martes, 11 de febrero de 2014

5ª semana, martes (par): la Alianza y la honra al nombre de Dios consiste en respetar a los demás, querer a los padres, no perderse en menudencias, sino vivir el espíritu de amor.
« (…) Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no se comportan conforme a la tradición de los antiguos, sino que comen el pan con las manos impuras? Él les respondió: Bien profetizó Isaías de vosotros los hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está bien lejos de mí. En vano me dan culto, mientras enseñan doctrinas que son preceptos humanos. Abandonando el mandamiento de Dios, retenéis la tradición de los hombres. Y les decía: ¡Qué bien anuláis el mandamiento de Dios, para guardar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y quien maldiga al padre o a la madre, sea reo de muerte. Vosotros, en cambio, decís: si dice un hombre al padre o a la madre, “lo que de mi parte pudieras recibir sea Corbán”, que significa ofrenda, ya no le permitís hacer nada por el padre o por la madre; con ello anuláis la palabra de Dios por vuestra tradición, que vosotros mismos habéis establecido; y hacéis otras muchas cosas semejantes a éstas» (Marcos 7, 1-13).
1. Se reúnen junto a Jesús y le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?»
Él les llama hipócritas, por muchas razones… y les dijo con palabras de Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí... Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.» Les hace ver que no respetan a los padres con excusas religiosas. Aquellos fariseos buscaban tener las “manos limpias” pero Dios mira si tenemos las “manos llenas” de amor. Engañaban con excusas piadosas, incluso dejaban sin atender a sus padres porque habían ofrecido el dinero al templo: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición!»
Te veo, Jesús, como intérprete auténtico de la Ley; por eso explicas el justo sentido del cuarto mandamiento, deshaciendo el lamentable error del fanatismo judío. «Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’»: el cuarto mandamiento recuerda a los hijos las responsabilidades que tienen con los padres. Tanto como puedan, les han de prestar ayuda material y moral durante los años de la vejez y durante las épocas de enfermedad, soledad o angustia. Tú, Jesús, recuerdas este deber de gratitud. El respeto hacia los padres (piedad filial) está hecho de la gratitud que les debemos por el don de la vida y por los trabajos que han realizado con esfuerzo hacia los hijos, para que éstos pudieran crecer en edad, sabiduría y gracia. «Honra a tu padre con todo el corazón, y no te olvides de los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido. ¿Qué les darás a cambio de lo que han hecho por ti?» (Sir 7,27-28). El Señor glorifica al padre en sus hijos, y en ellos confirma el derecho de la madre. Quien honra al padre expía los pecados; quien glorifica a la madre es como quien reúne un tesoro (cf. Sir 3,2-6). Todos estos y otros consejos son una luz clara para nuestra vida en relación con nuestros padres. Pidamos al Señor la gracia para que no nos falte nunca el verdadero amor que debemos a los padres y sepamos, con el ejemplo, transmitir al prójimo esta dulce “obligación” (Iñaki Ballbé).
Ya sabemos que no se puede devolver a los padres todo lo que hacen… con frecuencia, una madre puede sentir en su interior como un desencanto, al ver que ese amor hacia sus hijos no es suficientemente correspondido por ellos. Pues podemos aprovechar ese discernimiento, para devolver a nuestra madre ese amor, si la tenemos en la tierra, y en cualquier caso, cuando nos damos cuenta vemos que es algo que hay que devolverlo “hacia delante”, hacia los hijos, pasar el testigo…
                2. Salomón “extendió sus manos hacia el cielo y dijo” esta oración... yo también quiero permanecer en tu presencia, Señor: “Señor, Dios de Israel, ni arriba en el cielo ni abajo en la tierra hay un Dios como tú, que mantienes la Alianza y eres fiel con tus servidores, cuando caminan delante de ti de todo corazón”. Quiero confesar tu grandeza, Señor, tu transcendencia. Sentirme muy pequeño ante Ti, Señor, pero muy amado, hijo tuyo. Sentir que tu grandeza es ponerse a disposición de tu Pueblo, ligarte a él, hacer alianza con él. Eres el Dios Transcendente que se hace próximo. ¡A la vez el Altísimo y el muy Próximo! Este es el gran misterio del Templo.
“Pero ¿es posible que Dios habite realmente en la tierra? Si el cielo y lo más alto del cielo no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta Casa que yo he construido!” Dios está fuera del espacio y del tiempo, «en el cielo» quiere decir inaccesible, escondido, imposible de captar, fuera de nuestro alcance y comprensión. Los lugares sagrados son un camino a Dios por Cristo, que con su Cuerpo, es el verdadero y único mediador, que concretiza y facilita el encuentro con Dios. Él es el único templo, reconstruido en tres días. La Asamblea eucarística, los cristianos reunidos son también el Cuerpo visible de Cristo Hoy. Dios no está solamente presente en la misa. Está presente por doquier en nuestra vida. Pero en la Eucaristía, el fuerte signo de Presencia, nos es dado para que sepamos reconocerle en todas partes...
“No obstante, Señor, Dios mío, vuelve tu rostro hacia la oración y la súplica de tu servidor, y escucha el clamor y la oración que te dirige hoy tu servidor”. En el texto hebreo se lee "Tefilá" (grito de angustia que se lanza en el dolor), «Tekinná» (súplica confiada en la misericordia de Dios), y «Rinná» (plegaria gozosa, y ya segura de ser atendida)... La plegaria toma en nuestros corazones toda clase de formas, según los diversos momentos. Como los salmos, encontramos palabras para todos nuestros estados y los diversos sentimientos de alegría o dolor, de paz o angustia…
“Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre el lugar del que tú dijiste: 'Allí residirá mi Nombre'. ¡Escucha la oración que tu servidor dirige hacia este lugar! ¡Escucha la súplica y la oración que tu servidor y tu pueblo Israel dirijan hacia este lugar! ¡Escucha desde tu morada en el cielo, escucha y perdona!” Sé que Tú, Señor, desde el cielo donde habitas, escuchas y perdonas... ¡eres un Dios que me mira sin cesar! En este momento mismo. Tus ojos... (Noel Quesson).
Es una preciosa, y solemne oración en nombre de todos (aquí hay un resumen, pues en el libro de los Reyes aparece más larga). Da gracias a Dios por su fidelidad. Reconoce que Dios no necesita templos ni puede quedar encerrado en ellos. Es consciente de que Dios es trascendente, el todo otro, y a la vez que está también muy cercano a su pueblo. Y termina pidiéndole, por sí mismo y por todos los miembros de su pueblo presentes y futuros, que preste siempre atención y escuche las oraciones que se le dirijan en este Templo. Todo eso anuncia un templo que será auténtico nexo entre el cielo y la tierra: Jesús…
3. Mi alma se consume de deseos por los atrios del Señor; mi corazón y mi carne claman ansiosos por el Dios viviente. Hasta el gorrión encontró una casa, y la golondrina tiene un nido donde poner sus pichones, junto a tus altares, Señor del universo, mi Rey y mi Dios”. Es el canto a ese lugar santo donde está la imagen de la presencia divina, y lo que fue “tienda del encuentro” ahora ocupa un lugar fijo, como el pueblo nómada se ha vuelto sedentario. Todo es imagen de Jesús…
“¡Felices los que habitan en tu Casa y te alaban sin cesar! protege, Dios, a nuestro Escudo y mira el rostro de tu Ungido. Vale más un día en tus atrios que mil en otra parte; yo prefiero el umbral de la Casa de mi Dios antes que vivir entre malvados”. Los cristianos son templo del  Espíritu Santo, la Iglesia es Cuerpo de Cristo, la «domus Dei» (casa de Dios), es ahora «domus ecclesiae» (casa de la Iglesia, de la comunidad), donde está Dios: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo». Ya lo había anunciado Jeremías: «No os fiéis de palabras engañosas diciendo: Templo del Señor, Templo del Señor, Templo del Señor. Si me juráis vuestra conducta y obras, si hacéis justicia y no oprimís al forastero, al huérfano y a la viuda, entonces yo me quedaré con vosotros en este lugar» (7,4-7).

Llucià Pou Sabaté


domingo, 9 de febrero de 2014

Lunes de la semana 5ª del tiempo ordinario (par): el poder de Jesús nos toca en lo más íntimo, nos cura y salva

“Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados” (Marcos 6,53-56).

