miércoles, 15 de marzo de 2017

Jueves semana 2 de Cuaresma

Jueves de la semana 2 de Cuaresma

Al final de la vida seremos juzgados en el amor a los demás, ahí la grandeza del corazón del hombre, su realización completa
“En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’.Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’»” (Lucas 16,19-31).
1. El rico se dedica a sus placeres. Y Lázaro, “echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico pero hasta los perros venían y le lamían las llagas”. Al final los malvados, en el banquete eterno, no se sentarán indistintamente a la mesa junto a las víctimas, como si no hubiera pasado nada. Ya Platón veía a Dios al que se le presentan almas que por sus excesos son desfiguradas, pero también “ve ante sí un alma diferente, una que ha transcurrido una vida piadosa y sincera [...], se complace y la manda a la isla de los bienaventurados”.
Lázaro irá con Abraham. El rico al Hades y sus tormentos, y pide ayuda pero le dicen que entre ellos hay “un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’”. La arrogancia y la opulencia dan  cerrazón, el abismo del olvido del otro y de la incapacidad de amar se transforma ahora en una sed ardiente y ya irremediable.Insiste el rico que vayan a avisar “a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos […] y no  vengan también ellos a este lugar de tormento”. Dice Benedicto XVI: “Hemos de notar aquí que, en esta parábola, Jesús no habla del destino definitivo después del Juicio universal, sino que se refiere a una de las concepciones del judaísmo antiguo, es decir, la de una condición intermedia entre muerte y resurrección, un estado en el que falta aún la sentencia última”. Me da paz que el Papa diga esto, pues desde pequeño pensé que el rico no podía en la parábola estar en el infierno, pues tenía ciertos sentimientos de preocupación por los de su familia, y en el infierno no hay amor.
La Madre Teresa de Calcuta nos decía que hay que amar “hasta que nos duela”.  A veces nos toca repartir caramelos entre nuestros hermanos o amigos y nos quedamos con muy pocos, y nos duele dar, pero estamos contentos. Es la alegría del dar. Vamos a hablar con la  Virgen: ¿en qué me puedo dar más?
San Juan Crisóstomo nos habla de la hospitalidad: “A propósito de esta parábola, conviene preguntarnos por qué el rico ve a Lázaro en el seno de Abrahán y no en compañía de otro justo. Es porque Abrahán había sido hospitalario. Aparece pues, al lado de Lázaro para acusar al rico epulón de haber despreciado la hospitalidad. En efecto, el patriarca incluso invitó a unos simples peregrinos y los hizo entrar en su tienda (Gn 18,15). El rico, en cambio, no mostraba más que desprecio hacia aquel que estaba en su puerta. Tenía medios, con todo el dinero que poseía, para dar seguridad al pobre. Pero él continuaba, día tras día, ignorando al pobre y privándole de su ayuda que tanto necesitaba […] Abrahán llegó a hospedar a ángeles ¡cosa sorprendente! sin darse cuenta de ello. El mismo Pablo se quedó maravillado por el relato cuando nos transmite esta exhortación: “No olvidéis la hospitalidad, pues gracias a ella algunos hospedaron, sin saberlo, a ángeles” (Heb 13,2).
2. Jeremías dice: “¡Maldito el hombre que… se aparta del Señor! Él es como un matorral en la estepa que no ve llegar la felicidad; habita en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhóspita. ¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en Él tiene puesta su confianza! Él es como un árbol plantado al borde de las aguas, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme cuando llega el calor y su follaje se mantiene frondoso; no se inquieta en un año de sequía y nunca deja de dar fruto”. El corazón humano es complicado, pero “Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino las entrañas, para dar a cada uno según su conducta, según el fruto de sus acciones”, de su corazón generoso.
¿Qué es generosidad? Es dar limosna a un niño de la calle, invertir tiempo en obras de caridad, pero también escuchar al amigo que quiere abrir su corazón. En definitiva, salir de uno mismo, dejar de estar “en-si-mismado” (metido en sí mismo) y pasar a estar “en-tu-siasmado” (volcado hacia el tú de los demás, salir de uno mismo). No mirarse al espejo, sino descubrir qué necesitan los demás.
La generosidad es la expresión del amor, eso que no puede comprarse en ningún centro comercial, pero que es la esencia de la vida, lo que de verdad ilumina el mundo. Quizá aparentemente “no sirve de nada”, pero cuando falta no queda nada que sirva. Es virtud de las almas grandes, una apertura del corazón que sabe amar, donde no se busca más gratificación que dar y ayudar. Eso, en sí mismo, satisface. “Mejor es dar que recibir”. Con su ejercicio, se ensancha el corazón pues el egoísmo empequeñece, y el aumento de la capacidad de amor da más juventud al alma.
Generosidad es juzgar con comprensión; sonreír y hacer la vida agradable a los demás, aunque tengamos un mal día o esa persona nos caiga antipática; adelantarse en los pequeños servicios, “que no se nos caigan los anillos” al hacer algo que está “por debajo” de nuestra condición, pues para quien es generoso no hay arriba ni abajo, todo es ocasión de servir: hablando bien de todos, escuchando atentamente, con el don de la oportunidad y visión positiva, con fe… y haciendo favores. Qué bonito es oír a un compañero que nos dice: “gracias a ti aprobé las matemáticas”. Facilitar la amistad a quien le cuesta coger confianza, y acercarse prudentemente. Sobre todo, cuando tratamos a los demás viendo a Jesús en ellos, oyendo cómo el Señor nos dice “lo que hacéis con estos lo hacéis conmigo”.
La generosidad lleva así al mejor de los sacrificios, que es la misericordia, participar con los sentimientos de la miseria ajena para hacerla propia; y así la limosna es algo natural, como el amor a los pobres. Muchas veces son los más necesitados los que poseen ese don de la misericordia; cuando servimos experimentamos lo que decía Tagore: “dormía y soñaba que la vida era alegría. Desperté y ví que la vida era servicio. Y al servir comprobé que el servicio era alegría”.
Vivir no es transcurrir. La primera lectura de hoy nos pregunta por eso: "¿Quién entenderá el corazón del hombre?". Oí hablar de una persona con el rostro desfigurado, y gracias a la generosidad de un médico que le hizo sin coste una cirugía estética, éste pudo desarrollarse en su proyecto de vida, y llegó a ser un gran artista. Nuestro corazón puede desfigurarse por el pecado, pero la confesión es la cirugía que nos devuelve la belleza, aunque haya pasado la cosa más traicionera y difícil de curar; se cura todo si hemos puesto nuestro corazón en Jesús.
3. Entonces estamos seguros, como dice el Salmo: “¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los impíos, sino que se complace en la ley del Señor y la medita de día y de noche!” El destino de los buenos y de los malos está expresado en el tema de los caminos de Dios. Hoy rezamos: «Señor, tú que amas la inocencia y la devuelves a quien la ha perdido, atrae hacia Ti nuestros corazones y abrásalos en el fuego de tu espíritu, para que permanezcamos firmes en la fe y eficaces en el bien obrar» (Colecta).
Así, quien sigue los caminos de Dios, “él es como un árbol plantado al borde de las aguas, que produce fruto a su debido tiempo, y cuyas hojas nunca se marchitan: todo lo que haga le saldrá bien. No sucede así con los malvados: ellos son como paja que se lleva el viento, porque el Señor cuida el camino de los justos, pero el camino de los malvados termina mal”. Es el destino de los buenos y de los malos. Los dos caminos, que Jesús nos cuenta con la parábola. La fuerza nos viene de Dios, presente en los Sacramentos de un modo especial, por eso «te pedimos, Señor, que el fruto de este santo sacrificio persevere en nosotros, y se manifieste siempre en nuestras obras» (Postcomunión).
Llucià Pou Sabaté

