miércoles, 10 de septiembre de 2014

Jueves semana 23 de tiempo ordinario

Jueves de la semana 23 de tiempo ordinario; año par

Por encima de todo, el amor, que es la unidad consumada, siguiendo el consejo de Jesús: Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros»” (Lucas 6,27-38).  
1. Jesús, te pido ayuda para entender que esos consejos que Lucas aquí recoge (y que Mateo había agrupado en el sermón de la Montaña) son unas actitudes evangélicas esenciales:
-“A vosotros que me escucháis os digo: "Amad a vuestros enemigos"”... y se detallan unos ejemplos que no son otra cosa que aplicación de las bienaventuranzas que ayer leímos, cuando la cuarta bienaventuranza ("dichosos cuando os odien y os insulten") se desarrolla aquí. Jesús, aquí nos pides: - amad a vuestros enemigos, - haced el bien a los que os odian, - bendecid a los que os maldicen, - orad por los que os injurian, - al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra, - al que te quite la capa, déjale también la túnica... es una revolución. Nos dices: si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?; si hacéis el bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis?; si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis?
“En el hecho de amar a nuestros enemigos se ve claramente cierta semejanza con nuestro Padre Dios, que reconcilió al género humano, que estaba en enemistad con él y le era contrario, redimiéndole de la eterna condenación por medio de la muerte de su hijo” (Catecismo romano). La manera de llegar a la cercanía de Dios es la misericordia, y “el mismo Dios, que se digna dar en el cielo, quiere recibir en la tierra” (S. Cesáreo de Arlés, comentando que lo que hacemos a los demás lo hacemos con Él).
Finalmente, la llamada al perdón es clara, condición para el perdón de nuestras ofensas es que perdonemos a los demás: “el Señor añade una condición necesaria e ineludible, que es, a la vez, un mandato y una promesa, esto es, que pidamos el perdón de nuestras ofensas en la medida en que nosotros perdonamos a los que nos ofenden, para que sepamos que es imposible alcanzar el perdón que pedimos de nuestros pecados si nosotros no actuamos de modo semejante con los que nos han hecho alguna ofensa. Por ello, dice también en otro lugar: la medida que uséis, la usarán con vosotros. Y aquel siervo del Evangelio, a quien su amo había perdonado toda la deuda y que no quiso luego perdonarla a su compañero, fue arrojado a la cárcel. Por no haber querido ser indulgente con su compañero, perdió la indulgencia que había conseguido de su amo” (S. Cipriano).
Esta página del evangelio es de ésas que tienen el inconveniente de que se entienden demasiado. Lo que cuesta es cumplirlas, adecuar nuestro estilo de vida a esta enseñanza de Jesús, que, además, es lo que Él cumplía el primero. Después de escuchar esto, ¿podemos volver a las andadas en nuestra relación con los demás?, ¿nos seguiremos creyendo buenos cristianos a pesar de no vernos demasiado bien retratados en estas palabras de Jesús?, ¿podremos rezar tranquilamente, en el Padrenuestro, aquello de "perdónanos como nosotros perdonamos"?
Jesús, te pido ayuda para vivir lo que nos propones: -"tratad a los demás como queréis que ellos os traten"; "la medida que uséis la usarán con vosotros"; -"sed compasivos como vuestro Padre es compasivo"; y cuando amamos de veras, gratuitamente, seremos "hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos". Saludar al que no nos saluda. Poner buena cara al que sabemos que habla mal de nosotros. Tener buen corazón con todos. No sólo no vengarnos, sino positivamente hacer el bien. Poner la otra mejilla. Prestar sin esperar devolución. No juzgar. No condenar. Perdonar... (J. Aldazábal).
-“Amadles... Hacedles bien... Deseadles el bien... Rogad por ellas... Dad... No reclaméis”... Todo esto no son ideas, ni sentimientos... sino actos reales, actitudes concretas. No, no es fácil vivir el evangelio... ¡no es "agua de rosas"!
-“Tratad a los demás como queréis que ellos os traten”. Ponerse en el lugar de los demás. ¡Cuán difícil es esto, Señor! Ven a nosotros.
-“Si amáis a los que os aman ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Si hacéis bien a los que lo hacen a vosotros... También los pecadores hacen otro tanto. Si prestáis sólo cuando esperáis cobrar...” Jesús, quieres que nuestro "amor" se haga universal, no centrado en los seres queridos.
-“Amad a vuestros enemigos, haced el bien sin esperar nada a cambio”... Es un amor desinteresado, gratuito.
-“Así tendréis una gran recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los malos y los desagradecidos. Sed misericordiosos, como Vuestro Padre es misericordioso”.
-“No juzguéis... No condenéis... Perdonad... Dad...” Dejo resonar en mí cada una de esas palabras, una a una, una después de otra. Y las llevo a la oración (Noel Quesson).
Entre 1915 y 1916, hubo en Turquía una gran masacre de cristianos armenios. Un joven fue asesinado a la vista de su hermana por un soldado turco; ella pudo escapar saltando una tapia. Más tarde, esta muchacha trabajaba de enfermera en un hospital, y llevaron a su sala al mismo soldado que había matado a su hermano. Se desencadenó entonces en el corazón de la joven una batalla: atenderlo o dejarlo morir. Deseaba vengarse, pero su fe cristiana le reclamaba amor y perdón. Felizmente para el soldado y para ella misma, ganó el amor de Cristo, y el infeliz criminal recibió las atenciones necesarias. Cuando el hombre se recuperó, reconoció a la joven que había perseguido y le preguntó por qué no lo había dejado morir. Ella respondió: «Porque yo sigo a Aquel que dijo: 'Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian'». El paciente se quedó pensativo y finalmente dijo: «Yo no sabía nada de una religión así. Explícame más sobre ella, porque la quiero conocer». El amor lo conquistó y ella tuvo el gozo de llevarlo a los pies del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Aquel individuo, que era imagen del hombre terreno, pasó a ser imagen del hombre celestial.
Como dice el Catecismo, «observar el mandamiento del Señor es imposible si se trata de imitar desde fuera el modelo divino. Se trata de una participación vital y nacida del fondo del corazón, en la santidad, en la misericordia y en el amor de nuestro Dios». El Cardenal Newman escribía: «¡Oh Jesús! Ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que vaya. Inunda mi alma con tu espíritu y vida. Penetra en mi ser, y hazte amo tan fuertemente de mí que mi vida sea irradiación de la tuya (...). Que cada alma, con la que me encuentre, pueda sentir tu presencia en mí. Que no me vean a mí, sino a Ti en mí». Amaremos, perdonaremos, abrazaremos a los otros sólo si nuestro corazón es engrandecido por el amor a Cristo (Josep Miquel Bombardó).
Sólo si reconozco al enemigo como persona, como ser humano puedo responder desde la misericordia de Dios a la crueldad ajena. Ser capaz de distinguir el mal que me hacen de quien me lo hace: quien me hace mal está por encima del mal que hace, en su dignidad de hijo de Dios, explicaba Jutta Burgraff. Amar a quien nos odia es la medida del verdadero amor. Porque quién sólo ama a quien le retribuye con los mismos sentimientos, no sobrepasa la medida del amor egoísta. Beneficiar a quien nos cause daño, bendecir al que nos maldice y ser generosos con los acaparadores es un modo de proceder que pone la lógica del mundo patas arriba.
Cuando respondemos bendiciendo a quien nos maldice, cuando oramos por quienes nos difaman, estamos propiciando una convivencia menos salvaje y, por lo menos, más humana; ojalá logremos que sea más fraterna y entonces, como dice el profeta Isaías: haremos de nuestras espadas arados, de nuestras lanzas podaderas; nadie se levantará contra los demás, ni nos prepararemos más para la guerra, pues caminaremos no conforme a nuestras miradas torpes y miopes, sino a la luz del Señor (www.homiliacatolica.com
 
).

