viernes, 9 de junio de 2017

Sábado semana 9 de tiempo ordinario; año impar

Sábado de la semana 9 de tiempo ordinario; año impar

La generosidad y el abandono en Dios deja actuar a la gracia y obra maravillas en el mundo.
“En aquel tiempo, dijo Jesús a las gentes en su predicación: «Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa».Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: «Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir» (Mc 12,38-44).
1. Vemos hoy es un contraste entre los letrados y la pobre viuda. A los letrados judíos «les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias», «buscan los asientos de honor y los primeros puestos». Son también avaros, «devoran los bienes de las viudas». Mientras que la viuda pobre se acerca al cepillo del Templo y de un modo discreto, sin imaginar que la están mirando nada menos que el Mesías y sus discípulos, deposita allí dos reales: «Ha echado en el cepillo más que nadie, porque ha echado todo lo que tenía para vivir». La generosidad de esa mujer nos recuerda lo que dijo Jesús en sermón de la Montaña: «el Señor, que ve en lo oculto, te lo recompensará». Dios ve el corazón. Lo mejor de la vida es  el amor, la generosidad. Es lo más frágil en apariencia, el buen corazón. Parece que estas cosas no sirven como el dinero y el poder, pero mientras que lo demás pasa, la entrega queda y da frutos: amistad, felicidad. Al final se demuestra como lo más fuerte, algo que si está, lo demás vendrá luego. Y si hay lo demás pero no está ese amor, la vida no tiene sentido. Por eso el avaro es tan pobre, porque lo único que tiene es dinero. Y el poderoso vive para no bajar del pedestal. En el fondo son egoístas, y así pierden todo.
Hoy, como entonces, podemos sufrir esas actitudes hipócritas, vanidosas, sentirnos mejores que el resto: que formamos parte de los creyentes, los “nuestros”, los practicantes... ¡los puros! Jesús, ayúdame a ver esta escena que viste: «llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas»; quiero aprender de ella, que dio todo lo que tenía para vivirSe abandona totalmente en las manos de la Providencia. Tú lo viste, que ponía todo al servicio de Dios y de la atención de los pobres. Te gusta el olvido de sí misma, el deseo de glorificar a Dios en la atención a las necesidades de los demás, el olvidar nuestros males por darnos a los demás, por consolar… ayúdame a tener esa pureza de la intención, esa generosidad del amor (Enric Prat i Jordana).
Esta viuda representa lo mejor de la piedad del verdadero Israel. No pervierte en letra muerta la Ley auténtica del amor. Honra la “casa de oración”, es auténtico símbolo del Mesías, que ha venido a “dar su vida”. El gesto de gratuidad total, anticipa la muerte de Jesús por la salvación de todos. Es una verdadera encarnación del reino de Dios y un espejo de su gracia, ya que ha ofrecido todo lo que es y todo lo que posee.
Madre Teresa dijo (y vivió, por supuesto) que hay que “dar hasta que nos duela”. Voy por buen camino si también me duele el dar. Ante tantos que buscan el honor, busquemos el servicio generoso. Como tú, Jesús, que en la Eucaristía lo has dado todo por nosotros. Tu cuerpo se entrega por nosotros y tu Sangre se derrama para el perdón de nuestros pecados. ¿Habrá más amor que aquel del que da su vida por los que ama? (www.homiliacatolica.com).
2. Te pido, Jesús, que mi fe sea viva por el amor, que proclame con mi vida el Evangelio, como dice el Apóstol: “-Te conjuro en presencia de Dios y de Cristo Jesús que ha de venir a juzgar a vivos y muertos... Proclama la "Palabra"”. Es con la entrega de mi amor, que la presencia de la Palabra de Dios se hace viva.
-“Insiste a tiempo y a destiempo, denuncia el mal, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”. Ayúdame, Jesús, a proclamar con el amor tu Buena nueva. Que sepa llevar tu palabra como cada persona necesite en su vida, y no como queriendo imponerla. Que la “refutación de los errores” no me lleve a la intolerancia en una sociedad plural, sino que ayude a partir del bien que hay en cada persona, como decía Juan Pablo II en palabras de san Pablo: vencer el mal con el bien. Que la exhortación alentadora a los que están pasando una prueba, la enseñanza o doctrina, vaya unida al consuelo o simplemente “estar ahí”, hacer compañía.
Que proclame tu palabra, Señor, con el trabajo de cada día con amor y afán de perfección, contribuyendo a la re-creación, tu providencia... con el servicio según tu palabra: «he venido a servir y no a ser servido»... en el educar a los hijos según los valores evangélicos... en visitar a los enfermos o a los que viven en soledad...
-“Vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros... apartarán sus oídos de la verdad”. También hoy hay una seducción por «filosofías» e «ideologías», en lugar de la verdad del evangelio. Señor, danos el gusto de la santa doctrina, el amor de la verdad, la docilidad a la Iglesia y al Espíritu Santo.
-“Pero tú, permanece prudente, soporta los sufrimientos, trabaja en la extensión del evangelio, cumple con fidelidad tu ministerio”. La «comunicación», en la expansión de la buena nueva, no es tanto “marketing”, sino sobre todo don de sí, oración (Noel Quesson).
3. "Mi boca contará tu salvación, Señor," te canto hoy con este salmo que alaba la perseverancia y nos da confianza: “Llena estaba mi boca de tu alabanza / y de tu gloria, todo el día. / No me rechaces ahora en la vejez, / me van faltando las fuerzas, no me abandones”. 
Quiero acabar hoy esta meditación con un acto de confianza en ti, Señor: “Seguiré esperando, / redoblaré tus alabanzas; / mi boca contará tu auxilio, / y todo el día tu salvación”. A mi Dios, que me ha acompañado a lo largo de la vida, le canto con agradecimiento: “Dios mío, me instruiste desde mi juventud, / y hasta hoy relato tus maravillas.
Y yo te daré gracias, Dios mío, / con el arpa, por tu lealtad.”
Llucià Pou Sabaté

