domingo, 8 de julio de 2012

Lunes semana 14 tiempo ordinario

esús nos salva y fomenta nuestra fe, para poder ayudarnos. Dios siempre es fiel, y suscita nuestra correspondencia a su amor

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: -«Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá.» Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría. Jesús se volvió y, al verla, le dijo: -«¡Animo, hija! Tu fe te ha curado.» Y en aquel momento quedó curada la mujer. Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: -«¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida.» Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca” (Mateo 9, 18-26).

1. -Un jefe de la sinagoga se acercó a Jesús, se prosternó y le dijo: "Mi hija acaba de morir; pero ven tú, aplícale tu mano y vivirá". Es un notable, responsable de la reunión del culto de cada Sabat. Es ante todo un pobre hombre aplastado por el dolor: su hija ha muerto. Pienso en su pena... Es algo sorprendente la confianza que ese hombre tiene puesta en Jesús: ¡Todavía no ha resucitado a ningún muerto! Es una verdadera fe en lo imposible, y se atreve a pedirlo. "Ven, y aplícale tu mano". La mano de Jesús...

-“Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos”. Inmediatamente vas a atender a ese padre, Jesús.

-“En esto una mujer que sufría de flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del vestido... Jesús se volvió y al verla le dijo: "Animo, hija, tu fe te ha curado" y desde aquel momento quedó curada”. Marcos cuenta la escena con muchos detalles, Mateo subraya la fe. Pide a tus discípulos que "curen a los enfermos". También hoy Jesús cura por los sacramentos, también el amor de Dios continúa presente en la Eucaristía, donde le tocamos y Él nos cura.

-“Jesús llegó a casa del jefe de la sinagoga y al ver a los flautistas y el alboroto de la gente dijo: "Apartaos..."” Hay ciertos ambientes, quizá algo convencionales o falsos, que no te gustan, Jesús, y pides que salgan esos que pululan por ahí…

-“Pues ¡la niña no está muerta, sino dormida!” Será lo mismo que dirás sobre la muerte de Lázaro: "Vayamos a despertar a nuestro amigo" (Juan 11,11). Para ti, Jesús, la muerte no tiene el carácter temible que le damos... es más bien una especie de "sueño" del cual tú tienes el poder del despertar. Debo esforzarme constantemente en ver todas las cosas y situaciones como las miras, Jesús...

-“Pero ellos se reían de El. Cuando echaron a la gente, entró Jesús, cogió a la chiquilla de la mano y ella se puso en pie. La Noticia del hecho se difundió por toda la región”. Creo en ti, Señor, en tu poder de resucitar, de perdonar, de volvernos a la vida… te pido que me aumentes la fe, para creer más y mejor (Noel Quesson), para verte como Señor de toda la creación, de la vida y de la muerte, con poder sobre todo mal, que curas enfermedades... En eso consiste tu Reino, la novedad vienes a traer: la curación y la resurrección.

Te pido verte en los sacramentos, Señor, donde nos acercamos con más fe a ti y te «tocamos», o tú nos tocas a nosotros por la mediación de su Iglesia, para concedernos su vida. En el caso de aquella mujer, tú notaste que había salido fuerza de ti (como comenta Lucas en el texto paralelo). Así pasa en los sacramentos, que nos comunican, no unos efectos de algo antiguo, sino la vida que tú nos transmites hoy y aquí, desde su existencia de Señor Resucitado. Como dice el Catecismo, «los sacramentos son fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo, siempre vivo y vivificante» (CEC 1116).

El dolor de aquel padre y la vergüenza de aquella buena mujer pueden ser un buen símbolo de todos nuestros males, personales y comunitarios. También ahora, como en su vida terrena, Jesús nos quiere atender y llenarnos de su fuerza y su esperanza. En la Eucaristía se nos da él mismo como alimento, para que, si le recibimos con fe, nos vayamos curando de nuestros males (J. Aldazábal).

2. El drama del Libro de Oseas que leeremos hasta el viernes es la vida de un profeta (va después de Amós en el reino del Norte, en el siglo VIII a.C.) antes del destierro a Babilonia. Oseas vive una doble dimensión: en su vida personal, sufre el drama de su mujer, y como miembro del pueblo, le duele la infidelidad de Israel a su Dios.

Oseas encontró en su desastrosa vida conyugal un camino para hablar del amor de Dios hacia su pueblo infiel.

-“Mi esposa infiel...” un marido engañado. Gómer, su mujer, era una prostituta seguramente del culto a Baal. El profeta la redime, pero ella vuelve. A sus hijos les llama con nombres de desastres (nombre del palacio donde matan a toda la familia real, "La-no-amada", "No-mi-pueblo". Todo parece acabado, pero en medio de esa desesperación, ¿es posible el verdadero amor? Dios habla a través de la historia:

-“Mi esposa infiel, yo voy a seducirla: la llevaré al desierto y le hablaré de corazón a corazón”. Es la historia de una humanidad siempre tentada a ser infiel, y a la que Dios no se cansa de perseguir con su ternura. «¡Fue preciso que yo pasara por esto, dice Oseas, para comprender cuánto nos ama Dios!» Es emocionante oír a ese hombre decidido a volver a dar todas las posibilidades a su esposa infiel... y hablando de ella con tanto afecto: «le hablaré de corazón a corazón.»

Jesús se presenta como novio y esposo, que se entrega por su esposa la Iglesia, siguiendo la tradición bíblica de ver la relación con Dios como un matrimonio. En el Apocalipsis, uno de los momentos culminantes de la lucha entre el bien y el mal es la gran fiesta de las bodas del Cordero.

Nuestro amor a Dios se puede enfriar, y Oseas nos transmite la voz emocionada de Dios que nos anuncia su perdón y nos quiere «reconquistar», llevándonos a la soledad del desierto, para ver si recapacitamos y volvemos al fervor primero. Quiere que volvamos a mirarle con los ojos con que se miran los novios, llenos de ilusión y amor. Que abandonemos nuestros «baales» particulares y le tengamos sólo a él como esposo.

Sea cual sea nuestra situación personal, Dios nos invita a recomenzar de nuevo, a iniciar una nueva etapa de amor y fidelidad (J. Aldazábal).

Todo puede cambiar. Los corazones pueden convertirse: Y responderá ella, allí, como en los días de su juventud. En aquel día me llamará "esposo mío", y no me llamará más «Baal mío». Yo te desposaré conmigo para siempre. Después de la infidelidad de nuestros pecados, Dios sigue amándonos y sigue proponiéndonos su amor, con la misma ternura de siempre. Es un gran misterio, como el canto primaveral y fresco de los primeros esponsales, en la ilusión del primer amor. Pero la pareja ha pasado ya la prueba: ha sido purificada por el sufrimiento y tendrá en adelante una solidez inquebrantable: «¡será para siempre!»

¡Todo el evangelio de la «misericordia» está ya aquí! Hay que detenerse a contemplar ese Corazón de Dios, capaz de amar de modo totalmente gratuito, infinitamente desinteresado. Dios ama a los pecadores. Dios me ama a mí que soy pecador. Quiere que nos convirtamos, pero su amor no depende de que nos portemos bien, en cambio sí dependemos nosotros de acoger ese amor con el nuestro.

-“Te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y en ternura... Te desposaré conmigo en fidelidad y tú conocerás al Señor”. «Amor» traduce aquí un término hebreo importante: «hésed»: «lazo profundo, apasionado, visceral», una especie de solidaridad vital, un compromiso, una inclinación afectiva. Se ve que se trata de algo que es mucho más que un sentimiento, que un pobre amor humano. Oseas añade la idea de «conocimiento»: tú conocerás al Señor (Noel Quesson).

3. El salmo nos ayuda a emprender este camino de vuelta con confianza: «El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad: el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas».

Llucià Pou Sabaté

sábado, 7 de julio de 2012

Domingo 14 tiempo ordinario ciclo B

Cuando las cosas cuestan, hemos de ver la mano de Dios, que nos va acompañando con su mirada amorosa.

«Partió de allí y se fue a su ciudad, y le seguían sus discípulos. Llegado el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y muchos de los oyentes, admirados, decían: ¿De dónde sabe éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es la que se le ha dado y estos milagros que se hacen por sus manos? ¿No es éste el artesano, el hijo de María, y hermano de Santiago y de José y de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros? Y se escandalizaban de él. Y les decía Jesús: No hay profeta menospreciado sino en su propia patria, entre sus parientes y en su casa. Y no podía hacer allí ningún milagro; solamente sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos. Y se asombraba por causa de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de los contornos enseñando.» (Marcos 6, 1-6)

1. Jesús hablaba “en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: -¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? Y esos milagros de sus manos?” Tus paisanos no te conocen, Jesús: saben de ti, pero no de tu alma… y siguen diciendo: «¿No es éste el artesano, el hijo de María?» Jesús, eres uno de nosotros, te conocen por tu trabajo… me gustaría saber de ti, de cómo fue tu trabajar bien, tu trato amable con los demás, tu visión positiva ante los problemas, verte cariñoso y con espíritu de servicio…

«En el Evangelio encontraréis que Jesús era conocido como el obrero, el hijo de María: pues también nosotros, con orgullo santo, tenemos que demostrar con los hechos que ¡somos trabajadores!, ¡hombres y mujeres de labor!

Puesto que hemos de comportarnos siempre como enviados de Dios, debemos tener muy presente que no le servimos con lealtad cuando abandonamos nuestra tarea; cuando no compartimos con los demás el empeño y la abnegación en el cumplimiento de los compromisos profesionales; cuando nos puedan señalar como vagos, informales, frívolos, desordenados, perezosos, inútiles... Porque quien descuida esas obligaciones, en apariencia menos importantes, difícilmente vencerá en las otras de la vida interior, que ciertamente son más costosas» (J. Escrivá, Amigos de Dios 62).

Ser cristiano significa seguirte, Jesús, y también ver cómo trabajas: «El trabajo debe ayudar al hombre a hacerse mejor espiritualmente más maduro, más responsable, para que pueda realizar su vocación sobre la tierra, sea como persona irrepetible, sea en comunidad con los demás, y sobre todo en la comunidad humana fundamental que es la familia» (Juan Pablo II).

