domingo, 5 de enero de 2025

Navidad, 6 de enero, Fiesta de los Reyes Magos, Jesús se manifiesta a todos los hombres con su salvación y nos enseña que todos estamos llamados a ser hijos de Dios.

Navidad, 6 de enero, Fiesta de los Reyes Magos, Jesús se manifiesta a todos los hombres con su salvación y nos enseña que todos estamos llamados a ser hijos de Dios.

 

A. Lecturas

   1. Isaías (60,1-6): ¡LEVÁNTATE y resplandece, Jerusalén,

porque llega tu luz;

la gloria del Señor amanece sobre ti!

Las tinieblas cubren la tierra,

la oscuridad los pueblos,

pero sobre ti amanecerá el Señor,

y su gloria se verá sobre ti.

Caminarán los pueblos a tu luz,

los reyes al resplandor de tu aurora.

Levanta la vista en torno, mira:

todos ésos se han reunido, vienen hacia ti;

llegan tus hijos desde lejos,

a tus hijas las traen en brazos.

Entonces lo verás, y estarás radiante;

tu corazón se asombrará, se ensanchará,

porque la opulencia del mar se vuelca sobre ti,

y a ti llegan las riquezas de los pueblos.

Te cubrirá una multitud de camellos,

dromedarios de Madián y de Efá.

Todos los de Saba llegan trayendo oro e incienso,

y proclaman las alabanzas del Señor.

   2. Salmo 71:  Dios mío, confía tu juicio al rey,

tu justicia al hijo de reyes,

para que rija a tu pueblo con justicia,

a tus humildes con rectitud. R/.

    En sus días florezca la justicia

y la paz hasta que falte la luna;

domine de mar a mar,

del Gran Río al confín de la tierra.

   Los reyes de Tarsis y de las islas

le paguen tributo.

Los reyes de Saba y de Arabia

le ofrezcan sus dones;

postrense ante él todos los reyes,

y sirvanle todos los pueblos.

   Él librará al pobre que clamaba,

al afligido que no tenía protector;

él se apiadará del pobre y del indigente,

y salvará la vida de los pobres.

   2. Efesios (3,2-3a.5-6): Hermanos: Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor de vosotros, los gentiles.

   Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio.

 

B. Comentario:

   1. Isaías grita: "¡Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!...  Te inundará una multitud de camellos, los dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor". Hay una guerra en el mundo entre la luz y las tinieblas, cuando no hay Dios la tierra se pone a oscuras, y cuando llega Jesús se va haciendo la luz en los corazones. Se hizo la noche azul por la presencia de la Virgen, y el Infinito apareció sin velos, y se hizo niño entre pañales y llorando me hizo llorar para que me decida a ya no más pecar. La luna y las estrellas brillan tan claros que me encanta estar allá. Me han dicho que María significa "Señora" pero también "estrella de la mañana" que orienta a los navegantes que se despistan en la oscuridad de la noche. La estrella que guía a los Magos les acerca a Jesús, y yo quiero seguir también mi estrella, estar siempre con Jesús…

   Me contaron que había millones de estrellas en el cielo, estrellas de todos los colores: blancas, plateadas, rojas, azules, doradas. Un día, inquietas, se acercaron a san Gabriel –que es su jefe- y le propusieron: "- nos gustaría vivir en la Tierra, convivir con las personas." -"Sea", respondió. Se dice que aquella noche hubo una fantástica lluvia de estrellas. Se hicieron pequeñitas y algunas se acurrucaron en las torres de las iglesias, otras fueron a jugar y correr junto con las luciérnagas por los campos, otras se mezclaron con los juguetes de los niños. La Tierra quedó, entonces, maravillosamente iluminada. Pero con el correr del tiempo, las estrellas decidieron abandonar a los hombres y volver al cielo, dejando a la tierra oscura y triste. "-¿Por qué habéis vuelto?", preguntó Gabriel, a medida que ellas iban llegando al cielo. "-Nos fue imposible permanecer en la Tierra, allí hay mucha miseria, mucha violencia, demasiadas injusticias". Les contestó Gabriel: "-Claro. La Tierra es el lugar de lo transitorio, de aquello que cae, del que se equivoca, de aquel que muere. Nada es perfecto. El Cielo es el lugar de lo inmutable, de lo eterno, de la perfección." Después de que había llegado gran cantidad de estrellas, Gabriel, que sabe muchas matemáticas, les dijo: "-Falta una estrella... ¿dónde estará?". Un ángel que estaba cerca replicó: "-Hay una estrella que quiso quedarse entre los hombres. Descubrió que su lugar es exactamente donde existe la imperfección, donde hay límites, donde las cosas no van bien, donde hay dolor. Es la Esperanza, la estrella verde. La única estrella de ese color." Y cuando miraron para la tierra, la estrella no estaba sola: la Tierra estaba nuevamente iluminada porque había una estrella verde en el corazón de cada persona, inundándolo todo con ese color verde de la esperanza. Y se quedó allí, porque en el cielo ya no se necesita de la esperanza.

