martes, 15 de julio de 2014

Miércoles de la semana 15 de tiempo ordinario

Miércoles de la semana 15 de tiempo ordinario

El encuentro con el Señor se realiza en la sencillez, vuelca su misericordia y ternura en el alma que abre su miseria a la grandeza de Dios; en cambio caen los orgullosos
“En aquel tiempo, exclamó Jesús: -«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mateo 11,25-27).
1. Te veo rezar, Jesús, y quiero aprender de ti: “-Padre, Señor del cielo y de la tierra...” Es el único pasaje del evangelio donde usas estas palabras solemnes, pues sueles hablar del Padre con términos de intimidad y familiaridad. Lo dices en continuidad con toda la Escritura: No hay otro Dios más que El. Y es quien dirige todo ese gran universo con sus millones de seres desde los átomos hasta las estrellas. Todo cuanto existe le está sometido. Es el "Señor del cielo y tierra". Te adoro, Padre, cada fiesta en la Misa: "Gloria a Dios en las alturas..."
–“Bendito seas”... Rezas, Señor, dirigiéndote al Padre en acción de gracias, alabanza, un "te lo agradezco". Veo tu corazón lleno de agradecimiento hacia el Padre. "¡Bendito seas, Padre!". Contigo, Jesús, yo repito esa sencilla y breve oración.
-“Porque lo que has escondido a los sabios y entendidos, lo has revelado a la gente sencilla”. ¡Este es el objeto de su agradecimiento! Porque Dios se "esconde" a los orgullosos... y se "revela" a los humildes. El gran Dios del Universo es desconocido de los que se creen ser más inteligentes y más sabios que los demás. Es a los pobres a quienes se da a conocer. Es entre los sencillos que naciste, Jesús; y los que escogiste como apóstoles eran también sencillos. ¿Tienes preferencia por los que no son nada en el mundo, los que son insignificantes a los ojos de los hombres?... los sencillos ¡éstos son valiosos a los ojos de Dios! Señor, ayúdame a ser "uno de esos pequeños a quien Tú te revelas.
Las personas sencillas, las de corazón humilde, son las que saben entender los signos de la cercanía de Dios. Lo afirma Jesús, por una parte, dolorido, y por otra, lleno de alegría. Cuántas veces aparece en la Biblia esta convicción. A Dios no lo descubren los sabios y los poderosos, porque están demasiado llenos de sí mismos. Sino los débiles, los que tienen un corazón sin demasiadas complicaciones. Entre «estas cosas» que no entienden los sabios está, sobre todo, quién es Jesús y quién es el Padre. Pero la presencia de Jesús en nuestra historia sólo la alcanzan a conocer los sencillos, aquellos a los que Dios se lo revela.
Los «sabios y entendidos», las autoridades civiles y religiosas, no te recibieron, Señor, en su “ignorancia”. Los letrados y los fariseos buscan mil excusas para no creer. La pregunta vale para nosotros: ¿somos humildes, sencillos, conscientes de que necesitamos la salvación de Dios?, ¿o, más bien, retorcidos y pagados de nosotros mismos, «sabios y entendidos», que no necesitamos preguntar porque lo sabemos todo, que no necesitamos pedir, porque lo tenemos todo? Cuántas veces la gente sencilla ha llegado a comprender con serenidad gozosa los planes de Dios y los aceptan en su vida, mientras que nosotros podemos perdernos en teologías y razonamientos. La oración de los sencillos es más entrañable y, seguramente, llega más al corazón de Dios que nuestros discursos eruditos de especialistas. Nos convendría a todos tener unos ojos de niño, un corazón más humilde, unos caminos menos retorcidos, en nuestro trato con las personas y, sobre todo, con Dios. Y saberles agradecer, a Dios y los demás, tantos dones como nos hacen. Siguiendo el estilo de Jesús y el de María, su Madre, que alabó a Dios porque había puesto los ojos en la humildad de su sierva (J. Aldazábal).
-“Sí, Padre, bendito seas por haberte parecido eso bien”. Me gustaría oírte decir "¡Padre!", Jesús, para aprender de ti que Dios es ante todo "la bondad". Dios es bueno, ¿Dudo, quizá alguna vez, de la bondad de Dios? Ayúdame, Señor, a rezar, como tú, esta oración de alabanza: "Gracias, oh Padre, por esto... por aquello..."
-“Mi Padre me lo ha confiado todo. Al Hijo lo conoce sólo el Padre, y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiere revelar”. Sí, lo sabemos: Dios es difícil de alcanzar. Nadie lo ha visto nunca, excepto tú, Jesús: "conoces a Dios"... ¡y lo das a conocer a los que aceptan seguirte y ser de tu escuela! Jesús, ayúdame, todos y cada día de mi vida, a conocer mejor al Padre. ¡Que tu evangelio sea mi meditación cotidiana! Que trate de penetrar mejor en tu misterio... hasta el día que, por fin, te veré cara a cara (Noel Quesson).
Los pobres en el espíritu y humildes de corazón son los queridos por Dios: «De la misma manera que los padres y las madres ven con gran gusto a sus hijos, también el Padre del universo recibe gustosamente a los que se acogen a él. Cuando los ha regenerado por su Espíritu y adoptado como hijos, aprecia su dulzura, los ama, la ayuda, combate por ellos y por eso, los llama sus «hijos pequeños» (San Clemente de Alejandría).
2. La visión de la zarza ardiente representa un momento decisivo en la vida de Moisés y de su pueblo: Dios le llama para llevar a cabo la liberación de su pueblo. Han pasado varios años desde la huida de Moisés. Se ha instalado en tierras de Madián. Se ha casado allí con la hija del sacerdote pagano Jetró. Ha tenido familia. Ha madurado en su carácter. Es pastor de oficio y está cuidando los rebaños de su suegro. Y allí se le aparece Dios, en forma de fuego. (A Pedro le hará impresión el Jesús de la pesca milagrosa; a Pablo, el Jesús que se le aparece en el camino de Damasco. Cada uno tenemos algún momento en que Dios sale a nuestro paso). Quien se aparece a Moisés es el Dios de los patriarcas. El Dios de la promesa. El Dios que ve cómo sufre su pueblo y no lo puede soportar y decide intervenir, enviando a Moisés. La vocación no es nada fácil. De momento, su temperamento decidido responde: «aquí estoy». Pero, luego, se da cuenta de lo que le está pidiendo Dios y presenta sus objeciones: ¿precisamente él, huido de la justicia de Egipto, es el que va a volver allí, nada menos que a pedir al Faraón que deje salir a los suyos? La respuesta de Dios es una de las que más veces aparece en la Biblia: «yo estoy contigo».
Moisés creció pues en la corte del Faraón, la educación que allí recibió le permitirá, más tarde, ser un jefe. Así para trabajar en la liberación de los pobres es muy útil adquirir competencias humanas. Pero Moisés, a la vez que se promocionaba personalmente no renegaba de su ambiente ni de la gente de su pueblo. Un día se escapa del palacio del Faraón y va a las obras donde trabajan los esclavos, sus hermanos de raza. Es testigo de las «cargas» y de los «azotes». Se le revuelve la sangre y mata al egipcio que maltrata al hebreo. Luego, arriesgando la denuncia, huye al desierto... Será el segundo lugar de la formación de Moisés en que se capacitará para ser un jefe, ¡capaz de conducir a todo un pueblo a través del desierto! Así Dios prepara desde lejos lo que tiene intención de realizar un día. Ruego por las «preparaciones»... que puedo entrever. -Moisés era pastor del rebaño de Jetró, su suegro. Viviendo la vida de los nómadas, tiene experiencia de las tradiciones de sus antepasados, Abraham, Isaac, Jacob. Es un retorno a las fuentes. Esta experiencia le será muy útil cuando tendrá que volver a atravesar ese desierto del Sinaí, unos años después. -El ángel del Señor se le apareció en forma de llama de fuego que salía de una zarza. Dios le llamó de en medio de la zarza: «¡Moisés! ¡Moisés!, «Heme aquí." Esta es una escena de vocación. Dios lo llama por su nombre. Le va a revelar su proyecto de liberación y le confía la misión de realizarlo. Dios lleva siempre a cabo sus planes por medio de intermediarios humanos, hombres y mujeres. Dios necesita de los hombres. Llama a las personas a su servicio. A mí también me llama por mi nombre... Escucho, de Ti, Señor, ese nombre que es el mío... Oigo como una llamada que viene de Ti. «Heme aquí, Señor!» Reelijo HOY mi vocación de bautizado, de sacerdote, de religioso... la mía, en la que nadie puede reemplazarme...
¡Quítate las sandalias porque el lugar que pisas es tierra sagrada!» Moisés, notémoslo bien, se encuentra en el desierto guardando un rebaño. No está delante de un tabernáculo sagrado, sino delante de «una zarza». ¡Ningún lugar de la tierra está vacío! Dios está allí. ¡El lugar donde me encuentro en este momento, es un lugar sagrado, si sé encontrarme contigo, Señor!
-El Señor dijo: "La aflicción de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto la opresión que les infligen los egipcios... Ahora, pues, ve. Te envío al Faraón: tú harás salir de Egipto a mi pueblo." Nuestro Dios es un Dios que escucha y que mira. Los pobres son sus preferidos. ¡Es un Dios que se compadece de todo sufrimiento! Sufre con los que padecen. ¡Gracias, Señor! ¡Qué maravillosa revelación de Dios! Dios trata de que Moisés comparta su proyecto. Nuestro Dios es un Dios activo, que «toma partido», que se «compromete» y pide que nos comprometamos con El. -Moisés dijo: «¿Quién soy yo para esta hazaña?» Ningún hombre está a la altura para salir con éxito de las obras de Dios. Ante la magnitud de la tarea, nos sentimos siempre muy pequeños. Es un buen signo. -Dios le respondió: «Yo estaré contigo.... La fuerza de aquél que ha recibido misión no le viene de sí mismo, es una fuerza de Dios "Yo estaré contigo". Dios repetirá esas mismas palabras a sus amigos al enviarlos a una misión (Noel Quesson).
3. El Dios del éxodo es también el Dios Padre de Jesús. Es el Dios de ahora, nuestro Padre, que sigue con su corazón apenado por tanto dolor e injusticia como hay en este mundo: «el clamor de los israelitas ha llegado a mí». El Dios que quedó retratado en las parábolas y en la actuación de Jesús de Nazaret: el que se apiadaba de la gente que tenía hambre, que perdonaba a los pecadores, que denunciaba las injusticias, que curaba de todo mal. Nosotros, con mayor razón que el mismo salmista, podemos decir sus palabras: «el Señor es compasivo y misericordioso... Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades, él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura... El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos: enseñó sus caminos a Moisés». Podemos rezarle al Señor, para ser también nosotros portadores de esa esperanza ante momentos difíciles que tienen las personas, transmitirles ese: «yo estoy contigo». Y también ese: “El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos”, salvación en tiempos de Moisés y en nuestros días, a lo largo de toda la historia sigue resplandeciendo la divina misericordia.
Llucià Pou Sabaté