Hay cosas que no entiendo: “Jesús, con tan pocos años como ibas a pasar en la tierra, ¿cómo no te dedicaste a resolver los problemas del mundo -hambre, guerras, injusticias, sufrimientos- en lugar de pasar prácticamente toda tu vida trabajando como artesano en una pequeña aldea de Galilea?” (Pablo Cardona). Puede ser que nos dejas a nosotros para continuar tu obra, pues sigues con tu Espíritu en el mundo, en nuestras almas… aunque veo que yo tengo impaciencia, y tengo que aprender de tu paciencia

Tampoco entiendo que los tuyos no te aceptaran, Jesús, y siento tu tristeza cuando tuviste que decirles: “-No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. Un alma sensible como la tuya, sufre mucho los desprecios, y sobre todo la falta de fe, que hizo que no pudieras ayudarles: “No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando”. Fuiste a otros sitios porque los de Nazaret, ese pequeño pueblo que llevas en el corazón, que no es importante en el Antiguo Testamento, quisieron lanzarte desde lo alto de un monte, que llaman hoy del Precipicio. Allí ha celebrado la Santa Misa Benedicto XVI. Y se ha repetido un poco lo que le hicieron los nazarenos a Jesús, porque fueron robadas casi todas las hostias antes de ser consagradas y miles de personas no pudieron comulgar en la Misa del Papa. La extrañeza y el posterior rechazo de sus paisanos basándose en el origen humilde y conocido de Jesús, tiene un cierto tono de insulto. Cuando un semita recuerda sólo a la madre de un hombre, y no al padre, intenta ofenderlo, como un hombre insignificante sin pasado ni porvenir.

En nuestro tiempo muchos también te rechazan, Jesús, y quiero recordar: “Cristo es todo para nosotros: Si quieres curar una herida, Él es médico; si estás ardiendo de fiebre, es fuente; si estás oprimido por la iniquidad, es justicia; si tienes necesidad de ayuda, es fuerza; si tienes miedo de la muerte, es vida; si deseas el cielo, es camino; si huyes de las tinieblas, es luz; si buscas comida, es alimento” (San Ambrosio). Es bonito pensar que somos de tu pueblo, Jesús, pues el mundo es ya Nazaret; más aún: de tu familia, hijos de Dios, de María, hermanos tuyos, pues la familia que ha formado se llama Iglesia, los bautizados somos hermanos y rezamos juntos el padrenuestro y vamos a Misa a unirnos contigo resucitado a Dios Padre, a hacer lo que tú nos pides para salvar al mundo, continuar la obra que quedó por completar, la libertad de los que están encadenados en sufrimientos y pecados: pues pienso que no cambiaste todo por un misterio insondable, pero intuyo que continúas en la tierra con nuestras vidas, para completar tu obra. ¡Señor, ven a vivir en mi corazón!

2. El profeta Ezequiel siente ese desprecio hacia ti, Señor, y tu paciencia en no contestar mal por mal, sino que eres fiel en el amor: “el espíritu entró en mí, me puso en pie y oí que me decía: -Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: "Esto dice el Señor". Ellos, te hagan caso o no te hagan caso (pues son un pueblo rebelde), sabrán que hubo un profeta en medio de ellos. Tú eres el enviado, y la fuerza de tu espíritu también nos acompaña a nosotros: “No soy yo, diría Pablo, es Cristo que vive en mí”. Dios escoge lo pequeño de este mundo y dice: "Yo te envío". Es la Misión: la vocación, el profeta, el sacerdocio, todos llamados a ser santos en medio del mundo, a hacer apostolado…

El Salmista canta: “Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia. / A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores. / Como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia. / Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos”. ¡Qué bonita es esta oración muda y perseverante! Los únicos que hablan son los ojos... Como los ojos de un niño, que miran fijamente a su madre, en actitud suplicante, así Jesús nos dices que levantemos los ojos al cielo para orar "Padre Nuestro, que estás en los cielos...". Es lo que tú hacías, levantar los ojos al Padre, proclamabas: “Hacia Ti, Señor, elevo mi alma”. En ninguna parte como en los ojos está el alma. Nuestros ojos hablan. Nos pueden servir para la oración... Mirar una imagen, un crucifijo, el sagrario... Y dejarse también mirar por Él, sin miedo, sin vergüenza de cómo somos, abiertos el alma y el corazón de par en par. ¡Qué descanso, poder abrirse totalmente en Su Presencia, con todos nuestros fallos también! Los ojos, espejo del alma, miran a Dios, que nos mira con toda su ternura y bondad. Como el niño que antes de meter los dedos en el enchufe mira a su madre y ve que no se puede hacer, así quiero mirarte, Señor, para saber durante el día qué hacer, quiero ir contigo, Jesús. Quiero vivir en la presencia de Dios las cosas pequeñas que me toca hacer en cada momento, así todo será grande si lo hago contigo. Además, qué fácil visitarte, porque tenemos el sagrario más o menos cerca y puedo venir siempre que quiera. Y si no puedes, cierra los ojos, imagina que estás ante el sagrario de tu parroquia, de la iglesia que más te guste… arrodíllate con el alma y en silencio adora a tu Señor. Él llenará tu alma de paz.

3. San Pablo decía a los Corintios: “para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne… para que no sea soberbio. Tres veces le he pedido al Señor verme libre de esa espina y me ha respondido: "Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad". Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Las cosas a veces cuestan, claro, pero así nos hacemos más resistentes. Las plantas más aromáticas están en los lugares ariscos, en lo alto de las montañas; ahí también los árboles son más fuertes, en los sitios más escarpados… La virtud se forja en la debilidad. En la tentación se despierta y se robustece tu fe; crece y se hace más sobrenatural tu esperanza; y tu amor –el amor de Dios que es el que te hace resistir valerosamente y no consentir– se manifiesta de modo efectivo y afectivo. Como la tentación más fuerte es el desánimo -pensar que no podemos, que no hay nada que hacer- el Señor le dice a san Pablo que basta luchar, que el premio lo da Dios cuando Él quiere. Que lo importante es que nunca perdamos la confianza, que no nos desmoralicemos: el Señor -y sus ángeles- cuando se aparecen suelen decir siempre: soy Yo, no temas.

Abre todavía más los ojos de tu alma: el Señor permite la tentación y se sirve de ella providencialmente para purificarme, para hacerme santo, para desligarme mejor de las cosas de la tierra, para llevarme a donde Él quiere y por donde Él quiere, para hacerme vivir la felicidad que nace del esfuerzo, y para darme madurez, comprensión y eficacia en mi trabajo apostólico con las almas, y... sobre todo para hacerme humilde, muy humilde. Que así sea. Amén. Te lo pido por intercesión de mi madre santa María.

Llucià Pou Sabaté

Sabado semana 13 tiempo ordinario

Acoger al Señor es fuente de alegría, y el mejor sacrificio es la conversión de nuestro corazón a Dios

«Entonces se le acercaron los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos con frecuencia, y en cambio tus discípulos no ayunan? Jesús les respondió: ¿A caso pueden estar de duelo los amigos del esposo mientras el esposo está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el esposo; entonces ayunaran. Nadie pone una pieza de paño nuevo a un vestido viejo, porque la pieza tiraría del vestido y se produciría un desgarrón peor Ni se echa vino nuevo en odres viejos, pues de lo contrario los odres reventarían, y el vino se derramaría, perdiéndose los odres; sino que el vino nuevo lo echan en odres nuevos y así ambos se conservan.» (Mateo 9, 14-17)

1. Se acercaron entonces los discípulos de Juan a preguntarle: "Nosotros y los fariseos ayunamos a menudo, ¿por qué razón tus discípulos no ayunan?" Jesús, tus discípulos están alegres y contentos... les ven poco austeros... no ayunaban... ¡eso era escandaloso! ¿Por qué no os portáis como todo el mundo? ¿Como los discípulos de los fariseos? En fin, ¡todos los demás rabinos imponen una disciplina estricta a los que quieren adelantar en la perfección! Es el problema que tienes, Jesús, de no ser muy sujeto a las observancias -Shabbat, abluciones, ayuno-...

-Jesús les contestó: “Los invitados a la boda no pueden estar de duelo...” Esta respuesta debió provocar estupor. Jesús, hablas de alegría y de fiesta. En otra ocasión, hablando también del ayuno, les habías dicho: "cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara; ¡que tu aspecto no sea sombrío!". Los judíos piadosos ayunaban dos días a la semana (lunes y jueves). Los seguidores de Juan, también. El mismo Jesús ayunó en el desierto. Y los cristianos seguirán haciéndolo, por ejemplo en la Cuaresma, preparando la Pascua. Pero aquí nos quiere hacer ver que la religión es alegría, no poner cara de pena. Los cristianos no debemos vivir tristes, con miedo, como obligados, sino con una actitud interna de alegría festiva. El cristianismo es, sobre todo, fiesta, porque se basa en el amor de Dios, en la salvación que nos ofrece en Cristo Jesús. Israel no supo hacer fiesta. Nosotros deberíamos ser de los que sí han reconocido a Jesús como el Esposo que nos invita a su fiesta, por ejemplo, a la mesa eucarística, en la que nos comunica su vida y su gracia.

Y sigues: -Los invitados a la boda ¿pueden estar de luto, mientras el esposo está con ellos? Cuando el novio invita a sus amigos a su boda, ellos y ellas aquel día no van a una ceremonia fúnebre. Es a una fiesta, ocasión de gozo y de alegría. Ahora bien, Jesús es este "esposo" misterioso que invita a su boda. El ayuno no tendría sentido. Tu tiempo, Jesús, es de felicidad y júbilo intensos. Los tiempos mesiánicos ya han llegado: Dios se ha desposado definitivamente con la humanidad y nos invita a festejar ese gran acontecimiento. Todo el Antiguo Testamento lo había anunciado. Y yo, por mi parte, ¿Respondo a su amor? ¿Cómo? ¿Estoy contento y alegre? ¿Soy feliz? ¿Vivo todos y cada día como un "invitado a la boda? Y la misa, ¿la considero como un "banquete de boda"? ¿Es una "cita de amor", un lugar privilegiado de encuentro, de diálogo, de silencio para escuchar? El celibato consagrado, para quienes lo han elegido, tiene esta significación. También el matrimonio tiene la misma significación de Cristo esposo de la Iglesia.

-“Pero llegará el día en que se lleven al esposo: Entonces ayunarán”. Es tu primer anuncio de la Pasión, en san Mateo. Vislumbras tu muerte... y, más allá de esta muerte, el misterio de la separación aparente, de la ausencia del esposo.