jueves, 8 de junio de 2017

Viernes semana 9 de tiempo ordinario; año impar

Viernes de la semana 9 de tiempo ordinario; año impar

Jesús, el Señor y Salvador, es nuestro mediador para volver a Dios, en nuestra unión con él.
“En aquel tiempo, Jesús, tomando la palabra, decía mientras enseñaba en el Templo: «¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo: ‘Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies’. El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?». La muchedumbre le oía con agrado” (Mc 12,35-37).
1. Jesús, te veo enseñar en el templo. Enseñas. Eres maestro. El Maestro. Te veo preguntar, como experto en Escritura: -"¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David?" Pues le dice David al Mesías que ocupe el lugar más destacado: "Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra" (salmo 110).
-“Si el mismo David le llama Señor: "Entonces, ¿cómo puede ser Hijo suyo?"” Si es Señor, ¿cómo puede ser hijo? Jesús, quiero verte como hijo de David y como hijo de Dios, y decirte yo también: -“Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies”, palabras (salmo 110) aplicadas a tu resurrección, pues reinas en tu subida al cielo, cuando vences la muerte con tu muerte y resurrección.
En Oriente no se puede pensar en un padre de familia que llame Señor a un hijo. David, inspirado por el Espíritu, profetizó sobre tú, Jesús, al mismo tiempo hijo de David y Señor (hijo de Dios), es decir simultáneamente hombre y Dios (Rom 1,3-4), el Mediador. Como nos recordaba Juan Pablo II, Cristo se ha unido de alguna manera a cada persona, en su grandeza, en su pecaminosidad… en todo nuestro modo de ser.
Jesús, quiero proclamarte como camino, verdad y vida. Como luz, maestro y pastor. Quiero ser como tú, seguirte, vivir en ti. Como el Señor, Hijo de Dios: «El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la estirpe de Jacob por siempre» (Lc 1,32-33).
Los pobres te clamaban: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» (Mc 10,48).
En tu entrada del domingo de Ramos en Jerusalén, te aclamaron: «¡Bendito el reino que viene, el de nuestro padre David!» (Mc 11,10).
La Didakhé agradece a Dios «la viña santa de David, tu siervo, que nos has dado a conocer por medio de Jesús, tu siervo».
Y también decían los primeros: «David murió y fue sepultado, y su sepulcro aún se conserva entre nosotros (…). A este Jesús Dios lo ha resucitado, y de ello somos testigos todos nosotros» (Ac 2,14).
Y san Pablo dirá de ti: Jesucristo, «nacido, en cuanto hombre, de la estirpe de David y constituido por su resurrección de entre los muertos Hijo poderoso de Dios» (Rm 1,3-4; he tomado esta selección de citas de Josep Laplana). Señor, eres foco de atracción de nuestros corazones, y te pido que reines en todos y en mi corazón. Que reines por el servicio que doy a los demás, a ejemplo tuyo, recordando tu enseñanza a los apóstoles: ¿Quién es el más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está a la mesa? Pues yo, que soy vuestro Maestro y Señor, he estado en medio de vosotros como el que sirve. Nos has dado ejemplo, para que hagamos lo mismo. El camino de la Iglesia es el servicio a las personas.
2.Tras la despedida de los padres empieza la narración del viaje de Tobías y el ángel, en la cual resplandece nuevamente la fe y la obediencia del hijo de Tobit.Llegados a la orilla del Tigris, Tobías baja a bañarse. Allí tiene lugar el episodio del pez, que, por designio divino, será el instrumento que sanará a Tobit y Sara. El hígado, el corazón y la hiel de determinados peces poseen virtudes curativas. Concretamente, Plinio habla del poder curativo de la hiel respecto a enfermedades de los ojos. Se devuelve la luz a los ojos enfermos, dirá el Ap 3,18. Luz es felicidad, don de Dios. Lo esencial está situado a un nivel más interno: lo que tiene que iluminarse es el corazón del hombre para que pueda estructurarse la felicidad requerida, y es él el que debe rechazar el pecado. Pero no lo consigue sino en la medida en que Dios le ofrece su claridad. El Padre ha hecho ya que Jesús pasara de las tinieblas a la gloria y todos cuantos sigan las huellas de Cristo conseguirán esa misma iluminación (Jn 8,12: Maertens-Frisque).
El proceso de la misma narración confirmará posteriormente la utilidad del acto de obediencia que hace Tobías sin ver su inmediato provecho. Porque el ángel dice a Tobías que el corazón y el hígado obrarán como exorcismos liberadores. Se inicia luego el desarrollo del plan divino respecto a la boda de Tobías y Sara, hija de Raguel. En Nm 36,6-8 se habla de la obligación que tenían las hijas de Salfajad: «Se casarán dentro de los clanes de la tribu paterna». Así, pues, Tobías, como miembro de la misma tribu y familia, era el primero que tenía derecho a casarse con la hija de Raguel. El ángel, verdadero instrumento del beneplácito divino, insiste en este sentido.Sin embargo, Tobías conoce las desgracias de Sara con los siete maridos que se acercaron a ella en la cámara nupcial. El ángel tranquiliza a Tobías: el hígado y el corazón del pez alejarán de Sara el espíritu maligno, el cual, después de oler el humo producido por la quema de las mencionadas vísceras, jamás volverá a ella.La plegaria al Dios omnipotente da su fruto. Por encima de todo remedio humano están la misericordia y la salvación, que sólo pueden venir de aquel Señor que siempre se compadece de los hombres. Más aún: Sara estaba reservada a Tobías desde la eternidad. Este pensamiento encierra una realidad profundísima: la providencia eterna de Dios para con sus escogidos. Tal pensamiento debe infundir siempre gran confianza a todos los que viven en paz con Dios (J. O`Callaghan).
-“Ana iba a sentarse todos los días al borde del camino, sobre una altura desde donde podía ver a lo lejos. En cuanto lo divisó corrió a anunciarlo a su marido”. Participa con Tobit de la espera febril del hijo. ¡Todo está bien si acaba bien! ¡El tiempo arregla muchas cosas! En este libro optimista, todo se arregla al final. «Vale más así», podríamos decir. ¡Si fuera siempre verdad! Pero, de hecho, esa convicción positiva ¿no deberían adoptarla más a menudo, sobre todo las personas propensas a angustiarse?: es uno de los aspectos de la esperanza... después de todo y no el menor y ¡a menudo verdadero! ¡Confesémoslo!
-“Rafael dijo al joven Tobías: «En cuanto entres en tu casa adora al Señor tu Dios»; y después de darle gracias acércate a tu padre y abrázalo”. Lejos de tratarse de una serie de prácticas formalistas esta oración es una maravillosa disposición permanente que hace que la «acción de gracias" surja a propósito de todo: "¡gracias, Dios mío!"... Bendito seas. Voy donde alguien, toco el timbre: ¡una plegaria mientras espero! Voy de compras, camino por la calle: ¡una plegaria! Alguien ha llamado a la puerta. Voy a abrir: ¡una plegaria mientras voy!
-“Entonces el perro que los había acompañado en el viaje se adelantó corriendo, llegó como mensajero meneando la cola en señal de alegría”. El padre ciego se levantó, echó a correr, tropezó, tomó la mano de un niño para alcanzar a su hijo, lo abrazó, lo besó lo mismo que a su mujer y todos lloraron de alegría. El texto pertenece al gran arte narrativo, con su sentido del detalle concreto bien observado. Es, sencillamente, muy humano. La Encarnación del Hijo de Dios en una verdadera familia, en situaciones humanas reales, nos dirá pronto que la aventura divina se realiza en el corazón de las realidades más humildes, más cotidianas.
-“Cuando hubieron adorado a Dios y dado gracias, se sentaron. Entonces Tobías tomó la hiel del pez y frotó con ella los ojos de su padre... Este recobró la vista”. La curación del ciego de nacimiento es interpretada explícitamente por Jesús como símbolo de esta "luz que proviene de Dios y que permite mirar los acontecimientos a la manera de Dios" (Jn 9,40-41). En efecto, la luz es «ver como Dios", esto es la fe y la felicidad. Por el contrario, el pecado es tinieblas y desgracia. Abre nuestros ojos, Señor... haznos lúcidos y clarividentes... ilumina nuestras vidas.
Dios no abandona a los justos. La prueba se transforma en bendición. De hecho ahora Tobit recupera mucho más de lo que había perdido. La lectura acaba con la gozosa bendición de Tobit tras haber recobrado la vista: alaba al Señor de la misma forma que en los pasajes anteriores. Tobit tiene muchos motivos para alabar a Dios. Todas las páginas del libro están impregnadas de la convicción de que la providencia del Señor gobierna todo. El Señor nunca abandona a los justos. Por eso Tobit puede decir: “Bendito sea Dios, bendito su gran nombre..., porque si antes me castigó, ahora veo a mi hijo Tobías”. Es un final que, con mucha más razón que las purificaciones exigidas por los cánones de la tragedia griega, deja al alma convencida de que Dios es, sobre todo, un padre que ama. La historia se acerca a su fin. Naturalmente, no la escuchamos entera, y no estaría mal que aprovecháramos para leerla íntegra en la Biblia, porque tiene otros muchos matices interesantes.
-“Todos glorificaban a Dios: él, su mujer y todos sus conocidos. El viejo Tobit decía: «Yo te bendigo, Señor, porque me has afligido y me has salvado."” ¿Es la "bendición", el dar gracias a Dios, el clima habitual de mi vida? Acaso en mi felicidad, mis alegrías, mis éxitos ¿me olvido de Dios? (Noel Quesson/J. O`Callaghan).
Lo que parece desastroso en nuestra historia, muchas veces resulta para bien. Dios lo conduce todo para nuestro provecho. Cuántas veces tenemos la experiencia de que una enfermedad, o la falta de suerte, o un accidente, o un fracaso que nos hicieron sufrir, luego han resultado beneficiosos para nuestra vida. ¿Sabemos reaccionar con una cierta serenidad y con actitud de fe ante las pruebas de la vida?, ¿nos hundimos fácilmente, o somos capaces de bendecir a Dios incluso en la desgracia?, ¿sabemos, luego, en el momento de la felicidad, dar gracias a Dios?
3. El salmo de hoy nos inspira los sentimientos idóneos: «alaba, alma mía, al Señor, que mantiene su fidelidad perpetuamente», «el Señor liberta a los oprimidos, abre los ojos al ciego, endereza a los que ya se doblan», «el Señor ama a los justos y trastorna el camino de los malvados». “La contemplación del profeta, le empuja a situarse, por así decir, en el final de los tiempos. Entonces, viendo la fragilidad de todo lo que, por ser terreno, resulta caduco, no piensa más que en alabar a Dios. Este fin del mundo vendrá presto para cada uno de nosotros: vendrá en el momento en que muramos y nos desliguemos de cuanto nos rodea. Enderecemos, pues, nuestros afanes hacia lo que constituirá, al fin, nuestra ocupación perenne” (Casiodoro).
Las acciones que cuenta el salmo con las que Dios manifiesta su poder y bondad (poder del Dios de Jacob, que además realiza su misericordia hacia los necesitados en distintas situaciones, por eso se puede confiar en Él en cualquier momento), las ha realizado Jesús: sus milagros son signos de su obra redentora, cumpliendo las palabras del salmo (cf también Is 61,1-2; Lc 4,17-21).
Llucià Pou Sabaté
San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia

San Efrén de Nisibe es un doctor de la Iglesia universal, declarado como tal por Benedicto XV el 5 de octubre de 1920. Antes de esta declaración, San Efrén era ya valorado como una autoridad y una referencia grande por todas las Iglesias de Oriente, especialmente, como es natural, las de tradición siríaca. En occidente, sus obras fueron descubiertas en el siglo XVIII, y tras un par de ediciones no suficientemente críticas, una en el mismo siglo XVIII y otra a finales del XIX, han sido en su inmensa mayoría críticamente editadas en la segunda mitad del siglo XX por el benedictino alemán Edmund Beck.
San Efrén vivió en Nisibe y en Edesa (ciudades que hoy se hallan en el este de Turquía, cerca de la frontera con Irak), en la Alta Mesopotamia, en el siglo cuarto. Su lengua nativa era un dialecto del arameo, el siríaco. La tradición sitúa su nacimiento hacia el 307, y su muerte en el 373. La Iglesia celebra su fiesta el 9 de junio.
San Efrén escribió sobre todo poesía, especialmente himnos para ser cantados en la liturgia, aunque también homilías en verso y comentarios a la Escritura, así como ciertas obras en prosa de una gran belleza, como la Homilía sobre Nuestro Señor. Sebastian Brock, curator de los manuscritos orientales de la British Library, y uno de los mayores expertos del mundo en literatura y en teología siríaca y bizantina, ha dicho de San Efrén que tal vez sea el mejor poeta teólogo de la historia de la Iglesia, junto a Dante. Un español tendría que añadir: y junto a San Juan de la Cruz.
El tema fundamental de sus poesías es cantar la presencia de Cristo en todas las cosas, en la creación y en la carne. También en el Antiguo Testamento veía él "esbozos" y "tipos" de Cristo. Con ello se oponía a tendencias "gnósticas" y "helenizantes" de la fe cristiana, como el arrianismo. Naturalmente, su canto a la Encarnación le hace ser un cantor excelente de la Virgen María, escogida por Dios para la unión más estrecha entre Cristo y la carne, y figura de la Iglesia.