   María es nuestra esperanza, la que nos guía a Jesús, a quien nos ha dado en el pesebre. No obliga, nos muestra el camino, respeta nuestra libertad, como hace la estrella, ilumina. Este es el modelo para toda educación, tanto la de los padres con los hijos, la de los miembros de la Iglesia en su apostolado: no se trata sólo de transmitir conocimientos, sino vida, dar luz, ser un referente –estrella- en un mundo de gente que no sabe hacia dónde ir, que necesita maestros. Con qué alegría nos dice un amigo: "quiero contarte esta pena, sólo puedo explicártelo a ti, que me inspiras confianza". Y estos guías necesitan luz, dar del calor que tienen; María nos trae a Jesús que nos quiere dar luz y calor, nos llena de optimismo y esperanza que va más allá de lo que vemos, que a veces puede parecernos algo negro, que nos proyecta hacia lo que no vemos. Leí hace poco: "Ciertamente, es muy difícil practicar la esperanza en los tiempos que vivimos. Muchísimas son las cosas que militan en su contra: las críticas y ataques, los valores morales en declive, el materialismo. Humanamente hay poquísimos motivos para la esperanza; pero la esperanza no se basa en meras consideraciones humanas, sino en la bondad de Dios, y tenemos que poner lo que está de nuestra parte." La creación está esperando, expectante, esta luz. Dios niño viene a decirnos que sí, que podemos aprender la lengua de los hijos de Dios, que nos une a todos, en un mundo en el que todos seamos hermanos. Navidad nos habla de que si Dios se ha hecho Niño, es posible un mundo mejor, en el que reine la alegría. Que por muy negro que parezca el futuro, y nuestros conflictos parezcan sin solución, siempre hay un punto en lo más profundo del alma –¡la estrella verde!- que emana la luz y el calor de Belén, que nos llena y nunca nos deja sentirnos vacíos, que es fuente inagotable de ilusiones y proyectos. Porque Jesús entra dentro de la Historia, es solidario con todo lo nuestro, y nunca nos sentiremos solos: "Si las estrellas bajan para mirarte, / detrás de cada estrella / camina un ángel" (Luis Rosales).

   El profeta nos dice que donde está Dios está la luz y está la vida; "Epifanía" es una palabra griega que significa "manifestación". Se hablaba de epifanía cuando un rey se manifestaba a su pueblo, en especial cuando regresaba triunfante de la batalla o visitaba con gloria y majestad una de sus ciudades. Despertaba esperanza, salvación, como ahora cuando un equipo ficha un jugador y todos se alegran porque piensan que ya ganarán todos los campeonatos y serán felices… pero con Jesús sí que pasa…

   2. Y vendrán los reyes como anuncia el profeta a ofrecer en camellos oro, incienso y mirra, que es lo que dice también el Salmo: "Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra". Es lo que decimos en el padrenuestro: "¡venga a nosotros tu Reino!". Va diciendo nombres de reinos, por eso ponemos un rey blanco (Europa), uno amarillo (Asia) y otro negro (representante de África), representan a todos los pueblos de la tierra conocida entonces.