-“Nadie echa una pieza de paño sin estrenar, a un manto pasado... Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos”... Jesús, eres consciente de traer al mundo una realidad nueva, sin ninguna medida común con lo que los hombres han vivido hasta aquí. Todo lo antiguo está superado: no hay ningún compromiso posible entre las conductas de antaño y la novedad radical de la era nueva que Jesús instaura. "El vino nuevo se pone en odres nuevos". Señor, ¡danos ese "vino nuevo"! Ese espíritu y ese corazón nuevos. Como en Caná, cambia en buen vino el agua insípida de nuestras vidas (Noel Quesson).

Creer en Ti, Señor, y seguirte no significa cambiar unos pequeños detalles, poner unos remiendos nuevos a un traje viejo, ocultando sus rotos, o guardar el vino nuevo de la fe en los mismos pellejos en los que guardábamos el vino viejo del pecado. Seguirte es cambiar el vestido entero, más aun, cambiar la mentalidad, no sólo el vestido exterior. Es tener un corazón nuevo. Seguir a Cristo afecta a toda nuestra vida, no sólo a unas oraciones o prácticas piadosas (J. Aldazábal). Danos, Señor, un corazón nuevo…

2. Amós ha sido ante todo un "profeta de desdichas": que para provocar a la conversión, anuncia catástrofes. Sin embargo, de hecho, esas catástrofes sucedieron. Caída de Samaria en 722. Caída de Jerusalén en 586. Con todo su cortejo de horribles sufrimientos.

Nietzsche acusaba a la religión de ser «el sepulturero de los entusiasmos humanos». No son auténticamente religiosos los que se complacen en la desgracia y son aguafiestas. Aquí pega el dicho de que “para aguantar a un ‘santo’ hacen falta dos santos”.

La última palabra de los profetas es siempre la esperanza: -“En aquel día levantaré la cabaña ruinosa de David, repararé las brechas, restauraré las ruinas, la reconstruiré como en los días de antaño”. El «día del Señor» es calamidad porque destruye el mal, pero es ante todo «salvación» porque «las ruinas serán restauradas y las ciudades reconstruidas».

-“He aquí que vienen días -Palabra del Señor- en que el labrador empalmará con el segador”. El tiempo se acorta: apenas ha sido labrada la tierra que ¡ya apuntan las espigas! Es la abundancia. Ya no hay que esperar para saciar el hambre.

-“Destilarán vino nuevo las montañas y en todas las colinas se derretirá”. Estas imágenes nos invitan a soñar. Es preciso descubrir de nuevo la esperanza. El «vino» es el símbolo de la alegría, de la comida festiva. Jesús lo escogió como símbolo de sí mismo. En el Evangelio de hoy vemos este tono festivo.

-“Volverán a Israel los deportados; reconstruirán las ciudades devastadas y habitarán en ellas; plantarán viñas y beberán su vino; cultivarán las huertas y comerán sus frutos”. En verano en que tantos hombres reencuentran la naturaleza es bueno contemplar en el mundo físico, en una hermosa «huerta», en un árbol frutal los signos de esta vida abundante que Dios quiere darnos. «He venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia» (Juan 10, 10). El trabajo puede ser algo penoso, pero también una fuente de alegría. Señor, ayúdanos a que sea el trabajo fuente de libertad, creatividad, realización personal, servicio a los demás…

-“Yo los plantaré en su suelo y no serán arrancados jamás de la tierra que les di. Eso dice el Señor, tu Dios”. Señor, tú nos alegras la vida presente, ya estás de algún modo aquí en la tierra, pues esta vida no es solo una preparación para «la otra vida». Tenemos el deber de ser felices aquí abajo: es un don de Dios. Pero aquí nunca somos del todo lo que estamos llamados a ser, sino en la esperanza de la vida eterna en la que «Dios será todo en todos», realizando una felicidad en plenitud (Noel Quesson).

Uniendo esto con el Evangelio, podemos decir con el Catecismo: «Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar a las obras exteriores, «el saco y la ceniza», los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia» (1430).

3. Jesús, te pido entender lo que me dices en el Salmo (84): “Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón”.

Que sepa ofrecerte un corazón enamorado, para vivir esta alegría: “la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo”.

Señor, que aprenda que la vida cristiana no es un sin fin de obligaciones y preceptos, sino amor y entrega, que pueden concretarse en sacrificios, y sobre todo oración y actos de servicio: levantarme a la hora, seguir un horario para aprovechar mejor el tiempo, ordenar la habitación y el armario, comer un poco menos de lo que me gusta más o un poco más de lo que me gusta menos, sobriedad en el uso de la televisión, estar disponible para hacer recados o pequeños arreglos en casa, etc. Santa María, te pido ayuda para estos propósitos, tú que eres maestra en el sacrificio escondido y silencioso (Pablo Cardona). Te pido buscar el mejor sacrificio que es la misericordia, para acogerme a la misericordia divina: “El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos”.

Llucià Pou Sabaté

viernes, 6 de julio de 2012

Viernes de la semana 13 de tiempo ordinario

La llamada de Jesús en el camino de la vida nos hace descubrir el sentido pleno de nuestra existencia

«Cuando partía Jesús de allí, vio a un hombre sentado en el telonio, llamado Mateo, y le dijo: Sígueme. El se levantó y le siguió. Estando él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y se pusieron también a la mesa con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al ver esto, decían a sus discípulos: ¿Por qué vuestro maestro come con los publicanos y pecadores? Pero él, al oírlo, dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Id y aprended qué sentido tiene: Misericordia quiero y no sacrificio; pues no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.» (Mateo 9, 9-13).

1. “-Salió Jesús de allí, vio al pasar a un hombre llamado "Mateo", sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme"”. Se trata de Leví, un hombre que el pueblo detesta: es recaudador de impuestos. Jesús no duda elegir a alguien cuya situación social es despreciada... La reputación de los "publicanos" era también y ante todo de que se enriquecían en gran parte, a cuenta de los pobres: ¡solían ser ricos! A los pescadores ya llamados en la orilla del lago Jesús añade ahora a un hombre, que no inspira demasiada confianza: ¡es algo raro el equipo que Jesús está constituyendo allí! La tradición atribuye a este Mateo la redacción de este evangelio.

Para poder oír también nosotros la voz del Señor, una costumbre muy buena es el examen de conciencia: «Avanzad siempre, hermanos míos. Examinaos cada día sinceramente, sin vanagloria, sin autocomplacencia, porque nadie hay dentro de ti que te obligue a sonrojarte o a jactarte. Examínate y no te contentes con lo que eres, si quieres llegar a lo que todavía no eres. Porque en cuanto te complaces en ti mismo, allí te detuviste. Si dices ¡basta!, estás perdido» (San Agustín).

Señor, ayúdame a ponerme cada noche unos minutos en tu presencia -dos o tres minutos- para repasar cómo he vivido el día, y así me harás dar cuenta de por dónde mejorar mi vida espiritual, para luchar al día siguiente con un propósito de mejora.

Jesús, se podría decir que Mateo «tenía la vida resuelta», cuando oyó tu voz, y te siguió. La llamada está en el designio de Dios desde siempre, pero se desvela en el tiempo, y te pido hoy, Señor, que me ayudes a responder con mi vida a tus gracias, a no poner pegas ni estar apegado a las cosas, sino decirte que sí, para poder ser plenamente feliz.

“-El hombre se levantó y lo siguió”. Fue instantáneamente. Se comporta exactamente como Jesús había dicho, sin demora, dejándolo todo. ¡Es realmente un riesgo para un rico! Pero, para "seguir" a Jesús, siempre hay que correr algún riesgo. Si miro atentamente mi vida, podré descubrir en ella lo que más me retiene para seguir mejor a Cristo.

-Estando Jesús a la mesa en casa acudió un buen grupo de recaudadores y descreídos y se reclinaron con El y sus discípulos”. Al ver aquello preguntaron los fariseos a los discípulos: "¿Por qué come vuestro maestro con publicanos y pecadores?" Mateo ha festejado pues su vocación ofreciendo un banquete: al que, evidentemente, asisten también sus colegas, toda una pandilla de "sucios publicanos", y de "gentes-no-bien"... Se come, se bebe, se canta. ¡Qué escándalo!

-“Jesús lo oyó y dijo: "No necesitan médico los sanos, sino enfermos."” Jesús cita aquí un proverbio. Hay que contemplar detenidamente lo que esta frase nos revela de la persona y del corazón de Jesús... Todos somos pecadores. Ahora bien, ¡Jesús dice que para eso ha venido! No sólo no le repele el pecado, sino que se siente atraído por nuestras miserias.

¿Dios puede estar en ciertos ambientes malos o perversos? Dios se encuentra allí... para salvar, para curar. Todo el evangelio, cuando se trata de Dios, nos urge a que sepamos sobrepasar la noción de Justicia y a descubrir la Misericordia infinita de Dios por los pecadores.

-"Misericordia quiero, no sacrificios". No he venido a llamar a los "Justos" sino a los "Pecadores". Las comidas de Jesús con los pecadores nos recuerdan que hoy también la Eucaristía se ofrece "en remisión de los pecados". La revalorización de los elementos penitenciales de la misa continúa una tradición que viene directamente de Jesús.

Acercarse a ti, Señor, yo no soy digno. La Eucaristía es también una comida de Jesús con los pecadores. Por eso el sacramento de la Penitencia nos ayuda a entrar con confianza, pero no se es nunca digno de recibir a Jesús.

Señor, sálvanos. Que tu Cuerpo nos sane y nos purifique. Por tu Cuerpo y por tu Sangre sanados... Señor, sana el corazón del hombre de HOY.

No se trata, ciertamente, de menosprecio hacia Dios. Pero es necesario primordialmente creer en su misericordia, creer lo que Jesús ha dicho y ha hecho (Noel Quesson).

2. Amós sigue procurando que la justicia social se viva, y por eso recrimina: “-Escuchad esto los que aplastáis al pobre y queréis suprimir los humildes del país…” una "fachada" de piedad para no cumplir con la justicia no puede engañar a Dios. Ninguna religión debe camuflar la explotación de los pobres.

Los ladrones dicen: “-¡Achicaremos las medidas, aumentaremos el peso con el fraude en las balanzas”. Concédenos, Señor, el sentido de buena conciencia en lo profesional. Que la fe se traduzca en justicia y defender a los más desprovistos. Ayuda nuestras Iglesias a comprometerse frente a las injusticias que sumen en la desesperación del hambre a mucha gente del mundo.