2. La carne del templo que no se usaba con fines cultuales se vendía en el mercado. Pablo responde ahora que el cristiano es libre: "Todo me está permitido", "pero no todo me conviene", añade.
¡El ídolo es sólo una estatua de piedra! He estado viendo los Toros de Guisando, que estaban al parecer repartidos en el campo y los romanos los reagruparon en su situación actual (y luego fue escenario para un famoso tratado que hizo de Isabel de Castilla la heredera). Ya sin facciones en sus cabezas, están como elemento decorativo, lo que quizá tuviera antaño un significado cultual. Esto pasa con tantas idolatrías, de las que no queda nada más que una estatua de recuerdo.
-“No hay más que un solo Dios: el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos... y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros...” ¡Qué libertad y qué certeza! El Dios único: lo restante no vale nada. Y esta certeza libera totalmente al hombre de cualquier tabú o interdicto que ya no es sagrado sino profano... sólo Dios es sagrado.
-“Mas no todos tienen este conocimiento. Algunos comen la carne inmolada como tal carne ofrecida al ídolo”. Algunos "tienen miedo". Ya en Corinto se oponían los «fuertes» que se consideraban totalmente libres, y los «débiles» que, para sentirse más seguros, defendían las posiciones más estrictas.
-“Su conciencia que es «débil» se encontrará manchada”. Cuando uno cree cometer un pecado, lo comete: es una regla esencial de la conciencia...
-“Por consiguiente, si un alimento ha de causar la caída de mi hermano, -por quien murió Cristo- no comeré jamás carne, antes que causar la caída de mi hermano”. La caridad es el criterio último de juicio. Por mucho que yo sea totalmente libre personalmente y capaz de comer cualquier alimento, evitaré escandalizar a mis hermanos más débiles y, para ello, renunciaré incluso a lo que tengo derecho. «¡Ese hermano por quien murió Cristo!» Admirable fórmula: ¡qué respeto nos infundiría, si pensáramos más en ella! (Noel Quesson).
3. Te pido, Señor, con el salmista, que me guíes interiormente por tus caminos: “Señor, tú me sondeas y me conoces; / me conoces cuando me siento o me levanto, / de lejos penetras mis pensamientos; / distingues mi camino y mi descanso, / todas mis sendas te son familiares”. ¡Qué paz, saber que estoy seguro en tus manos, que me conoces mejor que yo mismo!
Tú has creado mis entrañas, / me has tejido en el seno materno. / Te doy gracias, / porque me has escogido portentosamente, / porque son admirables tus obras.” A pesar de mi poquedad, me has escogido, Señor, y no tengo que simular ser importante, sino que a pesar de todo me eliges, y por eso soy importante, porque me quieres: “Señor, sondéame y conoce mi corazón, / ponme a prueba y conoce mis sentimientos, / mira si mi camino se desvía, / guíame por el camino eterno.”
Llucià Pou Sabaté

martes, 9 de septiembre de 2014

Miércoles semana 23 de tiempo ordinario

Miércoles de la semana 23 de tiempo ordinario; año par

Hemos resucitado con Cristo, pensemos por tanto en las cosas de arriba, viviendo las bienaventuranzas
“En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: -«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas» (Lucas 6,20-26).  
1. Cada vez que leemos las bienaventuranzas leemos el retrato de Jesús. Señor, te vemos bajar de la montaña, donde habías elegido a los doce apóstoles, y al comenzar tu sermón de la montaña, en esta versión “de la llanura" (Lc 6,20-49), nos sobrecogemos al escuchar tus bienaventuranzas. Frente a las ocho de Mateo aquí sólo nos muestras cuatro seguidas de cuatro malaventuranzas o lamentaciones. “La bienaventuranza prometida nos coloca ante elecciones morales decisivas. Nos invita a purificar nuestro corazón de sus instintos malvados y a buscar el amor de Dios por encima de todo. Nos enseña que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana, por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y las artes, ni en ninguna criatura, sino en Dios solo, fuente de todo bien y de todo amor” (Catecismo 1723).
Jesús, llamas "felices y dichosos" a cuatro clases de personas: los pobres, los que pasan hambre, los que lloran y los que son perseguidos por causa de su fe. Y te lamentas de otras cuatro clases de personas: los ricos, los que están saciados, los que ríen y los que son adulados por el mundo. Se trata, por tanto, de cuatro antítesis. Como las que pone Lucas en labios de María de Nazaret en su Magníficat: Dios derriba a los potentados y enaltece a los humildes, a los hambrientos los sacia y a los ricos los despide vacíos. Es como el desarrollo de lo que había anunciado Jesús en su primera homilía de Nazaret: Dios le ha enviado a los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos.
-“Dichosos, vosotros, los pobres, Dichosos los que ahora pasáis hambre, Dichosos los que ahora lloráis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres y os expulsen y os insulten y os desprecien”. El adverbio "ahora" refuerza el carácter de real, algo histórico. Jesús, me invitas a: mirar mis propias miserias, mis pobrezas reales, mis hambres reales, mis llantos reales, los desprecios reales que he sufrido; y mirar a mi alrededor esos mismos sectores de miseria, esos pobres, esos sufrientes, esos hambrientos, esos despreciados.
Dichosos... El reino de Dios es vuestro. Dichosos... Vosotros seréis saciados... Dichosos... porque reiréis. Dichosos... porque vuestra recompensa será grande en el cielo”. Lucas marca netamente una antítesis entre el presente y el futuro:
Vosotros, que ahora tenéis hambre, seréis saciados... Vosotros, que ahora lloráis, reiréis...” Pero notemos también que la "felicidad" prometida ya está aquí, es actual. Dichosos... el reino de Dios es vuestro, desde hoy. Dichosos... vuestra recompensa es grande en el cielo.
Esta paradoja no va con los criterios del mundo. En nuestra sociedad se felicita a los ricos y a los que tienen éxito y a los que gozan de salud y a los que son aplaudidos por todos. Pero la fe es creer en ti, Señor, en tu estilo de vida y tu verdadera sabiduría, el auténtico camino de la felicidad y de la libertad. La del salmo 1: "Dichoso el que no sigue el consejo de los impíos: es como un árbol plantado junto a corrientes de agua... No así los impíos, no así, que son como paja que se lleva el viento". O como la de Jeremías: "Maldito aquél que se fía de los hombres y aparta de Yahvé su corazón... Bendito aquél que se fía de Yahvé y a la orilla de la corriente echa sus raíces" (Jr 1 7,5-6). Lo anunciado por los profetas se hace patente en ti, Señor (J. Aldazábal).
-“Alegraos ese día y saltad de gozo...” Sí, ese día, a partir de hoy... aun en medio de la pobreza, de las dificultades cotidianas, de los sufrimientos... tú nos invitas, Señor, al gozo que se expresa incluso exteriormente: "¡saltad de gozo!" Se nos debería notar  ese comenzar a vivir en el gozo de la felicidad eterna (Noel Quesson).
El modelo de la bienaventuranza es la Virgen María (1,45.48;11,27.28): “bienaventurada el alma de la Virgen que, guidada por el magisterio del Espíritu que habitaba en ella, se sometía siempre y en todo a las exigencias de la Palabra de Dios. Ella no se dejaba llevar por su propio instinto o juicio, sino que su actuación exterior correspondía siempre a las insinuaciones internas de la sabiduría que nace de la fe. Convenía, en efecto, que la sabiduría divina, que se iba edificando la casa de la Iglesia para habitar en ella, se valiera de María Santísima para lograr la observancia de la ley, la purificación de la mente, la justa medida de la humildad y el sacrificio espiritual. Imítala tú, alma fiel. Entra en el templo de tu corazón, si quieres alcanzar la purificación espiritual y la limpieza de todo contagio de pecado” (S. Lorenzo Justiniani).
Ser cristiano es seguir a Cristo, también en la cruz: “que ninguno de vosotros tenga que sufrir por homicida, ladrón, malhechor o entrometido en lo ajeno; pero si es por ser cristiano, que no se avergüence, sino que glorifique a Dios por llevar ese nombre” (1 P 4,15-16), y así lo entendieron los primeros cristianos: “Lo único que para mí habéis de pedir es que tenga fortaleza interior y exterior, para que no sólo hable, sino que esté también interiormente decidido, a fin de que sea cristiano no sólo de nombre, sino también de hecho. Si me porto como cristiano, tendré también derecho a este nombre y, entonces, seré de verdad fiel a Cristo, cuando haya desaparecido ya del mundo. Nada es bueno sólo por lo que aparece al exterior. El mismo Jesucristo, nuestro Dios, ahora que está con su Padre, es cuando mejor se manifiesta. Lo que necesita el cristianismo, cuando es odiado por el mundo, no son palabras persuasivas, sino grandeza de alma.
Yo voy escribiendo a todas las Iglesias, y a todas les encarezco lo mismo: que moriré de buena gana por Dios, con tal que vosotros no me lo impidáis. Os lo pido por favor: no me demostréis una benevolencia inoportuna. Dejad que sea pasto de las fieras, ya que ello me hará posible alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo” (S. Ignacio de Antioquía).
 “Alaba mi alma la grandeza del Señor, porque su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías”, dice el canto de la Virgen. El Señor no rechaza a los ricos; Él rechaza a los soberbios de corazón y a quienes han puesto su confianza en los bienes pasajeros. Y puesto que el hombre es fácil presa de las riquezas, que le hacen orgulloso y le llevan a rechazar a Dios.
2. San Pablo nos habla hoy de quien se dedica a Dios en cuerpo y alma:
-“Acerca del celibato, no tengo precepto especial del Señor, pero os doy mi consejo, como quien, por la misericordia del Señor, es digno de crédito”.
En aquella sociedad de Corinto había de todo, como hoy, desde el desprecio del cuerpo y de la sexualidad... hasta la más total de las libertades. Pablo nos habla de la grandeza y la indisolubilidad del matrimonio, e igualmente del valor del carisma de la continencia. No compromete lo que ha recibido de Jesús en estas cuestiones.
-“Si te casas, no pecas. Si una joven se casa, no peca. No tienes mujer, no la busques. Si estás casado, no busques separarte de tu mujer”. En aquella cultura el matrimonio estaba bien considerado, no así el celibato que ahora comienza en la Iglesia.
-“Pienso pues que el celibato es cosa buena, dados los acontecimientos que se preparan... Hermanos debo decirlo: el tiempo es limitado”. Subraya Pablo que "el mundo es limitado, efímero": el cristiano no debe apegarse a nada como a un fin en sí que le absorba por entero.
-“Porque la apariencia de este mundo pasa”. Lo de aquí es preparación de nuestra morada definitiva. Nada es aquí durable, permanente. Con la dedicación del celibato se hace explícita la elección de «una vida por Dios».
-“Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen”. Se puede vivir esa experiencia dentro del matrimonio, de un modo temporal para una dedicación más especial a las cosas de Dios. En uno y otro caso, se tratará de hacer una opción «por Dios»; si «la vida eterna» está presente en nuestras decisiones... Nada terrestre podemos usar con la avidez de un niño glotón (Noel Quesson). Lo básico es que todos «se dediquen al Señor» viviendo con dignidad según el carisma recibido; «libres de preocupaciones».
3. En el salmo nos parece oír esas invitaciones del Señor: “Escucha, hija, mira: inclina el oído, / olvida tu pueblo y la casa paterna; / prendado está el rey de tu belleza: / póstrate ante él, que él es tu Señor”. Dios queda prendado de los que se abren a su amor, y se vuelca en regalarnos con sus dones.
Ya entra la princesa, bellísima, / vestida de perlas y brocado; / la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes, / la siguen sus compañeras.” La elección divina llena al alma de belleza y de fecundidad: “Las traen entre alegría y algazara, / van entrando en el palacio real. / "A cambio de tus padres, tendrás hijos, / que nombrarás príncipes por toda la tierra."”
Llucià Pou Sabaté
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lunes, 8 de septiembre de 2014