martes, 14 de marzo de 2017

Miércoles semana 2 de Cuaresma

Miércoles de la semana 2 de Cuaresma

Jesús anuncia su Pasión. Con su amor y humildad nos sirve de ejemplo, del camino a seguir
En aquel tiempo, cuando Jesús iba subiendo a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo por el camino: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de Él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará».Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos»” (Mateo 20,17-28).
1. Jesús, te veo decir a los Doce: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de Él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará». La Cuaresma es también una "subida hacia Jerusalén". Un camino hacia la cruz. Jesús, les dices "aparte" un secreto, lo que te espera. Decidido, tranquilo, libre, subes hacia tu muerte. Ayúdame a comprender: ¿por qué?, y ¿para qué? "No hay más grande amor que el de dar la vida por aquellos que se ama… Yo he venido para que tengan vida, y en abundancia… He aquí la sangre de la alianza para el perdón de los pecados… El buen pastor da su vida por sus ovejas." Quisiera entender este misterio de la cruz. Y de la Pascua: –“Y resucitará al tercer día”. Una vida nueva surge de la muerte. Valor escondido y misterioso del sufrimiento, del sacrificio. ¿Creo yo realmente en el misterio pascual? ¿Qué luz me aporta este misterio, frente a mis infortunios, a mis pecados, frente a los problemas del mundo y de la Iglesia? Ante tanto dolor, donde continúas sufriendo en tanta gente, Señor… quiero confiar.
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». (La copa es la amargura, el dolor: Noel Quesson).
“Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre»”.
No es de extrañar que los otros se enfadaran: quizá ellos también querían lo mismo, y esos dos se les habían adelantado. En nuestro mundo, vemos como el poder, el prestigio, el éxito humano son los motores del actuar. Mientras que los de Cristo son la entrega de sí mismo, ser servidores de los demás.
-“Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos»”. Van aprendiendo que no quien sigue a Jesús no ha de seguir el poder, el prestigio, el éxito y quedar bien. Cristo se entrega, es servidor de los demás, no busca los puestos de honor, y es el modelo para nosotros: «No he venido a ser servido, sino a servir, a dar mi vida por los demás». Como decía la Madre Teresa de Calcuta: “El hombre que no vive para servir no sirve para vivir”. Y san Josemaría: “para servir, servir”. Y al Papa se le llama “el siervo de los siervos de Dios”. Y a los que se les reza porque podrían ser santos, “siervo de Dios”. Pedimos hoy esta misión de servicio que nos da sentido a la vida: «Señor, guarda a tu familia en el camino del bien que le señalaste» (oración). «Señor, líbranos de las ataduras del pecado» (ofrendas).
Cuentan que un muchacho de 14 años, alegre, dinámico, sufrió una parálisis progresiva que le tenía en silla de ruedas. Se ha vuelto un egoísta, que quiere a todos a su servicio. La madre le lleva a una ermita para rezar a la Virgen y pedir su curación. Cuando llegan, ante la reja hay una madre que habla en voz alta con la Virgen: “¡María, tienes que cuidar a mi hija! Cúrala María. ¡Qué no sea cáncer! Esta niña es todo lo que tengo en mi vida. Me ha dicho ella que venga a rezarte… ¡Cómo te la vas a llevar! ¡María, que no sea cáncer!” La madre angustiada se va, y ahora la otra madre, del muchacho, se acerca para decirle: “¡Hijo!, ¿ya has Pedido a la Virgen...?” Y se realiza el portento: -“Sí, mamá. He pedido la curación... He pedido a la Virgen que no sea cáncer”.
Cómo nos toca el corazón la generosidad que vemos en algunas persones. Señor, a veces yo también soy un auténtico monstruo por el egoísmo. Si ser cristiano es parecerse a Ti... me tienes que cambiar. ¡Qué piense en los demás! ¡que haga más por los demás que por mi! ¡que ayude, que haga favores, que me dé cuenta de lo que necesitan o de lo que podría alegrarles! ¡Cúrame, Madre mía, y dame mi corazón generoso! (José Pedro Manglano).
2. Los malvados dijeron: "¡Venga, tramemos un plan contra Jeremías… inventemos alguna mentira contra él…". El pobre estaba desconcertado y reza así: “¿Acaso se devuelve mal por bien para que me hayan cavado una fosa? Recuerda que yo me presenté delante de ti para hablar en favor de ellos, para apartar de ellos tu furor”. Jeremías que se porta bien y sufre los ataques de los demás que les fastidia el profeta es una figura de Cristo, que precisamente hoy anuncia su Pasión. Jeremías es un alma sensible, que sufre mucho cuando le atacan injustamente: Te ruego, Señor, por todos los perseguidos, criticados, marginados a causa de lo que hacen o de lo que dicen. Qué poder más grande el de la lengua: puede hacer mucho bien o destruir a alguien. Es a veces mucho peor que un puñetazo o una herida profunda. También ahora la Iglesia estorba a los que quieren portarse mal, y el Papa es criticado porque defiende la verdad de la vida, de la familia, de Dios.
Dicen que mientras Sócrates meditaba, un discípulo se acercó diciéndole: "Maestro, quiero contarle algo, un amigo suyo habló de usted en mal plan". El gran filósofo de Grecia lo interrumpe preguntando:
“-¿Ya hiciste pasar por las tres cribas lo que me vas a contar?”
“-¿Cuáles?” le responde el otro.
“-La primera, la verdad: ¿ya examinaste si lo que quieres decirme es verdadero en todos sus puntos?”
El sorprendido discípulo contestó: "-No, lo he oído decir a unos vecinos".
Sócrates replicó: "-al menos habrás hecho pasar por la criba de la bondad; lo que me quieres contar, ¿es bueno por lo menos?”
El discípulo dijo: "-No, en realidad es todo lo contrario".
-“Ahhh... -interrumpió Sócrates-. Entonces, vamos a la tercera criba: -¿Es necesario que me cuentes eso?”
-"Para ser sincero no, necesario no es", dijo el intrigante.
Entonces Sócrates le respondió: "-Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario... no merece ser conocido por nadie, sepultémoslo en el olvido".
¡Cuánto daño, por esparcir maledicencias! ¡Cuántos sufrimientos se podrían evitar callando, o pensando un poco, antes de dejar ir aquello en un momento de mal genio! Hay personas que primero hablan, sin pensar lo que dicen, y hacen daño, o pierden amigos... A ver si entendemos qué significa que “somos dueños de nuestro silencio, y esclavos de nuestras palabras”. Jesús en la Cruz pedirá por sus verdugos: «Perdónalos, porque no saben lo que hacen».
3. No es fácil rezar por los que nos hacen daño… vamos a pedirlo al Espíritu Santo, que transforme nuestro corazón… y que nos dé la fe que reza el Salmo: “Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi refugio. Yo pongo mi vida en tus manos: tú me rescatarás, Señor, Dios fiel. Oigo los rumores de la gente y amenazas por todas partes, mientras se confabulan contra mí y traman quitarme la vida. Pero yo confío en ti, Señor, y te digo: "Tú eres mi Dios, mi destino está en tus manos". Líbrame del poder de mis enemigos y de aquellos que me persiguen”. Tranquilos, porque si Dios está de nuestra parte, ¿quién se atreverá a ponerse en contra nuestra? La última palabra la tendrá siempre la Vida. Confiemos nuestra vida en manos de Dios y Él nos llevará consigo a la Gloria que les espera a los que viven siéndole fieles. Jesús ha hecho primero el camino. Él ha dicho: "El buen pastor da su vida por sus ovejas." Y su vida nueva surge de la muerte.
Llucià Pou Sabaté

