domingo, 11 de septiembre de 2016

Domingo 24 de tiempo ordinario; ciclo C

Domingo de la semana 24 de tiempo ordinario; ciclo C

Estas tres parábolas nos hablan de la alegría de Dios, que es perdonar
«Se le acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: éste recibe a los pecadores y come con ellos. Entonces les propuso esta parábola : ¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja las noventa y nueve entonces el campo y va entonces busca de la que se perdió hasta encontrarla ? Y, cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros, gozoso, y al llegar a casa, convoca a los amigos y vecinos y les dice: alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me perdió. Os digo que habrá entonces el Cielo mayor alegría por un pecador que hace penitencia que por noventa y nueve justos que no la necesitan.¿Qué mujer, si tiene diez dracmas y pierde una, no enciende una luz y barre la casa y busca cuidadosamente hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a las amigas y vecinas diciéndoles: alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que se me perdió. Así, os digo, es la alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.Dijo también: Un hombre tenía dos hijos; el más joven de ellos dijo a su padre: padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde. Y les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo más joven, reuniéndolo todo, se fue a un país lejano y malgastó allí su fortuna viviendo lujuriosamente. Después de gastar todo, hubo una gran hambre en aquella región y él empezó a pasar necesidad. Fue y se puso a servir a un hombre de aquella región, el cual lo mandó a sus tierras a guardar cerdos; le entraban ganas de llenar su estómago con las algarrobas que comían los cerdos; y nadie se las daba. Recapacitando, se dijo: ¡cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen pan abundante mientras yo aquí me muero de hambre! Me levantaré e iré a mi padre y le diré: padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame cono a uno de tus jornaleros. Y levantándose se puso en camino hacia la casa de su padre. Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y se compadeció; y corriendo a su encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Comenzó a decirle el hijo: padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus criados: Pronto, sacad el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo, y vamos a celebrarlo con un banquete; porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado. Y se pusieron a celebrarlo. El hijo mayor estaba en el campo; al volver y acercarse a casa oyó la música y la danza y, llamando a uno de los criados, le preguntó qué pasaba. Este le dijo: ha llegado tu hermano, y tu padre ha matado el ternero cebado por haberle recobrado sano. Se indignó y no quería entrar, pero su padre salió a convencerlo. El replicó a su padre: mira cuántos años hace que te sirvo sin desobedecer ninguna orden tuya y nunca me has dado ni un cabrito para divertirme con mis amigos. Pero en cuanto ha venido ese hijo tuyo que devoró la fortuna con meretrices, has hecho matar para él el ternero cebado. Pero él le respondió: hijo tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo; pero había que celebrarlo y alegrarse porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado» (Lucas 15, 1-32)
1. Son tres parábolas de la misericordia: la del pastor nos recuerda aquello de Isaías: «Apacienta a su rebaño como un pastor, recoge a los corderos con su brazo, los lleva en su seno, y cuida de las ovejas paridas» (Is 40,11). San Hilario de Poitiers dirá: «Por la única oveja, hay que entender al hombre; y en ese hombre único hay que ver la totalidad de los hombres. El género humano anda errante desde que en Adán se ha equivocado de camino... Cristo es el que busca al hombre; y en él volverá a encontrar el hombre perdido la alegría del cielo.»
Luego nos habla de la mujer y la dracma perdida, que hace una gran fiesta cuando la encuentra, y para explicar mejor esa alegría divina cuando el pecador se arrepiente, narra la gran parábola del hijo pródigo (precisamente en el contexto de las críticas a Jesús por parte de fariseos, que dicen: "Ese acoge a los pecadores y come con ellos").
S. Agustín comenta: “El hombre que tuvo dos hijos es Dios, que tiene dos pueblos. El hijo mayor es el pueblo judío; el menor, el gentil. La herencia recibida del padre es la inteligencia, la mente, la memoria, el ingenio y todo aquello que Dios nos dio para que le conociésemos y alabásemos”. Y somos también nosotros ese hijo pródigo. “Tras haber recibido este patrimonio, el hijo menor se marchó a una región lejana. Lejana, es decir, hasta olvidarse de su creador. Disipó su herencia” hasta que se quedó sin nada. “Reinaba el hambre en aquella región: no hambre de pan visible, sino hambre de la verdad invisible. Impelido por la necesidad, cayó en manos de cierto príncipe de aquella región. En este príncipe ha de verse el diablo”, y pasa “a cuidar cerdos; es decir, la servidumbre última e inmunda de que suelen gozarse los demonios”. Comía “bellotas, que no le saciaban. Las bellotas son, a nuestro parecer, las doctrinas mundanas, que alborotan, pero no nutren”. Lo pasó mal, “y volvió en sí; primero el retorno a sí mismo y luego al Padre”, como dice la Escritura: “Volved, prevaricadores, al corazón. Habiendo retornado a sí mismo, se encontró miserable: Encontré la tribulación y el dolor e invoqué el nombre del Señor. ¡Cuántos mercenarios de mi padre, dice, tienen pan de sobra y yo perezco aquí de hambre!  (…)
Se levantó y retornó. Había permanecido o bien en tierra, o bien con caídas continuas. Su padre lo ve de lejos y le sale al encuentro. Su voz esta en el salmo: Conociste de lejos mis pensamientos. ¿Cuáles? Los que tuvo en su interior: Diré a mi padre: pequé contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de llamarme hijo tuyo, hazme como uno de tus mercenarios”. Y este pensamiento no se oculta a los ojos de Dios. “¡Cuán cerca está la misericordia de Dios de quien se confiesa! No está lejos Dios de los contritos de corazón”. El Padre lo esperaba, y al verlo va a buscarlo: “¿Por qué se conmovió de misericordia? Porque el hijo había confesado ya su miseria. Y corriendo hacia él se le echó al cuello”. Y “manda que se le ponga el primer vestido, el que había perdido Adán al pecar. Tras haber recibido en paz al hijo y haberlo besado, ordena que se le dé un vestido: la esperanza de la inmortalidad que confiere el bautismo. Manda asimismo que se le ponga anillo, prenda del Espíritu Santo, y calzado para los pies como preparación para el Evangelio de la paz, para que sean hermosos los pies del anunciador del bien. Todo esto lo hace Dios mediante sus siervos, es decir, a través de los ministros de la Iglesia (…) También mandó matar un becerro bien cebado, es decir, se le admitió a la mesa en la que el alimento es Cristo muerto (…)
El hermano mayor, cuando vuelve del campo, no quiere entrar, airado como está. Simboliza al pueblo judío que mostró esa animadversión incluso contra los que ya habían creído en Cristo”. Sigue diciendo que la sinfonía es la concordia de las voces”, la unidad (Sermones, BAC, Madrid 1983, Pág. 805-817).
Culmen de la revelación de la divina misericordia es esta palabra «del padre misericordioso».  “El Padre misericordioso que abraza al hijo perdido es el icono definitivo del Dios revelado por Cristo. Dios es, ante todo y sobre todo, Padre (…) para bendecir, esperando siempre, sin forzar nunca a ninguno de sus hijos. Sus manos sostienen, estrechan, dan fuerza y al mismo tiempo confortan, consuelan y acarician. Son manos de padre y madre a la vez” (Juan Pablo II). El amor no se deja "vencer por el mal", sino que "vence con el bien al mal".
2. "Danos, Padre, la alegría del perdón": es alegría de Dios, antes que alegría del hombre. Dios se alegra al acoger al pecador arrepentido; más aún, él mismo, que es Padre de infinita misericordia, suscita en el corazón humano la esperanza del perdón y la alegría de la reconciliación: “Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias”.
3. «Pero Dios tuvo compasión de mí». Pablo se muestra como un puro producto de la misericordia divina,  diciendo dos veces: «Dios tuvo compasión de mí», y esto para que «pudiera ser modelo de  todos los que creerán en él»: «Se fió de mí y me confió este ministerio. Eso que yo antes  era un blasfemo, un perseguidor y un violento». Y esto por una obcecación que Dios con su  potente luz transformó en una ceguera benigna, para que después «se le cayeran de los  ojos una especie de escamas». Pablo, para poner de relieve la total paradoja de la  misericordia de Dios, se pone en el último lugar: se designa como «el primero de los  pecadores», para que aparezca en él «toda la paciencia» de Cristo, y se convierte así en  objeto de demostración de la misericordia de Dios en beneficio de la Iglesia por los siglos  de los siglos (H. von Balthasar).
Llucià Pou Sabaté