miércoles, 7 de junio de 2017

Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote

Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

En la santa Cena nos da el sacrificio de su entrega, que nos salva: “Esto es mi cuerpo. Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre”
Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos, y les dijo:–“He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios.” Y tomando una copa, dio gracias y dijo:–“Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios.”Y tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo:–“Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.”Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo:–“Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros” (Lucas 22,14-20).
1.  Hoy, Señor, nos invitas a adentrarnos en tu maravilloso corazón sacerdotal. Admiramos tu corazón de pastor y salvador, que se desvive por tu rebaño, al que no abandonarás nunca. Un corazón el tuyo, que manifiesta “ansia” por los suyos, por nosotros: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer» (Lc 22,15). Jesús, con corazón de sacerdote y pastor manifiestas tus sentimientos, especialmente, en la institución de la Eucaristía, en la Última Cena, donde vas a instituir el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, misterio de fe y de amor.
Por lo mismo que Dios ama, creó el mundo: ¡Cuánta maravilla, cuánta belleza!: "¡Oh montes y espesuras, / plantados por la mano del Amado!, / ¡oh, prado de verduras de flores esmaltado!, / decid si por vosotros ha pasado" (San Juan de la Cruz). Creó los hombres. Los hombres desobedecieron y pecaron (Gén 3,9). El pecado es un desequilibrio, un desorden, como un ojo monstruoso fuera de su órbita, como un hueso desplazado de su sitio, buscando el placer, la satisfacción del egoísmo, de la soberbia. Como un sol que se sale del camino buscando su independencia. Frustraron el camino y la meta de la felicidad. De ahí nace la necesidad de la expiación, del sufrimiento, del dolor, por amor, para restablecer el equilibrio y el orden. Dios envía una Persona divina, su Hijo, a "aplastar la cabeza de la serpiente", haciéndose hombre para que ame como Dios, hasta la muerte de cruz, con el Corazón abierto.
Tú, Jesús, eres nuestro salvador, sacerdote para siempre, perfecto mediador por ser Hombre Dios, el Siervo de Yavé, que, "desfigurado no parecía hombre, como raiz en tierra árida, si figura, sin belleza, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, considerado leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes, como cordero llevado al matadero", inicias la redención de los hombres, sus hermanos. Tú eres la Cabeza, a la que quieres unir a todos los hombres, que convertidos en sacerdotes, darán gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu, e incorporados a la Cabeza, serán corredentores con El de toda la humanidad. El Padre, cuya voluntad has venido a cumplir, te ha constituido Pontífice de la Alianza Nueva y eterna por la unción del Espíritu Santo, y determinando, en su designio salvífico, perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio. Para eso, antes de morir, eliges a unos hombres para que, en virtud del sacerdocio ministerial, bauticen, proclamen tu palabra, perdonen los pecados y renueven tu propio sacrificio, en beneficio y servicio de sus hermanos.
"Él no sólo ha conferido el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, ha elegido a hombres de este pueblo, para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión. Ellos renuevan en su nombre el sacrificio de la redención, y preparan a sus hijos el banquete pascual, donde el pueblo santo se reúne en su amor, se alimenta con su palabra y se fortalece con sus sacramentos. Sus sacerdotes, al entregar su vida por él y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y así dan testimonio constante de fidelidad y amor" (Prefacio).
El sacerdote intercede ante Dios, le hace propicio, le da gracias, da a Dios el culto debido. Impetra sus dones. El sacerdote ama. Ha reservado su corazón para ser para todos. El sacerdote es antorcha que sólo tiene sentido cuando arde e ilumina. El sacerdote hace presente a Cristo. En los sacramentos y en su vida. Es el alma del mundo. Donde falta Dios y su Espíritu él es la sal y la vida. No hace cosas sino santos. Todos hemos de ser santos, pero sin sacerdotes difícilmente lo seremos. Es grano de trigo que si muere da mucho fruto. Hemos de pedir al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies.
2.  El canto de Isaías habla de ti, Jesús; está maravillosamente explicado como tomas nuestros pecados y los hace tuyos, al tomar la cruz cargas con ellos: “Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito”.
Este “evangelio” de la Pasión, escrito siglos antes de tu llegada, Jesús, explica paso a paso lo que te pasó en cada uno de tus sufrimientos… “como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron”…
Al contemplar este sacrificio que nos salva, que te costó tu sangre, quisiera, Jesús, pedirte que graves en mi alma tus sentimientos, para poder participar de tu misión, ser corredentor contigo: “Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores”. Con estas últimas palabras abiertas a la esperanza, se ve tu obra, Señor, y que nos abres las puertas del cielo cuando te das por amor hasta la muerte.
Hebreos explica que por medio del Sacrificio expiatorio de Cristo hemos sido santificados de tal forma que, perdonados nuestros pecados, hemos sido consagrados para poder acercarnos al Dios vivo y poder, así, participar de la ciudad celeste. Así se ha cumplido lo que el Espíritu Santo prometió en las Sagradas Escrituras: Que nos perdonaría nuestras culpas y olvidaría para siempre nuestros pecados. Los que por medio de la fe aceptamos a Cristo y su oferta de salvación, junto con Él participamos ya desde ahora de la Vida que Él nos ofrece, y que llegará a su plenitud en nosotros cuando junto con Él, mediante su Sangre derramada por nosotros, estemos eternamente con Dios, santos como Él es Santo.
3. Es lo que hoy celebramos en tu fiesta, Cristo Sacerdote perfecto, y hoy nos cantas con el Salmo: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Cuántas maravillas has hecho, Señor, Dios mío, cuántos planes en favor nuestro; nadie se te puede comparar. Intento proclamarlas, decirlas, pero superan todo número”. Quisiera participar de tu corazón, Señor, y hacer también yo la voluntad de Dios.
Luego nos cuentas que tu alma estaba preparada para realizar este nuevo sacrificio que viene de tu obediencia: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio. Entonces yo digo: «Aquí estoy -como está escrito en mi libro para hacer tu voluntad.» Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas”.
Son las maravillas que Dios ha hecho a favor nuestro. No te has reservado nada, Señor, y por eso tu entrega ha dado fruto, el que tú como Hijo te ofrezcas consciente de ser instrumento de nuestra redención: “He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios; Señor, tú lo sabes. No me he guardado en el pecho tu defensa, he contado tu fidelidad y tu salvación, no he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea”.
Virgen Santísima, tú eres Madre del Sumo y eterno sacerdote, a ti nos acogemos para que se haga en nosotros la salvación que tu hijo nos ofrece.
Llucià Pou Sabaté

