viernes, 27 de febrero de 2009

Tierra sagrada

Tierra sagrada

En la tierra todo está marcado con su fecha de caducidad, tiene un fin, nuestro deseo instintivo de vivir para siempre reclama algo más allá de lo visible. "El hombre no puede vivir sin arrodillarse, dice Dostojevski... si rechaza a Dios, se arrodilla ante un ídolo de madera, de oro o simplemente imaginario... todos esos son idólatras, no ateos; idólatras es el nombre que les cuadra".  Por eso, a veces, nos encontramos con el infierno de Dante: "En medio del camino de mi vida, me encuentro en un bosque de oscuridad". Es la experiencia a la vez terrible y gozosa de encontrarse solo, solo ante el mundo, solo ante Dios. H. Nowen, en Tres etapas en la vida espiritual, un proceso de búsqueda habla de ese camino interior: "En medio de la vida turbulenta, a menudo caótica, se nos exige, en una primera etapa, calar, con honradez y  labor, en ese nuestro ser íntimo. Al mismo tiempo, con enorme cuidado, en nuestro prójimo y, con una oración cada vez más profunda, en Dios". La sociedad contemporánea en la que nos encontramos siente agudamente en sus carnes la soledad amarga. La gente habla, pero no de sus cosas íntimas, está incomunicada. Se cae en las formas de evasión de la realidad, en la intimidad expuesta y a la venta en los puestos de los charlatanes.

Hoy necesitamos apertura, poder decir a otra persona: "Me gustaría verte", usar el lenguaje sencillo de pedir ayuda, de hablar, desvelar el deseo de estar cerca de un amigo y de ser receptivos, y curar las heridas de soledad. Necesitamos soledad, pero soledad creativa y fecunda, diálogo interior, la paz con nosotros mismos. A veces encontramos y oímos que una persona excepcional nos dice: "No corras. Quédate tranquilo y en silencio. Escucha atentamente tu propia lucha. La respuesta a tu pregunta está oculta en tu propio corazón". Recuerdo cuando vivía yo en Roma que un mendigo al verme correr por las calles me dijo: "¿por qué vas tan deprisa? No hace falta correr... Tómate la vida con más calma." A veces cuesta entrar en nuestra verdad interior, y nos duele enfrentarnos a nosotros mismos. Llamamos por teléfono, hablamos de aquella experiencia o de aquella corrección que nos han hecho, y que no aceptamos; de un consejo que nos han dado, que nos exige, y nos sale el banalizar aquello, al hablarlo con otra persona, ponerle un tono a la voz que le quite hierro al asunto, aligerarlo con la excusa de otra opinión fácil. Thomas Merton escribía en su diario: "en la profunda soledad es donde he encontrado el sentido profundo del amor que les debo a mis hermanos. Cuando más solitario estoy, más los amo. Se trata del afecto puro y del respeto por la soledad de los demás". Podemos decir: gracias, Señor, porque soy un hombre más entre los hombres, participo en el glorioso destino de la raza humana, de sus grandezas y sus grandes burradas.

La soledad del corazón y la intimidad de la amistad dan solidez al carácter, madurez. Sin dependencias ni sentimentalismo, se vive mejor el misterio del amor que crea un espacio libre donde convertir la soledad angustiosa en vidas compartidas. Se vive el respeto mutuo. Contaba Nowen de un amigo que lo visitó diciendo: "en este momento no tengo problemas, ninguna pregunta que hacer. No necesito consejo ni orientación alguna. Sencillamente quiero pasar un rato de charla distendida contigo". Su amigo lo atendió con franqueza: "nos sentamos, nos quedamos callados, oímos ruidos exteriores de la calle en medio de un silencio cálido y lleno de vibraciones, con miradas y sonrisas que alejaban restos de miedos y sospechas, luego él dijo: 'da gusto estar aquí'. Y yo le comenté: 'sí, es maravilloso encontrarnos juntos de nuevo'. Y luego, seguimos en silencio durante un buen rato. Y a medida que los vínculos de la paz se iban haciendo más fuertes entre los dos, él dijo con un tono inseguro: 'Cuando te miro, es como si estuviera en presencia de Cristo'.

No me sentía extrañado, sorprendido, obligado a protestar. Me limité a responderle: 'Y es el Cristo que hay en ti el que reconoce al Cristo que hay en mí'.

Sí -continuó-. Él está en medio de nosotros -y luego dijo unas palabras, que penetraron en mi alma, y que han sido las más importantes que a mí se me han dicho jamás y que han contribuido a sanar mis heridas durante años-. 'De ahora en adelante, vayas donde vayas, y vaya donde vaya, toda la tierra que nos separe será tierra sagrada'. Cuando me dejó, sentí que me había revelado lo que realmente significa la palabra comunidad".

En muchas ocasiones sentimos que la presencia de los demás nos lleva a algo más alto. Ya no importa tener la presencia de las personas, porque la llevamos con nosotros, en una imagen que nos lleva más allá de las mismas personas a las que queremos: "cuando te alejes de tu amigo, no lo lamentes. Porque lo que amas más en él puede hacerse mucho más evidente, brillante en su ausencia, lo mismo que la montaña para el escalador es más visible desde la llanura" (The Prophet). Hay una unión misteriosa entre las personas que crea un espacio para la  presencia del Señor: "donde estéis dos o tres de vosotros reunidos en mi nombre, ahí estoy Yo", en un espacio espiritual de comunión, tierra sagrada.

Llucià Pou Sabaté

Perdonar y olvidar

Perdonar y olvidar

Con frecuencia oímos decir: "Perdono, pero no olvido". Quien esto dice, en realidad no perdona, porque guarda rencor. De ahí que se diga que no se perdona de verdad cuando, en el fondo, no se está dispuesto a olvidar. Perdonar, ¿es olvidar? ¿Producen ambos el mismo efecto? Se trata de una cuestión de gran importancia, pues el perdón es esencial para una vida feliz y equilibrada: "El que es incapaz de perdonar es incapaz de amar" (Martin Luther King). Me parece que hay que distinguir "olvidar", cuando quiere decir "resentimiento", y "olvidar" como "desaparecer de la memoria". Me referiré al primer sentido: hay que olvidar; "no escatimes el perdón: es imposible caminar con tantas heriditas abiertas… perdona todas las viejas heridas y cicatriza con resinas de amor" (Zenaida Bacardí de Argamasilla). Es no querer mal, no hay otro camino. "Perdón es una palabra que no es nada, pero que lleva dentro semillas de milagros" (Alejandro Casona), semillas sembradas en nuestros corazones por el mismo Jesús, que se alimentan incluso de las ofensas, sí: cada ofensa recibida es una oportunidad de mejorar nuestra capacidad de perdonar, porque, en lugar de generar resentimientos, es abono para esa cosa divina llamada perdón. El paraíso está detrás de la puerta, se dice, pero muchos han perdido la llave, una llave que se llama misericordia… Todos estamos necesitados de amor, de atención, así como de poder dar nuestro amor a los demás. Por eso siempre hay que pedir perdón: por las ocasiones perdidas, por la plenitud no vivida de cada relación, por las palabras no pronunciadas.

Cuenta una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto. En un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada al otro. Éste, profundamente ofendido, sin decir nada, escribió en la arena: –Hoy, mi mejor amigo me ha pegado una bofetada en la cara. Siguieron adelante y divisaron un oasis. Torturados por la sed, ambos echaron a correr y el primero que llegó se tiró al agua de bruces sin pensarlo y, de pronto, comenzó a ahogarse. El otro amigo se tiró al agua enseguida para salvarlo. Al recuperarse, tomó un cuchillo y escribió en una piedra: –Hoy, mi mejor amigo me ha salvado la vida. Intrigado, el amigo le preguntó: – ¿Por qué después de haberte hecho daño, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra? Sonriendo, el otro le respondió: – Cuando un gran amigo nos ofende, debemos escribir en la arena, porque el viento del olvido se lo lleva; en cambio, cuando nos pase algo grandioso, debemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento en todo el mundo podrá borrarlo.

El error de muchos es pensar que el perdón debe surgir de sus corazones, que es algo que debemos sentir, que debe "nacernos", en cierto modo. Pero "el perdón es una decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió" (Madre Teresa de Calcuta). El perdón es lo mejor, no sólo individualmente sino también para cada una de nuestras sociedades y para el mundo en general: "La espiral de la violencia sólo la frena el milagro del perdón" (Juan Pablo II). En cierto modo, todos somos co-responsables de las acciones y omisiones de cada uno, y es la gotita de cada día la que crea la revolución del amor: "Lo mejor que puedes dar a tu enemigo es el perdón; a un oponente, tolerancia; a un hijo, un buen ejemplo; a tu padre, deferencia; a tu madre, una conducta de la cual se enorgullezca; a ti mismo, respeto; a todos los hombres, caridad" (John Balfour). Cuando alguien es perdonado se convierte en una persona distinta, aunque tarde en reaccionar: "Nada envalentona tanto al pecador como el perdón" (William Shakespeare). El motivo es que se siente querido, y valorado en mucho, porque las personas siempre están por encima de sus errores (Jutta Burggraf). Y al crecer la conciencia de su valía se porta en consecuencia, se porta mejor. Por otra parte, crece también el que perdona, pues "nada nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos a perdonar" (San Juan Crisóstomo).

