».
   Así discurren, pero se equivocan, pues los ciega su maldad. Desconocen los misterios de Dios, no esperan el premio de la santidad, ni creen en la recompensa de una vida intachable.
   2. Salmo 33,17-18.19-20,21.23: El Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria. Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias.

   El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos. Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor.

   Él cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará. El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él.

   3. Juan 7,1-2.10.25-30: "Después de esto, Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también Él subió, pero en secreto, sin hacerse ver. Algunos de Jerusalén decían: "¿No es este aquel a quien querían matar? ¡Y miren cómo habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es". Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: "¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de Él y es Él el que me envió". Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre Él, porque todavía no había llegado su hora".

 

B. Comentario:

    1. Los que quieren ser santos resultan incómodos en medio de una sociedad no creyente, y por tanto hay que eliminarlos. «Nos resulta incómodo, se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados... es un reproche para nuestras ideas... lleva una vida distinta de los demás». La decisión es: «lo condenaremos a muerte ignominiosa». Así matarán al profeta Jeremías, pero todo ello es imagen profética de Jesús. Las fuerzas del mal, encarnadas en los impíos, quieren ahogar la fuerza de Dios que se manifiesta en la vida de los justos; es lo que les pasaba cuando se escribió ese libro, que los judíos fieles de Alejandría son perseguidos y despreciados por los judíos renegados y por los paganos, pero tiene un sentido profético y es que todo esto habla de Cristo: se anuncia su pasión.

   El Mesías rodeado de odio..., acorralado. Dirán: "Si eres hijo de Dios... baja de la cruz". «¡Deja! Veamos si Elías viene a salvarle.» No puedo meditar sobre esto quedándome «ajeno». Hemos de implicarnos en hacer ese camino de cuaresma, como recordaba san Agustín: "Si dices "ya basta", estás perdido. Aumenta siempre, progresa siempre, avanza siempre, no te pares en el camino, no vuelvas atrás, no te desvíes..." aunque nos digan lo que van contra el justo: "porque nos molesta y se opone a nuestra manera de obrar; nos echa en cara las transgresiones a la Ley y nos reprocha las faltas contra la enseñanza recibida. Él se gloría de poseer el conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor. Es un vivo reproche contra nuestra manera de pensar y su sola presencia nos resulta insoportable, porque lleva una vida distinta de los demás y va por caminos muy diferentes. Nos considera como algo viciado y se aparta de nuestros caminos como de las inmundicias. Él proclama dichosa la suerte final de los justos y se jacta de tener por padre a Dios".

   2. Dios, como repite el salmo, «está cerca de los atribulados... el Señor se enfrenta con los malhechores... aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor». Nos mueve a confiar en Dios. Confiar en Él aun en los momentos más difíciles: "Cuando ellos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos. El justo padece muchos males, pero el Señor lo libra de ellos. Él cuida todos sus huesos, no se quebrará ni uno solo". Cuando Jesús sufra la Cruz, se cumplirá este salmo: no se romperán sus huesos como a los ladrones, sino que una lanza traspasará su pecho, cuando su alma ya estaba salvando los que le esperaban en el limbo de los justos.

  3. En la fiesta de las Tiendas o Tabernáculos, la fiesta del final de la cosecha, muy concurrida en Jerusalén, que duraba ocho días, vemos a Jesús que sufre. Se presenta como igual a Dios. A su alrededor, sólo se habla de matarle. Y Tú, Señor, sólo hablas de este amor que te colma. Francisco de Asís se paseaba por las calles quejumbroso: "el amor no es amado... el amor no es amado... el amor no es amado..." Ayúdanos, Señor, a vivir como Tú, en la intimidad del Padre. Da a todos los que sufren esa paz que era la tuya. Otorga a todos los que sienten la soledad, la gracia de ser reconfortados por la presencia del Padre.