lunes, 13 de marzo de 2017

Martes semana 2 de Cuaresma

Martes de la semana 2 de Cuaresma

La pureza de corazón es el amor y sinceridad con que hacemos las cosas.
“En aquel tiempo, Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame "Rabbí".Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar "Doctores", porque uno solo es vuestro Doctor: Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado»” (Mateo 23,1-12).
1. Jesús, te diriges a la gente y dices: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen”. Ante una actitud de poder en el mundo, nos dices, Señor que «el primero entre vosotros será vuestro servidor». Como tú, que no has venido a ser servido sino a servir y dar la vida por nosotros. En este camino cuaresmal, nos preguntamos hoy: ¿qué defecto o mala costumbre voy a corregir? ¿Qué propósito, de los que he hecho tantas veces en mi vida, voy a cumplir estos días?
La hipocresía puede ser precisamente el pecado de «los buenos». Benedicto XVI nos da una lección de humildad al presentar su renuncia, y llevar a la práctica en su vida lo que piensa que necesita la Iglesia. Yo, en mi examen, pienso si procuro vivir lo que aconsejo. Si aconsejo lo que procuro también yo hacer vida mía. Ante una sociedad puritana, de apariencia como en los tiempos de Jesús, ¿buscamos la alabanza de los demás y los primeros puestos? Señor, «da luz a mis ojos para que no duerma en la muerte» (Antífona de entrada)… y «que esta Eucaristía nos ayude a vivir más santamente» (poscomunión; J. Aldazábal).
Sigues denunciando, Señor: “Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres”. Pensemos en una cultura de opresión contra los esclavos en épocas pasadas. Contra los campesinos en la época feudal. Contra los obreros en la sociedad industrial. Contra las conciencias, en algunos ambientes religiosos, en algunas épocas…
“Se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame "Rabbí". Las "filacterias" eran unas bandas de cuero que llevaban en la frente y alrededor del brazo izquierdo, con unos cofrecitos que contenían textos de la Ley. Los "flecos" (orlas) eran como los que suelen verse en algunos chales. Estos dos detalles en el vestuario eran obligatorios según la Ley de Moisés. Pero a los fariseos les gustaba llevarlos muy aparatosos para mostrar así su acatamiento a la Ley y para recibir honores por ello. Este orgullo toma, hoy, nuevas formas.
“Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar "Doctores", porque uno solo es vuestro Doctor: Cristo”. Es una llamada a la sencillez. –“Sois todos hermanos”. Fórmula esencial.
El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado»”. Los hechos son las mejores palabras, en la relación con los demás. «Hoy más que nunca, la Iglesia es consciente de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna» (decía Juan Pablo II, que fue también una persona coherente, que estuvo en la Cruz hasta el final). Es una llamada a la coherencia: «sólo la relación entre una verdad consecuente consigo misma y su cumplimiento en la vida puede hacer brillar aquella evidencia de la fe esperada por el corazón humano; solamente a través de esta puerta [de la coherencia] entrará el Espíritu en el mundo» (Benedicto XVI, que tiene con su renuncia una idea también heroica, aunque distinta del papa anterior, de la duración de su ministerio).
La coherencia hoy día no está de moda. Significa ser yo mismo, ser auténtico. La clase intelectual europea que fue comunista en los años 70, luego se ha pasado a otras corrientes sin decir ni siquiera un “me equivoqué”, sin que aquellos profesores de Historia o Filosofía dijeran: “estaba vendido al sistema, no pensaba por mí sino por la moda”. Hay como un afán de éxito y gloria que hace decir a muchos lo que conviene. Recuerdo a un amigo que expuso en una reunión unas ideas que me parecieron vacías. Pensé que las había dicho para quedar bien, para gustar, y le pregunté: “de todo esto, ¿tú en realidad qué piensas?” y me contestó tranquilo: “yo ya no sé lo que pienso”. Sabía lo que convenía decir, no sabía lo que era verdad. Ser mercenario, querer agradar, por conseguir un cargo, en el fondo es ser mezquino, no ser honrado conmigo mismo, es el amor desmesurado a la gloria propia, cosa que va contra el espíritu sencillo del sabio. Es la insinceridad del intelecto con respecto a mi vida, la culpable dicotomía entre la mente y el corazón, la inteligencia y el amor, entre ideas e ideales.
¿Cuáles son los síntomas que me dan pistas para diagnosticar esta enfermedad funesta? En primer lugar, la ausencia de contemplación, la falta de reposo en el ser, estar “entre-tenido” (tenido entre cosas) en lugar de “tenerse-a uno mismo” (autoposeerse, en lo que está la libertad). Lo malo es el mariposeo, el diletantismo y la indiscreción, la preocupación intelectualoide más que intelectual, que muchas veces va unida a la envidia intelectual. Lo bueno es buscar la verdad, lo auténtico, dar de lo que se vive, y esto será lo que pervive en el tiempo, los frutos que perduran, lo demás se pudre. Para un cristiano, todo queda referido al modelo, Cristo, y ofrecido al Padre Dios. Entonces, no hay polilla o polvo, no hay preocupaciones por la precariedad, siguiendo el ejemplo y los consejos de Jesús: “no os preocupéis por vuestra vida...” Entonces la coherencia es testimonio fiel, martirio, pues muchos sufren por la verdad (desde el antiguo Sócrates, Tomás Moro… hasta nuestros días). Las palabras no serán entonces ficticias, sino parte de mi vida; no esclavizantes, ni tendrán un motivo de gloria humana; sino hacer el bien. El vivir no se desliga del contemplar, ni del dar la vida, la verdad me lleva a ser verdadero y en la medida que soy verdadero, soy. En todo pongo un poco de mi corazón, y un trozo de alma, un pedazo de mi vida, en una unidad que me recuerda lo que decía una hija de Tomás Alvira: “todo en mi padre era verdad: por eso era tan buen educador”.
Jesús es el ejemplo supremo de humildad y de entrega a los demás, de autenticidad y valentía en defender la verdad: “Ejemplo os he dado para que como yo he hecho con vosotros, así hagáis vosotros” (Jn 13,15). El Señor nos invita a seguirle y a imitarle, y nos deja una regla muy sencilla, pero exacta, para vivir la caridad con humildad y espíritu de servicio: “Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos” (Mt 7,12). Así, todo lo que nos gusta: que nos comprendan cuando nos equivocamos, que nadie hable mal a nuestras espaldas, que se preocupen por nosotros cuando estamos enfermos, que nos exijan y corrijan con cariño, que recen por nosotros... son las cosas que, con humildad y espíritu de servicio, hemos de hacer por los demás.
2. Isaías nos anima a buscar la conversión del corazón, profetizando lo que dice Jesús el evangelio de hoy, cuando condena duramente a los fariseos «que dicen y no hacen»: “Oíd la palabra del Señor”. –“Escuchad la orden de nuestro Dios...” Dios se compromete en su palabra; es una palabra activa que lleva a la acción: -“Lavaos, purificaos”. Todo el mal del mundo sucede ante los ojos de Dios. –“Apartad de mi vista vuestras fechorías. Desistid de hacer el mal... Aprended a hacer el bien...” Pensaban que eran buenos por sus ritos cultuales. Pero se nos dice: –“Buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, defended a la viuda”. Es a mí a quien me hablas, Señor, soy «invitado» a darme, a comprometerme, a luchar por la justicia, por el bien de mis hermanos. Esto es lo que Tú esperas de mí para borrar mis pecados. Y puedo hacerlo a través de mi vida ordinaria, profesional y social. Pienso en una sociedad llamada “cristiana” que permitía lo que leemos en Misericordia de P. Galdós, tantas injusticias sociales… en aquel desenlace de la guerra civil española, las guerras mundiales o los genocidios como el de Rwanda en 1994/1997… El oráculo de hoy arremete contra esto… es una llamada a la conversión... Sodoma y Gomorra son símbolos de todo pecado social.
–“Si vuestros pecados son rojos como el carmesí pasarán a ser blancos como la nieve. Si son rojos como la púrpura, serán como la lana blanca, y podrán comer de lo sabroso de la tierra» que Dios prepara. Rezamos  hoy: «Señor, vela con amor continuo sobre tu Iglesia; y, pues sin tu ayuda no puede sostenerse lo que se cimienta en la debilidad humana, protege a tu Iglesia en el peligro y mantenla en el camino de la salvación» (Colecta). Gracias, Señor, por repetirme esas cosas. Ch. Péguy dirá que Dios es capaz de «hacer aguas puras con aguas de desagüe», «almas puras con almas gastadas»..., «almas blancas con almas sucias»... –“Si aceptáis obedecer, comeréis lo bueno del país”. Promesa de felicidad (Noel Quesson).
3. El Salmo nos anima a vivir la religión con el amor a los demás, con el buen consejo, corregir, animar, perdonar, consolar… dice: “El que ofrece sacrificios de alabanza, me honra de verdad; y al que va por el buen camino, le haré gustar la salvación de Dios". Así nuestra Cuaresma será un éxito, como el que va a una fiesta con un vestido espléndido. «Te rogamos, Señor, que esta Eucaristía nos ayude a vivir más santamente, y nos obtenga tu ayuda constantemente» (Poscomunión).
Llucià Pou Sabaté