Llucià Pou Sabaté

Paz y oración

Paz y oración…

"Nada te turbe; / nada te espante; / todo se pasa; / Dios no se muda, / la paciencia / todo lo alcanza. / Quien a Dios tiene, / nada le falta. / Solo Dios basta" (Santa Teresa de Avila). Es famosa versión en canción de Taizé de estas palabras, que me llegó por Internet con los siguientes comentarios, muy suculentos: Hay demasiados "ruidos" en ti... "escucha" en lo profundo de tu ser... Hay demasiadas "preocupaciones" en tu mente... y demasiado "peso" en tu corazón... quédate  a solas... entra en tu "aposento"... "El Señor está aquí y te llama..." te ama y te espera... "Quédate en silencio delante del Señor..." Olvida tus palabras, olvida tus recuerdos, tus peticiones, tus proyectos; mírale, escúchale sin que tus voces interiores te distraigan. Quédate en paz ante Él, abandona en Él toda turbación, todo cuidado, toda preocupación, olvídalo todo. Quédate sin ataduras, libre de tus deseos, pobre como la madera muerta en invierno, vacío de todo cuanto no sea Él. Quédate solo, sin nadie más en tu corazón, que ninguna criatura se interponga entre vuestras miradas. Quédate sin quejas, sin estorbos, sin "huéspedes" extraños, sin nada que no sea Él. Quédate entero, sin más recuerdo que Dios, sin buscar consuelos humanos, "sepultado" con Él y en Él, desapareciendo tú para hacerte don en su corazón. Quédate sin tristezas, sin resentimientos, sin orgullo, sin falsas imágenes de ti mismo. Quédate a la escucha de su Palabra, hazte Palabra y Voluntad suya. Quédate sin poderes, sin privilegios, sin honores, sin ídolos, y deja a Dios ser Dios. Quédate en adoración tan profunda que nada altere esa atención, que ni penas ni goces quebranten ese abandono... Quédate en silencio delante del Señor, desaparece tú y que sólo Él sea en ti. Quédate en silencio ... Quédate... "Quédate en silencio delante del Señor..." (Salmo 37, 7).

Así lo dice también El peregrino ruso cuando le aconsejan: "—Siéntate solo y en silencio. Inclina la cabeza, cierra los ojos, respira dulcemente e imagínate que estás mirando a tu corazón. Dirige al corazón todos los pensamientos de tu alma. Respira y di: Jesús mío, ten misericordia de mí. Dilo moviendo dulcemente los labios y dilo en el fondo de tu alma. Procura alejar todo otro pensamiento. Permanece tranquilo, ten paciencia y repítelo con la mayor frecuencia que te sea posible…"; él lo hace, pero señala: "comencé a aburrirme… una densa nube de extraños pensamientos me envolvió", y se le dice que insista pues en esta "guerra del mundo de las tieneblas contra ti, nada aborrece tanto como el recogimiento interior, por eso procura distraerte e impedir que aprendas a orar interiormente. Pero el enemigo sólo puede hacer lo que Dios le permite y Dios sólo le permite lo que es necesario... —repite sólo…: Jesús mío, ten misericordia de mí... después de cierto tiempo también tu corazón se abrirá a la oración…" Y el peregrino es paciente y encuentra esa paz inalterable de quien no vive de fatuidades: "desde entonces camino sin cesar y rezo ininterrumpidamente la oración a Jesús, que es para mí más preciosa y más dulce que todas las cosas del mundo. A veces ando hasta 70 km. en un día y no me siento cansado… si alguno me hiere, me basta pensar: '¡qué dulce es la oración a Jesús!', para que la ofensa y el resentimiento se alejen y sean olvidados. He llegado casi a la insensibilidad; no tengo preocupaciones, no tengo deseos…" quien vive de amor desea sólo sembrar de paz y alegría los corazones.

Llucià Pou Sabaté

 

Dios y los autobuses

Probablemente Dios

"Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida", dice la frase publicitaria ante la que algunos dudan de si subir o no a un autobús que la lleva. La falta de evidencia sobre la existencia de Dios se presta a esas "probabilidades", pues mientras que para algunos las maravillas de la naturaleza cantan la grandeza del Creador, otros se limitan a decir "quizás no"… Pascal dijo que, al apostar por el "sí", salimos ganando una vida "llena" aquí y en el más allá; en cambio, si se apuesta contra Dios y Él existe, la ruina podría ser total. Además, sin la idea religiosa es difícil la convivencia y el respeto a los demás: "si Dios no existe, todo está permitido", decía Dostovjeski). Además, el "disfruta de la vida..." es muy pobre cuando llega el sufrimiento o se piensa en el ¿y después, qué?

Estos días he leído cosas curiosas como "que la ciencia ya ha dado el golpe de gracia al Dios personal… y a la creación divina de los seres vivos". No sé si, en realidad, la ciencia de estos señores es la astrología pues, que yo sepa, la verdad científica y la religiosa van por canales diferentes, y expresan realidades de planos que no se tocan… Las ciencias naturales hablan de cosas como el origen de la vida, y las ciencias religiosas de otras, como su diseño inteligente y que Dios acompaña el acontecer de la creación con su providencia. Son como dos raíles de un tren, que no interfieren, y para una persona de fe, si algo se contradice, es que nos han hablado mal de Dios o de la ciencia. Quien busca la verdad no siente miedo ni de la ciencia ni de la religión.

También hay quien dice que la religión fomenta la violencia, que ha sido y es motivo de sufrimiento y muerte, y que estos aspectos negativos superan los positivos. Que yo sepa, las grandes catástrofes del siglo XX con cerca de 100 millones de exterminados se han dado en sistemas ateos; sin quitar importancia a los muertos en nombre de Dios, igualmente crímenes, pero estadísticamente hay diferencias de números; de todas formas son todos criminales, unos y otros, los que prescinden de la religión para matar y los que usan el nombre de Dios para tales fines (que es un pecado contra el segundo mandamiento).

Con motivo de estas polémicas se habla de un "Estado laico", que reclama el laicismo de relegar lo religioso a lo privado. Es una pena que se excluya de la democracia la libre participación de las ideas, porque sin ellas –con respeto a la libertad de los demás- la democracia es sosa… además, se convierte en una secta. Como decía E. González, "si no crees en Dios, qué le vamos a hacer, tú te lo pierdes". Si Dios no existe, ¿puedes disfrutar de la vida? Los países cristianos tienen –además del vino- una alegría especial en el carácter. Aunque algunos entendieron que la vida es un valle de lágrimas y que en este mundo sólo hay momentos aislados de felicidad, lo cierto es que la vemos con frecuencia en las cosas sencillas, en el canto de un pájaro o la sonrisa de un niño, pero, sobre todo, cuando llega el amor se palpa ese algo divino, y cuando el dolor y la muerte llaman a la puerta se busca un asidero de esperanza, "un no querer morir del todo. En esos momentos, en esos difíciles momentos, se escarba en las interioridades en busca de ese Algo… si no crees en Dios, tú te lo pierdes. Dios no está para fastidiar la vida. Dios quiere que en el variado paisaje de la vida disfrutes de sus maravillosas cimas y además te regala un magnífico bastón para que puedas atravesar sus difíciles barrancos, que de todo hay en la vida".

Llucià Pou Sabaté

 

Aprender a conversar

Aprender a conversar

Conversar es un arte. Voy a parafrasear a San Alberto Hurtado que decía: lo más difícil está, no en hablar, sino en callar. El que se interesa en sí, quiere oír su voz. En la conversación, se busca frecuentemente un desahogo, aún bajo el pretexto de una consulta. Un político, en un momento dificilísimo de su gobierno, rogó a un amigo se tomara la molestia de hacer un viaje, pues deseaba consultarlo. En la entrevista sólo habló el político durante varias horas: le expuso su problema, los pros y contras de su actitud, las resistencias que encontraba. El amigo escuchaba y al fin, el político sin haberle pedido su opinión ni una sola vez, le agradece su visita que le ha sido tan inmensamente provechosa. ¿Lo consultó? No. Más que consejos lo que necesitaba era un desahogo.

Una señora va a ver al médico, le expone su enfermedad, le dice lo que necesita, el remedio que va a tomar. El médico escucha y por toda respuesta le dice: "Muy bien colega". ¿Para qué lo necesitaba a él? ¡Para que la oyera! Cuántas veces vamos al director espiritual, o al consejero, no tanto para oír como para hablar. El que sabe escuchar tiene un gran camino asegurado y a la larga es el que domina. A veces uno se maravilla de encontrar amistades, en las cuales la influencia real pertenece a aquel que aparentemente tiene menos brillo, pero si más paciencia para escuchar.

