miércoles, 17 de junio de 2015

Jueves de la semana XI de tiempo ordinario; año impar

Jueves de la semana 11 de tiempo ordinario; año impar

 El Evangelio está resumido en el padrenuestro, la oración que resume lo que Jesús lleva en el corazón, el amor y el perdón
“Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo. «Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal. «Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas” (Mateo  6,7-15). 
1. Jesús, nos das el modelo de oración: el Padrenuestro. «Los discípulos conviven con Jesucristo y, en medio de sus charlas, el Señor les indica cómo han de rezar; les revela el gran secreto de la misericordia divina: que somos hijos de Dios, y que podemos entretenernos confiadamente con Él, como un hijo charla con su padre.
Cuando veo cómo algunos plantean la vida de piedad, el trato de un cristiano con su Señor, y me presentan esa imagen desagradable, teórica, formularia, plagada de cantinelas sin alma, que más favorecen el anonimato que la conversación personal, de tú a Tú, con Nuestro Padre Dios -la auténtica oración vocal jamás supone anonimato-, me acuerdo de aquel consejo del Señor: «en la oración no afectéis hablar mucho, como hacen los gentiles» (...)
De todos modos, si al iniciar vuestra meditación no lográis concentrar vuestra atención para conversar con Dios, os encontráis secos y la cabeza parece que no es capaz de expresar ni una idea, o vuestros afectos permanecen insensibles, os aconsejo lo que yo he procurado practicar siempre en estas circunstancias: poneos en presencia de vuestro Padre, y manifestadle al menos: ¡Señor que no sé rezar que no se me ocurre nada para contarte!... Y estad seguros de que en ese mismo instante habéis comenzado a hacer oración» (san Josemaría Escrivá, Amigos de Dios 145).
Jesús, ayúdame a rezar la oración que nos enseñas: “si aprendo a rezar, también aprenderé a querer a los demás. Y si aprendo a quererlos, también les sabré perdonar. Entonces Tú me perdonarás mis fallos” (Pablo Cardona), «pues si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre Celestial».
Es el resumen de la espiritualidad del Antiguo y Nuevo Testamento, de todo el Evangelio: confiar en nuestro Padre Dios; alabar su nombre, pedir su reino, que se haga su voluntad. Jesús, nos enseñas así a sintonizar con Dios. Luego pasamos a nuestras necesidades: el pan de cada día, el perdón de nuestras faltas, la fuerza para no caer en tentación y vencer el mal. Destacas, al final, una petición que tal vez nos resulta la más incómoda: «si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas». Santa Teresa decía que toda la profundidad de la oración consiste simplemente en empezar a rezar el padrenuestro y meditar lo que decimos, lo que nos dices, Señor. El Catecismo de la Iglesia nos ofrece un comentario espléndido en su parte final, con los comentarios de Padres de la Iglesia sobre el padrenuestro. Nos metemos así en la oración de Jesús, la de todos los cristianos de todos los tiempos. Es muy famosa la catequesis de san Cipriano sobre el padrenuestro (J. Aldazábal). Ya desde la primera regla (Didaché) se nos pide considerar la filiación divina con frecuencia, y para eso se nos indica rezar el padrenuestro tres veces al día.
Jesús, tu vida nos hace ver que creer es, sobre todo, cumplir la voluntad de Dios: “No todo el que me dice ‘Señor’ entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo”. Y conocerte, Jesús, es poner en práctica sus palabras, entrar en tu oración, poder decir: «Padre nuestro». «Padre» es el Dios de la ternura y misericordia, del perdón y de los desvelos por nosotros su Iglesia, y por cada uno. Pronunciarlo supone el compromiso de portarse como hijos, al reconocerlo por modelo, como fuente de vida y de amor, nos hacemos mejores.
Te alabamos, oh Padre, en tu cielo que también es tu presencia en la tierra, por eso pedimos quellegue a nosotros tu reinado… que se extienda a todos los hombres, a todos los pueblos.
Te pedimos que se haga en la tierra tu designio del cielo…, tu voluntad concreta sobre las personas, sobre la historia. Tanto en tu providencia como en la realización de esos planes, «en el cielo, en la tierra». Te pedimos por tanto que «se realice en la tierra el designio que tú has pensado con tu amor, desde el cielo».
Te pedimos, ya en la segunda parte, por nuestras necesidades: que nuestro pan del mañana dánoslo hoy… tanto el «pan», de «alimento» como «el pan del mañana» o «venidero» que es el banquete mesiánico en la etapa final del reino que ya podemos empezar a probar aquí en la Eucaristía, en espera del banquete de bodas de tu Reino. El pan de la alegría y de la amistad de «los amigos del novio»).
Ahora te pedimos: perdónanos nuestras deudas, que también nosotros perdonamos a nuestros deudores... no puedo abrir las puertas al perdón que Dios me da, mientras no perdone de corazón a los demás, es una condición que abre o cierra nuestro corazón al amor de Dios que se manifiesta en el perdón. Quiero profundizar en tus últimas palabras de hoy: “Pues si perdonáis sus culpas a los demás, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros.
Te pido por fin: “y no nos dejes ceder a la tentación, sino líbranos del Malo”. «Haz que no entremos (cedamos / caigamos) en tentación». Veo en tus tentaciones, Jesús, el resumen de las nuestras: la del ateísmo práctico, usando de los dones que Dios nos da para propio beneficio, sin atender al plan de Dios; la de la irresponsabilidad, la de la gloria y el poder (J. Mateos-F. Camacho).
2. Leemos hoy (Si 48,1-15) un elogio de Elías, y se anuncia su retorno: -“Surgió «como un fuego» el profeta Elías, su palabra abrasaba «como una antorcha»...” el fuego es algo misterioso, por ejemplo penetra en el animal ofrecido, es lo que calienta, lo que alumbra, lo que purifica, pero también lo que destruye, lo que es difícil de dominar, lo que alegra y a la vez espanta… Jesús, tú dirías: «He venido a traer fuego a la tierra y ¡cómo quisiera yo que ardiera
-Elías es elogiado hoy de distintas formas: “tú que despertaste un cadáver de la muerte...” Al resucitar al hijo de la viuda de Sarepta, anuncia esta nueva era de la historia en la que la muerte será vencida. Te anuncia a ti, Jesús resucitado. Concédenos, Señor, ser unos apasionados de tu encuentro. «¡Quiero ver a Dios!» decía santa Teresa de Ávila, discípula del profeta del Carmelo. Y añadía: «¡Sólo Dios basta!» Entretenerse con Dios sólo (Noel Quesson).
Hoy se interrumpe el libro de los Reyes porque el significado religioso de los hechos históricos queda iluminado por medio de textos como el de hoy, de los libros sapienciales, que explican algunos puntos que se han ido desvelando (se escribe en el siglo IV a. C., sobre hechos del siglo IX).
3. Cantamos con el salmo 96: “El Señor reina, la tierra goza… Tiniebla y nube lo rodean”. Jesús, veo ahí una profecía de tu Transfiguración, de tu Pascua: “Delante de él avanza fuego… sus relámpagos deslumbran el orbe, / y, viéndolos, la tierra se estremece”. Quiero alabarte, Señor, en mi oración, uniéndome al canto de las criaturas: “Los montes se derriten como cera / ante el dueño de toda la tierra; / los cielos pregonan su justicia, / y todos los pueblos contemplan su gloria.”
Llucià Pou Sabaté