   3. Como dice San Pablo, todos los pueblos son llamados a "la Promesa en Jesucristo, por el Evangelio": es la gran fiesta de hoy. Jesús se manifestó ante los judíos en los pastores, y hoy lo hace ante los gentiles (que son los de fuera, los no-judíos): representan al resto de pueblos de la tierra.

   4. El Evangelio nos dice que "unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: —¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo". La estrella es lo que Dios nos dice, pero a veces no lo vemos, y hemos de preguntar al que sabe. Los sabios dicen: "—En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el Profeta", y lo sabios "se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y, cayendo de rodillas, lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra". De rodillas delante de Jesús Niño, queremos hacerle regalos nosotros también, decirle: "Señor, te amo", con toda el alma, como san Josemaría: Señor, quisiera ser tuyo de verdad, que mis pensamientos, mis obras, mi vivir entero fueran tuyos... Me hubiese gustado ser tuyo desde el primer momento: desde el primer latido de mi corazón, desde el primer instante... No soy digno de ser… tu hermano, tu hijo y tu amor. Tú si que eres mi hermano, mi amor, y también soy tu hijo. Para tomar al Niño y abrazarlo hemos de hacernos pequeños. Y acudir a María, y si Ella tiene sobre su brazo derecho a su Hijo Jesús, yo, que soy hijo suyo también, tendré allí también un sitio. La Madre de Dios me cogerá con el otro brazo, y nos apretará juntos contra su pecho. Sentir el calor que purifica, el amor. Porque a veces somos como el borrico, que aunque noble y bueno, a veces se revuelca por el suelo, con las patas arriba, y da sus rebuznos. "Como un borriquito estoy ante ti": Tú eres el Amor de mis amores. Señor, Tú eres mi Dios y todas mis cosas. Señor, sé que contigo no hay derrotas. Señor, yo me quiero dejar endiosar, aunque sea humanamente ilógico y no me entiendan. Toma posesión de mi alma una vez más, y fórjame con tu gracia. Madre, Señora mía; San José, mi Padre y Señor; ayudadme a no dejar nunca el amor de vuestro Hijo. Es como un "enamoramiento"… te vuelve inquieto, dejas la tranquilidad y sigues esa música del corazón, que es el amor. De eso hablan las canciones de amor, y es que todo amor viene de Dios, por eso acabaremos con la letra de una de ellas como si el Señor nos hablara de esta luz, para que no nos deje este año y que lo más pequeño esté lleno de amor. "Siguiendo una estrella he llegado hasta aquí, aunque es largo el camino lo seguiré hasta el fin. Cuando sientas miedo y no puedas seguir su luz,  es tu destino y hoy brilla para ti... cógela y aprieta fuerte, lucha cueste lo que cueste contra el viento, contra el fuego, llegarás al mismo cielo... Mi estrella será tu luz..., coge mi mano, yo estoy contigo, esto es un sueño, sueña conmigo... tu estrella será tu luz y conseguirlo no es tan difícil si la voz te sale del corazón."

 

Domingo segundo después de Navidad: celebramos que Jesús es la sabiduría de Dios que viene a llenar de sentido nuestra vida.

Domingo segundo después de Navidad: celebramos que Jesús es la sabiduría de Dios que viene a llenar de sentido nuestra vida.

 

A. Lecturas

   1. Eclesiástico 24,14.12-16: La sabiduría hace su propio elogio, se gloría en medio de su pueblo. Abre la boca en la asamblea del Altísimo y se gloría delante de sus Potestades. En medio de su pueblo será ensalzada y admirada en la congregación plena de los santos: recibirá alabanzas de la muchedumbre de los escogidos y será bendita entre los benditos. Entonces el Creador del Universo me ordenó, el Creador estableció mi morada: —Habita en Jacob, sea Israel tu heredad. Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y no cesaré jamás. En la santa morada, en su presencia ofrecí culto y en Sión me estableció; en la ciudad escogida me hizo descansar, en Jerusalén reside mi poder. Eché raíces en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad.

   2. Sal 147,12-13.14-15.19-20: Glorifica al Señor, Jerusalén, / alaba a tu Dios Sión: / que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, / y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.