martes, 6 de junio de 2017

Miércoles semana 9 de tiempo ordinario; año impar

Miércoles de la semana 9 de tiempo ordinario; año impar

Dios escucha nuestras peticiones, y lo que hoy es pena mañana es gloria
“En aquel tiempo, se le acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan que haya resurrección, y le preguntaban: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer».Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error»” (Mc 12,18-27).
1. Los saduceos no creen en la resurrección y plantean el dilema de la mujer que enviuda siete veces, para criticar la doctrina de Jesús. Tú, Señor, nos haces ver que la vida eterna te pertenece a ti y no podemos entenderlo bien: «cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer, ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos». No llega mi cabeza, Señor, pero me fío de tus palabras, porque me llenan, mi corazón me dice que dicen la Verdad. También pienso que con lo que alabas el amor, que es para siempre, no indicas que en el cielo los lazos de amor de la tierra no existirán, sino que allí en "servir y alabar" a Dios (Mt 18,10) lo tendremos todo, también los amores que nos acompañarán en el cielo. Nos dices: «Yo soy la resurrección y la vida: el que crea en mí no morirá para siempre».
No me imagino esa vida eterna pero seguro que tú sabes bien cómo hacernos felices, como señalaba San Agustín: «No padecerás allí límites ni estrecheces al poseer todo; tendrás todo, y tu hermano tendrá también todo; porque vosotros dos, tú y él, os convertiréis en uno, y este único todo también tendrá a Aquel que os posea a ambos». Imagino que puedo entenderlo a través del amor de una madre, que ama a varios hijos como si fuera el único, que así será el amor del cielo, con el que amaremos de un modo angelical, no con el exclusivismo humano que hay por ejemplo tiene que haber en la tierra con el amor conyugal, de “sólo tú”, que es un camino para la unión con Dios. Por eso, cuando una persona sufre en su matrimonio y dice: “¿tendré que estar con él/ella toda la eternidad?” me parece que se le puede responder: “no, sólo ‘hasta que la muerte os separe’”, pues nada malo de la tierra permanece en el cielo. Y en cambio cuando alguien pregunta: “será este amor que tenemos sólo hasta que la muerte nos separe?” se le puede responder: “tranquilo/a, que ningún amor de la tierra deja de continuar en el cielo: estaréis juntos por toda la eternidad”. Parece una contradicción una cosa con la otra, Jesús, pero sé que si no es de esta manera será de otra mejor, y que tú harás que seamos felices sin que no nos falte nadie ni nada en el cielo.
También nos dices las palabras de la zarza ardiente: «Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob», y agregas: «No es un Dios de muertos, sino de vivos». Señor, veo que te pones a la altura de los que te preguntan, con tu ciencia sagrada: te pedimos que amemos las Escrituras, que abras nuestra inteligencia a una comprensión más plena.
2.-“Tobías se puso a orar con gemidos y lágrimas”... Este hombre recto y que permanece fiel en la desgracia, no es un hombre insensible. Sabe lo que es sufrir, llorar, gemir. Pero todo esto en él se transforma en oración. No olvidemos el inmenso desconcierto de ese hombre: es ahora viejo, pasó toda su vida en la justicia y la piedad... y como recompensa a sus desvelos con los desgraciados, queda accidentalmente ciego... hace frente con valentía a su situación y continúa en la rectitud de su vida. Ahora bien, he ahí el colmo de su desventura: ¡su propia mujer lo abandona, lo injuria y le reprocha su «virtud»!
Sucedió aquel mismo día que también Sarra, hija de Raguel, en Ragués, ciudad de Media, fue injuriada por una de sus sirvientas... Al oír esos gritos, Sarra subió a la cámara alta, y permaneció allí tres días y tres noches sin comer ni beber, prolongando su oración, implorando a Dios con lágrimas”. Lejos del anciano que sufre y ora, he ahí otra oración dolorosa que se eleva hacia Dios. Se trata de otra desventura, la de una joven que bien quisiera casarse, pero está literalmente "embrujada". Todos los sueños de su porvenir son rotos por un demonio maléfico que mata sucesivamente a siete de sus prometidos, la noche misma de su boda. Por esta razón, la injuria su sirvienta: "¡Qué nunca veamos hijo o hija tuyos, asesina de tus maridos". Como Tobit, también Sara se ve afligida por la crítica y la burla del prójimo. La tristeza inunda su alma hasta el punto de que Sara quiere suicidarse. Sin embargo, la piedad filial contiene esta actitud y empuja su espíritu hacia Dios, de quien proviene todo consuelo. Esa es la razón de la plegaria que dirige a Dios desde la ventana, probablemente mirando hacia Jerusalén. En la oración encuentra Sara, como antes Tobit, su consuelo espiritual. Desde lo íntimo de su corazón afligido, Sara empieza su oración bendiciendo al Señor y sus obras. Vuelve hacia Dios el rostro y los ojos en señal de súplica. Como Tobit, pide a Dios que la libere del destierro y de los ultrajes que la afligen. Después acumula razones para mover la misericordia del Señor. Y como culminación de su plegaria resplandece un rayo de confianza total.
El autor nos transmite una conmovedora certidumbre sobre la eficacia de la oración. El mismo día en que Tobit oyó las injurias de su mujer, Sarra tiene las injurias de su sirvienta y los dos rezan con lágrimas. Más que de una coincidencia temporal, se trata del cumplimiento del plan de Dios. Este nuevo acontecimiento está localizado en Ecbatana, ciudad situada unos 350 kilómetros al nordeste de Bagdad. El Señor escuchó la oración de ambos. Resume todo el infortunio humano, con sus aspectos de accidentes absurdos, de fatalidad incomprensible, de malas intenciones que se suman a las cualidades. Recordando otros infortunios pasados me imagino los sufrimientos de los que HOY mismo en la tierra están pasando grandes tribulaciones.
-“En aquel tiempo, las plegarias de ambos fueron oídas en la gloria de Dios soberano”. Así, los sufrimientos de los hombres no parecen quedar sin salida. El autor del libro de Tobías nos lo sugiere al mostrarnos de qué modo sorprendente esas dos oraciones «convergen» en el corazón de Dios. Y la continuación del relato nos dirá que esos dos destinos lograrán encontrarse: el hijo de Tobías hará un viaje de 300 kilómetros y ¡tomará a Sarra por esposa! San Rafael fue enviado para curar a uno y a otro, porque sus oraciones habían sido presentadas a la vez ante la faz de Dios. Lo artificioso de la situación viene subrayada por los dos nombres propios que simbolizan todo el relato: - «Asmodeo", el demonio malhechor, significa «El que mata»... Según la creencia popular, Asmodeo era el demonio de la lujuria. Su nombre no parece provenir del judaísmo; tal vez tiene un origen persa. En todo caso, Asmodeo, el destructor, aparece claramente como el antagonista de Rafael, el salvador. - «Rafael", el ángel enviado por Dios, significa “El que sana”, para sacar las escamas de los ojos de Tobit y dar a Tobías por esposa a Sara, la hija de Raguel. La narración termina de modo semejante a como había comenzado. El artificio literario del libro de Tobías recalca la compasión del Señor, que siempre escucha la oración del justo entre los terribles dolores de la prueba. El Señor es eternamente compasivo, y sus caminos son caminos de justicia y de piedad.
-“¡Tú eres justo, Señor! Todos tus caminos son misericordia y verdad. No te acuerdes de mis faltas... No hemos obedecido tus mandatos; por ello nos has llevado a la cautividad... Ordena que mi espíritu sea recibido en la paz, porque más me vale morir que vivir...” Tal fue la emocionante oración de Tobías. En la antigua perspectiva habitual cree que sus pruebas son un castigo. Y pide perdón (Noel Quesson/J. O`Callaghan).
Esta historia es una invitación para que también nosotros sigamos teniendo fe y confianza en Dios, pase lo que pase en nuestra vida. También a nosotros nos pasa que nuestra oración no siempre es poética, gustosa y llena de aleluyas. A veces, como la de Jesús en el huerto de Getsemaní, es angustiada, desgarrada, entre lágrimas, gritada, aunque sea con gritos por dentro. A veces creemos que lo que sucede -a nosotros mismos o a la comunidad- es catastrófico y no tiene salida. Pero Dios saca bien del mal. El relato de Tobías y Sara nos asegura que Dios escucha, que está cerca, que no se desentiende de nuestra historia. Nuestros antepasados nos enseñaron unas oraciones breves que haríamos bien en no olvidar: «bendito sea Dios», «que se haga la voluntad de Dios». Esta fue la actitud de Tobías, de Sara, y sobre todo la de Jesús: «No se haga mi voluntad, sino la tuya». Y en todos los casos, al dolor siguió el gozo y a la muerte la resurrección.
Nuestro mundo occidental ve en él al "primer motor" y al "relojero" de nuestro mundo, al cual se hace responsable directo de todo desorden real o aparente en el mecanismo del universo… sufrimiento, catástrofes, guerra, pecado… Esta concepción nos aleja totalmente del Dios revelado en Jesucristo. Es un misterio, debido en parte al papel más o menos inmediato que el hombre desempeña en ellas. ¿Cabe la posibilidad de confundir, por ejemplo, la enfermedad que aflige, el imperialismo que aplasta, el egoísmo que separa, la indiferencia que hiere? Y, a pesar de todo, el mal existe. La existencia del hombre vive dentro de una salvación que es historia y acontecer.El hombre no cree ya que el universo esté constituido por unas fuerzas que le dominan al modo de un destino fatal; sabe más bien que tiene que reducirle a su servicio y para que pueda desarrollarse… "los sufrimientos del tiempo presente no se pueden comparar con la gloria que ha de revelarse en nosotros" (Rom 8,18-21). No estamos solos.A pesar de todo, el mal, el sufrimiento y la muerte existen. Por supuesto que existen, pero la fe nos insta a echar una ojeada de ojos nuevos sobre una situación a veces intolerable, pero que ahora ya se apoya en una visión de esperanza posible en Jesucristo. Lo que esa visión esperanzadora nos presenta de cara al futuro hemos de vivirlo dentro de una oscuridad parcial que lleva consigo el riesgo de toda nuestra existencia en aras de una promesa de salvación que ya ha comenzado, pero que todavía necesita ser actualizada en su totalidad (Maertens-Frisque).
3. Deberíamos asimilar el salmo de hoy: «Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado... los que esperan en ti no quedan defraudados. Señor, enséñame tus caminos, haz que camine con lealtad». El Señor enseña su camino a los pecadores y humildes, al hacer deponer la soberbia y acogerse a la misericordia divina, “porque ha experimentado la clemencia del que vino en su ayuda” (S. Agustín). Cuando rezamos así, Dios se nos da, y el Donante es el “tesoro” que recibimos, más importante que los dones que nos da “por añadidura”, es decir que se nos da el mismo Dios y con él lo tenemos todo, y como Jesús nos unimos así al Padre y llevamos compasión a los demás.
Llucià Pou Sabaté