Martes semana 23 tiempo ordinario

Martes de la semana 23 de tiempo ordinario; año par

Jesús nos elige y nos descubre un sentido de misión, para el que nos concedió las capacidades que vamos desarrollando en la vida
“Por aquellos días subió Jesús al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor. Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.” (Lucas 6,12-19)
1. -“En aquel entonces se fue a la montaña a orar y se pasó la noche orando a Dios. Toda la noche...” Ayúdame, Señor, a rezar a ejemplo tuyo, dedicando tiempo a ese trato necesario con el Padre Dios. Te veo, Jesús, rezar habitualmente, y especialmente en los momentos señalados: en su bautismo en el Jordán, cuando muchedumbres quieren oírte y tu curación, antes de la elección de tus apóstoles... Especialmente en el huerto de Getsemaní, en la Cruz perdonando a todos, y al entregar tu alma al Padre...
-“Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a "doce" de ellos a los que nombró "apóstoles"” (que significa "enviados por alguien"). Por tanto ahí les diste, Señor, el nombre de “enviados”.
«Un día -no quiero generalizar; abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia-, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana -que es la razón más sobrenatural-, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que sólo desaparece cuando te apartas de El» (J. Escrivá, Es Cristo que pasa 1).
¿Soy apóstol, en mi ambiente, en mi familia, en mi trabajo, en mi oración? ¿Soy consciente de que Jesús espera algo de mí, y me envía? El verdadero apóstol no acapara, no atrae hacia sí mismo... sino que orienta hacia el encuentro personal con Jesús.
-“Simón, Andrés, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, Simón el Zelote, Judas y Judas Iscariote, que fue el traidor”. Misterio de la libertad humana (Noel Quesson).
La comunidad de Jesús es "apostólica". No es cuestión de ser perfectos, sin defectos, pues todo está cimentado en la piedra angular, que es Cristo Jesús. sino de apreciar el don de Dios en nuestra vida. «Es norma general de todas las gracias especiales comunicadas a cualquier creatura racional que, cuando la gracia divina elige a alguien para algún oficio especial o algún estado muy elevado, otorga todos los carismas que son necesarios a aquella persona así elegida y que la adornan con profusión» (San Bernardino de Siena).
En este Cuerpo de Cristo, del que él es la Cabeza, hay fundamento (apóstoles) y sus sucesores, como Bernabé y Timoteo y Tito, ministros y otros muchos hombres y mujeres fieles. Todos somos igualmente miembros activos de la Iglesia (J. Aldazábal).
2. “Cuando alguno de vosotros tiene un pleito con otro, ¿cómo se atreve a llevar la causa ante los injustos y no ante los fieles?” No es bueno ir a los tribunales para cosas que se pueden resolver en la Iglesia. Se dice que esos tribunales contenían fórmulas idolátricas, y estamos ante una sociedad pre-cristiana, con normas muy distintas de las que el Evangelio quiere introducir. Te pido, Jesús, que sepa aportar mi vivencia del Evangelio, a la sociedad en la que vivo, para que mejoren las «instituciones» civiles, judiciales, políticas y sindicales. Es falso que algo mejora en lo social cuando lo que llevo es un espíritu «incoloro, inodoro e insípido».
Benedicto XVI habló de laicidad precisamente a la sociedad francesa, donde se confunde con el laicismo. Propuso una “laicidad positiva”, separación armónica entre Iglesia y del Estado, que se valoren mutuamente, sin negar la contribución de la Iglesia para iluminar los problemas éticos que se plantean en la sociedad: “Cristo ya ofreció el criterio para encontrar una justa solución a este problema al responder a una pregunta que le hicieron afirmando: ‘Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios’. La Iglesia en Francia goza actualmente de un régimen de libertad. La desconfianza del pasado se ha transformado paulatinamente en un diálogo sereno y positivo, que se consolida cada vez más”.
Sería malo entender laicidad como laicismo en el sentido de excluir de lo religioso a la vida civil, pues “es fundamental (…) la distinción entre el ámbito político y el religioso para tutelar tanto la libertad religiosa de los ciudadanos, como la responsabilidad del Estado hacia ellos”. Conviene “adquirir una más clara conciencia de las funciones insustituibles de la religión para la formación de las conciencias y de la contribución que puede aportar, junto a otras instancias, para la creación de un consenso ético de fondo en la sociedad.” La promoción coherente de los derechos humanos puede potenciar estos valores que están a la base de la convivencia social, como son los derechos inalienables del ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural, así como los concernientes a su educación libre, su vida familiar, su trabajo, sus derechos religiosos.
-“¿No sabéis que los justos han de juzgar al mundo?” Tú, Señor, dijiste que ellos participarán de su poder real y judicial: «os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel» (Mt 19,28).
-“Y ¿no es ya para vosotros un fallo tener pleito, hermanos entre hermanos, y esto ante los no creyentes?” Entonces podía provocar escándalo ir a tribunales civiles para determinadas cosas. Hoy día podemos discernir, según los casos, qué puede resolverse en el ámbito eclesial, y qué es mejor llevar a esos tribunales.
-“¿Por qué no preferís soportar la injusticia? ¿Por qué no dejaros antes despojar?” Jesús, nos dijiste que «al que te abofetea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra... al que quiera pleitear para quitarte la túnica, déjale también el manto...» (Mt 5, 38). A veces es mejor no discutir entre hermanos por cuestiones de dinero, cuando no se comete una injusticia sino simplemente nos privan de algo que nos correspondía. Si en cambio eso repercute en otras personas, habría que ver…
-“Los injustos no heredarán el Reino de Dios... Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces... y esto fuisteis algunos de vosotros, pero habéis sido lavados por el bautismo y sois «santos»”. Te pido, Padre, por la intercesión de tu Hijo Jesús, que tu misericordia me llene y me libres de todo mal. Que siempre domine en mi corazón la ley que nos enseñaste, Señor: «En esto conocerán que sois discípulos míos: en que os amáis unos a otros» (Jn 13,35). Así resume también san Pablo todo mandamiento: "No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás y cualquier otro mandamiento que haya se resumen en esta frase: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no causa daño al prójimo y, por tanto, el cumplimiento de la ley es el amor" (Rom 13,8-10).
Vivir «en el nombre del Señor y en el Espíritu de nuestro Dios» es algo nuevo.  Y aquí ha mostrado el Apóstol que una familia y una comunidad cristiana deberían saber "lavar la ropa sucia en casa", con una actitud tolerante, imitando la misericordia de Cristo, que refleja la de Dios Padre. Romper la espiral de la violencia o del rencor.
¡Qué impresión más pobre hace el que una familia airee sus tensiones internas con personas ajenas! Te pido, Señor, perdón y capacidad de humor (J. Aldazábal).
3. Con el salmista clamamos: “cantad al Señor un cántico nuevo, / resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; / que se alegre Israel por su Creador, / los hijos de Sión por su Rey.
Que los fieles festejen su gloria / y canten jubilosos en filas: / con vítores a Dios en la boca; / es un honor para todos sus fieles
Llucià Pou Sabaté