   Ha puesto paz en tus fronteras, / te sacia con flor de harina; / él envía su mensaje a la tierra, / y su palabra corre veloz.

   Anuncia su palabra a Jacob, / sus decretos y mandatos a Israel; / con ninguna nación obró así, / ni les dio a conocer sus mandatos.

   3. Efesios 1,3-6. 15-18: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales, en el cielo. Ya que en El nos eligió, antes de la creación del mundo, para que fuésemos santos e irreprochables en su presencia, por amor. Nos predestinó a ser hijos adoptivos suyos por Jesucristo, conforme a su agrado; para alabanza de la gloria de su gracia, de la que nos colmó en el Amado. Por lo que yo, que he oído hablar de vuestra fe en Cristo, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mi oración, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama y cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos.

   4. San Juan 1,1-18: En el principio ya existía la Palabra, / y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. [Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe No era él la luz, sino testigo de la luz.]

   La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

   Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.

   [Juan da testimonio de él y grita diciendo: —Este es de quien dije: «El que viene detrás de mi, pasa delante de mí, porque existía antes que yo.» Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia: porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.]  

 

B. Comentario:

    1. El Eclesiástico habla de la sabiduría: "Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y no cesaré jamás". Hoy cantamos que la Palabra de Dios, en la noche de Navidad, vino al mundo, y su luz lo llena todo, "para que conociendo a Dios visiblemente, él nos lleve el amor de lo invisible" (prefacio). Las lecturas de este domingo son un repaso de la historia Sagrada: es como cuando se quita en el teatro el telón y se ve lo que se representa, así nos enseña Dios el regalo que nos tenía guardado con su sabiduría, su perfume, su aroma exquisito, nos enseña sus frutos que son dulces como la miel, y sus flores, abundantes… Jesús es como las manos de Dios y su sabiduría, por Jesús Dios hace todo.

   Y es su Palabra y por Él lo dice todo cuando "...la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria", como recuerda el Salmo: "Glorifica al Señor, Jerusalén, / alaba a tu Dios Sión: / que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, / y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. / Ha puesto paz en tus fronteras, / te sacia con flor de harina; / él envía su mensaje a la tierra, / y su palabra corre veloz…"  Corre, de modo que… "Tras de un amoroso lance, / y no de esperanza falto, / volé tan alto, tan alto, / que le di a la caza alcance" (S. Juan de la Cruz). Volar este año con magnanimidad, como el pájaro solitario, vacío de riquezas y de querencias, libre de arrimos y ligaduras pues la "noticia" de Dios le mueve, ya nada puede distraerle, deslumbrarle, su vida es para Dios y los demás.

   Nos da el Señor de lo mejor como alimento: "y si, ya aquí abajo, Jesús nos conforta dándonos a comer su propia Carne, ¿cómo saciará en el Cielo a quienes les desborde con la luz de su Divinidad?" (Casiodoro). Para los antiguos, el "pan" en abundancia es símbolo  de la felicidad y de la vida. Decía san Agustín que Dios "No supo dar más, no pudo dar más, no tuvo más que dar", porque en Jesús y la Eucaristía se nos da del todo. Tenemos hambre del Pan vivo, hambre de Dios, y así seremos felices si no le dejamos este año que comienza.

   Nos ayudan las oraciones para "correr" a Dios, hay algunas populares bien bonitas, que se pueden rezar en familia con los pequeños, haciéndonos pequeños, como éstas de la mañana: "Mañana de mañanita / voy a empezar mi camino. / Cuídame Madre bendita, / guíame Jesús divino".  O esta: "Jesusito, ¡buenos días!, / Jesusito de mi amor. / Aquí me tienes, mi vida, / aquí me tienes, Señor. Muchos besos vengo a darte, / y también mi corazón. / Tómalo, Niño bueno, / es toda mi posesión. / Y si yo te lo pidiera / al llegar a ser mayor, / no me lo entregues, mi vida, / no me hagas caso mi Dios. / Guárdalo oculto en tu pecho, / encerradito, Jesús, / que yo no pueda cogerlo, / y siempre lo tengas Tú". O bien: "Jesusito de mi vida, eres niño como yo, por eso te quiero tanto y te doy mi corazón. Tómalo, tómalo; tuyo es, mío no".