1. Jesús, te veo hoy volcado en la atención a los enfermos, una de tus misiones preferidas. Nunca dejas de ayudar a los que ves sufrir de enfermedades corporales, psíquicas o espirituales. Curas y perdonas, liberando a la persona humana de todos sus males. En verdad es cierto cuando se dice de ti: «pasó haciendo el bien». Como se nos dice hoy, «los que lo tocaban se ponían sanos». Hoy día la Iglesia quiere seguir reflejando tu corazón, Señor, con la atención a los pobres y desamparados, por ejemplo a través de Caritas. Basta ver la ayuda generosa de muchos a través de Caritas, cuando hay un desastre en algún lugar del mundo: es muy superior a la de muchos gobiernos. De ti entendemos, Señor, que la evangelización, misión fundamental de la Iglesia, va ujnida a la atención a los ancianos, débiles, enfermos, marginados en la sociedad… Ayúdame, Jesús, a ver que estás al servicio de todos, «mi Cuerpo, entregado por vosotros», y por tanto, yo también tengo que estarlo, «entregado por los demás» (cf Catecismo, 1503-1505 donde se habla de «Cristo, médico», y 1506-1510 sobre «sanad a los enfermos»: J. Aldazábal).
-“Jesús y sus discípulos atravesaron el lago; llegaron a la playa en Genesaret y atracaron. En cuanto salieron de la barca las gentes le reconocieron y corrieron de toda aquella región; y comenzaron a traer en camillas a los enfermos donde se enteraban de que El estaba”. El milagro de la multiplicación de los panes, que acaba de producirse ha suscitado el entusiasmo popular. Da la impresión de que buscas descanso para los tuyos, Señor, pero que viendo a la gente necesitada, queda éste para más tarde.
-“Adonde quiera que llegaba, en las aldeas, ciudades o granjas, colocaban a los enfermos en las plazas y le rogaban que les permitiera tocar siquiera la orla de su vestido. Y cuantos le tocaban quedaban sanos”. La ciencia médica ha progresado mucho, lleva a la práctica ese deseo tuyo, Jesús. Entonces había una concepción muy religiosa de la salud, ahora bien poco. Te pedimos ayuda, Señor, para que en nuestro tiempo tengamos también esa salud “espiritual”, esa paz y fe tan necesarias, "don de Dios".
La enfermedad y los sufrimientos que la acompañan, sitúan al hombre en una terrible inseguridad: simbolizan la fragilidad de la condición humana, sometida a riesgos inesperados e imprevisibles. La enfermedad contradice el deseo de absoluto y de solidez, que todos tenemos: y es por ello que la enfermedad guarda siempre una significación religiosa, aun para el hombre moderno. De esta inseguridad radical, los médicos no pueden curarnos. Sólo Jesús puede hacerlo, por la fe, en cuanto esperamos la curación definitiva en el más allá (Noel Quesson).
Las almas se curan también con cariño, y al verte descubrir las necesidades de los demás, Señor, te pedimos que sepamos cuidar detalles como dar una palabra de aliento al compañero de trabajo; una sonrisa a quienes suben con nosotros en el ascensor; una atención y un recuerdo en la oración para quien nos pide ayuda por la calle. Detalles de alegría con el cónyuge y los hijos, a pesar de la tensión acumulada en el trabajo (Xavier Caballero).
San Gregorio Magno (Comentario al salmo 50) comenta que “Todos los que le tocaban quedaban curados”: “Imaginémonos en nuestro interior a un herido grave, de tal forma que está a punto de expirar. La herida del alma es el pecado del que la Escritura habla en los siguientes términos: ‘Todo son heridas, golpes, llagas en carne viva, que no han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite’ (Is 1,6) ¡Reconoce dentro de ti a tu médico, tú que estás herido, y descúbrele las heridas de tus pecados! ¡Que oiga los gemidos de tu corazón, él para quien todo pensamiento secreto queda manifiesto! ¡Que tus lágrimas le conmuevan! ¡Incluso insiste hasta la testarudez en tu petición! ¡Que le alcancen los suspiros más hondos de tu corazón! ¡Que lleguen tus dolores a conmoverle para que te diga también a ti: ‘El Señor ha perdonado tu pecado’ (2Sm 12,13). Grita con David, mira lo que dice: ‘Misericordia Dios mío... por tu inmensa compasión’ (Sal 50,3).
”Es como si dijera: estoy en peligro grave a causa de una terrible herida que ningún médico puede curar si no viene en mi ayuda el médico todopoderoso. Para este médico nada es incurable. Cuida gratuitamente. Con una sola palabra restituye la salud. Yo desesperaría de mi herida si no pusiera, de antemano, mi confianza en el Todopoderoso”.
1. Lo más característico del reinado de Salomón es que construyó el Templo de Jerusalén, el que David había querido edificar pero que las circunstancias, y la voz del profeta, aconsejaron dejar para más tarde. Este Templo, inaugurado unos mil años antes de Cristo, recordemos que fue destruido por Nabucodonosor cuatrocientos años más tarde y luego reconstruido varias veces. En tiempos de Jesús estaba en su esplendor. Muy pronto, el año 66 después de Cristo, los ejércitos de Tito lo destruyeron de nuevo. Ahora en su lugar hay una gran mezquita musulmana. Queda el muro… los judíos, que ligan su religión al Templo, lo llaman “de las lamentaciones”…
Hoy leemos cómo organizó Salomón, haciéndolo coincidir con la fiesta de los Tabernáculos, el solemne y festivo traslado al recién inaugurado Templo del Arca de la Alianza, el Arca que acompañó al pueblo en su época nómada por el desierto y que luego había estado depositada en varios templos y casas. El Arca con las dos tablas de la ley de Moisés es ahora llevada al Templo, como símbolo de la continuidad con el período de las peregrinaciones, a pesar de que el pueblo ya se ha asentado definitivamente.
Si los judíos estaban orgullosos de su Templo y del Arca de la Alianza que albergaba, nosotros tenemos todavía más motivos para apreciar nuestras iglesias como edificio sagrado. Dios está presente en todas partes. Pero nos ayuda para nuestra oración y para la reunión de la comunidad y para nuestro encuentro con Dios el tener un espacio adecuado, convenientemente separado del espacio profano. Además, la presencia eucarística de Cristo Jesús, que ha querido que participemos sacramentalmente de su Cuerpo y su Sangre en la comunión, y que prolonga esta presencia en el sagrario sobre todo para la comunión de los enfermos o moribundos, da a nuestras iglesias una dignidad nueva y entrañable.
3. Con más motivo que los antiguos, al entrar en la casa de Dios, donde nos espera Jesús en el sagrario, podemos decir: “¡entremos en su Morada, postrémonos ante el estrado de sus pies! ¡Levántate, Señor, entra en el lugar de tu Reposo, tú y tu Arca poderosa! Que tus sacerdotes se revistan de justicia y tus fieles griten de alegría. Por amor a David, tu servidor, no rechaces a tu Ungido”. No es ya una nube visible. Y es un templo que ya no puede ser destruido, pues Jesús es ya el templo, y la gloria de Dios se hará presente donde se reúnan dos o tres en nombre de Jesús. Él nos ha consagrado como suyos. Por eso su Gloria debe resplandecer desde nuestro propio interior. Desde que el Verbo se hizo hombre y puso su tienda de campaña en medio de las nuestras Dios vino a vivir entre nosotros. Ya no es la nube, que lo representa, sino Él mismo en medio de los suyos. Ojalá y lo recibamos, pues su Reino debe estar no de un modo externo, ni siquiera de un modo cercano, sino dentro de nosotros mismos. A partir de su presencia en nosotros, nosotros hemos sido convertidos en un signo de Él en medio de nuestros hermanos. Quien viva sólo dándole culto a Dios, lo tendrá como a un Dios lejano, al que acuda para que le solucione uno y mil problemas, y a quien tratará de tener propicio por medio de oraciones, de promesas, de donativos, etcétera. Pero nosotros no podemos quedarnos en la celebración de ritos, tal vez muy suntuosos, sino que hemos de vivir en una estrecha relación de hijos, pues eso somos, ya que su Vida está en nosotros gracias a que Dios nos ha convocado para que seamos de su familia y linaje, y nosotros hemos dado un sí amoroso a ese llamado de Dios. Ojalá y este compromiso no se haya quedado en el olvido.
Mediante la recepción de la Eucaristía el Señor se levanta y viene a nosotros, como a su propia casa. Dios nos ha amado de tal forma que, por nosotros, entregó a su propio Hijo. La Santísima Virgen, que llegó a Jesús en su seno, nos ayudará a sentir la presencia de su Hijo, para que seamos perdonados y para que el Espíritu Santo sea quien nos guíe en adelante para que toda nuestra vida se convierta en una continua alabanza del Nombre Divino, no sólo por nuestros gritos de júbilo, sino, especialmente, por llevar una vida intachable.