San Pedro Claver, presbítero

Pedro Claver y Juana Corberó, campesinos catalanes, tuvieron seis hijos, pero solo sobrevivieron Juan, el mayor, y los dos mas pequeños, Pedro e Isabel. El padre apenas podía firmar su nombre, pero era un hombre trabajador y buen cristiano. La infancia de Pedro quedó oculta para la historia como la de tantos santos, incluso la de Nuestro Señor. Trabajaba en el campo con su familia.
Pedro se graduó de la Universidad de Barcelona. A los 19 años decide ser Jesuita e ingresa en Tarragona. Mientras estudiaba filosofía en Mallorca en 1605 se encuentra con San Alonso Rodriguez, portero del colegio. Fue providencial. San Alonso recibió por inspiración de Dios conocimiento de la futura misión del joven Pedro y desde entonces no paró de animarlo a ir a evangelizar lo territorios españoles en América.
Pedro creyó en esta inspiración y con gran fe y el beneplácito de sus superiores se embarcó hacia la Nueva Granada en 1610. Debía estudiar su teología en Santa Fe de Bogotá. Allí estuvo dos años, uno en Tunja y luego es enviado a Cartagena, en lo que hoy es la costa de Colombia. En Cartagena es ordenado sacerdote el 20 de Marzo de 1616.
Al llegar a América, Pedro encontró la terrible injusticia de la esclavitud institucionalizada que había comenzado ya desde el segundo viaje de Colón el 12 de Enero de 1510, cuando el rey mandó a emplear negros como esclavos. Se trata de una tragedia que envolvió a unos 14 millones de infelices seres humanos. Un millón de ellos pasaron por Cartagena. Los esclavos venían en su mayoría de Guinea, del Congo y de Angola. Los jefes de algunas tribus de esas tierras vendían a sus súbditos y sus prisioneros. En América los usaban en todo tipo de trabajo forzado: agricultura, minas, construcción.
Cartagena por ser lugar estratégico en la ruta de las flotas españolas se convirtió en el principal centro del comercio de esclavos en el Nuevo Mundo. Mil esclavos desembarcaban cada mes. Aunque se murieran la mitad en la trayectoria marítima, el negocio dejaba grandes ganancias. Por eso, las repetidas censuras del papa no lograron parar este vergonzoso mercado humano.
Pedro no podía cambiar el sistema. Pero si había mucho que se podía hacer con la gracia de Dios. Pero hacía falta tener mucha fe y mucho amor. Pedro supo dar la talla. En la escuela del gran misionero, el padre Alfonso Sandoval, Pedro escribió: "Ego Petrus Claver, etiopum semper servus" (yo Pedro Claver, de los negros esclavo para siempre". Así fue. San Pedro no se limitó a quejarse de las injusticias o a lamentarse de los tiempos en que vivía. Supo ser santo en aquella situación y dejarse usar por Jesucristo plenamente para su obra de misericordia. En Cartagena durante cuarenta años de intensa labor misionera se convirtió en apóstol de los esclavos negros. Entre tantos cristianos acomodados a los tiempos, el supo ser luz y sal, supo hacer constar para la historia lo que es posible para Dios en un alma que tiene fe.
A pesar de su timidez la cual tubo que vencer, se convirtió en un organizador ingenioso y valiente. Cada mes cuando se anunciaba la llegada del barco esclavista, el padre Claver salía a visitarlos llevándoles comida. Los negros se encontraban abarrotados en la parte inferior del barco en condiciones inhumanas. Llegaban en muy malas condiciones, víctimas de la brutalidad del trato, la mala alimentación, del sufrimiento y del miedo. Claver atendía a cada uno y los cuidaba con exquisita amabilidad. Así les hacia ver que el era su defensor y padre.
Los esclavos hablaban diferentes dialectos y era difícil comunicarse con ellos. Para hacer frente a esta dificultad, el padre Claver organizó un grupo de intérpretes de varias nacionalidades, los instruyó haciéndolos catequistas.
Mientras los esclavos estaban retenidos en Cartagena en espera de ser comprados y llevados a diversos lugares, el padre Claver los instruía y los bautizaba. Los reunía, se preocupaba por sus necesidades y los defendía de sus opresores. Esta labor de amor le causó grandes pruebas. Los esclavistas no eran sus únicos enemigos. El santo fue acusado de ser indiscreto por su celo por los esclavos y de haber profanado los Sacramentos al dárselos a criaturas que a penas tienen alma. Las mujeres de sociedad de Cartagena rehusaban entrar en las iglesias donde el padre Claver reunía a sus negros. Sus superiores con frecuencia se dejaron llevar por las presiones que exigían se corrigiesen los excesos del padre Claver. Este sin embargo pudo continuar su obra entre muchas humillaciones y obstáculos. Hacia además penitencias rigurosas. Carecía de la comprensión y el apoyo de los hombres pero tenia una fuerza dada por Dios.
Muchos, aun entre los que se sentían molestos con la caridad del padre Claver, sabían que hacia la obra de Dios siendo un gran profeta del amor evangélico que no tiene fronteras ni color. Era conocido en toda Nueva Granada por sus milagros. Llegó a catequizar y bautizar a mas de 300,000 negros.
En la mañana del 9 de Septiembre de 1654, después de haber contemplado a Jesús y a la Santísima Virgen, con gran paz se fue al cielo.
Beatificado el 16 de Julio de 1850 por Pío IX.
Canonizado el 15 de Enero de 1888 por León XIII junto con Alfonso Rodriguez.
El 7 de Julio de 1896 fue proclamado patrón especial de todas las misiones católicas entre los negros.
El papa Juan Pablo II rezó ante los restos mortales de San Pedro Claver en la Iglesia de los Jesuitas en Cartagena el 6 de Julio de 1986.
Su fiesta se celebra el 9 de Septiembre.
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domingo, 7 de septiembre de 2014