-"Buscaban, pues, prenderle..., pero nadie le ponía las manos, porque aún no había llegado su hora". El complot se va estrechando. La Pasión se acerca. ¡Es "tu hora"! Sin ningún miedo, ciertamente. Todo sucederá según los insondables designios del Padre, a la hora por Él fijada desde toda la eternidad. Tener plena y total confianza en Dios. Ponerse en sus manos, es el secreto de la paz (Noel Quesson).

¿Cómo era el rostro de Jesús? Fra Angélico decía: "quien quiera pintar a Cristo sólo tiene un procedimiento: vivir con Cristo". Es lo que hizo S. Juan, de cuyo ambiente nacen estas palabras que leemos en su Evangelio. Hay muchas leyendas, desde san Lucas pintor, la Verónica, y otras por el estilo, que nos hablan de la santa Faz, cuya reliquia más importante es la de Turín. Pero también es cierto que "Cristo graba su rostro en el alma de aquellos que le buscan y le aman" (Fray Justo Pérez de Urbel). San Policarpo, uno de los primeros Padres, discípulo de san Juan, ya nos dice: "la imagen carnal de Jesús nos es desconocida". Y san Agustín, en el siglo IV: "ignoramos por completo cómo era su rostro". Se puede decir que los iconos bizantinos, de gran belleza en mostrar un hombre de armonía y equilibrio perfectos, de paz y bondad, es imagen que coincide con la sábana santa de Turín (una persona alta, de 1.75-1.80 metros, unos 75-80 kilos, etc.). La reciente película de "El hombre que hacía milagros", de plastilina, lograba caracterizar a Jesús muy bien, pues cuando le ponemos un rostro no nos resulta cómodo. Nos es velado el rostro de Jesús, y la búsqueda no puede cesar, pues no tenemos retrato de la figura más influyente es Jesús de Nazaret. Juan Pablo II nos invitaba a fijar la mirada en el rostro de Cristo crucificado y hacer de su Evangelio la regla cotidiana de vida. Hay una cierta "experiencia de Dios", un "laboratorio" en el que descubrimos, aun dentro del ambiente secularizado que nos rodea, el rostro de Jesús. Sólo podemos saber cómo era Jesucristo por lo que nos dicen los Evangelios. Para muchos los libros santos son en esto muy parcos. Por el contrario, hay en ellos mucho más sobre la realidad humana de Nuestro Salvador de cuanto parece a primera vista. Y cuanto nos dicen los Sacros Biógrafos nos trazan una figura que para unos causa sorpresa, para otros fascinación y para todos admiración y, en cierto sentido, desconcierto.

   Por los relatos evangélicos podemos vislumbrar que Jesús tenía una constitución física singularmente perfecta. La incesante actividad durante su vida pública, sus incontables privaciones, su predicación de todos los días, los períodos enteros que pasaba sin reposo, etc., exigían un gasto considerable de fuerzas físicas y, por lo tanto, un cuerpo sano y robusto. Nunca dan a entender, ni siquiera permiten sospechar, sus evangelistas que padeciera enfermedad alguna. Sin embargo, sí afirman que conoció el hambre, la sed, la necesidad del sueño, la fatiga tras el largo caminar, estuvo sujeto a la muerte y su vista anticipada le causó viva repugnancia.

   En noticias incidentales, los evangelistas nos recuerdan algunas de sus actitudes y gestos. Nos dicen que a veces hablaba a las muchedumbres de pie, otras sentado y a veces –cuando comía– se reclinaba en un diván, según costumbre de entonces. Solía rezar de rodillas o postrado totalmente en tierra. Los gestos más frecuentemente descritos por los evangelistas son los de sus manos, que parten los panes para distribuirlos, que toman el cáliz consagrado y lo pasan a sus discípulos, que abrazan y bendicen a los pequeñuelos, que toca a los enfermos (incluso a los leprosos) para curarlos, que alza a los muertos, que azota a los vendedores del Templo y vuelca las mesas de los cambistas de monedas, que lava los pies de los apóstoles A veces nos hablan de los movimientos de todo su cuerpo, como cuando se inclina a levantar a Pedro que se hunde en las aguas, cuando se agacha a escribir con su dedo en el suelo frente a los acusadores de la mujer adúltera, cuando vuelve la espalda a alguno de sus interlocutores para demostrar su descontento. El más conmovedor de todos es el que hace en la cruz, cuando, inclinando su cabeza expiró.