domingo, 12 de marzo de 2017

Lunes semana 2 de Cuaresma

Lunes de la semana 2 de Cuaresma

Se nos invita a ser compasivos según la misericordia de Dios
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá»” (Lucas 6,36-38).
1. Señor, nos invitas a hacer las cosas como Dios: «sed compasivos como vuestro Padre es compasivo». «Misericordiosos», como Dios es «misericordioso» con nosotros: él nos perdona, toma la miseria y la comprende, la entiende, pero para eso quiere  que yo perdone a los demás, los comprenda, sea compasivo, y así todo irá bien. Así siempre tendremos “gracia de Dios”, no seremos “desgraciados”, porque el pecado es la pérdida de la gracia. Y la pérdida de la gracia es la auténtica des-gracia. ¿Cómo me comporto ante las necesidades de los demás? ¿Me mueven a intentar aportar lo que esté en mi mano, o me dejan indiferente pensando que, en el fondo, es su problema? ¿Me doy cuenta de que mi trabajo o mi estudio bien hecho es la forma habitual que tengo para colaborar con las necesidades de la sociedad y de los que me rodean?
“No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados”. Qué fácil es criticar, murmurar, hablar mal de alguien, sin pensar en los motivos, o las presiones, o la ignorancia, o la flaqueza, o el carácter, o muchos otros elementos de juicio que no tengo y que sólo Tú, Señor, conoces en el corazón de cada persona, sus problemas, sus circunstancias… y ¡qué difícil es arreglar el daño hecho por la murmuración! Puedo hablar con otra persona, para desahogarme  (lo justo) y para pedir consejo y ver cómo actuar, con una crítica constructiva que lleve a corregir a esa persona, por amor, no por celo amargo (P. Cardona): «No admitas un mal pensamiento de nadie, aunque las palabras u obras del interesado den pie para juzgar así razonablemente» (J. Escrivá, Camino 442).
“Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá». A veces me cuesta dar, Señor, y soy muy roñoso con mis cosas, con mi tiempo, con mis ambiciones. No sé dar, no sé darme. Me doy cuenta de que esta actitud me empequeñece el corazón y, por eso, me hace incapaz de recibir tus dones.
En cambio, cuando soy generoso contigo y con los demás, recibo más que lo poco que tenía para dar: «Echarán en vuestro regazo una buena medida, apretada, colmada, rebosante.» Jesús, Tú eres más generoso que yo. Yo doy uno y Tú devuelves ciento. Que no quiera quedarme con este uno: con mis planes, con mi futuro. Que sepa dejarlo todo en tus manos, para lo que Tú quieras, para lo que haga falta. Yo te quiero servir en medio de mi vida corriente; quiero darte lo poco que tengo, por amor a Ti. No lo hago para recibir, sino porque Tú me lo pides; pero sé muy bien que Tú siempre me pagas con creces -ya en esta vida- todo lo que haga por Ti y por los demás.
Tal como hacemos se hará con nosotros: «la medida que uséis, la usarán con vosotros». Es lo que nos enseñó a pedir en el Padrenuestro: «perdónanos... como nosotros perdonamos». Me gustan mucho las devociones al Sagrado Corazón de Jesús y Corazón de María, y la Divina Misericordia que dijo el Señor a Santa Faustina, que tan devoto era Juan Pablo II, también polaco como ella, y que el día que murió iba a decir su discurso ya preparado recordando que Jesús liberaba "a la humanidad, que a veces parece extraviada y dominada por el poder del mal, del egoísmo y del miedo, el Señor resucitado ofrece como don su amor que perdona, reconcilia y vuelve a abrir el ánimo a la esperanza. Es amor que convierte los corazones y da la paz. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de comprender y acoger la Divina Misericordia!".  Es una devoción sencilla, como la del Sagrado Corazón. En el Sagrado Corazón pedimos: “Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío”. En la divina misericordia todavía es más corta la jaculatoria: “Jesús, en ti confío”.
"Señor, que con tu muerte y resurrección revelas el amor del Padre, nosotros creemos en ti y con confianza te repetimos hoy: Jesús, confío en Ti, ten misericordia de nosotros y del mundo entero".  La mejor manera de participar de este tesoro es desde el corazón de la Virgen: “contemplar con los ojos de María, el inmenso misterio de este amor misericordioso que brota del Corazón de Cristo.”
Antes se decía “ojo por ojo”, si me has dado una bofetada te doy otra, pero Jesús nos enseña la “ley del talión al revés”, devolver bien por mal, “poner amor donde no hay amor para sacar amor”, ya decía Gandhi que el “ojo por ojo” nos dejaría a todos ciegos, y que la solución del mundo es seguir la ley de Jesús. El perdón es lo más divino, es parecerse a Dios. Ser bueno "sin medida", como Dios. –“Sed misericordiosos...” Es una palabra difícil de explicar: -Compartid las penas de los demás... -Sed indulgentes... -Dejaos conmover... -Excusad... -Participad en las tribulaciones de vuestros hermanos... -Olvidad las injurias… -Sed sensibles... -No guardéis rencor... -Tened buen corazón... –“Así como también vuestro Padre es misericordioso.” "Dios es amor", "Dios es misericordia." Y hemos de ser "imagen de Dios" para realizarnos, sentirnos felices: Tú esperas, Señor, que yo me parezca a ti, que sea el representante de tu amor cerca de mis hermanos. Ser el corazón de Dios, ser la mano de Dios... ser "como si" estuviese Dios presente cerca de fulanito... Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de recibir con amor la Vida que Dios nos ofrece.  María, madre de los dolores, ayúdame a perdonar a los demás, que me duelan más las cosas que hago a los demás y me duelan menos las que me hacen, llorar un poco más mis pecados y menos los de los demás, “quererlos” un poco más y “quererme” un poco menos.
2. El profeta Daniel dice que hizo esta oración al Señor: “¡Ah, Señor, Dios grande y temible, que guardas la alianza y el amor a los que te aman y observan tus mandamientos! Nosotros hemos pecado, hemos cometido el mal, hemos sido malos, nos hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus normas. No hemos escuchado a los profetas, que en tu nombre hablaban a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres... A ti, Señor, la justicia; a nosotros la vergüenza en el rostro... Y al Señor Dios nuestro, la piedad y el perdón...” El hombre, muchas veces, prefiere apartarse de la protección divina e irse por su cuenta, y Daniel siente la carga de pecado y la traición de los hombres de su pueblo, y esto nos pasa cuando no escuchamos la voz de la conciencia, de nuestro corazón, no obedecemos a los que nos hablan de parte de Dios. Recuerdo un niño que se enfadó en su casa y no quería obedecer, y dando un portazo se fue: “¡me voy de casa!”, gritó. Fue por la calle, a jugar con los amigos, a hacer “el burro”, pero al pasar las horas los amigos fueron a sus casas a cenar, se hacía de noche… y él sintió hambre, y frío… y pensó en qué podía hacer, y se le pasó el enfado, y volvió a pedir perdón, y su madre le abrazó, porque estaba preocupada por él.
Cuando estamos enfadados vemos como con gafas negras, recuerdo que al ir en coche en verano yo me ponía gafas de sol y luego al entrar en un túnel no veía nada y pensaba “esto está muy oscuro, ¡qué raro!” hasta que caía en la cuenta de que era porque llevaba gafas oscuras, y por esto lo veía todo oscuro. Un ojo enfermo deforma la realidad, nos engaña. Vemos a los demás con el color que los miramos… Una mujer llegó con su familia a un piso nuevo, y veía por la ventana a la vecina tender la ropa y pensaba “qué sucia tiene la ropa la vecina, habrá que decirle algo”, y así un día y otro, hasta que su marido limpió los cristales de la ventana, y vio que la vecina tendía la ropa limpia, pero eran los vidrios de la ventana desde donde miraba que estaban sucios, si miramos mal las cosas las personas nos parecerán llenas de maldad. Empezamos la segunda semana de la Cuaresma con una oración de Daniel sincera: «hemos pecado… Dios grande, que guardas la alianza y el amor a los que te aman... Al Señor Dios nuestro la piedad y el perdón».
Hoy le pedimos a Jesús luz para nuestra conciencia, para ir por el buen camino, y cantamos al comenzar: “Sálvame, Señor, ten misericordia de mí. Mi pie se mantiene en el buen camino”.
3. Con el Salmo cantamos confiados: «Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados… que tu compasión nos alcance pronto, pues estamos agotados… nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu rebaño, te daremos gracias siempre, cantaremos siempre tus alabanzas». Un niño de unos nueve años, un domingo recuerda a su padre que hay que ir a misa. -Hoy no vamos - dice el padre-. Yo tengo otras cosas que hacer.
-Pero, papá, -insiste el niño- es que hoy tenemos obligación de ir. Lo manda el tercer Mandamiento de la Ley de Dios.
-No te preocupes. Eso no tiene importancia. Ya iras otro día. El pequeño se calla. Pero al poco rato interviene de nuevo:
-Oye papá, si el tercer Mandamiento no tiene importancia, el cuarto aún debe importar menos (Agustín Filgueiras Pita). Pedimos en la colecta de hoy: «Señor, Padre santo, que para nuestro bien espiritual nos mandaste dominar nuestro cuerpo mediante la austeridad, ayúdanos a librarnos de la seducción del pecado, y a entregarnos al cumplimiento filial de tu santa Ley».
Llucià Pou Sabaté