martes, 16 de junio de 2015

Miércoles de la semana XI de tiempo ordinario; año impar

Miércoles de la semana 11 de tiempo ordinario; año impar

La oración, ayuno y limosna, en rectitud de intención, resumen de las prácticas de ascensión a Dios
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga.  Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha;  así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. «Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. «Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mateo  6,1-6,16-18).
1. La única opinión que vale es la tuya, Señor. Si queréis ser justos, evitad el hacer vuestras obras de piedad delante de la gente para llamar la atención; si no, os quedáis sin paga de vuestro Padre del cielo. Un principio esencial. Que no haga las cosas para ser visto por los demás, sino por ti, Dios mío. Esto da una fuente de paz infinita. Que vuestra vida sea "en la interioridad". Que no busque el elogio, ni la aprobación, ni la recompensa... que no tema la reprobación, ni el olvido, ni la ingratitud. Con un desprendimiento completo de mí mismo. Tú me conoces, Señor, y me sabes débil, que muchas veces hago cosas para quedar bien. Te pido la fortaleza de ánimo para vivir en esta libertad de espíritu de hacer las cosas no para el aplauso de los hombres, sino por ti, por amor.
-Cuando des limosna, cuando reces, cuando ayunes... no lo anuncies, no hagas de ello un espectáculo como los que buscan que la gente los alabe. Los más hermosos gestos de la verdadera religión -la limosna, la oración, el ayuno- pueden, por desgracia, ser desviados de su sentido: resulta entonces una búsqueda de sí mismo... hay también una complacencia que no es para agrado de los demás, sino de mí mismo: es la complacencia de hacer el bien, porque me satisface. Así puedo sentirme movido a ayudar a los demás por una necesidad de sentirme bien ayudando, y sufriré si no puedo hacerlo. Sin embargo, la solución no será dar algo a un pobre para tranquilizar la conciencia, sino emplearme en darle trabajo a esa persona si está dispuesta, acogerla, exigirle… tengo que hacer un esfuerzo para que la cabeza domine, y no domine el sentimiento. A la larga, es mejor. Buscar hacer las cosas por amor, y no para sentirme bien.
-Cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha... Cuando quieras rezar, entra en tu cuarto y echa la llave... Cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara... Jesús, nos recomiendas no aparecer... que nadie pueda notarlos, salvo Dios. Los fariseos del tiempo de Jesús eran gentes sin duda admirables por sus regularidades y fidelidades... Jesús no les reprocha "lo que hacen bien", sino su "manera de hacerlo" para dar lecciones a los demás. En este sentido hay siempre fariseos... e incluso hay un fariseo en cada uno de nosotros... ¡que le gusta ponerse en primera fila! Aquí también, hay que procurar poner en práctica los consejos de Jesús: hacer gestos de caridad verdadera que nadie nos reconocerá y que uno mismo procurará olvidar... rezar en un lugar retirado, en el que nadie podrá ser testigo del tiempo que pasamos en oración... renunciar a las ventajas, sacrificar algunas cosillas, a las que tenemos derecho, sin que nadie pueda darse cuenta ni adivinarlo.
-Y tu Padre que ve lo escondido, te recompensará. Me agrada, Señor, esta definición tan simple de Dios: "El que ve lo escondido, lo invisible"... está mal empleada cuando hablamos del “ojo de Dios” en cuanto a: "Cuidado, Dios te ve incluso cuando te escondes"... pero Dios no es "el gran hermano", para castigar las tonterías escondidas, sino un Dios que sabe ver y recompensar todo lo que está escondido, todo lo que ¡los hombres no saben ver! ¡Maravilloso Dios! ¡Maravilloso Padre! ¡Dios atento a todo! ¡Padre lleno de bondad y delicadeza! Padre que no olvida nada de todo lo bueno que podemos hacer... sobre todo si nos olvidamos de nosotros mismos (Noel Quesson)
Jesús, nos concretas hoy tres cosas: la oración contigo, la caridad con los demás, y el ayuno como sacrificio. Es el programa de la Cuaresma, y el de toda nuestra vida.
2. –“Hermanos, si tenemos tanta confianza delante de Dios, gracias a Cristo... No es a causa de una capacidad personal de la que podríamos atribuirnos el mérito. No estamos solos, tenemos seguridad. No hemos de tener miedo. Hoy tampoco. «Si tenemos tanta confianza...» porque ¡proviene de Dios!
-“Nuestra capacidad viene de Dios, el cual nos capacitó para ser ministros de una nueva alianza”. Te doy gracias, Señor, por ese don de tu llamada a ser yo cristiano, y quisiera ser todo disponibilidad, tener siempre abiertas las dos palmas de mis manos, como el sacerdote en el altar, la posición del orante... en la postura del mendigo que espera recibir. Así estoy ante Ti, Señor, abre mi corazón.
Hace luego Pablo una comparación entre el ministerio de Moisés y el de los ministros de la nueva alianza: la letra y el espíritu. Los judaizantes de la Iglesia de Corinto -que reprochaban a Pablo sus novedades en relación a la antigua Ley judaica- trataban de desacreditar el carácter apostólico de san Pablo y su postura en relación a la Ley de Moisés. Pablo se defiende con una triple «comparación»: -“La Ley Antigua: una «letra» demasiado material... una «gloria velada» antes deslumbrante... una «condenación del pecado»... La nueva Alianza: un «espíritu» interiorizado... «una gloria manifiesta y resplandeciente»... una «justificación del pecado»...” Esta comparación confirma a Pablo en su confianza. La historia sagrada progresa. Dios conduce esa historia. Lo que Dios había revelado a Moisés en su tiempo, era bueno. Pero lo que nos revela en su Hijo Jesús es mejor aún y hace caducar todo lo precedente. Danos el sentido de TU HOY. Ayúdanos a ver claramente lo que Tú quieres para tu Pueblo, para tu Iglesia. Ayuda a esta Iglesia a no encerrarse de nuevo en «la letra» sino a dejarse llevar por el «Espíritu». Es verdad, Señor, siento siempre la tentación de pararme.
-“La letra mata, pero el espíritu vivifica”. En mi vida este riesgo es constante. Quedarme sólo en el cumplimiento formal de gestos, contentarme con una rectitud exterior, según la letra. Así se degradan las más hermosas cosas: lo mismo sucede con las más hermosas vocaciones, profesiones, plegarias... los más sanos amores y los más puros sentimientos. Ayúdame, Señor, a no cesar de vivificarlo todo con una nueva vida. No hacer mi quehacer de HOY sólo de un modo formal, porque hay que hacerlo, sino poniendo en él todo mi ser. «Espíritu... ven sobre el mundo... danos la vida...» (Noel Quesson).
3. Exaltad a Yahveh nuestro Dios, postraos ante el estrado de sus pies: santo es él”. La acción de Dios como Rey es ejercida en la tierra estableciendo, mediante la Ley, lo que es recto, y juzgando según ello a su pueblo Israel, que ha de proclamar ante el Arca –“estrado de sus pies”, también como Templo o monte santo: su santidad. Ahí se ve una referencia a la Encarnación de Jesús, glorificada en la Resurrección, como apunta Orígenes: “alguno ha dicho que el estrado de los pies es la carne de Cristo que debe ser adorada por motivo de Cristo. Y Cristo debe ser adorado por motivo del Verbo de Dios que está en él. San Jerónimo prefiere la aplicación al cuerpo resucitado del Señor: “he leído en el libro de un autor: ‘se trata, dice, de la Encarnación, es decir, que (el salmo) afirma que el Hombre que Dios se dignó asumir en María, es Él mismo, el estrado de sus pies’. Aunque en realidad el hombre haya estado asumido –y, delante de Dios, toda criatura es estrado de sus pies- aun en este caso, este estrado fue estrechamente unido con Dios y con aquel que está sentado con Él. Daos cuenta de lo que me atrevo a afirmar. Lo que un día fue estrado yo lo adoro de la misma manera que el trono. Y aunque hayamos conocido a Cristo según la carne, ahora no lo conocemos ya más según la carne (2 Cor 5,16). Admitamos que haya sido estrado antes de la muerte, antes de la resurrección, cuando comía, cuando bebía, cuando tenía nuestros mismos sentimientos. Pero después de resucitar y ascender victorioso al cielo yo no distingo entre el que está sentado y el que es estrado: en Cristo todo es trono. Tú me preguntarás y me dirás: ‘¿Por qué?, o ‘¿cómo?’. Yo no sé de qué modo, y, sin embargo, creo que es así”. La Santísima Humanidad de Cristo merece adoración, culto de latría, por su unión hipostática con el Verbo de Dios.
Moisés y Aarón entre sus sacerdotes, Samuel entre aquellos que su nombre invocaban, invocaban a Yahveh y él les respondía”. Dios ejerce el derecho y la justicia en su pueblo a través de mediadores. Se califica a Moisés y a Aarón de sacerdotes por ser ambos de la tribu de Leví, pero sobre todo por haber sido intercesores entre Dios y el pueblo a la salida del Egipto, y junto a ellos se cita Samuel que medió por la monarquía, todos ellos según el querer de Dios.
 “En la columna de nube les hablaba, ellos guardaban sus dictámenes, la ley que él les dio. Yahveh, Dios nuestro, tú les respondías, Dios paciente eras para ellos, aunque vengabas sus delitos. Exaltad a Yahveh nuestro Dios, postraos ante su monte santo: santo es Yahveh, nuestro Dios”. Es santo y no admite el pecado y lo castiga (vv. 8-9), y la Iglesia ensalza su nombre diciendo: “Santo, santo, santo, Señor Dios Todopoderoso” (cf. Ap 4,8: notas de la Biblia de Navarra).
Llucià Pou Sabaté

