domingo, 26 de junio de 2016

Lunes semana 13 de tiempo ordinario; año par

Lunes de la semana 13 de tiempo ordinario; año par

Jesús nos enseña el desprendimiento, que nos da libertad de espíritu
«Viendo Jesús a la multitud que estaba a su alrededor ordenó pasar a la otra orilla. Y acercándose a él cierto escriba, le dijo: ‘Maestro, te seguiré dondequiera que vayas’. Jesús le contestó: ‘Las zorras tienen sus guaridas y los pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza’. Otro de sus discípulos le dijo: ‘Señor permíteme ir primero a enterrar a mi padre’. Jesús le respondió: ‘Sígueme y deja a los muertos enterrar a sus muertos’» (Mateo 8, 18-22).
1. Jesús, buscas la soledad… a veces me cuesta, porque confundo el trabajo con activismo. Con tu vida, me enseñas que el equilibrio humano corporal y espiritual requiere descanso, que no somos mejores por desarrollar una hiperactividad... ¿Cómo empleo mi tiempo libre, de descanso, de vacaciones?
-“Se acercó un escriba a Jesús y le dijo: "Maestro, te seguiré vayas adonde vayas"”. Es bonito ver que quieren seguirte, Señor. Me recuerdas que la vida cristiana no es solo seguir unos principios... Esto sería "moralismo". Tampoco unos dogmas... esquemas mentales... Ser cristiano es seguirte, Señor, compartir tu vida... imitarte... necesito meditar tu evangelio, tratarte, para conocerte mejor. Como tus discípulos, ir contigo y seguir tus pasos. No quiero, Señor, solamente "saber", sino "aprender" contigo.
-“Jesús respondió al escriba: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza...” Las personas necesitan seguridad, algo así como lo que hacen los animales, de “marcar su territorio”, lo que es suyo. Pero tú, Jesús, vives en libertad, tienes en tu madre tu hogar, y en la familia que has comenzado que es la Iglesia, y te sientes en casa dondequiera que estés: "no tengo dónde reclinar mi cabeza". Hoy te pido, Señor, no estar apegado a mis cosas, "seguirte". Sé que eso es renunciar a cosas, al excesivo confort. Que la cruz aparece como un tesoro, eso que llamamos inseguridad... ¡sin un lugar donde reclinar la cabeza! Pero, Señor, Tú nos enseñas a caminar por donde tú has ido.
-“Otro, ya discípulo, le dijo: "Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos."” Desprendimiento de la "familia" que hay que entender en el contexto del mensaje de Jesús, de su amor a la familia y de los preceptos de atención a la familia, sino sería algo no evangélico, descarnado, y que pasa factura cuando uno abre los ojos a lo que de verdad nos dice el Señor (Noel Quesson).
2. Hemos leído qué pasó en Israel entre los siglos IX-VI a. C., ahora interpretamos esta misma historia, guiados por los profetas, que harán oír sus avisos y reproches, y también sus palabras de ánimo, para que el pueblo elegido sea, de verdad, modelo y faro de luz para todos los demás. Amós es el que toca ahora. Siendo de Judea, va a Samaria done recibe esa misión en tiempos del rey Jeroboam II (s. Vlll a C).
Reprocha que no honran a Dios cuando «venden al justo por dinero», la vida de un pobre vale menos que «un par de sandalias», oprimen y explotan a los débiles, no devuelven lo prestado... echa en cara a los dirigentes del pueblo su pecado y les amenaza: también ellos serán aplastados, como aplastan a los pobres, y no podrán escapar al juicio de Dios, por mucho que intenten correr. Es un pecado que va contra el prójimo, al que oprimimos, aprovechándonos de su debilidad. Dios se solidariza con los débiles y considera como hecho a él lo que hacemos a los demás. Jesús dirá claramente: «lo que hiciereis a uno de estos, lo hacéis conmigo... estaba enfermo y me visitasteis».
3. Es un aviso del que se hace eco el salmo. “Si sueltas la lengua para el mal, tu boca urde el engaño; te sientas a hablar contra tu hermano: esto haces ¿y me voy a callar? Te acusaré, te lo echaré en cara”. También hoy podemos ver esas injusticias que claman al cielo (desahucios que dejan familias en la calle por una crisis que produce paro injusto, etc.). Jesús, que «tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades», nos pide que seamos también misericordiosos con los demás. Ése es su estilo y ése ha de ser el estilo de sus seguidores. El apostolado, catequesis, voluntariado en acciones de asistencia a los más necesitados, son algunas de esas formas de ayuda a los demás. Hay valores más profundos que los visibles de este mundo. Hay ideales por los que vale la pena sacrificarse. El seguimiento de Jesús va en esta línea de decisión generosa (J. Aldazábal).
«No pongas el corazón en nada caduco: imita a Cristo, que se hizo pobre por nosotros, y no tenía dónde reclinar su cabeza.
”Pídele que te conceda, en medio del mundo, un efectivo desasimiento, sin atenuantes» (Forja 523).
«Este es el sacrificio que has de ofrecer: No busques en el rebaño, no prepares navíos para navegar hasta lejanas tierras a buscar perfumes. Busca en tu corazón la ofrenda grata a Dios» (San Agustín). Jesús, ésta es la entrega que Tú me pides: la entrega del corazón, para poder amarte sobre todas las cosas: «no podéis servir a Dios y a las riquezas» (Mateo 6,24). Que tenga muchos intereses, Señor, en el mundo, pero te pido que esté desprendido, que nada me aparte de Ti: que no esté atado por las cosas de esta tierra, sino con el corazón libre. Concédeme, Jesús, en medio del mundo, un efectivo desasimiento, para que también yo pueda responder que sí a tus llamadas, sin excusarme, sin atenuantes (tomado de mercaba.org).
Llucià Pou Sabaté
San Cirilo de Alejandría, obispo y doctor de la Iglesia

BENEDICTO XVI   AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 3 de octubre de 2007
Queridos hermanos y hermanas:
También hoy, continuando nuestro camino siguiendo las huellas de los Padres de la Iglesia, nos encontramos con una gran figura:  san Cirilo de Alejandría. Vinculado a la controversia cristológica que llevó al concilio de Éfeso del año 431 y último representante de relieve de la tradición alejandrina, san Cirilo fue definido más tarde en el Oriente griego como "custodio de la exactitud" —que quiere decir custodio de la verdadera fe— e incluso como "sello de los Padres". Estas antiguas expresiones manifiestan muy bien un dato que, de hecho, es característico de Cirilo, es decir, la constante referencia del obispo de Alejandría a los autores eclesiásticos precedentes (entre éstos sobre todo a Atanasio) con el objetivo de mostrar la continuidad de la propia teología con la tradición. Se insertó voluntaria y explícitamente en la tradición de la Iglesia, en la que reconocía la garantía de continuidad con los Apóstoles y con Cristo mismo.
Venerado como santo tanto en Oriente como en Occidente, en 1882 san Cirilo fue proclamado doctor de la Iglesia por el Papa León XIII, quien al mismo tiempo atribuyó el mismo título a otro importante representante de la patrística griega:  san Cirilo de Jerusalén. Se revelaron así la atención y el amor por las tradiciones cristianas orientales de aquel Papa, que después proclamó también doctor de la Iglesia a san Juan Damasceno, mostrando así que tanto la tradición oriental como la occidental expresan la doctrina de la única Iglesia de Cristo.
Nos han llegado muy pocas noticias sobre la vida de san Cirilo antes de su elección a la importante sede de Alejandría. Cirilo, sobrino de Teófilo, que desde el año 385 rigió como obispo, con mano firme y prestigio, la diócesis de Alejandría, nació probablemente en esa misma metrópoli egipcia entre el año 370 y el 380. Pronto se encaminó hacia la vida eclesiástica y recibió una buena educación, tanto cultural como teológica. En el año 403 se encontraba en Constantinopla siguiendo a su poderoso tío y allí participó en el Sínodo conocido con el nombre de la Encina, que depuso al obispo de la ciudad, Juan (después conocido como Crisóstomo), registrando así el triunfo de la sede de Alejandría sobre su rival tradicional, Constantinopla, donde residía el emperador. Tras la muerte de su tío Teófilo, Cirilo, que aún era joven, fue elegido en el año 412 obispo de la influyente Iglesia de Alejandría, gobernándola con gran firmeza durante treinta y dos años, tratando siempre de afirmar el primado en todo el Oriente, fortalecido asimismo por los vínculos tradicionales con Roma.
Dos o tres años después, en el 417 ó 418, el obispo de Alejandría dio pruebas de realismo al recomponer la ruptura de la comunión con Constantinopla, que persistía ya desde el año 406 tras la deposición de san Juan Crisóstomo. Pero el antiguo contraste con la sede de Constantinopla volvió a encenderse diez años después, cuando en el año 428 fue elegido obispo Nestorio, un prestigioso y severo monje de formación antioquena. El nuevo obispo de Constantinopla suscitó pronto oposiciones, pues en su predicación prefería para María el título de "Madre de Cristo" (Christotokos), en lugar del de "Madre de Dios" (Theotokos), ya entonces muy querido por la devoción popular.
El motivo de esta decisión del obispo Nestorio era su adhesión a la cristología de la tradición antioquena que, para salvaguardar la importancia de la humanidad de Cristo, acababa afirmando su separación de la divinidad. De este modo no era ya verdadera la unión entre Dios y el hombre en Cristo y, por tanto, ya no se podía hablar de "Madre de Dios".
La reacción de Cirilo —entonces máximo exponente de la cristología de Alejandría, que subrayaba con fuerza la unidad de la persona de Cristo— fue casi inmediata y se desplegó con todos los medios ya a partir del año 429, enviando también algunas cartas al mismo Nestorio. En la segunda misiva (PG 77, 44-49) que le envió Cirilo, en febrero del 430, leemos una clara afirmación del deber de los pastores de preservar la fe del pueblo de Dios. Este era su criterio, por lo demás válido también para hoy:  la fe del pueblo de Dios es expresión de la tradición, es garantía de la sana doctrina. Escribe estas líneas a Nestorio:  "Es necesario exponer al pueblo la enseñanza y la interpretación de la fe de la manera más irreprensible y recordar que quien escandaliza aunque sea a uno solo de los pequeños que creen en Cristo padecerá un castigo intolerable".
En la misma carta a Nestorio —misiva que más tarde, en el año 451, sería aprobada por el concilio de Calcedonia, cuarto concilio ecuménico—, Cirilo describe con claridad su fe cristológica:  "Siendo distintas las naturalezas que se unieron en esta unidad verdadera, de ambas resultó un solo Cristo, un solo Hijo:  no en el sentido de que la diversidad de las naturalezas quedara eliminada por esta unión, sino que la divinidad y la humanidad completaron para nosotros al único Señor Jesucristo e Hijo con su inefable e inexpresable conjunción en la unidad".
Y esto es importante:  realmente la verdadera humanidad y la verdadera divinidad se unen en una sola Persona, nuestro Señor Jesucristo. Por ello, sigue diciendo el obispo de Alejandría, "profesamos un solo Cristo y Señor, no en el sentido de que adoramos al hombre junto con el Logos, para no insinuar la idea de la separación diciendo "junto", sino en el sentido de que adoramos a uno solo y al mismo, pues su cuerpo no es algo ajeno al Logos, con el que está sentado a la diestra del Padre. No están sentados a su lado dos hijos, sino uno solo unido con la propia carne".
Muy pronto el obispo de Alejandría, gracias a agudas alianzas, logró que Nestorio fuera condenado repetidamente:  por parte de la sede romana con una serie de doce anatematismos redactados por él mismo y, finalmente, por el concilio de Éfeso, en el año 431, el tercer concilio ecuménico. La asamblea, que se desarrolló con vicisitudes tumultuosas, concluyó con el primer gran triunfo de la devoción a María y con el exilio del obispo de Constantinopla que no quería reconocer a la Virgen el título de "Madre de Dios", a causa de una cristología equivocada, que ponía división en el mismo Cristo. Ahora bien, después de haber prevalecido de este modo sobre el rival y su doctrina, san Cirilo supo alcanzar ya en el año 433 una fórmula teológica de compromiso y de reconciliación con los de Antioquía. Y esto también es significativo:  por una parte se da la claridad de la doctrina de la fe, pero, por otra, la intensa búsqueda de la unidad y de la reconciliación. En los años siguientes se dedicó con todos los medios a defender y aclarar su posición teológica hasta la muerte, acaecida el 27 de junio del año 444.
Los escritos de san Cirilo —verdaderamente muy numerosos y difundidos ampliamente incluso en diferentes traducciones latinas y orientales ya durante su vida, prueba de su éxito inmediato—, son de importancia primaria para la historia del cristianismo. Son importantes sus comentarios a muchos libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, entre los que destaca todo el Pentateuco, Isaías, los Salmos y los evangelios de san Juan y de san Lucas. Son de gran importancia también sus muchas obras doctrinales, en las que aparece continuamente la defensa de la fe trinitaria contra las tesis arrianas y contra las de Nestorio. La base de la enseñanza de san Cirilo es la tradición eclesiástica y, en particular, como he mencionado, los escritos de san Atanasio, su gran predecesor en la sede de Alejandría. Entre los otros escritos de san Cirilo hay que recordar finalmente los libros Contra Juliano, última gran respuesta a las polémicas anticristianas, dictada por el obispo de Alejandría probablemente en los últimos años de su vida para replicar a la obra Contra los galileos, compuesta muchos años antes, en el año 363, por el emperador que fue llamado el Apóstata por haber abandonado el cristianismo en el que había sido educado.
La fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, "una Persona que da un nuevo horizonte a la vida" (Deus caritas est, 1). San Cirilo de Alejandría fue un incansable y firme testigo de Jesucristo, Verbo de Dios encarnado, subrayando sobre todo la unidad, como repite en el año 433, en la primera carta (PG 77, 228-237) al obispo Sucenso:  "Uno solo es el Hijo, uno solo el Señor Jesucristo, ya sea antes de la encarnación ya después de la encarnación. En efecto, no era un Hijo el Logos nacido de Dios Padre, y otro el nacido de la santísima Virgen; sino que creemos que precisamente Aquel que existe antes de los tiempos nació también según la carne de una mujer". Esta afirmación, más allá de su significado doctrinal, muestra que la fe en Jesús Logos nacido del Padre está también muy arraigada en la historia, pues, como afirma san Cirilo, este mismo Jesús entró en el tiempo al nacer de María, la Theotokos, y estará siempre con nosotros, según su promesa. Y esto es importante:  Dios es eterno, nació de una mujer y sigue con nosotros cada día. En esta confianza vivimos, en esta confianza encontramos el camino de nuestra vida.