         Llucià Pou Sabaté

sábado, 8 de febrero de 2014

Domingo de la semana 5 de tiempo ordinario; ciclo A

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué se salará? No vale sino para tirarla fuera y que la pisotee la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; ni se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz ante los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos.» (Mateo 5, 13-16)
1º. Jesús, pones imágenes claras para que entienda mi misión apostólica: soy «la sal de la tierra.»
«Es como si les dijera: “El mensaje que se os comunica no va destinado a vosotros solos, sino que habéis de transmitirlo a todo el mundo. Porque no os envío a dos ciudades, ni a diez, ni a veinte; ni tan siquiera os envío a toda una nación, como en otro tiempo a los profetas, sino a la tierra, al mar y a todo el mundo, y a un mundo, por cierto muy mal dispuesto”. Porque al decir: “Vosotros sois la sal de la tierra”, enseña que los hombres han perdido su sabor y están corrompidos por el pecado. Por ello exige sobre todo de sus discípulos aquellas virtudes que son más necesarias y útiles para el cuidado de los demás» (San Juan Crisóstomo).
La sal sirve para preservar los alimentos de la corrupción y para dar sabor.
Su misión no es aparatosa: un poco de sal da sabor a todo un plato y casi ni se nota, porque desaparece mezclándose con los alimentos.
Así debe ser mi acción apostólica: discreta; hecha a base de ejemplo, de simpatía y de amistad; siendo uno más, pero con mucho amor de Dios, con contenido, con sabor, con vida sobrenatural que preserva a los demás de la corrupción.
Jesús, también me dices que soy «la luz del mundo.»
La luz sirve para ver mejor la realidad, para distinguir lo verdadero de las sombras falsas.
La luz posibilita caminar por el camino oscuro de la vida.
La luz permite distinguir la belleza de los colores.
Así debo ser yo para los demás: un punto de referencia -de luz-  donde encontrar la verdad divina; un alma de doctrina segura que enseñe el camino verdadero; un ejemplo de vida cristiana imitable, amable, que descubra la belleza y la profundidad y los colores de tu enseñanza.
2º. «Tu eres sal, alma de apóstol. -«Bonum est sal»- la sal es buena, se lee en el Santo Evangelio, «si autem evanuerit» -pero si la sal se desvirtúa..., nada vale, ni para la tierra, ni para el estiércol; se arroja fuera como inútil.
Tú eres sal, alma de apóstol -Pero, si te desvirtúas..» (Camino.-921).
Jesús, me has confiado una misión importante: ser sal de la tierra.
«Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué se salará? No vale sino para tirarla fuera y que la pisotee la gente.»
Si yo te fallo, ¿con quién podrás contar para cristianizar la sociedad?
¿Con qué sal salarás mi ambiente?
Este es uno de los grandes descubrimientos de la vida cristiana: darse cuenta de que Tú me necesitas.
Además, si un cristiano se comporta como uno que no tiene fe, se convierte en un estorbo, en instrumento inútil que nada vale.
«No se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa.»
Jesús, la gracia que me das a través de los sacramentos es una gran luz.
Y esa luz no la has encendido para que luego yo la oculte debajo del celemín -de la cama-; debajo de un montón de miserias personales que no quiero luchar por desarraigar; y que oscurecen el mensaje claro y luminoso del cristianismo.
Quieres que ponga esa luz en un lugar preferente en mi vida para que alumbre a todos: quieres que te tome en serio para que, a través de mi vida cristiana, puedas iluminar a los que me rodean.
«Alumbre así vuestra luz ante los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos.»
Jesús, ayúdame a estar a la altura de tus peticiones y deseos: que los demás se puedan apoyar -realmente- en mis buenas obras.
Obras de trabajo bien realizado, de detalles de servicio, de optimismo, de vida limpia, de sencillez, de sinceridad.
Así te haré presente en la tierra, de modo que a mi alrededor todos «glorifiquen a tu Padre que está en los Cielos.»

viernes, 7 de febrero de 2014

Sábado de la semana 4 de tiempo ordinario

Salomón pide tener sabiduría, aunque la mejor ciencia es el buen corazón y el servicio que nos muestra Jesús
 “Reunidos los apóstoles con Jesús le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Y les dice: Venid vosotros solos a un lugar apartado, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, y ni siquiera tenían tiempo para comer. Se marcharon, pues, en la barca a un lugar apartado ellos solos. Pero los vieron marchar y muchos los reconocieron; fueron allá a pie desde todas las ciudades, y llegaron antes que ellos. Al desembarcar vio Jesús una gran multitud, y se llenó de compasión, porque estaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles muchas cosas” (Marcos 6,30-34).
1. Después de su primera "misión" volvieron los apóstoles a reunirse con Jesús... Es la hora del "informe"... Se actúa y luego se "revisa" la acción para mejor comprenderla en la Fe, y mejorar las próximas intervenciones apostólicas. Hoy también se hacen muchas "reuniones", puesto que somos relación y participación. La Asamblea eucarística del domingo es también esto: después de su misión durante la semana, los cristianos se reúnen junto a Jesús... ¿Considero yo así mi participación en la misa? Pero es preciso que muchos cristianos se decidan a hacer más, aceptando otras "reuniones" donde participen con otros en una reflexión y una acción colectiva... en la que la Fe sea el fermento de la reflexión y de la acción.
-“Le contaron cuanto habían hecho y enseñado...” Una gracia a pedir al Señor: la revisión de vida apostólica. Esta revisión de nuestra vida con Jesús, es una de las formas más útiles de oración. Cada noche debería darnos ocasión para "relatar" a Jesús "lo que hemos hecho". Si así lo hiciéramos cada día, podríamos dar un contenido mucho más rico a la "ofrenda" de nuestras misas y a nuestras puestas en común de equipos apostólicos. Ayúdanos, Señor, a revisar contigo nuestras vidas.
-“El les dijo: "Venid, retirémonos a un lugar desierto para que descanséis un poco." Pues eran muchos los que iban y venían y ni espacio les dejaban para comer. Fuéronse en la barca a un lugar desierto”... Jesús, te das cuenta de que están cansados y programas un descanso con ellos.
-“Las gentes ven alejarse a Jesús y a sus discípulos...” De todas partes corren hacia allá y ¡llegan antes que ellos! “Al desembarcar, Jesús ve una gran muchedumbre. Se compadece de ellos porque son como "ovejas sin pastor". Y se pone a enseñarles detenidamente”. Señor, consérvanos disponibles, aun en el seno mismo de nuestros planes muy bien previstos (Noel Quesson). Te encuentras con gente que viene a verte, y movido por compasión os perdéis el descanso: te dio lástima de ellos, y te pusiste a atenderles.
Todos necesitamos un poco de paz en la vida, momentos de oración, de silencio, de retiro físico y espiritual, con el Maestro. Además de que cada semana, el domingo está pensado para que sea un reencuentro serenante con Dios, con nosotros mismos, con la naturaleza, con los demás. El activismo nos agota y empobrece. El stress no es bueno, aunque sea el espiritual.
Hay un grado de sobrecarga, de tensión nerviosa, que resulta nefasto para el apostolado como para todo equilibrio simplemente humano. ¡Gracias, Señor, por recordárnoslo! Y por ocuparte del "descanso" y de la distensión de tus apóstoles, después de un pesado período de misión. Necesidad de silencio, de recogimiento, de soledad. Esencial al hombre de todas las épocas... pero especialmente indispensable al hombre moderno, en la agitación de la vida de hoy. ¿Qué parte de mis jornadas o de mis semanas dedico voluntariamente al "desierto"?
Los apóstoles estaban llenos de «todo lo que hablan hecho y enseñado». A veces dice el evangelio que «no tenían tiempo ni para comer». Necesitamos paz y serenidad. Cuando no hay equilibrio interior, todo son nervios y disminuye la eficacia humana y la evangelizadora. A la vez, hay otro factor importante en nuestra vida: la caridad fraterna, la entrega a la misión que tengamos encomendada. A veces esta caridad se antepone al deseo del descanso o del retiro, como en el caso de Jesús y los suyos. Jesús conjuga bien el trabajo y la oración. Se dedica prioritariamente a la evangelización. Pero sabe buscar momentos de silencio y oración para sí y para los suyos, aunque en esta ocasión no haya sido con éxito. Otra lección que nos da Jesús es que no parece tener prisa. No hace ver que le han estropeado el plan. «Se puso a enseñarles con calma». Porque vio que iban desorientados, como ovejas sin pastor. Tener tiempo para los demás, a pesar de que todos andamos escasos de tiempo y con mil cosas que hacer, es una finura espiritual que Jesús nos enseña con su ejemplo: tratar a cada persona que sale a nuestro encuentro como si tuviéramos todo el tiempo del mundo (J. Aldazábal).
Aprendamos a descansar. Y si podemos evitar el agotamiento, hagámoslo porque cuando se está postrado se tiene menos facilidades para hacer las cosas bien y vivir la caridad. “El descanso no es no hacer nada: es distraernos en actividades que exigen menos esfuerzo” (J. Escrivá, Camino) El descanso, como el trabajo, nos sirven para amar a Dios y al prójimo, por lo tanto la elección del lugar de vacaciones, o el descanso deben ser propicios para un encuentro con Cristo. Hoy veamos si nos preocupamos, como el Señor lo hacía, por la fatiga y la salud de quienes viven a nuestro lado (Francisco Fernández Carvajal): Venid vosotros solos a un sitio tranquilo y descansar un poco.
2.- La oración de Salomón pidiendo sabiduría le gustó a Dios. El joven rey quiso inaugurar su reinado con un acto religioso, ofreciendo sacrificios a Dios. En su oración no pidió riquezas ni venganza ni prestigio ni fuerza militar. Pidió una cosa que no esperaríamos tal vez de un joven: sabiduría para saber discernir en la vida y gobernar bien. Lo necesitaba: no todos le aceptaban de corazón y no era fácil gobernar aquel pueblo dividido anímicamente entre los reinos del Norte y del Sur. A fe que en la Escritura aparece Salomón como el prototipo del hombre sabio: se le atribuyen libros sapienciales como el de los Proverbios y una fama universal superior a la de todos los sabios, que provocará la visita de la reina de Sabá. Es famoso el juicio de Salomón cuando tuvo que dictaminar sobre el caso de las dos mujeres y el niño que ambas reclamaban como suyo (I Reyes 3).
Abordamos hoy la vida de Salomón, hijo de David y de Betsabé. Hoy leemos una «plegaria de Salomón»: Recibió el poder real en circunstancias bastante trágicas, después de intrigas sangrientas. Su corazón está lleno de inquietud: ¿sabrá estar a la altura de su tarea abrumadora?
-“Pídeme lo que quieras, y te lo daré”. Como su padre, el nuevo rey está «delante de Dios».
-"Soy muy joven, incapaz de conducirme y estoy aquí en medio del pueblo que Tú has escogido”... Este reinado empieza bien: por la humildad. Sabemos que ésta no durará mucho y que muy pronto Salomón quedará prendido en los sueños de poder.
-"Concede a tu siervo un corazón atento..." Un «corazón atento»... Un «corazón que escucha»... Para la mentalidad semítica, corazón es equivalente a inteligencia, es la sede del pensamiento. En primer lugar Salomón pide pues la «sabiduría», «la agudeza de la inteligencia», la «comprensión»...
Para que sepa gobernar a tu pueblo y discernir el bien y el mal.» Una «inteligencia práctica» aplicada a la acción y en particular a la justicia. Hoy diríamos «tener buen juicio», «ser un hombre de buen consejo». ¿Por qué no repetirla nosotros, por nuestra cuenta esta «plegaria de Salomón?»... Aplicándola a nuestras situaciones y responsabilidades: Señor, dame un corazón atento, dame la comprensión inteligente de las personas con las cuales convivo. Señor, ayúdame a «ver», a "escuchar", a «interpretar», para que sepa discernir el bien del mal. Señor, en medio de las evoluciones del mundo y de la Iglesia, dame «un buen criterio», lléname de «prudente sabiduría» para que no me deje llevar a ningún exceso de optimismo o de pesimismo. Señor, soy tu servidor, ayúdame a «gobernar» la partecita de universo que me ha sido confiada, esa familia que me has dado, ese oficio que es el mío, esa responsabilidad que he aceptado. Es tarea de cada uno repetir, recomponer, prolongar esa plegaria...
Y le dice el Señor: -“Porque es esto lo que me has pedido, y no largos años de vida, ni la riqueza, ni la muerte de tus enemigos... Porque has pedido el discernimiento, el arte de estar atento y de gobernar, hago lo que me has pedido: te doy un corazón inteligente y prudente... Y te concedo también lo que no me has pedido: la riqueza y la gloria”. «Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y el resto se os dará por añadidura.» Señor, no me des riquezas... dame la inteligencia y el discernimiento de tu Voluntad, dame... tu Espíritu, el Espíritu de Jesús... (Noel Quesson).
¿Qué buscamos, que pedimos, qué deseamos como lo más importante en nuestra vida? Ojalá y pidamos la Sabiduría necesaria para ser rectos, para ayudar a los demás y para saber compartir con ellos los bienes que Dios nos concede. Junto con la Sabiduría llegará a nosotros todo lo demás, pero hemos de pedir con intención recta.
3. Yo te busco de todo corazón: no permitas que me aparte de tus mandamientos. Conservo tu palabra en mi corazón, para no pecar contra ti. Tú eres bendito, Señor: enséñame tus preceptos. Yo proclamo con mis labios todos los juicios de tu boca. Me alegro de cumplir tus prescripciones, más que de todas las riquezas”. La sabiduría de Dios: o sea, la visión de las cosas y de las personas y de los acontecimientos que tiene Dios. Necesitamos tener juicio y sentido común, saber decidir bien. Sobre todo si tenemos algún cargo de responsabilidad. ¿Y quién no tiene alguno, en el orden que sea, familiar, eclesial, social? Tendríamos que decir sinceramente con el salmo de hoy: «Enséñame tus leyes... no consientas que me desvíe de tus mandamientos... mi alegría es el camino de tus preceptos, más que todas las riquezas».
Llucià Pou Sabaté