El «día de Dios», es el día en que será castigada toda injusticia: “-En aquel día -oráculo del Señor Dios- haré ponerse el sol, a mediodía, cubriré la tierra de tinieblas en pleno día. Trocaré en duelo vuestras fiestas... Todas serán arrasadas... Y su final un día de amargura”. Tiene que haber un día, sobre todo el cielo, para que las cosas se pongan en su sitio, y la justicia se restablezca, y muchas veces ya en esta vida con el tiempo se pone cada uno en su sitio… La droga, la polución, la criminalidad, la anestesia de las conciencias, y tantas formas que derivan del egoísmo de los países ricos, nos hace ver que la injusticia lleva en sí misma su propio castigo.

Señor, ten piedad de nosotros: “-He aquí que vienen días -Palabra del Señor Dios- en que yo enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír las palabras del Señor. Vagarán de mar a mar; irán y vendrán del norte a levante buscando la palabra del Señor, pero no la encontrarán”. Una sociedad vacía de Dios da pena (Noel Quesson). El castigo mayor va a ser el silencio de Dios: que no se le oiga, a través de los profetas, que no les hacen caso. Te pedimos, Señor, que sepamos verte en medio de tanto materialismo, y despertemos al hambre de su palabra.

3. Ojalá creyéramos lo que dice el estribillo del salmo: «no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».

Llucià Pou Sabaté




miércoles, 4 de julio de 2012


Jueves de la semana 13 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Jesús en su obediencia perfecta nos consigue el perdón de nuestros pecados
«Subiendo a una barca, cruzó de nuevo el mar y vino a su ciudad. Entonces le presentaron un paralítico postrado en una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados. Ciertos escribas dijeron en su interior: Éste blasfema. Conociendo Jesús sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: tus pecados te son perdonados, o decir: levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, dijo al paralítico: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Él se levantó y se marchó a su casa. Al ver esto las multitudes se atemorizaron y glorificaron a Dios por haber dado tal poder a los hombres» (Mateo 9, 1-8).
1. Jesús subió a una barca, cruzó a la otra orilla y llegó a Cafarnaúm, su ciudad. Después de su viaje a territorio pagano vuelve a su país.
“-Le presentaron un paralítico echado en un catre. Viendo la fe que tenían, Jesús dijo al paralítico: "¡Animo, hijo! Se te perdonan tus pecados"”. En Marcos (2, 4) y Lucas (5, 19) vemos más detalles: la camilla bajada desde el techo después de levantar algunas tejas... Mateo va  a lo esencial, el perdón de los pecados. Hasta aquí hemos visto a Jesús curando enfermos, dominando los elementos materiales, venciendo los demonios; y he aquí que ¡también perdona los pecados! Ahora tenemos la confesión, los sacramentos… aquel día, Jesús: ¿Qué pensaste cuando por primera vez dijiste "se te perdonan tus pecados"'?
-“Entonces algunos escribas o letrados dijeron interiormente: "Este blasfema"”. Está reservado a Dios. También Dios es vulnerable, en cierta manera. Es una cuestión de amor. Porque nos ama. Dios se deja "herir" por nuestros pecados. Señor, haz que comprendamos esto mejor. Para que comprendamos mejor también el perdón que nos concedes. Pienso que Dios es feliz cuando nosotros realizamos ese proyecto de amor, y se entristece cuando nos hacemos daño con el pecado, de ahí que le ofende el pecado. Y aunque no nos importe a veces nuestro bien, podemos evitar hacernos mal porque el pecado ofende a Dios.
-“Para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, dijo entonces al paralítico: Ponte en pie, carga con tu catre y vete a tu casa”. Los escribas pensaban que la enfermedad estaba ligada a un pecado. Jesús denunció esa manera de ver (Jn 9, 1-41) "ni él ni sus parientes no pecaron para que se encuentre en este estado". Pero Jesús usa aquí la visibilidad de la curación corporal, perfectamente controlable, para probar esa otra curación espiritual, la del alma en estado de pecado. Los sacramentos son signos visibles que manifiestan la gracia invisible. En el sacramento de la Penitencia, el encuentro con el ministro, el diálogo de la confesión y la fórmula de absolución, son los "signos", del perdón. Hoy, uno se encuentra, a menudo con gentes que quisieran reducir esta parte exterior de los sacramentos -"¡confesarse directamente a Dios!"- De hecho, el hombre necesita signos sensibles. Y el hecho que Dios se haya encarnado es el gran Sacramento: hay que descubrir de nuevo el aspecto muy humano del sacramento. Jesús pronunció fórmulas de absolución -"tus pecados son perdonados"-, hizo gestos exteriores de curación -"levántate y vete a tu casa"-. De otro modo, ¿cómo hubiera podido saber el paralítico, que estaba realmente perdonado? Los signos del sacramento también nos dan seguridad del perdón, y paz en el alma, al confiar lo que era escondido y había que sacar fuera. Hay una necesidad de tener un “desagüadero”…
-“Al ver esto el gentío quedó sobrecogido y alababa a Dios, que da a los hombres tal autoridad”. El "poder" que Jesús acaba de ejercer... lo ha confiado a "unos hombres", en plural. Son pobres pecadores, a quienes se les había conferido ese poder, para llevar el perdón y la paz a los demás. La Iglesia es la prolongación real de la Encarnación: como Jesús es el gran Sacramento -el Signo visible-de-Dios... así la Iglesia es el gran Sacramento visible de Cristo. La Iglesia es la misericordia de Dios para los hombres (Noel Quesson).
La Iglesia, arraigo histórico de la obra de Cristo, perdona los pecados porque Cristo está verdaderamente presente en ella. Es el sacramento de salvación del hombre. La iniciativa amorosa de Dios continúa a través de los apóstoles o sus sucesores y los demás sacerdotes, que perdonan en nombre de Cristo. En este encuentro sacramental Dios se presenta al hombre que confiesa su pecado como el padre del hijo pródigo, que no piensa más que en preparar el festín familiar; en el mismo momento la Iglesia entera se hace partícipe con Dios en este perdón al reintegrar al penitente a la comunidad eclesial (Maertens-Frisque).
No hay pecado que sea imperdonable porque no hay situación de la que el hombre no pueda salir. Nadie puede descender demasiado bajo para Dios. Por muy podrido que uno esté, por mucho asco que se dé a sí mismo y a los demás, Dios puede con él. La fe, ese don o regalo que Dios da al hombre, si es auténtica, es capaz de llevarle a la conversión, a la reorientación de su vida y de su marcha hacia la felicidad, hacia la salvación. Y como para Dios el valor de un hombre no está en función de su pasado, de lo que ha hecho, sino de su futuro, de lo que puede alcanzar a ser, su pasado queda perdonado. Dios valora el futuro y perdona el pasado. Dios no juzga lo que hemos sido, sino lo que vamos a ser y por eso la muerte, el momento de la muerte, es el momento moral por excelencia, a partir del cual uno ya no puede cambiar, pero mientras hay vida hay esperanza de crecimiento, de cambio, de conversión y por tanto de perdón.
La gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad. Resulta apasionante tratar de vivir y de hacer vivir al auténtico Dios, al Dios Padre; ese Dios que la debilidad humana, demasiado a menudo, ha deformado y olvidado (Benjamín Oltra Colomer).
2. –“Amacías, sacerdote de Betel, mandó decir a Jeroboam: «Amós conspira contra ti... el país no puede tolerar más sus discursos.» Y Amacías dijo a Amós: «Vete de aquí con tus visiones, huye a la tierra de Judá; allá podrás ganarte la vida y profetizar, pero en Betel no sigas profetizando porque éste es el dominio real y el santuario del rey»” No es sólo hoy que se expulsa a los profetas, las voces que estorban. Jesús también es una de esas voces que se ha procurado acallar, con la muerte. No es de hoy que la gente situada trate de conservar a cualquier precio, sus privilegios.
-“Amós respondió: «Yo no era profeta ni hijo de profeta; era un simple pastor y picador de sicómoros. Pero el Señor me escogió...»” Él no buscaba honores: "¡Dios me escogió" Soy un hombre libre. El dinero no cuenta para mí. ¿Soy libre, o me dejo llevar por respetos humanos, influencias, quedar bien? Concédenos, Señor, la valentía de mantener nuestras opiniones, nuestras convicciones.
-“El Señor me dijo: «Ve y profetiza a mi pueblo Israel.»” Es la respuesta a una llamada apremiante de Dios. Es un enviado de Dios: "es el Señor quien me ha llamado". Aprovecho esta ocasión para revisar delante de Dios las motivaciones profundas de mis compromisos. ¿Cuál es la finalidad de mi actuación? ¿Por qué causa milito?
A pesar de las amenazas, Amós era ya capaz de decir a los poderosos de este mundo las palabras más difíciles de decir: “tus tierras serán repartidas a cordel; tú mismo morirás sobre un suelo impuro, e Israel será deportado lejos de su país.” Te ruego, Señor, por todos los que tienen la responsabilidad de "decir la verdad", en la Iglesia como en el mundo (Noel Quesson).
3. «La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos» (salmo). Hoy te doy gracias, señor, por el Sacramento del perdón que has confiado a tu Iglesia: «Puesto que Cristo confió a sus apóstoles el ministerio de la reconciliación, los obispos, sus sucesores, y los presbíteros, colaboradores de los obispos, continúan ejerciendo este ministerio. En efecto, los obispos y los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, tienen el poder de perdonar todos los pecados «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (CEC.-1461).
Llucià Pou Sabaté