lunes, 15 de junio de 2015

Martes de la semana XI de tiempo ordinario; año impar

Martes de la semana 11 de tiempo ordinario; año impar

Jesús nos pide amor hacia los enemigos, y rezar por ellos
“Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mateo 5,43–48).
1. Jesús, gracias por darnos como doctrina lo que has hecho con tu vida. Tú has amado a los enemigos, y nos enseñas a hacerlo para ser felices como tú. Después de citar las palabras del Levítico (“amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”), añades la interpretación auténtica, no la de una letra muerta, sino la del espíritu que hay debajo de la ley: “amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen”.
La oración cristiana llega hasta el perdón de los enemigos (cf Mt 5,43-44). Transfigura al discípulo configurándolo con su Maestro. El perdón es cumbre de la oración cristiana; el don de la oración no puede recibirse más que en un corazón acorde con la compasión divina. Además, el perdón da testimonio de que, en nuestro mundo, el amor es más fuerte que el pecado. Los mártires de ayer y de hoy dan este testimonio de Jesús. El perdón es la condición fundamental de la reconciliación  de los hijos de Dios con su Padre y de los hombres entre sí (cf Juan Pablo II, Cart. enc. DM 14)” (Catecismo, 2844).
Con la oración de San Francisco, te pido: “Señor, hazme un instrumento de tu paz: donde haya odio, ponga yo amor, donde haya ofensa, ponga yo perdón, donde haya discordia, ponga yo armonía, donde haya error, ponga yo verdad, donde haya duda, ponga yo la fe, donde haya desesperación, ponga yo  esperanza, donde haya tinieblas, ponga yo la luz, donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh, Señor, que no me empeñe tanto en ser consolado como en consolar, en ser comprendido,  como en comprender, en ser amado, como en amar; porque dando se recibe, olvidando se encuentra, perdonando se es perdonado, muriendo se resucita a la vida. Amén”.
Cuentan que un importante señor gritó al director de su empresa, porque estaba enfadado en ese momento.
El director llegó a su casa y gritó a su esposa, acusándola de que estaba gastando demasiado, porque había un abundante almuerzo en la mesa.
Su esposa gritó a la empleada porque rompió un plato.
La empleada dio una patada al perro porque la hizo tropezar.
El perro salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por la acera, porque le cerraba el paso. Esa señora fue al hospital para ponerse la vacuna y que le curaran la herida, y gritó al joven médico, porque le dolió la vacuna al ser aplicada.
El joven médico llegó a su casa y gritó a su madre, porque la comida no era de su agrado.
Su madre, tolerante y un manantial de amor y perdón, acarició sus cabellos diciéndole: - "Hijo querido, prometo que mañana haré tu comida favorita. Tú trabajas mucho, estás cansado y precisas una buena noche de sueño. Voy a cambiar las sábanas de tu cama por otras bien limpias y perfumadas, para que puedas descansar en paz. Mañana te sentirás mejor". Bendijo a su hijo y abandonó la habitación, dejándolo solo con sus pensamientos...
En ese momento, se interrumpió el círculo del odio, porque chocó con la tolerancia, la dulzura, el perdón y el amor. Si tú eres de los que ingresaron en un círculo del odio, acuérdate que puedes romperlo con tolerancia, dulzura, perdón y amor. No caigamos en el círculo del odio pensando que es imposible encontrar amor: la manera más rápida de recibir amor es darlo, hay más alegría en dar que en recibir.
El amor lo perdemos cuando lo queremos para nosotros, es como el fuego que cuando lo extendemos nos acaricia con su calor; el amor tiene alas y no hay que encadenarlo. El amor es el don más preciado que Dios nos ha regalado, y que nos da la oportunidad de regalar. Además, cuanto más se da más nos queda porque se agranda nuestro corazón al amar, ahí está el secreto del amor.
De nada tiene necesidad este mundo como del amor. Leía hace poco algo que nos viene muy bien para permanecer en el círculo del amor, y no caer en el del odio: el amor alienta, el odio abate; el amor sonríe, el odio gruñe; el amor atrae, el odio rechaza; el amor confía, el odio sospecha; el amor enternece, el odio enardece; el amor canta, el odio espanta; el amor tranquiliza, el odio altera; el amor guarda silencio, el odio vocifera; el amor edifica, el odio destruye; el amor siembra, el odio arranca; el amor espera, el odio desespera; el amor consuela, el odio exaspera; el amor suaviza, el odio irrita; el amor aclara, el odio confunde; el amor perdona, el odio intriga; el amor vivifica, el odio mata; el amor es dulce; el odio es amargo; el amor es pacífico; el odio es explosivo; el amor es veraz, el odio es mentiroso; el amor es luminoso, el odio es tenebroso; el amor es humilde, el odio es altanero; el amor es sumiso, el odio es jactancioso; el amor es manso, el odio es belicoso; el amor es espiritual, el odio es carnal. El amor es sublime, el odio es triste. El amor todo lo puede... No hay dificultad por muy grande que sea, que el amor no lo supere. No hay enfermedad por muy grave que sea, que el amor no la sane. No hay puerta por muy cerrada que esté, que el amor no la abra. No hay distancias por extremas que sean, que el amor no las acorte tendiendo puentes sobre ellas. No hay muro por muy alto que sea, que el amor no lo derrumbe. No hay pecado por muy grave que sea, que el amor no lo redima. No importa cuán serio sea un problema, cuán desesperada una situación, cuán grande un error, el amor tiene poder para superar todo esto. Quien es capaz de experimentar realmente el amor, puede ser la persona más feliz y más poderosa del mundo. Amar... Siempre... En cada acto, en cada pensamiento, en cada día que amanece, en cada noche que llega, hacer de la vida siempre una canción de amor...
«Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial». Hoy, Jesús, nos invitas a amar. Amar sin medida, que es la medida del Amor verdadero. Dios es Amor, «que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos». Y el hombre, chispa de Dios, ha de luchar para asemejarse a Él cada día, «para que seáis hijos de vuestro Padre celestial». ¿Dónde encontramos tu rostro, Señor? “En los otros, en el prójimo más cercano. Es muy fácil compadecerse de los niños hambrientos de Etiopía cuando los vemos por la TV, o de los inmigrantes que llegan cada día a nuestras playas. Pero, ¿y los de casa? ¿Y nuestros compañeros de trabajo? ¿Y aquella parienta lejana que está sola y que podríamos ir a hacerle un rato de compañía? Los otros, ¿cómo los tratamos? ¿Cómo los amamos? ¿Qué actos de servicio concretos tenemos con ellos cada día?
Es muy fácil amar a quien nos ama. Pero el Señor nos invita a ir más allá, porque «si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener?». ¡Amar a nuestros enemigos! Amar aquellas personas que sabemos —con certeza— que nunca nos devolverán ni el afecto, ni la sonrisa, ni aquel favor. Sencillamente porque nos ignoran. El cristiano, todo cristiano, no puede amar de manera “interesada”; no ha de dar un trozo de pan, una limosna al del semáforo. Se ha de dar él mismo. El Señor, muriéndose en la Cruz, perdona a quienes le crucifican. Ni un reproche, ni una queja, ni un mal gesto...
Amar sin esperar nada a cambio. A la hora de amar tenemos que enterrar las calculadoras. La perfección es amar sin medida. La perfección la tenemos en nuestras manos en medio del mundo, en medio de nuestras ocupaciones diarias. Haciendo lo que toca en cada momento, no lo que nos viene de gusto. La Madre de Dios, en las bodas de Caná de Galilea, se da cuenta de que los invitados no tienen vino. Y se avanza. Y le pide al Señor que haga el milagro. Pidámosle hoy el milagro de saberlo descubrir en las necesidades de los otros” (Iñaki Ballbé Turu).
2.El apóstol Pablo termina su carta con una serie de recomendaciones prácticas, entre las que figura la colecta organizada a través de las iglesias de la gentilidad en favor de los cristianos en Jerusalén. Al parecer, fue organizada por los corintios y fue aceptada por la comunidad de Jerusalén como unidad entre cristianos griegos y judíos. Pablo argumenta para ello: la imitación de Jesucristo (la moral cristiana es reproducir los hechos y los gestos de Cristo); maridos y mujeres, amos y esclavos se aman como Cristo ama a la Iglesia. También se subraya la igualdad de todas las razas, en el plano de la fe (Maertens-Frisque). El amor fraterno no queda en las nubes, se concretiza.
-“Os damos a conocer, hermanos, la gracia que Dios ha otorgado a las iglesias de Macedonia”.Esta «gracia» es haber dado de sus bienes, haber ejercido la caridad para con los hermanos más pobres. Todo es gracia. Dios ayuda. Gracia es todo aquello que hace posible compartir la vida con Dios y con los hermanos (A. Sastre).
-“Aunque probados por muchas tribulaciones, su gran alegría y su suprema pobreza han desbordado en tesoros de generosidad”... Son pobres los que han dado a otros más pobres. Encontramos aquí de nuevo las paradojas aparentemente contradictorias de la vida, según las bienaventuranzas: tribulación-alegría... pobreza-generosidad... (muerte-vida= Pascua).Ayúdanos, Señor, a transformarlo todo así, a mudar la prueba en alegría, según el misterio de tu Pascua.
-“Han contribuido espontáneamente con todos sus medios y aun más pues soy testigo de ello, y nos pedían con mucha insistencia la gracia de ayudar a los fieles de Jerusalén”. Así pues no hubo necesidad de pedirles ni de insistir... los cristianos mismos se lo proponen. Concédenos, Señor, esa espontaneidad en tu servicio.
-“Os invito a dar la prueba de vuestra caridad sincera: conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su generosidad”. Compartiendo, empobreciéndose voluntariamente -espontáneamente- se continúa lo que hizo Jesús. «El cual, siendo rico, se hizo pobre.» Es el sentido de uno de los tres votos que hacen los religiosos en la Iglesia. Pero es también el sentido de todo gesto de verdadera caridad. Con un gesto tan banal, tan a ras del suelo, como «dar dinero», prolongo la encarnación de Jesús. Antes de hacer alguna aplicación práctica empiezo primero, como Pablo, por detenerme a contemplar a «Jesús pobre», habiendo sido rico. Trato de imaginar esa pobreza de Cristo... las humillaciones, los desprecios, las incomprensiones y esta inverosímil obediencia a su condición de hombre, en que ¡seguía siendo Dios! «Él, que era de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se anonadó»... (Flp 2, 5). Este empobrecimiento no es, de otra parte, una actitud morbosa -¡la pobreza por la pobreza, como el placer de infligirse daño!: La pobreza de Jesús tiene una finalidad positiva. Se hizo pobre «por nosotros», «para enriquecernos». No es la privación en sí lo que es bueno, es bueno el compartir que ella hace posible. ¿Qué participación esperas Tú de mí, Señor? Dame el valor y la espontánea alegría de hacerlo (Noel Quesson).
3."El Señor reina eternamente", canta el salmo como un aleluya, proclama que no nos hallamos bajo el dominio del caos o del hado; los acontecimientos no representan una mera sucesión de actos sin sentido ni meta. A partir de esta convicción se desarrolla una auténtica profesión de fe en Dios, celebrado con una especie de letanía, en la que se proclaman sus atributos de amor y bondad. Él es quien hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos. Él es quien abre los ojos a los ciegos, quien endereza a los que ya se doblan, quien ama a los justos, quien guarda a los peregrinos, quien sustenta al huérfano y a la viuda. Él es quien trastorna el camino de los malvados y reina soberano sobre todos los seres y de edad en edad. Con doce afirmaciones teológicas (número perfecto), quiere expresar la plenitud y la perfección de la acción divina. El Señor no es un soberano alejado de sus criaturas, sino que está comprometido en su historia, como Aquel que propugna la justicia, actuando en favor de los últimos, de las víctimas, de los oprimidos, de los infelices: "Bienaventurado aquel a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el Señor su Dios". "El Señor da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos", Y dice Orígenes que es una referencia implícita a la Eucaristía: "Tenemos hambre de Cristo, y Él mismo nos dará el pan del cielo. "Danos hoy nuestro pan de cada día". Los que hablan así, tienen hambre. Los que sienten necesidad de pan, tienen hambre".
Llucià Pou Sabaté