Lunes semana 23 tiempo ordinario

Lunes de la semana 23 de tiempo ordinario; año par

Jesús cura en sábado, no se para en menudencias sino que va al fondo de la ley: el amor
“Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenla parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: -«Levántate y ponte ahí en medio.» Él se levantó y se quedó en pie. Jesús les dijo: -«Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?» Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: -«Extiende el brazo.» Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús” (Lucas 6,6-11).
1. Siguen incordiándote con el sábado, Jesús: hoy con una curación hecha en la sinagoga en ese día.
-“Otro sábado Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar”... no sé si ibas cada sábado a la reunión de plegaria, Jesús, pero sí muchas veces, quizá cuando veías que buenamente podías, ibas. Ayúdame, Señor, en mis "fidelidades" necesarias... en las regularidades que he decidido... somos un espíritu encarnado, y con los hábitos, nuestras experiencias humanas –como la oración- nos vamos configurando, repitiendo como un gota a gota incansablemente renovado, y así vamos construyendo nuestra vida.
-“Había allí un hombre que tenía el brazo derecho atrofiado...” Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado y encontrar de qué acusarlo. Señor, tú conoces sus pensamientos... eres un "conocedor del corazón humano", es un don divino, que también das a otros, de leer en los corazones... y adivinar, por señales casi imperceptibles, ciertas realidades escondidas. Humanamente eso viene de una "atención al otro", de una capacidad de "ponerse en lugar de los otros".
Te das cuenta del dolor de aquel hombre. El enfermo con el brazo paralizado no te dice nada, pero se debía leer en su cara la súplica.
-“Dijo al hombre del brazo atrofiado: "Levántate y ponte ahí en medio de todos."” Señor, danos esa delicada atención de simpatía por los que sufren. Haznos "descubrir" las penas ocultas, las necesidades de los demás.
-“"Os pregunto: ¿Qué es lo que está permitido en sábado, hacer el bien o hacer el mal; salvar una vida o acabar con ella?” El "honor de Dios" estaba resguardado con el sábado. Sabemos que murieron muchos judíos cuando los atacaban en sábado, en alguna guerra, porque no querían luchar ese día, preferían morir. El descanso obligatorio del sábado tenía unos excesos, que llamamos fanatismo. Tú criticas, Señor, la mera observancia legalista, vas hasta el fondo de la razón que explica el sábado; entiendes que la Gloria de Dios es exaltada en primer lugar por el "bien" que se hace a los desgraciados, por la "vida salvada" a alguien. Liberar a un pobre enfermo de su mal, es, para ti, un modo más verdadero de santificar el "día del Señor", que dejar a un hombre en el sufrimiento, por el pretendido honor de Dios. Ayúdanos, Señor, a superar las sumisiones y las obediencias formales a normas: haz que comprendamos el fondo de las normas, y sobre todo entendamos desde el interior lo que Dios nos pide cuando nos pide algo... haz que captemos que Dios no es ante todo un amo que desea doblegar a las personas, sino un Padre que ha dado unas leyes para el bien de sus hijos, un Salvador que desea "hacer el bien... salvar vidas".
-“Entonces, echando una mirada a todos, le dijo al hombre: "Extiende tu mano". Lo hizo y su mano quedó normal.” Una vez más, haces el "bien" sin preocuparte de las críticas.
-“Ellos, furiosos, discutían qué podrían hacer con Jesús.” ¡Se sospecha de El que prefiere el hombre a la Gloria de Dios! ¡Se estancan en las reglas formales del sábado que prohibían cualquier trabajo (Noel Quesson).
Las actitudes farisaicas chocan contigo, Jesús. No es fácil soportar en la tierra a Aquel que declara el fin de la falsedad, de la opresión, de la religión fácil y cómoda. Todo el problema de las tinieblas es lograr hacer desaparecer la luz: "Ellos (los fariseos)... deliberaban entre sí, qué harían a Jesús". El "pecado" de Jesús fue hacer el bien y poner en carne viva el problema de una religión oprimida y seca, para la cual hacer el bien era lo más pecaminoso.
El día dedicado al culto de Dios es día de la alegría, del descanso laboral, de la oración, de la vida de familia, del agradecimiento por la obra de la creación. Parece como si ese día acumularas tus gestos curativos y salvadores, Señor.
Ellos viven con su preocupación casuística, tú vives, Señor, en libertad, nos enseñas actitudes más profundas, el espíritu más que la letra. Las normas están muy bien, y son necesarias, pero sin llegar a un legalismo formalista. No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre (cf Mc 2,27), nos dirás. Entiendo que la norma está al servicio del bien de la persona, del bien común… Hay cosas llenas de espíritu, como el domingo con la celebración de la Eucaristía, el rezo de la Liturgia de las Horas... Necesitan unas normas, pero a veces se han seguido las normas de una manera tan estricta y minuciosa que quizá se ahogaba la alegría de la celebración. Es compatible el rigor de la liturgia con esponjar el ánimo y alegrarse con Dios y dedicarle una alabanza sentida y celebrar su comida pascual en el día consagrado a él, es decir que haya interioridad y no se limite a crear un clima de mero cumplimiento exterior. Se nota claramente que tú, Jesús, das prioridad a la persona que a la norma.
Curar en “shabat” … vivir la caridad… Los cristianos debemos rezar y celebrar la Eucaristía en el día del Señor. Y a la vez, precisamente ese día, nos deberíamos mostrar fraternos y sanantes, con detalles de caridad y buen corazón con las personas cercanas que, aunque no nos lo pidan, ya sabemos que necesitan nuestro interés y nuestro cariño (J. Aldazábal).
¿"Hacer bien" o "hacer mal"? La omisión del bien es un mal. ¿Quién querrá decir que la ley del sábado prohíba que se haga el bien y exija que se haga el mal? El sábado es para los judíos, no sólo día de reposo, sino también día destinado a hacer bien y día de alegría. Jesús, vuelves a restablecer el verdadero sentido del sábado. Ha de ser un día en el que se disfrute y se proporcione alegría a los demás. Se realiza el sentido del sábado haciendo bien a personas que sufren, usando misericordia. "Misericordia quiero y no sacrificios" (Os 6.6).
El descanso de Dios no consiste en no hacer nada, sino en vivir la obra, en gozar de ella. "Dios se gozó en su obra" (Sal 104,31). El sábado es día en que se vive la vida, en que se goza de la obra, día de glorificación de Dios. ¿No se ha de restablecer mediante la curación este sentido más profundo del sábado? ¿En vez de la vida habría que elegir la ruina?
La mano volvió a quedar sana. La restauración del universo forma parte del cuadro de los tiempos mesiánicos. Lo que ahora comienza será llevado a la perfección. "El cielo debe retener (a Jesús) hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas desde antiguo" (Hch 3,21). Mediante la curación muestra Jesús que le está permitido restaurar el sentido del sábado según la mente de Dios, ya que él mismo aporta la restauración de todas las cosas. El sábado es figura del gran reposo sabático de Dios (Hb 4,8ss), que se iniciará cuando sean restauradas todas las cosas y todo haya alcanzado su acabada perfección (El NT y su mensaje, Herder).
El joven rabí Jesús va desmantelando las insistencias esclerotizadas de la religión: reglas de la pureza en las comidas (Lc 5,29-32), de ayuno (Lc 5,33-38) y de reposo sabatino (Lc 6,1-11). Lucas evoca el conocimiento que Jesús posee del corazón humano (v 8; cf Jn 1,48; 2,24-25; 4, 17-19; 6, 61-71, etc.). Así Cristo tiene no solamente un conocimiento más profundo que los otros rabinos de la ley que enseña, sino que conoce mejor a los hombres. Ahí reside el secreto de la autoridad con la que enseña y que le coloca por encima de todos los demás (cf. Lc 4, 32): habla desde Dios y desde el corazón del hombre.
Este día aniversario de la liberación de Egipto es el que tú, Jesús, dedicas a sacar a la gente de las esclavitudes, también de las normas represivas con la excusa del pretendido honor de Dios. Fuiste sospechoso de preferir el hombre a la gloria de Dios. En el antiguo Israel las prescripciones cultuales estaban por encima del hombre, que se eclipsa ante el honor de Dios. Así ocurría con la circuncisión y con el sábado. Enseñas, Señor, que la verdadera obediencia no pasa por una perfección formal a la ley, pues aquellos son infieles si no tienen idea de fraternidad y de solidaridad. Esto es lo que hace una obediencia más radical que la sumisión a la ley; donde Dios está presente, más allá del miedo de haber faltado al deber y del desprecio de los que juzgan al prójimo desde fuera, sin conocer su corazón (Maertens-Frisque).
2. –“Se oye hablar de una falta grave de conducta entre vosotros”, dirá S. Pablo reprochando que dejen un incestuoso en la comunidad.
-“Y ¡vosotros permanecéis tan engreídos! en lugar de doleros para que fuera expulsado de entre vosotros el autor de tal acción”. La corrección es necesaria para el bien común, y para el interesado, al que se puede perdonar, pero no dejarle en la comunidad con un modo de proceder que niega el misterio de Jesús en su fidelidad y unión con su Iglesia.
-“Vosotros sois como el pan de Pascua que no ha fermentado. Mirad que Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado. Celebremos pues la fiesta, no con vieja levadura -la perversidad y el vicio- sino con pan ázimo -la rectitud y la verdad”. ¿Qué es la "vieja levadura", lo agrio que debo rechazar de mi vida, para hacerla digna de Cristo y de la Eucaristía?
La llamada excomunión contra ciertos pecados públicos por ejemplo, ayudan a la curación del pecador y a que la comunidad cristiana sea un «signo de salvación» y sea «misionera» revelando así al mundo lo que es vivir una vida de hombre ¡a la luz del resucitado!
-“Reunidos en asamblea, en nombre del Señor Jesús, y con su poder, sea entregado ese individuo a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu se salve en el Día del Señor”. El juicio interno sobre una persona, sus intenciones, pertenece solo a Dios. El castigo tiene carácter medicinal, para su salvación y el bien común (Noel Quesson).
3. Con el salmista, me acojo a tu misericordia, Señor: 
Tú no eres un Dios que ame la maldad, / ni el malvado es tu huésped, / ni el arrogante se mantiene en tu presencia.
Detestas a los malhechores, / destruyes a los mentirosos; / al hombre sanguinario y traicionero / lo aborrece el Señor.
Que se alegren los que se acogen a ti, / con júbilo eterno; / protégelos, para que se llenen de gozo / los que aman tu nombre”.
Llucià Pou Sabaté


La Natividad de la Santísima Virgen María

«Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán... (...). La generación de Jesucristo fue así: Estando desposada su madre Maria con José, antes de que conviviesen, se encontró que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo. José su esposo, como era justo y no quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en secreto. Estando él considerando estas cosas, he aquí que un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto ha ocurrido para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien llamarán Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros. Al despertarse José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su esposa.» (Mateo 1, 1-16.18-24)