martes, 3 de julio de 2012


Miércoles de la semana 13 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Dios quita el mal en la historia, acude en nuestra necesidad y quiere que también nosotros vivamos en el amor
«Al llegar a la otra orilla, a la región de los gadarenos, le fueron al encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, tan furiosos que nadie podía transitar por aquel camino. En ese momento se pusieron a gritar diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí antes de tiempo para atormentarnos? Había lejos de ellos una gran piara de cerdos que pacían. Los demonios le rogaban diciendo: Si nos expulsas, envíanos a la piara de cerdos. Les respondió: Id. Y ellos salieron y entraron en los cerdos. Entonces toda la piara corrió con ímpetu por la pendiente hacia el mar y pereció en el agua. Los porqueros huyeron y al llegar a la ciudad contaron todo, en particular lo de los endemoniados. Ante esto toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y al verle, le rogaron que se alejara de su región.»(Mateo 8, 28-34)
1. –“Desde el cementerio dos endemoniados salieron al encuentro de Jesús; eran tan peligrosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino”... Mateo cita a "dos", Marcos y Lucas "uno". Ya sabemos que son tradiciones distintas, que se respetaron como las contaron los apóstoles, y que concuerdan en la esencia: el milagro de Jesús. A orillas del lago hay unos senderos en cuesta abrupta y rocosa, con grutas y tumbas: guaridas de bandoleros y de anormales, que roban a los transeúntes... El demonio encuentra allí buena clientela.
-“Empezaron a gritar: "¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?"” No sabemos la inteligencia que tienen los demonios, pero intuyen que es "antes de tiempo" porque llegará un momento, el Juicio final, cuando los demonios serán reducidos sin que tengan más influencia sobre nadie más. Jesús va a anticipar ese día con el exorcismo que hoy recordamos.
Las fuerzas del mal atacan al hombre, le desvían de su ruta normal, le impiden de realizar su camino. El mal hace su juego contra el hombre... aun cuando toma la apariencia de ser su placer o su bien. ¡Es preciso desenmascarar a Satán, "aquel que impide al hombre de pasar"!
En diálogo con Jesús, los demonios le piden ir a una piara de cerdos (animal impuro entre los judíos, prohibido, suponemos que por las enfermedades que llevaban entonces los cerdos, y que ahora están superadas): -“He aquí que la piara entera se abalanzó al lago, acantilado abajo, y murió ahogada.” La piara está territorio pagano. ¿Qué sentido tiene eso? No lo sabemos. Quizá consideran a Jesús culpable de la pérdida de una piara de cerdos, que seguramente se debió a algún fenómeno natural (J. Aldazábal). Quizá, por medio de ese gesto espectacular, hace una catequesis popular para mostrar de manera sensible que el Mal será "tragado por el mar". La Bestia del Apocalipsis (19,20), también es precipitada al "mar de fuego".
-“Los porquerizos salieron huyendo, llegaron al pueblo y lo contaron todo incluyendo lo de los endemoniados. Entonces el pueblo salió adonde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que abandonase su país”... Jesús saca los demonios de esos hombres, que están libres y felices. En cambio choca con la incomprensión de los hombres. El relato termina con la declaración de un fracaso dramático: ¡Jesús es expulsado! El camino que conduce a Dios está abierto, los demonios lo interceptan, pero los hombres se resisten a comprometerse. Señor, sana el mal uso de nuestra libertad (Noel Quesson).
En todo esto hay un sentido espiritual. Jesús, sigues ahora tu lucha contra el mal. Y nosotros, contigo. El mal que hay dentro de nosotros, el mal que hay en el mundo. Jesús, sigues siendo el más fuerte. Tanto si se trata del demonio, como de otro mal, todos tenemos experiencia de que existe el mal en nuestras vidas y, también, de nuestras pocas fuerzas para combatirlo. ¿Somos como los gerasenos, que desaprovechan la presencia del Mesías y no parecen querer que les cure de sus males?, ¿invocamos confiadamente a Jesús para que nos ayude en nuestra lucha? Haremos bien en pedirle que nos libere de las cadenas que nos atan, de los demonios que nos poseen, de las debilidades que nos impiden una marcha ágil en nuestra vida cristiana. En el Padrenuestro pedimos a Dios: «Mas líbranos del mal», que también se puede traducir «mas líbranos del malo».
Cuando vamos a comulgar, se nos recuerda que ese Pan de vida que recibimos, Jesús Resucitado, es «el que quita el pecado del mundo». Al mismo tiempo, como seguidores de Cristo, tenemos que saber ayudar a otros a liberarse de sus males. Jesús nos da a nosotros el equilibrio interior y la salud, con sus sacramentos y su palabra. Nosotros hemos de ser buenos transmisores de esa misma vida a los demás, para que alcancen su libertad interior y vivan más gozosamente su vida humana y cristiana (J. Aldazábal).
2. –“Palabra del Señor. Buscad el bien, no el mal... Entonces el Señor, Dios del universo, estará con vosotros, tal como decís”. "Dios con vosotros" es una de las fórmulas de la Alianza. Al final del reinado de Jeroboan II, hacia el 75O el Reino del Norte vive en la prosperidad: éxitos militares, actividades comerciales fructuosas, riqueza y lujo. Las gentes acaban por creer que son objeto de una especie de particular predilección divina. Y se cantan las ventajas de la Alianza. Amós denuncia esta falsificación de la Alianza, esta "pretensión" de privilegio. Para estar realmente «con Dios», hay que «buscar el bien y evitar el mal».
-“Detestad el mal, amad el bien, haced que reine el derecho en el Tribunal”. Lo que agrada a Dios es la búsqueda del bien, tanto en el plan individual como en el plan social. Una civilización de abundancia puede, por desgracia, encubrir muchas injusticias: la corrupción del derecho es, para Amós, un crimen profesional... porque cuando más potente es uno, cuanto más poder tiene, más fácilmente puede perjudicar a las gentes humildes que no pueden defenderse.
Me pregunto: ¿soy justo? En lo que de mí depende ¿hago que reine el derecho?
-“Detesto vuestras peregrinaciones festivas, no me gustan vuestras asambleas. Cuando me ofrecéis holocaustos y ofrendas no me complazco en vuestras oblaciones. Vuestros sacrificios de animales cebados ni siquiera los miro. Apartad de mi lado el sonido de vuestras canciones. No quiero oír la salmodia de vuestras arpas”... Jamás ha sido condenado con más vigor el formalismo litúrgico, la hipocresía religiosa. Jesús dirá cosas parecidas.
Amós es valiente, al decir: "Vuestros gestos religiosos, dice Dios, no me interesan". Los ritos no sirven, si se desprecian los preceptos elementales de la justicia social y del amor al prójimo. San Pablo lo explicará así: «ofreced vuestras personas como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual» (Rm 12,1-2).
-“Pero que el derecho fluya como un manantial, la justicia como un arroyo perenne”. El formalismo puede abandonar la justicia... (Noel Quesson). Pero religión y ética son inseparables. El Dt 30,15 ya dijo: «Mira, hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal. Si obedeces los mandatos de Yahvé, tu Dios, que hoy te promulgo, amando a Yahvé, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus mandamientos... vivirás».
Amós, decidido profeta de Dios, «el campesino de ojos abiertos», «el vidente de Técoa», no duda en denunciar el culto de Israel en sus templos, sobre todo en Betel, como liturgia vacía, que no agrada a Dios. Betel (casa de Dios) se le ha convertido en Bet-Aven (casa de la nada). Buscar a Dios sólo en el culto e ignorarlo en la vida ética constituye la más abominable de las idolatrías: los pobres, siempre oprimidos y vejados, se encuentran desamparados, sin defensa, en unos tribunales hipotecados por el soborno con que los ricos injustos desvían la sentencia de unos jueces venales. Dios ama a los hombres, no la letra ni el sacrificio ni, mucho menos todavía, el sacrificio humano  (F. Raurell).
3. La misma idea se prolonga en el salmo. Dios no necesita sacrificios de animales. Lo que quiere es que su pueblo cumpla la Alianza y camine según su voluntad: «no te reprocho tus sacrificios, pues están siempre ante mí... ¿por qué recitas mis preceptos, tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos?».
Dios no quiere que separemos nuestros cantos y oraciones de la caridad y de la justicia para con los demás. Juan Pablo II dijo: «quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve... es una contradicción inaceptable comer indignamente el Cuerpo de Cristo desde la división y la discriminación... El sacramento de la Eucaristía no se puede separar del mandamiento de la caridad. No se puede recibir el Cuerpo de Cristo y sentirse alejado de los que tienen hambre y sed, son explotados o extranjeros, están encarcelados o se encuentran enfermos. La Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres. Para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros, debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos».
Contigo, Jesús, estoy «endiosado», sin miedo a los demonios y a la hipocresía, viviré contigo en caridad. « Obremos, pues, siempre conscientes de que él habita en nosotros, para que seamos templos suyos y él sea nuestro Dios en nosotros, tal como es en realidad y tal como se manifestará ante nuestra faz; por esto tenemos motivo más que suficiente para amarlo» (San Ignacio de Antioquía). Jesús, quiero estar siempre contigo, mantenerme en tu presencia, vivir la caridad sabiendo que Tú estás en mí, mantenerme en tu presencia durante la jornada, hablar a solas -íntimamente- contigo (Pablo Cardona).
Le pedimos a la Virgen, Mujer eucarística, esa unión entre la fe y la vida. «Agiganta tu fe en la Sagrada Eucaristía. -¡Pásmate ante esa realidad inefable!: tenemos a Dios con nosotros, podemos recibirle cada día y si queremos, hablamos íntimamente con El, como se habla con el amigo, como se habla con el hermano, como se habla con el padre, como se habla con el Amor» (J. Escrivá, Forja 268).
Llucià Pou Sabaté