Desde pequeños deben aprender los niños a no interrumpir, a escuchar con respeto no sólo exterior, sino interior, procurando comprender y asimilar. Interrumpir equivale a decir: su opinión no me interesa: ya ha hablado usted demasiado, escúcheme a mí que tengo algo más interesante que decir. Interrumpir denota una intoxicación del egoísmo. El que habla sólo de sí, piensa sólo en sí y el que piensa sólo en sí es horriblemente mal educado por más instruido que sea.

No se trata de convencer "al contrario", sino de intercambiar con modestia las opiniones. Naturalmente, con tacto, con delicadeza se puede decir: "Quizás me equivoque, pero: ¿No piensas que podríamos enfocar este problema desde este punto de vista?"... Lo ideal es decirlo de tal forma que le parezca a él que se le ha ocurrido aquello que le íbamos a sugerir, así lo hará mucho más propio que si lo intentamos inculcar desde fuera. Ayudar a pensar (la mayéutica de Sócrates). A quien no lo pide no le gusta ser enseñado, y la amistad se resiente con la agresividad en discusiones.

Pero es importante ser sinceros siempre; jamás aceptar lo que no puede ser aceptado: expresarlo con modestia, con respeto a otros puntos de vista; aún en las verdades de la fe cabe el ser respetuosos y humildes al exponerlas. ¡Cómo aleja a los que no creen, el ver tratado su pensamiento como algo horroroso, lleno de mentiras, de absurdos. Porque la caridad y la humildad forman parte de la verdad, y sin aquellas ésta desaparece. El consejo del Evangelio es iluminador: "hacer la verdad con el amor".

Llucià Pou Sabaté

"Aprender a arrodillarse". El sentido de la alegría y la cruz en la juventud.

 

"Aprender a arrodillarse". El sentido de la alegría y la cruz en la juventud.

El dolor es la piedra de toque de toda la estructura vital, y la respuesta que se le dé supone que la balanza de los sentimientos vitales se incline hacia la esperanza o hacia el desconcierto de lo absurdo; y la juventud es un momento particularmente importante para descubrir el sentido de la vida, y la relación que tiene el sentido de la cruz con la alegría.

 

            1. Incógnitas de juventud

            Escribía una chica: "Tengo veintidos años, juventud y fuerza para vivir, pero en muchas ocasiones me siento indiferente y alejada de los demás. Río, pienso, disfruto y sufro pero no soy uno de ellos, tarde o temprano he de huir; no sé por qué pero encuentro una barrera, como un muro... trato de ser sociable pero vivo añorando mis largos paseos por la playa o por el camino, dejo de tocar con los pies en el suelo y me alejo de las personas. Me siento atada a las personas y ahogada por ellas al mismo tiempo, qué paradoja. Creo que no sé vivir. Necesito espacio, aprender a expresarme, vencer mi timidez día a día, pero una y otra vez meto la pata, pierdo las oportunidades, se pasa el tiempo... y quisiera saber la causa de la tristeza que a veces siento en mi interior, quisiera sbaer por qué esa indiferencia y vacío que me impide pensar, sentir, vivir; quiero saber si sé amar... pero no sé bien qué es lo que busco, y además, ¿por dónde empezar? ¿por dónde?"

            La protagonista de estos pensamientos refleja bien, junto con una inseguridad que arranca de la adolescencia, una lucha por la vida, una apertura a la esperanza. Junto al "miedo a vivir" que se experimenta en el paso de la adolescencia a la juventud, tiene las tentaciones de refugiarse en uno mismo y en las fantasías, quizá imaginando una historia en la que nosotros somos los protagonistas incomprendidos y despreciados por el momento, "pero llegará el día que podremos demostrar el talento oculto, y un acto de servicio a los demás que podrá ser heroico, y entonces los demás reconocerán nuestros méritos..." ¡qué bien se está ahí, en estas fantasías! "¡Quién pudiera prolongar esos sueños!", pero el tiempo castiga...! y si uno se encierra en ese "éxtasis", no vive, en realidad se encierra en su torre de marfil, alejado del mundo y de los demás. Hay que bajar del éxtasis, salir del dulce sueño y tomar partido en la batalla de la vida.

           

            2. ¿Por dónde empezar? Las preguntas de la chica "¿cómo, por dónde empezar? ¿y sé amar?" no pueden quedar sin respuesta: "empieza a amar, deberíamos decirle a esta persona necesitada de convicciones, ábrete a los demás, ayuda a alguien, no huyas, tira ese mundo que en realidad no es más que un engaño. Ese obstáculo que tanto te separa de los demás -convéncete- es imaginario, está sólo en tu cabeza. Mete la pata las veces que sea necesario y caliéntate al fuego de la esperanza, ríete de ti misma y no te congeles por el hielo del aburrimiento, el miedo al sufrimiento y a la acción, y no te pierdas más en ese mito irreal lleno de vanas complacencias..."

            Aburrimiento y soledad en el joven. ¿Como se da en el joven esta soledad existencial y afectiva, ese aburrimiento? Si no tiene alguien con quien comunicarse de verdad, con quien confiar, la soledad que a la persona en lo más íntimo  de su alma; y al parecer hoy día más: se crean unos problemas subjetivamente inmensos de incomprensiones, incomunicabilidad, aislamientos, individualismos, tristezas, ansias, angustias, sentirse abatidos, desánimos y depresiones... como la abulia, este mal que lleva a no conseguir hacer nada, no encontrar gusto a nada, esta insatisfacción que les lleva a exclamar "no encuentro sentido a la vida, tengo nauseas de todo, todo me es indiferente". En este contexto, hay formas de alienación que encuentran ahí campo de cultivo para su desarrollo: la publicidad fácil, el "escape" a través del alcohol, sexo o droga. Y cuando el erotismo prevalece sobre la persona, ésta pierde la alegría, se vuelve enseguida infeliz, con consecuencias desastrosas... a menos que no intervenga una particular fuerza que lo conmueva, le cree el "transfert", el entendrecimiento, el "desbloqueo afectivo". Y es que puede la persona caer por un deslizamiento ya descrito en esa infernal ruina afectiva; y reparar el mundo afectivo es difícil, porque la persona afectada, llevada por esa esterilidad va tras unos proyectos personales, ambiciones y pretensiones que le endurecen el corazón, le obstinan. Todo es motivo de descontento, y la desconfianza toma cuerpo como forma de esconder la incapacidad de resolver los problemas personales, y se quiere jugar a hacer el papel de víctima, y al mismo tiempo se hace de espectador ante su propio caso. 

            En su intimidad solitaria, el adolescente se experimenta a sí mismo, y a la medida que sus aspiraciones se hacen más realistas, menos utópicas, va madurando el carácter y su adaptación al medio, y un contacto social más estable y constante. Pero en muchas ocasiones aparece también el cuadro descrito de aburrimiento, acompañado a veces de un cierto sentimiento de inutilidad.  Es necesario entonces experimentar que la vida es lucha, y que afrontando las cosas se vence, hay que vivir la propia vida y decidir lo que hay que hacer en cada momento, aun con riesgo de equivocarse; el aburrimiento está unido a la falta de un plan, a la carencia de un programa, a la ausencia de un proyecto. Es sinónimo de inseguridad, de desconfianza en sí mismo...

            Este aburrimiento se esconde en muchos jóvenes bajo formas de activismo, situaciones divertidas o entretenidas, como formas de escape. En ellas no se busca la cosa en sí, sino el frenesí o excitación que la búsqueda comporta, y quizá va a la discoteca buscando un "algo" extraordinario, que nunca llega. Dice el prof. Polaino que en las situaciones divertidas el sujeto se vierte y escapa de los sentimientos de inutilidad, pero ya Kierkegaard advirtió que el aburrimiento mismo es una forma existencial de desesperación, de uno mismo, pues uno mismo es lo que aburre, al estar vacío. Es una forma análoga a las situaciones de frustración radical porque hagas lo que hagas no consigues realizarte a tí mismo, no hay autoposesión, no se tiene a sí mismo, no hay capacidad de autodonación por tanto y al no compartir hay experiencias de soledad. La diversión es un elemento importante del bienestar emocional, pero esa idea depende en gran medida de la educación de cada persona, de su cultura y sus ideales, valores y objetivos para la vida.

            3. La soledad y la tristeza se evitan cuando hay un "tú". Entonces se funda un "nosotros". Y esto supone saber elegir compromisos con los demás, es estar dispuesto a asumir las responsabilidades que se desprenden de esta vinculación. Entonces también hay un mayor conocimiento de uno mismo, pues somos un proyecto de compañía, de cierta donacion de uno mismo, de amistad, de amor. Se descubre entonces que la persona se autorealiza en la medida que contribuye a la realización de los demás, que nadie se autorealiza a sí mismo en solitario.