lunes, 5 de junio de 2017

Martes semana 9 de tiempo ordinario; año impar

Martes de la semana 9 de tiempo ordinario; año impar

Estamos llamados a participar de las actividades temporales con el corazón lleno de amor de Dios.
«Le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos para sorprenderle en alguna palabra. Acercándose, le dicen: Maestro, sabemos que eres veraz y que no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios de verdad. ¿Es lícito dar tributo al César o no? ¿Pagamos o no pagamos? Pero él, advirtiendo su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para que lo vea. Ellos se lo mostraron, y les dice: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: Del César Jesús les dijo: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y se admiraban de él» (Marcos 12,13-17).
1. Jesús, te hacen una pregunta malévola, pero tú respondes con una regla de oro para compaginar la religión con la vida social. ¿Cómo compaginar el respeto a la libertad de la conciencia de cada uno, al mismo tiempo que busco la gloria de Dios? Quisiera profundizar en tus palabras: «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios». Estoy en el mundo, pero soy hijo de Dios. Soy del mundo, pero no me limito a él, estoy llamado a algo más. No te tendré solo en el cielo, Señor, sino que ya estás aquí, en nuestras cosas, en las personas que conviven conmigo: «pues cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mateo 25,40). Quiero verte, Señor, y darte lo que es tuyo, en unión con los demás, respetando su modo de ser, su libertad política, unidos en el trabajo común, en buscar el bien común a través del trabajo, la justicia, la solidaridad.
Que te sepa ver, Dios mío, en aquellos que tienen alguna necesidad material o espiritual, y que sepa darles lo que les toca por justicia, sin dejarme llevar por ese dios falso que es “don dinero”.
Se va acuñando el término “laicidad”, para significar mutuo respeto entre Iglesia y Estado fundamentado en la autonomía de cada parte, porque hoy día un “laicismo” quiere la no inclusión de la influencia religiosa en la vida social, fruto de un proceso de secularización. Cuando se rompió la unidad religiosa y un cierto control de la Iglesia sobre actividades seculares, especialmente a partir de la Ilustración, se va configurando una separación entre los ámbitos religioso y profano, con unas Constituciones democráticas donde se va plasmando esa separación Iglesia-Estado. En estos años primeros del siglo XXI, se ha focalizado la atención sobre la manifestación pública de los símbolos religiosos, como el crucifijo en los lugares públicos.
En nuestra sociedad, que los Estados quieren controlar todo, cuesta más el "dad a Dios lo que es de Dios". "Laicidad" puede significar, en positivo, superar esas tensiones antiguas de "poder civil" opuesto a "poder religioso", es decir no subyugar un aspecto al otro, pues las áreas civiles y religiosas pertenecen igualmente a la persona en su carácter público. Así, toda forma de (cesaropapismo) quedaría superada y también una respuesta -¡por fin!- por parte de la Iglesia (Concilio Vaticano II, Decreto sobre la libertad religiosa) a la justa autonomía de la esfera civil, y de los laicos, en el orden político y social. Para los creyentes, en pocas palabras, se trataría de sustituir el sueño de la "teocracia" (gobierno con "censura" religiosa) a una aspiración de "teocentrismo": uno, libremente, puede albergar la luz de Dios en su interior, y con ella iluminar a su alrededor, sabiendo que la propia libertad acaba donde comienza la libertad de los demás.
También hoy se olvida que muchos progresos de la humanidad han sido promovidos por las instituciones religiosas: en los campos del derecho (derecho de gentes, preludio del Derecho internacional), de la cultura (el comienzo de las Universidades, muchas escuelas), de los servicios (los hospitales y tantas otras cosas que ahora sustenta el Estado o entes privados), la comunicación, de la ciencia y de la tecnología. Algunos intentan excluir a Dios de estos y otros ámbitos de la vida, presentándolo como antagonista del hombre, cuando han sido los cristianos promotores de la libertad (que no existía como hoy entendemos en la antigua Grecia, por ejemplo).
Los llamados bienes de la Ilustración: libertad, igualdad, fraternidad son de raíz cristiana en gran parte. Pero sin las raíces, no dan frutos: así, sin referencia al Padre, la fraternidad no se vive -sin padres, no hay hermanos-, sino que es una filantropía que muchas veces pisa a los demás, los ningunea a través de diversas formas de su corrupción.
Jesús, tú desacralizas el concepto de impuesto, sin desprestigiar la autoridad civil que tiene derecho a la obediencia, pero nos indicas que siempre que no vaya contra la conciencia que indica una obediencia superior: la que se debe a Dios. Lo que indicas “Al César lo que le toca y Dios lo propio”, no es contradictorio sino el modo de conjugar las dos cosas. Te pedimos valentía para defender por ejemplo la libertad de la conciencia ante los asaltos de los poderes del Gobierno, a los que quizá convendrá denunciar a los tribunales, cuando falten a ese respeto al marco constitucional.
No te pedimos, Jesús, un lugar de privilegio para la Iglesia ni mandar sobre las cosas de la calle, pero sí un respeto a la libertad religiosa de cada persona. Te pido que nos ayudes a influir en la sociedad, cada uno en nuestro campo. En tu tiempo había algunos contrarios a los impuestos (zelotes) y otros que veían en ellos un modo de cuidar del Templo (fariseos), incluso algunos adulaban al poder establecido (herodianos). Jesús, que aprenda a no tomar parte sino estar con la verdad, a no “venderme” ante los poderosos, chantajes, tráfico de influencias,
Te pido también, Jesús, no servirse de lo religioso para los intereses políticos, ni de lo político para los religiosos. Que no me deje llevar por el bienestar material, y ponga encima el espiritual. Ser un ciudadano pleno, comprometido en los varios niveles de la vida económica, profesional, política, y ser creyente, como dice Jerónimo, «tenéis que dar forzosamente al César la moneda que lleva impresa su imagen; pero vosotros entregad con gusto todo vuestro ser a Dios, porque impresa está en nosotros su imagen y no la del César».
Te pido verte en las cosas el mundo, buscar una ética en mi campo profesional, con un discernimiento que vaya madurando en la oración, donde –dice Tertuliano- «Cristo nos va enseñando cuál era el designio del Padre que Él realizaba en el mundo, y cual la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio».
2. –“Un día Tobías, fatigado después de su trabajo, volvió a su casa, se recostó contra una tapia y se durmió. Mientras dormía, del nido de unas golondrinas cayó excremento caliente sobre sus ojos y quedó ciego”. Escena tan viva que parece una película, que se queda grabado en la imaginación. Aquí se nos dice que los justos no son preservados de la desgracia de modo mágico. Dios no interviene constantemente en las leyes del universo para hacer excepciones. El azar de ese grotesco accidente sugiere, sin necesidad de largos razonamientos, que no hay que hacer a Dios responsable de muchas «pruebas» que nos llegan como ésta por la conjunción de unas circunstancias ordinarias y ridículas.
Una segunda lección que se nos da: nuestra fidelidad a Dios se pone a prueba en los acontecimientos más banales. Más frecuente que las grandes catástrofes cósmicas anunciadas por los apocalipsis, son las adversidades corrientes, que por desgracia provienen simplemente de la condición humana. Hay muchas cosas que pasan, que podían no haber sucedido. Humildad. Realismo. Aceptación profunda de nuestra contingencia de criaturas limitadas.
-“Pero Dios permitió esa prueba para dar a la posteridad el ejemplo de su paciencia”. Una tercera lección: el mal puede a veces resultar un bien. El autor afirma que, aunque Dios no haya querido ese accidente estúpido... lo ha "permitido" para que creciera el mérito de Tobías. Cuando se cree en Dios, es evidente que se cree que Dios no puede querer el mal: el que ama, sólo quiere el bien para los que ama... Ahora bien, Dios es Amor absoluto, el Padre por excelencia. Sin embargo, el mal que existe en el mundo parece ir en contra de esa convicción. ¡El mal cuestiona a Dios! Y es natural que nuestra primera reacción sea rebelarnos. Pero se trata de hallar en nuestra fe la certeza de que Dios lo «permite» tan sólo para que resulte un mayor bien. Esto es lo que Tobías vivió. Ayúdanos, Señor, a ver el bien que Tú quieres sacar de esas pruebas que nos llegan, sea por el juego de las leyes naturales, sea por culpa de algunos hombres, sea por nuestra propia culpa. Todo el tema de la Redención está ya ahí: ¡la cruz que se transforma en resurrección, la muerte que es vencida por la vida!
-“Tobías fue siempre temeroso de Dios, por lo mismo no le reprochó la ceguera de que estaba afectado, sino que perseveró inquebrantablemente en el temor de Dios, glorificándole todos los días de su vida”. A menudo nos resulta difícil aceptar la prueba. Pero, finalmente, ¿no es la fidelidad nuestra mejor actitud, como creyentes? Ayúdanos, Señor, a conservar la esperanza en la noche, cuando ya nada vemos. Cuando la «ceguera» cae sobre nuestros ojos de carne, refuerza en nosotros, Señor, esa luz interior que iluminaba la vida de Tobías.
-“Ana, su mujer, iba cada día al taller de hilados y tejidos y traía a casa el sueldo ganado por su trabajo. Un día recibió además un cabrito. Tobías oyó balar al animal y dijo a su mujer: "Cuida que no sea producto de un robo; devuélvelo a los amos"”. Su fidelidad no es tan sólo meritoria respecto a Dios, sino que tiene la misma delicadeza de conciencia respecto a los hombres. No fue muy oportuno en su pregunta sobre el cabrito, dudando de ella. El paralelismo de Tobías con Job es subrayado claramente por el libro, por la reacción de ambos ante las desgracias que les suceden.
-“Furiosa, su mujer le injurió”. No hay peor prueba que ese tipo de abandono (Noel Quesson).
3. “¡Aleluya! ¡Dichoso el hombre que teme a Yahveh, que en sus mandamientos mucho se complace!” El salmo va más allá de las desgracias: “Fuerte será en la tierra su estirpe, bendita la raza de los hombres rectos”. ¿Cómo reaccionamos nosotros ante las pruebas que nos depara la vida? Hay temporadas en que parece que se acumulan las malas noticias y no tenemos suerte en nada: salud, vida familiar, trabajo. ¿Nos rebelamos ante Dios?, ¿o hacemos como Tobías y seguimos confiando en él día tras día?
“No tiene que temer noticias malas, firme es su corazón, en Yahveh confiado.  Seguro está su corazón, no teme: al fin desafiará a sus adversarios. Con largueza da a los pobres; su justicia por siempre permanece, su frente se levanta con honor”.  Un cristiano creyente no se muestra agradecido a Dios sólo cuando todo le va bien, sino también cuando le acontece alguna desgracia. No sólo cuando el ambiente le ayuda, sino también cuando los comentarios de los demás son irónicos u hostiles. No pierde el humor ni la esperanza por nada. Deja siempre abierta la puerta a la confianza en Dios y anima a los que pasan por malos momentos en lugar de apesumbrarlos (J. Aldazábal).
Llucià Pou Sabaté
San Norberto, obispo