lunes, 2 de julio de 2012


Martes de la semana 13 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Dios parece que calla ante males del mundo, pero nos damos cuenta que acude a nuestra ayuda cuando le invocamos con fe
«Subiendo después a una barca, le siguieron sus discípulos. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y se acercaron y le despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos que perecemos! Jesús les respondió: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, increpó a los vientos y al mar y se produjo una gran bonanza. Los hombres se admiraron y dijeron: ¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mateo 8, 23-27).
1. –“Subió Jesús a la barca y sus discípulos lo siguieron”. La palabra "seguir" tiene un sentido de entrar en la barca contigo, Jesús, meterse en esa aventura divina, con plena conciencia de los riesgos y renuncias a los que hay que atenerse. Eres tú, Señor, que nos dices: "Seguidme".
-“De pronto se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas”. A veces la cruz aparece en forma de enfermedad, o de contradicciones, fracasos o penas de todo tipo. Y da miedo. En griego dice: "He aquí que sobrevino un gran seísmo", un temporal violento que hace temblar la tierra y que en suelo firme ya resulta horroroso, pero en una frágil barquilla lo es mucho más. El Lago de Galilea tiene fama de violentas tempestades, causadas por vientos que encajonados entre las montañas soplan muy fuertes sobre el agua.
-“Y Jesús dormía”. Hay sin duda un simbolismo que quieres subrayar, Señor: en la historia del mundo, de mi vida, a veces parece que Dios calla: ¡Dios duerme!... y nos preguntamos: ¿por qué no te manifiestas, Señor, para calmar las "tempestades", en las que tu Iglesia, que el mundo, parecen próximos a naufragar? ¿Por qué, Señor no intervienes en mi vida para salvarme de tal o cual cosa?
-“Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole: "Sálvanos, Señor, que nos hundimos"”. Una oración que es nuestra muchas veces: “Señor, ¡sálvame!”
-“Jesús les dijo: "¿Por qué tenéis miedo? ¡Que poca fe!"” Es la respuesta del Señor, el núcleo de este relato: la fe nos salva. Jesús, nos das confianza: "No tengáis miedo". La fe nos quita el miedo: todo irá bien. Lo mejor está siempre por llegar. De ese mal Dios sacará algo bueno, si no –como buen Padre- no hubiera permitido que pasara aquello. En la más negra noche, amanece Dios. Dios aprieta pero no ahoga. Cuando me sienta desolado, Señor, que me arrastre la fe en ti, que me sienta seguro en tus brazos, que me sepa abandonar de verdad.
-“Entonces Jesús se puso en pie, increpó a los vientos y al lago y sobrevino una gran calma. Aquellos hombres se preguntaban admirados: "¿Quién será éste que hasta el viento y el mar le obedecen?"” Señor, en tus manos está la vida y la muerte, tienes el poder creador de Dios. Todo le obedece: las enfermedades, los demonios, los elementos. No me preocuparé de nada de lo qué pasa en el mar de la vida y sus tempestades: me ocuparé de todas esas cosas, pero sabiendo que tú estás en la barca, en mi vida... en la barca de la Iglesia... que contigo estoy seguro. ¡Señor, suprime todo temor y todo miedo en mí! (Noel Quesson).
«Los problemas que antes te acogotaban te parecían altísimas cordilleras  han desaparecido por completo, se han resuelto a lo divino, como cuando el Señor mandó a los vientos y a las aguas que se calmaran. / ¡Y pensar que todavía dudabas!» (J. Escrivá, Surco 119).
Y ahora, cuando la tempestad está calmada, me admiro de tu poder como los apóstoles, que «se admiraron y dijeron: ¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?»
Eres hombre y Dios, Jesús. Y al calmar el viento y el mar, muestras el poder de tu divinidad de modo que la gente se pregunta: «¿quién es éste?» Yo te confieso como el Hijo de Dios que se ha hecho hombre para que los hombres podamos ser hijos de Dios (Pablo Cardona).
Confieso que «la nave es la Iglesia, en la que Jesucristo atraviesa con los suyos el mar de esta vida, calmando las aguas de las persecuciones» (Santo Tomás).
Te pido, señor, fe para creer que tú viajas en mi barca... en la barca de la Iglesia... ver que la tempestad son los acontecimientos históricos que ponen en peligro el mundo, la iglesia, mi vida… llegar a descubrir y admirar tu presencia honda, secreta y misteriosa en mi vida. Te pido fe viva, para que mi vida esté metida en este ambiente sobrenatural que es lo más natural del diario vivir del cristiano.La visión sobrenatural no es una imaginación, sino la gran verdad de la vida humana. Quien no tenga ojos de fe, no descubrirá nunca las bellezas de la vida.
2. El profeta Amós se encara valientemente con los dirigentes del pueblo israelita: «os tomaré cuentas por vuestros pecados... Prepárate a encararte con tu Dios». Dios les exige más que a los demás pueblos, porque también ha multiplicado con ellos, más que con ningún otro pueblo, sus signos de predilección (J. Aldazábal). Amós afirma con un vigor no superado, la igualdad de todas las razas y de todas las naciones ante la justicia y la misericordia de Dios. Amós invita a profundizar la idea de Alianza: maestro de todos los pueblos, fiador de todas las conciencias humanas. Llevo a la oración mi responsabilidad particular, pues según los dones de Dios se me pedirá cuenta.
-“Ha hablado el Señor: ¿quién podría rehusar ser su profeta?” Cuando Dios habla, ¿quién podría resistirle? Señor, danos esa fe de que eres Tú quien nos llama en nuestras vidas. Que tenga visión sobrenatural, y no caiga en engaños del azar, de las influencias psicológicas, de los condicionamientos... haz que sintamos, Señor, todo lo que hay de trascendente en ciertas llamadas que oímos, en unos compromisos que nos solicitan. Efectivamente, nada menos que el Señor Dios es quien nos habla en esos instantes: ¿quién podría rehusar su llamada?
-“¿Ruge el león en la selva, sin que haya presa para él? ¿Cae el pájaro en el lazo sin que haya un cebo que le atraiga? ¿Suena el cuerno en una ciudad sin que se alarme el pueblo? ¿Llega el infortunio a una ciudad sin que el Señor sea el autor? El león ha rugido, ¿quién puede no espantarse? Dios ha hablado, ¿quién podría rehusar ser su profeta?” Imágenes vivas, experiencia de un hombre que ha hallado a Dios. No dice qué pasó, pero sí que fue como un rugido de león, como un cuerno que suena, como una trampa que se dispara. En cuanto a mí, ¿cuál es mi vocación? ¿Qué "rugido" de Dios he percibido? ¿Qué hay de irresistible en mi vida? ¿A qué tiendo a resistirme?
-“¡Prepárate Israel a encontrar a tu Dios!” «¡Prepárate... a encontrarte con tu Dios!» Dios no habita en lo alto, allá lejos. Se le encuentra en cada llamada de nuestra conciencia, en el hondón mismo de nuestras vidas. Cada instante nos trae una voluntad, un querer del Señor. ¡Prepárate a encontrarte con tu Dios! En la vida corriente se puede esquivar ese "encuentro", o bien no darse cuenta. ¡Cuán hábiles somos a cerrar los ojos y los oídos! (Noel Quesson).
3. Como dice el salmo, dirigiéndose a Dios, «tú no eres un Dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped: al hombre sanguinario y traicionero lo aborrece el Señor». Nos llegan muchas voces falsas, pero tú, Señor, nos vas guiando con tus sacramentos, con los pastores de la Iglesia nos vas diciendo: «Escuchad esta palabra que dice el Señor, hijos de Israel».
No quiero sentirme salvado por mis fuerzas, sino por tu misericordia, Señor, con humildad (J. Aldazábal): «pero yo, por tu gran bondad, entraré en tu casa, me postraré ante tu templo santo con toda reverencia».
Santa María, ayúdame a tener la fe que tú has tenido, a dejarme llevar por la palabra de Dios. Así, todo irá bien.
Llucià Pou Sabaté


Santo Tomás, apóstol

Tomás significa "gemelo"
La tradición antigua dice que Santo Tomás Apóstol fue martirizado en la India el 3 de julio del año 72. Parece que en los últimos años de su vida estuvo evangelizando en Persia y en la India, y que allí sufrió el martirio.
De este apóstol narra el santo evangelio tres episodios.
El primero sucede cuando Jesús se dirige por última vez a Jerusalem, donde según lo anunciado, será atormentado y lo matarán. En este momento los discípulos sienten un impresionante temor acerca de los graves sucesos que pueden suceder y dicen a Jesús: "Los judíos quieren matarte y ¿vuelves allá?. Y es entonces cuando interviene Tomás, llamado Dídimo (en este tiempo muchas personas de Israel tenían dos nombres: uno en hebreo y otro en griego. Así por ej. Pedro en griego y Cefás en hebreo). Tomás, es nombre hebreo. En griego se dice "Dídimo", que significa lo mismo: el gemelo.
Cuenta San Juan (Jn. 11,16) "Tomás, llamado Dídimo, dijo a los demás: Vayamos también nosotros y muramos con Él". Aquí el apóstol demuestra su admirable valor. Un escritor llegó a decir que en esto Tomás no demostró solamente "una fe esperanzada, sino una desesperación leal". O sea: él estaba seguro de una cosa: sucediera lo que sucediera, por grave y terrible que fuera, no quería abandonar a Jesús. El valor no significa no tener temor. Si no experimentáramos miedo y temor, resultaría muy fácil hacer cualquier heroísmo. El verdadero valor se demuestra cuando se está seguro de que puede suceder lo peor, sentirse lleno de temores y terrores y sin embargo arriesgarse a hacer lo que se tiene que hacer. Y eso fue lo que hizo Tomás aquel día. Nadie tiene porque sentirse avergonzado de tener miedo y pavor, pero lo que sí nos debe avergonzar totalmente es el que a causa del temor dejemos de hacer lo que la conciencia nos dice que sí debemos hacer, Santo Tomás nos sirva de ejemplo.
La segunda intervención: sucedió en la Última Cena. Jesús les dijo a los apóstoles: "A donde Yo voy, ya sabéis el camino". Y Tomás le respondió: "Señor: no sabemos a donde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" (Jn. 14, 15). Los apóstoles no lograban entender el camino por el cual debía transitar Jesús, porque ese camino era el de la Cruz. En ese momento ellos eran incapaces de comprender esto tan doloroso. Y entre los apóstoles había uno que jamás podía decir que entendía algo que no lograba comprender. Ese hombre era Tomás. Era demasiado sincero, y tomaba las cosas muy en serio, para decir externamente aquello que su interior no aceptaba. Tenía que estar seguro. De manera que le expresó a Jesús sus dudas y su incapacidad para entender aquello que Él les estaba diciendo.
Admirable respuesta:
Y lo maravilloso es que la pregunta de un hombre que dudaba obtuvo una de las respuestas más formidables del Hijo de Dios. Uno de las más importantes afirmaciones que hizo Jesús en toda su vida. Nadie en la religión debe avergonzarse de preguntar y buscar respuestas acerca de aquello que no entiende, porque hay una verdad sorprendente y bendita: todo el que busca encuentra.
Le dijo Jesús: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" Ciertos santos como por ejemplo el Padre Alberione, Fundador de los Padres Paulinos, eligieron esta frase para meditarla todos los días de su vida. Porque es demasiado importante como para que se nos pueda olvidar. Esta hermosa frase nos admira y nos emociona a nosotros, pero mucho más debió impresionar a los que la escucharon por primera vez.
En esta respuesta Jesús habla de tres cosas supremamente importantes para todo israelita: el Camino, la Verdad y la Vida. Para ellos el encontrar el verdadero camino para llegar a la santidad, y lograr tener la verdad y conseguir la vida verdadera, eran cosas extraordinariamente importantes.
En sus viajes por el desierto sabían muy bien que si equivocaban el camino estaban irremediablemente perdidos, pero que si lograban viajar por el camino seguro, llegarían a su destino. Pero Jesús no sólo anuncia que les mostrará a sus discípulos cuál es el camino a seguir, sino que declara que Él mismo es el Camino, la Verdad y la Vida.
Notable diferencia: Si le preguntamos al alguien que sabe muy bien: ¿Dónde queda el hospital principal? Puede decirnos: siga 200 metros hacia el norte y 300 hacia occidente y luego suba 15 metros... Quizás logremos llegar. Quizás no. Pero si en vez de darnos eso respuesta nos dice: "Sígame, que yo voy para allá", entonces sí que vamos a llegar con toda seguridad. Es lo que hizo Jesús: No sólo nos dijo cual era el camino para llegar a la Eterna Feliz, sino que afirma solemnemente: "Yo voy para allá, síganme, que yo soy el Camino para llegar con toda seguridad". Y añade: Nadie viene al Padre sino por Mí: "O sea: que para no equivocarnos, lo mejor será siempre ser amigos de Jesús y seguir sus santos ejemplos y obedecer sus mandatos. Ese será nuestro camino, y la Verdad nos conseguirá la Vida Eterna".
El hecho más famoso de Tomás
Los creyentes recordamos siempre al apóstol Santo Tomás por su famosa duda acerca de Jesús resucitado y su admirable profesión de fe cuando vio a Cristo glorioso.
Dice San Juan (Jn. 20, 24) "En la primera aparición de Jesús resucitado a sus apóstoles no estaba con ellos Tomás. Los discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". El les contestó: "si no veo en sus manos los agujeros de los clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros sus clavos, y no meto mi mano en la herida de su constado, no creeré". Ocho días después estaban los discípulos reunidos y Tomás con ellos. Se presento Jesús y dijo a Tomás: "Acerca tu dedo: aquí tienes mis manos. Trae tu mano y métela en la herida de mi costado, y no seas incrédulo sino creyente". Tomás le contestó: "Señor mío y Dios mío". Jesús le dijo: "Has creído porque me has visto. Dichosos los que creen sin ver".
Parece que Tomás era pesimista por naturaleza. No le cabía la menor duda de que amaba a Jesús y se sentía muy apesadumbrado por su pasión y muerte. Quizás porque quería sufrir a solas la inmensa pena que experimentaba por la muerte de su amigo, se había retirado por un poco de tiempo del grupo. De manera que cuando Jesús se apareció la primera vez, Tomás no estaba con los demás apóstoles. Y cuando los otros le contaron que el Señor había resucitado, aquella noticia le pareció demasiado hermosa para que fuera cierta.
Tomás cometió un error al apartarse del grupo. Nadie está pero informado que el que está ausente. Separarse del grupo de los creyentes es exponerse a graves fallas y dudas de fe. Pero él tenía una gran cualidad: se negaba a creer sin más ni más, sin estar convencido, y a decir que sí creía, lo que en realidad no creía. El no apagaba las dudas diciendo que no quería tratar de ese tema. No, nunca iba a recitar el credo un loro. No era de esos que repiten maquinalmente lo que jamás han pensado y en lo que no creen. Quería estar seguro de su fe.
Y Tomás tenía otra virtud: que cuando se convencía de sus creencias las seguía hasta el final, con todas sus consecuencias. Por eso hizo es bellísima profesión de fe "Señor mío y Dios mío", y por eso se fue después a propagar el evangelio, hasta morir martirizado por proclamar su fe en Jesucristo resucitado. Preciosas dudas de Tomás que obtuvieron de Jesús aquella bella noticia: "Dichosos serán los que crean sin ver".