domingo, 14 de junio de 2015

Lunes de la semana XI de tiempo ordinario; año impar

Lunes de la semana 11 de tiempo ordinario; año impar

Frente a la venganza, Jesús propone la misericordia y el perdón con los enemigos, pues se vence siempre con el amor y no con la violencia
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Sabéis que está mandado: "Ojo por ojo, diente por diente". Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñalo dos; a quien te pide, dale; y al que te pide prestado, no lo rehúyas"” (Mateo 5,38-42).
1. La ley del talión fue un avance en la antigüedad, pues limitaba las venganzas. Pero tú, Jesús, nos hablas de otra dimensión. Tiene que haber justicia, pero tu solución, Jesús, no es nunca la violencia. Te entendió Gandhi, cuando dijo: “ojo por ojo... y todos acabaríamos tuertos”. Nos hablas de otra visión en la que no hay apego a las cosas materiales. Hace poco una persona superó un cáncer, y miraba atónita a sus parientes, envueltos en envidias por cosas de dinero. Ella ya había madurado, entendía lo de “poner la otra mejilla” y “dar la capa”, “acompañar dos millas al que pide una”, “dar al que pide prestado”.
Leí esta noticia: “Cuatro años habían pasado desde la muerte de mi padre, por un accidente de coche, y aquella era la última audiencia del juicio. Mientras el juez leía la sentencia –seis meses de reclusión, con la condicional- el chico que lo mató, su mujer y el padre parecían muy deprimidos: se les veía sufrir mucho. Salimos todos de la sala, pero yo no podía irme así como así… junto a mi hermana alcancé aquellas personas y nos presentamos. Noté una actitud defensiva hacia nosotros, pero me apresuré a tranquilizarles: ‘si esto les puede alegrar los ánimos, sepa que no le guardamos rencor’, dije al que lo había atropellado, y nos dimos la mano con fuerza. Había aprendido de alguien que hemos de aprovechar la ocasión, para oír la voz de Dios dentro de nosotros. La felicidad que sentía en aquel momento ciertamente me venía de haber sabido, en aquel preciso instante, ‘aprovechar la ocasión’ para mirar al dolor del otro olvidándome de mí”.
La vida es como un eco, recibimos lo que damos, y si volvemos bien por mal, nuestro corazón recibe ya el pago de las buenas obras. Según lo que plantamos cosechamos: quién planta flores, cosecha perfume; quién siembra trigo, cosecha pan; quién planta amor, lo recoge; quién siembra alegría, cosecha felicidad. Ser positivo vale la pena en todos los sentidos, tanto en bienestar espiritual, como también en lo corporal que es la base de lo demás, pues alarga la vida: la ciencia está trabajando en una posible relación directa entre el bienestar psicológico y la salud. Las emociones negativas, como la ira y el estrés, roban años. En cambio, las emociones positivas, como la satisfacción vital, el placer de vivir o el disfrute cotidiano... el bienestar mental es algo tan esencial que incluso alarga la vida. El sufrimiento mata; el dolor moral y las preocupaciones perjudican el organismo; la alegría de vivir, una cierta despreocupación por los problemas a base del sentido del humor, ayuda a vivir bien y más. Y la clave está en el amor.
Jesús, pienso que en este Evangelio nos planteas un tema muy actual: nos encontramos con un pariente que tiene problemas por causa de una herencia, un colega que sufre acoso moral, por ejemplo el mobbing en el trabajo, una mujer que está oprimida por un marido machista pero quiere permanecer ahí por el bien de sus hijos... nos sirvió de ejemplo Juan Pablo II al abrazar a quien le disparó una bala para matarle, aunque no interfirió en los mecanismos de justicia. Nos sirves de ejemplo sobre todo Tú, Señor, cuando en la cruz rezas por los que te matan: “Padre, perdónales, que no saben lo que hacen”. El amor no está reñido con la misericordia y la justicia, cada uno tiene su lugar. “Queridos, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque DIOS ES AMOR. En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados” (1 Juan 4,7-19).
2. Pablocita de Isaías: es el “tiempo favorable” que durará hasta el día que Cristo vuelva, pues cada día es día de salvación: “éste es el tiempo oportuno, que puede ser el día de la salvación. Otra vez se oyen los silbidos del buen Pastor, con esa llamada cariñosa: ego vocavi te nomine tuo (Is 43,1). Nos llama a cada uno por nuestro nombre, con el apelativo familiar con el que nos llaman las personas que nos quieren. La ternura de Jesús, por nosotros, no cabe en palabras… Ecce nunc dies salutis, aquí está frente a nosotros, este día de salvación. La llamada del buen Pastor llega hasta nosotros: ego vocavi te nomine tuo, te he llamado a ti, por tu nombre. Hay que contestar — amor con amor se paga— diciendo: me has llamado y aquí estoy. Estoy decidido a que no pase este tiempo (…) como pasa el agua sobre las piedras, sin dejar rastro. Me dejaré empapar, transformar; me convertiré, me dirigiré de nuevo al Señor, queriéndole como El desea ser querido” (san Josemaría Escrivá).
Vienen a la memoria los versos de santa Teresa: “Nada te turbe, / nada te espante, / todo se pasa. / Dios no se muda, / la paciencia / todo lo alcanza. / Quien a Dios tiene, / nada le falta. / Sólo Dios basta”. Es famosa la versión de Taizè en canción de estas palabras, que me llegó por Internet con los siguientes comentarios, muy suculentos: “Hay demasiados ruidos en ti... escucha en lo profundo de tu ser... Hay demasiadas preocupaciones en tu mente... y demasiado peso en tu corazón... quédate a solas... entra en tu aposento… El Señor está aquí y te llama… te ama y te espera... Quédate en silencio delante del Señor… Olvida tus palabras, olvida tus recuerdos, tus peticiones, tus proyectos; mírale, escúchale sin que tus voces interiores te distraigan. Quédate en paz ante Él, abandona en Él toda turbación, todo cuidado, toda preocupación, olvídalo todo. Quédate sin ataduras, libre de tus deseos, pobre como la madera muerta en invierno, vacío de todo cuanto no sea Él. Quédate solo, sin nadie más en tu corazón, que ninguna criatura se interponga entre vuestras miradas. Quédate sin quejas, sin estorbos, sin huéspedes extraños, sin nada que no sea Él. Quédate entero, sin más recuerdo que Dios, sin buscar consuelos humanos, sepultado con Él y en Él, desapareciendo tú para hacerte don en su corazón. Quédate sin tristezas, sin resentimientos, sin orgullo, sin falsas imágenes de ti mismo. Quédate a la escucha de su Palabra, hazte Palabra y Voluntad suya. Quédate sin poderes, sin privilegios, sin honores, sin ídolos, y deja a Dios ser Dios. Quédate en adoración tan profunda que nada altere esa atención, que ni penas ni goces quebranten ese abandono... Quédate en silencio delante del Señor, desaparece tú y que sólo Él sea en ti. Quédate en silencio... Quédate... “Quédate en silencio delante del Señor...” (Salmo 37, 7)”.
Así lo dice también El peregrino ruso cuando le aconsejan: “—Siéntate solo y en silencio. Inclina la cabeza, cierra los ojos, respira dulcemente e imagínate que estás mirando a tu corazón. Dirige al corazón todos los pensamientos de tu alma. Respira y di: Jesús mío, ten misericordia de mí. Dilo moviendo dulcemente los labios y dilo en el fondo de tu alma. Procura alejar todo otro pensamiento. Permanece tranquilo, ten paciencia y repítelo con la mayor frecuencia que te sea posible…”. Él lo hace, pero señala: “comencé a aburrirme… una densa nube de extraños pensamientos me envolvió”, y se le dice que insista pues en esta “guerra del mundo de las tinieblas contra ti, nada aborrece tanto como el recogimiento interior, por eso procura distraerte e impedir que aprendas a orar interiormente. Pero el enemigo sólo puede hacer lo que Dios le permite y Dios sólo le permite lo que es necesario... —repite sólo…: Jesús mío, ten misericordia de mí... después de cierto tiempo también tu corazón se abrirá a la oración…” Y el peregrino es paciente y encuentra esa paz inalterable de quien no vive de fatuidades: “desde entonces camino sin cesar y rezo ininterrumpidamente la oración de Jesús, que es para mí más preciosa y más dulce que todas las cosas del mundo. A veces ando hasta 70 km en un día y no me siento cansado… si alguno me hiere, me basta pensar: ‘¡qué dulce es la oración de Jesús!’, para que la ofensa y el resentimiento se alejen y sean olvidados. He llegado casi a la insensibilidad; no tengo preocupaciones, no tengo deseos…”, quien vive de amor desea sólo sembrar de paz y alegría los corazones.
-“Como cooperadores de Dios os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios”... Debió de ser para Pablo un gran gozo, una muy útil certeza el pensar que cooperaba con Dios. Mi experiencia ni coincide a menudo con la de Pablo, y, sin embargo... Pensando en mis trabajos de HOY, trato de considerarlos como una cooperación, como un «trabajo con» alguien, contigo, Señor. ¿Es verdad, Señor, que la gracia que nos otorgas puede resultar vana? Aplico esta consideración a mi vida... Y concretamente te pido perdón. -Ahora bien, éste es ahora el momento favorable. Los profetas del Antiguo Testamento hablaban así. Anunciaban el momento de la prueba «decisiva», la que no se volverá a presentar: una ocasión única que hay que saber aprovechar para convertirse. ¿Cuál es esta llamada para mí? Lo que nos permite presentarnos como verdaderos ministros de Dios es nuestra vida entera: perseverancia... angustias... dificultades... cárcel... refriegas.. fatigas... noches sin sueño... días sin comer... castidad... conocimiento de Dios... paciencia... bondad... dones del Espíritu... amor sincero... lealtad en la palabra... poder que procede de Dios... Estos son los signos que nos presenta Pablo de la verdad de su ministerio, de su fidelidad a Dios. Es la imagen que nos da Isaías del Servidor sufriente. Es también la imagen de Jesús. Es la imagen de la vida de Pablo. ¿Es algo la mía? ¿Cuál es mi grado de fidelidad a Dios? ¿Cuál es mi capacidad de superar las pruebas? En gloria y en desprecio... en calumnia y en buena fama...
-“Tenidos por impostores, siendo veraces... Como desconocidos aunque bien conocidos.. Tenidos por muertos, estando vivos... Castigados, pero no condenados a muerte... Como tristes, pero siempre alegres... Como pobres, aunque enriquecemos a muchos... Como los que nada tienen, aunque todo lo poseemos”. Esas antítesis ponen de manifiesto el contraste entre el aspecto exterior del apóstol y la realidad interior. Aparentemente ¡todo parece perdido! Pero, ¡qué confianza en lo hondo de sí mismo! ¡Qué alegría! Es una especie de re-edición de las Bienaventuranzas: Jesús había dicho ya: «Felices... los que lloran», «Felices... los pobres». Y Pablo lo repite a su manera mediante su propia vida. No, no puede decirse que la vida cristiana sea una vida fácil. Pero no es una vida triste. La insistencia está claramente puesta en la segunda parte de cada una de esas frases, la parte positiva: «estamos vivos... estamos siempre alegres... lo poseemos todo...». De igual manera que la insistencia de Jesús en las Bienaventuranzas, se ponía sobre la primera palabra: «felices»... Quizá el sentido profundo de la cruz es ser el triunfo del valor, del amor, sobre todo lo que puede afectar nuestras fuerzas vivas (Noel Quesson).
3. Cantad a Yahveh un canto nuevo, porque ha hecho maravillas; victoria le ha dado su diestra y su brazo santo”. El salmo es un himno al Señor rey del universo y de la historia, "cántico nuevo" (perfecto, pleno, solemne, acompañado con música de fiesta) alabando a Dios porque su "diestra" nos proteje, su "santo brazo" (recuerdo del éxodo, liberación de la esclavitud de Egipto).
Yahveh ha dado a conocer su salvación, a los ojos de las naciones ha revelado su justicia; se ha acordado de su amor y su lealtad para con la casa de Israel. Todos los confines de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios”: alabamos las perfecciones divinas de la "misericordia" y "fidelidad", signos de salvación para todos sin distinción. Dios salva a su pueblo y todas las naciones se admiran. Dios realiza la salvación en Cristo, hijo de Israel, el Evangelio "es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del griego", es decir del pagano (Rm 1,16). Ahora "todos los confines de la tierra" no sólo "han contemplado la salvación de nuestro Dios", sino que la han recibido: “¡Aclamad a Yahveh, toda la tierra, estallad, gritad de gozo y salmodiad!”
Llucià Pou Sabaté