San Norberto de Xanten es un santo cristiano, fundador de la orden de canónigos regulares Norbertinos o Premonstratenses.
Nació hacia el año 1080 en Xanten (Alemania), en la ribera del Río Rin. Su padre, Heriberto, Conde de Gennep, estaba relacionado con la casa imperial alemana. Su madre se llamaba Hedwig de Guise.
Fue asignado a la corte de Enrique V, donde fue el encargado imperial de distribuir las obras de caridad.
Después de un grave accidente a caballo, su fe se profundizó y renunció a su puesto en la corte. Volvió a Xanten, donde llevó una vida de penitencia bajo la dirección de Cono, Abad de Siegburg.
En 1115, Norberto fundó la Abadía de Fürstenberg y poco después fue ordenado sacerdote.
En el Concilio de Reims, en octubre de 1119, el Papa Calixto II le pidió que fundara una orden religiosa en la diócesis de Laon. En 1120, Norberto eligió el valle de Prémontré para fundar la abadía de Prémontré. Al año siguiente, la comunidad alcanzaba los 40 miembros.
En el año 1125 el papa Honorio II aprobó la constitución para la Orden.
Norberto murió en Magdeburgo (Alemania), el 6 de junio de 1134. Fue canonizado por el papa Gregorio XIII en 1582.

domingo, 4 de junio de 2017

Lunes semana 9 de tiempo ordinario; año impar

Lunes de la semana 9 de tiempo ordinario; año impar

Somos la viña del Señor, que en Jesús nos salva, y cuida de nosotros para que demos fruto según su corazón.
“Y se puso a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó. Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: "A mi hijo le respetarán". Pero aquellos labradores dijeron entre sí: "Este es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia." Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido;      fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?» Trataban de detenerle - pero tuvieron miedo a la gente - porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron” (Marcos 12,1-12).
1.En esta parábola Jesús resume la historia de la salvación y su propia vida. Los judíos están acostumbrados a las viñas, comprenden muy bien la imagen que les pone el Señor, para mostrar las atenciones de Dios para que su pueblo diera frutos, y también muestra la malicia de los hombres, especialmente los jefes de Israel. Los del Gran Sanedrín le están espiando, y buscaban una ocasión para prenderle y matarle; esto da mucho más significado a toda la parábola:
"Un hombre plantó una viña, la cercó de un muro, cavó un lagar y edificó una torre..." Jesús, como los que te escuchan, también yo veo que la "viña" es el pueblo de Israel. Amenizas la narración con detalles cargados de significado: la cerca es tu protección, el lagar (donde se recoge la uva para prensarla) es para mí una imagen de cómo darás la vida por nosotros y te ofreces en la Eucaristía, la torre es el reposo y vivienda… todo se refiere al cuidado de Dios por nosotros, que nos ama.
-“Arrendó "su" viña y partió lejos de allí...Yo soy "tu" viña, Señor.Qué gran misterio... que me ames hasta considerarme tuyo...Misterio de amor escondido, porque a no te veo, ¡pero te siento tan próximo! “Jesús, has hecho conmigo lo mismo que con la viña: has plantado la semilla de la fe en mi alma; me has rodeado de familiares y amigos que me ayudan a vivir cristianamente; has excavado lo necesario para quitarme defectos; y has edificado poco a poco algunas virtudes que me facilitan la lucha por la santidad” (Pablo Cardona).
«Ha de hacer cuenta el que comienza, que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa, que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el Señor Su majestad arranca las malas hierbas, y ha de plantar las buenas. Pues hagamos cuenta de que está ya hecho esto cuando se determina a tener oración un alma, y lo ha comenzado a usar. Y, con la ayuda de Dios, hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas, para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor para dar recreación a este Señor nuestro, y así se venga a deleitar muchas veces a esta huerta y a holgarse entre estas virtudes» (Santa Teresa).
Maltrataron a tus enviados, Señor.Al acercarse la Pasión, recuerdas que ahora eres tú, el Hijo, que viene como Salvador: -Le quedaba todavía uno, su Hijo "muy amado" y se lo envió también a ellos...Es un derroche de amor el que haces con nosotros, Jesús, cuando te nos das hasta la muerte, y cambias todo, para que incluso la ignorancia sea motivo de salvación, cuando rezas por los que te matarán, para que se salven también ellos. Pones la primera piedra para una forma nueva de vivir, por el amor: "La piedra que desecharon los constructores vino a ser la principal piedra angular. ¡El Señor es el que hizo esto y estamos viendo con nuestros ojos tal maravilla!"
Jesús sabe que quieren eliminarlo, pero proclama sin miedo la verdad, acepta su martirio y sabe que la Pasión nos salvará. Desde Isaías el pueblo judío sabe que está representado por la imagen de la viña, que cuida Dios, a pesar de que no daba los frutos que Dios esperaba de ella (Is 5). Por eso usas este ejemplo, Jesús, para mostrar el drama de lo que sucederá cuando te rechazan y te matan, cuando desprecian la piedra clave de la salvación. También hoy me examino con tus palabras, Señor, para revisar si soy coherente con la verdad: ¿Soy viña que da los frutos que tú esperas? ¿Acudo a los medios de salvación: Sacramentos, oración, perdón, amor?
Vemos a los jefes de los judíos que acosan contra Jesús, hasta mentir y juzgarle luego, y matarlo. Jesús les muestra esto que está por pasar, como una evolución del rechazo de los arrendatarios hacia el amo de la viña: "Aquellos viñadores se dijeron: Este es el heredero. Matémoslo y será nuestra la herencia." Jesús, nos haces ver otra realidad, distinta del fracaso humano: que tu Pasión está unida a la resurrección y la gloria, y que esta realidad es más completa que ver solo logros humanos. Nos haces ver que ser rechazado por los hombres, muchas veces, es señal de elección divina como nos resumes en las bienaventuranzas, tu retrato vivo. Nos muestras quiénes son los nuevos arrendatarios (que ya son hijos), y –dice S. Ireneo- son los miembros de la Iglesia: “El Señor Dios la consignó –no ya cercada, sino dilatada por todo el mundo- a otros colonos que den fruto a sus tiempos, con la torre de elección levantada en alto por todas partes y hermosa. Porque en todas partes resplandece la Iglesia, y en todas partes está cavado en torno al lagar, porque en todas partes hay quienes reciben el Espíritu”; le pedimos a Él, que con sus dones nos ayude a dar frutos de gozo y de entrega, de trabajo y de amor, de sacrificios y de autenticidad y amor a la Verdad.
2. Esta semana leemos el libro de Tobías o Tobit, de los más tardíos del AT (s. II a.C.), de género sapiencial o didáctico: relato edificante, contado con viveza y colorido. Sobre el trasfondo histórico del destierro de los israelitas, se dibuja la historia de dos familias, la de Tobías y la de Sara. Una en Nínive, otra en Ecbatana de Media. Ambas sufren dificultades, ambas son piadosas y reciben a su tiempo la ayuda de Dios. Exhorta a mantenerse fieles a la Alianza con Dios en medio de una sociedad pagana. Sobre todo quiere que aprecien los valores de la oración, la limosna y el ayuno, que nos atraen las bendiciones de Dios. Hoy el protagonista de la lectura es Tobías padre, judío creyente de corazón, y lo sigue siendo también en el destierro, rodeado de una sociedad pagana. Por ejemplo, muestra su buen corazón y su valentía enterrando a los muertos que quedan abandonados por la calle, a pesar de la prohibición de la ley y del poco apoyo de sus vecinos.
En medio de un mundo como el actual, que no respira precisamente en cristiano, tenemos nosotros ocasión de mostrar nuestra de raíces convencidas, que muestra un buen corazón y el deseo de ayudar a los demás, porque siempre hay ocasiones en que podemos echar una mano y ayudar a quien lo necesita. Somos invitados a defender nuestra identidad en medio de un ambiente nada fácil. Apreciamos en el mundo de hoy valores como los de la paz, la justicia, la igualdad, la ecología. Pero nos tenemos que defender de otras direcciones que, aunque estén de moda o reflejen mayorías estadísticas, ni son humanas ni cristianas, porque no respetan la vida ni la fidelidad y llevan a la superficialidad, al mero deseo de satisfacer las apetencias de los sentidos o la idolatría. Te pedimos, Señor, valentía para defender la fe, aunque me comporte riesgos y tenga que luchar, entre otras cosas, contra la indiferencia o la mala interpretación de los más allegados. Ayúdanos, Señor, a vivir tu evangelio, aunque todo a nuestro alrededor nos diga lo contrario. Ayuda, en particular a los cristianos aislados en ambientes globalmente paganos o ateos.
-“Cautivo, no abandonó nunca el camino de la verdad”. El exilio, el aislamiento es ciertamente una prueba para la fe. Hay que resistir. Se trata de continuar por el camino comenzado, aun cuando se presenten muchas encrucijadas. Ven, Señor, a guiarnos en las opciones que se presenten en nuestro camino.
-“Un día de fiesta del Señor, estando preparada una buena comida en casa de Tobías, dijo éste a su hijo: «Ve a buscar, entre nuestros hermanos deportados, a algún indigente que se acuerde del Señor y tráelo para que coma con nosotros.»” Para cualquiera que no puede «practicar» normalmente el culto, porque no tiene ni sinagoga ni Templo, su fidelidad a Dios se expresa por unos gestos humanos muy sencillos: se celebra la festividad de Pentecostés con una comida en familia... y se procura invitar a unos pobres que no tienen los medios de festejarla. Cuando algunas costumbres religiosas no son posibles procuro encarnar más aún mi fe en las humildes realidades cotidianas: por ejemplo, en la alegría participada... el servicio a los demás... la atención a los más pobres...
-“El hijo se fue, pero volvió para anunciar a su padre que un hijo de Israel estrangulado, yacía en la calle. Tobías se levantó al punto y sin probar la comida se fue donde el cadáver. Lo abrazó y lo llevó a escondidas a su casa para enterrarlo, una vez puesto el sol”... He ahí el drama que interrumpe la fiesta preparada. Tobías sabe aceptar lo imprevisto de la Fe, la aventura arriesgada por Dios. Sabe que los deportados no tienen el derecho de enterrar a sus muertos. Pero ¡Dios lo manda! ¿Me hallo a veces en la necesidad de seguir convicciones profundas de mi conciencia particularmente difíciles en un contexto donde todo me llevaría a unas actitudes contrarias?
-“Todos sus vecinos lo criticaban: "Ya has sido condenado a muerte por ese motivo y ¿vuelves de nuevo a enterrar a los muertos?"” ¡Ser capaz de resistir, incluso a contracorriente de todo un entorno, donde en ciertos casos lo que está en juego es grave! No siendo testarudo, sino sólidamente responsable de nuestras propias opciones.
-“Pero Tobías era más temeroso de Dios que del rey”... También los apóstoles, ante el Poder, dirán: "Es mejor obedecer a Dios que a los hombres" (Hechos 4,19). La alegría de actuar según la propia conciencia, bajo la mirada de Dios (Noel Quesson).
Nos encontramos ante uno de los problemas más inescrutables: el sufrimiento del justo. Para colmo de males, después de esta buena acción vendrá la gran prueba: la ceguera.
3. Ojalá se pudiera decir de nosotros, con las palabras del Salmo de hoy, «dichoso quien teme al Señor», «en las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo». Los dirigentes pretenden construir su edificio / institución prescindiendo de la piedra angular (el Mesías) que Dios había designado. La piedra que desecharon corresponde al «lo arrojaron fuera» de la parábola; los constructores, a «los labradores». Pero, al rechazar ellos al Mesías, Dios se formará un nuevo pueblo; la muerte del Hijo no significará el fin de su misión. Del rechazo saldrá una nueva muestra del amor de Dios. Esta es la gran maravilla.
Llucià Pou Sabaté
San Bonifacio, obispo y mártir