   Los evangelistas también nos han guardado algunos gestos de los ojos de Jesús que exteriorizaban sus sentimientos íntimos. A Pedro, cuando lo vio por vez primera, lo miró de hito en hito, es decir, fijó su vista en él como para leer hasta el fondo de su alma; más profundamente lo miró la noche de un jueves para mover su corazón después de sus negaciones. Con particular ternura miró al joven rico. A veces gustaba mirar a sus seguidores con la mirada que usan los grandes oradores al comenzar a predicar, como abarcando todo el auditorio. En sus ojos no sólo brillaba la dulzura, sino también en oportunidades podía verse el resplandor de una santa cólera. Con ellos lloró sobre Jerusalén y también miró con tristeza por última vez los atrios del Templo antes de partir para su muerte.

   ¿Cómo era su voz? Siervo de Dios, no grita, sino que era firme y severa su voz cuando tenía que dirigir un reproche o dar una orden cuyo cumplimiento exigía con especial empeño. Terrible para pronunciar un anatema; alegre o triste o tierna según las muchas circunstancias de su vida.

   Su aspecto y apariencia externa no lo conocemos, pero podemos pensar acertadamente que tendría el "tipo" de su pueblo. Santo Tomás comentando el Salmo 44 dice simplemente: "tuvo en sumo grado aquella belleza que correspondía a su estado, la reverencia y la gracia del aspecto; de tal modo que lo divino irradiaba de su rostro". Unamuno lo describe cifrándolo en dos versos: "Tu cuerpo de hombre con blancura de hostia / para los hombres es el evangelio" (Miguel Ángel Fuentes).

miércoles, 13 de marzo de 2024

Cuaresma 4, jueves: mirar a Cristo es encontrarse a Dios Padre, conocerle, sentir su amor y su perdón

Cuaresma 4, jueves: mirar a Cristo es encontrarse a Dios Padre, conocerle, sentir su amor y su perdón

 

A. Lecturas

   1. Isaías 49,8-15: Esto dice el Señor: «En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado; te he defendido y constituido alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir heredades desoladas, para decir a los cautivos: "Salid", a los que están en tinieblas: "Venid a la luz". Aun por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas; no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el bochorno ni el sol; porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua.

   Convertiré mis montes en caminos,y mis senderos se nivelarán. Miradlos venir de lejos; miradlos, del Norte y del Poniente, y los otros de la tierra de Sin. Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados». Sion decía: «Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado». ¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré.

   2. Salmo 144,8-9.13cd-14.17-18: El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas.

   El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan.

   El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones. Cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.

   3. Juan 5,31-47: "«Si yo diera testimonio de mí mismo,  mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No  es que yo busque testimonio de un hombre,  sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz.

   Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz,  ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado.

   Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés,  en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?»"

 