«Al atardecer de aquel día, el siguiente al sábado, estando cerradas las puertas del lugar donde se habían reunido los discípulos por miedo a los judíos, vino Jesús, se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros. Y dicho esto les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor se alegraron los discípulos. Les dijo de nuevo: La paz sea con vosotros. Como el Padre me envió así os envío yo. Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos. Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le dijeron: ¡Hemos visto al Señor! Pero él les respondió: Si no veo la señal de los clavos en sus manos, y no meto mi dedo en su costado, no creeré. A los ocho días, estaban de nuevo dentro sus discípulos y Tomás con ellos. Estando las puertas cerradas, vino Jesús, se presentó en medio y dijo: La paz sea con vosotros. Después dijo a Tomás: Trae aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente. Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús contestó: Porque me has visto has creído; bienaventurados los que sin haber visto han creído». (Juan 20, 19-29)
1º. Jesús, tus primeras palabras a los apóstoles, después de resucitado, son palabras de paz: «Paz sea a vosotros».
Has venido a traer la paz.
Sin embargo, antes les habías dicho: «No he venido a traer la paz sino la espada» (Mateo 10,34).
¿Por qué?
Porque tu paz no es la paz del equilibrio, la paz del bienestar material.
«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo»
Tu paz es la paz del corazón, la paz interior que procede de la lucha interior; la paz que has conseguido con tu muerte, y que sólo puedo conseguir con la muerte de mis pasiones, con mortificación.
«A quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos.»
Jesús, con estas palabras instituyes el sacramento de la penitencia.
¿Cómo voy a inventarme yo mi propio modo de pedirte perdón, si Tú lo has dejado clarísimamente establecido?
Sería absurdo pretender confesarme «directamente» contigo cuando Tú quieres que lo haga a través de tus ministros.
«Cristo quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y su obra, fuera el signo y el instrumento del perdón y de la reconciliación que nos adquirió al precio de su sangre. Sin embargo, confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico» (CEC.-1442)
Jesús, hablas del perdón de los pecados después de desear la paz a los apóstoles.
¡Qué medio más impresionante es la Confesión para recuperar la paz!
Gracias, Jesús, por haberme dado este sacramento para volver a empezar una y mil veces, y para saber con certeza que Tú me has perdonado y vuelves a tratarme como hijo de Dios.
2º. «¡Con qué humildad y con qué sencillez cuentan los evangelistas hechos que ponen de manifiesto la fe floja y vacilante de los Apóstoles!
-Para que tú y yo no perdamos la esperanza de llegar a tener la fe inconmovible y recia que luego tuvieron aquellos primeros»(Camino.-581).
Jesús, quieres que tenga la fe inconmovible y recia de los apóstoles, pero sin necesidad de poner el dedo en tus llagas, sin verte físicamente.
¿Por qué no te apareces como lo hiciste con los primeros?
Y me respondes: «bienaventurados los que sin haber visto han creído.»
Una vez vistose reduce el margen para la fe y disminuye, por tanto, el mérito.
Los apóstoles necesitaron esta ayuda porque eran los primeros y tenían que dar testimonio con el martirio.
Jesús, quiero creer como el que más, sin exigirte continuas pruebas: me bastan los milagros que aparecen en la Sagrada Escritura y tu gracia, que me concedes siempre si te la pido.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.
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Lunes de la semana 13 de tiempo ordinario: Jesús nos enseña el desprendimiento, que nos da libertad de espíritu

«Viendo Jesús a la multitud que estaba a su alrededor ordenó pasar a la otra orilla. Y acercándose a él cierto escriba, le dijo: ‘Maestro, te seguiré dondequiera que vayas’. Jesús le contestó: ‘Las zorras tienen sus guaridas y los pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza’. Otro de sus discípulos le dijo: ‘Señor permíteme ir primero a enterrar a mi padre’. Jesús le respondió: ‘Sígueme y deja a los muertos enterrar a sus muertos’» (Mateo 8, 18-22).

1. Jesús, buscas la soledad… a veces me cuesta, porque confundo el trabajo con activismo. Con tu vida, me enseñas que el equilibrio humano corporal y espiritual requiere descanso, que no somos mejores por desarrollar una hiperactividad... ¿Cómo empleo mi tiempo libre, de descanso, de vacaciones?

-“Se acercó un escriba a Jesús y le dijo: "Maestro, te seguiré vayas adonde vayas"”. Es bonito ver que quieren seguirte, Señor. Me recuerdas que la vida cristiana no es solo seguir unos principios... Esto sería "moralismo". Tampoco unos dogmas... esquemas mentales... Ser cristiano es seguirte, Señor, compartir tu vida... imitarte... necesito meditar tu evangelio, tratarte, para conocerte mejor. Como tus discípulos, ir contigo y seguir tus pasos. No quiero, Señor, solamente "saber", sino "aprender" contigo.

-“Jesús respondió al escriba: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza...” Las personas necesitan seguridad, algo así como lo que hacen los animales, de “marcar su territorio”, lo que es suyo. Pero tú, Jesús, vives en libertad, tienes en tu madre tu hogar, y en la familia que has comenzado que es la Iglesia, y te sientes en casa dondequiera que estés: "no tengo dónde reclinar mi cabeza". Hoy te pido, Señor, no estar apegado a mis cosas, "seguirte". Sé que eso es renunciar a cosas, al excesivo confort. Que la cruz aparece como un tesoro, eso que llamamos inseguridad... ¡sin un lugar donde reclinar la cabeza! Pero, Señor, Tú nos enseñas a caminar por donde tú has ido.

-“Otro, ya discípulo, le dijo: "Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos."” Desprendimiento de la "familia" que hay que entender en el contexto del mensaje de Jesús, de su amor a la familia y de los preceptos de atención a la familia, sino sería algo no evangélico, descarnado, y que pasa factura cuando uno abre los ojos a lo que de verdad nos dice el Señor (Noel Quesson).

2. Hemos leído qué pasó en Israel entre los siglos IX-VI a. C., ahora interpretamos esta misma historia, guiados por los profetas, que harán oír sus avisos y reproches, y también sus palabras de ánimo, para que el pueblo elegido sea, de verdad, modelo y faro de luz para todos los demás. Amós es el que toca ahora. Siendo de Judea, va a Samaria done recibe esa misión en tiempos del rey Jeroboam II (s. Vlll a C).

Reprocha que no honran a Dios cuando «venden al justo por dinero», la vida de un pobre vale menos que «un par de sandalias», oprimen y explotan a los débiles, no devuelven lo prestado... echa en cara a los dirigentes del pueblo su pecado y les amenaza: también ellos serán aplastados, como aplastan a los pobres, y no podrán escapar al juicio de Dios, por mucho que intenten correr. Es un pecado que va contra el prójimo, al que oprimimos, aprovechándonos de su debilidad. Dios se solidariza con los débiles y considera como hecho a él lo que hacemos a los demás. Jesús dirá claramente: «lo que hiciereis a uno de estos, lo hacéis conmigo... estaba enfermo y me visitasteis».