viernes, 9 de septiembre de 2016

Sábado semana 23 de tiempo ordinario; año par

Sábado de la semana 23 de tiempo ordinario; año par

Jesús es la roca fuerte sobre la que edificar mi vida, ha venido al mundo para salvarme
“En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: -«No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca. ¿Por qué me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo? El que se acerca a mi, escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida. El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó y quedó hecha una gran ruina»” (Lucas 6,43-49).  
1. Nos hablas hoy, Jesús, de pureza de intención, y las obras dan a conocer el corazón de las personas: -“No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. No se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimia uva de los espinos”. Quieres recordarnos que es el "fondo" del hombre lo que permite juzgar sus actos. La calidad del fruto depende de la calidad del árbol. El "corazón", es decir, "el interior profundo" del hombre es lo esencial. Es necesario que los gestos exteriores correspondan a una calidad de fondo.
"-El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal". No somos aquello que decimos sino principalmente lo que hacemos, por nuestros frutos se nos conocerá. Luego, por las palabras, y quizá lo último es lo que pensamos. Lo que tenemos en el corazón es lo que sacamos al exterior, también en las palabras:
-“Porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca”. Jesús, no sé si hablabas aquí de los judíos, como que daban frutos malos porque no cuidaban el buen corazón, pero sin duda quieres también hablarme a mí, y te pido que cuides mi interior para que salga lo bueno fuera. Y al revés, también lo que hablamos influye en lo que hay en corazón y en cómo pasarán las cosas. A veces necesitamos hablar, pero tal como decimos las cosas también nos hacemos positivos o negativos. Un amigo me explicó algo doloroso y luego me dijo: “ya me he desahogado, ahora tengo que decir stop y dejar de hablar de eso, si no me configuraría negativamente”. Me gustó, porque los pensamientos, y más las palabras, nos hacen modelar el carácter de un modo u otro. Se puede decir que la proyección de nuestro modo de pensar y hablar hace que la realidad, los hechos, sean según hemos construido antes, así si pensamos que con la ayuda de Dios algo irá bien, aquello tiene más posibilidades de que así sea.
-“¿Por qué me invocáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que os digo?” Jesús, prefieres los actos buenos a las palabras vacías: -Todo el que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone en obra... nos hablas siempre de la escucha de la Palabra, y de las obras…
-“Se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y asentó los cimientos sobre roca; vino una crecida, rompió el río contra aquella casa y no se tambaleó porque estaba bien construida”. En la vida cristiana, la base eres tú, Jesús, y el don de nuestra filiación divina. Llevas a plenitud lo que es el hombre, que a la base tiene el amor, la lealtad y las otras virtudes humanas. «Cuando un alma se esfuerza por cultivar las virtudes humanas, su corazón está ya muy cerca de Cristo. Y el cristiano percibe que las virtudes teologales -la fe, la esperanza, la caridad-, y todas las otras que trae consigo la gracia de Dios, le impulsan a no descuidar nunca esas cualidades buenas que comparte con tantos hombres.
”Las virtudes humanas  insisto  son el fundamento de las sobrenaturales; y éstas proporcionan siempre un nuevo empuje para desenvolverse con hombría de bien. Pero, en cualquier caso, no basta el afán de poseer esas virtudes: es preciso aprender a practicarlas. «Discite benefacere», aprended a hacer el bien. Hay que ejercitarse habitualmente en los actos correspondientes -hechos de sinceridad, de veracidad, de ecuanimidad, de serenidad, de paciencia-, porque obras son amores, y no cabe amar a Dios sólo de palabra, sino «con obras y de verdad»” (J. Escrivá, Amigos de Dios  91). Señor, te pido ser leal, afable, cortés, generoso, sincero…
-“Por el contrario, el que las escucha y no las pone en práctica se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos. Rompió contra ella el río y en seguida se derrumbó, y la destrucción de aquella casa fue completa”. Santa María, Madre mía, tú eres el mejor árbol, puesto que has dado el mejor fruto: «bendito es el fruto de tu vientre». Eres maestra de todas las virtudes. Ayúdame a ser humilde, pues sin humildad, no puedo adquirir ninguna virtud (Noel Quesson).
2. San Pablo, hoy nos animas a no caer en la fe falsa:
-“Hermanos queridos, huid de la idolatría. Os hablo como a prudentes”. Señor, líbranos de nuestros ídolos. Señor, líbranos de nuestros falsos dioses: el dinero, el éxito, la fama, tanta superstición que sustituye la religión verdadera…
En el fondo, apoyarse en un ídolo es hacerse vanas ilusiones: se nos quebrará en las manos. Relativizar las cosas relativas es, por el contrario, de "hombres prudentes". Sólo Dios es Dios.
-“La copa que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?” Las cenas eucarísticas sí tienen un sentido pleno (y no las cenas paganas que hacían entonces). Tu "presencia", Señor, se hace viva cuando rezamos juntos, pero sobre todo cuando compartimos tu pan y vino consagrados: ¡tú estás aquí, Señor, entre nosotros! Y comulgamos con tu Presencia. Te pido ser más consciente de poder estar ya algo en el cielo, si no me distraigo…
-“Porque, aun siendo muchos, somos un solo pan y un solo cuerpo”. Es también muy bonito, Señor, que si estoy contigo estoy más con los demás: unido, pues tú eres Amor, y amar es participar de tu amor. Y con esa unión íntima con los demás, la alegría viene: en la pareja, las familias unidas, ambiente de trabajo...
-“Pues todos participamos de un solo pan”. Misterio de amor: la Iglesia se construye en la Eucaristía, pero ahí está también el centro de mi vida, y de mi relación con los demás. El rito del pan «partido» y repartido es todo un símbolo: comulgamos del mismo pan para expresar que recibimos al mismo Cristo. No hay un Cristo para unos y otro para los demás (Noel Quesson).
3. "Sálvame, Señor, por tu misericordia", te pido con palabras del Salmo: “A ti, Señor, me acojo: / no quede yo nunca defraudado; / tú, que eres justo, ponme a salvo, / inclina tu oído hacia mí”. Porque con tu ayuda voy seguro, pero te pido que no me dejes, que me animes a buscarte siempre y abandonarme en ti: “Ven aprisa a librarme, / sé la roca de mi refugio, / un baluarte donde me salve, / tú que eres mi roca y mi baluarte; / por tu nombre dirígeme y guíame”. Por último, que si caigo en mis despropósitos o me pierdo en cualquier extravío, me saques pronto de ahí:
“Sácame de la red que me han tendido, / porque tú eres mi amparo. / A tus manos encomiendo mi espíritu: / tú, el Dios leal, me librarás”. Aunque esté como falto de fuerzas, dame tu fortaleza: “Pero yo confío en ti, Señor, / te digo: "Tú eres mi Dios." / En tus manos están mis azares: / líbrame de los enemigos que me persiguen”. Te doy gracias, Señor, por todo: “Qué bondad tan grande, Señor, / reservas para tus fieles, / y concedes a los que a ti se acogen / a la vista de todos”.
Llucià Pou Sabaté