Nuestra Señora del Carmen

Patrona de los marineros
Memoria de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, monte en el que Elías consiguió que el pueblo de Israel volviese a dar culto al Dios vivo y en el que, más tarde, algunos, buscando la soledad, se retiraron para hacer vida eremítica, dando origen con el correr del tiempo a una orden religiosa de vida contemplativa, que tiene como patrona y protectora a la Madre de Dios.
Desde los antiguos ermitaños que se establecieron en el Monte Carmelo, Los Carmelitas han sido conocidos por su profunda devoción a la Santísima Virgen. Ellos interpretaron la nube de la visión de Elías (1 Reyes 18, 44) como un símbolo de la Virgen María Inmaculada. Ya en el siglo XIII, cinco siglos antes de la proclamación del dogma, el misal Carmelita contenía una Misa para la Inmaculada Concepción.
En las palabras de Benedicto XVI, 15,VII,06: 
"El Carmelo, alto promontorio que se yergue en la costa oriental del Mar Mediterráneo, a la altura de Galilea, tiene en sus faldas numerosas grutas naturales, predilectas de los eremitas. El más célebre de estos hombres de Dios fue el gran profeta Elías, quien en el siglo IX antes de Cristo defendió valientemente de la contaminación de los cultos idolátricos la pureza de la fe en el Dios único y verdadero. Inspirándose en la figura de Elías, surgió al Orden contemplativa de los «Carmelitas», familia religiosa que cuenta entre sus miembros con grandes santos, como Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Teresa del Niño Jesús y Teresa Benedicta de la Cruz (en el siglo, Edith Stein). Los Carmelitas han difundido en el pueblo cristiano la devoción a la Santísima Virgen del Monte Carmelo, señalándola como modelo de oración, de contemplación y de dedicación a Dios. María, en efecto, antes y de modo insuperable, creyó y experimentó que Jesús, Verbo encarnado, es el culmen, la cumbre del encuentro del hombre con Dios. Acogiendo plenamente la Palabra, «llegó felizmente a la santa montaña» (Oración de la colecta de la Memoria), y vive para siempre, en alma y cuerpo, con el Señor. A la Reina del Monte Carmelo deseo hoy confiar todas las comunidades de vida contemplativa esparcidas por el mundo, de manera especial las de la Orden Carmelitana, entre las que recuerdo el monasterio de Quart, no muy lejano de aquí [Valle de Aosta]. Que María ayude a cada cristiano a encontrar a Dios en el silencio de la oración.
La estrella del Mar y los CarmelitasLos marineros, antes de la edad de la electrónica, dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo.
Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.
Los Carmelitas y la devoción a la Virgen del Carmen se difunden por el mundoLa Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir a la que desde tiempos remotos se venera en el Carmelo. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Incluso se le llamó: "Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella, a Cristo.
La devoción a la Virgen del Carmen se propagó particularmente en los lugares donde los carmelitas se establecieron.
España
Entre los lugares en que se venera en España la Virgen de España como patrona está Beniaján, Murcia. Vea ahí mas imágenes.
América
Es patrona de Chile; en el Ecuador es reina de la región de Cuenca y del Azuay, recibiendo la coronación pontificia el 16 de Julio del 2002. En la iglesia del monasterio de la Asunción en Cuenca se venera hace más de 300 años. Es además venerada por muchos en todo el continente.

