Lunes de la semana 8 de tiempo ordinario (par)
Dios nos invita a la conversión, hasta una entrega radical, para
vivir aquella invitación de Jesús: “Vende lo que tienes y sígueme”.
«Cuando salía para ponerse en
camino, vino uno corriendo y arrodillado ante él, le preguntó: Maestro bueno,
¿qué he de hacer para conseguir la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me
llamas bueno? Nadie es bueno sino uno, Dios. Ya conoces los mandamientos: no
matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, no
defraudarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre. Él respondió: Maestro, todo
esto lo he guardado desde mi adolescencia. Y Jesús, fijando en él su mirada, se
prendó de él y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a
los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo; luego ven y sígueme. Pero él,
afligido por estas palabras, se marchó triste, pues tenía muchos bienes.» (Marcos
10, 17-22)
1. Así que salió Jesús para ponerse en
camino... un hombre corrió hacia él y arrodillándose a sus pies le dice: "Maestro bueno, ¿qué he de hacer para
alcanzar la vida eterna?" Escena muy viva. Un hombre de deseos e
inquietudes: corre... se lanza de rodillas a sus pies... sin aliento, le
pregunta. Esta, su pregunta, es ¡la pregunta esencial!
Lo primero que hace Jesús es declarar:
-"¿Por qué me llamas
"Bueno"? Nadie es "Bueno" sino solo Dios”. Sólo Dios es
bueno. Jesús, quiero saber cómo ser bueno, más de Dios, como Tú…
Jesús le recuerda luego: -“Tú sabes los mandamientos”... y le cita
algunos; el chico responde: “Maestro,
los he observado desde mi juventud... ¿qué más me falta?” No está contento
con estar en regla, con cumplir la Ley. Le falta algo más… Señor, yo también
quiero saber qué quieres que haga, cómo tener paz en las inquietudes de mi
corazón, como tener la vida eterna.
-“Jesús
mirándolo le mostró afecto y le dijo”... La mirada de Jesús también es
sobre mí. Trato de imaginarla que se posa también sobre mí... sobre aquellos
con los que convivo, con los que tengo a mi cargo... El afecto de Jesús es amor,
afecto sanante, salvación. Y todas sus palabras también.
-"Una sola cosa te falta: Vete, vende cuanto tienes, dalo a los pobres y
tendrás un tesoro en el cielo; luego ¡ven y sígueme!" Si me ponen una
multa de tráfico, o pierdo un Ipod por el monte, ¡qué disgusto! Es porque
todavía me dejo llevar por el “tener”, y Jesús revoluciona ese orden de cosas:
nos hace pasar al “ser”. Cuando estamos en contacto con la enfermedad, vemos
que la salud es mucho mejor que todas esas cosas. Jesús, te pido que me entere
de ese espíritu: sustituir el afán de tener por el ser, el tener cosas por el
amar, el dinero por la salud, sobre todo la salud espiritual que es la
salvación.
Señor, que sepa vivir en el ambiente de
la llamada a los Apóstoles, dejarlo todo y seguirte, como dijiste tantas veces
que ganamos la vida al perderla, al renunciar a nosotros mismos. Tú nos indicas
que vale la pena darlo todo, seguirte de cerca, en una formidable aventura, con
riesgo, que por la fe sabemos que estás Tú para todo y estoy así seguro. Señor,
ayúdame a ver mi vocación, llámame como a ese rico, que quiero “dejarme
pescar”, porque “sólo Tú tienes palabras de vida eterna”, ayúdame a responder
que sí a lo que deseas... Jesús, sé Tú mi «pescador», que me libere de mi vida
anodina, de pecado. Dame “eso” que “me falta”.
Ayúdame también, Jesús, a mostrar a otros
este camino de amor, de tu seguimiento, y que no tenga miedo de hablarles de mi
experiencia, del camino tuyo, que es de felicidad. «Y ya que en su voluntad
está la vida, no podemos dudar lo más mínimo de que nada encontraremos que nos
sea más útil y provechoso que aquello que concuerda con el querer divino. Por
tanto, si en verdad queremos conservar la vida de nuestra alma, procuremos con
solicitud no desviarnos en lo más mínimo de la voluntad de Dios» (San
Bernardo).