sábado, 25 de junio de 2016

Domingo semana 13 de tiempo ordinario; ciclo C

Domingo de la semana 13 de tiempo ordinario; ciclo C

Jesús nos llama en el camino de la vida, a una misión para la que se nos han concedido los dones que tenemos, y vamos creciendo en el amor y descubriendo esa misión
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: -Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos? Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.Mientras iban de camino, le dijo uno: -Te seguiré adonde vayas. Jesús le respondió: -Las zorras tienen madriguera y los pájaros, nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza.A otro le dijo: -Sígueme. El respondió: -Déjame primero ir a enterrar a mi padre. Le contestó: -Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.Otro le dijo: -Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia. Jesús le contestó: -El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios” (Lucas 9,51-62).
1. “Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante”: Jesús va a Jerusalén: en Lucas la vida de Jesús fue un largo caminar hacia Jerusalén, su vida pública es un irse acercando a la meta, la Pascua. De Galilea a Jerusalén se pasa por Samaría, pero al saber que va al Templo, se enfadan porque ellos creen en el Garizín:“De camino entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: -Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos? Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea”.  Jesús no quiere que nos dejemos llevar apor venganza o ira: «Si la regla de conducta del maestro debe ser siempre perseguir el vicio para corregirle, es muy conveniente que conozcamos que debemos ser firmes con los vicios, pero compasivos con el hombre» (San Gregorio Magno). Ayúdame, Jesús, a tener buen carácter, fuerte pero con tu mansedumbre, compasión por los demás.
“Mientras iban de camino, le dijo uno: -Te seguiré adonde vayas”… Jesús le dice que ya no tiene  casa propia. Ni siquiera la casa en la que ha crecido, la casa de su madre, cuenta ya. No  mira atrás. Es más pobre en esto que los animales, vive en una inseguridad total. No posee  más que su misión. Y al comienzo del evangelio se dice a dónde conduce esta misión: a su  «ascensión» se dice literalmente: ¿a la cruz? ¿Al cielo? Lucas deja abierta la cuestión. Es  típico que no se le reciba en la aldea de Samaría donde quería alojarse. Por eso no es  necesario mandar bajar fuego del cielo (H. von Balthasar). Es normal que «los suyos no lo reciban» (Jn 1,11). 
Comenta así san Agustín: “Escuchad lo que Dios me ha inspirado sobre este capítulo del evangelio. En él se lee cómo el Señor se comportó distintamente con tres hombres. Rechazó a uno que se ofreció a seguirlo; a otro que no se atrevía, lo animó; por fin, censuró a un tercero que lo difería. ¿Quién más dispuesto, más resuelto, más decidido ante un bien tan excelente, como es seguir al Señor a donde quiera que vaya, que el que dijo: Señor, te seguiré adondequiera que vayas? Lleno de admiración, pregunta: «¿Cómo es eso? ¿Cómo desagradó al maestro bueno, nuestro Señor Jesucristo, que va en busca de discípulos para darles el reino de los cielos, hombre tan bien dispuesto?». Como se trataba de un maestro que preveía el futuro, entendemos que este hombre, hermanos míos, si hubiera seguido a Cristo, hubiera buscado su propio interés, no el de Jesucristo, pues el mismo Señor dijo: No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos (Mt 7,21). Éste era uno de ellos; no se conocía a sí mismo, como lo conocía el médico que lo examinaba, porque si ya se conocía mentiroso, falaz y doble, no conocía a quién hablaba. Pues es él de quien dice el evangelista: No necesitaba que nadie le informase sobre el hombre, pues él sabía lo que había en el hombre (Jn 2,25). ¿Y qué le respondió? Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza. Pero, ¿dónde no tiene? En tu fe. Las zorras tienen escondites en su corazón: eres falaz. Las aves del cielo tienen nidos en su corazón: eres soberbio. Siendo mentiroso y soberbio, no puedes seguirme. ¿Cómo puede seguir la doblez a la simplicidad?
En cambio, a otro que está siempre callado, que no dice nada y nada promete, le dice: Sígueme. Cuanto era el mal que veía en el otro, tanto era el bien que veía en éste. Al que no quiere, le dice: Sígueme. Tienes un hombre dispuesto -te seguiré adondequiera que vayas-, y dices: Sígueme a quien no quiere seguirte. «A éste -dice- le excluyo, porque veo en él madrigueras, veo en él nidos». Pero ¿por qué molestas a ése que invitas y se excusa? Mira que le impeles y no viene, le ruegas y no te sigue; pues, ¿qué dice? Iré primero a enterrar a mi padre. Mostraba al Señor la fe de su corazón, pero le retenía la piedad. Cuando nuestro Señor Jesucristo destina a los hombres al evangelio, no quiere que se interponga excusa alguna de piedad carnal y temporal. Ciertamente la ley ordena esta acción piadosa, y el mismo Señor acusó a los judíos de echar abajo ese mandato de Dios. También dice San Pablo en su carta: Éste es el primer mandamiento de la promesa. ¿Cuál? Honra a tu padre y a tu madre (Ef 6,2). No hay duda de que es mandato de Dios. Este joven, pues, quería obedecer a Dios, dando sepultura a su padre. Pero hay lugares, tiempos y asuntos apropiados a este asunto, tiempo y lugar. Ha de honrarse al padre, pero ha de obedecerse a Dios; ha de amarse al progenitor, pero ha de anteponerse el Creador. Yo -dice Jesús- te llamo al evangelio; te llamo para obra más importante que la que tú quieres hacer. Deja a los muertos que entierren a sus muertos. Tu padre ha muerto. Hay otros muertos que pueden enterrar a los muertos. ¿Quiénes son los muertos que sepultan a los muertos? ¿Puede ser enterrado un muerto por otros muertos?... Le amortajan, le llevan a enterrar y le lloran, a pesar de estar muertos, porque aquí se trata de los infieles.
En este texto nos ordenó el Señor lo que está escrito en el Cantar de los Cantares: Ordenad en mí el amor (Cant 2,4). ¿Qué significan esas palabras? Estableced una jerarquía, un orden y dad a cada uno lo que se le debe. No sometáis lo primario a lo secundario. Amad a los padres, pero anteponed a Dios. Contemplad a la madre de los Macabeos: Hijos, no sé cómo aparecisteis en mi seno (2 Mac 7). Pude concebiros y daros a luz, pero no pude formaros. Luego oíd a Dios, anteponedle a mí, no os importe el que me quede sin vosotros. Se lo indicó y lo cumplieron. Lo que enseñó la madre a sus hijos, eso mismo enseñaba nuestro Señor Jesucristo a aquel a quien decía: Sígueme.
Ahora entra en escena otro que quiere ser discípulo, quien, sin nadie haberle dicho nada, confiesa: Te seguiré, Señor, pero antes voy a comunicárselo a los de mi casa. En mi opinión, el sentido de las palabras es el siguiente: «Avisaré a los míos, no sea que, como suele acontecer, me busquen». Pero el Señor le replicó: Nadie que pone las manos en el arado y mira atrás es apto para el reino de los cielos. Te llama el oriente y tú miras a occidente. El presente capítulo nos enseña que el Señor eligió a los que quiso. Como dice el Apóstol, eligió según su gracia y conforme a la justicia de ellos (Sermón 100,1-3).
2. «Ve y vuelve», dice Elías a Eliseo, a quien ha elegido mientras éste ara con su yunta, y va a despedirse de sus padres, y se despide de todos con la comida asada de sus bueyes. «Luego se levantó, marchó tras Elías y  se puso a sus órdenes». No se trata de un servicio puramente humano, sino que, al ser  Elías un hombre de Dios, es ya un servicio a Dios. Para la Antigua Alianza esto es una  obediencia grandiosa a una llamada de Dios transmitida por el profeta (H. von Balthasar). Es vivir para el Señor, como reza el salmo: “El Señor es mi lote y mi heredad”.
3. «Vuestra vocación es la libertad», dice san Pablo: libertad para la que «Cristo nos  ha liberado», y no otra. No una libertad individualista, pues la libertad cristiana consistirá en  el servicio al prójimo: «Sed esclavos unos de otros por amor». Tampoco se trata del  libertinaje, pues entre los deseos de la carne y la libertad que nos da el Espíritu que nos  guía hay una contradicción directa, un antagonismo total. Que el hombre tenga que luchar  contra sí mismo y contra sus pasiones para conservar su verdadera libertad, nada dice  contra la libertad que le ha sido dada; también Cristo tuvo que luchar en sus «tentaciones»  (Lc 4,1-12). No se puede ser libre para hacer al mismo tiempo dos cosas contradictorias,  sino que para ser libre hay que superar la contradicción en uno mismo. La libertad de Cristo  es hacer siempre la voluntad del Padre, y seguir a Jesús en esto nos «hace libres» verdaderamente (Jn 8,31-32). La libertad a la que Cristo nos llama es su propia libertad, a  través de la cual participamos en la libertad intradivina, trinitaria, absoluta (H. von Balthasar). 
Llucià Pou Sabaté
San Josemaría Escrivá, presbítero