jueves, 9 de marzo de 2017

Viernes semana 1 de Cuaresma

Viernes de la semana 1 de Cuaresma

Dios quiere nuestra conversión, que se manifieste en el amor a los demás
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego.Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo»” (Mateo 5,20-26).
1. ¡Lo explicas tan bien, Señor! Es como una explicación de lo que será la multiplicación de los panes, pero en el amor: el decálogo ya no es abolido, sino llevado a la plenitud con tu Palabra. Usas la antítesis: «... se dijo a los antiguos, pero yo os digo», pues eres el nuevo Moisés, o mejor del que habló Moisés, eres el Legislador: «El Señor, tu Dios, te suscitará de en medio de ti, de entre tus hermanos, un profeta como yo; a él le oirás» (Dt 18,15). Era el deseo de siempre: «No ha vuelto a surgir en Israel el profeta semejante a Moisés, con quien cara a cara tratase Yahveh» (Dt 34,10), El nuevo Profeta es aquel que habla con Dios cara a cara. Pero es mucho más. La antítesis no es «Moisés dijo», «yo digo»; la antítesis es «se dijo», «Yo digo». Esta pasiva «se dijo» es la forma hebraica de velar el nombre de Dios. Debe traducirse así: «Dios dijo a los antiguos, pero yo os digo»: la antítesis es «Dios dijo». «Yo digo»; Jesús habla al mismo nivel de Dios. Este «Yo» es un Yo divino. Esto es lo nuevo: «Lo viejo pasó, se ha hecho nuevo» (2 Cor 5,17): «He aquí que hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5). La oración después de la comunión lo señala: «Señor, que esta eucaristía nos renueve para que, superando nuestra vida caduca, lleguemos a participar de los bienes de la redención» (Joseph Ratzinger, “El camino pascual”).
-“Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás"... Pero yo os digo: "No os irritéis contra vuestro hermano..."” Como dirá luego la primera lectura, vemos aquí que Jesús interioriza la ley, va a la raíz -la "cólera"- de no-amar. A la luz de estas palabras, examino mis relaciones humanas. En este tiempo de cuaresma, es bueno proyectar esa luz exigente sobre mis relaciones cotidianas. ¿Me dejo llevar por mi temperamento? ¿Soy despreciativo? ¿Soy duro en mis palabras?
-“Si vas a presentar tu ofrenda ante el altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar...” Si hay discordia entre los hombres, la relación con Dios también se rompe. ¡Dios rehúsa la muestra de amor que pretendemos darle, cuando no amamos también a sus hermanos! Esto no quiere decir que si al ir a comulgar nos acordamos de alguien con quien nos enfadamos, tengamos que salir de la fila para ir a buscarlo… pero sí que en nuestro corazón hagamos el propósito de hacer las paces en la primera ocasión, y pidamos ayuda al Señor en la comunión. Además, es bonito saber que quien juzga a los demás, tendrá juicio en la muerte. Pero el que no juzga, no será juzgado… –“Ve primero a reconciliarte con tu hermano y luego vuelve a presentar tu ofrenda”. No es posible tener odio al hermano y participar en la Eucaristía, sacramento del Amor. “Expulse el amor de la humildad el espíritu de la soberbia, fuente de todo pecado, y mitigue la mansedumbre a los que infla el orgullo. Los que con sus ofensas han exasperado los ánimos, reconciliados entre sí, busquen entrar en la unidad de la concordia. No volváis mal por mal, sino perdonaos mutuamente, como Cristo nos ha perdonado. Suprimid las enemistades humanas con la paz...” (San León Magno).
Es aquel “perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mt 6,12), y sigue San León: “es absolutamente cierto que, al conceder el perdón a las ofensas de los otros, nos disponemos nosotros mismos para alcanzar la clemencia divina”.
Morir a la ley del gusto es un buen propósito para hoy: no hacer las cosas porque me gusta, me apetece, me va bien.... me contaron una historia: Dos hermanitos vestidos de forma harapienta, uno de cinco años y el otro de diez, iban pidiendo un poco de comida por las casas de la calle que rodea la colina. Nadie les daba… hasta que una señora les dio una lata de leche.
Se sentaron los dos en la acera. El más pequeño le dijo al de diez años: "tú eres el mayor, toma primero”... y lo miraba relamiéndose.
Se lleva la lata a la boca y simulando que bebía, apretaba los labios fuertemente para que no le entrase ni una sola gota de leche. Después decía al hermano: "Ahora es tu turno. Sólo un poquito." Y el hermanito, dando un trago exclamaba: "¡Está sabrosa!"
"Ahora yo", dice el mayor. Y llevándose a la boca la latita, ya medio vacía, no bebía nada. "Ahora tú", "Ahora yo", "Ahora tú", "Ahora yo"... Y, después de varios tragos, el menor se acababa toda la leche... él solito.
El mayor comenzó a cantar, a danzar, a jugar fútbol con la lata vacía de leche. Estaba radiante, con el estómago vacío, pero con el corazón rebosante de alegría. Brincaba con la naturalidad de quien no hace nada extraordinario, o aún mejor, con la naturalidad de quien está habituado a hacer cosas extraordinarias sin darles la mayor importancia. De aquél muchacho podemos aprender una gran lección: "Quien da es más feliz que quien recibe." Es así que debemos amar. Sacrificándonos con tanta naturalidad, con tal elegancia, con tal discreción, que los demás ni siquiera puedan agradecernos el servicio que les prestamos." ¿Cómo podrías hoy encontrar un poco de esta "felicidad" y hacer la vida de alguien mejor, con más "gusto de ser vivida"? Cerca de nosotros puede haber un amigo que necesita de nuestro hombro, de nuestro consuelo y, quizá aún más, de un poco de nuestra paz.... Madre mía, que siempre actúe para darles gusto a mis padres, a mis hermanos; que muera a la ley del gusto mío.
2. El profeta Ezequiel, en medio de un templo y religión destruidos por la guerra, y muchos en el destierro, habla de escuchar a Dios con el corazón, que dice: -“¿Es que quiero yo la muerte del malvado y que no se convierta de su camino y viva?” Claro, para esto está la Cuaresma, para hacer las paces, el arrepentimiento: «Convertíos a Mí de todo corazón». La conversión ha de verse en las buenas obras: ser más caritativos, más serviciales, más cariñosos, más amables, más desprendidos, más bondadosos. Dice San Clemente Romano: «Seamos humildes, dejando toda chulería, aparentar y tontería, y los arrebatos de la ira..., emprendamos otra vez la meta de la paz…» recemos también por todos los pecadores, pues dice también el profeta: “Si el malvado se convierte de todos los pecados… vivirá, y no morirá. Ninguna de las ofensas que haya cometido le será recordada: a causa de la justicia que ha practicado, vivirá… preserva su vida. Él ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido: por eso, seguramente vivirá, y no morirá”. Es una llamada a la responsabilidad personal, y al perdón. Ezequiel insiste también sobre la «bondad» y sobre la «responsabilidad». ¡Dios se ha comprometido en el gran combate contra la "maldad"! Está por el "derecho y la justicia."
Y ahí está la libertad de la persona: “Esta liberación, el descubrimiento de la unicidad de la persona, es el corazón de la libertad. Esta liberación es el fruto de la fe en Dios-persona, o mejor aún: esta liberación proviene de la revelación de Dios-persona. La liberación, y con ella la libertad misma desaparece -no al instante, por supuesto, pero sí con una lógica implacable- cuando este Dios se pierde de vista en el mundo. Este Dios no es -como dicen los marxistas- instrumento de esclavitud; la historia nos enseña exactamente lo contrario: el valor indestructible de la persona humana depende de la presencia de un Dios personal” (Ratzinger).
3. «Desde el fondo del corazón a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?” Pedimos en la entrada de hoy: «Señor, ensancha mi corazón oprimido y sácame de mis tribulaciones. Mira mis trabajos y mis penas y perdona todos mis pecados» (Sal 24,17-18). No podemos apalancarnos, ahorrarnos la búsqueda personal de Dios y la conversión a él. "Si no sois mejores que los letrados y fariseos no entraréis en el Reino de los cielos" (Mt 5, 20). Nos sentimos pobres ante el Señor, necesitados de su misericordia, pues no somos perfectos sino siempre “en construcción”, de la mano de Dios. Hemos quitado los “estados de perfección” (los religiosos se llamaban así), pues de lo que se trata es en encontrar cada “la perfección en su propio estado”. Y también hemos de perder las ideas falsas de Dios como justiciero o al modo humano. Buda decía alegóricamente: "si encuentras a Dios, mátalo". Se puede entender en el sentido de que: Si ya tienes una imagen de Dios, destrózala, porque Dios no se parece a esa imagen, está más allá y debes de seguir buscándolo. San Agustín dice: "Si lo comprendes, ya no es Dios".
Lo que sí nos ha dicho Jesús de Dios Padre es que perdona: “Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto. Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora; porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y Él redimirá a Israel de todos sus delitos». Qué bonito el salmo de perdón, que me lleva a sentirme perdonado por Dios, porque yo también perdono a los demás. Esto cuesta. Y por eso pedimos en la Colecta: «Que tu pueblo, Señor, como preparación a las fiestas de Pascua, se entregue a las penitencias corporales, y que nuestra austeridad comunitaria sirva para la renovación espiritual de tus fieles».
Llucià Pou Sabaté