San Jerónimo Emiliani

Jerónimo queda huérfano de padre a los 10 años. Es un joven con grandes aspiraciones. Ya a los  25 años es militar y gobernador regente de la fortaleza de Castelnuovo de Quero, paso importante para el acceso, desde el norte, a la gran ciudad de Venecia. Las potencias europeas, aliadas en la liga de Cambrai, atacan el castillo el 27 de agosto de 1511. Los invasores, muy superiores en número, vencen y toman a Jerónimo prisionero. Lo encierran encadenado en el calabozo de su propio castillo. Esta fue la situación que Dios utilizó para iniciar la gracia de la conversión. Hasta entonces había llevado una vida mundana, pero en la cárcel meditó las palabras de Jesús:
Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si
arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su
vida? -Mateo 16,26
En la cárcel se torna a la Santísima Virgen María pidiéndole su liberación. No se sabe como se logró ese milagro pero una cosa es cierta: Jerónimo sabía que fue por intercesión de la Virgen y nunca se olvidó de serle un hijo agradecido y fiel. Jamás olvidará la fecha que cambió su vida: Era el 27 de septiembre de 1511. Una vez libre visita el Santuario de la ‘Madonna Grande’ en Treviso donde Jerónimo promete solemnemente entregarse totalmente al servicio de Dios y del prójimo.
Al finalizar la guerra, en 1516, Jerónimo vuelve a su cargo de gobernador de Quero. Pero su corazón ya no está en las vanidades de antes. En 1527 termina su compromiso como gobernador de Quero y regresa a Venecia. Continúa su camino de conversión. Se pone bajo la dirección de un sacerdote ejemplar. El esmero que antes empleaba a favor de la República de Venecia ahora lo dedicaba a la Patria Celestial.
El hombre manso
En una ocasión, se encuentra Jerónimo en la plaza de San Marcos conversando con un hombre asuntos de herencia familiar. Aquel se siente molesto y le amenaza con que le va a arrancar uno a uno los pelos de la barba. Jerónimo, con mucha paz, le ofrece la cara y le dice: ‘Amigo, si así lo quiere Dios, aquí me tienes’. Los presentes quedan asombrados y comentan entre ellos: ‘¡Si esto hubiese pasado hace un par de años, lo hubiese despellejado vivo!’.
El hombre de caridad
En 1928 Italia sufre hambruna. Mueren millares de personas. Multitudes acuden a Venecia por considerar que allí hay mas oportunidades. El gobierno no ayuda y hay muchos indigentes en las calles, entre ellos hay muchos niños.. Jerónimo esta entre un grupo de fieles cristianos que se entregan al servicio de los necesitados. En pocos días agota todo su dinero y comienza a vender, a favor de los pobres, todas sus posesiones, incluso los muebles de su casa.  El mismo se dedicaba a dar de comer, vestir y hospedar. Siempre animaba a todos a confiar en Dios, aun en la hora de la muerte.
Cadáveres de víctimas aparecen por las calles. Jerónimo los carga sobre sus hombros y los lleva al cementerio.  El también contrae la peste y se ve grave de muerte. Todo lo acepta con gran virtud. Aquello sirvió para gran testimonio de todos quienes le conocieron. Pero pronto se recuperó y continuó la obra.
Padre de los huérfanos
Los niños andan en grave peligro no solo de hambre sino de caer en delincuencia y pecado por causa del ambiente en que están forzados a vivir. Muchos no tienen familia o andan abandonados. Jerónimo sabe muy bien por experiencia propia la angustia de los huérfanos. Pero estos no tienen nada.  Se decide a dejarlo todo para formar familia con ellos. Una familia dentro de la gran familia que es la Iglesia Católica. Jerónimo comprende la importancia de ser Iglesia.  Cuenta con la amistad de San Cayetano Thiene y el Obispo Carafa, su confesor, que luego será Papa Pablo IV.
El 6 de febrero de 1531 deja para siempre la casa paterna, su ropa de noble y se va a vivir a San Roque , a un bajo alquilado, con un grupo de unos treinta jóvenes de la calle. El reto es muy grande: Hay que alimentar,  educar y proteger a los niños dependiendo de la caridad. Contrata artesanos para que les enseñen oficios con que ganarse la vida. Su lema: ‘trabajo, caridad y piedad’.  So objetivo: ayudarlos a desarrollarse tanto espiritualmente como en talentos necesarios para ejercer una vocación.
Propagación.
Por obediencia a su confesor, en 1532, deja Venecia, se va a pie y en total pobreza a fundar en Bérgamo donde el obispo le solicitó. Se trata del lugar mas pobre y devastado de la República de Venecia. Con la ayuda del obispo y otras personas organiza los hospitales para los niños.  Desarrolla el estilo de catecismo de preguntas y respuestas. Mas tarde, con los niños mas preparados, va por los pueblos y aldeas rezando y evangelizando. Los niños dan un gran testimonio al compartir su conocimiento del catecismo y al ayudar en el trabajo del campo sin pedir nada a cambio. 
El amor a la Iglesia es uno de los signos de la santidad evidente en Jerónimo. Desde Bérgamo irradia una intensa evangelización popular. Se trata de una verdadera reforma desde la Iglesia al mismo tiempo que los errores del protestantismo amenazan por todas partes. El reza: “Dulce Padre nuestro... te rogamos por tu infinita bondad que devuelvas a todo el pueblo cristiano al estado de santidad que tuvo en tiempos de tus apóstoles”.  Algunos hombres se le unen tanto sacerdotes como seglares y el les encomienda las obras en la comarca.  A ellos, pues, encomienda las obras de la ciudad y de la comarca.
En noviembre de 1533, con un grupo de treinta y cinco jóvenes, se propone ir a Milán. Pero en camino se enferma de fiebre como también algunos de los niños. Tiene que quedarse en un lugar abandonado junto al camino. Pasa entonces un hombre a caballo y los niños le alertan.  Resultó ser un antiguo conocido de Jerónimo que tenía una casa cerca de allí.  Le ofrece llevarlo a el solo en su cabalgadura. Jerónimo, a pesar de la fiebre, dice: ‘Hermano, Dios os pague vuestra caridad; pero de ninguna manera puedo yo dejar solos a estos pequeños: ¡quiero vivir y morir con ellos!’ El conocido llega a Milán e informa al Duque Francisco Sforza lo acontecido y éste se encarga de que Jerónimo y los niños sean trasladados a la ciudad.
Recuperada la salud, continúa la obra en Milán. La ciudad ha pasado guerra, saqueo y plagas. Había gran necesitad de cuidar a los niños abandonados. Abre para ellos una institución, los 'Martinitt', aún hoy activa. Para el cuidado de las niñas cuenta con la ayuda de señoras.
Como el número de colaboradores aumenta, organiza al grupo con el nombre de ‘Compañía de los Servidores de los Pobres’, que será aprobada por Pablo III en 1540 y, más tarde, Pío V elevará a la categoría de Orden Religiosa con el nombre de Orden de los Clérigos Regulares de Somasca o Padres Somascos.
Somasca, es apenas un grupo de casas en el norte de Italia junto al lago de Como,  Allí hay un castillo abandonado sobre una peña con vista al lago. Es el lugar escogido por San Jerónimo para ser el corazón de la Compañía. Allí se dedica al servicio de los niños y a largo tiempo de oración ante un gran crucifijo. Abre una escuela de gramática y una casa de formación para los miembros de la Compañía. 
En 1535 tiene que regresar a Venecia ya que su confesor le manda a decir que las obras han crecido tanto que necesita su consejo para restructurarlas. 'Era impresionante ver a aquel hombre en hábito de mendigo pero con alma de noble, de ademanes castos, circunspectos y prudentes, que a cuantos lo contemplaban les parecía una deliciosa sinfonía de virtudes... Estuvimos juntos varias veces, y me colmó de cristiana esperanza y de muchos y santos recuerdos que todavía resuenan en mi alma...'
Hay grandes pruebas pues viven una vida muy austera y es un gran reto mantener las casas para jóvenes que se propagaron por el norte de Italia. ‘...Si en vosotros encuentra fe sincera y esperanza, hará con vosotros cosas grandes, pues Él exalta a los humildes... Si perseveráis en medio de la tentación, Dios os consolará en este mundo..., os dará paz y descanso en este mundo, temporalmente, y luego, en el otro, para siempre’.
En Brescia hay un capítulo de la Compañía para unificar la visión. En su última carta dice a los suyos:  ‘Es que no saben que se han ofrecido a Cristo, que están en su casa y comen de su pan y se hacen llamar Servidores de los pobres de Cristo? ¿Cómo, pues quieren cumplir cuanto han prometido, sin caridad ni humildad de corazón, sin soportar al prójimo, sin buscar la salvación del pecador y rezar por él, sin mortificación... sin obediencia y sin respeto por la buenas usanzas acordadas?’
Su confesor le pide ir a Roma a fundar. Pero a finales de 1536 se propaga por el Valle de San Martín una plaga poco conocida. Padecen también los huérfanos y los Servidores de la Compañía. San Jerónimo se contagia y ya no puede subir a su casa en el peñón de Somasca. Le dan en el pueblo una habitación prestada. Antes de morir, con una teja, traza una gran cruz en la pared, para poder contemplarla en la agonía. Manda bajar a sus huérfanos para despedirse de ellos y, aunque sin fuerzas, como último testimonio, les lava a cada uno los pies. A los amigos del pueblo les recomienda que no ofendan a Dios con malas costumbres y blasfemias: él, a cambio, intercederá desde el cielo para que el granizo no estropee sus cosechas. A sus hermanos de la Compañía les dice: 'Seguid a Cristo crucificado; amaos los unos a los otros; servid a los pobres'. Muere el 8 de febrero de 1537,
La primera misión Somasca fuera de Italia se estableció el 5 de octubre de 1921 en El Salvador (C.A.). Allí adoptaron el Centro de Menores de La Ceiba (hoy Instituto Emiliani).  Desde allí la labor se propagó a otras fundaciones en el país. En la actualidad los Religiosos Somascos tienen Institutos, Centros de Acogida, Escuelas, Colegios y Parroquias en: Italia, Colombia, El Salvador, México, Estados Unidos, España, Suiza, Guatemala, Honduras, Filipinas, Sry Lanka e India.
Beatificado en 1747
Canonizado en 1767.
En 1928, Pío XI lo declaró ‘Patrono universal de los huérfanos y de la juventud abandonada’.