1º. «La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos» (CEC.-522).
Hoy aparece en el Evangelio toda la genealogía tuya desde Abrahán.
Catorce generaciones de Abrahán a David, catorce más hasta la deportación a Babilonia y otras catorce hasta Ti.
¡Cuánta gente ha pasado!
¿Qué queda de ellos?
La vida es corta y después de mí vendrá otra generación, y después otra.
«Maria Santísima, Madre de Dios, pasa inadvertida, como una más entre las mujeres de su pueblo.
Aprende de Ella a vivir con «naturalidad» (Camino.-499).
Madre, nadie se entera de que eres la Elegida; nadie sabe los favores especiales que has recibido de Dios.
No vas con la cara alta, mostrando lo que sólo pertenece a Dios y a quien Él se lo quiera revelar.
Ni siquiera a José le dijiste nada hasta que Dios no le hizo partícipe de la misión que te había encomendado.
Sin embargo, se nota que eres especial. Porque eres dócil, humilde.
Porque eres atenta y servicial. Porque siempre sonríes y tienes una palabra de ánimo. Porque haces las cosas bien.
Esa es tu «naturalidad».
Una vida sin espectáculo pero llena de contenido.
Una vida que tiene un fundamento: Jesús.
Madre, esa es la «naturalidad» que te pido para mí.
No se trata de que vaya pregonando mi vocación personal de cristiano donde nohaga falta; pero sí debe notarse en mi modo de comportarme.
Porque yo también tengo a Jesús dentro de mí, en mi alma en gracia.
Por ello tengo la posibilidad de quedarme a solas con él y ofrecerle silenciosamente mi trabajo, las alegrías y las dificultades del día; y decirle que quiero hacerlo todo por Él y para Él.
3º. María está encinta y José no se lo explica.
¡Cómo debiste sufrir, José, durante estos días de desconcierto!
Y lo peor es que ibas a tener que abandonar a la persona que más amabas en esta tierra.
Esta fue la cruz de José, la prueba que Dios le puso antes de encomendarle la gran misión: ser el esposo de María, la Madre de Dios; ser el jefe de la Sagrada Familia.
Jesús, también yo sufro dificultades, reveses, tentaciones.
Son pequeñas pruebas, pequeñas cruces comparadas con la que tuvo que sufrir San José.
Pero son grandes oportunidades para mostrar el amor que te tengo, y para que Tú me puedas también confiar cosas más grandes.
José, no buscaste la solución más fácil, sino la más justa, aunque te costaba terriblemente ponerla en práctica.
Ayúdame a tener siempre esa fortaleza.
Que sepa sufrir, que aguante la dificultad, que tenga el aplomo necesario para que Dios se pueda apoyar en mí y me pueda confiar lo que quiera.
4º. Jesús, hoy quieres que aprenda de tu padre en la tierra, de José.
Quieres que aprenda de su vida corriente en apariencia, pero llena de sentido por la misión que tenía de cuidarte.
Quieres que yo también sea, en medio de mi vida de trabajo, piadoso, servidor irreprochable de Dios, cumplidor de la voluntad divina.
José, eres mi padre y señor, eres mi maestro.
Tú has sabido como nadie trabajar en presencia de Dios, con justicia, con profesionalidad; tú has aprendido a amar a Dios cumpliendo sus mandamientos y orientando toda tu vida en servicio de tus hermanos, los demás hombres.
Tú has obedecido siempre la voluntad de Dios: «José hizo como el ángel del Señor le había mandado.»
 Ayúdame a comportarme así en mis circunstancias concretas, cada día.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Domingo semana 23 tiempo ordinario, ciclo A

Domingo de la semana 23 de tiempo ordinario; ciclo A

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
«Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígele a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no escucha, toma entonces contigo a uno o dos, para que cualquier asunto quede firme por la palabra de dos o tres testigos. Pero si no quiere escucharlos, díselo a la Iglesia. Si tampoco quiere escuchar a la Iglesia, tenlo por pagano y publicano.
Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el Cielo, ytodo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el Cielo.
Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra sobre cualquier cosa que quieran pedir; mi Padre que está en los Cielos se lo concederá. Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» (Mateo 18, 15-20)
1º. Jesús, hoy me enseñas una de las consecuencias del mandamiento nuevo: si he de amar a los demás como Tú los amas, tengo también la responsabilidad de intentar que rectifiquen cuando su comportamiento no es el que debería ser.
Esta responsabilidad se llama corrección fraterna: corregir al hermano.
«Si te escucha, habrás ganado a tu hermano;» le habrás hecho el mayor favor, le habrás mostrado que le quieres de verdad.
En mi apostolado de cristiano corriente, además de abrir horizontes espirituales a los que me rodean mostrándoles la belleza del camino de santidad, debo advertirles -sin ofender, con cariño- aquellas cosas que no hagan bien.
Es un deber cristiano, como lo es el deber de ayudar a los que están necesitados en el terreno material.
Pero no es suficiente con señalar los defectos.
Lo que me pides, Jesús, es que les ayude a mejorar: con mi oración, con mi ejemplo y con mi palabra.
Jesús, me has dado un gran medio para ayudar a mis amigos a ser mejores: la Confesión.
Este sacramento no sólo perdona los pecados, sino que además da fuerzas para luchar en aquello de lo que uno se confiesa.
Les has dado a los apóstoles  y a través de ellos a los sacerdotes  el poder de atar y desatar: el poder de perdonar los pecados y administrar tu gracia.
¡Qué gran complemento a la corrección fraterna es el llevar a mis amigos a la Confesión!
Toda la virtud de la penitencia reside en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une con Él con profunda amistad. El fin y el efecto de este sacramento son, pues, la reconciliación con Dios. En los que reciben el sacramento de la Penitencia con un corazón contrito y con una disposición religiosa, tiene como resultado la paz y la tranquilidad de conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual. En efecto, el sacramento de la reconciliación con Dios produce una verdadera «resurrección espiritual», una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de Dios» (CEC.-1468).
2º. «¿No es raro que muchos cristianos, pausados y hasta solemnes para la vida de relación (no tienen prisa), para sus poco activas actuaciones profesionales, para la mesa y para el descanso (tampoco tienen prisa), se sientan urgidos y urjan al Sacerdote, en su afán de recortar; de apresurar el tiempo dedicado al Sacrificio Santísimo del Altar? (Camino.-530).
Jesús, hoy me haces una promesa que debo recordar a menudo: «donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»
Quieres que los cristianos nos reunamos en tu nombre para rezar, para pedir cosas al Padre.
De ahí la importancia de rezar en familia, hacer la oración acompañado de otros, y de muchas costumbres en las que los cristianos se reúnen para rezar: procesiones, romerías, etc.
Jesús, Tú estableciste que la reunión de cristianos por excelencia fuera la Santa Misa: «haced esto en memoria mía» (Lucas 22,19).
En la Santa Misa, Tú estás en medio de nosotros de manera muy especial: te haces presente en la Eucaristía con tu cuerpo y sangre, alma y divinidad.
Por eso, la Santa Misa es el mejor lugar para pedirte lo que necesito, y también para alabarte, darte gracias y pedirte perdón.
Si esto es así, ¿no es raro que muchos cristianos se sientan urgidos para recortar el tiempo dedicado al Sacrificio Santísimo del Altar?
Jesús, lo que pasa es que me falta fe para descubrir tu presencia en la Misa.
Auméntame mi fe.
Precisamente la Misa es el mejor momento para pedirte que aumentes mi fe, especialmente en la Consagración y en la Comunión, pues la Eucaristía es el Sacramento de nuestra Fe.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.
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Sábado semana 22 de tiempo ordinario