B. Comentario:

   1. "En aquellos días dijo el Señor a Moisés: Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo... Se han desviado del camino que yo les había señalado, y se han hecho un toro de metal, y se postran ante él, y le ofrecen sacrificios... Veo que es un pueblo de dura cerviz..." Qué tontería, adorar ídolos, cosas que no son Dios… como se adora el dinero y la fama, el éxito y el poder… "Jesús, está claro que no puedo amarte si primero no creo. La fe es muy importante, porque es el paso previo a la caridad, al amor. Por eso, he de fomentarla y cuidarla; no puedo jugar con la fe, ponerla en peligro. En otros tiempos se incitaba a los cristianos a renegar de Cristo; en nuestra época se enseña a los mismos a negar a Cristo. Entonces se impelía, ahora se enseña; entonces se usaba de la violencia, ahora de insidias; entonces se oía rugir al enemigo, ahora, presentándose con mansedumbre insinuante y rondando, difícilmente se le advierte" (San Agustín). En "El Señor de los Anillos" un protagonista, Gollum, tiene en su poder "el anillo" que da poderes, pero quien se lo pone corre un gran peligro, pues queda por él dominado. No es fácil sustraerse a esos poderes y a ese dominio, pues la codicia lleva a ponerse el anillo, hay una especial atracción en ello. Es entonces cuando el hombre, imagen de Dios, que es libre, se rebaja hasta convertirse en esclavo de los demás.

   Moisés en solidaridad con sus hermanos, rezando por los pecadores, es imagen de Jesús, que intercede por todos los pecadores... Cuaresma es un tiempo en el que la plegaria de los fieles tiene una oración específica por los pecadores, pues nosotros también nos identificamos con Jesús en este punto. En la Postcomunión pedimos: «Que esta comunión, Señor, nos purifique de todas nuestras culpas, para que se gocen en la plenitud de tu auxilio quienes están agobiados por el peso de su conciencia». ¿Cómo va el espíritu de reparación? ¿Desagravio a Dios por los que veo que se portan mal? ¿Intento ayudar a los demás, a salir de las esclavitudes en las que se encuentran? "Te ruego, Señor, en nombre de todos los hombres pecadores. Yo soy uno de ellos, me conozco. Sé también muy bien que muchos están como pegados, ligados a sus hábitos de injusticia, de egoísmo, de impureza, de orgullo, de desprecio, de violencia... ¡nuestros ídolos! y Tú, Señor, quieres liberarnos de todo esto, darnos la auténtica libertad: ¡de tal manera quieres el bien de la humanidad! Sé que Tú perdonas. Que esperas nuestras intercesiones, nuestras plegarias. Ten piedad de nosotros" (Noel Quesson).

   El diálogo entre Yahvé y Moisés es entrañable. Después del pecado del pueblo, que se ha hecho un becerro de oro y le adora como si fuera su dios (pecado que describe muy bien el salmo de hoy), Yahvé habla a Moisés, que intercede ante Dios en defensa de su pueblo. Es una llamada a hacer oración, a que nosotros también hablemos con Dios, como Moisés, que es imagen de Jesús, el único que conoce al Padre, que habla cara a cara con Él.

   2.   Dios nos ama como a la niña de sus ojos, una manera de decir que como se ama a él mismo. Y Jesús viene a darnos este mensaje de amor. "El Padre que me ha enviado es el que da testimonio de mí". En el desierto, los hombres se habían unido a dioses conformes a sus deseos. También en el desierto, Moisés erigió otra señal, un bastón coronado por una serpiente de bronce. Señal desconcertante e irrisoria. Sin embargo, dice la Escritura que los que la miraban eran salvados. Dios, por su parte, ha erigido en el universo la única señal en la que se reconoce: una cruz plantada en el corazón del mundo. Los que la miran quedan salvados (Sal Terrae).