jueves, 8 de septiembre de 2016

Viernes semana 23 de tiempo ordinario; año par

Viernes de la semana 23 de tiempo ordinario; año par

Para poder ayudar a otros en la misión que nos pide el Señor, hemos de mejorar en primer lugar nosotros mismos
“En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: -«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, sí bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Hermano, déjame que te saque la mota del ojo", sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano»” (Lucas 6,39-42).
1. Jesús, sigues con tus parábolas: -“¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?” Nos equivocamos muchas veces, pues la inteligencia está influenciada por la emotividad, por tantas cosas que absolutizan un aspecto de la verdad. Por eso nos animas a tener los ojos muy abiertos, a no dejarnos engañar. Se señala la incapacidad de hacer de guía de otros, cuando uno está desorientado: ese afán puede esconder cierta tendencia de dominio, la ayuda a un necesitado puede esconder entonces ganas de ser como dueño de su destino…
Jesús, tú eres el maestro verdadero, y no has querido juzgar a los demás, sino que les ayudas; les ofreces lo que tienes. Este ejemplo del maestro se debe convertir en norma de conducta para todos los creyentes.
-“¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo, y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?” Muchas veces echamos la culpa a los demás, de algo que nosotros fallamos los primeros. La autocrítica es muy importante, la sencillez, y algo muy bonito que es la vulnerabilidad: mostrarnos como somos, con defectos, no intentar disimularnos. Esto hace más atractiva esa humanidad del cristiano, de quien se sabe con los méritos de Cristo aunque sea miserable.
Es muy grande la tendencia a dominar a los demás, querer hacerlos a nuestra medida, que piensen según la verdad que “yo tengo”… pero nadie es dueño de los otros, ni de la verdad… muchas veces la autoridad intenta imponer el criterio a los súbditos; sometidos así “a los que mandan”. Jesús, ayúdanos a entender el modo de salir de estos egoísmos, con la lógica del amor (edic Marova).
-“¿Cómo te permites decirle a tu hermano: "Hermano, déjame que te saque la mota del ojo", sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo...? ¡Te equivocas! Sácate primero la viga de tu ojo.” Echamos la culpa a los gobiernos de la corrupción, pero fácilmente nos quedamos con un dinero que no nos toca, sin darnos cuenta de que la justicia social es la suma de pequeñas justicias personales. Así los padres echan la culpa a los profesores de la deficiente educación de sus hijos, y estos a los padres, y así muchas cosas… «Cuando nos veamos precisados a reprender a otros, pensemos primero si alguna vez hemos cometido aquella falta que vamos a reprender; y si no la hemos cometido, pensemos que somos hombres y que hemos podido cometerla. O si la hemos cometido en otro tiempo, aun que ahora no la cometamos. Y entonces tengamos presente la común fragilidad para que la misericordia, y no el rencor, preceda a aquella corrección» (San Agustín).
-“Sácate primero la viga de tu ojo, entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano”. La "revisión de vida" es un ejercicio espiritual eminentemente evangélico: se trata de reconsiderarse a sí mismo, de revisar, de repasar la propia vía y los propios compromisos. Señor, haznos lúcidos y clarividentes; así podremos intentar ayudar a nuestros hermanos a ver también más claro (Noel Quesson).
¡Qué fácilmente vemos los defectos de nuestros hermanos, y qué capacidad tenemos de disimular los nuestros! Eso se llama ser hipócritas. Hablaba un sufí oriental que de joven quería cambiar el mundo, y fracasó; luego pensó cambiar a los que estaban más cerca de él, solo ellos… y también fracasó. Por fin, ya mayor, pensó en cambiar él mismo… por donde tenía que haber comenzado desde el principio. Pero yo añadiría que así es como podemos ayudar a los de alrededor, y cambiar el mundo, cuando hacemos la revolución en nuestro interior, y llenos de esperanza vamos llevando a otros corazones ese mismo afán de mejora. No hay más maestro que Jesús, y como instrumentos suyos podemos ser maestros, si sabemos que nunca hemos acabado de aprender nosotros. Jesús, te pido que cuando vea fallos en los demás, piense: "y yo seguramente tengo fallos mayores y los demás no me los echan en cara continuamente, sino que disimulan: ¿por qué tengo tantas ganas de ser juez y fiscal de mis hermanos?". Ayúdame, Jesús, a mirarme en el espejo de tu vida, en tu Palabra, que me vaya orientando día tras día (J. Aldazábal).
El evangelio de hoy nos invita a mirar el mundo y a los otros con la misma mirada de Jesús: una mirada de benevolencia. Los ojos son como un espejo en el que se refleja el mundo. “Si tú me dices: ‘muéstrame a tu Dios’, yo te diré a mi vez: ‘muéstrame tú al hombre que hay en ti’, y yo te mostraré a mi Dios. Muéstrame, por tanto, si los ojos de tu mente ven, y si oyen los oídos de tu corazón… ven a Dios los que son capaces de mirarlo, porque tienen abiertos los ojos del espíritu. Porque todo el mundo tiene ojos, pero algunos los tienen oscurecidos y no ven la luz del sol. Y no porque los ciegos no vean ha de decirse que el sol ha dejado de lucir, sino que esto hay que atribuírselo a sí mismos y a sus propios ojos. De la misma manera, tienes tú los ojos de tu alma oscurecidos a causa de tus pecados y malas acciones” (S. Teófilo de Antioquía).
Hay personas para las que toda la realidad es triste y está sujeta a lamentaciones. Todo va mal; y los "sí, pero..." minan toda razón de esperar. Son aguafiestas… El mundo, como por una especie de mimetismo, toma el color de nuestra mirada. Te pido, Señor, tu benevolencia, corazón bueno, y no ser de los que siempre están con sospechas o piensan que son los carceleros de la libertad de los demás, para tomarlos en la argolla de las condenaciones. No queremos ser de la “cofradía del santo reproche”… decía un slogan: "Los demás ven la vida en negro, nosotros vemos razones para esperar". Eso es la benevolencia cristiana: el amor tiene paciencia, lo excusa todo, lo perdona todo, porque toma como modelo la misericordia de Dios. Nuestra benevolencia no es "ver las cosas de color rosa"; es teologal. Nuestras razones para esperar se arraigan en el ser mismo de Dios, que tiene paciencia, y en su gracia, que no fallará jamás. Dios de paciencia infinita, / sé nuestro maestro: / enséñanos a amar como Tú solo puedes amar. / Danos un corazón misericordioso / y razones para esperar / que nuestro tiempo desembocará en la felicidad eterna (Dios cada día, Sal terrae).
El prestigio que de veras ha de interesarnos es el del amor, del que manan la buena conciencia, la misericordia y solidaridad... Danos, Señor, la gracia de ser sinceros, de reconocer nuestras propias miserias y debilidades antes de descubrir la parte oscura de la vida de nuestros hermanos, y de rectificar nuestra conducta, conforme a la verdad, justicia y caridad.
2. Pablo dio respuestas ágiles y relativas a los problemas que le planteaban los de Corinto: el valor del celibato, las carnes provenientes de templos…