Sábado de la semana 22 de tiempo ordinario; año par

Jesús no nos quiere aprisionados en intrincadas normativas farisaicas, sino que vayamos a los sustancial, la libertad del amor
“Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano. Unos fariseos les preguntaron: -«¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?» Jesús les replicó: -«¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros.» Y añadió: -«El Hijo del hombre es señor del sábado» (Lucas 6,1-5).
1. Hoy, Jesús, nos hablas sobre el sábado. Apreciabas el sábado y, como buen judío, lo habías incorporado a tu espiritualidad: por ejemplo, ibas cada semana a la sinagoga, a rezar y a escuchar la Palabra de Dios con los demás. Y cumplirías seguramente las otras normas relativas a este día.
-“Un sábado atravesaba Jesús por unos campos de trigo”. Jesús en plena naturaleza estival, al iniciarse la recolección.
-“Sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano”. Gesto tan natural, tan anodino, tan sencillo, tan maquinal. ¡Es agradable mascar un grano de trigo tan harinoso! Pero la alegría no es compartida por todos, sobre todo cuando hay envidiejas, o complicación interior… Decía S. Cirilo de Alejandría: “¡Oh fariseo!, ves al que hace cosas prodigiosas y cura a los enfermos en virtud de un poder superior y tú proyectas su muerte por envidia”.
-“Unos fariseos les dijeron: "¿Por qué hacéis lo que no está permitido en sábado?"” Aquí vemos la mente estrecha de algunos que interpretaba, a su manera minuciosa, las prescripciones rituales. La Ley de Moisés no habla de esas menudencias, pero las tradiciones, la Mischná, había añadido toda clase de detalles a la Ley, como las cosas prohibidas en sábado. Jesús, nos has liberado también de todo esto. El hombre tiene una fastidiosa tendencia a dar una importancia desmesurada a los "medios", olvidando a veces el fin. Debo atenerme a lo esencial. En mi Fe, en las costumbres religiosas, en los ritos, he de ver primero su finalidad, su objetivo profundo... y pensar que los modos de expresión pueden cambiar.
No te gusta, Jesús, la interpretación exagerada: ¿cómo puede ser contrario a la voluntad de Dios quitar así el hambre?
-“Jesús contestó” (pues la libertad que tienes, Jesús, es espontánea y actitud reflexiva a la vez): -“¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes dedicados -que sólo a los sacerdotes les está permitido comer-, comió él y les dio a sus hombres”. Es una respuesta propia del hijo de David, que invoca las auténticas tradiciones (1 Sam 21). Es decir les razona con al Palabra, que ellos interpretan mal. Dios no quiere fastidiarnos. Lo que Dios quiere es que el hombre "viva". Las mismas normas de ley natural tienen una gradación: la conservación de la persona, de la vida, de la familia… ¿Cómo ha podido el cristianismo parecer a veces deshumanizante, menospreciador del cuerpo y de las realidades humanas? Mi cuerpo, ¿es importante para mí? ¿Qué haría sin él? Incluso la oración, la actividad más espiritual, es imposible sin ese buen compañero. Y "el Verbo se hizo carne", se hizo cuerpo.
-“Y Jesús añadió: "EI Hijo del hombre es señor del Sábado." ¡Dios bien sabía que el sábado era una institución sagrada! Ahora bien, Jesús afirma tener derecho a rechazar los detalles rituales concernientes al sábado para volver a encontrar la intención primitiva del legislador (Noel Quesson).
Jesús, hablas realmente con autoridad y poder. Te atreves a reinterpretar una de las instituciones más sagradas de su pueblo. Sobre todo les debió saber muy mal a los fariseos la última afirmación: "el Hijo del Hombre es señor del sábado". Si ese día era la representación de Dios, entonces te hacías Dios, y era algo blasfemo para ellos.
Pero en otros momentos dijiste también “no es el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre”. Ahí entiendo que nos decías que las normas son para las personas, para su  bien, y no al revés. Que los mandamientos de amar a Dios y a los demás (y por tanto no caer en la idolatría o en el homicidio u otros crímenes) son básicos, pero que las demás obligaciones miran el bien de la persona, de la familia, de la comunidad. Por tanto, que su cumplimiento es válido cuando ayuda al fin de esas normas (el sábado es para el hombre), y no ha de ser el hombre para el sábado en el sentido de que pierda la salud o la familia por un cumplimiento de ellas.
Es una difícil sabiduría distinguir entre lo que es importante y lo que no. Guardar el sábado como día de culto a Dios, día de descanso en su honor, día de la naturaleza, día de paz y vida de familia, día de liberación interior, sí era importante. No valía la pena discutir y perder la paz por eso. Es un ejemplo de lo que ayer nos decía Jesús respecto al paño nuevo y a los odres nuevos. Cuántas ocasiones tenemos, en nuestra vida de comunidad, de aplicar este principio. Cuántas veces perdemos la serenidad y el humor por tonterías de estas, aferrándonos a nimiedades sin importancia. Lo que está pensado para bien de las personas y para que esponjen sus ánimos -como la celebración del domingo cristiano- lo podemos llegar a convertir, por nuestra casuística e intransigencia, en unas normas que quitan la alegría del espíritu. El domingo es un día que tiene que ser todo él, sus veinticuatro horas, un día de alegría por la victoria de Cristo y por nuestra propia liberación. Con la Eucaristía comunitaria en medio, pero con el espíritu liberado y gozoso: un espíritu pascual. El legalismo exagerado también puede matar el espíritu cristiano. Por encima de todo debe quedar la misericordia, el amor (J. Aldazábal).
Jesús, tú eres el Esposo y ha llegado el tiempo de la boda. Al atardecer del día sexto, Dios había descansado para consagrar la creación, y los hombres habían consagrado el sábado para alabar a Dios por sus maravillas. Un día para santificar el tiempo... Ahora, Jesús, ya estás tú aquí, y toda la vida del hombre es "santa": es tiempo del hombre y tiempo de Dios. En adelante, nada de cuanto es humano es ajeno a Dios. Ahora vivimos el “domingo”, día del Señor (o como se dice en otros idiomas, día del Sol que eres tú, Señor, con tu Resurrección).
Nadie puede estar al 100% en esa interpretación de la voluntad de Dios. Recordemos lo que Pablo nos decía ayer: "¡No juzguéis antes de tiempo, dejad que venga el Señor!" Cabe, indudablemente, (no tenemos la clarividencia de Jesús) el riesgo de equivocarnos. Pero os confieso que, personalmente, prefiero equivocarme desde el amor y la misericordia que desde la observancia o la rigidez. No se trata de relativizar, como si todo diera lo mismo. Se trata de cultivar la conciencia de la propia fragilidad, de la propia e incesante necesidad de perdón, de la certeza de sólo Dios puede ver hasta el fondo nuestras intenciones y... las de los demás. Clamemos a El: su Amor nos sostendrá (Olga Elisa Molina).
Como rezaba Charles Peguy: Tenemos que salvarnos todos juntos. Todos hemos de llegar juntos a la casa del Padre. ¿Qué nos diría el Padre si nos viera llegar a unos sin los otros?
2. –“Hermanos, pienso que, a nosotros los apóstoles, Dios nos ha asignado el último lugar entre los hombres, como condenados a muerte, expuestos a modo de espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres”.
Pablo encarecerá todavía al final del pasaje: «hemos venido a ser basura del mundo, desecho de los hombres.» En la ciudad de Corinto, Pablo estaba lejos de ser un notable, una autoridad. Se compara a esos vagabundos lastimosos que las ciudades de la época mantenían para servir de víctima expiatoria en las calamidades públicas... o también a esos condenados destinados a las fieras en las anfiteatros ¡bajo la mirada de los «espectadores»! Jesucristo crucificado, es a ti a quién quiero contemplar, una vez más.
-“Nosotros somos necios, por seguir a Cristo”... para lanzarse a una empresa tan insensata: anunciar a los hombres el escándalo de la cruz. Y vosotros sois sabios, en Cristo...
-“Nosotros "locos"... vosotros sabios. Nosotros "débiles"... vosotros fuertes. Nosotros "despreciados"... vosotros alabados”. Es el eco de las bienaventuranzas. Si uno quiere ser cristiano, no ha de olvidarlas. La satisfacción de sí mismo, la suficiencia farisaica, incluso la espiritual, son contrarias al evangelio.
-“Hasta el presente, pasamos hambre, sed, desnudez, somos azotados, vagabundos, fatigados trabajando con nuestras propias manos”. Dirá Benedicto XVI que es la impaciencia de los hombres lo que pierda al mundo, y la paciencia de Dios en la Cruz lo que lo gana…
-“Injuriados... bendecimos. Perseguidos... soportamos. Calumniados... consolamos”. La paradoja de las bienaventuranzas… Gente "pobre", que es "dichosa"... gente "que ha recibido daño de otros" y que pasan su tiempo "haciendo felices a los demás". Es no solo doctrina, sino lo que define tu rostro auténtico, Jesús. Y es una de las enseñanzas más importantes de la Epístola a los Corintios. No es discípulo de Cristo el que no reproduce alguno de sus rasgos.
-“No os escribo estas cosas para avergonzaros, sino para instruiros como hijos muy queridos... En Cristo, no tenéis muchos padres... Por haberos anunciado el Evangelio soy yo quien os ha engendrado”…
La lista de bienaventuranzas que nos enseñó Jesús se parece a esta enumeración de actitudes de un apóstol, según Pablo: los que encuentran la verdadera felicidad interior son los humildes, los perseguidos, los que lloran, los que buscan la paz... Algo tendría que cambiar en nuestra actuación para parecernos más a Pablo y sobre todo a Jesús, que sufrió los mismos contratiempos que Pablo y dio incluso su vida por los demás.
3. De nuevo el salmo nos orienta hacia el juicio de Dios y nos invita a poner en él la confianza, no en nuestros méritos ni en el prestigio que podamos tener: "del Señor es la tierra y cuanto la llena... ¿quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, ése recibirá la bendición del Señor".
Llucià Pou Sabaté
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jueves, 4 de septiembre de 2014