Jesús nos llama a ser santos en medio del mundo, que es como un mar en el que Él nos toma para darnos la misión apostólica de ser pescadores
“En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret; y vio dos barcas que estaban junto a la orilla: los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: -Rema mar adentro y echad las redes para pescar. Simón contestó: Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes. Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande, que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: -Apártate de mí, Señor, que soy un pecador. Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: -No temas: desde ahora, serás pescador de hombres. Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron”  (Lucas  5, 1-11).
1. “Cristo vive: Cristo no es una figura que pasó”, decía san Josemaría. Vive: “Iesus Christus heri et hodie ipse et in saecula”, le gustaba repetir con la Escritura: “Jesucristo, el mismo que fue ayer, es hoy y será para siempre”. Ésta es nuestra fe. Cristo está en medio de nosotros, y hoy como entonces “la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret; y vio dos barcas que estaban junto a la orilla”... Se agolpaban, es decir, querían todos estar muy cerca, muy pegados a El. Otras veces, Jesús, subes a un monte para hablar de modo que te oigan. Aquí, en la orilla del mar, piensas que el mejor modo es meterte en el agua con una barca: “la barca de Simón es la Iglesia y en ella es Cristo quien sigue enseñando. Desde la Iglesia llega a todos la Palabra de Dios, esa Palabra de la que los hombres tienen tanta necesidad. La Iglesia es la cátedra de Jesucristo, la cátedra de las enseñanzas de Cristo a través de los tiempos” (P. Cardona).
Tú nos dices, como a Pedro: «-Rema mar adentro y echad las redes para pescar». Y aunque hay dificultades -«nos hemos pasado toda la noche bregando y no hemos cogido nada»- más fuerte es la fe que nos inspiras, Jesús. Pedro, con humildad echa las redes. Obedece. Ante la sorpresa de la captura, quiero decirte también yo, con él: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.» Quiero oír cómo me dices también a mí: «No temas: desde ahora serás pescador de hombres
Las personas necesitan tu voz, Señor, que les llevemos tu salvación: “Convenceos de una realidad siempre actual: llega siempre un momento en el que el alma no puede más, no le bastan las explicaciones habituales, no le satisfacen las mentiras de los falsos profetas. Y aunque no lo admitan entonces, esas personas sienten hambre de saciar su inquietud con la enseñanza del Señor” (J. Escrivá,Amigos de Dios 260).
Jesús, quiero notar que pasas a nuestro lado y nos convoca, como en la ribera del lago de Genesaret. Al iniciar este nuevo milenio, nos encontramos también nosotros agolpados junto a Ti, con Pedro y aquellos discípulos, y oímos hoy el murmullo de las olas del lago de Genesaret, el chapoteo de las barcas junto a la orilla, y el eco de tu voz amabilísima, Jesús, que nos hablas. Ahora igual que entonces. Nos gustaría estar en esta tierra santa tan maltratada, pero desde que tú Jesús pasaste por la tierra toda la tierra es sagrada, santa, como indicaste a la samaritana junto al pozo de Sicar: es una religión no de la montaña o del templo, sino del Espíritu y de la Verdad, del amor.De todas formas, la tierra de Palestina forma como un icono de tu paso por la tierra,  Jesús, y fomenta nuestra devoción, como también otros muchos lugares de peregrinación, y las tumbas, reliquias de los santos, como el altar que en Roma contiene el cuerpo del que hoy celebramos.
Jesús Nuestro Señor, con la vida de san Josemaría, con su predicación incansable por todo el mundo, con su labor fundacional que tuvo que romper moldes, con su trabajo apostólico que hoy palpita en tantos corazones de diversas razas y lenguas, con sus escritos, está pasando de nuevo y nos enseña, como hacía desde la barca a la orilla del lago; nos habla a cada uno, y nos dice, como a Pedro: “Rema mar a dentro -duc in altum-, y echad las redes para pescar”. La barca con Cristo es sentirnos hijos de Dios muy queridos y de que hemos de vivir y comportarnos como tales; que estamos llamados a un encuentro personalísimo con Él y a tener así una vida contemplativa en medio de los quehaceres materiales de nuestro día; que nos quiere libres, con la libertad de los hijos, abandonados alegremente en las manos de su Padre Dios, y al mismo tiempo empeñados en agradarle; que nos pide que seamos muy humanos precisamente por ser cristianos; que disfruta viéndonos distintos, y sin embargo unidos, sabiendo convivir, ir del brazo con todos; que nos espera cada día en el trabajo abnegado, hecho con deseos sinceros de servir y con la mayor competencia que podamos, por amor; que debemos ejercer, heroicamente si es necesario, nuestros derechos ciudadanos -que son deberes- sin involucrar a la Iglesia y sí, en cambio, empeñando la propia responsabilidad personal; en fin, que nos anima a que demos a conocer a todas las personas que nos rodean la razón de nuestra alegría...
Pescar es dar la vida y entregarnos como lo hizo Pedro y los demás, y lo sintió en su llamada san Josemaría, para hacer apostolado y provocar en muchos un nuevo encuentro con cada uno, que dé lugar a una entrega y a una correspondencia mutuas ya para siempre. Todo pasa por ese encuentro personal con Dios: estar frente a frente, cara a cara, delante de Dios; diálogo de Tú a Tú, sencillo, directo, confiado, con Dios Nuestro Padre, con Jesús en la Eucaristía, que se entrega totalmente y que se nos queda en esa cárcel de amor que es el Sagrario. ¡Cómo le enamoraba a san Josemaría! ¡Cómo lo cortejó siempre! Lo hizo desde muy joven, cuando, allá en Logroño, siendo todavía adolescente, se acercaba a la iglesia que llaman la Redonda, para acompañarle. Enseguida, en aquellos años, cuando intuyó que Dios podía querer algo, aun en medio de la incertidumbre y de la duda, su respuesta fue: Domine, Ut sit!Domine, Ut videam¡, Señor que sea esto que Tú quieres! Que vea tu Voluntad, para hacerla, porque la quiero por encima de todo... sentirse interpelado como Pedro, y corresponder así a lo que Cristo hizo en su vida y culminó en la Cruz y en la Resurrección. Vivir de este modo no sólo es posible, sino que es el secreto de la felicidad: dándolo todo, sin poner condiciones, y vivir cada día con esta vibración de amor en el fondo de la conciencia: Dios me llama hoy y ahora, en el trabajo, en la familia, entre mis amigos, en mi juventud y en mi vejez; a pesar de mis debilidades; en todas las circunstancias que Él me envía; con sacrificio, con dolores, con sequedades -si Dios las quiere-, con un poco de Cruz, que no hemos de exagerar, pero entregados a Él, a su Voluntad.
Vale la pena. Se lo pediremos en la oración después de la Comunión: “Señor, (...) que cumpliendo tu voluntad en todo, recorramos con alegría el camino de nuestra vocación”. Los apóstoles dicen “sí”… “Ellos (...), dejándolo todo, le siguieron”. Santa María es modelo de respuesta generosa, ella nos llevará a escuchar las palabras que inspiran confianza que Jesús contestó a Pedro: “No temas: desde ahora, serás pescador de hombres”. Así podemos estar seguros.
2. El Génesis (2,4-9.15) nos cuenta que Dios pone al hombre sobre la tierra “para que lo guardara y lo cultivara”, y así el hombre colabora con Dios en la creación, a través de su trabajo.
Tú, Señor, nos invitas a hacer contigo esa obra de tu providencia, pues “si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas”… (Salmo126).
3. La carta de los Romanos (8) nos recuerda otro aspecto que impulsó san Josemaría, la filiación divina, y el mismo Espíritu nos sugiere que llamemos a Dios “Padre”, y nos lleva con ese dinamismo de hijos: “los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios”.
            Llucià Pou Sabaté