Los carmelitas tienen, entre otros, el mérito de haber llevado esta advocación mariana a todos los estratos del pueblo cristiano.
En el siglo XII algunos eremitas se retiraron al Monte Carmelo, con San Simón Stock.
La Virgen Santísima prometió a este santo un auxilio especial en la hora de la muerte a los miembros de la orden carmelitana y a cuantos participaran de su patrocinio llevando su santo escapulario.
Los Carmelitas han sido conocidos por su profunda devoción a la Santísima Virgen. Ellos interpretaron la nube de la visión de Elías (1 Reyes 18, 44) como un símbolo de la Virgen María Inmaculada. Ya en el siglo XIII, cinco siglos antes de la proclamación del dogma, el misal Carmelita contenía una Misa para la Inmaculada Concepción.
La estrella del Mar y los Carmelitas.Los marineros, antes de la edad de la electrónica, dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo.
Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.
Los Carmelitas y la Virgen del Carmen se difunden por Europa.La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir a la que desde tiempos remotos allí se venera. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Incluso se le llamó: "Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella, a Cristo.
¿Qué es el Escapulario carmelita?Los seres humanos nos comunicamos por símbolos. Así como tenemos banderas, escudos y también uniformes que nos identifican. Las comunidades religiosas llevan su hábito como signo de su consagración a Dios.
Los laicos no pueden llevar hábito, pero los que desean asociarse a los religiosos en su búsqueda de la santidad pueden usar el escapulario. La Virgen dio a los Carmelitas el escapulario como un hábito miniatura que todos los devotos pueden llevar para significar su consagración a ella. Consiste en un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela color café, una sobre el pecho y la otra sobre la espalda. Se usa bajo la ropa. Junto con el rosario y la medalla milagrosa, el escapulario es uno de los mas importantes sacramentales marianos.
Dice San Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: "Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios."
El escapulario es un sacramental.Un sacramental es un objeto religioso que la Iglesia haya aprobado como signo que nos ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción. Los sacramentales deben mover nuestros corazones a renunciar a todo pecado, incluso al venial.
El escapulario, al ser un sacramental, no nos comunica gracias como hacen los sacramentos. Las gracias nos vienen por nuestra respuesta de amor a Dios y de verdadera contrición del pecado, lo cual el sacramental debe motivar.
¿Cómo surgió el escapulario?La palabra escapulario viene del Latín "scapulae" que significa "hombros". Originalmente era un vestido superpuesto que cae de los hombros y lo llevaban los monjes durante su trabajo. Con el tiempo se le dio el sentido de ser la cruz de cada día que, como discípulos de Cristo llevamos sobre nuestros hombros. Para los Carmelitas particularmente, pasó a expresar la dedicación especial a la Virgen Santísima y el deseo de imitar su vida de entrega a Cristo y a los demás.
La Virgen María entrega el escapulario el 16 de julio de 1251.En el año 1246 nombraron a San Simón Stock general de la Orden Carmelita. Este comprendió que, sin una intervención de la Virgen, a la orden le quedaba poco tiempo. Simón recurrió a María poniendo la orden bajo su amparo, ya que ellos le pertenecían. En su oración la llamó "La flor del Carmelo" y la "Estrella del Mar" y le suplicó la protección para toda la comunidad.
En respuesta a esta ferviente oración, el 16 de julio de 1251 se le aparece la Virgen a San Simón Stock y le da el escapulario para la orden con la siguiente promesa:
"Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno"
Aunque el escapulario fue dado a los Carmelitas, muchos laicos con el tiempo fueron sintiendo el llamado de vivir una vida mas comprometida con la espiritualidad carmelita y así se comenzó la cofradía del escapulario, donde se agregaban muchos laicos por medio de la devoción a la Virgen y al uso del escapulario. La Iglesia ha extendido el privilegio del escapulario a los laicos.
Explicación de la Promesa:Muchos Papas, santos como San Alfonso Ligorio, San Juan Bosco, San Claudio de la Colombiere, y San Pedro Poveda, tenían una especial devoción a la Virgen del Carmen y llevaban el escapulario. Santos y teólogos católicos han explicado que, según esta promesa, quien tenga la devoción al escapulario y lo use, recibirá de María Santísima a la hora de la muerte, la gracia de la perseverancia en el estado de gracia (sin pecado mortal) o la gracia de la contrición (arrepentimiento). Por parte del devoto, el escapulario es una señal de su compromiso a vivir la vida cristiana siguiendo el ejemplo perfecto de la Virgen Santísima.
El escapulario tiene 3 significados:El amor y la protección maternal de María: El signo es una tela o manto pequeño. Vemos como María cuando nace Jesús lo envuelve en un manto. La Madre siempre trata de cobijar a sus hijos.
Envolver en su manto es una señal muy maternal de protección y cuidado. Señal de que nos envuelve en su amor maternal. Nos hace suyos. Nos cubre de la ignominia de nuestra desnudes espiritual.
Vemos en la Biblia:
-Dios cubrió con un manto a Adán y Eva después de que pecaron. (manto - signo de perdón)
-Jonás le dio su manto a David: símbolo de amistad -Elías dio su manto a Eliseo y lo llenó de su espíritu en su partida.
-S. Pablo: revístanse de Cristo: vestirnos con el manto de sus virtudes.
Pertenencia a María: Llevamos una marca que nos distingue como sus hijos escogidos. El escapulario se convierte en el símbolo de nuestra consagración a María.
Consagración: ´pertenecer a María´ es reconocer su misión maternal sobre nosotros y entregarnos a ella para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su corazón. Así podremos ser usados por Ella para la extensión del Reino de su Hijo.
-En 1950 Papa Pío XII escribió acerca del escapulario: "que el escapulario sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos". Quien usa el escapulario debe ser consciente de su consagración a Dios y a la Virgen y ser consecuente en sus pensamientos, palabras y obras. Dice Jesús: "Cargad con mi yugo y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera". (Mt 11:29). El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar, pero que María nos ayuda a llevar. El escapulario es un signo de nuestra identidad como cristianos, vinculados íntimamente a la Virgen María con el propósito de vivir plenamente nuestro bautismo. Representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María en el espíritu de los religiosos pero adaptado a la propia vocación, lo que exige que seamos pobres, castos y obedientes por amor.
Al usar el escapulario constantemente estamos haciendo silenciosa petición de asistencia a la Madre, y ella nos enseña e intercede para conseguirnos las gracias para vivir como ella, abiertos de corazón al Señor, escuchando su Palabra, orando, descubriendo a Dios en la vida diaria y cercanos a las necesidades de nuestros hermanos, y nos está recordando que nuestra meta es el cielo y que todo lo de este mundo pasa. En la tentación, tomamos el escapulario en nuestras manos e invocamos la asistencia de la Madre. Kilian Lynch, antiguo general de la Orden dice: "No lleguemos a la conclusión de que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos...Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la omnipotencia suplicante de la Madre de la Misericordia."
El suave yugo de Cristo: "Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mi, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana". (Mt 11:29-30)
-El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar pero que María nos ayuda a llevar.
Quién lleva el escapulario debe identificarse como católico sin temor a los rechazos y dificultades que ese yugo le traiga.
Se debe vivir lo que significaEl escapulario es un signo de nuestra identidad como católicos, vinculados de íntimamente a la Virgen María con el propósito de vivir plenamente según nuestro bautismo. Representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María en el espíritu de los religiosos pero adaptado a la propia vocación. Esto requiere que seamos pobres (un estilo de vida sencillo sin apegos materiales), castos y obedientes por amor a Dios.
En momentos de tentación, tomamos el escapulario en nuestras manos e invocamos la asistencia de la Madre, resueltos a ser fieles al Señor.
Ella nos dirige hacia el Sagrado Corazón de su Hijo Divino y el demonio es forzado a retroceder vencido.
Imposición del Escapulario:El primer escapulario debe ser bendecido por un sacerdote e impuesto por él mientras dice:
"Recibe este escapulario bendito y pide a la Virgen Santísima que por sus méritos, lo lleves sin ninguna mancha de pecado y que te proteja de todo mal y te lleve a la vida eterna"
¿Puede darse el escapulario a quien no es católico?
Sí. El escapulario es signo de la Maternidad Espiritual de María y debemos recordar que ella es madre de todos. Muchos milagros de conversión se han realizado en favor de buenos no-católicos que se han decidido a practicar la devoción al escapulario.
Conversiones.Un anciano fue llevado al Hospital de San Simón Stock en la ciudad de Nueva York, inconsciente y moribundo. La enfermera al ver al paciente con el Escapulario Carmelita llamó a un sacerdote. Mientras rezada las oraciones por el moribundo, éste recobró el conocimiento y dijo: "Padre, yo no soy católico". "¿Entonces, ¿por qué está usando el Escapulario Carmelita?", preguntó el sacerdote. "He prometido a mis amigos usarlo", explicó el paciente. "Además rezo un Ave María diariamente." "Usted se está muriendo" replicó el sacerdote. "¿Quiere hacerse católico?" ´Toda mi vida lo he deseado", contestó el moribundo. Fue bautizado, recibió la Unción de los Enfermos antes de fallecer en paz.
Alerta contra abusos:El escapulario NO salva por sí solo como si fuera algo mágico o de buena suerte, ni es una excusa para evadir las exigencias de la vida cristiana. Mons. Kilian Lynch, antiguo general de la Orden Carmelita nos dice: "No lleguemos a la conclusión que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos... Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la ´omnipotencia suplicante´ de la madre de la misericordia."
Los Papas y Santos han muchas veces alertado acerca de no abusar de la promesa de nuestra madre como si nos pudiéramos salvar llevando el escapulario sin conversión. El Papa Pío XI nos advierte: "aunque es cierto que la Virgen María ama de manera especial a quienes son devotos de ella, aquellos que desean tenerla como auxilio a la hora de la muerte, deben en vida ganarse dicho privilegio con una vida de rechazo al pecado y viviendo para darle honor."
Vivir en pecado y usar el escapulario como ancla de salvación es cometer pecado de presunción ya que la fe y la fidelidad a los mandamientos es necesaria para todos los que buscan el amor y la protección de Nuestra Señora.
San Claude de la Colombiere advierte: "Tu preguntas: ¿y si yo quisiera morir con mis pecados?, yo te respondo, entonces morirás en pecado, pero no morirás con tu escapulario."
Oración a la Virgen del Carmen. Súplica para tiempos difíciles
"Tengo mil dificultades:
ayúdame.
De los enemigos del alma:
sálvame.
En mis desaciertos:
ilumíname.
En mis dudas y penas:
confórtame.
En mis enfermedades:
fortaléceme.
Cuando me desprecien:
anímame.
En las tentaciones:
defiéndeme.
En horas difíciles:
consuélame.
Con tu corazón maternal:
ámame.
Con tu inmenso poder:
protégeme.
Y en tus brazos al expirar:
recíbeme.
Virgen del Carmen, ruega por nosotros.
Amén."
MEDITACIÓN NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN
Estrella del mar, estrella de los que navegamos por el mar del mundo, ruega por nosotros
«Aún estaba él hablando a las multitudes, cuando su madre y sus hermanos se hallaban fuera intentando hablar con él. Alguien le dijo entonces: Mira que tu madre y tus hermanos están fuera intentando hablarte. Pero él respondió al que le hablaba: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Pues todo el que haga la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.» (Mateo 12, 46-50)
1. La Virgen María es nuestra Madre, y hoy la celebramos con su manto que nos protege, como tantas veces se la representa:nos cubrimos con su vestido y quedamos salvados. La primera lectura nos habla de Elías, el Profeta de la Inmaculada: el gran Vidente subió a la cima del Monte Carmelo y elevó al Altísimo una oración ferviente para que enviara la lluvia fecundante, de la que hacía tres años y medio que se carecía en Palestina. Después de que Elías hubiera instado siete veces al Señor, vio alzarse del mar una nubecita, pequeña como la huella del pie de un hombre, que, salida del mar se expandió con gran rapidez por toda la anchura del cielo, ya los pocos momentos vertía sus aguas purísimas sobre la tierra, que restaba toda renovada y embellecida.
En el siglo XII algunos eremitas se retiraron a aquel monte, y fueron formando un Orden dedicado a la vida contemplativa, bajo el patrocinio de la Virgen María. Nace especialmente para dar culto y tratar de imitar la Virgen María. De este pequeño grupo de hermanos, reunidos junto a la fuente de Elías, nacerá lo que hoy es la Orden de los Carmelitas, consagrada a la Virgen del Monte Carmelo, Madre del Señor. En la Escritura se hace referencia muchas veces a la vegetación exuberante del sagrado monte del Carmelo, ligado desde antiguo a la experiencia de Dios a través de la vida y el ministerio del profeta Elías. La frondosidad y la belleza del Carmelo evocaban aquella otra belleza que adornó siempre a María: su docilidad a la palabra de Dios, su oración callada y su fe inquebrantable. A ella se le pueden aplicar con razón las palabras del profeta Isaías: "Le han dado la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón" (Is 35,2).
Es tradición de la Orden Carmelita que Dios mostró proféticamente a Elías en aquel nubecilla sobre el mar la figura de una Virgen que vendría al mundo limpia de mancha, y que, cuando sería doncella, daría a luz al Hijo de Dios sin detrimento de su virginidad... es así el Profeta de la Inmaculada que contempla de rodillas la nubecita simbólica que se alzaba como estrella.
Cuenta una tradición piadosa que Elías buscó almas puras que supieran amar a María, y que siguieran amándola hasta el fin de los siglos. Y entonces nació, hijo verdaderamente del amor a María, el Orden Carmelita, y con sus hijos construyeron en la misma montaña del Carmelo una capilla que, según testimonio de Juan, Patriarca de Jerusalén, consagraron "a la Virgen que da a luz", "Virgini pariturae", la primera que se le dedicó en toda la tierra. Y de ahí el nombre de "Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo" que los primeros cristianos daban a los religiosos de la Orden del Carmelo, quienes consagraron sus vidas y virginidad a la Virgen Madre que desde entonces fue la Amada bellísima de sus corazones enamorados. Los sábados, en honor a la Virgen se canta en los monasterios carmelitas solemnemente la Salve.
Se habla de una gruta excavada en el Carmelo donde iban los judíos a oír los sábados la explicación de la ley divina, gruta llamada "escuela de los profetas". Explica Josef, diácono de Antioquia (a. 130) que unos hombres solitarios, dados a la contemplación e imitadores de Elías y Eliseo Profetas, se unieron a los Apóstoles en calidad de coadjutores, y que, venidos del Monte Carmelo, predicaron la fe de Cristo valientemente por Galilea, Samaria y toda la Palestina. En continuidad con ellos, la Orden del Carmelo tiene santos como Juan de la Cruz y Simón Stock, y santas que dan honor a la orden, desde Teresita del Niño Jesús, tan querida, a la gran Teresa de Jesús. "De la abundancia del corazón habla la boca", y estos hijos del Carmelo extendieron la fe en Jesús devoción a María, la Reina de sus amores, por todas partes.
La Orden Carmelitana es hija del amor a María, y eso es sin duda una de sus glorias más grandes. Y por el escapulario del Carmen todos estamos unidos en esta filial devoción mariana. Y es que entre los corazones y las almas que vibran, sienten y piensan de igual manera, pronto se establece una corriente secreta de simpatía que engendra a menudo un amor profundamente cordial.
2. María agradeció este amor de sus hijos dándoles la Escapulario. Huyendo de la persecución musulmana, los carmelitas llegaron a Europa a principios del siglo XIII, y tuvieron por parte del pueblo una buena acogida, pero fueron muchos los que tuvieran celos y empezaron a trabajar para que fueran suprimidos. El año 1251 el Prior General de la Orden, San Simón Stock, acudía a la Virgen María, como Patrona de la Orden para que la liberara de los enemigos que atentaban contra su existencia. Una noche, cuenta la tradición, era el 16 de julio de ese mismo 1251, se le apareció la Virgen llevando el escapulario, y desde entonces se extenderá esta devoción al escapulario del Carmen. El amor de María, que es siempre dispuesto a socorrer necesidades, a consolar corazones ya enjugar lágrimas, rebasó magníficamente las aspiraciones del afligido Simón, prueba bellísima de cómo la Virgen escucha siempre las plegarias de sus hijos que la invocan confiados en su bondad y poder, de ahí nuestra confianza para recurrir siempre a su corazón maternal.
«Creemos que entre las formas de piedad mariana deben contarse expresamente el Rosario y el uso devoto del Escapulario del Carmen. Esta última práctica, por su misma sencillez y adaptación a cualquier mentalidad, ha conseguido amplia difusión entre los fieles con inmenso fruto espiritual» (Pablo VI, Exhortación Marialis Cultus). Entre todas las prácticas de devoción que se han introducido en la Iglesia en honor de la Virgen, la del santo Escapulario es de las más seguras, puesto que no se encuentra de otra que haya sido confirmada con milagros más auténticos y estupendos... "Lleva sobre tu pecho el santo escapulario del Carmen. -Pocas devociones -hay muchas y muy buenas devociones marianas- tienen tanto arraigo entre los fieles, y tantas bendiciones de los Pontífices-. Además, ¡es tan maternal ese privilegio sabatino!" (J. Escrivá, Camino 600).
El primer milagro del Santo Escapulario lo explica el mismo día que lo recibió san Simón de manos de la Virgen, el Padre Swànington su secretario, que visitó al hermano de un obispo, que moría a consecuencia de las heridas de un duelo. Se acercó, y vio un triste agonizante que blasfemaba continuamente. Se le acercó y le hizo la señal de la cruz, y le puso la misma vestidura que le dio la Virgen. Cambió el rostro del enfermo de repente, que pasó de infernal a la de un pobre arrepentido y se apoderó de su corazón un gran dolor de las culpas cometidas, confesadas las cuales, traspasó dulcemente. El cardenal Tarancón tuvo una experiencia similar.
Los privilegios del santo Escapulario son dos: preservación del infierno y liberación del Purgatorio. Explica San Simón Stock que rezaba la oración: "Flor del Carmelo, / Viña florida, / Claror del Cielo, / Virgen fecunda / Y singular. Madre amorosa, / De barón intacta, / A tus hijos da / Bellos privilegios, / Estrella del mar". Y fue entonces cuando se le apareció la Virgen "escoltada de innumerables ángeles, y teniendo en sus manos el Escapulario de la Orden, me dijo: 'Toma, hijo mío carísimo, este Escapulario de tu Orden, señal de mi confraternidad y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera con él no sufrirá el fuego eterno. Él es señal de salvación; salud en los peligros; alianza de paz y de pacto sempiterno".
La bula sabatina del Papa Juan XXII recoge las palabras que la misma Virgen le dirigió: "Yo soy la Madre de la Misericordia -dice Nuestra Señora del Carmen-, y descenderé al Purgatorio el primer sábado después de la muerte (de quien haya llevado dignamente el escapulario), y lo libraré para conducirlo al Monte Santo de la vida eterna". Al llevar el Escapulario quedamos unidos a esta familia carmelitana, y va bien sentir las cosas de la familia como propias.
En primer lugar, el Escapulario es un vestido (que se ponía sobre los hombros), la protección del manto de la Virgen que nos da como una invisible protección materna, que nos tiene siempre seguros, estamos en buenas manos. El mes de julio, consagrado a la Virgen del Carmen, es un tiempo para pensar en ese amor y ternura de nuestra Madre la Virgen.
3. La Virgen María es "la Madre Sacratísima" que "estaba siempre firme en la fe" (Santa Teresa de Jesús, 6 Moradas), llena de "tan gran fe y sabiduría" que siempre aceptó en su vida los caminos de Dios, escuchando humildemente la Palabra (cf. Conceptos del Amor de Dios).
Para San Juan de la Cruz María fue siempre dócil a los impulsos del Espíritu Santo, pues "nunca tuvo en su alma impresa forma alguna de criatura, ni por ella se movió, sino siempre su moción fue por el Espíritu Santo" (3 Subida). María, que "guardaba todas las cosas y las meditaba en su corazón" (Lc 2,19) y que vivió siempre unida en la fe y el amor con Cristo su Hijo, es modelo e ideal evangélico para todos. La celebración de santa María del Carmelo es la fiesta en la que la Orden de los carmelitas y toda la Iglesia reconocen a María como modelo y fuente de protección y auxilio en Cristo en medio de las adversidades de la vida, de lo cual es un signo elocuente el escapulario del Carmen.
Pablo afirma: "Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su propio Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley…" (Gal 4,4). Cuando el Padre envía a su Hijo al mundo, llega "la plenitud del tiempo", el punto culminante de la historia salvífica, "nacido de una mujer", María, colocada en el mismo centro del proyecto salvador de Dios. En ella, el Mesías—Hijo de Dios llega a ser verdadero "hermano" nuestro (Heb 2,11), compartiendo nuestra propia carne y sangre (Heb 2,14).
Luego, al final de la vida de Jesús sobre la tierra, junto a su cruz aparece congregada simbólicamente la Iglesia, representada por "su Madre" y por "el discípulo a quien amaba" (19,25-27). María es figura de Sión, la Jerusalén celestial, y ahí nos llega el testamento de Jesús: "Ahí tienes a tu madre..." (Jn 19,27). El discípulo "a quien Jesús tanto amaba" (Jn 19,26) es imagen del creyente de todos los tiempos. Por eso las palabras de Jesús hacen que la maternidad de María alcance una dimensión eclesial que se extiende a todos aquellos que siguen con fidelidad hasta la cruz. El discípulo acoge a la Madre de Jesús como algo suyo. "Desde aquella hora, el discípulo la acogió entre sus cosas propias". La Madre del Señor pasa a ser parte del tesoro más preciado del discípulo creyente. Cuando ha llegado la Hora, al pie de la cruz la nueva familia de Jesús es símbolo de la iglesia de todos los tiempos: "su Madre y sus hermanos".
Ora la liturgia de hoy: «Acuérdate, Virgen Madre de Dios, cuando estés en la presencia del Señor, de decirle cosas buenas de nosotros»; con toda la Iglesia hoy te rezo, Madre mía, modelo en el seguimiento de Cristo: sé mi auxilio y protección en las adversidades de la vida. Verdadera madre de la Iglesia y de cada uno de los discípulos de Jesús, bajo tu amparo me acojo, nos acogemos: ruega por nosotros.
Llucià Pou Sabaté