   Luego, durante el día, quizá tenemos costumbre de rezar otras, aquí pongo alguna, por ejemplo para comer: "Jesús, que naciste en Belén: Bendice estos alimentos, y a nosotros también".

   Y por la noche: "Niño Jesús, ven a mi cama. Dame un besito, y hasta mañana".

   También nos ayuda la compañía del ángel, como pedimos en esta oración: "Ángel de la Guarda, tú que eres mi amigo, haz que al acostarme yo sueñe contigo".

   Y así bien acompañados tratar a Dios en las tres Personas: "Que el Padre guarde mi alma; que el Hijo guarde mi sueño; y el Espíritu mi alma, mi sueño y mi cama". Podría seguir con otras oraciones, y en otros idiomas, pero lo importante es que este trato nos lleva a sentir el consuelo de Jesús, y sentirnos hijos de Dios.

   3. La carta a los Efesios cuenta nuestra vocación: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales, en el cielo. Ya que en Él nos eligió, antes de la creación del mundo, para que fuésemos santos e irreprochables en su presencia, por amor. Nos predestinó a ser hijos adoptivos suyos por Jesucristo" y pide que Dios nos dé "un espíritu de sabiduría" y, con el "corazón" iluminado vivir la "esperanza a la que han sido llamados". San Juan Crisóstomo al pensar en esto tan grande, "en Cristo", dice: "¿Qué te falta? Eres inmortal, eres libre, eres hijo, eres justo, eres hermano, eres coheredero, con Él reinas, con Él eres glorificado. Te ha sido dado todo y, como está escrito, "¿cómo no nos dará con Él graciosamente todas las cosas?". Tu primicia es adorada por los ángeles, por los querubines y por los serafines. Entonces, ¿qué te falta?". Y si Dios hizo todo esto por nosotros, "¿por qué nos ama de este modo? ¿Por qué motivo nos quiere tanto? Únicamente por bondad, pues la "gracia" es propia de la bondad". Todo lo ha hecho "por el amor" que nos tiene.

   "No podemos vivir el nacimiento del Señor sin pensar en esta elección. Estamos eternamente en el 'predilecto' Hijo del Padre. Esta elección permanece, ha revestido la forma de la noche de Belén. Se ha hecho el evangelio de la cruz y de la resurrección. Sobre el acontecimiento de Belén se ha puesto el sello definitivo. El sello de la 'predestinación divina'.

   4.  "Un silencio sereno lo envolvía todo, y, al mediar la noche su carrera, tu Palabra todopoderosa, Señor, vino desde el trono real de los cielos", dice la Antífona de Entrada, y la oración colecta pide al Señor "que la tierra se llene de tu gloria y que te reconozcan los pueblos por el resplandor de tu luz". El Evangelio nos lleva al principio y a la luz: "ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió… La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre". Con Jesús, la Luz; sin Él, el mundo está en tinieblas. Sí, con Él mi vida tiene sentido, soy hijo de Dios. Nos lleva de la mano por el camino de la vida. Él está muy cerca, al alcance de nuestra voz, siempre cerca.

   "Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron". Dios necesita nuestro amor. «Los suyos no la recibieron», no hay lugar en el mesón, pero le ofrezco mi corazón. «Los suyos no lo recibieron»: Jesús, yo quiero recibirte, quiero ser sencillo como los pastores, como los magos, como María y José, y poder decir: nosotros vimos su gloria. Ver tu gloria en medio del mundo. El que cree, ve. Quiero ser portador de tu luz que proviene de Belén por todo el mundo, sembrar paz, y después, rezar, lleno de confianza: "Venga a nosotros tu reino. Venga a nosotros tu luz. Venga a nosotros tu alegría" (Ratzinger).