jueves, 6 de febrero de 2014

Viernes de la semana 4 de tiempo ordinario

David fue fiel a pesar de sus pecados, pues confió en la fidelidad de Dios. También Juan Bautista fue fiel hasta el martirio, y a nosotros se nos pide fidelidad
“El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: "Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos: Otros afirmaban: "Es Elías". Y otros: "Es un profeta como los antiguos". Pero Herodes, al oír todo esto, decía: "Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado". Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano". Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto. Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré". Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino". Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió esta. La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre. Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron” (Marcos 6,14-29).
1. La figura de Juan el Bautista es admirable por su ejemplo de entereza en la defensa de la verdad y su valentía en la denuncia del mal. De la muerte del Bautista habla también Flavio Josefo («Antigüedades judaicas» 18), que la atribuye al miedo que Herodes tenía de que pudiera haber una revuelta política incontrolable en torno a Juan. Marcos nos presenta un motivo más concreto: el Bautista fue ejecutado como venganza de una mujer despechada, porque el profeta había denunciado públicamente su unión con Herodes: «Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano».
Herodes apreciaba a Juan, a pesar de esa denuncia, y le «respetaba, sabiendo que era un hombre honrado y santo». Pero la debilidad de este rey voluble y las intrigas de la mujer y de su hija acabaron con la vida del último profeta del Antiguo Testamento, el precursor del Mesías, la persona que Jesús dijo que era el mayor de los nacidos de mujer. Como Elías había sido perseguido por Ajab, rey débil, instigado por su mujer Jezabel, así ahora Herodes, débil, se convierte en instrumento de la venganza de una mujer, Herodías.
Herodes había accedido a la petición que le había hecho la hija de Herodías, instigada por su madre, cuando, en un banquete —después de la danza que había complacido al rey— ante los invitados juró a la bailarina darle aquello que le pidiera. «¿Qué voy a pedir?», pregunta a la madre, que le responde: «La cabeza de Juan el Bautista». Y el reyezuelo hace ejecutar al Bautista. Era un juramento que de ninguna manera le obligaba, ya que era cosa mala, contra la justicia y contra la conciencia. Una vez más, la experiencia enseña que una virtud ha de ir unida a todas las otras, y todas han de crecer orgánicamente, como los dedos de una mano. Y también que cuando se incurre en un vicio, viene después la procesión de los otros (Ferran Blasi Birbe).
De Juan aprendemos sobre todo su reciedumbre de carácter y la coherencia de su vida con lo que predicaba. El Bautista había ido siempre con la verdad por delante, en su predicación al pueblo, a los fariseos, a los publicanos, a los soldados. Ahora está en la cárcel por lo mismo.
Preparó los caminos del Mesías, Jesús. Predicó incansablemente, y con brío, la conversión. Mostró claramente al Mesías cuando apareció. No quiso usurpar ningún papel que no le correspondiera: «él tiene que crecer y yo menguar», «no soy digno ni de desatarle las sandalias».
Vivir en la verdad, ser profeta, denunciar el mal, puede llevar consigo la persecución y la muerte: así también el Bautista, y Jesús mismo, los apóstoles después de la Pascua, y los profetas de todos los tiempos. Tal vez nosotros no llegaremos a estar amenazados de muerte. Pero sí somos invitados a seguir dando un testimonio coherente y profético, a anunciar la Buena Noticia de la salvación con nuestras palabras y con nuestra vida. Habrá ocasiones en que también tendremos que denunciar el mal allí donde existe. Lo haremos con palabras valientes, pero sobre todo con una vida coherente que, ella misma, sea como un signo profético en medio de un mundo que persigue valores que no lo son, o que levanta altares a dioses falsos (J. Aldazábal).
Este ejemplo nos tiene que mostrar que nada ha de ser más importante que la voluntad de Dios. Agradar a los hombres no sirve para mucho... Por tanto, con todos los amigos de Dios, muramos a nuestros pecados y a nuestras preocupaciones, aplastemos nuestro amor propio desviado y procuremos que crezca en nosotros el amor ardiente a Cristo” (Lansperge).
Humanamente, aparentemente, es un fracaso; la misión siempre lleva consigo: "Como trataron al maestro, así también seréis tratados." Ha enviado Jesús a los discípulos, por distintos sitios de Palestina, donde predican el Reino… y en ese momento se nos cuenta que “el rey Herodes oyó hablar de Jesús, pues su nombre iba adquiriendo celebridad”.
-“Y Herodes decía: "Es Juan Bautista que ha resucitado..." otros decían: "Es Elías".' Y otros: "Es un profeta como uno de tantos..."” Los adversarios dirán que está loco o poseso, y el pueblo lo tiene por alguien grande, es "un profeta". Y yo, ¿qué es lo que digo de Jesús? Para mí, ¿quién eres Tú, Señor? ¡La pregunta sobre Cristo sigue siendo actual hoy también! Después de “Jesucrist superstar” vemos a muchos que admiran su figura, pero no abarcan su misterio como Dios. Señor, danos la Fe. Señor, aun en medio de nuestras dudas; conserva nuestras mentes disponibles y abiertas a nuevos y más profundos descubrimientos. ¡Revélate! Arrástranos en tu seguimiento hasta tu abismo, hasta la región inaccesib1e a nuestras exploraciones humanas, hasta el misterio de tu ser. Pero para ello se precisa una lenta, frecuente y perseverante relación. Una enamorada no descubre en un solo día todas las cualidades de la persona amada. ¿Cuánto tiempo paso cada día con Cristo? ¿Por qué me extraña pues que te conozca tan poco?
-“Herodes pues habiendo oído hablar de Jesús, decía: "Juan, aquel a quien hice decapitar, ha resucitado..."” A menudo es a través de la voz de la conciencia que Dios se insinúa a los hombres. Herodes no está orgulloso de su conducta: ¡ha matado injustamente! Esto le inquieta. Jesús despierta su conciencia adormecida: ¿la escuchará? ¿Escucho yo mi conciencia? (Noel Quesson).
2. El canto de Ben Sira resume lo que representa David para la historia de este pueblo de Israel, y para nosotros, pues Jesús nació de él: es «hijo de David». Fue decisiva su obra en la vida política y social de su pueblo, y también en la vida religiosa. Podemos espejearnos en él, en cuanto a los aciertos y los fallos, en cuanto a las actitudes cara a Dios y a los demás. Tenemos alguna de sus cualidades -buen corazón, visión de fe- y por desgracia también alguno de sus defectos: momentos de debilidad pasional, métodos no siempre limpios de conseguir lo que pretendemos. Ojalá, en conjunto, se pueda resumir nuestra vida diciendo que, a pesar de nuestras debilidades y caídas, hemos tenido buena voluntad, hemos amado a Dios, le hemos cantado y celebrado, hemos confiado en él y hemos hecho el bien a nuestro alrededor, perdonando cuando había que perdonar. Que hemos sido buenas personas y buenos cristianos.
-“David fue elegido entre los hijos de Israel. Invocó al Señor Altísimo. Sus victorias humanas son presentadas como un «don de Dios», como un fruto de la oración. Si abatió la arrogancia de Goliat no fue por la fuerza de su brazo, al contrario, David era aquel pobre muchacho que esperaba sólo de Dios la victoria”. ¿Y yo?, ¿invoco al Señor Altísimo?
-David fue el «escogido» por Dios, el «ungido» del Señor... lo que en griego se traduce por «christos». Dios toma la iniciativa, Dios escoge. ¿Sé yo responder, corresponder? Todo cristiano es «otro Cristo».
-“En todas sus obras glorificó al Santo, al Altísimo. Con todo su corazón entonó himnos y amó a su Creador”. David salmista. David «cantor» de Dios. Poeta. Lo hemos contemplado exultando y danzando delante del Arca.
-“Ante el altar instituyó salmistas y con sus voces dio dulzura a los cantos. Dio esplendor a las solemnidades, y a las fiestas dio belleza y perfección”... La «fiesta» es esencial al hombre. La "alegría" es esencial al hombre. Por su resurrección, Cristo instituyó una «fiesta» en el corazón del hombre, al revelarle el sentido de su vida. ¿Tengo dentro de mí la alegría de la resurrección prometida? ¿Mi vida, es toda ella un canto? ¿Participo en la «liturgia» de la Iglesia? ¿Contribuyo a «dar esplendor a las solemnidades»?
-“Para que fuera una alabanza al nombre del Señor, y para que, desde la aurora, resonara el santuario”. La palabra «eucaristía», en griego, significa «acción de gracias", «alabanza». ¿Es mi vida entera una eucaristía? Todo el pueblo de Dios tiene un oficio sacerdotal: ofrecer a Dios el culto espiritual, la ofrenda de nuestra vida (Noel Quesson).
3. Resume bien la historia de David una de las estrofas del salmo de hoy: «Tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu ungido, de David y su linaje por siempre». Con sus defectos y fallos David fue un gran hombre y un creyente, y Dios no le retiró su favor. Es una buena figura precursora del Mestas. «el hijo de David», Cristo Jesús.
Llucià Pou Sabaté
&nbsp

