viernes, 13 de diciembre de 2019
Invitación a la Jornada de Reflexión mañana sábado, 14 de diciembre
martes, 10 de diciembre de 2019
Navidad en el encuentro del Ayuntamiento, el próximo sábado 14 a las 11
La educación, la clave de la sociedad y sus problemas
lunes, 9 de diciembre de 2019
Ideas sobre pensar en positivo...
martes, 3 de diciembre de 2019
Recordatorio para el taller de mañana día 4 a las 19.00 en Biblioteca de Andalucía
domingo, 1 de diciembre de 2019
Taller sobre "pensamientos positivos" el 4 diciembre en Biblioteca de Andalucía
jueves, 14 de noviembre de 2019
Congreso liderazgo y consciencia en Sevilla 21-22 noviembre
Te invitamos al Congreso sobre liderazgo y consciencia que tendrá lugar los días 21-22 de noviembre en Sevilla. L
a Fundación para el desarrollo de la consciencia participa en el Congreso y Gonzalo Rodríguez-Fraile será quien dé la última conferencia, antes de la clausura.
Aquí tenéis la información: https://efic.es/congreso-soft-skills-liderazgo-y-conciencia/
Está organizado por la Cátedra Efic-iDIPE y cuenta con la contribución especial del Consejo Social de la Universidad de Sevilla.
Adjuntamos el cartel del congreso, y dos documentos: uno sobre las soft skills y otro que recoge los 17 ODS (orientaciones para el desarrollo sostenible) de la ONU a los que también se aludirá cuando hablamos de conciencia y con los que también queremos que este Congreso tenga conexión desde liderazgos conscientes.
Nuestra amiga Carmen Ávila, de la Asociación Confía, ha conseguido que podamos asistir con un 3x1 (3 entradas por el precio de 1), así nos dice: "Que hemos conseguido un 3x1 para el Congreso de Sevilla.
Quién esté interesado que me pase su email y le traslado el enlace por correo.confiasevilla@gmail.com".
LUCIANO POU SABATE about.me/lpousabate |
miércoles, 13 de noviembre de 2019
Conferencia de Gonzalo en Sevilla, el día 22
martes, 5 de noviembre de 2019
La codicia y lo que de verdad significa infierno
Hola!
Envío un escrito mío sobre un aspecto controvertido del evangelio. Saludos!
Llucià
La codicia y lo que de verdad significa infierno
La parábola de Lázaro el mendigo, que se leyó hace poco en misa es de las más conocidas, y peor interpretadas. Habla del andrajoso que come de las migajas que caen de la mesa del epulón egoísta. Pero Lázaro en hebreo significa "Eleazar", "Dios salva", y a su muerte es llevado al seno de Abrahán. El rico, al infierno.
Cuando yo era pequeño, se decía que el epulón de la parábola iba al infierno condenado para siempre. Nos decían que en el infierno no se podían tener sentimientos buenos pero aquí leemos que ese "condenado" pide que vayan a advertir a los hermanos: "si está en el infierno, ¿cómo puede tener sentimientos buenos?", me preguntaba yo. Por eso me gustó que el papa Ratzinger dijera que es necesaria una purificación a la sed insaciable que tiene el egoísta por su avidez y opulencia, y que "en esta parábola, Jesús no habla del destino definitivo después del Juicio universal (…) [es] una condición intermedia entre muerte y resurrección (…) y tampoco falta la idea de que en este estado se puedan dar también purificaciones y curaciones, con las que el alma madura para la comunión con Dios".
En el judaísmo, "infierno" o "seol", es el mundo de los difuntos. Allí está el "edén" o cielo, y la "gehenna" con su fuego, separados unos y otros, según una ley de correspondencia donde víctimas y verdugos no pueden sentarse juntos a comer como si no hubiera pasado nada.