    "Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios". También se puede leer en el sentido de que él (Jesús) ha nacido de Dios, y no de hombre. Los dos sentidos se complementan: nosotros somos hijos de Dios, nacidos de la fe; a imagen del Hijo de Dios, nacido del Espíritu Santo, de María siempre Virgen. «Ninguna prueba de la caridad divina hay tan patente como el que Dios, creador de todas las cosas, se hiciera criatura, que nuestro Señor se hiciera hermano nuestro, que el Hijo de Dios se hiciera hijo de hombre» (Santo Tomás).

   "Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad". Y habitó (acampó) entre nosotros... "Esta frase del Ángelus -me contaba una madre de familia- me recuerda una cosa muy bonita que me ocurrió una vez que di catequesis de primera comunión a un niño cuyos padres no iban por la iglesia. Iba yo a su casa, usé el libro de una de mis hijas, del colegio, y le iba enseñando toda clase de oraciones. Él las devoraba, le encantaba aprenderlas, prestaba una atención... Cuando le enseñé el Ángelus, le conté que mi padre siempre dice y habita entre nosotros, en presente, y que yo nunca lo había hablado con mi padre, pero que a mí me gustaba decirlo así porque realmente Jesús habita con nosotros cada día, así nos lo ha prometido... Pensaba que Álvaro no se iba a acordar, pero en la primera ocasión que tuvimos para rezar el Ángelus, le oí decir con su buena voz : Y habita entre nosotros... Me miró, me guiñó un ojo, y me dijo bajito "...como tu padre"!

 

Llucià Pou Sabaté

jueves, 2 de enero de 2025

Navidad, 2 de Enero: Juan Bautista prepara con su bautismo la venida del Señor (Santoral: Santos Basilio el Grande y Gregorio Nacianceno, obispos y doctores de la Iglesia)

Navidad, 2 de Enero: Juan Bautista prepara con su bautismo la venida del Señor

(Santoral: Santos Basilio el Grande y Gregorio Nacianceno, obispos y doctores de la Iglesia)

A. Lecturas

1. I san Juan (2,22-28): ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre. En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre; y ésta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida eterna. Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros. Y en cuanto a vosotros, la unción que de él habéis recibido permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas –y es verdadera y no mentirosa– según os enseñó, permanecéis en él. Y ahora, hijos, permaneced en él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su venida.

   2. Salmo 97: Cantad al Señor un cántico nuevo,

porque ha hecho maravillas:

su diestra le ha dado la victoria,

su santo brazo.

   El Señor da a conocer su victoria,

revela a las naciones su justicia:

se acordó de su misericordia y su fidelidad

en favor de la casa de Israel.

   Los confines de la tierra han contemplado

la victoria de nuestro Dios.

Aclama al Señor, tierra entera;

gritad, vitoread, tocad

   3. Juan 1,19-28: "Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron adonde estaba él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?». El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?». El dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?». Respondió: «No». Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Dijo él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías».

   Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando".

 

B. Comentario:

   1. Sigue san Juan: -"Hijos míos: ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es precisamente el Anticristo: el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo, tampoco posee al Padre y quien confiesa al Hijo, posee también al Padre". Negar la divinidad de Jesús, es, para Juan, condenarse a no conocer nada de Dios. Todos los sentimientos religiosos del mundo... todas sus especulaciones filosóficas no son sino imperfectas aproximaciones al descubrimiento de Dios. La única y verdadera revelación de Dios es Jesús. Tenemos ahí ciertas afirmaciones típicas del evangelio de Juan:

   -"Nadie va al Padre sino por el Hijo..." (Jn 14,6) -"El que conoce al Hijo, conoce también al Padre..." (8,19) -"EI Hijo es el único capaz de revelar al Padre..." (14,7). En mi búsqueda de Dios me esforzaré más en la meditación evangélica. Contemplar a Jesús para contemplar a Dios. Gracias, Jesús, por habernos dado acceso al «secreto» de Dios... Por habernos introducido en lo «incognoscible»... por habernos hecho ver al Dios «escondido»... Me coloco humildemente ante un «pesebre», y contemplo: Dios se revela de ese modo. El verdadero rostro de Dios está ahí. El semblante del Hijo nos aporta el verdadero rostro del Padre.