sábado, 13 de junio de 2015

Domingo de la semana XI de tiempo ordinario; ciclo B

Domingo de la semana 11 de tiempo ordinario; ciclo B

El Reino de Dios es como una semilla que crece sin que nos demos cuenta
“En aquel tiempo decía Jesús a las turbas: -‘El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche, y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega’.Dijo también: —‘¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después, brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas’.Con muchas parábolas parecidas les exponía la Palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado” (Marcos 4,26-34).
1. A lo largo de la historia, en muchos momentos parece que Dios calla, parece no intervenir; también tú, Jesús, notaste el aparente abandono: te quedaste aislado, sin éxito, cada vez más rechazado por los tuyos. Pero este silencio de Dios es muchas veces como el grano que enterrado en tierra aparentemente está muerto; parece que no pasa nada hasta que brota el tallo, y enseguida la espiga para segar: “El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche, y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo”. Muchas veces no se dan los signos extraordinarios: crece la semilla lentamente, hay que esperar. Una llamada a no perder la confianza: el que ha comenzado la obra en nosotros la consumará; en la historia del mundo y nuestra vida, tras el silencio, Dios habla; tras la noche, amanece Dios. Mientras tanto, en lo minúsculo actúa ya lo grandioso: incluso en este mundo que parece no conocer el reino, está ya actuando el Reino de Dios (Maertens-Frisque). Por eso, Jesús, nos hablas de siembra y luego no cuentas todo el trabajo que viene después: la poda, la lucha contra la sequía, la preocupación por el mal tiempo... Prescindes de todo esto porque tienes una lección concreta que ofrecernos: el Reino crece de todos modos, "lo mismo que la luz brilla sin que nosotros podamos hacer nada, lo mismo que nada puede ocultarse cuando Dios abre el camino". No son los hombres los que le dan fuerza a la palabra ni son sus resistencias las que pueden detenerla. Por eso el discípulo hará bien en despojarse de toda forma de inútil ansiedad (Maggioni).
Del grano de mostaza quieres hacernos ver, Señor, que hay un contraste y continuidad entre la humildad del punto de partida (un pequeño grano) y la magnitud del punto de llegada (el árbol). El Reino, el Reino grandioso, está ya presente en esta pequeña semilla, o sea, en la vida y en tu predicación y más tarde en la vida y en la predicación de la comunidad cristiana. Jesús, tú eres la pequeña semilla, que germina poco a poco pero encierra dentro de sí una enorme potencialidad.
No se nos habla del futuro del cielo, sino de la historia: Por tanto, como el Reino está aquí, en medio de las oposiciones y de los fracasos, entonces no tenemos que huir de la historia (aunque ésta sea fragmentaria, equívoca y mezquina). El discípulo sabe ver en todo esto la presencia de Dios.
Parece que muchas cosas no dan fruto, que no sirvan para nada, comenzando con el rezar, pero Dios (y el amor que se le parece) no pretende que cada gesto tenga un fruto, que cada esfuerzo obtenga su recompensa. El amor vale por sí mismo, lo mismo que la atención a los hombres, la obstinación en la solidaridad, la esperanza. Dios se da sin reservas (Maggioni).
Todo esto nos invita a sembrar con paciencia, esperando que un día recogeremos con alegría: "Se va, se va llorando, al llevar la semilla; mas se vuelve, se vuelve entre gritos de júbilo al traer las gavillas" (Sal 126, 6). También en la Eucaristía podemos encontrar la Palabra de Dios, semilla fecunda y vigorosa, como el Cuerpo y Sangre de Cristo, el alimento que Cristo nos da como garantía y semilla de vida eterna en nosotros, tienen mucho de oculto, son elementos sencillos, pero con una eficacia salvadora. Con ese doble alimento que Cristo Resucitado nos comunica tenemos la mejor fuerza para que la vida sea en verdad fecunda para los demás (J. Aldazábal).
Jesús, en la parábola de la semilla quieres hacernos ver que ésta crece «sin que [el labrador] sepa cómo»: en la historia, no ponemos nosotros la fuerza de ese crecimiento del Reino, pues «la tierra va produciendo la cosecha ella sola». “Esto no significa que el hombre no tenga nada que hacer: tiene que preparar la tierra y echar en ella la simiente. Pero no es él quien realiza el trabajo principal, sino -y esto es lo que acentúa la parábola- el propio Dios, mientras el hombre «duerme de noche y se levanta de mañana» día tras día. El reino de Dios tiene sus propias leyes, unas leyes que en modo alguno le son impuestas por el hombre; el reino de Dios no es un producto de la técnica; la semilla, el tallo, la espiga, el grano, el momento de la cosecha: todo esto pertenece a la estructura propia del reino y en modo alguno depende de las prestaciones humanas. Esto es precisamente lo que muestra la segunda parábola: el fruto en sazón, que al principio parecía tan ridículamente pequeño a ojos de los hombres, se revela al final más grande que todo lo que el hombre hubiera podido realizar. ¿Y la cosecha? Será ciertamente la cosecha de Dios, pero en beneficio del hombre que prepara la tierra y esparce en ella la semilla. Dios cosecha, como dice el empleado negligente y cobarde de la parábola de los talentos, «donde no siembra», pero cosecha en el fondo para ambos: pues encomienda al empleado fiel y cumplidor el gobierno de un amplio territorio” (H. Urs von Balthasar).
2. «Más alta que las demás hortalizas», nos dice la segunda parábola sobre el reino de los cielos, “es un nuevo ejemplo de las numerosas declaraciones de Jesús a propósito de que «el más pequeño» en el reino de Dios se convertirá en «el más grande», precisamente porque se ha hecho pequeño y se ha colocado en el «último puesto», algo de lo que el propio Jesús dio ejemplo en su vida terrena y sigue dándolo en su Eucaristía. Con esta imagen Jesús retoma el pasaje de Ezequiel, que describe en la primera lectura cómogracias a la fuerza del Señor la frágil rama del pueblo de Dios ha crecido hasta llegar a convertirse en el más poderoso de los árboles, de suerte que «las aves de toda pluma pueden anidar al abrigo de sus ramas». El profeta atribuye esto inequívocamente a la fuerza de Dios; todos los demás árboles (es decir, todas las demás naciones) deben saber «que yo soy el Señor», el que tiene poder para humillar a los árboles altos y para ensalzar a los árboles humildes, para secar a los lozanos y hacer florecer a los secos. Tanto en la Antigua como en la Nueva Alianza la parábola nada tiene que ver con la moralidad humana, sino que se refiere enteramente al poder superior de Dios, que trata al hombre según esta ley cuando el hombre se somete a El” (H. Urs von Balthasar).
Ezequiel nos presenta un esqueje de rama que da origen a un cedro enorme. Nos recuerda el fracaso del árbol grande y orgulloso que había sido Israel, y que es tronchado. Pero también un rayo de esperanza: una ramita de este tronco roto, el "resto" de ese Israel maltrecho, se convertirá en un árbol grande, el pueblo mesiánico. No por los propios méritos, sino por obra de Dios. Una invitación también para nosotros, a saber ver cómo también en nuestra historia lo humilde y sencillo, lo cotidiano y poco espectacular, puede ser el lugar del encuentro con un Dios que salva, como rezaremos en el Salmo: “El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano”.
3. «Siempre tenemos confianza», dice s. Pablo. “La actitud del labrador que espera pacientemente la cosecha es la de una permanente seguridad de que la ley que Dios ha puesto en la naturaleza se cumplirá. Del mismo modo la confianza de Pablo en la segunda lectura es una confianza permanente, sea cual sea la apariencia del clima espiritual en su vida o en la de su comunidad. «Caminamos guiados por la fe». El hombre preferiría dirigir el tiempo, manejar el clima a su antojo, ser el dueño de los imponderables; Pablo preferiría vivir ya junto al Señor antes que vivir en la fe, en el «destierro», pero, como para el labrador, el abandono en manos de Dios es más importante que sus preferencias, ya «estemos en destierro o en patria». También el apóstol es sólo un labrador”: «Yo planté, Apolo regó, pero era Dios quien hacía crecer» (1 Co 3,6). Y la iglesia siempre sigue siendo un grano de mostaza: para ella, siempre es viernes santo, pascua y pentecostés al mismo tiempo (H. Urs von Balhasar). “Ella no es como una planta en la que la semilla sólo está en el principio. La cruz no es para ella ningún comienzo lejano, sino siempre es presente. Ella experimenta siempre de nuevo el viernes santo, así como siempre puede experimentar de nuevo también la pascua” (Ratzinger).
Llucià Pou Sabaté