El diálogo acaba “mal”, pues ese hombre
con inquietudes –“se marchó triste
porque tenía mucha hacienda... Jesús, mirando en tomo suyo dijo a sus
discípulos: "¡Cuán difícilmente entrarán en el Reino de Dios, los que
poseen riquezas!"” Este hombre, luego volvería, al cabo del tiempo,
quizá cuando ya tenía su familia, y también tuvo un lugar entre los primeros
cristianos. No pudo ser de los primeros, pero no perdemos el tren cuando
dejamos la invitación del Señor, sino que nos manda un tren cada día, en cada
momento. En las cosas de amor, el castigo no está en que la vida sea un
infierno, sino en que se pierde ese tiempo de amar, en el que está el premio,
que es ya el cielo, aquí, y luego en la eternidad, según nuestra capacidad de
amar, la anchura de nuestro corazón. Por eso te pido, Señor, que no quede yo
«solo y triste» como ese cobarde, que no pierda esa ocasión que me das hoy para
ser feliz.
Jesús continuó: "Es más fácil a un camello pasar por el
agujero de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios". Los
discípulos, algo desanimados, decían entre sí: "Entonces, ¿quién puede salvarse?" Jesús, conociendo lo que
pensaban, dijo: “A los hombres sí les es
imposible, mas no a Dios, porque a Dios todo le es posible". Señor, que
no busque ya más seguridades en esta vida que la de tu amor.
2. Empezamos hoy la lectura de la primera epístola de san Pedro.
Escrita hacia el año 64, después de las Epístolas de san Pablo -que fueron
escritas entre el 50 y el 64, pero antes de los evangelios que fueron escritos
entre el 64 y el 90. Centrada sobre el tema del «bautismo», esta
Epístola es quizá una homilía pronunciada en una vigilia pascual en la que
tenían lugar los bautizos de adultos: “Bendito sea Dios, Padre
de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección
de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una
esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os
está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la
salvación que aguarda a manifestarse en el momento final”.
-“Rebosáis ya de alegría,
aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas
pruebas”. La vida tiene pruebas que cuestan, precisamente aprendemos a través
de las dificultades, y podemos ser felices, vivir con gozo.
-“Esas pruebas verificarán
la calidad de vuestra fe que es mucho más preciosa que el oro”. La vida es
aprender, y ante algo nuevo el aprendizaje supone esfuerzo, y esa lucha es fuente
de alegría. Pedro describe esa alegría de la fe con lirismo: «¡rebosáis ya de una alegría inefable que os
transfigura!» Las pruebas mismas no destruyen la alegría porque profundizan
la calidad de la Fe. En mi vida persona, en la iglesia y el mundo, las pruebas
tienen una misión… nos sirven más para crecer las cosas que cuestan que las que
van sin esfuerzo, “que, aunque perecedero, lo aquilatan a
fuego-llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo”.
-...”Cuando se revelará
Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto y en quien creéis aunque de momento
no le veáis”. Estar bautizado es perdurar en un lazo de amor y de fe
personal con Jesús... En la espera de verle un día (Noel Quesson); “y
os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de
vuestra fe: vuestra propia salvación” (1 Pedro 1,3-9).
3. “Doy gracias al Señor de
todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea. Grandes son las obras
del Señor, dignas de estudio para los que las aman”. Esperamos que el
Espíritu Santo nos ilumine al escuchar el salmo 110, que encierra un himno de
alabanza y acción de gracias por la obra de salvación: se habla de
"misericordia", "clemencia", "justicia",
"fuerza", "verdad", "rectitud",
"fidelidad", "alianza", "obras", "maravillas",
incluso de "alimento" que él da y, al final, de su "nombre"
glorioso, es decir, de su persona: “Él
da alimento a sus fieles, recordando siempre su alianza; mostró a su pueblo la
fuerza de su obrar, dándoles la heredad de los gentiles”. Dice san Jerónimo: "Como alimento dio el
pan bajado del cielo; si somos dignos de él, alimentémonos". Luego viene
el don de la tierra, "la heredad de los gentiles" (Sal 110,6), que
alude al grandioso episodio del Éxodo, cuando el Señor se reveló como el Dios
de la liberación y selló su alianza: "Ratificó
para siempre su alianza". Nos anima el salmo a fijarnos en lo positivo
de la vida,
“Envió la redención a su
pueblo, ratificó para siempre su alianza; la alabanza del Señor dura por
siempre”. Grandes son las obras del Señor… Hoy sentimos un viento fuerte.
El viento en la sagrada Escritura es símbolo del Espíritu Santo, nos decía Juan
Pablo II. Así pues, la oración es contemplación del misterio de Dios y de las
maravillas que realiza en la historia de la salvación.
Llucià Pou Sabaté
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