-“Predicar el evangelio no es para mí ningún motivo de gloria, es más bien ¡un deber que me incumbe!” Con humildad, no desea ningún privilegio ni gloria, quien se ve como un «esclavo» que cumple su tarea porque no puede dejar de cumplirla!
-“¡Ay de mí, si no predicara el evangelio!” ¿Soy yo también, o procuro ser, un anuncio vivo del Evangelio?
-“No predico por propia iniciativa; es una misión que me ha sido confiada. ¿Por qué he de recibir yo una recompensa?”¡Es una misión confiada por Dios!
-“Efectivamente, siendo libre con relación a todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda”.Es el apostolado concebido como un «servicio» -ministerio significa «servicio». ¿De quién soy servidor?
-“Los atletas se privan de todo por una corona corruptible. Yo golpeo duramente mi cuerpo... y lo esclavizo, no sea que habiendo proclamado el mensaje a los demás, resulte yo mismo descalificado”. La ascesis, el dominio de sí mismo. Útil en muchos deportes... ¡y también en muchos oficios! Indispensable en la vida cristiana. Necesario en la vida apostólica. ¿Continuó siendo un cristiano mediano, comodón? (Noel Quesson).
Pablo se siente libre, pues quién esté aferrado a sus seguridades todavía tiene miedo…
3. Te pedimos, Señor, con el salmista, vivir en tu casa por siempre, “mi alma se consume y anhela los atrios del señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo”. Y así como el gorrión y la golondrina buscan su nido, así “dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación”.
Llucià Pou Sabaté
San Pedro Claver, presbítero

Pedro Claver y Juana Corberó, campesinos catalanes, tuvieron seis hijos, pero solo sobrevivieron Juan, el mayor, y los dos mas pequeños, Pedro e Isabel. El padre apenas podía firmar su nombre, pero era un hombre trabajador y buen cristiano. La infancia de Pedro quedó oculta para la historia como la de tantos santos, incluso la de Nuestro Señor. Trabajaba en el campo con su familia.
Pedro se graduó de la Universidad de Barcelona. A los 19 años decide ser Jesuita e ingresa en Tarragona. Mientras estudiaba filosofía en Mallorca en 1605 se encuentra con San Alonso Rodriguez, portero del colegio. Fue providencial. San Alonso recibió por inspiración de Dios conocimiento de la futura misión del joven Pedro y desde entonces no paró de animarlo a ir a evangelizar lo territorios españoles en América.
Pedro creyó en esta inspiración y con gran fe y el beneplácito de sus superiores se embarcó hacia la Nueva Granada en 1610. Debía estudiar su teología en Santa Fe de Bogotá. Allí estuvo dos años, uno en Tunja y luego es enviado a Cartagena, en lo que hoy es la costa de Colombia. En Cartagena es ordenado sacerdote el 20 de Marzo de 1616.
Al llegar a América, Pedro encontró la terrible injusticia de la esclavitud institucionalizada que había comenzado ya desde el segundo viaje de Colón el 12 de Enero de 1510, cuando el rey mandó a emplear negros como esclavos. Se trata de una tragedia que envolvió a unos 14 millones de infelices seres humanos. Un millón de ellos pasaron por Cartagena. Los esclavos venían en su mayoría de Guinea, del Congo y de Angola. Los jefes de algunas tribus de esas tierras vendían a sus súbditos y sus prisioneros. En América los usaban en todo tipo de trabajo forzado: agricultura, minas, construcción.
Cartagena por ser lugar estratégico en la ruta de las flotas españolas se convirtió en el principal centro del comercio de esclavos en el Nuevo Mundo. Mil esclavos desembarcaban cada mes. Aunque se murieran la mitad en la trayectoria marítima, el negocio dejaba grandes ganancias. Por eso, las repetidas censuras del papa no lograron parar este vergonzoso mercado humano.
Pedro no podía cambiar el sistema. Pero si había mucho que se podía hacer con la gracia de Dios. Pero hacía falta tener mucha fe y mucho amor. Pedro supo dar la talla. En la escuela del gran misionero, el padre Alfonso Sandoval, Pedro escribió: "Ego Petrus Claver, etiopum semper servus" (yo Pedro Claver, de los negros esclavo para siempre". Así fue. San Pedro no se limitó a quejarse de las injusticias o a lamentarse de los tiempos en que vivía. Supo ser santo en aquella situación y dejarse usar por Jesucristo plenamente para su obra de misericordia. En Cartagena durante cuarenta años de intensa labor misionera se convirtió en apóstol de los esclavos negros. Entre tantos cristianos acomodados a los tiempos, el supo ser luz y sal, supo hacer constar para la historia lo que es posible para Dios en un alma que tiene fe.
A pesar de su timidez la cual tubo que vencer, se convirtió en un organizador ingenioso y valiente. Cada mes cuando se anunciaba la llegada del barco esclavista, el padre Claver salía a visitarlos llevándoles comida. Los negros se encontraban abarrotados en la parte inferior del barco en condiciones inhumanas. Llegaban en muy malas condiciones, víctimas de la brutalidad del trato, la mala alimentación, del sufrimiento y del miedo. Claver atendía a cada uno y los cuidaba con exquisita amabilidad. Así les hacia ver que el era su defensor y padre.
Los esclavos hablaban diferentes dialectos y era difícil comunicarse con ellos. Para hacer frente a esta dificultad, el padre Claver organizó un grupo de intérpretes de varias nacionalidades, los instruyó haciéndolos catequistas.
Mientras los esclavos estaban retenidos en Cartagena en espera de ser comprados y llevados a diversos lugares, el padre Claver los instruía y los bautizaba. Los reunía, se preocupaba por sus necesidades y los defendía de sus opresores. Esta labor de amor le causó grandes pruebas. Los esclavistas no eran sus únicos enemigos. El santo fue acusado de ser indiscreto por su celo por los esclavos y de haber profanado los Sacramentos al dárselos a criaturas que a penas tienen alma. Las mujeres de sociedad de Cartagena rehusaban entrar en las iglesias donde el padre Claver reunía a sus negros. Sus superiores con frecuencia se dejaron llevar por las presiones que exigían se corrigiesen los excesos del padre Claver. Este sin embargo pudo continuar su obra entre muchas humillaciones y obstáculos. Hacia además penitencias rigurosas. Carecía de la comprensión y el apoyo de los hombres pero tenia una fuerza dada por Dios.
Muchos, aun entre los que se sentían molestos con la caridad del padre Claver, sabían que hacia la obra de Dios siendo un gran profeta del amor evangélico que no tiene fronteras ni color. Era conocido en toda Nueva Granada por sus milagros. Llegó a catequizar y bautizar a mas de 300,000 negros.
En la mañana del 9 de Septiembre de 1654, después de haber contemplado a Jesús y a la Santísima Virgen, con gran paz se fue al cielo.
Beatificado el 16 de Julio de 1850 por Pío IX.
Canonizado el 15 de Enero de 1888 por León XIII junto con Alfonso Rodriguez.
El 7 de Julio de 1896 fue proclamado patrón especial de todas las misiones católicas entre los negros.
El papa Juan Pablo II rezó ante los restos mortales de San Pedro Claver en la Iglesia de los Jesuitas en Cartagena el 6 de Julio de 1986.
Su fiesta se celebra el 9 de Septiembre.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Jueves semana 23 de tiempo ordinario; año par