miércoles, 5 de febrero de 2014

Jueves de la semana 4 de tiempo ordinario

David se despide dando como consejo seguir la palabra de Dios. Jesús, la Palabra encarnada, nos pide que anunciemos el Evangelio por todo el mundo
Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos". Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo” (Marcos 6,7-13).
1. Hoy vemos el envío de los apóstoles a una misión evangelizadora, de dos en dos: Jesús llama a los "doce" y, por primera vez, los "envía"... Esta es la primera vez que van a encontrarse solos, sin Jesús... lejos de Él. Es el "tiempo de la Iglesia" que empieza con este envío. Hemos visto estos días a "Jesús con sus discípulos"... y también que "Jesús estableció a doce para estar con Él y para enviarlos..." Es el movimiento del corazón: la sangre viene al corazón y de allí es enviada al organismo... Es el mismo movimiento del apostolado: vivir con Cristo, ir al mundo a llevarle este Cristo... intimidad con Dios, presencia en el mundo...
-“Los envía de dos en dos”... Trabajo en equipo. El individualismo tiene formas sutiles, temibles… además, mejor ir acompañado.
-“Dándoles poder sobre los espíritus impuros... Partieron, y predicaron que se arrepintiesen. Y echaron muchos demonios, y ungían a muchos enfermos con óleo y los curaban”. Vemos aquí el carisma de la "palabra" que proclama la necesidad de un cambio de vida; el carisma de "echar los demonios", potencia de acción contra el mal; el carisma de "curar a los enfermos", mejorar la vida humana.
-“Y les encargó que no tomasen para el camino nada más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinturón... y que se calzasen con sandalias y no llevasen túnica de recambio... Dondequiera que entréis en una casa quedaos en ella, hasta que salgáis de aquel lugar..." Ligeros de equipaje, sin bagajes embarazosos, siempre dispuestos a partir donde sea... caminantes, gentes disponibles, desprendidos. "Lo hemos dejado todo para seguirte: casa, hermanos, hermanas, madre, padre, niños, campos..." (Mc 10,29-30).
-“Y si una localidad no os recibe ni os escucha, partid”. Como Jesús, se encontrarán ante el rechazo, ante la incredulidad. La misión de la Iglesia es cosa difícil: Jesús les ha advertido (Noel Quesson).
Es la Iglesia, o sea, los cristianos, los que continúan y visibilizan la obra salvadora de Cristo, como dice el último Concilio: «La vocación cristiana implica como tal la vocación al apostolado. Ningún miembro tiene una función pasiva. Por tanto, quien no se esforzara por el crecimiento del cuerpo sería, por ello mismo, inútil para toda la Iglesia como también para sí mismo».
Como los doce apóstoles, que «estaban con Jesús», luego fueron a dar testimonio de Jesús, así nosotros, que celebramos con fe la Eucaristía, luego somos invitados a dar testimonio en la vida. También para nosotros vale la invitación a la pobreza evangélica, para que vayamos a la misión más ligeros de equipaje, sin gran preocupación por llevar repuestos, no apoyándonos demasiado en los medios humanos -que no habrá que descuidar, por otra parte- sino en la fe en Dios. Es Dios el que hace crecer, el que da vida a todo lo que hagamos nosotros. La austeridad y sencillez en hacer el bien es una buena manera de dar testimonio, viviendo esa misión de llevar el Reino de Dios en las vidas de los que nos rodean (J. Aldazábal).
Así, en medio del mundo, de las estructuras temporales para vivificarlas y ordenarlas hacia el Creador, procuraremos «que el mundo, por la predicación de la Iglesia, escuchando pueda creer, creyendo pueda esperar, y esperando pueda amar» (san Agustín). El cristiano no puede huir de este mundo. Tal como escribía Bernanos: «Nos has lanzado en medio de la masa, en medio de la multitud como levadura; reconquistaremos, palmo a palmo, el universo que el pecado nos ha arrebatado; Señor, te lo devolveremos tal como lo recibimos aquella primera mañana de los días, en todo su orden y en toda su santidad».
Uno de los secretos está en amar al mundo con toda el alma y vivir con amor la misión encomendada por Cristo a los Apóstoles y a todos nosotros. Con palabras de san Josemaría, «el apostolado es amor de Dios, que se desborda, con entrega de uno mismo a los otros (...). Y el afán de apostolado es la manifestación exacta, adecuada, necesaria, de la vida interior». Éste ha de ser nuestro testimonio cotidiano en medio de los hombres y a lo largo de todas las épocas (Josep Vall i Mundó).
2. Estando ya próximo a su muerte, David hizo estas recomendaciones a su hijo Salomón: "Yo me voy por el camino de todos”.Es una preciosa despedida, parecida a otras de patriarcas; y así comienza el primer libro de los Reyes, que continúa la historia del pueblo a partir de la muerte de David. Leeremos ahora una parte, para seguir luego (semanas 10-12)El "camino de todos". Fórmula de humildad y de solidaridad con el conjunto de la humanidad. Tampoco yo me escaparé de ello. Un día tomaré ese camino por el que pasan todos los hombres. En silencio puedo detenerme considerando esto... Ayúdame, Señor, a morir en paz y a preparar ese momento durante toda mi vida.
“Sé fuerte y compórtate como un hombre”. -«Ten valor.» Consejo de valentía. No dejarse abatir. Permanecer de pie en la adversidad.
Guarda las observaciones del Señor, tu Dios, yendo por su camino... observando sus preceptos... sus órdenes, sus leyes y sus instrucciones...» Fidelidad a Dios. Estar atento a Dios. Seguir sus caminos. Estar en comunión con la voluntad de Dios. ¿Estoy a su escucha? La oración cotidiana es un momento privilegiado de escuchar el querer de Dios... y de nuestras responsabilidades humanas. No vivir superficialmente. Vivir en profundidad. Encontrarnos con Dios que está ahí en el corazón de nuestra vida.
Para que tengas éxito en cuanto hagas o emprendas...» Seguir la voluntad de Dios conduce a ese éxito de la vida. No será, quizá, un éxito brillante, aparente, externo. Pero es el único éxito esencial. El que corresponde a lo que Dios esperaba de nosotros: llegar al máximo de humanidad... llegar al máximo de amor... llegar al máximo de santidad... «La gloria de Dios es el hombre vivo.» La alegría de Dios es «un hombre logrado», «una vida lograda». Esto no se hace sin obstáculos y dificultades -como se ha visto en la vida de David-. Pero ese éxito sigue siendo el fin, la esperanza. ¿Me esfuerzo en ello? «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.» ¿Tengo sed de perfección? (Noel Quesson).
El trono de Salomón se consolida al precio de eliminar al hermano y a grandes héroes del pueblo que habían sostenido a David en horas difíciles. Estos episodios y otros que seguirán en los libros de los Reyes nos hacen comprender mejor el valor de la doctrina de Jesús, el verdadero sucesor de David. Contra la tentación de Israel, que había querido un rey como los de los demás pueblos, Jesús nos enseña a no valorar los primeros lugares como los valoran los reyes paganos, sino como lo hace el Hijo del hombre, que da su vida al servicio de todos (Mc 10,42-45). Sólo este principio nos permitirá festejar sin sombras las misiones que Dios nos ha confiado (G. Camps).
3. «Tú eres Señor del universo, en tu mano está el poder y la fuerza... tuyos son, Señor, la grandeza y el poder». Los valores que más les van a servir en la vida de las personas, por ejemplo lo que pueden transmitir unos padres a sus hijos, más que las riquezas o los títulos o las cualidades humanas, son los valores profundos humanos y cristianos. Valores que, en un tiempo de tanta corrupción y superficialidad, les darán consistencia humana y les atraerán la bendición de Dios y la de los hombres. David invita al pueblo a aportar lo que deseen para engrandecer el Templo que construirá su hijo Salomón. Y el pueblo se desborda en donativos… devolviendo al Señor lo que es suyo…
Llucià Pou Sabaté