domingo, 13 de julio de 2014

Lunes de la semana 15 de tiempo ordinario

Lunes de la semana 15 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word
 y en PDB

Jesús nos enseña a dar la vida por él y los demás, pues la vida cuando se da, se encuentra
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: -«No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.» Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades” (Mateo 10,34-11,1).
1. Termina hoy el «discurso de la misión» de Mateo. Jesús, escucho las grandes paradojas:
-“No penséis que he venido a traer paz a la tierra... he venido a traer espada... Porque he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre”... Jesús, estás afirmando es que seguirle a él comporta una cierta violencia: espadas, división en la familia, opciones radicales, renuncia a cosas que apreciamos, para conseguir otras que valen más. No es que quieras dividir: pero a los creyentes, la fe les va a acarrear, con frecuencia, incomprensión y contrastes con otros miembros de la familia o del grupo de amigos. Hay muchas personas que aceptan renuncias por amor, o por interés (comerciantes, deportistas), o por una noble generosidad altruista (en ayuda del Tercer Mundo). Los cristianos, además, lo hacen por la opción que han hecho de seguir el estilo evangélico de Jesús. Ya se lo había anunciado el anciano Simeón a María, la madre de Jesús: su hijo sería bandera discutida y signo de contradicción. Y lo dijo también el mismo Jesús: el Reino de Dios padece violencia y sólo los «violentos» lo consiguen. La fe, si es coherente, no nos deja «en paz», aunque nos da una paz que el mundo no puede dar. Nos pone ante opciones decisivas en nuestra vida. Ser cristianos -seguidores de Jesús- no es fácil y supone saber renunciar a las tentaciones fáciles en el tener, o en el poder, o en el placer.
-“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí”. Atender y amar a nuestros padres es muy importante, y tiene que traducirse en actos concretos de ayuda mutua y de justicia (Mc 7,11). El hijo egoísta está desnaturalizado, y quien se despega demasiado de los padres luego eso paga factura, pues va contra la naturaleza, y también nos impediría amar sinceramente a los nuestros o a aquellos con los que convivimos. Pero si hay que escoger, seguir a Jesús es más importante, y te pido hoy, Jesús, que estés por encima de todos los lazos terrestres, aun los más sagrados, como los de la familia; hay que amarte más a ti que a mis padres: «amar a Dios sobre todas las cosas» (J. Aldazábal).
-“El que conserve su vida, la perderá. Y el que pierda su vida "por mí... la conservará”. Otra vez ponemos en segundo lugar lo más importante: la "vida" es el mayor bien. Jesús afirma aquí una de las leyes fundamentales de la existencia: no hay que estar pendiente de la propia vida, no tratar de poseerla para sí en una especie de ansia egoísta... Hay que salir de sí mismo, ir más allá, superarse. Pero es cuando nos “damos” que nos “encontramos”, en el olvido de sí mismo es donde se halla la verdadera "vida", la verdadera felicidad, el verdadero crecimiento y plenitud. La Palabra de Jesús no tiene pues ningún aspecto negativo, ni triste ni punible: es una palabra de luz y de alegría. "Dando" su propia vida, como Jesús, uno "encuentra la vida" y esta vida, que se encuentra de nuevo es mucho más valiosa que la simple vida terrestre: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10,10).
Cada misa es el memorial y la renovación del don que Jesús hizo de Sí mismo antes de pedirnos que esta actitud sea también la nuestra:"He aquí mi vida entregada por vosotros, he aquí mi cuerpo y mi sangre entregados por vosotros...". ¿Cómo voy, desde HOY, a entregar mi vida?
-“El que recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado. Y cualquiera que le dé a beber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de esos humildes... no perderá su recompensa”. ¡La acogida! ¡Ser acogedor! Es la forma sonriente del amor. Es el don más sencillo y el que con más frecuencia se puede practicar siempre, incluso cuando se es muy pobre y no se tiene otra cosa que dar. A lo menos, siempre se puede hacer esto: cuidar que sean siempre acogedores y amables nuestro trato y nuestras relaciones humanas. Jesús ha evocado tres clases de miembros de la comunidad: los profetas -los que tienen una responsabilidad en la comunidad-; luego los justos -los que no tienen más que su vida justa y honrada a ofrecer como modelo-..., en fin, los pequeños -los que no tienen ninguna responsabilidad en la comunidad. Es la cima y la conclusión de todo ese discurso apostólico de Jesús (Noel Quesson).
2. Empezamos hoy la lectura del Libro del Éxodo, seguimos con la historia del pueblo elegido, 400 años después de que José concluyera la era de los patriarcas. Estamos en el siglo XIII antes de Cristo.
-“Se alzó en Egipto un nuevo rey que nada sabía de José”. El Faraón -¿Ramsés II?- ya no recuerda los favores que deben a José. Israel es un pueblo numeroso que provoca recelos, y además a los egipcios les interesa poder disponer de mano de obra abundante y barata. HOY en mi vida propia, y en la vida de mis hermanos a mi alrededor, abriré bien los ojos sobre las situaciones en las que se sufre.
-“Israel es reducido a cruel servidumbre”... Esclavitud laboral y orden de eliminar a los niños que vayan naciendo (las comadronas a veces no obedecen, un hermoso caso de «objeción de conciencia»). Ahí es cuando empieza la historia de Moisés, que es también la historia de un Dios que ha decidido liberar a su pueblo. Capataces brutales... Vida insoportable... HOY todavía hay situaciones de ese tipo: trabajos penosos impuestos... genocidio... siguen habiendo muchos «oprimidos», «despreciados», «aplastados», gente cuya vida «es demasiado dura», categorías enteras de «los sin voz». Miro a mi alrededor y pongo nombres concretos, quizá algunos rostros, sobre estas «Palabras de Dios» relatadas aquí.
-“Los hijos de Israel, gimiendo bajo la servidumbre, clamaron al cielo y su llamada de ayuda subió hasta Dios, desde el fondo de su servidumbre. Dios escuchó sus gemidos”. Dios se revela aquí como el «Dios de los pobres» Dios oye el grito de los pobres. Escucha los gemidos de los que sufren. ¿Y yo? Descubrir esto, afirmar que "Dios es salvador" y no comprometerse al servicio de los pobres, sería una mentira. Jesús, siglos más tarde, nos repetirá que Dios está de parte de los que gimen, para liberarlos: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados» (Mt 11, 28; Noel Quesson).
3. Entendemos por qué Israel y nosotros cantamos con gratitud: «Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, nos habrían tragado vivos... Bendito el Señor que no nos entregó en presa a sus dientes. Nuestro auxilio es el nombre del Señor»: hemos sido liberados por el nuevo Moisés, Cristo Jesús. Con su muerte -su «éxodo»- nos ha hecho salir de la esclavitud y nos ha hecho miembros del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia. Podemos rezar con pleno sentido: «si el Señor no hubiera estado de nuestra parte...». Antes se apelaba al pueblo que vivió el primer éxodo: «que lo diga Israel». Ahora somos nosotros los que podemos dar gozoso testimonio: «que lo diga el pueblo de los liberados por Cristo Jesús». ¿Tenemos experiencia de «liberados» por Cristo, de reconciliados por él, de salvados? También podemos reflexionar desde otra perspectiva. Las situaciones de injusticia continúan a lo largo de la historia. Situaciones de opresión económica y humana. Situaciones de genocidio en diferentes partes del mundo, de las que nos enteramos, día tras día, por los medios de comunicación, y no nos tendrían que dejar indiferentes. A Dios le sigue doliendo el sufrimiento del pobre y del débil, y busca las personas para la liberación de los oprimidos. Lo mismo que entonces a Moisés, ahora nos encarga a nosotros -a los cristianos y a todos los de buena voluntad- que luchemos contra la injusticia. Siempre podemos aportar algo para solucionar los grandes problemas del mundo, con ayuda económica o trabajo personal. Pero, además, hemos de colaborar en nuestro mundo más cercano. Ante todo, no creando nosotros mismos situaciones de injusticia. Y, luego, denunciando, si es el caso, los atropellos de los derechos humanos, y trabajando nosotros en la mejora de la vida de los más pobres, en el terreno de la educación, de la sanidad, de la atención social y, naturalmente, en la evangelización cristiana, factor fundamental para la liberación integral de la persona humana.
S. Agustín comenta así este salmo de esperanza: "También a nosotros nos sostiene una segura esperanza, y cantaremos con júbilo. En efecto, para nosotros no son extraños los cantores de este salmo... Por tanto, cantemos todos con un mismo espíritu: tanto los santos que ya poseen la corona, como nosotros, que con el afecto nos unimos en la esperanza a su corona. Juntos deseamos aquella vida que aquí en la tierra no tenemos, pero que no podremos tener jamás si antes no la hemos deseado". Los santos pensarán: “como habría sido difícil conseguir la liberación si no hubiera intervenido la mano del Liberador para socorrerlos, llenos de alegría exclaman: "Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte". Así inician su canto. Era tan grande su júbilo, que ni siquiera han dicho de qué habían sido librados". En Jesús se manifiesta mediante los milagros que “Dios estaba con él” (Hch 10,38) y cómo Dios lo libra de los lazos de la muerte con la resurrección: “danos, Señor, tu ayuda en la tribulación (…) fortaleza para luchar en los combates, y míranos propicio (…) en esta hora de la prueba” (S. Eulogio de Córdoba).
Llucià Pou Sabaté