   -"Por vuestra parte, guardad en vosotros lo que aprendisteis desde el principio". Fidelidad, más necesaria todavía en las horas de crisis de fe, cuando surgen nuevas preguntas en nuestros corazones, cuando viene la «noche». Me agarro a lo que soy, y continúo caminando en el mismo sentido que ha iluminado mi camino anteriormente.

   -"La unción con que él os ungió sigue con vosotros"... Es el símbolo del Espíritu que penetra todo el ser desde el interior… ¡estoy en comunión contigo, Señor! -Permaneced en él. Permanecer en Dios. ¡Y esto basta! Alegría y paz.

   -"Para que cuando se manifieste, nos sintamos seguros y no quedemos avergonzados delante de él el día de su venida". Esa es la esperanza: verle cara a cara, en la luz eterna. Camino hacia ese descubrimiento final. Y Jesús es el «camino» que nos conduce hacia ese dulce encuentro en la luz del último día (Noel Quesson).

   2. "Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Dios se ha levantado victorioso sobre el pecado y la muerte. Él es el Salvador y protector de su pueblo",  rezamos en el salmo. Me veo como la oveja perdida a quien tu buscas, Señor: "Entonces Tú –rezaba J. Torras- recorres caminos, valles y montañas hasta que la encuentras. La coges y la cargas sobre tus hombros contento de haberla rescatado con vida. Cuando veas que no voy a tu lado, o me aparto, poco a poco de Ti y me meto en la oscuridad de mi egoísmo, de mis cosas, y pierdo la gracia de Dios; o voy de un lugar a otro, tonteando con el pecado, búscame, no me abandones a mi suerte. Me doy cuenta de que tarde o temprano me convertiría en un desgraciado porque sólo a tu lado, en tu redil, puedo hallar la felicidad. Necesito que cures mi corazón y lo limpies de todo lo que me aparte de Ti". Por eso nos alegramos con el salmo: "Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel".

   ¡Qué bien sabía expresarlo, san Agustín convertido!: "¡Tarde te amé, hermosura soberana, tarde te amé! Y Tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y me lanzaba sobre estas cosas hermosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Me retenían lejos de Ti aquellas cosas que sin Ti no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera, exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de Ti, y ahora siento hambre y sed de Ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de Ti". Así es el Mesías: "Como un pastor apacentará su rebaño, recogerá con su brazo los corderillos, los tomará en su seno, y conducirá él mismo las ovejas recién nacidas" (Is 40, 41). "Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad".

   3. –"Sacerdotes y levitas vinieron de Jerusalén para preguntar a Juan: -Tú ¿quien eres?" Estaban como todo el mundo, a la espera... del Mesías prometido por las Escrituras.

   -"Yo no soy el Mesías, ni Elías, ni el Gran Profeta". Humildad. Veracidad. No podemos suplantar a Jesús, pretender tener su voz o su verdad, pues estas distinciones son necesarias: Cristo es Dios... y yo, no soy más que un pobre ser limitado. Sí, Cristo es Santo... y yo, un pobre y débil pecador. Si, Cristo es Señor... y yo, hago lo que puedo para seguirle. La Iglesia está ligada a Cristo, pero tiene también un lado humano y pecador. Es bueno saber distinguir esto, al mismo tiempo que vemos a Cristo en su Iglesia.

   -"Yo no soy ni aun digno de desatar la correa de su sandalia". Ayúdanos, Señor, a reconocer tu grandeza, y nuestra pequeñez, como Juan Bautista. Lo que hacían los antiguos esclavos a su amo, cuando se arrodillaban a sus pies para desatarles las sandalias... Juan, ni de esto se encuentra digno... Juan Bautista tenía una idea muy alta del misterio de la persona de Jesús. La ternura e intimidad con Dios no puede ser nunda descuido, falta de respeto. Señor, quiero respetarte, con amor, incluso y sobre todo cuando "Tú mismo te arrodillas a nuestros pies para desatar la correa de nuestro calzado", como hiciste la tarde del jueves santo, antes de lavar los pies a tus amigos.

   -"¿Por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?" Estos especialistas del culto están ante todo según parece, preocupados, celosos por el exacto cumplimiento de las reglas rituales según la religión de Moisés.