martes, 4 de febrero de 2014

Miércoles de la semana 4 de tiempo ordinario

Jesús experimenta en su vida el ser rechazado, y en ese aparente fracaso nos salva. Así también en nuestra vida, las dificultades tienen un valor pedagógico
Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente” (Marcos 6,1-6).
1. –“Jesús volvió a "su patria", siguiéndole los discípulos. Llegado el sábado se puso a enseñar en la sinagoga”. He aquí pues a Jesús de nuevo en Nazaret. La costumbre quería que se invitase a un hombre a leer y comentar la Escritura. El jefe de la sinagoga confía este papel a Jesús. Marcos no nos dice de qué habló Jesús, pero señala el asombro y la incredulidad de los oyentes.
-“El numeroso auditorio se maravillaba diciendo: "¿De dónde le vienen a este tales cosas, y qué sabiduría es ésta que le ha sido dada, y cómo se hacen por su mano tales milagros? ¿No es acaso el carpintero? ¿El hijo de María y el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?" Y se escandalizaban de Él”. Marcos da la lista de los primos y primas de Jesús, pues en Israel, como en otros pueblos que he visto de África, a esos parientes también se les llama “hermanos”. Jesús vuelve a encontrarse pues en su medio ambiente y en su familia. Pero ya tiene una nueva familia: sus discípulos, los que escuchan la Palabra de Dios, los que tienen fe en El.
-“Jesús les decía "Ningún profeta es tenido en poco, sino en su patria y entre sus parientes y en su familia." Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de que a algunos enfermos les impuso las manos y los curó”. Esta imposibilidad de hacer milagros, no viene de que no tenga ya poder para ello... sino que se relaciona con la falta de Fe. El milagro supone la Fe, necesaria para comprenderlo, para recibirlo.
-“Y se admiraba de la "incredulidad" de aquellas gentes”. Marcos en tres capítulos nos mostrará cómo reaccionan ante la persona de Jesús sus propios discípulos, después de haber visto la reacción de fariseos y pueblo. Tenemos a veces la impresión de que la incredulidad es un fenómeno moderno; o de que proviene de faltas de la Iglesia –marketing inadecuado, pecados de los cristianos, transmisión obsoleta del mensaje…- pero vemos a Jesús que también fracasa, no creen en él. Jesús ha tenido incrédulos en su propia familia. Esto puede ser un consuelo para padres que tienen dificultades con la fe de sus hijos.
Tu "admiración", tu extrañeza, Señor, me hacen bien: me manifiestan al menos que tú estás seguro, Señor, de lo que enseñas, de lo que Tú eres... (Noel Quesson). Te pido, Señor, esa fuerza de la fe.
Vemos hecho realidad lo de que «vino a los suyos y los suyos no le recibieron», o como lo expresa Jesús: «nadie es profeta en su tierra». El anciano Simeón lo había dicho a sus padres: que Jesús iba a ser piedra de escándalo y señal de contradicción.
Nosotros somos ahora «los de su casa», los más cercanos al Señor, los que celebramos incluso diariamente su Eucaristía y escuchamos su Palabra. Hay un tipo de rutina enemiga del amor, que nos impide reconocer la voz de Dios en los mil pequeños signos cotidianos de nuestro encuentro con los demás, del trabajo o contacto con la naturaleza, y podemos, ante un santo que nos habla, volver a decir: «¿pero no es éste el carpintero?», o las otras reacciones de falta de fe: «no está en sus cabales», «está en connivencia con el diablo», «es un fanático». Hoy me preguntaba un chico en elcolegio: “¿hay milagros recientes por aquí?”, como si fuera la esencia de la vida cristiana, cuando la Eucaristía es el mayor milagro escondido, pues podemos participar de la vida de Cristo en la comunión (J. Aldazábal).
La “normalidad” de Jesús, de la Virgen, en sus trabajos, confunde a los paisanos, que lo ven, que la ven, como uno más, como una más… esta vida de Jesús en Nazaret nos ayuda a aprender de él, de cómo haría su trabajo en Nazaret: con perfección humana, acabándolo en sus detalles, con competencia profesional. Es conocido como el artesano. Señor, te pido que me ayudes a trabajar a conciencia, haciendo rendir el tiempo; sin dejarme dominar por la pereza; mantener la ilusión por mejorar cada día en competencia profesional; cuidar los detalles; abrazar con amor la Cruz, la fatiga de cada día. El trabajo, cualquier trabajo noble hecho a conciencia, nos hace partícipes de la Creación y corredentores con Cristo. Los años de Nazaret son el libro abierto donde aprendemos a santificar lo de cada día, donde podemos ejercitar las virtudes sobrenaturales y las humanas (Pablo VI, Discurso a la Asociación de Juristas católicos).
Hemos estado unos años analizando “los signos de los tiempos”, pero ese análisis nos ha entretenido, casi ha llevado a algunos a la parálisis. Sin embargo, el análisis es un paso del diagnóstico, para poner remedio a las cosas. Así como un enfermo no se contempla a ver si se muere del mal… “Si el orgullo nos ha hecho salir, que la humildad nos haga entrar... Como el médico, después de haber establecido un diagnóstico, trata el mal en su causa, tú, cura la raíz del mal, cura el orgullo; entonces ya no habrá mal alguno en ti. Para curar tu orgullo, el Hijo de Dios se ha abajado, se ha hecho humilde. ¿Por qué enorgullecerte? Para ti, Dios se ha hecho humilde. Tal vez te avergonzarías imitando la humildad de un hombre; imita por lo menos la humildad de Dios. El Hijo de Dios se humilló haciéndose hombre. Se te pide que seas humilde, no que te hagas animal. Dios se ha hecho hombre. Tú, hombre, conoce que eres hombre. Toda tu humildad consiste en conocer quién eres.
”Escucha a Dios que te enseña la humildad: “Yo he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado” (Jn 6,38) He venido, humilde, a enseñar la humildad, como maestro de humildad. Aquel que viene a mí se hace uno conmigo; se hace humilde. El que se adhiere a mí será humilde. No hará su voluntad sino la de Dios. Y no será echado fuera (Jn 6,37) como cuando era orgulloso” (San Agustín).
El remedio de los remedios es la piedad. Y me atrevo a decir que el perdón, ese volver a nuestro Padre Dios, que siempre nos acoge, siempre nos espera. El perdón lo resuelve todo.
2. David manda un censo y ve que “en Israel había 800.000 hombres aptos para el servicio militar, y en Judá 500.000”. Se interpreta como pecado de orgullo, no se apoya ya en Dios... Señor, también nosotros sentimos a menudo esa necesidad de seguridad. Quisiéramos poder contar con nuestros medios humanos. Es muy natural. Y sin embargo sabemos muy bien que Jesús nos ha lanzado a una aventura. «El que salve su vida, la perderá, y el que pierda su vida, la ganará.» «El hijo del hombre no tiene donde reposar su cabeza.» «Si alguien quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo.» Todas esas fórmulas son invitaciones a cortar las amarras y partir con una total confianza... ¡sin cálculo alguno!, ¡sin hacer el censo! Quiero ser aventurero de tus planes, Señor, no estar atado a mis seguridades…
David rezo: -«He cometido un gran pecado.» Efectivamente: "hizo cuentas", «calculó». “Dígnate ahora, Señor, borrar la falta de tu servidor, porque me he comportado como un necio". Una vez más la grandeza de David se manifiesta en el hecho de saber reconocer sus faltas. Pecador, pero fiel, que viene de “fides”, tener fe, confiar en Dios. Concédenos, Señor, esa delicadeza de conciencia para que sepamos confesar enseguida nuestros errores. ¿Qué aspecto de la virtud de la penitencia es más habitual en mi vida: la virtud de la veracidad... de la transparencia ante Dios?
-“El profeta Gad propuso entonces a David, en expiación, que eligiera entre tres castigos”. No entendemos eso, porque era hace muchos años, con una mentalidad bastante primitiva. Entre varias desgracias, escoge David: "Estoy en grande angustia. Pero caigamos a manos del Señor, mejor que a manos de los hombres, porque es grande la misericordia del Señor".
David se muestra con buen corazón: -“Yo fui quien pequé... Pero éstos ¿qué mal han hecho?” Implora al Señor para que el castigo recaiga sobre él y quede salvo el pueblo. Es un misterio la causa de los males, y ahora sabemos que cuando a alguien le vienen desgracias no es por causa de pecado. De todas formas, hay un misterio en la solidaridad, todos estamos interconexionados, de tal modo que la falta de uno es causa de la desgracia de todos... Gracias a Dios, también en positivo: la oración o la obediencia de uno repercute en bien de todos. Veo así a Jesús, ¡Cordero de Dios, que cargó sobre él el pecado del mundo! Mis pecados... ¿Tengo tendencia a "salir adelante" evitando las solidaridades que me llevarían demasiado lejos? o bien, con Cristo, ¿acepto toda mi parte de solidaridad? ¿Me aparto, quizá, de los males que afligen a mis hermanos, buscando, ante todo, mi seguridad? o bien, ¿acepto compartir los riesgos?
-“David compró la era de Arauná el jebuseo y levantó allí un altar para el sacrificio”. Así termina el Libro de Samuel y la historia de David. Dios ha perdonado. David es agradecido. Compra el terreno donde se levantará pronto el Templo de Jerusalén: una era para la trilla del trigo... (Noel Quesson). La moraleja que saco también de todo esto es que nosotros también podemos ver de qué recursos humanos disponemos; pero la Evangelización no depende de esos recursos ni planes, que habrá que hacer, sino de Dios en quien hemos de tener puesta la confianza, y dejarnos guiar por Él. No son nuestros los éxitos ni los fracasos, simplemente hemos de dejar actuar a Dios.
3. ¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez!” Esta bienaventuranza va seguida de la conversión del pecador, que ya no puede resistir; ha decidido confesar su culpa con una declaración valiente, que parece anticipar la del hijo pródigo de la parábola de Jesús: “Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: "Confesaré mis faltas al Señor". ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado! Por eso, que todos tus fieles te supliquen en el momento de la angustia; y cuando irrumpan las aguas caudalosas no llegarán hasta ellos”.  "Dios es misericordioso y no escatima su perdón. (...) El cúmulo de tus pecados no superará la grandeza de la misericordia de Dios; la gravedad de tus heridas no superará la habilidad del supremo Médico, con tal de que te abandones a él con confianza. Manifiesta al Médico tu enfermedad, y háblale con las palabras que dijo David: "Reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado". Así obtendrás que se hagan realidad estas otras palabras: "Tú has perdonado la maldad de mi corazón"" (S. Cirilo de Jerusalén, Le catechesi, Roma 1993, pp. 52-53).
Llucià Pou Sabaté