¿Por qué están tan mal distribuidos los recursos del mundo? ¿Por qué muchos pasan hambre ante la indiferencia de otros, que pueden hartarse y no saben ver que con un poquito de lo que tienen se acabaría con el hambre de millones de seres humanos? Esto reclama una justicia que muchas veces será más allá de esta vida, de nuestra historia. Este es el sentido claro de la parábola, y el usarla para difundir el miedo a un infierno como lugar de castigo eterno fue en mi opinión una mala idea.
Muchos llaman también hoy a nuestras puertas, tanto cercanos como provenientes de otras tierras, mientras otros, egoístas, solo piensan en estar bien, en lugar de hacer el bien. La codicia impide ver el cielo, donde todo encontrará su sitio, también las injusticias de este mundo se convertirán en justicia. En cualquier caso, infierno es ya la soledad del egoísmo.
Llucià Pou Sabaté
domingo, 25 de agosto de 2019
Alianza de civilizaciones y educación para la consciencia
miércoles, 21 de agosto de 2019
La pérdida de un ser querido
Pensamientos para actualizar |
Por todos los que ahora están pero de otra forma Posted: 17 Mar 2019 05:09 AM PDT Hoy una amiga me dejó un mensaje y enseguida la llamé para acompañarla, sé bien lo que siente ahora, lo he sentido en varias ocasiones, nunca exactamente igual porque los seres son todos distintos y a cada cual se lo quiere de una forma, ni más ni menos, diferente. Curiosamente y como nada pasa por casualidad sino que todo es causalidad en mi correo tenía desde hace unos días una de las reflexiones de Luciano Pou Sabaté, otro amigo que habla un idioma parecido y que no puedo más que compartir sus palabras. Son un fragmento de su libro La pérdida de un ser querido, suma de experiencias, de vivencias, de conversaciones, de vida y de más VIDA. Foto galería Pinterest. Hola! Te comparto un video corto: https://youtu.be/jSwipqM8wQQ. También un texto con lo dicho en el video. Espero que te guste. Saludos!. Estos días una persona amiga ha perdido un ser querido, y querría decirle: "a ti que lloras, porque has amado, has perdido a quien amas, y te duele… El dolor de la pérdida es el precio de haber amado. Nadie puede amar sin dolerse, y el dolor es un proceso de curación, el duelo, retorno a una plenitud perdida… que llorar porque se ama a una persona es terapéutico. Recuerdo una fábula de unos gusanos que se preguntan si hay vida más allá de ser gusano, y quedaron en que el primero que pasara por eso, si vivía lo contaría a los demás. Siguieron comiendo hojas sin darse cuenta de que uno de ellos se hizo crisálida, y pocos días después salió convertido en mariposa, con ganas de contar a los demás su transformación, pero no le fue posible, hablaba otro lenguaje y no le entendían. Así que se dedicó a polinizar las flores, y hacer posible que los gusanos pudieran comer las plantas y vivir hasta convertirse en mariposas. Vio que esta era su misión. Cuando se cambia de forma, se cambia de lenguaje. No vemos a los que están en otra dimensión, y esto nos hace sufrir, pero hay un modo de comunicación que expresa el amor. Ellos cumplen su misión y crean las condiciones y la belleza para que nosotros podamos seguir nuestro camino hacia donde están ellos. Y podemos intuir que así nos hablan los seres queridos, con ese amor que se expresa de mil modos. Esta es la comprensión profunda, que adquirimos a través de esa intuición amorosa. Una comprensión de que cuando hemos realizado la tarea para la que hemos venido a la tierra, podemos concluir nuestro aprendizaje y marcharnos a seguir haciendo nuestro camino más allá de lo que ahora conocemos, donde ya no habrá llanto sino todo alegría, no habrá preocupaciones sino gozo, no habrá injusticias sino que todo volverá a su sitio, no habrá temor pues todo será amor. Regresaremos a nuestro hogar, a la casa del Padre donde se nos prepara algo mejor. El amor es también medicina, como decía Tolstoi: "sólo las personas que son capaces de amar intensamente pueden sufrir también un gran dolor, pero esta misma