Jueves de la semana 23 de tiempo ordinario; año par

Por encima de todo, el amor, que es la unidad consumada, siguiendo el consejo de Jesús: Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros»” (Lucas 6,27-38).  
1. Jesús, te pido ayuda para entender que esos consejos que Lucas aquí recoge (y que Mateo había agrupado en el sermón de la Montaña) son unas actitudes evangélicas esenciales:
-“A vosotros que me escucháis os digo: "Amad a vuestros enemigos"”... y se detallan unos ejemplos que no son otra cosa que aplicación de las bienaventuranzas que ayer leímos, cuando la cuarta bienaventuranza ("dichosos cuando os odien y os insulten") se desarrolla aquí. Jesús, aquí nos pides: - amad a vuestros enemigos, - haced el bien a los que os odian, - bendecid a los que os maldicen, - orad por los que os injurian, - al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra, - al que te quite la capa, déjale también la túnica... es una revolución. Nos dices: si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?; si hacéis el bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis?; si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis?
“En el hecho de amar a nuestros enemigos se ve claramente cierta semejanza con nuestro Padre Dios, que reconcilió al género humano, que estaba en enemistad con él y le era contrario, redimiéndole de la eterna condenación por medio de la muerte de su hijo” (Catecismo romano). La manera de llegar a la cercanía de Dios es la misericordia, y “el mismo Dios, que se digna dar en el cielo, quiere recibir en la tierra” (S. Cesáreo de Arlés, comentando que lo que hacemos a los demás lo hacemos con Él).
Finalmente, la llamada al perdón es clara, condición para el perdón de nuestras ofensas es que perdonemos a los demás: “el Señor añade una condición necesaria e ineludible, que es, a la vez, un mandato y una promesa, esto es, que pidamos el perdón de nuestras ofensas en la medida en que nosotros perdonamos a los que nos ofenden, para que sepamos que es imposible alcanzar el perdón que pedimos de nuestros pecados si nosotros no actuamos de modo semejante con los que nos han hecho alguna ofensa. Por ello, dice también en otro lugar: la medida que uséis, la usarán con vosotros. Y aquel siervo del Evangelio, a quien su amo había perdonado toda la deuda y que no quiso luego perdonarla a su compañero, fue arrojado a la cárcel. Por no haber querido ser indulgente con su compañero, perdió la indulgencia que había conseguido de su amo” (S. Cipriano).
Esta página del evangelio es de ésas que tienen el inconveniente de que se entienden demasiado. Lo que cuesta es cumplirlas, adecuar nuestro estilo de vida a esta enseñanza de Jesús, que, además, es lo que Él cumplía el primero. Después de escuchar esto, ¿podemos volver a las andadas en nuestra relación con los demás?, ¿nos seguiremos creyendo buenos cristianos a pesar de no vernos demasiado bien retratados en estas palabras de Jesús?, ¿podremos rezar tranquilamente, en el Padrenuestro, aquello de "perdónanos como nosotros perdonamos"?
Jesús, te pido ayuda para vivir lo que nos propones: -"tratad a los demás como queréis que ellos os traten"; "la medida que uséis la usarán con vosotros"; -"sed compasivos como vuestro Padre es compasivo"; y cuando amamos de veras, gratuitamente, seremos "hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos". Saludar al que no nos saluda. Poner buena cara al que sabemos que habla mal de nosotros. Tener buen corazón con todos. No sólo no vengarnos, sino positivamente hacer el bien. Poner la otra mejilla. Prestar sin esperar devolución. No juzgar. No condenar. Perdonar... (J. Aldazábal).
-“Amadles... Hacedles bien... Deseadles el bien... Rogad por ellas... Dad... No reclaméis”... Todo esto no son ideas, ni sentimientos... sino actos reales, actitudes concretas. No, no es fácil vivir el evangelio... ¡no es "agua de rosas"!
-“Tratad a los demás como queréis que ellos os traten”. Ponerse en el lugar de los demás. ¡Cuán difícil es esto, Señor! Ven a nosotros.
-“Si amáis a los que os aman ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Si hacéis bien a los que lo hacen a vosotros... También los pecadores hacen otro tanto. Si prestáis sólo cuando esperáis cobrar...” Jesús, quieres que nuestro "amor" se haga universal, no centrado en los seres queridos.
-“Amad a vuestros enemigos, haced el bien sin esperar nada a cambio”... Es un amor desinteresado, gratuito.
-“Así tendréis una gran recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los malos y los desagradecidos. Sed misericordiosos, como Vuestro Padre es misericordioso”.
-“No juzguéis... No condenéis... Perdonad... Dad...” Dejo resonar en mí cada una de esas palabras, una a una, una después de otra. Y las llevo a la oración (Noel Quesson).
Entre 1915 y 1916, hubo en Turquía una gran masacre de cristianos armenios. Un joven fue asesinado a la vista de su hermana por un soldado turco; ella pudo escapar saltando una tapia. Más tarde, esta muchacha trabajaba de enfermera en un hospital, y llevaron a su sala al mismo soldado que había matado a su hermano. Se desencadenó entonces en el corazón de la joven una batalla: atenderlo o dejarlo morir. Deseaba vengarse, pero su fe cristiana le reclamaba amor y perdón. Felizmente para el soldado y para ella misma, ganó el amor de Cristo, y el infeliz criminal recibió las atenciones necesarias. Cuando el hombre se recuperó, reconoció a la joven que había perseguido y le preguntó por qué no lo había dejado morir. Ella respondió: «Porque yo sigo a Aquel que dijo: 'Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian'». El paciente se quedó pensativo y finalmente dijo: «Yo no sabía nada de una religión así. Explícame más sobre ella, porque la quiero conocer». El amor lo conquistó y ella tuvo el gozo de llevarlo a los pies del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Aquel individuo, que era imagen del hombre terreno, pasó a ser imagen del hombre celestial.
Como dice el Catecismo, «observar el mandamiento del Señor es imposible si se trata de imitar desde fuera el modelo divino. Se trata de una participación vital y nacida del fondo del corazón, en la santidad, en la misericordia y en el amor de nuestro Dios». El Cardenal Newman escribía: «¡Oh Jesús! Ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que vaya. Inunda mi alma con tu espíritu y vida. Penetra en mi ser, y hazte amo tan fuertemente de mí que mi vida sea irradiación de la tuya (...). Que cada alma, con la que me encuentre, pueda sentir tu presencia en mí. Que no me vean a mí, sino a Ti en mí». Amaremos, perdonaremos, abrazaremos a los otros sólo si nuestro corazón es engrandecido por el amor a Cristo (Josep Miquel Bombardó).
Sólo si reconozco al enemigo como persona, como ser humano puedo responder desde la misericordia de Dios a la crueldad ajena. Ser capaz de distinguir el mal que me hacen de quien me lo hace: quien me hace mal está por encima del mal que hace, en su dignidad de hijo de Dios, explicaba Jutta Burgraff. Amar a quien nos odia es la medida del verdadero amor. Porque quién sólo ama a quien le retribuye con los mismos sentimientos, no sobrepasa la medida del amor egoísta. Beneficiar a quien nos cause daño, bendecir al que nos maldice y ser generosos con los acaparadores es un modo de proceder que pone la lógica del mundo patas arriba.
Cuando respondemos bendiciendo a quien nos maldice, cuando oramos por quienes nos difaman, estamos propiciando una convivencia menos salvaje y, por lo menos, más humana; ojalá logremos que sea más fraterna y entonces, como dice el profeta Isaías: haremos de nuestras espadas arados, de nuestras lanzas podaderas; nadie se levantará contra los demás, ni nos prepararemos más para la guerra, pues caminaremos no conforme a nuestras miradas torpes y miopes, sino a la luz del Señor (www.homiliacatolica.com).
2. La carne del templo que no se usaba con fines cultuales se vendía en el mercado. Pablo responde ahora que el cristiano es libre: "Todo me está permitido", "pero no todo me conviene", añade.
¡El ídolo es sólo una estatua de piedra! He estado viendo los Toros de Guisando, que estaban al parecer repartidos en el campo y los romanos los reagruparon en su situación actual (y luego fue escenario para un famoso tratado que hizo de Isabel de Castilla la heredera). Ya sin facciones en sus cabezas, están como elemento decorativo, lo que quizá tuviera antaño un significado cultual. Esto pasa con tantas idolatrías, de las que no queda nada más que una estatua de recuerdo.
-“No hay más que un solo Dios: el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos... y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros...” ¡Qué libertad y qué certeza! El Dios único: lo restante no vale nada. Y esta certeza libera totalmente al hombre de cualquier tabú o interdicto que ya no es sagrado sino profano... sólo Dios es sagrado.
-“Mas no todos tienen este conocimiento. Algunos comen la carne inmolada como tal carne ofrecida al ídolo”. Algunos "tienen miedo". Ya en Corinto se oponían los «fuertes» que se consideraban totalmente libres, y los «débiles» que, para sentirse más seguros, defendían las posiciones más estrictas.
-“Su conciencia que es «débil» se encontrará manchada”. Cuando uno cree cometer un pecado, lo comete: es una regla esencial de la conciencia...
-“Por consiguiente, si un alimento ha de causar la caída de mi hermano, -por quien murió Cristo- no comeré jamás carne, antes que causar la caída de mi hermano”. La caridad es el criterio último de juicio. Por mucho que yo sea totalmente libre personalmente y capaz de comer cualquier alimento, evitaré escandalizar a mis hermanos más débiles y, para ello, renunciaré incluso a lo que tengo derecho. «¡Ese hermano por quien murió Cristo!» Admirable fórmula: ¡qué respeto nos infundiría, si pensáramos más en ella! (Noel Quesson).
3. Te pido, Señor, con el salmista, que me guíes interiormente por tus caminos: “Señor, tú me sondeas y me conoces; / me conoces cuando me siento o me levanto, / de lejos penetras mis pensamientos; / distingues mi camino y mi descanso, / todas mis sendas te son familiares”. ¡Qué paz, saber que estoy seguro en tus manos, que me conoces mejor que yo mismo!
Tú has creado mis entrañas, / me has tejido en el seno materno. / Te doy gracias, / porque me has escogido portentosamente, / porque son admirables tus obras.” A pesar de mi poquedad, me has escogido, Señor, y no tengo que simular ser importante, sino que a pesar de todo me eliges, y por eso soy importante, porque me quieres: “Señor, sondéame y conoce mi corazón, / ponme a prueba y conoce mis sentimientos, / mira si mi camino se desvía, / guíame por el camino eterno.”
Llucià Pou Sabaté
La Natividad de la Santísima Virgen María