miércoles, 8 de marzo de 2017

Jueves semana 1 de Cuaresma

Jueves de la semana 1 de Cuaresma

El núcleo de la oración cristiana es la confianza en Dios
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas» (Mateo 7,7-12).
1. Jesús nos anima a rezar como niños a su padre: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”. Nos anima a rezar, y Dios, que es profundamente bueno, desea "dar" cosas buenas a sus hijos que se lo pidan, con una confianza total. Sabemos que Dios ya sabe lo que tenemos necesidad, y por eso a veces nos preguntamos si hemos de pedir o solo darle gracias y adorarle. Si nos hacemos pequeños, vemos que también la oración tiene otros dos fines: pedir perdón y petición de cosas. Son también los cuatro fines de la Misa. Hay algo en el templo de nuestra alma, que se hace grande cuando vivimos la oración en una u otra forma, según están recogidas en el Padrenuestro, y a veces haremos más petición y otras más actos de abandono en su providencia amorosa. Es un misterio el modo en que Dios nos concede siempre lo que le pedimos, porque nos lo da muchas veces de un modo diverso, que no entendemos, pero sabemos que es bueno y lo que nos conviene. No podemos entender a Dios y meterlo en nuestra pobre cabeza, como dice aquella canción: “deja que Dios haga de Dios, tú adórale…”; hemos de aprender a ser humildes y pedir como hacen los niños. Un Dios que no pudiera hacer milagros no sería Dios… si Dios es amor, ¿por qué parece que deja que nos haga daño la vida? Parece que verdad y amor no coincidan. Cabeza y corazón se contraponen, pero la inteligencia y el amor se funden en la oración, y entonces descubrimos que no hay más verdad que la que es amorosa ni más amor que el verdadero… y que esta es la verdad que nos da libertad… en la oración descubrimos la profunda unidad entre verdad, amor y libertad, que fundan todo acto humano y divino.
-“Porque quien pide recibe. Quien busca halla. A quien llama se le abre”. A veces dudo, porque ¡hay tantas plegarias aparentemente no atendidas! Quizá rezamos mal, quizá nos falta confianza y verdadera familiaridad con Dios. Sé que nos atiendes, Señor, pero no en lo que te pedimos exactamente. Y no entiendo. Pero me fío. Además, todos tenemos experiencia: yo te pedía "una" cosa precisa, y no la recibí... pero recibí de ti y de mi propia oración, una gran paz, una inmensa aceptación interior. He sido yo el que he cambiado por mi oración. ¿Es así como acoges nuestras súplicas, Señor?
 -“¿Quién de vosotros es el que si su hijo le pide pan, le da una piedra o si le pide un pez, le da una serpiente?” No se le ocurrirá a un padre darle una piedra o una serpiente al hijo. Esta experiencia de amor paterno o materno puede hacerme comprender que ciertas plegarias no sean atendidas, aparentemente. Aunque puedo ponerme la pega de que yo no doy siempre lo que esperan los demás de mí…
-“Si, pues, vosotros siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará cosas buenas a quien se las pide!” Todo depende de la bondad y del amor de ti, Señor. Tú nos amas. Eres padre. Eres madre. Quiere darnos cosas buenas. Necesito, quizá, llegar a descubrir que lo que me sienta mal, que no me gusta, mis pruebas y contrariedades... contienen una gracia, y son, de tu mano una "cosa buena" a recibir. Misterio del sufrimiento que agranda a un ser. Misterio de la enfermedad, de la soledad, de la vejez. Todo es aprendizaje.
-“Cuanto quisiereis que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos”. He aquí lo que evitaría muchos contratiempos. Que sepa yo encontrar en ello mi alegría (Noel Quesson).
Los mandamientos son sencillamente la explicación concreta de las exigencias del amor. Pero tampoco el amor es una opción arbitraria: el amor es el contenido del ser; el amor es la verdad. La verdad sobre la persona se va mutilando, como ahora se ahoga la corporalidad, se quita la fe de exigencias morales, como si la oración fuera una especie de yoga y estar en un nirvana. Aprendemos a renunciar a nuestros deseos, no eliminándolos sino por la oración integrándolos en la obediencia a lo que Dios quiere, así nos disponemos a desear el bien y nos hacemos buenos hablando con aquel que es la bondad misma. Es un proceso de transformación (Ratzinger). Es lo que pedimos en la colecta: «Concédenos la gracia, Señor, de pensar y practicar siempre el bien, y pues sin ti no podemos ni existir ni ser buenos, haz que vivamos siempre según tu voluntad. Por nuestro Señor...»
Lourdes escribió en el blog http://primeroseducadores.blogspot.com/ estas palabras, preciosas que seguro que si nos hacemos “peques” entenderemos: “ayer tarde hice una prueba con mis hijos, yo les recitaba el Padre Nuestro y ellos me explicaban su significado, el resumen es el siguiente:
-“Padre Nuestro”: Mi Papi, Tu Papi.
-“Que estás en el cielo”: Ellos veían con naturalidad que su Papi Dios esté flotando en lo alto de una nube o sentando en una estrella, para ellos no hay nada imposible, sólo hay que imaginarlo porque los niños no sueñan con la mente sino con el corazón, entonces vi como su Papi, tu Papi, mi Papi estaba sentado en la estrella que habita en su corazón.
-“Santificado sea tu nombre”: Aquí se acordaron de que Santificado es eso que nos dice mamá que tenemos que ser de mayores, "Santos": ¡claro!, su Papi, tu Papi, mi Papi es lo más de lo más, es SANTO y REyyyy -gritaban alborotados porque después venía lo del reinado.
-“Venga a nosotros tu reino”, donde podremos jugar al balón, a la comba y a la Wii.
-“Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”, eso, jugamos a todos los juegos que nuestro Papi diga porque como es SANTO Y REY se le ocurren los juegos mas divertidos.
-“No nos dejes caer en la tentación”, su Papi no les dejaría meterse en los charcos porque aunque es divertido luego terminamos empapados.
-“Líbranos del mal”, mi Papi me rescatará si viene una inundación (como Spiderman...)
-“AMÉN”, es la mejor respuesta: -“¿que significa Amén?”
-“Mamá, qué va a significar, pues eso: Amén”. (Claro, si está clarísimo… se entiende muy bien…)
La conversación fue bastante más larga y divertida, pero resumido puede quedar así, animo a que hagáis la prueba y vais a ver cómo aprendéis mucho de sus comentarios. A mí me enseñaron que no existe nada mejor que su Papi, tu Papi, mi Papi porque lo puede todo, todo, todo y estar con Él es lo mas divertido”.
Pues eso, nos hemos metido un poco en lo que es el cielo y nuestro Padre, y el corazón de una madre que sabe hacer que sus hijos quieran al padre. El amor lleva a que la madre enseñe a pronunciar “papá” y ella desaparecer, pensar en los demás: “Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas».
2. Ester y su pueblo están en gran peligro. Ester se refugió en el Señor, presa de mortal angustia. La situación del pueblo judío era dramática. Dispersos, perseguidos y despreciados. Ella tenía miedo y rezó así: "Señor mío, único rey nuestro. Protégeme, que estoy sola y no tengo otro defensor fuera de ti, pues yo misma me he expuesto al peligro”. Está en un “bajón”, sólo ve en ella debilidad y pobreza. Se atreve a mirar su gran pobreza, a reconocerla y a confesarla ¡Soledad! Es uno de los mayores sufrimientos. "Estoy sola". Esa impresión de no tener muchos amigos, y aun estando cerca de ellos, no poder contarles todo. Esto pasa también en la vida conyugal y familiar: esa dificultad para el intercambio, para la participación sincera. Hay días en los que estamos y nos sentimos «solos», aislados, con el corazón vacío... en los que se tiene la impresión de no ser comprendido. ¿Hay que aceptarlo, y nada más? o bien, como Ester, ¿ir a Dios y expansionarse con Él? A los estoicos y a los fuertes esto puede parecer una debilidad supletoria. Señor, yo no pretendo ser fuerte, quiero saber solamente que Tú sí me escuchas y me comprendes. ¡Sería una lástima que yo me mantuviera dándole vueltas a mis penas en lugar de vaciarlas en tu corazón y liberarme de ellas en lo posible!
“Desde mi infancia oí, en el seno de mi familia, cómo tú, Señor, escogiste a Israel entre las naciones, a nuestros padres entre todos sus antepasados, para ser tu heredad perpetua; y les cumpliste lo que habías prometido. Atiende, Señor, muéstrate a nosotros en la pena, y dame valor, Señor… Pon en mi boca un discurso acertado… A nosotros, líbranos con tu mano; y a mí, que no tengo otro auxilio fuera de ti, protégeme tú, Señor, que lo sabes todo." Ester es un ejemplo de cómo rezar en la angustia. Decirle a Dios lo que nos pasa: "Estoy sola…", no tengo amigas… con el corazón vacío... no me siento comprendida. Y ella no sólo acepta esa situación, sino que se sobrepone y reza (Noel Quesson).
-“Dame valor... Pon en mis labios palabras armoniosas”...  Es una plegaria que pide a Dios que "lleguemos a representar nuestro papel". «Señor, danos fuerza para lograrlo... "Ilumíname, dame el mejor discurso para salir de mi soledad". Pide saber interpretar ese papel, como tantas personas que les podrían dar el Oscar de mejor actriz, al tener que interpretar papeles duros… Maravilloso ¿verdad?: «¡Dame valor!». Una oración para repetirla a menudo. –“Líbranos, acude en socorro de mí que no tengo a nadie sino a ti, Tú lo sabes todo”. Oración confiada... Totalmente abandonado en las manos del Padre... (Noel Quesson).
3. Y cuando sale del peligro: “Te doy gracias, Señor, de todo corazón, te cantaré en presencia de los ángeles. / Me postraré ante tu santo Templo, y daré gracias a tu Nombre por tu amor y tu fidelidad, porque tu promesa ha superado tu renombre. / Me respondiste cada vez que te invoqué y aumentaste la fuerza de mi alma”.  Queremos estar, como decía la canción del verano 2009, “colgado de tus manos”, Señor, como un niño en el regazo de su madre, para no tener miedo, para sentir el calor de tus caricias. Iré con la Virgen, mi Madre, que es el camino más fácil, ella me enseñará: “Tu amor es eterno, Señor, ¡no abandones la obra de tus manos!
Llucià Pou Sabaté