   -"Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis, que viene en pos de mí"... Juan dirige la atención de sus interlocutores hacia lo esencial: Jesús. Señor, ayúdanos a reconocer tu presencia misteriosa, secreta. Pareces lejano, y estás cerca... Pareces ausente, y estás aquí. Eres el eterno desconocido. Se requiere silencio y un oído atento como a una brisa ligera para percibir tu presencia discreta (Noel Quesson). La Palabra es Jesús: Juan sólo es la voz. La luz es Cristo: Juan sólo es el reflejo de esa luz. Y anuncia a Cristo: «en medio de vosotros hay uno que no conocéis, que existía antes que yo». Te pido, Señor, anunciarte a los demás con mi vida, acercarte a los demás con mis palabras y mi ejemplo, con mi amor hacerte ver. Ser la voz de Cristo, sus manos, su corazón y su mirada…

   Quiero experimentar, como nos dice san Pablo, que «quien inició en vosotros la buena obra, la irá consumando hasta el Día de Cristo Jesús» (Flp 1,6). Todos, llamados por Cristo a la santidad, hemos de ser su voz en medio del mundo. Un mundo que vive, a menudo, de espaldas a Dios, y que no ama al Señor. Es necesario que lo hagamos presente y lo anunciemos con el testimonio de nuestra vida y de nuestra palabra. No hacerlo, sería traicionar nuestra más profunda vocación y misión. «La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado» —comenta el Concilio Vaticano II. La grandeza de nuestra vocación y de la misión que Dios nos ha encomendado no proviene de méritos propios, sino de Aquel a quién servimos  (Joan Costa Bou).

   Para preparar el camino de salvación que Jesús nos trae, ha venido Juan Bautista, que llama a la conversión: "San Juan Bautista es el precursor inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino. "Profeta del Altísimo" (Lc 1,76), sobrepasa a todos los profetas, de los que es el último, e inaugura el Evangelio; desde el seno de su madre saluda la venida de Cristo  y encuentra su alegría en ser "el amigo del esposo" (Jn 3,29) a quien señala como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29). Precediendo a Jesús "con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1,17), da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio" (Catecismo, 523).

   Después de la Segunda Guerra Mundial, el hallazgo de Qumrán ha sacado a la luz textos esenios, poco conocidos hasta entonces. Como dice el Card. Ratzinger, "era un grupo que se había alejado del templo herodiano y de su culto, fundando en el desierto de Judea comunidades monásticas, pero estableciendo también una convivencia de familias basada en la religión, y que había logrado un rico patrimonio de escritos y de rituales propios, particularmente con abluciones litúrgicas y rezos en común. La seria piedad reflejada en estos escritos nos conmueve: parece que Juan el Bautista, y quizás también Jesús y su familia, fueran cercanos a este ambiente. En cualquier caso, en los escritos de Qumrán hay numerosos puntos de contacto con el mensaje cristiano. No es de excluir que Juan el Bautista hubiera vivido algún tiempo en esta comunidad y recibido de ella parte de su formación religiosa.

   "Con todo, la aparición del Bautista llevaba consigo algo totalmente nuevo. El bautismo al que invita se distingue de las acostumbradas abluciones religiosas. No es repetible y debe ser la consumación concreta de un cambio que determina de modo nuevo y para siempre toda la vida. Está vinculado a un llamamiento ardiente a una nueva forma de pensar y actuar, está vinculado sobre todo al anuncio del juicio de Dios y al anuncio de alguien más Grande que ha de venir después de Juan". Además su lema es también el nuestro, dejar hacer a Jesús en nosotros: "Es preciso que El crezca y que yo disminuya" (Jn 3,30).

   Hemos de ser, también, nosotros, testimonios, como decía Pablo VI: «El hombre contemporáneo escucha mejor a quienes dan testimonio que a quienes enseñan (…), o, si escuchan a quienes enseñan, es porque dan testimonio». Y el Concilio insistía: "todos los cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar, con el ejemplo de su vida y el testimonio de la palabra, el hombre nuevo de que se revistieron por el Bautismo" (Ad gentes, 11).