San Camilo de Lelis, presbítero

SANTA CATHERINE o KATERI TEKAKWITHA
Catherine o Kateri Tekakwitha nació en 1656 en Ossernenon, actual Auriesville (Estados Unidos). Era hija de un jefe de tribu Mohawk y una india algonquín católica que había sido bautizada y educada por misioneros franceses. A los cuatro años perdió a su familia a causa de una epidemia de viruela, y ella misma quedó desfigurada y con la vista muy disminuida a causa de la enfermedad. Fue adoptada por un pariente, jefe de una tribu vecina. Creciendo se interesó por el cristianismo, y a los 20 años fue bautizada por un misionero francés.
Los miembros de su tribu no comprendieron su nueva filiación religiosa, por lo que fue marginada. Se mortificaba como camino de santidad, y rezaba por la conversión de sus parientes y de los miembros de su tribu. Sufrió persecuciones que amenazaron su vida, por lo que tuvo que huir para establecerse en una comunidad de nativos cristianos en Kahnawake, Quebec (Canadá), donde vivió dedicada a la oración, la penitencia y el cuidado de enfermos y ancianos. También hizo voto de castidad. Murió en 1680, a la edad de 24 años. Sus últimas palabras fueron: "Jesús, te quiero". La tradición dice que las cicatrices de Catherine se desvanecieron después de su muerte, revelando una mujer de gran belleza; y que numerosos enfermos que asistieron a su funeral sanaron.
El proceso de canonización comenzó en 1884. Fue declarada venerable por el Papa Pío XII en 1943, y beatificada por el beato Juan Pablo II en 1980. Como primera india norteamericana beatificada, ocupa un lugar especial en la devoción de los pueblos nativos de América del Norte. Su fiesta se celebra el 14 de julio.
Milagro oficial. No sucedió en un lugar remoto, en circunstancias confusas, ni hace cientos de años... pasó en 2006, en Estados Unidos, en el país mejor comunicado del mundo, en el Hospital Infantil de Seattle y la cámara hiperbárica del centro médico Virginia Mason, bajo la supervisión de un equipo pediatra e interdisciplinar.
Su protagonista, Jake Finkbonner, tenía cinco años y estuvo a punto de morir, pero milagrosamente vive... y si no pasa nada extraño vivirá muchos años, y contará su testimonio bien adentrado el siglo XXI.
Jake tiene once años y ha colocado las fotos de su rostro deformado por la enfermedad en su web www.jakefinkbonner.com
 
 . Todo a la vista.

Y habla en televisiones y se deja entrevistar, como aquí, en KomoNews.com (KomoTV). http://www.seattlepi.com/local/komo/article/Vatican-calls-Whatcom-boy-s-survival-a-miracle-2414150.php#ixzz1h6dvq5ru
 .

Así, Kateri (Catalina) Tekakwitha, una india insignificante, de cara desfigurada por la viruela y despreciada por su pueblo en el siglo XVI, que murió joven, se convierte en la primera india de América del Norte santa, una de las pocas laicas santas de Estados Unidos, un país que pedirá que se cuente una y otra vez el milagro.
Por muy anticatólico que sea Hollywood, la asombrosa relación entre Kateri y Jake (que es indio lummi por rama paterna) y el drama de la enfermedad invencible y asombrosamente vencida, da para más de una película. Como ha insistido siempre el cristianismo, el sufrimiento esperanzado de aquella (Kateri) trae la liberación luminosa de éste (Jake). Kateri gana batallas después de muerta, porque los santos viven con Dios. De hecho, Jake dice que lo vio, a Dios, durante su enfermedad.
El milagro sucedió en 2006 y hace tiempo que se conocía, pero solo este lunes 19 de diciembre de 2011 el vicepostulador de la causa de Kateri Tekakwitha confirmó que éste es el milagro aceptado en la Congregación de la Causa de los Santos para canonizar a la joven india. Los expertos médicos del proceso de canonización y los que atendieron a Jake, según parece probado, no saben por qué se curó el niño.
Todo empezó cuando Jake tenía cinco años y, jugando al baloncesto en su ciudad de Sandy Point, se cayó al suelo y se hizo una herida en la boca. Por esa herida entró la bacteria Fasciitis necrocitante, también llamada Strep A, y, de forma más popular, la "bacteria devoradora de carne". En realidad no come la carne pero genera toxinas que disuelven los tejidos a gran velocidad y a menudo la única forma de salvarse es cortar con rapidez el miembro infectado; así perdió su pierna en 1994 el antiguo primer ministro de Quebec, Lucien Bouchard, o quedó sin brazo en 2004 el Nobel de física Eric Allin Cornell.
La madre de Jake, Elsa Finkbonner, lo explica con claridad: "lo normal es que la gente adquiera esta enfermedad en una extremidad, y la solución más simple es amputar. Pero no podías hacer eso por Jake, porque la infección estaba en su cara".
Las fotos son terribles.Cada día los doctores del Hospital Infantil de Seattle cortaban más y más trozos de piel y tejidos, pero la enfermedad avanzaba. Cada día llevaban al niño a la cercana cámara hiperbárica del centro Virginia Mason: el oxígeno debía ayudar a ralentizar el proceso. Pero la enfermedad no se detenía. Se extendió por el cuello y por los hombros. Cada día los médicos pensaban que el niño iba a morir, pero seguían actuando contra toda esperanza.
Mientras tanto, Elsa y su marido Donny rezaban por su hijo. Donny es miembro de la nación india lummi, también llamada Lhaq´temish, (www.lummi-nsn.org
), de los que quedan unos 5.000, y que son católicos en su mayoría desde que fueron evangelizados por los oblatos en el siglo XIX. Muchos viven en una pequeña península en la costa pacífica, cerca de la frontera de Canadá, y sus ancestros controlaban en esas costas e islas, un pueblo de mar y canoas.