3. Es un aviso del que se hace eco el salmo. “Si sueltas la lengua para el mal, tu boca urde el engaño; te sientas a hablar contra tu hermano: esto haces ¿y me voy a callar? Te acusaré, te lo echaré en cara”. También hoy podemos ver esas injusticias que claman al cielo (desahucios que dejan familias en la calle por una crisis que produce paro injusto, etc.). Jesús, que «tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades», nos pide que seamos también misericordiosos con los demás. Ése es su estilo y ése ha de ser el estilo de sus seguidores. El apostolado, catequesis, voluntariado en acciones de asistencia a los más necesitados, son algunas de esas formas de ayuda a los demás. Hay valores más profundos que los visibles de este mundo. Hay ideales por los que vale la pena sacrificarse. El seguimiento de Jesús va en esta línea de decisión generosa (J. Aldazábal).

«No pongas el corazón en nada caduco: imita a Cristo, que se hizo pobre por nosotros, y no tenía dónde reclinar su cabeza.

”Pídele que te con ceda, en medio del mundo, un efectivo desasimiento, sin atenuantes» (Forja 523).

«Este es el sacrificio que has de ofrecer: No busques en el rebaño, no prepares navíos para navegar hasta lejanas tierras a buscar perfumes. Busca en tu corazón la ofrenda grata a Dios» (San Agustín). Jesús, ésta es la entrega que Tú me pides: la entrega del corazón, para poder amarte sobre todas las cosas: «no podéis servir a Dios y a las riquezas» (Mateo 6,24). Que tenga muchos intereses, Señor, en el mundo, pero te pido que esté desprendido, que nada me aparte de Ti: que no esté atado por las cosas de esta tierra, sino con el corazón libre. Concédeme, Jesús, en medio del mundo, un efectivo desasimiento, para que también yo pueda responder que sí a tus llamadas, sin excusarme, sin atenuantes (tomado de mercaba.org).

Llucià Pou Sabaté

domingo, 1 de julio de 2012

Domingo de la semana 13 de tiempo ordinario; ciclo B

Jesús nos anima a tener fe, para poder transformar las penas en alegrías, y curarnos de nuestros males.

«Y una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido por parte de muchos médicos, y gas­tado todos sus bienes sin aprovecharle nada, sino que iba de mal en peor; cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la muchedumbre y tocó su vestido; porque decía: Si pudiera to­car, aun que sólo fuera su manto, quedaré sana. En el mismo instante se secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que es­taba curada de la enfermedad. Y al momento Jesús, conocien­do en sí mismo la virtud salida de él, vuelto hacia la muchedumbre, decía: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Y le decían sus discípulos: Ves que la muchedumbre te oprime y dices ¿quién me ha tocado? Y miraba a su alrededor para ver a la que había hecho esto. La mujer; asustada y temblorosa, sabiendo lo que le había ocurrido, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad. Entonces le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu dolencia. Por el camino, te toca la mujer de los Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: -Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: -No temas; basta que tengas fe. No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos, que eran unas mujeres que se contrataban para llorar por los que morían, entre los judíos: las plañideras. Entró y les dijo: -¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida. Se reían de Él. Pero Él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: -Talitha qumi (que significa: “contigo hablo, niña, levántate”, en arameo, dialecto del hebreo). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar -tenía doce años-. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña”» (Marcos 5, 25-34).

1. Jairo te pide, Señor: “-Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva”. Fuiste con él, acompañado de mucha gente. Luego, resucitaste la niña.

Son dos milagros seguidos, la niña resucitada y la que perdía sangre, que para los judíos era una mujer "impura", que no podía tocar a nadie, pero toca el vestido de Jesús y se cura. Los que no creen, se ríen de Jesús, como hoy pensando que creer es de tontos. Es bonito, una mujer que lleva 12 años enferma y va perdiendo lentamente la vida; una niña que muere a los 12 años, la pierde de golpe. Nosotros también nos vemos débiles, con cosas que nos cuestan, y podemos no sólo tocar el vestido de Jesús, sino tomar su cuerpo. El número 12 nos recuerda la fe de la Iglesia, la comunión con los 12 apóstoles, nuevo pueblo de las 12 tribus de Israel.

Santa Teresa, pensando en esta presencia sanadora de Jesús, nos dice: “Esto pasa ahora y es entera verdad, y no hay para qué le ir a buscar en otra parte mas lejos; sino que, pues sabemos que mientras no consume el calor natural los accidentes del pan, que está con nosotros el buen Jesús, que nos lleguemos a El. Pues, si cuando andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y nos dará lo que le pidiéremos, pues está en nuestra casa? Y no suele Su Majestad pagar mal la posada, si le hacen buen hospedaje” (Camino de perfección, 34,8).

Jesús, cuando me vea como la hemorroísa, esa mujer que tenía pérdidas de sangre, y yo también me presento delante de ti descalabrado, lleno de heridas, me acerco a ti, quiero tocar tu vestido y quedar curado. Y también quiero curar mis heridas por dentro, y no sólo quiero tocar tu vestido sino que te quiero dentro de mí, necesito comerte en el pan sagrado de tu Cuerpo; para que me transformes en ti… (si voy con fe, tú me curarás). «Ser santos es vivir tal y como nuestro Padre del cielo ha dispuesto que vivamos. Me diréis que es difícil. Sí, el ideal es muy alto. Pero a la vez es fácil: está al alcance de la mano. Cuando una persona se pone enferma, ocurre en ocasiones que no se logra encontrar la medicina. En lo sobrenatural, no sucede así. La medicina está siempre cerca: es Cristo Jesús, presente en la Sagrada Eucaristía, que nos da además su gracia en los otros Sacramentos que instituyó» (J. Escrivá, Es Cristo que pasa 160).

“Que no me acostumbre, Jesús; que la comunión no se convierta en una rutina, pues la rutina es la muerte de la piedad, del amor.

Jesús, ¿qué puedo hacer para encender mi fe en la Eucaristía?

Tal vez puedo prepararme a recibirte recitando una comunión espiritual, como, por ejemplo: «Yo quisiera, Señor; recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y el fervor de los Santos».

Y, después de recibirte, he de aprovechar bien esos minutos en los que permaneces realmente en mi para decirte que te quiero, que me perdones si algo me ha salido mal, que necesito tu ayuda.

Te puedo pedir también por la Iglesia y por el Papa; por mi familia y mis amigos; por los que sufren y por la paz en el mundo.

Y te puedo dar gracias por tantas cosas que me das y que no merezco” (Pablo Cardona).

Jesús, gracias por la comunión; quiero estar contigo cada semana; acompañarte y sentir que luego vas conmigo y estás en los demás, y cuando hago algo bueno a los demás (servicios en casa, visitar un pariente o un amigo), contigo lo hago, y cuando hago algo malo a los demás (insultar, enfadarme) también lo hago contigo, por eso hago el propósito de arreglarlo enseguida. Que si se me “gastan las pilas” Tú me las cargarás enseguida, y no quiero que se me gaste tu amor porque Tú eres la luz que me ilumina, contigo todo está claro aunque llueva, sin ti todo es oscuro aunque haga sol.

Quiero aprender también de lo que hiciste a esta niña, hija de Jairo, que estaba muerta y le dijiste: “niña, levántate y anda”, y resucitó; también nosotros resucitamos cada vez que te pedimos perdón, en ese momento cambiamos la historia, hemos arreglado lo que se había roto, cuando hacemos las paces ya es como si no hubiera pasado. Ayúdame Jesús, voy a procurar no enfadarme, y si me enfado procuraré desenfadarme enseguida.

Hoy vemos que la muerte para Dios no es un poder insuperable. Las cosas malas ante la mirada de Dios se funden, y así quiero que sea mi alma, como un jardín que Tú Jesús hagas florecer: que me enseñes con tu Espíritu a hacer florecer las plantas de mi corazón que no pueden contener la primavera que llevan dentro; las flores se abren a la luz y al calor, como dice la poesía, así hace el alma con Dios: "con un roce de tu mirada ya me rindo / y aunque yo me haya cerrado como un puño / tú siempre abres, pétalo tras pétalo, mi ser / como la primavera abre con un toque diestro y misterioso / su más terca rosa. / Y es un misterio esta destreza tuya de mirar y abrir / pero lo cierto es que algo me dice que la voz de tus ojos / es más profunda que todas las rosas / Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas" (E.E. Cummings).

Cuando nos cerramos, Tú vienes a abrir los cerrojos del alma, nos vas animando a que no nos cerremos como el niño que se cierra enfadado en la habitación y no quiere ni cenar y sólo llorar triste. Entonces, tú Jesús te sientas a nuestro lado, nos va tocando el corazón y va cambiando nuestro mal humor en alegría y las lágrimas en sonrisas, las espinas en rosas que se abren, el miedo en confianza… con la confianza de un niño en su padre. Nos fiamos de Ti.

2. El libro de la Sabiduría nos dice que “Dios no hizo la muerte… Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo”. La etapa del hombre sobre la tierra es por un tiempo, pero si no hubiera habido pecado no habría dolor. Dios ama la vida y lo hace todo bonito pero el demonio sembró la destrucción y la muerte. Yahvé ("El que es") ha creado todas las cosas "para que sean", y con el poder del Abismo vino la muerte y el hombre "inmortal" que pasaría sin dolor de esta vida a la otra.

Como canta el Salmo, el Señor nos libra: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa… Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre”. Es una "Resurrección": el tema de hoy es pasar de la muerte a la vida, la noche a la mañana, del desconcierto a la confianza, del luto a la fiesta.

3. San Pablo nos anima a ser generosos, que no nos preocupemos por lo que nos falte: «Al que recogía mucho, no le sobraba; y al que recogía poco, no le faltaba». Un chaval iba con su bocata pensando: “si invito a este que tiene cara de hambre y quiere pedirme, qué quedará para mí… pero esto hará de mi un egoísta… claro, si me lo como todo, qué quedaría para invitarle a él… esto hará de mí un hombre feliz, un hijo de Dios, que considera al otro un hermano”… y le invitó. Amar es compartir. Jesús nació pobre para que sepamos hacernos ricos dando a los demás.

Llucià Pou Sabaté