viernes, 24 de junio de 2016

Sábado semana 12 de tiempo ordinario; año par

Sábado de la semana 12 de tiempo ordinario; año par

Dios nos visita en Jesús, que viene a curarnos de nuestras dolencias y a bendecirnos, transformar las penas en alegrías
«Al entrar en Cafarnaún se le acercó un centurión y, rogándole, dijo: Señor, mi criado yace paralítico en casa con dolores muy fuertes. Jesús le dijo: Yo iré y lo curaré. Pero el centurión le respondió: Señor; no soy digno de que entres en mi casa; basta que lo mandes de palabra y mi criado quedará sano. Pues yo, que soy un hombre subalterno con soldados a mis órdenes, digo a uno: ve, y va; y a otro: ven, y viene; y a mi siervo: haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús se admiró, y dijo a los que le se guían: En verdad os digo que en nadie de Israel he encontrado una fe tan grande. Y os digo que muchos de Oriente y Occidente vendrán y se pondrán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán arrojados a las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el rechinar de dientes. Y dijo Jesús al centurión: Vete y que se haga conforme has creído. Y en aquel momento quedó sano el criado.» (Mateo 8, 5-13)
1. –“Al entrar Jesús en Cafarnaúm se le acercó un centurión o capitán del ejército romano, y le rogó diciendo...” El primer milagro había sido para un miembro del pueblo de Dios... excluido por su lepra. El segundo será en favor de un pagano. ¡Todo un programa! El movimiento misionero de la Iglesia ya está presente. La salvación de Dios no está reservada a unos pocos. Dios ama a todos los hombres; su amor rompe las barreras que levantamos entre nosotros. Jesús hace su segundo milagro ¡en favor de un capitán del ejército de ocupación!, ¡en favor de un pagano! Los romanos eran mal vistos por la población: muchos judíos fieles escupían al suelo, en señal de desprecio, después de haberles adelantado en el camino. Señor, es a este centurión despreciado que vas a escuchar, complacer y alabar. Prescindes del "¿qué dirá la gente?", no aceptas nuestras divisiones ni nuestros racismos ni estrecheces de corazón. Tu corazón es universal, misionero. Contemplo ese corazón que ama a todos los hombres.
-“Señor, mi criado está echado en casa con parálisis, sufriendo terriblemente”. Expone simplemente la situación; describe la dolencia; y lo más notable es que habla en favor de otro, de su criado. ¿Es así mi plegaria? ¿Qué parte ocupa en mi vida la plegaria de intercesión? Mi tendencia ¿es quizá rezar sólo para mí? Ayúdame, Señor, a tener presente a los demás en mis peticiones, a pensar en ellos y sentir como propias sus necesidades.
-“Jesús contestó: Yo mismo iré y le curaré”. Disponibilidad, respuesta inmediata. Compromiso de toda su persona para servir a un desconocido.
-“Señor, yo no soy quién para que entres bajo mi techo, pero basta una palabra tuya para que mi criado se cure”. Humildad profunda. Este pagano es muy consciente de que la ley judía le rechaza; esto debe dolerle. Sin embargo no quiere poner a Jesús en una situación de "impureza legal". Y, por delicadeza, quiere evitarle que entre en su casa. En la Misa ha quedado plasmada la oración del “pagano”, antes de que recibamos al Señor: "Yo no soy quién, yo no soy digno". –“Porque yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes; y si digo a uno que se vaya, se va; y a otro que venga, y viene”... Este hombre subraya el valor de la "palabra" del que tiene autoridad. Tú, Jesús, tu Palabra, tiene autoridad.
-“Al oír esto Jesús se admiró y dijo a los que le seguían: "En verdad os digo que en ningún israelita he encontrado tanta fe."”Jesús, Ayúdame a creer más y mejor.
-“Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente a sentarse a la mesa con Abraham..”. En cambio a los ciudadanos del Reino los echarán afuera... Profecía: Jesús ve la entrada de los paganos en la Iglesia. Rezo por todos aquellos que se quedan aún esperando, por todos los que no se saben invitados al festín de Dios, a la mesa de Dios.
-Luego dijo Jesús: "Ve, que te sea otorgado lo que has creído". La Fe. Ella introduce al Reino. Aumenta nuestra fe, Señor; y haz que todos los hombres la descubran y la vivan (Noel Quesson).
Veo, Señor, tu solidaridad con nuestros males. Es lo que dijo Isaías: «Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades». Quiere curarnos a todos de nuestros males. ¿Será un criado o un hijo el que sufre, o nosotros los que padecemos fiebre de alguna clase? Jesús nos quiere tomar de la mano, o decir su palabra salvadora, y devolvernos la fuerza y la salud. Nuestra oración, llena de confianza, será siempre escuchada, aunque no sepamos como. Antes de acercarnos a la comunión, en la misa, repetimos cada vez las palabras del centurión de hoy: «no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme». La Eucaristía quiere curar nuestras debilidades. Ahora no nos toma de la mano, o pronuncia palabras. El mismo se hace alimento nuestro y nos comunica su vida: «el que come mi Carne permanece en mí y yo en él... el que me come vivirá de mí, como yo vivo de mi Padre» (J. Aldazábal).
2. El libro de las Lamentaciones nos hace ver el canto patético de dolor de la ciudad destruida, los ancianos silenciosos, las lágrimas en los ojos de todos, los niños desfallecidos de hambre. Pero el autor del libro invita al pueblo a dirigirse a Dios con su oración y sus manos alzadas al cielo. Los hechos que las crónicas narran quedan aquí completados por la interioridad que tienen esos en el nivel espiritual, el que unos testigos pueden vivir en el hondón de sí mismos. La tristeza que sienten los deportados es grande, el estilo narrativo poético: “las doncellas de Jerusalén humillan hasta el suelo su cabeza”. Los falsos profetas no ayudaron y cayó el reino: -“Tus profetas tuvieron visiones locas y engañosas”. Son los que llevan a todo un pueblo a la desgracia, los hay también en todos los tiempos. Señor, danos verdaderos profetas.
-“Que tu corazón clame al Señor... Como agua, tu corazón se derrame ante el rostro del Señor... Alza tus manos hacia El”... Jerusalén está destruida. Todo es luto y miseria. Pero nace una invitación a la oración. El mal no es la última palabra de la historia. No está todo perdido, mientras un hombre de Dios esté ahí: el diálogo con Dios continúa, y la vida volverá a su curso (Noel Quesson).
3. La oración del salmo, une la desgracia del pueblo a la invitación a elevar a Dios estas palabras: «no olvides sin remedio la vida de tus pobres... acuérdate de la comunidad que adquiriste desde antiguo, que el humilde no se marche defraudado».
Muchas veces, tenemos que levantar nuestras manos hacia Dios y «lamentarnos», como los judíos, de situaciones que nos pueden parecer dramáticas. Cuando interpretamos nuestra historia personal de dolor o las desgracias de la comunidad cristiana o de la sociedad humana desde la fe, nos volvemos más humildes, y acudimos con mayor confianza a Dios, que es el único que tiene las claves de la historia y el que sigue queriendo nuestra salvación. Muchos de los salmos que rezamos, tomados de la historia del Antiguo Testamento, nos sirven para expresar, también ahora, nuestros sentimientos, ayudándonos a leer la historia con sentido religioso, sin perder nunca del todo la esperanza (J. Aldazábal).
Llucià Pou Sabaté

La Natividad de San Juan Bautista

La Natividad de San Juan Bautista

San Juan Bautista es el precursor, que prepara los caminos de Jesús, y nos enseña a hacer espacio a Jesús en nuestras vidas, para vivir auténticamente, hacer de la oración vida
«Entre tanto le llegó a Isabel el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. Y oyeron sus vecinos y parientes la gran misericordia que el Señor le había mostrado, y se congratulaban con ella. El día octavo fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. Pero su madre dijo: De ninguna manera, sino que se ha de llamar Juan. Y le dijeron: No hay nadie en tu familia que se llame con este nombre. Al mismo tiempo preguntaban por señas a su padre, cómo quería que se le llamase. Y él pidiendo una tablilla, escribió: Juan es su nombre. Lo que llenó a todos de admiración. En aquel momento recobró el habla, se soltó su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Y se apoderó de todos sus vecinos un temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea; y cuantos los oían, los grababan en su corazón, diciendo: ¿Quién pensáis ha de ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él». (Lucas 1, 57-66)
1. Celebramos el nacimiento de los santos en su “dies natalis”, su día de pasar al cielo, pero también celebramos el nacimiento de Jesús, Santa María, y Juan el Bautista, el día de hoy. Fue su nacimiento con signos extraordinarios, de modo que «se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea
El ángel lo comunicó a Zacarías: «Muchos se alegrarán en su nacimiento» (Lucas 1, 14). Todos los parientes, vecinos y amigos se alegran con su nacimiento. Nosotros también. La vida es siempre un don de la misericordia de Dios. Señor, te pedimos hoy que celebremos la vida, que construyamos, ante la locura de esta cultura de la muerte que quiere abrirse paso, una cultura de la vida que haga los hijos deseados, queridos, que no sean abandonados o condenados a la muerte incluso antes de nacer.
El día de hoy tiene gran acogida popular: el folklore con sus hogueras y baños, la literatura con sus romances e incluso la economía (por ser el día en que se contrataban los segadores) así lo constatan. La Iglesia colocó esta celebración a seis meses exactos antes de la navidad, aplicando al ciclo litúrgico la frase "ya está de seis meses la que consideraban estéril". Juan fue conocido en su tiempo, como nos cuenta el historiador Flavio Josefo. Es la “bisagra” o continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Juan, quiero aprender de ti: no construyes nada para ti, ni siquiera un grupo de seguidores. Eres puente y camino hacia Jesús. Estás dispuesto a desaparecer de la escena cuando tu misión esté cumplida.
S. Agustín comenta de ti: “Hoy recibimos al santo Juan, precursor del Señor, el hijo de una estéril que anunciaba al hijo de una virgen, pero siempre siervo que anuncia al Señor. Puesto que Dios hecho hombre había de venir mediante una virgen,le precedió un hombre nacido de una mujer estéril para que aquél -refiriéndose al cual dice Juan que es indigno de desatar la correa de su calzado- fuera reconocido como Dios hombre. Admira a Juan cuanto te sea posible, pues lo que admiras aprovecha a Cristo. Aprovecha, repito, a Cristo, no porque tú le ofrezcas algo a él, sino para progresar tú en él.Admira, pues, a Juan cuanto te sea posible. Escuchaste qué has de admirar. Un ángel lo anuncia a su padre, que era sacerdote, y le priva de la voz porque no le dio crédito; permanece mudo esperando recobrar la lengua con el nacimiento del hijo. Concibe quien era estéril y anciana, infecunda por doble capítulo: por estéril y por su edad. El ángel ya anuncia quién va a ser, y se cumple en él lo anunciado. Cosa más maravillosa aún: aparece lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre. Luego, al llegar santa María, salta de gozo en el vientre y saluda con sus movimientos a quien no podía con la palabra. Al nacer devuelve la lengua a su padre y el padre, al hablar, impone el nombre al niño, y todos se maravillan de gracia tan excelsa. ¿De qué otra cosa puede hablarse sino de gracia? ¿De dónde había merecido este Juan a Dios? ¿Cómo mereció a Dios antes de existir para poder merecerlo? ¡Oh gracia, gratuitamente dada!”
Los judíos celebraban la circuncisión y la imposición del nombre a los ocho días del nacimiento, se llamaba al niño con su nombre, muchas veces el de su padre. Pero Isabel dijo: «-Se va a llamar Juan.» Sorprendidos, lo preguntaron al padre, y éste, tomando una tablilla encerada y un punzón, escribió: «-Juan es su nombre.» Entonces, comenzó a hablar otra vez (el ángel le había quitado la palabra por desconfiar de su anuncio). Todos se admiraron mucho. Y es que el ángel había dicho: «Tu mujer te dará un hijo y le pondrás por nombre Juan» (Lucas 1, 13). Juan significa «Dios es propicio», es decir, gracia de Dios. Ya indicaba el nombre la misión que le tocaría: preparar tus caminos, Jesús. Juan será «grande a los ojos de Dios». El precursor. Su nombre lo indica: "Dios se ha compadecido", mientras que Jesús significa "Dios salva".
Juan, ya mayor, se llamará «una voz que clama en el desierto para preparar los caminos del Señor»; y tú mismo, Jesús, dirás de él que es «el más grande entre los nacidos de mujer». Zacarías, felicidades por el nacimiento de tu hijo. Quiero verte, cuando lleno del Espíritu Santo, le llamas «profeta del Altísimo». Quiero verte entonar el cántico que leemos cada día en la Liturgia de las Horas, alabando a Dios en la primera parte, y bendiciendo al niño que te acaba de nacer: «-Bendito sea Dios, porque visitó a su pueblo y lo redimió, porque levantó una potencia de salvación en la casa de Israel, porque tuvo misericordia con nuestros padres y se acordó de su santa Alianza.» Redención, salvación, Misericordia, Alianza…  ¡bendito seas, Dios! ¡Qué hermosos los labios en los que florecen las alabanzas a Dios, labios como los tuyos, Zacarías, colmados del Espíritu santo!
Luego, mirando a tu hijo, dices: «-Niño, tú serás llamado profeta del Altísimo, e irás delante de Él para prepararle los caminos, es decir, prepararle un pueblo bien dispuesto mediante el conocimiento de la salvación y el perdón de los pecados, iluminar a los que están en tinieblas y en sombras de muerte, y dirigir sus pasos por el camino de la paz.» Así me gustaría que fuera también mi vida, “dar a los hombres la ciencia de la salvación, liberarlos del pecado, sacarlos de las tinieblas a la luz, y hacer que caminen por caminos de paz...
Hacen falta personas de prestigio en cada actividad que trabajen con visión cristiana, que te traten, que luchen por ser santos. Y yo debo ser una de esas personas” (Pablo Cardona).
«Porque la mano del Señor estaba con él.» Con tu ayuda, Juan, estaré también yo de la mano de Jesús, ayúdame a conseguirlo.
2. En el segundo poema del Siervo vemos la misión del profeta, del siervo o la del precursor llamado desde el seno materno. Habla de la salvación universal, y el siervo será “luz de las naciones”. Eres tú, Jesús, quien nos iluminas con tu luz, como sigue diciendo el salmo 138, canto de las criaturas, donde vemos que tú, Dios, lo sabes todo y estás presente a nuestro lado, con una presencia salvífica, capaz de abarcar todo el ser y toda la historia, para «sondear», «conocer», «saber», «penetrar», «comprender», «distinguir»… Tu mirada amorosa, Señor, está centrada en nosotros para darnos tu imagen, como el alfarero y el escultor, nos «formas»: «Tus manos me formaron, me plasmaron (...). Recuerda que me hiciste como se amasa el barro (...). ¿No me vertiste como leche y me cuajaste como queso? De piel y de carne me vestiste y me tejiste de huesos y de nervios» (Jb 10,8-11). Por eso, Señor, te canto: "Tú me conoces, mi amor. Sabes todo sobre mí. No puedo ocultarte nada, ni la madeja enredada de mis idas y venidas, ni mis pensamientos, ni mis proyectos, ni mis desesperaciones" (Noel Quesson). En ti, Señor, como en un espejo, vemos nuestra vida: “Señor, tú me sondeas y me conoces: me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares.
Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno, porque son admirables tus obras.
Conocías hasta el fondo de mi alma, no desconocías mis huesos. Cuando, en lo oculto, me iba formando y entretejiendo en lo profundo de la tierra”.
3. En el primer discurso de Pablo (Hch 13,22-26), el Bautista parece sin solución de continuidad respecto a los profetas: es el último eslabón de la acción de Dios para preparar la venida de “un Salvador para Israel: Jesús. Juan, antes de que él llegara, predicó a todo el pueblo de Israel un bautismo de conversión; y cuando estaba para acabar su vida, decía: -Yo no soy quien pensáis, sino que viene detrás de mí uno a quien no merezco desatarle las sandalias”. San Juan, te pido ayuda para ser yo también un buen instrumento para proclamar “este mensaje de salvación”.