Hoy ha nacido la Virgen María, de la estirpe de David, por quien vino a los creyentes la salvación del mundo y cuya vida gloriosa llenó de luz toda la tierra
“El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: -«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.» Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa "Díos-con-nosotros"” (Mateo 1,1-16.18-23).
1. Hoy nace una clara estrella, / tan divina y celestial, / que, con ser estrella, es tal, / que el mismo Sol nace de ella. Nada nos dice el Nuevo Testamento sobre el nacimiento de María. Ni siquiera nos da la fecha o el nombre de sus padres, aunque según la leyenda se llamaban Joaquín y Ana. Así María con su nacimiento es alegría para Dios, que se complace en su nacimiento, en su humildad y discreción en Nazaret. Pero también, como es lógico -con la lógica divina- es causa de nuestra alegría -Causa nostrae letitiae-; antecede, es el preámbulo de nuestra Redención. Después, durante muchos años, la Virgen pasa oculta. Todo Israel espera a esa doncella, y no sabe que ya vive entre los hombres. Su naturalidad es un ejemplo de vida cristiana: Escribía san Josemaría: "ha puesto Dios en mi corazón el ansia de hacer comprender a personas de cualquier estado, de cualquier condición u oficio, esta doctrina: la vida ordinaria puede ser santa y llena de Dios, que el Señor nos llama a santificar la tarea corriente, porque ahí está también la perfección del cristiano. Considerémoslo una vez más contemplando la vida de María".
Éste nacimiento es superior a Creación, porque es la condición de la Redención. En el evangelio apócrifo de Santiago vemos a Ana, su madre, que se casó con un propietario rural llamado Joaquín, galileo de Nazaret. Su nombre significa "el hombre a quien Dios levanta", y, según san Epifanio, "preparación del Señor". Descendía de la familia real de David. Llevaban ya veinte años de matrimonio y el hijo tan ansiado no llegaba. Los hebreos consideraban la esterilidad como un oprobio y un castigo del cielo. Eran los tales menospreciados y en la calle se les negaba el saludo. En el templo, Joaquín oía murmurar sobre ellos, como indignos de entrar en la casa de Dios. Esta conducta se ve celebrada en Mallorca, en una montaña que se llama Randa, donde existe una iglesia con una capilla dedicada a la Virgen. En los azulejos que cubren las paredes, antiquísimos, el Sumo Sacerdote riñe con el gesto a San Joaquín, esposo de Santa Ana, quien, sumiso y resignado, parece decir: No puede ser, no he podido tener hijos. Sabemos que su esterilidad dará paso a María. Joaquín, muy dolorido, se retira al desierto, para obtener con penitencias y oraciones la ansiada paternidad. Ana intensificó sus ruegos, implorando como otras veces la gracia de un hijo. Recordó a la otra Ana de las Escrituras, de que habla el libro de los Reyes: habiendo orado tanto al Señor, fue escuchada, y así llegó su hijo Samuel, quien más tarde sería un gran profeta. Y así también Joaquín y Ana vieron premiada su constante oración con el nacimiento de una hija singular, María, concebida sin pecado original, y predestinada a ser la madre de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado. De Ana y de Joaquín, oriente de aquella estrella divina, sale su luz clara y digna de ser pura eternamente: el alba más clara y bella no le puede ser igual, que, con ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella. No le iguala lumbre alguna de cuantas bordan el cielo, porque es el humilde suelo de sus pies la blanca luna: nace en el suelo tan bella y con luz tan celestial, que, con ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella (Jesus Marti Ballester).
Es María “la que, en la noche de la espera de Adviento, comenzó a resplandecer como una verdadera estrella de la mañana - Stella matutina. En efecto, igual que esta estrella junto con la aurora precede la salida del sol, así María desde su concepción inmaculada ha precedido la venida del Salvador, la salida del Sol de justicia en la historia del género humano. Su presencia en medio de Israel –tan discreta que pasó casi inobservada a los ojos de sus contemporáneos– resplandecía claramente ante el Eterno, el cual había asociado a esta escondida hija de Sión el plan salvífico que abarcaba toda la historia de la humanidad" (Juan Pablo II).
Podemos leer en el Evangelio de hoy la genealogía de Jesús. Se nos presenta la historia de Israel desde Abrahán como una peregrinación que, con subidas y bajadas, por caminos cortos y por caminos largos, conduce en definitiva a Cristo (Benedicto XVI). Junto a los grandes Patriarcas —Abrahán, Isaac y Jacob—, figuran jefes, reyes y otras gentes que fueron grandes pecadores. Aparte de María su madre, las otras cuatro mujeres citadas tienen una situación irregular en la tradición judía: Tamar se prostituyó (Gn 38,2-26), Rut era extranjera, Rahab extranjera y prostituta (Jos 2,1), Betsabé, «la de Urías», adúltera (2 Sm 11,4). Ni racismo ni pureza de sangre, Jesús viene de esa humanidad que tiene grandeza y miserias. Es la historia una prueba más de que Dios nos lleva de la mano, para caminar hacia la salvación, rehaciendo nuestra vida metidos en la misericordia divina, aprendiendo a amar.
La genealogía se divide en tres períodos de catorce generaciones, marcados por David –otro pecador, pero modelo de fidelidad- y por la deportación a Babilonia. La división en generaciones no es estrictamente histórica, sino arreglada por el evangelista para obtener el número «catorce» (valor numérico de las letras con que se escribe el nombre de David), estableciendo al mismo tiempo seis septenarios o «semanas» de generaciones. Jesús, el Mesías, comienza la séptima semana, que representa la época final de Israel y de la humanidad. La octava será el mundo futuro. Con la aparición de Jesús Mesías da comienzo, por tanto, la última edad del mundo. «Engendrar», en el lenguaje bíblico, significa transmitir no sólo el propio ser, sino la propia manera de ser y de comportarse. El hijo es imagen de su padre. Por eso, la genealogía se interrumpe bruscamente al final. José no es padre natural de Jesús, sino solamente legal. Es decir, a Jesús pertenece toda la tradición anterior, pero él no es imagen de José; no está condicionado por una herencia histórica; su único Padre será Dios, su ser y su actividad reflejarán los de Dios mismo. El Mesías no es un producto de la historia, sino una novedad en ella. Su mesianismo no será davídico (cf. 22,4146). Mateo hace comenzar la genealogía de Jesús con los comienzos de Israel (Abrahán) (Lc 3, 23-38 se remonta hasta Adán). Esto corresponde a su visión teológica que integra en el Israel mesiánico a todo hombre que dé su adhesión a Jesús. La historia de Israel es, para Mateo, la de la humanidad. El hecho de que Abrahán no lleve patronímico y, por otra parte, se niegue la paternidad de José respecto de Jesús, puede indicar un nuevo comienzo. Así como con Abrahán empieza el Israel étnico, con Jesús va a empezar el Israel universal, que abarcará a la humanidad entera. El Mesías salvador nace por una intervención de Dios en la historia humana. Jesús no es un hombre cualquiera. El significado primario del nacimiento virginal, por obra del Espíritu Santo, hace aparecer esta acción divina como una segunda creación, que supera la descrita en Gn 1,lss. En la primera (Gn 1,2), el Espíritu de Dios actuaba sobre el mundo material ("El Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas"); ahora hace culminar en Jesús la creación del hombre. Esta culminación no es mera evolución o desarrollo de lo pasado; por ser nueva creación se realiza mediante una intervención de Dios mismo. Puede aún compararse Mt 1,2-17 y 1,18-25 con los dos relatos de la creación del hombre. En el primero (Gn 1,1-2,3) aparece el hombre como la obra final de la creación del mundo; en el segundo (Gn 2,4bss) se describe con detalle la creación del hombre, separado del resto de las obras de Dios. Así Mateo coloca a Jesús, por una parte, como la culminación de una historia pasada (genealogía) y, a continuación, describe en detalle el modo de su concepción y nacimiento, con los que comienza la nueva humanidad. Jesús es al mismo tiempo novedad absoluta y plenitud de un proceso histórico.
La escena presenta tres personajes: José, María y el ángel del Señor, denominación para designar al mensajero de Dios, que a veces se confunde con Dios mismo (Gn 16,7; 22,11; Ex 3,2, etc.): Así nació Jesús el Mesías: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. El matrimonio judío se celebraba en dos etapas: el contrato y la cohabitación. Entre uno y otra transcurría un intervalo, que podía durar un año. El contrato podía hacerse desde que la joven tenía doce años; el intervalo daba tiempo a la maduración física de la esposa. María está ya unida a José por contrato, pero aún no cohabitan. La fidelidad que debe la desposada a su marido es la propia de personas casadas.
El ángel le anuncia a José que Marái dará a luz un hijo, y le pondrás de nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados. Disipa las dudas de José, le anuncia el nacimiento y le encarga, como a padre legal de imponer el nombre al niño, que será el Salvador.
2. Nos dirá san Pablo: llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de Mujer, nacido bajo la Ley para rescatar a los que vivían bajo la Ley. Al celebrar en este día la Natividad de la santísima Virgen María, nos alegramos porque en ella Dios nos preanuncia que su Hijo viene para liberarnos del pecado y poder presentarnos ante Él santos e inmaculados por haber depositado en el Señor nuestra fe, y habernos dejado conducir por el Espíritu Santo. Elevemos nuestra acción de Gracias al Padre Dios por el Salvador que nos dio por medio de María Virgen. Comenta Javier Echevarría: “Muchas veces habremos considerado que, con el nacimiento de María, comenzó a alborear en la tierra el día de la salvación, porque de Ella ortus est sol iustitiæ, Christus Deus noster, nació Cristo, sol de justicia, nuestro Dios y Salvador (Misa del día, antífona de entrada). Los profetas habían entrevisto esa jornada memorable, y la Iglesia lo subraya al elegir como primera lectura de la Misa un pasaje de Miqueas sobre Belén, la ciudad donde había de nacer el Mesías”.
Y Benedicto XVI explica sobre esta primera lectura del profeta Miqueas: “El oráculo dice que será descendiente del rey David, procedente de Belén como Él, pero su figura superará los límites de lo humano, pues sus orígenes son de antigüedad, se pierden en los tiempos más lejanos, confinan con la eternidad; su grandeza llegará hasta los últimos confines de la tierra, y así serán también los confines de la paz (cf. Mi 5,1-4…) para definir la venida del Consagrado del Señor, que marcará el inicio de la liberación del pueblo, el profeta usa una expresión enigmática: Hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz (Mi 5, 2). Así, la liturgia, que es escuela privilegiada de la fe, nos enseña a reconocer que el nacimiento de María está directamente relacionado con el del Mesías, Hijo de David”.
Sigue Mons. Echevarría: “En las arcanas palabras de Miqueas se entrevé una alusión a la profecía de Isaías, que el Evangelio aplica a María: ecce, virgo concipiet et pariet filium et vocabit nomen eius Emmanuel (Is 7,14; Mt 1,23); he aquí que una Virgen concebirá y dará a luz un hijo, que será llamado Enmanuel; palabras que se cumplieron en el momento de la Anunciación, cuando el Verbo divino tomó carne en las entrañas purísimas de Nuestra Señora, por obra del Espíritu Santo”.
3. Canta por eso el salmo de  hoy: “alegrémonos en el Señor, y entonemos en su honor un canto nuevo”. María, la Madre de Jesús, es para nosotros un signo de la bondad del Señor para quienes Él ama. Y Dios nos ama, pues no sólo nos llamó a la vida, sino que también nos llamó a participar de la misma Vida que, en su Hijo, ofrece a toda la humanidad. Por eso, confiando en el Señor, hagamos de nuestra existencia una continua alabanza a su Santo Nombre, pues Él siempre está y estará a nuestro lado para librarnos de nuestros enemigos y hacer que nos alegremos por su salvación.
Le rezamos hoy: Tu Natividad, oh Virgen Madre de Dios llenó de gozo a todo el mundo, pues de ti ha nacido el Sol de Justicia, Cristo nuestro Dios, que destruyendo la maldición nos dio la bendición, y confundiendo a la muerte nos dio la vida sempiterna. Por ello la Iglesia no deja de llamarla Puerta del cielo (Ianua Coeli), porque el cielo bajó a la tierra a través de su carne purísima y porque a Dios vamos por medio de Ella. Como leemos en el libro de los Proverbios: "Desde la eternidad fui predestinada, y desde antiguo, antes de que la tierra fuese hecha. Aún no existían los abismos, y yo ya estaba concebida en el plan divino: aún no habían brotado las fuentes de las aguas, aún no estaba asentados los montes sobre su pesada mole, aún no había collados, cuando yo ya había nacido" (8, 23-25).
Llucià Pou Sabaté