Fueron los médicos los que recomendaron a los Finkbonner que llamaran a su sacerdote. El padre Tim Sauer atendía la parroquia de la reserva lummi y dos parroquias más. El padre Sauer llamó al capellán del hospital, conocido suyo, que le dijo "bien, padre, es muy posible que Jake ya no esté aquí mañana". Así entendió que Jake podía morir en cualquier momento.
El padre Sauer pensó en la beata Kateri Tekakwitha, hija de un indio mohawk y una india algonquina raptada, cuyo rostro había quedado marcado por la viruela en su infancia, y que dedicó toda su juventud a orar y cuidar enfermos. Se dice que cuando murió, las marcas de su rostro desaparecieron, y todos los enfermos que había estado cuidando se curaron milagrosamente en el día de su funeral. Kateri es patrona de los indios, así que Tim Sauer animó a los padres a rezar pidiendo su intercesión. Lo mismo hicieron en sus tres parroquias, incluyendo la de la nación lummi, y mucha otra gente alertada por los parroquianos.
Durante 18 días, los médicos cortaron piel y tejidos. Realizaron 20 operaciones quirúrgicas en esos días. Y la enfermedad remitió. Se detuvo la corrupción de tejidos y desapareció el peligro de muerte. Quedaron las cicatrices y el rostro deformado.
Todavía no circulan declaraciones públicas del equipo médico sobre lo que pasó, pero sí ha hablado el vicepostulador de la causa, Paul A. Lenz: "ellos [los médicos de Seattle y los de la comisión del Vaticano] no creen que su habilidad médica fuese la cura; cada noche pensaban que Jake iba a morir".
Los Finkbonner están encantados con los médicos. Consideran que su entrega y pasión ya son en sí mismas milagrosas y lo han declarado muchas veces. En su web, Jake escribe: "estoy agradecido a los médicos del Hospital Infantil de Seattle que salvaron mi vida". Y la familia anima a la gente a donar sangre, con fotos y todo. Su hijo a los 9 años ya había necesitado 100 unidades de sangre, por las 20 operaciones de 2006 y otras cinco que vendrían después. En 2011, ya son 29 operaciones.
La familia cumple lo que enseña la Biblia en Eclesiástico 38 (Sirácida): "Honra al médico por sus servicios, como corresponde, porque también a él lo ha creado el Señor. La curación procede del Altísimo (...). El Señor dio a los hombres la ciencia, para ser glorificado por sus maravillas. Con esos remedios el médico cura y quita el dolor, y el farmacéutico prepara sus ungüentos."
Pero los Finkbonner también están agradecidos a la santa y a Dios. "En mi corazón, todos nosotros, hemos visto siempre que la recuperación de Jake, su curación y supervivencia, fue realmente un milagro. Si hacen santa a la beata Kateri, será un honor formar parte del proceso", afirma Elsa, la madre, en The Bellingham Herald.
"En nuestro corazón, sabemos que lo de Jake es un milagro, lo hemos visto con nuestros propios ojos", dice el padre, Donny.
En la nación lummi, Henry Cage, antiguo presidente de la reserva y parroquiano de la Iglesia Católica de St. Joachim, afirma: "mucha gente está contenta hoy, es algo que todos estábamos esperando." Una causa de alegría para todos los indios de Estados Unidos y Canadá (Kateri Tekakwitha vivió en ambos países).
Un aspecto curioso de este milagro no es solo que el milagrado vive para contarlo, sino que además, a sus once años, tiene una experiencia mística que explicar a cualquier televisión o radio que le pregunte. Le sucedió durante los días en que se debatía entre la vida y la muerte. Dice que sintió su cuerpo muy ligero, y que entonces tuvo una visión. "Veía abajo el hospital, veía mi familia. Lo único que no veía era a mí mismo", explica.
También vio a parientes difuntos, como su tío y su bisabuela, y ángeles. Y el Cielo y a Dios. Dice que Dios se sentaba en una gran silla y que era muy alto. "No era del tamaño de una persona normal", afirma Jake. "Le di un abrazo a Dios. Le pregunté si podía estar en el Cielo, porque me gustaba de verdad estar allí. Y Él me dijo que no, porque mi familia me necesitaba en la tierra".
Elsa Finkbonner recuerda que ella estaba sentada junto a su hijo de cinco años, terriblemente deformado. "Recuerdo que él yacía allí, en su cama de hospital, en su habitación, y se sentó muy recto y dijo: me han alzado ["I´ve been raised", en inglés]. Y yo dije: ¿dónde? Y me dijo: al Cielo". Y le contó su visión.
Hoy Jake estudia en Bellingham, en la Assumption Catholic School, y le atrae ser cirujano plástico, pero también arquitecto. Su madre dice que "le emocionará ver al Papa, sería la guinda del pastel para él". Sigue jugando a baloncesto y le gustan los videojuegos.
Y tiene un consejo para los que sufren enfermedades que pueden ser mortales. "No os asustéis en absoluto. En cualquier caso, será algo bueno. Si vais al Cielo, estaréis en un lugar mejor. Si vivís, volveréis con vuestra familia", asegura con tranquilidad.
En el país con los medios de comunicación más potentes e influyentes del mundo, este mensaje puede llegar a millones de personas. Cuando se establezca la fecha de la canonización y las televisiones americanas se vuelquen en Roma, la familia Finkbonner tendrá mucho que decir a sus compatriotas.
SAN CAMILO DE LELIS, PRESBÍTERO
Nacido en una aldea del reino de Nápoles el 25 de mayo de 1550. Emprendió una vida de penitencia y fervor cuando tenía ya veinticinco años. En 1582 concibió la idea de fundar una Congregación para la asistencia de los enfermos, poniendo enseguida manos a la obra. Fue ordenado sacerdote en 1584. El Papa Sixto V aprobó la Congregación en 1586. Dejando establecidas 15 casas, creados 8 hospitales y contando la Congregación con más de 200 profesores, falleció el santo Fundador en Roma el 14 de julio de 1614. — Fiesta: 18 de julio. Misa propia.
San Camilo nació en un establo, porque así lo quiso su madre, animada de un profundo espíritu franciscano, que le sugirió dar a luz a su hijo en lugar semejante al que había servido a María para el nacimiento de Jesús. Mujer tan piadosa, ciertamente, como noble... Se acercaba ya a sus sesenta años, cuando concibió a Camilo, cuyos extraordinarios destinos le habían sido presagiados en un sueño, y se dispuso a educarlo cuidadosamente. No pudo completar su obra, porque murió cuando el muchacho contaba trece años. La instrucción humana de Camilo tuvo que ser bastante rudimentaria. Su padre era marqués —el Marqués de Lelis—, y anduvo siempre metido en guerra, como capitán que era al servicio del emperador Carlos V. No pudo ocuparse, pues, intensamente en la formación de su hijo.
Desgraciadamente, a pesar de los antiguos cuidados maternos, Camilo, con todo y llevar una conducta correcta en cuanto a la pureza, fue adquiriendo un vicio que le había de causar mucho daño: a los quince años era un gran jugador de cartas. A causa de su pasión por el juego, sufrirá importantes reprensiones y perderá alguna colocación. A los diecinueve años, declara a su padre que desea seguir la carrera de las armas. El capitán logra enrolarle en el ejército de Venecia, que entonces luchaba contra los turcos. Pero en vísperas del embarque del hijo, muere súbitamente. Suspende Camilo su decisión, llora completamente desorientado la desgracia, y cruza por su mente la idea de hacerse capuchino, debida seguramente a que un tío suyo era Guardián del convento de capuchinos de Aquila. Va a consultarle, y le dice él, categóricamente, después de prodigarle los consuelos: «No es éste tu camino: enrólate soldado». Sin embargo, Dios tenía decidida otra cosa: ni soldado ni capuchino. Se le abre una llaga en una pierna. Contratiempo de cuidado, que le dará mucho que hacer. Abandona todo otro plan y se dirige a Roma para ingresar en el hospital de Santiago, donde hábiles cirujanos curan su llaga, y donde se queda como enfermero. No sabe conservar la plaza, con la que se ganaba perfectamente el pan. El director del hospital le despide porque su incorregible apasionamiento de jugador le hace ser negligente con los enfermos. Se inscribe otra vez para las armas. Durante seis años se bate, primeramente al servicio de la república de Venecia, después bajo las banderas de España. Más de una vez se roza con la muerte. Pero nada le vuelve juicioso: juega, juega locamente. En 1575 lo encontramos mendigando, y poco después peón de albañil en Manfredonia, donde los capuchinos están construyendo un nuevo convento.
Un día, pudo observar que un fraile le estaba hablando quedamente, casi al oído... ¿Qué le diría?... A poco, arrodillóse en un momento dado en pleno campo y comenzó a exclamar: «Desgraciado de mí... ¿Por qué, Señor, no os he conocido antes? Perdonadme. ¡Ya nada más del mundo, nada más del mundo!». Se había dado cuenta, en una magnífica intuición, de lo vacía que había sido hasta entonces su vida. Y ahora sí se meterá a capuchino. Gustosamente le admitieron y fue por algún tiempo fraile ejemplar. Se le impuso el nombre de Fray Cristóbal, por su talla gigantesca, que recordaba la del antiguo Santo, que, según la tradición, transportó sobre sus hombros, de orilla a orilla del río, al Niño Jesús. Se le llamaba asimismo Fray Humilde, porque se sentía feliz en los oficios más bajos y con los tratos y penitencias de mayor dureza. Pero no duró mucho aquella felicidad. Se le abrió nuevamente la llaga, y tuvo que salir del convento, reingresando en el hospital romano de Santiago. En su nueva y larga estancia en el hospital descubrirá su sendero.
Los hospitales de aquella época, en su exterior, eran edificios muy presentables y a veces parecían verdaderos palacios. Pero en las salas de los enfermos se desconocía la higiene y la limpieza más elementales. Los médicos de la época sólo tenían horror al aire. El servicio estaba desatendido. La mayor parte de los enfermeros eran personas que estaban condenadas por la justicia, que cumplían sus penas emplazados en aquella pestilencia. ¡Imaginemos cómo estarían asistidos los enfermos, a base de un personal así reclutado! Con nuestro «buen gigante» todo cambió. Recibido con los brazos abiertos, después de su «conversión» ejerció de enfermero, como en el antiguo período, a la vez que medicaba su dolencia; y dio muestras de una diligencia y unos sentimientos tan fraternales para con los enfermos, que muy pronto fue nombrado administrador y director del establecimiento. Aprovechó enseguida sus poderes para desterrar las más lamentables rutinas; cada enfermo tuvo su cama, con ropa limpia; mejoró mucho la alimentación; los medicamentos se dieron con rigurosa puntualidad; y, sobre todo, el nuevo «director», con su gran corazón, asistía personalmente a los dolientes, compadecíales en sus padecimientos, consolaba a los moribundos y les preparaba para su hora postrera, excitando al mismo tiempo el celo de todos, sacerdotes y seglares, en favor de los que sufrían.
Una noche le ocurrió un pensamiento (era en agosto de 1582): «¿Y si reuniera yo a unos hombres de corazón en una especie de Congregación religiosa, para que cuidasen a los enfermos, no como mercenarios sino por el amor de Dios?». Sin tardanza comunicó la idea a cinco buenos amigos, los cuales la aceptaron con entusiasmo. Inmediatamente transformó una estancia del hospital en capilla. La presidía un gran Crucifijo. Pero los altos dirigentes del Hospital (como si dijéramos la Junta rectora) no vieron con buenos ojos el plan y el dinamismo del Santo, prohibieron las reuniones de los congregados y desvalijaron la capilla, sin oponerse a que Camilo se llevase el Crucifijo a su aposento, como lo hizo, con el corazón transido de pena. Rezando ante el mismo, vio un día que el Cristo se animaba y le tendía los brazos, diciéndole: «Prosigue tu obra, que es mía». Definitivamente animado, se dispuso a marchar adelante.
Comprendió, empero, que para realizar sus deseos, le faltaban dos condiciones: el prestigio y la independencia. El prestigio, creyó que debía ser el del sacerdocio. Y por esto emprendió el estudio de la Teología, que enseñaba a la sazón en el Colegio Romano el célebre doctor Roberto Belarmino. A los dos años celebraba su primera Misa. La independencia la adquirió abandonando el hospital y alquilando una casa modestísima para sí y sus compañeros. De ella salían para prestar servicios en el hospital del Santo Espíritu, cuyas vastas salas acogían a más de mil enfermos.
Aprobaba el Papa dos años más tarde la Congregación, y poco después autorizaba a sus miembros a ostentar una cruz roja en la sotana y el manto. He ahí nacida la gran familia de los «Camilos», hermana de la de los «Hospitalarios», fundada en España por San Juan de Dios. No faltaron a los nuevos cruzados de la caridad, magníficos campos de batalla. A poco, la epidemia que invadió el barrio de las Termas; al año siguiente, el tifus, que hizo en Roma muchos millares de víctimas. Ante tales azotes, Camilo y los suyos se multiplicaron. En todas partes donde había apestados, hambre, miseria, se presentaba el admirable Fundador; y movidos por su ejemplo e iluminados por sus ardientes y prácticas instrucciones, todos los religiosos de su mando se convirtieron en enfermeros atentos, hábiles, paternales. El secreto que les enseñó para lograrlo, fue considerar y ver a Jesucristo en cada enfermo.
En 1588 Camilo abrió una segunda Casa en Nápoles. Y después de 1595, la Congregación —ya Orden— se estableció en Milán, Génova, Bolonia, Florencia y otras ocho poblaciones de la península italiana. El Fundador se trasladaba de una a otra, incesantemente, al galope de su caballo o navegando en pésimas embarcaciones.
Sufrió varios accidentes y pasó graves peligros. Repetidamente, su oración calmó tormentas amenazadoras de naufragio. Impulsivo, apasionado siempre, devorado de una audacia heroica, decía: «Quisiera tener un corazón tan grande como el mundo».
Pero un día tuvo que rendirse. Era en 1607. Fatigado y sin ánimos, suplicó al Papa Paulo V le relevara de su cargo de Prefecto General. Aceptó, no obstante, acompañar a su sucesor en una última visita a todas las Casas de la Orden. Así lo realizó a causa de sus diversas dolencias, que le hacían penosos los viajes —la consabida llaga, los forúnculos en la planta de los pies, espasmos estomacales, etc.—, y que él llamaba «las misericordias del Buen Dios». Regresó a la Ciudad Eterna para no levantarse ya de su lecho. Sus últimos seis meses fueron una fervorosa y dolorosa preparación al traspaso.
La Orden cuenta hoy con 1770 miembros, entre profesos, novicios y aspirantes, repartidos por toda Europa, América del Sur, China, etc., y cuida unos siete mil enfermos en 145 hospitales.