necesidad de amar sirve para contrarrestar su dolor y curarles". Nuestra actitud mejor es confiar, dejarnos llevar por esa fuerza interior que nos guía, la intuición que nos dice que todo fluye con el río de la vida, que nos va llevando. Cuando estamos con alguien que ha perdido un ser que amaba, lo mejor es no hablar mucho, sencillamente acompañarle. Dejar que llore, pues llorar da paz, descansa y restablece el equilibrio, ablanda y humaniza, y es un consuelo poder llorar con alguien, y nosotros podemos acompañarles, llorar con los que lloran. Encontrar a alguien con quien poder llorar es sanador. Y hacerle ver que esa persona está más contenta si nosotros estamos bien. Cuando algo nos cueste, hemos de pensar en nuestra misión: "he de hacerlo, por mí y por él, por ella". La resiliencia es esa capacidad que nos permite afrontar los hechos de la vida, sabiendo que Dios nos ama y no permitirá nada malo porque después de cada aprendizaje siempre vendrá algo mejor, podemos vivir en esperanza de que el amor es más fuerte que la muerte, no lo puede apagar nada, y la muerte no es más que un paso para una Vida más plena. Luciano Pou Sabaté
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sábado, 10 de agosto de 2019
idoneidad en el servicio
LUCIANO POU SABATE about.me/lpousabate |
servicio y amor
miércoles, 7 de agosto de 2019
La vida y la evolución de la consciencia
LUCIANO POU SABATE about.me/lpousabate |
lunes, 1 de julio de 2019
Lunes semana 13 tiempo ordinario; año impar
domingo, 30 de junio de 2019
Domingo XIII tiempo ordinario, ciclo C
Acta del Martirio de los protomártires romanos
En el año 64, la cristiandad romana va a pasar literalmente por la prueba del fuego. Una clara noche de julio de dicho año, sentado en el trono imperial Nerón, un terrible incendio, propagado con inusitada violencia, destruyó durante seis días los principales barrios de la vieja Roma.
La descripción que del siniestro nos ha dejado Tácito en sus Anales, escritos unos cincuenta años después del suceso, pertenece a las páginas justamente más célebres de la literatura universal; celebridad enormemente acrecida por ser en esa página donde por primera vez una pluma pagana (y nada menos que la del historiador romano más importante) deja constancia del hecho más grande de la historia universal: el cristianismo y la muerte violenta de su fundador, Cristo:
El incendio de Roma y los mártires (Tácito, Ann., XV, 38-44)
“Siguióse un desastre, no se sabe si por obra del azar o por maquinación del emperador (pues una y otra versión tuvieron autoridad), pero sí más grave y espantoso de cuantos acontecieron a esta ciudad por violencia del fuego.
[…]
Añadióse a todo esto los gritos de las mujeres despavoridas, los ancianos y los niños; unos arrastraban a los enfermos, otros los aguardaban; gentes que se detenían, otras que se apresuraban, todo se tornaba impedimento. Y a menudo sucedía que, volviendo la vista atrás, se hallaban atacados por el fuego de lado o de frente; o que, al escapar a los barrios vecinos, alcanzados también estos por el siniestro, daban con la misma calamidad aun en parajes que creyeran alejados.
[…]
Por otra parte, nadie se atrevía a tajar el incendio, pues había fuertes grupos de hombres que, con repetidas amenazas, prohibían apagarlo, a lo que se añadían que otros, a cara descubierta, lanzaban tizones, y a gritos proclamaban estar autorizados para ello, fuera para llevar a cabo más libremente sus rapiñas, fuera que, efectivamente, se les hubiera dado semejante orden.
Nerón, que a la sazón tenía su residencia en Ancio, no volvió a la ciudad hasta que el fuego se fue acercando a su casa, por la que había unido el Palatino y los jardines de Mecenas.
[…]
Todo ello, si bien encaminado al favor popular, caía en el vacío, pues se había esparcido el rumor de que, en el momento mismo en que se abrasaba la ciudad, había él subido a la escena de su palacio y había recitado la ruina de Troya, buscando semejanza a las calamidades presentes en los desastres antiguos.