Miércoles semana 23 de tiempo ordinario; año par

Miércoles de la semana 23 de tiempo ordinario; año par

Hemos resucitado con Cristo, pensemos por tanto en las cosas de arriba, viviendo las bienaventuranzas
“En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: -«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas» (Lucas 6,20-26).  
1. Cada vez que leemos las bienaventuranzas leemos el retrato de Jesús. Señor, te vemos bajar de la montaña, donde habías elegido a los doce apóstoles, y al comenzar tu sermón de la montaña, en esta versión “de la llanura" (Lc 6,20-49), nos sobrecogemos al escuchar tus bienaventuranzas. Frente a las ocho de Mateo aquí sólo nos muestras cuatro seguidas de cuatro malaventuranzas o lamentaciones. “La bienaventuranza prometida nos coloca ante elecciones morales decisivas. Nos invita a purificar nuestro corazón de sus instintos malvados y a buscar el amor de Dios por encima de todo. Nos enseña que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana, por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y las artes, ni en ninguna criatura, sino en Dios solo, fuente de todo bien y de todo amor” (Catecismo 1723).
Jesús, llamas "felices y dichosos" a cuatro clases de personas: los pobres, los que pasan hambre, los que lloran y los que son perseguidos por causa de su fe. Y te lamentas de otras cuatro clases de personas: los ricos, los que están saciados, los que ríen y los que son adulados por el mundo. Se trata, por tanto, de cuatro antítesis. Como las que pone Lucas en labios de María de Nazaret en su Magníficat: Dios derriba a los potentados y enaltece a los humildes, a los hambrientos los sacia y a los ricos los despide vacíos. Es como el desarrollo de lo que había anunciado Jesús en su primera homilía de Nazaret: Dios le ha enviado a los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos.
-“Dichosos, vosotros, los pobres, Dichosos los que ahora pasáis hambre, Dichosos los que ahora lloráis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres y os expulsen y os insulten y os desprecien”. El adverbio "ahora" refuerza el carácter de real, algo histórico. Jesús, me invitas a: mirar mis propias miserias, mis pobrezas reales, mis hambres reales, mis llantos reales, los desprecios reales que he sufrido; y mirar a mi alrededor esos mismos sectores de miseria, esos pobres, esos sufrientes, esos hambrientos, esos despreciados.
Dichosos... El reino de Dios es vuestro. Dichosos... Vosotros seréis saciados... Dichosos... porque reiréis. Dichosos... porque vuestra recompensa será grande en el cielo”. Lucas marca netamente una antítesis entre el presente y el futuro:
Vosotros, que ahora tenéis hambre, seréis saciados... Vosotros, que ahora lloráis, reiréis...” Pero notemos también que la "felicidad" prometida ya está aquí, es actual. Dichosos... el reino de Dios es vuestro, desde hoy. Dichosos... vuestra recompensa es grande en el cielo.
Esta paradoja no va con los criterios del mundo. En nuestra sociedad se felicita a los ricos y a los que tienen éxito y a los que gozan de salud y a los que son aplaudidos por todos. Pero la fe es creer en ti, Señor, en tu estilo de vida y tu verdadera sabiduría, el auténtico camino de la felicidad y de la libertad. La del salmo 1: "Dichoso el que no sigue el consejo de los impíos: es como un árbol plantado junto a corrientes de agua... No así los impíos, no así, que son como paja que se lleva el viento". O como la de Jeremías: "Maldito aquél que se fía de los hombres y aparta de Yahvé su corazón... Bendito aquél que se fía de Yahvé y a la orilla de la corriente echa sus raíces" (Jr 1 7,5-6). Lo anunciado por los profetas se hace patente en ti, Señor (J. Aldazábal).
-“Alegraos ese día y saltad de gozo...” Sí, ese día, a partir de hoy... aun en medio de la pobreza, de las dificultades cotidianas, de los sufrimientos... tú nos invitas, Señor, al gozo que se expresa incluso exteriormente: "¡saltad de gozo!" Se nos debería notar  ese comenzar a vivir en el gozo de la felicidad eterna (Noel Quesson).
El modelo de la bienaventuranza es la Virgen María (1,45.48;11,27.28): “bienaventurada el alma de la Virgen que, guidada por el magisterio del Espíritu que habitaba en ella, se sometía siempre y en todo a las exigencias de la Palabra de Dios. Ella no se dejaba llevar por su propio instinto o juicio, sino que su actuación exterior correspondía siempre a las insinuaciones internas de la sabiduría que nace de la fe. Convenía, en efecto, que la sabiduría divina, que se iba edificando la casa de la Iglesia para habitar en ella, se valiera de María Santísima para lograr la observancia de la ley, la purificación de la mente, la justa medida de la humildad y el sacrificio espiritual. Imítala tú, alma fiel. Entra en el templo de tu corazón, si quieres alcanzar la purificación espiritual y la limpieza de todo contagio de pecado” (S. Lorenzo Justiniani).
Ser cristiano es seguir a Cristo, también en la cruz: “que ninguno de vosotros tenga que sufrir por homicida, ladrón, malhechor o entrometido en lo ajeno; pero si es por ser cristiano, que no se avergüence, sino que glorifique a Dios por llevar ese nombre” (1 P 4,15-16), y así lo entendieron los primeros cristianos: “Lo único que para mí habéis de pedir es que tenga fortaleza interior y exterior, para que no sólo hable, sino que esté también interiormente decidido, a fin de que sea cristiano no sólo de nombre, sino también de hecho. Si me porto como cristiano, tendré también derecho a este nombre y, entonces, seré de verdad fiel a Cristo, cuando haya desaparecido ya del mundo. Nada es bueno sólo por lo que aparece al exterior. El mismo Jesucristo, nuestro Dios, ahora que está con su Padre, es cuando mejor se manifiesta. Lo que necesita el cristianismo, cuando es odiado por el mundo, no son palabras persuasivas, sino grandeza de alma.
Yo voy escribiendo a todas las Iglesias, y a todas les encarezco lo mismo: que moriré de buena gana por Dios, con tal que vosotros no me lo impidáis. Os lo pido por favor: no me demostréis una benevolencia inoportuna. Dejad que sea pasto de las fieras, ya que ello me hará posible alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo” (S. Ignacio de Antioquía).
 “Alaba mi alma la grandeza del Señor, porque su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías”, dice el canto de la Virgen. El Señor no rechaza a los ricos; Él rechaza a los soberbios de corazón y a quienes han puesto su confianza en los bienes pasajeros. Y puesto que el hombre es fácil presa de las riquezas, que le hacen orgulloso y le llevan a rechazar a Dios.
2. San Pablo nos habla hoy de quien se dedica a Dios en cuerpo y alma:
-“Acerca del celibato, no tengo precepto especial del Señor, pero os doy mi consejo, como quien, por la misericordia del Señor, es digno de crédito”.
En aquella sociedad de Corinto había de todo, como hoy, desde el desprecio del cuerpo y de la sexualidad... hasta la más total de las libertades. Pablo nos habla de la grandeza y la indisolubilidad del matrimonio, e igualmente del valor del carisma de la continencia. No compromete lo que ha recibido de Jesús en estas cuestiones.
-“Si te casas, no pecas. Si una joven se casa, no peca. No tienes mujer, no la busques. Si estás casado, no busques separarte de tu mujer”. En aquella cultura el matrimonio estaba bien considerado, no así el celibato que ahora comienza en la Iglesia.
-“Pienso pues que el celibato es cosa buena, dados los acontecimientos que se preparan... Hermanos debo decirlo: el tiempo es limitado”. Subraya Pablo que "el mundo es limitado, efímero": el cristiano no debe apegarse a nada como a un fin en sí que le absorba por entero.
-“Porque la apariencia de este mundo pasa”. Lo de aquí es preparación de nuestra morada definitiva. Nada es aquí durable, permanente. Con la dedicación del celibato se hace explícita la elección de «una vida por Dios».
-“Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen”. Se puede vivir esa experiencia dentro del matrimonio, de un modo temporal para una dedicación más especial a las cosas de Dios. En uno y otro caso, se tratará de hacer una opción «por Dios»; si «la vida eterna» está presente en nuestras decisiones... Nada terrestre podemos usar con la avidez de un niño glotón (Noel Quesson). Lo básico es que todos «se dediquen al Señor» viviendo con dignidad según el carisma recibido; «libres de preocupaciones».
3. En el salmo nos parece oír esas invitaciones del Señor: “Escucha, hija, mira: inclina el oído, / olvida tu pueblo y la casa paterna; / prendado está el rey de tu belleza: / póstrate ante él, que él es tu Señor”. Dios queda prendado de los que se abren a su amor, y se vuelca en regalarnos con sus dones.
Ya entra la princesa, bellísima, / vestida de perlas y brocado; / la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes, / la siguen sus compañeras.” La elección divina llena al alma de belleza y de fecundidad: “Las traen entre alegría y algazara, / van entrando en el palacio real. / "A cambio de tus padres, tendrás hijos, / que nombrarás príncipes por toda la tierra."”
Llucià Pou Sabaté