Llamado el "apóstol de Alemania", nació en Crediton, Devonshire. Pertenecía a una buena familia y ya manifestó a muy temprana edad y en contra de la voluntad de su padre, su deseo de entrar en la vida monástica. Empezó sus estudios teológicos en los monasterios de Exeter y Nutcell, y profesó a los treinta años.
En 715 realiza una expedición misionera a Frisia, con el fin de convertir a los paganos del Norte de Europa predicando en su lengua, su propia lengua anglo-sajona, muy similar a la lengua frisona, pero sus esfuerzos resultaron vanos a causa de la guerra que enfrentaba a Carlos Martel y a Radbol, rey de los frisones.
En 718, Bonifacio visita Roma y el Papa Gregorio II le encarga la misión de organizar la Iglesia en Alemania y evangelizar a los paganos. Durante cinco años recorre Turingia, Hesse y Frisia, y regresa a Roma para informar de todo ello al Papa. En esta ocasión el Papa le nombra obispo y Bonifacio retorna a Alemania con plenos poderes. Bautiza a miles de paganos y se implica en los problemas de numerosos cristianos que habían perdido el contacto con la jerarquía de la Iglesia católica.
En 738 acude a Roma nuevamente donde, el sucesor de Gregorio II, Gregorio III le nombra arzobispo y delegado Papal. Continúa su misión por Baviera, y funda los obispados de Salzburgo, Ratisbona, Freising y Nassau. En 742, con uno de sus principales discípulos, Sturm, funda la abadía de Fulda, no muy lejos de la misión de Fritzlar, y el obispado de Büraburg, ambos creados por Bonifacio, se interesó con gran celo en el desarrollo de esta abadía que llegó a ser el centro principal para la formación de los monjes. El financiamiento inicial de la abadía fue asignado por Pipino el Breve, el hijo de Carlos Martel. El apoyo de los Mayordomos de palacio y, más tarde, de los primeros Pipinides y reyes carolingios, fue crucial para Bonifacio que logró mantener el equilibrio entre su ayuda y la del papado, así como la de los gobernadores de Agilolfing de Baviera. En 746 obispo de Maguncia.
Cuando regresa de su misión en Baviera, Bonifacio prosigue con sus misiones en Alemania, donde funda las diócesis de Würzburg, Erfurt y Buraburg. Nombra a sus discípulos obispos y consigue que éstos tengan una cierta independencia con respecto al poder carolingio. Organiza unos sínodos provinciales en la Iglesia franca y aunque sus relaciones con el rey de los francos son a veces azarosas, corona a Pipino el Breve en Soissons, en 751 consagrándole en marzo del año siguiente. Continúa ocupándose de los asuntos internos de su país de origen, y envía, en 746, una larga carta de reprimenda al rey Aethelbald de Mercie, en la que muestra su disconformidad por las costumbres sexuales que le parecen un mal ejemplo para los pueblos no cristianizados todavía.
Nunca renunció, en su interior, a convertir a los frisones. En 750, nombra a su discípulo, Gregorio, abad de la abadía de San Martín de Utrecht, enseñándole y ayudándole en la administración de la diócesis, la menos cristianizada de su vasto campo de apostolado. Pasa un largo tiempo en Frisia y, en 754, bautiza a un gran número de habitantes de esta región que, en su mayoría, es todavía, pagana.
El 5 de junio de 754, Bonifacio, por entonces cercano a los setenta años, junto con una cincuentena de sus compañeros, es asesinado en Flandes, cerca de la ribera de Borré Becque, entre Kassel y Hazebrouck, al este de Saint-Omer, a unos cuarenta kilómetros de Dunkerque. El hecho de que ciertos escritos históricos actuales sitúen el lugar de su muerte en Dokkum, en Frisia (Países Bajos) nace de la falsificación de un antiguo texto escrito por un monje de Utrecht del siglo XIII que cambió el nombre original de Dockynchirica (Dunkerque) por el de Dockinga, nombre primitivo de Dokkum. El departamento de Dokkum que no existía en 754, se menciona siempre como el lugar en el que murió Bonifacio, pese a que, hoy en día, un gran número de historiadores medievalistas refutan esta afirmación.
Se encuentran, recogidos por Serrarius, 1605 in-4, Sermones y Cartas de Bonifacio, que fueron reeditadas por Giles, en Londres, en 1844. Su discípulo, Willibal, escribió su Vida en latín.
sus ultimas palabras fueron "animo en Cristo" Sus principales atributos son: el hábito de obispo, la mitra y un libro cruzado por una espada. En ocasiones se le representa bautizando a los conversos, con un pie encima de un roble abatido que simboliza el sometimiento de la religión pagana.
A Bonifacio se le atribuye la invención del árbol de Navidad. Según la leyenda, cortó un fresno decorado, consagrado a los dioses de los germanos; y lo cambió por un pino, cambiándole su significado por completo.