viernes, 12 de junio de 2015

Inmaculado Corazón de Maria

Inmaculado Corazón de María

María es la mujer que sabe amar según el amor de Dios, a la medida del corazón de Jesús, y nos quiere con corazón de Madre
“Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua.  Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres.  Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.» El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón” (Lucas  2,41-51).   
1. Ayer celebrábamos la solemnidad del Corazón de Jesús, del Amor. Propio de hijos bien nacidos es que hoy, junto al Hijo, encontremos a su Madre. El Papa Pío XII, muy sensible a la celebración del amor compartido entre el Hijo y la Madre, instituyó esta fiesta el año 1944. María, que fue cauce providencial y madre privilegiada del Verbo encarnado, antes de concebir a su Hijo físicamente lo concibió por la fe y el amor. Y cuando el Hijo, concluida la obra de la redención, subió al cielo, al Padre, ella se quedó físicamente entre nosotros sin el Hijo, pero siguió poseyéndolo en fe y amor. Nosotros, si hemos sabido del amor por el costado abierto de Cristo muerto, hemos de saber también del amor sufrido por la Virgen María que en el Calvario hizo ofrenda del Hijo por nosotros al Padre. Alabemos, pues, al Hijo y a su Madre.
Hablar del corazón, y más hablar del corazón de una mujer bendita, es situarnos en un campo de esperanza. El lenguaje popular dice: "tiene un corazón de oro", "te lo digo de corazón", "es toda corazón". Corazón significa intimidad, vida interior, el motor y la raíz de la persona. En la Biblia, corazón es igual a la persona misma. El corazón de la Virgen María es representado con dos símbolos: la espada del dolor y del martirio y las llamas del amor y la ternura.
San Lucas hace dos referencias al corazón de María. Cuando los pastores ven al niño Jesús, “María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón" (Lc 2,19).El otro es el que hemos leído hoy: "...Y su madre guardaba estas cosas en su corazón", y fue luego de encontrar a Jesús en el templo, cuando dijo el Señor: "¿Por qué me buscábais? No sabíais que yo tengo que estar en lo que es de mi Padre?" María, como nosotros, has tenido que recorrer un camino de fe y de oscuridades hasta llegar a comprender que “su madre y sus hermanos son los que cumplen el designio de Dios” (Mc 3,35) y que tú estabas ahí en primer lugar por tu entrega, constante, hasta seguir la suerte del maestro hasta el final: "Estaba presente junto a la cruz de Jesús su madre..." (Jn 19,25; Servicio bíblico latinoamericano).
Madre mía, te pedimos hoy que sepamos hacer como tú, que guardabas las cosas buenas, y además las ponderabas. Gracias a eso eres consuelo para la aflicción, Madre del buen consejo, quien mejor nos puede enseñar a vivir el amor al prójimo. Puedes convertir nuestro egoísmo y amor propio en caridad y amor a Dios. Puedes quitar las nubes negras que a veces vienen a mi alma, haciéndome ver la luz de tu Hijo, puedes dar buenas inspiraciones a todos mis pensamientos, haciéndolos puros como los tuyos, puedes darme la libertad de la humildad y poder proclamaramar: “he aquí la esclava del Señor, se haga en mí según su palabra”.Contemplar hoy a Nuestra Señora es mirar el misterio del hombre desde la luz que brota de María. Y decirse devoto del Corazón de María es ser hombre o mujer de corazón misericordioso, donde habita el amor y la ternura.
Corazón es emoción, sentimiento y pasión. Sólo la palabra que sale del corazón y se dice de corazón puede llegar al corazón del otro. Lenguajes rutinarios, formalistas, abstractos no pueden ser los de un profeta porque nada dicen ni a nadie llegan. Cantar al Corazón de la Virgen María es adentrarse por el camino de la profundidad, de la contemplación, del silencio interior. Lo que guardaba y meditaba en su corazón nos señala la senda. Del hondo silencio brota la palabra insondable. "No se ve bien sino con el corazón” (El Principito). En esta fiesta, pensemos que "tener corazón" es la herencia y el regalo que nos ofrece María. Por eso suplicamos: "Danos un corazón grande para amar" (Conrado Bueno Bueno).
María, Tú supiste cuidar de Dios Hombre, hasta la edad adulta, para que creciera «en sabiduría, en edad y en gracia» (Lc 2, 52) eres modelo de todos los educadores. Especialmente eres modelo para los padres cristianos, que están llamados, en condiciones cada vez más complejas y difíciles, a ponerse al servicio del desarrollo integral de sus hijos, para que lleven una vida digna del hombre y que corresponda al proyecto de Dios (Juan Pablo II).
Gran apóstol del Inmaculado Corazón de María fue San Antonio María Claret, que fundó la Congregación de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María. Pero es en el siglo XX, cuando alcanza su cenit con dos hechos trascendentales: las apariciones de la Virgen en Fátima y la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María, hecha por Pío XII el año 1942, y luego Juan Pablo II en 1984, y poco después se cumplió la profecía, la caída del marxismo en Rusia. En Fátima la Virgen manifestó a los niños que Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a su Inmaculado Corazón como medio para asegurar la salvación de muchas almas y para conservar o devolver la paz al mundo. La Beata Jacinta Marto, le dijo a Lucía: "Ya me falta poco para ir al cielo. Tú te quedarás aquí, para establecer la devoción al Corazón Inmaculado de Maria". También se lo dirá después la Virgen. Seguirán con esta devoción Pablo VI y, sobre todo Juan Pablo II, que se declara milagro de María, porque ella le salvó en su atentado. El  Corazón Inmaculado, que es, ternura y dulzura, pero, a la vez, exigencia de oración, sacrificio, penitencia, generosidad y entrega.
María es nuestra madre, y nos quiere incondicionalmente. Así como una madre se pone en segundo lugar, olvidando sus proyectos y sueños para el bien de sus hijos, así como cuando un hijo no se porta bien con su madre pero luego le pregunta si le perdona ella dice: “¿cómo no voy a perdonarte, hijo mío?, ¡si soy tu madre!” Así María nos hace ver, como las buenas madres, cómo es el amor de Dios, y su perdón. Un niño de 8 años me decía que “una madre sabe amar de manera distinta a los hijos, según sus necesidades”. Así es, le respondí con lo que yo he aprendido: “quiere más a quién más lo necesita, que hoy puede ser tu hermano más pequeño, pero mañana puedes ser tú”. Así a María le sobra corazón para atendernos a todos como si fuéramos únicos: Dios le dio Corazón de Madre para que con él amara a todos y cada uno de los hombres. Y, no sólo los de hoy, sino todos los de ayer y de mañana. Toda madre tiene amor particular a cada hijo exactamente igual que el que tiene a todos en conjunto. Y más al más desvalido, al extraviado. Madre mía, santa María, quiero entrar en tu corazón, derramar ahí las penas de mi corazón para encontrar consuelo, mis problemas y tentaciones para que como por ósmosis y en otra dimensión de nuestro ser, transformen nuestra vida, sin saber cómo y sin poderlo explicar: "Entréme donde no supe, / y quedéme no sabiendo, / toda ciencia trascendiendo. // Yo no supe dónde entraba, / Pero cuando allí me ví, / Grandes cosas entendí; / No diré lo que sentí, // Pero me quedé no sabiendo, / Toda ciencia trascendiendo" (San Juan de la Cruz). "¡Oh Dios, tú que has preparado en el Corazón de María, una digna morada al Espíritu Santo, haz que por la intercesión de su Corazón y su compañía e intimidad, lleguemos a ser templos de su gloria". Amen (Jesús Martí Ballester).
2. Isaías (61,9-11) nos adentra en el corazón de María, que desborda de gozo con el Señor. Ella es madre de la estirpe nueva: “conocerán que son la estirpe que bendijo el Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido con un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas”. La ilusión mayor de una madre es que su hijo sea feliz. Ese es el deseo del Corazón de María: que lleguemos al esplendor de la gloria a imagen de Jesús. Por eso se alegra de la salvación de sus hijos: ”Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos”.
3. También en 1Samuel (2,1.4-8) se nos desvelan los sentimientos del corazón de María: “Mi corazón se regocija por el señor, / mi poder se exalta por Dios; /mi boca se ríe de mis enemigos, / porque gozo con tu salvación”. Su acción de gracias va unida a la alegría por nuestra salvación: “los cobardes se ciñen de valor… la mujer estéril da a luz siete hijos… El Señor da la muerte y la vida, / hunde en el abismo y levanta; / da la pobreza y la riqueza, / humilla y enaltece. Él levanta del polvo al desvalido, / alza de la basura al pobre, / para hacer que se siente entre príncipes / y que herede un trono de gloria”.
Llucià Pou Sabaté

jueves, 11 de junio de 2015

8 consejos del Papa Francisco para tener éxito en el matrimonio | Rome R...