Por fin, a los seis días, se logró poner término al incendio al pie mismo del Esquilino, derribando en un vasto espacio los edificios, a fin de oponer a su continua violencia un campo raso y, por así decir, el vacío del cielo.
Aun no se había ido el miedo y vuelto la esperanza al pueblo, cuando de nuevo estalló el incendio, si bien en lugares más deshabitados de la ciudad, por lo que fueron menos las víctimas humanas, derruyéndose, en cambio, más ampliamente templos de dioses y galerías dedicadas a esparcimiento y recreo. Sobre este nuevo incendio corrieron aún peores voces, por haber estallado en los campos aurelianos de Tigelino y creerse que, por lo visto, Nerón buscaba la gloria de fundar una nueva ciudad y llamarla con su nombre.
[…]
Sea de ello lo que fuere, Nerón se aprovechó de la ruina de su ciudad y se construyó un palacio, en que no eran tanto de admirar las piedras preciosas y el oro, cosas gastadas de antiguo y hechas vulgares por el lujo, cuanto de campos y estanques, y, al modo de los desiertos, acá unos bosques, allá espacios descubiertos y panoramas.
[…]
Tales fueron las medidas aconsejadas por la humana prudencia. Seguidamente se celebraron expiaciones a los dioses y se consultaron los libros sibilinos. Siguiendo sus indicaciones, se hicieron públicas rogativas a Vulcano, a Ceres y a Proserpina; se ofreció por las matronas un sacrificio de propiciación a Juno, primero en el Capitolio, luego junto al próximo mar, de donde se sacó agua para rociar el templo e imagen de la diosa.
Sin embargo, ni por industria humana, ni por larguezas del emperador, ni por sacrificios a los dioses, se lograba alejar la mala fama de que el incendio había sido mandado. Así pues, con el fin de extirpar el rumor, Nerón se inventó unos culpables, y ejecutó con refinadísimos tormentos a los que, aborrecidos por sus infamias, llamaba el vulgo cristianos. El autor de este nombre, Cristo, fue mandado ejecutar con el último suplicio por el procurador Poncio Pilatos durante el Imperio de Tiberio y, reprimida, por de pronto, la perniciosa superstición, irrumpió de nuevo no sólo por Judea, origen de este mal, sino por la urbe misma, a donde confluye y se celebra cuanto de atroz y vergonzoso hay por dondequiera.
Así pues, se empezó por detener a los que confesaban su fe; luego, por las indicaciones que éstos dieron, toda una ingente muchedumbre quedó convicta, no tanto del crimen del incendio, cuanto de odio al género humano. Su ejecución fue acompañada de escarnios, y así unos, cubiertos de pieles de animales, eran desgarrados por los dientes de los perros; otros, clavados en cruces, eran quemados al caer el día, a guisa de luminarias nocturnas.
Para este espectáculo, Nerón había cedido sus propios jardines y celebró unos juegos en el circo, mezclado en atuendo de auriga entre la plebe o guiando él mismo su coche. De ahí que, aun castigando a culpables y merecedores de los últimos suplicios, se les tenía lástima, pues se tenía la impresión de que no se los eliminaba por motivo de pública autoridad, sino por satisfacer la crueldad de uno solo.”
El incendio de Roma, según Suetonio (Nero, XXXVIII)
“Mas ni a su pueblo ni a las murallas de su patria perdonó Nerón. En efecto, con achaque de serle molesta la deformidad de los viejos edificios y la estrechez y tortuosidad de las calles, prendió fuego a la ciudad tan al descubierto que varios consulares que sorprendieron a camareros suyos con estopa y teas en sus propias fincas, no se atrevieron ni a tocarlos, y algunos graneros, situados en el solar de la Casa de Oro, qué él codiciaba sobre toda ponderación, fueron derribados con máquinas de guerra y abrasados, por estar hechos con piedra de sillería. Durante seis días con sus noches duró en todo su furor el estrago, obligando a la muchedumbre a buscar cobijo en los públicos monumentos y sepulcros.