Santa Águeda, virgen y mártir. San Felipe de Jesús, mártir

SANTA ÁGUEDA, VIRGEN Y MÁRTIR
Santa Águeda poseía todo lo que una joven suele desear: Una familia  distinguida y belleza extraordinaria. Pero atesoraba mucho mas que todo su fe en Jesucristo. Así lo demostró cuando el Senador Quintianus se aprovechó de la persecución del emperador Decio  (250-253) contra los cristianos para intentar poseerla. Las propuestas del senador fueron resueltamente rechazadas por la joven virgen, que ya se había comprometido con otro esposo: Jesucristo.
Quintianus no se dio por vencido y la entregó en manos de Afrodisia, una mujer malvada, con la idea de que esta la sedujera con las tentaciones del mundo. Pero sus malas artes se vieron fustigadas por la virtud y la fidelidad a Cristo que demostró Santa Águeda.
Quintianus entonces, poseído por la ira, torturó a la joven virgen cruelmente, hasta llegar a ordenar que se le corten los senos. Es famosa respuesta de Santa Águeda: "Cruel tirano, ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?". La santa fue consolada con una visión de San Pedro quién, milagrosamente, la sanó. Pero las torturas continuaron y al fin fue meritoria de la palma del martirio, siendo echada sobre carbones encendidos en Catania, Sicilia (Italia).
Según la tradición, en una erupción del volcán Etna, ocurrida un año después del martirio de Santa Águeda  (c.250), la lava se detuvo milagrosamente al pedir los pobladores del área la intercesión de la santa mártir. Por eso la ciudad de Catania la tiene como patrona y las regiones aledañas al Etna la invocan como patrona y protectora contra fuego, rayos y volcanes. Además de estos elementos, la iconografía de Santa Águeda suele presentar la palma (victoria del martirio), y algún símbolo o gesto que recuerde las torturas que padeció (ver imagen, arriba).
Tanto Catania como Palermo reclaman el honor de ser la cuna de Santa Águeda. En algunos lugares, el "pan de Santa Águeda" y agua son bendecidos durante la misa de su fiesta.
La Iglesia de Santa Águeda en Roma tiene una impresionante pintura de su martirio sobre el altar mayor.
Fuentes antiguas
Su oficio en el Breviario Romano se toma, en parte de las Actas de latinas de su martirio. (Acta SS., I, Feb., 595 sqq.). De la carta del Papa Gelasius (492-496) a un tal Obispo Victor (Thiel. Epist. Roman. Pont., 495) conocemos de una Basílica de Santa Águeda. Gregorio I (590-604) menciona que está en Roma (Epp., IV, 19; P.L., LXXVII, 688) y parece que fue este Papa quien  incluyó su nombre en el Canon de la Misa.
Solo conocemos con certeza histórica el hecho y la fecha de su martirio y la veneración pública con que se le honraba in la Iglesia primitiva.  Aparece en el Martyrologium Hieronymianum (ed. De Rossi y Duchesne, en el Acta SS., Nov. II, 17) y en el Martyrologium Carthaginiense que data del quinto o sexto siglo (Ruinart, Acta Sincera, Ratisbon, 1859, 634). En el siglo VI, Venantius Fortunatus la menciona en su poema sobre la virginidad como una de las celebradas vírgenes y mártires cristianas (Carm., VIII, 4, De Virginitate: Illic Euphemia pariter quoque plaudit Agathe Et Justina simul consociante Thecla. etc.).
Su bondad provenía del mismo Dios, fuente de todo bien
Del sermón de san Metodio, obispo de Sicilia, sobre santa Agueda
Analecta Bollandiana 68, 76-78
Hermanos, como sabéis, la conmemoración anual de esta santa mártir nos reúne en este lugar para celebrar principalmente su glorioso martirio, que pertenece ya al pasado, pero que es también actual, ya que también ahora continúa su victorioso combate por medio de los milagros divinos por los que es coronada de nuevo todos los días y recibe una incomparable gloria.
Es una virgen, porque nació del Verbo inmortal (quien también por mi causa gustó de la muerte en su carne) e indiviso Hijo de Dios, como afirma el teólogo Juan: A cuantos le recibieron, les da poder para ser hijos de Dios.
Esta mujer virgen, la que hoy os ha invitado a nuestro convite sagrado, es la mujer desposada con un solo esposo, Cristo, para decirlo con el mismo simbolismo nupcial que emplea el apóstol Pablo.
Una virgen que, con la lámpara siempre encendida, enrojecía y embellecía sus labios, mejillas y lengua con la púrpura de la sangre del verdadero y divino Cordero, y que no dejaba de recordar y meditar continuamente la muerte de su ardiente enamorado, como si la tuviera presente ante sus ojos.
De este modo, su mística vestidura es un testimonio que habla por sí mismo a todas las generaciones futuras, ya que lleva en sí la marca indeleble de la sangre de Cristo, de la que está impregnada, como también la blancura resplandeciente de su virginidad.
Águeda hizo honor a su nombre, que significa «buena»; ella fue en verdad buena por su identificación con el mismo Dios; fue buena para su divino Esposo y lo es también para nosotros, ya que su bondad provenía del mismo Dios, fuente de todo bien.
En efecto, ¿cuál es la causa suprema de toda bondad sino aquel que es el sumo bien? Por esto, difícilmente hallaríamos algo que mereciera, como Águeda, nuestros elogios y alabanzas.
Águeda, buena de nombre y por sus hechos; Águeda, cuyo nombre indica de antemano la bondad de sus obras maravillosas, y cuyas obras corresponden a la bondad de su nombre; Águeda, cuyo solo nombre es un estímulo para que todos acudan a ella, y que nos enseña también con su ejemplo a que todos pongamos el máximo empeño en llegar sin demora al bien verdadero, que es sólo Dios.