jueves, 1 de septiembre de 2016

Viernes semana 22 de tiempo ordinario; año par

Viernes de la semana 22 de tiempo ordinario; año par

Jesús es el esposo que llega de Dios, y hemos de hacer fiesta
“En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: -«Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber.» Jesús les contestó: -«¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán.»Y añadió esta parábola: -«Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: "Está bueno el añejo."»” (Lucas 5,33-39).
1. Empiezan las discusiones con los fariseos.
-“Los fariseos y sus escribas dijeron a Jesús: "Los discípulos de Juan tienen sus ayunos frecuentes y sus rezos, y los de los fariseos también, en cambio los tuyos comen y beben."” En el Antiguo Testamento, el ayuno y la abstinencia de vino eran signos de austeridad, ligados a la espera del mesías. Simbólicamente significaban: "los tiempos son malos, estamos insatisfechos, hemos perdido el gusto de vivir... que venga de una vez el tiempo de la consolación y de la alegría, cuando el mesías estará aquí."
Acusan a los discípulos de que "comen y beben", lo mismo que achacarán a Jesús (Lc 7,33s). Jesús, tú mismo habías ayunado cuarenta días en el desierto y la comunidad cristiana, desde muy pronto, dedicó dos días a la semana (miércoles y viernes) al ayuno. No eliminas el ayuno, muy arraigado en Israel. Pero indicas que ha llegado el Mesías, ha llegado el Novio, y tus amigos están de fiesta.
-“Jesús les contestó: ¿Queréis que ayunen los invitados a la boda mientras el novio está con ellos?"” La respuesta es clara. Los tiempos de fiesta no son para ayunar, y expresar esa alegría -los cristianos no pueden ser personas tristes- pues "el Esposo está con ellos."
-“Llegará el día en que se lleven al novio, y entonces, aquel día, ayunarán”. Es lo que hacemos en tiempos de expectación del Señor, para prepararnos durante el año litúrgico.
-“Y les decía esta parábola: "Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para echársela a un manto viejo; porque el nuevo se queda roto, y al viejo no le irá el remiendo del nuevo."” Marcos y Mateo dicen que no sirve de nada porque el tejido nuevo tira del viejo. Lucas habla de que es estropear los dos paños. Lo nuevo es el amor de Dios, la Iglesia, y encuentro ante mí una maravillosa aventura. Jesús, tú haces nuevas todas las cosas. Te pido que renueves mi corazón para apreciar la novedad de tu amor encarnado.
-“Nadie echa tampoco vino nuevo en odres viejos, porque si no, el vino nuevo revienta los odres; el vino se derrama y los odres se echan a perder”. La nueva Alianza, a pesar de la continuidad con la Antigua, es verdaderamente una novedad: ¡Dios hecho hombre!
Jesús, subrayas el carácter de radical novedad que supone el acogerte como enviado de Dios, con la doble comparación de la "pieza de un manto nuevo en un manto viejo" y del "vino nuevo en odres viejos".
Aceptarte en nuestras vidas comporta cambios importantes. No se trata sólo de "saber" unas cuantas verdades respecto a ti, sino de dejarme transformar, cambiar mi estilo de vida. Vivir con alegría interior.
Estamos de fiesta. ¿Se nos nota?, ¿o vivimos tristes, como si no hubiera venido todavía el Salvador? La fe en Cristo pide traje nuevo y odres nuevos. Jesús rompe moldes. Lo que Pablo llama "revestirse de Cristo Jesús" no consiste en unos parches y unos cambios superficiales. A los apóstoles les costó el cambio… Nosotros estamos rodeados de una ideología y una sensibilidad neopagana. También tenemos que ir madurando: el vino nuevo de Jesús nos obliga a cambiar los odres. El vino nuevo implica actitudes nuevas, maneras de pensar propias de Cristo, que no coinciden con las de este mundo. Son cambios de mentalidad, profundos. No de meros retoques externos. En muchos aspectos son incompatibles el traje de este mundo y el de Cristo. Por eso cada día venimos a escuchar, en la misa, la doctrina nueva de Jesús y a recibir su vino nuevo (J. Aldazábal).
“El mérito de nuestros ayunos no consiste solamente en la abstinencia de los alimentos; de nada sirve quitar al cuerpo su nutrición si el alma no se aparta de la iniquidad y si la lengua no deja de hablar mal” (S. León Magno).
El ayuno y la abstinencia de vino, actitudes específicas del nazireato (Lc 22,14-20), expresaban la insatisfacción de la época presente y la espera de la consolación de Israel. Juan Bautista hizo de esta actitud una ley fundamental de su comportamiento (Lc 1,15). Desde entonces, cuando los discípulos de Jesús se dispensan de los ayunos prescritos o espontáneos, dan la impresión de desinteresarse de la llegada del Mesías y de negarse a participar de la esperanza mesiánica. La respuesta de Jesús es clara: los discípulos no ayunan porque ya no tienen nada que esperar, puesto que ya han llegado los tiempos mesiánicos: ya no tienen que apresurar, mediante prácticas ascéticas, la llegada de un Mesías en cuya intimidad ya viven. Esta intimidad será interrumpida por la pasión y la muerte de su Maestro: en este momento, ayunarán (v 30, en relación con Lc 22,18) hasta el tiempo en que el Esposo les sea devuelto en la resurrección y en el Reino definitivo.
Las parábolas del vestido y de los odres proporcionan otra respuesta a la extrañeza de los discípulos de Juan y de los fariseos. Inaugurador de los tiempos mesiánicos, Jesús es consciente de aportar al mundo una realidad sin común medida con todo lo que los hombres han poseído hasta entonces (cf Lc 16,16 o el milagro de Caná: Jn 2,10). Las dos parábolas no ofrecen ningún juicio de valor al afirmar que el vino viejo es mejor que el nuevo o que el vestido nuevo es preferible al viejo. No establecen una comparación, sino que subrayan solamente una incompatibilidad: no hay que querer asociar lo nuevo a lo viejo, so pena de perjudicar a uno y otro, porque el vestido remendado combinará mal y el odre viejo se perderá irremediablemente... y el vino con él.
La Nueva Alianza hace ceder las prescripciones de la Antigua, que tienen que acomodarse a la Nueva. El bebedor de vino viejo no dice que el nuevo sea malo; afirma solamente que no puede beberse después de haber probado el viejo, puesto que sus aromas son incompatibles. El que no ha conocido al Esposo y desea participar de su amor no puede al mismo tiempo vivir como si no existiera. El Evangelio excluye ciertas componendas (Maertens-Frisque).
-“Nadie, después de beber el vino añejo, quiere el nuevo, porque dice: "¡El añejo es el bueno!"” Quedémonos con el "bueno". ¡Danos, Señor, tu vino! (Noel Quesson).
Nosotros estamos con el Señor, como amigos invitados al banquete de bodas. Él nos dice: vosotros seréis mis amigos si cumplís mis mandamientos. No basta, por tanto, estar en intimidad con Él a través de la oración, incluso prolongada. Mientras no estemos dispuestos a escuchar su Palabra y a ponerla en práctica, el Señor no podrá decir que somos sus amigos, y mucho menos de su familia como nos lo dice en otra ocasión: El que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. Cuando en verdad permitamos al Espíritu Santo renovar nuestra vida, entonces seremos criaturas nuevas en Cristo; entonces la vida de fe en el Señor no será sólo un parche en nosotros, ni algo nuevo que llega a un corazón que continúa cargando con el hombre viejo, que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias. De nosotros se espera una vida que manifieste la alegría de sabernos amados y unidos a Cristo; sin embargo, al contemplar que hay muchos que viven separados de Él, o que ni siquiera han oído hablar de Él, nos ha de llevar a sacrificarnos a favor de ellos, poniendo todo nuestro empeño en hacer que el Señor llegue a habitar en todos para que nuestra humanidad se renueve en el amor, en la verdad, en la justicia, en la solidaridad, y en la comunión fraterna (www.homiliacatolica.com).
2. San Pablo nos dice hoy:
-“Hermanos, es necesario que los hombres nos tengan simplemente por "servidores de Cristo"...” Ayúdame, Señor, a ser «servidor»…
-“Y por «administradores de los misterios de Dios»...” Tendremos que rendir cuenta de ellos, como decía Jesús (Mateo 24,45-51).
-“Y lo que en definitiva se exige a los administradores es que sean fieles”. No cambiar lo que hemos recibido, acomodándolo a los tiempos o a nuestras ganas… Merecer confianza... y de modo desinteresado. Ser hombre de confianza, para Dios. Ser hombre de Dios. Quizá la fidelidad está muy difuminada hoy día, aunque las víctimas de una infidelidad sufren mucho. En realidad es uno de los valores esenciales del hombre. Que los apóstoles sean fieles al Evangelio, que no acomoden su mensaje a los gustos del día, a las ideologías que flotan en el aire...
Señor, concede a tus apóstoles, sacerdotes o laicos, esa fidelidad intransigente a lo que Tú quieres.
-“Por mi parte, lo que menos me importa es ser juzgado por vosotros o por cualquier tribunal humano; ¡ni siquiera me juzgo a mí mismo!” Esto tiene un gran alcance. Pablo ha hablado de la gran dignidad de los fieles. «Todo es vuestro, Pablo, Apolo, Pedro, el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro. Todo es vuestro...» Pero de ahí no se sigue que los cristianos tengan derecho a erigirse en jueces de sus apóstoles. ¡Es a Dios, a quien los ministros tendrán que rendir cuentas!
-“Mi conciencia no me reprocha nada, mas no por ello soy justo. El Señor es mi juez”. La responsabilidad final de la conciencia no es ni ante la comunidad, ni ante uno mismo, sino ante Dios. Señor, ayúdanos a considerar de ese modo todas nuestras responsabilidades.
-“Por lo tanto, no juzguéis «prematuramente»; esperad la venida del Señor, El iluminará lo secreto en las tinieblas y pondrá de manifiesto las intenciones del corazón”. Jesús, habías repetido: «¡No juzguéis!» y aquí Pablo añade: no juzguéis, porque vuestro juicio es siempre "prematuro"... no lo sabéis todo para que vuestro juicio sea equitativo, os falta conocer las intenciones secretas de la gente que juzgáis.
-“Entonces, cada cual recibirá del Señor, la alabanza que le corresponda”. Al fin todo será clarificado. Día feliz en que estallará a plena luz la belleza escondida... que no sabemos captar suficientemente (Noel Quesson).
3. Señor, en tus manos pongo mi conciencia… El salmo nos dice: "el Señor quien salva a los justos... apártate del mal y haz el bien, porque el Señor ama la justicia y no abandona a sus fieles".
Llucià Pou Sabaté