Entonces, aparte un número inmenso de casas particulares, se quemaron los palacios de los antiguos generales, adornados todavía con los trofeos e los enemigos; los templos de los dioses, que se remontaban a la época de los reyes, y otros consagrados en las guerras gálicas y púnicas, y, en fin, cuanto de precioso y memorable había sobrevivido al tiempo.
Nerón contempló el incendio desde la torre de Mecenas, y arrebatado “por la belleza”, como él decía, “de las llamas”, recitó, vestido de su famoso traje de teatro, la “Toma de Ilión”. Y para que no se le escapara tampoco esta ocasión de coger la mayor presa y botín posible, prometió retirar por su cuenta los escombros y cadáveres, con cuyo pretexto no permitió a nadie acercarse a los restos de sus bienes; y con las tributaciones, no ya sólo voluntarias, sino exigidas, dejó casi exhaustas a las provincias y a los particulares.”
(Para leer este texto en el web y compartirlo pulse aquí)
¿Dudas? ¿Sugerencias? Escríbanos a Suscripciones@almudi.org
viernes, 28 de junio de 2019
San Pedro y San Pablo, Apóstoles
Sagrado Corazón de Jesús, ciclo C
El amor de Jesús
miércoles, 28 marzo 2007
En las catequesis sobre las grandes figuras de la Iglesia de los primeros siglos llegamos hoy a la personalidad eminente de san Ireneo de Lyon. Sus noticias biográficas nos vienen de su mismo testimonio, que nos ha llegado hasta nosotros gracias a Eusebio en el quinto libro de la «Historia eclesiástica».
Ireneo nació con toda probabilidad en Esmirna (hoy Izmir, en Turquía) entre los años 135 y 140, donde en su juventud fue alumno del obispo Policarpo, quien a su vez era discípulo del apóstol Juan. No sabemos cuándo se transfirió de Asia Menor a Galia, pero la mudanza debió coincidir con los primeros desarrollos de la comunidad cristiana de Lyon: allí, en el año 177, encontramos a Ireneo en el colegio de los presbíteros. Precisamente en ese año fue enviado a Roma para llevar una carta de la comunidad de Lyon al Papa Eleuterio. La misión romana evitó a Ireneo la persecución de Marco Aurelio, en la que cayeron al menos 48 mártires, entre los que se encontraba el mismo obispo de Lyon, Potino, de noventa años, fallecido a causa de los malos tratos en la cárcel. De este modo, a su regreso, Ireneo fue elegido obispo de la ciudad. El nuevo pastor se dedicó totalmente al ministerio episcopal, que se concluyó hacia el año 202- 203, quizá con el martirio.
Ireneo es ante todo un hombre de fe y un pastor. Del buen pastor tiene la prudencia, la riqueza de doctrina, el ardor misionero. Como escritor, busca un doble objetivo: defender la verdadera doctrina de los asaltos de los herejes, y exponer con claridad la verdad de la fe. A estos dos objetivos responden exactamente las dos obras que nos quedan de él: los cinco libros «Contra las herejías» y «La exposición de la predicación
apostólica», que puede ser considerada también como el «catecismo de la doctrina cristiana» más antiguo. En definitiva, Ireneo es el campeón de la lucha contra las herejías.
La Iglesia del siglo II estaba amenazada por la «gnosis», una doctrina que afirmaba que la fe enseñada por la Iglesia no era más que un simbolismo para los sencillos, pues no son capaces de comprender cosas difíciles; por el contrario, los iniciados, los intelectuales --se llamaban «gnósticos»-- podrían comprender lo que se escondía detrás de estos símbolos y de este modo formarían un cristianismo de élite, intelectualista.