sábado, 3 de junio de 2017

Domingo de Pentecostés; ciclo A

Domingo de Pentecostés; ciclo A

La efusión del Espíritu Santo nos lleva a acoger el Amor divino y con nuestra vida darlo a los demás
“Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:-Paz a vosotros. Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:-Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:-Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos” (Juan 20,19-23).
1. Jesús nos había prometido su Espíritu y hoy lo celebramos; nos dijo: Cuando venga aquél, el Espíritu de verdad, os guiará hacia la verdad completa... El me glorificará porque recibirá de lo mío y os lo anunciará”. Y en otra ocasión comenta a sus apóstoles: “el Paráclito, el Espíritu Santo... os lo enseñará todo y os recordará todo lo que os he dicho”. En el Antiguo Testamento la acción del Espíritu Santo se manifiesta como “un soplo”. Pensemos cómo el viento se cuela por todas partes. Es también fuerza divina que se manifiesta en la concepción de Jesús: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra”, dice el ángel Gabriel a María. Cuando nuestra Madre visita a su prima Isabel, nos dice S. Lucas que “Isabel llena del Espíritu Santo exclama: Bendita tú entre las mujeres. En la escena de la presentación de Jesús en el Templo, nos dice el evangelista que Simeón “lleno del Espíritu Santo” tomó al Niño en sus brazos e hizo aquel vaticinio. Es el Espíritu, la presencia constante del Espíritu lo que caracteriza los tiempos mesiánicos y eso se realiza en este momento y continúa en nuestro tiempo. No es un hecho aislado. El Paráclito vivifica constantemente a la Iglesia y a cada alma, a través de continuas inspiraciones, que son todos los atractivos, movimientos, reproches y remordimientos interiores, luces y conocimientos que Dios obra en nosotros, previniendo nuestro corazón con sus bendiciones, por su cuidado y amor paternal, a fin de despertarnos, movernos, empujarnos y atraernos a las santas virtudes, al amor celestial, a las buenas resoluciones; en una palabra a todo cuanto nos encamina a nuestra vida eterna (S. Francisco de Sales).
El Espíritu Santo hace pasar a los apóstoles de incrédulos a llenos de fe; de cobardes a valientes para confesar su fe ante todo el mundo; de ignorantes a doctos (los doctores quedan admirados de su ciencia), de humanos en divinos (difunden con entrega y milagros el reino de Dios), de pusilánimes a magnánimos. Si comprendiéramos mejor la realidad del Espíritu Santo nuestra vida sería distinta: - En las dificultades y en las tentaciones nunca nos sentiríamos solos; - tampoco podríamos sentirnos inseguros o angustiados, pues el Espíritu Santo está siempre pendiente de cada uno de nosotros; - no buscaríamos la felicidad fuera del trato íntimo con el Dulce Huésped del alma.
Jesús, lo primero que haces tras la resurrección es enviar el Espíritu Santo a tus discípulos. Tú eres Dios-con-nosotros.  Una vez resucitado envías ya tu Espíritu; pero aún no de modo solemne hasta que subas a los cielos.
Jesús "exhaló su aliento sobre ellos". Como en el génesis ("Dios insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente": Gn 2,7), vemos una nueva creación, y nos hacemos portadores del Espíritu a los hombres hermanos, y trabajamos para que de hombres pecadores y dispersos vayamos construyendo el pueblo de Dios que es templo del Espíritu.
2. "Se llenaron todos de Espíritu Santo". El Espíritu Santo, que es el Espíritu de Jesús resucitado, viene como un viento irresistible, que sopla donde quiere. Y la comunidad está reunida, y está reunida "en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús". La comunidad reunida en oración, y "con María la madre de Jesús". Estos son aspectos fundamentales de todo grupo cristiano si quiere ser una comunidad que experimente y viva del Espíritu: comunidad que reza, y en la que "María la madre de Jesús" está muy presente. Siempre es Pentecostés. Pentecostés en griego significa 50, que en el simbolismo de los números bíblicos significa la perfección, plenitud, cumplimiento. San Lucas nos describe cinco "pentecostés", venidas del Espíritu Santo en diferentes momentos de la vida de la comunidad cristiana, para mostrarnos que siempre que viene el Espíritu es Pentecostés. No fue un solo y aislado Pentecostés. Nuestro bautismo fue Pentecostés, en la confirmación recibimos como "Don" el mismo de Pentecostés; la Eucaristía es acción del Espíritu Santo que nos reúne, nos comunica y hace entender la Palabra, y hace que la Palabra se haga Pan que alimenta, y nos envía a hacer las obras que el Padre quiere en favor de los hermanos.
«Las Hechos de los Apóstoles, al narrarnos los acontecimientos de aquel día de Pentecostés en el que el Espíritu Santo descendió en forma de lenguas de fuego sobre los discípulos de Nuestro Señor; nos hacen asistir a la gran manifestación del poder de Dios, con el que la Iglesia inició su camino entre las naciones. (...) La venida solemne del Espíritu en el día de Pentecostés no fue un suceso aislado. Apenas hay una página de los Hechos de los Apóstoles en la que no se nos hable de Él y de la acción por la que guía, dirige y anima la vida y las obras de la primitiva comunidad cristiana.
Esa realidad profunda que nos da a conocer el texto de la Escritura Santa, no es un recuerdo del pasado, una edad de oro de la Iglesia que quedó atrás en la historia. Es, por encima de las miserias y de los pecados de cada uno de nosotros, la realidad también de la Iglesia de hoy y de la Iglesia de todos los tiempos.
Para concretar; aunque sea de una manera muy general, un estilo de vida que nos impulse a tratar al Espíritu Santo -y, con Él, al Padre y al Hijo- y a tener familiaridad con el Paráclito, podemos fijarnos en tres realidades fundamentales: docilidad, vida de oración, unión con la Cruz.
Docilidad, en primer lugar; porque el Espíritu Santo es quien, con sus inspiraciones, va dando tono sobrenatural a nuestros pensamientos, deseos y obras. Él es quien nos empuja a adherirnos a la doctrina de Cristo y a asimilaría con profundidad, quien nos da luz para tomar conciencia de nuestra vocación personal y fuerza para realizar todo lo que Dios espera. Si somos dóciles al Espíritu Santo, la imagen de Cristo se irá formando cada vez más en nosotros.
Vida de oración, en segundo lugar; porque la entrega, la obediencia, la mansedumbre del cristiano nacen del amor y al amor se encaminan. Y el amor lleva al trato, a la conversación, a la amistad. La vida cristiana requiere un diálogo constante con Dios Uno y Trino, y es a esa intimidad a donde nos conduce el Espíritu Santo. (...) Acostumbrémonos a frecuentar al Espíritu Santo, que es quien nos ha de santificar: a confiar en El, a pedir su ayuda, a sentirlo cerca de nosotros. Así se irá agrandando nuestro pobre corazón, tendremos más ansias de amar a Dios y, por El, a todas las criaturas.
Unión con la Cruz, finalmente, porque en la vida de Cristo el Calvario precedió a la Resurrección y a la Pentecostés, y ese mismo proceso debe reproducirse en la vida de cada cristiano: «somos - nos dice San Pablo- coherederos con Jesucristo, con tal que padezcamos con El, a fin de que seamos con Él glorificados». El Espíritu Santo es fruto de la cruz, de la entrega total a Dios, de buscar exclusivamente su gloria y de renunciar por entero a nosotros mismos.
Sólo cuando el hombre, siendo fiel a la gracia, se decide a colocar en el centro de su alma la Cruz, negándose a sí mismo por amor a Dios, estando realmente desprendido del egoísmo y de toda falsa seguridad humana, es decir; cuando vive verdaderamente de fe, es entonces y sólo entonces cuando recibe con plenitud el gran juego, la gran luz, la gran consolación del Espíritu Santo». (J. Escrivá, Es Cristo que pasa, 127-137).
Bendice, alma mía, al Señor. ¡Dios mío, qué grande eres!”, canta el salmo: “Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas. Les retiras el aliento, y expiran, y vuelven a ser polvo; envías tu aliento y los creas, y repueblas la faz de la tierra. Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. Que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor”.
3. “Hermanos: Nadie puede decir «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo”, nos dice san Pablo: “Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de servicios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu”. Todos nosotros somos testigos de cómo el Espíritu nos va transformando, personal y comunitariamente; cómo el Espíritu va suscitando hombres y mujeres que luchan para la transformación de nuestro mundo. "Todos nosotros hemos sido bautizados en un mismo Espíritu". Por eso el misterio de Pentecostés está actuando siempre. Es el Espíritu que nos da la fe por la que confesamos que "Jesús es Señor". Es el Espíritu que nos congrega y nos hace una comunidad, la Iglesia. Es el Espíritu que suscita múltiples carismas, servicios, dones, regalos, ministerios, al servicio de la comunidad.
El Espíritu es el que hace posible que siendo muchos, y teniendo distintas maneras de pensar y actuar, sepamos amarnos y ser "uno". El Espíritu Santo nos hace superar todas las divisiones, fruto del pecado, y salta todas las barreras sociales, de raza, de religión. El Espíritu Santo es la única bebida que da la Vida de Dios (Gerardo Soler). La esencia de todo está en la caridad. Quien ama tiene el Espíritu Santo.
Llucià Pou Sabaté