            4. La compañía de Dios. Cuando estamos "sin hacer pie" en el mar de nuestra vida, desencantados e inseguros, no quedamos en la estacada pues en aquella contrariedad intuimos que hay algo, tenemos una experiencia que puede llegar a ser un cierto conocimiento vago por lo menos, algo aunque sea confuso, de que la vida nuestra está siendo sostenida, por Alguien que nos ama. Esto hace que por encima de la soledad esté la compañía, el descubrimiento de Dios en lo interior, "Dios es más interior a mí que lo más íntimo mío" (S. Agustín), y ese encuentro es siempre fecundo y es un tipo de comunicación único que desvanece toda soledad como la niebla con el sol. En el camino de la soledad a la comunión se pasa por un descubrimiento de la interioridad, cierta voz interior, y los que optan por la trascendencia oyen el eco de esa voz que lleva a zambullirse en la interioridad más íntima.

            5. Jesús y la verdadera alegría. La persona humana tiene cuatro pasiones principales: alegría, dolor, esperanza y temor. La alegría no sólo es una virtud sino que podemos tomarla como una terrible pasión; y los desbarajustes que acontecen en la existencia del hombre se cometen por culpa de una alegría mal entendida. En palabras de Manzoni, "lo importante no es estar bien, sino hacer el bien; así acabaríamos por estar mucho mejor". Decía Mauriac que "es necesario restituir a los jóvenes el gusto de la felicidad", y esta tarea es cada día más urgente. Para ir no detrás de los señuelos falaces sino tras una felicidad verdadera, hemos de situarnos delante del Crucificado (me gustaron mucho unas consideraciones del congreso romano Potencia de Dios y salvación del hombre, sobre la Cruz, en 1985).

            "La alegría es el secreto gigantesco del cristiano", decía Max Anselmi, una alegría no hecha de risas huecas y alcohol (evasión). "Es necesario restituir a los jóvenes el gusto de la felicidad" (Mauriac). ¿No será verdad que Cristo es quien hace posible nuestra alegría, la cual es un patrimonio de los cristianos?

            Quizá tenemos clara esta experiencia: ante la alegría verdadera, todas las demás son sustitutivas, vagas, y nos despistan, no llenan (son "secundarias" que se revelan como ilusiones falaces). Este último sorbo del segundo milenio ha de ser una espera renovada, un adviento activo: cuando se ve al verdadero Cristo, estalla la alegría. No hay bastante con los consejos, es necesario el arrodillarse.

            6. Para ayudar: más que consejos, invitarles a arrodillarse.

            Al contemplar en la juventud tantos que buscan sin encontrar, impacientes ante angustias e incertidumbres, a tantos que no afrontan el misterio de la vida y se deja llevar por la dictadura de la mayoría... podemos exclamar con quien siente el peso de jóvenes que dependen de él: "¡pobre juventud! ¡qué pesado es llevar, en algunos momentos, el peso de los demás! Confidencias, palabras de aliento, buenos consejos, invitaciones al heroismo, que hay que encontrar a cualquier coste, todas ellas cosas que se conocen como verdaderas, pero que en aquel preciso momento el corazón no siente. Sería necesario poder no decir nada, invitarles a arrodillarse" (Mauriac, Sofferenze e felicità del cristiano, en Cinque voli dell'angoscia, Reggio Emilia 1979, p. 136). El profeta Isaías (66, 10.12) nos sugiere el modo de tener ese entrar en lo más profundo ante la grandeza de Dios, estar arrodillado es una situación de lucha, un tiempo de combate para conquistar la alegría, para hacer acopio de felicidad y una vez represada poder transmitirla a los demás, a quien tenga de ella necesidad, a todo el que nos la pida como agua de consuelo y de vida. "El cristiano, desde que es penetrado pla gracia, es una persona que comienza... que descubre en primer lugar la alegría de nacer... a la gracia, la alegría de un niño que entiende al mismo tiempo que es puro, que es querido, que ama, y que este amor, para ser saciado, tendrá la vida eterna" (Mauriac, ibid, pp. 132-133). Es verdad que no es completa esta felicidad aquí incoada, ya nos dijo San Pedro que por ahora nos encontraremos un poco aflijidos (Carta 1, 1, 6 ss).

            Pero seremos testimonios de este árbol de la vida por el que la alegría ha venido al mundo, que es la cruz. Hemos de reconducir la afectividad de tantas personas hacia el misterio de la cruz, enseñar a arrodillarse, a aprender a "descargar" ante Jesús crucificado toda esa carga... y con los Sacramentos, tocar a Jesús, quedarse curado. En esa soledad acompañada con Jesús, se reencuentra la alegría. Sí, la cruz es signo +, un signo positivo, de esperanza.

            7. "Tú puedes": tiempo de ideales y de luchas. La cruz nos anima a ser optimistas, hijos de Dios, y nos lleva a habituarnos a hacer elecciones positivas, no desanimarse sabiendo que lo importante no es que todo salga a la primera, sino luchar, repetir los ejercicios. Esto sirve para las elecciones en las artes estéticas, que conviene cultivar (pintura, poesía, cuidado del cuerpo), y también el deporte (superación de metas cada vez más altas), todo esto nos ayuda a completar una personalidad armónicamente alegre (también la ecología, la educación, empeño en los estudios  o en el trabajo, en la labor social donde podamos comprometernos...). Lo importante es tener intereses, valores, y el que no los tiene ha perdido la juventud.

            Pero además, esta lucha ha de llevarse a lo espiritual, y donde hubo elecciones negativas ahora, en este combate que es situarse ante Jesús, surgen ahora elecciones positivas que las contrarresten y lleven al alma hacia un profundo sentido de los valores, un clima que comprende los variados niveles y ámbitos de vida y de actuar, que surgen de esta unión con Cristo, de ese renacer en Cristo, de estar "contentos en la esperanza" (Romanos, 12, 12), de la sabiduría de la Cruz: como decía V. Frankl, a) tener un ideal que resuma las ideas y proyectos, el sitio que ocupamos en la historia (ser Cristo, hijo de Dios y vivir como tal), b) capacidad de amar, estar realizado a nivel de afectos, de amistades y compañías (el Amor), c) capacidad de sacrificio, ese combate que es la cruz, esas opciones positivas que cuestan y que serán pequeñas menudencias que forjan nuestra voluntad en los detalles de servicio en la familia, en el trabajo y el descanso (lecturas y conversaciones, música y diversiones...).

            8. La vida es una aventura emocionante.

Todo esto es edificar en la alegría, en esa vida con sentido, esa aventura de encontrarse existiendo (Jesús Arellano acuña este término), en la que la cruz es la sal de cada plato: volviendo al afán de evasión de muchos, el joven ha de comprender que en realidad no hay que huir de la vida ordinaria para tener esa vida llena, sino vivir el "aquí y ahora: puedo autorealizarme al darme a mí mismo, al estar dispuesto a esa aventura de la vida. previene toda soledad porque es ella misma radical compañía.

            Es Juan Pablo II quien nos recordaba: "tratad de conocer a Jesús de modo auténtico y global. Profundizad en su conocimiento para entrar en su amistad. Sólo el conocimiento de Jesús os puede dar la verdadera alegría, no la egoística y superficial; el conocimiento de Jesús es el que rompe la soledad, supera las tristezas y las incertidumbres, da el significado auténtico a la vida, refrena las pasiones, sublima los ideales, expande las energías hacia la caridad, ilumina las opciones decisivas". Así se lee en La imitación de Cristo: "Cuando está presente Jesús, todo es bueno y nada parece difícil; cuando Jesús está ausente, todo resulta gravoso. Cuando Jesús no habla interiormente, el consuelo no vale nada; en cambio, si Jesús dice una palabra tan sólo, se siente un gran consuelo... ¿qué puede darte el mundo sin Jesús? Estar sin Jesús es un infierno insoportable, y estar con Jesús es un dulce paraiso. Si Jesús está contigo no hay enemigo que pueda hacerte daño" (libro 1, capítulo 2, 1-2).

            

Cómo recomponer la afectividad

Cómo recomponer la afectividad

Me decía una joven que había tenido un desengaño amoroso, y por culpa de esa relación sentimental rota ella también se sentía rota, como "un trozo de carne", un trapo, y llevaba semanas melancólica, sin salir de casa, además no paraba de pensar en el antiguo novio. ¿Que hacer, con ese "mal de amor"?

La recomposición de la afectividad rota tiene componentes espirituales, fisiológicos y psicológicos, etc. Hay unas claves para estimular  la felicidad y la esperanza, como la meditación-reflexión y la confianza en Dios; fomentar las endorfinas que son tan buenas y que se recargan cuando realizamos algunas actividades que nos agradan, con ellas nuestra actitud y estado de ánimo mejoran. Algunas de estas cosas son:

-la risa, pues se ha comprobado la influencia que tiene la risa sobre la química del cerebro y del sistema inmunitario (dicen que el solo hecho de reproducir el gesto de la sonrisa ya hace segregar endorfinas, por un mecanismo similar al que nos hace segregar saliva con sólo oler o pensar en una buena comida).