Viernes semana 22 de tiempo ordinario

Viernes de la semana 22 de tiempo ordinario; año par

Jesús es el esposo que llega de Dios, y hemos de hacer fiesta
“En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: -«Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber.» Jesús les contestó: -«¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán.»Y añadió esta parábola: -«Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: "Está bueno el añejo."»” (Lucas 5,33-39).
1. Empiezan las discusiones con los fariseos.
-“Los fariseos y sus escribas dijeron a Jesús: "Los discípulos de Juan tienen sus ayunos frecuentes y sus rezos, y los de los fariseos también, en cambio los tuyos comen y beben."” En el Antiguo Testamento, el ayuno y la abstinencia de vino eran signos de austeridad, ligados a la espera del mesías. Simbólicamente significaban: "los tiempos son malos, estamos insatisfechos, hemos perdido el gusto de vivir... que venga de una vez el tiempo de la consolación y de la alegría, cuando el mesías estará aquí."
Acusan a los discípulos de que "comen y beben", lo mismo que achacarán a Jesús (Lc 7,33s). Jesús, tú mismo habías ayunado cuarenta días en el desierto y la comunidad cristiana, desde muy pronto, dedicó dos días a la semana (miércoles y viernes) al ayuno. No eliminas el ayuno, muy arraigado en Israel. Pero indicas que ha llegado el Mesías, ha llegado el Novio, y tus amigos están de fiesta.
-“Jesús les contestó: ¿Queréis que ayunen los invitados a la boda mientras el novio está con ellos?"” La respuesta es clara. Los tiempos de fiesta no son para ayunar, y expresar esa alegría -los cristianos no pueden ser personas tristes- pues "el Esposo está con ellos."
-“Llegará el día en que se lleven al novio, y entonces, aquel día, ayunarán”. Es lo que hacemos en tiempos de expectación del Señor, para prepararnos durante el año litúrgico.
-“Y les decía esta parábola: "Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para echársela a un manto viejo; porque el nuevo se queda roto, y al viejo no le irá el remiendo del nuevo."” Marcos y Mateo dicen que no sirve de nada porque el tejido nuevo tira del viejo. Lucas habla de que es estropear los dos paños. Lo nuevo es el amor de Dios, la Iglesia, y encuentro ante mí una maravillosa aventura. Jesús, tú haces nuevas todas las cosas. Te pido que renueves mi corazón para apreciar la novedad de tu amor encarnado.
-“Nadie echa tampoco vino nuevo en odres viejos, porque si no, el vino nuevo revienta los odres; el vino se derrama y los odres se echan a perder”. La nueva Alianza, a pesar de la continuidad con la Antigua, es verdaderamente una novedad: ¡Dios hecho hombre!
Jesús, subrayas el carácter de radical novedad que supone el acogerte como enviado de Dios, con la doble comparación de la "pieza de un manto nuevo en un manto viejo" y del "vino nuevo en odres viejos".
Aceptarte en nuestras vidas comporta cambios importantes. No se trata sólo de "saber" unas cuantas verdades respecto a ti, sino de dejarme transformar, cambiar mi estilo de vida. Vivir con alegría interior.
Estamos de fiesta. ¿Se nos nota?, ¿o vivimos tristes, como si no hubiera venido todavía el Salvador? La fe en Cristo pide traje nuevo y odres nuevos. Jesús rompe moldes. Lo que Pablo llama "revestirse de Cristo Jesús" no consiste en unos parches y unos cambios superficiales. A los apóstoles les costó el cambio… Nosotros estamos rodeados de una ideología y una sensibilidad neopagana. También tenemos que ir madurando: el vino nuevo de Jesús nos obliga a cambiar los odres. El vino nuevo implica actitudes nuevas, maneras de pensar propias de Cristo, que no coinciden con las de este mundo. Son cambios de mentalidad, profundos. No de meros retoques externos. En muchos aspectos son incompatibles el traje de este mundo y el de Cristo. Por eso cada día venimos a escuchar, en la misa, la doctrina nueva de Jesús y a recibir su vino nuevo (J. Aldazábal).
“El mérito de nuestros ayunos no consiste solamente en la abstinencia de los alimentos; de nada sirve quitar al cuerpo su nutrición si el alma no se aparta de la iniquidad y si la lengua no deja de hablar mal” (S. León Magno).
El ayuno y la abstinencia de vino, actitudes específicas del nazireato (Lc 22,14-20), expresaban la insatisfacción de la época presente y la espera de la consolación de Israel. Juan Bautista hizo de esta actitud una ley fundamental de su comportamiento (Lc 1,15). Desde entonces, cuando los discípulos de Jesús se dispensan de los ayunos prescritos o espontáneos, dan la impresión de desinteresarse de la llegada del Mesías y de negarse a participar de la esperanza mesiánica. La respuesta de Jesús es clara: los discípulos no ayunan porque ya no tienen nada que esperar, puesto que ya han llegado los tiempos mesiánicos: ya no tienen que apresurar, mediante prácticas ascéticas, la llegada de un Mesías en cuya intimidad ya viven. Esta intimidad será interrumpida por la pasión y la muerte de su Maestro: en este momento, ayunarán (v 30, en relación con Lc 22,18) hasta el tiempo en que el Esposo les sea devuelto en la resurrección y en el Reino definitivo.
Las parábolas del vestido y de los odres proporcionan otra respuesta a la extrañeza de los discípulos de Juan y de los fariseos. Inaugurador de los tiempos mesiánicos, Jesús es consciente de aportar al mundo una realidad sin común medida con todo lo que los hombres han poseído hasta entonces (cf Lc 16,16 o el milagro de Caná: Jn 2,10). Las dos parábolas no ofrecen ningún juicio de valor al afirmar que el vino viejo es mejor que el nuevo o que el vestido nuevo es preferible al viejo. No establecen una comparación, sino que subrayan solamente una incompatibilidad: no hay que querer asociar lo nuevo a lo viejo, so pena de perjudicar a uno y otro, porque el vestido remendado combinará mal y el odre viejo se perderá irremediablemente... y el vino con él.
La Nueva Alianza hace ceder las prescripciones de la Antigua, que tienen que acomodarse a la Nueva. El bebedor de vino viejo no dice que el nuevo sea malo; afirma solamente que no puede beberse después de haber probado el viejo, puesto que sus aromas son incompatibles. El que no ha conocido al Esposo y desea participar de su amor no puede al mismo tiempo vivir como si no existiera. El Evangelio excluye ciertas componendas (Maertens-Frisque).
-“Nadie, después de beber el vino añejo, quiere el nuevo, porque dice: "¡El añejo es el bueno!"” Quedémonos con el "bueno". ¡Danos, Señor, tu vino! (Noel Quesson).
Nosotros estamos con el Señor, como amigos invitados al banquete de bodas. Él nos dice: vosotros seréis mis amigos si cumplís mis mandamientos. No basta, por tanto, estar en intimidad con Él a través de la oración, incluso prolongada. Mientras no estemos dispuestos a escuchar su Palabra y a ponerla en práctica, el Señor no podrá decir que somos sus amigos, y mucho menos de su familia como nos lo dice en otra ocasión: El que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. Cuando en verdad permitamos al Espíritu Santo renovar nuestra vida, entonces seremos criaturas nuevas en Cristo; entonces la vida de fe en el Señor no será sólo un parche en nosotros, ni algo nuevo que llega a un corazón que continúa cargando con el hombre viejo, que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias. De nosotros se espera una vida que manifieste la alegría de sabernos amados y unidos a Cristo; sin embargo, al contemplar que hay muchos que viven separados de Él, o que ni siquiera han oído hablar de Él, nos ha de llevar a sacrificarnos a favor de ellos, poniendo todo nuestro empeño en hacer que el Señor llegue a habitar en todos para que nuestra humanidad se renueve en el amor, en la verdad, en la justicia, en la solidaridad, y en la comunión fraterna (www.homiliacatolica.com).
2. San Pablo nos dice hoy:
-“Hermanos, es necesario que los hombres nos tengan simplemente por "servidores de Cristo"...” Ayúdame, Señor, a ser «servidor»…
-“Y por «administradores de los misterios de Dios»...” Tendremos que rendir cuenta de ellos, como decía Jesús (Mateo 24,45-51).
-“Y lo que en definitiva se exige a los administradores es que sean fieles”.No cambiar lo que hemos recibido, acomodándolo a los tiempos o a nuestras ganas… Merecer confianza... y de modo desinteresado. Ser hombre de confianza, para Dios. Ser hombre de Dios. Quizá la fidelidad está muy difuminada hoy día, aunque las víctimas de una infidelidad sufren mucho. En realidad es uno de los valores esenciales del hombre. Que los apóstoles sean fieles al Evangelio, que no acomoden su mensaje a los gustos del día, a las ideologías que flotan en el aire...
Señor, concede a tus apóstoles, sacerdotes o laicos, esa fidelidad intransigente a lo que Tú quieres.
-“Por mi parte, lo que menos me importa es ser juzgado por vosotros o por cualquier tribunal humano; ¡ni siquiera me juzgo a mí mismo!” Esto tiene un gran alcance. Pablo ha hablado de la gran dignidad de los fieles. «Todo es vuestro, Pablo, Apolo, Pedro, el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro. Todo es vuestro...» Pero de ahí no se sigue que los cristianos tengan derecho a erigirse en jueces de sus apóstoles. ¡Es a Dios, a quien los ministros tendrán que rendir cuentas!
-“Mi conciencia no me reprocha nada, mas no por ello soy justo. El Señor es mi juez”. La responsabilidad final de la conciencia no es ni ante la comunidad, ni ante uno mismo, sino ante Dios. Señor, ayúdanos a considerar de ese modo todas nuestras responsabilidades.
-“Por lo tanto, no juzguéis «prematuramente»; esperad la venida del Señor, El iluminará lo secreto en las tinieblas y pondrá de manifiesto las intenciones del corazón”. Jesús, habías repetido: «¡No juzguéis!» y aquí Pablo añade: no juzguéis, porque vuestro juicio es siempre "prematuro"... no lo sabéis todo para que vuestro juicio sea equitativo, os falta conocer las intenciones secretas de la gente que juzgáis.
-“Entonces, cada cual recibirá del Señor, la alabanza que le corresponda”. Al fin todo será clarificado. Día feliz en que estallará a plena luz la belleza escondida... que no sabemos captar suficientemente (Noel Quesson).
3. Señor, en tus manos pongo mi conciencia… El salmo nos dice: "el Señor quien salva a los justos... apártate del mal y haz el bien, porque el Señor ama la justicia y no abandona a sus fieles".
Llucià Pou Sabaté
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