martes, 24 de marzo de 2009

El error de precipitarse

Genghis Khan, rey mongol, cuando descansaba de sus guerras, salió a cabalgar por los bosques con halcones para cazar, y al ser un día caluroso, tenía sed cuando vio agua goteando de una roca. Tomó un tazón de barro para llenarlo y ya se disponía  a beber cuando oyó un silbido y sintió que le arrebataban el tazón de las manos. El agua se derramó. Era su halcón preferido, que ahora estaba arriba, en la roca de donde bajaba agua. Intentó volver a llenar el tazón y se repitió la escena. El rey desenvainó la espada mientras ponía el tazón en el hilillo de agua: "Amigo halcón, esta es la última vez". Cuando el halcón bajó y le arrebató el tazón de la mano, con una rápida estocada hirió al ave, que cayó sangrando a sus pies. "¡Ahora tienes lo que te mereces!", dijo. Y al ver que su tazón al caer se había roto, decidió trepar por la roca de donde goteaba el agua, para beber directamente allí. Había un charco con mucho agua, pero ¿qué había en el charco? Una enorme serpiente muerta, de la especie más venenosa. El rey se detuvo. Olvidó la sed. Pensó sólo en el pobre halcón: "¡me salvó la vida! ¿Y cómo le pagué? ¡Era mi mejor amigo y lo he herido!". Bajó la cuesta, tomó suavemente al pájaro y lo llevó a palacio para cuidarlo, diciéndose: "Hoy he aprendido una lección, y es que nunca se debe actuar impulsado por la furia".

Al final de la escapada (1959) es un film de Jean-Luc Godard, una de las obras más emblemáticas de la Nouvelle Vague y del propio Godard; J. M. Caparrós señala: "cuenta la historia de un marginado de la sociedad moderna, amante del cine negro ame­ricano, que encarna la constante principal de este autor: la liberación como meta, en una existencia sin orden, reglas ni sentido aparente. El protagonista es un joven parisino a la deriva, Michel (Jean-Paul Belmondo), que sería trai­cionado por su amante, Patricia (Jean Seberg), para demostrarse a sí misma que no le amaba", llama a la policía quizá también por cumplir las leyes, por hacer lo que creía justo, o por dejarse influir por las palabras del policía... Soberbia la escena cuando ella, ya tarde, ve que en realidad sí que lo amaba.  

En medio de un "egocéntrico conformismo" que lleva a los protagonistas a la deriva, como muchos desmotivados de hoy, y de ahí su actualidad, se bebe –es la provoca­ción del film- un atroz pesimismo, náusea ante la vida y las relaciones humanas, la traición, la insensatez de cualquier alternativa, la inutilidad de todo esfuerzo, un repudio del mundo en forma de náusea y de­sesperación, comenta Román Gubern. Como le dice Michel a Patricia en el film, entre la pena y la nada, elige la nada. Entonces como ahora, se ve la "soledad de unos seres temerosos de comuni­carse sus verda­deros sen­timientos, logrando reproducir cierto ritmo jadeante y an­gustioso, propio de nuestro tiempo, con una fidelidad que la elevó a la categoría de testimo­nio" (José Luis Guarner).

Pienso que en la era moderna la percepción de la realidad ha sido elevada a la categoría de verdad, y es falso: la verdad no puede ser abarcada por una percepción única, tiene muchos matices y nunca se "pillan" por entero, está abierta a sucesivas aproximaciones y nuestro conocimiento se tiñe de emociones, influido por lo último que nos pasa y vemos según el color de cada momento. Pero esto no significa que no haya verdad, sino que no la alcanzamos nunca por entero. De ahí el pecado de impaciencia, de dejarse llevar por una percepción momentánea y romper una amistad, discutir hasta la violencia, empecinamientos diversos que se deben a una percepción parcial que queda fosilizada como una foto y que se quiere hacer pasar por la realidad del otro. Los fundamentalismos van por ahí, y también se aplica a las enemistades con las personas. Como ocurre en el caso contrario: como la conciencia tiene "fallos", uno se somete a otra persona o a reglas religiosas o sociales –formas de puritanismo, sustitución de la conciencia personal por una colectiva. Cuando hay armonía en  el acto de abrirse al amor incondicionado de Dios y buscar también un "norte" en el amor a los demás, es cuando se puede vivir en paz, fruto de la lucha en ese amor que busca la verdad y esa verdad que es fruto del amor.

Llucià Pou Sabaté

 

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