Obviamente este cristianismo intelectualista se fragmentaba cada vez más en diferentes corrientes con pensamientos con frecuencia extraños y extravagantes, pero atrayentes para muchas personas. Un elemento común de estas diferentes corrientes era el dualismo, es decir, se negaba la fe en el único Dios Padre de todos, creador y salvador del hombre y del mundo. Para explicar el mal en el mundo, afirmaban la existencia junto al Dios bueno de un principio negativo. Este principio negativo habría producido las cosas materiales, la materia.
Arraigándose firmemente en la doctrina bíblica de la creación, Ireneo refuta el dualismo y el pesimismo gnóstico que devalúan las realidades corporales. Reivindica con decisión la originaria santidad de la materia, del cuerpo, de la carne, al igual que del espíritu. Pero su obra va mucho más allá de la confutación de la herejía: se puede decir, de hecho, que se presenta como el primer gran teólogo de la Iglesia, que creó la teología sistemática; él mismo habla del sistema de la teología, es decir, de la coherencia interna de toda la fe. En el centro de su doctrina está la cuestión de la «regla de la fe» y de su transmisión. Para Ireneo la «regla de la fe» coincide en la práctica con el «Credo» de los apóstoles, y nos da la clave para interpretar el Evangelio, para interpretar el Credo a la luz del Evangelio. El símbolo apostólico, que es una especie de síntesis del Evangelio, nos ayuda a comprender lo que quiere decir, la manera en que tenemos que leer el mismo Evangelio.
De hecho, el Evangelio predicado por Ireneo es el que recibió de Policarpo, obispo de Esmirna, y el Evangelio de Policarpo se remonta al apóstol Juan, de quien Policarpo era discípulo. De este modo, la verdadera enseñanza no es la inventada por los intelectuales, superando la fe sencilla de la Iglesia. El verdadero Evangelio es el impartido por los obispos que lo han recibido gracias a una cadena interrumpida que procede de los apóstoles. Éstos no han enseñado otra cosa que esta fe sencilla, que es también la verdadera profundidad de la revelación de Dios. De este modo, nos dice Ireneo, no hay una doctrina secreta detrás del Credo común de la Iglesia. No hay un cristianismo superior para intelectuales. La fe confesada públicamente por la Iglesia es la fe común de todos. Sólo es apostólica esta fe, procede de los apóstoles, es decir, de Jesús y de Dios.
Al adherir a esta fe transmitida públicamente por los apóstoles a sus sucesores, los cristianos tienen que observar lo que dicen los obispos, tienen que considerar específicamente la enseñanza de la Iglesia de Roma, preeminente y antiquísima. Esta Iglesia, a causa de su antigüedad, tiene la mayor apostolicidad: de hecho, tiene su origen en las columnas del colegio apostólico, Pedro y Pablo. Con la Iglesia de Roma tienen que estar en armonía todas las Iglesias, reconociendo en ella la medida de la verdadera tradición apostólica, de la única fe común de la Iglesia. Con estos argumentos, resumidos aquí de manera sumamente breve, Ireneo confuta en sus fundamentos las pretensiones de estos gnósticos, de estos intelectuales: ante todo, no poseen una verdad que sería superior a la de la fe común, pues lo que dicen no es de origen apostólico, se
lo han inventado ellos; en segundo lugar, la verdad y la salvación no son privilegio y monopolio de pocos, sino que todos las pueden alcanzar a través de la predicación de los sucesores de los apóstoles, y sobre todo del obispo de Roma. En particular, al polemizar con el carácter «secreto» de la tradición gnóstica, y al constatar sus múltiples conclusiones contradictorias entre sí, Ireneo se preocupa por ilustrar el concepto
genuino de Tradición apostólica, que podemos resumir en tres puntos.