-disfrutar de la naturaleza, cuyo contacto nos llena de energía y buen humor (ir a la playa, al campo, y empaparse de sensaciones).

            -admirar la belleza de las cosas, mirar siempre el lado bueno, positivo de todas las cosas porque ello influye en el mejoramiento de nuestro estado de ánimo y de salud.

            -darle sentido a la vida: la rutina destruye lentamente nuestras reservas de endorfinas, por tanto, hay que evitar la monotonía con curiosidad, intereses, haciendo lo que más llena.

            -re-cordar situaciones buenas: "re-cordar" es volver a llevar al corazón, volver a vivir momentos del pasado, con lo que al re-vivirlos gozamos en ellos, y además crea un efecto químico similar a los momentos del pasado que revivimos, fomentando esas endorfinas. Sin embargo, no hay que olvidar que lo mejor siempre está por llegar; no hay que ensimismarse en el pasado que sería cerrar la puerta a lo bueno que está por venir.

            -como siempre, la amabilidad es la mejor terapia: al darnos a los demás nos metemos en sus problemas, y olvidamos los nuestros. Así, las palabras afectuosas, las sonrisas, el buen humor, una actitud receptiva y comprensiva hacia los demás originan una emisión constante de estas "hormonas" de la felicidad.

            -la buena respiración, con actividad física si puede ser al aire libre ayuda también a esta química del cerebro y, en consecuencia el estado de ánimo: es bueno aumentar el ritmo y la frecuencia de alguna actividad física, un mínimo de tres veces a la semana (caminar, bicicleta o nadar). Esto en cuanto a la "gimnasia de la alegría", que Santo Tomás de Aquino decía que ayudan mucho el suspirar, reírse, pasear, tomar baños de agua caliente... y por supuesto rezar, pues los medios sobrenaturales son siempre los más importantes, el abandono en Dios nos hace ver en aquellas cosas que Dios permite un camino para la felicidad, que aparecerá, como el caso de la chica que comentamos al comienzo, en un nuevo encuentro, mucho mejor que aquel que le sirvió de experiencia para profundizar, a través del dolor, en el sentido auténtico del amor.

            Llucià Pou Sabaté

 

 


perdonar y olvidar


Perdonar y olvidar
Con frecuencia oímos decir: "Perdono, pero no olvido". Quien esto
dice, en realidad no perdona, porque guarda rencor. De ahí que se diga
que no se perdona de verdad cuando, en el fondo, no se está dispuesto
a olvidar. Perdonar, ¿es olvidar? ¿Producen ambos el mismo efecto? Se
trata de una cuestión de gran importancia, pues el perdón es esencial
para una vida feliz y equilibrada: "El que es incapaz de perdonar es
incapaz de amar" (Martin Luther King). Me parece que hay que
distinguir "olvidar", cuando quiere decir "resentimiento", y "olvidar"
como "desaparecer de la memoria". Me referiré al primer sentido: hay
que olvidar; "no escatimes el perdón: es imposible caminar con tantas
heriditas abiertas… perdona todas las viejas heridas y cicatriza con
resinas de amor" (Zenaida Bacardí de Argamasilla). Es no querer mal,
no hay otro camino. "Perdón es una palabra que no es nada, pero que
lleva dentro semillas de milagros" (Alejandro Casona), semillas
sembradas en nuestros corazones por el mismo Jesús, que se alimentan
incluso de las ofensas, sí: cada ofensa recibida es una oportunidad de
mejorar nuestra capacidad de perdonar, porque, en lugar de generar
resentimientos, es abono para esa cosa divina llamada perdón. El
paraíso está detrás de la puerta, se dice, pero muchos han perdido la
llave, una llave que se llama misericordia… Todos estamos necesitados
de amor, de atención, así como de poder dar nuestro amor a los demás.
Por eso siempre hay que pedir perdón: por las ocasiones perdidas, por
la plenitud no vivida de cada relación, por las palabras no
pronunciadas.
Cuenta una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto. En
un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada
al otro. Éste, profundamente ofendido, sin decir nada, escribió en la
arena: –Hoy, mi mejor amigo me ha pegado una bofetada en la cara.
Siguieron adelante y divisaron un oasis. Torturados por la sed, ambos
echaron a correr y el primero que llegó se tiró al agua de bruces sin
pensarlo y, de pronto, comenzó a ahogarse. El otro amigo se tiró al
agua enseguida para salvarlo. Al recuperarse, tomó un cuchillo y
escribió en una piedra: –Hoy, mi mejor amigo me ha salvado la vida.
Intrigado, el amigo le preguntó: – ¿Por qué después de haberte hecho
daño, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?
Sonriendo, el otro le respondió: – Cuando un gran amigo nos ofende,
debemos escribir en la arena, porque el viento del olvido se lo lleva;
en cambio, cuando nos pase algo grandioso, debemos grabarlo en la
piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento en todo el mundo
podrá borrarlo.
El error de muchos es pensar que el perdón debe surgir de sus
corazones, que es algo que debemos sentir, que debe "nacernos", en
cierto modo. Pero "el perdón es una decisión, no un sentimiento,
porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más
rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el
que te ofendió" (Madre Teresa de Calcuta). El perdón es lo mejor, no
sólo individualmente sino también para cada una de nuestras sociedades
y para el mundo en general: "La espiral de la violencia sólo la frena
el milagro del perdón" (Juan Pablo II). En cierto modo, todos somos
co-responsables de las acciones y omisiones de cada uno, y es la
gotita de cada día la que crea la revolución del amor: "Lo mejor que
puedes dar a tu enemigo es el perdón; a un oponente, tolerancia; a un
hijo, un buen ejemplo; a tu padre, deferencia; a tu madre, una
conducta de la cual se enorgullezca; a ti mismo, respeto; a todos los
hombres, caridad" (John Balfour). Cuando alguien es perdonado se
convierte en una persona distinta, aunque tarde en reaccionar: "Nada
envalentona tanto al pecador como el perdón" (William Shakespeare). El
motivo es que se siente querido, y valorado en mucho, porque las
personas siempre están por encima de sus errores (Jutta Burggraf). Y
al crecer la conciencia de su valía se porta en consecuencia, se porta
mejor. Por otra parte, crece también el que perdona, pues "nada nos
asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos a perdonar" (San
Juan Crisóstomo).
Llucià Pou Sabaté


viernes, 14 de noviembre de 2008

La vida es riesgo

La vida es riesgo

En el libro-testimonio de Eva Perea "Cambio de rumbo. Atrévete a ser
tú mismo", aparece Juan, importante abogado que a los 40 se dedica a
lo que le gustó desde pequeño, la doma de caballos; cumplía con las
expectativas de los demás, pero no con las suyas: "¿es esto todo lo
que puedo esperar de la vida?", se preguntó. Se habla también de
María: era recepcionista, cuando un cáncer le cambió la vida, y se
propuso "no volver a malgastar más tiempo en quemar una vida sin
sentido" y montó su propia mercería, que era lo que le llenaba. Sale
Cris Stewart (antiguo miembro del grupo rock "Génesis"), que vive
ahora con su mujer en un cortijo de la Alpujarra granadina esquilando
ovejas y escribiendo libros. E Ignacio, que lo tenía todo pero le
faltaba lo importante, y en la India descubrió el servicio a los demás
(ahora se dedica a las ONG): "de lo que se trata es de quitarnos los
trajes inútiles que nos vamos poniendo durante la vida y que nos
alejan cada vez más del niño que llevamos dentro". Basta ver cantar a
Bruce Springsteen acompañado por su mujer y su banda para entender qué
magia hay cuando el deber y el placer van de la mano. Pero si sólo se
"cumple el deber" puede pasar que la gente "explota" y lo deja todo:
"es lo que denominamos 'mecanismo evitativo' o 'fuga disociativa'"
(Carmen Magante); pero eso sería apostar por el placer, otra forma
irreflexiva, infantilista como la anterior. Otras explicaciones hablan
de ciclos de la vida: "hay personas que, alcanzada cierta edad, se dan
cuenta de que han cubierto un ciclo y se replantean su vida. Es algo
habitual en los países del norte de Europa. No se trata de una crisis
como tal, sino de una mirada sobre sí mismos que les impulsa a hacer
aquello que no pudieron en su momento… en otras ocasiones son las
circunstancias las que se imponen. La rutina o el cansancio por hacer
siempre lo mismo llevan a los afectados a explorar nuevos territorios"
(Carlos Sirvent). "Dejar un trabajo seguro y una posición social para
abrazar una vida radicalmente diferente es, para la mayoría, una
locura. Para algunos es el camino hacia su auténtica identidad" (J.
Garay). Cuando la perseverancia va unida a la creatividad y valentía,
y también hay inconformismo, honestidad, capacidad de conocerse, y
paciencia para que no manden sentimientos pasajeros, no es entonces
algo irreflexivo, y aunque en todo cambio hay miedo, no es imprudente
asumir ese riesgo. Por eso Eva Perea dice: "se puede vivir de otra
manera, basta con quererlo… si la apuesta sale mal, no es ningún
fracaso. Han luchado por un sueño y siempre puede haber una nueva
oportunidad. El verdadero fracaso es mirar atrás y no haberlo
intentado".