Llucià Pou Sabaté

miércoles, 22 de junio de 2016

Jueves semana 12 de tiempo ordinario; año par

Jueves de la semana 12 de tiempo ordinario; año par

Edificar la vida sobre buena base es tener asentado todo en el amor de Dios, abrirnos así a su palabra y hacerla vida
«No todo el que me dice: Señor, Señor entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor ¿pues no hemos profetizado en tu nombre, y arrojado los demonios en tu nombre, y hecho prodigios en tu nombre? Entonces yo les diré públicamente: Jamás os he conocido: apartaos de mí, los que habéis obrado la iniquidad. Por tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca. Pero todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica es como un hombre necio que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, y cayó y fue tremenda su ruina. Y sucedió que, cuando terminó Jesús estos discursos, las multitudes quedaron admiradas de su doctrina, pues les enseñaba como quien tiene potestad y no como los escribas.» (Mateo 7, 21-29)
1. "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos...". Leemos hoy las últimas recomendaciones del sermón de la montaña. Si ayer se nos decía que un árbol tiene que dar buenos frutos, y si no, es mejor talarlo y echarlo al fuego, hoy se aplica la misma consigna a nuestra vida: «no todo el que me dice, Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre». No se trata de decir palabras piadosas, sino de cumplir lo que esas palabras prometen.
A veces cambia mi estado de ánimo, Jesús, ocurre que las circunstancias cambian: aquellas prácticas de piedad que antes me llenaban, ahora no me dicen nada: o cambio de lugar y encuentro a faltar aquellos amigos y ese desarraigo influye en mi modo de sentirme; o los estudios o el trabajo me absorben más que en otras épocas: o simplemente, me canso de luchar. Y entonces, mi vida interior sufre como un descalabro, como un terremoto.
Jesús, ayúdame a reforzar los cimientos de mi vida cristiana a base de una vida de piedad más profunda, de una oración más constante, de un esfuerzo más serio por mejorar en las virtudes y en el estudio o trabajo profesional, de una mayor generosidad en el servicio a los demás (Pablo Cardona).
Te pido, Señor, que no haya divorcio entre mis palabras y mis hechos. Porque pienso que tú, Jesús, nos recuerdas que la santidad y la vida no se construye a base de palabras, sino de buenas obras: de amor, que se demuestra en hechos de generosidad, servicio, trabajo… Ayúdame, Señor, ayúdanos a todos, para no dejarnos llevar por un estado de ánimo, engaños como los que dicen: "hemos profetizado en tu nombre, hemos arrojado los demonios, hemos hecho milagros". Pero algo les falta, o es mentira o cumplieron pero por otros motivos, no por amor, pues les dices: "nunca os conocí; apartaos de mí". Quizá les pasan las dos cosas, y también que eran gente que les gusta escuchar, programar; pero que luego no hace, olvida obrar, aplicar los programas, y esta disociación es mala.
Jesús, pones también el ejemplo de la casa sobre roca. Dejarme llevar por mis fuerzas y cambios de ánimo, es como una casa construida sin cimientos. Se construye de prisa, pero está destinada a hundirse. Es el peligro de una oración ("Señor, Señor") que no se traduzca en vida y en compromiso ("la voluntad de Dios"), que no se convierte en nada práctico y operante. Lo esencial de la vida cristiana no es decir, ni tampoco confesar a Cristo de palabra, sino practicar el amor concreto a los pobres, a los oprimidos. Acuden a la mente las palabras de la escena grandiosa del juicio: "Venid, tomad posesión del reino, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui peregrino y me acogisteis" (25,34ss). Más aquí no podemos evitar una pregunta: ¿Por qué a veces la oración se cierra en sí misma, la escucha de la palabra no se traduce en vida y el encuentro con los hermanos no se abre al mundo?
Como final de todo el discurso, Jesús, propones esta imagen. ¿Sobre qué estoy edificando yo mi vida: sobre roca, sobre arena? ¿Sobre qué construyo mis amistades, o mi vida de familia, o mi apostolado: sobre engaños y falsedades? ¿Y me extrañaré de que los derrumbamientos que veo en otras personas o en otras instituciones me puedan pasar también a mi? (J. Aldazábal).
La roca eres tú, Señor, y tu palabra, y la tempestad rompe la casa frágil si no está basada mi fuerza en ti, sino en mis fuerzas. En la fuerza de Dios es donde el hombre encuentra su consistencia.
También me hablas aquí de la necesidad de un compromiso concreto, de un esfuerzo continuo para pasar de las palabras a los hechos. No existe verdadera fe sin empeño moral. La oración y la acción, la escucha y la práctica, son igualmente importantes. Como dirás en la parábola del sembrador, hay gente que recibe la semilla con entusiasmo pero luego la deja secar, no tiene constancia o se deja llevar por los vientos del momento, por el afán de tener, de poder, la comodidad...
Las cosas indispensables son tres: escucha atenta, práctica y perseverancia. La muchedumbre se llenaba de estupor ante tus palabras, Jesús, porque enseñabas "con autoridad". Tus palabras tienen verdad, comprometen, exigen plena disponibilidad (Bruno Maggioni).
2. La lectura del libro de los Reyes (2 R 24,8-17) nos muestra el reinado de Joaquín, que “hizo el mal a los ojos del Señor, enteramente como había hecho su padre”: injusticias sociales, laxitud moral, culto a los dioses, política únicamente humana, sin referencia a la fe. Busca la fortaleza humana, sin contar con Dios, y por eso edifica sobre arena, y su reino de hunde.
-“Las gentes de Nabucodonosor subieron contra Jerusalén y cercaron la ciudad”. Es la agonía de un reinado que se interpreta en clave teológica. Dios es Señor de la Historia, no quiere el mal pero permite que las cosas pasen, para sacar de ahí un bien más grande, y ahora vemos que “el rey, su madre, sus dignatarios fueron deportados a Babilonia... Nabucodonosor se llevó de allí todos los tesoros del templo y del palacio real, rompió todos los objetos de oro que había hecho fabricar Salomón para el santuario: así se cumplió la palabra del Señor”.
Todo aquello ocurrió el año 597 a. C., unos ciento veinte años después de la del Norte, que había sido el año 721, a manos de los asirios. “Cuando suceden catástrofes, tanto personales como comunitarias, deberíamos sacar consecuencias y reflexionar sobre las causas que las han originado y sobre la parte de culpa que todos tenemos.
Muchas veces, la ruina de una persona se debe a fallos que, al principio, eran insignificantes, pero se descuidaron y fueron creciendo. La ruina de una comunidad o de una sociedad también suele tener causas diversas: económicas, políticas, personales; y, muchas veces, también de dejadez religiosa y pérdida progresiva de valores que son necesarios para toda convivencia humana.
Saber escarmentar es una buena sabiduría. Nos hace humildes. Nos predispone a reconocer el protagonismo de Dios y nuestra infidelidad a su amor” (J. Aldazábal).
Jesús, tú anunciaste una nueva destrucción del Templo, y al ver ésta de cuando la deportación, vemos que tú no estás atado a «iglesias», «santuarios», «instituciones»... que tu Iglesia es más grande que todo eso. Al contemplar el gran «Exilio» que marcará tanto la historia del pueblo de Israel, y que se verá repetido en otros momentos de la historia, también de nuestro pasado reciente, vemos que nuestros “exilios”, tanto a nivel personal como de nuestro pueblo, serán tiempo de purificación y de profundización.
Purificación: porque en el exilio, se sufre. Los antiguos prisioneros y deportados lo saben muy bien. Supresión de la libertad. Atentados a la dignidad. Pesados trabajos de esclavitud. Y todos esos sufrimientos hacen reflexionar.
Profundización: porque la fe queda despojada de todas sus formas exteriores, ya no hay ni sacerdote ni profetas, ni sacrificios, ni culto... es la ocasión de acentuar una relación con Dios en la fe desnuda.
3. El salmo expresa bien la catástrofe que todo esto supuso, con la profanación y el pillaje del Templo: «los gentiles han entrado en tu heredad, han profanado tu santo templo... fuimos el escarnio de nuestros vecinos».
Además de lamentarse de la desgracia del pueblo, es también una oración que reconoce la culpa y pide a Dios su protección: «¿Hasta cuándo, Señor, vas a estar siempre enojado?... Líbranos y perdona nuestros pecados, a causa de tu nombre».
Dios saca bien incluso de nuestras miserias: nos purifica, nos hace recapacitar, nos ayuda a aprender las lecciones de la vida para no volver a caer en las mismas infidelidades y fallos. Señor, ayúdanos a vivir también cualquier acontecimiento, feliz o desgraciado, a la luz de la Fe. Que la casa esté edificada sobre tú, la Roca firme (Noel Quesson).
Llucià Pou Sabaté