Santa Francisca Romana, religiosa

Francisca nació en Roma en el año 1384. Y en cada año, el 9 de marzo, llegan cantidades de peregrinos a visitar su tumba en el Templo que a ella se le ha consagrado en Roma y a visitar el convento que ella fundó allí mismo y que se llama "Torre de los Espejos".
Sus padres eran sumamente ricos y muy creyentes (quedarán después en la miseria en una guerra por defender al Sumo Pontífice) y la niña creció en medio de todas las comodidades, pero muy bien instruida en la religión. Desde muy pequeñita su mayor deseo fue ser religiosa, pero los papás no aceptaron esa vocación sino que le consiguieron un novio de una familia muy rica y con él la hicieron casar.
Francisca, aunque amaba inmensamente a su esposo, sentía la nostalgia de no poder dedicar su vida a la oración y a la contemplación, en la vida religiosa. Un día su cuñada, llamada Vannossa, la vio llorando y le preguntó la razón de su tristeza. Francisca le contó que ella sentía una inmensa inclinación hacia la vida religiosa pero que sus padres la habían obligado a formar un hogar. Entonces la cuñada le dijo que a ella le sucedía lo mismo, y le propuso que se dedicaran a las dos vocaciones: ser unas excelentes madres de familia, y a la vez, dedicar todos los ratos libres a ayudar a los pobre y enfermos, como si fueran dos religiosas. Y así lo hicieron. Con el consentimiento de sus esposos, Francisca y Vannossa se dedicaron a visitar hospitales y a instruir gente ignorante y a socorrer pobres. La suegra quería oponerse a todo esto, pero los dos maridos al ver que ellas en el hogar eran tan cuidadosas y tan cariñosas, les permitieron seguir en esta caritativa acción. Pronto Francisca empezó a ganarse la simpatía de las gentes de Roma por su gran caridad para con los enfermos y los pobres. Ella tuvo siempre la cualidad especialísima de hacerse querer por la gente. Fue un don que le concedió el Espíritu Santo.
En más de 30 años que Francisca vivió con su esposo, observó una conducta verdaderamente edificante. Tuvo tres hijos a los cuales se esmeró por educar muy religiosamente. Dos de ellos murieron muy jóvenes, y al tercero lo guió siempre, aun después de que él se casó, por el camino de todas las virtudes.
A Francisca le agradaba mucho dedicarse a la oración, pero le sucedió muchas veces que estando orando la llamó su marido para que la ayudara en algún oficio, y ella suspendía inmediatamente su oración y se iba a colaborar en lo que era necesario. Veces hubo que tuvo que suspender cinco veces seguidas una oración, y lo hizo prontamente. Ella repetía: "Muy buena es la oración, pero la mujer casada tiene que concederles enorme importancia a sus deberes caseros".
Dios permitió que a esta santa mujer le llegaran las más desesperantes tentaciones. Y a todas resistió dedicándose a la oración y a la mortificación y a las buenas lecturas, y a estar siempre muy ocupada. Su familia, que había sido sumamente rica, se vio despojada su sus bienes en una terrible guerra civil. Como su esposo era partidario y defensor del Sumo Pontífice, y en la guerra ganaron los enemigos del Papa, su familia fue despojada de sus fincas y palacios. Francisca tuvo que irse a vivir a una casona vieja, y dedicarse a pedir limosna de puerta en puerta para ayudar a los enfermos de su hospital. Y además de todo esto le llegaron muy dolorosas enfermedades que le hicieron padecer por años y años. Ella sabía muy bien que estaba cosechando premios para el cielo.
Su hijo se casó con una muchacha muy bonita pero terriblemente malgeniada y criticona. Esta mujer se dedicó a atormentarle la vida a Francisca y a burlarse de todo lo que la santa hacía y decía. Ella soportaba todo en silencio y con gran paciencia. Pero de pronto la nuera cayó gravemente enferma y entonces Francisca se dedicó a asistirla con una caridad impresionantemente exquisita. La joven se curó de la enfermedad del cuerpo y quedó curada también de la antipatía que sentía hacia su suegra. En adelante fue su gran amiga y admiradora.
Francisca obtenía admirables milagros de Dios con sus oraciones. Curaba enfermos, alejaba malos espíritus, pero sobre todo conseguía poner paz entre gentes que estaban peleadas y lograba que muchos que antes se odiaban, empezaran a amarse como buenos amigos. Por toda Roma se hablaba de los admirables efectos que esta santa mujer conseguía con sus palabras y oraciones. Muchísimas veces veía a su ángel de la guarda y dialogaba con él.
Francisca fundó una comunidad de religiosas seglares dedicadas a atender a los más necesitados. Les puso por nombre "Oblatas de María", y su casa principal, que existe todavía en Roma, fue un edificio que se llamaba "Torre de los Espejos". Sus religiosas vestían como señoras respetables. No tenían hábito especial.
Nombró como superiora a una mujer de toda su confianza, pero cuando Francisca quedó viuda entró también ella de religiosa, y por unanimidad las religiosas la eligieron superiora general. En la comunidad tomó por nombre "Francisca Romana".
Había recibido de Dios la eficacia de la palabra y por eso acudían a ella numerosas personas para pedirle que les ayudara a solucionar los problemas de sus familias. El Espíritu Santo le concedió el don de consejo, por el cual sus palabras guiaban fácilmente a las personas a conseguir la solución de sus dificultades.
Cuando llegaban las epidemias, ella misma llevaba a los enfermos al hospital, lo atendía, les lavaba la ropa y la remendaba, y como en tiempo de contagio era muy difícil conseguir confesores, ella pagaba un sueldo especial a varios sacerdotes para que se dedicaran a atender espiritualmente a los enfermos.
Francisca ayunaba a pan y agua muchos días. Dedicaba horas y horas a la oración y a la meditación, y Dios empezó a concederle éxtasis y visiones. Consultaba todas las dudas de su alma con un director espiritual, y llegó a tal grado de amabilidad en su trato, que bastaba tratar con ella una sola vez para quedar ya amigos para siempre. A las personas que sabía que hablaban mal de ella, les prodigaba mayor amabilidad.
Estaba gravemente enferma, y el 9 de marzo de 1440 su rostro empezó a brillar con una luz admirable. Entonces pronunció sus últimas palabras: "El ángel del Señor me manda que lo siga hacia las alturas". Luego quedó muerta, pero parecía alegremente dormida.
Tan pronto se supo la noticia de su muerte, corrió hacia el convento una inmensa multitud. Muchísimos pobres iban a demostrar su agradecimiento por los innumerables favores que les había hecho. Muchos llevaban enfermos para que les permitieran acercarlos al cadáver de la santa, y así pedir la curación por su intercesión. Los historiadores dicen que "toda la ciudad de Roma se movilizó", para asistir a los funerales de Francisca.
Fue sepultada en la iglesia parroquial, y al conocerse la noticia de que junto a su cadáver se estaban obrando milagros, aumentó mucho más la concurrencia a sus funerales. Luego su tumba se volvió tan famosa que aquel templo empezó a llamarse y se le llama aún ahora: La Iglesia de Santa Francisca Romana.
Cada 9 de marzo llegan numerosos peregrinos a pedirle a Santa Francisca unas gracias que nosotros también nos conviene pedir siempre: que nos dediquemos con todas nuestras fuerzas a cumplir cada día los deberes que tenemos en nuestro hogar, y que nos consagremos con toda la generosidad posible a ayudar a los pobres y necesitados y a ser extraordinariamente amables con todos. Santa Francisca: ruégale al buen Dios que así sea.
He aquí la descripción de una mujer admirable. "Que las gentes comenten sus muchas buenas obras" (S. Biblia. Proverbios 