Leí de Juan, al que despidieron por un error, una imprudencia ante un
cliente que puso una fuerte reclamación a la empresa. Juan se
encontraba en la calle, casado y con un niño. ¿Qué haría? ¿Es el azar,
el destino, lo que provoca el cambio de tercio en la vida? Juan pensó
que nunca le había gustado su trabajo, soñaba en cambiar pero el miedo
siempre le paralizó: la hipoteca, su mujer e hijo… Así que consideró
el cambio, no como una pérdida, sino la oportunidad de ganar. Invirtió
en un negocio que soñaba, y le fue bien. Juan se preguntó: ¿Qué haría
si no tuviera miedo? Empezamos a cambiar cuando somos capaces de
reírnos de nosotros mismos, de lo que hacemos mal y de nuestra
situación pasada o actual, de nuestros miedos, una terapia con efectos
terapéuticos. Cambiar puede significar la misma vida, pero con
libertad de espíritu, eligiendo nosotros. O bien lo que vemos en
noticias de ejecutivas importantes que dejan todo su futuro
profesional para dedicarse a algo que de verdad les llena: ser madre y
ama de casa; vencedores de importantes cargos ganados por oposición,
que una vez conseguido el objetivo descubren su vocación al
sacerdocio, o a ser monja de clausura… cuando la persona descubre el
amor, lo que de verdad es vida. El amor nos hace desembarazar del
miedo -es algo enigmático y revelador- "y libertar a cuantos por el
temor que tienen a la muerte (por analogía: al sufrimiento, angustia,
inseguridad…) estaban sometidos de por vida a la esclavitud" (Hebreos
2,15).

Llucià Pou Sabaté


domingo, 19 de octubre de 2008

Violencia y matrimonio

Violencia y matrimonio

El maltrato en el matrimonio es una plaga en la sociedad actual, y se habla de si los malos tratos son o no causa de nulidad matrimonial. "La Iglesia condena con toda rotundidad los malos tratos y defiende la igual dignidad del hombre y de la mujer", decía Mons. Asenjo. Esto no obstante, "entre las causas que establece el Código de Derecho Canónico no figuran los malos tratos, dado que es un asunto sobrevenido tras la celebración del matrimonio". Esto causó malentendidos, y por eso el canonista Jaume Riera decía que "la jurisprudencia canónica ha incorporado la doctrina de que los malos tratos son causa de nulidad y acepta que los malos tratos en la convivencia matrimonial ponen de relieve un trastorno de la personalidad ya latente en el tiempo de casarse, por lo cual de ello puede derivarse una declaración de nulidad". El Dr. Bueno, juez eclesiástico, insistía en que puede demostrar una persona violenta que "en su estructura mental, está hecha de tal manera que plantea y entiende la relación afectiva o de pareja con violencia. Entonces es muy probable que se trate de una psicopatología y por lo tanto el matrimonio es nulo", o bien plantea una relación matrimonial que niega los bienes propios del matrimonio, y por lo tanto no hay verdadero matrimonio. Como decía el Cardenal Carles, la Iglesia no puede disolver un verdadero matrimonio y por lo tanto lo que hace el derecho es investigar si éste es o no verdadero; y en este sentido si la violencia demuestra un trastorno que ya existía cuando se contrajo el matrimonio, es causa de nulidad. El matrimonio es una vocación para ser comunidad "de vida y amor".

No nos quedamos nunca indiferentes al contemplar la violencia, puesto que todos estamos interconectados, la solidaridad es una necesidad vital, estamos llamados, por el hecho de ser personas, a ser constructores de paz. La violencia es siempre un signo de debilidad, puede ser mental -como el caso de los trastornos psicológicos-, o por falta de educación -como el caso de los niños que todavía no tienen la responsabilidad de sus actos-, o por  carecer de autocontrol y por lo tanto ser propensos al vicio de hacer daño –la agresividad, que muchas veces está como latente hasta que se dispara-.

Aparte de los casos de violencia física grave, hay muchas maneras de hacer daño a una persona, como la traición y las palabras difamatorias, la malignidad en el hablar, las críticas escondidas o insultos directos, la ironía o la sospecha sin motivos suficientes... Tantas formas de violencia como dejar alguien solo, el desprecio o la ignorancia, el olvido y la indiferencia… Todo esto deja un regusto de amargura, de sentimiento de ser ofendidos, que si tenemos sentido cristiano sabremos transformar en intercesión por aquellas personas, al pedir Dios que toque el corazón de estos desgraciados (en el sentido de que tienen la desgracia de no conocer el amor, no tienen la gracia de saber amar).

La violencia que vemos en el mundo de hoy puede influir negativamente en la educación afectiva de las personas, y esto también se ve en la familia, enferma de estos virus que hay por el ambiente. Nos envenenan por ejemplo la violencia anónima de los medios de comunicación, que muestran muchas veces la rabia y el daño, la mentira y el deseo de venganza, por ejemplo en lo que llamamos la tele-basura. Al igual que el círculo del odio engendra más odio, también el círculo del amor engendra una cadena de amor como la que comenzó Jesús en la Cruz, cuando al ser crucificado no respondió con el castigo sino con aquel "Padre, perdónalos que no saben lo que hacen". Allí nos demostró el talante de quien sabe ser fuerte. Devolver violencia con violencia es debilidad. La fortaleza está en poner amor donde no hay amor, para sacar amor, como decía San Juan de la Cruz. En un mundo lleno de guerras y a distancia de una generación de la Guerra Mundial, que provocó tanto odio y el totalitarismo, debemos promover en el mundo una oleada de buena voluntad que ahogue la violencia destructiva, una manera de hablar y comportarse que no tenga el veneno de la destrucción contra nadie, un diálogo abierto a todos y por esto abierto a la verdad, una acción solidaria en la ayuda a los países pobres, y a los miembros más inocentes y débiles de nuestra sociedad (inmigrantes, indigentes, enfermos...), una mano ofrecida a todo el mundo que necesite nuestra ayuda.

Llucià Pou Sabaté

miércoles, 15 de octubre de 2008

La paciencia, ciencia de la paz

La paciencia, ciencia de la paz


Hay momentos en la vida en que parece que a uno se le acaba la paciencia, ya no es capaz de seguir aguantando, y explota. Y con la gota que colma el vaso se acaban las fuerzas para seguir con un matrimonio, o cualquier otro compromiso, o los padres que pierden ya la confianza en sus hijos, y se proclaman expresiones como "esto es irreparable", "se ha roto algo para siempre", "ya nada será como antes".

Y viene la soledad, sensación de abandono, incertidumbre, desaliento: ante situaciones del mundo de la política, de la sociedad, del mundo laboral…, uno puede sentir derrumbarse algo por lo que ha luchado mucho tiempo, y se rompe todo en añicos en un momento. Es la fragilidad humana, la impaciencia que quiere seguir los criterios del mundo -muy distintos a las bienaventuranzas que promulga Jesús-: la eficiencia y el placer pasajero aún a costa de la mentira, el anhelo desmedido de éxito...

Confiar en Dios en todas las circunstancias, incluso en la adversidad, cuesta, pero vale la pena... La paciencia es un árbol de raíz muy amarga pero de frutos muy dulces (Fénelon). Así, la paciencia es el fruto maduro de la fortaleza, la paz-ciencia, ciencia de la paz. Como para los militares donde los demás vean dificultades sabremos intuir oportunidades, incluso crecernos ante ellas.

Ante los defectos de una persona, no hay que perder la calma diciendo "¡ya está bien, no puedo más!" pues ¿qué vamos a hacer con esta persona, matarla? No, hay que quererla tal como es, superando aquel defecto como un escollo y sabiendo que cada persona tiene cualidades ocultas, que sólo con el tiempo aparecen. Cuentan de una osa que dio a luz un pequeño cachorro horriblemente feo. "¡Ganas me vienen de estrangularlo!", dijo la osa a la corneja: -"¡Guárdate de hacerlo!" -contestó ésta.

"Yo he visto a otras osas pasar por lo mismo: ve y lame dulcemente a tu hijo y le verás hermoso y te honrará". Así lo hizo la osa y se esmeró cuidándolo; y el cachorro, poco a poco, fue volviéndose hermoso, por eso le agradeció el consejo a la corneja: "-Si no hubieses moderado mi impaciencia hubiera rechazado al hijo que ahora constituye el placer de mi vida". A veces parece que alguien no da para más, "no está el horno para bollos", y la paciencia da sensibilidad para ver más allá del presente, y afrontar las contrariedades conservando la calma y el equilibrio interior, logrando comprender mejor la naturaleza de las circunstancias, es la "ciencia de la paz", que genera armonía a su alrededor.