Domingo 15 de tiempo ordinario, ciclo A

Domingo de la semana 15 de tiempo ordinario; ciclo A

El Señor fecunda la tierra que es nuestro corazón, para que podamos acoger su palabra, y dar mucho fruto
«Aquel día salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del mar. Se reunió junto a él tal multitud que hubo que subir a sentarse en una barca, mientras toda la multitud permanecía en la orilla. Y se puso a hablarles muchas cosas en parábolas, diciendo: He aquí que salió el sembrador a sembrar. Y al echar la semilla, parte cayó junto al camino y vinieron los pájaros y se la comieron. Parte cayó en terreno rocoso, donde no había mucha tierra y brotó pronto por no ser hondo el suelo; pero al salir el sol, se agostó y se secó porque no tenía raíz. Otra parte cayó entre espinos; crecieron los espinos y la sofocaron. Otra, en cambio, cayó en buena tierra y dio fruto, una parte el ciento, otra el sesenta y otra el treinta. El que tenga oídos, que oiga. Los discípulos se acercaron a decirle: ¿Por qué les hablas en parábolas? Él les respondió: A vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no se les ha dado. Porque al que tiene se le dará y abundará, pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:
Con el oído oiréis, pero no entenderéis, con la vista miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y han cerrado sus ojos; no sea que vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan con el corazón y se conviertan, y yo los sane.Bienaventurados, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. Pues en verdad os digo que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron, y oír lo que vosotros estáis oyendo y no lo oyeron.Escuchad, pues, la parábola del sembrador. Todo el que oye la palabra del Reino y no lo entiende, viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: esto es lo sembrado junto al camino. Lo sembrado sobre terreno rocoso es el que oye la palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene en sí raíz, sino que es inconstante y, al venir una tribulación o persecución por causa de la palabra, en seguida tropieza y cae. Lo sembrado entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y la seducción de las riquezas sofocan la palabra y queda estéril. Por el contrario, lo sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y fructifica y produce el ciento, o el sesenta, o el treinta.» (Mateo 13, 1-23)
 1. "Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago..." (Mt 13,1). La gente se arremolina en torno a Jesús, sus palabras tienen el sabor de lo nuevo, su mirada es limpia y frontal, su gesto sereno y atrayente, su conducta valiente y franca... Por otra parte aparece sencillo, amigo de los niños, inclinado a curar a los enfermos, aficionado a estar con los despreciados por la sociedad de su tiempo, amigo de publicanos y pecadores. Y, sin embargo, su manera de enseñar tenía una especial autoridad, tan distinta de la de los escribas y los fariseos. La muchedumbre se siente atraída, le sigue por doquier, le gusta verle y escucharle. Por eso en alguna ocasión, como en este pasaje, Jesús se sube a una barca y se separa un poco de la orilla. Era aquella barca una curiosa cátedra, y la ribera del lago una insólita aula, abierta a los cielos, mirándose en el agua. El silencio de la tarde se acentúa con la atención de todos los que escuchan las enseñanzas del Rabbí de Nazaret. Su palabra brota serena e ilusionada, es una siembra abundante, desplegada en redondo abanico por la diestra mano del sembrador. Es una simiente inmejorable, la más buena que hay en los graneros de Dios. Su palabra misma, esa palabra viva, tajante como espada de doble filo. Una luz que viene de lo alto y desciende a raudales, iluminando los más oscuros rincones del alma, una lluvia suave y penetrante que cae del cielo y que no retorna sin haber producido su fruto. Sólo la mala tierra, la cerrazón del hombre, puede hacer infecunda tan buena sementera. Sólo nosotros con nuestro egoísmo y con nuestra ambición podemos apagar el resplandor divino en nuestros corazones, secar con nuestra soberbia y sensualidad las corrientes de aguas vivas que manan de la Jerusalén celestial y que nos llegan a través de la Iglesia. Que no seamos camino pisado por todos, ni piedras y abrojos que no dejen arraigar lo sembrado, ni permitan crecer el tallo ni granar la espiga. Vamos a roturar nuestra vida mediocre, vamos a suplicar con lágrimas al divino sembrador que tan excelente siembra no se quede baldía. Dios es el que da el crecimiento, Él puede hacer posible lo imposible: que esta nuestra tierra muerta dé frutos de vida eterna.
A pesar de las dificultades de la siembra, la cosecha está asegurada; el Reino de Dios, iniciado en la persona de Jesús, es una fuerza viva que avanza irresistiblemente hacia su plenitud y gloriosa manifestación, hacia la cosecha final. La Palabra de Dios es como una semilla, pequeña en apariencia, pero llena de vida. No todos la escuchan y la albergan en su corazón; pero quienes la reciben con fe darán fruto. Jesús no habla en parábolas para que no le entiendan; nadie habla en verdad para que no le entiendan.
Tú, Jesús, eres el sembrador, la semilla de tu palabra y de tu vida fecunda el mundo. Jesús, veo que la tierra da fruto diverso, depende de cómo acoge la palabra, de cómo corresponde: ¿cómo es mi tierra, mi corazón? ¿Es un corazón que sabe amar, que sabe sacrificarse por los demás; o es un corazón de piedra, duro, en el que las necesidades de los que me rodean no hacen mella? ¿Es un corazón fuerte, con la fuerza de voluntad necesaria para hacer lo que debe en cada momento; o es un corazón blando, sin personalidad, que se deja arrastrar por el gusto, la sensualidad o la comodidad?
Jesús, ¿en qué ambiente me muevo? ¿Es un ambiente adecuado para que pueda crecer mi vida de cristiano? ¿Qué amigos tengo?¿Cómo aprovecho el tiempo libre? (Pablo Cardona).
«La escena es actual. El sembrador divino arroja también ahora su semilla. La obra de la salvación sigue cumpliéndose, y el Señor quiere servirse de nosotros: desea que los cristianos abramos a su amor todos los senderos de la tierra; nos invita a que propaguemos el divino mensaje, con la doctrina y con el ejemplo, hasta los últimos rincones del mundo. Nos pide que, siendo ciudadanos de la sociedad eclesial y de la civil, al desempeñar con fidelidad nuestros deberes, cada uno sea otro Cristo, santificando el trabajo profesional y las obligaciones del propio estado» (J. Escrivá, Es Cristo que pasa 150).
Soy sembrador cuando estudio con seriedad lo que me toca, cuando ayudo a arreglar un desperfecto en casa, cuando sé perdonar un detalle molesto, cuando sonrío estando cansado, cuando dejo elegir a otro el mejor postre o la película de cine que iremos a ver, etc..
Recuerdo que mi catecismo de niño traía al final la parábola del sembrador, yo no la entendía entonces, veía algo misterioso oculto bajo ese dar fruto, y ahora veo con más claridad que mi corazón es el campo, donde puedo acoger la Palabra, que es Jesús, y dar fruto. Podemos ser la tierra buena en la que “da fruto y produce uno ciento, otro sesenta, otro treinta” (Mt 13,23). Y también podemos ser sembradores si nos esforzamos por corresponder a ese amor divino y darlo a los demás, y así Dios “muestra a los extraviados la luz de su verdad para que puedan volver a su camino recto” (Colecta).
2. La lluvia no cae en vano. Así es la Palabra de Dios, como la lluvia: “Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come”, así el Señor hace fructificar la siembra divina que hemos visto en el Evangelio, por eso sigue diciendo: "La palabra que sale de mi boca no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo". Cuando Dios habla, comienza una verdadera historia en la que no se vuelve nunca al principio como si no hubiera sucedido nada.
Sigue la idea el salmista: “La semilla cayó en tierra buena y dio fruto. Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida;  la acequia de Dios va llena de agua. Tú preparas los trigales: riegas los surcos, igualas los terrenos,  tu llovizna los deja mullidos,  bendices sus brotes. Coronas el año con tus bienes,  tus carriles rezuman abundancia;  rezuman los pastos del páramo,  y las colinas se orlan de alegría. Las praderas se cubren de rebaños,  y los valles se visten de mieses que aclaman y cantan”. 
Casiodoro paragonava "la misericordia del Padre con un río que se desborda: de él será posible beber siempre, pues jamás se secará: «Será una fuente que salta hasta la vida eterna» (Jn 4,14). El río y el pan simbolizan la Eucaristía, en la que bebemos la Sangre del Señor y comemos su Carne.
3. Considero que los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá”. Todo lo que hagamos es poco, vale la pena por la esperanza. Y no sólo nosotros, sino que “la creación expectante está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios”; hay una fuerza misteriosa que somete todo lo creado, pero en Cristo nos viene “la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios”. Hay pues una misteriosa solidaridad entre todos, interconexión también con todo lo creado que está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo”.
Llucià Pou Sabaté