Sagrado Corazón de Jesús; ciclo B

Sagrado Corazón de Jesús; ciclo B

Jesús encarna el corazón de Dios, lleno de misericordia y de amor hacia nosotros, y nos muestra el secreto de la sabiduría divina: participar de ese amor
“En aquel tiempo los judíos, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atraversaron»” (Juan 19,31-37). 
 1. Jesús, eres una persona con corazón: una persona profunda y cercana; entrañable y comprensiva, capaz de sentir emociones a la vez que de ir al fondo de las cosas y los acontecimientos. El corazón ha simbolizado para la gran mayoría de las culturas el centro de la persona, donde vuelve a la unidad y se fusiona la múltiple complejidad de sus facultades, dimensiones, niveles, estratos: lo espiritual y lo material, lo afectivo y lo racional, lo instintivo y lo intelectual. Una persona con corazón es no la dominada por el sentimentalismo sino la que ha alcanzado una unidad y una coherencia, un equilibrio de madurez que le permite ser objetivo y cordial, lúcido y apasionado, instintivo y racional; la que nunca es fría sino siempre cordial, nunca ciega sino siempre realista. Tener corazón equivale para el hombre antiguo a ser una personalidad integrada. En fin, el corazón es el símbolo de la profundidad y de la hondura. Sólo quien ha llegado a una armonía consciente con el fondo de su ser, consigue alcanzar la unidad y la madurez personales. Jesús, tú has sido hombre para los demás, y tienes corazón porque toda tu vida es como un fruto logrado y pingüe, un fruto suculento de sabiduría y santidad. Tu corazón no es de piedra sino de carne (Ez 11,19). Tu vida es un signo del buen amar, del saber amar. Pero sobre todo, Jesús, es tu corazón la profundidad misma del hombre. En él está la fuente del Espíritu que brota como agua fecunda hasta la vida eterna (Jn 7,37; 19,34).
Vemos en el Evangelio que los dirigentes judíos, como era Preparación -para que no se quedasen en la cruz los cuerpos durante el día de descanso, pues era solemne el día de aquel descanso-, le rogaron a Pilato que les quebrasen las piernas y los quitasen. Reaparecen los dirigentes judíos, los que han conseguido dar muerte a Jesús, entre los cuales se encuentran los sumos sacerdotes.
No se le quebraron las piernas a Jesús, como que es el Cordero de la nueva Pascua («No se le romperá ni un hueso», se dice de él). “Uno de los soldados, con una lanza, le traspasó el costado, y salió inmediatamente sangre y agua”. Del costado abierto de Jesús nace la Iglesia, como del costado de Adán nació Eva. Y la sangre y agua son signo de los Sacramentos que surgen del corazón de Jesús, la Eucaristía sobre todo. Jesús, las palabras «Mirarán al que traspasaron» resumen nuestra adoración y agradecimiento en el día de hoy: queremos mirarte, para amarte, para salvarnos. Zac (12,10) había dicho: «Me mirarán a mí, traspasado por ellos mismos, harán duelo como por un hijo único, llorarán como se llora a un primogénito». Del Traspasado brota el manantial de sangre y agua, significa, pues, la universalidad del don del Espíritu, que se extenderá hacia oriente y occidente. Así será el Señor rey del mundo entero; el Rey de los judíos admitirá a su reino a todos los que escuchen su voz y reconozcan su verdad.
En Jerusalén se alumbra el manantial contra los pecados e impurezas; es el amor lo único que purifica (15,3), y es el Espíritu el que comunica el amor de Jesús. Es a este nuevo templo adonde hay que venir a purificarse (J. Mateos-J. Barreto).
2. La lectura de Oséas (11) es única, en todo el Antiguo Testamento. Es la perla preciosa escondida en el campo por la que hemos de venderlo todo para adquirirla; es una de las más altas cumbres de la revelación sobre la naturaleza de Dios en todo el Antiguo Testamento. Y, aunque parezca paradójico, el profeta llegó a ella a través de la sencilla vulgaridad de su vida matrimonial. Ni revelaciones especiales ni visiones ni éxtasis ni arrebatos. Esposo y padre cariñoso, le bastó tener un hijo entre sus brazos para comprender el amor de Dios. Recuerda los primeros días de la existencia de Israel con la ternura y romance de aquellos momentos. Israel es la hija predilecta. Y de Egipto Dios la sacó. Cada vez que Dios "le llamaba" e intentaba realizar en él y por él sus planes, Israel, voluble e incomprensivo, "se alejaba"; lo posponía a sus ídolos y baales, se prostituía y divorciaba de él rompiendo la Alianza que habían sellado en el Sinaí. Yahveh, su padre, no se rindió. Fue El y no los baales quien "le enseño a andar", quien siguió sus pasos con firmeza por la tierra de promisión hasta el esplendor de los tiempos davídicos; él le "alzaba en brazos", gozoso y salvífico a la vez, mostrándole todo su amor hacia él. Sin embargo, "él no comprendía que Yo le curaba". Quizás sea necesario ser padre para comprender el dolor por la incomprensión de un hijo a quien se mima con toda clase de ternuras. Podía, sin duda, forzarla. Era Dios. Pero prefiere respetar aquello que él ha dado al hombre como esencia de su ser, su libertad. ¡Ay de aquel que osare violar aquello que el mismo Dios respeta! Por eso se acercó a él, se inclinó hacia él para alimentarlo, intentó atraerlo hacia sí -sublime ejemplo de condescendencia divina-... pero "con cuerdas humanas". Es la más preciosa descripción del misterio de la libertad y la gracia. Nada consiguió y se vio forzado a castigarlo. Era justo. Pero nuestra lectura bíblica se salta el castigo, porque el castigo nunca es la última palabra de Dios, para tratar de explicar sicológica y humanamente el incomprensible y desconcertante misterio del amor de Dios. Se le "revuelven las entrañas" al tener que castigar. Es Dios y no hombre. Es santo y no enemigo al acecho. Por eso, "ni cederá a la cólera... ni volverá a destruir a Efraím". Ha querido corregirlo, no aniquilarlo. Es la misma enseñanza que se encierra en el término profético "Resto". La testimoniada por Cristo en la Cruz por amor. Quien tenga oídos para oír que oiga. Y como prueba, entonces imprecisa y hoy constatable históricamente, se les promete la vuelta del exilio con la misma seguridad que el rugido del león produce el pánico en quien lo escucha. Cuando Yahveh "ruja", eficaz imagen de la eficacia de su palabra, Israel volverá con la docilidad de un pájaro y la obediencia de la paloma a la voz de su amo. Así es Dios cuando castiga y corrige para poder salvar (Edic. Marova).
Oseas prepara esta afirmación, que hallará eco en otros profetas: «¿Puede la mujer olvidarse del fruto de su vientre, no compadecerse del fruto de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidara yo no te olvidaría» (Is 49, 15) La proclamación de Oseas sobre el amor de Dios que sale al encuentro del hombre en la doble relación de matrimonio y filiación, de un Dios que ama simplemente porque es Dios, constituye uno de los capítulos más ricos de la teología del Antiguo Testamento. Es una anticipación de aquella doctrina joánica que considera el amor como la esencia y realidad de Dios.Sólo quien tiene experiencia de amor puede tener experiencia de este Dios que es el primero en amar. Amar creadoramente significa estar presente a favor de los hombres. Dios es amor, se compromete personalmente en favor de los hombres, pero, como el amor, jamás es del todo asequible, sino que siempre precede al hombre. En la medida en que el amor nunca está plenamente realizado, abre siempre un futuro nuevo. Amor es camino hacia Dios y camino hacia la propia realización (F. Raurell).
3. El nombre de Isaías -como el de Jesús- contiene la raíz del verbo hebreo que alude a la "salvación"; el trozo de  hoy (12) nos trae "el libro del Emmanuel", es decir, "Dios con nosotros", convirtiéndose en la perfecta presencia divina en la historia humana: "Dios es mi salvación... Él fue mi salvación... las fuentes de la salvación". Por eso, nuestro orante tiene la certeza inquebrantable de que en la raíz de la liberación y de la esperanza está la gracia divina. La salvación dada por Dios, capaz de suscitar la alegría y la confianza incluso en el día oscuro de la prueba, se presenta con la imagen, clásica en la Biblia, del agua: "Sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación" (Is 12, 3). El pensamiento se dirige idealmente a la escena de la mujer samaritana, cuando Jesús  le ofrece  la  posibilidad  de  tener  en  ella  misma una  "fuente  de agua  que salta para la vida eterna" (Jn 4, 14). Al respecto, san Cirilo de Alejandría comenta de modo sugestivo: "Jesús llama agua viva al don vivificante del Espíritu, por medio del cual sólo la humanidad, aunque abandonada completamente, como los troncos en los montes, y seca, y privada por las insidias del diablo de toda especie de virtud, es restituida a la antigua belleza de la naturaleza... El Salvador llama agua a la gracia del Espíritu Santo, y si uno participa de él, tendrá en sí mismo la fuente de las enseñanzas divinas, de forma que ya no tendrá necesidad de consejos de los demás, y podrá exhortar a quienes tengan sed de la palabra de Dios. Eso es lo que eran, mientras se encontraban en esta vida y en la tierra, los santos profetas y los Apóstoles y sus sucesores en su ministerio. De ellos está escrito: Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación". Por desgracia, la humanidad con frecuencia abandona esta fuente que sacia a todo el ser de la persona.
Se nos invita: "Dad gracias, invocad, contad, proclamad, tañed, anunciad, gritad". Dios actúa en la historia y está al lado de su criatura, compartiendo sus vicisitudes: "El Señor hizo proezas... ¡Qué grande es en medio de ti  el Santo de Israel!". Esta profesión de fe tiene también una función misionera: "Contad a los pueblos sus hazañas... Anunciadlas a toda la tierra". La salvación obtenida debe ser testimoniada al mundo, de forma que la humanidad entera acuda a esas fuentes de paz, de alegría y de libertad.
4. Efesios nos trae (3,8-12.14-19) el tema del designio de Dios. Los cristianos tienen acceso al misterio "escondido desde los siglos, en Dios". El Evangelio es ante todo una Persona, Alguien: tú, Jesús. Y el plan de salvación es tu Encarnación, que como Hombre-Dios puedes hacer de mediador, y dar respuesta a nuestras preguntas.
La sabiduría de Dios en su diversidad inmensa, revelada por medio de la Iglesia (Ef 3,10) nos habla del nuevo Templo inaugurado con la resurrección de Cristo, y de la misión de anunciar a los paganos la incomparable riqueza de Cristo (Ef 3,8).
Cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad” (Ef 3,16-18)… es hablar de la Cruz, donde Tú, Jesús, estás con los brazos abiertos abrazando al mundo y a cada uno de nosotros. Y hemos de pedir un corazón ensanchado, para poder vivir mejor en el amor.
Llucià Pou Sabaté