Me contaron en el Alcázar de Segovia que a una aya se le cayó el infante real que cuidaba, un niño pequeño, por el balcón, a muchos metros por encima de los jardines. Ella, desesperada, se tiró por el precipicio y se mató. El infante había quedado colgado de unos salientes, y lo rescataron. La aya se había "precipitado" en los dos sentidos de la palabra (impaciente y tirarse al precipicio).

En el cerebro el pensamiento no es nunca objetivo sino ligado a las emociones, siempre influenciado por sentimientos y pasiones. A veces nos fijamos en algo sin visión de conjunto, absolutizamos un aspecto. Se me ocurre un ejemplo: cuando nos vienen con una historia algún profesional de la mentira, y nos creemos aquello al sentir la empatía con los problemas que nos cuentan, pero en cuanto han acabado y quizá hemos dado dinero a ese "necesitado", y se va, aparece la distancia ante el problema, de modo menos emotivo, más cerebral, y nos parece que hay algo que no cuadra… tenemos la sensación de haber sido engañados. Esperar, tener distancia ante los problemas, ayuda a pensar mejor.

"El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres", decía Benedicto XVI en la homilía del comienzo de Pontificado: ante un pueblo rebelde, "los discípulos, hubieran deseado inmediatamente mandar caer fuego del cielo para consumirlos. Jesús los detiene y reprende. La impaciencia de los hombres no suele comprender la paciencia de Dios".

Llucià Pou Sabaté

Calor de hogar

Calor de hogar


Hay momentos La persona necesita vivir en familia, tener un hogar, un nido al que volver cuando sale a la calle, donde haya calor y protección… Cuenta una historia de una pareja de cigüeñas que hizo un nido en lo alto de un campanario, les gustaba ir lejos a cazar ratones y culebras, sapos y pasear y volar sin parar. Tuvieron polluelos, y organizaron las cosas con trapos y hojas para que estuvieran a gusto, pero cuando volvían los notaban fríos, faltaba calor.

Al final, tuvieron que optar por hacer un sacrificio: se arrancaron algunas plumas de las alas, y con eso hicieron un lugar acogedor en el que los polluelos estaban a gusto. Ya no podían ir tan lejos en sus vuelos, se sentían menos libres y condicionados porque con menos plumas no aguantaban tanto tiempo fuera. Pero sentían gratificación al volver y encontrarse en el nido sus polluelos contentos, habían creado calor de hogar. Así la familia condiciona muchas libertades que antes podían permitirse, pero el amor que nace es lo mejor, dar la vida, aunque haya una limitación de las actividades nada es mejor que esta esclavitud del amor, es la máxima realización personal.

Calor de hogar, hecho a costa de tiempo y de renuncias, de recortar otras cosas que eran más urgentes, pero menos importantes. Lo primero es ese amor, que si no se encuentra donde se debería encontrar se busca, inevitablemente, en otro sitio. Y ahí empiezan los problemas: si un hijo no encuentra en su casa, lo que debería encontrar, lo buscarás en otro sitio, será gregario de un grupo en el que encontrará su identidad para salir del aislamiento.

El calor de hogar, como todo calor, necesita algo que lo alimente, y ese algo es personal, regalar tiempo y afecto, y no comodidades. El calor de hogar se consigue cuando los padres se dan cuenta de que más que en dar cosas es darse a sí mismo, y que participen los hijos con encargos y responsabilidades aunque sólo sea bajando la basura por las noches (decía José Manuel Tarrio).

Calor de hogar, que hay que mantener con arte, para estar "a gusto". Con todas las letras. "A gusto" se escribe con la A de alegría, G de generosidad, U de utilidad, S de satisfacción, T de tolerancia y O de orden. Así se mide la "temperatura" y el calor no se nos escapa por las rendijas de gritos y discusiones. En primer lugar, de este clima de entrega a los demás, surge el gozo, la alegría que salpica a los demás, que se expresa en la mirada, puerta del mundo interior. Es un jardín donde crece la planta de la generosidad, cuando el marido llega cansado no se refugia en el telediario sino que va a recibir las novedades de la mujer y cada uno de los hijos.

Donde todos colaboran y se sienten útiles, y por esto satisfechos. Y hay tolerancia, porque se sabe que hay cosas importantes y otras que no lo son, y se saben distinguir unas de otras, y ceder en aquello que es opinable e intrascendente y allí nadie pretende tener siempre la última palabra en cualquier asunto. Y orden, también material aunque sin que sea una manía para ocultar el desorden interior. Esta es la vocación de nido, que no es hotel donde descansar, pero tampoco cárcel donde desarrollar un sentimiento posesivo y chantajes emotivos: es el lugar donde se está lo justo para nacer, para crecer, y para aprender a volar: para perderle miedo a la altura, y lanzarse finalmente al cielo.De ahí que la madre tenga vocación de nido.

La mujer anida a los hijos, al marido, y a todos a cuantos ella prohíja con su amor, que no es ablandarlos con mimos y comodidades. El nido es esa rara forma de ternura que cría fortaleza, de suavidad que produce reciedumbre, de protección que incita al valor: ¡al valor de volar! Y saber que siempre se puede volver…

Llucià Pou Sabaté

 

Dolor y crecimiento interior

Dolor y crecimiento interior


Cuando sufrimos, absolutizamos un aspecto de la vida: el dolor, esta realidad distorsionante que indica un mal, unos límites... Siempre que podemos lo quitamos, si no seríamos masoquistas. Pero ante el dolor inevitable, es interesante descubrir un sentido positivo, tomar distancia del momento en el que lo único que se puede es padecer o com-padecer, y entrar en la visión de conjunto que compone el cuadro de la creación y de la historia: vemos que los que han superado las dificultades han sobrevivido y progresado.

Así, quienes lucharon en el Nilo ante el agua y se esforzaron en desecar pantanos pudieron crecerse y crear una civilización floreciente; por el contrario, los que ante un proceso de desertización fueron a buscar agua a otros lugares más habitables se quedaron en su rudimentario modo de vivir, esos otros pueblos no han vivido casi ningún progreso. La adaptación excesiva al ambiente impide el desarrollo y conlleva el peligro de sucumbir ante un cambio brusco de éste.

De la misma forma, eliminar toda dificultad conlleva estancarse en una inmadurez, no estar preparado para la lucha por la vida. Unamuno ve en esa lucha que causa dolor "la sustancia de la vida y la raíz de la personalidad, sólo sufriendo se es persona… el dolor es el camino de la conciencia y es por él como los seres vivos llegan a tener conciencia de sí. Tener conciencia de sí mismo, tener personalidad, es saber y sentirse distinto de los demás seres: a sentir esta distinción se llega por el choque; por el dolor más o menos grande, por la sensación del propio límite. La conciencia de sí mismo no es sino la conciencia de la propia limitación".

Uno de los casos más paradigmáticos lo vemos en el personaje de Leo Tolstoi en "Guerra y paz": Pierre Besochov. Sus cambios internos son sorprendentes: "antes era tenido por un hombre bueno, pero no feliz. Uno se mantenía, inconscientemente, a una cierta distancia de él. Sin embargo, ahora emanaba de su boca una sonrisa llena de la alegría de vivir. En sus ojos había compenetración con el prójimo y se insinuaba la pregunta: ¿estáis también tan contentos como yo?

Era agradable comunicarse con él. Antes era muy hablador y podía entusiasmarse a lo largo de una conversación. Entonces no atendía apenas a las razones de los demás. Ahora, en cambio, se deja arrastrar raras veces por la discusión y podía de tal modo escuchar a los demás que uno le abría los secretos más recónditos… antes, la princesa (Catarina Semjonovna) creía que su mirada contenía indiferencia y burla, y, como solía hacer con tantos otros, le había declarado prontamente su hostilidad, que era una de sus múltiples cualidades.

Ahora, por el contrario, sentía que él había penetrado en lo profundo de su alma, y le descubría, al principio con desconfianza, después con agradecimiento, el lado bueno y oculto de su carácter". Y no fueron los años ni aprendizajes, sino los pesares de la guerra, y las inclemencias de la cautividad, los que ejercieron tan notable influencia. En este sentido el dicho popular "no hay mal que por bien no venga" nos sugiere que todo crecimiento, también toda creatividad artística o de cualquier otro tipo, pasa por el silencio y el dolor.

Le preguntaron: "¿años perdidos?", a Alexander Solzhenitsin y su cautiverio, y respondió: "no, en realidad no perdidos… quizá aquellos años fueron necesarios… el dolor es esencial para nuestro progreso espiritual y para nuestro perfeccionamiento interior. El sufrimiento viene repartido a la humanidad y a cada hombre, en una cantidad suficiente, para que el hombre pueda sacar utilidad de él, si lo sabe usar en su crecimiento interior".

Pero "la capacidad de sufrir no es inmediatamente asequible, sino que tiene que ser conquistada con esfuerzo de autocreación. Aquí se impone la tarea de forjar la propia personalidad y es la actitud el resorte que rige a la persona" (J. Vilar).