   Te pedimos, Señor, que tu Palabra habite más en nosotros; "hacer habitar la Palabra" en nosotros al fijar la mente, la imaginación en una escena evangélica... Repetir, interiorizar una frase, dejar que fluya nuestra vida al compás de esos sentimientos, para iluminar esos hechos con el amor de Dios, considerar que Dios es amor y sacaremos bien de aquellas circunstancias de nuestra vida, nos ayudará a amar más. "Te lo ruego, Señor. Ayúdame a amarte. Haz que yo sea "amor" de pies a cabeza, para que pueda revelar algo de ti". Ante tanto ídolo, "uno se queda dando vueltas, siempre en lo humano, no hay modo de salir del cielo desesperante "producción-consumo"... producir para destruir... Haría falta que el hombre levantase un poco la cabeza y valorase en sí mismo sus aspiraciones al infinito, al absoluto... Encontrar a Dios. Escuchar a Dios. Contemplar a Dios" (Noel Quesson), buscar su rostro, como decimos en la antífona de entrada: «Que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro» (Sal 104,3-4). Como pedimos en la Colecta: «Padre lleno de amor, te pedimos que, purificados por la penitencia y por la práctica de las buenas obras, nos mantengamos fieles a tus mandamientos, para llegar bien dispuestos a las fiestas de Pascua». San Gregorio Magno ensalza la misericordia divina: «¡Qué grande es la misericordia de nuestro Creador! No somos ni siquiera siervos dignos, pero Él nos llama amigos. ¡Qué grande es la dignidad del hombre que es amigo de Dios!» (Homilía 27 sobre los Evangelios). «La suprema misericordia no nos abandona, ni siquiera cuando la abandonamos» (Homilía 36 sobre los Evangelios).

   3. Jesús sigue hablando de su unión con el Padre. ¿Cómo va nuestra presencia de Dios? La madre que tiene el pequeño en la cuna, trabaja arreglando las cosas de la casa; plancha, limpia..., pero siempre está pendiente del hijo. Esta madre tiene presencia del hijo, no lo pierde de vista. Lo mismo que esa madre podemos hacer nosotros con el Señor. Mientras estudiamos, mientras hacemos deporte, cuando estamos en clase, cuando vamos por la calle, a la hora de comer, al meternos en la cama, y en todas las circunstancias en que nos podamos encontrar, son situaciones en las que si nos empeñamos podemos hablar con el Señor, decirle una jaculatoria, pedirle ayuda, etc...

   Podemos repetir durante el día unas palabras que hagan de oración corta (jaculatoria, como flecha encendida) para dirigir al Señor, como: ¡Jesús te amo!, ¡Señor, perdóname porque soy un pecador! Al ver un crucifijo, visitar sagrarios cuando pasas cerca de una iglesia, al hacer un sacrificio, cuando te vienen a la cabeza excusas para no mortificarte, cuando ves que actúas con la ley del gusto. Puedes hacer un poco de examen para ver cómo vas en eso. Señor, yo quiero acordarme y decirte muchas jaculatorias durante el día; recuérdamelo Tú. Y tú, ángel de mi guarda (José Pedro Manglano).

   Jesús, nos dices que Juan Bautista "era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz". Juan hablaba de ti, era testimonio que te señalaba como Cordero de Dios. "Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí". Jesús, estás para cumplir la Pasión, la gran obra, después de tantos milagros y obras buenas, ahora harás tu sacrificio por nosotros y por nuestra salvación. Serás el nuevo Moisés, que se sacrifica hasta el final por la humanidad, por nosotros pecadores.

   Hoy vemos que aceptarte a ti, Jesús, es tener parte en tu vida, para sentir como Tú la urgencia de la evangelización de nuestros hermanos de todo el mundo: "Padre, he venido a este mundo para glorificar tu nombre. He llevado a término tu obra; glorifícame". Hemos visto estos días cómo Tú eres la Luz que ilumina, da vida, refleja un Dios que es amor, que resucita y salva. En la cruz, como Enviado serás objeto de burla. Pues he aquí "la obra" que autentifica tu misión: una vida entregada hasta el final. La cruz derriba los pedestales de los falsos dioses. Los dioses de los justos, de los ricos, de los satisfechos; los dioses cuyas gracias se compran y cuyos favores hay que ganarse...; esos dioses sólo sirven para ser derribados, pues no son más que becerros de oro de pacotilla, imágenes deformadas de quienes las han fabricado. Dios tendrá para siempre el rostro de un crucificado, expulsado fuera de las murallas de la ciudad, ridiculizado, injustamente condenado.

Llucià Pou Sabaté