martes, 21 de junio de 2016

Miércoles semana 12 de tiempo ordinario; año par

Miércoles de la semana 12 de tiempo ordinario; año par

Por nuestros frutos se nos conoce. Pegados a Jesús, podemos conocer la voluntad de Dios, poder cumplirla, y querer cumplirla.
«Guardaos bien de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos voraces. Por sus frutos los conoceréis: ¿acaso se cosechan uvas de los espinos o higos de las zarzas? Así todo árbol bueno da frutos buenos, y todo árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da fruto bueno es cortado y arrojado al fuego. Por tanto, por sus frutos los conoceréis.» (Mateo 7, 15-20)
1. -“Cuidado con los profetas falsos, esos que se os acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces”. Parecen predicar la buena doctrina y moral... pero son de hecho, "lobos" rapaces, incluso cuando pretenden hablar en el nombre de Dios. “El falso profeta suele predicar una doctrina más racional, más aceptable, más sentimental, tratando de evitar lo que es cruz o sacrificio, y lo que es sobrenatural. Se presenta como una religión más humana y asequible, una religión a la medida del hombre actual: más consensuada, más democrática, más «humilde»” (Pablo Cardona).
Jesús, te pido que sepa distinguir esas voces que no llevan verdad, ni amor, que es la prueba de que aquello es tuyo, pues como dice el himno, “donde hay verdad y amor, allí está Dios”: «Examina con sinceridad tu modo de seguir al Maestro. Considera si te has entregado de una manera oficial y seca, con una fe que no tiene vibración; si no hay humildad, ni sacrificio, ni obras en tus jornadas; si no hay en ti más que fachada y no estás en el detalle de cada instante..., en una palabra, si te falta Amor.
”Si es así, no puede extrañar te tu ineficacia. ¡Reacciona enseguida, de la mano de Santa María!» (J. Escrivá, Forja 930).
“Jesús, me pides que dé buen fruto, de modo que los que me rodean puedan conocer la bondad del árbol al que pertenezco, que es la Iglesia, pues «todo árbol bueno da frutos buenos.» Por ser cristiano, estoy obligado a dar buen fruto” (P. Cardona).
La gente juzga a la Iglesia por sus frutos, y de mí depende esa autenticidad del apostolado: “¿Es mi fe «una fe que no tiene vibración,» que no siente la necesidad de acercarte a los demás? ¿Es mi jornada un «ir tirando», sin sacrificio, sin oración, sin obras? ¿Hago mi trabajo lo mejor que puedo, estando en el detalle de cada instante y ofreciéndotelo por alguna intención? ¿Busco cada día ocasiones para servir a los demás con pequeños servicios que pasen desapercibidos? Si me falta Amor, si no hago las cosas por Ti y por los demás, si mi entrega es «oficial y seca,» haciendo lo mínimo indispensable, entonces también mi fruto será seco y vacío.
Jesús, nos das la clave para conocer las personas: “por sus frutos los conoceréis”. Eres realista. "Mirad y ved cómo actúan..." El verdadero valor de una persona se manifiesta por lo que hace. La persona no es lo que dice ni lo que piensa, sino en primer lugar lo que se define por sus frutos: si sus hechos son buenos, es una buena persona… en cambio, los falsos profetas saben engañar un tiempo, se presentan como la solución a todos los problemas, pero luego se ven sus frutos malos.
La docilidad al Espíritu y la humildad son los frutos por los que se reconoce al profeta auténtico. –“¿Se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos”. ¡Un "buen" fruto! La calidad de una fruta depende de la calidad del árbol. Te pido, Señor, que mi árbol sea bueno porque esté unido a ti, y que dé frutos buenos pues quiero ayudar a los demás.
-“Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos”. Se conocen las instituciones, las personas, por los frutos que dan, pues todo se relaciona y la vida no depende de un momento, sino del conjunto, así los momentos serán fructíferos también.
-“Todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa al fuego”. Esto me hace pensar en la viña que no da fruto, en la higuera seca…. Señor, quiero estar unido a ti como el sarmiento a la vid, para tener vida y dar fruto.
”La Virgen supo estar en los detalles, vivir pendiente de los demás y sacrificarse por ellos como una buena madre, sin que se note.
Por eso su fruto es el mejor fruto: «bendito es el fruto de tu vientre» (Lucas 1, 42): Tú mismo, Jesús. Madre, ayúdame a vivir mi vida cristiana con la responsabilidad que tengo de dar buen fruto, de ser santo. De esta manera, los que me rodean conocerán la belleza de la Iglesia, el buen árbol plantado por Cristo para darnos su gracia y hacernos hijos de Dios” (P. Cardona).
2. -«He hallado el libro de la Ley en el Templo del Señor...» En 622, bajo el reinado del rey Josías, unos obreros, que trabajaban en el Templo, «descubren» un libro -es el Deuteronomio-, que había sido perdido -o «escondido»- en ese lugar unos años antes. Parece a veces «perderse la Palabra de Dios»... y en otros, se «la encuentra de nuevo»... como tantas imágenes de la Virgen, que son “encontradas” después de tiempo, por ejemplo en España después de la invasión mora, durante la cual habían escondido las imágenes. A veces pasan cientos de años, y murieron mientras los que sabían el lugar del escondite.
El pueblo había olvidado la Ley de Dios. Pero si nosotros nos olvidamos de Dios, Dios no nos olvida jamás. En una película, sale un diálogo entre dos hombres: “no sé si creo en Dios”, dice triste uno. Y el otro responde optimista: “-lo importante no es que tú creas en Dios, sino que Dios cree en ti”.
El pueblo de Israel se une para celebrar el encuentro del Libro santo: ¿Me preocupo de hacer partícipes a los demás de mis propios descubrimientos? ¿Tengo que comunicar una «buena nueva» a todos los que amo?
-“Leyó ante ellos todo el contenido del libro de la alianza, hallado en el templo”. Josías organiza pues una especie de gran liturgia, una celebración de la Palabra. El secretario había leído el texto al rey. Ahora el rey lo lee a todo el pueblo.
-“El rey estaba de pie junto a la columna, y concertó ante el Señor la «alianza» que le obligaba a seguir al Señor, y a guardar sus mandamientos con todo el corazón y toda el alma...” Comienza una reforma, una nueva fase de vida. «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma...» (Noel Quesson).
3. El salmo (118) nos invita a esta actitud: " Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes, / y lo seguiré puntualmente. / Enséñame a cumplir tu voluntad / y a guardarla de todo corazón”. Porque con tu gracia, Señor, podré vivir lo que solo no puedo; no basta saber qué hacer, hay que poder hacerlo, querer hacerlo: “Guíame por la senda de tus mandatos, / porque ella es mi gozo. /  Inclina mi corazón a tus preceptos, / y no al interés. / Aparta mis ojos de las vanidades, / dame vida con tu palabra. / Mira cómo ansío tus decretos: / dame vida con tu justicia.”
Llucià Pou Sabaté
San Paulino de Nola, obispo. San Juan Fisher y santo Tomás Moro, mártires

SAN PAULINO DE NOLA , OBISPO
San Paulino de Nola, en el siglo Poncio Ancio Meropio (Burdeos (Francia), 355- Nola 431) fue obispo de Nola, diócesis situada en la provincia de Nápoles, en el s. V. Es venerado como santo de la Iglesia católica y considerado el Patrón de los campaneros.
La formación[editar]
Descendiente de una ilustre familia de senadores y cónsules, era hijo del prefecto de la provincia de Aquitania. Sus estudios fueron encargados a un amigo de su padre, el poeta Ausonio (que enseñaba en la universidad de Burdeos). Educado en la severidad de los estudios y sobre todo en la poesía, estudió leyes y los sistemas filosóficos de aquel tiempo. Estudió también física. A los quince años, cuando su maestro se trasladó a Milán, completó su instrucción literaria.

La conversión
Con algo más de veinte años fue nombrado entre los seiscientos senadores. En el 378, abandonó el cargo ya que le esperaba el gobierno de una provincia senatorial; pero él escogió la Campania. Antes de estar en Capua, prefirió Nola donde se venereba a San Félix. En Barcelona conoció a Teresa, mujer rica y bella, que a diferencia de él, era cristiana y bautizada. Teresa sirvió de consorte para guiar a Paolino por el camino de la conversión. En el año 389, a los 35 años, en la iglesia de Burdeos, recibió el bautismo por parte del obispo San Delfín. En el 392 de esta pareja nació Celso, que murió ocho días después de su nacimiento. Este hecho lo marcó para siempre, y le empujó aún más a refugiarse en la fe. Su camino de conversión es completo. Antes de regresar a Aquitania, en medio de una extravagante ceremonia pagana, se cortó la barba y la consagró simbólicamente a San Félix.

Las obras
En el 393 Paulino se estableció en Barcelona, y durante una misa celebrada en la fiesta de Navidad, los fieles lo invocaron diciendo: “¡Paulino sacerdote!”. Decidió recibir los votos y hacerse sacerdote, según la máxima Vox pópuli, vox Dei (La voz del pueblo es la voz de Dios). Después de la ordenación, en el 394, partió en viaje a Italia donde conoció a san Ambrosio. Durante su estadía en Toscana, él y su mujer decidieron dedicarse completamente a la vida monástica. Se estableció en Nola, donde había residido cuando fue gobernador de Campania, y donde se encontraba la tumba del mártir san Félix, al cual era particularmente devoto. Fundó un cenobio masculino y otro femenino, que se distinguían por la intensa vida de oración y por la asistencia a los pobres. Apenas llegado enfermó gravemente, y sólo sanó después de un largo tiempo. Una leyenda hagiográfica narra que la curación se debió a un milagro, obra de san Félix. En seguida erige una Basílica en honor al santo (en el puesto donde se encontraba un antiguo santuario, mucho más modesto) y alrededor de éste edificó una serie de claustros ricos de columnas y de fuentes para acoger a los miles de peregrinos que iban cada año al altar de san Félix. Su mujer Teresa murió entre el 409 y el 414, pero no se conserva documentación sobre el hecho de su muerte.

El culto derivado del Saqueo de Roma: la fiesta de los Lirios de Nola
El 24 de agosto del 410 Alarico I, rey de los visigodos, entró en Roma y la saqueó. En aquel mismo año muere Pablo, obispo de Nola, justo cuando Alarico se encontraba a las puertas de la ciudad. El pueblo de los fieles (con una situación análoga a la de Barcelona) invocó: “¡Paulino Obispo!”, y él aceptó el cargo. Nola fue conquistada y devastada por parte de los visigodos, y gran parte de los habitantes fueron hechos prisioneros. Paulino vendió caritativamente todos sus bienes para rescatar a los prisioneros, incluida la cruz episcopal. Cuando se quedó sin nada más, ofreció su propia persona a los invasores para rescatar al hijo único de una viuda. Llegado a África, fue vendido como esclavo, convirtiéndose en el jardinero de su señor. Un día Paulino tuvo un sueño en el cual presidía un tribunal de jueces contra el rey, cuya muerte inminente profetizó. Comunicó el sueño a su señor, quen lo condujo ante el rey, quien se llenó de miedo. Interrogado y descubierto su cargo como obispo, el rey le dijo: “Pídeme aquello que quieras y te será dado”. Paulino respondió que no deseaba otra cosa que su liberación y la de todos los habitantes de Nola. Así sucedió, de tal modo que regresaron a su pueblo acompañados de barcos llenos de grano. Sobre la playa de la Torre Anunciada, fue acogido junto con los prisioneros rescatados de los fieles de Nola que llevaban y batían ramos de flores. Aún hoy, existe esta tradición de acogida. Cada año, el 22 de junio (o el domingo posterior si tal fecha no coincide en domingo), en Nola se celebra la fiesta de los Lirios en su honor.