Llucià Pou Sabaté

 

 

Valorar a cada persona

Valorar a cada persona


 Cuenta una historia de dos amigos marineros que viajaban en un buque carguero por todo el mundo, un día llegan a una isla perdida en el Pacífico, desembarcan y se cruzan con una mujer que está arrodillada en un pequeño río lavando ropa. Uno de los dos se enamora al verla y comienzaa hablarle y preguntarle sobre su vida y sus costumbres. Como tiene intención de casarse con ella, va a hablar luego con su padre, que es el jefe del pueblo. El amigo le dice que si se ha vuelto loco, pero le acompaña…

El jefe de la tribu lo escucha y le dice que en esa aldea la costumbre era pagar una dote por la mujer que se elegía para casarse. Le explica que tiene varias hijas, y que el valor de la dote varía según las bondades de cada una de ellas, por las más hermosas y más jóvenes se debía pagar 9 vacas, las había no tan hermosas y jóvenes, pero que eran excelentes cuidando los niños, que costaban 8 vacas, y así disminuía el valor de la dote al tener menos virtudes. El marino le explica que entre las mujeres de la tribu había elegido a una que vio lavando ropa en un arroyo, y el jefe le dice que esa mujer, por no ser tan agraciada, le podría costar 3 vacas. "Está bien" respondió el hombre, "me quedo con la mujer que elegí y pago por ella nueve vacas".

El padre de la mujer, al escucharlo, le dijo: "Ud. no entiende. La mujer que eligió cuesta tres vacas, mis otras hijas, más jóvenes, cuestannueve vacas". "Entiendo muy bien", respondió nuevamente el hombre, "me quedo con la mujer que elegí y pago por ella nueve vacas". El padre, pensando que siempre aparece un loco, aceptó y de inmediato comenzaron los preparativos para la boda. El amigo fue testigo de la boda y a la mañana siguiente partió en el barco, dejando en esa isla a su amigo de toda la vida.

Un día, el itinerario de un viaje lo llevó al mismo puerto donde años atrás se había despedido de su amigo. Estaba ansioso por saber de él, por verlo, abrazarlo, conversar y saber de su vida. Así es que, en cuanto el barco amarró, saltó al muelle y comenzó a caminar apurado hacia el pueblo. "¿Dónde estaría su amigo?,¿seguiría en la isla?, ¿Se habría acostumbrado a esa vida o tal vez se habría ido en otro barco?"

De camino al pueblo, se cruzó con un grupo de gente que venía caminando por la playa, en un espectáculo magnífico. Entre todos, llevaban en alto y sentada en una silla a una mujer bellísima. Todos cantaban hermosas canciones y obsequiaban flores a la mujer y esta los retribuía con pétalos y guirnaldas. El marinero se quedó quieto, parado en el camino hasta que el cortejo se perdió de su vista. Luego, retomó su senda en busca de su amigo. Al poco tiempo, lo encontró. Se saludaron y abrazaron como lo hacen dos buenos amigos que no se ven durante mucho tiempo.

El marinero no paraba de preguntar: "¿Y cómo te fue?,¿Te acostumbraste a vivir aquí?, ¿Te gusta esta vida?, ¿No quieres volver?"Finalmente se anima a preguntarle: "¿Y como está tu esposa?" Al escuchar esa pregunta, su amigo le respondió: "Muy bien, espléndida. Es más, creo que la viste llevada en andas por un grupo de gente en la playa que festejaba su cumpleaños".

El marinero, al escuchar esto y recordando a la mujer insulsa que años atrás encontraron lavando ropa, preguntó: "¿Entonces, te separaste? No es misma mujer que yo conocí, ¿no es cierto?". "Si" dijo su amigo, "es la misma mujer que encontramos lavando ropa hace años atrás". "-Pero, es muchísimo más hermosa, femenina y agradable,¿cómo puede ser?",preguntó el marinero. "-Muy sencillo" respondió su amigo. "Me pidieron de dote 3 vacas por ella, y ella creía que valía 3 vacas. Pero yo pagué por ella 9 vacas, la traté y consideré siempre como una mujer de 9 vacas. La amé como a una mujer de 9 vacas. Y ella se transformó en una mujer de 9 vacas".

Cuando alguien nos valora y nos estimula, con sinceridad y amor, obramos cambios impensados...Aquella persona que parecía podía dar 5, ahora da 20 porque ha crecido en su confianza. Dar confianza a la gente es lo mejor para todos, pues respondemos mejor a la confianza que a las imposiciones y al control. Si nos encargan cosas cuando aún no sabemos bien como hacerlas, aprendemos.

El lema "la confianza está basada en el control" es muy pobre: si tratas a uno como un delincuente, puede ser que se convierta en delincuente, si lo tratas como un santo se volverá santo más fácilmente. Una persona da más cuando se la valora como lo que es, obra maestra de Dios; se precisa una trasformación del corazón, y para ello el mejor camino es la contemplación: ver cómo Cristo la piensa y la quiere.

Esta es la mejor autoestima, saber que Dios hace las cosas muy bien, nos ha hecho en vistas a su hijo, y "las obras de Dios son perfectas". Querer a cada uno como es significa también esto: querer a los demás como este proyecto que es obra del amor divino.

Llucià Pou Sabaté

 

Aprender a equivocarse

Aprender a equivocarse

 

"Anancástico" es la palabra con la que se designa la persona que tiene la tendencia tan acentuadamente perfeccionista, que llega a ser una enfermedad. "Una de las virtudes-defecto más cuestionables es el perfeccionismo. Virtud, porque evidentemente, lo es el tender a hacer todas las cosas perfectas.

 

Y es un defecto porque no suele contar con la realidad: que lo perfecto no existe en este mundo, que los fracasos son parte de toda la vida, que todo el que se mueve se equivoca alguna vez. He conocido en mi vida muchos perfeccionistas. Son, desde luego, gente estupenda. Creen en el trabajo bien hecho, se entregan apasionadamente a hacer bien las cosas e incluso llegan a hacer magníficamente la mayor parte de las tareas que emprenden.

 

Pero son también gente un poco neurótica. Viven tensos. Se vuelven cruelmente exigentes con quienes no son como ellos. Y sufren espectacularmente cuando llega la realidad con la rebaja y ven que muchas de sus obras -a pesar de todo su interés- se quedan a mitad de camino. Por eso me parece que una de las primeras cosas que deberían enseñarnos de niños es a equivocarnos.

 

El error, el fallo, es parte inevitable de la condición humana. Hagamos lo que hagamos habrá siempre un coeficiente de error en nuestras obras. No se puede ser sublime a todas horas. El genio más genial pone un borrón y hasta el buen Homero dormita de vez en cuando" (José Luis Martín Descalzo).

 

Como decía Maxwel Brand, "todo niño debería crecer con convicción de que no es una tragedia ni una catástrofe cometer un error". Por eso lo importante no es tanto qué fallos cometemos sino cómo nos reponemos de ellos. Ya que el arte más difícil no es el de no caerse nunca, sino el de saber levantarse y seguir el camino emprendido, como sigue diciendo nuestro autor: "Temo por eso la educación perfeccionista.

 

Los niños educados para arcángeles se pegan luego unos topetazos que les dejan hundidos por largo tiempo. Y un no pequeño porcentaje de amargados de este mundo surge del clan de los educados para la perfección. Los pedagogos dicen que por eso es preferible permitir a un niño que rompa alguna vez un plato y enseñarle luego a recoger los pedazos, porque "es mejor un plato roto que un niño roto". Es cierto.

 

 

No existen hombres que nunca hayan roto un plato. No ha nacido el genio que nunca fracase en algo. Lo que sí existe es gente que sabe sacar fuerzas de sus errores y otra gente que de sus errores sólo saca amargura y pesimismo. Y sería estupendo educar a los jóvenes en la idea de que no hay una vida sin problemas, pero lo que hay en todo hombre es capacidad para superarlos. No vale, realmente, la pena llorar por un plato roto. Se compra otro y ya está. Lo grave es cuando por un afán de perfección imposible se rompe un corazón. Porque de esto no hay repuesto en los mercados".

 

Lo más importante en la vida no es hacer lo correcto sino amar, no está la excelencia en la competitividad (ser más que los demás), sino en dar lo mejor de nosotros mismos. La competitividad es una señal de carencia, el lado oscuro de la vida: no es ganar sino perder, pues todos estamos interconexionados y si competimos lo hacemos al final contra nosotros. No competir, compartir: ser una mente creativa, con sueños e ilusiones, solidaridad, perdón: guardar rencor o culpabilizar a alguien por algo que ha sucedido en el pasado, sólo le perjudica a uno mismo.

 

Y cuando no ha ido bien la cosa aprendemos a rectificar, volvemos a empezar. Así al dar lo mejor de ti, los demás en lugar de huirte se verán atraídos hacia ti: irradias buenos sentimientos, transmites amor, que es participación de un Dios que es amor y se nos da, especialmente en los sacramentos que son fuente de ese amor.

 

Llucià Pou Sabaté