martes, 7 de marzo de 2017

Miércoles semana 1 de Cuaresma

Miércoles de la semana 1 de Cuaresma

No hemos de pedir cosas mágicas a Jesús, el éxito de la vida es tenerlo a Él mismo como Amigo, y con Él tenemos todo lo demás, para verlo así necesitamos conversión
“En aquel tiempo, habiéndose reunido la gente, comenzó a decir: «Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás»” (Lucas 11,29-32).
1. La reina de Sabá vino desde muy lejos, atraída por la fama de sabio del rey Salomón. Los habitantes de Nínive hicieron caso a la primera a la voz del profeta Jonás y se convirtieron. Jesús dice que aquella Reina “vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás”. Le pedimos que no tengamos el corazón duro, y hagamos caso de esta llamada a mejorar. ¡Qué pena, cuando Jesús «vino a los suyos y los suyos no le reconocieron»! Hoy hace una semana que iniciamos la Cuaresma con el rito de la ceniza. ¿Hemos entrado en serio en este camino de los 40 días?, ¿en casa notan ya que estoy mejorando?: si controlo un poco más el potro salvaje que llevo dentro, que hay que domar (ayuno, sacrificio). Si conecto con Jesús como hijo de Dios que es algo mucho más mágico que los de Avatar conectando con la madre tierra o con su cabalgadura pues así “cargamos las pilas” y nos encendemos de energía de amor de Dios, nos revestimos de la coraza de la fortaleza para arrancar las malas hierbas del egoísmo en nuestra vida (oración). Si una vez hemos preparado nuestra alma sembramos la buena semilla del amor y la llevamos a todos con el servicio y la sonrisa (caridad): «Señor, mira complacido a tu pueblo, que desea entregarse a Ti con una vida santa; y a los que moderan su cuerpo con la penitencia, transfórmales interiormente mediante el fruto de las buenas obras» (oración colecta). Hay quien piensa que ser feliz es tener una consola o el último juego de ordenador, o tener suerte con los exámenes o con los amigos o con la lotería, tener éxito. Pero el éxito es tener a Jesús, ahí está todo. Él dice: «El que me ha visto a mí ha visto al Padre», el “todo será mejor” del cielo. Queremos ver a Jesús, que se haga realidad todo lo que soñamos, ese mundo mejor, y, de este modo, estar seguros. Jesús responde: «Sí, podéis ver». Ese mundo mágico del Padre se ha hecho visible en el Hijo.
2. Jonás fue a Nínive, la gran ciudad, y predicó durante un día entero: "Dentro de cuarenta días Nínive será destruida". Los ninivitas creyeron en Dios: promulgaron un ayuno y todos, grandes y pequeños, se vistieron de sayal. También el rey de Nínive, al enterarse, se levantó de su trono, se quitó el manto, se vistió de sayal y se sentó en el suelo. Luego mandó pregonar en Nínive este bando: "Por orden del rey y sus ministros, que hombres y bestias, ganado mayor y menor, no prueben bocado, ni pasten ni beban agua. Que se vistan de sayal, clamen a Dios con fuerza y que todos se conviertan de su mala conducta y de sus violentas acciones". Y Dios protegió la ciudad.
Jonás lo pasó mal, cuentan que no se portaba muy bien y se lo tragó un monstruo marino y los tres días y las tres noches que pasó en el corazón de la tierra, en «lo profundo de los infiernos» quedó marcado, las huellas de la experiencia de la muerte le hicieron madurar, dejó de ser un joven frívolo y salió hecho un profeta de pies a cabeza. Señor, si a veces lo paso mal, y Tú lo permites, que aproveche aquel “castigo” no para encerrarme en mis tonterías, sino para madurar. No para quedarme en mi habitación llorando sin abrir a nadie diciendo “no quiero cenar ni hablar con nadie”, “quiero morirme”, “no quiero respirar”, sino diciéndome: “si Tú quieres esto, Señor, será como tus tres días de estar en la Cruz y en el sepulcro, será para resucitar como el gusano que se transforma en mariposa, para vivir a una vida mejor, para transformarme en una persona mucho más fuerte y aprovechar de esta “crisis” y con ayuda de la Virgen, que me trae toda Gracia, que sea una “oportunidad” de victoria.
3. Ver a Jesús; ésta es la respuesta. Rezar nos cansa a veces, no sabemos. Hemos de purificarnos, nuestra alma está “miope”, por eso ahora que dentro de cuarenta días será Pascua, la gran fiesta de  nuestra salvación, vamos a prepararnos… con el salmo de hoy: «oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme». Nos invita la Iglesia a pedir perdón y a perdonarnos unos a otros. Y por mucho que nos cueste algo, más grande es la misericordia de Dios. Vamos aprendiendo a hacer la confesión con sinceridad, como dice el salmo: “¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! / ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! / Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. / No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu”.
Dios no se asusta de mí. Quizá hayas visto la película "Tarzán en Nueva York". Describe las divertidas aventuras de Tarzán y Chita cuando son trasladados en avión desde la selva a la ciudad de los rascacielos, donde todo les llena de asombro y les ocurren mil peripecias. Chita protagoniza una de las sorpresas: al llegar a la habitación del hotel ve reflejada su fea cara sobre el gran espejo del armario. El susto fue tan descomunal que, lanzando un terrible bramido presa de pavor, salió corriendo: no se imaginaba que aquel feísimo "monstruo" que ha visto en la habitación es su propia imagen reflejada en el espejo. La escena acaba bien: Chita se refugió en los brazos de Tarzán, que la cogió con afecto, calmándola con sus caricias. Y es que Tarzán quería a Chita como era: con sus pelos negros y largos, su rostro de irracional y su mirada extraviada.
Dios nos quiere a cada uno de nosotros infinitamente más: sabe mejor que nadie cómo somos; conoce nuestros fallos; no ignora que somos miserables y que tenemos muchos defectos. Nos conoce mucho mejor que podemos conocernos a nosotros mismos, y tiene en cuenta nuestras cosas buenas y nuestros deseos de mejorar (José Pedro Manglano). Dios no se asusta de nuestras tonterías. Gracias, Dios mío, porque me quieres a mí y a cada uno más que todas las madres del mundo puedan querer a sus hijos; no te asustas ante nuestras torpezas, ni ante nuestras miserias, y nos acoges con un cariño infinitamente mayor que el que tenía Tarzán a Chita. El problema es que cuando yo voy descubriendo mis limitaciones, fallos, miserias, etc., me puedo "medio asustar" y pensar que no me es posible ser santo, que no puedo estar cerca de ti, entonces puedo desanimarme, olvidarme de que Tú me quieres como soy, y alejarme de Ti. Que no me pase esto, Señor. Si alguna vez me alejo de Ti, volveré corriendo a tu lado contándote lo que me pasa. Y también a las personas que me fío: padres, hermanos, abuelos, parientes, en el cole el preceptor o tutor,  amigos y sacerdote, etc., porque cuando se me mete una idea de que soy super-raro y el único que le pasa algo, como que tengo una cara fea porque me sale un grano, en cuanto lo cuento y me dicen que es normal… me quedo ya tranquilo. Y esto en todo…
¿Por qué descorazonarnos, cuando en nuestro camino de conversión encontramos algo que se nos hace tremendamente difícil de superar? ¿Somos más grandes nosotros que la Misericordia de Dios? ¿Es más milagroso el hecho de que una mujer vaya a escuchar a Salomón, o el que una ciudad completa, se convierta ante la voz de un profeta, que la Resurrección del Hijo de Dios? Muchas veces a lo largo de la vida hemos pedido perdón, y muchas veces nos ha perdonado el Señor. Cada uno de nosotros sabe cuánto necesita de la misericordia divina: Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas (Salmo 24, 6), leemos en la Antífona de la Misa. La Cuaresma es un tiempo oportuno para cuidar muy bien el modo de recibir el sacramento de la Penitencia, ese encuentro con Cristo, que se hace presente en el sacerdote. Allí nos acoge, nos cura, nos limpia, nos fortalece. Cuando nos acercamos a este sacramento debemos pensar ante todo en Cristo. Él debe ser el centro del acto sacramental. Y la gloria y el amor a Dios han de contar más que nuestros pecados. Se trata de mirar mucho más a Jesús que a nosotros mismos; más a su bondad que a nuestra miseria, pues la vida interior es un diálogo de amor en el que Dios es siempre el punto de referencia. Somos como el hijo pródigo que vuelve a la casa paterna (Francisco Fernández Carvajal).
Llucià Pou Sabaté

San Juan de Dios, religioso

San Juan de Dios (Montemor-o-Novo 8 de marzo de 1495 - Granada 8 de marzo de 1550) es el fundador de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Su nombre de pila era João Cidade Duarte (Juan Ciudad Duarte en español).
Cuando aún no contaba con doce años, se establece en Oropesa, (Toledo) (España), en la casa de Francisco Cid Mayoral, al cual le servía como pastor. A la edad de 27 años, (1523) se alistó en las tropas de un capitán de infantería llamado Juan Ferruz, al servicio del Emperador Carlos I, en la defensa de Fuenterrabía, contra de las tropas francesas. Fue para él una dura experiencia, siendo expulsado por negligencia en el cuidado de las ganancias de su compañia (se salvo en el último momento de ser ahorcado). A pesar de ello, volvió a combatir en las tropas del conde de Oropesa en 1532, en el auxilio de Carlos V a Viena, sitiada por los turcos de Soliman I.
Al desembarcar en España por la costa gallega, siente la necesidad de entrar en Portugal y reencontrarse con sus orígenes. Pero este deseo se ve seriamente frustrado: sus padres han muerto; tan sólo queda su tío. De allí pasa a Andalucia y estando de paso en Gibraltar decide embarcar para África. En su mismo barco, encuentra al caballero Almeyda, su mujer y sus cuatro hijas que habían sido desterrados por el rey de Portugal enviándolos a Ceuta. El padre le contrata como sirviente, pero pronto cayeron todos enfermos, gastando la poca fortuna que traían, viéndose en la necesidad de pedir socorro a Juan de Dios. Este, mostrando ya la enorme caridad que le convertiría en santo, se pone a trabajar en la reconstrucción de las murallas de la ciudad, permitiendo que de su salario comiesen todos. Más tarde, pasa a Gibraltar, donde se hace vendedor ambulante de libros y estampas. De ahí se traslada definitivamente a Granada, en 1538, y abre una pequeña librería en la Puerta Elvira. Sería en esta librería donde comienza su contacto con los libros de tipo religioso.
El 20 de enero de 1539 se produce un hecho trascendental. Mientras escuchaba el sermón predicado por San Juan de Ávila en la Ermita de los Mártires, tiene lugar su conversión. Las palabras de Juan de Ávila producen en él una conmoción tal, que le lleva a destruir los libros que vendía, vaga desnudo por la ciudad, los niños lo apedrean y todos se mofan de él. Su comportamiento es el de un loco y, como tal, es encerrado en el Hospital Real. Allí trata con los enfermos y mendigos y va ordenando sus ideas y su espíritu mediante la reflexión profunda. Juan de Ávila dirige su joven e impaciente espíritu y lo manda peregrinar al santuario de la Virgen de Guadalupe en Extremadura. Allí madura su propósito y a los pies de la Virgen promete entregarse a los pobres, enfermos y a todos los desfavorecidos del mundo.
Juan vuelve a Granada en otoño de ese mismo año, lleno de entusiasmo y humanidad. Los recursos con los que cuenta son su propio esfuerzo y la generosidad de la gente. En un principio Juan utiliza las casas de sus bienhechores para acoger a los enfermos y desfavorecidos de la ciudad. Pero pronto tuvo que alquilar una casa, en la calle Lucena, donde monta su primer hospital. Pronto crece su fama por Granada, y el obispo le pone el nombre de Juan de Dios. En los siguientes diez años crece su obra y abre otro hospital en la Cuesta de Gomérez. Es, así mismo, un innovador de la asistencia hospitalaria de su época. Sus obras se multiplican y crece el número de sus discípulos -entre los cuales destaca Antón Martín, creador del Hospital de la Orden en Madrid llamado de Nuestra Señora del Amor de Dios- y se sientan las bases de su obra a través del tiempo. El 8 de marzo de 1550, a los 55 años, moría Juan de Dios en Granada, víctima de una pulmonía a consecuencia de haberse tirado al Genil para salvar a un joven que, aprovechando la crecida del río, había ido para hacer leña pero se cayó en medio de la corriente y estaba en trance de ahogarse. Lógico final para una vida totalmente entregada a los demás.
Fue beatificado por el papa Urbano VIII el 1 de septiembre de 1630 y canonizado por el papa Alejandro VIII, el 16 de octubre de 1690. Fue nombrado santo patrón de los hospitales y de los enfermos.
A su muerte su obra se extendió por toda España, Portugal,Italia y Francia y hoy día está presente en los cinco continentes.