Un resumen hagiográfico de su muerte
En el 341, Uranio, discípulo de Paulino, deja escritos hagiográficos sobre su muerte: “Pasado el día viene la noche. Hasta casi la media noche reposó un poco, pero después el dolor en el lado izquierdo, unido a aquél de las punturas de fuego (probablemente del herpes zóster), lo levantó y, hasta las cinco respiró penosamente. A la aurora el santo hombre quiso observar todas sus costumbres. Fueron llamados en torno a él presbíteros, diáconos y todo el clero a los cuales dirigió una instrucción sobre el espíritu de paz y más tarde, apenas vio que había llegado la hora de la oración vespertina, extendió los brazos, cantando con lenta voz. Todo quedó en silencio, y alrededor de las cuatro de la madrugada del 22 de junio, mientras los presentes velaban, en un instante un violento terremoto sacudió la celda, y todos aquellos que se encontraban alrededor de la cama se postraron de rodillas a rezar. Fue en aquel momento cuando Paulino, sobre alas de ángeles, encomendó su alma a Dios. Fue sepultado según su deseo: estar junto a la tumba de san Félix.

Escritos
Paulino mantenía buenas relaciones epistolares con los más altos religiosos de aquel tiempo, en particular con San Ambrosio, San Jerónimo y San Agustín. Su epistolario comprende 49 cartas. Escribió, además, los Carmina (poemas) que siguen siendo una de las más altas testimonianzas de la poesía cristiana de los primeros siglos. Han llegado a nosotros 33 carmina, 14 de ellos natalicios, componiendo uno cada año durante su estadía en Nola, para el 14 de enero, día del martirio de san Felix. En el periodo de formación y de estudios compuso varios poemas, pero no nos queda rastro de ninguno de ellos.
 SANTOS JUAN FISHER Y TOMAS MORO, MARTIRES
- Un testimonio de fe hasta el martirio.
- Fortaleza y vida de oración.
- Coherencia cristiana y unidad de vida.
I. En Inglaterra, en 1534, se exigió a todos los ciudadanos que hubieran alcanzado la edad legal que prestasen juramento al Acta de Sucesión, en la que se reconocía como matrimonio la unión de Enrique VIII y Ana Bolena. Se proclamaba el rey Jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra, negando al Papa toda autoridad. Juan Fisher, Obispo de Rochester, y Tomás Moro, Canciller del Reino, se negaron a jurar el Acta, y fueron encarcelados en abril de 1534 y decapitados al año siguiente. En un momento en que muchos se doblegaron a la voluntad real, su juramento habría pasado prácticamente inadvertido y hubieran conservado la vida, la hacienda y el cargo, como tantos otros (1). Sin embargo, ambos fueron fieles a su fe hasta el martirio. Supieron dar la vida en aquel momento porque fueron hombres que vivieron su vocación día a día, dando testimonio de fe en cada jornada, a veces en asuntos que podrían parecer de escaso o de ningún relieve. Tomás Moro es una figura muy cercana a nosotros, pues fue un cristiano corriente, que supo compaginar bien su vocación de padre de familia con la profesión de abogado y más tarde de Canciller, en una perfecta unidad de vida. Se encontraba en el mundo como en su propio hogar; amaba todas las realidades humanas que constituyen el entramado de su vida, donde Dios le quiso. Vivió al mismo tiempo un desprendimiento de los bienes y un amor a la Cruz tan grandes que puede decirse que ahí asentó toda su fortaleza. Tomás Moro tenía costumbre de meditar cada viernes algún pasaje de la Pasión de Nuestro Señor. Cuando sus hijos o su mujer se quejaban por dificultades y contrariedades comunes, les decía que no podían pretender "ir al Cielo en un colchón de plumas" y les recordaba los sufrimientos que padeció Nuestro Señor, y que no es el siervo mayor que su dueño. Además de aprovechar las contrariedades para identificarse con la Cruz, Moro hacía otras penitencias. Algunos días llevaba, a flor de piel y oculta, una camisa de pelo áspero. Esta práctica la continuó durante su encarcelamiento en la Torre de Londres, a pesar del frío, humedad y privaciones de toda clase que pasó en aquellos largos meses (2). Aquí, en la Cruz, encontró su fortaleza. Nosotros, cristianos que siguen de cerca a Cristo en medio del mundo, dando testimonio, casi siempre callado, ¿encontramos las fuerzas en el desprendimiento de los bienes, en la mortificación diaria y en la oración?
II. Cuando Tomás Moro hubo de dimitir de su cargo de Lord Canciller, reunió a la familia para exponerles el futuro que les aguardaba y hacer previsiones económicas. "He vivido -dijo, resumiendo su carrera- en Oxford, en la hospedería de la Cancillería... y también en la Corte del rey..., desde lo más bajo a lo más alto. Actualmente dispongo de poco más de cien libras al año. Si tenemos que seguir juntos, todos deberemos aportar nuestra parte; pienso que lo mejor para nosotros es no descender de golpe al nivel más bajo". Y les sugiere un descenso gradual, recordándoles cómo uno puede vivir feliz en cada categoría. Y si ni siquiera pueden sostenerse en el nivel más bajo, el que vivió en Oxford, "entonces -les dice con paz y buen humor- todavía nos queda ir juntos a pedir limosna, con bultos y bolsas, y confiar en que alguna buena persona sienta compasión de nosotros (...), pero aun entonces nos mantendremos juntos, unidos y felices" (3). Nunca permitió que nada rompiera la unidad y la paz familiar, ni siquiera cuando se encontró ausente o en la cárcel. Vivió desprendido de los bienes cuando los tuvo, y con gran alegría cuando no disponía de lo indispensable. Siempre supo estar a la altura de las circunstancias. Sabía cómo celebrar un acontecimiento, incluso en prisión. Un biógrafo contemporáneo suyo dice que, estando preso en la Torre, solía vestirse con más elegancia en los días de fiesta importantes, en cuanto se lo permitía su escaso vestuario. Mantuvo siempre su alegría y su buen humor, incluso en el momento en que subía al cadalso, porque se apoyó firmemente en la oración. "Dame, mi buen Señor, la gracia de esforzarme para conseguir las cosas que en la oración te pido", rezaba. No esperaba que Dios hiciera por él lo que, con un poco de esfuerzo, podía lograr por sí mismo. Trabajó con empeño toda su vida hasta llegar a ser un abogado de prestigio antes de ser nombrado Canciller, pero nunca olvidó la necesidad de la oración, aunque a veces, sobre todo en circunstancias tan dramáticas como mientras esperaba la ejecución, no le era fácil. En estos días escribió una larga plegaria, en la que, entre muchas piadosas y conmovedoras consideraciones del hombre que sabe que va a morir, exclamaba: "Dame, Señor mío, un anhelo de estar contigo, no para evitar calamidades de este pobre mundo, y ni siquiera para evitar las penas del purgatorio, ni las del infierno tampoco, ni para alcanzar las alegrías del Cielo, ni por consideración de mi propio provecho, sino sencillamente por auténtico amor a Ti" (4). Santo Tomás Moro se nos presenta siempre como un hombre de oración; así pudo ser fiel a sus compromisos como ciudadano y como fiel cristiano en todas las circunstancias, en perfecta unidad de vida. Así hemos de ser nosotros. "¿Católico, sin oración?... Es como un soldado sin armas" (5). ¿Cómo es nuestro trato con el Señor? ¿Nos esforzamos en crecer día a día en intimidad con Él? ¿Influye nuestra oración en el resto del día?
III. Give me thy grace, good Lord, to set the world at noupht... "Dadme vuestra gracia, buen Señor, para estimar el mundo en nada, para tener mi mente bien unida a vos; y no depender de las variables opiniones de los demás... Para que piense en Dios con alegría, e implore tiernamente su ayuda. Para que me apoye en la fortaleza de Dios y me esfuerce con afán en amarle... Para darle gracias sin cesar por sus beneficios; para redimir el tiempo que he perdido..." (6). Así escribía el Santo en los márgenes del Libro de las Horas que tenía en la Torre de Londres. Eran aquellos días en que estaba dedicado a contemplar la Pasión, preparando así su propia muerte en unión con la que padeció Cristo en la Cruz. Pero Santo Tomás no sólo vivió de cara a Dios en aquellos momentos supremos. Su amor a Dios se había manifestado diariamente en su vida de familia, de modo sencillo y afable, en el ejercicio de su profesión de abogado, en el más alto cargo de Inglaterra, como Lord Canciller. Cumpliendo los deberes de todos los días, unas veces importantes y otras menos, se santificó y ayudó a otros a encontrar a Dios. Entre muchos ejemplos de un apostolado eficaz, nos ha dejado el que llevó a cabo con su yerno, que había caído en la herejía luterana. "He tenido paciencia con tu marido -decía a su hija Margaret- y he razonado y discutido con él acerca de esos puntos de la religión. Le he dado además mi pobre consejo paterno, pero veo que no ha servido de nada para atraerlo de nuevo al redil. Por ello, Meg, ya no voy a discutir más con él, sino que lo voy a dejar enteramente en manos de Dios, y voy a rezar por él" (7). Las palabras y las oraciones de Tomás Moro fueron eficaces, y el marido de su hija volvió a la plenitud de la fe, fue un cristiano ejemplar y padeció mucho por ser consecuente con su fe católica. Santo Tomás Moro está entre nosotros como ejemplo vivo para nuestra conducta de cristianos. Es "semilla fecunda de paz y de alegría, como lo fue su paso por la tierra entre su familia y amigos, en el foro, en la cátedra, en la Corte, en las embajadas, en el Parlamento y en el gobierno.
"Es también el patrono silencioso de Inglaterra, que derramó su sangre en defensa de la unidad de la Iglesia y del poder espiritual del Vicario de Cristo. Y siendo la sangre de los cristianos semilla germinante, la de Tomás Moro va lentamente calando y empapando las almas de quienes a él se acercan imantados por su prestigio, dulzura y fortaleza. Moro será el apóstol silencioso del retorno a la fe de todo un pueblo" (8). A Juan Fisher y a Tomás Moro les pedimos hoy que sepamos imitarlos en su coherencia cristiana para vivir en todas las circunstancias de nuestra existencia como el Señor espera de nosotros, en lo grande y en lo pequeño. Con la liturgia de la fiesta, pedimos: Señor, Tú que has querido que el testimonio del martirio sea perfecta expresión de la fe; concédenos, te rogamos, por la intercesión de San Juan Fisher y de Santo Tomás Moro, ratificar con una vida santa la fe que profesamos de palabra (9).
(1) Cfr. A. PRÉVOST, Tomás Moro y la crisis del pensamiento europeo, Palabra, Madrid 1972, p. 392.- (2) Cfr. T. J. MCGOVERN, Tomás Moro, un hombre para la eternidad, Madrid 1984, pp. 22-23.- (3) Roper's Life of More, citado por T. J. MCGOVERN, o. c., p. 31.- (4) T. MORO, Un hombre solo (Cartas desde la Torre), Rialp, Madrid 1988, p. 125.- (5) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Surco, n. 453.- (6) T. MORO, Un hombre solo, pp. 120-122.- (7) N. HASPSFIELD, Sir Thomas More, Londres 1963, p. 102; A. VAZQUEZ DE PRADA, Sir Tomás Moro, Rialp, 3ª ed., Madrid 1975, pp. 284-285.- (8) A. VAZQUEZ DE PRADA, o. c., pp. 15-16.- (9) Oración colecta de la Misa.