miércoles, 10 de junio de 2015

Jueves de la semana 10 de tiempo ordinario; año impar

ueves de la semana 10 de tiempo ordinario; año impar

El amor une todos los mandatos de la ley: "Todo el que esté peleado con su hermano, será procesado"
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano, será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la condena del fuego.Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Procura arreglarte con el que te pone pleito en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí” (Mateo 5,20-26).
1. Los primeros ejemplos que hoy leemos se presentan a partir de la oposición entre “lo que fue dicho a los antiguos” y el “yo les digo” de Jesús, que con su actividad legislativa lo conecta con Moisés que en el Sinaí transmitió la ley divina a Israel.
Jesús, quieres enseñarnos a amar como tú nos amas. Las autoridades judías son puestas en evidencia por tus palabras, cuando dices: “Os digo que si vuestra justicia y fidelidad no sobrepasa la de los escribas o letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de Dios”.
Luego pasas a darnos el sentido de la ley de Moisés, con una interpretación verdadera, auténtica: -“Habéis oído que se mandó a los antiguos: No matarás... Pues Yo os digo: Todo el que trate con ira a su hermano será condenado por el tribunal”. La falta de respeto contra el hermano es un modo de homicidio, y requiere la intervención del tribunal; pero estás hablando también de otro tribunal: el de la conciencia, el del juicio ante Dios. En el fondo, es un cambio total: nos pides, Jesús, que de la práctica formalista pasemos a una actitud de interiorización, mucho más exigente. Lo que corrompe el interior del corazón humano no es en primer lugar el gesto de matar -por desgracia se puede matar sin querer-... sino el odio -alguien puede ser un verdadero homicida de su hermano sin derramamiento de sangre-...
Quería fijarme en el modo de interpretar la ley: «Pero yo os digo». Jesús, te veo con la autoridad del profeta definitivo enviado por Dios,
Y añades que la piedad hacia Dios no es verdadera si la acompaña el amor a los hermanos. "El que dice "amo a Dios" y no ama primero a su hermano, es un mentiroso". El culto será bueno si es auténtico, y para eso la fraternidad verdadera es prioritaria al servicio cultual de Dios; o mejor aún, está Dios, ¡el servicio que Dios espera en primer lugar!
-“…si yendo a presentar tu ofrenda al altar, te acuerdas allí de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí ante el altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano; vuelve entonces y presenta tu ofrenda”. Se me ocurre que si alguien cuando va a comulgar se acuerda de que tiene algo que resolver con alguien, no se trata de salir de la fila para ir enseguida a hacer las paces, pero sí de tener en aquel momento el propósito de hacerlas cuanto antes mejor…
-“Muéstrate conciliador con el que te pone pleito, mientras vais todavía de camino...”¡Restablece rápidamente la amistad con tu adversario! Casi siempre un buen acuerdo es mejor que un mal pleito, incluso un mal acuerdo es mejor que un buen pleito… No siempre se puede arreglar así, Jesús, pero eres realista y pones el caso de un hombre que tiene deudas con otro hombre, que está obligado a comparecer ante el tribunal... con riesgo de ser encarcelado. Y dices: “procura aprovechar el tiempo que aún te queda para obtener "amistosamente" la reconciliación” (Noel Quesson).
Jesús, tú quieres que cuidemos nuestras actitudes interiores, que es de donde proceden los actos externos. Antes de comulgar con Cristo, en la misa hacemos el gesto de que queremos estar en comunión con el hermano. El «daos fraternalmente la paz» no apunta sólo a un gesto para ese momento, sino a un compromiso para toda la jornada: ser obradores de paz, tratar bien a todos, callar en el momento oportuno, decir palabras de ánimo, saludar también al que no me saluda, saber perdonar. Son las actitudes que, según Jesús, caracterizan a su verdadero seguidor. Las que al final, decidirán nuestro destino: «tuve hambre y me diste de comer, estaba enfermo y me visitaste» (J. Aldazábal).
Nos dices todo esto, Jesús, para movilizarnos en un gran amor. San Pablo resumirá: «En efecto lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rm 13,9-10). Te pedimos, Señor, ser renovados en el don de la caridad —hasta el mínimo detalle— para con el prójimo, y nuestra vida será la mejor y más auténtica ofrenda al Dios.
2. Pablo prosigue su propia defensa frente a los ministros de la Antigua Alianza. Se defiende porque se le ataca y acusa: pero toda su argumentación descansa sobre Cristo y no sobre sí mismo: -“Hoy todavía, cuando se lee la ley de Moisés, un «velo» se extiende sobre el corazón de los que escuchan... Pero cada vez que nos convertimos al Señor, el velo se levanta”. Moisés baja del Sinaí cubierto con un velo para ocultar el resplandor de su rostro luminoso por el contacto de Dios. Pablo saca de ello otra conclusión: los judíos están siempre bajo ese velo porque es oscuro su entender la Palabra de Dios. Solamente Cristo permite interpretar totalmente el Antiguo Testamento.
-“Porque el Señor es el Espíritu y donde está el espíritu del Señor, allí está la libertad”. Pablo afirma rotundamente que es «libre». Es su bien más preciado. Bien quisiera yo también ser libre, con esa libertad interior que viene de Ti, Señor. Libérame. Siento dolorosamente todas mis cadenas, todos mis límites.
-“Todos reflejamos la gloria del Señor... Nos transfiguramos a su imagen, por la acción del Señor que es Espíritu...” El lote de todos los creyentes comprende esta presencia divina. Algo de Dios se «refleja» en mi rostro. Soy un «reflejo» de Dios. Mi precio es pues inestimable. Soy importante. No soy solamente el fruto del azar. Hay en mí una participación del infinito de Dios, de la Gloria de Dios: cuando soy inteligente, es la Inteligencia divina que se refleja... cuando amo, es el Amor divino que se refleja... cuando soy dinámico y activo, es el Creador que crea por mí.
-“Por esto no desfallecemos. No teniendo de qué avergonzarnos, no tenemos que ocultar nada”. He ahí también esa «confianza», esa «solidez» de Pablo. No empleamos un procedimiento cualquiera, no falseamos la Palabra de Dios. ¡Ah, no! Que no se me acuse de esto, dice san Pablo. Danos, Señor, la gracia de no falsear tu Palabra, de no traicionarla jamás durante toda nuestra vida.
-“No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor y a nosotros como siervos vuestros por Jesús”. Un servidor. Tal es el ministro de Jesús. Ninguna vanagloria personal. Este es también un tema constante en Pablo: se siente débil. La causa de muchas de nuestras penas ¿no será quizá que contamos demasiado con nuestras propias fuerzas? Renunciar a toda «primera fila» a toda «proclamación» de nosotros mismos, para no «proclamar» más que a Jesucristo (Noel Quesson).
-“Dios ha hecho brillar la luz en nuestros corazones para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo”.
3. Jesús ha «re-velado», «des-velado» el sentido de la historia y de la voluntad de Dios. En este mundo hay muchos que no acaban de ver. Que tienen ante los ojos un velo: el materialismo, el interés, la falta de formación religiosa... Como Pablo para con los Corintios, los cristianos de hoy deberíamos ser luz para los demás. ¿Somos reflejo del amor y de la alegría de Dios? Hemos recibido su Espíritu de gracia y libertad. Podemos cantar con el salmo: «la gloria del Señor habitará en nuestra tierra», porque ya ha aparecido Cristo Jesús, que Dios nos manda: “tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida; la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales”: el agua viva de tu Hijo, Señor, el trigo comida divina de la Eucaristía.
Riegas los surcos, igualas los terrenos, tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes”: tu gracia es nuestro aliento y vida, Señor. “Coronas el año con tus bienes, tus carriles rezuman abundancia, los pastos del páramo, y las colinas se orlan de alegría”: todo será alegría de tener lo que ya nos das por la esperanza: tu propia vida, Señor.
Llucià Pou Sabaté