a) La Tradición apostólica es «pública», no privada o secreta. Para Ireneo no hay duda alguna de que el contenido de la fe transmitida por la Iglesia es el recibido de los apóstoles y de Jesús, el Hijo de Dios. No hay otra enseñanza. Por tanto, a quien quiere conocer la verdadera doctrina le basta conocer «la Tradición que procede de los apóstoles y la fe anunciada a los hombres»: tradición y fe que «nos han llegado a través de la sucesión de los obispos» («Contra las herejías» 3, 3 , 3-4). De este modo, coinciden sucesión de los obispos, principio personal, Tradición apostólica y principio doctrinal.
b) La Tradición apostólica es «única». Mientras el gnosticismo se divide en numerosas sectas, la Tradición de la Iglesia es única en sus contenidos fundamentales que, como hemos visto, Ireneo llama «regula fidei» o «veritatis»: y dado que es única, crea unidad a través de los pueblos, a través de las diferentes culturas, a través de pueblos diferentes; es un contenido común como la verdad, a pesar de las diferentes lenguas y culturas. Hay una expresión preciosa de san Ireneo en el libro «Contra las herejías»: «La Iglesia que recibe esta predicación y esta fe [de los apóstoles], a pesar de estar diseminada en el mundo entero, la guarda con cuidado, como si habitase en una casa única; cree igualmente a todo esto, como quien tiene una sola alma y un mismo corazón; y predica todo esto con una sola voz, y así lo enseña y trasmite como si tuviese una sola boca. Pues si bien las lenguas en el mundo son diversas, única y siempre la misma es la fuerza de la tradición. Las iglesias que están en las Germanias no creen diversamente, ni trasmiten otra cosa las iglesias de las Hiberias, ni las que existen entre los celtas, ni las de Oriente, ni las de Egipto ni las de Libia, ni las que están en el centro del mundo» (1, 10, 1-2). Ya en ese momento, nos encontramos en el año 200, se puede ver la universalidad de la Iglesia, su catolicidad y la fuerza unificadora de la verdad, que une estas realidades tan diferentes, de Alemania a España, de Italia a Egipto y Libia, en la común verdad que nos reveló Cristo.
c) Por último, la Tradición apostólica es como él dice en griego, la lengua en la que escribió su libro, «pneumática», es decir, espiritual, guiada por el Espíritu Santo: en griego, se dice «pneuma». No se trata de una transmisión confiada a la capacidad de los hombres más o menos instruidos, sino al Espíritu de Dios, que garantiza la fidelidad de la transmisión de la fe. Esta es la «vida» de la Iglesia, que la hace siempre joven, es decir, fecunda de muchos carismas. Iglesia y Espíritu para Ireneo son inseparables: «Esta fe», leemos en el tercer libro de «Contra las herejías», «la hemos recibido de la Iglesia y la custodiamos: la fe, por obra del Espíritu de Dios, como depósito precioso custodiado en una vasija de valor rejuvenece siempre y hace rejuvenecer también a la vasija que la contiene… Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios; y donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia» (3, 24, 1).
Como se puede ver, Ireneo no se limita a definir el concepto de Tradición. Su tradición, la Tradición ininterrumpida, no es tradicionalismo, pues esta Tradición siempre está internamente vivificada por el Espíritu Santo, que la hace vivir de nuevo, hace que pueda ser interpretada y comprendida en la vitalidad de la Iglesia. Según su enseñanza, la fe de la Iglesia debe ser transmitida de manera que aparezca como tiene que ser, es decir, «pública», «única», «pneumática», «espiritual». A partir de cada una de estas características, se puede llegar a un fecundo discernimiento sobre la auténtica transmisión de la fe en el hoy de la Iglesia. Más en general, según la doctrina de Ireneo, la dignidad del hombre, cuerpo y alma, está firmemente anclada en la creación divina, en la imagen de Cristo y en la obra permanente de santificación de Espíritu. Esta doctrina es como una «senda maestra» para aclarar a todas las personas de buena voluntad el objeto y los confines del diálogo sobre los valores, y para dar un empuje siempre nuevo a la acción misionera de la Iglesia, a la fuerza de la verdad que es la fuente de todos los auténticos valores del mundo.
28-Junio. San Pedro y San Pablo. Víspera