Carta del Santo Padre Juan Pablo II
declarando a Sto. Tomás Moro patrono de los gobernantes y políticos.
31 Oct 2000, «motu proprio».
1. De la vida y del martirio de santo Tomás Moro brota un mensaje que a través de los siglos habla a los hombres de todos los tiempos de la inalienable dignidad de la conciencia, la cual, como recuerda el Concilio Vaticano II, «es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella» (Gaudium et spes, 16). Cuando el hombre y la mujer escuchan la llamada de la verdad, entonces la conciencia orienta con seguridad sus actos hacia el bien. Precisamente por el testimonio, ofrecido hasta el derramamiento de su sangre, de la primacía de la verdad sobre el poder, santo Tomás Moro es venerado como ejemplo imperecedero de coherencia moral. Y también fuera de la Iglesia, especialmente entre los que están llamados a dirigir los destinos de los pueblos, su figura es reconocida como fuente de inspiración para una política que tenga como fin supremo el servicio a la persona humana.
Recientemente, algunos Jefes de Estado y de Gobierno, numerosos exponentes políticos, algunas Conferencias Episcopales y Obispos de forma individual, me han dirigido peticiones en favor de la proclamación de santo Tomás Moro como patrono de los gobernantes y de los políticos. Entre los firmantes de esta petición hay personalidades de diversa orientación política, cultural y religiosa, como expresión de vivo y difundido interés hacia el pensamiento y la conducta de este insigne hombre de gobierno.
2. Tomás Moro vivió una extraordinaria carrera política en su país. Nacido en Londres en 1478 en el seno de una respetable familia, entró desde joven al servicio del arzobispo de Canterbury Juan Morton, canciller del Reino. Prosiguió después los estudios de leyes en Oxford y Londres, interesándose también por amplios sectores de la cultura, de la teología y de la literatura clásica. Aprendió bien el griego y mantuvo relaciones de intercambio y amistad con importantes protagonistas de la cultura renacentista, entre ellos Erasmo Desiderio de Rotterdam.
Su sensibilidad religiosa lo llevó a buscar la virtud a través de una asidua práctica ascética: cultivó la amistad con los frailes menores observantes del convento de Greenwich y durante un tiempo se alojó en la cartuja de Londres, dos de los principales centros de fervor religioso del Reino. Sintiéndose llamado al matrimonio, a la vida familiar y al compromiso laical, se casó en 1505 con Juana Colt, de la cual tuvo cuatro hijos. Juana murió en 1511 y Tomás se casó en segundas nupcias con Alicia Middleton, viuda con una hija. Fue durante toda su vida un marido y un padre cariñoso y fiel, profundamente comprometido en la educación religiosa, moral e intelectual de sus hijos. Su casa acogía yernos, nueras y nietos y estaba abierta a muchos jóvenes amigos en busca de la verdad o de la propia vocación. La vida de familia permitía, además, largo tiempo para la oración común y la «lectio divina», así como para sanas formas de recreo hogareño. Tomás asistía diariamente a misa en la iglesia parroquial, y las austeras penitencias que se imponía eran conocidas solamente por sus parientes más íntimos.
3. En 1504, bajo el rey Enrique VII, fue elegido por primera vez para el Parlamento. Enrique VIII le renovó el mandato en 1510 y lo nombró también representante de la Corona en la capital, abriéndole así una brillante carrera en la administración pública. En la década sucesiva, el rey lo envió en varias ocasiones para misiones diplomáticas y comerciales en Flandes y en el territorio de la actual Francia. Nombrado miembro del Consejo de la Corona, juez presidente de un tribunal importante, vicetesorero y caballero, en 1523 llegó a ser portavoz, es decir, presidente de la Cámara de los Comunes.
Estimado por todos por su indefectible integridad moral, la agudeza de su ingenio, su carácter alegre y simpático y su erudición extraordinaria, en 1529, en un momento de crisis política y económica del país, el rey le nombró canciller del Reino. Como primer laico en ocupar este cargo, Tomás afrontó un período extremadamente difícil, esforzándose en servir al rey y al país. Fiel a sus principios se empeñó en promover la justicia e impedir el influjo nocivo de quien buscaba los propios intereses en detrimento de los débiles. En 1532, no queriendo dar su apoyo al proyecto de Enrique VIII que quería asumir el control sobre la Iglesia en Inglaterra, presentó su dimisión. Se retiró de la vida pública aceptando sufrir con su familia la pobreza y el abandono de muchos que, en la prueba, se mostraron falsos amigos.
Constatada su gran firmeza en rechazar cualquier compromiso contra su propia conciencia, el Rey, en 1534, lo hizo encarcelar en la Torre de Londres dónde fue sometido a diversas formas de presión psicológica. Tomás Moro no se dejó vencer y rechazó prestar el juramento que se le pedía, porque ello hubiera supuesto la aceptación de una situación política y eclesiástica que preparaba el terreno a un despotismo sin control. Durante el proceso al que fue sometido, pronunció una apasionada apología de las propias convicciones sobre la indisolubilidad del matrimonio, el respeto del patrimonio jurídico inspirado en los valores cristianos y la libertad de la Iglesia ante el Estado. Condenado por el tribunal, fue decapitado.
Con el paso de los siglos se atenuó la discriminación respecto a la Iglesia. En 1850 fue restablecida en Inglaterra la jerarquía católica. Así fue posible iniciar las causas de canonización de numerosos mártires. Tomás Moro, junto con otros 53 mártires, entre ellos el obispo Juan Fisher, fue beatificado por el Papa León XIII en 1886. Junto con el mismo obispo, fue canonizado después por Pío XI en 1935, con ocasión del IV centenario de su martirio.
4. Son muchas las razones a favor de la proclamación de santo Tomás Moro como patrono de los gobernantes y de los políticos. Entre éstas, la necesidad que siente el mundo político y administrativo de modelos creíbles, que muestren el camino de la verdad en un momento histórico en el que se multiplican arduos desafíos y graves responsabilidades. En efecto, fenómenos económicos muy innovadores están hoy modificando las estructuras sociales. Por otra parte, las conquistas científicas en el sector de las biotecnologías agudizan la exigencia de defender la vida humana en todas sus expresiones, mientras las promesas de una nueva sociedad, propuestas con buenos resultados a una opinión pública desorientada, exigen con urgencia opciones políticas claras en favor de la familia, de los jóvenes, de los ancianos y de los marginados.
En este contexto es útil volver al ejemplo de santo Tomás Moro que se distinguió por la constante fidelidad a las autoridades y a las instituciones legítimas, precisamente porque en las mismas quería servir no al poder, sino al supremo ideal de la justicia. Su vida nos enseña que el gobierno es, antes que nada, ejercicio de virtudes. Convencido de este riguroso imperativo moral, el estadista inglés puso su actividad pública al servicio de la persona, especialmente si era débil o pobre; gestionó las controversias sociales con exquisito sentido de equidad; tuteló la familia y la defendió con gran empeño; promovió la educación integral de la juventud. El profundo desprendimiento de honores y riquezas, la humildad serena y jovial, el equilibrado conocimiento de la naturaleza humana y de la vanidad del éxito, así como la seguridad de juicio basada en la fe, le dieron aquella confiada fortaleza interior que lo sostuvo en las adversidades y frente a la muerte. Su santidad, que brilló en el martirio, se forjó a través de toda una vida entera de trabajo y de entrega a Dios y al prójimo.
Refiriéndome a semejantes ejemplos de armonía entre la fe y las obras, en la Exhortación apostólica postsinodal «Christifideles laici» escribí que «la unidad de vida de los fieles laicos tiene una gran importancia. Ellos, en efecto, deben santificarse en la vida profesional ordinaria. Por tanto, para que puedan responder a su vocación, los fieles laicos deben considerar las actividades de la vida cotidiana como ocasión de unión con Dios y de cumplimiento de su voluntad, así como también de servicio a los demás hombres» (n. 17).
Esta armonía entre lo natural y lo sobrenatural es tal vez el elemento que mejor define la personalidad del gran estadista inglés. Él vivió su intensa vida pública con sencilla humildad, caracterizada por el célebre «buen humor», incluso ante la muerte.
Éste es el horizonte a donde le llevó su pasión por la verdad. El hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral. Ésta es la luz que iluminó su conciencia. Como ya tuve ocasión de decir, «el hombre es criatura de Dios, y por esto los derechos humanos tienen su origen en Él, se basan en el designio de la creación y se enmarcan en el plan de la Redención. Podría decirse, con expresión atrevida, que los derechos del hombre son también derechos de Dios» (Discurso 7.4.1998, 3).
Y fue precisamente en la defensa de los derechos de la conciencia donde el ejemplo de Tomás Moro brilló con intensa luz. Se puede decir que él vivió de modo singular el valor de una conciencia moral que es «testimonio de Dios mismo, cuya voz y cuyo juicio penetran la intimidad del hombre hasta las raíces de su alma» (Enc. «Veritatis splendor», 58). Aunque, por lo que se refiere a su acción contra los herejes, sufrió los límites de la cultura de su tiempo.
El Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución «Gaudium et spes», señala cómo en el mundo contemporáneo está creciendo «la conciencia de la excelsa dignidad que corresponde a la persona humana, ya que está por encima de todas las cosas, y sus derechos y deberes son universales e inviolables» (n.26). La historia de santo Tomás Moro ilustra con claridad una verdad fundamental de la ética política. En efecto, la defensa de la libertad de la Iglesia frente a indebidas injerencias del Estado es, al mismo tiempo, defensa, en nombre de la primacía de la conciencia, de la libertad de la persona frente al poder político. En esto reside el principio fundamental de todo orden civil de acuerdo con la naturaleza del hombre.
5. Confío, por tanto, que la elevación de la eximia figura de santo Tomás Moro como patrono de los gobernantes y de los políticos ayude al bien de la sociedad. Ésta es, además, una iniciativa en plena sintonía con el espíritu del Gran Jubileo que nos introduce en el tercer milenio cristiano.
Por tanto, después de una madura consideración, acogiendo complacido las peticiones recibidas, constituyo y declaro patrono de los gobernantes y de los políticos a santo Tomás Moro, concediendo que le vengan otorgados todos los honores y privilegios litúrgicos que corresponden, según el derecho, a los patronos de categorías de personas.
Sea bendito y glorificado Jesucristo, Redentor del hombre, ayer, hoy y siempre.
Roma, junto a San Pedro, el día 31 de octubre de 2000, vigésimo tercero de mi Pontificado
IOANNES PAULUS PP.II